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Tres familias

En su relación de 1553, después de describir a los nobles, los ciudadanos y los trabajadores de Ulcinj, Giovanni Battista Giustinian proseguía:

Además de estas tres clases de habitantes se conservan en esta ciudad algunas reliquias de familias respetadas de ciudades vecinas, hoy gobernadas por los turcos, como Shkodër, Lehzë, Durrës y otros lugares, entre las cuales es principal la familia de Bruni, Pamaltotti y Brutti, de la cual sólo el señor Marc’Antonio es un caballero virtuosísimo y fidelísimo a la república, el cual desciende de la ilustre familia de los «Brutus» romanos. Los miembros de las familias forasteras se dedican en su mayoría al comercio y haciendo negocio en los puertos otomanos, viven con mucha holgura.1

Giustinian alude aquí a tres familias diferentes, y no todos los pormenores que daba eran correctos. «Pamaltotti» era un error (quizá del copista): el nombre era «Pamalioti»; «Brutti» solía escribirse «Bruti»; «Marc’Antonio» Bruti aparece, en todos los documentos conservados sobre él, como simplemente Antonio; y la historia de ser descendientes directos de antepasados romanos del mismo nombre es la clase de afirmación que no parecía sorprendente a la persona del siglo XVI, pero que resulta disparatadamente inverosímil hoy día. Con todo, la descripción de todos ellos como una sola familia parece haber sido indicio de conocimiento, no de ignorancia. Nos consta que las familias Bruni y Bruti estaban estrechamente vinculadas por lazos matrimoniales, por lo que parece probable que la familia Pamalioti estuviera también emparentada con ellos, aunque en su caso no se conoce el carácter preciso del vínculo.

Por lo que respecta a la familia Bruni, tenemos una descripción increíblemente detallada de sus orígenes gracias a una afortunada casualidad histórica. A mediados del siglo XVII, Francesco Barbarano de’ Mironi, un sacerdote de la ciudad de Vicenza con fuerte interés en el pasado antiguo, compiló una masa de información sobre la historia religiosa de su ciudad natal: iglesias, obispos, santos, milagros y demás. Deseoso de acumular tantos dignatarios eclesiásticos como fuera posible para mayor honor de Vicenza, incluso dedicó una entrada a Giovanni Bruni de Ulcinj, que fue arzobispo de Bar desde 1551 a 1571, basándose en que su familia se remontaba a un antepasado de Vicenza. Y al escribir sobre los Bruni, mencionaba que en 1623 había conocido en la ciudad de Koper (ital.: Capodistria, en la moderna Eslovenia), a «un anciano muy docto y venerable», llamado Matteo Bruni, que era uno de los sobrinos de Giovanni Bruni. Aunque decía que no había hecho muchas consultas a Matteo en aquel momento, es difícil creer que la muy precisa información genealógica de su libro no proviniera de ese encuentro casual con el último miembro vivo de la familia Bruni.

La descripción que hacía Barbarano era la siguiente: un tal Albino Bruni vivía en Vicenza a principios del siglo XI; su biznieto Nicolò fue a servir a la corte del emperador bizantino, después estableció a su familia en Shkodër, y pasó a ser señor de la fortaleza de Medun (al noreste del lago Shkodër, en el actual Montenegro) y de «otros castillos»; y su descendiente Antonio Bruni huyó de Shkodër cuando fue tomada por los otomanos en 1479. Antonio se trasladó a Ulcinj; su hijo Giovanni era señor de «Toscano», lo que probablemente significaría «Tuscena», nombre italiano de Tuzi, situado al sur de Medun, también en Montenegro. Y el hijo de Giovanni, Matteo, tuvo a su vez tres hijos: Giovanni, que fue arzobispo de Bar y murió en la batalla de Lepanto en 1571; Gasparo, que luchó en esa batalla; y Serafino.2

