INTRODUCCIÓN

Todos tenemos nuestro momento de «¡oh, mierda!»

Te puede suceder cuando comparas el saldo de tu cuenta con el de tu tarjeta de crédito y descubres para qué se inventó la protección contra sobregiros, o cuando te pones tus pantalones favoritos y te das cuenta de que no te quedan desde hace dos tallas. O quizá cuando te despiertas junto a la que era tu persona favorita y te das cuenta de que va contigo desde hace dos años.

¡Ay!

Mi más reciente «momento de esos» llegó cuando por fin noté que la razón por la que era tan infeliz todo el tiempo era por­que ya no amaba mi trabajo, y no solo ese trabajo con esa compañía en particular, sino la carrera completa: ya no le quería dedicar el resto de mi vida. No fue lindo. Y le siguieron un montón de «¿Y ahora qué mierdas voy a hacer» y «¿Cómo diablos voy a hacerlo?» antes de poder dejar de correr en círculos para comenzar a lograr al­gunos grandes cambios en mi vida.

Ahora estoy aquí para mostrarte cómo tú también puedes hacer grandes cambios. O pequeños. Lo que tengas que hacer para ser feliz.

¿Honestamente? Solo tienes que arreglar tu desmadre.

Insisto, NO ESTOY JUZGANDO. Es totalmente comprensible si ningún cambio de verdad (de cualquier tamaño) consiguió llegar a tu lista de tareas pendientes. Una cosa es tener un momento de «oh, mierda» y otra muy distinta es hacer algo al respecto. En especial si eres de ese tipo de personas que no tienen idea de dónde empezar. O quizá tienes problemas para comenzar, pero vas perdiendo fuerza antes de terminar: hay mucho por hacer pero no el tiempo suficiente, e incluso si pudieras hacerlo todo, por el amor de Dios, ¿cómo evitas enloquecer en el camino?

Te lo aseguro, es posible.

Obtener, tener y mantener tu desmadre te permite llegar a con­clusiones que potencialmente podrían cambiar tu vida para después poder avanzar hacia el lado de «hacer algo al respecto». Es increíble. Y ninguna de estas cosas es tan difícil como crees: solo necesitas una manera diferente de pensar y actuar sobre tu desmadre de la que estás acostumbrado.

Una mejor manera. Una más sencilla.

Y funciona aunque seas una persona de bajo rendimiento o un caso totalmente perdido. Créeme, lo sé por experiencia.

Hace un par de años estaba tan deprimida que apenas podía dejar la cama por la mañana. Temía la simple idea de salir por la puerta de mi casa para llegar al metro, porque el metro me lle­vaba a un lugar que comenzaba a sentirse menos como una oficina y más como un templo de la perdición. Ya había tenido estos sentimientos durante al menos un año antes de eso, y comenza­ban a traducirse en grandes ataques de pánico, pero había pasado 15 años luchando por conseguir un lugar en la jerarquía corporativa: no podía salirme de ahí solo porque estaba un poco triste, ¿o sí? Dado todo el tiempo y energía que ya le había dedicado, tenía que mantenerme comprometida incluso si ya no amaba lo que hacía, ¿cierto? (Una pista: NOP).

Me tomó bastante tiempo darme cuenta de que había muchas otras cosas que podía hacer con mi vida si tan solo pudiera lograr dejar de preocuparme por lo que debería hacer.

Consideraría un honor ahorrarte todo ese tiempo de debatir contigo mismo sobre si debes quedarte en la cama (o debiéndole a la tarjeta de crédito, o en una mala relación o en pants) en vez de enfrentar la realidad. Porque una vez que enfrentas la realidad, puedes comenzar a moldearla a tu antojo.

Eso es lo que pasa cuando arreglas tu desmadre.

Una vez que identifiqué lo que realmente quería —trabajar por mi cuenta y entrar a exactamente cero juntas al día— no volví a mirar hacia atrás. No solo renuncié a mi seguro y estático trabajo corporativo para tomar el riesgo de ser una persona autónoma, sino que entendí algo más: ser una profesional independiente me permitiría comunicarme desde donde fuera. No solo desde mi sillón en Brooklyn, sino también al pie de una alberca en el Caribe.

Y, ¡oh, esperen!, quizá podría mudarme al Caribe. Eso sería bueno también, ¿no?

Así que lo hice, y en la primera parte de este libro te enseñaré cómo resultó.

No quiero asustarte. Esos fueron grandes cambios de vida 100% certificados pero, como dije, Arregla tu desmadre también puede ayudarte a hacer un montón de cambios pequeños.

Por ejemplo, ¿alguna vez te has sentido atrapado en la oficina, o simplemente no te puedes levantar del sofá, cuando lo que realmente quisieras es salir (para variar), ir al gimnasio (por fin), o comenzar ese proyecto que algún día vas a concretar y que ha estado rondando en tu lista de pendientes desde… el inicio de los tiempos?

