Capítulo I
Titania,
reina de las hadas
Cuenta la leyenda que hace más de dos mil años, en el reino de Agder, vivía un hada de nombre Titania, amiga de los niños, a los que amaba y protegía.
Era una joven alta, de cabello largo dorado y ojos verdes, tan grandes y brillantes que parecían dos esmeraldas, era hija de Ceo y Febe, dos de los doce titanes.
Los titanes eran una raza de dioses con poderes sobrenaturales y dueños supremos del universo que habían gobernado el mundo miles de años antes hasta su desaparición.
Tenían más de ocho metros de altura y una fuerza descomunal.1
Los titanes más importantes eran Crono, rey de los titanes y dios del tiempo, Océano, dios del mar, y Ceo, dios de la inteligencia.
Las esposas de los titanes, conocidas con el nombre de titánidas, poseían los mismos poderes celestiales y fuerza.

Titania, reina de las hadas
Febe —la esposa de Ceo— era la titánida del brillo y la profecía.2
Fueron derrotados por Zeus, dios del Olimpo, en la batalla de la Titanomaquia y expulsados del monte Otris al inframundo,3 donde permanecieron para siempre olvidados por los seres humanos.
El monte Otris, una gran montaña sagrada, era la morada de los titanes, donde vivían en un inmenso palacio junto a sus hijos y desde donde dominaban el mundo hasta que fueron vencidos y arrojados a las entrañas de la tierra.
Los humanos tenían prohibido subir al monte Otris y mucho menos al palacio de los titanes.
Era casi imposible llegar hasta allí, ya que se encontraba tan alto que sobrepasaba las nubes.
Además, la montaña sagrada estaba defendida por Tifón, el monstruo de cien cabezas.
Tifón era un gigante alado que devoraba a todo el que intentaba subir al palacio de los titanes. Tenía forma de hombre de la cintura para arriba, con dos serpientes enroscadas en lugar de piernas y de sus dedos salían cien cabezas de serpiente.
Titania, también conocida con el nombre de Asteria, había vivido junto a sus padres en ese lugar durante infinidad4 de años.
Ser hija de titanes le había dado poderes extraordinarios como la inmortalidad, la eterna juventud, la invisibilidad, podía elevarse en el aire y viajar a través del espacio y del tiempo.

Titán Ceo
Todos estos poderes y muchos otros más hicieron que se convirtiera en la reina de las hadas.
Entonces Júpiter, dios del Imperio romano, protector de Roma e hijo de Saturno y Ops, se enamoró perdidamente de Titania, que, al no corresponderle, huyó al frío reino de Agder.
El reino de Agder pertenecía al pueblo de Augandzi, que estaba dividida en pequeños reinos.
Sus habitantes, los vikingos, gobernados por caudillos,5 eran grandes guerreros que luchaban constantemente entre ellos para conseguir el dominio en el mar.
Ese dominio y habilidad como marinos les permitía, con sus grandes barcos de guerra, atacar y saquear a todos los pueblos y regiones que tenían cerca e, incluso, consiguieron explorar e invadir la mayor parte de Europa.
Agder era una región fría en invierno donde abundaba la nieve que cubría los bosques y las montañas.
Prácticamente, no existía la primavera ni el otoño, siendo el verano caluroso, pero corto.
Titania vivía en un palacio que estaba construido junto a un bosque de grandes árboles de distintas tonalidades de verdes donde habitaban las hadas, elfos, duendes y otros seres mitológicos súbditos de la reina que la respetaban y obedecían.
Inmensos lagos llenos de peces rodeaban el palacio y los ciervos, alces y otras muchas especies de animales que abundaban en el lugar correteaban por los alrededores.
Uno de estos animales, la cierva de Cerinea, era el favorito de Titania, que la acompañaba siempre en sus salidas de palacio.

Titánida Febe, esposa de Ceo
La cierva de Cerinea tenía pezuñas de bronce, cornamenta de oro y su pelaje era rojizo y suave, había sido consagrada6 por las Pléyades —las siete hijas del titán Atlas— a la diosa Artemisa por su belleza y ninguna flecha podía alcanzarla por su gran velocidad y astucia.
En la entrada a palacio, había altas columnas de piedra y en su interior un gran salón, rodeado de ventanales que iluminaban el lugar.
Junto a cada ventanal y a todo lo largo del salón, había doce impresionantes estatuas de piedra que recordaban a los titanes, las cuales daban acceso al resto de estancias7 de palacio.
Era una bonita noche de verano, clara y despejada, donde se apreciaban en el cielo infinidad de estrellas.
Titania, que las contemplaba desde el gran ventanal de palacio, pudo comprobar el movimiento de un grupo de ellas y su alineación de una forma inusual,8 extrañada, continuó mirando y vio que una de esas estrellas comenzó a brillar como nunca antes lo había hecho.
Ella sabía que algo estaba ocurriendo.
Titania había conocido algunos años antes en uno de sus viajes a Melchor, rey de un pequeño territorio del Imperio persa y un importante mago y astrólogo.
Decidió visitarlo y contarle lo que había visto en el cielo que tanto le había fascinado.
El Imperio persa, en esa época, era conocido con el nombre de Imperio parto, infinidad de pequeños reinos formaban una gran civilización9 de guerreros gobernados por el rey Fraates IV.
El reino de Agder se encontraba a una distancia de Persia de más de cuatro meses de camino a caballo.
A la mañana siguiente, Titania partió hacia Persia.
Con sus inmensos poderes, atravesó mares, grandes llanuras, desiertos y montañas completando rápidamente el viaje, apareciendo en el palacio de Melchor al momento, no sin antes pensar detenidamente cómo explicarle todo lo sucedido con la idea de no alarmarle y poder contar con su ayuda.
1 Descomunal: enorme, muy grande.
2 Profecía: conocer lo que va a pasar en el futuro.
3 Inframundo: mundo bajo tierra donde viven seres terroríficos.
4 Infinidad: cantidad muy grande, imposible de calcular.
5 Caudillo: persona que manda en un ejército.
6 Consagrada: ofrecida a un dios.
7 Estancias: habitaciones o salas.
8 Inusual: raro, que no es normal.
9 Civilización: forma de vivir y pensar de los pueblos.