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La fase REM

 

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La misma función cerebral que durante el sueño produce como por encanto
 un mundo totalmente objetivo, intuitivo y hasta palmario, ha de tomar
 igual parte en la representación del mundo objetivo de la vigilia.
 Pues ambos mundos, aunque diferentes en sustancia,
 están hechos no obstante con el mismo molde.

Arthur Schopenhauer,
 filósofo alemán pesimista

Estás intentando atrapar un tren que se dirige a un lugar distante. Atraviesas las puertas de la estación y levantas el brazo para mirar el reloj, pero cuando suena el pitido de la locomotora sabes que sólo te queda un minuto. Con el corazón acelerado, comprendes que si tus pies no son lo bastante rápidos para llegar a tiempo al andén, el tren se alejará dando resoplidos sin ti. La ventana del tiempo va cerrándose deprisa.

Ahora ves el tren echando humo. ¡Todos a bordo! Sin aliento, das un salto en el aire.

—¡Próxima parada, sueños!

A salvo una vez a bordo, ocupas tu asiento. El traqueteo rítmico de las ruedas relaja tu cuerpo, y aunque no estás del todo seguro de adónde te diriges, estás emocionado por ir allí.

Hemos explorado la idea de qué son los sueños, pero ¿cuándo tienen lugar? Garabateemos tres letras en nuestra pizarra vacía y limpia: R-E-M. No, no estamos hablando de la sensación del pop-rock de la década de 1990; hablamos de la fase en la que se producen los sueños mientras dormimos. Estas modestas letras no podían ser más importantes para el soñador lúcido. Descubramos por qué.

A principios de la década de 1950, Eugene Aserinsky estaba arruinado e intentaba mantener a su familia. Aunque no contaba con título universitario alguno, había conseguido convencer a la Universidad de Chicago de que le dejaran asistir como alumno de posgrado. Tras desempolvar una vieja máquina para electroencefalogramas encontrada en el sótano de un edificio de la universidad, sujetó los electrodos al cuero cabelludo de su hijo, Armond, para estudiar las pautas de su sueño mientras dormía.1 El joven aspirante a científico tomó nota de algunas lecturas curiosas: durante ciertos períodos de la noche, el cerebro durmiente de Armond cambiaba de pronto, como si el cerebro estuviera totalmente despierto.2

Aserinsky tenía bastante claro qué era lo que provocaba esta anomalía: su máquina estaba estropeada. «Si mi naturaleza fuera suicida, habría decidido que ése era el momento —recordaba Aserinsky—. Casado y con un hijo, llevaba ya doce años en universidades sin un título que enseñar. Había perdido los dos últimos años con esto. Estaba totalmente acabado.»3

Pero después de varios estudios más con otros sujetos, la anomalía parecía repetirse. Consultó con un veterano científico especialista en el sueño, Nathaniel Kleitman, y ambos advirtieron que durante esta fase del sueño se aceleraban el ritmo cardíaco y la respiración, y aumentaba la presión sanguínea. Observaron que en cuatro o cinco momentos de una misma noche, los cerebros de los sujetos que estudiaban, como una radio cambiando de frecuencia, de pronto pasaban a un estado de gran actividad, característico del estado de vigilia. Al mismo tiempo, los ojos de dichos sujetos se movían rápidamente hacia adelante y hacia atrás bajo los párpados cerrados.

Los resultados de estos experimentos condujeron a uno de los avances más importantes del estudio científico de los sueños. Los dos hombres demostraron que, en contra de lo que se creía hasta entonces, soñar no es sinónimo de dormir: soñar tiene lugar durante un momento específico mientras se está dormido.4

Cuando llegó la hora de poner nombre al descubrimiento, hicieron lo que cualquier científico que se precie haría y le dieron un nombre increíblemente aburrido: fase del Movimiento Ocular Rápido (Rapid Eye Movement: REM para abreviar). No obstante, aunque sea un nombre anodino, el descubrimiento era importante. El puente entre el mundo de la vigilia y el de los sueños se encontraba en el ojo del sujeto. La ciencia había entendido cuándo soñamos.

UN CEREBRO, DOS MUNDOS

El cerebro soñador podría ser más similar a nuestro cerebro en vigilia de lo que pensamos. Los profesores Llinás y Paré de la Universidad de Nueva York argumentan que el sueño REM y la vigilia son en esencia estados cerebrales similares.* La única diferencia está en los estímulos sensoriales que les llegan. Durante el día nuestra experiencia se configura mediante los aportes sensoriales del mundo exterior, pero cuando soñamos nuestra atención se vuelve hacia dentro. Nuestros pensamientos y memorias se convierten en los agentes activos a la hora de crear nuestra experiencia.**

* Paul R. Martin, Counting Sheep: The Science and Pleasures of Sleep and Dreams, Nueva York, Thomas Dunne Books/St. Martin’s Press, 2004.

