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ETERNO RESPLANDOR DE UNA NATY SIN RECUERDOS

El 10 de septiembre de 2007 es un día en el que se derrumbó un paradigma histórico al sur del mundo. Tal como existe el día de la radio, de la raza o de la bandera, esa jornada se podría instaurar como el «Día Nacional de Internet». Es en aquella fecha emblemática cuando comienza a viralizarse el video «Wena, Naty». La secuencia es simple: una chica –de rostro pixelado, con una chasquilla promedio, como la de cualquier hermana– le hace una felación a un compañero de colegio en una plaza pública. Sin ninguna vergüenza, Franco, el receptor –a quien en una sociedad machista obviamente nadie recuerda– sonríe como un idiota, todo frente al teléfono móvil de un compañero que inmortaliza el momento al más puro estilo cinta del movimiento Dogma. A partir de eso, Natalia se volvió un fenómeno popular. Un misterio generacional. ¿Dónde está? ¿Se suicidó? ¿Cambió de nombre? ¿Cambió de vida? En realitys aún no la hemos visto.

En ese entonces, yo tenía 20 años y animaba un programa de televisión en el cable. El show pasaba los videos que los adolescentes subían a YouTube y me tocaba comentarlos ante una tribuna de escolares. Un día, frente al micrófono saludé a una chica del público y le pregunté su nombre, a lo que ella respondió «Natalia». En ese momento la audiencia se vino abajo gritando «Wena, Naty», lo que desató carcajadas. Algo está pasando, pensé.

Y sí, estaba pasando todo. Se imprimían poleras con la frase «Wena, Naty» para vender y la gente revisaba la secuencia en sus pantallas de celular de calidad primitiva. La compartían como si fuese un secreto: estaba lejos de los papitos.

Si nos ponemos a armar el mapa de la situación, este vendría a ser así: desde un celular se grabó un hecho; desde ahí se pasó el video vía bluetooth a otro celular, que hizo el paso a otro celular, y a otro celular, y a otro celular. Todo esto hasta que el video cayó en manos de un forista. Un forista, vale decir, un usuario de foros conocedor de la fórmula para pasar el archivo de un móvil a un computador personal; y así, Naty pasó de ejecutar su acto entre un grupo de amigos a hacerlo ante todo el país. El video comenzó a saltar en pantallas de Messenger y el debate pasó de los fotologs a los blogs, de estos a los diarios y de los diarios a la tele.

El video marca un antes y un después en la relación de los medios con internet en Latinoamérica. La pantalla chica, la misma que nos impuso insoportables modas durante años, había llegado última al debate sobre el sexo adolescente. Para comprender el fenómeno hay que incorporar el hecho de que la televisión es el medio masivo por excelencia y que desde sus orígenes en la década del cincuenta cuenta con el privilegio de establecer la agenda país.

La televisión fue hackeada por el público porque se alteró el paradigma clásico: la situación no comienza en los medios masivos, quienes durante años construyeron libremente realidad, sino que terminó ahí. Y no terminó bien ahí, porque se hizo evidente que había aumentado aún más la brecha generacional y tecnológica con sus sicólogos hablando de la erotización sub quince y la imagen difuminada de la grabación a todo horario. Los mismos que antes o después del noticiero tienen a alguna actriz o modelo mostrando sus partes en primer plano, se volvieron los guardianes de la moral offline. Ese ejercicio de doble discurso en la era de internet es oficialmente imposible.

Mientras los adultos entraron en pánico conservador, offline el efecto fue el contrario: chistes por todos lados. «Wena, Naty», «Wena, Jaime», «Wena, Raúl», «Wena, wena» hasta el infinito. Eran los comentarios y nicks que se repetían. Muchos sin ver el video se sabían el saludo. Un efecto meme.1

Los nativos digitales crecieron sin vigilancia. Los hijos de la democracia, los primeros sin el trauma de la dictadura, abrieron sus ojos más temprano gracias a las pantallas proporcionadas por los tratados de libre comercio, mientras sus padres no sabían prender el computador que les compraban. Ya habían visto online las torturas de Guantánamo y probablemente para muchos, «Wena, Naty» era la versión Disney de lo que habían observado en fotos de series japonesas de animación con monstruos tentaculados violando adolescentes.

Un par de mensajes de la época lo reflejan bien:

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Naty no tardó en reaccionar2. Lo que le importaba era estar fuera del computador:

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De los valores hasta la forma de consumir información, el infame video demostró cómo internet convirtió en un abismo la brecha generacional entre quienes crecieron navegando en la red y quienes lo hicieron consumiendo los medios tradicionales. Un abismo donde los «inmigrantes» digitales miraban a los «nativos» como si fueran marcianos. Hoy, esos nativos hacen negocios de millones de dólares e impulsan la nueva economía. La cosa se vuelve más compleja e interesante mientras crecen y se vuelven participantes en la sociedad de consumo.

El polémico video es a la sexualidad adolescente lo que la «revolución pingüina» del 2006 fue a la política: la materialización de una realidad que crece ajena a los discursos oficiales y a través de sus propios canales de información. Sobre esos traspasos de info, los «nativos digitales» tienen otra perspectiva. La gente mayor de 35 creció creyendo en eso del periodismo «objetivo» que le muestra una realidad inamovible y falsamente neutral. Post internet eso resulta una falacia. Aclaremos: la veracidad de los hechos siempre será una sola, lo que hace la red es sincerar las posturas, porque toda información siempre se entrega desde un punto de vista. Y post internet las interpretaciones ya no se pueden escudar en trucos lingüísticos.

El choque de visiones generado a raíz del fenómeno de Naty también se desató debido a la revolución que significa poder «subir» libremente datos a una plataforma, en este caso un video. El «publicar» hasta antes de las redes era parte de las opciones de un pequeño grupo de personas que tenían los presupuestos para tener sus mensajes colgados en los kioscos.

Las noticias dejaron de ser un monopolio: ahora existe la posibilidad de que estas sean generadas directamente por el público y transmitidas a través de otros canales. Y eso es incontrolable. Millones de datos inútiles (véase Twitter) con un público dispuesto a consumirlos minuto a minuto. Siempre hay mucha basura, pero al menos es la basura que cada uno elige consumir y no la única que te ponen en el menú.

