1


GUÍA BÁSICA PARA CREAR RECUERDOS

Akira Haraguchi, un ingeniero retirado de Japón, tenía 69 años, una edad que casi todos asociamos con descuentos para adultos mayores y una disminución de la memoria, cuando memorizó pi, un número infinito que no se repite y no tiene patrón, hasta 111 700 dígitos. Es decir, pudo recitar ¡de memoria! el número 3.14159… llevado a 111 695 decimales más. Si esto te parece absolutamente impresionante, no eres el único. Sin duda estarás pensando que Haraguchi debe haber sido un niño prodigio. O tal vez pienses que se trata de un genio matemático o un erudito. Pero nada de eso. Es un tipo común, con un cerebro saludable que está envejeciendo como el de cualquiera, lo que implica un hecho todavía más increíble: también tu cerebro tiene la capacidad de memorizar 111 700 dígitos de pi.

Podemos aprender y recordar cualquier asunto: el sonido único de la voz de tu hijo, el rostro de un amigo nuevo, dónde estacionaste tu auto, aquella ocasión en que por primera vez fuiste solo a la tienda para comprar crema y la letra de la última canción de Taylor Swift. Un adulto promedio memoriza el sonido, la escritura y el significado de entre 20 000 y 100 000 palabras. Los maestros de ajedrez memorizan aproximadamente 100 000 posibles movimientos. Los concertistas de piano que pueden tocar el tercer concierto de Rachmaninoff se aprenden de memoria la coordinación de casi 30 000 notas. Y estas mismas personas tampoco necesitan partituras para tocar a Bach, Chopin o Schumann.

Nuestra memoria puede almacenar tanto información muy significativa como información de lo más absurda, simple o compleja, y su capacidad parece ser ilimitada. Podemos pedirle que recuerde cualquier situación. Y en las condiciones adecuadas, lo hará.

¿Cómo es que puede la memoria hacer todo esto? Desde un punto de vista neurológico, para empezar, ¿qué es la memoria,? ¿Cómo se conforma? ¿Dónde se almacenan los recuerdos? ¿Y cómo los recuperamos?

Crear un recuerdo literalmente cambia tu cerebro; cada recuerdo que tienes es el resultado de una alteración física duradera en tu cerebro como respuesta a tus experiencias. Pasas de no saber algo a saberlo, de un día nuevo de experiencias al siguiente. Y para poder recordar mañana lo que ocurrió hoy, tu cerebro tiene que cambiar.

¿Cómo cambia? El proceso empieza cuando, a través del portal de tus sentidos, percibes los elementos sensoriales, emocionales y fácticos de lo que experimentas. Es decir, ves, escuchas, hueles, pruebas y tocas.

Digamos que es la primera tarde del verano y estás en tu playa favorita con tus mejores amigos y sus familias. Ves, entre otras cosas, a tus hijos jugando futbol en la playa y el espectacular atardecer que resplandece en el cielo. Escuchas Born This Way, una de tus canciones favoritas de Lady Gaga en tu bocina portátil. Tu hija corre hacia ti, llorando y señalando su tobillo enrojecido. La picó una medusa. Por suerte, tu amigo siempre lleva un pequeño frasco de ablandador de carnes para emergencias como esta. Formas una pasta con el ablandador y la frotas sobre la picadura, lo que le alivia el dolor casi de inmediato (en verdad funciona). Puedes oler la brisa salada del océano y el humo de la fogata. Saboreas el vino blanco frío, las frescas ostras saladas y los malvaviscos dulces y pegajosos. Te sientes feliz.

La imagen de tus hijos jugando futbol no tiene nada que ver con Lady Gaga o las medusas, ni con el sabor de las ostras, a menos que estas experiencias individuales y efímeras se vinculen para convertirse en un recuerdo en tu mente, lo que, por ejemplo, podría suceder así: «¿Recuerdan esa tarde de verano, cuando comimos ostras y malvaviscos mientras escuchábamos a Lady Gaga y los niños jugaban futbol en la playa? ¿Y que a Susy la picó una medusa?», de esa manera, toda esa actividad neuronal que previamente no estaba relacionada se convierte en un patrón conectado de actividad neuronal. Luego, este patrón persiste a través de cambios estructurales creados entre esas neuronas. Este cambio duradero en la arquitectura neuronal y la conectividad se puede volver a experimentar más tarde, o recordar a través de la activación de este circuito neuronal ahora vinculado. Esto es la memoria.

