Nací el 10 de mayo de 1923, en Calatayud, en pleno Aragón, unos meses antes del levantamiento del general Primo de Rivera1. Los primeros años de mi vida se desarrollaron, pues, en un ambiente de paz y trabajo que debió ser muy agradable para mis padres y las personas mayores relacionadas con ellos. Mi familia es aragonesa por los cuatro costados; mi padre,2 de Lécera, cuenta que sus antecesores son del rincón del Bajo Aragón que se extiende, poco más o menos, desde Belchite a Caspe, con centro en Híjar y Albalate del Arzobispo, y con algún pariente extendido por el Maestrazgo castellonense, hacia Morella. Algunos, hoy, andan por la zona de Tortosa, mientras que otros se corrieron, hace ya muchos años, hasta Barcelona, antro devorador de aragoneses. Mi madre3 es zaragozana neta, de la misma ribera del Ebro, con su casa a menos de cien metros del Pilar. Allí fuimos muchas veces, en vacaciones, hasta poco antes de nuestra guerra. La reforma de la plaza del Pilar echó a tierra la casa y la clínica veterinaria de mi abuelo, heredada por mi tío Manolo, y la sustituyó por lo que hoy se llama “Hospedería del Pilar”. Siempre oí decir a mis parientes maternos que ellos, “los Peralas”, procedían de Austria-Hungría y que eran italianos, de donde deduzco que debieron ser de la zona norteña de Italia, ocupada tanto tiempo por Austria, y que su marcha obedecería a alguno de los trastornos que sacudieron a dicha región en el siglo XIX. Sin embargo, mi primo Manolo Perala4, que anduvo viajando por el norte de Europa, se quedó admirado al ver los cientos de “Peralas” que había en la guía telefónica de Helsinki, lo que, unido al aspecto rubio, blanquísimo, nórdico, de mi madre, mis tías, alguna de mis hermanas y mi hija, hace sospechar que quizá provengamos de las simpáticas tierras finlandesas.
Los “Monzones” me dan la impresión de que no se han significado por su entusiasmo por el trabajo manual, sino por la facilidad para lanzarse a hablar y escribir, para arrollar a los demás a fuerza de ímpetu (quizá como los famosos vientos) y de habilidad dialéctica, para apasionarse y alcanzar puestos de responsabilidad. Hay tradición, en la familia de mi padre, de encontrar antepasados con cargos públicos (el más antiguo parece ser un inquisidor general5 en los siglos XVI-XVII), muchos canónigos y beneficiados, hasta fecha reciente (yo conocí al último patriarca de muchos años: mosén Pedro Dosset Monzón6, capellán castrense de vida intensa y quizá algo lanzada; casó a mis padres y a mi hermana Aurora, y murió después de la guerra. Mi abuelo, llamado Patricio7, debió ser cacique importante en la provincia de Zaragoza; dicen que era de gran inteligencia y que hablaba muy bien. Su muerte, joven, cuando levantaba la familia, fue la ruina de esta. Mi padre, que es, como se dice en estos tiempos, “un fuera de serie”, y que llegó, casi de la nada, o más bien de la nada, a lo más que podía aspirar, se considera un pigmeo comparado con él; algo así a lo que yo opino respecto de él. Luego hablaremos de su carrera.
Para mostrar más datos del carácter de los “Monzones”, puedo señalar a mi tío Patricio que, por lo visto, fue el ángel malo o “garbanzo negro” de la familia durante muchos años. Debió hacer faenas horribles a sus hermanos (sobre todo a mi padre, el otro varón de la casa) y hacía más temibles sus ataques y sus locuras por la finísima inteligencia que poseía. La guerra, con sus emociones, y la vejez, le cambiaron y sus últimos años fueron de extraordinario amor por su hermano y por todos nosotros. Le recuerdo siempre con sus ojos llorosos, lleno de emoción, con un cariño infinito para sus sobrinos.