Antes de Messenger, para un escolar promedio lo común para salir a la calle era contar con un permiso paternal. Con las tecnologías que empezaron a explotar hace diez años, la lista de contactos salta comunas, teléfonos, paredes de cemento y moral. Estamos viviendo un momento histórico. Para los apocalípticos, un consejo: la única forma de detener esta revolución sería hacerle caso a Elton John y desconectarnos a todos3. ¿Lo aguantarían los mercados mundiales? Como diría Patricio Aylwin, el mercado es cruel. Internet también.

TODO TIEMPO PASADO FUE PEOR

Hay una frase de la que abusan permanentemente los enemigos de internet, los que gustan de tener el control absoluto. Un mantra que sostiene que «todo tiempo pasado fue mejor». Esta sentencia ignora que quizás lo de hoy es solo un efecto de lo que pasó antes, cuando todo estaba más centralizado en los poderes de la elite, cuando aún no existía la multiplicidad de voces que hoy pueden aparecer en las pantallas que nos rodean. Esto probablemente distorsiona su tranquilidad, ya que entrega megáfonos a quienes antes no tenían cómo carajo gritar. Pero, atención: la situación siempre ha sido similar, las «redes sociales» no son un asunto que se origina necesariamente con internet.

En 1929, el húngaro Frigyes Karinthy escribió «Chains», un pequeño cuento cuya idea central sostiene que el número de conocidos crece de forma exponencial en los enlaces de una cadena humana. Esa cadena, a la que todos estaríamos unidos, no tendría más de seis conexiones entre toda la humanidad. Este es el origen de la famosa teoría de los seis grados de separación (admitamos que suena bastante bonito pensar que estamos a menos de seis pasos de Sasha Grey para invitarla a salir).

En 1943, Abraham Maslow propuso su célebre teoría de la motivación humana, la cual básicamente sostiene que hay necesidades que prevalecen sobre otras. Si tenemos hambre y sed, primero buscamos líquido. Si nos falta el aire y queremos tener sexo –a menos que seamos Michael Hutchence de INXS– preferimos respirar. Y así sucesivamente. Esto fue representado a través de una pirámide con cinco grandes bloques: fisiología, seguridad, amor, estima y actualizarse a sí mismo. La necesidad de amor y pertenencia es clave cuando las necesidades fisiológicas están satisfechas. Y después nos gusta pertenecer a algo. Un buen ejemplo son los equipos de fútbol y su hinchada: un grupo de personas que están dispuestas a darlo todo, domingo tras domingo, por su equipo; incómodos, acalorados o peleando contra las más bajas temperaturas están ahí para apoyar a once tipos que probablemente nunca se darán el tiempo de saludarlos. Otro caso son las comunidades de iglesia, las pandillas o estar inscrito en un gimnasio carísimo. Obviamente, parte de la magia de la educación universitaria radica en eso: elegimos una carrera para formar parte de un grupo de personas que comparten nuestros gustos. Lo loco es que la vida se parece muy poco a interactuar con personas que comparten tus intereses. Pero ahí estamos, convencidos de que pertenecemos, de que participamos en un grupo de referencia.

Incluso quienes dicen no pertenecer a nada, generalmente se visten igual que otros tipos que no pertenecen a nada y están tan enojados como ellos. El grunge fue un éxito por eso, y aunque a los fans de Kurt Cobain les ofenda, el ídolo suicida unía tanto a un grupo como lo hace Justin Bieber.

Tendemos a agruparnos, a formar clanes, tribus. Y ahí nacen las primeras redes sociales: en clubes, colegios, trabajos, juntas de vecinos, partidos políticos, etc. Y en esos lugares se escucha algo que identifica y cohesiona. A ese «algo» lo llamaremos relato. El relato es la clave para entender fenómenos de masas. Parece ser que la mayoría de la humanidad no tiene mucho con que entretenerse, ni tiene lo que podríamos definir como «llevar una vida interesante». Y entonces las vidas e historias que pueden otorgarles los otros, las marcas, las compañías de entretenimiento, son perfectas. Por eso la gente sigue los programas de espectáculo: mientras que para quienes tienen una vida, digamos, interesante, estos shows parecen vacíos, los consumidores de farándula digieren historias de sexo y aventuras que ellos no pueden tener. Y eso es una historia. Un relato.

El segundo semestre de 2012 se estrenó una serie llamada Revolution. Esta producción, escrita por J. J. Abrams (el creador de Lost), plantea una idea que quienes vivimos en países sísmicos conocemos bien: ¿qué pasaría si la humanidad perdiese el recurso de la electricidad? Imaginemos: primero, los nerds –que en el último tiempo han tomado ventaja tanto en el terreno estético como en los negocios– serían nuevamente relegados a su estado natural: el rechazo y la violencia en su contra. Probablemente serían esclavizados por tipos con look más autoritario que tomarían el control frente al caos. Luego, los supermercados serían saqueados y, en los barrios, la gente se atrincheraría para no ser asaltada por desconocidos. Todos serían enemigos de todos, pero algunos tendrían ventaja...

Al caer la noche, antes de dormir, en la fogata, habría alguien que contaría una historia, haría un show de stand-up (como los juglares del Medioevo) o tomaría ventaja como predicador oportunista, simplemente porque tiene una respuesta. Tiene un relato. Una idea en la incertidumbre existencial en medio del caos. Por eso es clave para generar una red social real o virtual –desde la plataforma que sea– la historia que quieres contar. Que esa historia reúna gente, que cohesione.

En 1954, mientras Elvis sacaba su primer disco, un tipo se dio cuenta de la importancia de la cohesión grupal y acuñó el término «redes sociales». J. A. Barnes, antropólogo de la escuela de Manchester, comenzó a estudiar términos que han vuelto a tomar relevancia con el advenimiento de internet: influencia y capital social. El estudio de redes sociales es clave en la comprensión de la sociedad de ayer y hoy, si no, pregúntenles a los publicistas que se han dado cuenta de que hacer brainstormings e investigación sobre las formas de influir con sus productos es entender cómo se comportan las audiencias on y offline.

En los años setenta, en las casas apareció Compuserve, el primer servicio telemático comercial online para conectar computadoras al teléfono y enviar mensajes. Al interior de las universidades norteamericanas comenzó la popularización de los llamados Bulletin Board System, o BBS. Estas redes de intercambio de textos que llamaron la atención de los universitarios de la época son los abuelos de los foros tipo Taringa o Portalnet.

