En mi juventud, era un desastre en lo que se refiere a salir con gente. Alargaba relaciones para no estar sola, y los hombres con los que salía no estaban disponibles emocionalmente ni en sintonía con mis necesidades. La pasaba muy mal. Me sentía rechazada por su aparente falta de interés, y furiosa porque ni siquiera parecía importarles lo suficiente como para preguntarme qué necesitaba.
Me gustaría compartir dos experiencias que me desestabilizaron y activaron mi patrón de apego, que tan arraigado tengo. Me conectaron con las mismas heridas, pero en apariencia eran historias muy distintas. A los 19 años tuve un novio que estaba muy absorto en el trabajo porque tenía su propia empresa. Tras los inicios de la relación, cuando esta se vuelve menos intensa, volvió a centrarse en su trabajo, que ahora sé que simplemente era lo que necesitaba hacer. No era un mal chico. Tan solo era una persona que estaba emprendiendo su propio negocio y, por tanto, estaba sometido a mucho estrés. Pero su distanciamiento progresivo me conectó con un sentimiento de abandono y comencé a experimentar ansiedad. Perdí peso y empecé a sentir que mi vida no tenía sentido. Me asusté, y la agitación que iba aumentando en mi interior se hizo tan intensa que me tuvieron que hospitalizar por ansiedad aguda. Cuando el médico me preguntó por qué estaba ahí, contesté: «Porque mi novio no me quiere». Mi miedo a estar sola estaba detrás de todo esto, y la transformación que había sufrido la relación en cuanto a su intensidad despertó en mí una profunda inquietud interna. No entendía lo que me estaba sucediendo. Sentía que me estaba volviendo loca. Leí todos los libros que pude sobre la codependencia; pero, a pesar de que me ayudaron, seguían sin explicarme lo que le estaba pasando a mi cuerpo.
Años después, me casé con un hombre que era completamente incapaz de establecer vínculos. Cuando empezamos a salir, yo no le daba importancia si no me respondía los mensajes. Pero, con el tiempo, me volví hiperreactiva a la más mínima señal de desafección. El choque entre su patrón evitativo y el mío, que buscaba el vínculo, se evidenciaba cada seis u ocho semanas. Me sentía atrapada en un ciclo sin fin, pero creía que el compromiso del matrimonio de algún modo acabaría con esta dinámica y me aportaría seguridad. Ahora para mí tiene sentido que, justo cuando comenzábamos a acercarnos más (y yo a sentirme más segura), él se apartara a causa de su pánico a la intimidad. Dejaba de mandarme mensajes y la comunicación se volvía monótona y escasa. A medida que se distanciaba, sentía cada vez más que no había nadie cuando miraba a la persona que estaba a mi lado. Todo mi cuerpo reaccionaba a su desvinculación. En una milésima de segundo se me aceleraba el corazón y el estómago me daba un vuelco, como si me estuvieran arrancando algo del cuerpo. Mi visión se tornaba borrosa y el pánico se apoderaba de mí. Cuando no podía recuperar la conexión con él, me colocaba en posición fetal y me sentía tan perdida y abandonada como de pequeña. Su incapacidad para conectar, y en particular su mirada vacía, me habían trasladado a mis primeras experiencias con el abandono. Era como si me hubieran despojado de todo tipo de sustento.
El inicio de mi edad adulta fue oscuro y confuso. No entendía lo que le sucedía a mi cuerpo ni mis emociones, y me sentía muy inestable. El cambio llegó cuando aprendí a reconocer mi patrón de apego, las respuestas automáticas de mi sistema nervioso y mis heridas internas. Pude echar la vista atrás y darme cuenta de que la ansiedad constante provocada por la separación había estado presente en toda mi vida. Eso me permitió encontrarles el sentido a mis sensaciones físicas y crear una base para la compasión y la sanación. Escribí este libro para ofrecerte justo esto: una comprensión profunda de lo que realmente le está pasando a tu cuerpo y de por qué has acabado siendo una persona que tiende a abandonarse a sí misma. Con esta guía, recorreremos juntos un camino de sanación que te aportará seguridad interna para poder desarrollar relaciones personales plenas.
