DE LAS FINANZAS A DESARROLLADOR
Y DE VUELTA A LAS FINANZAS

Habíamos pactado realizar la entrevista en sus oficinas del MALBA, en la semana en que abría las puertas la muestra de arte más importante del país, ArteBA, por lo que su agenda estaba bastante cargada. Repactamos unas cuantas veces el horario y, finalmente, acordamos para las diez de la mañana.

Llegué temprano, me presenté, y la secretaria me pidió que esperara unos minutos pues “el señor Costantini está un poco demorado”. Ante esas palabras, calculé que tendría que aguardar, al menos, una o dos horas.

A las 9.55, sonó el teléfono. Por las respuestas, pude imaginar el siguiente diálogo:

Eduardo: —¿Llegó mi cita?

Secretaria: —Sí, señor, está acá.

Eduardo: —Dígale que estaré en diez minutos, invítelo con un café.

Una vez finalizada la llamada, la secretaria se acercó y me dijo:

—El señor Eduardo va a llegar en diez minutos. ¿Desea un café?

Me sorprendió gratamente que una persona con sus ocupaciones recordara al detalle sus compromisos —uno menor, en este caso— y tuviera la amabilidad de avisar que llegaría tarde, aunque solo fueran cinco minutos. Nos acostumbramos a no convivir con ese nivel de prolijidad. Hasta aquí, un detalle anecdótico; de ahora en más, una característica personal de Costantini, pues si hay algo que lo preocupa y ocupa son los detalles, su leitmotiv.

Eduardo Costantini proviene de un hogar de clase media, de la localidad de San Isidro, provincia de Buenos Aires; tiene doce hermanos y, además, sus padres adoptaron y criaron a una sobrina. Juntos formaban una legión de catorce niños y jóvenes a cargo de su padre, quien había obtenido dos títulos de grado, en la que el mandato era obtener un título universitario para “ser alguien en la vida”.

En 2010, en una entrevista para La Nación Revista1, declaró que todos en su familia habían pasado por la universidad: “Mi padre era abogado y contador, y era huérfano de padre. Todos mis tíos eran profesionales, tanto por parte de mi madre como de mi padre. Tuve un tío abuelo, por parte de mi madre, de apellido Malbrán, un gran oculista. La clínica Malbrán era de él. Todos los Malbrán y todos los Costantini se recibieron en la universidad. Yo era de escuchar mucho a los mayores, aunque fui un poco rebelde. Los escuchaba, pero no imité a nadie”.

Eduardo Costantini se casó por primera vez con María Teresa Correa Ávila López Naguil, actriz y directora de cine, más conocida como Teresa Costantini. Era hija de Carlos López Naguil, funcionario durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón.

“En los años setenta, mientras estudiaba, vendía bufandas y correteaba lana. Me casé muy joven y como mi sueldo era muy bajo, tenía que hacer estas changas”, cuenta.

Este relato nos presenta a un Costantini alejado del estereotipo “nacido en cuna de oro” o “proveniente de una familia adinerada”, por lo tanto, no se dedicó a administrar lo que le venía dado, sino a construirse a sí mismo.

Entre los inicios y los logros alcanzados, no caben dudas de que hubo un progreso muy importante y de que ese mandato familiar de “ser alguien en la vida” fue la guía para convertirse en un self-made man. Con sus primeros ahorros, ya casado y con hijos, decidió cursar un posgrado en Economía en la Universidad de East Anglia en Inglaterra, y sus excelentes calificaciones de ingreso le permitieron realizar la maestría en solo un año. En 1975, con menos de 30 años, era licenciado y máster en Economía2. Esto significó un ahorro de tiempo y de dinero para sus alicaídas arcas. Quizás este sea el punto de partida de las fortalezas que parecen no haber abandonado nunca al empresario, entre las que también vale destacar el sentido de la oportunidad y la practicidad en términos de reconocer y focalizarse en sus propias capacidades.

En 1986, decidió radicarse en los Estados Unidos. “Me fui a Nueva York por seis meses. Pensaba desarrollar una carrera profesional en el centro del mundo, pero reconozco que mi proyecto no era bueno, no tenía la escala necesaria para radicarme allí.”