No hay constancia de las fechas exactas de nacimiento de estos tres hermanos, pero se pueden hacer algunos cálculos. Giovanni, el mayor, fue nombrado arzobispo en 1551, por lo que probablemente tuviera bastante más de treinta años (edad mínima según el derecho canónico) a la sazón; ahora bien, como veremos, todavía tenía capacidad para ser utilizado como remero en la batalla de Lepanto, por lo que quizá no llegara a los 40 cuando alcanzó el arzobispado. Así pues, parece posible una fecha de nacimiento a comienzos de la década de 1510. Mientras que apenas sabemos nada de Serafino, sí sabemos que su hijo Nicolò, que murió con Giovanni en Lepanto, tenía 29 años en ese momento; si Nicolò nació en 1542, su hermano mayor Matteo (que suministró la información genealógica) pudo haber nacido uno o dos años antes, en cuyo caso el padre probablemente naciera antes de 1515. En cuanto a Gasparo, siguió activo en su carrera militar hasta mediados de los años 1580, cuando podía encontrarse en la sesentena, por lo que quizá naciera más cerca del año 1520.3

Pero una cosa está clara: aunque el nombre «Bruni» era de origen italiano, la idea de Barbarano de que todas estas personas eran de Vicenza es del todo absurda: la familia había vivido en Shkodër durante al menos un cuarto de milenio, con constantes matrimonios mixtos, sin duda, con las familias del lugar. Los Bruni eran albaneses –si bien atípicos, si se comparan con el grueso de la población albanesa, pues pertenecían a esa élite de las ciudades mercantiles abierta al exterior–. Barbarano añadía otro detalle útil: especificaba que la madre de los tres hermanos era «Lucia del Nico, una dama nobilísima». La familia Nicho era, en efecto, una de las más prominentes de Ulcinj: cuando la ciudad quedó bajo dominio veneciano en 1405, y nuevamente cuando el poder de Venecia fue restaurado allí en la década de 1420 tras un intervalo de gobierno eslavo, los del Nicho se encontraban entre el puñado de familias principales con las que Venecia negoció. Que los propios Bruni fueran aceptados en el patriciado de Ulcinj es muy incierto. En la mayoría de las ciudades del Adriático se había producido algo similar a la «clausura» veneciana, de tal modo que era muy difícil entrar en las filas de la nobleza (aunque el gobernador veneciano tenía cierta capacidad para intervenir en ello). La relación de Giustinian, citada anteriormente, sugiere que esta familia «extranjera» mantenía aún cierto estatus foráneo más de setenta años después de su traslado a la ciudad. Pero los Bruni habían disfrutado sin duda de categoría nobiliaria en la ciudad de Shkodër; como veremos, la trayectoria de Gasparo iba a depender de este hecho. Así pues, los nobles de Ulcinj –una ciudad de menor categoría– les habrían tratado con gran respeto.4

En el caso de la familia Bruti tenemos también la fortuna de disponer de una cantidad desusada de información, gracias sobre todo a la historia manuscrita de los Bruti, compilada en el siglo XVIII, que fue consultada por Domenico Venturini en algún momento anterior a 1903. En su caso el apellido familiar no tenía origen italiano evidente –y es bastante seguro que tampoco se originaba en la antigüedad romana–; sólo es posible conjeturar al respecto. Un especialista en la Albania medieval ha señalado que en algunas de estas ciudades del norte, existía la moda de adoptar apellidos albaneses-latinos que parecían haber comenzado como sobrenombres humorísticos, siendo este humor afectuoso, irónico o directamente ofensivo: por ejemplo, «Bonushomo» («buena persona»), «Syignis» («ojos fogosos») o «Buzolatus» («labios gruesos»). En la ciudad de Durrës eran también frecuentes los apellidos italianos cómicos: «Formica» («hormiga»), por ejemplo, o «Battipiedi» («bate-los-pies»). Puesto que «brutus» es palabra latina que significa «tonto» o «irracional», y «bruto» en italiano quiere decir «feo» o «desagradable», parece posible que el sobrenombre ofensivo pudiera en cierto modo ser aceptado con orgullo.5