Vamos a empezar con algunas preguntas. Responderlas con calma te ayudará a saber si tienes apego ansioso. Tratan sobre los sentimientos y las conductas que experimentamos cuando la infancia nos legó una gran cantidad de ansiedad totalmente legítima relacionada con la incertidumbre de si alguien permanecerá a nuestro lado o no. Algunas de ellas tienen que ver con la propia ansiedad, y otras, con el modo en que tratamos de protegernos de esta ansiedad. Por favor, trátate bien a la hora de responder las siguientes preguntas:
¿Sueles pensar continuamente en tu pareja actual, desatendiendo otros aspectos de tu vida?
¿Tiendes a hablar sin parar con tus amistades de tu pareja y su relación?
¿Abandonas lo que quieres hacer para adaptarte a lo que crees que quiere tu pareja?
¿Idealizaste a tu pareja en un principio y luego te decepcionaste al ver que no cubre tus necesidades a la perfección?
Si tu pareja no responde rápidamente a un mensaje, ¿se te dispara la ansiedad?
¿Te inventas teorías que expliquen el motivo por el que tu pareja no te contesta al momento?
¿Tratas de contactar repetidamente con tu pareja cuando no te responde al instante?
¿Estableces vínculos muy rápido y luego sientes mucha ansiedad al plantearte si será una relación duradera?
¿A veces amenazas con dejar a tu pareja cuando no te da toda la atención que reclamas?
¿Te apartas de tu pareja si no satisface tu necesidad de contacto?
¿Tienes prisa por restablecer la conexión cuando ha habido un conflicto e insistes en seguir hablando hasta que sientas de nuevo la conexión con tu pareja?
¿Aleccionas o culpas a tu pareja por no estar en contacto contigo tanto como necesitas?
¿Llevas la cuenta de las veces que tu pareja ha hecho algo mal?
¿Te enfadas fácilmente (contigo mismo o con tu pareja) si no está tan disponible como necesitarías?
¿Te planteas tener una aventura, o ya la tienes, para hacer que tu pareja se ponga celosa?
¿Revisas las redes sociales de tu pareja para conocer todos sus movimientos?
¿Miras el teléfono de tu pareja para ver con quién ha estado en contacto y asegurarte de que no te está mintiendo?
En primer lugar, debes saber que no pasa nada si te identificas con todas o alguna de estas conductas. Pronto comenzarás a entender por qué tienes esta tendencia y podrás sentir más compasión hacia ti. Puede ser doloroso o vergonzoso reconocer estas emociones y conductas. No obstante, el trabajo que realizaremos juntos también te ayudará a que te des cuenta del sufrimiento y el miedo que sientes, y de que mereces tener un apoyo a la hora de curar las heridas que te conducen a este tipo de reacciones en tus relaciones.
Empecemos por algo que tal vez te resulte extraño. ¿Qué pasaría si te dijera que para mejorar la calidad de tus relaciones te tienes que centrar en ti más a menudo? Seguramente es lo contrario a lo que has aprendido sobre ser una pareja cariñosa y solícita. Puede que incluso creas que, para recibir amor, tienes que dar y dar, como si el amor fuera algo que tuviera que ganarse. Pero es lo que repito una y otra vez: para cultivar relaciones sanas, necesitamos entendernos a nosotros mismos de forma profunda y sanar las heridas que nos han mantenido en este horrible ciclo, para así poder entrar en nuestra próxima relación de pareja sintiéndonos más fuertes y seguros de nosotros mismos. A este proceso de transformación lo denomino alcanzar la propia plenitud.
Cuando en una relación te muestras desde esta posición de empoderamiento, las estrategias para llamar la atención ya no tienen sentido. Además, también atraerás a personas que son más compatibles contigo. Tendrás herramientas para usar cuando aparezcan dificultades, y sabiduría para saber si ha llegado o no el momento de dejar una relación.
