Los científicos han encontrado el gen de la timidez. Lo habrían encontrado hace años, pero se escondía detrás de un par de genes más.
Jonathan Katz, comediante
La idea tradicional de la timidez es que algo difícil o incluso traumático nos ocurrió para que seamos de esta forma. Pero ¿y si no fuera así? ¿Es posible que seamos tímidos desde que nacemos? Decidí investigar. ¿Y qué mejor opción para empezar que un peludito?
El perro Bobby solo tenía unas semanas de nacido cuando lo conocí. Aunque tuve un perro cuando era niña, aquel día una parte de mí se sintió tan ansiosa como si estuviera a punto de comprar un bebé. Por supuesto, nunca compraría un bebé, por múltiples razones, pero ustedes me entienden. Los cachorros aterciopelados estaban todos en un gran corral con su mamá. Una cacofonía de Cavapoos. Eran ridículamente lindos, todos revolcándose, jugando y contoneándose.
Allí de pie, mirando a los cachorros, me enfrenté a la responsabilidad de elegir al nuevo miembro de nuestra familia. Sin presión.
Analicé a los cinco lomitos y me quedó claro que todos eran diferentes. Un par parecían bastante salvajes. Mi marido y mi hijo nunca habían tenido un perro, así que un can fuera de control dando vueltas por la casa podría ser demasiado para ellos. Y entonces, al fondo del corral, vi una bolita de pelos bastante redonda y reservada. Parecía cauteloso, como si estuviera pensando si ir a ver por qué tanto alboroto. Me agaché a saludarlo y dejé que me olisqueara. Antes de darme cuenta, estaba pegado a mis piernas, olfateando, así que lo levanté. Se acurrucó en mi brazo y se quedó dormido… una pequeña lapa peluda. Mi corazón se derritió en un charco en el suelo. Y eso fue todo, llamé a los demás y les dije que vinieran a conocer a nuestro nuevo perrito.
Bobby tiene ahora cinco años y es exactamente igual que ese día, tranquilo y precavido. Cuando juega con otros perros se queda en la parte posterior del grupo, ladrando de vez en cuando para animarlos. No le gustan las peleas, los enfrentamientos ni los ruidos fuertes. Es sensible al estrés y a los disgustos. Si hay cambios hormonales en casa (no los míos, obviamente), se altera y tiembla. Cuando me siento mal se adhiere a mí como si tuviera pegamento y se asegura de que esté bien. Bobs es un amante, no un luchador.
La razón por la que les hablo de Bobby es, en parte, porque soy mamá de un perro, así que puedo estar hablando de él todo el día, pero también porque su naturaleza tranquila forma parte de su esencia. Estoy convencida de que Bobs nació tímido. Cuando lo conocí solo tenía unas semanas de nacido y nunca había salido de casa; estaba con su madre y sus hermanos, no había sufrido nada estresante o traumático, no lo habían obligado a cantar en un escenario ni a leer un poema delante de su clase. Él es como es, y por eso lo queremos.
Pero en lugar de basar mis teorías en un lomito, veamos qué opinan los expertos. Te alegrará saber que han mantenido el tema de los peluditos.
Los científicos han investigado si la timidez forma parte de nuestra personalidad observando a gatitos adorables y peludos, y a monos bebés diminutos. Descubrieron que desde una edad muy temprana alrededor de 15% de los pequeños y esponjosos bichitos se mostraba más indeciso y reservado. Estos tímidos monos y gatitos bebés tenían mayor propensión a estresarse cuando se separaban de sus madres y a ponerse nerviosos cuando conocían a gente o animales nuevos. Llegaron a la conclusión de que, como los peluditos eran tímidos desde pequeños, la timidez formaba parte de su esponjosa constitución genética. ¡Así que Bobs y yo teníamos razón!1
Pero ¿qué pasa con las personas? Supongo que también tiene sentido fijarse en los seres humanos.
Creo que nací tímido, pero mi educación para ser bueno y tranquilo también me frenó. Mi hija no es tan tímida, pero tiene miedo de hacer las cosas mal, aunque le diga que no se preocupe.
