Capítulog I

Historias de vida y otras técnicas biográficas

Pep Ros

Porque, aunque el texto escrito fuese, de hecho, tan materialmente presente como ese interlocutor vivo que nos habla, su presencia era sólo la presencia de una ausencia, el reflejo de una realidad, el eco de una voz perdida que, a través de la letra, conservaba una parte de su sentido y su aliento.

(...) La memoria personal que a través del lenguaje entable diálogo con la memoria colectiva de la historia, tiene que construirse desde los planteamientos concretos de cada individuo inserto en un proyecto ilustrado en el que todo lenguaje “es algo y sirve para algo”. Y precisamente, como resultado de ese proyecto ilustrado, la escritura está ahí para ser preguntada.

E. Lledó (1992). El silencio de la escritura.

 

 

La cuestión de la transmisión de conocimientos, tradiciones, técnicas y todo aquello que se refiera al corpus y a la experiencia cultural es un hecho que ha acompañado a la especie humana desde sus inicios. El dar a conocer a las nuevas generaciones todo lo aprendido y adquirido es algo que ha preocupado al ser humano, quien, primero con el relato oral y después con la escritura, ha procurado, en un intento constante y progresivo, preservar y mejorar sus condiciones de vida. Este ejercicio de preservación (y de transmisión de los valores y conocimientos) que se ha revelado lo más efectivo posible para hacer frente a la existencia en su hábitat (y que le ha permitido desarrollarse), ha pasado de ser una práctica llevada a termino en el seno de los grupos humanos a convertirse en una técnica de investigación en diferentes disciplinas de las ciencias sociales.

El paso de la transmisión oral a la escrita, ya desde sus orígenes, tuvo ciertos detractores. Y no precisamente modestos, tal y como se desprende de un fragmento de Fedro, de Platón, citado por el profesor Xavier Antich. Se trata del fragmento que narra como el dios Teut, inventor de la escritura, el cálculo, la geometría y el juego de los dados y el tablero, explica a Tamus, rey de Egipto, la utilidad de todos ellos. Cuando habla de la escritura, Teut dice:

Esta enseñanza, oh rey, hará más sabios a los egipcios, y les aumentará la memoria, porqué es un remedio para ella, y también para la sabiduría.*

Pero Tamus, menos contagiado de la excitación del dios por el invento, le responde:

Tú, padre de las letras, por apego a ellas, les atribuyes poderes contrarios a los que tienen. Porque es el olvido lo que producirán en las almas de quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, y no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos. No es, pues, un remedio de la memoria, sino uno del recuerdo lo que has inventado. Apariencia de sabiduría es lo que proporcionas a tus alumnos, que no verdad. Porqué habiendo oído muchas cosas sin aprenderlas, parecerá que tienen muchos conocimientos, siendo, al contrario, en la mayoría de los casos, totalmente ignorantes, y además difíciles de tratar, porque han acabado por convertirse en sabios aparentes en lugar de sabios de verdad. (Citado en Antich, 2011, p.13).*

Esta respuesta, que cuestiona la validez de la escritura como sistema para transmitir el conocimiento, como método de preservación de la memoria, parece haber tenido escaso eco entre los académicos de la historia. Ciertamente, a lo largo de la historiografía, el recurso a los documentos escritos ha estado, y sigue siendo en muchos casos, el único usado con el fin de reconstruir, de conocer, de analizar, los hechos pasados. A lo largo de los siglos, ha tenido lugar una tendencia progresiva a desestimar todo aquello proveniente de la memoria, transmitido a través de la oralidad, para dar la máxima credibilidad, única en muchos casos, a los textos. Este ha sido un recurso propio de la tradición historiográfica occidental.

En otras culturas, el peso de la transmisión oral y de la memoria recae en sus miembros más ancianos. A través de diferentes recursos narrativos como mitos, leyendas, fábulas, metáforas o cuentos, los más ancianos han relatado aquello que los constituye como pueblo a las nuevas generaciones. Esta ha sido, en muchos casos, la única fuente de información y el único lugar al que recorrer para conocer su cultura. Y este ha sido un recurso ampliamente explotado en antropología, simultáneamente a su desarrollo y constitución como disciplina académica dentro de las ciencias sociales.

1.1. Los principales refierentes teóricos

La recuperación de la tradición oral como recurso para el estudio de la sociedad y la cultura empezó a desarrollarse en los ámbitos académicos de las ciencias sociales a partir del segundo cuarto del siglo XX para ir tomado forma y cuerpo a partir, sobretodo, de la década de 1960, cuando en el terreno de la sociología y la psicología social se recupera el método biográfico y, en historia, se consolida el movimiento de la historia oral. Estos movimientos de las ciencias sociales hacia el humanismo parten de la fenomenología como perspectiva teórica.

De acuerdo con Taylor y Bogdan, en ciencias sociales se han aplicado dos perspectivas teóricas: el positivismo i la fenomenología.

a) La primera, el positivismo, entroncado con el método científico aplicado a las ciencias naturales, arranca con August Compte y Émile Durkheim, entre finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX.

Los positivistas buscan los hechos o causas de los fenómenos sociales con independencia de los estados subjetivos de los individuos. Durkheim afirma que el científico social debe considerar los hechos o fenómenos sociales como cosas que ejercen una influencia externa sobre las personas. (Taylor y Bogdan, 1987, p. 15).