Usenet, creado en 1979 por dos estudiantes de la Universidad de Duke, fue un popular sistema de grupos de noticias ordenados de manera jerárquica. En su interior (hoy accesible a través de Google, luego de la adquisición de sus archivos) podemos encontrar la primera mención de Microsoft en el 81, la primera reseña de un computador IBM, la discusión veinte años antes del virus del cambio de milenio (el famoso «Y2K») o, en el 88, la primera vez que se usó el término «motor de búsqueda».

Una de las formas de confirmar la masividad de las redes universitarias se produjo entrado 1993, cuando explotó lo que se llamó el «Septiembre Eterno». Con la llegada de este mes, las conversaciones al interior de las redes se desordenaban gracias al arribo de nuevos miembros que no entendían los códigos de etiqueta de los antiguos, provocando el caos en las conversaciones. Desde ese año, este fenómeno no se detuvo y continuó en expansión mes a mes. Esto es equivalente al desembarco de las madres en Facebook, quienes tienen la mala costumbre de escribir todo con mayúscula y etiquetar incómodas fotos de uno cuando bebé sin ropa para que todos se rían.

En 1989, Tim Berners-Lee inventa el World Wide Web. Necesitaba comunicar información de manera rápida en el CERN, que es donde corre el colisionador de hadrones. Inventó un protocolo de imágenes y texto que nunca pensó que sería utilizado para cambiar la humanidad e intercambiar fotos de gatos, y al cual llamamos hoy vulgarmente internet.

En julio de 1995, un tipo llamado Karlheinz Brandenburg, que desde 1986 venía investigando la forma de comprimir sonido en computadores sin perder la calidad, usó por primera vez en un equipo la extensión .MP3 en un archivo. Sin saberlo, en ese instante, el MP3 supondría una revolución profunda en nuestra forma de consumir contenido.

El MP3 es en sí mismo uno de los grandes motores de cambio en nuestra manera de relacionarnos con lo físico. Hasta ese momento, el consumo de música se efectuaba a través de un receptor y un objeto que debía ser leído por la máquina que lo recibía. El receptor podía ser un tocadiscos, un walkman con casete o un reproductor de discos compactos. Todo tenía que ver, por lo tanto, con soportes tangibles. El MP3 elimina lo físico: vuelve un archivo lo que antes podíamos tocar o coleccionar. Lo transforma en lista, lo convierte en intangible, cayendo así en la obsolescencia los muebles llenos de material coleccionado. La nostalgia musical se transforma en un pasatiempo para freaks sin Google. El MP3 obliga a que internet deje de ser considerado un pariente pobre e inanimado de la televisión por la gran masa que comienza a hacer que las compañías telefónicas hablen de «banda ancha». Todo esto es una ola impulsada por la aparición de Napster, cuyo creador, Shawn Fanning, trataba de solucionar el problema de un amigo para quien se hacía difícil conseguir archivos musicales en la red. Napster fue la forma de entrada «de toda la familia» al mundo del «Peer to Peer» o P2P, una tecnología que une a dos computadores sin intermediarios. Este concepto es clave para entender los cambios generados por internet en todos los modelos de negocio. Un caso es Blockbuster, cuya quiebra global se debe a que ahora no hay intermediarios entre los consumidores de películas y las películas que estos quieren ver; alguien va y directamente hace clic para descargarlas legal o ilegalmente. Ya no se necesita de una «tienda contenedor» que guarde el material para que físicamente lo vayas a buscar. No hay empresas de por medio, sino dos computadores a distancia que comparten: comparten experiencias, comparten música, comparten entre contactos. Finalmente, lo que hacen es compartir una abstracción que pasó de una representación física a un archivo digital. El resultado se parece mucho más a una idea que a un envase y, como dijo Alan Moore, el famoso novelista gráfico inglés, «las ideas son a prueba de balas».

En 1997, el mismo año en que triunfó Chumbawamba con una canción llamada «Tubthumping», un tipo llamado John Barger, el 17 de diciembre, acuñó por primera vez y de forma pública el termino weblog. Coincidieron dos cosas clave ese año: Larry Page y Sergey Brin (que estudiaban un doctorado en Ciencias Computacionales en Stanford) registraron en septiembre el dominio Google y se fundó la primera red social online de la historia. ¿El nombre de esa red? Six Degrees. O seis grados. Como los seis grados de separación de Karinthy.

LA INVENCIÓN DEL RSS: EXPLOTA LA WEB 2.0

Corría marzo de 1999 y los principales navegadores de la época eran el Netscape Navigator y el Microsoft Internet Explorer. En ellos, los navegantes instalaban miles de pestañas de favoritos donde guardaban sitios que generalmente nunca volverían a visitar. Otros, a la manera en que sus antepasados prendían el televisor y esperaban un rato hasta que se calentaban los transistores y aparecía la imagen, al comenzar a navegar abrían lentamente sus sitios preferidos y hacían tiempo hasta que se cargaran para leer sus actualizaciones, esperanzados en recibir novedades.

Ese acto poco eficiente, obviamente desesperaba a miles de freaks que ya debatían formas de sindicar los contenidos web. Uno de ellos era Dave Winner (quien ha sido denominado el primer blogger con su proyecto ScriptingNews), quien con diversas interacciones mantuvo evolucionando el RSS, un proyecto de programación que nació al alero de Netscape.

RSS significa Really Simple Syndication o Sindicación Realmente Simple. Sindicar los contenidos web es el acto de redifundir en una plataforma distinta al sitio web original un texto, foto o el conjunto de ellos. En simple: uno puede recibir, gracias a un lector RSS, los titulares y las noticias de un portal informativo sin la necesidad de entrar a ese sitio. Como un servidor de correo electrónico, por ejemplo, que recibe mails en vez de noticias. Así, las novedades llegan a uno sin necesidad de que uno vaya por ellas. Un buen ejemplo del uso del sistema RSS son los blogs, donde al escribir tienes que generar bloques de contenido con un título, cuerpo y etiquetas. Estas etiquetas vía RSS se conectan con los buscadores. Y como son bloques de información, gracias a este sistema, si te conectas con el sitio desde un celular, se adaptan el título, los cuerpos y las etiquetas a ese tamaño de pantalla.

El RSS es el origen más certero de lo que podemos denominar web 2.0. La web 1.0 era estática y su actualización dependía de quienes sabían programar en HTML, o sea, nerds con sus propias obsesiones, por ejemplo, la ropa interior de la princesa Leia. La 2.0, en cambio, está basada en herramientas de publicación disponibles para que todos puedan generar canales RSS sin necesariamente saber lo que es un código. Esto expandió los contenidos de internet de forma violenta: hasta una madre podía publicar sus recetas.

