Tipos de VSCD

Se han identificado diferentes tipos de contacto con los fallecidos que se pueden percibir por cuatro de los cinco órganos sensoriales, a saber, la vista, el oído, el tacto o el olfato. A esto se suman VSCD de sentir una presencia y contactos que ocurren durante el sueño, al quedarse dormido o al despertar. Muy a menudo, varios órganos sensoriales están involucrados simultáneamente. Los receptores informan, por ejemplo, que podían escuchar a un ser querido fallecido decirles que estaba bien y que no deberían preocuparse por él, mientras olían el perfume que solía usar.

Sentir una presencia

El 34 %12 sintió la presencia del difunto

Los receptores sienten la presencia familiar de un miembro de la familia o amigo fallecido, pero no pueden verlo, ni oírlo, ni sentir un contacto físico, ni oler una fragancia característica del difunto. 342 de nuestros participantes tenían una VSCD de «sentir una presencia».

En la siguiente tabla (y en las siguientes que describen los tipos de VSCD), las secciones de Hombres y Mujeres se refieren a las respuestas a los 1.004 cuestionarios completados en español, francés e inglés. Las secciones Datos en español, Datos en francés y Datos en inglés reflejan los porcentajes de personas que han experimentado una VSCD de sentir una presencia por grupo lingüístico.13

VSCD de sentir una presencia

Hombres

Mujeres

Datos en español

Datos en francés

Datos en inglés

34 %

35 %

44 %

40 %

25 %

No

66 %

65 %

56 %

60 %

75 %

Por lo general, la identidad del fallecido emana claramente de esta presencia y permite una identificación inmediata.

A continuación se ilustra este tipo de contacto:

«En febrero del 2016 supe que un examigo había muerto repentinamente de un ataque cardíaco cuando solo tenía poco más de cincuenta años. Habíamos perdido el contacto hacía dos o tres años. La noticia de su muerte me llegó al día siguiente de morir. Unos días después, de camino a casa, justo cuando giraba la llave para abrir la puerta de mi apartamento, recibí la información de que John14 estaba en mi casa. Y me sentí incómoda de inmediato. Caminé hacia la sala de estar y sentí la presencia de John sentado en una silla alrededor de la mesa del comedor. Me estaba esperando y quería verme después de su brutal partida. No podía verlo físicamente, pero sabía dónde estaba y podía sentir su presencia muy bien. Incómoda con esta sensación, le pedí que se fuera. Sentí que tenía muchas ganas de verme e insistió en quedarse, pero le dije que no me sentía preparada, que más tarde me gustaría verlo, tal vez, y se fue. Dejé de sentir su presencia y el ambiente volvió a ser relajado. Cuando estuve lista una o dos semanas después, le pedí que viniera en un sueño y lo hizo, pero esta es otra VSCD».

Como ilustra este relato, la presencia parece tener una cierta densidad, casi física, aunque invisible, y el receptor a menudo sabe exactamente dónde se encuentra el difunto en el espacio.

El 68 % pudo localizar al fallecido, el 14 % no estaba seguro y el 18 % no pudo localizarlo

«Con mi suegro sentí la presencia en el lado derecho. Con mi jefe fue enfrente.»

«Sabía dónde ubicarlo en la habitación donde estaba. No podía verlo, pero sabía exactamente dónde estaba. Mientras que cuando pienso en él, no lo “siento”.»

«Sabía que estaba allí. Podía sentir que estaba frente a mí.»

«Acostada en mi cama, sentí la presencia de mi hijo. En ese momento, sentí que el colchón se hundía como si alguien estuviera sentado a mi lado. Fue la sensación de una masa corporal invisible a mi lado. ¡Sabía que era él!»

«La noche que murió mi padre, yo estaba sentada en mi silla. Tenía un gran dolor y de repente sentí una presencia que posteriormente me calmó. Luego, cuando me fui a la cama, sentí esa misma presencia de pie a la derecha de mi cama, mirándome.»

«El día que falleció mi abuela, yo estaba frente a la chimenea pensando en ella, no podía llorar. Sentí una presencia frente a mí a la derecha, luego se movió detrás de mí y puso su mano en mi hombro derecho. Sentí mucho amor.»

A esta VSCD de sentir una presencia le siguió una breve percepción visual:

«Varios días después de que mi mejor amigo falleciera repentinamente, estaba sola en casa, en la cocina cocinando, cuando sentí una fuerte presencia detrás de mí. No había oído a nadie entrar en la habitación, así que me giré instintivamente para ver de quién se trataba. Durante un breve instante, vi a mi amigo, de pie en la puerta. Tan pronto como me di cuenta de lo que estaba viendo, él desapareció y también la sensación de una presencia.»

No solo la presencia, sino el propósito de la misma fue inmediatamente obvio para nuestro participante:

«El abuelo estuvo presente en el coche conmigo poco después de su funeral. Yo tenía unos veinte años. No estoy seguro de la fecha mientras escribo esto. Su presencia era fuerte. No tuve ninguna duda de que era él, aunque no lo “vi” ni lo “oí”. Estaba allí para despedirse».

Este suceso sorprendió a nuestra participante en medio de su actividad, cuando no pensaba en el fallecido:

«Me dirigía a la cocina para lavar los platos. No sé en qué estaba pensando, pero de repente me paré y me quedé helada… Lo sentí, sentí su energía, su presencia. Casi podía olerlo. Empecé a sollozar… y le dije que no se fuera. Esta sensación duró varios minutos y luego se fue lentamente. Pero durante esos pocos minutos fue como si estuviera allí mismo, conmigo, amándome, haciéndomelo saber».

La presencia del difunto suele percibirse con la misma claridad que cuando nos damos cuenta de que una persona viva acaba de entrar en la habitación, antes de volvernos para mirarla:

«La persona (mi padre, fallecido en 1994) vino a mi mente; entonces dejé de hacer lo que estaba haciendo, lavar los platos, me giré como si alguien hubiera entrado en la cocina y me quedé quieta. Sentí calor y amor. Mis lágrimas comenzaron a fluir de alegría. Me sentí acunada, como si él me hubiera estrechado entre sus brazos. Tenía palabras de consuelo en mi cabeza. Tenía la sensación de que se prolongaba durante mucho tiempo. Me sentí increíblemente tranquila y serena. Luego, aun sintiéndome tan bien, volví a mis actividades recordando de golpe que ¡era mi cumpleaños!»

El siguiente testimonio demuestra que los contactos no se producen cuando se esperan, sino que ocurren de forma imprevista e imprevisible:

«Mi prometido murió de forma repentina e inesperada. Yo tenía 30 años y él 43. Naturalmente, yo estaba desconsolada y me quedé con amigos que le habían conocido bien. Hablábamos mucho de él. Conversaba con él todo el tiempo, pensaba en él, pero no tenía ningún tipo de VSCD. Algunos de mis libros y discos, etc., estaban en su casa, así que fui a recogerlos. No solo anhelaba una VSCD de él, sino que “esperaba” una. Pero no sucedía nada. Me paseé por su casa, mirando y tocando sus cosas, pero no tenía ninguna sensación de él o de su presencia, solo una tristeza abrumadora. Me fui. Un par de días después, había cenado con los amigos con los que aún vivía. No habíamos hablado de él; la conversación había sido sobre cosas totalmente diferentes. Uno de los amigos me pidió que llevara una bolsa al cubo de la basura. Este se encontraba en un estrecho camino cubierto frente a la puerta de la cocina. Hacía viento, así que cerré la puerta tras de mí y agarré la bolsa. Cuando lo hice, me detuve en absoluto shock y asombro… porque él, Donald, estaba allí, esperándome. No lo vi, ni lo oí, ni olí nada… pero, sin ningún tipo de duda, supe que él estaba allí. Hablé con él. Me sentí increíblemente reconfortada, amada y aliviada. Y asombrada: cuando lo esperaba, en el lugar en el que de alguna manera era probable que estuviera, no estaba. Ahora estaba allí, frente a mí, cerca de mí. Es difícil de transmitir, pero cualquiera que haya tenido la experiencia sabrá de inmediato a qué me refiero».

La siguiente narración parece transmitir tranquilidad y sosiego:

«Por las noches, cuando estoy en mi habitación o en la de mis hijos acostándolos, puedo sentir a mi hermano mayor en la habitación, observando. Parece una presencia silenciosa que se limita a comprobar cómo está todo, sin interferir en absoluto. Solo observando».

Las VSCD de sentir una presencia son percepciones inesperadas y típicamente breves (unos segundos, unos minutos a lo sumo), que suelen tener un principio y un final claramente identificables.

El 64 % sabía exactamente cuándo llegó y se fue el difunto, el 13 % no estaba seguro y el 23 % no lo sabía

«Había una sensación real, e inesperada, de su presencia al lado y ligeramente por encima de mí. De repente estaba allí y, unos minutos más tarde, se había ido de nuevo repentinamente.»

En la narración que sigue, la entrevistada también fue capaz de identificar de forma clara la ubicación del fallecido durante estos contactos inusualmente frecuentes y prolongados que se produjeron durante varias semanas. Este testimonio da la impresión de una interacción amistosa y pacífica, y de un entendimiento mutuo que no necesita palabras, lo cual es típico de la relación entre adolescentes que mantenían antes del fallecimiento del chico:

«Cuando tenía 16 años un amigo murió de sobredosis accidental. No nos conocíamos bien, pero teníamos sentimientos afectuosos el uno por el otro y algunos amigos cercanos en común. Unos meses después de su muerte le sentí cerca, a mi alrededor, como si estuviéramos en la misma habitación pasando el rato juntos. No le vi ni le oí hablar y no nos tocamos, pero le sentí muy claramente. Podía oler débilmente su colonia. Venía y pasaba el rato así con regularidad, de forma intermitente a lo largo del día, a veces quedándose hasta una o dos horas mientras yo estudiaba. Otras veces era breve y volvía más tarde el mismo día. Esto continuó diariamente o casi durante unas tres semanas. Las visitas terminaron repentinamente y desde entonces no lo he vuelto a sentir. En el momento en que me visitaba sentí que su propósito al venir era hacer saber a sus amigos que estaba bien. No había habido un funeral público y era difícil para mí y para otros amigos comprender su fallecimiento. También parecía tener algún tipo de pregunta que intentaba plantearme en su tímida forma indirecta (típica de él en la vida), o tal vez alguna respuesta que buscaba de mí, que no pude descifrar. Las primeras visitas me sorprendieron un poco, fueron inesperadas, y no intenté interactuar con él. A medida que me sentía más cómoda con su presencia, le saludaba mentalmente y le invitaba a sentarse, y eso parecía ayudarle a sentirse más confortable. Nunca se sentaba; permanecía a un lado o detrás de mí. Rápidamente me acostumbré a pensar en él durante sus visitas, en lo que me gustaba de él, a repasar con detalle los momentos que habíamos pasado juntos en la vida; todos ellos recuerdos entrañables. Hacia el final de las tres semanas lo sentí con más fuerza y sentí que era su forma de decir «gracias y adiós». Tengo entendido que durante estos meses había permanecido cerca de la tierra y de sus amigos en una especie de lugar provisional por decisión suya, y que ahora se preparaba para marcharse definitivamente y terminar de cruzar a su lugar permanente. No dije nada de estas visitas a nadie hasta un año después, más o menos. Hablando con una de nuestras amigas comunes, descubrí que ella también había experimentado una serie de visitas muy similares por parte de él, y que lo había interpretado de la misma manera que yo».

Esta experiencia sorprendió a nuestra encuestada, especialmente porque no había ninguna conexión emocional que diera sentido a su ocurrencia. El significado de este acontecimiento queda abierto a la especulación:

«Mientras trabajaba como enfermera en el servicio de urgencias, recibimos a una paciente de un accidente de tráfico. Era una mujer afroamericana de veintitantos años. Fue un accidente grave y no sobrevivió. Volví al puesto de enfermería para dar órdenes para otro paciente. Mientras estaba sentada en el ordenador, sentí que mi compañera de trabajo (una mujer afroamericana de veintitantos años) estaba de pie detrás de mí esperando para hacerme una pregunta. Sabía quién era (o creía saberlo) sin verla. Me giré para ver cómo podía ayudarla. Cuando me di la vuelta, vi que no había nadie en el puesto de enfermería aparte de mí. Me volví hacia el ordenador. De nuevo, sentí que estaba detrás de mí esperando para hacer una pregunta. Me giré de nuevo, pero seguía sin haber nadie. Me volví hacia el ordenador y me di cuenta de que seguía allí. Esta vez me di cuenta de que la persona que estaba detrás de mí no era mi compañera de trabajo, sino la joven que acababa de fallecer. En 18 años de enfermería y habiendo estado presente en varias muertes tanto anticipadas como no anticipadas, nunca había tenido esa experiencia y nunca la he tenido desde entonces. No creo que a los espíritus les guste merodear por los hospitales, así que no anticipé el encuentro. Esto le da más credibilidad para mí, ya que no era algo que esperaba que sucediera y además no había ninguna conexión entre nosotras dos».

Algunos receptores perciben la energía del difunto y mencionan sensaciones físicas. Una caída en la temperatura ambiente o una corriente de aire a veces acompaña estas percepciones.

«Un día, después de la muerte de mi hijo, me quedé frente al mostrador de la cocina donde nos reuníamos a menudo. Sentí que entraba en un vórtice o campo de energía. Podía entrar o salir de él. Era magnético. Les pedí a mi hija y a mi marido que entraran en este círculo de energía que percibían. Tenían miedo de hacerlo. Me encantaba la sensación de este vórtice o campo de energía. Estaba 100 % segura de que era la energía de mi hijo.»

«La energía de mi padre me impregnaba todo el cuerpo. Se acabó en cuanto dejó de hacerlo. Era una energía física real.»

«Su presencia se sentía en mi cuerpo; energía vibracional.»

«Notaba todo mi cuerpo como si estuviera en una “zona” o “campo magnético”.»

«Era la sensación de sentir que había algo más ocupando un espacio físico. Como el eco de un sónar.»

«La energía del difunto llena el espacio y provoca escalofríos.»

«La presencia va acompañada de sensaciones físicas en el cuerpo.»

«Una presencia intensa, una especie de energía independiente de mí, muy diferente a la que experimento cuando pienso en alguien.»

«Sentí una especie de fuerza, de energía fluyendo muy rápidamente a mi alrededor.»

De esta presencia suele emanar un sentimiento de amor y benevolencia:

«Nos sobreviene una impresión de amor. Solo sentimos amor».

En el relato que sigue, la encuestada marca muy claramente la diferencia entre un sentimiento interior identificado como tal y las emociones aparentemente transmitidas por el difunto:

«Cuando pienso en mi ser querido fallecido (es decir, casi todo el día, como era el caso cuando estaba encarnado), se trata de mis sentimientos internos con mis pensamientos. Sin embargo, mi sentimiento interior está marcado por la dolorosa experiencia de la ausencia. Cuando mi ser querido fallecido está presente, primero lo siento fuera de mí, y es su estado lo que siento; y su estado es solo amor y alegría».

Preguntamos si la impresión de la presencia del fallecido era la misma o diferente de los tiempos en que los participantes pensaban en ellos o sentían que siempre estaban «a su lado» o «en su corazón».

Para la mayoría de nuestra muestra, la experiencia fue diferente de un pensamiento.

Para el 61 %, la sensación de presencia era diferente de un pensamiento, el 16 % no estaba seguro y para el 23 % no era diferente de un pensamiento

Los siguientes relatos ilustran cómo la presencia era diferente de un pensamiento:

«Fue más fuerte que solo sentirlo en mi corazón. Su amor me invadió desde afuera, no fue mi amor el que fue hacia él, sino el suyo el que fue hacia mí».

«Cuando pensaba en él no ocurría nada; cuando ocurrió esto yo no estaba pensando en él en absoluto».

«Era real, no un sentimiento o un deseo; era como si la persona real estuviera presente, no una imagen de la persona real».

«Sentía y pensaba en él todo el tiempo, pero sabía que eran pensamientos y sentimientos. La única vez que percibí su presencia, fue muy diferente. Una certeza que no dejaba lugar a duda. Él estaba allí».

«El pensamiento del difunto, como pensamiento consciente y diurno, era pensamiento razonado, controlado (lo que no excluye el sentimiento, la tristeza, etc.). La presencia espontánea durante la noche estaba más “presente”, más… viva de alguna forma, y casi más encarnada que el pensamiento intelectual».

«Cuando pienso en él, solo “imagino” que se conecta conmigo, solo puedo “pensar” que me está enviando señales que me hacen pensar en él. Pero durante una VSCD, sé que está ahí. Es un sentimiento de saber, no de imaginar o pensar».

«Diferente, porque cuando sentí su presencia era como si otra persona estuviera conmigo en la habitación, mientras que el resto del tiempo, aunque pensaba en él, no lo sentía a mi lado».

El carácter espontáneo y no solicitado de estos contactos se desprende de forma elocuente de los testimonios que siguen:

«Fue una sensación completamente diferente. Si pienso en mi abuela es por decisión mía, pero esta experiencia no tuvo nada que ver con mi decisión personal».

«Porque siento que no soy yo la que decido comunicarme, sino él. Yo no puedo hacer nada, aunque sea mi deseo o necesidad».

Este participante no fue informado de la muerte de la persona percibida. Así, recibió información que antes le era desconocida (la muerte del familiar), lo que clasifica este contacto en la categoría de las VSCD probatorias:

«No estaba pensando en la fallecida en ese momento porque aún no sabía que había fallecido».

Estos contactos son mucho más que sentir simplemente la presencia del fallecido, que en sí mismo ya es una experiencia inesperada y memorable. Los receptores dicen haber comprendido también la intención del fallecido, es decir, su deseo de informarles de que siguen existiendo y que les va bien, así como su deseo de hacerles sentir el amor que les tienen y el consuelo que desean brindarles. El método de contacto, es decir, el tipo de VSCD, no es en sí muy importante porque es solo el medio de lo esencial, que es la información transmitida.

Esta supuesta transferencia de información a veces toma la forma de una toma de conciencia similar a una revelación, como describe una madre que perdió a su hijo de cinco meses y tres semanas por un paro cardíaco:

«Sentí la presencia de mi hijo varias veces, siempre detrás de mi hombro izquierdo. Fue fuerte, supe que era él, precisamente en este lugar, y nunca duró mucho. No sentí la necesidad de darme la vuelta para verlo o tratar de tocarlo, sabía que no habría nada, pero lo sentí. Fue como si una simple cortina nos separara: sabemos que el otro está detrás, lo sentimos, incluso sin verlo. Así es como percibo lo que llamo esta “otra dimensión”: simplemente detrás de un velo, muy cerca, realmente muy cerca».15

Preguntamos a los encuestados si el difunto transmitía un mensaje solamente con su presencia.

El 74 % percibió una comunicación, el 15 % no estaba seguro y solo el 11 % no percibió una comunicación

Los mensajes percibidos son específicos de la situación de vida individual del receptor y se basan en la historia común con el fallecido. Doy la palabra a algunos de nuestros participantes:

«Me dijo: “Estoy aquí. Sé cómo te sientes. Estoy cerca de ti. Todo está bien”».

«Era para agradecer».

«Me quería y, aunque estaba muy deprimida y mi corazón estaba destrozado, estaría bien».

«Me pareció que Jenny quería transmitir que ahora estaba muy, muy bien, y que se sentía aliviada y feliz de haber dejado atrás esta vida difícil. Probablemente quería decírselo a todos los dolientes presentes, y no solo a mí».

«Que todo iba a ir bien a partir de ese momento».

«Sentí que mi madre estaba tratando de consolarme, de decirme que, aunque ya no estaba en este plano de la realidad, todavía estaba viva. Sentí su suavidad; una suavidad en su presencia».

«Una de mis hermanas tenía problemas y él envió un mensaje para ella».

«Creo que él mismo estaba asombrado de estar todavía “vivo” en el otro lado y quería avisarnos para consolar a su hijo».

Esta VSCD parece haber evitado que el participante se metiera en problemas:

«Me impidieron hacer algo que dudo que hubieran aprobado».

Y, a veces, son los fallecidos los que parecen tener problemas:

«Que no podía pasar al otro lado».

«Pedía ir a la Luz. Pedía ayuda».

Escuchar una voz

El 43 % escuchó al difunto

430 participantes tenían VSCD auditivas.

VSCD auditiva

Hombres

Mujeres

Datos en español

Datos en francés

Datos en inglés

49 %

43 %

50 %

37 %

48 %

No

51 %

57 %

50 %

63 %

52 %

Durante esta VSCD auditiva se planteó una pregunta difícil que surgió del pasado:

«Yo era madre de dos niños pequeños de cuatro y cinco años, divorciada, con un exmarido alcohólico. Me trasplantaron un tímpano antes de que nacieran mis hijos y desde entonces no puedo moverme en la oscuridad sin ansiedad. Sin embargo, hace treinta años, un domingo por la noche, acosté a mis dos hijos y para volver a la cocina tuve que caminar por un pasillo largo y oscuro. Por lo general, siempre encendía la luz, pero esa noche salí al pasillo en la oscuridad y sentí una presencia frente a mí que me dijo: “Si hubiera cambiado, ¿nos hubiéramos quedado juntos?”. Y yo respondí: “Sí”. No eran palabras como podemos expresarnos como humanos, sino como una comunicación sentida en lo más profundo de mí. Inmediatamente estuve segura de que era mi exmarido. A la mañana siguiente, en mi lugar de trabajo, sonó el teléfono, e incluso antes de contestar supe que la policía me estaba llamando para decirme que mi exmarido había muerto. Efectivamente así fue. Me informaron de la muerte de mi exmarido, que había ocurrido el domingo por la tarde, es decir, de dos a tres horas antes de que yo experimentara esto que usted denomina una VSCD. Experimenté este suceso incluso antes de enterarme de su muerte».

El siguiente testimonio es representativo de lo que experimentan muchos receptores: están inmediatamente convencidos de que han tenido una experiencia real, pero la cuestionan porque la consideran un hecho totalmente imposible, un acontecimiento que no puede suceder, simplemente porque la concepción de la realidad que prevalece en nuestras sociedades no deja lugar a lo inesperado, a lo inexplicable, a lo misterioso, a lo trascendente. Esta participante solo pudo reconocer su experiencia como auténtica una vez que obtuvo información sobre las VSCD:

«Unos tres meses después de la muerte de mi hija, oí la voz de mi madre en mi cabeza. Mi madre murió en el 2007. Mi hija murió en el 2017. Había estado terriblemente triste y afligida desde la muerte de mi hija. Mi marido trabajaba por las noches, así que estaba sola en el apartamento. Había silencio; solo yo y mi tristeza. Estaba de pie en la cocina cuando de repente mi madre me habló y las palabras estaban dentro de mi cabeza, pero en su voz, que no puedo recrear, así que sé que era real. Me dijo: “No estés tan triste, niñita. Mary está aquí conmigo”. (Mi madre y mi padre eran las únicas personas que me llamaban «niñita».) Me quedé en estado de shock, porque siempre me habían dicho que esas cosas no pasaban de verdad. Contesté dócilmente: “Vale, mamá” y luego miré a mi alrededor, pero no había nadie. No se lo dije a nadie durante un par de semanas. No estaba segura de aceptarlo, aunque sabía que era real. Finalmente, después de saber que las VSCD realmente ocurren, me di cuenta de que mi mamá estaba tratando de consolarme y que mi hija está a salvo con ella y comencé a sanar».

