La tristeza del alma puede matarse
mucho más rápido que una bacteria.
JOHN STEINBECK
Está claro que el famoso autor de Las uvas de la ira o Al este del Edén era conocedor de la enorme capacidad de adaptación que poseen las minúsculas bacterias, del mismo modo que parecía manifestar sobre estos ubicuos microorganismos la misma pésima opinión que sobre ellos tenemos la mayoría de nosotros. Y es que si al oír la palabra bacteria hay una idea que coagule de forma instantánea en nuestro pensamiento, esa es la de la enfermedad. Desde siempre hemos asociado a los microbios con sufrimiento y dolencias, y los hemos percibido como un mal invisible al que hay que combatir y eliminar. Desde luego, los microbios, y en especial las bacterias, se han ganado a pulso la mala fama que tienen entre los humanos, pues de forma directa o indirecta han matado a millones de personas y disminuido la calidad de vida de muchos individuos. Así, Yersinia pestis azotó sin piedad a media Europa durante la Edad Media, Vibrio cholerae exterminó a cientos de personas en el Londres del siglo XIX, hace solo unos años una cepa de Escherichia coli enterohemorrágica fulminó la vida de decenas de individuos en Alemania, y, en España, los periódicos se han hecho eco de las terribles hazañas perpetradas por Bordetella pertussis apagando la recién comenzada existencia de varios bebés. Desde este punto de vista las bacterias se muestran como unos peligrosos enemigos que han ido repartiendo dolor y sembrado la muerte entre los individuos de nuestra especie. Parece obvio que tenemos motivos más que suficientes para tratar de erradicar a estos malditos bichos de la faz de la Tierra. Sin embargo, ya sabemos que toda historia siempre tiene dos caras y, aunque la mayoría de las veces nos limitamos a mirar tan solo la negativa, también existe un mundo en el que los microbios no solo no constituyen una amenaza, sino que además se comportan como imprescindibles aliados.
Todos sabemos que algunas bacterias matan; pero la mayoría desconoce que muchos de estos microorganismos se utilizan para diagnosticar enfermedades y detectar peligrosas sustancias tóxicas en el medio ambiente, fabricar muchos de los fármacos con los que mantener a raya a los patógenos, combatir el indeseable virus del dengue, o batallar contra el casi invulnerable cáncer. Seguramente también nos hayan enseñado que las bacterias contaminan el agua y el suelo, y que con frecuencia echan a perder los alimentos; pero probablemente nadie nunca nos dijo que también pueden devorar los hidrocarburos del petróleo que ensucian el agua y eliminar los metales pesados que envenenan el suelo, o que alimentos como la cerveza, el pan, el yogur o el vino no podrían existir sin los microbios. Sin duda, la mayoría de nosotros ve en las bacterias a una terrible amenaza para nuestra especie; pero solo unos pocos saben que estos seres también pueden sintetizar importantes sustancias que los órganos de algunos enfermos se niegan a fabricar, diseñar revestimientos y estructuras humanas que sustituyan a los tejidos dañados, o colaborar con nuestros forenses para esclarecer complejos asesinatos. Además, por si todo esto pareciese poca cosa, en mi casa siempre nos enseñaron la importancia de respetar a nuestros mayores, a todas esas personas que trabajaron y lucharon decidida e incansablemente por todas aquellas cosas que ahora nos parecen algo habitual y cotidiano. Bueno, pues de igual forma que honramos a nuestros antepasados porque todo lo que hoy somos jamás habría sido sin ellos, también debemos ser agradecidos con las bacterias puesto que no solo constituyen el origen de nuestras células, sino que además la propia vida, cuya diversidad hoy nos sobrecoge, fue en sus albores tan solo una sencilla bacteria.
El objetivo de este libro también puede verse, al igual que el universo de las bacterias, desde dos perspectivas: como un medio que nos acerque a esa desconocida vertiente positiva del mundo de los microbios que con frecuencia nos pasa desapercibida, y como un sencillo relato que, utilizando como único lazarillo al conocimiento científico, nos vaya revelando poco a poco la esencia misma de la vida en este increíble y maravilloso planeta. De hecho, Bacterias, bichos y otros amigos es una obra que habla de microbios pero no como un fin en sí mismo, sino como estrategia que nos permita acercarnos a muchos de los descubrimientos que la ciencia nos está desvelando, y que están contribuyendo a configurar nuestro mundo tal como hoy nosotros lo vemos, y tal como mañana lo verán las generaciones venideras.
El libro se ha dividido en ocho capítulos que abarcan muchas de las importantes funciones en las que están implicados los microbios, pero manteniendo cada uno de ellos su propia identidad, de forma que no es necesario leer un capítulo previo para poder acceder al siguiente. En realidad se trata de que sea el lector, en función de sus intereses, quien elija la estrategia que quiere utilizar para acercarse a este libro. Asimismo, se ha tratado de utilizar un lenguaje que sea accesible para cualquier lector, huyendo de toda jerga científica y utilizando todos aquellos recursos que, en forma de símiles, metáforas, transposiciones… puedan facilitar la lectura por todo aquel que carezca de formación previa en biología o en medicina.
No obstante, con el objetivo de satisfacer las mayores demandas de conocimientos que puedan tener algunos lectores sobre ciertos temas, tratados de forma superficial en el libro, se ha realizado una selección de artículos, que aparecen recogidos al final, con los que completar la información aportada en el texto. De este modo se han seleccionado artículos relevantes del tema a tratar, intentando que no solo sean fáciles de entender, sino que además se pueda acceder a ellos a través de una simple conexión a internet. No obstante, todo lector interesado en cualquiera de los artículos citados en el texto a los que no tenga posibilidad de acceder, o que simplemente desee hacer llegar al autor del libro cualquier duda o comentario, puede escribir a davidgjara@hotmail.com
Por último solo me queda desear que disfruten y se sorprendan con las asombrosas y fantásticas historias de unos pequeños seres microscópicos y de un increíble homínido que ha sido bendecido por la naturaleza con el extraordinario don de la autoconsciencia.
DAVID G. JARA