
Una vez trabajé con un hombre que era realmente tóxico. No solo para mí, aunque admito que me afectó durante un tiempo, sino para casi todas las personas con las que pasaba algún tiempo. Nunca perdía la oportunidad de manipular una situación en su beneficio. Criticaba a todo el mundo, lo debilitaba, era deshonesto y no se podía confiar en él. Si en algún momento se le cuestionaba su comportamiento, se volvía muy amenazante. Sus colegas lo temían y, por lo que sé, no mantenía relaciones profesionales estrechas. No tengo ni idea de cómo les iba a sus pacientes. Hoy en día sospecho que el Consejo Médico General (el organismo regulador de los médicos) se habría interesado por él. Lo llamaré Alex, aunque ese no era su verdadero nombre.
Cuando recuerdo a Alex, me llaman la atención dos cosas. La primera es que, a sus cuarenta y tantos años, ocupaba un puesto menor. Esto debió de ofender sus ansias de ser importante. Ciertamente no era estúpido, lo que me sugiere que ser tan obviamente tóxico como Alex limita la eficacia y la capacidad de éxito de una persona. La segunda constatación a la que he llegado es que, por lo que sé, ninguno de sus colegas sufrió realmente ningún daño permanente por su parte. Lo temíamos, amenazaba mucho, pero todos salimos prácticamente ilesos. ¿Cómo fue eso?
La respuesta, creo, es que era demasiado evidente. Sin ponerse un par de cuernos y un rabo, y sin sostener un tridente de tres puntas, no podía ser más claramente tóxico, lo que nos permitió a todos tratarlo con precaución, darle un amplio margen y considerar sus pronunciamientos con el escepticismo apropiado.
Alex nos da una pista sobre cómo afrontar la toxicidad.
Se habría necesitado una persona con una vulnerabilidad especial para ser dañada por Alex. Alguien que, por razones de su personalidad o de sus antecedentes, fuera incapaz de ver la amenaza que él suponía o de evitar ser influenciado por él. Me temo que probablemente reclutó a tales víctimas, ya que habría sido bueno para encontrar personas a las que utilizar y abusar, y temo por su bienestar.
El punto que Alex ilustra es que muy pocas personas son tóxicas para todas las otras con las que entran en contacto, o en todas las situaciones. Hay unas pocas personas que son encantadoras, inteligentes, exitosas... y tóxicas. Sus habilidades superiores ocultan su verdadera naturaleza e intenciones. Estas personas tienen una enorme capacidad para dañar a quienes los rodean, pero afortunadamente son poco frecuentes fuera de los alrededores del palacio de Westminster.
Igualmente, si tienes la mala suerte de encontrarte bloqueando el camino de un psicópata en un callejón oscuro, eres muy desafortunado. Los ataques psicopáticos violentos no ocurren muy a menudo. Son mucho más frecuentes los individuos que son tóxicos para algunas personas, o en algunas situaciones pero no en otras, o que son tóxicos solo en algunas ocasiones. Esto es la vida real. La mayoría de las personas, a diferencia de Alex, no son caricaturas. Para evitar que nos perjudiquen las personas que son tóxicas para nosotros, hemos de comprender nuestras propias vulnerabilidades y reconocer cómo y en qué situaciones pueden perjudicarnos esas personas. Si no lo hacemos, sufriremos infelicidad y, a su debido tiempo, probablemente enfermedades inducidas por el estrés.
Los que corren más riesgo de ser víctimas de la gente tóxica son los buenos y honestos dadores del mundo. Muchos de los individuos descritos en este capítulo tienen antenas muy finas y son muy buenos para encontrar a personas de este tipo, así que si tú o alguien que te importa es un dador, debes prestar especial atención a este capítulo. El reconocimiento es más de la mitad de la batalla.
Entonces, ¿estás tú, o alguien a quien aprecias, en riesgo de ser víctima de personas tóxicas? Aquí tienes una lista de comprobación de los rasgos de vulnerabilidad para ayudarte a decidir. ¿Eres un tipo:
• con clase
• cuidadoso
• confiado
• generoso
• tolerante
• susceptible de ponerse en último lugar
• sensible
• poco asertivo
• autocrítico
• falto de confianza
• dispuesto a la aprobación
• deseoso de evitar el conflicto
• ansioso
• depresivo?
Si puedes responder «Sí» a más de la mitad de las preguntas anteriores, es posible que seas vulnerable a las personas tóxicas.
Lo que sigue es una serie de descripciones de algunos de los tipos de personalidad que han resultado tóxicos para mis pacientes. Merece la pena desarrollar la capacidad de reconocer estos rasgos y comportamientos, aunque en la vida te darás cuenta de que las personas rara vez se engloban por completo en una u otra categoría, sino que suelen mostrar una mezcla de diferentes rasgos y comportamientos en distintos momentos o situaciones.
Una vez más, quiero subrayar que no estoy haciendo ningún juicio moral sobre las personas con estos rasgos. No estoy diciendo que carezcan de valor o que sean censurables de alguna manera. Muchos lucharán por la vida con el legado de una infancia dominada por la pérdida, el caos o el abuso. La cuestión es que si reconoces y controlas una forma de tratar con las personas que poseen la capacidad de ser tóxicas específicamente para ti, estarás más sano y serás más feliz.
Los sexos de mis ejemplos se alternan en los distintos casos. Esto no implica que estos rasgos sean más comunes en uno u otro sexo.
George es conocido como un reparador, un vendedor. Logra lo que quiere. Siempre consigue una mesa en un restaurante lleno en el último momento sin necesidad de reserva y le hacen un descuento en una tienda cuando no hay rebajas. Llega a un evento en el que se requiere «etiqueta» vistiendo unos vaqueros y una camiseta, y nadie se inmuta. «Oh, así es George, es único». La gente admira su audacia y se maravilla de lo mucho que se sale con la suya. Sus payasadas pueden ser divertidas, y su capacidad para entrar y tomar el mando en situaciones en las que el resto de nosotros consideramos intimidantes puede ser tranquilizadora cuando tus objetivos y los suyos coinciden.
George solventa y desafía cualquier límite que se le ponga en el camino. Es su forma de actuar, y ha descubierto que le funciona muy bien. Desprecia a las personas que se conforman con las normas establecidas y ve la vida como una lucha en la que solo ganan los que se atreven. Es un buen tipo para tener de tu lado.