Como consejera de parejas durante más de 10 años, he ayudado a miles de mujeres y hombres a alcanzar su propia plenitud, así como a atraer y construir relaciones en las que hay más comprensión e intimidad. Me dedico a esto porque mi propia sanación me enseñó que es posible cambiar nuestra conducta cuando estamos en una relación. La clave para mí fue entender que tenía apego ansioso y que era mi patrón aprendido el que llevaba las riendas de mis relaciones románticas. La causa de este estilo de apego es una inseguridad profunda que a veces se manifiesta como una especie de adicción al amor. Un buen indicador de que estamos estancados en una relación de este tipo es que, a pesar de saber que nos hacen daño, seguimos atrapados en ella hagamos lo que hagamos, o atraemos el mismo tipo de relación una y otra vez, lo cual nos confunde y agota.
Me resultó de mucha ayuda entender que las primeras interacciones en mi infancia habían establecido este patrón en mi sistema nervioso, y que ahora se manifestaban en mi vida sentimental y adulta. Enfrentarme a ello significó ser realmente consciente de que, al tratar de usar las relaciones románticas para «arreglar» lo que una vez se rompió en mi interior, o para sentirme más completa, solo me traía más decepción y me hundía más. Tuve que parar, crearme una red de apoyo en la que pudiera confiar y pasar tiempo curando la ansiedad que mis padres, con toda su buena intención, habían anclado tan bien dentro de mí.
No se trata de culpar a nuestros padres de nada. Lo hicieron lo mejor que pudieron con lo que ellos mismos recibieron. Y, seguramente, nos quisieron de la forma que aprendieron a hacerlo; pero el amor no es lo único que se necesita para construir una base sólida para sentir seguridad en uno mismo. Para ello, se requiere que nuestros padres nos vean y estén presentes, incluso si somos complicados y estamos enfadados o tristes. También tienen que amar y sentir curiosidad por las personas en las que nos estamos convirtiendo, y apoyar todos los aspectos de nuestro ser. Si nos miran de verdad, ven cómo estamos por dentro y cuentan con las herramientas adecuadas para reparar los errores que hayan podido cometer. Todas estas cosas generan seguridad para que crezcamos como personas auténticas y con confianza. Estas experiencias con nuestros padres literalmente construyen nuestro cerebro y nos hacen capaces de tener relaciones plenas cuando estemos preparados para la amistad y el amor. Tal vez lo más importante de todo esto es que interiorizamos a nuestros padres como compañeros de viaje que conforman el núcleo duro de una especie de comunidad interior que nos servirá de apoyo durante toda nuestra vida. Más adelante indagaremos más sobre el cerebro y esta interiorización.
A muchos padres simplemente no les dieron lo que habrían necesitado para proporcionar este tipo de seguridad, y cuando interiorizamos a nuestros padres, también nos llevamos su ansiedad, rabia o ausencia. Y luego es trabajo nuestro repararlo. Debo decir que este proceso de curación ha sido el más difícil que he hecho jamás. Significó revisitar heridas del pasado, lo que poco a poco me permitió ir cambiando las expectativas sobre las relaciones que tenía arraigadas. El mayor catalizador para realizar este trabajo fue la ruptura de mi primer matrimonio. Al volver a estar soltera, tuve que enfrentarme a la soledad, la confusión y el miedo. Me di cuenta de que la relación había destapado las profundas heridas que habitaban en mi subconsciente, de modo que podía sanarlas. Durante esta época, empecé a buscar relaciones de amistad emocionalmente seguras y a confiar en amigos que se mostraban cariñosos y consistentes. Esto me ayudó a sentirme segura mientras reparaba mi mundo interior. Sus cuidados me dieron la seguridad que necesitaba para realizar esta tarea, y también calmaba mi sistema nervioso. Sé que interioricé estas relaciones porque, mientras escribo estas palabras, puedo sentir su apoyo bondadoso como comunidad. Y, poco a poco, a medida que me iba curando, no me perdí en amores románticos como había hecho anteriormente. Este proceso me aportó calma interior, estabilidad, conocimiento de mis necesidades y confianza en mí misma, cosa que nunca imaginé que fuera posible. Finalmente, me condujo a mi compañero actual, con quien establecí un vínculo seguro. En esta relación, comencé a integrar todo mi crecimiento y consciencia, lo que nos permitió alcanzar una intimidad verdaderamente profunda y satisfactoria. Como resultado, me siento apoyada por mi pareja de una forma que nunca antes había experimentado, y soy capaz de mostrarle el mismo nivel de apoyo y aceptación. Con independencia de en qué momento del camino te encuentres, el proceso de transformación que exploraremos juntos en este libro también te permitirá a ti entender lo que necesitas para sanar viejas heridas y poder cultivar relaciones sanas, amorosas y estables. Este es mi deseo al escribir este libro.
