Principios generales
de la terapia floral
LAS ESENCIAS FLORALES son preparados naturales de flores silvestres, cuyas propiedades terapéuticas fueron descubiertas por Edward Bach, médico bacteriólogo y homeópata inglés, entre los años 1928 y 1936. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda su uso en el año 1983 a los Estados que la componen.
Se trata en la actualidad de uno de los sistemas de curación alternativa más usado en América y Europa. Hacen buena utilización de sus beneficios tanto los naturópatas, quinesiólogos, osteópatas, médicos homeópatas y alópatas —en menor medida—, psicoterapeutas, esteticistas, masajistas, psiquiatras, veterinarios, como los maestros de escuela, amas de casa y hortelanos.
No presentan contraindicaciones ni efectos secundarios, son económicas y compatibles con cualquier otro tipo de medicación.
EL ORIGEN DE LA ENFERMEDAD ES EMOCIONAL
Las esencias florales constituyen un sistema de curación que se asienta sobre la base de que la enfermedad es el resultado de un desequilibrio emocional, y si este persiste, se produce la enfermedad a nivel orgánico. La enfermedad es la materialización en el cuerpo de un conflicto íntimo e histórico; es el producto de la acción perturbadora de fuerzas profundas y duraderas, y su origen no hay que buscarlo en el cuerpo donde aparece, sino en cómo ve y vive la vida el que la sufre.
Para el doctor Edward Bach lo importante no es la naturaleza de la enfermedad, sino la actitud del ser que la padece, así es que afirma que lo que importa es restablecer la armonía psíquica y emocional para ayudar verdaderamente a sanar nuestro cuerpo.
Cada elixir es portador de la estructura vibratoria específica de una variedad floral, es el campo energético sutil de la flor que un particular sistema de elaboración permite que se fije a una alcoholatura.
No operan por medio de la acción bioquímica, biológica o quimica. Son remedios vibracionales, patrones de energía vital que al entrar en contacto con cualquier ser viviente acceden a sus meridianos energéticos, también llamados líneas de condensación y expansión de la energía vital, y transforman la falta de armonía en un flujo firme y parejo de energía.
Cuando los bebemos, su perfecta frecuencia energética entra en resonancia con la nuestra y estimula el proceso curativo: amplían la capacidad de autoobservación, lo que facilita el desarrollo de nuestras potencialidades y recursos. Bach afirma que la función primordial de las esencias es la de ayudar a las personas a generar en su interior la virtud opuesta al desequilibrio productor del mal.
A nivel físico las esencias florales tomadas a tiempo, restan fuerzas a las alteraciones del sistema inmunológico que la emoción negativa promueve. La formación de la enfermedad es una de tantas pruebas de la capacidad que tienen nuestras emociones y pensamientos negativos de modelar estructuras patológicas.
Cada esencia floral se corresponde con determinados rasgos de personalidad, actitudes y emociones del ser humano. Sus enunciados nos hablan de respuestas terapéuticas puntuales o modos de ser característicos cuyo exceso enferman al individuo. Una vez que nos damos cuenta de cuáles son esos modos enfermos y recurrentes de pensar, sentir u obrar que son causa de la no-armonía psicofísica, se buscan la/s esencia/s floral/es que cubren esos desequilibrios y se prepara la fórmula floral apropiada a cada caso en particular. Como remedios se dirigen a los conflictos internos, tensiones, bloqueos emocionales y problemas físicos resultantes. Ayudan a superar las dificultades yendo directamente a la raíz del desequilibrio.
EN QUÉ CASOS Y PARA QUÉ TOMARLAS
Las que siguen son algunas sugerencias del ámbito de aplicación del sistema floral:
• Si nos damos cuenta de nuestros estados mentales negativos, seremos capaces de prevenir o dar solución a una larga lista de enfermedades, como, por ejemplo, algunas de las que la psiquiatría tradicional denomina «psicosomáticas»: alergias, algias, estreñimiento, diarreas, gastritis, afonías, contracturas, pruritos, fatiga…
• El insomnio, el estrés, la ansiedad y la angustia, la molesta sensación de opresión en el pecho, los temores injustificados que suelen asaltarnos cotidianamente. O bien el dolor ante la pérdida de un ser querido o de un proyecto, suelen ser causa de mucho malestar e infelicidad y no siempre sabemos qué hacer por nosotros en estos casos. Recurrir a las esencias florales es de gran ayuda.