Para crear un recuerdo, tu cerebro requiere realizar cuatro pasos básicos: 1) la codificación, que consiste en traducir al lenguaje neurológico todo lo que capta: las imágenes, los sonidos, la información, las emociones y el significado de lo que percibes, y aquello a lo que le prestas atención, 2) La consolidación es el paso en el que tu cerebro vincula la colección de actividad neuronal previamente no relacionada en un patrón único de conexiones asociadas. 3) El almacenamiento. Una vez que el cerebro ya formó este patrón de actividad, procede a hacer en esas neuronas los cambios estructurales y químicos persistentes para mantenerlo en el tiempo. 4) La recuperación. Ahora, a través de la activación de estas conexiones asociadas, puedes volver a visitar, recordar, saber y reconocer aquello que aprendiste y experimentaste.

Para que puedas crear recuerdos a largo plazo que después puedas recuperar, tu cerebro tiene que ejecutar estos cuatro pasos. Introducir la información, para empezar, y después entretejerla y almacenarla a través de cambios estables. Y entonces la información que vas a encontrar cuando necesites recuperarla es la entretejida.

¿Cómo es que una constelación de actividad neuronal que previamente no estaba relacionada se une en una red neuronal conectada que experimentamos como un recuerdo singular? No estamos del todo seguros de cómo ocurre, pero sí sabemos suficiente sobre dónde. La parte de tu cerebro en la que este vincula toda la información contenida en una experiencia (las percepciones sensoriales, el lenguaje, quién, qué, dónde, cuándo y por qué) que recopila, es en el hipocampo.

Esta estructura en forma de caballito de mar, que está justo en el centro de tu cerebro, es esencial para la consolidación de la memoria. ¿Qué significa esto? Que el hipocampo une tus recuerdos; es el que se encarga de entretejerlos. «¿Qué ocurrió? ¿Dónde y cuándo ocurrió? ¿Qué significa? ¿Cómo me sentí al respecto?». El hipocampo se encarga de entrelazar todas estas piezas separadas de información que obtiene de distintas partes del cerebro y las junta en una unidad recuperable de datos asociados, una red neuronal que, cuando se estimula, se experimenta como un recuerdo.

Así que el hipocampo es necesario para formar nuevos recuerdos que después puedes recuperar de manera consciente. Si tu hipocampo está dañado, tu habilidad para crear nuevos recuerdos se verá afectada. La enfermedad de Alzheimer empieza por atacar al hipocampo. Como resultado, uno de los primeros síntomas de dicha enfermedad suele ser que no recuerdes lo que ocurrió ese mismo día o lo que alguien te dijo minutos atrás, y repetir la misma historia y pregunta una y otra vez. Ya que su hipocampo está dañado, a las personas con Alzheimer se les dificulta crear nuevos recuerdos.

Además, la consolidación mediada por el hipocampo es un proceso que toma tiempo y puede verse interrumpido. La formación de un recuerdo que pueda ser recuperado mañana, la próxima semana o dentro de veinte años requiere una serie de eventos moleculares que tardan. Si algo interfiere con el procesamiento de un recuerdo naciente en el hipocampo, el recuerdo puede degradarse y posiblemente perderse.

Digamos que eres boxeador o futbolista y te dan un golpe en la cabeza. Si te entrevistara inmediatamente después de recibir el impacto, podrías contarme sobre el golpe, el partido y los detalles de lo que ocurrió. Pero si al día siguiente te volviera a entrevistar, tal vez no recordarías nada. La razón es que los recuerdos nuevos y duraderos no llegaron a concretarse porque, cuando tu hipocampo estaba llevando a cabo el proceso para entrelazar la información y formarlos, fue interrumpido por el golpe en la cabeza. Como resultado tuviste amnesia y esos recuerdos se desvanecieron sin haber terminado de formarse.

Esto podría explicar por qué Trevor Rees-Jones, guardaespaldas de la princesa Diana, y único sobreviviente del accidente automovilístico donde ella y Dodi Al-Fayed perdieron la vida años atrás, hasta la fecha sigue sin recordar ningún detalle de lo que ocurrió antes del accidente, en el que sufrió una lesión devastadora en la cabeza que requirió muchas cirugías y unas 150 piezas de titanio para reconstruir su rostro. Lo que pasó fue que, en el momento en que sufrió la lesión, su hipocampo no había terminado de entrelazar los elementos de su experiencia antes del choque; por lo tanto, su cerebro no pudo almacenarlos y esos recuerdos nunca se formaron.