Su desarrollo futuro, seguramente, lo hizo olvidar de aquel intento frustrado. A la luz de los hechos, hoy tiene la posibilidad —si así lo quisiera— de radicarse con bombos y platillos en esa ciudad, a la que regresa con cierta frecuencia y en la que supo dar sus primeros pasos para el armado de su colección de obras de arte.

La historia de cómo hizo su primer millón de dólares es conocida: aportó 200.000 dólares y uno de sus hermanos, Rodolfo, colaboró con otros 40.000. Compraron un terreno que, cuatro meses después, vendieron en un millón de dólares. Su primer millón. Sin embargo, no es tan conocido cómo hizo esos primeros 200.000 dólares. Con solo cuatro mil dólares que le sobraron de los fondos ahorrados para terminar su posgrado en Economía y en el poco tiempo libre que le quedaba luego de su trabajo, Costantini comenzó a operar en la bolsa de valores.

En esa época, trabajaba en el frigorífico familiar. ¿Cuáles fueron los consejos que le dio a su hermano y que le valieron un importante bono? En realidad, su primer millón fue producto de un “fracaso”. Compró acciones del Banco Francés y llegó a ser su vicepresidente; sabemos —o intuimos— que adquirió esas acciones porque consideró que estaban baratas, pero ¿cómo las valuó para saber que eran una ganga?

Estas y otras dudas son las que desentrañamos en la extensa charla que mantuvimos, un diálogo franco y con algo de docencia, en la que puso especial énfasis en explicar y, cuando lo lograba, reforzaba con un ejemplo, una aclaración, un concepto más, sin guardarse nada. ¿Cómo decide? ¿Cómo piensa? ¿Cómo invierte? ¿Cómo se financia? Estos son algunos de los interrogantes que se desarrollan en estas páginas y que no deben ser tomados como un dogma.

Costantini no se define como un hombre dogmático: “Soy férreo en mis ideas, las sostengo, pero si el negocio lo requiere estoy dispuesto a escuchar en pos de cambiar”.

Según sus propias palabras, hoy se encuentra alejado del día a día del mercado bursátil, aunque sigue estando muy informado. No obstante, hubo un momento en el que su interpretación de la información bursátil y su habilidad fueron clave en el proceso de construcción de su fortuna, su nombre y su prestigio como hombre de negocios.

En los minutos previos a la reunión, su secretaria comentó que por esos días —fines de mayo de 2013— realizaría un viaje a Londres invitado por la London School of Economics, donde disertaría ante el público universitario acerca de su transformación de empresario de las finanzas a desarrollador inmobiliario. De nuestra charla, surgen dos ideas: la primera, el experto en finanzas que lleva dentro no claudica; la segunda, entiende al negocio inmobiliario —por necesidad— como un negocio con un alto componente financiero.

Uno de los temas que deseaba tratar con él era el porqué de su reciente toma de deuda, tanto por la compra de un lote en Bal Harbour, Miami, en la que parte de la operación incluye hacerse cargo de una hipoteca, como la toma de pesos en el mercado argentino. Vale destacar que uno de los puntos centrales de la estrategia de negocio de Costantini consistió siempre en no tomar deuda, aun a costa de obtener menor rentabilidad. “Tomar deuda en la Argentina es muy complejo, si bien en un proyecto exitoso apalancarse redunda en mayores beneficios a nivel renta, en caso de crisis, el compromiso de deuda puede arrastrar un buen negocio a la bancarrota.”

La pregunta obligada, entonces, fue por qué se apalanca en este contexto. La respuesta, casualmente, remite a un hecho de los inicios de su actividad empresarial. Como ya dijimos, trabajaba para su hermano. Encargado de ordenar las finanzas, le aconsejó tomar deuda, pues en 1975, el frigorífico Rioplatense, propiedad de la familia, tenía una deuda indexada por el saldo de la compra de dicho negocio. La tasa de interés era del orden del 80% nominal anual frente a una inflación que cerró en 356%. Este consejo permitió pagar el saldo deudor con holgura y significó un reconocimiento económico significativo.

Respecto del mito que envuelve su figura sobre no tomar deuda, cuando relata esta historia resalta que el armado de esta ingeniería financiera fue su decisión. Destaca también que solo aconseja endeudarse en algunas situaciones. “En casos excepcionales, donde la tasa activa o su expectativa es claramente negativa, en ese caso y teniendo en cuenta las características patrimoniales, puede convenir tomar deuda.”