• En los periodos pre y posoperatorios las esencias nos preparan mental y emocionalmente para la intervención, dándonos coraje y activando la respuesta curativa del cuerpo físico durante la recuperación.
• En caso de estar tomando medicación farmacológica u homeopática las esencias florales colaboran a que estas medicinas resulten más beneficiosas para nuestro cuerpo y nuestra mente.
• No es necesario que estemos físicamente enfermos para beneficiarnos de esta terapéutica. Existen otros importantes temas que impiden que nos sintamos bien y que la terapia floral aborda sin prejuicios: la dificultad para tomar decisiones, la intolerancia e impaciencia, la nostalgia y la apatía, el sentimiento de culpa o la excesiva posesividad. Todas ellas cuestiones que pueden no enfermarnos por el momento pero que, si las dejamos crecer y arraigarse como modo de expresión, es probable que terminen por hacernos padecer físicamente. Las esencias florales tienen una importante cualidad preventiva.
• Las mujeres embarazadas, los lactantes y los niños tal vez sean los más beneficiados. Las esencias florales pueden ayudarlos de manera suave y contundente a lo largo de tan especiales momentos. Actúan suavizando los miedos, náuseas y vómitos; y reparando el componente traumático y agotador que puede presentarse, para la madre y el niño, durante el parto. Los trastornos del aprendizaje, los problemas de conducta, la enuresis, los cambios de colegio o el inicio de la escolarización, las dificultades emocionales que acarrea la separación de los padres, una mudanza o las alteraciones hormonales y conductuales de la pubertad y adolescencia son circunstancias oportunas para probar la acción equilibradora de los elixires de flores.
• A los ancianos procuran aceptación de sus limitaciones, apertura de nuevos horizontes, «olvido» de penas y aflicciones y un general mejoramiento de su clima vivencial.
• También se usan en plantas y animales. Solemos referirnos a ellos diciendo «esta planta está triste», o «tal animalito está muy agresivo o hiperexcitado». En ese caso agregaremos al agua de riego o al bebedero unas gotas de la esencia seleccionada. Es usual encontrarlas en la consulta del veterinario sensible y en el campo o jardín del hortelano preocupado por el cuidado de nuestro sufrido ecosistema.
Una última reflexión: las esencias florales se inscriben en el marco de lo que denominamos medicinas holísticas, es decir, aquellas que apuntan a la curación integral del ser humano y lo abordan desde una perspectiva psicofísica, energética y espiritual. En ese sentido no deberá extrañarnos que algunos elixires, especialmente los de nueva generación y las orquídeas, estén indicados para la resolución de los aspectos más sutiles de nuestra interioridad, es otra más de las posibilidades que ofrece la delicada energía de una flor y que iremos viendo a medida que desgranemos los distintos sistemas florales.
LA ENFERMEDAD NO ES LO QUE PARECE
Lo que distingue al doctor Bach no solo es su simple e inofensivo método de curación, sino su visión de la enfermedad y la salud.
La enfermedad es, por esencia, fruto de un conflicto entre el alma y la mente…1.
Bach entiende por alma el lugar donde está escrito el camino que debemos seguir para evolucionar. Y agrega que quien se interpone en el camino del conocimiento es la propia mente, a la que entiende como una suerte de contenedor de nuestra personalidad, condicionamientos familiares, sociales y demás atavismos, la cual no tiene especial idea del proyecto que nuestra alma desea realizar:
… mientras nuestra alma y nuestra personalidad estén en buena armonía, todo es paz y alegría, felicidad y salud. Cuando nuestras personalidades se desvían del camino trazado por el alma, sea por nuestros deseos mundanos o por la persuasión de otros, surge el conflicto. Ese conflicto es la raíz de la enfermedad y de la infelicidad2.
No obstante, la enfermedad no es perjudicial ni cruel, es una llamada de atención:
… es en sí beneficiosa y existe por nuestro bien, y si se la interpreta correctamente nos guiará para corregir nuestros defectos esenciales (…) dejándonos mejor que antes, más grandes. (…) El sufrimiento es un correctivo para destacar una lección que de otro modo nos habría pasado desapercibido y que no puede erradicarse hasta haberse aprendido la lección3.