Lo que, en todo caso, sí sabemos es que la familia estaba en Durrës desde al menos el siglo XIII: un Marco Bruti había nacido allí en 1285. Hasta la caída de Durrës en 1501 hubo una serie continua de Brutis en la ciudad; sabemos que enlazaron por matrimonio con familias distinguidas como la de los Dukagjins, terratenientes feudales del norte de Albania, y los Spans, patricios de Shkodër, así como con la familia de Skanderbeg, los Kastriota. Claro está que la muy posterior historia de la familia utilizada por Venturini pudo haber exagerado su categoría, como ocurre a menudo con las historias familiares; cabe dudar de que Marco llegara a ser «señor de Durrës», como allí se dice. Pueden extraerse algunos datos más de los documentos de los archivos venecianos, que nos dan detalles de un tal Bartolomeo Bruti que fue vicegobernador de Durrës en 1429, fue también vicegobernador y capitán segundo en 1432, y elegido para realizar una importante misión diplomática ante el sultán otomano en 1493 por ser «fidelísimo y con práctica en estos menesteres». Pero es Venturini la fuente a la que tenemos que recurrir para conocer el destino de la familia durante y después de la conquista otomana de Durrës en 1501: el hijo de Bartolomeo, Antonio, que se había casado con una Kastriota, fue muerto o hecho esclavo, junto a la mayor parte de su familia, pero su hijo Barnaba sobrevivió a la matanza y huyó a Lezhë, donde, viviendo bajo dominio otomano, al parecer reconstruyó el negocio comercial de la familia.6

Fue allí donde nació su hijo Antonio Bruti –una de las figuras significativas de este libro– en 1518. Y fue Antonio quien, tras la muerte de su padre (cuya fecha se desconoce), fue objeto de presión por parte de las autoridades otomanas locales y huyó a Ulcinj. Allí se casó con Maria Bruni, hermana de Giovanni, Serafino y Gasparo. No fue éste el único enlace entre estas dos familias de apellidos similares, similitud que era pura coincidencia. Según el árbol genealógico de Venturini, una hermana menor de Antonio, Lucia Bruti, nacida en 1524, se casó con un «Stefano Bruni». Es muy posible que «Stefano» fuera en realidad Serafino; es evidente que los documentos originales utilizados por Venturini eran de lectura difícil, y el árbol genealógico que él compuso contiene varios nombres confundidos, como «Caverio» por «Carerio» y «Bensa» por «Borisi». No es posible saber si efectivamente Antonio se había visto obligado a dejar en Lezhë «una ingente fortuna» (como alegó posteriormente); quizá quedara relativamente empobrecido, pero sin duda las cosas le fueron bien en Ulcinj. Además de estos dos enlaces matrimoniales con los Bruni, casó también a una hermana con un Dukagjin, y a otra con un miembro de la familia Suina, que tenía una buena posición en Ulcinj. Sin duda su actividad mercantil en Lezhë le había supuesto contactos frecuentes con la élite de esta ciudad vecina. No obstante lo cual, cabe advertir que la llegada de Antonio y sus hermanas a Ulcinj se produjo más de dos generaciones después de la de los Bruni. Los Bruni sí habían tenido ya tiempo de acumular una buena cantidad de «capital social» en esta ciudad más bien pequeña; en este sentido, probablemente serían, en un principio, los socios principales. Pero cualesquiera fueran las carencias de Antonio Bruti en este etapa, las compensó rápidamente gracias a su puro dinamismo y carisma, como veremos.7

