ACERCA DE ESTE LIBRO

Este libro es el resultado de un largo tiempo de enseñanza e investigación sobre las sociedades latinoamericanas. En el verano de 1983-1984, tras la caída de la dictadura y comenzada la normalización de la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, Waldo Ansaldi se hizo cargo de la asignatura Historia Social Argentina y Latinoamericana, y en 1986, desdoblada en dos, quedó a cargo de Historia Social Latinoamericana. Desde el inicio de esta experiencia, el objetivo central fue constituir un grupo de latinoamericanistas. El cumplimiento del plan fue generando un conjunto de actividades que, hacia 1989-1990, llevaron a la constitución de la Unidad de Docencia e Investigaciones Sociohistóricas de América Latina (UDISHAL), un espacio de articulación de actividades de enseñanza y de investigación, generación de conocimiento científico y producción de material de difusión sobre las sociedades latinoamericanas. Institucionalmente, la UDISHAL fue una estructura informal que funcionó dentro de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) hasta abril de 2012, momento de la jubilación de Ansaldi. A lo largo de poco más de veinticinco años, se constituyó un sólido núcleo de sociólogas/os e historiadoras/es que ha hecho de América Latina su objeto de estudio y ha generado una interesante masa crítica de conocimiento sobre ella. Desde aquella fecha, la dio continuidad del espacio de la UDISHAL llevó a los autores a crear uno nuevo, el Grupo de Estudios de Sociología Histórica de América Latina (GESHAL), integrado en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC).

Así, el libro es el resultado de los recorridos intelectuales individuales de sus autores, pero también de la experiencia colectiva de la que fueron y son parte. Es, entonces, para decirlo una vez más, un fruto maduro de ese trabajo.

América Latina. La construcción del orden fue concebido como un texto para enseñanza-aprendizaje de cuestiones de historia, política y sociedad de nuestra región. En él, hemos procurado apelar a los aportes más recientes, en particular cuando ellos son innovadores, y dar preferencia a los aportes latinoamericanos, muchas veces con menos visibilización y accesibilidad global que los de afuera de la región, pero elaborados desde una perspectiva que aúna la indagatoria científica con el compromiso del investigador con una pregunta sobre el (su) espacio y presente. Claro está, es una opción teórico-metodológica. No somos pocos quienes consideramos que los últimos veinticinco-treinta años del siglo XX generaron –amén de interesantes y estimulantes perspectivas analíticas y temáticas– macizas tendencias regresivas en el campo de la historiografía. Sintomáticamente, hay campos historiográficos nacionales en los cuales esas tendencias (una serie de abandonos: de la concepción de la historia como ciencia social; de los análisis macro; de la teoría y los conceptos, por lo tanto, de la explicación, entre otros) han primado sobre las positivas. Hay modas que se han difundido tan veloz como acríticamente, ratificando con harta evidencia empírica la proposición del historiador británico Alan Knight: “La moda es una pobre guía hacia la verdad”. Así, retomamos textos que fueron claves en nuestra formación y luego en la tarea de difusores-creadores de conocimiento. Ese proceso acumulativo está puesto a disposición en este libro.

Como algunos vinos, este libro es un ensamble. Es el resultado de una compleja operación de mezclar diferentes textos propios, escritos en diferentes momentos, sea en forma individual por cada uno de los autores, sea conjuntamente. Buena parte del contenido de la obra es producto de nuestros proyectos de investigación, particularmente los dedicados a dominación oligárquica, construcción de ciudadanía, condiciones sociohistóricas de las dictaduras y las democracias, la década de 1930. (2) La práctica docente, adicionalmente, ha generado un plus valioso: el de la interacción con los estudiantes, sus preguntas, sus dudas, sus cuestionamientos… Somos deudores de los miles de estudiantes que hemos tenido en nuestro quehacer educativo. Asimismo, la práctica de investigación y de docencia nos ha dado otro plus aún más valioso: el trabajo en equipo.