Esta interpretación de la ciencia social como una réplica de los modelos de la ciencia natural supone una visión de la realidad social, del ser humano, que epistemológicamente se manifiesta como una concepción basada en la completa objetividad. Una objetividad que parte de una voluntad empírico-analítica que no tiene en cuenta la variable temporal o, como mucho, la considera desde un punto fijo, sincrónico.

Desde un punto de vista teórico, las formulaciones positivistas deben estar bien ancladas a una base empírica, de otra manera no se entienden; este anclaje es lo que las sustenta, y sin él no pueden llegar a ningún resultado. Pero la cuestión subyacente e importante es la que apunta Pujadas refiriéndose al giro que toman estas bases empíricas al devenir dogma, perdiendo así el punto de partida de sus investigaciones y su razón de ser:

El positivismo tiende a construir un fetiche de sus normas técnicas y a abandonar la perspectiva de su objeto de investigación original: el ser humano y sus relaciones sociales. (Pujadas, 1992, p.9).

Finalmente, desde un punto de vista metodológico, el positivismo formula unas técnicas excesivamente (aunque no de forma exclusiva) centradas en la cuantificación. Convierte en variables abstractas (para que puedan ser cuantificadas) conceptos como el comportamiento humano y sus motivaciones, los sentimientos, las opiniones y las valoraciones. Prescinde así de una visión que contempla la relación establecida entre ese comportamiento del ser humano y la estructura social que pretende analizar. Su metodología, pues, prescinde de una concepción de la interrelación entre individuo e historia, de la participación del ser humano como miembro activo y agente de cambio en los procesos históricos a partir de su capacitad de imaginarlos y generarlos.

Taylor y Bogdan definen de manera clara y precisa la metodología en el terreno de las ciencias sociales:

El termino metodología designa el modo como enfocamos los problemas y buscamos las respuestas. En las ciencias sociales se aplica a la manera de realizar la investigación. Nuestros supuestos, intereses y propósitos nos llevan a elegir una u otra metodología. Reducidos a sus rasgos esenciales, los debates sobre metodología tratan sobre supuestos y propósitos, sobre teoría y perspectiva. (Taylor y Bogdan, 1987, p.15).

b) La segunda perspectiva teórica es la fenomenológica, formulada en los escritos de la escuela europea de pensamiento flosófico de Alfred Schütz y, derivada de éstos, en los trabajos de los sociólogos Berger y Luckmann1.

La fenomenología parte de una premisa según la cual los fenómenos sociales se pueden y se han de entender desde la perspectiva de los actores sociales, de los seres humanos, es decir, la realidad debe comprenderse a partir de la percepción que las personas tenemos, porque lo que nos afecta es, efectivamente, aquello real.

Y para poder captar esta realidad, para poder analizarla y diseccionarla, no son válidos los métodos cuantitativos propios del positivismo, sino que hace falta aplicar y utilizar métodos cualitativos que permiten recoger la percepción humana en su complejidad y, sobretodo, en su subjetividad. Se coloca el ser humano en el centro de la investigación, en el sujeto de estudio, en contraposición a la práctica investigadora positivista demasiado lastrada por las abstracciones empíricas, la deshumanización y el peso del cientificismo.

Weber introduce un concepto clave para el desarrollo de esta corriente teórica y para la definición de la sociología como una ciencia interpretativa de la acción social: el verstehen, la comprensión.

La comprensión como método de las ciencias sociales -en tanto que alejadas de la objetividad, del conocimiento preciso-, como metodología de investigación y búsqueda para conocer el significado de las acciones, para comprender las palabras, los actos y las conductas de las personas. Así, las técnicas de investigación cualitativas (la observación participante, la entrevista en profundidad, el método biográfico) generan datos descriptivos a través de los cuales acceder a esa comprensión. En definitiva, salen a relucir las creencias y los motivos subyacentes a las acciones del ser humano.

Pero la metodología cualitativa, es mucho más que un conjunto de técnicas de recogida de datos: es una manera de hacer frente al mundo empírico.

Reproducimos aquí el decálogo de Taylor y Bogdan (1987, p. 20):

1. La investigación cualitativa es inductiva.

2. En la metodología cualitativa el investigador ve el escenario y a las personas. Desde una perspectiva holística, las personas, los escenarios o los grupos no son reducidos a variables, sino considerados como un todo.

3. Los investigadores cualitativos son sensibles a los efectos que ellos mismos causan sobre las personas que son objeto de su estudio.

4. Los investigadores cualitativos tratan de comprender a las personas dentro del propio marco de refierencia de estas personas.

5. El investigador cualitativo suspende o aparta sus propias creencias, perspectivas y predisposiciones2.

6. Para el investigador cualitativo, todas las perspectivas son valiosas.

7. Los métodos cualitativos son humanistas.

8. Los investigadores cualitativos ponen el énfasis en la validez en su investigación.

9. Para el investigador cualitativo, todos los escenarios y personas son dignos de estudio.

10. La investigación cualitativa es un arte.

Los métodos cualitativos enumerados van incorporándose rápidamente y de forma casi “natural” al desarrollo de la práctica antropológica sobretodo gracias a dos autores que influenciaron y determinaron el crecimiento y asentamiento de esta ciencia social a lo largo del siglo XX: Franz Boas y Bronislaw Malinowski.