Pero también la enfermedad puede curarse, y para ello no serán sus síntomas los que nos entretengan, sino el modo de ser del sujeto que los porta:
No nos fijemos en la enfermedad, pensemos solo en cómo ve la vida el enfermo4.
Bach, a pesar de entender que cada individuo se enferma de acuerdo a cómo ve la vida, y la visión de la vida siempre es algo particular, afirma que hay una estrecha relación, entre los conflictos producidos por la lucha del alma y la mente, por un lado, y la ubicación de la enfermedad psíquica y física, por el otro.
Primero nos sugiere que «la propia zona del cuerpo afectada no es casual», ella tiene que ver con el mal psíquico que le diera origen y que incluso:
La naturaleza de nuestras enfermedades físicas nos ayudará materialmente a señalar qué desarmonía mental es la causa básica de su origen.
Y las inarmonías mentales que están en la base de la enfermedad son:
… el orgullo, la crueldad, el odio, el egoísmo, la ignorancia, la inestabilidad y la codicia (…); estas son las auténticas enfermedades, siendo su continuidad y persistencia lo que precipita en el cuerpo los resultados perjudiciales que conocemos como enfermedad (…) el conflicto habrá de reflejarse en el cuerpo físico. La enfermedad orgánica es el producto final, la última etapa de algo mucho más profundo. La enfermedad no es material en su origen5.
Este punto es muy interesante de rescatar, puesto que Bach es uno de los pioneros del siglo XX en teorizar acerca de la relación entre sufrimiento psíquico y órganos afectados, cuestión que años más tarde desarrollaría la medicina psicosomática y que en otra línea de pensamiento terminarían de divulgar en la década de los 80 los autores de La enfermedad como camino6 y Louise Hay7.
Veamos, pues, la relación causa/consecuencia que establece Bach entre conflicto alma/mente y síntoma psicofísico:
| CONFLICTO ALMA/MENTE | SÍNTOMA PSÍQUICO | SÍNTOMA FÍSICO |
| ORGULLO | Dificultad para ver nuestra propia pequeñez Pérdida del sentido de la proporción Autoengrandecimiento Arrogancia y rigidez | Rigidez y entumecimiento del cuerpo |
| CRUELDAD | Dificultad para sentir compasión y amor. Dificultad para comprender Inflingir dolor Negación del amor | Sufre de dolores físicos para aprender a no causar dolor |
| ODIO | Enfados violentos. Tormentos mentales Soledad e histeria | Problemas cardíacos |
| EGOÍSMO | Anteponer nuestros intereses al biende la humanidad o de quienes nos rodean. Introspección Neurosis, neurastenias y condiciones semejantes | No específica |
| IGNORANCIA | Negarse a ver la verdad Fracaso en el aprendizaje | Miopía, mala visión, audición defectuosa |
| INESTABILIDAD | Indecisión Traición a uno mismo y por consiguiente a los demás Debilidad | Desórdenes en el movimiento y la coordinación |
| CODICIA | Deseo de dominio y poder | Terribles enfermedades que los hacen esclavos de su propio cuerpo frenando sus deseos y ambiciones |
Sobre todos esos puntos Bach va aún más lejos, y en aquellos años escribe:
(No solo nuestras dolencias son consecuencia de nuestro psiquismo), sino que el mismo cuerpo es el hombre externalizado, es (el cuerpo) una manifestación objetiva de la naturaleza interna, es la expresión de sí mismo, es la materialización de las cualidades de su conciencia. (La cursiva es de Susana Veilai)8.
En 1930, en su pequeño manual de esencias, ya adelantaba lo que hoy es a todas luces una verdad incuestionable: que la no-materia, es decir, pensamientos y sentimientos, devienen en materia, es decir, en cuerpo:
Un pensamiento de miedo y la sustancia neuroquímica en la que se convierte van conectados en un proceso oculto, en una metamorfosis de la no materia en materia9.
Bach no habla de luchar contra el defecto, ya que al combatir lo malo que hay en nosotros aumenta su poder debido a que desviamos toda nuestra atención hacia él, sino de desarrollar la virtud opuesta. No obstante, esto no se logra sin un esfuerzo:
(la enfermedad) … obra bajo el imperio de ciertas leyes destinadas a producir un bien final con la presión que ejerce sobre nosotros, impulsándonos hacia la perfección (…) pero no se erradicará a no ser con un esfuerzo espiritual y mental10.