En la actualidad, fue noticia la ruptura de este dogma antideuda al anunciarse la toma de dinero en el mercado local. El empresario señala que, al considerar los aspectos patrimoniales y de excepcionalidad, es viable tomar deuda por cantidades marginales para mejorar la performance de venta de terrenos, que se comercializan con una tasa implícita mayor a la que toman en el sistema financiero, un concepto similar al utilizado en 1975. También, en esta línea, se inscribe una operación millonaria en los Estados Unidos, en la que, dentro del paquete de aceptación de dicha operación, Consultatio, su empresa de inversiones, asume una deuda hipotecaria contraída originalmente por el vendedor. En diversas entrevistas, señala que esta deuda es insignificante comparada con los niveles patrimoniales de su empresa y que jamás aceptaría endeudarse si no se considera como primer filtro esta condición.

VENDO TERRABUSI, COMPRO FRANCÉS

Si buceamos en la vida de Costantini, nos enteramos de que fue vicepresidente del Banco Francés y de que lo adquirió porque sus acciones tenían un precio accesible. De igual modo, compró las acciones de la empresa de alimentos Terrabusi, que mantuvo menos tiempo y vendió para concentrarse en el banco. Considerando que comenzó adquiriendo acciones del Banco Francés cuando valían aproximadamente 4 millones de dólares en total y que se retiró —con un timing excepcional— unos meses ante de la crisis que se desató en México, conocida como “efecto tequila”3, cuando el valor de la compañía era de aproximadamente mil millones de dólares, y él poseía el 20%, podemos convenir que fue una jugada maestra. Más allá de lo interesante de la anécdota, él entendía que la clave estaba en comprender los fundamentos detrás de la toma de decisiones.

En varios foros y medios especializados, suele señalarse a Costantini como el Warren Buffett4 argentino. En lo esencial, por algunos conceptos que guían sus inversiones: la idea de comprar y esperar, conocida en el mundo por su denominación en inglés “buy & hold”; la búsqueda de asimetrías entre precio y valor, donde el precio refleja un valor monetario al que la oferta y la demanda están dispuestas a perfeccionar en una operación comercial, y el valor, que no es necesario que coincida con el precio, se refiere a elementos de apreciación indirectamente económicos. En caso de que valor sea mayor que precio, comprar. Ni más ni menos que lo realizado para adquirir el Banco Francés. Comprar y esperar.

Esta forma de seleccionar inversiones se complementa con un análisis pormenorizado de la empresa: estudiar desde su management y posición competitiva hasta sus saldos de caja, pasando por todos los indicadores financieros clásicos. Así describe el empresario la adquisición de Terrabusi y del Banco Francés y resalta que el banco, si bien no era el líder del mercado, tenía una muy alta rentabilidad; además, menciona un dato que derivó en una charla sobre Benjamin Graham, uno de los maestros de Buffett, y sus clásicos libros Security Analysis5 y El inversor inteligente6.

Ese dato ejemplifica al pie de la letra la teoría de valor de Graham. Costantini indica que la valuación bursátil de Terrabusi era equivalente a su saldo de caja, es decir que uno podía comprar la empresa, luego ir al banco a retirar el dinero en caja, volver a tener el dinero y, obviamente, quedarse con la empresa: los camiones, las marcas, las máquinas, todo.

Para comprender la manera en que invierte Costantini, podemos adentrarnos en el modo en que lo hace Warren Buffett, dado que la filosofía de inversión de ambos presenta más de un punto de contacto. Bucearemos en cómo invierte Buffett, en qué se le parecen las inversiones de Costantini y ahondaremos en algunos aspectos destacados de su metodología e inversiones más rutilantes.

Para entender a Buffett, tendremos que comprender antes a Benjamin Graham y a Philip Fisher, dos de sus mentores. Hasta el “oráculo de Omaha”, como llaman a Warren, considera que el método de selección de acciones de Graham mejoró cuando incorporó las enseñanzas de Fisher, quien daba una importancia estratégica tanto al management y a la solidez cualitativa de la empresa como a la parte cuantitativa.