El padre del trabajo de campo como técnica de investigación etnográfica, Bronislaw Malinowski, reflexionaba entorno a esta cuestión en una de sus primeras monografías etnográficas publicada originariamente en 1922. Para Malinowski, una etnografía tiene que mostrar,

una visión menos estandarizada de la realidad social, que incluya no sólo los sistemas normativos y las instituciones más representativas, sino una visión de la sociedad ‘dinámica’ que incorpore las excepciones, las contradicciones y las variaciones (citado en Pujadas, 1992, p.11).

Malinowski reclama y pone de manifiesto un hecho trascendental en la interpretación de los fenómenos culturales que será recogido por la crítica humanista frente a las prácticas positivistas en el terreno de las ciencias sociales:

[...] aparte de los datos de la vida cotidiana y del comportamiento ordinario que constituyen, por así decir, su carne y su sangre, es preciso todavía registrar el espíritu de los indígenas: sus concepciones, opiniones y formulaciones.

Este objetivo es, en pocas palabras, captar el punto de vista del indígena, su relación con la vida, darse cuenta de su visión de su mundo. Debemos estudiar al hombre, y debemos estudiar lo que lo afecta más íntimamente, esto es, la influencia que la vida tiene sobre él. (Malinowski, 1986, pp. 75-78).

Para Pujadas, esta premisa

[...] tan solo es alcanzable en una práctica de la ciencia social que incorpore la subjetividad y la creatividad humanas, que muestre cómo los individuos responden a los constreñimientos de la estructura social, ensamblándose de forma idiosincrática a los universos sociales, aportando su propia experiencia humana concreta. (Pujadas, 1992, p.11).

De Franz Boas3, fundador de la escuela relativista en antropología, y de Edward Sapir, uno de sus discípulos (con sus estudios sobre lingüística y teoría antropológica, donde insiste en las estructuras profundas del lenguaje, convirtiéndolo en un importante cimiento del estructuralismo francés) aparecerá la Escuela Norteamericana de Cultura y Personalidad. Esta corriente, liderada por Kardiner, basará sus investigaciones en el método biográfico, de donde beberán diversas generaciones de antropólogos y antropólogas que marcaran el discurrir y la evolución de la disciplina (entre muchos otros, R. Benedict, M. Mead, E.H. Erikson y W. Dick).

En el campo de la sociología, esta metodología cualitativa va a ser poco menos que ignorada, tal vez por la omnipresencia y la relevancia de los trabajos de Durkheim, que equiparó el análisis estadístico con la sociología científica.

A pesar de todo, desviándose de la línea trazada, es de capital importancia la aportación que hizo a esta metodología la Escuela de Chicago con los siguientes estudios detallados sobre la vida urbana y las condiciones de vida en las ciudades, barrios y suburbios norteamericanos e historias de vida de delincuentes juveniles: The Hobo (Andersons, 1923), The Gang (Thrasher, 1927), The Ghetto (Wirth, 1928), The Taxi-Dance Hall (Cressey, 1932), Brothers in Crime (Shaw, et al. 1938) y The Jack-Roller, (Shaw, 1966). Pero la obra probablemente más destacada es el trabajo de Thomas y Znaniecki (1918-1920), The Polish Peasant in Europe and America, un estudio, ya clásico, sobre la vida de los emigrantes polacos en Estados Unidos y sus familias de origen basado en documentos personales. Volveremos sobre este trabajo.

En el terreno de la historia, el recurso de las fuentes orales despertó desde sus inicios un alto grado de desconfianza -decían sus críticos- por la carga subjetiva que conlleva la narración. Ciertamente, el desarrollo de la disciplina descansaba exclusivamente en el uso de las fuentes primarias y/o secundarias siempre y cuando fuesen textuales. Con todo, conviene recordar que el considerado padre y fundador de la disciplina, Tucídides, usaba fuentes orales. En el prefacio del Libro I de su Historia de la Guerra del Peloponeso se puede leer:

Porque los acontecimientos anteriores y los todavía más antiguos no podían ser conocidos con certeza a causa de la lejanía del tiempo, pero de las pruebas fidedignas que encuentro en mi búsqueda remontándome hasta donde me es posible, deduzco que no fueron importantes ni por lo que respecta a las guerras ni en ningún otro aspecto. (Tucídides, 1953, vol I, p.51).

No será hasta la década de 1960 y, sobre todo, a partir de 1970 cuando la recuperación de la historia oral estructura el cuerpo metodológico y teórico de la historia a partir de los trabajos de Ronald Fraser. Hasta entonces, este recurso se había aplicado casi exclusivamente a la investigación sobre el folklore. Fraser publicó dos obras de refierencia: Hablan los trabajadores (1970) y, sobre todo, Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral de la Guerra Civil española (1979).

En el primer trabajo, Fraser aporta el gran significado y la razón de ser de la historia oral: recuperar los testimonios olvidados por la Historia (en mayúsculas) para que dejen de ser un mero objeto, recuperar su voz para romper el silencio. En la segunda obra, recupera más de 200 testimonios de la Guerra Civil, haciendo visibles las vivencias e interpretaciones de esa población silenciada por una determinada historia narrada desde posiciones de poder (económico, político, social). Dándoles voz y haciéndolas visibles en la que será la piedra angular de esta corriente entroncada con la fenomenología. En definitiva, recordar las experiencias de aquella parte de la sociedad que no aparecía en los libros de historia, recuperar la memoria histórica.