Veamos un poco más todo esto en el siguiente punto.
Según Bach, para lograr una perfecta curación deberemos desarrollar la cualidad opuesta a la que dio origen a nuestro mal, a saber:
Al respecto, sostiene que son tres los elementos que intervienen en toda curación: el paciente, el terapeuta o médico y las esencias florales. Dirá que los tres no son más que Uno:
La manifestación del poder de la Divinidad que mora en todo el Universo. (…) Porque el Universo es Dios hecho objetivo…11.
Al efectuar esta apreciación, el doctor Bach se desmarca definitivamente de la medicina convencional, sosteniendo que la curación es un fenómeno metafísico: el alineamiento con el Creador a través de la búsqueda en nosotros mismos de lo que no está de acuerdo con el orden cósmico, y no la supresión de la dolencia, cuestión de la que se ocupa, y muy bien, la medicina convencional que considera que la curación es una intervención física.
Para Bach, la ciencia médica no hace más que acallar la única voz de alarma del alma: el síntoma, acción esta que nos deja vacíos de conocimiento, porque la enfermedad siempre conlleva un mensaje que, de escucharse, opera a favor del crecimiento interior.
Esta función trascendente que asigna a la curación se observa en todos sus escritos y lo sitúan retornando a los orígenes de la terapéutica, a las tradiciones de la India e hipocrática, por mencionar las que él comenta. Para aquellas cosmovisiones, la enfermedad entrañaba la violación de algún principio universal, así es que la curación sobrevenía siempre y cuando se efectuara el «acto compensatorio», es decir, una acción de reparación: habrá que rectificar el error para así reinsertarse nuevamente en el ordenamiento perfecto. Ello se descubría y llevaba a cabo con la ayuda del sanador, el intermediario entre la mente y el alma del enfermo: el terapeuta.
No hay atajo para la humanidad. Hay que conocer la verdad12
afirma Bach.
EL TERAPEUTA: ¿CUÁL ES SU MISIÓN SEGÚN BACH?
¿Habló Bach de la entidad «terapeuta»?
Nos vamos a permitir citar dos cartas. La primera, que el médico galés envía al Consejo Médico General de Inglaterra en respuesta a una amenaza que dicho Consejo hiciera efectiva en su contra; la segunda, dirigida a sus colaboradores:
Al presidente del Consejo Médico General.
Estimado Señor:
Habiendo recibido la notificación del Consejo, relativa al hecho de trabajar con asistentes no cualificados, es para mí un motivo de honor informarle que estoy trabajando con varios, y pienso continuar haciéndolo en el futuro.
Como he informado previamente al Consejo, considero el deber y el privilegio de cualquier médico el enseñar a los enfermos y a los sanos a cuidarse por sí mismos. Dejo enteramente a su discreción las medidas que considere deba tomar al respecto.
Habiendo probado que las hierbas del campo son tan sencillas de usar y tan maravillosamente efectivas en sus poderes curativos, deserto de la medicina ortodoxa.
Sinceramente suyo, Edward Bach.
La segunda carta, dirigida a sus colaboradores:
Incluyo una copia de una carta enviada hoy al Consejo Médico General, que —en breve— prohibirá a cualquiera de nuestro equipo el visitar a los pacientes en sus hogares.
Los pacientes tendrán que venir a nosotros, o los padres y parientes a informarnos de la naturaleza del caso. Esto es algo que sabemos es muy correcto, ya que son aquellos que se esfuerzan los que se curan. Son el tipo de personas que serían capaces de subirse a una escalera, si fuera necesario, para destacarse, porque la masa de los sufrientes es tan grande que únicamente así podrán hacerse visibles por el terapeuta.
Ambas misivas son excepcionalmente ricas en contenido.
En la primera, Bach no solo deserta «oficialmente» del campo médico tradicional, sino que efectúa una ardiente defensa del auténtico ideal terapéutico:
Enseñar a los enfermos y a los sanos a cuidarse por sí mismos13.
Diciendo además que es un motivo de honor trabajar con quienes atienden esa consigna, independientemente de su no cualificación oficial.