Otro ejemplar es mi tío Carmelo8, el otro Monzón ingeniero de montes (más bien “el otro” debería ser yo, pues me lleva más de treinta años). Tiene una cultura vastísima y una entereza digna de un patricio romano; domina las Matemáticas y la Hidráulica; ha sido profesor de Construcción y Transportes en la Escuela de Ingenieros de montes, jefe regional del Patrimonio Forestal en Andalucía y Aragón, alcalde de Soria, gobernador civil de Tarragona y Castellón durante la guerra y de Murcia después, pero es uno de los individuos más originales y difíciles de entender cuando elucubra. Y hay que reconocer que lo hace a menudo. El campo de sus manías es enorme y abarca lo mismo al estilo literario de Tito Livio que a la orientación de la cama en un dormitorio o al estudio de los diversos tipos de catenarias. Mis padres, que no saben de Hidráulica ni tienen interés en conocer la influencia oriental en la poesía latina y que, por el contrario, poseen un sentido común fenomenal, junto con un más bien escaso sentido del humor, se desesperan con sus originalidades, que no llegan a comprender.
Mi padre no pudo estudiar carrera universitaria; la muerte de mi abuelo le hizo salir a trabajar a los doce años. Entró de escribiente (¡pobre muchacho!) en una fábrica de cervezas de Zaragoza (aún existe: La Zaragozana) y dos años después pasó como empleado al Banco Hispano Americano9, también en Zaragoza. Comenzó, por lo tanto, por el último escalón, sin influencias ni padrinos, sin más que su espíritu de trabajo, que es agotador (no recuerdo más vacaciones de mi padre que nueve días en El Escorial, en los años cuarenta) y a su gran inteligencia. Llegó a lo más alto: a director general del Banco. Su carrera fue meteórica; alrededor de los veinte años fue ya a Pamplona como “apoderado”, cargo que entonces (más que ahora) representaba una confianza grande de la empresa y un importante avance social. A los 25 o 26 fue director de la sucursal de Calatayud, que él montó y donde yo nací, y a los 29 era inspector regional en Aragón, Navarra, Rioja y Soria, con residencia en Zaragoza. A los 34 ascendió a inspector general del Banco, con destino en Madrid (el año 1929), arrancando de aquí la etapa madrileña de la familia, que tanto carácter nos ha impreso a todos. Antes de la guerra era ya “director general de Sucursales”. La guerra trastornó todo, pero su honradez y su espíritu de justicia hicieron posible que un hombre “tan mal visto” por su altísimo cargo en uno de los Bancos más grandes de España, en zona roja, donde un banquero era casi peor que un cura o un militar (“¡Al burgués insaciable y cruel no le des paz ni cuartel!”), saliera sin padecer la venganza de alguno de los empleados de su Banco que le considerara “chupador de la sangre del pueblo”, “sabandija burguesa” o cualquier otra lindeza semejante de la fraseología marxista. Pasó lo suyo, pero no dejó de trabajar un solo día entre registros, detenciones, denuncias, bombas, incautaciones, etc., e incluso conservó su cargo hasta el final. Después de la guerra fue hecho subdirector general y posteriormente director general, puesto en el que se jubiló en 1964.
Puede comprenderse que un hombre así es, en la familia, lo más grande que nos ha podido suceder, que sus hijos le adoran (y no digamos mi madre) y que, durante muchos años, “el tío Antonio” para mis numerosos primos de ambos lados, ha sido el faro, el pararrayos, la palanca o el muro que los ha guiado, impulsado o defendido. Mi padre ha sido y todavía era cuando esto escribía, en 1969, el centro visible del extensísimo “clan” familiar. ¡Y con cuánto placer nuestra casa, en Madrid, ha estado abierta siempre a todos! ¡Cuántas visitas! ¡Cuántas animadísimas sobremesas! ¡Cuántas horas de escuchar a mi padre! Pocos días no teníamos parientes o amigos en casa. A veces mi madre se desesperaba, pero en el fondo creo que disfrutaba al ver cómo todos acudían a casa. ¡Y qué buena cocinera era!