De la experiencia colectiva de la que, como se ha dicho, este libro es resultado, formaron parte personas que tomaron rumbos distintos, académicos y en algunos casos incluso geográficos: Karina Ansolabehere, Melchor Armesto, Víctor Armony, Guillermo Barclay Arce, Martín Bergel, Verónica Beyreuther, Celina Bonini, María Caldelari, Lucía Celia, Nora Charlin, Marina Chiaramonte, Karina Crivelli, Daniel Ingrasia, Tulia Falleti, Verónica Fernández, Fabricio Franco, Patricia Funes (primero como Jefa de Trabajos Prácticos, luego como Profesora Asociada), Alejandro Lodi, Mariana Luzzi, Ana Manchón, Moira Mackinnon, Hernán Pruden, Franco Quinziano, María Ester Rapallo, Nelly Schmalko, Fabián Sislian, Alicia Tecuanhuey Sandoval, Bibiana Tonnelier, Anahí Walton, Irene Widuczynski, Rafael Zavaro, y otras que ya no están en este mundo (Héctor Bruno, Marcela Tamborenea) y, muy especialmente, quienes nos acompañan hoy y desde hace ya varios años: Mónica Alabart, Roberto Aruj, Mara Burkart, María Soledad Catoggio, Sergio Fiscella, Mariano Martínez de Ibarreta, Inés Nercesian, Gabriela Fernanda Rodríguez, Mario Petrone (primero como jefe de trabajos prácticos, luego como Profesor Adjunto), Julieta Carla Rostica, Mariano Salzman, Lorena Soler.

Libro de síntesis que, en la medida en que es imposible abarcar la totalidad del proceso estudiado, selecciona problemas y contenidos, y hace explícitos los conceptos, definiéndolos, explicándolos y mostrándolos en acción. Así, mucho es lo que ha quedado fuera de consideración, aun cuando hemos apelado, incluso en demasía, a notas aclaratorias a pie de página.

Este libro no persigue reconstruir, ni siquiera a grandes trazos, la historia de América Latina desde las independencias hasta hoy, sino solo dar cuenta de la compleja trama del proceso de construcción del orden a partir del conflicto.

El libro se inicia con una introducción de carácter teórico-metodológico que hace explícito desde qué perspectiva disciplinaria fue escrito. Comienza con unas breves disquisiciones sobre América Latina qua objeto de estudio, reivindicando la pertinencia conceptual y político-cultural de la expresión “América Latina”. Luego consideramos el concepto vertebral: el orden, y los que están inescindiblemente relacionados con él: poder, explotación, dominación. Ofrecemos una somera ilustración de qué es la sociología histórica y finalmente presentamos los ejes del libro: a partir de la ruptura del nexo colonial se iniciaron tres procesos, el de la formación del Estado, el de la creación de la nación y el de la constitución de las condiciones que hicieron posible la inserción de nuestras economías en la economía-mundo. Los tres deben aprehenderse como partes de un cuarto proceso, englobante, el del pasaje de la sociedad cerrada del orden colonial a la sociedad de clases del capitalismo dependiente. Estos ejes atraviesan los cinco problemas que tomamos para dar cuenta del proceso de cambio social y político que va desde fines del siglo XVIII hasta hoy, analizados en los capítulos 3 a 7, que son el núcleo duro de esta obra.

Los capítulos 1 y 2 fungen de introducción al tema específico del libro, ofreciendo algunas referencias claves para entender la lógica de nuestro argumento acerca de la construcción del orden. En el capítulo 1, “Algunas claves para definir las coordenadas de espacio, tiempo y realidad social”, en breve, se despliega una idea rectora: América Latina es una construcción histórica que se constituye desde su origen como unidad estructuralmente desigual y diversa.

El capítulo 2, “La dominación colonial: las bases de largas líneas de continuidades y rupturas”, parte de la idea de que, así como las rupturas nunca son una exacta tabula rasa del pasado, las continuidades no están exentas de algunos cambios. Unas y otros son siempre resultado de procesos en los cuales se enfrentan fuerzas, ideas, opciones antagónicas, procesos que constituyen el “coeficiente histórico” (al cual se alude en la introducción) que posibilita el predominio de las líneas de continuidad o bien las de cambio.