Graham, considerado el padre del value investing, sostenía que era posible adquirir acciones valuadas en 1 dólar pagando solo 0,50 centavos. Un escenario ideal para hacerse de dinero. Estimaba que, al margen del análisis de los estados contables y del negocio en sí, era necesario diversificar la cartera con el fin de obtener rentas récord, pero en promedio. Asumía que muchos negocios adquiridos por esta vía serían malos y que esos 0,50 centavos (una metáfora, vale aclarar) nunca llegarían al dólar e, incluso, podrían pasar a valer 0. En cambio, en una cartera con varios títulos en estas condiciones, encontramos que muchos crecerán muy por encima del dólar (también, en sentido metafórico) multiplicando la inversión varias veces.

Algunos analistas y seguidores de la estrategia de valor sostienen que la metodología de Buffett es superior, que el alumno ha superado al maestro. Señalo dos aspectos para sostener dicha afirmación: el primero, la estrategia de Graham es poco eficiente respecto de cuándo salir de la inversión; de hecho, él sufrió pérdidas significativas o estuvo al borde de la quiebra por vender tarde o no vender su cartera de cara al crack de 1929. Como defensa del fundador del análisis de valores como disciplina, sus dos libros fueron escritos poscrisis, por lo que supongo que aprendió la lección. El segundo aspecto es que Graham buscaba acciones cuyo valor contable fuera mayor a su valor de mercado. Por ejemplo, no le era dificultoso hallar acciones que poseían tanto dinero en efectivo en el banco como valor de mercado tenían. Esto, con seguridad, las convertía a priori en gangas.

Buffett agrega el estudio cualitativo del negocio. Entiende que comprar una empresa que vale menos en el mercado que su valor contable —el valor de cada una de sus acciones multiplicado por la cantidad de acciones— es algo fantástico, pero pone de relieve que solo mantendría en cartera negocios que le fueran tan atractivos que, si luego de comprarlos la bolsa cerrara y no pudiese venderlos, estaría orgulloso de tenerlos entre sus inversiones.

En esta línea, de alguna manera, se inscribe la compra de Terrabusi que realiza Costantini, en la que el valor de mercado era igual al efectivo que la compañía mantenía en los bancos.

La operación de compra de acciones del Banco Francés es digna de ser incluida en alguno de los libros que siguen la estrategia de Warren Buffett. El “oráculo de Omaha” llegó a comentar que se consideraba un 85% de Graham con un 15% de Fisher, en alusión a sus dos grandes maestros. Siguiendo esta línea, podríamos decir que la operación de compra del Banco Francés fue 50% Graham y 50% Fisher —porque tiene de los dos y no nos vamos a poner a discutir porcentajes—. Al comentarle esta situación, Costantini asiente, aunque también, con una sonrisa, se abstiene de arriesgar porcentajes.

“Los aspectos de valuación siempre son importantes, no sé en qué porcentaje, e incluso depende de cada operación; pero, sin duda, lo cualitativo es tan importante como lo cuantitativo. Tanto cuando tomás el control y vas a compartir tu día a día en una empresa, como cuando no vas a estar y querés que quien la conduzca lo haga con buen criterio.”

Él insiste en que ya no mira el mercado, en que el día a día bursátil no es su fuerte, un poco como el gesto de las mujeres que se saben bellas y lo niegan, pues sus comentarios distan mucho de hacerlo parecer lego en la materia. Es probable que el día a día ya no sea su métier; entonces, podríamos decir que su nivel de abstracción es tal que, solo con focalizar en unos pocos aspectos de un activo, la observación pasa directamente a ser un análisis detallado.

En febrero de 2012, fue tapa de la revista Forbes Argentina, donde, como al pasar, se refirió a algunas acciones del panel Merval como posibles ganadoras, entre otros aspectos, por su baja valuación por múltiplos. En marzo de 2013, fue tapa nuevamente, y la nota central giró casi en exclusiva sobre los excelentes resultados que a un año vista habían tenido sus “recomendaciones”.

Allí plantea la valuación por múltiplos, que en su oportunidad le sirvieron para identificar las acciones que le permitieron sumar sus primeros 200.000 dólares y luego ir por Terrabusi y por el Banco Francés.

En relación con una primera identificación de empresas baratas, señala dos múltiplos: price/earnings (precio/ganancias) y precio/valor libros7. Sobre estos dos múltiplos, resalta que en aquel momento estaban ridículamente baratos, por lo que comenzó su investigación para determinar si esa alerta de bajo precio reflejaba alguna oportunidad desde el punto de vista del valor.