Pero ahí está el problema. No está de tu lado, no realmente. Está por su cuenta, y tarde o temprano eso no va a ser bueno para ti. Te pide cosas, que hagas cosas por él o un préstamo. No te devuelve lo que le prestas y cuando, unas semanas más tarde, le preguntas cuándo te lo va a devolver, se ofende, dejándote la sensación de que te has pasado de la raya y lo has insultado. Si no lo desafías, las exigencias no hacen más que aumentar. El límite entre lo que es y lo que no es aceptable se desplaza lenta y sutilmente, de modo que desafiar un solo ejemplo parece mezquino y ruin. Al final te cansas y tienes que decir «No» a su última exigencia. Dado que la norma era que tú dijeras «Sí», él se siente con derecho a ofenderse y se marcha con un gran enfado. Si no eres lo suficientemente firme como para rechazar su demanda, puedes inventarte una pequeña mentira para excusarte. «Habría hecho el recado por ti, George, pero tengo que cuidar a un amigo esta noche.» Él moverá cielo y tierra para descubrir tu engaño. «¿Qué amigo? ¿Cuál es su número de teléfono? Lo llamaré; estoy seguro de que comprenderá que mi necesidad es mayor esta noche.» Cuando se descubre tu engaño, la fechoría se difunde y se registra, para reproducirse la próxima vez que pienses en resistirte.
Y así estás esclavizado. Cuando, inevitablemente, te agotes y sucumbas a una enfermedad relacionada con el estrés, George te culpará por no haber estado a su lado y te dirá que «Todo está en tu mente». Si George es tu padre, te recordará con frecuencia la deuda que tienes con él por haberte criado y, en realidad, por la vida misma, omitiendo el hecho de que no hizo mucho más que criticarte e intimidarte cuando eras un niño. Pero si lo complaces lo suficiente incluso ahora, piensas que tal vez, solo tal vez, un día te diga que te quiere y te aprecia.
Sigue soñando. Nunca lo hará porque no está en su composición. No eres tú, es él.
En su forma más sutil, la invasión de los límites puede ser difícil de detectar. Sin embargo, hay pistas en el lenguaje y los sentimientos. Palabras como «solo» en «No necesito mucho, solo unos minutos de tu tiempo» y «únicamente» en «Únicamente te pido un pequeño favor» son reveladoras. Si una persona protesta por lo poco que pide, lo más probable es que esté pidiendo más de lo que debería. Al fin y al cabo, si te hace sentir incómodo, resentido o infeliz, puede ser una invasión de límites. Sin duda, merece la pena reflexionar y posiblemente discutirlo con otra persona antes de pronunciar «Sí».
La cuestión es que algunas personas que invaden los límites no son tóxicas. Son divertidas. Su audacia es divertida y, a veces, útil. ¿Dónde está la línea divisoria entre la audacia y la toxicidad? Al igual que con los otros ejemplos de este capítulo, la respuesta no es fácil y depende de su efecto sobre ti. Si puedes establecer límites con George y él puede aceptarlos, estarás bien, se comporte como se comporte con el resto del mundo.
Mildred llega a tu vida como una explosión, captando tu atención con su vitalidad y cercanía. Te arrastra con su capacidad de volar con el viento, de experimentar la vida con extremos de emoción que te hacen sentir realmente vivo. Te trata como la persona más importante del mundo, tan especial que no puede creer que te haya encontrado. Te sientes de alguna manera más significativo, más grande en su presencia.
El problema es que no eres la primera y seguramente no serás la última. Es estupendo cuando el torbellino que es Mildred se instala a tu alrededor, pero pronto te recogerá y te tirará a la basura. Mildred es emoción, eso es todo lo que hay, y es extrema. Cuando está arriba es exultante, cuando está abajo se encuentra en el pozo más profundo imaginable y te arrastra con ella. Si se profundiza un poco más, se verá que Mildred ha dejado un rastro de destrucción a su paso, como un tornado. Todo el mundo fue su único héroe, y después, inevitablemente, un demonio al que había que expulsar o castigar.
Eso si tienes suerte. Si eres especialmente tenaz o, por alguna otra razón, te aferras a Mildred durante más tiempo que la mayoría, tendrás más problemas. Esto se debe a que Mildred no solo actúa de forma caótica y dramática, sino que es el caos y el drama. No tiene una identidad sólida, ni preferencias, ni valores, solo impulsos que cambian por momentos. Así que si está a favor en un momento y en contra al siguiente, no es algo personal, es solo Mildred cambiando constantemente como suele hacer. Porque se siente vacía, depende de que el mundo le dé lo que quiere. Así que si las cosas salen como ella desea, está extasiada (brevemente), pero si algo va en su contra, se hunde en una profunda desesperación. Es posible que reaccione a lo que a ti te pareció un desacuerdo bastante leve arremetiendo contra tu persona o haciéndose daño a sí misma. Es probable que amenace con suicidarse de vez en cuando. Me gustaría poder asegurarte que no cumplirá sus amenazas, pero no puedo, porque Mildred es sobre todo imprevisible. Por desgracia, he conocido a varias Mildred que, por ejemplo, han tomado una sobredosis mortal, creyendo que las pastillas que ingerían eran inofensivas porque se podían adquirir sin receta (el paracetamol es uno de los fármacos más tóxicos que existen cuando se toma en sobredosis), o que han dejado un mensaje telefónico a su pareja diciendo lo que han hecho, pero que se escucha demasiado tarde. El drama es arriesgado.
Las reacciones extremas de Mildred hacia ti, y hacia todo y todos, son simplemente lo que son. El ciclo de dramas nunca se detendrá (a menos que busque un tratamiento eficaz, en cuyo caso tardará un tiempo). Si estás en el vagón de Mildred, va a ser un viaje agitado. Será mejor que te abroches el cinturón.
Joel es tu opuesto y lo atraes. Encaja perfectamente en el espacio que le proporciona su naturaleza confiada, generosa y cariñosa. Tomará todo lo que le des y te dejará con la sensación de que, de alguna manera, no fue suficiente. Rara vez paga por una bebida y es sorprendente la frecuencia con la que se olvida la cartera. Siempre está muy ocupado cuando necesitas ayuda, a menos que la tarea le divierta. Te recalcará los buenos amigos que sois, pero te costará decir en qué momento ha sido un amigo para ti (recuerda que la definición de amigo es alguien que es amable contigo). Tiendes a sentirte obligado con Joel y, sin embargo, él no siente ninguna obligación recíproca contigo. Su sentido del derecho es ilimitado. A menudo te sientes agradecido por el regalo de su presencia, aunque no sabes por qué. La respuesta es que, a lo largo de los años, Joel ha perfeccionado la capacidad de hacer que la gente sienta que le debe algo (tiempo, esfuerzo, dinero, lo que sea). Esto puede implicar encanto, manipulación, humor o cualquiera de las otras maniobras enumeradas en este capítulo. El resultado final es que es un tomador. Consigue lo que quiere y no le importa mucho lo que eso signifique para ti o para cualquier otra persona. Aunque Joel pueda hacerte sentir necesario e incluso querido, no te dejes engañar. Cuando ya no seas capaz de darle lo que quiere, te dejará y seguirá adelante.
La mayoría de los Joel también son abusivos. No necesariamente abusivos físicamente, aunque también pueden serlo, pero siempre son abusivos emocionalmente. Con esto quiero decir que Joel trata tus sentimientos y tu bienestar con desprecio. Si le apetece, puede ser amable y encantador, pero si está irritado o molesto, no tendrá ningún reparo en desquitarse contigo. Hará lo que le apetezca. Te preocuparás por su estado de ánimo y tratarás de comportarte de forma que se ponga de buen humor.