Simon
Según los científicos, hasta los 18 meses no somos conscientes de que estamos separados de los demás seres humanos. Es entonces cuando se forma nuestro sentido del yo. Y dado que la timidez está vinculada a sentimientos de autoconsciencia y juicio, algunas personas creen que no puede existir antes de esa edad. Esta escuela de pensamiento implicaría que los bebés no pueden ser tímidos.
Sin embargo, si has estado con algún bebé últimamente, estoy segura de que sabrás que algunos se ponen más nerviosos y se asustan más ante personas que no conocen que otros. Algunos bebés lloran cuando son cargados por desconocidos. Algunos parecen más sensibles a la gente nueva y a las situaciones inciertas; otros son más reservados y tranquilos, y están menos dispuestos a dejarse cargar por cualquier adulto que pase o a ser levantados en el aire por cualquier persona.
Yo soy gemela. Mi hermano Ben es 10 largos minutos mayor que yo. Y no, antes de que preguntes, no somos idénticos. (Siempre me sorprende la cantidad de gente que me lo pregunta; la razón por la que no somos idénticos es sencilla: él es hombre y yo soy mujer, así que no somos iguales en algunos aspectos básicos). En cualquier caso, mi hermano es un buen tipo, muy tranquilo e inteligente. Vive en Canadá con su mujer y sus tres hijos, y le encanta correr, andar en bicicleta y, por alguna razón que no puedo entender, acampar. ¿Por qué les hablo de Ben? Bueno, como parte de mi investigación para este libro, me sometí a hipnosis, y en este punto es donde las cosas se ponen un poco extrañas. Honestamente, esto es tan extraño que ni siquiera puedo creer que lo esté compartiendo, no es algo en lo que alguna vez creería o experimentaría, pero he empezado a darme cuenta de la increíble herramienta que es el cerebro.
Bajo hipnosis presencié el momento en que nací: ahí estaba yo, en la panza de mi madre, y mi hermano se había hartado de estar encerrado, así que se dispuso a salir. (Después de todo, es un aventurero). En mi memoria, incluso le hice un gesto con la mano. ¡Adiós! Me quedé sola y pensé: «No, estoy bien. Creo que me quedaré aquí. Es agradable». Tal vez estaba feliz de tener, por fin, un poco de paz y tranquilidad después de todos esos meses de estar apretujada con mi hermano.
En la sesión recordé la sensación de estar sola, y me gustó. Asimismo, recordé el sentirme a salvo en un ambiente cálido donde nadie podía verme ni alcanzarme. Y eso también me gustó.
Como podrás imaginar, a mi madre no le entusiasmaba la idea de que pasara otros meses allí. Con 1.90 m, creo que ella estaba harta de ser más ancha que alta. Al parecer los médicos también esperaban que saliera, así que pidieron refuerzos y tomaron algo muy parecido a una bomba para destapar inodoros con la que me sacaron a rastras, pataleando y gritando.
No tenía ningún motivo para quedarme. De hecho, uno pensaría que querría estar con Ben, o al menos seguirlo. Literalmente, no había influencias externas en este punto. No experimenté sentimientos de miedo, tan solo no me interesaba mucho salir a la luz, me gustaba la sensación de seguridad que me daba el estar escondida. Aún me gusta. Así que, aunque admito que no se trata de una investigación estrictamente científica, parece que incluso antes de nacer era tímida. Esta experiencia y estos recuerdos me hacen pensar que fui tímida desde el principio y que la timidez es una parte innata de mi personalidad.
El cerebro tímido
Mi madre es bastante tímida y mi padre callado; siento que la timidez forma parte de mi personalidad. Siento que nací tímida, que es mi estado predeterminado.
Sarah
Los científicos han descubierto pruebas de que la timidez forma parte de la estructura de nuestro cerebro. Los expertos en personalidad consideran que la timidez está relacionada con el «temperamento threctic», vinculado a un sistema nervioso sensible y excesivamente susceptible a las amenazas y los conflictos.