“Básicamente, yo me basaba en la valuación de la empresa en términos de múltiplos y en valor de libros. El múltiplo8, en ese momento, era de dos veces. Además, siempre miraba los indicadores patrimoniales.”

Estos múltiplos nos ayudan a identificar acciones que pueden estar baratas y que pueden ser una oportunidad, al margen de que luego de dicha identificación sea necesario un estudio detallado antes de desembolsar dinero contante y sonante. En el caso de Costantini, mucho dinero.

En el libro La cartera de acciones de Warren Buffett9, la autora, Mary Buffett10, presenta algunos conceptos que son clave en la estrategia de inversión del “oráculo de Omaha”, distingue varios factores y destaca dos: la antigüedad de la compañía como variable de selección y la constancia en el nivel de ingresos.

Cuando Costantini nos cuenta la historia de la compra de acciones del Banco Francés, remarca que no se trataba del banco líder del mercado en ese momento, sino del segundo o el tercero, según el modo de medirlo, pero subraya su poderío respecto a una importante participación de mercado y a un management muy sólido.

Buffett pone foco en la antigüedad, ya que, además de algunas consideraciones contables sobre la amortización de equipos en empresas antiguas, destaca lo previsible de los ingresos, lo que nos da una idea de si la empresa posee una ventaja competitiva sostenible. Y este punto es central.

Considerando que el Banco Francés es la entidad financiera privada más antigua de la Argentina, satisface con creces el primer punto de control de la estrategia à la Warren. Fue fundado en 1886 con el nombre Banco Francés del Río de la Plata.

El otro concepto consiste en la compra de acciones en forma sostenida a lo largo de los años. Esta idea, conocida como “costo promedio”, también resulta fundamental a la hora de proyectar el concepto de “comprar y esperar”, pues pueden ocurrir dos cosas: o bien no poseemos todo el dinero junto y realizar comprar temporales se nos da como la única opción, o bien no podemos saber cuál es el mejor precio de compra, entonces, al comprar en períodos fijos, nos disciplinamos para mantener firme la estrategia.

Hoy la teoría moderna de las finanzas y de la valuación de empresas se encuentra en una sana revisión. Los críticos de los sistemas de valuación imperantes con foco cuantitativo indican que debe complementarse con aspectos cualitativos de la empresa. Pero estas ideas tampoco son nuevas, sino que parecen ser reflotadas de algunos de los inversores más famosos e influyentes, como Philip Fisher11, pionero en utilizar datos cualitativos en su análisis de acciones.

Examinar el management, la posición competitiva de la empresa, el esfuerzo en investigación y desarrollo, la integridad en su relación con los accionistas, entre otros puntos, parecen estar presentes todo el tiempo en el diálogo con el entrevistado, más allá de un sistema de valuación solo sostenido por fríos números. Costantini reconocía —y reconoce— la importancia del análisis complementario.

LOCACIÓN, LOCACIÓN, NORDELTA

Nordelta es su mayor emprendimiento inmobiliario (entre muchos otros, como la torre Consultatio, la torre Grand Bourg, que marcó un hito al venderse en 2.800 dólares el metro cuadrado a tan solo dos años de una de las mayores crisis vividas en la Argentina). Se trata de un complejo de barrios privados de primer nivel, ubicado en el partido de Tigre, provincia de Buenos Aires, que se autodenomina “Ciudad Pueblo” y que representa un modelo nuevo de ciudad. Es uno de los mayores hitos del empresario, quien estaba ávido de desafíos tras la salida del Banco Francés.

Al conocer la disponibilidad de dinero contante y sonante que había en manos de Costantini y que esperaba ser puesto a producir, distintos hombres de negocios le acercaron una gran variedad de carpetas con diferentes propuestas empresariales. Entre ellas, sobresalió la del ingeniero Julián Astolfoni, quien, además de ser dueño desde la década del setenta de las tierras que hoy conforman Nordelta, dirigía Supercemento, una empresa constructora con experiencia en puentes, dragados y caminos. Así, de la combinación de la experiencia inmobiliaria y de negocios de Costantini y del conocimiento de obra de Astolfoni, surgió la pasión de ambos por crear una nueva manera de vivir.