En los tres primeros capítulos, nos centraremos en profundizar nuestra comprensión sobre nuestro ser y nuestras conductas en las relaciones. Esto nos permitirá desarrollar la sabiduría y la compasión necesarias para abrazar aspectos nuestros que rechazamos. Esta concienciación y aceptación establece la base para el cambio.
Comenzaremos analizando dos tipos de estilo de apego, que surgen en la infancia y que hacen que las personas se relacionen de un modo determinado en la edad adulta, especialmente en las relaciones más íntimas. Algunas personas pueden haber desarrollado un estilo de apego ansioso como el que he descrito antes, que es el que tenía yo. Esto debemos diferenciarlo de los sentimientos que se nos despiertan a todos al inicio de una relación. Debido a que todo es nuevo y desconocido, la dinámica no siempre sale a la luz al principio. Pasamos por sentimientos muy variados, y tiene sentido que a veces todos nos preguntemos si podemos arriesgarnos a dejarnos llevar y a mostrarnos vulnerables. Puede resultar confuso, porque la relación empieza con un sentimiento de dicha y entusiasmo, pero luego asoman los miedos a la intimidad y se activan nuestras heridas internas, con lo cual nos sentimos perdidos y desconcertados.
El apego ansioso surge de un sentimiento muy profundo de inestabilidad interna, donde las viejas heridas hacen que anticipemos, una y otra vez, el abandono. Estos sentimientos se pueden traducir en conductas que, irónicamente, apartan a nuestra pareja: mandar decenas de mensajes seguidos, mirar a escondidas su celular, obsesionarse con sus publicaciones en las redes sociales o mostrar inseguridad y celos. Detrás de este tipo de conductas se esconde el miedo, así como una necesidad desesperada por mantener a la otra persona cerca y que nos preste atención. ¿El resultado? Dolor, agitación y, en última instancia, relaciones inviables.
Este libro está escrito para la gente que tiene apego ansioso, pero también puede ser útil para entender el estilo de apego opuesto. El apego evitativo también se construye con las experiencias de la primera infancia, en la que los padres no estaban presentes o no estaban disponibles emocionalmente. Pero las personas con apego evitativo desarrollan distintos tipos de estrategias. Al ver que es peligroso confiar en los demás en una relación, las personas con un tipo de apego evitativo aprenden a protegerse a sí mismas, poniendo distancia en el plano afectivo. Suelen centrarse mucho en su carrera profesional y apartarse cuando acecha la intimidad. Son muy críticas con sus parejas, lo cual a menudo es el motivo por el cual terminan una relación. Me dejaron muchas veces de este modo. Nos centraremos en estos dos tipos de estilo de apego, porque suelen atraerse mutuamente como los insectos a la luz.
En el siguiente capítulo, exploraremos el mundo de nuestras partes más infantiles. Nos referiremos a ellas como nuestro niño interior, que aprendió lo que tenía que hacer para mantener el vínculo con sus padres. Necesitamos mostrar compasión al observar que nuestras conductas que más nos desagradan fueron esenciales para permanecer conectados con los que eran los seres más importantes de nuestra vida. Estas primeras pérdidas nos conducen a heridas de las que tal vez no éramos conscientes, pero que hacen que sigamos comportándonos de la misma forma en la edad adulta.