Este testimonio de una VSCD auditiva es particularmente interesante, ya que la participante ha percibido varias informaciones previamente desconocidas para ella. La información relativa a la herencia en particular fue confirmada poco después del contacto, lo que clasifica esta experiencia en la categoría de las VSCD probatorias:

«Una noche me desperté y vi a mi padre biológico. Me saludó, me dijo que vino a decirme que se iba y que había dejado para mí una pequeña herencia. Dijo que conoció a mis hijos y que tenía una bella familia. Se despidió con cariño y se fue. Nunca tuve contacto con él, no lo conocí en persona, supe de su existencia cuando, a los nueve años, me enteré de que el padre con el que me crie y del cual llevo el apellido no era mi padre biológico. Sin embargo, nunca busqué conocerlo, y él tampoco. Así que solo nos encontramos personalmente después de su muerte. Dos días después de la experiencia, la familia de él se puso en contacto conmigo para notificarme su fallecimiento y su voluntad de que yo recibiera una herencia que él me había dejado. Lo cual confirmó que mi experiencia fue real y exacta».

Como han demostrado los testimonios citados en las páginas anteriores, las VSCD auditivas surgen de dos formas: o los receptores escuchan una voz que parece provenir de una fuente externa, de la misma manera que escucharían a una persona viva (este fue el caso del 49 % de nuestros participantes), o perciben la comunicación sin sonido externo (56 % de nuestros encuestados).16 En este segundo caso, hablan de un mensaje «depositado en su conciencia», al tiempo que precisan que el origen de la comunicación está fuera de ellos mismos y que no fue un pensamiento. Por lo tanto, sería una comunicación telepática. Los receptores no siempre pueden decir cómo escucharon al difunto. La comunicación puede ser unilateral o bilateral. Para ambos tipos de contacto, los fallecidos son generalmente reconocidos sin dudarlo por la entonación de la voz y por una cierta forma de expresarse característica de ellos.

Este encuestado pudo identificar específicamente de qué lugar de la habitación procedía la voz:

«Me despertó la voz de mi difunta esposa; fue entre las dos y las tres de la madrugada. Me llamó por mi nombre como si intentara despertarme sin sobresaltarme. La voz venía del extremo y de la izquierda de la cama».

Un toque de humor no es incompatible con un funeral…

«B. era una amiga íntima de la familia y era considerada mi tía, aunque no teníamos ningún vínculo familiar. En su funeral, la iglesia estaba llena. Su familia estaba pronunciando los elogios y mi mente se encontraba a la deriva. La congregación se hallaba en silencio. Escuché una risa distintiva detrás de mí (B. tenía una risa muy distintiva) y las palabras «¡Ostras, Peter! ¡Mira toda esta gente!». Esto habría sido muy propio del carácter de ella. Miré inmediatamente detrás de mí, tan fuerte era la impresión. La voz venía de arriba, ligeramente a mi derecha. La voz tenía un volumen normal y habría sido claramente oída por los demás. Nadie dio muestras de haberla oído. Le pregunté a mi madre, que estaba sentada a mi lado: «¿Has oído eso?», y me contestó que no. Tuve que explicar después lo que había oído, pero la experiencia fue muy real y me costó controlar la risa durante el resto de la ceremonia.»

A continuación, más ilustraciones de VSCD auditivas:

«Sentí claramente a mi madre diciéndome que estaba con mi padre y que se sentía de maravilla. Podía oír muy bien su voz. No la vi, pero sentí su presencia».

«Mientras me metía en la cama, oí claramente a mi difunto marido detrás de mí, diciendo: “Nunca te dejaré”».

«Una mañana, justo cuando estaba a punto de despertarme de verdad, no del todo dormida pero tampoco despierta, oí la voz de mi suegro, que había visto el día anterior en un estado más deprimido que nunca. Me dijo: «No te preocupes. Ya estoy bien». Quince minutos después sonó mi teléfono. Los vecinos de mis suegros me dijeron que los bomberos y los gendarmes estaban allí por mi suegro. Muerte por suicidio. Me “habló” en el momento de su muerte».

«El 17 de julio del 2018, el hijo de mi sobrina, Nicolás, tuvo un accidente con su bicicleta y murió el 18 de julio en un hospital universitario de Suiza. Nicolás tenía nueve años. Nicolás y yo siempre estuvimos muy unidos. Después de su muerte, viví con la familia de mi sobrina durante algunas semanas. La segunda noche después de la muerte de Nicolás no pude dormir y lloré. De repente, sentí una presencia llena de bienestar, amor, serenidad. Una voz, sin ser una voz, me dijo: “Todo está bien. Todo está bien”. Fue una experiencia muy consoladora. Después de tal vez medio minuto (no sé realmente) este sentimiento se fue. Quería conservarlo, porque era tan bonito y reconfortante, pero no pude. Al día siguiente estuve hablando con mi sobrina al respecto. Dije: “Era Nicolás o Dios”. Y ella había experimentado lo mismo la misma noche, pero dos veces y probablemente durante más tiempo. Ella estaba segura de que era la presencia de Nicolás».

Los contactos en los que los receptores oyen al fallecido decir su nombre no son inusuales:

«Estaba tumbado en la cama, totalmente absorto en un libro, cuando oí la voz de mi padre decir en voz alta mi nombre, el nombre con el que solo él me llamaba».

«Mi padre me llamó claramente por mi nombre horas después de su fallecimiento. Sin duda era su voz, pero sonando mucho más joven».

«Mi madre falleció en marzo del 2002. Pocos días después, mi hermana menor y yo hablábamos de los planes para su funeral mientras estábamos en la cocina de mi casa (vivo en casa de mis abuelos maternos). Estaba en medio de una frase cuando oí claramente la voz de mi madre diciendo mi nombre. Dejé de hablar y mi hermana y yo nos miramos con cara de asombro. Le pregunté: “¿Has oído eso?”. Ella respondió: “Sí, lo he oído”. Le pregunté: “¿Qué has oído?”. Ella dijo: “He oído a mamá pronunciar tu nombre”. Dije: “¡Bien, eso es lo que he oído yo también!”. Entré en el comedor y me dirigí a donde había oído la voz de mi madre, y le dije: “Hola, mamá. Te queremos y te echamos de menos”. Volví a la cocina. Mi hermana y yo lloramos un poco. Sabíamos que era ella».

«Mi padre luchó contra el cáncer durante todo un año. Era terrible ver cómo sufría y cómo lo consumía poco a poco. Él y yo siempre fuimos muy cercanos y hacíamos todo juntos. El día de su operación supe que algo no iba a ir bien, recibí una llamada de madrugada de mi mamá llorando y ahí ya lo supe todo, había fallecido… Él falleció en el año 2013. Desde entonces mi mamá y mi hermano menor siempre escuchan su voz o a veces dicen verlo sentado en el sillón o ver pasar una sombra como la de él. Yo jamás había escuchado ni visto nada desde su muerte, pero un día de ese mismo año me encontraba en su taller, que está en la terraza. Estaba haciendo unas cosas y escuché su voz diciendo mi nombre… Por un momento pensé que era mi imaginación, pero lo sentí, sentí que no estaba sola, que alguien más estaba ahí conmigo. Salí afuera un momento, me senté en el lugar donde él y yo siempre nos sentábamos y, por un momento, parecía que estaba con vida a mi lado observando el bonito día. Me quedé callada, cerré los ojos y sentí como si una mano tocara la mía. En voz baja dije: “Te quiero, papa”. Luego abrí los ojos y ya no sentí nada más. Sé que fue una especie de despedida o una forma de decirme que nos cuida a mi familia y a mí».

Estos contactos, que tuvieron lugar en una antigua propiedad familiar con historia, fueron percibidos simultáneamente por nuestra participante y su pareja. Al parecer, el destinatario de estas VSCD auditivas no era nuestra participante, sino su abuela, fallecida hacía años:

«Vivo en una antigua casa de plantación que ha pertenecido a mi familia durante varias generaciones. La heredé tras la muerte de mi abuela, que se llamaba Victoria. Cuando mi pareja y yo nos mudamos a la casa hace diez años, empecé a oír la voz de un hombre llamando: “Victoria. Victoria”. Pensé que mi pareja estaba jugando conmigo, pero me prometió que no era así. El momento decisivo fue cuando mi pareja y yo estábamos sentados en el salón y oímos la voz desencarnada llamando a Victoria. Esto continuó durante unos meses y luego se detuvo. Creo que la voz era de mi difunto abuelo, al que nunca conocí».

Algunos receptores no oyen palabras, sino otros sonidos que atribuyen al difunto. Fue una canción que nuestra entrevistada escuchó:

«Mi padre falleció el 22 de noviembre del 2018. No vivo en Francia y fui a casa el 23 de noviembre. Cuando entré en casa de mi padre y cerré la puerta tras de mí, le oí tararear una canción como solía hacer cuando estaba vivo. No lo imaginé cantando, lo escuché».

Los pasos parecen ser otro medio de las VSCD auditivas:

«Algunos días después de la muerte de mi padre estaba en su casa. Me encontraba en la cocina y la casa estaba en silencio (al final de la tarde). Le oí entrar por la puerta y dar un paseo por la casa. Era su forma de andar, su movimiento por los escalones. Oí los pasos por la casa, habitación por habitación. Enseguida me di cuenta de que estaba dando un último paseo por la casa. Tras un par de minutos, salió por la puerta principal. Estaba claro que había un cambio de energía, una liberación. La experiencia fue auditiva. No me asustó porque el ritmo y el movimiento del sonido eran muy parecidos a él».

Parece que nuestra participante recibió un amistoso consejo profesional de la difunta en forma de un ruido:

«Estaba trabajando en el cuarto oscuro de una fotógrafa que había sido asesinada. Era en una universidad y yo era la persona que la había sustituido en su trabajo tras su muerte. Era mi primer proyecto para imprimir fotografías de la escena del crimen de su accidente de coche. Mientras imprimía las fotografías, oía un ruido cada vez que iba a sacar una fotografía del líquido de revelado. Después de encender las luces me di cuenta de que el traqueteo provenía de las pinzas que estaban colgadas en la pared, donde no las había visto. Utilizaba las manos para sacar las fotografías en lugar de las pinzas, ya que era nueva en el cuarto oscuro y no sabía dónde estaba todo».

La percepción de una tos característica es el tema del siguiente testimonio:

«Oí toser a mi abuelo. Había muerto el día anterior. Era una tos rasposa muy característica. Sabía que era él. Estaba sola en casa en ese momento. No había vecinos cerca y el piso de al lado estaba vacío».

Es un latido que se percibió durante esta experiencia, combinado con una sensación de energía:

«Hace pocos días, estando acostada en la cama para dormirme, sentí un fuerte calor cerca de mi espalda y oí perfectamente el latido de un corazón… Sentí una gran energía detrás de mí».

¿Cómo se puede imaginar una comunicación sin sonido externo? Les presento algunos de los comentarios de nuestros encuestados:

«Es una cosa muy extraña “oír” dentro de la cabeza, con las mismas palabras y timbre de voz del difunto. Una experiencia única, creo, porque pareciera que el difunto estaba dentro de mi cabeza, pero como individuo diferente a mí, con la posibilidad de conversar y contestar preguntas».

«Una voz sin modulación. Fue más un pensamiento que percibí».

«Se parecería más a la telepatía. Escuchamos, pero no se oye ningún sonido, solo sabemos con certeza que el difunto nos habló».

«No es realmente una voz, sino un sentimiento que supo hacerse entender. Vi la imagen y entendí».

A los que habían escuchado una voz externa, les preguntamos si era la misma o diferente a la que tenía el difunto cuando estaba vivo. Para la mayoría de los encuestados, la voz era la misma.

Para el 68 % la voz era la misma, el 17 % no estaba seguro y para el 15 % la voz era diferente

Los siguientes relatos ilustran cómo la voz era diferente:

«Diferente porque su voz era como forzada y lejana, pausada y con esfuerzo al hablar».

«Era el mismo que cuando estaba sano antes del ictus. Tenía afasia después del ictus, por lo que esa no era la versión de él con la que interactuaba».

«Escuchaba la voz en mi cabeza, pero con una leve distorsión, como resonante».

«Más robusto, como si fuera más joven, más fuerte».

«Sonaba como si estuviera hablando bajo el agua».

«Su timbre de voz era igual, pero más lento, tranquilo y cariñoso».

«Diferente, pues oí que dijo mi nombre de una forma como si tuviera un pañuelo que le tapara la boca. No fue nítido, pero perfectamente audible».

«Su voz era más profunda, como una voz a cámara lenta en una grabadora».

«Su voz era menos clara y más suave; lo cierto es que tuve que concentrarme para escuchar su voz».

«Dos meses después del suicidio de mi hija de 16 años, escuché por la noche, medio dormido, una voz que solo decía: “Papáaaaaaa…”. Fue a la vez un arrepentimiento y una amorosa despedida. Era su voz, pero un poco más metálica».

¿Cómo se puede diferenciar una comunicación percibida sin un sonido externo de un pensamiento? Para una gran mayoría de nuestros participantes, no había duda de que la comunicación era diferente de un pensamiento y que no la generaron ellos mismos.

Para el 87 % la comunicación fue diferente de un pensamiento, el 6 % no estaba seguro y solo para el 7 % la comunicación fue idéntica a un pensamiento

Sentir un contacto físico

El 48 % sintió un contacto físico

472 de los encuestados experimentaron una VSCD táctil.

VSCD táctil

Hombres

Mujeres

Datos en español

Datos en francés

Datos en inglés

41 %

49 %

47 %

51 %

46 %

No

59 %

51 %

53 %

49 %

54 %

Durante este tipo de VSCD, los receptores sienten un contacto en una parte del cuerpo, por ejemplo, un toque, una presión, una caricia, una mano colocada en el hombro o un verdadero abrazo. El contacto es reconfortante y los receptores a menudo reconocen inmediatamente a su ser querido fallecido por la familiaridad de su gesto característico para él o ella. Algunos informan de que el contacto estuvo acompañado por un «flujo eléctrico» o una «onda de energía».

¿Cómo se puede imaginar tal contacto físico? A continuación, un ejemplo:

«Fue unos días después del funeral de mi marido. Estaba muy triste y de repente sentí su mano en mi hombro y pude olerle. Estaba segura de que estaba en la habitación conmigo, intentando consolarme. Tuve la sensación de que no debía darme la vuelta, pues de lo contrario él se habría ido. Sentí su fuerza y me dio poder para vivir».

El contacto físico suele ser característico del fallecido y se le asigna inmediatamente:

«Alrededor de un mes después de la repentina muerte de mi madre, me encontraba sola en la casa, en mi habitación. Estaba sentada a un lado de la cama, muy angustiada, aullando con el dolor de mi pérdida y rabiando contra el Dios en el que había puesto mi fe, porque no había venido en mi ayuda en mis horas de necesidad y oscuridad. No podía dejar de llorar y nunca me había sentido más sola. Entonces “sentí” que mi madre se sentaba a mi lado y me rodeaba con los brazos. Sé que era mi madre de la misma manera que puedes sentir a alguien que conoces bien físicamente cerca de ti, incluso podía olerla. Mientras me abrazaba, fui consciente de estar totalmente envuelta por su amor y, mientras me calmaba, sentí un intenso calor y una calma que no había sentido desde que murió. Sentí que me acariciaba el pelo y reconocí la sensación de ser consolada por mi madre. Estoy 100 % segura de que ella vino a consolarme, pues reconocí su esencia y su energía. Aunque derramé muchas más lágrimas en los meses siguientes a su fallecimiento, nunca volví a experimentar la desesperación que sentí aquella mañana. La experiencia, junto con muchas otras que siguieron, me hizo reconsiderar por completo mis creencias religiosas tradicionales y explorar mi propia espiritualidad. Creo que estoy más tranquila conmigo misma como resultado de su contacto aquel día».

Para esta participante, el gesto que sintió era característico de su difunto marido, y la devolvió a la época despreocupada en la que compartían su vida cotidiana:

«Sentí que mi marido me tocaba el pie y lo presionaba sobre la cama, hundiendo el colchón y despertándome. Pensé que podían ser mis perros intentando saltar sobre la cama, pero no estaban en la habitación, sino en sus perreras, en el piso de abajo. Mi marido tenía la costumbre de hacer eso cuando caminaba hacia su lado de la cama. Siempre me agarraba los dedos de los pies o simplemente me tocaba el pie cuando se metía en la cama o durante la noche si se levantaba por cualquier motivo».

El siguiente contacto parece haber evitado un drama, tan profunda era la desesperación de esta madre:

«Exactamente cuatro semanas después del fallecimiento de mi hijo y en mi primer día de vuelta al trabajo, al llegar a casa, lloré durante horas y me sentía muy suicida. En ese momento estaba sola en mi casa. Había hablado previamente con mi hermana por teléfono diciéndole que no podía continuar. Colgué, salí a buscar el correo y volví a entrar. Mientras me inclinaba sobre la mesa sentí que una mano me recorría toda la espalda. Di un salto y me di la vuelta; no había nadie en la habitación conmigo y me puse de rodillas y le clamé a mi hijo, que había sentido que me tocaba. Y supe en ese momento que él me estaba diciendo: “No, mamá. Estoy aquí contigo. No, mamá. No te mates, estoy aquí, mamá”. Volví a llamar a mi hermana por segunda vez llorando y se asustó por si algo iba mal cuando le dije que había sentido que mi hijo me tocaba. Empezó a llorar y a decir “Gracias, Dios”. Había estado sentada rezando desde la primera llamada que le hice. Le pedía a Dios que le permitiera a Bill ser capaz de mostrarme una señal porque le preocupaba que me hiciera daño».

El siguiente caso describe el impacto inmediato, y aparentemente duradero, de estas poderosas experiencias en la resolución del duelo:

«Unos seis meses después de la muerte de mi mujer, tuve un día especialmente malo, sufriendo un profundo dolor. Esa noche me quedé en la cama sollozando hasta quedarme dormido. Cuando me desperté por la mañana, seguía con el ánimo por los suelos y me quedé tumbado, como adormecido, escuchando a los pájaros de fuera, y me puse de lado. Entonces sentí la energía de mi mujer acurrucarse contra mi espalda. Esto es algo que hacíamos a menudo antes de ir a dormir o al despertar. Y, de repente, la pena se disipó. Me sentí tranquilo y reconfortado, y volví a dormirme. Cuando me desperté, la pena había desaparecido por completo y estaba listo para seguir con mi vida».

La gama de VSCD táctiles descritas es amplia:

«Poco después de perder a un querido amigo y compañero del alma, hace dos años, estaba en la cama llorando una noche. De repente me di cuenta de que él estaba allí, tumbado detrás de mí, sujetando mi mano con una de las suyas y con su otro brazo rodeándome en un abrazo».

«Era el viernes 18 de noviembre del 2016. Estaba sentada en mi sofá, pero tuve que salir de casa poco después. Fue entre la una y la una y media del mediodía. En un momento, sentí un brazo apoyado en mi hombro izquierdo rodeándolo y una cara, una cabeza peluda, descansando sobre mi otro hombro, en el derecho. No estaba soñando. Físicamente sentí ese abrazo, ese pelo largo y rizado en mi cuello. A continuación la presencia desapareció».

«Descansando por mi cuenta, de repente sentí la presión de la mano de mi padre en el hombro. Al mismo tiempo, sentí la suavidad en este gesto».

«El día después o dos días después del suicidio de mi hijo, temprano por la mañana (alrededor de las 6:00), estaba en casa de mi hija. Todavía en la cama, acostada en posición fetal, percibí una presencia en mi espalda, unos brazos envolviéndome suavemente y un pulgar en mi mano. Continuó durante unos instantes. Entonces la sensación se hizo más ligera, hasta que desapareció».

«Estaba acostada en nuestra cama unos días después de la muerte de mi pareja. Intentaba dormirme con los ojos cerrados cuando sentí un abrazo envolvente, desde el pecho hasta los muslos, que llegó a levantarme ligeramente las piernas. Abrí los ojos con pánico, pero la dulzura del sentimiento me calmó rápidamente antes de desaparecer».

«Tuve contacto táctil con mi papá, que falleció repentinamente en el hospital. No pude despedirme de él y estaba muy triste. Se interpuso entre mi sueño y el despertar para acariciarme la frente como si fuera un bebé. Supe que era él de inmediato».

«Estaba dormida en mi cama y me desperté sobresaltada porque sentí a mi compañero, que había muerto el mes de mayo anterior, acostado contra mi espalda. Su brazo estaba en mi cadera y su mano en mi estómago, en la posición exacta que estaban cuando dormíamos juntos. Le dije: “¿Eres tú?”, y desapareció».

«Seis meses después de la muerte de mi esposo, nació mi nieto. Yo me sentía muy enfadada una noche por vivir sola este nacimiento. Durante la noche me desperté sintiendo un fuerte abrazo. Traté de que durara el mayor tiempo posible, pues sabía que era mi esposo, y mi ira desapareció».

«Menos de un mes después de la muerte de mi hija, estaba en la cocina, preparando la comida, y la “escuché” bajar las escaleras desde su dormitorio. Entonces sentí su presencia detrás de mí y me abrazó. Fue increíble y muy dulce experimentarlo. Tan real como si estuviera “viva” cerca de mí».

El siguiente relato hace pensar en un intento fallido de establecer contacto:

«He experimentado varios contactos, la mayoría físicos. Lo más significativo fue cuando una colega perdió a su hijo, a quien conocía relativamente bien. Sentí que estaba a su lado y una vez tuve la sensación de que alguien me tiraba de la manga de la camisa y luego de que me estaba empujando en las costillas. Estoy segura de que fue él quien quiso decirme algo».

Esta experiencia ocurrió durante una circunstancia estresante:

«Llevaba cuatro horas al teléfono evitando que un amigo se suicidara. Cuando colgué, sentí que alguien me abrazaba para consolarme. Y por el olor, supe que era mi padre, que había muerto hacía unas semanas».

La siguiente experiencia adquiere significado a través del mensaje auditivo que la acompaña:

«Mi papá terminó con su vida en septiembre del 2012 y en los días que siguieron, mientras yo estaba en casa y caminaba por el pasillo, sentí una presencia empujándome hacia delante, dándome un impulso real. Muy extraño. Llegué al baño, mientras yo estaba aturdida y triste, y me llegó una frase: “¡Tienes que seguir adelante y disfrutar de la vida!”».

