3. LA VUELTA AL MUNDO EN EL PUEYRREDÓN

El 10 de enero de 1950 Jorge Masetti se incorporó a la Marina para cumplir con el servicio militar obligatorio. Utilizó sus influencias como periodista para que lo nombraran en un cargo administrativo en la Dirección de Personal. Pasó más de un año realizando tareas de oficina en las bases navales de Río Santiago, Comandante Espora y Punta Indio. Aprovechaba sus francos para viajar a la Capital a visitar a Dorita. Su conscripción transcurría de modo tan apacible que evaluó pedir permiso para realizar algunas coberturas periodísticas de eventos deportivos. Hasta que en mayo de 1951 se embarcó rumbo al Viejo Mundo en el guardacostas Pueyrredón.

El ARA Pueyrredón era un crucero acorazado de la Armada Argentina que había sido construido en los astilleros de Ansaldo de Génova y Orlando de Livorno. Fue entregado al país el 4 de agosto de 1898 y rebautizado —su nombre original era Francesco Ferruccio— en honor a Juan Martín de Pueyrredón, héroe de la Reconquista de Buenos Aires en 1806. En 1940 reemplazó al crucero La Argentina como buque escuela. Comandado por el capitán de fragata Alicio Ogara y el capitán de corbeta Carlos Sánchez Sañudo, zarpó del puerto de Buenos Aires el 16 de mayo de 1951 con 28 oficiales, 95 cadetes y 290 tripulantes a bordo. Fue despedido por María Eva Duarte de Perón. Un tripulante que compartió la travesía con Masetti recuerda que la partida demoró varias horas: “Era el auge del peronismo y Evita nos había despedido en Dársena Norte, dando la orden de zarpada, no sin previamente haber besado, uno por uno, a todos los marineros (éramos como 300) para bronca de los oficiales, en posición de firmes, al igual que a los cadetes de la promoción que hacían el viaje de instrucción para recibirse de Guardiamarinas. Evita, además de darnos un beso maternal, tenía unas palabras para cada uno: ‘¿De dónde sos?’, ‘¿Cuántos años tenés?’, ‘Pórtense bien’, ‘Cuidado con las mujeres’, ‘Son el orgullo de la patria’, etcétera”.1

El viaje del Pueyrredón duró siete meses. El barco recorrió más de 20.000 millas por las costas de tres continentes: América, África y Europa. El itinerario incluyó los puertos de Pernambuco, Las Palmas, Dublín, Estocolmo, Copenhague, Hamburgo, Amsterdam, El Havre, Nápoles, Génova, Villefranche, Barcelona, Casa Blanca, Dakar y Santos, para volver a Buenos Aires el 11 de diciembre.

Fue un viaje accidentado. Encalló en el canal Drogden, en el acceso a Copenhague, y estuvo varado varios días mientras se hacían las reparaciones. El 30 de julio de 1951, La Nación informaba que había sido nuevamente puesto a flote por la compañía de salvamento Svitzer y que el costo de la reparación había ascendido a 250.000 coronas dinamarquesas. Superado el inconveniente, atracó en la costa alemana. El diario Noticias Gráficas destacaba que “por primera vez desde el fin de las hostilidades (de la Segunda Guerra Mundial) llega a Hamburgo un buque de guerra argentino”.

Masetti revistó en la Séptima División (Sanidad), donde convivían artilleros y conscriptos destinados a “servicios generales”, y fue asignado a la gavetería de tropa. Debía fregar los platos de la marinería, que eran de latón, y lavar las tazas que hacían de vasos. Por las noches, después de cenar, debían entonar marchas marineras y patrióticas, cepillarse los dientes, formar, dar las buenas noches al comandante y acostarse a dormir. Pero apenas se retiraban los altos mandos, la gavetería, que estaba ubicada bajo la cubierta, en el llamado primer sollado, se convertía en club social, comité político y sala de debates de todo tipo. Los marineros rodeaban a Masetti, tomaban mate y se enfrascaban en acalorados debates mientras la pila de platos flotaba en el agua jabonosa. El grupo era heterogéneo: chicos pobres del interior del país, hijos de inmigrantes y estudiantes. Por las reducidas dimensiones del lugar, nunca se juntaban más de diez marinos. Masetti oficiaba de anfitrión. Su compañero de promoción lo recuerda departiendo “con su vozarrón, gesticulando, blandiendo sus enormes manos y torciendo un poco la boca al costado cuando hablaba, dándole un aspecto arrabalero y popular”. Era nacionalista, profundamente católico, apasionado por el periodismo y admirador de la revolución francesa y también de la rusa. Recomendaba leer Diez días que conmovieron al mundo, la fascinante crónica de John Reed sobre el asalto al poder por parte de los bolcheviques en octubre de 1917.

