Imagina una moneda. Ya que probablemente has visto cientos, si no es que miles de monedas en tu vida, no deberías tener problema para recordar cómo lucen. Tendrías que haber memorizado esta imagen.
Pero ¿en verdad lo has hecho? ¿Qué imágenes aparecen en cada lado de la moneda? ¿Estás seguro? ¿Tienen alguna fecha? ¿Alguna palabra o frase en particular? ¿Alguna ilustración en el borde? ¿Podrías dibujar ambos lados de una moneda a la perfección y de memoria? ¿Cómo es posible que recuerdes cómo es una moneda y, a la vez, recuerdes tan pocos detalles de ella? ¿Te está fallando la memoria?
No. Tu memoria está haciendo exactamente lo que tiene que hacer.
Tu cerebro es increíble. Todos los días realiza una serie de milagros: ve, escucha, prueba, huele y toca. También siente dolor, placer, frío o calor, estrés y una amplia gama de emociones. Planea cosas y resuelve problemas. Sabe dónde te ubicas en el espacio que te rodea para que no choques contra un muro o te caigas de la acera al atravesar la calle. Puede comprender y producir lenguaje. Mantiene en equilibro tu deseo de consumir chocolate o de tener sexo, tu capacidad de empatizar con la alegría y el sufrimiento de los demás, y la conciencia de tu propia existencia. Y puede recordar. De todos los complejos y maravillosos milagros que tu cerebro lleva a cabo, el más grandioso es el desarrollo de la memoria.
La memoria es esencial para aprender todo. Sin ella no podríamos retener ni información ni experiencias. Las personas que conociéramos enseguida volverían a ser desconocidas. No podrías ni recordar la oración anterior a esta. Dependes de ella para llamar a tu madre más tarde y tomar tu medicamento para el corazón antes de acostarte. La necesitas para vestirte, cepillarte los dientes, leer estas palabras, jugar tenis y conducir. Usas la memoria desde que despiertas hasta que te vas a dormir, e incluso en ese momento tus procesos de memoria siguen trabajando.
Los hechos y momentos significativos de tu vida unidos crean su narrativa e identidad. La memoria te permite tener un sentido de quién eres y de dónde has estado. Si alguna vez has sido testigo de cómo una persona con Alzheimer va perdiendo su historia personal, entonces sabes de primera mano lo esencial que es la memoria para la experiencia humana.
Sin embargo, a pesar de su presencia milagrosa, necesaria y omnipresente en nuestras vidas, la memoria no es perfecta.
Nuestros cerebros no están diseñados para recordar los nombres de las personas, para recordar cosas que debemos hacer después o para catalogar todo lo que vemos. Estas imperfecciones son simplemente la configuración de fábrica. Incluso la memoria del cerebro más inteligente es falible. Por ejemplo, un hombre podría ser famoso por poder recitar mil dígitos de pi de memoria y, aun así, olvidar el cumpleaños de su esposa o por qué entró en su sala.
De hecho, casi todos habremos olvidado mañana lo que experimentamos hoy. Si tomamos todo esto en cuenta, podremos concluir que en realidad no recordamos la mayor parte de nuestras vidas. ¿Cuántos días del año pasado recuerdas tú con detalles específicos? La mayoría de las personas recuerda de ocho a diez en promedio. Eso no representa ni tres por ciento de lo que has experimentado en tu pasado reciente. Y de lo que ha ocurrido en los últimos cinco años recuerdas todavía menos.
Gran parte de lo que recordamos está incompleto o es impreciso. Cuando recordamos los sucesos tendemos a omitir cosas o a editarlas involuntariamente. ¿Recuerdas dónde estabas, con quién y lo que estabas haciendo el día en que asesinaron al presidente Kennedy, el día en que explotó el transbordador espacial Challenger o el 11 de septiembre de 2001, el día en que las Torres Gemelas fueron derribadas? Estos eventos impactantes y emotivos se suelen recordar muy vívidamente incluso años después. Pero si te pusieras a pensar en ese día o leyeras o vieras un informe al respecto, apostaría cualquier cosa a que tu memoria altamente detallada y confiada estaría plagada de cosas que en realidad nunca experimentaste.
Pero, haciendo a un lado la precisión, ¿qué es lo que recuerda tu cerebro?
●Tu primer beso
●Cuánto es 6 × 6
●Cómo amarrar tus agujetas
●El día en que nació tu hijo
●El día en que murió tu abuela
●Los colores del arcoíris
●Tu dirección
●Cómo andar en bicicleta
¿Y qué es lo que tu cerebro probablemente ha olvidado?