Una minoría de los maltratadores son sexualmente abusivos. Las personas que abusan sexualmente de sus propios hijos o de los de otras personas se encuentran en el extremo de esta categoría, y muestran los rasgos de personalidad más pronunciados. Esto no es sorprendente, ya que el abuso sexual de los niños es un gran límite para cruzar. Para que Joel se convenza a sí mismo de que debe actuar así, tiene que emplear algunas estrategias psicológicas bastante poderosas.
Joel, el abusador sexual de niños, utiliza todo lo que tiene a su disposición para conseguir lo que quiere. Esto incluye el poder, como en el caso de la celebridad de perfil alto que utiliza su fama para tener acceso a los niños y persuadirlos para que hagan lo que él quiere, o el profesor que abusa de la autoridad que tiene sobre sus alumnos. También incluye la negación, la racionalización y la culpabilización. «Yo no lo hice. Fue un malentendido; mi inocente afecto fue malinterpretado» o «Fue una aberración causada por el estrés. No estaba en mi sano juicio, no volverá a suceder» (sí, lo hará, a menos que reconozcas tu responsabilidad y busques ayuda), o «El chico me sedujo, me incitó. Fui víctima de su precocidad sexual». Todas estas afirmaciones son típicas del abusador sexual. En lugar de asumir la responsabilidad de sus actos, Joel los justificará o intentará mentir para salir del paso. Ignora deliberadamente el hecho de que los niños no son responsables; la responsabilidad llega con la edad adulta. Utilizará toda su experiencia y sus habilidades de manipulación para intimidar y forzar la conformidad de su víctima infantil, persuadiéndola de que si denuncia, será culpada.
Muchas formas de abuso son más sutiles que esto y las víctimas pueden ser de cualquier edad. Pero lo que todos los abusos tienen en común es que el abusador posee el poder y la víctima, ninguno. Joel siempre quiere salirse con la suya y doblegarte a su voluntad.
El holgazán también es abusivo, pero de forma pasiva. Joel, el holgazán, es un usuario que confía en tu conciencia, tu sentido del deber y tu perfeccionismo para librarse de hacer algo por sí mismo. Es un maestro del humor autodespreciativo, que de alguna manera hace que su pereza esté bien, hasta que inevitablemente empiezas a convertirte en el centro de sus barbaridades. Joel asume que estás ahí para cumplir sus deseos y tu tendencia a ponerte en último lugar juega a su favor. Realmente es un desperdicio de espacio, pero se las arregla para hacerte sentir que es un privilegio que te permita servirle. Pasa desapercibido, porque es encantador, porque le gusta a otras personas, y transcurre un tiempo antes de que te des cuenta de que te está tomando el pelo. Para entonces, te sentirás agotado y cuando Joel descubra que no tienes nada más que ofrecerle, te dejará de lado sin ni siquiera darte las gracias. De hecho, probablemente todo será culpa tuya. No preguntes; se supone que no tiene sentido, a menos que partas de la premisa de que solo Joel importa.
Por último, Joel, el vampiro de energía, que es una especie de holgazán, pero con una manguera de succión diseñada para extraer la vida de ti, te encuentra porque das de ti mismo. Eres una de esas personas que es un cuidador natural, que siempre trata de hacer que la gente se sienta mejor. Te puede contar una historia de desgracias que se prolonga indefinidamente. Cuando le sugieres una solución, la desecha con un «Sí, pero no puedo hacerlo porque...». Esto también es un tipo de juego, como veremos en el siguiente apartado. Sus problemas, quejas y preocupaciones no tienen fin y si intentas banalizar alguno de ellos, se resistirá con todas sus fuerzas. Al final del intercambio te quedas agotado y desinflado, mientras que Joel parece lleno de energía. Esto se debe a que Joel ha conseguido transferir su frustración, preocupación e infelicidad en ti, al tiempo que ha tomado tu energía para sí mismo. La verdad es que todos nos sentimos mejor si compartimos parte de nuestra tristeza y preocupación: «Un problema compartido es un problema reducido a la mitad». Joel se basa en este principio y no se detiene hasta dejarte seco.
Si te encuentras con que a menudo te llaman para que escuches los problemas de una persona, solo para quedar atrapado en un ciclo interminable de «¿Por qué no...?», «Sí, pero...» y si te encuentras también con frecuencia frustrado, desesperado, absorbido por la misma persona que parece haber olvidado el problema al día siguiente mientras tú has estado dándole vueltas toda la noche, puede que estés en presencia de un vampiro energético.
Ya describí el fenómeno del gameplaying en el capítulo 2. Para recordarlo, se refiere a un conjunto de acciones encubiertas realizadas por el jugador y diseñadas para colocarlo en una posición que no ocuparía voluntariamente. La mayoría de nosotros jugamos de vez en cuando, si no estamos en nuestro mejor momento, pero para algunas personas el gameplaying es lo que hacen todo el tiempo. Así es como Mabel consigue lo que quiere, y lo ha hecho toda su vida. Su madre lo hizo, y su abuela antes que ella. Cuando era niña, mantenía a Mabel bajo el control de su madre, y ahora es lo que es. Nada de lo que dice Mabel puede tomarse al pie de la letra; todo tiene un propósito. Digamos que tú y Mabel vivís juntos y estáis decidiendo qué hacer esta noche. Tú quieres salir, pero Mabel quiere quedarse en casa. En una relación sana lo hablaríais, negociaríais y posiblemente llegaríais a un acuerdo en el que saldríais brevemente pero comeríais en casa. Pero en una relación de juego no se produce un verdadero intercambio de opiniones.
—Salgamos a comer —propones.
—Está bien, pero mi barriga vuelve a hacer de las suyas. Creo que la comida del restaurante no me sienta bien —responde Mabel.
—¿Quieres quedarte entonces?
—No, no, sé que no te gusta quedarte conmigo. Prefieres estar con tus amigos. Me encontraré bien.
—¿Estás segura?
—No sé, pero tú quieres salir... Si salgo me pasaré la tarde en el baño. Y luego seguro que te encuentras a uno de tus amigos para poder hablar. Pasas mucho tiempo con ellos.
—Oh, entonces será mejor que nos quedemos en casa.
—Lo que quieras, no soy nada difícil. Llama y pide una pizza. ¿Te apetece?
Juego, set y partido para Mabel. Ella pretende quedarse en casa y lo ha conseguido cambiando tú de planes. Ella no tiene que sentirse mal por privarte de tus preferencias, y como extra te ha hecho sentir culpable por pasar tanto tiempo con otras personas. Lleva unas semanas trabajando para fomentar esta culpa y la utilizará cuando llegue el momento para que pases más tiempo a su servicio sin que te interrumpan las relaciones sociales.
Hay miles de juegos de este tipo, pero la mayoría de ellos dependen para su funcionamiento de tu culpabilidad y sentido del deber. Mabel obtiene regularmente recompensas por su forma de jugar porque tú reaccionas exactamente como ella lo ha planeado. No hay espontaneidad ni intimidad real en vuestra relación, solo un sutil control.