En cuanto a los Pamalioti, el vínculo con los Bruni y/o los Bruti es desconocido, pero existe alguna información sobre la familia. «Pamalioti» no era en sí un apellido sino más bien un nombre de clan o tribu, como Mrkojevići o Paštrovići. Al igual que estos dos clanes, los Pamalioti poseían un territorio con muchas aldeas, y podían reclutar una fuerza importante de hombres para la lucha; a diferencia de los anteriores, su lengua madre parece haber sido el albanés.N1 A principios de la década de 1420, cuando el poder de Venecia en esta región estaba siendo fuertemente desafiado por el soberano de Serbia, los Pamalioti habían sido ganados –como los Paštrovići– para la causa veneciana, y su participación había sido vital porque su predominio sobre el territorio a lo largo del río Bunë imposibilitó a los serbios renovar su asedio de Shkodër. Como premio a sus servicios se les otorgaron tierras en una zona fronteriza con los dominios de Ulcinj, provocando inmediatas protestas del «commune» (ayuntamiento) de Ulcinj. En un nuevo brote de lucha contra un gobernante eslavo en la década de 1440, los Pamalioti fueron otra vez reclutados y otra vez recompensados con posesiones, que al menos en un caso fueron confiscadas a un terrateniente de Ulcinj que se había rebelado contra Venecia.8

Cuando escribió sobre los Pamalioti en 1553, Giustinian tenía una idea bastante clara del carácter especial de su historia. Eran, decía, las únicas personas de la localidad, aparte de la pequeña fuerza de soldados y estradiotes, que recibían una pensión o salario de las autoridades venecianas. Eran «feudatori», feudos, de Venecia, «venidos de Shkodër o lugares vecinos, y por sus méritos poseen casas y propiedades donadas por la Serenísima Señoría [Venecia], por las cuales están también exentos de contribución, y tienen otros privilegios». Pero si bien Giustinian entendió que los Pamalioti eran un grupo tribal, al parecer cuando escribió sobre la familia de los Bruni, Pamalioti y Bruti estaba pensando en una prominente familia Pamalioti establecida en Ulcinj. Se puede hacer una buena conjetura sobre su identidad. Entre los primeros Pamalioti recompensados en 1424 se encontraban Niche y Georgio «Erman» y Duche y Theodorio «Armenia»; Niche era calificado como jefe de los Pamalioti. En 1505, en una lista de miembros del concejo municipal de Ulcinj figuraba un «Georgius Armani vaiyvoda», siendo la palabra «vojvod» un término generalmente utilizado para jefes militares. Cuarenta años después, el gobernador de Ulcinj informaba a Venecia de que Nica Armani, que se autodenominaba voivoda de los Pamalioti, exigía el pago de su salario y amenazaba con ir a Venecia para protestar al respecto. Muy probablemente esta familia, los Armani, era una de las vinculadas a los Bruni y los Bruti; y por el hecho de que Georgius Armani tuviera cargo en el ayuntamiento parece que había sido aceptada como una de las familias principales de Ulcinj.9

Así pues, en términos de estatus, los Bruni y/o los Bruti no estaban descendiendo socialmente al enlazar por matrimonio con los Armani; pero se estaban vinculando a una familia con un carácter e historia algo diferentes. Quizá una de las ramas de los Armani se hubiera ya establecido en la ciudad de Shkodër durante el periodo veneciano (un tal «Medono Armano» vivía allí en 1416 cuando, en algo que se convirtió en un notorio escándalo, el gobernador veneciano le presionó severamente para mantener relaciones sexuales con su hija); pero los Armani de Ulcinj debían su especial posición a que controlaban un gran número de seguidores leales en el campo. Un fascinante atisbo del poder de los Armani se desprende de una serie de informes confidenciales enviados por un agente español en Dubrovnik durante el verano de 1573. Hacía ya años de la conquista otomana de Ulcinj, y habían pasado varios meses desde que Venecia firmara un acuerdo de paz con el sultán –lo cual significaba que España, y no Venecia, era ahora el principal promotor de la acción antiotomana–. Según el agente español, «un capitan de vnos Albaneses que se rebelaron contra el Turco y se vinieron a la devocion de Ven.os [venecianos]», tenía 40 buenos soldados en Kotor, y era posible tomar Kotor –arrebatándola a Venecia– para la Corona española.10 Como este agente explicó después:

Con quien trato esto es clerigo noble de Albania que era como Vn obispo, y tenia diez o doze cassares y su hermano era señor de todos aquellos Albaneses que al tiempo de la liga la S.a de Venecia hizo que se rebelassen contra el Turco y quando Vino la Armada en este Golfo se metio en Dulcigno [Ulcinj] este hermano del clerigo con 400 hombres donde fue muerto con todos los suyos, llamavase don Andrea Aramani el que Vive se llama Jorge Aramani y sus Villas estavan baxo de Scutari [Shkodër].11

Según otro informe de noviembre de 1573, esta persona tenía 40 o 50 hombres, y afirmaba que para una verdadera campaña podía reclutar entre dos y tres mil; el plan de tomar Kotor parecía factible, y sin duda merecía la pena cultivar a Armani, porque «son personas de Importancia». Los miles de los que habla son cuestionables, como tantos otros cálculos optimistas hechos por líderes rebeldes de Albania durante este periodo. Pero un hecho significativo se desprende de esto: que los Armani habían conservado un papel dirigente tradicional no sólo entre los miembros de los Pamalioti bajo gobierno veneciano, sino también entre los que vivían bajo control otomano (habiéndose desplazado la frontera en 1540 desde el río Bunë hacia el oeste, más cerca de Ulcinj): aquéllos eran los que se habían rebelado contra el dominio otomano en 1570-1571. Y este vínculo con la población local, aun debilitado como debía estar por el desastre de 1571, contribuye a explicar por qué los Armani no emigraron muy lejos de la región, como habían hecho los Bruni y los Bruti. Quedan algunas huellas de su actividad en años subsiguientes: un «Arman, el albanés», establecido en Budva, colaboraba en el envío de grano desde el puerto fluvial del Bunë hasta Dubrovnik en 1580; un «Giorgi Ermani» (quizá el propio «clérigo noble») de Durbrovnik financiaba envíos similares desde el Bunë en 1584; en 1590 un «Duca Armani», que había pasado los siete años anteriores como párroco del puerto fluvial, fue ascendido a obispo de Shkodër; y veinte años después su sucesor en ese puerto era «Thoma Armani». Pero en ese punto se pierde el rastro. Cesan las alusiones a los Pamalioti como fuerza significativa y, por la misma razón, parece llegar a su fin la importancia de los Armani.12

La descripción que aquí se ofrece de estas tres familias ha hecho cierto hincapié en cuestiones de estatus, porque eran de gran consecuencia para estas personas. La confianza personal y los vínculos familiares acaso fueran lo más importante para afianzar la actividad fuera de la propia sociedad local, pero dentro de ella, el estatus y el honor –adquiridos y mantenidos sobre todo en base a la familia– eran de importancia crucial. Y también tenían relevancia política. En realidad, no es posible entender la historia de las relaciones de Venecia con sus sensibles ciudades y comunidades del Adriático oriental sin hacer constante referencia a cuestiones de categoría social, que interactuaban fuertemente con el eje veneciano mismo.