El grupo pronto logró el “autoabastecimiento”. Adquirirán víveres en sigilosas incursiones nocturnas a las bodegas de la oficialidad mayor. “Solíamos destacar ‘comandos’ para robar galletas, aceite, azúcar, yerba y, en el colmo de la fortuna, alguna mermelada de la despensa de suboficiales, donde teníamos aliados para la mateada con galletas con aceite y azúcar (un manjar que liquidábamos en cantidades industriales), siendo Jorge (Masetti) el encargado de dar seguro refugio a las viandas robadas en recovecos de la gavetería que sólo él controlaba”, recuerda su compañero de viaje. Este conscripto, que interrumpió sus estudios de abogacía en Buenos Aires para hacer la colimba, quedaría impactado por la nobleza del dragoneante Masetti: “Era un tipo generoso y valiente, y sobre todo, defensor de los débiles. Todos lo apreciaban, independientemente de los galones que tuvieran, porque tenía una presencia imponente y segura y nunca se echaba atrás. Nos abrazaba tan fuerte que parecía que nos rompía la espalda”. A pesar de ser más bien delgado, esa fortaleza le valdrá el apodo de “urso”.

La rutina en la embarcación era estricta. Había cuatro o cinco zafarranchos diarios que incluían prácticas de artillería, abandono del barco, simulacro de incendio, ataque exterior y averías.

El selecto “grupo de la gavetería” compartió también algunas noches de juerga en tierra firme cuando el Pueyrredón atracó en los puertos de Estocolmo y Copenhague; se deslumbraron con la imponente belleza de Dakar, Amsterdam y Hamburgo: “En la gavetería, apretados junto a los ojos de buey, veíamos acercarse la costa de un nuevo puerto que se nos abría como una flor llena de perfumes embriagadores, todos ya con el uniforme de gala, listos para saltar a tierra en el primer permiso que disfrutaríamos durante seis o siete días, viviendo aventuras de todo tipo”.

En Nápoles, el grupo protagonizó un escándalo en un bar de mala muerte al enfrentarse con la tripulación de un buque norteamericano. En plena gresca irrumpió la policía militar haciendo sonar sus silbatos. Los marines emprendieron una desordenada retirada mientras sus pares argentinos, luciendo orgullosos sus magullones, los despidieron con cánticos de tribuna futbolera. Días después moriría en un tiroteo un tripulante del Pueyrredón.

Al regreso, la “bañadera” fue recibida con honores. Custodiado por centenares de marinos curtidos por el viaje, el Pueyrredón traía en sus entrañas tres lujosos ataúdes con los restos de la familia del Libertador José de San Martín: su hija Mercedes, su yerno Mariano Balcarce y su nieta Mercedes Balcarce San Martín.2

De regreso en su país tras haberle dado la vuelta al mundo y terminado su adiestramiento militar, Masetti tenía al menos dos certezas: se casaría con su novia Dorita y se ganaría la vida ejerciendo el periodismo.

1 Carta enviada a Graciela Masetti en 2007 por un compañero de promoción de Jorge Masetti, a raíz de la reedición de Los que luchan y los que lloran por editorial Nuestra América (2006). Las citas textuales que refieren al viaje le pertenecen. El autor de la carta pidió que no se diera a conocer su nombre (archivo personal de Graciela Masetti).

2 En la página de la Fundación Histarmar, de fuertes vínculos con la Marina, se lee sobre aquel viaje que los restos de la familia de San Martín fueron “recibidos con gran solemnidad en Buenos Aires” pese a que “son una patraña más del segundo gobierno de Perón, ya que serios y responsables estudios históricos han comprobado que no fue posible determinar su autenticidad y que, no obstante, se trajeron los cadáveres aun en el conocimiento de ello, pues ya se había anunciado la medida y debía por lo tanto cumplirse lo que se había dicho”. (http:// histarmar.com.ar).