La manipulación está estrechamente relacionada con el juego y tiene el mismo propósito: doblegarte a la voluntad de Mabel. Se basa en una lógica engañosa; es decir, parece razonable aunque no lo sea. Digamos que Mabel es adicta a los opiáceos (analgésicos muy fuertes que pueden provocar un «subidón»; la heroína y la morfina son ejemplos). Mabel llega a mi clínica un viernes por la tarde, a las 18:00 horas, pidiendo una receta de metadona (un sustituto de la heroína). Me explica que tengo que prescribírsela porque ha perdido la medicación al caérsele de su bolsillo al río. La consulta de su médico está cerrada y si no le proporciono el medicamento para cubrir el fin de semana, le dará un ataque y se morirá. Una interacción de este tipo, casi exactamente en esta forma, me ha ocurrido al menos una docena de veces en mi carrera.
Ya sé que el síndrome de abstinencia de los opiáceos no es mortal; puede ser desagradable, pero no te causará un ataque ni te matará. Pero muchos médicos no son conscientes de ello y por eso prescriben la receta, que acaba vendiéndose en el mercado negro. Han sido manipulados por un maestro. Todos hemos sido manipulados alguna vez, ya que todos tenemos nuestros puntos débiles, pero si la misma persona consigue hacerlo muchas veces, tienes un problema.
Si pasas gran parte de tu tiempo sintiéndote presionado, constreñido, culpable o preocupado por alguien, puede que estés en presencia de un jugador o manipulador.
Clive es un matón. No hay nada que puedas hacer con él, a menos que te guste el conflicto. Como dice el poema «Desiderata»: «Evita a las personas ruidosas y agresivas, pues son un fastidio para el espíritu». Clive utiliza la agresividad para salirse con la suya y es muy bueno en ello, ya que se ha comportado así toda su vida. De niño, su familia se basaba en el principio de que la crueldad es buena, siempre que se gane. El más fuerte se lleva el premio y el resto son perdedores. Realmente no hay nada más para Clive; todo consiste en intimidar a los que lo rodean para dominarlos y obligarlos a hacer lo que él quiere. No se puede discutir, racionalizar o negociar con él porque no le motiva la verdad, el sentido común o la justicia. Es inútil apelar a su mejor naturaleza porque no la tiene. No aceptará un no por respuesta, así que lo da por hecho, se retira o se atrinchera en la batalla, que va a ser larga y dura. Si intentas enfrentarte a Clive, subirá la apuesta hasta que te rindas; siempre se saldrá con la suya, o habrá un infierno que pagar. Puede intimidarte con la violencia o la amenaza de ella, pero lo más frecuente es que su arma sea la humillación. Puede que tenga un grupo de seguidores que necesita para que tu humillación sea pública. Y ellos lo necesitan a él porque los hace sentirse fuertes, parte del grupo alfa, así que es una relación simbiótica. Mantiene a sus acólitos bajo control de la misma manera que a ti.
Por otra parte, el acoso de Clive puede tener lugar a puerta cerrada, siendo tú la única víctima. Para todos los demás y en público es amable y atento, el padre, el cónyuge, la pareja o el amigo perfecto. Si es violento contigo y lo amenazas con abandonarlo, se disculpará durante un tiempo y te prometerá que cambiará. Pero no durará, porque su frustración y su necesidad de subyugación acabarán por desbordarlo. La agresividad es lo que es.
Seamos claros: la violencia y la intimidación no son normales, diga lo que diga Clive. Las personas que aman no golpean, ni intimidan, ni humillan, ni atemorizan a sus parejas. Ni siquiera en un mal día, ni cuando están borrachos, ni siquiera una sola vez.
Clive, el sádico, es especialmente aterrador. Tiene todas las características de un matón, pero además disfruta con tu sufrimiento. Realmente se excita con la angustia de los demás, estando motivado principalmente por infligir dolor y humillación. Disfruta haciéndote daño de cualquier manera que pueda, siempre que surja la oportunidad.
Aunque algunos sádicos son criminales, como los sádicos sexuales que pueblan las novelas policíacas, la mayoría son más sutiles. Clive puede tener fantasías de prácticas sexuales sádicas, pero no las llevará a cabo, ya que no le gustarían las consecuencias de ser descubierto. En su lugar, utiliza situaciones cotidianas, palabras, humor, juicios y poder para causarte la incomodidad y la humillación que tanto le gusta presenciar. Es encantador, pero solo hasta que te ha atrapado en su red, es ahí cuando se transformará bruscamente en un monstruo. Si te ha invitado a prestigiosos restaurantes o te ha regalado joyas caras, esos gestos serán efímeros. Pronto empezará a criticarte y humillarte en público y a revelar todos esos secretos íntimos que le confiaste cuando parecía ser tu amigo. Cuando intentes alejarte, los regalos y la aparente generosidad que te concedió al principio de vuestra relación te serán arrojados, dejando claro que estás en deuda con Clive y que no se te permitirá irte hasta que pagues lo que debes. Si te vas, hará todo lo posible para intentar que vuelvas. El viejo encanto, la amabilidad y la generosidad harán su aparición. Pero no te dejes engañar. Si Clive se ha complacido en hacerte daño antes, lo hará de nuevo una vez que te tenga a tiro.
Un breve inciso. Las prácticas sexuales sadomasoquistas consentidas no son lo mismo que el sadismo real. La razón es que la relación es amorosa y la representación de la fantasía sexual es parte de la entrega de un miembro de la pareja al otro. La pareja «dominante» no está realmente subyugando a su «víctima». Está haciendo lo que han acordado y se detiene si hay algún indicio de angustia real. Pero ten cuidado. No entres en ningún juego sadomasoquista a menos que conozcas muy bien a tu pareja y confíes plenamente en ella.
Sarah no tiene ninguna intención de hacer daño, pero causa mucho. Es vivaz y divertida, pero también fogosa e imprevisible. De vez en cuando explota, y su temperamento es tan aterrador como desconcertante. Uno no sabe qué es lo que la va a hacer estallar, y a veces ella tampoco. Se siente fuera de control, sin estabilidad, como un yate sin quilla, y así es. Si estás en el extremo receptor, una buena metáfora es que Sarah es una ametralladora en un trípode con un trinquete roto. Si aprieta el gatillo, el arma gira sobre el trípode y las balas salen disparadas en todas las direcciones. Si te encuentras en la trayectoria de una de ellas, serás alcanzado. No estaba dirigida a ti, pero estabas allí, así que te dispararon.
Sarah es desconcertante, por lo que estás esperando la próxima explosión y tiendes a andar con pies de plomo cuando estás cerca de ella. Pero te quedas porque Sarah es divertida y, bajo su aparente ferocidad, es realmente una buena persona. Sin embargo, te hace mucho daño, lo quiera o no.