El punto es que el RSS como sistema para ser leído nunca fue multitudinario. Aunque hasta el día de hoy el botón naranja con puntos y ondas representa el sistema y se encuentra presente en la mayoría de los sitios web, no es una tecnología masiva. Una declaración extraordinaria sobre la adaptación del sistema por parte de las masas la entrega Marshall Kirkpatrick, editor de ReadWriteWeb:

«Mi opinión es esta, y voy a intentar darla sin sobresaltarme demasiado: la falta de adopción del software de lectura RSS por parte de los consumidores y negocios es de los sucesos en la reciente historia tecnológica que peor habla del estado de la humanidad. Que un repositorio personalizado y centralizado de actualizaciones hechas vía canales dinámicos de información ofrecidos por fuentes gratuitas y confiables de publicación democrática en todo el mundo haya sido ignorado tecnológicamente y reemplazado en la atención popular por jueguitos que pudren la mente hechos en Flash en Facebook es tan deprimente como la manera en la que los sueños de la educación pública se quebraron cuando la promesa de la televisión se volvió su realidad. Es terrible. Es razón para empacar todo e irse a casa»4.

El RSS es uno de los conceptos claves para entender las redes sociales, donde a uno le llegan las cosas ejecutadas por otros a su muro principal, en vez de hacer clic y ver todo el tiempo un perfil ajeno. Al final, Twitter y Facebook, como otras redes sociales y aplicaciones donde te presentan tus sitios favoritos de forma amigable, son la versión «buena onda» de los lectores RSS.

LA ERA BLOGGER Y EL ADIÓS A GUTENBERG

Cuando nació la imprenta moderna, hacia el año 1450, la jugada de Johannes Gutenberg era la siguiente: hacer varias copias de la Biblia en menos de la mitad del tiempo en que los monjes copistas lo hacían. Bueno, el proceso de las plataformas de blog es similar al de la revolución de la imprenta. Los programadores, quienes eran los únicos que podían publicar una información de forma rápida y como deseaban en la web eran equivalentes a los monjes copistas. Cuando nacen estas plataformas que están al alcance de todos se entregan miles de «imprentas» para distribuir contenido en millones de pantallas. Por esta razón, creo que los primeros bloggers de la historia fueron los dueños de diarios. Ellos tenían una plataforma (la imprenta) a través de la cual publicaban un contenido (el diario), para lo que debían tener un equipo de colaboradores (los periodistas) que además podían interactuar con la audiencia. Esa interacción se daba en las cartas al director, que vendría a ser la versión primigenia de los comentarios en los blogs. Lo notable es que las tecnologías aceleran todos los procesos que describí. Es decir, la imprenta hoy se reduce al botón «publicar». No tengo duda de que la gran revolución que comienza en el siglo XXI es la democratización que implica el hecho de que cualquier persona puede imprimir una idea en distintos tamaños y lugares. Esta impresión ya no es física, sino digital, por tanto, se pueden corregir y actualizar los contenidos (a la manera de Wikipedia).

Cuando se concreta la invención de Gutenberg se establecen cánones. Al estar en un libro, una idea «existe», ya que el papel es un vehículo para su difusión, academización y enseñanza. Tal como cuando hablábamos de un casete o de un CD con respecto a la música y su tangibilización para la industria. Los seres humanos, a diferencia de otras especies, tenemos la virtud de poder registrar nuestra evolución. Podemos guardar viejos textos y, desde ahí, difundirlos y enseñar. Hay algunos estudiosos que sostienen que la evolución de internet y su vínculo con la imprenta dividen la comprensión del mundo: la era gutenberiana sería, a partir de esta mirada (¡sorpresa!), solo un paréntesis en la historia de la humanidad. Escribimos y registramos la historia del hombre en la Tierra desde hace muy poco, en cambio, aprendemos en base a la observación y la imitación desde hace mucho más tiempo. El paréntesis de Gutemberg se basaría en contextos claros, originales, estables, autónomos y canónicos, basados en la composición y no en la performance y en las tradiciones que se explotaban hasta antes de la imprenta. Post Gutenberg todo es remix: apropiación, recontexto, caos, que obviamente son explotados hasta el hartazgo en una sociedad hiperconectada. Al final, los medios productivos en la cultura moderna hacen que todo escape del control institucional y que las ideas se masifiquen a alta velocidad sin que estas pasen por las miradas que siempre pudieron validarlas desde la seguridad de las instituciones tradicionales. Por eso es tan difícil para la clase política y para los medios de comunicación adaptar internet a sus necesidades: porque no pueden canonizar la información tal como hacían durante el paréntesis de Gutenberg. Se acabó la seguridad, muchachos. Se acabó el poder de validarse por papeles. Y eso genera un mundo incierto.

Open Diary, en 1998, fue la primera plataforma de diarios de vida que integró el botón de comentarios. En marzo de 1999 nace LiveJournal, otra plataforma similar que hasta hoy es muy exitosa en Rusia. Pero Blogger es probablemente la plataforma que mejor explotó la expansión de las voces. Creado en agosto de 1999 y adquirido por Google en el 2003, el servicio gratuito se encargó de que muchos testearan los beneficios de poder publicar sin control. Al ser gratuito, sus características de personalización nunca llegaron a igualar a las plataformas de pago, como Wordpress o Movable Type, que operan más bien como herramientas de gestión de contenido y que por eso siempre fueron las favoritas del periodismo.

Los blogs representan un cambio de paradigma para los autores: hasta ese momento, para poder emitir una opinión había que esperar que algún editor se fijara en ti por tus actividades públicas y así te abriera la posibilidad de tener una columna en un diario –o aparecer en la televisión–, lo que obviamente no podía ser instantáneo. El blog, en cambio, puede actualizarse en cualquier momento y reaccionar a los temas calientes de la web. Esto acelera todos los procesos, pero también logra que cambien nuestras referencias al tener acceso a más voces.