Nuestro cerebro tiene una especie de gran botón rojo de «alerta» que los científicos denominan «sistema de inhibición conductual». Cuando algo malo o aterrador está a punto de sucedernos nuestro sistema nervioso da la alarma. Todo el mundo tiene un botón de alerta, pero varios de nosotros poseemos un sistema de cableado más afinado y sensible. Por eso algunos somos mucho más susceptibles a las cosas que dan miedo, somos más propensos a querer evitar el dolor, el castigo, el miedo y el peligro. En lo personal, creo que es una forma muy inteligente de ser, de modo que Bobby (el perro) y yo estamos predispuestos en ese sentido.
Al parecer las personas tímidas tenemos un montón de cosas químicas en el cerebro que nos hacen ser así. Se ha sugerido que nuestro hipotálamo (una pequeña región en la base del cerebro) es más sensible a los cambios nuevos, aterradores o aleatorios, y que nuestra amígdala es más excitable.
Otra teoría es que nacemos con más norepinefrina, la hormona del estrés, recorriendo nuestro cuerpo. Cuando nuestro cerebro piensa que ha ocurrido algo estresante, la hormona inunda nuestro cuerpo, disparando el flujo sanguíneo y aumentando nuestro ritmo cardiaco, lo que nos hace estar más alerta. Cuando nos asusta una situación nueva, con más norepinefrina zumbando por el cuerpo, nos sentimos más tímidos que alguien con menos norepinefrina.
Hablemos del tono vagal…
… y no, no es un ejercicio para la zona pélvica.
El vago es uno de los principales nervios de nuestro sistema nervioso parasimpático. Baja por el cuello, atraviesa el pecho y desciende hasta el estómago, enviando señales al cerebro para informarle de lo que ocurre en nuestros órganos, siendo su función principal calmarlos. Cuanto más fuerte sea el tono vagal de una persona, mejor podrá calmarse, ralentizar su respiración y su ritmo cardiaco, así como equiparar y regular los niveles de glucosa en la sangre en una situación de estrés. Es otra función corporal que distingue a los bebés desconfiados de los que no lo son. Los bebés y niños con un tono vagal más bajo tienen más probabilidades de ser tímidos.2
Los científicos también han descubierto unas asimetrías en el eeg frontal derecho que pueden determinar la timidez, la cautela y la inhibición del comportamiento en nuestra personalidad. Estos patrones cerebrales pueden predecir qué niño pequeño se convertirá en un niño mayor tímido. Han demostrado que los bebés con mayor asimetría frontal derecha relativa son más propensos a retraerse ante el estrés leve, mientras que los bebés con el patrón de activación opuesto son más proclives a acercarse a las cosas que les dan miedo.3
¿La timidez está en nuestros genes?
Al igual que yo, mi madre y mi abuelo han tenido que vencer la timidez, así que quizá haya alguna tendencia genética.
Aoife
Parece que la timidez puede formar parte de nuestra constitución física; es una función de nuestro cerebro. Pero ¿está la timidez en nuestro adn? ¿Es posible heredar la timidez de los padres, junto con esos ojos brillantes?
En un estudio realizado en 1996, la profesora Cathy Mancini, de la Universidad McMaster en Canadá, estudió a padres con ansiedad social y a sus hijos para ver si los niños también la padecían. Descubrió que 49% de los niños tenía algún tipo de trastorno de ansiedad, un porcentaje muy superior a la media, lo que sugiere que la ansiedad social se transmite de padres a hijos.4
La timidez es parte de mi personalidad. Actualmente tengo 67 años, y me tomó hasta los 50 aceptar cómo soy en realidad y no sentirme inferior por ello. Mis hijos son tímidos y retraídos, y uno de mis nietos también lo es. Quiero que sepa que es estupendo tal como es.
Ann
Me preguntaba si mi timidez era hereditaria o si yo era una rareza en mi familia, pero había ciertos indicios. Mi padre se ha interesado especialmente por mi proyecto «El poder de la introversión». Un día descubrí, no por él, sino por algo que dijo mi madre, que mi padre es tímido. No tenía ni idea. Mi papá es un profesor exitoso, ha salido en la tele, conoció a la Reina, escribió libros y ha dado conferencias por todo el mundo. ¿Cómo iba a ser tímido?