●Tu décimo beso
●Lo que cenaste el miércoles pasado
●Dónde dejaste tu teléfono celular
●El nombre de tu maestra de quinto de primaria
●El nombre de la mujer que conociste hace cinco minutos
●Álgebra
●Sacar la basura
●La contraseña del wifi
¿Por qué recordamos nuestro primer beso pero no el décimo? ¿Qué determina lo que recordamos y lo que olvidamos? La razón es que, entre las muchas otras cosas que hacen, nuestros cerebros ahorran espacio. En pocas palabras, evolucionaron para recordar especialmente las cosas que son significativas para nosotros y olvidar las que no lo son. La verdad es que gran parte de nuestras vidas es habitual, rutinaria e intrascendente. Nos duchamos, nos cepillamos los dientes, bebemos café, vamos al trabajo, trabajamos, almorzamos, volvemos a casa, cenamos, vemos televisión, pasamos demasiado tiempo en redes sociales y nos acostamos. Día tras día. No recordamos nada sobre la ropa que lavamos la semana pasada. Y eso está bien. En la mayoría de los casos, el olvidar no es un problema que hay que resolver.
Creo que todos estaremos de acuerdo con que olvidar nuestro décimo beso, lo que almorzamos el miércoles pasado y todo lo que aparece en una moneda no es muy importante. Sin embargo, nuestros cerebros también olvidan muchas cosas que sí nos importan. Me encantaría poder recordar que debo regresar el libro que mi hija sacó de la biblioteca, o por qué entré a la cocina o dónde dejé mis lentes. Estas cosas son importantes para mí. A menudo, en estos casos, nuestro cerebro no olvida para aumentar su eficiencia, sino porque no hicimos lo necesario para la creación y recuperación de recuerdos. Estas fallas de memoria, comunes y corrientes, son resultados normales de la forma en que están diseñados nuestros cerebros. Sin embargo, casi nadie lo considera así porque no estamos familiarizados con el manual de uso de nuestra memoria. Recordaríamos más y olvidaríamos menos si entendiéramos cómo funciona el proceso.
La mayor parte de las veces no olvidamos por una falla de carácter, un síntoma de enfermedad o por una preocupación genuina, que es lo que solemos pensar cuando nos falla la memoria. Cada vez que olvidamos cosas que, según nosotros, deberíamos poder recordar o que recordábamos cuando éramos más jóvenes, nos sentimos preocupados o avergonzados, o simplemente asustados. Nos aferramos a la idea de que nuestra memoria se debilitará con la edad, que nos empezará a fallar y, con el tiempo, la perderemos.
Como neurocientífica y autora de Still Alice, he hablado ante audiencias de todo el mundo sobre la enfermedad de Alzheimer y la memoria durante más de una década. Y después de cada charla, sin excepción, la gente me espera en el vestíbulo o me rodea en el baño para expresarme sus preocupaciones sobre la memoria y el olvido. Muchos de ellos tienen padres, abuelos o parejas que padecen o han padecido demencia. Han sido testigos de la devastación y el dolor causados por la pérdida extrema de la memoria. Cuando estas personas no logran recordar su contraseña de Netflix o el nombre de esa película donde sale Tina Fey, se preocupan al pensar que estos pueden ser los primeros signos de que ellos también están sucumbiendo ante la inevitable enfermedad.
Nuestros temores en relación con la pérdida de memoria no giran solo en torno al miedo a envejecer o al Alzheimer, sino también a la posibilidad de perder cualquiera de las capacidades que esta tiene. Dado que la memoria es tan vital para nuestro funcionamiento e identidad, cuando comenzamos a volvernos olvidadizos, a tener dificultad para recordar palabras y a perder llaves, lentes y teléfonos, empezamos a temer perdernos a nosotros mismos. Y eso es justificadamente aterrador.
Solemos considerar al olvido como nuestro mayor enemigo; sin embargo, este no es siempre el obstáculo a superar. A menudo se requiere olvidar cosas para poder recordar otras de manera efectiva, y el hecho de que la memoria falle a veces no quiere decir que esté defectuosa. Aunque puede resultar frustrante, olvidar es una parte normal de nuestra condición humana. Pero, entendiendo cómo funciona la memoria, podemos tomar con más calma esas ocasionales metidas de pata. También podemos aprender a prevenir muchos episodios de olvido eliminando o sorteando ingeniosamente errores comunes y suposiciones equivocadas.