El dolor del duelo se alivió de inmediato, aunque quizá no definitivamente, con este contacto:

«La noche de la muerte de mi madre, después de dos meses de hospitalización, me sumergí en una espiral infernal de tristeza, de angustia, de la nada; que se detuvo instantáneamente. Escuché o, más bien sentí, una especie de susurro reconfortante y luego una calidez consoladora acompañada de la sensación de que alguien estaba pegado contra mi espalda y me abrazaba. Me quedé dormida todavía abrazada, reconfortada».

Esta VSCD fue el preludio de otras manifestaciones que se producirían durante un largo período de tiempo:

«Mi abuela murió en el hospital durante la noche del 12 al 13 de diciembre del 2013. Fui a reconocer a mi abuela el viernes 13 por la mañana. Entré en una habitación de azulejos, donde ella estaba en una camilla cubierta con una sábana blanca. Me senté a su lado llorando y hablándole, preguntándole por qué se había ido tan de repente. Me quedé un buen rato a su lado, hasta que tuve que irme y, para despedirme, le di unas palmaditas en la mejilla. Regresé a mi coche y, cuando lo puse en marcha, sentí que una suavidad me envolvía. Fue tan hermoso... Me sentí protegido, reconfortado, y de repente noté una suave caricia en la mejilla. Comprendí que mi abuela me daba las gracias y me consolaba. Recuerdo ese dulce paréntesis en el caos. Unos días después, mi abuela apareció en su habitación y varias veces durante más de un año».

La siguiente experiencia describe una VSCD compartida, es decir, un contacto que fue percibido simultáneamente por dos personas reunidas en el mismo lugar:

«48 horas después de la muerte de mi hija, estaba en mi habitación con una amiga al final de la noche. Estábamos hablando de otra cosa. De repente, mi hija vino a abrazarnos a las dos al mismo tiempo. Puso su mano en la espalda de cada una. Nos sobresaltamos y exclamamos: “¡María!”».

Para comprender mejor las VSCD táctiles, les preguntamos a los participantes en qué parte de su cuerpo habían sentido el contacto y cómo se había producido:

«Estaba en la habitación de mi padre, mirando sus cosas en su mesilla de noche, y sentí una caricia en la mejilla».

«Tocando suavemente mi espalda».

«En la cara y en el abdomen. Cuando estaba en la cama, unas semanas después de que mamá se fuera, recibí dos suaves bofetadas en la cara, pues no podía dejar de llorar. Sentí un gran calor en el abdomen, como si me rodearan unos brazos».

«Sentí cómo su mano tocaba la mía, como diciéndome que estaba ahí, a mi lado».

«Me agarró el antebrazo izquierdo para que le prestara atención y la escuchara».

«Una caricia en el pelo y en la cara».

«Alrededor de mi muñeca, en mitad de la noche. Sabía que era él porque tenía un interior de la mano muy característico después de sufrir quemaduras de tercer grado. Mi muñeca vibró levemente».

«Sentí el abrazo. Estaba a mi lado y pasó sus brazos y me rodeó».

«En el hombro izquierdo sentí su mano y me habló».

Para una pequeña mayoría de nuestra muestra, el contacto les resultaba familiar, ya que era característico del fallecido.

Para el 55 % el contacto era familiar, el 11 % no estaba seguro y para el 34 % el contacto no era familiar

¿Cómo experimentaron los encuestados este contacto en términos de sensaciones?

«Totalmente real, como el contacto con otra persona viva».

«Era tan intenso que casi parecía físico».

«Como un contacto físico, solo que diferente».

«Como una experiencia sensorial desconocida».

«He sentido que este contacto me ha aportado mucha energía».

«En todo mi cuerpo con fuertes vibraciones que me mantenían despierto».

«Una poderosa energía que nunca había conocido fluyó por todo mi cuerpo».

«Lo sentí profundamente en todo mi ser. Una tremenda energía recorrió mi columna».

«Un escalofrío y un gran frío después».

«Sensación de tacto en el hombro y un fuerte escalofrío recorriendo mi cuerpo».

«Muy intenso en términos de vibraciones».

Preguntamos si los participantes habían intentado tocar al difunto. No muchos habían tomado esta iniciativa.

El 26 % intentó tocar al difunto, el 2 % no estaba seguro y el 72 % no lo intentó

De aquellos que habían tratado de tocar al difunto, poco menos de la mitad podía sujetarlo y sentir una resistencia o materia.

El 43 % pudo sujetar al difunto y sintió resistencia o materia, el 15 % incierto y el 42 % no pudo sujetarlo

El siguiente relato describe la resistencia que nuestro participante sintió al tocar la aparición. Como suele ocurrir, pasaron muchos años antes de que estuviera dispuesto a compartir esta bella experiencia con otros:

«En 1999, mi esposa murió de cáncer de ovarios a la edad de 56 años. Unos días después del funeral, habiéndose ido los niños, yo estaba en el dormitorio. Era temprano por la tarde y, de pie, estaba doblando una de sus chaquetas. Era azul marino y todavía estaba impregnada de su olor, que sabía que desaparecería en unos días, y me sentía muy triste. Mi mente estaba totalmente vacía. De repente, mi esposa estaba allí, de pie frente a mí, vestida de manera habitual. En un gesto espontáneo que no puedo explicarme, la abracé, con verdadero contacto físico. Pude sentirla abrazándome también. Al darme cuenta de lo que estaba haciendo, la tomé (con un toque real) por los hombros, la alejé de mí y le dije, mirándola a los ojos: “¡Pero estás muerta!”, y ella respondió: “Sí, estoy muerta”. Este intercambio fue mental, de pensamiento a pensamiento, y en cuanto todo desapareció, me encontré con la chaqueta en las manos. Es la única manifestación que tuve. Estaba triste, pero no desesperado.

Fueron necesarios quince años para hablar de ello, primero con nuestros dos hijos. Ella había venido a despedirse de mí, demostrándome así la continuación de su existencia en otra forma. De lo cual estoy convencido, ahora que poseo una serenidad infalible y no tengo miedo a lo que llamamos “muerte”. Me gustaría señalar que soy un profesional de la salud en ejercicio, al servicio de mis semejantes, que solo me detendré cuando “Él” me llame y que, hasta el día de hoy, a los 77 años, estoy en buena salud física y mental».

Nuestros encuestados describieron cómo sentían la resistencia o materia del fallecido percibido:

«Era totalmente física, con las mismas propiedades de una persona viva y también su ropa».

«Sutil, como intentar pasar la mano en una mezcla de vapor persistente o una materia muy volátil».

«Pone sus manos sobre las mías y percibo un gran peso, como si fuera algo vivo».

«Cuando experimento su contacto, lo verifico en su contacto con las manos. Percibo la piel áspera y rugosa como cuando estaba vivo; mantiene la misma textura».

«Fue como besar el agua. Podía sentirla, pero estaba floja…».

«No era materia de cuerpo físico, era como dos imanes unidos, energía… Eso sentí en el abrazo y el sentimiento de amor me conectó más».

Uno de nuestros encuestados, sin embargo, tuvo la impresión de que este contacto físico no debía tener lugar:

«El difunto se evaporó cuando quise acercarme a él, como para hacerme entender que no me estaba permitido tocarlo».

¿Sintieron los participantes que el contacto estaba transmitiendo un mensaje? Una mayoría significativa respondió positivamente.

Para el 80 %, el contacto físico transmitió un mensaje, el 10 % no estaba seguro y solo el 10 % no percibió ningún mensaje

Estos son algunos ejemplos de mensajes transmitidos a través del contacto físico. Con frecuencia, sirven para comunicar que el difunto percibido está vivo y bien.

«Estoy cerca de ti. Estoy vivo».

«Sí, soy realmente yo. ¿Ves? Es como siempre cuando nos abrazamos».

«Me hacía saber que estaba allí y que no me lo imaginaba».

«Sentí que decía: “Estoy aquí y lo sabes. Te quiero. No te aflijas porque estoy vivo, solo que no en mi cuerpo”».

«El mensaje era que quería que supiera que seguía estando muy cerca, aunque no pudiera verla».

Muchos mensajes son esencialmente expresiones de amor y apoyo:

«Me dijo: “Así es como eres amada, sin límite, sin condición”».

«Quería ser tranquilizador, cariñoso y transmitirme calma, aunque me estresara, sobre todo al principio, o simplemente porque lo deseaba, para decirme que estaba ahí conmigo».

Otros mensajes expresan una petición de apoyo para los allegados del fallecido:

«Que cuidemos a mi padre».

«Despedida definitiva para mí y para mi familia con el encargo de que cuidemos a su viuda».

Y a veces se percibe información sobre el fallecimiento:

«Repitió que no deseaba morir».

Ver al difunto

El 46 % vio al difunto

460 de nuestros participantes tenían una VSCD visual.

VSCD visual

Hombres

Mujeres

Datos en español

Datos en francés

Datos en inglés

51 %

46 %

61 %

42 %

47 %

No

49 %

54 %

39 %

58 %

53 %

Las VSCD visuales tienen lugar en una variedad de formas. Estas apariciones pueden ocurrir en interiores, por ejemplo, de noche en el dormitorio o fuera, incluso en un automóvil, en un avión, etc. A veces, los receptores informan de que percibieron una aparición que no reconocieron. Posteriormente, consultando una foto, la identificaron como un antepasado o un pariente lejano fallecido. Sin embargo, ciertas apariciones son efectivamente desconocidas para los receptores.

Ocasionalmente, las apariciones van acompañadas de una caída de la temperatura ambiente, a veces combinada con corrientes de aire.

En primer lugar, presento una descripción de una VSCD visual especialmente llamativa:

«La [VSCD] más significativa tuvo lugar el 12 de junio del 2012. Me desperté sobre las seis de la mañana. Vi a alguien caminando por el porche de mi casa a través de la ventana de mi habitación. Me pregunté quién estaría ahí tan temprano. Me vestí y fui a la puerta principal. Abrí la puerta y vi a una mujer de espaldas a mí, a mi izquierda, llorando. Le pregunté si estaba bien. Se dio la vuelta y era mi abuela por parte de mi padre. Me sorprendió verla. Habló y me pidió perdón y se disculpó por no haberme hablado más después de la muerte de mi padre. Le dije que estaba bien y que la perdonaba. Caminó hacia mí y nos abrazamos. Sentí que su frágil cuerpo me abrazaba y yo le devolví el abrazo. Sentí su ropa, su olor, y me dio las gracias mientras nos abrazábamos. Sentí un intenso sentimiento de amor. Empecé a llorar. Entonces comenzó a convertirse en una luz blanca y brillante. Tuve que cerrar los ojos porque era muy luminosa. Pude ver cómo la luz se desvanecía a través de mis párpados. La sensación de ella empezó a desaparecer lentamente. Abrí los ojos y ya no estaba. Yo me quedé de pie, con los brazos todavía extendidos, como si estuviera abrazando a alguien. Estaba en shock. Volví a casa y me acosté en la cama. Mi esposa se despertó y le conté lo que había pasado. […] Mi abuela llevaba muerta unos siete años y estaba muy conmocionado por la experiencia».

De este testimonio se desprende perfectamente que pueden verse involucrados varios órganos sensoriales durante una misma VSCD. Nuestro participante vio a su abuela fallecida, conversó con ella, percibió su olor, se abrazaron y sintió «su frágil cuerpo». También es evidente que, más allá de la simple percepción de su abuela, la esencia de este contacto fue la información percibida (ella le pidió perdón) y las emociones percibidas y sentidas («sentí un intenso sentimiento de amor»). El carácter totalmente inesperado y no solicitado de las VSCD también destaca en este relato.

La siguiente experiencia se produjo cuando el participante estaba concentrado en una actividad concreta y probablemente no estaba pensando en su hija fallecida. La vio ocupada en una tarea cotidiana, como la había visto a menudo durante su vida:

«Estaba recogiendo cosas para preparar un viaje por carretera, cargando mi furgoneta, saliendo por la puerta trasera hacia el cobertizo, cargando cosas, así que estaba ocupado y concentrado en lo que estaba haciendo. Entré por la puerta trasera de mi casa con una caja en las manos, di la vuelta a la esquina y vi a mi hija en la cocina como si cocinara algo en el fogón. Llevaba un atuendo largo, negro y vaporoso, distinto a todo lo que había llevado en su vida. Tenía 22 años cuando falleció el verano anterior».

El siguiente contacto ha liberado a nuestro participante del sentimiento de culpa, que es tan destructivo:

«Mi abuelo se me apareció tras su inesperado fallecimiento. Había ingresado en el hospital para una simple operación y yo había decidido que lo visitaría cuando ya estuviera en casa, ya que no me gustan los hospitales. Murió el día que debía volver a casa a causa de una embolia. Me sentí culpable durante semanas por no haber ido al hospital. Estuve en casa durante el día, me levanté para ir a la cocina y vi una aparición completa de él en el pasillo. Me miró y sonrió y luego se desvaneció. Lo tomé como su forma de decir que está bien y que no me sienta culpable».

Las VSCD pueden ocurrir en momentos importantes de la vida de los receptores, cuando la ausencia del ser querido es particularmente dolorosa. El siguiente testimonio es una buena ilustración de ello:

«Mi hermana fallecida se materializó para mí solo una vez, en la boda de su hija. Era mi hermana más cercana emocionalmente. Su hija es como una hija para mí. Durante la parte de los votos de la boda, mi hermana apareció enfrente, de cara a la pareja, durante solo uno o dos segundos. La vi muy claramente. Incluso puedo describir lo que llevaba puesto. Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, desapareció. Me sentí muy emocionada. Solo se lo conté a unos pocos miembros de la familia. Nadie más mencionó haberla visto. Esto fue unos cuatro años después de su muerte».

La siguiente VSCD visual ha iniciado una búsqueda personal de significado espiritual:

«Mi hijo Enrique falleció en un accidente el 28 de diciembre del 2012. Era un chico muy especial, muy querido. De más está decir que nos quedamos devastados, perdidos en el tiempo y el espacio. Ya aclaré en la encuesta que yo no era una persona religiosa; ni creía ni dejaba de creer. Unos días antes de que pasara sentía continuamente una presencia detrás de mí, incluso el gato de la familia me perseguía, lloraba, estaba raro, pero yo no le di importancia a nada de esto. Después del fallecimiento de Enrique mi casa era un caos, lleno de gente acompañándonos por miedo a que nos pasara algo. Mi marido, mi hija y yo no trabajábamos, hasta que un mes después mi marido y mi hija se incorporaron a sus trabajos. Yo estaba todo el día tirada en la cama.

»El primer día que me quedé sola, me desperté a eso de las ocho de la mañana y vi a Enrique de pie en la puerta del dormitorio mirándome, con una camiseta y un gorro que usaba siempre y que, obviamente, estaban en su armario. Me incorporé y me froté los ojos para ver si estaba alucinando, soñando, y cuando traté de acercarme, se empezó a diluir la silueta, que estaba como entre nieblas, como si fuera de humo o algo así. Creo que se veía de la cintura para arriba. Cuando desapareció, me di la vuelta y seguí durmiendo como si nada; todavía no entiendo mi actitud.

»Lo que sé es que, desde ese dí, no dejé de leer, investigar y buscar todo lo referente a la vida después de la muerte, y eso me hizo salir adelante y me sigue manteniendo en pie. Y lo más llamativo es que las señales siguieron y que todo su entorno, hasta sus amigos, cambiaron su forma de pensar y muchos siguen un camino espiritual. Creo que Enrique quiso mostrarnos el camino…».

La siguiente experiencia trajo dulces recuerdos de la infancia a nuestro participante:

«Mi hermano murió por suicidio el 3 de julio del 2011. Tenía 32 años y luchó durante quince años contra la depresión. Era mi hermano menor, nos llevábamos cinco años de diferencia. Siempre sentí que era frágil y la necesidad de protegerlo, pero también supe que moriría joven, hasta el punto de que de niña miraba su línea de la vida en la mano para tranquilizarme. El mes siguiente a su muerte, estaba sola en casa mirando la televisión en el salón. Veía un programa que me apasionaba y no pensaba en mi hermano en ese momento. Fui rápidamente a mi habitación para recoger algo. Tenía prisa porque no quería perderme la continuación del programa de televisión. Cuando entré en mi habitación, vi a mi hermano tumbado en la cama. Estaba tumbado de cuerpo entero en su posición favorita, con los brazos cruzados detrás de la cabeza y las piernas cruzadas, con un aspecto relajado y sereno, como cuando era niño. Era tan real, o más bien tan irreal, que me asusté y giré la cabeza. Me pregunté por un instante si estaba alucinando. Cuando volví a mirar a la cama, ya no estaba. Siete años después, estoy segura de que no fue una alucinación. Esta imagen me trae un recuerdo de él cuando tenía cinco años, tumbado en la misma posición y silbando alegremente».

Un adiós diferido es el tema del siguiente testimonio:

«Yo tenía 13 años y hacía cada tarde el mismo recorrido. Como “buena acción del día” saludaba a un vecino muy mayor que estaba en silla de ruedas. Durante un tiempo dejé de verlo. Era invierno. Una tarde primaveral me hizo muy feliz verlo y saludarlo. Lo saludé y me respondió. Al llegar a casa se lo conté a mi mamá. Me preguntó, extrañada, a quién me refería. Le dije que al anciano de la silla de ruedas, la manta a cuadros sobre las piernas y la boina. Mi mamá me dijo: “Ese hombre murió en invierno”».

Es obvio que el objetivo de este contacto no era consolar a nuestro participante, sino responder a una pregunta concreta que parecía preocupar al fallecido:

«El [contacto] más dramático tuvo lugar la tarde en que un amigo se cayó y estaba en el hospital cuando apareció frente a mi mesa donde yo trabajaba. Levanté la vista y vi a Colin. Hablé primero y dije: “¿Colin?”. Él respondió: “¿Sabes lo que me ha pasado?”. Le expliqué que se había caído y se había hecho daño en la cabeza y que estaba en el hospital. Entonces le dije: “Colin, si estás aquí hablando conmigo, debes de haber muerto”. Me respondió: “Solo quería saber qué me ha pasado”, y desapareció».

Durante esta VSCD, la sorpresa dio paso rápidamente a la alegría:

«Mi marido, que había muerto una semana antes, se me apareció muy claramente por la mañana cuando me desperté. Abrí los ojos y lo vi sentado en el borde de la cama a mi lado, con un aspecto radiante. Sorprendida, pero no asustada, le dije un poco estúpidamente: “¿Pero entonces no estás muerto?”… y desapareció al instante. Me quedé atónita, pero con un sentimiento de gran felicidad. Ya han pasado dos años y el recuerdo de su imagen “real” (3D) permanece intacto».

La VSCD descrita en el siguiente relato se produjo 18 años después de la muerte del difunto percibido. Esto es bastante inusual. Aproximadamente la mitad de las experiencias se producen en el plazo de un año tras la muerte, con una alta concentración en las primeras 24 horas y hasta siete días después del fallecimiento. Otros contactos se producen con una frecuencia decreciente de dos a cinco años después de la muerte. Los contactos que se producen más tarde, a veces incluso décadas después de la muerte, son más raros y suelen servir para advertir a los receptores de un peligro inminente. Estas experiencias se denominan «VSCD de protección»:

«VSCD 18 años después de la muerte de mi padre: son las seis de la mañana, es sábado y tengo que levantarme temprano para ir a un curso de formación de fin de semana. Cuando me levanto de la cama, instintivamente miro hacia delante y veo a mi padre. Sé que no es fruto de mi imaginación, ni está relacionado con emociones particulares (18 años desde su muerte). También siento su presencia con mucha fuerza además de esta visión. Está vestido con una prenda que no me gustaba cuando estaba vivo, y me sonríe con una sonrisa que no le conocí durante su vida. Un resplandor alegre y pacífico al mismo tiempo. Esta visión es como la visión de un holograma por así decirlo, es decir, en 3D y no como una imagen o una foto. También es transparente. Siguiendo esta visión, tengo miedo. Me levanto de la cama y le digo a mi padre que se vaya. Su presencia estará allí, pero su visión frente a la ventana desaparecerá. Lo viví como una manera de decirme que estaba allí, pero también y sobre todo como un último adiós y una partida para él a otros niveles de conciencia, donde es más difícil tener contacto con una persona fallecida (incluso a través de un médium). Ese es el sentimiento que tuve de esa vivencia».

Esta VSCD ocurrió durante el despertar, en ese estado entre el sueño y la vigilia que parece particularmente propicio para la aparición de las VSCD:

«Poco después de que mi pareja falleciera, un día me quedé dormido en el sofá. Al abrir los ojos, ella estaba sentada a mi lado. Me miraba sonriendo, tal vez durante un segundo, pero yo estaba seguro de que llevaba más tiempo allí, que me vigilaba. Su presencia era casi física».

El siguiente relato, escrito con un toque de humor, ilustra la naturalidad con la que nuestra entrevistada recibió su percepción, que es totalmente inconsistente con su sistema de creencias:

«Mi abuela apareció en mi coche (yo estaba sola) mientras conducía. La sentí y la “vi”. Sabía que no era un cuerpo material y que no podía tocarla porque era transparente, sin embargo (soy una persona con los pies en la tierra), me quité el bolso (pasé mi mano por “su cuerpo” disculpándome, por si acaso…) para que pudiera sentarse cómodamente. Mientras conducía eché vistazos, mi abuela miraba la carretera… Llevaba un vestido y un abrigo negros, sus gafas y un bolso descansando sobre su regazo. En el semáforo en rojo pude mirarla largamente. Ella también volvió la cabeza para mirarme, sin sonreír. No tenía miedo, a pesar de la situación… Es raro pero pensé que era normal que ella estuviera ahí conmigo… Me preguntaba por el “¿por qué estás aquí?” y no por el “¿cómo estás ahí?”. Y, sin embargo, soy científica de formación y además atea… El semáforo se puso verde, volví a arrancar y mi abuela se fue cien metros más allá. Me dije “¡Maldita sea! No he hablado con ella”. Pensé que había venido a decirme algo grave, o a buscar a alguien cercano, pero todo transcurrió con normalidad después de este suceso».

Los fallecidos pueden ser percibidos integralmente o solo parcialmente (cabeza y busto), con una graduación de nitidez. La mayoría de nuestros encuestados percibieron al difunto integralmente.

Nuestros encuestados aclararon sus percepciones:

«Primero cuerpo a lo lejos y luego cara».

«Su imagen casi completa… hasta las rodillas. De las rodillas a los pies la imagen se esfumaba».

«Lo vi de la cabeza a la mitad de la pierna… Y cuando se fue, lo vi por detrás en toda su estatura».

«Busto con una especie de niebla en lugar de las piernas».

«En su totalidad, pero sin ver su cara».