Con el capítulo 3,La disolución del orden colonial y la construcción del primer orden independiente”, comienza el tratamiento específico de nuestro objeto. Es un texto largo, por cierto. Decidimos mantener la inusual extensión a fin de no fracturar la presentación y la argumentación del núcleo duro de las cuestiones que engloba el proceso de construcción del orden. Son cuestiones que aparecieron con la ruptura del nexo colonial y están todavía hoy –con sus continuidades y sus rupturas– presentes en las agendas de los pueblos y los gobiernos de América Latina. Los conceptos presentados en este capítulo –revolución, Estado, clases sociales– deben ser tenidos en cuenta para la lectura de los siguientes. Allí exponemos las razones que, a nuestro juicio, explican los alcances y los límites del proceso macrosocial modelador de sociedades económicamente dependientes y políticamente organizadas bajo formas oligárquicas, si bien no en todos los países. Allí se encuentran, entonces, claves explicativas de los procesos históricos posteriores.

Justamente, el capítulo 4, “El orden en sociedades de dominación oligárquica”, con el cual se cierra este tomo, analiza la primera forma de dominación poscolonial estable –un orden no exento de conflictos, obviamente–, basada en redes de familias poderosas y prácticas excluyentes, social y políticamente, de las clases populares. Cuestionamos el uso del término “oligarquía” como denominación de una clase y, en cambio, rescatando y desarrollando la acepción originaria, tratamos de mostrar cómo fue esta peculiar forma de ejercicio de la dominación social y política de clase, que, sin dejar de tener un núcleo duro común, no se ejerció de igual manera en los distintos países ni se disolvió de modo igual.

Los tres capítulos siguientes y el epílogo conforman el tomo II de esta obra. El 5, “El orden en sociedades de masas”, aborda un período histórico caracterizado por la irrupción, a menudo desordenada, de las clases populares en la política institucional. “Las masas” es una expresión genérica, meramente descriptiva de un proceso, generalizado en América Latina, que aunó migraciones internas (de los campos a las ciudades), urbanización acelerada y desordenada, incremento del trabajo asalariado y, dentro de él, de los trabajadores industriales (pero solo en algunos países, aquellos que habían comenzado un cierto grado de industrialización sustitutiva antes de la crisis capitalista de 1929), movilidad social ascendente, entre otras notas características. Acompañando o empujando tal proceso, se destacó el papel del Estado (en algunos casos deviniendo nacional) tanto en la economía como en la política, y también se destacó el peso de las medidas redistributivas. “Las masas” es otra de las expresiones que debe historizarse, es decir, dotarse de contenido de clase. Las de los años 1920, 1930 y siguientes no eran las mismas que las de los años de la ruptura del nexo colonial. Ahora se trataba de campesinos que dejaban de serlo para convertirse en trabajadores agrícolas, en peones urbanos y, en menos casos, en proletarios o “soldados” de un incipiente ejército industrial de reserva; de obreros industriales que trabajaban en una amplia gama que iba de talleres artesanales a verdaderas grandes fábricas; de sectores de clase media, sobre todo los más bajos… Fueron esos los años de una singular experiencia: la del populismo, objeto de tantas controversias.

El capítulo 6, “El orden en sociedades de violencia”, analiza un período de las sociedades latinoamericanas en el cual la lógica de la guerra –es decir, la resolución de los conflictos por las armas– desplazó casi por completo a la lógica de la política. Período que muchos asocian con la violencia revolucionaria, dejando de lado el más brutal y sistemático ejercicio de la acción armada por parte de las clases dominantes y, frecuentemente, incluso por el Estado, con su forma paroxística, el Estado Terrorista de Seguridad Nacional. En la medida en que están estructuradas por relaciones de explotación y de dominación, todas las sociedades tienen un importante componente de violencia. Lo que ha llevado a denominarlas así, para analizar un período de la historia que se extiende más o menos entre comienzos de los años sesenta y fines de los años ochenta, es que entonces la violencia era ejercida de manera sistemática a efectos de construir un orden programáticamente dictatorial y excluyente, para decirlo como lo diría Norbert Lechner. La violencia puede ser objeto de juicios de valor, de juicios morales, pero para los científicos sociales se trata de construir juicios de hecho, es decir, explicaciones –aplicación de la teoría sobre hechos y procesos verificados y verificables históricamente– que permitan comprender el por qué de la apelación a la forma más visible, pero no única, de la violencia en una sociedad, la de la política armada.