En la segunda carta ratifica aquello sobre lo que insistiremos unas líneas más abajo que son aquellos que se esfuerzan los que se curan, e introduce la expresión terapeuta, palabra que engloba no solo a quienes son capaces de hacer brotar en el enfermo y con él la capacidad de sanarse a sí mismo, sino también a sus colaboradores y a quienes continuamos con su obra. Bach consideraba a sus seguidores con o sin cualificación oficial como terapeutas, siendo para él motivo de orgullo continuar trabajando con ellos en un futuro.
Al optar por la terapéutica, y sus terapeutas, en desmedro de la medicina y los médicos, Bach efectúa una elección que afirma que para curar no hay que graduarse en medicina ni estar oficialmente titulado, sino que hay que ser un terapeuta, un sanador, un religioso —recuerden la función trascendente que Bach concede a la curación o a un buen médico. Y en 1930 adelanta lo siguiente:
Parece totalmente posible que el arte de la curación pase de manos de los médicos —a no ser que los médicos se den cuenta de estos hechos y avancen con el crecimiento espiritual del pueblo— a manos de las órdenes religiosas o a manos de sanadores natos que existen en toda generación, a los que se les ha impedido seguir la llamada de su naturaleza ante la actitud de los ortodoxos14.
FUNCIONES Y DEBERES DEL TERAPEUTA
Bach nos da una idea de lo que a su entender debe ser la actitud del terapeuta frente a la cura. Establece con mucha claridad qué es deseable esperar de un terapeuta, cuál es su función, cómo debe trabajar y especialmente cómo se debe preparar:
Así pues, el médico (sanador, terapeuta) del futuro tendrá dos finalidades que perseguir, la primera ayudar al paciente a alcanzar un conocimiento de sí mismo y a destacar en sí los errores fundamentales que esté cometiendo, las deficiencias de su carácter que tenga que corregir y los defectos de su naturaleza que tenga que erradicar, substituyéndolos por las virtudes correspondientes. (…) El segundo deber será administrar los remedios (se refiere a los remedios florales) que ayuden al cuerpo físico a recobrar fuerza y ayuden a la mente a serenarse, a ensanchar su campo y a buscar la perfección, trayendo paz y armonía a toda la personalidad15. (Lo consignado entre paréntesis es mío.)
Bach sienta cara a cara al paciente y al terapeuta para que la fuerza del vínculo comience a actuar. De esta forma, mientras el primero va diciendo con la palabra y el cuerpo lo que le preocupa, el segundo recoge ese material con el que efectuará una doble tarea: 1) ofrecer una «devolución», una visión o lectura general de lo que obstaculiza el crecimiento del paciente a partir de lo que este exprese como unidad psicofísica y espiritual:
… abrir los ojos al que padece e iluminar la razón de su existencia16,
y 2) elaborar una fórmula floral personalizada.
El terapeuta tiene la función de aclarar o de iluminar con nueva luz el drama de su paciente, y dicha acción puede ser puesta en palabras, silencios, acciones específicas, un gesto o simplemente escuchando.
Esta doble intervención asegura que el paciente vaya gestionando una mejor comprensión acerca de sí mismo y de su enfermedad.
La función de aclaración y resignificación, por parte del terapeuta, de lo que el paciente dice no es arbitraria ni afirmamos que debe existir porque se nos acaba de ocurrir, tiene un profundo sentido, una larga historia, está en un todo de acuerdo con la obra de Bach y es absolutamente necesaria, por el momento.
Sabemos que desde antes de Hipócrates, en lo que a Occidente respecta, la curación iba acompañada de la comprensión del error cometido contra la Creación, error que se consideraba como productor de la enfermedad. De allí que Bach nos dice que el terapeuta
… tiene que poder aconsejar al paciente cómo restablecer la armonía requerida, qué acciones contra la unidad tiene que suspender y qué virtudes desarrollar…17.
La curación con esencias no es un acto mudo en el cual damos los elixires y ya está. La curación va acompañada de una amplificación de la conciencia. La enfermedad abandona el cuerpo al ser sustituida por la comprensión, y es misión del terapeuta trabajar en el mismo sentido que lo hacen las esencias: ayudando a que el paciente desarrolle la virtud opuesta. «Destacar», «iluminar», «aconsejar», son las palabras empleadas por Bach en referencia a la labor terapéutica.