«Solo su cabeza rodeada de humo».

«En casa de unos amigos, estábamos arriba cuando escuchamos un sonido de movimiento en el piso inferior. Preocupados, bajamos y descubrimos que nada se había movido. Al volver a subir vi a una persona en el pasillo, con pantalón de terciopelo marrón y botas, sin embargo, no había busto, solo las piernas… Entonces comprendí…».

Las descripciones de las apariciones van desde la visión de una silueta vaporosa y semitransparente que revela los objetos detrás de ella hasta la percepción de un cuerpo perfectamente sólido, pasando por todas las etapas intermedias. A veces hay una evolución dinámica en la percepción: primero se percibe una forma nebulosa que se solidifica gradualmente pasando a través de la etapa de silueta para finalmente tomar la forma de una persona sólida que parece estar viva.

¿Cuál fue la consistencia del difunto percibido por nuestros participantes?

Este resultado es interesante. Para el 62 %, el fallecido tenía la apariencia de un ser vivo, lo que es un número sorprendentemente alto.

Los testimonios que siguen describen las diferentes etapas de materialización del difunto percibido. Presento una serie de extractos de testimonios, ya que nuestros participantes tenían percepciones muy variadas, empezando por los casos en los que se percibía al difunto como bastante sólido:

«Normal, lo vi como si estuviera vivo».

«Era sólido, pero aéreo, como si fuera muy ligero, y también parecía un poco más pequeño y delgado».

«No creo que pareciera sólido, pero estaba muy cerca de eso porque cuando levanté la vista, tenía el mismo aspecto de siempre».

«Parecía humana pero no tan sólida como un ser vivo».

«Lo vi completo con mucha precisión. No era transparente, pero no desprendía sensación de solidez».

«Era nítido, pero en una imagen proyectada».

«Vi la silueta de un hombre, vestido con ropa de color claro».

«Como una nube con una forma humana amorfa, de colores gris, verde y amarillo».

«Era una sombra de un cuerpo humano perfecto».

«Más claro en su parte superior. La parte inferior de su cuerpo parecía esfumarse…».

«Semitransparente, nebuloso, como un holograma o un líquido que intenta materializarse».

«Busto con una especie de niebla en lugar de las piernas. Vi una figura, pero su cabeza estaba vuelta, como si no debiera identificarla».

«Figura espectral, sin consistencia».

Esta breve descripción de la consistencia de la difunta percibida es interesante, ya que la participante diferencia entre su sensación interna (lo que percibió en su mente) y su percepción visual (lo que vio con sus ojos), que no son idénticas:

«En mi mente era clara, pero solo una sombra a mis ojos».

Este es otro buen ejemplo de los diferentes grados de materialización descritos por los receptores. Sea cual sea la consistencia de la imagen percibida, suelen identificar al instante el objeto de su percepción:

«Fue la noche anterior al funeral de mi hermana en el año 2000. Entré en mi cuarto de baño y miré mi reflejo en el espejo que daba a la puerta. Justo detrás de mí vi claramente una columna de lo que solo puedo describir como papel de seda aplastado, en gris oscuro, gris medio y blanco. Ahora que lo pienso, fue algo relacionado con la refracción de la luz en esta energía lo que le dio los matices o colores percibidos. No me asusté en absoluto, pero cuando me giré para verlo bien, se quedó frente a mí en la habitación durante varios segundos. El tiempo suficiente para ver que era tan alto que parecía desaparecer a través del techo. Supe al instante que se trataba de mi hermana o de su energía y que tenía una sensación de tristeza (había dejado un hijo de 15 años y una hija de 16). A partir de ese momento supe que todas las demás instancias, voces, sueños y visiones que había tenido a lo largo de mi vida eran reales y que la vida no termina aquí, sino que continúa. Aunque me entristeció perder a mi hermana, este acontecimiento cambió mi vida y me dio una paz inconmensurable».

El siguiente testimonio es interesante por varias razones. Primero, la participante percibió a dos fallecidos simultáneamente, lo cual es bastante raro. Además, sabía que el desconocido fallecido que acompañaba a su padre difunto era el padre de su compañero, sin haberlo conocido en vida. En efecto, de numerosos testimonios se desprende que la identificación del fallecido es inmediata, sin duda posible, como si esta identificación fuera más del orden del conocimiento que de la percepción.

«La visión de mi padre era semitransparente. Lo acompañaba el difunto padre de mi nuevo compañero en ese momento. Su papá había muerto treinta años antes. Yo no lo conocía. Sin embargo, supe que era él y pude verificarlo en una foto después».

El testimonio que sigue es destacable porque la percepción visual de la difunta se precedió de sensaciones físicas específicas y bastante inusuales:

«Experiencia espontánea-directa. 9-7-2009 a las 21:00 aproximadamente. Me encontraba en casa de mi amiga y vecina Emilia, crecimos juntas desde los tres años de edad. Ese 9 de julio a las 18:00 su mamá, Laura, había fallecido después de haber estado postrada durante meses a causa de una fractura de cadera. En vida de Laura, tuvimos una relación muy cercana; así como Emilia pasaba mucho tiempo en mi casa, yo también en la suya. Pero desde el año 2007 hasta la fecha de su fallecimiento, tuvimos una relación aún más cercana. Laura era misionera de la Virgen de Schoenstatt, y debido a mi actividad más comprometida con la espiritualidad, nuestra fe hizo que compartiéramos momentos de oración. Ese 9 de julio, en casa de Emilia, la acompañábamos una de sus primas y yo. Eran aproximadamente las 21:00 cuando decidí volver a casa. En el instante en que me puse de pie, mis piernas se entumecieron, una especie de corriente magnética no me permitió moverme e hizo que volviera a sentarme. Comencé a sentir calor, mi rostro se enrojeció y tuve que quitarme el suéter que llevaba. Emilia y su prima me miraron un instante y continuaron conversando. De pronto mi mirada se dirigió hacia una esquina del comedor donde estábamos, y vi una especie de bruma en la que la figura de Laura con rostro sonriente se presentó. La imagen en color, a pesar de ser algo brumosa, mostraba a Laura con su vestimenta habitual. En ese momento Emilia y su prima empezaron a llorar y llegó a mi mente en una mezcla de voz y pensamiento lo que Laura decía: «Estoy bien… No lloréis… Estoy bien… Gracias por todo… Estoy bien». Tras los pocos segundos que duró este mensaje, primero la imagen de Laura fue desapareciendo y luego la bruma. El calor en mí descendió y mis piernas se relajaron. Después de lo sucedido noté que Emilia y su prima me observaban, como si el tiempo se hubiera detenido. Me preguntaron si me encontraba bien y les conté lo sucedido».

Este relato describe una aparición semitransparente pero claramente reconocible:

«Después de ir al cementerio con mi madre para recogerme en la tumba de mi abuelo, fui a ver la tumba de una chica joven de mi edad que había muerto recientemente. Después, regresé a casa con normalidad, siempre acompañada de mi madre. Por la noche, alrededor de las diez de la noche, me acosté como todas las noches, pero cuando me di la vuelta en la cama para dormirme, vi a la chica difunta, toda blanca, acostada a mi lado. Ella era casi transparente, pero sus rasgos faciales eran claros y precisos. Ella era como un reflejo, una especie de velo».

Una mujer de nuestros encuestados se sentía como si estuviera atravesando la aparición de su difunto esposo:

«Ocho días después del ahogamiento de mi esposo, se me apareció en nuestra habitación (especifico que no estaba durmiendo). Me tendió los brazos, sentí una fuerza e hice lo mismo. Entonces me sentí como «propulsada» hacia él y crucé su cuerpo como se representa a los fantasmas cruzando las paredes. Sentí en ese momento una bondad extrema, no hay palabra en el diccionario para expresar aquella bondad. Fue fabuloso y también sentí amor incondicional. Recuerdo tener la sensación de volver a caer en la cama. Entonces me di cuenta de que había venido a despedirse de mí. Fue la experiencia más asombrosa de toda mi vida».

Esta encuestada relata una experiencia similar:

«Lo sentí pasar a través de mí, dentro de mí y alrededor de mí. Tuve que apoyarme en una pared y me hizo saber que era él. Era amor, consuelo y paz mientras dejaba este mundo y pasaba a través de mí en su camino. Fue su despedida y me envolvió en su amor y dejó esto en mi interior como lo último que hizo por mí».

Otras dos mujeres de nuestros participantes expresaron un sentimiento similar en pocas palabras:

«Mi compañero atravesó mi cuerpo».

«Fue como que me atravesó; lo sentí en todo el cuerpo a la vez».

¿Los participantes mantuvieron los ojos cerrados durante la VSCD visual? ¿Estaban en un estado de relajación o ensoñación que podría haber facilitado la aparición de imágenes mentales?

Resulta que la mayoría tenía los ojos abiertos cuando vieron la aparición.

El 60 % tenía los ojos abiertos, el 9 % no estaba seguro y el 31 % tenía los ojos cerrados

Preguntamos a los encuestados cuál era la posición de la aparición en relación a ellos:

El siguiente relato describe una aparición percibida en la periferia de la visión:

«Perdí a mi mamá cuando tenía 21 años. Fue un verdadero dolor para mí. Nunca acepté esta partida repentina, a pesar de que le había dado permiso para irse y no sufrir más (cuidados intensivos). Luego perdí a una niña al nacer, la gemela de mi niña menor y también fue un suceso muy desgarrador, tenía una discapacidad mental. Una tarde, mientras lavaba los platos, estaba sola con mi hija menor, de unos meses, que dormía arriba. No hubo ningún ruido en particular. Estaba relajada, ocupada lavando unos platos y allí, no sé, por el rabillo del ojo, vi una forma, sentí que me observaban y me di la vuelta. Era mi mamá sosteniendo a mi pequeña en sus brazos, como diciéndome que todo estaba bien, que la estaba cuidando, que no debía preocuparme por eso. Duró un segundo… Seguí lavando los platos, un poco confundida».

Nuestro entrevistado describió la naturaleza de esta visión periférica que tuvo de su abuela fallecida:

«Solo la vi de reojo, demasiado esquiva para definirlo con precisión, como si se tratase de una distorsión en el campo visual, similar a cuando se observan las capas de aire caliente ascendiendo y se aprecia distorsionada la imagen en esa zona, pero nunca la vi directamente, nunca».

¿A qué distancia percibió al difunto? Para la mayoría, la aparición estaba cerca de ellos.

¿Fue la aparición en movimiento o estática?

Apariciones en movimiento están representadas en estos informes:

«Simplemente caminó de un lado al otro, hasta quedarse detrás de un portón donde ya no podía percibirlo».

«Simplemente se fue a través de una puerta».

«Desapareció cuando atravesó la pared…».

«Hace seis años, al despertar de una siesta (no sé qué me despertó), miré la puerta de mi dormitorio mientras mi difunto padre entraba en la habitación. Estaba a quince metros de mí. Vi su cuerpo entero, no solo una parte. Estaba de pie y se movía. Lo vi entrar en la habitación y mirar adentro. Tenía exactamente la misma actitud que cuando estaba vivo. Se llevó las manos a la espalda y en sus ojos se notaba que estaba descubriendo el lugar (nunca había estado allí en vida). Él no se mostraba indeciso, simplemente estaba allí. Llevaba ropa que le pertenecía. La acción, la visión, fue lenta como una imagen fija y por lo que sé fue muy breve (tres segundos como máximo). Justo el momento de darme cuenta de que era él y luego nada. No emitió ningún sonido, no había ningún olor particular».

Los relatos siguientes describen con más detalle cómo se movían las apariciones:

«Poco después de enviudar, probablemente uno o dos meses después de su transición en el 2002, me senté en casa una noche pensando en ella cuando se materializó frente a mí en forma de su figura desde la cabeza hasta las espinillas (la parte de los pies no era visible). La forma parecía estar hecha de cristal lleno de humo y se desplazó por el salón hasta la habitación trasera, donde solíamos pasar tiempo juntos. Se movía como si llevara patines y se «deslizaba» entre los muebles para entrar en la habitación de atrás. Recientemente había reorganizado la disposición de los muebles y parecía que estaba utilizando el camino de su antigua disposición, cuando ella estaba aquí. Apareció dos veces en pocos minutos y luego desapareció. La llamé por su nombre, pero no se dio la vuelta ni se detuvo, sino que siguió avanzando hacia la habitación trasera».

«De niña (tendría unos diez años) vi a un difunto caminar como flotando y atravesar una pared. Su aspecto era normal aunque no pude percibir en detalle su rostro. Lo que me asombró fue su manera de desplazarse y que desapareciera atravesando esa pared. Fue un tanto perturbador, aunque sentí que no intentó asustarme».

Según los receptores, las apariciones a veces están rodeadas de luz. Preguntamos a nuestros encuestados si los fallecidos parecían más brillantes que su entorno, en otras palabras, si una luz los rodeaba o provenía de ellos. Este fue el caso de poco más de un tercio de nuestra recopilación de datos.

Para el 35 %, la aparición estaba rodeada de luz, el 11 % no estaba seguro y para el 54 % la aparición no estaba rodeada de luz

A continuación se muestran algunos ejemplos de apariciones luminosas:

«Se veía bastante sólido, pero estaba muy pálido y sobre todo iridiscente. Había una ligera luminiscencia alrededor de su figura».

«El difunto estaba rodeado de una luz muy blanca».

«Una silueta oscura porque la luz venía de detrás de él».

«Como una persona viva, pero con un aura de luz a su alrededor».

«Era una forma luminosa».

«Su rostro, brazos y manos estaban muy claros, pero sus hombros, torso y pelvis estaban borrosos por la luz blanca».

«Parecía sólido, rodeado de luz».

«Vi a mi esposo difunto a los pies de mi cama. Era una forma luminosa, solo la parte superior del cuerpo rodeada de luz, y sentí mucha alegría».

Este contacto, reforzado por la experiencia de dos conocidos, tuvo lugar bajo anestesia general durante una operación, cuando (según toda lógica) el encuestado no debería haber podido percibir nada:

«Recibí una visita de mi difunta esposa, en julio del 2013, diez meses después de su fallecimiento en octubre del 2012, mientras me encontraba inconsciente bajo anestesia en la mesa de operaciones para una extirpación de la vesícula biliar. Cuando falleció tenía 71 años de edad. En su visita parecía más joven, serena, compuesta, hermosa, feliz, sonriente, llena de amor y compasión. Estaba bañada en una luz dorada y blanca. La visión era magnífica en su claridad. Me aseguró con una sonrisa cariñosa que estaba “bien” y que “las cosas eran maravillosas en este lado” y que “yo también estaría bien y no tenía que preocuparme”. La experiencia fue atemporal, bellamente intensa, profunda, dichosa, llena de amor. No tengo ni idea de cuánto duró. Un segundo, un minuto, cinco minutos, resulta irrelevante. Cuando me desperté, o recuperé la conciencia, me sentí increíblemente relajado y recordé por completo la experiencia. Sentí que había experimentado el Cielo. Este estado de intensa relajación me acompañó durante varios días, durante los cuales supuse que la maravillosa experiencia podría estar inducida por los fármacos (la anestesia). En los meses siguientes, la magnificencia y la intensidad de la experiencia se mantuvieron, pero investigué todo lo posible con médicos, hipnoterapeutas y similares para tratar de determinar si la anestesia podía haber causado la experiencia. No pude encontrar esta explicación. Más o menos al mismo tiempo que mi experiencia, mi dentista (que había tratado a mi mujer poco antes de su fallecimiento) y una amiga muy cercana a mi mujer me comunicaron de forma independiente, ambos en un estado algo “agitado” (a falta de una palabra mejor), que habían sido “visitados” por mi difunta esposa, pidiéndoles que “cuidaran de Matt” (es decir, de mí) y que ella les había dicho que estaba bien. Esto ocurrió más o menos al mismo tiempo que la “visita” que tuve de mi difunta esposa. Esta información llegó independientemente y fue comunicada por mi dentista y la amiga de mi esposa; no era una respuesta a ninguna pregunta que yo hubiera hecho. Ahora, unos cinco años después, me siento bendecido por haber tenido esa experiencia tan real. Solo tengo que recordarla para entrar en un estado inmediato de relajación y paz. Ha sido un cambio en mi vida y no tengo ninguna duda de que he experimentado una comunicación después de la muerte de mi amada esposa y he vislumbrado al otro lado lo que solo puedo describir como el Cielo».

La percepción de esta bola de luz se produjo en un momento significativo de la vida de nuestra entrevistada:

«Era mayo del 2015, aproximadamente un mes antes de mi segundo matrimonio. Mi madre había muerto dos años antes. Estaba llorando y le hablé en voz alta para decirle lo mucho que la echaba de menos. Entonces vi una bola de luz brillante alrededor de mi habitación, y pude capturar fotos con mi teléfono móvil. Hice pruebas después para ver si era algún tipo de anomalía ambiental, pero cuando intenté hacer fotos después de que la bola de luz desapareciera ya no se volvió a ver. No ha vuelto a ocurrir desde entonces. Siento firmemente que fue mi madre».

Este testimonio también describe una luz, pero que se ha convertido en un rostro reconocible a medida que se desarrollaba la experiencia:

«Estaba despierto, tumbado en la cama, pensando en las actividades que me esperaban ese día. De repente, con los ojos cerrados, noté un punto de luz amarilla hacia la parte superior derecha de mi campo de visión. Pensé: «¿Qué es eso? ¿Me pasa algo en los ojos?». Mientras observaba con calma y curiosidad, el diminuto punto de luz parecía venir hacia mí, haciéndose lentamente más grande a medida que se acercaba. Mientras aumentaba su tamaño, me di cuenta de que había algo dentro de la bola de luz amarilla, cada vez más grande. No podía distinguir lo que era, pero me di cuenta de que parecía una cara, una cabeza, pero era demasiado pequeña para verla con claridad. Siguió acercándose a mí y haciéndose más grande, hasta que pude distinguir la cara que había dentro. «¡Mamá!», dije en voz alta al reconocer el rostro de mi difunta madre. Y en ese segundo de reconocimiento, desapareció repentinamente».

Preguntas adicionales nos permitieron profundizar en el conocimiento de las VSCD visuales.

¿Parecía el difunto tener la misma edad que cuando murió?

A veces los difuntos son percibidos en la flor de la vida y en excelente estado de salud, independientemente de su edad el día de su muerte y de la enfermedad que pudiera haber marcado su rostro. Tal vez pueden elegir mostrarse como estaban en un momento feliz y sin preocupaciones de su vida, lejos de la vejez y la enfermedad que podrían surgir más adelante. Tendrían esta libertad si se postulara que entran en la conciencia de los vivos creando una imagen a su elección.

A menudo, vimos a nuestros seres queridos la última vez en la hora de su muerte, o más tarde durante su entierro. Es realmente una imagen triste para guardar en nuestro corazón. Las VSCD visuales permiten sustituir este último recuerdo penoso por una nueva imagen, bella y consoladora.

Los datos que hemos recopilado respaldan esta hipótesis. Algo más de la mitad de los encuestados dijo que el familiar o amigo fallecido tenía un aspecto diferente al del momento de la muerte.

Nuestros participantes compartieron sus percepciones, empezando por los casos en los que los fallecidos se percibían más jóvenes de lo que eran en el momento de su fallecimiento:

«Aunque murió a los 82 años, en la visión la vi como la había conocido a los treinta, radiante de salud».

«Era la hora de almorzar y estaba en la cocina hablando con mi hija. De repente, vi a través de la ventana del jardín a mi marido, que había muerto hacía siete meses de cáncer. Parecía más joven que cuando murió, lo que no se correspondía con un recuerdo, ya que lo conocía desde que él tenía cincuenta años. En esta apariencia, era como si quisiera mostrar la mejor parte de él. Estaba muy delgado y todavía tenía pelo (que había perdido debido a su enfermedad). Fue muy rápido y no vi realmente su cara, lo único que noté es que estaba bastante estático. Me quedé muy sorprendida y mi corazón empezó a latir muy rápido».

«Tres semanas después de que falleciera mi marido, me desperté una mañana temprano y lo encontré sentado en la cama con un aspecto treinta años más joven que cuando falleció. Se le veía sólido, sonriente y feliz. Antes de que falleciera, habíamos acordado que quien falleciera primero haría saber al otro que había una vida después de la muerte».

«Mi padre parecía más joven (con unos cincuenta años), con el pelo negro azabache, mientras que cuando murió lo tenía completamente blanco. También tenía una buena constitución. Tenía un rostro muy hermoso, como si estuviera liberado de todo sufrimiento…».

«Vi a mi difunto marido exactamente una semana después de su fallecimiento. Estaba de pie en la puerta de nuestro dormitorio con una sudadera azul oscuro y unos pantalones de chándal del mismo color. Tenía el pelo negro como cuando era más joven. No dijo nada y desapareció en un minuto».

«La noche en que murió mi abuelo, yo estaba tumbada en mi cama dispuesta a dormir cuando apareció por encima de mí, en paralelo a mi cuerpo. Estaba envuelto en una mortaja o en una luz blanca inmaculada. Lo que más me sorprendió posteriormente fue su rostro; parecía tener unos cuarenta años. Era muy guapo y me miraba profundamente a los ojos. Podía oír en mi mente que no debía estar triste porque él era muy feliz. Me sentí como si estuviera en el Cielo».

En estas materializaciones se han eliminado las heridas y los impedimentos físicos:

«Su rostro era el mismo que tenía justo antes de ser asesinado (recibió un disparo en la cabeza)».

«Le conocí siendo cojo tras un accidente, y después de su muerte lo vi caminar con normalidad».

¿Cómo logran los receptores identificar la aparición? Uno podría imaginar que los fallecidos se materializan de manera que sus allegados puedan reconocerlos más fácilmente, por ejemplo, vistiendo su ropa favorita y comportándose de la forma habitual. De hecho, este fue el caso para una gran mayoría de participantes:

Para el 76 %, el fallecido les resultó familiar de inmediato, el 7 % no estaba seguro y para el 17 % no inmediatamente familiar

El siguiente testimonio ilustra perfectamente este aspecto de las VSCD visuales:

«Unos meses después de la muerte de mi esposo, cuando salí de la joyería donde trabajaba, lo reconocí al final de la calle. Caminó hacia mí, con su paso tranquilo, y reconocí su silueta, alta y delgada (1,93 m). Para entonces ya estaba segura de que era él, pues habíamos estado 35 años casados. Luego, cuando miré más cuidadosamente, me di cuenta de que llevaba su abrigo como solía hacer para mantener las manos libres. Doblaba su abrigo por la mitad y se lo colocaba sobre el hombro izquierdo… ¡Nunca había visto a nadie con ese hábito! Así que este detalle me preocupó profundamente… Me quedé estupefacta. Sin prisas, entró en una tienda de moda femenina. En ese momento, quería dejarlo claro y corrí la corta distancia entre nosotros y entré en la tienda. Había dos clientes en la tienda, y dos vendedoras que me aseguraron ¡que nunca habían visto entrar a ese hombre alto con el abrigo! El abrigo es un detalle importante en este testimonio. Era un hábito un poco extraño que había adquirido en invierno en Francia, en Annecy, cuando vivíamos allí, pero nos mudamos de Francia a Florida. Mi esposo falleció ocho años después de nuestra llegada a Estados Unidos. En nuestro pequeño pueblo de Florida el abrigo, por supuesto, no era necesario. ¡El clima es agradable todo el año!».