Conviene no olvidar en este breve repaso a las obras de refierencia en historia oral el trabajo de Mills. Su principal aportación consiste en poner de manifiesto el cruce entre biografía, historia y sociedad para hacer más comprensible la estructura social presente en cada individuo. Asimismo, muestra que

no se puede (ni se debe) olvidar el papel que pueden tener estas historias de vida en la interpretación de los cambios sociales e históricos ni el peso y la responsabilidad de los individuos en estos procesos a través de sus cambios de mentalidad (Szczepanski, citado en Pujadas 1999, p. 9).

1.2. Terminología y definiciones

Historias de vida, relatos, biografías, estudios sobre la vida, método biográfico... son conceptos que han ido apareciendo en el texto sin que hayan sido definidos. En este apartado nos ocupamos de esta cuestión.

De acuerdo con Bertaux, el método biográfico o enfoque biográfico supone la adopción de los relatos de vida como nueva práctica empírica,

[...] una redefinición gradual de la aproximación global a la práctica sociológica. [...] El investigador que empieza a recolectar relatos de vida creyendo quizás utilizar una nueva técnica de observación en el seno de marcos conceptuales y epistemológicos invariables, se verá poco a poco obligado a cuestionarse estos marcos uno tras otro. y

[...] la adopción de una nueva técnica y construcción paulatina de un nuevo proceso sociológico, un nuevo enfoque que […] permitiría conciliar la observación y la reflexión. (Bertaux, 1999, p. 3).

Conviene diferenciar entre relatos de vida e historias de vida. Ambos conceptos son definidos por el sociólogo norteamericano Norman K. Denzin en su obra The Research act (1970) y recogidos por Bertaux. Según este autor, los relatos de vida, o life story en su acepción inglesa y récit de vie en francés:

Designan la historia de una vida tal como la cuenta la persona que la ha vivido [y] hacen que la investigación se centre en el punto de articulación de los seres humanos y de las jerarquías sociales, de la cultura y de la praxis, de las relaciones socioculturales y la dinámica histórica (Bertaux, 1999, pp. 1 y 3).

Se trata de la narración biográfica de un sujeto, extraída de él mismo (es él quién explica al investigador a través de una o varias entrevistas en profundidad que repasan su trayectoria vital), utilizada en numerosas ocasiones y publicada sin retocar o corregir el lenguaje, con la idea de reforzar su valor testimonial.

Por el contrario, las historias de vida (life history o historie de vie) que Pujadas ubica como el origen del método biográfico con su aparición en la obra de Thomas y Znaniecki (1920), servirían para:

Describir tanto la narrativa vital de una persona recogida por un investigador como la versión final elaborada a partir de dicha narrativa, y el conjunto de registros documentales y entrevistas a personas del entorno social del sujeto biografiado, que permiten completar y validar el texto biográfico inicial (Pujadas,1992, p. 13).

Dicho de otra forma, los relatos de vida formarían parte de las historias de vida como un elemento imprescindible de la construcción biográfica (o la narrativa de la vida del sujeto explicada por él mismo) de la persona objeto de estudio.

A través de estas narraciones biográficas se ponen en relación la persona y el grupo; el individuo y la sociedad; el ser humano y la estructura social. Pero esta labor resulta sumamente compleja en tanto que ha de trascender la dimensión privada y personal para penetrar en la esfera pública y general, en un recorrido de dos direcciones pero de múltiples sentidos que acaban por tejer una visión emic que conviene extrapolar. Como dice Ferrarotti:

cada individuo no totaliza directamente una sociedad en general, la totaliza a través de la mediación de su contexto social inmediato, de cuyos grupos restringidos forma parte (Ferrarotti, 1981, p. 23).

Pero para completar esta construcción biográfica de la manera más exhaustiva, completa y objetiva posible, en las historias de vida se usan otros materiales que contienen elementos vitales del sujeto: cartas, diarios personales, registros parroquiales o del censo, expedientes médicos, testimonios de familiares y de personas próximas...

Finalmente, dos tipos de documento relacionados con las historias de vida, aparecidos con anterioridad y usados de forma indeterminada, lo constituyen las biografías y las autobiografías. Géneros más literarios que científicos o académicos, se trata de escritos personales que pueden significar un complemento del material obtenido en las historias de vida. Junto con las biografías y las autobiografías (que pueden concretarse en memorias, confesiones y análisis), podemos encontrar otra serie de documentos como cartas (documentos epistolares), memorias, fotografías o documentos audiovisuales, diarios personales y todos aquellos registros y documentos generados a lo largo de su trayectoria vital por su relación con la administración y las instituciones.

Las fotografías, ¿memoria impresa por la luz?

Uno de estos elementos, la fotografía, como documento de trabajo en la investigación histórica y antropológica, ha disfrutado hasta no hace mucho del estatus o categoría de “documento objetivo” que ha servido para reforzar o contrarrestar, según los casos, las percepciones subjetivas de las narraciones biográficas. John Collier Jr.4, en Visual Anthropology. Photography as a research method, lo argumentaba de este modo:

La fotografía es un proceso legítimo de abstracción perceptiva. Es uno de los primeros pasos que ponen de manifiesto el proceso por el que las circunstancias en bruto se convierten en datos que pueden manejarse para el análisis y la investigación. Las fotografías son registros precisos de realidad material. (Citado en Naranjo, 2006, p.177).