** R. Llinás y D. Paré, «Of Dreaming and Wakefuless», Neuroscience 44 (1991), pp. 521-535.

REM y fases del sueño

Aunque no sabemos con seguridad por qué soñamos, conocemos algunos aspectos científicos de la naturaleza del sueño. A lo largo de la noche, alternamos entre dos fases principales de sueño: la no-REM y la REM. La fase no-REM (conocida también como sueño de onda lenta) se caracteriza por la emisión de ondas cerebrales lentas. Imaginemos la noche como si fuera una montaña rusa: mientras dormimos subimos y caemos en diferentes fases, como durante el recorrido ascendente y descendente de una impresionante atracción de feria.

Durante las primeras horas en las que estamos dormidos nuestra fase REM (período de sueño) es relativamente corta, cinco o diez minutos como mucho. La mayor parte de estas horas transcurren en no-REM. No obstante, a medida que avanza la noche aumenta la cantidad de tiempo en REM. Por la mañana, las otras fases del sueño desaparecen y, dependiendo de cuántas horas duermas, las últimas dos fases REM pueden durar ¡hasta cincuenta minutos cada una! Así es como transcurre una noche típica:

Fase 1: Mientras estás echado en la cama y empiezas a notar que tu cuerpo se adormece, ya estás entrando en la primera fase de sueño. Esta fase es el puente entre nuestra personalidad despierta y la soñadora. Durante este tránsito es posible experimentar imágenes, luces u otras sensaciones, que se conocen como imaginería hipnagógica. Es el período en el que puedes experimentar sacudidas hípnicas, esos estremecimientos aleatorios en los que das una patada o tienes una convulsión justo antes de quedarte dormido, algo habitual que tu perro o tu esposa conocen demasiado bien. Esta fase se identifica habitualmente como sueño crepuscular (más en la onda de La dimensión desconocida de Rod Serling que de los vampiros).

Fase 2: Es la fase preparatoria de tu cuerpo. Aquí ya te has quedado dormido, pero no profundamente. Hacia el final de la fase, mientras te preparas para el sueño profundo, tu cuerpo comienza a reducir el ritmo cardíaco así como la temperatura. Las cosas empiezaaaaan a raleentiiizaaaarse. Pero de momento nada de sueños, amigo mío.

Fase 3: Bienvenido al modo de reparación. En este punto estás profundamente dormido. Como un ordenador que vuelve a cargarse, tu cuerpo está reconstituyendo la masa muscular y corporal, arreglando órganos y tejidos y fortaleciendo tu sistema inmunológico.5

Entonces comienza nuestra ascensión de nuevo hacia el despertar, dejando atrás el dormir profundo. Como una montaña rusa, subimos al nivel de fase dos… luego uno… luego…

Fase REM: ¡Por fin! ¡Empieza lo divertido! Tu cerebro es un hervidero de actividad y parece que estés a punto de despertarte, pero la montaña rusa se queda en una meseta y tú entras en un lugar gratificante: la zona de los sueños. De hecho, tu actividad cerebral es tan similar a cuando estás despierto que si un científico monitorizara sólo tu cerebro, le costaría saber si estás desvelado o dormido. Acabas de entrar en la etapa más importante del soñador lúcido: el templo mismo de los sueños.6

¡Todos a bordo!

Sería difícil coger un tren sin conocer la hora de salida. Pero si sabes cuándo parte, es bastante fácil subirse de un brinco antes de que empiece a alejarse en la distancia. De modo similar, es importante saber cuándo tiene lugar el sueño REM porque es entonces cuando más sueñas. Para un soñador lúcido, esta información es oro puro. Si sabes cuándo sueñas, puedes dirigir toda tu energía de soñador lúcido a ese objetivo, aumentando las posibilidades de dar en el blanco. Alcanzar intencionadamente el último ciclo de sueño REM es una de las mejores herramientas para inducir el sueño lúcido, que recuperaremos en uno de los capítulos venideros. En el ciclo de los cincuenta minutos finales, esos sueños de las primeras horas de la mañana, es donde empieza nuestro viaje.

Resumen

El sueño tiene lugar sobre todo durante el período que se conoce como fase REM.

  Cuando entramos en fase REM, nuestro cerebro muestra pautas similares a la vigilia.
  Sin estímulos externos que configuren nuestra realidad, nos volvemos hacia el interior y creamos nuestra experiencia a partir de pensamientos y recuerdos.
  Saber cuándo se produce la fase REM será una de las herramientas más poderosas para inducir el sueño lúcido.
 

1 Chip Brown, «The Stubborn Scientist Who Unraveled a Mystery of the Night», Smithsonian Magazine, octubre de 2003.

 

2 William Dement y Nathaniel Kleitman, «The Relation of Eye Movements During Sleep to Dream Activity: An Objective Method for the Study of Dreaming», Journal of Experimental Psychology 53 (1957), pp. 339-346.

 

3 Tony Crisp, «Eugene Aserinsky» en la web Dreamhawk, 2011, <http://dreamhawk.com/interesting-people/eugene-aserinsky/>

 

4 DeGuzman y Morton, «REM Sleep».

 

5 Hartmut Schulz, «Rethinking Sleep Analysis», Journal of Clinical Sleep Medicine 2008, 4 (2), pp. 99-103. <http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2335403/>

 

6 «What Happens When You Sleep», National Sleep Foundation, <http://sleepfoundation.org/article/how-sleep-works/what-happens-when-you-sleep>