Doy la palabra a los encuestados para que hagan más descripciones:

«Tenía el mismo aspecto que la última vez que la vi. Llevaba su gabardina favorita de London Fog».

«Tenía el mismo aspecto que en vida. Llevaba la camisa que tenía puesta la noche que murió. Me alegré tanto de verlo que casi se me cayó la taza de té. Fue totalmente inesperado y se produjo un mes después de su fallecimiento».

«Parecía vivo y llevaba un traje gris claro que le había comprado años antes de que muriera».

«Vi a mi suegra un año después de su fallecimiento; la vi con su vestido favorito y olí su perfume muy intensamente, incluso después de su desaparición».

Aparición y desaparición de las VSCD visuales

La llegada de las apariciones puede producirse de diversas formas:

  1. El receptor se despierta o es despertado por la noche por la aparición, que se encuentra ante él; por ejemplo, a los pies de la cama.
  2. La aparición ya está presente cuando el receptor, que está despierto, de pronto toma consciencia de ella.
  3. La aparición está en movimiento y entra en el campo visual del receptor (por ejemplo, una puerta se abre y la aparición entra y se desplaza por la habitación).
  4. La aparición se materializa ante los ojos del receptor, de repente o de forma gradual. A veces, se percibe como una niebla que súbitamente adquiere forma y se vuelve reconocible.

La desaparición de la aparición es más abrupta que su llegada. Los testimonios utilizan verbos como «evaporarse», «desaparecer de repente», «disolverse», «desmaterializarse», «borrarse» o «volatilizarse». Basta con parpadear o desviar la mirada una fracción de segundo para que la aparición desaparezca. En los casos de visión de difuntos desconocidos, los receptores los tomaban por personas de carne y hueso hasta que su desaparición fulgurante les hacía comprender que en realidad se trababa de una aparición.

Les hemos preguntado a los encuestados cómo se les apareció el difunto. Para una mayoría, los fallecidos ya estaban presentes cuando los vieron, y para una minoría, los fallecidos se materializaron ante sus ojos.

Para el 60 % la aparición ya estaba presente cuando la vieron, para el 29 % se materializó ante sus ojos y el 12 % no estaba seguro

Después de unos segundos o minutos, las apariencias se desvanecen. Preguntamos cómo desapareció la aparición.

Los siguientes informes se refieren a la forma en que el percibido fallecido había desaparecido:

«Unas doce horas después de la muerte de nuestro hijo vi su cara (solo el cuello y la cara) aparecer de lado en un dormitorio. Me habló y me dijo: “No te enfades”. Era realmente él el que estaba en la habitación conmigo y luego se desvaneció lentamente».

«Se convirtió en una luz blanca brillante mientras empezaba a desvanecerse».

«Mi abuelo se desvaneció gradualmente y se convirtió en humo blanco».

«Una noche, cinco meses después de la muerte de mi padre (el día antes de mi cumpleaños), estaba despierta pero con los ojos cerrados, sentí una presencia y los abrí. Mi padre, como una imagen de holograma, estaba de pie cerca de mi esposo mirándonos. Se veía muy tranquilo. Sorprendida de verlo, de repente me levanté para hablar con él. Esto tuvo el efecto de hacer que «desapareciera», pero de manera gradual».

Las descripciones de la desaparición del percibido difunto son múltiples:

«La vi antes de salir corriendo de la habitación, así que no sé cuándo desapareció».

«En ese momento, no sabía quién era… Atravesó el comedor y desapareció en una pared».

«Aparté la mirada cuando lo vi y cuando miré en su dirección de nuevo, se había ido».

«No lo vi desaparecer porque me di la vuelta. Sabía que había venido a anunciarme una muerte en mi familia».

«Ya no estaba allí cuando miré en la dirección en la que estaba originalmente. Yo también me asusté y le pedí que no apareciera».

«Cuando salí de la habitación, el difunto todavía estaba allí».

«Literalmente, se movió de forma extraña hacia arriba, no a través de la puerta o del armario que estaba justo detrás, sino hacia arriba y sobre el delgado espacio entre el techo y el armario. Realmente muy diferente a todo lo que he visto antes o después».

El siguiente testimonio describe la desaparición instantánea de una aparición. Como puede ocurrir con las percepciones de difuntos desconocidos, nuestro entrevistado se sintió molesto por este improbable encuentro:

«Corría un soleado marzo del 2010, y fue entonces cuando con un entrañable amigo que llamaré Mario B. decidimos encontrarnos; el escenario resultó ser un bar escondido entre dos calles. Todo transcurría como lo hacía usualmente, cuando de pronto me dirigí al lavabo, ajeno por completo a lo que estaba a punto de suceder… Mientras me lavaba las manos, a mi derecha había una cabina sin puerta donde un hombre de pie miraba fijamente en dirección a sus pies. Hasta aquí no advertí nada anormal, pero lo extraño era que ese hombre permanecía completamente inmóvil, con total indiferencia ante mi presencia. Pero de forma inesperada, fui testigo de un suceso sorprendente, ya que de pronto esta persona se desvaneció, desapareciendo completamente de mi vista de manera fugaz… Cabe destacar que experimenté una sensación de extrañeza y desconcierto en todo mi ser, sin entender lo que había ocurrido. De forma instintiva, dirigí mi brazo extendido hacia el lugar en cuestión, pero obviamente mi mano no encontró nada más que el vacío dentro de la cabina. Frente a esto, me reservé de hablar sobre esta inquietante experiencia, la cual tendría su momento de ser analizada con profundidad, pero más adelante».

Este participante ofrece una explicación sobre la repentina desaparición de la aparición:

«Recuerdo hace poco tiempo atrás haber visto dos o tres veces a una persona que avanzaba desde detrás de mí hacia delante. Y desaparecía al llegar a mí. Como si yo fuera un muro de límite de esa presencia. Esta persona o presencia era desconocida para mí».

Al igual que con las VSCD táctiles, algunos participantes informaron de que pudieron sujetar al difunto y sintieron resistencia o materia durante la VSCD visual:

«La sentí físicamente. Tenía sustancia».

«Pasé mi dedo índice derecho por su mejilla derecha. Era cálido y sólido».

«Nos abrazamos. Fue real. Podía sentir su calor y sus brazos rodeándome con fuerza».

«Sentí su mano, tal como era cuando estaba vivo: su suavidad, su calor, la ternura de su piel y… el amor que desprendía».

«Inmediatamente después de su muerte, la primera vez que me abrazó, no quería creer que estaba muerto. Estaba en shock, tanto por la aparición como por el contacto físico. Traté de liberarme de su agarre pero no pude, me estaba abrazando fuerte».

Para algunos, el intento de sujetar al fallecido resultó difícil:

«Sentí que me tocaba, pero era como una energía que no podía retener».

«Era como intentar agarrar cera; no era una sensación humana, pero aun así era distinguible como algo casi sólido».

«Podía tocarlo, pero era blando. Como que si lo agarraba demasiado fuerte, mi mano lo atravesaría, aunque nos dábamos la mano».

Resulta interesante que algunos participantes informaron de que no podían o no se les permitía tocar a la persona fallecida:

«Quería tocarlo, pero no pude, era como si hubiera una barrera invisible, un velo que me impedía tocarlo».

«Se apartó de un salto dejando muy claro que no había que tocarlo. Ya que nuestras vibraciones no eran compatibles todavía».

«Quise tocar a papá y lo alcancé, pero él se apartó de mí y me dijo “no” de forma cariñosa».

Y a veces las emociones fuertes impiden a los receptores tomar iniciativas:

«Sentí la materia de su cuerpo detrás de mí y el tacto y el calor de sus manos, pero no intenté tocarlo, estaba demasiado emocionada».

¿Los receptores sintieron que los fallecidos les transmitían un mensaje? Este fue en gran medida el caso. Nuevamente, podemos ver que el mensaje (la información transmitida) es el elemento esencial de las VSCD, sea cual sea el tipo de contacto.

Para el 80 %, la aparición transmitió un mensaje, el 9 % no estaba seguro y el 12 % no percibió ningún mensaje

¿Cómo se transmitió el mensaje?

Las experiencias de nuestros encuestados son polifacéticas, como ilustran estos testimonios:

«Su rostro era de preocupación».

«Su presencia era el mensaje».

«No es como escuchar con los oídos físicos, más bien como lo que se podría llamar “escuchar con los oídos del alma”… También podría decir que es como un mensaje telepático, no se oye pero es tan claro como oírlo en voz alta…».

«Una conversación normal como si estuviera vivo».

«Es tanto telepáticamente como a través de la expresión de su rostro. Cuando lo vi, tenía una sonrisa maravillosa. Me tomó un tiempo darme cuenta de que estaba recibiendo palabras aunque sus labios no se movían».

«Hay estas dos palabras, “Te amo”, que lo resumen todo, y la expresión de intenso amor en su rostro».

«Él me estaba hablando, podía escuchar cada palabra con claridad, pero las palabras fueron dichas sin que él abriera la boca».

«Dos horas después de enterarme de que mi hijo de 21 años había muerto en un accidente de trabajo, lo vi en un rincón de mi habitación diciendo: “Te quiero, mamá. Mamá, te quiero”. Insistía y tenía un poco de miedo porque no paraba de repetir «Te quiero, mamá» inclinándose ligeramente hacia delante como para hacerse oír porque yo estaba en shock y esta visión no me llamó la atención, pensando que era mi imaginación».

Una participante logró describir con precisión cómo percibió el mensaje:

«Palabras, pero que parecía filtrar mi cerebro, porque tenía que traducir una “impresión” en palabras a medida que avanzaba. Pero sí, era claro y preciso, aunque es difícil describirlo».

Oler una fragancia

El 28 % olía una fragancia característica del difunto

276 de nuestros participantes tuvieron una VSCD olfativa, es decir, contactos durante los cuales aparecen fragancias asociadas a un familiar o amigo fallecido.

VSCD olfativa

Hombres

Mujeres

Datos en español

Datos en francés

Datos en inglés

23 %

29 %

29 %

30 %

26 %

No

77 %

71 %

71 %

70 %

74 %

Los siguientes testimonios describen VSCD olfativas:

«Después de recibir una llamada telefónica del médico correspondiente del hospital en el que murió mi madre, me apresuré a ir al hospital, que está a unos 40 km de donde vivo. Cuando llegué al pueblo en el que murió, el semáforo se puso en rojo y me vi obligada a parar y esperar un rato. Allí sentí el espíritu de mi madre. La olí. Podía oler su presencia. Era su olor único y en ese momento supe que estaba en el coche visitándome. No era solo pensar que estaba allí, era saber que estaba conmigo en el coche. Así que empecé a llorar de alegría por poder tenerla de nuevo cerca de mí y espontáneamente grité: “¡Mamá, estás aquí! Estás aquí, mamá, ¿verdad?”. Fue una experiencia inolvidable que me llevó a investigar intensamente sobre la vida después de la muerte y la comunicación después de la muerte».

«Mi hijo murió muy repentinamente mientras estábamos de vacaciones, de edema pulmonar. Era fumador. Ni mi marido ni yo fumamos. Como el trabajo de mi marido implicaba tener clientes en su coche, era una zona estrictamente de no fumadores, que normalmente olía a ambientador. El día antes del funeral de mi hijo, fuimos a la tienda local […] para comprar vino, cervezas, etc., para el velatorio. Cargamos nuestras compras en la parte trasera del coche y nos dirigimos a casa. Al acercarnos a nuestra casa, percibí un fuerte olor a humo de tabaco en el coche. Mi marido es extremadamente pragmático, así que no mencioné nada, por si pensaba que me lo estaba imaginando. Pero cuando aparcamos frente a nuestra casa, mi marido permaneció en su asiento mirando fijamente hacia delante. Al cabo de unos diez segundos, el coche se vio envuelto en el olor y mi marido me preguntó si podía olerlo. Tenía que llevar a mi otro hijo y a mi hija a la funeraria para despedirse ese mismo día, pero utilizó mi coche, ya que aquello le había perturbado mucho».

«Mi hija falleció en el 2015 y la experimenté a través del sentido del olfato y del tacto. A partir de la noche siguiente a su fallecimiento, todas las noches, durante al menos 14 días, olía una fuerte fragancia de flores cuando me acostaba por la noche. Era tan intensa que siempre le preguntaba a mi marido si podía olerla, pero él nunca la olía. Durante ese mismo período de tiempo, podía sentir su presencia en nuestra casa y en el coche. Tenía la sensación de que me tocaban el pelo alrededor de la coronilla (lo suficiente como para hacerme girar y mirar detrás de mí). Curiosamente, su perro parecía estar mirándola justo detrás de mí o en lo alto de las escaleras».

El siguiente relato es otro ejemplo que ilustra perfectamente que los medios de expresión de las VSCD (en este caso el olor a alcohol percibido) son solo el soporte de las emociones sentidas, o incluso supuestamente transmitidas por el fallecido. En otras palabras, el mensaje es inherente al propio contacto. Sin embargo, no sabemos si el difunto comunicó su propio estado de ánimo (una sensación de bienestar, ternura y paz) o si el contacto desencadenó estas emociones en la entrevistada:

«En casa, cuando tengo algún momento de tristeza, me siento con la foto de mi amigo frente a mí y hablo intensamente con él. Luego me recompongo y sigo con mis ocupaciones habituales, sin pensar en él. Un día, unos treinta minutos después de hacer esto, pasé junto a una silla del balcón exterior, donde solía sentarse, y noté ¡un olor muy, muy fuerte a alcohol! Mi amigo era alcohólico. Realmente eché un buen vistazo a mi alrededor, pero no había nadie allí. El olor solo duró unos segundos, pero después de eso me dejé llevar por una sensación de bienestar, ternura y paz. Fue realmente impresionante; nunca lo podré olvidar. Me sentí muy bien».

Estas VSCD olfativas se produjeron durante un período de tiempo inusualmente largo, con una intensificación en un período difícil para la participante:

«Mi abuela tenía un olor muy específico que solía perdurar en su casa. Hubo al menos cuatro ocasiones durante los primeros meses después de su muerte en las que su olor aparecía en una zona de nuestra casa. Duraba unos veinte segundos, aunque a veces más. A continuación, se produjo periódicamente durante los años siguientes, antes de que se hiciera más frecuente seis años después, cuando mi marido y yo nos estábamos divorciando».

Las fragancias olidas son representativas del universo de la persona durante su vida. Pueden relacionarse con las actividades que eran suyas o con sus preferencias. Así, los receptores pueden percibir un olor que los transporta de inmediato a la cocina de la fallecida cuando ella estaba horneando su famosa tarta de manzana, o bien pueden percibir el olor de la habitación del hospital donde el abuelo había pasado las últimas semanas de su vida.

Las fragancias que se mencionan a menudo son las de un perfume, una loción para después del afeitado o un olor corporal característico, pero la gama de olores citadas es amplia. Pueden ser flores, pero también comida, bebida, tabaco, etc. Las fragancias aparecen de repente, sin motivo aparente y fuera de contexto, en interiores o al aire libre, sin que se pueda detectar ninguna fuente. Transcurridos unos segundos o unos minutos como máximo, los olores se disuelven.

A continuación, algunos ejemplos de fragancias olidas:

«El olor de la casa de mis padres mezclado con una pizca de su perfume».

«El olor de la pipa de mi padre».

«Mi padre era carpintero; olía a serrín».

«Los primeros días después de la muerte de mi padre, aparecía a instantes un perfume característico de su ropa en cualquier momento del día y en cualquier lugar donde yo estuviese».

«Mi padre era apicultor. Cuando murió, heredamos la propiedad familiar en torno a la cual había importantes problemas inmobiliarios. Arreglé estos problemas para poder poner la casa a la venta. La noche siguiente a la confirmación de la venta, me despertó un olor que me picó la nariz. Cuando estuve completamente despierta, reubiqué ese olor. Era el que podía oler en la habitación donde mi padre hacía su miel, un aroma a cera de abejas que adoro. Y en casa, no tengo velas ni cera para muebles ni nada que tenga ese olor».

A veces las fragancias son indefinibles porque simplemente corresponden al olor único de la persona, a ningún otro comparable:

«Era simplemente el olor natural de mi madre».

«Una suave fragancia muy característica de ella. No tenía la costumbre de usar perfume. Había un dulce aroma que emanaba de ella y que yo olía cada vez que me abrazaba y que también impregnaba su ropa».

«Unos días después de la muerte de mi hijo, sentí la presencia de su olor, como si alguien me rodeara».

Y, en ocasiones, las fragancias están vinculadas a un lugar significativo:

«Era el olor de la habitación del hospital donde falleció».

El testimonio que sigue describe muy bien un conjunto de percepciones recibidas a través de diferentes órganos sensoriales, que conducen a una experiencia coherente y tranquila:

«Estando en casa de mi abuela, unas semanas después de la muerte de mi abuelo, me senté solo en el salón. Mi abuela estaba en la cocina preparando un sándwich. Estaba leyendo el periódico cuando noté un fuerte olor a tabaco de liar. Mi abuelo solía fumar estos cigarrillos. Asimilé el hecho de que podía oler el humo y no registré que no debería poder hacerlo (mi abuela no fumaba). Entonces escuché un silbido. Mi abuelo siempre silbaba cuando estaba ocupado haciendo algo. De nuevo, no me di cuenta de que no debería poder oír silbidos. La puerta del salón, que estaba completamente cerrada (para mantener el calor), se abrió por completo. Levanté la vista, esperando que entrara mi abuela, pero no era ella. En su lugar, entró mi abuelo. No lo vi físicamente, pero lo sentí allí, esa sensación que tienes cuando alguien entra en una habitación detrás de ti; no lo ves pero sabes que está ahí. Cruzó el salón hasta su silla y el olor a cigarrillo se hizo más fuerte. Luego desapareció, al igual que el olor y de cualquier sensación de que había alguien allí».

El siguiente testimonio describe un cambio en los sentimientos de la encuestada durante el contacto, pasando de un estado de tristeza a un sentimiento de felicidad:

«Meses después de la muerte de mi abuela, no podía superar su pérdida. A menudo olía su fragancia como una suave brisa en mi cara. Al principio tenía ganas de llorar, pero luego la fragancia iba acompañada de un sentimiento de felicidad».

Este participante ha percibido dos contactos, con un año de diferencia:

«Tres días después de la muerte de mi padre, estaba en mi habitación a 250 millas de distancia y percibía su intenso olor. Mi padre era fumador y también un poco bebedor. Yo no soy ninguna de las dos cosas. No creo que estuviera pensando en él en ese momento. Estaba ocupada ordenando, recogiendo la ropa, etc. Entonces pude olerlo, pero solo en una zona del dormitorio. Comprobaba todo alrededor para ver si el olor estaba en todas partes, pero no era así. Duró unos treinta o cuarenta segundos. Luego se fue. No había ventanas abiertas ni nadie en casa que fumara. Además tenía un olor muy específico, que era como el de mi padre. Aproximadamente un año después, estaba en el instituto donde trabajo. Iba caminando por el pasillo, las clases estaban en marcha, así que el pasillo estaba tranquilo. Una vez más no pensaba en nada más que en la tarea que estaba haciendo. Doblé la esquina y allí estaba mi padre. Apareció ligeramente translúcido, pero con el mismo aspecto. Solo me sonrió. Parpadeé y ya no estaba. No me asustó ni me molestó, sino que me pareció una confirmación de que estaba bien».

Las VSCD olfatorias descritas en el siguiente relato se han producido durante un período de tiempo inusualmente largo, con una frecuencia significativa. ¿Quizá tenía que reconocer la viuda el olor a café como un mensaje de su difunto marido para que cesaran?

«A mi papá le encantaba el café, pero durante su vida no pudo beberlo porque tenía una enfermedad del hígado. Tras su muerte, durante nueve meses, una o dos veces por semana, por la mañana temprano (5:00-6:00) hubo un olor a café recién hecho en casa que duraba más de una hora… Pensé que mi mamá, que dormía abajo, también lo notaba y sabía que era “Papá, que vino a hacer su café”… Después de nueve meses, fui a despertarla por la mañana y le dije: “¿Lo has olido? ¡Papá vino a hacer su café de nuevo anoche!”. Mi mamá se sorprendió y dijo: “Sí, noté el olor, pero no supe identificarlo… ¡Ahora que me dices que es café... eso es! ¡Sí, es papá!”. Una vez que mamá lo entendió, no volvió a suceder».

El siguiente caso es sorprendentemente similar al testimonio anterior: una vez más, los olores se repitieron con gran frecuencia y durante mucho tiempo, y solo cesaron el día en que se cumplió el supuesto deseo de la fallecida:

«Mi mamá falleció mientras yo estaba embarazada de mi primer y único hijo. Fue muy difícil sobrellevarlo ya que estábamos muy unidas. Tiempo después de que naciera mi hijo, comencé a sentir olor a cigarrillo, sobre todo por las noches. Era tan fuerte que me despertaba, pero mi esposo no lo notaba. Yo sabía que era mi mamá porque ella fumaba mucho. Esto fue así durante un par de meses quizá, hasta que fuimos a su casa (donde ya me habían dicho que veían su espíritu). Después del día en que visitamos su casa, dejó de despertarme el olor a cigarrillo, y la persona que veía su espíritu en la casa me llamó dos o tres días después para decirme que ella ya se había “ido”. ¿Quizá solo quería que le lleváramos a su nieto? Fue impactante!».

En el siguiente relato, nuestra entrevistada fue la única que percibió el contacto olfativo, aunque estaba en compañía de otras personas:

«Mamá falleció el 8 de noviembre. En diciembre, con mi hermana, pedimos una placa personificada para colocarla en su tumba. Fue mi hermana quien recogió la placa y la sacamos de su caja en casa de mi padre. Los tres estábamos muy conmovidos. En el momento en que desenvolví la placa, el olor de mamá me detuvo en seco. Sabía que ella estaba allí con nosotros tres. Ni papá ni mi hermana olieron el olor de mamá, ese olor a perfume que tenía cuando murió en mis brazos».

Este suceso fue interpretado como un apoyo en una situación angustiosa para la encuestada:

«Volvía en coche a casa después de una reunión. No me gusta conducir de noche, me asusta. De repente, tuve la sensación de una presencia en el coche, en el asiento del pasajero, y noté un olor a cigarrillos (tengo mi coche desde hace once años y nadie ha fumado nunca en él). Poco después tuve la sensación de que alguien me abrazaba. A todo eso le siguió un impulso de energía para conducir de noche con la convicción de que mamá estaba conmigo en el coche».

