INTRODUCCIÓN

Psicoeducar
El docente como agente de salud mental

El libro que usted comienza a leer es un texto de Psicoeducación. Surge como consecuencia de los encuentros con docentes que venimos manteniendo desde 1999. En esta obra, intentamos abordar los aspectos básicos del conocimiento que compartimos en diferentes cursos, seminarios, talleres y conferencias, complementado con información tomada de diferentes publicaciones científicas.

Pretendemos que, al finalizar la lectura, el educador se encuentre enriquecido con un material que lo ayudará a entender un poco más el complejo proceso de enseñanza-aprendizaje, desde una visión que intenta integrar los hallazgos neurocientíficos de los últimos años con los conocimientos que surgen desde algunos paradigmas psicológicos y del campo pedagógico.

Sin embargo, el objetivo no es erudito sino esencialmente operativo, esto es, no quedarnos en la teoría sino enriquecer las prácticas. Se trata de realizar un aporte para desarrollar herramientas que complementen y faciliten el trabajo del educador con el educando.

Hemos escrito cada capítulo pensando en el docente que trabaja en el aula, el maestro o profesor que está en contacto natural y diario con niños y adolescentes. No obstante, creemos que la información aquí aportada puede beneficiar a todos aquellos adultos que, sin trabajar en el aula, estén vinculados a algún aspecto del desarrollo de niños y adolescentes, ya sea dentro o fuera de la institución educativa.

Durante la elaboración de este trabajo, fuimos modificando aspectos de nuestra idea original. De hecho, lo que escribimos en un principio se trasformó en un material demasiado extenso para un solo libro, de modo que decidimos que este sea el primero de una obra que abarca dos volúmenes. Esta primera entrega está enfocada a desentrañar las claves que hacen posible que un docente pueda trasformarse en agente de salud mental e impactar positivamente en el desarrollo emocional de sus alumnos. El segundo tomo abordará los principales instrumentos del aprendizaje y las formas específicas en que el docente puede potenciarlos.

Un libro de Psicoeducación

Psicoeducar implica traducir conceptos que desde el punto de vista psicológico o pedagógico pueden ser complejos para personas que no necesariamente tienen que tener una formación profunda en estas áreas. Podríamos conceptualizar esta actividad como el arte de decodificar información para que surjan ideas que puedan ser aplicadas en el quehacer diario, procurando impactar no solo en el desempeño académico del educando sino también en su desarrollo emocional y relacional-social.

Tener información que nos permita comprender ciertos aspectos del funcionamiento psicológico del ser humano facilita la comprensión de uno mismo y de los demás. Y cuando alguien se entiende más a sí mismo y a quienes lo rodean, se hace más fácil estar-con-otro. Vivir-con. Convivir. Las personas que se verán sin duda beneficiadas por esta información son aquellas a las que llamamos agentes de salud mental.

El docente como agente de salud mental

Un agente de salud mental es aquella persona que ha impactado en el desarrollo emocional de otra.

Los seres humanos tenemos la particularidad de ser producto no solo de la mezcla genética del ADN aportado por nuestros progenitores –lo cual de por sí crea una especie de materia prima original– sino del impacto que tal materia prima recibirá del medio físico y, fundamentalmente, de lo que llamamos el medio vincular. Serán los vínculos significativos que establezcamos con los demás, ya desde el nivel intrauterino, los que irán conformando lo que vamos siendo.

Esto nos diferencia de otras especies. La lentitud de nuestro desarrollo nos hace depender de los cuidadores adultos durante muchos años a partir del nacimiento. Los padres, sin duda, son los agentes de salud mental de primer orden. Pero si dejamos de lado los vínculos familiares, los docentes –maestros y profesores– pasan a ocupar un lugar de preeminencia ya que se trata de adultos que trabajan día tras día con niños y adolescentes, esto es, seres humanos con su psiquismo en desarrollo.

Impactar en el desarrollo emocional de otro depende de aspectos vinculares complejos, el estudio de los cuales será desarrollado a lo largo de esta obra. Esta repercusión puede tener una connotación positiva –constructiva–, o negativa –destructiva–. Entendido así, el agente de salud mental es una persona que ha impactado en el psiquismo de otra persona, “para bien” o “para mal”. Entendemos de esta manera la función fundamental que cumple el docente en el desarrollo del niño y del adolescente.

Para las personas que dedicamos gran parte de nuestras horas a tratar de ayudar a niños, adolescentes y sus familias –desde lo psicológico o desde lo pedagógico–, los educadores formales se trasforman en figuras clave, ya que los vínculos afectivos que la persona establece durante sus primeros años de vida son una de las bases más sólidas de su desarrollo. A través de los lazos que los niños establecen con los adultos significativos, se desarrolla la empatía y la capacidad de preocuparse por los demás. De estos vínculos nace la posibilidad de aceptarse y quererse a sí mismo.