En casi todas las ciudades y en muchas de las comunidades insulares del Adriático oriental existía ya, antes de comenzar el dominio veneciano, una división social y política entre una élite de familias nobles, que constituían el consejo de gobierno, y el resto de la población. En ocasiones era una división tripartita, entre nobles, ciudadanos, y no ciudadanos residentes en el campo; y al menos en una isla, Korčula, los habitantes del campo tenían sus propios consejos de gobierno, que mantenían celosamente frente a posibles usurpaciones de los nobles citadinos. Pero prácticamente en todas partes la diferencia esencial era entre los nobles o patricios, que tenían poder en virtud de la constitución local, y el resto, que no lo tenía. En varios sentidos, el dominio veneciano debilitó la posición de la nobleza, pues recortó algunas de sus libertades económicas (como ya vimos, limitando el comercio de sal y la construcción de barcos, y exigiendo en un principio que llevaran a cabo su comercio por vía de Venecia). También minó los privilegios económicos que pudieran haber tenido, puesto que impuso tributos generales al margen de estatus, y –lo más importante– concedió a todo el mundo, y no sólo a los nobles, algunos de los esenciales privilegios de los ciudadanos de Venecia en el ejercicio del comercio. Además, aunque los patricios locales conservaran cierta participación en el sistema judicial, no eran ya ellos quienes decidían: el gobernador veneciano estaba al frente del poder judicial, y por encima de él sólo se podía recurrir a la propia Venecia. Así pues, había muchas razones para que los no nobles quizá recibieran con agrado el poder veneciano, y sin embargo no fuera bien visto por la nobleza. Una razón más de malestar era que, en el caso de las ciudades dálmatas, el anterior mandatario había sido Hungría; habían estado por tanto sometidas a una monarquía, que funcionaba, de un modo no posible para Venecia, como fuente de honores nobiliarios. La lealtad monárquica fue un problema con el que tuvieron que enfrentarse los venecianos cuando consolidaron su poder a principios del siglo XV, y seguía presente a fines del XVI. Con todo, los nobles tenían, por otro lado, motivos para sentirse agradecidos al poder de Venecia. No sólo ofreció garantías de seguridad, una clase de seguridad que sería esencial cuando en el siglo xv los ejércitos otomanos completaron su conquista de la mayor parte del hinterland del Adriático. Además, enlazó con los propios privilegios constitucionales de la nobleza local, que no eran despreciables: la promesa de Venecia de respetar las leyes vigentes significó que las normas y tradiciones de los concejos municipales, dominados por la nobleza, no se modificaron. Desde la perspectiva patricia aquello representaba una garantía aún más valiosa, porque su base de poder económico estaba siendo cada vez más erosionada. Algunos comerciantes y empresarios plebeyos se estaban enriqueciendo, mientras que simultáneamente descendían las rentas agrícolas de los patricios. Un informe de Zadar de 1528 decía que debido a que la mayoría de sus nobles no trabajaban y vivían solamente de las rentas de sus posesiones, estaban empobreciéndose sin cesar, porque gran parte de la tierra no se cultivaba por temor a los otomanos de las cercanías.13

No es de extrañar que el resultado general fueran frecuentes tensiones sociales y ocasionales conflictos violentos. Algunos de los episodios más graves ocurrieron a principios del siglo XVI. A finales de 1510 se produjeron brotes de violencia entre la nobleza y los «popolari» de la isla de Hvar (ital.: Lesina), y la agitación se extendió a varias ciudades costeras, entre ellas Zadar, Šibenik y Split, donde el pueblo llano exigía que se les concedieran puestos en los concejos municipales. Al poco tiempo Kotor se vio también desgarrada por luchas. Por lo general, estos conflictos se exacerbaban tanto por la acción de nobles pro húngaros, que querían derrocar el Gobierno de los venecianos, como por el hecho de que Venecia estuviera preocupada por la guerra en Italia continental. Llegado el invierno de 1511-1512 la situación se había agravado tanto que Venecia envío a un comandante militar con dos galeras (parcialmente financiadas por nobles fugitivos pro venecianos) para restaurar el orden; y lo consiguió no sólo en Hvar, sino también en algunas de las ciudades litorales, antes de regresar a Venecia, donde hubo de enfrentarse a graves cargos por la excesiva severidad de sus actos.14