La mayoría de los participantes consideraron que el difunto les transmitía un mensaje a través de esta fragancia.

El 60 % percibió un mensaje, el 21 % no estaba seguro y el 20 % no percibió un mensaje

Pidamos a los encuestados que expliquen sus impresiones:

«Sentí que nuestro hijo nos aseguraba que seguía por aquí y nos ayudaba a superar el calvario de su funeral».

«Simplemente una forma de hacernos saber que estaba de visita».

«Que todo había terminado y estaba en paz y feliz».

«Sentí como si ella intentara ponerse en contacto para hacerme saber que estaba bien y que seguía cerca, además de intentar reconfortarme».

«En aquel momento estaba muy triste por la muerte de mi marido y estuve llorando por él durante mucho tiempo. Cuando noté su olor, dejé de llorar inmediatamente y me tranquilicé. Ese era su mensaje».

«Que él estaba en casa todavía».

«Me hizo saber que había sobrevivido a la muerte de su cuerpo físico. Me dio una prueba personal».

VSCD durante el sueño

El 62 % tuvo una VSCD durante el sueño

618 participantes tuvieron una VSCD mientras estaban durmiendo, a punto de quedarse dormidos o a punto de despertarse.

VSCD durante el sueño

Hombres

Mujeres

Datos en español

Datos en francés

Datos en inglés

52 %

64 %

72 %

58 %

63 %

No

48 %

36 %

28 %

42 %

37 %

Hay tres tipos de VSCD durante el sueño:

  1. Los contactos que ocurren mientras los receptores duermen, pero que distinguen claramente de un sueño ordinario.
  2. Los contactos que ocurren al quedarse dormido, durante lo que los científicos llaman un estado hipnagógico;17 o al despertar, en un estado hipnopómpico.18
  3. Los contactos que despiertan a los receptores. Una vez despiertos, su experiencia entra en una de las otras categorías: VSCD de sentir una presencia, táctil, visual, auditiva u olfativa. Más de la mitad de nuestros encuestados (52 %) fueron despertados por la VSCD.

El siguiente testimonio destaca claramente la calidad perfectamente realista de las VSCD durante el sueño:

«Aproximadamente unos cinco/seis meses después del fallecimiento de mi abuela viví una experiencia durante un sueño. Entraba en casa de mis padres, donde vivía mi abuela tiempo antes de que se mudasen y allí me encontré a mi abuela, sonriendo, en el sofá de la salita. Era muy extraño, pues yo sabía y era consciente en ese momento de que había fallecido, pero ella estaba allí, tan real como si me encuentro con cualquier persona frente a frente. Se levantó, me abrazó y sentí el calor y el tacto de su piel, sus ojos mirándome, mientras me decía que sabía que la quería, que no me preocupase (por desgracia no me pude despedir de ella como hubiese querido). Tras ello me desperté, pero era una sensación extraña, pues muy raras veces tengo noción de lo soñado, prácticamente nunca lo recuerdo, pero aquello fue tan real como cualquier acto cotidiano de mi vida. No sé cómo explicarlo. Hasta el día de hoy dudo de que fuera solo un sueño ya que nunca he tenido una experiencia onírica de tal nivel de realismo. Sea como fuere, tuve una sensación de tranquilidad y paz como pocas veces he sentido, tanto durante como después de esta experiencia, ya que al menos pude despedirme de ella como es debido».

A pesar de un cierto grado de duda sobre la realidad de su encuentro con su marido fallecido, esta participante se sintió consolada por esta experiencia. Aunque los receptores insisten con frecuencia en que este acontecimiento no fue un sueño, los contactos que se producen durante el sueño son a veces menos definibles que los que se producen en el estado de vigilia:

«Después de perder a mi marido, experimenté su presencia dentro de un sueño. Esperaba algún tipo de señal de él. No recuerdo con exactitud el tiempo transcurrido desde su fallecimiento, pero el sueño era claro y hablábamos juntos en la cocina de nuestra casa, donde todo tenía el mismo aspecto que en la realidad. Lo que más me llamó la atención fue que después de abrazarnos, simplemente me dijo que había algo más (es decir, después de la muerte) y que en realidad no debía estar conmigo. Le acompañaba alguien a quien yo no podía ver y mi marido no podía divulgar su identidad. En ese momento concreto de mi duelo, estaba desesperada por tener algún tipo de confirmación de que mi marido existía en otro lugar y, aunque una parte de mí seguía preguntándose si se trataba simplemente de un sueño, me reconfortó y me dio la esperanza de que no fuera solo el final para él».

En el siguiente testimonio, nuestra participante nos habla del cambio completamente inesperado y muy bienvenido en su vida iniciado por su VSCD durante el sueño. No se trata (solo) de la superación del duelo, sino de una transformación que ha dado lugar a posibilidades antes insospechadas por nuestra participante:

«Mi suegro falleció en mayo del 2010. Unos seis meses después, una mañana me desperté de un “sueño” y le dije a mi marido que había tenido un sueño muy vívido sobre su padre. Estaba caminando por un sendero en el bosque y mi suegro caminaba detrás de mí. Me sentía ligeramente incómoda por no saber a dónde nos dirigíamos, pero me reconfortaba la proximidad de mi suegro. Finalmente vi una casa en un árbol con una escalera de cuerda delante de nosotros y me puse nerviosa por tener que subir la escalera. Me sentía un poco más tranquila al tener a mi suegro detrás y no quería demostrar que estaba nerviosa. Cuando llegamos a la escalera, sin esfuerzo parecí subir volando los peldaños de la escalera. Cuando entramos en la casa del árbol, me senté frente a mi suegro y me fijé en su buen aspecto. Llevaba pantalones cortos y una camisa de cuello abotonado con las mangas remangadas. Nos sentamos en silencio y nos miramos. Parecía tener unos sesenta años, pero estaba sano y bien. Entonces me desperté. Fue algo muy emotivo para mí. Le conté a mi marido el sueño y bajé a desayunar. Mientras estaba frente al fregadero de la cocina, me di cuenta de repente de que la fecha era el 6 de noviembre, el cumpleaños de mi suegro. Volví a subir y le dije a mi marido lo sorprendente que era haber tenido ese “sueño” el día del cumpleaños de su padre, cuando ni siquiera habíamos hablado de ello. De nuevo, me sentí muy emocionada. Volví a bajar las escaleras cuando de repente entendí el mensaje de mi suegro para mí: «Lo que crees que no puedes hacer, en realidad lo puedes hacer». Se lo conté a mi marido y me emocioné mucho cuando se lo dije. Fue todo muy intenso. Alrededor de un año después, de repente, me sentí impulsada a hacer algo artístico. Decir que nunca había sido creativa en mi vida es quedarse corto. Como dijo mi marido: «¡Nunca has hecho ni siquiera un garabato!». Bueno, pues empecé a dibujar y de alguna manera fui capaz de hacerlo. Luego empecé a pintar y de alguna manera también fui capaz de hacerlo. Mi suegro era un pintor maravilloso. Curiosamente, mi obra se parece mucho a la suya. A veces, mi marido ve uno de mis cuadros y me dice que, si no lo supiera, juraría que lo había pintado su padre. Así que el mensaje de mi suegro era cierto. Al igual que subir la escalera en mi sueño, lo que creía que no podía hacer, en realidad lo podía hacer».

Este contacto en forma de último adiós pudo calmar el pesar de nuestro participante por no haber estado presente cuando murió su madre:

«Mi madre murió de una enfermedad neuronal motora en abril de 1998. Ese verano me quedé dormido por la noche y entonces la vi en una especie de sueño lúcido. Era tan real y parecía tan joven..., llena de vida. Le dije que estaba muy guapa y muy joven. Ella me dijo que todo estaba bien y eso fue todo. Entonces fui feliz y no volví a tener otra VSCD. Solo quería “una última vez”, ya que no había estado allí para su muerte física. Incluso ahora me llena de alegría».

Durante este contacto, el entrevistado afirma haber aprendido algo sobre las condiciones de existencia en la «otra dimensión»:

«Unas dos semanas después de la muerte de mi padre, se me apareció en un sueño vívido. Su apariencia no se parecía a mis fotos favoritas de él, sino a como era a finales de la década de 1950, que creo que era para él la plenitud de su vida. Iba vestido con un traje y llevaba su sombrero Stetson favorito, no el que llevan los vaqueros, sino el de los banqueros de Wall Street. Se acercó a mí y me dijo: “Hijo, a estar muerto cuesta acostumbrarse, pero te gustará”. Este vívido sueño me reconfortó, aunque antes del sueño no tenía ninguna duda de que mi padre estaba en un buen lugar. En los años transcurridos desde aquella experiencia, he pensado a menudo en sus palabras: «Hay que acostumbrarse a estar muerto…».

Esta experiencia reconfortante también sucedió durante el sueño:

«Estaba dormida, y mi padre fallecido me despertó con un beso en la mejilla. Lo vi sentado en mi cama y me dijo que estaba bien, que me extrañaba tanto como yo a él, que era su momento de irse y que fuera feliz. En ese momento desperté, con la seguridad de que no había sido un sueño. Todavía siento su beso en mi mejilla».

Esta VSCD durante el sueño ha iniciado un acercamiento inesperado:

«Soñé con mi madre fallecida y sentí como si me animara a contactar con mi padre biológico, que se fue antes de que yo naciera. Contacté con él y, cuando llegué a casa después de hablar con él, de repente olí flores en mi casa, y sentí como si ella estuviera conmigo».

La particularidad del siguiente testimonio es el hecho de que dos personas experimentaron una VSCD durante el sueño la misma noche con el mismo fallecido; la noche siguiente a una acción que marcó una nueva etapa en su duelo:

«El hijo de mi marido (ND) falleció en el año 2002 de un infarto a los 22 años. Él era su único hijo varón, pues nosotros no tenemos hijo, aunque estamos juntos desde hace 24 años. Habíamos ordenado la habitación de arriba de casa, donde había una bolsa llena de ropa de ND y la llevamos junto con otras cosas a la parte de abajo de la casa, para hacer espacio en esa habitación. Esa noche, estando dormida, recuerdo sentir como si ND estuviera en la otra habitación y se acercara a saludarme. Lo sentí tan real que, incluso dormida, me incliné para darle un beso. En ese momento me desperté y vi que mi marido estaba llorando. Eran las 3:00 y le pregunté qué le pasaba y me dijo que estaba soñando con su hijo fallecido…. Ni él ni yo habíamos soñado antes con ND, y nunca más volvimos a hacerlo. Es como si se hubiera venido a despedir… Tenía puesto un jersey gris, justo como el que había ordenado en la bolsa con su ropa».

El siguiente testimonio entra en la categoría de las VSCD probatorias, ya que la encuestada pudo comprobar fácilmente, con alivio, la veracidad de la información percibida durante esta VSCD experimentada durante el sueño:

«La VSCD más significativa ocurrió durante el sueño. Había perdido un objeto (un anillo) que era muy importante para mí. De hecho, mi sobrina y sus amigas lo perdieron accidentalmente y mi abuela, en un sueño, me dijo el lugar exacto donde estaba…».

Este contacto, bastante desconcertante, se produjo en un estado cercano al sueño. La encuestada no pudo identificar al difunto percibido:

«Estaba en un estado de relajación, a punto de dormirme, y vi entrar la sombra de un hombre alto y flaco; rodeó mi cama y se sentó al lado (sentí hasta el peso de su cuerpo bajar el colchón). Creí que era un ladrón y mientras pensaba qué hacer lo vi preocupado, triste, con la cabeza agachada y como negando con la cabeza. Finalmente decidí enfrentarme a él, pero al incorporarme ya no estaba».

Esta experiencia reconfortante tuvo lugar durante el sueño:

«Mi hijo falleció trágicamente en un accidente de tráfico. Tenía 22 años y estábamos muy unidos. Tres días después de fallecer se me apareció en sueños. Lo vi tal y como era él habitualmente, tanto en su vestimenta como en su actitud y rostro. Lo vi sereno, feliz, sonriendo y me dijo: “Quédate tranquila, mamá, yo estoy bien”. Yo estaba sufriendo mucho».

Este contacto fue muy beneficioso para el proceso de duelo de la persona encuestada:

«Estaba medio dormida pero sabía que no estaba soñando. La sensación es diferente. Mi mamá estaba sentada en mi cama y me miraba con ojos tiernos. Tenía los mismos rasgos de su rostro, sin la vejez y sin la enfermedad. Ella siempre había sido una mujer hermosa, pero ahora estaba radiante. Iba vestida con un vestido largo blanco. Me tomó en sus brazos; un gesto que le gustaba hacer durante su vida, pero del que yo rehuía en aquella época. Ahora me dejé llevar por su abrazo, realmente la sentí. No estábamos hablando, pero supe que ella no me culpaba por no haber estado cuando murió, y por decirle las últimas palabras en un tono apresurado y molesto. Me calmó totalmente y de forma duradera».

Un duelo finalmente pudo ser completado 17 años después del fallecimiento gracias a una VSCD durante el sueño:

«Mi mamá murió en 1972: ella tenía 42 años y yo 17. Mi mundo se vino abajo. Durante los siguientes 17 años, soñé con ella todas las noches (sueños y, a menudo, pesadillas de verla morir). En 1989, es decir, 17 años después de su muerte, se me apareció, todavía mientras dormía, pero no era como mis sueños habituales. Estaba sentada en el suelo, con las rodillas dobladas debajo de ella, toda vestida de blanco, con su rostro bañado por la luz. Con una sonrisa maravillosa, me dijo varias veces “Mira qué bonito es esto, mira esta luz. Ahora estoy feliz, tienes que dejarme”. Esta experiencia no tuvo absolutamente nada que ver con mis sueños habituales y me transformó por completo. Todos mis sueños y pesadillas han desaparecido desde entonces y la forma en que abordo mi luto también ha cambiado».

Les preguntamos a los participantes si estaban profundamente dormidos o si estaban a punto de quedarse dormidos o de despertarse cuando ocurrió la VSCD.

La siguiente pregunta proporcionó una aclaración: Si estaba dormido/a, ¿la VSCD lo despertó u ocurrió mientras estaba durmiendo?

Aunque el 62 % de nuestros encuestados experimentaron una VSCD durante el sueño, al quedarse dormidos o al despertarse (y las VSCD durante el sueño ocupan el primer lugar en nuestra clasificación por tipo de VSCD),19 es importante tener en cuenta que, de ellos, el 52 % fueron despertados por el contacto y su experiencia cayó entonces en una de las otras categorías de VSCD.

Los receptores a veces explican que estaban soñando cuando el fallecido surgió en su sueño, como lo ilustran las siguientes descripciones:

«Mientras dormía, la persona fallecida, mi madre, interrumpió mi sueño para hacerme saber que estaba aún en contacto conmigo, y me explicó que yo podría comunicarme con ella siempre que quisiera. Le hablé de mi dolor por el duelo, y ella me refirió que ya sabía que me dolía, y que había que pasarlo, pero que aún había comunicación entre ambas. Le dije llorando que no podía ya tocarla o sentir su perfume, y ella respondió: «Esto es así», como diciendo «Hay que conformarse». Me acarició la cabeza que yo había puesto sobre su regazo mientras lloraba, e intercambiamos algunas palabras más. Ese fue mi primer contacto, y hoy día me comunico fácilmente con ella y otros seres queridos fallecidos, incluso con alguna otra persona no tan cercana que se ha comunicado conmigo».

«Porque claramente no fue un sueño, pues sentí que el sueño se interrumpió cuando apareció mi madre. Me di cuenta de que ya estaba despierta, pero con los ojos cerrados».

«Estaba soñando y el sueño que tenía había sido interrumpido repentinamente como si estuviera pasando a “otro lugar”; entonces vi a la persona fallecida».

Los contactos durante el sueño son calificados por los receptores como completamente diferentes de un sueño ordinario. Por lo tanto, tendrían las mismas características que las VSCD en el estado de vigilia. Estos contactos son claros, coherentes, memorables y se perciben como reales; además no tienen el carácter complejo, simbólico y fragmentado de los sueños, que se olvidan rápidamente al despertar. Aunque los receptores son a menudo incapaces de decir si estaban o no despiertos durante la experiencia, informan sistemáticamente de que la VSCD era mucho más real que un sueño ordinario.

Algunos participantes aclararon en qué se diferenciaba esta experiencia de un sueño:

«Es muy difícil explicar la sensación del sueño. Es como experimentar un acontecimiento real con una energía muy diferente a la de un “sueño normal” o algo producido por el subconsciente. Parece estar completamente a cargo de lo que sucede».

«Da la impresión de que quieren mostrarnos algo pero que, al mismo tiempo, es importante que no sepamos realmente; de lo contrario el misterio ya no será… Así que nos sumergimos en una seminconsciencia entre el sueño y la realidad. ¡Eso es lo que lo hace tan desconcertante!».

«Al mismo tiempo fue como un sueño, pero mucho más real y con tal intensidad que puedo hablar de ello ahora (doce años después) con casi tanto detalle como sensaciones».

«Cuando me despierto, entiendo que no soñé porque recuerdo todos los detalles de nuestro intercambio. Sin duda veo la diferencia entre un recuerdo real como nuestro intercambio y el recuerdo vago de un sueño, que se evapora con el tiempo».

«Tenía sentimientos muy fuertes y lo vi como realmente era. Vino a tranquilizarme. Le dije: “Pero no tuve tiempo de despedirme de ti” y entonces me abrazó. Estábamos en mi habitación, en mi casa, y me desperté con esa sensación de estar tranquila, ligera y feliz, ya que había estado deprimida durante varias semanas. Vi claramente la diferencia entre este contacto durante el sueño y un simple sueño, porque experimenté cada emoción de una manera real. Había venido a despedirse de mí cuando yo no esperaba nada».

Las personas que han tenido tanto sueños con personas significativas fallecidas como VSCD durante el sueño hacen una clara distinción entre los dos tipos de experiencia:

«Las veces que he sido “visitado” son totalmente diferentes a un sueño. Es mucho, mucho más vívido y recuerdo cada detalle, incluso ahora, años después».

«Las VSCD son claras, vívidas y detalladas. Los sueños no tienen sentido y son difíciles de recordar después de un tiempo. Las VSCD nunca se olvidan. Ni siquiera los detalles».

«Era una presencia física inconfundible, nada que ver con ningún sueño que haya tenido».

«He soñado con mi madre muchas veces desde los seis meses que hace que falleció. Pero cuando la vi, fue diferente al sueño, porque ella estaba allí, aquí y ahora, en el dormitorio».

«No fue un sueño, porque yo ya había soñado con mi padre después de su muerte, y lo que sucedió fue diferente, todo fue muy real».

«Completamente diferente. Podría haber estado vivo».

«Fue muy real. Puedo distinguir muy bien la diferencia entre un sueño y la realidad».

En esta sección, hemos revisado los diferentes tipos de VSCD, a saber, las VSCD de sentir una presencia, las VSCD auditivas, táctiles, visuales, olfativas y las VSCD durante el sueño. El gran número de preguntas formuladas a nuestros encuestados nos ha permitido profundizar en el conocimiento de la naturaleza de estos tipos de VSCD. Se pueden destacar varias enseñanzas. Los datos muestran que los contactos tienen el mismo impacto en los receptores, independientemente del tipo de la percepción sensorial. De los testimonios recogidos se desprende que percibir la presencia del difunto tiene un impacto tan fuerte en los receptores como ver una aparición. El tipo de contacto no es muy importante, ya que solo es el medio para la esencia de estas experiencias, es decir, las emociones sentidas y percibidas por los receptores, así como la información obtenida.

Las VSCD se producen en una gran variedad de formas y situaciones y cada experiencia es única porque está destinada a una persona en particular. La gran mayoría de los receptores se sienten agradecidos y encantados de haber vivido este contacto, que no esperaban en absoluto y que consideran una expresión de amor y solicitud por parte de su ser querido fallecido.

VSCD en el momento del fallecimiento

El 21 % tuvo una VSCD en el momento del fallecimiento

206 de nuestros participantes experimentaron una VSCD en el momento del fallecimiento. Estas experiencias tienen lugar al instante o poco después del fallecimiento. En casos raros, pueden ocurrir poco antes de la muerte, especialmente cuando la persona percibida había caído en coma y no recuperó el conocimiento antes de morir.

Los receptores afirman haber sido informados de la muerte de un familiar o amigo por el propio fallecido. Estas experiencias preceden al anuncio del fallecimiento (por parte del hospital, de la familia, etc.). Los receptores pueden, por ejemplo, ver o escuchar a su ser querido anunciando su muerte con serenidad («He venido a despedirme de ti; me voy ahora»). Cabe señalar que parecen utilizar con frecuencia el verbo «irse», como si estuvieran a punto de emprender un viaje. A veces la aparición no transmite un mensaje, pero los receptores saben de inmediato que se trata de un último adiós.

Debido a su naturaleza probatoria, estas VSCD son particularmente interesantes para la investigación porque los receptores recibieron información durante el contacto que antes desconocían: la información de la muerte del familiar o amigo. El hecho de que los receptores aún no estén de luto en el momento del contacto, argumenta en contra de la hipótesis de que las VSCD no son más que un fenómeno autogenerado por individuos profundamente afectados por la pérdida de un ser querido.

¿Cómo se imagina una VSCD en el momento del fallecimiento? A continuación siguen algunas ilustraciones:

«Cerca de la medianoche, estaba sentada en el sofá. Sentí una presencia. Vi el reflejo en el televisor de una forma humana caminando por el pasillo detrás de mí. Supe que era mi bisabuela. Estaba hiperventilando cuando mi teléfono sonó. Era un mensaje de mi madre diciendo que mi bisabuela acababa de fallecer, a mil millas de distancia. Me acosté con la puerta entreabierta. Cuando estaba tumbada en la cama, aún despierta, la puerta se abrió del todo. Sentí un cálido apretón en mi mano. No había nadie y supe que era ella despidiéndose».

«La previsión era que mi madre viviera solo unos pocos días más. Estaba en la cama alrededor de la medianoche y de repente sentí su presencia junto a mi cama. Pronunció mi nombre y me dio unas palmaditas en el hombro. Sentí que mamá había fallecido. A los diez minutos mi hermano me llamó por teléfono para decirme que había muerto unos minutos antes de su llamada».