En nuestra entrevista, le consulté cuál era su fórmula como desarrollador inmobiliario y si estaba ligada al precepto rector de este negocio sobre la locación. Señala que, sin duda, es fundamental, pero que él va más allá: busca una excelente locación en zonas donde ya no queden oportunidades. Nada fácil, pero resuelto el problema, no tiene competidores.

Luego, sus desarrollos gozan de otro de los conceptos que cruza su vida en general y sus negocios en particular: la innovación y los detalles. En referencia a estos últimos, enumera la cantidad de materiales exclusivos anexados a la torre Grand Bourg, aquella de estilo francés que marcó un hito arquitectónico en la zona. También resalta que esto no es fruto de la suerte, que vender entre el 80% y el 90% de los lotes de los barrios de Nordelta el día en que los puso a la venta no es casualidad, sino resultado de la exclusividad en términos de generar una oferta diferente, de excelencia y escasa.

VUELTA A LAS FINANZAS

Una conclusión, un tanto apresurada, del diálogo con Costantini está relacionada con la importancia de las finanzas en el trasfondo de sus negocios. Hablamos de lo importante de la parte cualitativa, es verdad, y no es una parte menor en el análisis, pero, como una suerte de primer consejo, vale destacar la relevancia de los “números” en los negocios.

Buffett dice que la contabilidad es el idioma de los negocios; si así fuera —y lo es—, podemos decir que Costantini es una suerte de Funes, el memorioso, el personaje del cuento de Jorge Luis Borges, y al mismo tiempo un políglota. Cuando habla de valores, múltiplos, cotizaciones, sistemas de financiamiento, lo hace con tal naturalidad como aquellos bilingües que pasan, a veces sin darse cuenta, de un idioma a otro. En distintos momentos de nuestra charla, aunque recalca e insiste en que está un poco alejado del día a día de los mercados, pasa acto seguido y con la simpleza del bilingüe a relatar de memoria varios hitos, tanto del pasado lejano, del pasado reciente como del día mismo en que charlamos.

Se acuerda a la perfección de que cuando comenzó con la adquisición del Banco Francés, su múltiplo precio/ganancias era de dos veces; luego, resalta que el promedio actual está por encima de ese ratio; después, destaca los puntos en los que el índice Standard & Poors 500 (S&P500) hizo máximos en los últimos diez años; más tarde, distingue la diferencia entre tasas activas e inflación de distintos períodos. Quizá recuerde estos datos por repasar su historia una y otra vez o por su afección al detalle. En cualquier caso, no tengo dudas de que en ese recordar no encuentra solo el regocijo en la anécdota, sino la búsqueda de detalles que pueden repetirse y de los cuales se puede sacar provecho; o de lo que pudo haberse hecho mejor, solo por el hecho de mejorar.

MACRO, TÉCNICO, FUNDAMENTAL

A Eduardo Costantini le pregunté su opinión sobre dos asuntos: la importancia del análisis técnico-bursátil —y qué uso le daba— y la importancia del análisis macroeconómico en sus decisiones de inversión.

En general, los inversores que centran su análisis en los aspectos fundamentales —fundamentals— de las compañías, de alguna forma, los sobreponderan y dan poco o ningún lugar al análisis denominado técnico, que centra la toma de decisiones tras el estudio de indicadores matemáticos basados en la evolución y comportamiento de los precios, en el volumen de negocios y en las construcciones gráficas que se suceden de la propia evolución de precios.

Costantini sonrió, indicó que prefería el análisis de una compañía tal como venía describiendo, ya que en ambos tipos de análisis estaremos contrastando nuestro trabajo con infinidad de analistas bien formados, con abundantes datos y ávidos de dinero alrededor del mundo. Incluso, señaló que, mientras dormimos, del otro lado del mundo pueden suceder hechos que afectan las decisiones tomadas (en referencia a la caída del 7% de la bolsa de Japón durante la madrugada del día de nuestra entrevista).

Pese a esta postura, indicó que mira los gráficos —mientras señalaba una mesa a sus espaldas donde descansaba una buena cantidad de hojas llenas de gráficos técnicos luego de ser analizadas. “No se pueden desconocer las zonas de rebote más importantes”, dijo mientras buscaba en su memoria números que ejemplificaran sus palabras para, acto seguido, soltar una serie de puntos de rebotes exactos a lo largo de varios años y mercados. Con certeza, no tiene dogmas: si es necesario utilizar herramientas que no le son del todo familiares, no tiene reparos en reconocer que una persona de su equipo puede elaborar dichos gráficos, que le serán útiles para complementar sus decisiones.