Uno de los puntos donde eran más intensas las tensiones era Bar, donde el pueblo se había levantado en armas ya en 1507 para exigir representación en el ayuntamiento. La disputa subsistió hasta que, en 1512, se llegó a una solución de compromiso: habría dos concejos, uno para los nobles y otro para los plebeyos, que se reunirían en días sucesivos. Pero en los últimos meses de aquel año estalló otra vez la violencia en una disputa sobre la abadía benedictina de Ratac; fatalmente, uno de los dos sacerdotes que competían por la jefatura de la abadía era noble y el otro no.N2 Según una carta muy gráfica y bastante desesperada enviada a Venecia por el gobernador de Bar, los rebeldes plebeyos amenazaron con despedazar a los nobles, y a ello siguió rápidamente una lucha «con escopetas, flechas y otras armas»; en total murieron 62 personas. Las autoridades venecianas temían que Bar se debilitara hasta el punto de que pudiera ser fácilmente tomada por los otomanos; en consecuencia, enviaron al gobernador de Kotor a pacificar la situación. Casi inmediatamente después de su llegada, el 20 de diciembre, la facción plebeya volvió a atacar a los nobles, hiriendo a varios y matando a otros dos; el gobernador de Kotor se vio obligado a buscar refugio, junto a su homólogo de Bar, en el castillo. Al fin logró concertar un acuerdo según el cual el nuevo ayuntamiento plebeyo sería aceptado por los patricios y nombraría a la mitad de los cargos municipales. Pero la animadversión subyacente no desapareció. Ya se ha citado el comentario de Giustinian en 1553 en el sentido de que la gente de Bar estaba dispuesta a matarse entre sí como perros rabiosos; y describía el odio entre plebeyos y nobles como «antiguo e inextinguible». Uno o dos años después, según un posterior testimonio, los sacerdotes nobles incluso llegaron a las manos con los no nobles en la misa de Viernes Santo, en una disputa sobre quién tenía derecho a elevar el ciborio (copa que contenía la eucaristía) ante la congregación. Similares tensiones observó Giustinian en Kotor, donde también se habían implantado dos concejos, de nobles y no nobles; los patricios conservaron el poder para los nombramientos decisivos, y el odio se mantuvo sin merma.15

Los únicos lugares donde, a decir de Giustinian, las disputas sociopolíticas eran en gran medida inexistentes eran Budva y Ulcinj. Budva era en exceso pequeña y pobre para mantener una élite noble; el gobierno municipal se había formalizado hacía sólo 60 años, y ni siquiera diferenciaba entre ciudadanos y no ciudadanos. Y aunque en Ulcinj sí se hacía la triple división tradicional entre nobles, ciudadanos, y «trabajadores» no ciudadanos (como vimos), los nobles eran por entonces tan escasos que se repartían con los ciudadanos la mayoría de los cargos municipales, reservándose solamente el poder judicial. Giustinian expresaba verdadero alivio al hacer el comentario, ya citado, de que «no hay persecuciones extremas ni odios intestinos» entre las gentes de Ulcinj; pero este estado de cosas relativamente bueno quizá se debiera mucho más a la debilidad de las familias patricias que a su benevolencia. De hecho, puesto que el ayuntamiento había sido totalmente penetrado por plebeyos, es difícil dilucidar cuáles eran realmente las familias nobles de Ulcinj. En una lista compuesta por el gobernador veneciano en 1505 se nombra sólo a once personas, dos de las cuales pertenecían a la misma familia; solamente uno de los diez nombres, «Dabre», tenía una conexión conocida con las familias Bruni o Bruti. En 1554 el gobernador informaba a Venecia de que sólo quedaban dos familias nobles, con cinco miembros (varones adultos) solamente, y que estaba empleando su autoridad para añadir varias familias al rango de nobleza; pero, desafortunadamente, no nombraba estas adiciones. Entre ellas no figuraban los Bruti, porque hasta 1562 no emitió el dogo de Venecia un especial decreto por el que Antonio Bruti era hecho noble de Ulcinj. No sabemos si por aquel entonces la nobleza incluía también a Brunis o Armanis. Pero al menos podemos decir que la relativa flexibilidad del sistema de Ulcinj hacía de esto un asunto menos vital de lo que habría sido en otros sitios.16