La socióloga y antropóloga Sarah Dornier-Agbodjan ahonda en esta validez de la imagen fotográfica como fijadora de la realidad y receptáculo de la memoria en un articulo donde establece la relación entre los dos conceptos a partir de la teorización de Maurice Halbwachs, fundador de la sociología de la memoria. Dornier-Agbodjan utiliza la fotografía de familia como ejemplo para hablar de la memoria recurriendo a los marcos sociales establecidos por Halbwachs: el lenguaje, el tiempo y el espacio. En el primer caso:

El lenguaje es el que hace que la fotografía de familia se muestre plenamente, el que la consuma; por este motivo la fotografía lo provoca sin cesar. Irresistible provocadora de comentarios, la fotografía de familia sirve verdaderamente de cebo para el lenguaje. (Dornier-Agbodjan, 2004, pp. 124-125).

Es innegable el poder evocador de las imágenes; nos traen recuerdos, personas, experiencias, vivencias, amores, desastres, vida y muerte. Activan el mecanismo de la memoria que encuentra su máxima realización en su exposición a través del lenguaje, del habla, en su externalización: al mirar unas fotografías familiares tenemos casi la necesidad de explicar (y más cuando nos preguntan) quiénes son las personas que aparecen, dónde se encuentran, que hacen ahí, por qué están esas y porqué faltan otras, etc.

Cuando la autora expone el marco social tiempo, recuerda la función de máquina del tiempo de la fotografía, su capacidad de traslación instantánea:

La fotografía sintetiza el movimiento perpetuo entre pasado y presente; mediante su función de conservación traslada el pasado al presente y transporta a su espectador al pasado que ella conserva (ibid., 2004, pp. 126-127).

Dornier-Agbodjan recurre a Barthes (entre otros) para sustentar su argumentación sobre la autenticidad de la fotografía y su anclaje al marco tiempo, aunque adapta a sus intereses la exposición del autor francés:

Lo importante es que la foto posee una fuerza de verificación y que ese elemento verificador se refiere no sólo al objeto sino también al tiempo (Barthes,1950, citado en (Dornier-Agbodjan, 2004, pp. 124-125).

Finalmente, por lo que se refiere al espacio, la autora recuerda el vínculo entre grupo familiar y espacio: espacio modelado, adaptado, apropiado y interiorizado por las vivencias y experiencias del grupo. Este trabajo de vinculación e identificación con el espacio familiar queda reflejado en las fotografías, que, además de recuperar y evocar ese espacio concreto, permiten entablar diálogos con otros espacios:

El espacio fotografiado evoca los espacios contiguos que no han sido fotografiados. Son éstos los que constituyen lo que se llama el campo oculto (hors-champ) fotográfico, y, sin ellos, el espacio fotografiado tendría escaso sentido (Dornier-Agbodjan, 2004, p. 128).

Para cerrar este tema de la relación entre memoria colectiva (o familiar) y fotografía, convendría traer a colación una importante aportación de Pierre Bourdieu en la que pone de manifiesto la estrecha vinculación entre la voluntad de pertenencia y supervivencia del grupo y la función social y representativa de este tipo de fotografía:

[...] vemos que la práctica fotográfica existe -y subsiste-, en la mayoría de casos, por su función familiar o, mejor dicho, por la función que le atribuye el grupo familiar, como pueda ser solemnizar, y reforzar, en suma, la integración del grupo reafirmando el sentimiento que tiene de sí mismo y de su unidad. (Bourdieu, 2003, p.57).

Pero otros autores se han preguntado acerca de la validez de las fotografías como registros precisos de realidad material, como escribía Collier. En el mismo artículo de Sarah Dornier-Agbodjan encontramos un planteamiento que apunta en ese sentido. Citando a autores como A.M. Garrat y A. Muxel, la autora escribe:

La fotografía de familia funciona para el grupo familiar como un “lugar” de memoria por excelencia, hasta tal punto que la memoria del grupo se funde con las fotografías o incluso la fotografía se superpone a la verdadera memoria, se opone a ella y la borra. (Dornier-Agbodjan, 2004, p.129). La cursiva es de Garrat (1994).

En efecto, cada fotografía se considera un recuerdo y ya no se sabe si no es acaso la foto la que ha fabricado el recuerdo. El pasado se convierte entonces en aquello que se ve. (Dornier-Agbodjan, 2004, p.129). La cursiva es de Muxel (1996).

Esto nos lleva a plantear la validez objetiva de las fotografías, esa categoría de veracidad inscrita en la imagen y presentada (o tomada) como infalible: el registro de la realidad. En este sentido, las aportaciones de dos autoras, la segunda de ellas fotógrafa también, es de suma importancia. En 1973, Susan Sontag, y, en 1974, Gisèle Freund, en sus respectivos e imprescindibles libros Sobre la fotografía y La fotografía como documento social, cuestionaban todos los discursos que seguían la interpretación de las imágenes fotográficas como feles reflejos y manifiestaciones de la realidad. La imagen fotográfica es un constructo, una interpretación que el fotógrafo, profesional o aficionado, realiza a partir de los dictámenes y de los patrones culturales y sociales. Estamos imbuidos y empapados de determinadas concepciones que se reflejan y se proyectan en nuestra mirada y, consecuentemente, en nuestras fotografías.