En países como Chile y Perú no circulan muchos medios de comunicación escritos, a diferencia de, por ejemplo, Argentina. Es cosa de comparar los kioscos: mientras en Argentina parecen librerías, al otro lado de la cordillera estos venden más caramelos que papel. Los blogs contribuyeron al debate y la instalación de figuras con contenidos propios que saltaron a la televisión. En Estados Unidos, Markos Moulitsas Zúñiga, de Daily Kos, o Andrew Sullivan pasaron a ser referentes e invitados permanentes de programas de noticias. En Chile tenemos dos casos interesantes: el del publicista Roberto Arancibia, nombrado como padre de los bloggers chilenos por su longevidad en el medio, y Marcelo Brunet, abogado conservador. En Argentina, emblemático es el caso del Capitán Intriga, que gracias a su blog Son Cosas Mías hoy conduce el espacio «Hiperconectados» en uno de los principales canales de televisión de su país.

Me gusta comparar los blogs con los diarios gratuitos. Estos últimos son medios de comunicación que se encuentran en las mañanas en la entrada de un lugar que al wifi aún le cuesta conquistar: el sistema de transporte subterráneo. Cumplen con algo sumamente digital: tienen que ver con el consumo en torno a una ocasión. Hablamos de consumo ocasional cuando, por ejemplo, somos capaces de pagar un precio superior por una bebida cola en un restorán para que esta sea llevada a la mesa, siendo que si cruzamos la calle y la compramos en un almacén pagaríamos un tercio por el mismo producto. Pero en la primera etapa de los blogs había un problema que estaba solucionado en el mundo de los periódicos gratis: el sistema de distribución. En síntesis, a los bloggers de la primera época les faltaban repartidores para volverse populares y reconocidos. Esto solo sería solucionado con la llegada de las redes sociales de internet.

LA CRISIS DE LAS PUNTOCOM SEGÚN LOS SIMPSONS

En el episodio catorce de la novena temporada de Los Simpsons, estrenado en febrero de 1998 y titulado «El autobús de la muerte», Homero decide fundar su propia compañía de internet, al igual que varios americanos que también estaban apostando por este nuevo medio; tanto así que su vecino Ned Flanders tenía el mismo plan. Simpson lanza «Compu-Mundo-Hyper-Mega-Red», una compañía que en el episodio nunca se define qué carajo hace pero llega a hacerle competencia al mismísimo Bill Gates, magnate y creador de Microsoft, quien toma la decisión de mandar a una manga de matones a destruir el emprendimiento de Homero. «No me hice rico cobrando cheques», declara Gates en la serie.

Cuatro años más tarde, otra vez la familia de Springfield vuelve sobre el tema. En abril de 2002 se estrena «Papá enojado», un episodio donde Bart crea un personaje basado en Homero y sus anécdotas, mostrándole al mundo las cosas graciosas que hace su papá cuando se enoja. Ahí, un representante de la compañía Better-ThanTV.com (mejorquelatelevision.com) le ofrece volver «Papá enojado» una webserie. Este se vuelve el sitio no porno más visto de internet y llega a ser tan popular que las acciones eran repartidas de forma indiscriminada en rollos de papel higiénico. Al poco tiempo, la puntocom cae en bancarrota.

La parodia que hacen los guionistas de la serie amarilla es una excelente manera de recordar la crisis de la burbuja de internet. Un hito en la historia de la nueva economía, que de nueva tenía tanto que ni siquiera poseía modelo de negocio. El error cometido era hacer grandes inversiones proyectando millones de visitantes sin tener realmente nada concreto que ofrecer.

La fiebre del oro de las puntocom alcanzó su clímax el 10 de marzo del 2000. El Nasdaq (índice económico que monitorea las acciones del mundo de la tecnología) llegó a un alza histórica sobre los 5.048 puntos. El único que proyectó el asunto fue Barton Biggs, director de estrategia global de Morgan Stanley y quien anticipó que esta situación terminaría muy mal. Fusiones y eventos monstruosos en la bolsa que comenzaron con halagos y terminaron en molestia: la fusión entre el proveedor de acceso online AOL y Time Warner fue valorada en 164.000 millones de dólares. Startups como Pets.com llegaron a publicitar en la tanda más cara de la televisión norteamericana: la del Superbowl. En el 2000, entraron al Nasdaq y las acciones llegaron a los 11 dólares. Nueve meses luego del debut, la empresa desapareció. Finalmente, el Nasdaq perdió el 80% de su valor, solo dos años después de su histórico récordde puntos.

11-S: EL TRENDING TOPIC QUE NO FUE

Algunos recuerdos que no vienen mal: internet ya era tema en los medios locales el 2001. En Santiago se editaba Mouse, un magazine que explicaba en fácil las tecnologías de la información. Para muchos miembros de mi generación, tener acceso a la red era el regalo de Navidad perfecto. Ya no bastaba con el «computador multimedia», como se promovían los equipos con CD-Rom. Papá y mamá no sospechaban lo que veíamos. En el colegio, habíamos pasado de repartirnos revistas porno viejas a compartir fotos en blanco y negro pixeladas de Geri Halliwell desnuda. El ruido inolvidable del inicio de la conexión, ese chillido que nos llevaba a conversar con el mundo, era generalmente interrumpido por una tía que llamaba a casa y echaba abajo la conexión con su insistencia. Conectados a Latinchat hablábamos esperanzados de conocer a alguien de nuestro barrio para ir por aventuras. En el colegio, vivíamos una explosión hormonal. Esto era marihuana en el paraíso hippie. La posibilidad siniestra de tener algo con alguien a quien no conocíamos demasiado, de escapar, de cambiar nuestras vidas de suburbio con casa igual a la del vecino. Éramos chicos. No había nadie que nos guiara. Nadie sabía qué estábamos viendo: aprendimos rápido a borrar el historial.

El buscador número uno era Altavista. Había destronado a Yahoo. Corría la era de los portales: muchos links en una sola página que nos conducían a nuestro destino. El 2001 no existía WhatsApp, pero teníamos MSN Messenger. La banda ancha era un sueño: 56 kbps con suerte. Los canales y las radios alojaban chats donde esperanzados esperábamos famosos que nunca llegaban. Se nos garantizó por campañas de publicidad que «todos tenemos derecho a tener un mail». Existía la «internet gratis» (que era sin plan y carísima en la cuenta) y los «planes vampiro».

Así crecimos. Sin mucho miedo. Nos formamos con la esperanza de ver transgresión en la tele que nunca llegó en nuestro idioma. Yo soy de la generación del cable, del elige qué ver. Y también del 11 de septiembre de 2001: la caída de las torres gemelas. ¿Cómo hubiese sido la caída de las torres gemelas con redes sociales?