El bombardeo de Sarah tiene el mismo efecto. No es explosiva, pero está fuera de control. Es una gran personalidad con poca contención, un elefante en una cacharrería. Tiene buenas intenciones, pero pisotea tus sentimientos y sensibilidades sin darse cuenta. Su insensibilidad te deja sin aliento. Cuando Sarah te humilla en público es por desconsideración, no porque lo haya planeado, pero el efecto en ti es el mismo. La debilidad o peculiaridad de la que te avergüenzas tanto se anuncia porque Sarah no se dio cuenta de que eras sensible a ella (aunque se lo has dicho varias veces). Aquí está siendo coherente, ya que Sarah no se avergüenza de nada. Tan solo va por la vida sin pensar aparentemente en los destrozos que deja a su paso.
Donald es tan obviamente tóxico que casi no lo es. Su certeza de que cualquier persona de raza, religión, sexo, orientación sexual o equipo de fútbol diferente al suyo es inferior es ridícula. Por eso, es fácil volverse complaciente y creer que es un excéntrico inofensivo que no supone ninguna amenaza para ti. Si perteneces a su tribu en todos los aspectos, no te amenaza inmediatamente, pero lo hará. Nadie es exactamente igual a su vecino, y a menos que tú también seas un fanático y estés dispuesto a estar de acuerdo con cada pronunciamiento a medias de Donald, lo más probable es que al final se vuelva contra ti. Sus prejuicios no están abiertos a la discusión y, por lo tanto, cuando se vuelve contra ti, no tiene sentido discutir o negociar. El prejuicio es solo un prejuicio y cada vez lo será más. En cualquier caso, Donald tiene una baja autoestima, aunque nunca lo admitiría. Su suposición intolerante de que su pertenencia como hombre cristiano caucásico y heterosexual al Club de Seguidores de Bigtown United lo hace especial es todo lo que tiene. Ha de demostrar que es mejor que tú, o deberá enfrentarse a su creencia subyacente de que es inadecuado. Por eso, Donald guarda sus prejuicios con tanto ahínco.
Los fanáticos están seguros de que saben más, y transmiten el hecho a voz en grito. Si no estás de acuerdo con ellos, te enfrentarás a su ira. Suelen entrar en los comités, que dominan con sus ideas mal pensadas. Se creen muy importantes y su pomposidad se interpone en cualquier compromiso sensato y consensuado con los demás. Son realmente una plaga y pueden ser peores si la tarea es urgente.
Los fundamentalistas también están seguros. Su interpretación literal de cualquier texto al que se adhieran no admite discusión ni argumento. Esto puede aplicarse a la religión o a mil otras cuestiones, grandes o pequeñas. Donald conoce todas las reglas, y si cree que el seto que separa vuestras propiedades es un centímetro demasiado alto, o que tu coche está aparcado un palmo demasiado cerca de su entrada, no dormirá hasta que haya desenterrado una ordenanza de 1328 que demuestre que tú estás equivocado. Así que corta tu seto o mueve tu coche, pero desgraciadamente no se detendrá ahí. Donald seguirá acosándote con un pretexto u otro hasta que dejes de atender tu puerta y tu correo, o te mudes.
Los fanáticos son fundamentalistas con una energía ilimitada. El zelote Donald perseguirá su certeza, si es necesario hasta su muerte o la tuya. No te inmiscuyas en su camino, porque te hará caer. Si te metes en una disputa legal con él, continuará apelando hasta que tú, él o ambos estéis en bancarrota. Si te niegas a creer en su sistema de creencias, considerará que es su deber destruirte, metafórica, emocional o literalmente.
Los fundamentalistas y los fanáticos son obviamente personas peligrosas. De hecho, yo sugeriría que cualquier persona que esté absolutamente segura de algo debería ser tratada con precaución.
A Elizabeth le gusta caer bien. No, tiene que caer bien. No es porque esté enamorada de sí misma; al contrario, se odia a sí misma. Ser querida, amada y admirada es una cuestión de vida o muerte para ella, y realmente es así de importante para su ego (véase el capítulo 2). ¿Qué, los narcisistas no están enamorados de sí mismos? Pues no, normalmente no. A diferencia de Narciso, el personaje de la mitología griega que se enamoró de su reflejo, Elizabeth siempre se ha visto a sí misma sin valor intrínseco. De niña, sus padres nunca la hicieron sentir que valía o que era importante solo por ser ella. Para compensar esto, se convirtió en la fanfarrona de la clase en el colegio, siempre con historias que la mostraban como alguien mejor que sus compañeros. Su casa era más grande, sus padres más importantes, sus juguetes más caros, etc. No es de extrañar que esto hiciera a Elizabeth bastante impopular en la escuela. Cuanto más la rechazaban, más desesperados eran sus esfuerzos por conseguir la aceptación y la admiración que ansiaba de cualquiera que pudiera escucharla. Al final, se convirtió en una niña muy triste y aislada.
Cuando Elizabeth llegó a la edad adulta, tenía un agujero del tamaño de una pelota de playa donde debería estar su ego. Ahora es tu compañera de trabajo y su necesidad de afirmación es desesperada. Esto hace que sea una persona con la que es difícil trabajar: todo tiene que ser idea suya, siempre tiene que tener razón y siempre debe ser mejor que tú. Desde luego, no es una jugadora de equipo, y aunque intentas que te caiga bien, te lo pone muy difícil, ya que no te corresponde con sus actos ni te ofrece nada, aunque sí se junta mucho contigo y te dice que eres su mejor amiga.
Si tú no tienes confianza en ti mismo, la atención de Elizabeth, aunque sea egocéntrica, puede ser bienvenida, pero llega con exigencias ilimitadas. Si luego no cumples con esas expectativas, Elizabeth se sentirá herida y muy probablemente enfadada y vengativa. El infierno no tiene tanta furia como un narcisista despreciado.
Cuando empecé a trabajar en psiquiatría, mi profesor de Psicoterapia me dijo: «Si alguna vez conoces a alguien que realmente necesita tu ayuda, por el amor de Dios, no se la des». Lo que quería decir era que yo estaría captando la necesidad ilimitada de alguien sin fuerza intrínseca del ego. Ningún terapeuta puede llenar el vacío dejado por la falta de una crianza adecuada en la infancia. Si un terapeuta le dice a un paciente: «No te preocupes, te curaré; siempre estaré ahí para ti», puede pensar que está diciendo la verdad, pero no es así. Y al final, cuando no consiga dar el amor infinito, el cuidado total y la afirmación constante que su cliente siente que le ha prometido, solo habrá servido para solidificar el daño que la persona ya ha sufrido, al confirmar su predicción de que todo el mundo la defraudará al final.
Entonces, ¿estás preparado para que Elizabeth vuelva a casa a vivir contigo y seas su fuente constante de afirmación y seguridad? ¿No? Entonces empieza a poner límites ahora mismo si no quieres herir a Elizabeth o salir herido tú mismo.