Para Bach, el objetivo de la enfermedad es también la de revelar o señalar cuál es la acción que en contra de la Creación estamos cometiendo. Así advertimos que ambos, terapeuta y enfermedad, comparten idéntica misión.
Un buen terapeuta será, para Bach, aquel que acompañe al paciente al lugar de su dolencia18 para ayudarle a comprender, desde allí, el mensaje que ella encierra y sanar. Dicho de otra manera: si la enfermedad es la chispa de desinteligencia que surge entre la mente y el alma, el terapeuta, de la mano de su paciente, es el mediador que se ubica entre ambas. Al respecto, Bach escribió, haciendo referencia a Cristo, el más grande de los terapeutas de occidente:
… actúa para nosotros como mediador entre nuestra personalidad y nuestra alma… enseñándonos a obtener armonía y comunión con nuestro Ser Superior19.
Este es el sentido de que en la terapia floral exista un terapeuta. A veces es realmente difícil vernos a nosotros mismos, contemplarnos a la vez con bondad e imparcialidad mientras el dolor físico o moral nos consume. Es necesario que pidamos la asistencia de alguien que nos acompañe por ese camino de sombras.
El terapeuta es una esencia más
Un terapeuta, por otro lado, no está solo, sino que cuando se ubica en el lugar de la enfermedad lo hace de la mano de una esencia. Esencia que allí deja (entregándosela al ser que sufre) para que se continúe y consolide la tarea reparadora. Así, la Gran Obra nunca cesa y las siguientes veces que vea a su paciente el camino estará más despejado.
Enfermedad, terapeuta, esencia, una tríada en apariencia, pero que en realidad no es más que un binomio: enfermedad y esencia.
¿Quiere decir esto que podemos prescindir del terapeuta? No. Esto significa que el buen sanador es una esencia más. Pero ¿qué clase de esencia es el terapeuta?:
• Es la que agiliza el contacto de las otras esencias con el nudo del problema, cortando como un fino diamante las sutiles resistencias que se oponen a la cura.
• Es la esencia armonizadora, la que reviste a la fórmula de una unidad de acción, de un sentido que está en armonía con la historia que nos va desgranando el paciente.
• Es la esencia dinamizante, aquella que, energéticamente hablando, imprime su sello activo y propulsor a la mezcla.
• El terapeuta es una flor a la que Bach hace referencia a lo largo de toda su obra, porque es él mismo.
No desearía que estas líneas fueran interpretadas como que considero que no es posible el autotratamiento, es decir, la no intervención de un terapeuta. Lejos estoy de semejante afirmación. La autocuración es el ideal, es la verdadera aspiración, la completa realización del ser que por fin puede mirarse a sí mismo sin miedo. Ocurre que a veces esto tarda en llegar, y el desarrollo de un ojo autocontemplativo veraz puede acelerarse mucho si alguien nos enseña a mirarnos por dentro. Tal es mi experiencia personal.
Estas líneas son, por otra parte, un homenaje a todos los terapeutas florales, sin cuya intervención tantas veces altruista y desinteresada, sabia y consecuente, nada de esto podría ser posible.
Los deberes: Trabajo y preparación de un terapeuta floral
Terapeuta floral es todo aquel que utiliza las esencias florales como elemento principal o coadyuvante de su práctica asistencial.
Revisemos, pues, lo que Bach solicita a un terapeuta:
… que suprimamos de nuestra naturaleza nuestros propios defectos (…), que desde luego significará la victoria y luego, una vez liberados, estaremos en condiciones de ayudar a otros.
… haber estudiado profundamente las leyes que rigen a la humanidad y a la propia naturaleza humana de forma que puede reconocer en todos los que a él acudan los elementos que causan el conflicto entre el alma y la personalidad.
Cada caso requerirá un cuidadoso estudio, y solo quienes hayan dedicado gran parte de su vida al conocimiento de la humanidad y en cuyos corazones arda el deseo de ayudar, podrán emprender con éxito esta gloriosa y divina labor20.
Nos dice que coloquemos el énfasis en liberarnos de nuestros conflictos, en atravesar alguna experiencia de curación de nuestra propia enfermedad antes de decidirnos a escuchar nuestro «furor curandis», nuestro anhelo de curar a otros.