Mediante las fotografías, cada familia construye una crónica-retrato de sí misma, un estuche de imágenes portátiles que rinde testimonio de la firmeza de sus lazos (Sontag, 2005, p.23).

Todos los usos talismánicos de las fotografías expresan una actitud sentimental e implícitamente mágica; son tentativas de alcanzar o apropiarse de otra realidad (Sontag, 2005, p.33).

Aunque un acontecimiento ha llegado a significar, precisamente, algo digno de fotografiarse, aún es la ideología (en el sentido más amplio) lo que determina qué constituye un acontecimiento (...) la contribución de la fotografía siempre sigue al nombre del acontecimiento (Sontag, 2005, p.26).

Por eso, más que cualquier otro medio, la fotografía posee la aptitud de expresar los deseos y las necesidades de las capas sociales dominantes y de interpretar a su manera los acontecimientos de la vida social. Pues la fotografía, aunque estrictamente unida a la naturaleza, sólo tiene una objetividad facticia. El lente, ese ojo supuestamente imparcial, permite todas las deformaciones posibles de la realidad, dado que el carácter de la imagen se halla determinado cada vez por la manera de ver del operador y las exigencias de sus comanditarios. Por lo tanto, la importancia de la fotografía no sólo reside en el hecho de que es una creación sino sobre todo en el hecho de que es uno de los medios más eficaces de moldear nuestras ideas y de influir en nuestro comportamiento. (Freund, 2006, p. 8).

La lectura de estas obras es un continuo toque de atención frente a las trampas que nos pueden jugar las imágenes fotográficas, frente a cómo éstas pueden modelar una determinada y sesgada visión de la realidad siguiendo unos patrones establecidos: ¿por qué se fotografían determinados hechos y no otros?, ¿por qué aparecen distintos decorados, fondos, situaciones... según las épocas?, ¿por qué seguimos utilizando las imágenes fotográficas (ahora en formato digital) para presentarnos y proyectarlas al infinito (redes sociales)? Frente a estos y otros muchos planteamientos y cuestiones no podemos hacer más que tratar a estos materiales con mucho respeto y, sobre todo, tenemos que saber interpretarlos y conjugarlos como aquello para lo que fueron creados.

1.3. Tipos de historias de vida

Numerosos trabajos antropológicos, históricos, sociológicos y psicológicos que beben de diferentes tradiciones y escuelas tienen en común la generación de una bibliografía que proyecta el foco de su investigación en el cambio social. Y una de las técnicas más recurrentes en este tipo de trabajos han sido las historias de vida. Carles Feixa (2006), antropólogo, profesor de la Universidad de Lleida, especializado en el estudio de las culturas juveniles, viene utilizando desde hace años las historias de vida como base en sus trabajos de investigación. Además, ha realizado aportaciones teóricas a la formulación y aplicación de esta técnica. En el año 2006 publicó el artículo La imaginación autobiográfica, dónde realiza un análisis exhaustivo de las diferentes tipologías de las historias de vida a través de su uso en la literatura antropológica. A continuación, presentamos un somero repaso comentado a las obras que Feixa expone en su artículo:

• La historia de vida como memoria de los vencidos

Kroeber, T. ([1961] 1984). Ishi, el último de su tribu. Barcelona: Antoni Bosch.

Ejemplo de la muestra de los trabajos biográficos testimoniales de los últimos representantes vivos de las naciones indias de Norteamérica. Esta obra, escrita durante el primer decenio del siglo XX, recoge la tradición de las biografías de los últimos salvajes que proliferaron a partir de la segunda mitad del siglo XIX, aunque con una ligera pátina científica. Se trata de una obra escrita por Theodora Kroeber a partir de las notas y apuntes realizados durante las sesiones de entrevistas i conversaciones que ella y su marido, Alfred L. Kroeber, director del Museo y del Departamento de Antropología de la Universidad de California (Berkeley) mantuvieron con Ishi. Ishi era el último miembro vivo de la tribu de los yahi, prácticamente exterminados en el año 1865, que murió en el año 1916, y al que acogieron en el museo durante sus últimos cinco años de vida.

El antropólogo “reescribe” en forma de “memoria” los recuerdos que el informante le ha facilitado oralmente; el intercambio se produce en condiciones de extrema asimetría; se presta escasa atención a las formas orales del relato y nunca se explicitan las condiciones de recogida de datos. (Feixa, 2006, p.6)

• La historia de vida como crónica de éxodos.

Thomas, W.I. y Znaniecki, F. ([1918-20] 1978). The Polish Peasant in Europe and America. New York: Dover.

Un clásico. Estudio sobre la emigración de los habitantes de zonas rurales de Polonia hacia Estados Unidos entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX atraídos por el progreso industrial y las oportunidades que ofrecía aquel país. Los autores trabajan casi exclusivamente con documentos personales: las cartas que estos emigrantes escribían y enviaban a sus familias del lugar de origen. Se trata de una propuesta metodológica rompedora, que plantea por primera vez la utilización de este tipo documentos:

como fuentes primarias de investigación científica [requieren de] un proceso deductivo que tiene que perseguir la síntesis de aquello concreto a partir de sus elementos abstractos, es decir, la reconstrucción del proceso completo de cada evolución personal (Feixa, 2006, p. 9).