Ya hablé un poco de este grupo en el capítulo 1 y estoy bastante seguro de que Alex, al que presenté al principio de este capítulo, era el auténtico. Tenía las características clásicas del psicópata al carecer por completo de conciencia, empatía y capacidad para aprender de sus errores, o de las sanciones o el oprobio de los demás.
Que yo sepa, nunca asesinó a nadie ni perpetró ningún crimen violento, pero los psicópatas inteligentes rara vez son violentos. Afortunadamente hay muy pocos Hannibal Lecter en el mundo. Es mucho más frecuente que estas personas utilicen el ingenio, el encanto, el humor, la manipulación y la estrategia para conseguir lo que quieren. Es fácil dejarse encantar por un psicópata, ya que suele perfeccionar estas habilidades de forma eficaz a lo largo de la vida; se consigue más con el encanto que con las amenazas. Pero seamos claros: si Alex necesita amenazarte para conseguir lo que quiere, lo hará. No tiene sentimientos reales por nadie. Todo lo que hace está diseñado con un fin, y ese fin no te incluye a ti, ni a tu bienestar, ni a tus sentimientos.
¿Cómo se puede reconocer a Alex por lo que es? No es fácil, ya que ha pasado toda una vida perfeccionando su camuflaje. Los psicópatas no suelen tener una risa malvada, vivir en volcanes extinguidos, ser dueños de gatos increíblemente mullidos o profesar planes de dominación mundial (¿James Bond, Dr. No? Oh, no importa). Sin embargo, con el tiempo, si estás atento, te darás cuenta de que Alex es todo encanto y nada de sustancia, que es caprichoso, totalmente egocéntrico, oportunista, sin escrúpulos y sin sentimientos reales, compasión o humanidad. Evalúa a una persona por sus acciones, no por sus palabras, sobre todo cuando las cosas se ponen feas. Si el psicópata de tu vida es más sutil que Alex y sabe atraerte mejor, ten cuidado. Puede que no te haga daño físicamente, pero si estás cerca de él el tiempo suficiente, cuando le convenga te lastimará de una forma u otra.
Mary es insegura. Eso es parte de su encanto. Su vulnerabilidad es seductora y su confianza en ti te hace sentir fuerte y protector. Pero Mary tiene un guion en su cabeza que está segura de que siempre se cumplirá. «Soy antipática y, aunque un chico parezca verdadero, acabará cansándose de mí, me engañará y me dejará. Al final siempre me defraudará». Eso es todo. Puedes tranquilizarla lo que consideres oportuno: «No, no te defraudaré, siempre te seré fiel». Pero «Sí, sí, todos dicen eso, solo tienes que esperar», será la esencia de su respuesta.
Mary comienza siendo devota, pero con el tiempo se vuelve cada vez más absorbente y posesiva. Se pone muy triste si planeas hacer algo sin ella. Cuando salís juntos a cenar, empieza a acusarte de echarle el ojo a las camareras. Luego, empieza a revisar tus correos electrónicos, textos, extractos bancarios y registros telefónicos. Acusa a los objetos inocentes como pruebas de tu infidelidad. Al final, Mary provoca inevitablemente que su propia predicción se haga realidad, ya que vuestra relación no puede sobrevivir a la hostilidad y rompéis. La visión del mundo de Mary se confirma. Al final, siempre se verá defraudada, y aunque sea infeliz, hay una especie de sombría satisfacción en ello.
Hay una línea divisoria borrosa entre este tipo de inseguridad celosa y el fenómeno de los celos delirantes, pero la distinción es crucial. Un cierto grado de celos es una parte normal de una relación amorosa, en la que ambos miembros de la pareja tienen un fuerte apego al otro. Si hay demasiados celos, la relación no durará. Pero cuando se pierde la distinción entre fantasía y realidad, las cosas se ponen peligrosas. Un delirio es una creencia falsa y fija que no es comprensible en términos de la cultura de la persona en cuestión (como lo sería, por ejemplo, una creencia religiosa) y que es inamovible por medio de argumentos racionales. Los celos delirantes, es decir, la certeza de que la pareja tiene una aventura, a pesar de la abrumadora evidencia de lo contrario, es uno de los fenómenos psiquiátricos más frecuentemente asociados a la violencia grave. Mary blande con rabia un montón de facturas y correos electrónicos impresos al azar, afirmando que son pruebas de tu aventura, y agita un par de tus calzoncillos en tu cara, señalando que existen marcas de semen y de vello púbico de tu amante. Cuanto más protestes por tu inocencia y des explicaciones racionales a sus hallazgos, más se enfada Mary, hasta que finalmente te golpea con una sartén. Después, en urgencias, se lamenta. Te pide perdón y te asegura que todo estará bien. Pero no está bien. A menos que Mary reciba un tratamiento eficaz, tú estás en peligro.
Hay muchos matices de posesividad que no llegan a ser celos delirantes, y no corres ningún riesgo físico solo porque tu pareja sea un poco insegura. Pero ¿puedes discutir sus preocupaciones racionalmente? No estoy diciendo que Mary deba confiar siempre en ti. Creo que la confianza está a menudo sobrevalorada, como en el caso del marido cuya aventura ha sido descubierta y ha sido perdonado, que luego le dice a su mujer: «Este matrimonio solo funcionará si confías en mí». ¿Por qué? La confianza hay que ganársela, y, una vez perdida, tarda mucho en restablecerse. Mientras tanto, él debería aceptar todas las comprobaciones que su mujer decida hacer sobre él. Es cuando su pareja ve constantemente pruebas ficticias en los objetos y acontecimientos cotidianos y esto se apodera de sus vidas provocando que la situación se vuelva tóxica.
William parece perfecto, casi demasiado bueno para ser verdad. Es guapo, inteligente, encantador, medianamente rico y a sus 38 años te sorprende que no esté casado. Has comprobado que no es gay y vuestro romance va viento en popa. Teniendo en cuenta que, a los 35 años, acabas de salir de un divorcio tras ocho infelices años de matrimonio, te sientes afortunada de haberlo encontrado.
William te persigue con mucho romanticismo y persuasión. Tiene mucho trabajo por hacer, ya que es comprensible que te sientas como «un gato escaldado que del agua fría huye», y no vas a bajar la guardia rápidamente. Pero William persiste y, por fin, te enamoras de él. Una noche le preguntas por el rumbo de la relación y si podría llegar el día en que vivieseis juntos. En ese momento, por primera vez, notas que William se pone tenso. Empieza a mostrarse evasivo y el ambiente en la habitación baja 20 grados. Durante las siguientes semanas, William no llama por teléfono y cada vez es más difícil localizarlo. Al final, te impacientas y le preguntas a William si quiere terminar la relación. Él dice que no y durante un tiempo todo vuelve a la normalidad. Pero justo cuando crees que la relación ha vuelto a su cauce, vuelve a ocurrir lo mismo y William vuelve a ausentarse. Preguntas a amigos comunes y está claro que no está saliendo con nadie más, pero su mejor amigo señala que William siempre ha sido así. Tiene fobia al compromiso.