Los expertos coinciden en que hubiésemos visto más imágenes del terror, despedidas, caos desde adentro. La televisión se negó a mostrar cadáveres para no desmoralizar a la nación más poderosa del mundo bajo ataque. Los smartphones y las redes sociales habrían hackeado todo eso. La conspiración y el trending topic hubieran estado presentes todo el tiempo. Los nombres de los protagonistas y los chistes tempranos, las posiciones morales, las fotos, el miedo, los llamados a la unión, los mensajes religiosos, los pantallazos de la televisión, los vídeos de YouTube. Todo hubiera sido una gran locura.

Lo más parecido a las redes sociales de hoy, en ese instante, eran los foros de internet. En ese momento, internet se encontraba en un estado primigenio. Si te remontas a buscar datos de la época, lo que la mayoría hizo fue visitar los colapsados sitios de información de los grandes medios. El New York Times, la CNN, MSNBC, El País de España, entre otros, armaron sitios especiales de cobertura cuyo detalle era ser sumamente simples para sortear la oleada de visitas.

La democratización del publicar aún no había llegado. El atentado en la Maratón de Boston el 2013 fue probablemente lo más parecido a la búsqueda de un culpable de forma interactiva: cientos de conectados a Reddit (un popular foro que se define como «la primera página de internet») publicaron una seguidilla de fotos de sospechosos e hicieron conexiones. A pesar de no acertar, indudablemente cruzaron una nueva barrera: somos todos vigilantes. Y también intrusos, a la hora de sentirnos amenazados.

2003: AHORA TODOS SON AMIGOS

El 2003 es un año importante para los diccionarios. El término «amigo» pasa a prostituirse y deja de estar vinculado con los sentimientos personales, pasando a ser la definición de dos usuarios que intercambian información en un nuevo contexto: las redes sociales modernas. Llega a las portadas el nombre Friendster, un extraño caso nacido en California que creció tanto en el sudeste asiático que terminó trasladando su foco hacia ese lugar y transformándose hoy en un sitio de juegos sociales. Friendster fue la primera red social que conectó amigos, concepto que volvería popular Facebook.

Ese mismo año, en mayo, se lanza LinkedIn. Esta última es una red profesional que conecta a las personas por currículums e intereses laborales. En la actualidad es un ejemplo exitoso de visión sobre esta clase de tecnologías. Nasdaq ama a LinkedIn mucho más que a Facebook. El argumento es que LinkedIn no depende de la publicidad y el acceso de pago premium tiene sentido y valor claro.

Para agosto de 2003, MySpace llega a internet. Esta red social es la creación de varios empleados de una empresa llamada eUniverse que al tener cuenta en Friendster se percataron del potencial de las redes sociales. Con los años ganaron gran popularidad en el target adolescente y adulto joven, a tal punto que el 2005, News Corporation (los dueños de Fox) compraron el sitio. Con un foco de promoción vinculado a lo musical desde sus inicios, los músicos amateurs testaban sus temas en la plataforma con un player. El sitio tuvo tanto éxito que logró catapultar las carreras de artistas under para convertirlos en fenómenos musicales a nivel mainstream. Lo destacable de este fenómeno es que se llevó a cabo sin la intervención de los grandes sellos. Ejemplo de esto fueron los casos de Arctic Monkeys, Lily Allen y, a nivel local, Chinoy. Hoy, MySpace trata de ganar atención enfocándose netamente en el entretenimiento y usando herramientas como Facebook, que fue finalmente la red social que se quedó con su potencial audiencia: los jóvenes.

La gran revolución de estas tres redes –Friendster, LinkedIn y MySpace– fue acuñar un concepto clave en las redes sociales exitosas de la actualidad: la página principal o «dashboard». En este espacio los usuarios reciben las alertas de interacción y actualización de sus contactos, sin la necesidad de visitar sus perfiles. De alguna manera, el repartidor de información que no tenían los blogs llegaba a todo el mundo. La lógica de los diarios gratuitos en internet se completaba.

2004: FACEBOOK, EL SICÓPATA QUE SABE TODO DE TI

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Facebook no es solo una red social. Es un hito cultural de nuestro tiempo. Primero, nunca el retraído Mark Zuckerberg pensó que el 2004, a los 19 años, fundaría una de las empresas con mayor atención en el mundo. Tampoco imaginó jamás la cantidad de amigos que iba a perder tratando de que todos fuéramos amigos.

Indudablemente, el botón «me gusta» es un ícono que desafía, en especial en sociedades como la nuestra, donde siempre es más aceptado decir lo que te desagrada. Tenemos diecisiete millones de críticos de televisión, directores técnicos y cientistas políticos que quieren dar su opinión. El «me gusta» es sumamente adolescente, pero a la vez revelador: es la audiencia desnuda ante sus gustos.

Si tuviese que explicarle Facebook a un extraterrestre, la mejor definición es la de una plaza pública en línea a la que mientras más datos le des, más conexiones te sugiere (productos y personas), invitándote así a ser parte de una comunidad que registra información en varios formatos: video, texto o fotografía.

América Latina ama Facebook. En Chile, por ejemplo, tiene una penetración de un 91%, según un estudio de mayo de 2012, y la cantidad de horas personales consumidas en promedio es de 8,9. Liderando una serie de mercados y humillando al resto de las redes sociales, hoy no tiene un horizonte claro, ya que aún no logra monetizar el acceso desde móviles que comienza a crecer año a año.

El éxito de Facebook radica en que su muro principal es la mejor revista del mundo, una construida por tus amigos y gustos. Una anécdota personal: a mí, Facebook me expulsó.

En un momento del año 2007 había logrado tener el segundo perfil con más amigos en Chile (me superaba por poco un tal Sebastián Piñera), y un día, al conectarme, me prohibió el acceso por un supuesto uso indebido. «Di vuelta Facebook», pensé, como lo hacía con los videojuegos cuando niño. Decidido armé un nuevo perfil donde, ¡sorpresa!, al comenzar a sumar a mi círculo más cercano, la plataforma empezó a sugerirme a las mismas personas que había en mi cuenta anterior; y no solo eso, sino que había también personas que había visto en fiestas y hasta en la oficina, pero a las que jamás había saludado. Finalmente, tiene algo un poco «kármico» y espeluznante el algoritmo: reduce groseramente los grados de separación.