Hoy en día a la expresión «suprimir nuestros defectos» usada por Bach la llamamos de distintas maneras: «darnos cuenta», «lograr una integración», «disolver nuestra armadura». Esto y más en el sentido de reducir la angustia, incrementar nuestra capacidad de frustración, dejar de representar inconscientemente papeles más o menos estereotipados, para ser nosotros mismos. Ser sencillamente más felices. A esto es a lo que Bach nos invita.
Cómo solo puedo dar cuenta cabal de mi propia experiencia, diré que una de las vías efectivas para reconocer y aceptar nuestro «lastre personal» es involucrarse en un proceso psicoterapéutico que incluya el uso de esencias florales. No podremos «ver» en nuestros pacientes lo que mal hemos advertido en nosotros mismos.
Un terapeuta que no se conozca a sí mismo estará condenado a ser sordo y ciego, ya que la vista y el oído se agudizan solo con el ejercicio de volverlos hacia dentro. Un terapeuta que no se haya perdonado a sí mismo no podrá perdonar a sus pacientes; en vez de compadecerse ante el dolor y la ira se ofuscará y sentirá que es a él a quien el paciente quiere «tomar el pelo». Un terapeuta que no ha desarrollado la paciencia consigo mismo se impacientará ante lo que «tardan en cambiar» sus pacientes.
Bach, como hemos leído anteriormente, nos recuerda además que es importante el estudio profundo de las leyes que rigen a la naturaleza humana. Nos invita al aprendizaje y la excursión por la filosofía, la metafísica, la botánica, la psicología; Bach fue un gran psicólogo. Recordemos que, para Bach, la ignorancia es una de las siete enfermedades capitales del ser humano.
Y mientras solicita que también estudiemos minuciosamente a cada paciente, afirma que curar es una gloriosa y divina labor. Este punto es el eje alrededor del que gira la propia eficacia terapéutica: la vocación de servicio, la labor divina.
EL TERAPEUTA FLORAL Y LA VOCACIÓN DE SERVICIO
El médico español Pedro Quiñones21 realiza una muy interesante observación al afirmar que en los que estamos en esta profesión habita, en mayor o menor proporción, un mago, chamán, sacerdote, un médico del alma. Esta es una figura arquetípica que en toda sanación se constela entre terapeuta y paciente. Es el sustrato mítico, del cual depende la eficacia de la curación, y vive en el terapeuta bajo el nombre de vocación, y en el paciente como confianza y fe en el que cura.
No obstante, conviene recordar que este arquetipo que se estructura en el transcurso de la cura no nos pertenece solamente a nosotros, sino que es patrimonio de la humanidad toda, y que la exclusiva o insistente identificación con él, como con cualquier otra figura arquetípica, supone un enorme riesgo para la salud psíquica y espiritual: la inflación egoica, creer que tenemos el poder de sanar a los demás.
En el terapeuta floral, como en cualquier otro ser humano, solamente existe la posibilidad de curarse a sí mismo, acción esta que es imprescindible que el terapeuta ejercite permanentemente, como hemos visto. Habiéndola cultivado en sí mismo podrá reconocerla en su paciente y así ayudarlo en la evocación de sus propias fuerzas curativas.
La excesiva autoindulgencia y vanidad que el sanador albergue dentro de sí merced a una enfermiza identificación con el arquetipo del curador, restará todo beneficio a la cura. Cuando ello ocurre, el terapeuta deviene en «maestro», colocándose en el sitio del que «sabe de la vida del paciente más que el propio paciente», del que «tiene el poder de curar al enfermo, más que el enfermo a sí mismo». Priva al paciente del descubrimiento de su propio saber y recursos interiores, y contraviene la máxima floral y terapéutica: aquella que dice que el enfermo es su propio médico.
Bach tituló a su principal obra Cúrese a usted mismo para recordarnos que ese es el único camino que todo terapeuta debe servir.
EL PACIENTE FLORAL. LA NO-PASIVIDAD
Ninguna medicina sana si no estamos dispuestos a sanarnos. Los remedios, de todo tipo, son vehículos físicos de nuestra intención de sanar. Tal vez esta sea la razón por la que muchos placebos curan. El efecto placebo es el más maravilloso de los efectos: no hay ninguna «razón» para sanar, solo glucosa, y el enfermo sana.