• La historia de vida como biograma.

Balan et al. (1967). Movilidad social, migración y fecundidad en Monterrey metropolitano. Monterrey: Centro de Investigaciones Económicas de la Ciudad de Nuevo León.

La obra toma como refierencia la publicación del artículo The Nature Use of Biograms de Theodore Abel en la American Journal of Sociology el año 1947, donde se fija y define el concepto de ‘biograma’. El biograma, basado en la utilización de varias biografías (o relatos de vida) extraídas de un amplio segmento de población, sirve para realizar comparaciones sobre un mismo tema. Balan lo aplicará en su estudio sobre la movilidad social en la ciudad mexicana de Monterrey, realizando un total de 1640 relatos vitales: Movilidad social, migración y fecundidad en Monterrey metropolitano, publicación refierenciada y comentada en el tercer capítulo.

• La historia de vida como relato entrecruzado.

Lewis, O. ([1964] 1971). Los hijos de Sánchez. México: Moritz.

Dos aspectos destacan de esta obra. El primero es el hecho de centrar el relato en la historia de vida de todos los miembros de una familia que se traslada de un entorno rural a un entorno urbano y en cómo adaptan sus tradiciones al nuevo contexto. Retrato coral que aporta diferentes visiones o interpretaciones de la vida de la familia, este trabajo sirvió de base al autor para elaborar su propia teoría de la pobreza5.

El segundo aspecto a destacar es la difusión del uso de la grabadora:

como reconoce el autor, la grabadora es particularmente apta para estudiar a los pobres, que tienen una cultura ágrafa y a menudo analfabeta. De modo que el método se identifica con el objeto (Feixa, 2006, p. 18).

• La historia de vida como novela.

Barnet, M., (1979). La cancion canción de Rachel. Barcelona: Laia.

Publicada originariamente en el año 1970, este libro de poco más de cien páginas narra la vida de una cantante en un rutilante cabaret de La Habana. Destaca por la estructura narrativa resultante: a través del montaje de fragmentos transcritos de las diversas entrevistas realizadas a personas del entorno familiar y social de la cantante, recortes de prensa y letras de canciones, construye un fragmento de la historia y la sociedad de Cuba de los años 20.

Siguiendo este modelo, la reciente edición de Por favor, mátame. La historia oral del punk de Legs McNeil i Gillian McCain podría presentarse como una versión actualizada de la obra de Barnet. Los autores componen un retrato coral a través de múltiples entrevistas en fragmentos que siguen un hilo argumental y cronológico: el auge y declive del movimiento punk más allá de los estereotipos comerciales, ahondando en sus raíces arty y contraculturales.

• La historia de vida como película.

Portelli, A. (1985). Biografia di una città, Terni, storia e raconto. 1830-1985. Torino: Einaudi.

A partir de la muerte de un obrero durante unos enfrentamientos con la policía después de una manifiestación en contra de la entrada de Italia en la OTAN en el año 1949, Portelli realizó un trabajo sobre la historia de la ciudad de Torino a partir de entrevistas a 172 personajes implicados directa o indirectamente con aquel hecho. Una biografía de la ciudad, tal y como indica el título del libro. El resultado: un documento audiovisual tal y como lo entendemos en la actualidad. Una combinación de discursos intercalados, uso de flashback y, lo más interesante, intercambio del punto de mira entre el detalle (micro) y el panorama (macro). Según Feixa:

la aportación más original del libro es el procedimiento para montar el material autobiográfico, inspirado como Barnet en las técnicas cinematográficas, pero desarrollado mucho más sistemáticamente. (Feixa, 2006, p.24).

• La historia de vida como intercambio oral ritualizado.

Catani, M. y Mazé, S. (1982). Tante Suzanne. Une histoire de vie sociale. París: Librairie dels Méridiens.

De este relato destaca la doble autoría (el autor y la entrevistada), que refleja el intercambio oral realizado de forma ritualizada entre ambos. Supone una nueva aportación a las historias de vida ya que conlleva una nueva relación entre entrevistador y entrevistado. Relato íntegro donde prima más la dimensión ideográfica: los simbolismos y estructuras subyacentes al mismo. No es tan importante el hecho de explicar la vida de una modista jubilada en una casa en la periferia de París como la construcción subjetiva de ese yo, constructo que, según Feixa:

es congruente con las teorías de Dumont sobre el individualismo como eje de la modernidad. (Feixa, 2006, p.28).

Pero para establecer este tipo de relación y de discurso es imprescindible un interlocutor con presencia, fuerza interpretativa y memoria, que se deje llevar y incite a la vez al entrevistador: se pone de manifiesto la necesidad de un cierto elemento de seducción entre ambos.

• La historia de vida como hagiografía contracultural.

Romaní, O. (1983). A tumba abierta. Autografía de un grifota. Barcelona: Anagrama.