¿Y qué pasa si una persona no tiene hipocampo? El estudio de caso más famoso en la historia de la neurociencia es el de Henry Molaison, o HM, como se le conoce en las miles de publicaciones en donde han citado su caso a lo largo de los siglos. Cuando era niño, se cayó de su bicicleta y se fracturó el cráneo, después de lo cual, a partir de los 10 años de edad, empezó a sufrir constantes convulsiones debilitantes, aunque no se sabe a ciencia cierta si estas eran consecuencia de la lesión o se debían a los antecedentes de epilepsia en su familia. Diecisiete años después, como las convulsiones lo seguían atacando implacablemente y no respondían al tratamiento farmacológico; él estaba desesperado y dispuesto a intentar cualquier cosa para aliviarse. Así que, el 1 de septiembre de 1953, a la edad de 27 años, Henry accedió a someterse a una cirugía cerebral experimental.

En el año 1953 todavía eran comunes las lobotomías y psicocirugías, procedimientos que involucraban la extirpación o corte indiscriminado de regiones del cerebro para tratar enfermedades mentales, como el trastorno bipolar y la esquizofrenia, y trastornos cerebrales, como la epilepsia. En la actualidad este tipo de intervenciones quirúrgicas se consideran grotescas, bárbaras e ineficaces, pero en aquel entonces, neurocirujanos respetados las realizaban de forma rutinaria. Así que, con el objetivo de eliminar las convulsiones de Henry, un neurocirujano llamado William Scoville decidió extirpar el hipocampo del cerebro de Henry, junto con el tejido cerebral circundante de ambos lados.

La buena noticia fue que las convulsiones se detuvieron casi por completo, y el proceso no cambió en nada su personalidad, ni su inteligencia, ni sus funciones del lenguaje y motoras, y tampoco su habilidad para percibir. Así que en ese sentido la cirugía fue un éxito. Sin embargo, y para su desgracia, intercambió un martirio por otro. Y las malas noticias fueron catastróficas. Durante los siguientes 55 años, hasta su muerte, que ocurrió a los 82 años de edad, Henry no pudo volver a retener información o experiencias nuevas de manera consciente durante más de unos instantes. Jamás volvería a crear un recuerdo a largo plazo de manera consciente.

Leía las mismas revistas y veía las mismas películas una y otra vez, como si nunca las hubiera visto. Saludaba a su doctor y a los psicólogos que estudiaban su caso todos los días como si los conociera por primera vez. Brenda Milner, una psicóloga canadiense, estudió el caso de Henry durante más de 50 años, y en todo este tiempo él nunca la reconoció. No podía aprender palabras nuevas. Todas las palabras que aparecieron después de 1953, como «granola», «jacuzzi», «laptop» y «emoji» no existían para él. Podía recordar un número durante unos minutos si lo repetía para sí mismo varias veces, pero en cuanto dejaba de ensayar, el número desaparecía para siempre. Es más, ni siquiera recordaba que le habían pedido memorizar un número. No se acordaba de nada de lo que ocurría minutos después, y jamás podría hacerlo.

Así que cualquier información nueva que hoy percibas y capte tu atención, que te parezca interesante, especial, sorprendente, útil, significativa o, por así decirlo, memorable, será procesada por tu hipocampo para consolidarla en la memoria. El hipocampo continuará activando repetidamente las partes del cerebro involucradas en lo que recordarás hasta que esas partes del cerebro se conviertan en un patrón de actividad estable y conectado, un patrón, esencialmente, interconectado.

Si bien necesitamos del hipocampo para formar nuevos recuerdos, una vez que estos son creados, no residen ahí. Entonces, ¿dónde se almacenan los recuerdos? Estos se distribuyen a lo largo de las partes del cerebro que registraron la experiencia inicial. A diferencia de la percepción y el movimiento, que residen en áreas específicas de nuestros cerebros, no tenemos neuronas especializadas en el almacenamiento de recuerdos o una corteza de la memoria. La visión, el oído, el olfato, el tacto y el movimiento pueden mapearse en regiones geográficas discretas del cerebro. En la parte posterior del cerebro tenemos una corteza visual, donde las neuronas procesan lo que vemos. Tenemos una corteza auditiva, donde oímos, y una corteza olfativa, donde percibimos olores. El dolor, la temperatura y el tacto se alojan en la corteza somatosensorial, en la parte superior de la cabeza. La capacidad de mover el dedo gordo del pie se puede atribuir a la activación de un conjunto específico de neuronas en la corteza motora.

La memoria es diferente. Cuando recordamos algo, no lo sacamos de un «banco de recuerdos». Eso no existe. Los recuerdos a largo plazo no residen en un área en particular de tu cerebro.