Cuando le explico a la gente las razones por las que olvidan cosas, como nombres, dónde estacionaron su auto y si ya tomaron su vitamina diaria, y cuando les describo el proceso de creación y recuperación de recuerdos y por qué olvidamos, no porque tengamos una patología, sino por cómo han evolucionado nuestros cerebros, puedo notar el gran alivio que sienten; más aún, noto que se sienten agradecidos y tienen una nueva perspectiva gracias a esta información. Se van sin miedo y con una nueva relación con su memoria. Empoderados.
Una vez que entendemos la memoria y su funcionamiento, sus increíbles capacidades y sus frustrantes debilidades, sus vulnerabilidades naturales y las cosas increíbles que podría hacer, podemos mejorar hasta niveles insospechados nuestras habilidades para recordar y sentirnos menos inquietos cada vez que, inevitablemente, olvidemos algo. Podemos establecer expectativas con conocimiento de causa y realistas en relación con nuestra memoria y entendernos con ella; dejaremos de temerle y eso puede cambiarnos la vida.
Si bien la memoria es increíble, a veces también puede ser un poco torpe. Existe una razón por la cual recuerdas la letra de todas las canciones de Los Beatles, pero olvidas gran parte de tu propia vida, o por la cual recuerdas el soliloquio de Hamlet que memorizaste en secundaria pero olvidas lo que tu pareja te pidió que compraras en la tienda hace cinco minutos. Podemos recordar, y a la vez olvidar, cómo luce una moneda. El recordar empapa y facilita todo lo que hacemos, lo mismo que el hecho de olvidar.
En este libro aprenderás cómo se forman y se recuperan los recuerdos. No todos los recuerdos se crean igual; existen muchos sabores: recuerdos del presente, de cómo hacemos las cosas, de asuntos que sabemos, de sucesos que acaban de ocurrir, de planes a futuro, y cada uno es procesado y organizado en tu cerebro de distintas maneras. Algunos recuerdos son creados para existir solo por unos segundos (como una contraseña temporal), mientras que otros pueden durar toda una vida (como el día de tu boda). Algunos son más fáciles de crear (como tu lista de pendientes) y otros más fáciles de recuperar (cómo luce tu hija); sin embargo, muchos están destinados a ser olvidados (como el trayecto al trabajo del jueves pasado). Algunos son muy relevantes porque dependemos de ellos para ser altamente precisos y confiables (como aquellos para poder conducir un auto), mientras que otros no lo son tanto (como todos los sucesos intrascendentes de tu vida).
Aprenderás que la atención es esencial para crear recuerdos sobre cualquier cosa. Si no prestas atención al lugar donde estacionaste tu auto en el centro comercial, después se te va a dificultar encontrarlo, pero en este caso no es que se te haya olvidado dónde lo dejaste, lo que sucedió fue que no lo memorizaste porque no pusiste atención en lo que estabas haciendo. No olvidaste nada. No podías hacerlo porque, para empezar, nunca creaste un recuerdo al respecto.
Aprenderás que algunos recuerdos, que crees olvidados, solo están temporalmente inaccesibles, esperando la señal indicada para regresar (por ejemplo, puede que no recuerdes nada de la letra de Bohemian Rhapsody, pero en cuanto alguien empieza a cantarla puedes entonar el resto a todo pulmón), y que algunos sí se borran para siempre (por ejemplo, puede que, por más detalles que te den al respecto, no logres acordarte de nada sobre la Guerra del Peloponeso). Llegarás a distinguir con claridad entre el olvido normal (como no recordar dónde estacionaste tu camioneta) y el olvido causado por el Alzheimer (como cuando no recuerdas que tienes una camioneta, por ejemplo). Descubrirás que el significado, las emociones, el sueño, el estrés y el contexto tienen un impacto profundo sobre la memoria, y que, por lo tanto, hay muchas cosas que puedes hacer para influir en lo que tu cerebro recuerda y lo que olvida.
La memoria es la suma de todo lo que recordamos y lo que olvidamos, y ambas cosas tienen su ciencia y su arte. Entonces, ¿para mañana ya habrás olvidado todo lo que experimentaste y aprendiste hoy, o recordarás todos los detalles y lecciones durante décadas? De cualquier manera, tu memoria es milagrosamente poderosa, y aunque tiene altas probabilidades de fallar, está cumpliendo con su trabajo.