Habiendo comprendido esto, en el último capítulo de la primera parte podemos explorar cómo el baile ansioso-evitativo en relaciones adultas tiene su origen en estas experiencias de la niñez. Dos personas que buscan una relación amorosa caen en el patrón que conocen para protegerse, debido a estas heridas de la infancia. Esto conduce a lo que Melody Beattie denomina «codependencia».1 Una definición muy corta de codependencia sería tratar de controlar las emociones y los comportamientos de la otra persona para no tener que experimentar nuestros propios sentimientos dolorosos. Persona ansiosa: «Si puedo hacer que estés cerca de mí, no tendré que sentir el miedo al abandono que me carcome por dentro». Persona evitativa: «Si puedo mantener la suficiente distancia contigo, no tendré que experimentar la vulnerabilidad que amenaza con hacerme sentir el vacío dentro de mí». En realidad, los dos miembros de la pareja dependen del otro para sentirse protegidos, pero de un modo que tan solo garantiza más malestar para ambos. Las personas evitativas se convencen aún más de que hay que evitar las relaciones, y las personas ansiosas, que están más en contacto con sus emociones, padecen un enorme sentimiento de abandono cuando tratan, por todos los medios, de darse mucho al otro para mantenerlo a su lado. Examinaremos a fondo esta dinámica.
En la última parte de este capítulo, veremos el tipo de heridas que conducen a conductas todavía más destructivas, como son la adicción al amor en casos de personas ansiosas y el narcisismo en el caso de personas evitativas. Por el hecho de haber experimentado yo misma este tipo de relaciones, conozco de cerca el dolor que generan y la necesidad de que los que establecemos vínculos de forma ansiosa curemos las heridas que nos hacen vulnerables.
Luego abordaremos la parte central del libro: sanar nuestras heridas y alcanzar la propia plenitud. Realizaremos juntos este recorrido. Tal vez la lección más importante que aprendí cuando traté mi apego ansioso fue que el hecho de enfrentarme a mis miedos más profundos al abandono, a la soledad y a no sentirme merecedora de amor era la clave para alcanzar una plenitud sana y poder tener una relación equilibrada. Cuanto más ignoremos estas partes heridas y vulnerables, más tiempo experimentaremos relaciones dolorosas, que nos hacen sentir el mismo miedo y abandono que nos resulta tan familiar porque marcó nuestra infancia.
A los seres humanos no nos gusta el dolor, y muchas veces hacemos cualquier cosa para evitar enfrentarnos a algo que nos resulta doloroso. El trabajo interno para alcanzar la propia plenitud, que incluye identificar dónde se ubica este dolor y tratar con amabilidad estas heridas, no es una excepción, hasta tal punto que muchos de nosotros viviremos toda nuestra vida sin atender a nuestro dolor. Incluso cuando instintivamente sentimos que así es como podemos librarnos de vínculos insanos, a menudo huimos del trabajo interno porque no contamos con la suficiente ayuda como para entrar en contacto con este miedo y dolor tan profundos. Nuestra sociedad nos suele animar a realizar este trabajo solos, pero es importante contar con las personas adecuadas, ya sea un terapeuta o un par de amigos que sepan escuchar con atención y sin juzgar. Además, tengo el privilegio de acompañarte yo también en este camino a lo largo de este libro. Trabajaré contigo para ayudarte a desarrollar tu propio sistema interno de apoyo. Si te permites sentir cómo los demás te cuidan y te escuchan, eso también generará una sensación de seguridad, que es un ingrediente vital (y que muchas veces falta) para alcanzar la plenitud. Esta red de seguridad externa calmará tu sistema nervioso, establecerá una comunidad interior de apoyo y permitirá que adquieras consciencia para poder responder de forma distinta cuando surjan tus necesidades de apego. Con el tiempo, sentirás mucha más seguridad y confianza.
Empezaremos con un ejercicio introspectivo que nos ayudará a desarrollar lo que se denomina «interocepción», que consiste en escuchar las sensaciones de tu cuerpo para entrar en contacto con tu mundo interior. Es ahí donde nuestras heridas permanecen almacenadas y protegidas hasta que alguien nos ayuda a curarlas. Podemos entrar en contacto con nuestra parte más infantil, nuestro niño interior, abrazar sus experiencias y conocer a nuestros protectores internos y a nuestros apoyos internos. Como yo estaré a tu lado y además buscarás otros acompañantes (amigos de confianza o un terapeuta), tendrás todo lo que necesitas para realizar esta parte del camino.