Todos hemos estado ahí. Todos hemos alcanzado ese punto en el que no podemos trabajar más o enfrentar a otro maestro de pilates presumido o inscribirnos en esas clases introductorias de portugués en la única tarde que tenemos libre al mes.

Por supuesto, todos también conocemos gente que parece na­vegar por la vida sin esfuerzo, partiendo madres; personas que siempre tienen un plan, no se detienen en los detalles y sus listas de pendientes están llenas de listo, listo y ultralisto. Nueve de ellos probablemente son robots sobrehumanos construidos por el gobierno, pero estoy dispuesta a apostar que el resto también po­dría usar algo de ayuda para arreglar su desmadre.

Incluso tal vez esa persona que acabo de describir —la que tie­ne un calendario repleto de comidas de negocios importantes— eres tú. Y quizá comienzas a notar que esas largas horas no justifican que tus tarjetas estén impresas en un material bonito. Que las ventas especiales en la empresa y las carreras de 10 ki­lómetros de beneficencia —que han consumido tus fines de semana del último año— son la razón por la que no has comido con tus amigos desde que ellos también intentan «aprender portugués» para tacharlo de su lista de pendientes (todos te odian un poco, pero no saben que estás pasando por un momento difícil).

¿Qué pensarías si te digo que hay un camino para todos noso­tros que te lleva directo a la vida que quieres vivir? ¡Es verdad! Este libro tiene algo para cada uno.

¿Tips para volverte más organizada, motivada y puntal? Listo.

¿Trucos para ahorrar dinero, poner límites y tener conversaciones difíciles con amigos, familia y colegas? Doblemente listo.

¿Y qué hay de los consejos para trascender las tonterías diarias para que por fin puedas concentrarte en tus grandes sueños, como cambiar de carrera, comprar una casa o simplemente mudarte del sótano de tus padres? Estás. De. Suerte. Todo está aquí.

Sé lo que estás pensando. ¿Cómo tanta bondad puede estar contenida en un volumen tan pequeño?

Es una pregunta válida. La respuesta es: no estoy aquí para enseñarte cómo hacer un millón de cosas distintas, no hay suficiente gel desinfectante en el mundo para todos esos saludos de mano. Estoy aquí para enseñarte cómo abordar las diferentes cosas de tu vida para que lo puedas hacer a tu propia manera y en tus propios horarios. Mis métodos aplican para todo tipo de desmadres. Y, como suceden cosas extrañas, he tenido cierto éxito en ayudar a la gente a hacer cambios en su vida utilizando simples consejos, un montón de malas palabras y uno que otro diagrama ocasional.

Mi primer libro, La magia de mandarlo todo a la mierda, era sobre cómo dejar de pasar tiempo que no tienes con personas que no te gustan, haciendo cosas que no quieres. El New York Times lo consideró como «el equivalente de autoayuda a una canción de parodia de Weird Al» y la revista Observer me nombró una antigurú. Probablemente nada de esto tenían en mente mis padres cuando me enviaron a Harvard, pero aquí estamos. Personas de todo el mundo sienten la carga de que sus mierdas les ­importen demasiado, y yo les ayudé a liberar esta carga al enseñarles cómo les pueden importar menos y mejor.

Por supuesto, también dije cosas como: «A veces está bien lastimar los sentimientos de los demás» y «Usa un vestido de ­cuero y tacones de aguja en tu evaluación de desempeño e inmediatamente te convertirás en la alcaldesa de Te Vale Madrópolis». Así que… sí, antigurú me queda bien. Quizá obtenga una placa para mi silla.

En fin, si leíste el libro, conoces mi cruzada a favor del despeje mental. (Si no lo leíste, bueno, no quiero ser mañosa, pero hay un montón de ejemplares en circulación).

CURSO INTRODUCTORIO DE DESPEJE MENTAL

Al igual que despejar tu espacio físico, despejar tu mente toma dos formas: descartar y organizar. Con el objetivo de que te importen menos y mejores mierdas —para sacarle provecho a tu tiempo, energía y dinero limitados— tienes que descartar las obligaciones (o cosas, eventos, personas, etcétera) que te molestan para hacerles espacio a aquellas a las
que estás feliz de dedicarles tiempo, energía y dinero. Eso se llama hacer un «Presupuesto de Mierdas», y lo recomiendo mucho.

Arreglar tu desmadre es organizar lo que te queda (en forma de tiempo, energía y dinero) y utilizar esos recursos con sabiduría no solo en las cosas que necesitas hacer, sino en las cosas que quieres hacer, pero que requieren un esfuerzo extra y no puedes lograr. Grandes cambios, pequeños cambios, lo que sea. No comienzan con limpiar tu garaje. Los cambios comienzan limpiando tu mente.