¿Crees que tuvimos una conversación al respecto? No seas ingenuo. Somos tímidos. Le envié un correo electrónico. Hay que reconocer que él se sintió bastante raro al hablar conmigo de esas cosas, ya que es algo íntimo. Prometí que todo sería confidencial, quitando la parte de publicarlo en mi libro. ¡Cómo nos reímos!
En fin, te toca a ti, papá:
Tal vez nací tímido. Creo que mis padres eran tímidos. Mi papá encontró formas de lidiar con ello, pero mi mamá nunca lo logró. Al principio, muchas de mis experiencias de timidez (y todavía, hasta cierto punto) estaban relacionadas con hablar en público. Todavía me cuesta hablar en cualquier situación que se sienta competitiva. «Sienta» es la palabra clave. Pero he aprendido a lidiar con ello al decirme a mí mismo que soy lo suficientemente bueno, que tengo algo interesante o valioso que aportar. Y a veces funciona.
Cuando aparece la timidez tengo la sensación de intentar reunir fuerzas para tratar de superarla. Y luego fastidio, por ejemplo, por una oportunidad perdida. Sin duda afectó mis relaciones personales cuando era niño y luego adolescente. No me afectó mucho en la escuela, en el salón, cuando me siento muy seguro de mí mismo, la timidez desaparece. Me perjudicó en mi primer trabajo, y entonces decidí que tenía que afrontarlo, así que en mi segundo empleo me convertí en profesor, lo que me obligó a enseñar y, en cierta medida, a actuar. Esto me impulsó a encontrar la manera de afrontar con éxito el problema.
La diversidad es algo positivo en cualquier empresa humana; de lo contrario, tenemos el pensamiento de grupo y una gran probabilidad de que las decisiones no sean óptimas porque no se habrán explorado todas las posibilidades. Es fácil que los debates estén dominados por los más ruidosos, y es importante que cualquier líder se asegure de que todas las contribuciones sean escuchadas y tomadas en cuenta.
El genial padre de Nadia, Steve
Así que la timidez nos viene de familia, y me alegro de que haya salido a la luz; bueno, a través del correo electrónico y de un libro. La timidez está en nuestro cuerpo, cerebro y genes. Para muchos de nosotros ha estado ahí desde el momento en que ese pequeño montón de células empezó a crecer hasta convertirse en nosotros. Si nuestros padres son tímidos, es más probable que nosotros también lo seamos. Y si nacemos tímidos, es más factible que nos convirtamos en niños tímidos y luego en adultos tímidos.
Me rompe el corazón porque mi hijo también es tímido. Hago todo lo que está en mis manos para que su infancia sea mejor que la mía.
Azalia
¿Eso significa que va a formar parte de nosotros y de nuestra vida para siempre? ¿Deberíamos meternos bajo las sábanas, revolcarnos en el sofá y pedir otra pizza extragrande solo para nosotros?
Por supuesto, debemos querernos tal como somos, pero aferrarnos a la etiqueta de tímidos y abrazarla contra nuestro pecho mientras nos escondemos del mundo no va a ser una forma divertida de vivir. Si queremos, podemos mover la aguja. Podemos ser más fuertes, más valientes y poderosos. Si queremos.
Siempre hay margen para trabajar en nosotros mismos y desarrollarnos. Se trata de comprender nuestra timidez y aprender a trabajar con ella, no de intentar cambiar nuestra personalidad y sustituirla por otra más fuerte. Por eso, este libro no se titula Tímido, sino El poder de la timidez.
PUNTOS SOBRE LA TIMIDEZ
•Está demostrado que la timidez es un rasgo químico de nuestro cerebro.
•Muchas personas tímidas creen que nacieron tímidas.
•El sistema nervioso de una persona tímida puede ser más sensible a las cosas nuevas, inciertas o que dan miedo.
•La timidez puede estar en nuestro adn y ser hereditaria.
NOTAS