Otro aspecto de la situación social de Ulcinj merece comentario. Se ha señalado ya que la lengua de la vida pública, y de gran parte de la actividad comercial, era el italiano. Éste era un hecho práctico, pero que acaso tuviera también valor simbólico para las viejas familias urbanas, funcionando como «distintivo» de la profunda diferencia que a su parecer existía entre ellas y la población rural. En prácticamente todas las ciudades históricas de la costa adriática oriental, entre ellas las del norte de Albania, se había hablado alguna lengua derivada del latín hasta los siglos XI o XII; en Dalmacia, los habitantes de las ciudades eran denominados «latini» en la Edad Media, para diferenciarlos de los «sclavi» (eslavos) rurales. Sin duda los «latini» conocían también la lengua de la población circundante; pero pasó tiempo hasta que el flujo de los venidos del campo –muy acelerado por la Peste Negra de 1348– hiciera de las lenguas locales, eslavo y albanés, las habladas mayoritariamente dentro del recinto amurallado. En el siglo XV, incluso los altivos ciudadanos de Dubrovnik habían perdido su lengua neolatina, el «antiguo raguseo». A lo largo de este periodo se incrementaron los contactos comerciales y políticos con Italia, por lo que el uso del italiano fue un fenómeno en aumento. Aunque ciertamente no hubo continuidad lingüística entre el uso de la antigua lengua neolatina y la adopción del italiano, quizá existiera alguna vinculación psicológica: de este modo se preservó el carácter especial de la cultura urbana, frente a la del campesinado circundante. A la altura del siglo XVI, la élite noble y los comerciantes plebeyos de una ciudad como Ulcinj eran bilingües. Su educación habría incluido sin duda aprender a escribir italiano y, hasta cierto punto, también latín, mientras que parece haber existido muy poca práctica en la escritura del albanés. Cierta incertidumbre rodea, no obstante, a las mujeres de esta sociedad, cuyas posibilidades de adquirir estudios de cualquier clase eran mucho más limitadas. En ciudades dálmatas como Split y Dubrovnik, los viajeros comentaban el hecho de que si bien los hombres hablaban tanto italiano como eslavo, las mujeres sólo dominaban la lengua eslava. ¿Sería esto igualmente aplicable a las citadinas de Ulcinj? Quizá lo fuera, para algunas de ellas. Pero es un hecho notable que cuando lo que quedaba de la familia Bruti se trasladó, tras la conquista otomana de Ulcinj, a una ciudad de habla italiana mucho más próxima a Venecia, varias de sus jóvenes se casaron rápidamente con hombres italohablantes de la localidad, que ciertamente no hablaban albanés. Por lo que parece muy probable que estas mujeres al menos se defendieran ya en italiano, lo cual podría reflejar la posición relativamente alta de los Bruti en Ulcinj, de modo similar a las mujeres rusas en las novelas de Tolstói que pueden conversar en francés, como seguramente no podrían hacer las esposas de comerciantes más modestos.17

El miembro más famoso de la familia Bruti, Bartolomeo, ha sido calificado por casi todos los historiadores que han escrito sobre él como un «albanés italianizado». La expresión no es totalmente falsa, pero puede inducir a error o prejuicio, pues sugiere que su lengua y cultura italianas eran un hecho superficial y, por consiguiente, quizá engañoso. Los miembros de la élite de Dubrovnik hablaban italiano, y hasta componían obras literarias en italiano; no se debe aludir a ellos con sospecha denominándolos «croatas italianizados». Bartolomeo Bruti era sin duda albanés, pero tenía también una identidad cultural italiana, que no era en absoluto superficial. Los Bruni y los Bruti eran auténticos anfibios lingüísticos y culturales. Y ello, como veremos, fue esencial para su éxito en el amplio mundo mediterráneo.18

N1 Aunque se ha supuesto un origen griego para este apellido, parece más probable que provenga de «malok», que significa «montañés»; pero no está claro si el «Pa-» viene de «Pal» («Pablo»), o de «pa» que significa «sin», y por tanto sería «no montañés». El estudioso croata Milan von Šufflay entendió que en este caso «no montañés» significaba «no albanés». Si los Pamalioti tenían en efecto origen no albanés, lo probable es que fueran valacos, siendo éstos un pueblo antes muy extendido en esta parte de los Balcanes, y desde luego presentes en la región en torno a Shkodër en la Edad Media, que hablaba una lengua latina similar al rumano.

N2 Véase más arriba, aquí.