Afortunadamente, limpiar tu mente es una misión so­litaria. Si vives en una casa con familia o compañeros de cuarto, su desorden físico se convierte en tu desorden físico. Tienes que decidir cuántos dispensadores de caramelos Pez de ediciones limitadas coleccionas en tus repisas y cuáles pan­tuflas de hotel que robaste de tu luna de miel conservas. Mientras que con el despeje mental no tienes que ordenar la mierda de nadie más que la tuya. Incluso si vives en un crucero de Disney con otras 7 000 personas (que en verdad es­pero que no), tienes el dominio total y completo del interior de tu cabeza. Eres el juez, jurado y verdugo… aunque pensándolo bien, eres la jefa. Eres la Tony Danza de tu mente.1

En resumen: necesitar o querer que te importe algo no es lo mismo que en realidad lograrlo. Para eso también debes tener tu desmadre arreglado.

Por ejemplo, quizá te importe hacer un viaje y estés dispuesto a dedicarle a la causa tu tiempo, tu energía y hasta tu presupuesto de «a la mierda», pero si no tienes arreglado tu desmadre, es muy probable que ni siquiera tengas un presupuesto real para eso. Puedes despejar tu calendario de todas las obligaciones que quieras (¿a quién le importa el día de llevar a tu hijo al trabajo? ¡A ti no!), pero sin los fondos suficientes, pasarás las vacaciones perdiendo el tiempo con algún anticuado juego de Nintendo desde tu futón.

O quizá decidiste que lo que verdaderamente importa en la vida es tener una tina de baño y estás listo para decir: «¡Al diablo con esa pequeña regadera que me obliga a rasurarme como un flamenco contorsionista!» En este caso hipotético, tienes los fondos para volver realidad tu sueño de un spa casero, pero te falta la iniciativa para comenzar. Supuestamente te importa la facilidad de uso, la comodidad y los baños de burbujas, pero esa tina de baño requerirá una completa renovación y no tienes los recursos para comenzar un proyecto tan grande (contratar a un plomero, escoger una tina, encontrar dónde hacer pipí durante las dos semanas que tomará el trabajo). En vez de eso, sigues gol­peándote los codos con la puerta cada vez que intentas alcanzar el champú para lavarte el cabello.

Podemos trabajar con eso. Arregla tu desmadre incluye:

Quién tiene que arreglar su desmadre y por qué

Tres herramientas simples para arreglar y mantener tu desmadre

El poder del pensamiento

Cómo salir del trabajo a tiempo y ahorrar dinero a la vez

Manejo de ansiedad, evitar la evitación y conquistar tu miedo al fracaso

Hacer grandes (y pequeños) cambios de vida

¡Y toneladas de otras cosas increíbles!

Y aunque te diré cómo lo logré yo (porque es un ejemplo bastante instructivo para arreglar tu desmadre), te prometo que este libro no solo es una guía elegantemente disfrazada para renunciar a tu trabajo y mudarte a una isla: no estoy aquí para tratar de imponer mis elecciones de vida como un maldito vegano. Quizá seas una persona que disfruta su sueldo constante y el crujir de las hojas de otoño o lo que sea. O tal vez quieres esforzarte en cambios más pequeños o amorfos. Todo se vale. Solo estoy aquí para ayudarte a acceder a un conocimiento simple y universal para arreglar tu desmadre, para lo que soy un buen y dispuesto conducto.

Funcionó con mi esposo, no veo por qué no funcionaría con un público más amplio.

Ah, y una cosa más:

En este libro, «arregla tu desmadre» no es un reproche:

Es un grito de batalla.

Lo admito, en ocasiones me descubro pronunciando esas tres palabras de forma desesperada. Probablemente tú también. Me sucede regularmente con las personas que llegan tarde y con excusas terribles; con los amigos que se quejan de las consecuencias totalmente predecibles de sus terribles elecciones de vida, y con los pasajeros que piensan que sentarse donde caiga es una opción viable en vuelos reservados.

Este libro reconoce que todos somos personas: si no siempre, al menos de vez en cuando. Me hubieran visto tratando de presentar mis impuestos el año pasado. Era como un ciego guiando a otro ciego guiando a un niño borracho. Se cometieron varios errores.

Pero básicamente tengo mi desmadre arreglado alrededor de 95% del tiempo (excepto cuando se trata de entender los impuestos sobre la renta), y tú también podrías. Hasta ahora, pro­bablemente estabas muy ocupada interponiéndote en tu pro­pio camino, pero te aseguro que el potencial y las herramientas están ahí. Te enseñaré dónde y cómo usarlos.

Cuando terminemos tendrás tu desmadre arreglado y tal vez hasta escribas un libro sobre cómo mierdas presentar tus impuestos como un maldito adulto y yo seré la primera en la fila para comprarlo.

¿Es un trato?

Fantástico. ¡Hagámoslo!


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