El prestigio de mi padre no se limita solo al ámbito familiar, en el Banco Hispano ha sido una institución. No se está en vano cincuenta y cinco años en una empresa, la mayor parte de ellos en lugares de responsabilidad, sin dejar huella. Además, mi padre es apasionado, como yo, y decidido, como yo o más que yo, defiende sus ideas como un león y arrolla a los que se oponen con una claridad de exposición y nobleza de argumentación que pulverizan. Don Antonio, en el Hispano, ha sido, sin duda, un puntal de primer orden, al menos desde 1929 hasta su jubilación, en el 64.
1 Miguel Primo de Rivera y Orbaneja. Marqués de Estella (II) y de Sobremonte (VII). Jerez de la Frontera (Cádiz), 8.01.1870 ‒ París (Francia), 16.03.1930. Militar y político, jefe de Gobierno. Real Academia de la Historia (RAH).
2 Antonio Monzón Barberán. Lécera (Zaragoza), 3.06.1895 – Madrid, 5.12.1972. Empleado de banca. Hijo de Patricio Monzón Jordana y Manuela Barberán Muniesa, nieto de Bernardo Monzón Bernad y Magdalena Jordana Benedicto y bisnieto de Antonio Monzón Muñoz y Manuela Bernad. Sus cinco hermanos fueron: Manuela (familia Pina), Pilar (familia Gayé), Ascensión (familia Estrada), Patricio (casado con Muñoz) y Pura (familia Félez).
3 Enriqueta Perala Sampietro. Zaragoza. 3.11.1899 – Madrid, 20.03.1987. Hija de Manuel Perala Lamiel y Filomena Sampietro Abad. Sus seis hermanos fueron: Rudesinda, Manuel (casado con Asunción Santolaria), Julia (familia Rayado), Filomena (casada con Ángel Faci Valencia), Teresa y Pilar (familia de Antonio Torres –escultor–). Otros cuatro hermanos fallecieron siendo muy pequeños y de los que desconocemos sus nombres.
4 José Manuel Perala Santolaria. (5.11.1924). Ingresó en la Delegación de Hacienda de Orense en 1954. Casado con la gallega Felisa Casares.
5 Suponemos que se refiere a Francisco de Monzón. Madrid, s. XV – Lisboa (Portugal), 1575. Canónigo, predicador y capellán real, calificador del Santo Oficio y pedagogo. (Fernando Gómez del Val. RAH).
6 Nació en Híjar (Teruel) el 13.05.1863 y murió en Zaragoza el 15.02.1949. Estudió en el seminario de Zaragoza y fue ordenado sacerdote en 1886. Beneficiado de San Pablo y luego ecónomo (1924), salvo una breve estancia en Jaulín, permaneció toda la vida en la parroquia “Del Gancho”. Contemporáneo del catolicismo social, trabajó en la erección de sindicatos agrícolas en el Bajo Aragón, presidió el grupo aragonés de los doce mil obreros peregrinos a Roma en 1894, favoreció la creación de escuelas nocturnas para los trabajadores, fue presidente de la junta del pantano de Foradada (Oliete) y se prodigó en la difusión de la doctrina social católica. Fundador de El Noticiero, vocal de la II Asamblea de la Buena Prensa, contribuyó a la creación de la agencia “Prensa Asociada” y editó y sostuvo la Hoja catequística, precursora de la Hoja parroquial. Fundador de la “Familia eclesiástica” o vida en común de los sacerdotes, se entregó a la formación de jóvenes y hombres, más de seiscientos. Información entresacada de la Gran Enciclopedia Aragonesa (2000).
7 Patricio Monzón Jordana se casó con Manuela Barberán Muniesa, de cuyo matrimonio nacieron Manuela, Pilar, Ascensión, Patricio, Pura y Antonio.
8 Carmelo Monzón Mosso. 19.10.1890. Ingeniero de montes desde el 2.12.1915, ingresó en el Ministerio de Hacienda el 14.12.1920. Por orden de 5 de marzo de 1941 es nombrado profesor numerario de “Construcción general, Construcciones especiales y Transportes forestales” en la Escuela Especial de Ingenieros de Montes. Estuvo casado con su prima Pilar Monzón.
9 Ingresó en el Banco Hispano Americano el 24 de octubre de 1910 y se jubiló el 31 de diciembre de 1964.