En cuanto al capítulo 7, “El orden en sociedades en proceso de reestructuración”, se trata de un análisis de sociología histórica del tiempo presente. Es un período todavía en curso, un proceso de notables reestructuraciones. Son los años de las transiciones de las dictaduras a las democracias, la consolidación de democracias formales, la licuación del ciudadano, la búsqueda de democracias radicalizadas (es decir, con mayor participación ciudadana en la toma de decisiones), y una incipiente (al terminar la primera y comenzar la segunda década del siglo XXI) repolitización, sobre todo juvenil (notoria en Argentina y Chile), como también un retorno del Estado al primer plano (para usar la feliz expresión acuñada por Theda Skocpol), indisociable de las acciones para superar, o tan solo morigerar, los perversos efectos de las políticas del Consenso de Washington y su patrón de acumulación (el de la valorización financiera) –desindustrialización; redistribución negativa de los ingresos; incremento de la pobreza, la indigencia y la desigualdad; fragmentación social; pérdidas de derechos fundamentales, entre otros–, pero también del esfuerzo por una integración latinoamericana, sobre todo en el sur del continente, en pos de la constitución de un gran bloque de naciones para posicionarse mejor en un mundo multipolar.

En todos los capítulos hay una presentación del objeto en términos conceptuales, una lectura del proceso en cuestión desde el punto de vista de las fuentes ideológicas (de ideas) que lo nutren, una mirada desde la acción colectiva de los sujetos que hacen a la constitución del Estado y la Nación en cada momento o período, señalando las posibilidades en juego y para ello los conflictos. Cada capítulo se cierra con una sección dedicada a las relaciones de América Latina con Estados Unidos, indefectiblemente atravesadas por la situación de dependencia. La región es presentada como unidad y como diversidad, alentando, a veces más, a veces menos explícitamente, la comparación entre países. En todos, ofrecemos un análisis conceptual y empírico, procurando romper con la práctica frecuente de ofrecer, escindidas, teoría por un lado y evidencia por el otro.

El libro se cierra con un epílogo, “La conformación de la matriz institucional del orden vigente. Una mirada de larga duración”. Allí se plantea la hipótesis de la construcción de una matriz institucional a partir de la ruptura del nexo colonial, complementaria de la hipótesis de las matrices sociales constituidas durante la dominación colonial expuestas en el capítulo 2, matriz que todavía hoy sustenta en buena medida el orden vigente. Se argumenta que el proceso histórico de construcción del orden poscolonial comenzó con una invocación discursiva de algunos de esos conceptos y principios –revolución, democracia, libertad, igualdad, ciudadanía, derechos del hombre–, negándolos en la práctica, es decir, una disociación entre la premisa y la consecuencia. Esos conceptos fueron parte central del discurso independentista, y en las últimas décadas del siglo XX –prolongándose hasta hoy– reaparecieron, resignificados y con una fuerte carga política, a veces incluso emotiva, en los procesos de resistencias a las dictaduras de los Estados Terroristas de Seguridad Nacional y los procesos de transición a la democracia política.

Finalmente, cada tomo se cierra con una bibliografía, reducida a la citada a lo largo de los respectivos capítulos. Es que, por razones de espacio debimos dejar de lado la intención original de ofrecer una muy amplia que oficiara de valioso instrumento auxiliar para quienes tengan interés en profundizar y continuar indagando el conocimiento de Nuestra América.