«Tenía 23 años. En ese momento vivía en Lyon y mi abuela vivía 80 km al norte. Estábamos muy unidas por una gran amistad y complicidad. Últimamente la había visto mucho menos porque mi trabajo me tenía muy ocupada. Rara vez volvía a casa los fines de semana para verla a ella y a mis padres, que vivían en la misma ciudad. Mi abuela estaba muy enferma y sabíamos que la enfermedad se la llevaría pronto. Mi mamá me pidió que fuera ese fin de semana y todos fuimos al hospital, incluidas muchas tías mías. El domingo por la noche en el hospital, estábamos todos alrededor de su cama despidiéndonos. Fui la última en irme. Trataba de consolarla y decirle que no tuviera miedo, que iba a encontrar a todas las personas que amaba. Sabía que era la última vez que la veía y, curiosamente, ¡no estaba triste!

»La noche del martes me desperté atraída por una fuerte presencia. Estaba sentada en mi cama, que daba a un loft abierto. ¡Y ahí, justo enfrente de mí, solo a un par de metros, percibí su presencia! Era una especie de neblina blanca luminosa y me invadió un sentimiento increíble, de felicidad, de paz, de amor. Le sonreí. Sé que en ese momento pasó al otro lado y que había venido a despedirse. Me volví a dormir tranquilamente y al día siguiente me fui a trabajar. El teléfono sonó en mi lugar de trabajo a media mañana. Era mi madre y ¡me anunciaba la muerte de mi abuela!».

Una vela fue el vector de esta experiencia en el momento de la muerte:

«Sabíamos que el abuelo se estaba muriendo. Tenía un cáncer terminal y estaba sedado. La noche anterior me informaron de que había empeorado y empezaron a administrarle morfina. Yo estaba en otro país, a cuatro horas de avión, y estaba angustiada por no poder ir. El vuelo más temprano era el del día siguiente. Esa noche encendí una vela por él y me acosté. No dormí bien y me desperté hacia las cinco y media. La vela seguía encendida, pues no había brisa en la habitación. Me reprendí a mí misma por dejar una vela encendida sin vigilar. Todavía estaba enfadada, deseando estar en casa con mi familia. Recuerdo que estaba sentada mirando la vela y pensando que era demasiado pronto para llamar a casa. También pensaba que debería apagarla. Estaba a un metro y medio de esta cuando la llama parpadeó durante unos segundos, se quedó quieta y luego se apagó… Sentí olor a medicamentos y a desinfectante de hospital e inmediatamente supe que mi abuelo estaba allí conmigo despidiéndose. Sentí una presión sobre mis hombros y mi espalda, como un abrazo. Él estaba en paz y yo también. Ya no me sentía mal. Poco después llamé a casa para que me dieran la noticia. Había muerto un momento antes de que se apagara la vela».

El testimonio de este contacto, que se produjo en circunstancias trágicas, impone respeto por la presencia de ánimo de la madre:

«No sabía lo que le pasaba, tenía pánico, pues no paraba de decir “Me han matado, mamá. Me han matado, mamá”. Le dije que se calmara y respirara, y que fuera hacia la luz. Que yo estaba aquí y que él tenía que ir hacia la luz… No fui la única persona en la habitación que le escuchó».

Nuestra recopilación de datos incluye muy pocos casos de VSCD ocurridas cuando la persona percibida estaba en coma pero aún no había sido declarada fallecida. Es importante destacar que estas personas no recuperaron la conciencia antes de fallecer. El siguiente testimonio describe tal VSCD:

«Se trata de mi abuela paterna, con quien tuve una relación muy cercana. Cuando se produjo mi “sueño”, mi abuela estaba enferma. Eran alrededor de las cinco de la mañana cuando mi abuela se me apareció en este sueño, pero es un sueño de naturaleza especial, muy real. Estaba radiante entre otras personas alrededor de una mesa y me dijo con una sonrisa: “¡No puedes imaginar lo feliz que soy!”. Me desperté y fui a casa de su hermana, donde se hospedaba, y para mi sorpresa, mi abuela había entrado en coma profundo desde hacía unas horas. Nadie nos informó. Mi abuela murió sin recuperar el conocimiento».

Las VSCD en el momento del fallecimiento amortiguan considerablemente el shock causado por la muerte de un ser querido. El hecho de haber sido informado de la muerte por el propio familiar consuela al receptor, ya que esta experiencia parece implicar una continuidad de alguna forma de existencia. Cuando le llega el anuncio oficial del fallecimiento, por parte del hospital, la familia o la policía en caso de accidente, el receptor ya está informado. La conmoción habrá sido suavizada por la VSCD, pero la tristeza de la pérdida, por supuesto, no se evitará.

Cuando el fallecimiento era impredecible y por lo tanto inesperado, por ejemplo, durante una muerte accidental o un paro cardíaco, los protagonistas no habían tenido la oportunidad de despedirse, ni, según el caso, de resolver problemas de relación pendientes. Preguntamos si nuestros participantes tuvieron la oportunidad de una última despedida con su ser querido y, de ser así, de resolver los conflictos no resueltos.

El 38 % tuvo la oportunidad de una despedida final, el 6 % no estaba seguro y el 56 % no tuvo esta oportunidad

Preguntamos si nuestros encuestados reconocieron sin dudarlo la identidad del fallecido. Al igual que con otros tipos de VSCD, este fue el caso de una gran mayoría:

El 85 % reconoció inmediatamente al fallecido, el 3 % no estaba seguro y el 12 % no lo reconoció de inmediato

Los testimonios que siguen se refieren a contactos en el momento del fallecimiento:

«Mi tío murió de cáncer alrededor de las 5:30. A esa hora de la noche, salía del baño y me encontré cara a cara con él. Me sonrió de manera angelical. Trastornada, decidí esperar hasta las 7:00 para llamar a mi primo y hacerle saber que mi tío había muerto. A las 6:58, mi primo me telefoneó para anunciar su muerte».

«Mi tía murió en mitad de la noche, alrededor de las 2:30; en ese momento me despertó una caricia en la mejilla, como un soplo de aire. La ventana estaba cerrada, así que no había corrientes de aire en la habitación. Diez minutos después, el hospital me llamó para informarme de su muerte».

Una corriente de aire, incluso una verdadera ráfaga de viento, a veces parecen ser los vectores de las VSCD, como fue el caso de esta experiencia que tuvo lugar en el momento exacto del fallecimiento:

«Tuve una experiencia muy intensa mientras mi suegra agonizaba por cáncer… Yo estaba en una finca en las montañas, en una habitación cerrada por el frío que hace allí. A las 0:34 (miré el reloj en ese momento) entró un viento y me envolvió el rostro, con el cuarto a oscuras, en la cama… El viento hizo un remolino delicado y noté que salía por la puerta interior porque esta chocó como cuando la golpea el viento… Me quedé asombrado por esa brisa que no pudo haber entrado por ningún lado… A los quince minutos llamó mi exmujer para decirme que su mamá había muerto a las 0:34 de la noche.»

Este relato es interesante, ya que el fallecido parece haber pasado por una de sus hijas para dar un último beso a su suegra en el momento mismo de su fallecimiento, al tiempo que le pedía que cuidara bien de su familia:

«Mi yerno me habló justo después de fallecer a causa de una leucemia. Yo estaba en la habitación contigua a su sala en el hospital cuidando a sus dos niñas de ocho y diez años. Me senté junto a la más pequeña. De repente esta se sentó recta, se inclinó hacia mí y me besó suavemente en la mejilla; entonces oí a mi yerno decir: «Lisa (me llamo Elizabeth), cuida de ellas». Mi hija (su mujer) entró llorando en la habitación en la que estábamos. Acababa de fallecer. Cuando le pregunté a mi nieta si recordaba haberme besado, me dijo que no».

De manera excepcional, presento aquí un testimonio de segunda mano que es digno de mención, porque la enfermedad de Alzheimer aparentemente no ha disminuido la capacidad de esta persona mayor para percibir la VSCD:

«El día que falleció mi abuelo, sin nosotros saberlo aún, estábamos en el salón con mi abuela, quien padecía alzhéimer. Ella nos dijo que mi abuelo había pasado por la sala y luego había ido hacia el patio. Ella salió detrás de él y nos pidió que la siguiéramos, porque ya se iba. Nosotros pensamos que era porque tal vez lo extrañaba cuando, en cuestión de minutos, llegó un tío nuestro llorando diciéndonos que nuestro abuelo había fallecido. Efectivamente, su alma pasó por su casa en el momento de morir, quizá como una forma de despedida».

Este relato hace pensar en un intento de reconciliación de último minuto:

«Yo estaba peleado con mi tío y ya no tenía ningún contacto con él. Un día, a primera hora de la tarde, tuve la extraña sensación de recibir lo que me parecía un pensamiento que yo no había generado. Con ese pensamiento, mi tío se dirigió a mí y me dijo: “Es demasiado estúpido”. Descarté la idea y continué con mis asuntos. Al día siguiente, me enteré de su muerte por un infarto y, teniendo en cuenta la hora en que había ocurrido, entendí que aquel extraño contacto se había producido en el momento de su muerte».

Los dos testimonios que siguen también ocurrieron en la misma hora de la muerte:

«Me desperté de repente, sin motivo, de un buen sueño y vi a mi abuelo de pie al lado de mi cama. Parecía algo más joven, y más sano e irradiaba puro amor. Me sonrió y me dijo: «Me voy, mi palomita» (su nombre cariñoso para mí). Le devolví la sonrisa y miré el despertador: eran las 6:00. No se me ocurrió preguntarle a mi abuelo a dónde iba o por qué estaba en mi habitación a las seis de la mañana. Simplemente me sumí en un sueño tranquilo. Más tarde me despertó el timbre del teléfono; era mi mi abuela, que me dijo sollozando que papá había muerto. Su certificado de defunción decía que la hora de la muerte eran las 6:00».

«Estaba en Boston y me despertó a las 5:30 de la mañana mi sonriente marido. Me dijo que se había ido y que me quería. No era un sueño. Más tarde supe que había muerto el 1 de diciembre a las 5:30 de la mañana».

El siguiente testimonio describe un contacto experimentado en la infancia en el instante de una muerte accidental:

«Tenía unos diez años cuando me fui a la cama una noche. Aún no dormía cuando sentí una mano palmearme la parte superior del hombro. Me di la vuelta pero no había nadie. Unos minutos después, sonó el teléfono anunciando la muerte de mi abuela paterna por un accidente. Siempre lo recordaré porque la sensación era extraña, como si alguien quisiera decirme “Aquí estoy”. Nunca tuve una explicación para esto».

No siempre es fácil determinar si la VSCD coincidió con la hora de la muerte, ya sea porque el receptor no había mirado la hora durante o poco después del contacto, o porque la hora oficial de la muerte no estaba disponible.

No obstante, más de la mitad de nuestros participantes pudieron confirmar la coincidencia entre el momento de la VSCD y el del fallecimiento.

Preguntamos si el momento (hora/minuto) en que experimentaron la VSCD se confirmó posteriormente como el momento de la muerte de la persona.

Para el 60 % concordancia entre el momento de la VSCD y el del fallecimiento, el 17 % no estaba seguro y para el 23 % concordancia no confirmada

El siguiente testimonio describe una VSCD durante el sueño. Cabe destacar que nuestra participante sintió una necesidad imperiosa de dormir la siesta, lo que presuntamente permitió que se produjera este contacto durante el sueño en el momento (o cerca del momento) de la muerte:

«Estaba en el balcón de mi casa conversando con mi esposo y me entró un sueño irresistible. Tanto fue así, que le dije que me tenía que retirar para acostarme. Me tumbé en la cama con toda la ropa y me quedé profundamente dormida. Entonces miré por la habitación y en la puerta vi a mi abuela, la cual estaba hospitalizada muy enferma. Me dijo que ella tenía que irse ya, que era su hora. Que no me preocupara por ella, que todo iría bien. También me recordó su amor por mí y que siempre me amaría. Hablamos sobre varios temas más y de repente me desperté. Mi hermana estaba en la puerta de mi cuarto y me dijo: “¿Te has enterado? Nuestra abuela ha fallecido”».

El siguiente testimonio también describe un contacto durante el sueño la noche del fallecimiento:

«Mi amiga de la infancia, que sufría una enfermedad rara, vino a visitarme la noche que se fue. No lo supe en el momento en que la vi caminar de nuevo, sonriente, feliz y relajada, mientras en realidad sufría y estaba paralizada. Me dijo que estaba bien, que no tenía que preocuparme porque estaba en paz y feliz. Teníamos veinte años y ella tenía su cara de niña, y yo estaba feliz por ella. Mi madre vino a despertarme, eran alrededor de las 8:00, y me dijo que Carla se había ido durante la noche. Comprendí entonces que había venido a hacerme una señal para decirme que no estuviera triste porque ella estaba feliz.

»Años después, tuve la oportunidad de compartir este momento con su hermano menor, quien parecía muy triste por no poder hablar con sus padres sobre el fallecimiento de su hermana. Me abrazó, emocionado pero reconfortado. Pensé mucho en Carla, quien probablemente también se emocionó al compartir este momento cuando ella se fue tranquila y vino a contármelo».

Esta experiencia, que precedió al anuncio de la muerte del abuelo de la participante, le facilitó sin duda la asunción de este acto irreversible:

«Unas horas antes de que me dijeran que mi abuelo había muerto, sentí una mano pesada y afectuosa sobre mi hombro. Resulta que en ese momento se quitó la vida».

Este participante no identificó al fallecido que aparentemente inició este contacto la noche de su fallecimiento:

«Durante un sueño, sentí la presencia de una persona (sin llegar a reconocerla) y justo después me desperté. Me sentía muy triste y angustiado, y tardé bastante en volver a dormirme, sin saber por qué me sentía tan mal. A la mañana siguiente me comunicaron que mi abuelo había muerto por la noche».

Esta participante, cuyo hijo se encontraba en el extranjero, había sido informada de su defunción mucho antes de que le llegara el anuncio oficial de su muerte:

«Cuando mi hijo murió en el extranjero, era alrededor de la medianoche, estaba medio dormida y me vi sobre él, cara a cara, y lo besé en la frente… Por la mañana me levanté y al poner los pies en el suelo para levantarme de la cama, sentí un gran vacío, la nada, un desequilibrio. Me habían quitado algo y sabía que se trataba de mi hijo… Dos días después me informaron de que estaba muerto. Había fallecido la misma noche que le di el beso en la frente».

En algunos casos, la muerte no era predecible porque la persona no estaba enferma y, por ejemplo, había muerto en un accidente o había sucumbido a un infarto. Por lo tanto, la expectativa de la muerte inminente de un ser querido muy enfermo o anciano solo podría actuar como desencadenante de la VSCD en ciertos casos.

Los datos recopilados apoyan esta tesis. Para muchos de nuestros encuestados, la muerte era predecible, así que tal vez lo esperaban, pero para un número significativo la muerte no era predecible.

Para el 48 % la muerte fue predecible, el 8 % no estaba seguro y para el 44 % la muerte no fue predecible

Los casos de suicidio en particular a menudo no son predecibles y, sin embargo, algunos receptores perciben la tragedia que se está desarrollando, como ilustra el siguiente caso:

«Mi amigo George, con quien yo tenía una relación muy estrecha, murió el 5 de noviembre del 2016. Esa noche yo estaba con unos amigos. Alrededor de las 23:00 me quedé dormida en medio de una conversación. No me di cuenta de que estaba a punto de dormirme y tuve una especie de visión a mi amigo estrangulado. Cuando me desperté, sentí un gran nudo en el estómago. Traté de comunicarme con él, pero fue imposible contactarlo. Encontraron su cuerpo colgado dos días después por suicidio».

Una gran mayoría de nuestros encuestados estaba físicamente lejos del lugar donde la persona estaba muriendo.

El 75 % estaba físicamente lejos, el 1 % no estaba seguro y el 25 % no estaba físicamente lejos

La definición clásica de las VSCD en el momento del fallecimiento indica como criterio que el contacto se ha producido dentro de un rango de 24 horas después, o incluso alrededor, de la muerte. Hemos tenido una larga conversación dentro de nuestro equipo sobre el lapso de tiempo tomado en consideración para que el contacto se califique como VSCD en el momento del fallecimiento. Nos pareció que este criterio de 24 horas no era enteramente relevante porque el elemento crucial era el hecho de que el receptor no tenía noticia del fallecimiento en el momento de la VSCD.

Imaginemos el caso de una persona que hubiera acompañado a un familiar durante sus últimos momentos. Ella habría estado junto a su cama cuando tomó su último aliento. Una hora más tarde, habría experimentado una VSCD con este familiar. Según la definición clásica, sería una VSCD en el momento del fallecimiento, ya que habría ocurrido dentro de las 24 horas posteriores a la muerte. Sin embargo, esta persona obviamente habría sido informada de la muerte ya que habría estado presente cuando ocurrió. Desde el punto de vista de la temporalidad, sería efectivamente una VSCD en el momento del fallecimiento, pues se habría producido dentro del período de tiempo predefinido, pero carecería de un criterio esencial: el hecho de que el receptor esté informado de la muerte por el propio familiar.

Si, por otro lado, el receptor no hubiera tenido conocimiento del fallecimiento y hubiera sido informado por el propio fallecido (incluso después del plazo de 24 horas), este contacto se calificaría como VSCD en el momento del fallecimiento según nuestra definición revisada.

En la descripción que sigue, la persona percibió información que antes no tenía, lo que clasifica esta VSCD dentro de la categoría de las experiencias probatorias:

«Una noche, sentí una presencia en los primeros cuatro escalones de mi escalera; una persona alta y masculina. Me estaba mirando y se quedó al menos quince minutos. La noche siguiente, se nos informó de la desaparición anormal del primo de mi marido, con quien se sentía muy cercano. No establecí la relación al instante, y la noche siguiente soñé con él. Me mostró un lugar en nuestra ciudad. Por la mañana, todo el mundo salió a buscarlo y, efectivamente, se había suicidado en el lugar con el que había soñado».

A veces, las VSCD simplemente sirven como un último agradecimiento:

«La VSCD más llamativa se refiere a una paciente con cáncer avanzado. Una persona muy espiritual. Yo era la jefa de departamento y la acompañamos durante tres meses, en los que establecimos una relación estrecha con una fuerte alianza terapéutica. La saludé antes de irme de vacaciones a Egipto, convencida de que ya no volvería a verla con vida. Disfruté de un maravilloso crucero de doce días por el Nilo. El décimo día, recuerdo perfectamente estar apoyada en la barandilla del puente del barco mientras veía el paisaje, los niños que saltaban y jugaban en el río, los pueblos por los que pasábamos. Estaba relajada y muy tranquila. De repente sentí un calor en el plexo solar que se difundió hacia el corazón y que me arrancó una amplia sonrisa… Inmediatamente supe que se trataba de la paciente, que venía a saludarme porque había fallecido. Le hablé en voz alta, agradeciéndole que viniera a despedirse, y le dije que podía irse en paz hacia la luz. Me invadió una alegría intensa y sentí la comunión de nuestros corazones. Luego bajé al camarote para comprobar qué día y hora era, porque nunca llevo reloj. Era miércoles por la tarde. Al regresar a Francia, me confirmaron el día y la hora de la muerte de esta paciente…Había una hora de diferencia con respecto a la hora anotada; ¡era la hora de la diferencia horaria!».

Algunos participantes dicen que sintieron en sus cuerpos los dolores y los estados de malestar que habría sentido su familiar o amigo durante el proceso de la muerte. Estas sensaciones cesan en el momento preciso de la muerte y muchas veces dan paso a un sentimiento de gran paz y serenidad.

Presento a continuación dos descripciones que se parecen entre sí en lo que a los síntomas físicos que sintieron las participantes se refiere:

«Se trata de mi madre, que vivía a 20 km de mi casa. Un día, hacia el final de la noche, me encontré en el cuerpo de mi madre. Yo era ella, tenía varios dolores en el cuerpo y sentí algo de angustia. Luego me desperté alrededor de las 5:30. A las 9:00 supe que se la habían llevado a urgencias a causa de una insuficiencia respiratoria. 48 horas después, me desperté con un dolor de cabeza inusual (nunca sufro dolores de cabeza),y alrededor de las 10:30, vi un gran círculo negro bailar frente a mi ojo izquierdo. Una hora después, sentí un poco de náuseas (náuseas que no eran como las de la indigestión o el embarazo) que me oprimían el estómago. Todo ello se detuvo alrededor del mediodía. A las 14:30 supe que mi madre había muerto a las 12:15».

«Mi papá estaba en el hospital. Sabíamos que las medicinas que estaba tomando habían sido retiradas porque ya no había esperanzas. A las 19:00 llamé al hospital y una enfermera me confirmó que estaba estable y que no debía preocuparme por las horas siguientes. A las 21:20 le dije a mi marido que sentía unas náuseas extrañas. Tomé té de hierbas. A las 21:40 le dije que el té de hierbas debía de ser milagroso porque ya no sentía náuseas y estaba aliviada, relajada, a pesar de las circunstancias. A las 21:50 el hospital me llamó para avisarme de que papá se había ido diez minutos antes. Lo tomé como un regalo suyo. Durante su vida, nuestra relación había sido muy conflictiva a pesar de todo el amor que nos teníamos. Mucho tiempo después de su partida, a menudo tuve la sensación de que estaba a mi lado, que me estaba apoyando».

El caso que sigue es digno de mención porque nuestra participante no había tenido ningún contacto con su antiguo novio desde hacía mucho tiempo:

«Era temprano por la mañana. Me tomé una taza de café y luego me puse a revisar algunos papeles en mi escritorio, en casa. Me sentí rara durante unos segundos y luego se me pasó. De repente, sentí que podía estar teniendo un ataque al corazón porque sentía una gran presión en el pecho y no sabía qué hacer, pues estaba sola. Después de varios segundos, una voz en mi cabeza dijo: “Marvin se está muriendo”, y unos segundos después, la presión cedió. Me sentí aliviada, pero luego la misma voz dijo: “Marvin está muerto”. Marvin era un antiguo novio con el que no había tenido ningún contacto desde hacía casi cuarenta años. No sabía nada de su vida».

La participante aportó información adicional al describir la voz percibida: «No había oído su voz desde hacía veinte años, en una breve llamada telefónica. Sin embargo, la voz que escuché sonaba como la de él».

El siguiente testimonio describe un estado temporal de confusión de nuestra participante coincidiendo con el momento de la muerte de su abuela. ¿Qué sucedió durante este extraño suceso, tan inquietante para nuestra entrevistada? ¿Pudo su abuela haber encontrado una manera de compartir con ella cómo se sentía durante el proceso de la muerte; un momento de confusión seguido de un estado de dicha? ¿Y la tristeza por aquellos que se quedan y lloran a su ser querido fallecido? Esta es una hipótesis:

«Era febrero de 1998. Estaba en un restaurante con mi esposo y algunos amigos cuando me preguntaron: “¿Has elegido tu plato?”. Yo respondí: “Tengo que irme en abril”. Y a partir de ese momento, hice comentarios totalmente inconsistentes. Mis pensamientos eran claros en mi cabeza, ¡pero las palabras que salieron de mi boca no tenían ni pies ni cabeza! ¡Cuanto más quería explicarme, más tonterías decía! Mi esposo y mis amigos estaban llorando de risa y yo no podía entender lo que estaba pasando. ¡Y luego todo eso se detuvo tan de repente como había empezado! Entonces pude explicar que no entendía nada de lo que me acababa de pasar. Me intrigó mucho y pensé en ello durante toda la noche… ¡Qué historia! A la mañana siguiente, me informaron por teléfono de que mi abuela había fallecido la noche anterior, exactamente cuando comencé a hacer los extraños comentarios. El vínculo entre los dos sucesos fue obvio para mí. ¡Es muy curiosa la fuerza de este sentimiento! Y lo que fue más contradictorio en ese momento fue que estaba muy triste y al mismo tiempo muy feliz por ella».