Vale, ya está, la vida es demasiado corta. Llama a William y dile que se acabó. Está sorprendido y curiosamente molesto. Si le importaba tanto su relación, dices, ¿dónde ha estado todo este tiempo? Te pide que le des otra oportunidad, y a regañadientes lo haces. Vuelve a estar atento durante un tiempo, pero esto no es más que el ciclo que se repite y pronto vuelve a desaparecer. Ahora sí que se ha acabado y le comunicas a William que no vuelva a ponerse en contacto contigo. Pero lo hace, varias veces al día. Empiezan a llegar regalos de flores y joyas, intenta convencerte de que te vayas con él de vacaciones a las Maldivas y, cuando eso no funciona, de repente te propone matrimonio.
¿Alguna idea de lo que sucederá si aceptas la propuesta de William? Has dado en el clavo, a la primera. Será un compromiso largo y solitario que durará hasta el día en que uno de los dos fallezca, a menos que realmente lo dejes. Y eso no será fácil, porque William moverá cielo y tierra para recuperarte si es que haces algún intento de llevarlo a cabo.
Este ciclo continuará para siempre a menos que lo detengas, porque dudar va innato en William. Todo lo que tiene se ve obligado a dejarlo escapar. Todo lo que no tiene se ve obligado a adquirirlo. No hay fin. Cuando no estás cerca, William te idealiza. Cuando estás cerca, le atormenta la incertidumbre de si eres «la única» o si puede haber alguien aún mejor por ahí.
Te digo que si me invitaran a una cena por cada persona de 45 años que he visto que ha dado 20 años de su vida a un dudoso obsesivo, tendría obesidad mórbida. Está condenado. Acepta eso y quizás haya una vida para ti incluso ahora. Es decir, a menos que William acepte el tratamiento y siga con él...
En cambio, William, el evasor fóbico, te reclutará en su mundo de evasión. Si, por ejemplo, tiene fobia a la suciedad y a la contaminación, hará que te laves las manos continuamente, que limpies las encimeras cada día, que te quites los zapatos a la entrada, que lleves la ropa a la tintorería, que limpies dos veces la vajilla y la cubertería y mucho más, hasta que toda tu jornada esté llena de estas actividades. También puede insistir en que copies sus rituales sin sentido (como, por ejemplo, hacer siempre las cosas de tres en tres), debido al pensamiento mágico que es un elemento de su trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Teme que si sus rituales no se llevan a cabo, algo malo sucederá. El problema es que el TOC de William es probable que se expanda con el paso de los años, a menos que busque tratamiento, e incluso si puede lidiar con él ahora, a su debido tiempo es probable que se vuelva inmanejable. Si William siempre ha tendido a ser así y puedes ver que sus comportamientos han permanecido estables a medida que ha ido creciendo, una rareza inofensiva si quieres, es tolerable. Pero si ves que sus exigencias ilógicas hacia ti van en aumento, es un problema que va a requerir acciones.
Izzy es tu mejor amiga. Al menos eso es lo que ella dice. Ciertamente hace mucho por ti y es muy generosa. Pero entonces empieza a señalar que vuestra amistad es unilateral. No le das a Izzy tanto como ella te da a ti. Sería difícil hacerlo, ya que tienes otros amigos y si atendieras a todos ellos tanto como Izzy te atiende a ti, no dormirías nunca. Así que siempre te sientes en deuda con Izzy, y ella no tarda en recordártelo.
Izzy utiliza el dar como un arma. Tiene un profundo sentido de la injusticia. Lo ha dado todo, pero ¿alguna vez recibe algo más que un agradecimiento? ¿Se le ofrece una oportunidad? Este es el guion de su vida y busca constantemente pruebas que lo respalden. Sus regalos y servicios son exagerados y si no le correspondes con la misma moneda, te enfrentarás a su oprobio, porque ella lleva la cuenta. Esto es muy cansado y estancado, y es difícil verlo venir o salir de él, ya que Izzy parece tan amable. Puede considerarse mezquino decir que no a alguien que da tanto. Así que estás esclavizado.
Bill es un tipo divertido. Es un libro de chistes andante, un maestro de las burlas, el cachondeo y las bromas pesadas. Sin embargo, el asunto es que es un poco cruel. Sus bromas a tu costa consiguen que la gente se ría de ti, no contigo. Hay que reírse con Bill, por muy cruel que sea su ingenio, o te tacharán de no tener sentido del humor. Bill, al igual que todos los cómicos, sabe que si quieres hacer una declaración y que no te la cuestionen, debes hacerla de «broma». El «Oh, deja de tomártelo tan en serio, solo estaba bromeando» puede provocar que los comentarios más ofensivos pasen la censura. Hay una honorable tradición, que se remonta a los tontos de Shakespeare y más allá, de utilizar el humor para decir lo que de otro modo sería impensable.
La cuestión es que creo que un chiste solo es divertido si todos los presentes lo disfrutan, o al menos si nadie de los presentes se siente herido por él. Esto no significa que no se pueda utilizar el humor para pinchar los globos de los charlatanes pomposos, pero preferiblemente no cuando estén en la sala. Los políticos, las celebridades y los compañeros de confianza son un juego justo, ya que son capaces de dar tan bien como reciben o están en posiciones de poder y privilegio, pero Bill prefiere meterse con personas más vulnerables que no tienen la confianza o el ingenio necesario para defenderse. La humillación no es divertida, al menos para mí. Las personas que utilizan habitualmente el humor para infligir sufrimiento y ganar control en un entorno de grupo son, en mi opinión, matones disfrazados y se encuentran entre las personas más tóxicas.
Bill también es un cotilla. Cuenta todo tipo de historias sobre la gente, la mayoría con cierto fondo de verosimilitud, pero magnificadas por su hábil uso de la hipérbole. El propósito es el mismo que el de sus chistes: ganar control, someter a la disidencia y fomentar la popularidad. Los chismes pueden ser una diversión inofensiva, pero solo si nadie sale herido. Antes de difundir un chisme, siempre hay que pensar en el efecto que tendrá en la persona o personas a las que afecta cuando, inevitablemente, llegue a sus oídos. Lo más probable es que Bill lo haya inventado o adornado. Dada su crueldad establecida, ¿realmente quieres que la versión de la realidad de Bill prevalezca? Por desgracia, a menudo lo hace, ya que es muy creíble y un narrador fascinante.
Sally suele decir a la gente que la quiere, pero solo cuando está borracha. No vale la pena hacer mucho caso de esto, ni de cualquier otra cosa que diga cuando se encuentra bajo los efectos del alcohol, ya que de todos modos no lo recordará por la mañana. En realidad, Sally no te quiere, ni a ti ni a nadie. Cualquiera que sea su droga o su comportamiento de adicción, lo único que le importa a Sally es cómo conseguir su próximo golpe. Da igual que sea alcohólica o drogadicta, o que sea adicta al juego, a la comida, a las dietas, al ejercicio o al sexo (la adicción es cualquier conjunto de comportamientos que se llevan a cabo para evitar los sentimientos, y que con el tiempo se descontrolan). Sally puede haber sido la amiga, madre, compañera o esposa más maravillosa y cariñosa antes de que su adicción se apoderara de ella, pero una vez que lo ha hecho, su adicción lo es todo para ella y tú no pasas ni siquiera a un pobre segundo plano. Si amenazas su adicción, Sally te atacará ferozmente o te forzará a caer con una insensibilidad que te deja sin aliento. Diga lo que diga cuando está intoxicada, es incapaz de amar, ya que el amor consiste en dar. Sally solo puede tomar.