Las diferentes actividades de Psicoeducación que venimos desarrollando intentan ser un aporte para que los docentes sean los mejores agentes de salud mental posibles. Y este libro tiene el mismo objetivo. Intentamos, a través de este trabajo, colaborar en la construcción de puentes entre los trabajadores de la salud mental y la educación. En este sentido, cobra importancia que los autores responsables sean un médico psiquiatra y una maestra, que provienen de formaciones teóricas diferentes pero que desde hace varios años trabajan en un equipo interdisciplinario integrado por psiquiatras, psicólogos, psicomotricistas, fonoaudiólogos, maestros especializados (1).

En estos años de trabajo conjunto nos hemos ido trasformando, cada uno, en agente positivo de salud mental del otro, amalgamando los saberes y logrando un corpus teórico de cierta complejidad que, en este esfuerzo de psicoeducar, pensamos que podrá enriquecer a los educadores que nos acompañen en esta aventura.

Algunas precisiones

Como constatará el lector, hemos decidido usar indistintamente la palabra docente y educador, así como alumno, estudiante y educando. Por otro lado, usamos el genérico masculino para designar a varones y mujeres, basados en el criterio de economía del lenguaje.

Los contenidos que encontrará el lector en este primer volumen, distribuidos en ocho capítulos, pueden ser divididos en dos partes. La primera aborda aspectos psicológicos que intervienen en el proceso de enseñanza-aprendizaje (Capítulos 1 a 4). En este sentido, usaremos como hoja de ruta el concepto de autoestima que hemos desarrollado en nuestros cursos (Capítulo 1). Veremos que es más fácil ayudar a nuestros alumnos si comenzamos a conocer las atribuciones que realizan sobre sus éxitos y fracasos (Capítulo 2). Y que, si logramos comprender que tanto nuestras reacciones emocionales y comportamentales frente a determinadas actitudes de los estudiantes como las de ellos frente a nuestro comportamiento como educadores dependen de los pensamientos que tales actitudes disparan, se facilitará la comprensión del otro, lo que podrá redundar en una mejor convivencia (Capítulo 3). Esto será posible si mejoramos la herramienta básica para con-vivir: la comunicación interpersonal (Capítulo 4).

La segunda parte de este libro trata de explicar el proceso de enseñanza-aprendizaje desde los conocimientos neurobiológicos de los últimos años (Capítulos 5-8). Nos parece fundamental que los docentes puedan acercarse al conocimiento del cerebro como órgano responsable del aprendizaje. Exploraremos sus diferentes regiones y su vínculo con el aprendizaje y la convivencia en el aula (Capítulo 5). Complementaremos esta información descubriendo las características de las células que conforman nuestro cerebro y permiten que los estímulos que recibe el educando se trasformen en conocimiento (Capítulo 6).

Dadas las peculiaridades del estudiante adolescente, dedicamos un capítulo específico al estudio del cerebro en esa etapa del desarrollo (Capítulo 7). Y, finalmente, abordamos los factores que deberían tener en cuenta alumnos, familias y docentes para mejorar su calidad de vida, al tiempo que cuidamos al órgano que nos hace humanos (Capítulo 8).

Queremos agradecer a todos los que han tenido la paciencia de leer los capítulos de este libro mientras estaba en construcción. Todos han enriquecido con sus aportes este trabajo: Prof. Flabia Fuentes, Prof. Carlos Alberto Purgat, Prof. Milena Gilmet, Prof. Patricia Pivel, Mtra. Rita Hernández, Mtra. Silvana Rodríguez, Mtra. Rosario Yeraci, Mtra. Laura Robaina, Pped. Graciela Hackenbruch, Pped. Andrea Caetano, Mag. Diego García, Psic. Patricia Eissmann (de Chile), Fga. Vera Brida, Dra. Alicia Osimani, Dr. Gabriel Rossi, Phd. Guillermo Pérez Algorta, Psic. Beatriz Batlle, Psic. Diego Sarroca.

Agradecemos de manera especial al Dr. Luis Barbeito, director del Instituto Pasteur, uno de los referentes en la investigación neurocientífica de nuestro país. El Capítulo 7 fue escrito sobre la base de un artículo suyo, inédito, que con gran generosidad nos ofreció.

Por último, dedicamos este trabajo a los que consideramos nuestros agentes positivos de salud mental.

En el caso del Dr. Ariel Gold: Aída Ascer (maestra y psiquiatra de niños), Renée Behar (maestra y psicoterapeuta), Lincoln Maiztegui (profesor de Historia), Mercedes Orezzolli (profesora de Biología).

En el caso de la Lic. Alicia Gómez: Jacqueline Lamothe (maestra), Mercedes Fernández Ramos (profesora de Pedagogía), Susana Gómez (maestra y psicomotricista), Claudia Gamarra (maestra). Todos ellos nos han dejado una profunda huella.

Y, finalmente, a todos aquellos que dedican su esfuerzo a la noble tarea de Educar.

Dr. Ariel Gold

Lic. Alicia Gómez

1- Centro Clínico del Sur.