Como ya habremos desarrollado esta capacidad para escucharte por dentro, en el siguiente capítulo tu niño interior empezará su viaje de sanación. A lo largo de tu vida, puedes realizar tantas veces como quieras los ejercicios guiados que hay en él, que le darán a tu niño el apoyo que necesita. Para acompañarte, grabé estas meditaciones* para poder hacerlas juntos. Esta parte del trayecto a veces resultará dolorosa, porque entraremos en contacto con el miedo y la angustia que te han marcado desde tu infancia. Pero podrás superarla sin problemas, porque, al escucharte por dentro, te tratarás con amabilidad y cuidado, y con ello estarás construyendo unos recursos internos que tendrás para toda la vida. Esta transición hacia la propia plenitud es posible porque eres lo suficientemente valiente como para realizar este trabajo.
En el último capítulo de la segunda parte, exploraremos el movimiento que va desde el hecho de darte a los demás en exceso (abnegación) a la autorrealización o plenitud. Es decir, lo que sería el resultado final de todo este trabajo interior. Repasaremos por qué tipo de narrativas y lógicas nos hemos movido, y celebraremos la nueva plenitud que poco a poco te irá inundando, a medida que ayudemos a sanar a tu niño interior y a fortalecer tus propios apoyos internos. Hay un ejercicio guiado para fortalecer tanto la propia plenitud como un sentimiento de gratitud creciente por tus nuevos cimientos sólidos y estables.
Llegados a este momento, estaremos listos para avanzar hacia la tercera parte. ¿Qué te parecería tener una relación de interdependencia en una relación de pareja? En este tipo de relación, ambos miembros de la pareja gozan de la suficiente seguridad interior como para no depender exclusivamente del otro para sentirse vinculados y como para estar a gusto en un contexto de intimidad que va aumentando. Al mismo tiempo, pueden contar el uno con el otro para apoyarse. Podríamos decir que ninguno de los dos abandona ni invade al otro. Emprender una relación de este tipo supone, a la vez, un reto y una recompensa. Significa desarrollar nuevos límites tanto internos como externos (capítulo 7), para poder trabajar en los aspectos que lo requieran y que así se refuerce la relación en vez de romperla (capítulo 8), y recurrir a los recursos que nos ofrece el universo para mantener una vida que esté continuamente renovando su capacidad para manifestar amor (capítulo 9).
Creo que las personas entran en nuestras vidas por algún motivo, y que cada persona con la que nos cruzamos lleva consigo una lección que ofrecernos. Tan solo necesitamos mostrar una actitud abierta para recibirla. Visto de este modo, podríamos decir que la naturaleza subyacente de todas las relaciones es de tipo espiritual. Esta es la razón por la que el proceso hacia la plenitud es también un viaje espiritual en el que buscamos conectarnos, no solo con nuestro ser interior, sino también con una fuente incondicional de amor y ayuda, que es tan grande que no se puede definir con palabras.
Este viaje hacia el interior es un gran misterio. Puede que sintamos que algo divino nos apoya, que nunca estamos solos y que el universo realmente nos cubre las espaldas. La neurociencia relacional también nos dice que estamos hechos para este tipo de conexiones que nos ofrecen seguridad y apoyo, que llenan nuestro cuerpo con los neuroquímicos que producen los lazos cariñosos y seguros.2 Al confiar en esta conexión espiritual y con la ayuda humana adecuada, empezaremos a actuar de forma más espontánea y creativa, incrementando nuestras posibilidades de vivir un amor sano. A medida que vayas sanando, te sentirás más seguro en el mundo, en tus relaciones y contigo mismo.
Esto debería ser una motivación para el viaje que estamos a punto de iniciar, un camino a través del cual te comprenderás mejor y podrás sanar tus heridas, de modo que ya no buscarás fuera todo lo que necesitas para sentirte a salvo y poder crecer. El trabajo que contienen estas páginas (que incluye meditaciones guiadas y ejercicios para ayudarte a navegar por tus necesidades y heridas emocionales más profundas) está diseñado para iluminar las partes de tu mundo interior que requieren amor y cuidado, para animarte a explorar las dinámicas que marcaron tus relaciones anteriores y que nos dan pistas sobre tus partes más vulnerables y dolorosas. Avanza en la lectura de este libro a tu ritmo y dedica todo el tiempo que necesites para profundizar en tu mundo interior. Juntos podemos hacerlo.
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