No obstante, a veces no es tan sencillo, y no basta con tomar un remedio, hay que ocuparse de algunas cosas más. Veamos qué dice Bach:
Así pues, vemos que nuestra victoria sobre la enfermedad dependerá principalmente de lo siguiente: primero, hay que tener conciencia de la Divinidad que hay dentro de nosotros, por lo tanto, del poder de superar las adversidades; segundo, hay que saber que la causa básica de la enfermedad obedece a la falta de armonía entre la personalidad y el alma; tercero, tener la voluntad y la capacidad de descubrir el defecto causa del conflicto; cuarto, suprimir ese defecto desarrollando la virtud contraria22.
Bach asigna mucha importancia a la actitud del que padece con respecto a su cura. Solicita de él un profundo acto de fe, la creencia de que en él habita la Divinidad, por lo tanto, el poder de sanar; estar al tanto de que la enfermedad no es causa sino consecuencia de su contradicción interior; la capacidad para realizar un autoexamen objetivo y certero; y tiempo y compromiso en el restablecimiento de su equilibrio. Dice que de esto dependerá el triunfo sobre la enfermedad.
Convengamos que no es poca cosa lo que solicita del paciente. No basta con tomar las esencias, sino que su ingesta es beneficiosa si el territorio interior de cada uno está «bañado», por así decir, de las intenciones y resoluciones que especifico más arriba. Parece ser que más que importar un milagro que provenga de ellas, de las esencias, se trata del milagro que podamos gestionar con ellas. Nos pide un acto de conciencia, un reenfoque hacia dentro de la propia mirada.
Este simple gesto, el de la mirada interior, es el acto irreductible que separa al paciente floral del impaciente, y que hace necesaria la presencia de alguien que acompañe esa introspectiva, el terapeuta.
Esta, la del ojo interior, es a la vez la dificultad y la promesa que Bach nos ofrece. Dificultad, porque son muchas las personas que se sienten atraídas por la sencillez del sistema ignorando que les toca una responsabilidad: INVOLUCRARSE. Promesa, porque la re-visión interna y la realización personal siempre van de la mano. El autoconocimiento es garantía de expansión afectiva, mental, realizadora.
Así es que, uniendo nuestra voz a la de Bach, decimos que es imprescindible que el paciente se comprometa en su alivio. No podemos comenzar una cura —o autocuración— sin especificar con claridad:
• que del paciente depende su restablecimiento,
• que en la producción de su enfermedad él es un importante responsable,
• sinceridad consigo mismo, y
• constancia y compromiso.
… para lograr una curación completa (…) tendremos que actuar nosotros mismos dedicando nuestra capacidad para suprimir cualquier defecto en nuestra naturaleza, porque la curación final y definitiva, viene en última instancia de dentro23.
______________
1 Edward Bach, La curación por las flores, Edaf, Madrid, 1980 (reedición en 2012).
2 Ibídem.
3 Ibídem.
4 Ibídem.
5 Ibídem.
6 T. Dethlefsen y R. Dahlke, La enfermedad como camino, Plaza y Janés, Barcelona, 1990.
7 Louise Hay, Cómo sanar su vida, Urano, Barcelona, 1989.
8 Edward Bach, La curación por las flores, op. cit.
9 Deepak Chopra, Curación cuántica, Plaza y Janés, Barcelona, 2000.
10 Edward Bach, La curación por las flores, op. cit.
11 Ibídem.
12 Ibídem.
13 Pedro Quiñones, Historia de la terapia natural, Editorial Mandala, Madrid, 1992.
14 Edward Bach, La curación por las flores, op. cit.
15 Ibídem.
16 Ibídem.
17 Ibídem.
18 Y esto Bach se lo tomaba muy en serio, tal vez demasiado. A lo largo de los dos últimos años de vida solía experimentar, por pocos minutos, el mal que le traería a consulta su próximo paciente, tal como nos cuenta su biógrafa.
19 Ibídem.
20 Edward Bach, La curación por las flores, op. cit.
21 P. Quiñones, Historia de la terapia natural, op. cit.
22 Ibídem.
23 Ibídem.