En cuanto a las periodizaciones, las líneas históricas, las cronologías…, este es un libro de sociología histórica y, en calidad de tal, estudia primordialmente problemas a partir de su conceptualización. Los rangos temporales que cubren cada uno de los capítulos están dados, entonces, por el concepto y la definición que damos de él, mucho más que por periodizaciones instaladas en los discursos historiográficos y sociológicos sobre América Latina y sobre la historia del mundo en general. Las décadas de 1900, 1920, 1950 y 1970 están tan a la vista como los años de las crisis de 1890, 1930, 1960, 1980. Los países tratados en cada uno de los capítulos también responden a la misma lógica de estructuración de la argumentación y de la interpretación en base a cuestiones y problemas, más que a secuencias temporales-nacionales. Algunos países son tratados deliberadamente en grandes comparaciones, otros son abordados desde su carácter singular, otros simplemente están ausentes. Algunos procesos nacionales son tratados con más extensión que otros, habida cuenta de su impacto en relación con las cuestiones que queremos resaltar en nuestra argumentación.

El título original de nuestro libro –cambiado luego por razones editoriales– era América Latina. La conflictiva construcción del orden y estaba explícitamente inspirado en el de uno de los de Norbert Lechner, La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado. Pero Norbert no solo inspiró el título, sino también el eje de nuestra reflexión. En la conversación entre Lechner y Tomás Moulian que sirve de introducción al libro del primero (Lechner, 1984: 11-26), ambos coincidían en la generalizada identificación del orden como tema del pensamiento conservador, de las derechas, ajeno al pensamiento crítico, y en particular al materialismo histórico, más preocupado por el cambio, por la revolución. Pero esa connotación –y por ella–, apuntamos, no implica negar la importancia crucial de la reflexión sobre el orden, que es siempre el instituido, pero también el orden deseado (otro orden, alternativo, superador), es decir, la utopía (Lechner destaca que no se pueden pensar el orden y la política sin referencia a la utopía). Al partir de una aseveración explícita –el orden es un proceso conflictivo–, la argumentación de Lechner ofrece ricos matices para explicar la inacabada construcción del orden.

Para el pensamiento conservador, el orden es algo dado, natural, creación de la Providencia. Para el pensamiento crítico, el orden es una “construcción histórica, colectiva, política y conflictiva”. Si el orden no es concebido como acción colectiva, la cual conlleva consensos y disensos, “la diversidad social no logra ser asumida como pluralidad, sino que es vivida como una desintegración cada vez más insoportable”, esto es, como pérdida de certidumbre y amenaza a la propia identidad. De allí el “deseo de orden” como conjuro a la “amenaza de caos” (Lechner, 1988: 100).

Las sociedades latinoamericanas se construyeron, a lo largo de la dominación colonial (en particular desde el reinado de Felipe II), como un orden orgánico, jerárquicamente estructurado, intolerante, autoritario hasta el despotismo. Esa matriz generó autoritarismos y dictaduras de distinto tenor que en los siglos XIX y XX definieron buena parte de los regímenes políticos de la región.

Last but not least, agradecemos muy cálidamente a Valentina Ansaldi por su trabajo de fichado de algunos textos y, en particular, los agudos comentarios y observaciones realizados al capítulo 2 por Silvia Palomeque, de la Universidad Nacional de Córdoba, una excelente conocedora de la América Latina colonial; al capítulo 6 por María Soledad Catoggio, Inés Nercesian y Lorena Soler, y al capítulo 4 por Mario Petrone. Ellos nos han permitido expresar mejor nuestra argumentación.

Buenos Aires, primavera de 2011

2. Más específicamente, el proyecto individual “Oligarcas, coroneles y gamonales. Los mecanismos de la dominación político-social oligárquica en América Latina”, desarrollado por Waldo Ansaldi en 1991-1993, y los proyectos colectivos “Nación, ciudadanía y derechos humanos en los países del Mercosur”; “Los sonidos del silencio. Dictaduras y resistencias en América Latina, 1954-1989” y “Condiciones sociohistóricas de la democracia y la dictadura en América Latina, 1954-2010”, dirigidos por Waldo Ansaldi y subsidiados (los tres últimos) por las programaciones científicas de la UBA correspondientes a los períodos 2001-2003, 2004-2007 y 2008-2010, respectivamente. También hemos aprovechado los primeros resultados de otra investigación colectiva aún en curso, “Condiciones sociohistóricas de la violencia política en América Latina, 1954-1989”, bajo la misma dirección y subsidiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), en realización durante el trienio 2010-2012. Los resultados finales se exponen en Ansaldi y Giordano (2014).