Sobre la importancia del análisis macroeconómico, muy presente en la técnica llamada top-down12, dentro del concepto de análisis fundamental, prefiere concentrarse en el análisis de un valor, técnica relacionada con el concepto bottom-up. Como si de un maestro se tratara, grafica: “No seguiría la macro. ¿Qué nos dice Buffett? No miro la macro, analizo los fundamentals de una empresa”.

Finalizando el diálogo, le formulé dos preguntas referidas a cómo utilizar hoy la estrategia que usó hace unos veinte años. ¿Se mantiene vigente? ¿Vale la pena el tiempo y el esfuerzo para encontrar una nueva Terrabusi o un Banco Francés?

Sintetiza su respuesta indicando que “los mercados se han vuelto muy complejos; en tanto inversores individuales, la globalización nos enfrenta a una cantidad significativa de personas igualmente codiciosas que buscan obtener resultados positivos, a la par que nosotros”.

Señala que algunos años atrás, él mismo calculaba, hasta dos veces por día todos los días, el valor de todas sus posiciones. Sostenía un informe con las valuaciones a las once de la mañana y a las cinco de la tarde en un derrotero de energía, importante pero necesario, para competir —y mantenerse— en un mundo complejo y feroz. Agrega que hoy ocurren eventos significativos para el devenir de nuestro dinero cuando dormimos —en sentido literal y figurado—, por lo que aquellos gestores y asesores que logran rendimientos superiores a la media del mercado son tan bien remunerados. Y destaca que aquellos que son ganadores, porque han dado con la estrategia adecuada y han direccionado su energía en forma correcta, pueden ser perdedores en un futuro cercano, hasta por cambios tan sutiles como una enfermedad, problemas maritales y modificaciones en el mercado respecto de su estrategia (obviamente, si el gestor no logra cambiar en el sentido adecuado).

Para finalizar, recomienda ponderar las fortalezas de cada uno, pese a las dificultades; marca que las suyas se refieren al análisis de los fundamentos mientras afirma su posición y deja abiertos otros tipos de análisis para quien posea fortalezas en otros ámbitos. Además plantea la importancia del análisis de un valor y de mantenerse enfocado en el mediano y largo plazo.

Con seguridad, me atrevo a decir que ha develado su forma de hacer fortuna, de donde podemos puntear tres pilares:

Sobre el último concepto, vale la pena señalar una idea que parece no negociable: la calidad como principal valor.

Notas:

1 Ventura, Any. “Eduardo Costantini, el arte de hacer dinero”, 22 de octubre de 2010.

2 En 1980 realizó un posgrado en Mercado de Capitales en la London School of Economics.

3 Se denominó “efecto tequila” a la devaluación sufrida por el peso mexicano durante el gobierno de Ernesto Zedillo. Esta crisis provocó una escalada de devaluaciones que se extendió durante varios años por todo el globo.

4 Uno de los mayores inversionistas y uno de los hombres más ricos del mundo. Es CEO de Berkshire Hathaway.

5 Graham, Benjamin y Dodd, David. Security Analysis, Barcelona, Ediciones Deusto, 2009.

6 Graham, Benjamin. El inversor inteligente, Barcelona, Ediciones Deusto, 2007.

7 Para quienes deseen profundizar en estos múltiplos, recomiendo leer el Apéndice 2.

8 Costantini se refiere al múltiplo precio/ganancias.

9 Buffett, Mary. La cartera de acciones de Warren Buffett, Barcelona, Gestión 2000, 2011.

10 Warren Buffett nunca escribió un libro. Sí artículos para diarios o revistas y la carta anual a los accionistas. Mary Buffett estuvo casada con el hijo de Warren durante doce años.

11 Fisher, Philip. Acciones ordinarias, beneficios extraordinarios, Barcelona, Ediciones Deusto, 2009.

12 Es un tipo de análisis que va de lo general a lo particular. Comienza por analizar la posición económica global, desciende a nivel sector y finaliza en el análisis de un valor al que el análisis macro previo agregue valor. El sistema opuesto se denomina bottom-up.