Los recuerdos se almacenan en todo el cerebro, en el patrón de actividad neuronal que se estimuló cuando se experimentó el evento o la información por primera vez. Recordar la cena de anoche requiere que se active el mismo grupo de neuronas dispares que percibieron, prestaron atención y procesaron tu experiencia inicial de esa comida. Por ejemplo, si alguien te pregunta si has comido en cierto restaurante italiano en tu ciudad, podría activar alguna parte de tus recuerdos de la cena de anoche y desencadenar la activación de la red interconectada, lo cual haría que recuerdes muchos detalles, si no es que todos, de la ocasión en que estuviste ahí. «El clima estaba muy agradable, así que mi amiga Tiffany y yo decidimos caminar hasta el restaurante. Mientras cenábamos, practicamos nuestro italiano con John. Yo comí risotto de hongos. Delizioso!».

Los recuerdos existen físicamente en tu cabeza a través de una red neuronal de asociaciones. Mi abuela murió de Alzheimer en 2002. Cuando la recuerdo, mi cerebro activa las imágenes de su apariencia en mi corteza visual, el sonido de su risa en mi corteza auditiva, el olor de los pimientos verdes y cebollas salteadas que preparaba casi diario a la hora de la comida en mi corteza olfativa; y el tapete rojo de su comedor, los tambores que guardaba en el desván, la lata de pizzellas en la mesa de la cocina, etc., en mi corteza visual.

Cada vez que recordamos algo, reactivamos los múltiples elementos de la información que experimentamos, la cual está entretejida como si fuera una sola unidad. Los estudios funcionales de imágenes cerebrales de resonancia magnética han vislumbrado el acto de recuperar un recuerdo. Cuando le pedimos a una persona que recuerde algo mientras está conectada a un escáner de resonancia magnética, podemos ver, literalmente, a la persona «buscando en su cerebro» la información que se le pidió recordar. Al principio la actividad cerebral revolotea y se ilumina por todas partes. Pero cuando el patrón de actividad en el cerebro coincide con el patrón de actividad que ocurrió en el momento en que la persona aprendió la información por primera vez, se estabiliza ahí. Y, sorprendentemente, es entonces cuando la persona dice: «¡Ya lo recordé!».

De manera similar, el patrón de activación que se ve en un escáner cerebral cuando una persona recuerda una imagen de algo en particular es casi idéntico al patrón de activación que se crea cuando mira ese algo físicamente. Imagina a Mickey Mouse. ¿Listo? Acabas de «echar un vistazo» dentro de tu cerebro y ahora puedes «ver» a Mickey Mouse. Las partes de tu cerebro que están activadas ahora incluyen las mismas neuronas de tu corteza visual que se activarían si en verdad estuvieras viendo una imagen de Mickey Mouse. Al imaginar una imagen de memoria, tu cerebro se activa como si la imagen estuviera justo frente a ti. Para recordar todo aquello que experimentas o aprendes, tu cerebro reactiva los elementos de lo que percibiste y aquello a lo que le prestaste atención en primer lugar.

Además, al activar el recuerdo de la imagen de Mickey Mouse en tu corteza visual, puede que también recuerdes otros aspectos de Mickey, como el sonido de su voz. Así que, recordar a Mickey Mouse puede incluir recordar cómo se ve y cómo se escucha. La activación de las neuronas en la corteza visual (el aspecto de Mickey) puede desencadenar la activación de las neuronas vinculadas que se distribuyen por todo el cerebro, que en este ejemplo incluye las neuronas ubicadas en la corteza auditiva (el sonido de Mickey). Así que puedes verlo y escucharlo.

Pero la recuperación de recuerdos no es como seleccionar un capítulo en el menú de un DVD o un canal de YouTube y reproducirlo. No leemos nuestros recuerdos como un libro ni los vemos como una película. La memoria visual no es como revisar la galería de tu teléfono celular, donde tienes una colección de imágenes que puedes inspeccionar a detalle. No funciona así. Recordar es una búsqueda asociativa del tesoro, un trabajo de reconstrucción que involucra la activación de muchas partes dispares, pero conectadas, del cerebro. Recordamos, pero no «reproducimos» estos recuerdos. La recuperación de un recuerdo ocurre cuando alguna parte de este es estimulada, lo que desencadena la activación del circuito de recuerdos entrelazados.

Y si creas y activas las señales correctas para la recuperación, puedes recordar esa primera noche de verano en la playa, cuando comiste ostras y malvaviscos, y cuando a Susy le picó una medusa… o, incluso, 111 700 dígitos de pi.