Obra centrada en la vida y milagros de un ex-legionario del ejército español que permite conocer el cambio de patrón de consumo de los derivados del cannabis (tema de la tesis del autor). La principal aportación de la obra se encuentra en que de la necesidad hace virtud: para estudiar este tema Romaní no disponía de fuentes escritas, de modo que recurre a las fuentes orales. El libro recorre la vida del Botas, que discurre de forma simultánea y paralela a los cambios culturales y sociales del país. Con todo, Feixa nos hace notar otro hecho relevante:

Contramodelo de las vidas de santos (hagiografías) que durante mucho tiempo han constituido la tradición central de la escritura autobiográfica en Occidente, la aportación de Romaní se inscribe en un género de vidas de héroes contraculturales (o contra-hagiografías) que conforman modelos de subjetividad y socialidad alternativos. (Feixa, 2006, p. 32).

• La historia de vida como antibiografía.

Terradas, I. (1991). Eliza Kendall. Reflexiones sobre una antibiografía. Bellaterra: UAB.

Imprescindible. De lectura obligada. A partir de las noticias del suicido de una joven trabajadora del textil en la Inglaterra de medianos del siglo XIX, Terradas reconstruye, siguiendo el camino inverso, la comprensión del funcionamiento del capitalismo industrial a partir de la marginalidad.

La antibiografía no escribe la vida de una persona pero nos habla de ella. Nos habla de aquello que se hace contra su vida, a su alrededor y sin contar con ella. La antibiografía es un conjunto de producciones culturales y actitudes sociales que convierte en personajes y en símbolos o emblemas a las personas que se tienen como insignificantes, a las personas cuya biografía no vale la pena escribir porque no puede considerarse original o significativa. (Terradas, 1992, p.13).

La antibiografía [...] es la parte de vacío o negación biográfica susceptible de revelarnos aspectos importantes del trato que una civilización tiene con las personas concretas. (íbid.)

Para demostrarlo y hacerlo, Terradas trabaja (paradójicamente) con material escrito: noticias aparecidas en la prensa escrita, la historia (Engels y el cartismo), el epistolario entre Marx y Engels, y la literatura (magníficos capítulos sobre la antibiografía en el Fausto de Goethe y en la poesía de Lepoardi).

• La historia de vida como dialógica.

Frigolé, J. (1997). Un hombre. Género, clase y cultura en el relato de un trabajador. Barcelona: Muchnik; Vinyes, R.; (1998). El soldat de pandora. Una biografia del segle XX. Barcelona: Proa.

Estas dos obras supusieron, en el momento de publicarse, una especie de mayoría de edad de los estudios sobre la Guerra Civil española. Trabajos realizados durante más de veinte años llegan a una plenitud gracias a las aportaciones de Frigolé y Vinyes. Uno y otro elaboran con sendas historias de vida la trayectoria de dos hombres comprometidos ideológicamente y con una profunda convicción ética. Uno y otro resiguen los cambios políticos, sociales y estructurales acaecidos en el Estado español a través de las vicisitudes, vivencias y experiencias de un labrador murciano, socialista, y de un comunista catalán de la comarca de la Noguera. Pero la presentación del texto de los dos autores es diferente. Mientras que Frigolé opta por la coautoría y la contextualización del relato con notas al pie que permiten que el lector se sitúe en cada momento histórico, Vinyes reelabora el discurso biográfico compuesto no solamente por la aportación del entrevistado, sino también por otras aportaciones (testimonios próximos, noticias en los periódicos, registros judiciales).

Todas estas obras ejemplifican el sentido básico de la fenomenología, de los métodos cualitativos de investigación en las ciencias sociales. Colocan su punto de mira en el individuo, en cómo lleva a cabo su relato de vida, ya sea de forma única, compartida o complementada con otros recursos, y se convierte en una herramienta interpretativa de la sociedad y de la historia, del cambio y de la continuidad. Ejemplifican también el giro en el foco de la investigación hacia aquellas historias de personas al margen de la historia, fuera de los grandes centros de decisión política que rigen los destinos de los hombres y las mujeres pero que, en cambio, explican sus consecuencias, sus implicaciones, sus transformaciones. Ponen de manifiesto la importancia de la experiencia vivida, de la interpretación de ésta y de su transmisión para conocer los mecanismos que han hecho posible nuestra sociedad.

* Traducción del editor

1. Para ampliar y profundizar en esta cuestión, ver Schütz, A. (1972). Fenomenología del mundo social. Buenos Aires: Paidós.

2. Base del conocido como proceso de extrañamiento, citado en el capítulo 3, donde también se desarrolla y se ejemplifica la aplicación práctica de este catálogo.

3. Es imprescindible su obra The mind of primitive man (1911), donde demuestra que no existe nin-guna relación entre raza y cultura, paradigma de la escuela Cultura y personalidad. Además, Boas también se significó y destacó al formular una importante crítica a la metodología comparativa, poniendo de manifiesto la necesidad, y ésta es su gran aportación a la antropología, de adoptar el método científico de inducción en la disciplina.

4. Antroplogo y fotógrafo. Trabajó para la Fiarm Security Administration. Miembro del Departamento de Antropología de la Cornell University (Nueva York) en los años 40. Profesor de Antropo-logía Visual en la San Francisco State University desde finales de la década de los 50 y profesor del San Francisco Art Institute.

5. Ver su formulación en: Lewis, O. (1981). Antropología de la pobreza. Cinco familias. México: FICE