2005: FOTOLOG, EL CEMENTERIO DE LOS EGOS

«¿Qué fue Fotolog?» será una de las preguntas que en el futuro se harán los historiadores. El hoy reducido tétrico cementerio de egos representó al sur del mundo una revuelta juvenil de sexo, cámaras de fotos y reggaeton. Fue una expresión de las tribus urbanas en la era de la conectividad.

Quedarán como próceres de la época los fenómenos de Cumbio en Argentina o Karol Dance en Chile. El segundo, con mejor suerte, pasó al mainstream televisivo luego de animar fiestas flogger que hicieron nacer una identidad: los pokemones, definición surgida a partir de una serie japonesa en la que un personaje recolectaba pequeños monstruos de pelos coloridos similares a los protagonistas que en esa época se tomaron todos los medios y fueron asunto de debate hasta en el New York Times.

En el 2006, durante las primeras revueltas estudiantiles chilenas, los fotologs fueron vehículo de expresión e información de los hijos primogénitos de la democracia. Como ya veremos más adelante en este libro, Fotolog fue una de las primeras armas políticas de la generación de hiperconectados.

¿Por qué fue un éxito Fotolog? Simple, Fotolog (lanzado el 2005) fue en su expresión similar al alma nacional: nuestro Santiago es sumamente Fotolog. Con su belleza photoshopeada como la de los protagonistas de las imágenes, sus enormes centros comerciales venden ropa made in China y pagan miserias a sus empleados. Con esas iglesias grandes donde van a rezar los mismos machos que los jueves llenan prósperos puticlubs. Ese doble estándar es sumamente flogger, una simulación de fiesta permanente que reemplazaba a las bellezas de la televisión por chicas de barrio. El 2008, Chile logró ser el país con más cuentas abiertas en el mundo: 4,8 millones con usuarios entre 12 y 17 años.

El formato fue un hit porque acá se escribe y se lee poco, manteniendo siempre la atención sobre la imagen. Porque los niños pasaron a ser adolescentes en un tránsito que los llevó de la pantalla de la tele a la del computador. La explosión sexual de la era Fotolog fue impulsada por fiestas a las cinco de la tarde donde en comunas populosas se sorteaban alisadores de pelo por mostrar los atributos frente a la cámara, en una nación que solo había logrado su ley de divorcio cuatro años antes. Hasta tenía modelo de negocio: ganaron plata. Uno pagaba por el derecho a tener «cámara gold» y así poder subir más de una foto al día y recibir más de diez comentarios. Alrededor de eso nacieron productoras de espectáculos para adolescentes que hicieron millones. Fue la primavera hippie post dictadura. Son los recuerdos del futuro.

2006: TWITTER, LA DEMOCRATIZACIÓN DEL BREAKING NEWS

Si Facebook es el mejor magazine del mundo armado por tus amigos, Twitter es el breaking news, la noticia, la histeria, la sensación grupal y adrenalínica de que algo está pasando para todos. Es la democratización del breaking news, antes únicamente propio de organizaciones periodísticas como CNN. La fórmula está en que tú diriges la conversación hacia alguien que no necesariamente te sigue, invitando a etiquetar con hashtags los temas del día. Twitter funciona como un boca a boca y por eso su botón es el retuitear: el repetir en tu perfil lo que se habla.

Twitter, lanzado el 2006 y creado por Jack Dorsey, es el efecto más claro de la necesidad de información minuto a minuto. El sistema de microblogging partió planteando una premisa absolutamente violable: «¿En qué andas?». Esto mató la costumbre del autor de blogs de escribir en extenso para reducirlo a ciento cuarenta caracteres que equivalen más o menos a veinte palabras para llamar la atención. En Twitter importa mucho más la respuesta, el resumen, el último segundo. Data excesiva y desechable, pero adictiva.

Twitter es un excelente caso para reflejar cómo los adultos van llegando a las redes sociales y se vuelven fenómenos masivos dejando de ser OCNI: objetos culturales no identificados. Los primeros, como siempre, fueron los nerds o los llamados «Early Adopters», que debatían si la plataforma iba a funcionar masivamente. Antes de la llegada de las masas, varios bromeábamos sobre el tema. Hay un video mío en la red donde digo que Twitter es una mierda y varios nos reíamos de que ahí no pasaba mucho.

Al tiempo llegó el «Early Majority», como lo llaman los expertos, que eran los que tenían Facebook pero querían entrar en onda. Obviamente, la explosión vino de la mano de los hechos sucedidos en Chile en 2010: las elecciones y el terremoto hicieron entrar a los periodistas y los medios tradicionales. Finalmente y con el tiempo, Twitter se volvió un septiembre eterno con la llegada de las masas que escriben con mayúsculas, gustan de insultar y son fanáticos pasionales de tipos como Justin Bieber. Estos provocaron que muchos se fueran sin entender que esa es la magia de internet: que pueden estar todos y tú puedes elegir a quién lees.

Twitter no es masivo aunque así lo parezca: es una elite la que consume sus contenidos. Se adelanta a las tendencias, por lo tanto se ha vuelto, en especial en la distribución de noticias, un elemento fundamental para comprender el mundo en que nos movemos.

2007: TUMBLR, BLOGGER CON LÓGICA TWITTER

El 27 de abril de 2007, David Karp lanzó Tumblr. Dos años después sería nombrado como el mejor emprendedor tecnológico joven por la revista BusinessWeek. Con una tasa de retención de usuarios superior a la de Twitter y con una masa de menores de 25, fue probablemente la red más caliente del 2012. En América Latina, los mercados de mayor crecimiento son Brasil y luego Chile

¿Qué tiene Tumblr que llama tanto la atención? Primero, funciona como una suerte de diario mural de diseño personalizado. Cada usuario decide cómo se expresa públicamente su blog e incluso puede comprar formatos realmente similares a los de un diario o revista online. Lo segundo es su facilidad para ser usado: puedes publicar claramente una foto, un video, un chat, música o simplemente un texto en la pantalla de inicio. Cada posteo se puede «rebloggear» a la manera de Twitter con su retuiteo, y, además, en la pantalla principal o «dashboard» puedes seguir a otros Tumblrs.

Preferido por la comunidad de creadores y rápidamente adaptado por los medios, Tumblr ha hecho nacer una interesante estética post Fotolog basada en el uso de GIFs (secuencias de fotos animadas) y en traspaso de información fuera de lo oficial, a la manera de los viejos panfletos. En sí, el diseño tiene un protagonismo central en Tumblr, y a mediados del 2011 superó en cantidad a los usuarios de Wordpress.