Si pasas mucho tiempo con Sally, cambiarás. Sin darte cuenta, empezarás a facilitar su adicción y a perder de vista tus propias necesidades, derechos y deseos. Tu vida se convierte en un baile alrededor de Sally, cuyo objetivo es evitar el conflicto. Vivir con un adicto es una vida terriblemente larga, sombría, aburrida, poco gratificante y a veces muy peligrosa. Sally te agotará y luego, cuando haya obtenido lo que pueda de ti, te escupirá.
Todo esto cambia si Sally se recupera. No es la Sally original la que está abusando de ti, es su adicción. Hay partidarios de varios métodos para lograr la recuperación de la adicción, pero en mi carrera he descubierto que los mejores resultados los conseguían Alcohólicos Anónimos, y las organizaciones similares de 12 pasos creadas para personas con adicciones distintas a la del alcohol. Hay quienes no están de acuerdo, pero yo no creo que un adicto pueda controlar nunca su adicción. La abstinencia es, en mi opinión, la condición sine qua non. Lograr la sobriedad mientras se trabajan los pasos de la recuperación es una forma poderosa (y gratuita) de psicoterapia que permite a la persona ocuparse de todos los aspectos de sí misma y de su modo de vida. La mayoría de los demás nunca tenemos la oportunidad de hacer esto en el ajetreo de la vida cotidiana, lo que significa que un adicto en sólida recuperación suele ser una persona muy especial y gratificante de conocer. Es un reto interesante averiguar quiénes son las diez personas que has conocido en tu vida y que más admiras. He aceptado este reto y he descubierto que cinco de las diez son alcohólicos o adictos en proceso de recuperación. No es necesario ser un adicto para convertirse en una persona maravillosa, pero ciertamente ayuda, siempre y cuando se logre una recuperación sostenida. Si no lo haces, eres tóxico.
Hay mucho más que decir sobre la adicción, pero como existe una gran cantidad de libros en el mercado que tratan el tema (incluyendo uno mío titulado Dying for a Drink), lo dejaré así por ahora.
Si eres uno de los dadores del mundo (y si lo eres, este libro va dirigido a ti), lo más probable es que tu principal amenaza seas tú mismo. Tu doble moral es escandalosa. Perdonas a todo el mundo casi cualquier cosa, mientras te sometes a una crítica salvaje la primera vez que algo va mal o no cumples con tus estándares de perfección autoimpuestos. Te sugiero que te preguntes si le dirías a cualquier otra persona lo que habitualmente te dices a ti mismo. ¿No? Pues mi opinión es que la crueldad y el abuso no están bien, aunque solo tú te los inflijas a ti mismo. Solo es una idea.
¿Te preocupa que puedas ser tóxico para los que te rodean? Lo dudo, ya que la mayoría de las personas tóxicas nunca tienen en cuenta su efecto sobre los demás, pero no está de más comprobarlo. Si tienes amigos o familiares que son amables, se preocupan por ti y existe entre vosotros la suficiente confianza para ser sinceros, pregúntales qué efecto tienen tus comportamientos en ellos. Prepárate para escuchar verdades incómodas y sé lento a la hora de cuestionar o justificar. Escucha y pregunta después. Recuerda que la crítica a un comportamiento no es un rechazo a su valor como persona. Un sentimiento no es correcto o incorrecto, es solo un sentimiento, así que si una amiga te manifiesta que la haces sentir mal quiere decir solo eso; no que seas una mala persona.
Para que alguien te haga daño, esa persona tiene que afectarte, haciéndote sentir incómodo y cambiando tu forma de comportarte. Joe es un personaje excesivo, ruidoso, rimbombante, obstinado, pero con un gran corazón. Es una oveja con piel de lobo. A veces, puede ser torpe, pero es sorprendentemente sensible y en cuanto ve que te ha molestado se echa atrás. Tiene un corazón de oro y cualquier disgusto que sientas es efímero. No te encuentras corriendo detrás de Joe porque, a pesar de sus fanfarronadas, realmente no te exige nada. Cuando la gente habla de Joe, tiende a suspirar y a mirar al cielo, pero con una sonrisa. Es divertido tenerlo cerca, pero no hay que tomárselo demasiado en serio. Joe se traduce en muchos tipos y formas, lo idóneo es que no te coacciona a nada y no te causa infelicidad o estrés a propósito, repetida o consistentemente.
Esta es mi lista de personas tóxicas. No es definitiva; solo refleja las clases de personas y comportamientos que han hecho enfermar a mis pacientes a lo largo de los años. Estoy seguro de que tienes otros ejemplos de más tipos de personas que te han causado problemas diferentes. La cuestión aquí es estar alerta. Fíjate en las personas que te perjudican y toma decisiones reales sobre lo que debes hacer con ellas en lugar de ser un corcho lanzado a un océano de toxicidad. La parte 3 de este libro puede ayudarte en eso. Pero antes, he aquí una lista que recoge algunas de las señales de peligro que indican que puedes estar en presencia de una persona potencialmente tóxica. Recuerda que esto solo importa si posees varios de los factores de vulnerabilidad enumerados al principio de este capítulo.
• Te sientes agotado, infeliz o estresado la mayor parte del tiempo cuando estás con ellos.
• A menudo te sientes obligado o empujado por ellos a hacer cosas que no harías por tu libre elección.
• Llevas años dando vueltas por ellos sin que vuestra relación avance realmente.
• Con frecuencia, te sientes culpable por no hacer más por ellos.
• Muchas veces, te sientes juzgado o humillado por ellos.
• Sueles hacer cosas para tenerlos contentos y así evitar problemas.
• Exigen más de lo que dan, y tú les das más que a nadie sin poder explicarte el porqué.
• Sientes que has de ser especialmente cuidadoso para no molestarlos.
• No sientes que tienes opciones con ellos.
• Les tienes miedo.
• Cuando estás con ellos, ignoras tus propias necesidades.
• Pasas mucho tiempo temiendo lo que harán a continuación.
• No puedes decir lo que realmente quieres o sientes cuando estás con ellos.
• No puedes dar un ejemplo de que hagan algo por conciencia (por ejemplo, ayudar a otra persona).
• Te sientes atrapado la mayor parte del tiempo que pasas con ellos.
• Historias poco halagüeñas sobre ti, que puedes rastrear más de una vez, vuelven a ti.
• Con frecuencia, haces concesiones especiales para ellos.
• A menudo, te encuentras facilitando o colaborando en comportamientos que no tolerarías de nadie más.