1

Cuatro segundos

Cálmate. Respira.
 Sigue el camino correcto

 

Aquella mañana, como todas las demás, me senté cruzando las piernas sobre un cojín que puse en el suelo, posé las manos sobre las rodillas, cerré los ojos y durante veinte minutos no hice más que respirar.

Muchos dicen que lo más difícil de la meditación es encontrar tiempo para meditar, y no les falta razón. ¿Quién tiene tiempo hoy en día para no hacer nada? Es difícil justificarlo.

La meditación nos proporciona muchos beneficios: nos revitaliza, nos ayuda a estar presentes en lo que hacemos, nos hace más sabios y más amables, nos ayuda a gestionar un mundo que nos sobrecarga de información y comunicación, y muchas cosas más. Pero si todavía buscas un argumento de índole económica para dedicar tiempo a la meditación, apúntate este: la meditación te hace más productivo.

¿Cómo? Ayudándote a aumentar la capacidad para resistir las tentativas de distracción.

Las investigaciones han demostrado que la capacidad para resistirse a las distracciones mejora las relaciones personales, aumenta la fiabilidad y mejora tu rendimiento.1 Si puedes resistirte a ellas, tomarás decisiones más reflexivas. Serás más consciente de lo que dices y de cómo lo dices. Pensarás en las consecuencias de tus acciones antes de sufrirlas.

La capacidad de resistir un impulso determina el éxito para aprender un nuevo comportamiento o cambiar un viejo hábito. Seguramente, es la habilidad singular más importante para nuestro desarrollo y crecimiento.

Y resulta que es una de las cosas que nos enseña la meditación. También es una de las más difíciles de aprender.

Cuando me senté a meditar esa mañana, relajándome cada vez un poco más con cada espiración, mis preocupaciones se fueron esfumando. Mi mente se quedó completamente vacía de todo lo que me preocupaba antes de empezar a meditar. Todo, excepto el ritmo de mi respiración. Mi cuerpo se sentía feliz y yo estaba en paz.

Durante unos cuatro segundos.

Es el tiempo necesario para respirar hondo. Y con la respiración, me inundaron los pensamientos. En un momento dado, me picó la cara y quise rascármela. Se me ocurrió un título genial para mi siguiente libro y quise escribirlo antes de olvidarlo. Como mínimo, pensé en cuatro llamadas de teléfono que quería hacer y en una conversación complicada que debía afrontar más tarde aquel mismo día. Me empecé a angustiar porque sabía que solo iba a tener unas pocas horas para escribir. ¿Qué estaba haciendo allí sentado? Quería abrir los ojos y mirar cuánto tiempo me quedaba. Oí a mis hijos pelearse en la habitación de al lado y quise intervenir.

He aquí el pensamiento clave: quería hacer todas estas cosas, pero no las hice. Cada vez que tenía uno de estos pensamientos, volvía a concentrarme en la respiración.

Porque si cuatro segundos es todo lo que se necesita para perder la concentración, es también todo lo que se necesita para recuperarla. Cuatro segundos —una respiración— es todo lo que necesitas para evitar las reacciones viscerales y contraproducentes. Y cuatro segundos es lo que necesitas para tomar una decisión más consciente y estratégica con la que sea más probable conseguir lo que quieres.

A veces, no llevar a cabo algo que quieres hacer es un problema, como no escribir una propuesta que has estado posponiendo o no tener esa conversación complicada que has estado evitando.

Pero, otras veces, el problema es que que llevas a cabo algo que no quieres hacer, como hablar en lugar de escuchar o utilizar tácticas en lugar de estar por encima de ellas.

La meditación nos enseña a resistirnos a estas acciones contraproducentes.

Más adelante, expondré que es más sencillo y más seguro crear un entorno que facilite tus metas que depender de la fuerza de voluntad, pero a veces es necesario confiar en el simple y ya conocido autocontrol.

Por ejemplo, el autocontrol es útil cuando un empleado ha cometido un error y tú quieres gritarle, aun sabiendo que es mejor —para él y para la moral del grupo— hacerle algunas preguntas y discutir la cuestión de forma civilizada y racional. O cuando quieres decir algo sin pensar en una reunión, aunque sabes que lo conveniente es escuchar. O cuando quieres comprar o vender acciones basándote en tus emociones, a pesar de que los principios básicos y las investigaciones apuntan a un comportamiento diferente. O cuando quieres mirar el correo electrónico cada tres minutos, en lugar de concentrarte en lo que estás haciendo en ese momento.

Cada vez que meditas te estarás demostrando que la tentación es solo una sugerencia. Tú tienes el control.

¿Significa esto que nunca debes prestar atención a las necesidades inmediatas? Claro que no. Las necesidades nos dan información valiosa. Tener hambre es un buen indicio de que debes comer. Pero también puede ser un indicio de que estás aburrido o de que estás lidiando con una tarea complicada. La meditación te ayuda a tener poder sobre las necesidades, de forma que puedas tomar decisiones conscientes sobre qué llevar a cabo y qué dejar pasar.

Así que ¿cómo hacerlo? Si estás empezando, procura que sea muy sencillo.

Siéntate con la espalda recta para que puedas respirar con comodidad —en una silla, o sobre un cojín en el suelo— y pon un temporizador con los minutos que quieras meditar. Cuando empiecen a correr los minutos, cierra los ojos, relájate y muévete solo para respirar, hasta que se acabe el tiempo. Concéntrate en la inspiración y en la espiración. Cada vez que tengas un pensamiento o una necesidad, sé consciente de ella y vuelve a concentrarte en la respiración.

Eso es todo. Sencillo, pero exigente. Pruébalo —hoy— durante cinco minutos. Y pruébalo también mañana.

¿Y si no tienes cinco minutos? Pues pruébalo cuatro segundos.

Una pausa de cuatro segundos —el tiempo necesario para inspirar y espirar— puede ser suficiente para sustituir una mala decisión por otra más inteligente.

....

 

1 La investigación se basa en el conocido experimento de la nube de algodón que Walter Mischel, un profesor de la Universidad de Stanford, llevó a cabo con niños de cuatro años: www.ocf.berkeley.edu/~rascl/asets/pdfs/Berman%20et%20al.,%20Nature%20Communications%202013.pdf. Véase también I. M. Eigsti, et al., «Predicting cognitive control from presschool to late adolescence and Young adulthood», Psychological Science 17 (2006): 478-84; W. Mischel, et al., «Willpower over the life span: decomposing self-regulation.» Social Cognitive and Affective Neuroscience 6 (2011): 252-56; W. Mischel, Y. Shoda, y M. L. Rodríguez, «Delay of gratification in children», Science 244 (1989): 933-38; y Y. Shoda, W. Mischel y P. K. Peake, «Predicting adolescent cognitive and selfregulatory competences from preschool delay of gratification-identifying diagnostic conditions», Developement Psychology 26 (1990): 978-86