2009: EL BIG BANG MÓVIL

Ericsson, en diciembre de 2009, lo anunció: por primera vez en la historia de los celulares, el tráfico de datos móviles (internet) superó a los de voz. En dos años, su uso había crecido un 280%. Las redes sociales llegaban a los celulares. El iPhone 3G había arribado a las tiendas un año antes.

Desde el 2007, los teléfonos inteligentes se habían logrado establecer como un estándar de mercado. Los teléfonos de antes –hechos solo para hablar– eran la portabilidad de la voz. A partir del momento en que se vuelven «inteligentes » integran las llamadas «aplicaciones» que multiplican hasta el infinito las prestaciones.

En ese contexto nace Foursquare, una red social que genera un auténtico backstage de las calles. Foursquare lleva el concepto exhibicionista a un punto de no retorno: saber la ubicación de una persona. Y también vuelve a internet un asunto de geolocalización: si te chequeas en un lugar en Foursquare puedes leer las opiniones (o dejar la tuya) sobre esa ubicación. Además de ganar «medallas», si vas seguido te vuelves «alcalde». Si Twitter es breaking news y Facebook un magazine, Foursquare es una guía tipo Lonely Planet. Lo notable es que su base de datos te entrega recomendaciones útiles. Y muchas veces las marcas leen las críticas para mejorar sus servicios, obviamente espiando a sus ingenuos clientes.

2010: PINTEREST E INSTAGRAM, LAS FOTOS BELLAS PARA TODOS

El 2010 aparecen dos sucesores de Fotolog. En marzo, Pinterest es accesible solo a través de invitaciones privadas. La lógica es hacer curatoría de imágenes en «diarios murales» que uno define. Recién explota en 2012 cuando se vuelve público y todo indica que su mejor audiencia son las mujeres.

En el mes de abril nace Instagram, que se presenta como una aplicación para iPhone. La idea es embellecer imágenes con filtro e incluso simular el estilo de una Polaroid. Cientos de personas enloquecen y comienzan a sacarle fotos con onda a todo lo que se mueve. En 2012, Facebook hace una jugada maestra y adquiere la compañía.

2011: GOOGLE+, EL INTENTO DEL GIGANTE

Google siempre ha querido insertarse en la lógica de las redes sociales con resultados disímiles. YouTube (como veremos más adelante) es probablemente la extensión más exitosa en usuarios, pero su foco en el video no logra definirlo en ese camino. En 2006, Google intentó comprar Friendster, pero no llegaron a acuerdo. Un hombre, Dennis Crowley, diseñó Dodgeball, que fue adquirido por el gigante, pero a Crowley no le gustó que discontinuaran y pasaran su trabajo a Latitude: una aplicación de Google que te dice en un mapa dónde están tus amigos. Ese fue el tipo que terminó fundando Foursquare.

Otra tentativa fallida fue Buzz, que intentaba interactuar con Gmail, el popular servicio de correo, pero descuidados con la privacidad terminaron con demandas y con el servicio cerrado.

Mientras Google mira el mundo social, Facebook observa el de las búsquedas y trata de potenciar su entrada a los sites para que desde su sistema se puedan encontrar respuestas tan poderosas como las de la gran G.

En 2011, Google decidió entrar en serio a la guerra con un servicio que mezclaba diversas características sociales con la lógica de «usted decide a qué grupo de personas envía una información». Google+ y la presentación de los círculos se volvió realmente atractiva. Google+ tiene una excelente presentación para móviles y, además, integra las conferencias de video en su servicio Hangout, que a la vez se puede conectar con YouTube para emitir en directo. El sueño de la hiperconexión.

Probablemente, el drama más profundo que enfrenta Google en su intención social es que los usuarios y sus preferencias parecen entregar a cada herramienta una utilidad más que usar una para todo. Pero tienen un as bajo la manga: a principios del 2014, se lanzará Google Glass, una tecnología de lentes con conexión a internet y con cámara para emitir en tiempo real lo que se ve. Obviamente, la plataforma madre para publicar será Google+.

LA INVENCIÓN DEL COMMUNITY MANAGEMENT

Todas estas vías de comunicación acaban generando nuevos puestos de trabajo, estudios, debate y miradas sobre cómo nos estamos moviendo con las tecnologías. Es indudable que el marketing y los creadores han sido unos de los grandes beneficiados para analizar a la audiencia y distribuir su material.

Uno de los puntos más polémicos es la invención de un puesto de trabajo que antes no existía y al que hoy aspiran cientos de estudiantes de carreras relacionadas a las comunicaciones: el community manager. Entornos académicos –profesores, diplomados, ramos universitarios, seminarios– están dedicados al tema. No deja de ser interesante que un estudiante recién egresado pueda llegar a ganar entre 400.000 y 700.000 pesos por manejar entre tres a seis cuentas de clientes como bancos, empresas de retail, marcas, etc. En mi experiencia como asesor en redes sociales, lo que busca un cliente en un community manager es a alguien que no solamente genere conversación, sino que también sea capaz de analizar lo que el público dice y así ayude a mejorar la atención al cliente.

El community manager debe estar permanentemente abierto a explorar las nuevas tecnologías y explicarlas dentro de la compañía. Ante todo, debe funcionar como puente entre las personas que siempre han usado activamente internet y las que no.

Ser community manager no es cualquier cosa: se trata de un trabajo donde tienes que leer a la audiencia, responder sus dudas, monitorear sus gustos y, a partir de eso, ejecutar estrategias. Finalmente, es reunir a la audiencia – como ya conté antes– frente a la fogata para contarles una historia. Esa audiencia de millones, hipersegmentada, está dispuesta a escuchar. Pero para eso, luego de entender y conocer las herramientas que configuran su presente, hay que observar cómo son, qué piensan, cómo han cambiado el mundo y qué es lo que quieren.

1 Ver capítulo 2.

2 Ver posteo en Fayerwayer.http://www.fayerwayer.com/2007/09/ wena-naty-o-como-la-tecnologia-te-mete-en-problemas/

3 En el año 2007, en una entrevista con !e Sun, la estrella pop británica propuso desconectar internet por cinco años, argumentando que la gente ya no sale ni se reúne para crear nuevas cosas.

4 Ver posteo del 7 de junio de 2011 en el sitio http://www.readwrite.com