El siguiente testimonio no describe una sensación física, sino una angustia emocional que la participante sintió cuando su madre luchó contra la muerte. Este momento de pánico fue más que compensado por la VSCD que experimentó poco después de la muerte:

«Mamá falleció de un ataque al corazón. Alrededor de las 3:30, me desperté en un estado de pánico, con un malestar que no podía explicar. Sentí que algo malo estaba pasando… No podía volver a dormirme. A las 5:15, mi hermana me llamó para decirme que mamá había muerto a las 4:30. Mamá se había despertado alrededor de las 3:30, se sentía mal. Papá estaba con ella. Él le dijo que iba al pasillo para llamar al SAMU,20 pero ella tomó su mano y se negó a quedarse sola. Al ver que no mejoraba, papá decidió llamar. Al regresar solo cinco minutos después de la llamada telefónica al SAMU, mamá ya se había ido. Había muerto una hora después de despertarse. Fue muy duro, era la primera vez que experimentaba la pérdida de un ser querido. ¡Estaba llena de ira! ¡Estaba enfadada con el mundo entero por llevarse a mi mamá, que solo tenía setenta años! Fui a verla y le hablé largamente. Le dije que ni siquiera habíamos tenido la oportunidad de hablar por teléfono ese fin de semana, que todavía teníamos tanto de qué hablar… En ese momento, tenía un proyecto de libro que no le había contado. A la mañana siguiente me desperté de mi sueño y sentí que ella estaba ahí. Me abrazaba con fuerza. Era casi de día y miré para ver si había alguien en mi habitación, pero no vi a nadie. Solo sentí su presencia y me susurró al oído: “Estoy bien, cariño, no te preocupes. Estoy aquí y te ayudaré con tu libro”. Luego sentí una caricia de infinita ternura en la mejilla. Las lágrimas corrían por mis mejillas y, de una forma extraña, ¡sentía una paz interior increíble! Desde esta muerte, me he vuelto mucho más espiritual. Ella abrió un camino para mí. Un año después se publicó mi libro, el día del aniversario de su muerte. Ella ha estado mucho conmigo, a menudo he sentido que venía en mis sueños. ¡Esta experiencia fue impactante!».

Terminaré esta sección con una descripción de un suceso que ocurrió en la infancia de la encuestada. Los niños parecen disfrutar de una sensibilidad particular para percibir este tipo de fenómenos:

«Tenía ocho años y fuimos con mi tía a hacer las compras para las fiestas navideñas, ya que pasábamos esa fecha en casa de mi abuela, en Mendoza. Cuando salimos de la tienda, un gorrión cayó muerto a mis pies. Le dije a mi tía que mi abuela había fallecido… Cuando llegamos a casa, mi madre abrió la puerta llorando con el telegrama en la mano».

Las VSCD en el momento del fallecimiento son especialmente interesantes, incluso para la investigación, por su carácter probatorio. Según los receptores, y tal como atestiguan los testimonios citados anteriormente, han sido informados de la muerte de su familiar o amigo por el propio fallecido. Esta circunstancia de ocurrencia del contacto excluye una percepción basada en el deseo de recibir una señal del ser querido fallecido. Por lo tanto, las necesidades psicológicas no pueden ser el desencadenante de la VSCD en este contexto.

El hecho de haber sido informados de la muerte por los propios fallecidos mitiga el shock del anuncio del fallecimiento y proporciona a los receptores la convicción subjetiva de que sus seres queridos todavía se les pueden manifestar, lo que implica la supervivencia de una parte de estas personas. La tristeza de la pérdida, sin embargo, no se les ahorra a los receptores. Los testimonios citados muestran, sin embargo, que el proceso de duelo puede comenzar en mejores condiciones que si no se hubiera producido esta última despedida.

Gráfico comparativo por tipo de VSCD

El siguiente gráfico muestra el número de ocurrencias por tipo de VSCD de nuestra recopilación de datos.21 La gran cantidad de datos recogidos (1.004 cuestionarios completados) permite una clasificación bastante significativa.

De acuerdo con nuestras expectativas, las VSCD durante el sueño ocupan el primer lugar en nuestra clasificación. Sin embargo, un poco más de la mitad (52 %) de nuestros encuestados se despertaron por el contacto y el resto de la experiencia cayó en una de las otras categorías de las VSCD. Las VSCD visuales, que son muy impactantes, tienen una clasificación más alta de lo esperado porque la literatura no señala un número tan alto de sucesos.

Visiones en el lecho de muerte y experiencias de morir compartidas

En nuestra colección de datos de 1.004 casos, contamos con cuatro casos que parecen ser bastante excepcionales, a saber, dos casos de visiones en el lecho de muerte compartidas y dos casos de experiencias de morir compartidas. Voy a presentar estos dos fenómenos con más detalle.

Visiones en el lecho de muerte

Las personas al final de la vida pueden tener una «visión en el lecho de muerte» poco antes (o incluso días o semanas antes) de morir. Estas visiones, también llamadas «sueños y visiones al final de la vida» («End-of-life Dreams and Visions» o «ELDV»), son mucho más que la tradicional representación de una aparición a los pies de la cama. Forman parte del concepto más amplio de «Experiencias al final de la vida» («End-of-life Experiences» o «ELE») y se refieren efectivamente a la experiencia de percibir a un ser significativo fallecido que tienen los moribundos mientras duermen o están despiertos, pero también a otros fenómenos que ocurren en el momento de la muerte. Peter Fenwick, neuropsiquiatra y neurofisiólogo del Instituto de Psiquiatría y del Departamento de Neuropsiquiatría del Kings College de Londres, también conocido por sus investigaciones en el terreno de las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM), realizó varios estudios sobre este fenómeno: «Las experiencias al final de la vida incluían fenómenos en el lecho de muerte como visiones, coincidencias y el deseo de reconciliarse con miembros de la familia. Estas experiencias parecían reconfortar tanto a los moribundos como a los afligidos familiares. Los entrevistados describieron otros fenómenos como relojes que se detenían de forma sincronizada en el momento de la muerte, formas que salieron del cuerpo, luz que rodeaba el cuerpo y un comportamiento extraño de los animales presentes22».

Dos enfermeras estadounidenses de cuidados paliativos, Maggie Callanan y Patricia Kelley, han elaborado un concepto que sitúa las visiones en el lecho de muerte en el contexto más amplio de la «conciencia aumentada al acercarse la muerte» (en inglés, «Near(ing) Death Awareness» o «NDA»), de la que son un componente esencial. Este fenómeno se refiere a las personas que mueren lentamente (por enfermedad o vejez), en contraposición a las que mueren de repente en un accidente o durante un paro cardíaco. Numerosos testimonios y estudios de casos sugieren que hasta el 50-60 % de las personas experimentan alguna forma de conciencia aumentada al acercarse la muerte antes de morir.23 Este concepto, que describe un estado de conciencia específico inherente a la proximidad de la muerte, se presenta en el libro de Callanan y Kelley Final Gifts.24 La necesidad de reconciliación y las condiciones para morir en paz son también componentes de este estado de conciencia aumentada asociado a la proximidad de la muerte. Otro elemento del fenómeno de la conciencia aumentada al acercarse la muerte, la toma de conciencia de la proximidad de la muerte, permite que las personas al final de su vida sepan instintivamente que su muerte está cerca, aunque su estado de salud no prediga un desenlace fatal inminente. Esta certeza se apodera de ellas en las últimas 72 horas de su vida. Los moribundos se expresan a menudo en un lenguaje simbólico, como si no quisieran molestar a sus allegados hablando sin tapujos de su inminente muerte. Dicen, por ejemplo, que tienen que «hacer la maleta, buscar el pasaporte y reservar un billete de avión» para un viaje que están a punto de hacer.

La psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross, pionera en los estudios sobre la muerte y la agonía, y en las experiencias cercanas a la muerte, ha identificado tres lenguajes que los moribundos utilizan para comunicar su conocimiento de su muerte inminente: su idioma corriente, el lenguaje no verbal y el lenguaje verbal simbólico, tanto en adultos25 como en niños.26

Al igual que en el caso de las VSCD, es importante que la familia y los amigos, y en este caso también los profesionales de la salud, estén informados del fenómeno de la conciencia aumentada al acercarse la muerte para que los moribundos reciban la atención adecuada: «El lenguaje que utilizan los pacientes para comunicar la “conciencia aumentada al acercarse la muerte” puede ser simbólico y, si los cuidadores no son conscientes de que este fenómeno puede producirse, los pacientes pueden ser ignorados, tratados con condescendencia o medicados para el delirio27».

Un fenómeno investigado a lo largo del tiempo

Las visiones en el lecho de muerte han sido señaladas desde hace siglos y, a diferencia de las VSCD, han sido objeto de investigación científica a lo largo del tiempo. A principios del siglo xx, tanto los investigadores como el público estaban muy interesados en los llamados «fenómenos psíquicos». El primer estudio sistemático de las visiones en el lecho de muerte lo realizó sir William Barrett, profesor de física experimental en el Real Colegio de Ciencias de Irlanda. En 1926, publicó un libro que marcó un shito, Death-bed Visions.28 A partir de sus investigaciones, llegó a la conclusión de que las visiones en el lecho de muerte no eran simplemente un subproducto de un cerebro moribundo, sino que se producían cuando la persona estaba lúcida y racional. Además, presentó varios casos en los que el personal médico o los familiares presentes en la habitación habían podido compartir las visiones de los pacientes.29 Sir William Barrett fue el impulsor de la creación de la Sociedad para la Investigación Psíquica (Society for Psychical Research, SPR) en 1882, que sigue siendo una institución muy respetada en la actualidad. En 1884, fundó la Sociedad Americana para la Investigación Psíquica (American Society for Psychical Research, ASPR).

Años después, Erlendur Haraldsson, profesor emérito de Psicología en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Islandia, y Karlis Osis, parapsicólogo de origen letón, estudiaron las visiones en el lecho de muerte durante varias décadas. En 1971, publicaron el libro de referencia At the Hour of Death,30 en el que muestran sus investigaciones sobre las visiones en el lecho de muerte en Estados Unidos y la India. Llegaron a la conclusión de que las visiones en el lecho de muerte son más coherentes con la hipótesis de una «experiencia de transición» que con la «hipótesis de la extinción».

Más recientemente, en el 2006, se publicaron los resultados de un proyecto piloto sobre las «experiencias al final de la vida» dirigido por el profesor Peter Fenwick y sus colegas, en colaboración con un equipo de cuidados paliativos del Camden Primary Care Trust. Los resultados indican que la muerte es un proceso transitorio que puede ser anunciado por diversos fenómenos, entre ellos las visiones que reconfortan a los moribundos y los preparan espiritualmente para la muerte. Los investigadores a cargo del proyecto piloto descubrieron que los pacientes informaban regularmente de visiones en el lecho de muerte como parte intrínseca del proceso de muerte en el que estaban inmersos, y que en general estaban más serenos cuando estaban en compañía de sus «visitantes secretos». Otro hallazgo del proyecto piloto fue que las visiones en el lecho de muerte no son causadas por patologías o fármacos y que los moribundos prefieren hablar de ellas con las enfermeras antes que con los médicos. Además, los investigadores asumen que las personas que se encuentran al final de su vida no hablan necesariamente de sus visiones, por miedo a no ser creídas o a ser ridiculizadas, a preocupar a sus allegados o por falta de reconocimiento público del fenómeno.31

En un artículo publicado en el 2010, Fenwick y Brayne afirman que «Nuestra investigación sobre las experiencias al final de la vida sugiere que las visiones en el lecho de muerte y las coincidencias en el lecho de muerte no son infrecuentes, y que el proceso de morir parece implicar una necesidad instintiva de conexión espiritual y de significado, que requiere la comprensión compasiva y el respeto de quienes los cuidan al final de la vida».32 La naturaleza de las experiencias al final de la vida, y en particular de las visiones en el lecho de muerte, y su impacto beneficioso en los moribundos se describen en el excelente libro de Peter y Elizabeth Fenwick titulado El arte de morir.33

¿Cómo se desarrollan las visiones en el lecho de muerte y cuál es su impacto en los moribundos?

Según los datos recogidos por los investigadores, las personas que se hallan en el umbral de la muerte perciben a personas significativas fallecidas y se comunican telepáticamente con ellas. Al igual que las VSCD, estas visiones suelen protagonizarlas parejas, miembros de la familia o amigos fallecidos con los que los moribundos habían tenido fuertes vínculos emocionales durante su vida. Las apariciones se describen a veces como rodeadas de un halo de luz. En ocasiones, el objeto de las apariciones representa una entidad religiosa o mística, conformada según la afiliación religiosa o las creencias espirituales del moribundo. Más raramente, se informa sobre visiones de ambientes paradisíacos, descritos como paisajes terrenales sublimados.

Estas visiones, que suelen ser breves, tienden a ser recurrentes y a acompañar a las personas durante las horas o días previos a la muerte.

Un caso relatado por Peter y Elizabeth Fenwick ejemplifica este punto:

«Alrededor de las tres de la madrugada de la noche anterior a su muerte, entraron en su habitación tres personas a las que no pude ver. Se animó e incluso movió el brazo que no había podido mover durante más de un año. Le pregunté quién estaba en la habitación y me contestó: «Thomas (un buen amigo que había fallecido), Elizabeth (una tía a la que estaba muy unido) y Phyllis (mi madre, que también había fallecido)». Estas personas se quedaron con él durante tres horas y se rio y fue muy feliz. Hacia las seis de la mañana se despidió de ellos (y les lanzó besos) y sus ojos los siguieron hasta la puerta. Le pregunté si iba a dormir entonces y me dijo que sí. Inmediatamente se le iluminó la cara y volvió a verlos entrar en la habitación. Se quedaron una hora más y luego se fueron. Falleció a las 14:15».34

Al igual que quienes experimentan las VSCD, los moribundos no cuestionan la realidad de estas apariciones. A pesar de su diversidad, de su sistema personal de creencias, de su biografía única, les dan un significado sorprendentemente homogéneo. Según los moribundos, el papel de las apariciones es acogerlos en el umbral de la muerte y guiarlos hacia el mundo invisible. Acogen estas apariciones con naturalidad y alegría y las describen a quienes les rodean, conscientes de que solo ellos pueden percibirlas. No se sorprenden ni se asustan de que un allegado fallecido se les aparezca y les hable, y explican la intención de la aparición con toda sencillez: «¡Juan está aquí. Ha venido a ayudarme a cruzar al otro mundo!».

Las visiones en el lecho de muerte tienen una dimensión espiritual que va mucho más allá de la mera percepción fugaz de un ser querido fallecido. Generan un consuelo y una certeza esenciales que barren en unos segundos las aprensiones que pueden haber estado presentes a lo largo de toda una vida. Durante estas visiones parece producirse una transferencia de conocimiento que libera al moribundo inmediata y completamente del miedo a morir. La ansiedad y la agitación, a menudo presentes en el proceso de morir, desaparecen. La serenidad, incluso una alegría anticipada, se apodera del moribundo que habría sido impensable unos minutos antes. El impacto de la visión es muy poderoso, inmediato y liberador. Se trata de una profunda transformación psíquica. Tras la visión en el lecho de muerte las personas están listas para morir, y partir en un viaje misterioso, tal vez.

El siguiente caso ilustra esta repentina toma de conciencia:

«De repente, se giró hacia la ventana y pareció mirar fijamente hacia arriba A continuación se volvió hacia mí y me dijo: “Por favor, Pauline, no tengas nunca miedo a morir. He visto una bella luz y me dirigía hacia ella… Era tan pacífica que me costó volver”. Al día siguiente, cuando llegó la hora de irme a casa, le dije: “Adiós, mamá, hasta mañana”. Ella me miró fijamente y me dijo: “No estoy preocupada por el día de mañana y tú no debes estarlo tampoco, prométemelo”. Murió a la mañana siguiente… pero yo sabía que ese día había visto algo que la reconfortaba y le daba paz cuando sabía que solo le quedaban unas horas de vida35».

Al igual que en el caso de las VSCD, las creencias preexistentes no parecen tener ningún impacto en la probabilidad de tener estas experiencias. Imaginemos un individuo, agnóstico o ateo, que ha rechazado durante toda su vida cualquier idea de supervivencia de la conciencia, convencido de que al final del camino solo habrá disolución y la nada. En el momento de su muerte, su padre fallecido se le aparece y le habla. No duda ni un segundo de la realidad de esta aparición y conversa con él con naturalidad, mientras describe la aparición a los que le rodean. Esta sería una reacción típica. La siguiente experiencia lo ilustra muy bien:

«Estaba cuidando a mi amiga, que opinaba firmemente que no había vida después de la muerte. En sus últimas horas se tranquilizó mucho y periódicamente salía de su inconsciencia, diciendo con claridad y alegría frases como “Pronto lo sabré”, “Vamos, adelante, ya estoy lista para ir” y “Es tan hermoso...”. Después de pronunciar estas frases, volvía a caer en la inconsciencia. Era evidente que estaba contenta, feliz y en paz. Fue una experiencia maravillosa para su pareja y para mí».36

En algunos casos parece que los cuidadores y familiares del paciente moribundo también pueden percibir la visión en el lecho de muerte. En una encuesta reciente, la Shared Crossing Research Initiative (SCRI), de Santa Bárbara, California, EE.UU., afirmaba: «Las pruebas anecdóticas sugieren que algunos seres queridos y cuidadores de pacientes moribundos experimentan un tipo de fenómeno al final de la vida conocido como experiencia de muerte compartida (Shared Death Experience, SDE), por el cual uno siente que ha participado en la transición de una persona moribunda a una existencia post mortem. Las pruebas anecdóticas también sugieren que las experiencias de muerte compartidas pueden tener una serie de profundos efectos psicoespirituales y emocionales. […] El análisis reveló cuatro modalidades distintas, aunque no excluyentes, de una experiencia de muerte compartida: percibir una muerte a distancia, ser testigo de fenómenos inusuales, tener la sensación de acompañar al moribundo y tener la sensación de asistirlo37».

Volvamos ahora a los relatos recogidos en el marco de nuestra encuesta. El testimonio que sigue es uno de los dos casos antes mencionados de visiones compartidas en el lecho de muerte, experimentada tanto por nuestra participante como, presumiblemente, por su madre moribunda. También ilustra perfectamente que, en un período de tiempo objetivamente corto, se pueden sentir emociones muy opuestas. Nuestra participante describe una «evolución dinámica» de sus sentimientos, desde una profunda desesperación hasta una sensación de paz y aceptación:

«Estaba en una clínica junto a la cama de mi madre, en estado muy grave. La estaba cuidando por la noche cuando vi un rayo de luz en la puerta. Creí que era una enfermera, pero la luz se movió, se detuvo a los pies de la cama, y dentro de aquel resplandor blanco vi muy claramente a mi hijo, Jean-Pierre, que había muerto asesinado hacía siete años. No pude ver sus piernas, pero se veía bastante distinto hasta la parte superior de los muslos, y la luz blanca hacía que se viera un poco borroso. Me ignoró; estaba concentrado en su abuela. Él le tendió los brazos con ternura. Supe en ese momento que había venido a buscarla y yo sentí que me derrumbaba, como cuando se derriba un edificio. Entonces, él dio la vuelta a la cama, se puso detrás de mí, mi cuello y mi cabeza estaban tocando su cuerpo, y podía sentirlo. Me puso una mano en el hombro izquierdo y la otra en la base de mi cuello y me llenó de paz, como si me la estuviera vertiendo con un embudo. Apreté mis manos y clavé las uñas en mis palmas para asegurarme de que no estaba soñando. Cuando me sentí llena de paz, Jean-Pierre desapareció. Me levanté de un salto y fui al baño a mirarme en el espejo; estaba realmente despierta y lo que acababa de experimentar me conmocionó y me calmó. Me senté; mi madre respiraba suavemente, pero sabía que nos dejaba».

Obviamente, no sabemos si la madre moribunda de nuestra participante percibió a su nieto, pero este testimonio sugiere que Jean-Pierre habría «venido a buscar a su abuela para ayudarla a dar el paso hacia el mundo espiritual» y, al mismo tiempo, habría consolado a su madre.

Otra de nuestras participantes también tuvo una VSCD que, al parecer, ocurrió simultáneamente con una visión en el lecho de muerte experimentada por su madre moribunda. Este testimonio pone de manifiesto de forma elocuente el elemento esencial de las visiones en el lecho de muerte, del mismo modo que es el elemento esencial de las VSCD, es decir, las emociones inherentes a este tipo de experiencias. Las percepciones, que en este caso son visuales, no son más que el medio para la esencia misma de estas experiencias: una sensación de amor ilimitado e incondicional, de pura alegría, de profundo consuelo y de confianza para lo que está por venir:

«Esta VSCD ocurrió en julio del 2007, cuando murió mi madre, de 77 años. Llevaba algún tiempo con un malestar general, tanto físico como mental, y había sido ingresada en el hospital […] tras una caída. Solo estuvo en el hospital unos días y, al principio, parecía que se estaba recuperando, ya que su estado de ánimo había mejorado, pero creo que todo formaba parte de la preparación para la muerte, ya que sus últimas conversaciones eran muy parecidas a despedidas cálidas y alegres. Entonces sufrió un rápido deterioro al comenzar a fallar sus órganos y la conectaron a un respirador. Un día después, mi hermano y yo acordamos desconectar su máquina y nos sentamos a su lado en el hospital durante varias horas, esperando a que se fuera. Para situar la escena: estábamos en una sala de unas seis camas, tres a cada lado. Mamá estaba en la cama del medio, en el lado derecho de la sala, y las otras camas estaban vacías. Mi hermano se sentó en una silla a los pies de su cama, a la izquierda, y yo me senté en una silla a los pies de su cama, a la derecha. Había una cortina que bajaba por el lado derecho y daba la vuelta por detrás de mí, pero no por el lado de mi hermano, ya que había una ventana grande y luminosa en ese lado. La sala también estaba bien iluminada. En algún momento de la tarde, mi hermano decidió repentinamente que mi madre necesitaba más analgésicos, aunque estaba inconsciente. En cuanto salió de la habitación, me di cuenta de que varias presencias entraban en el espacio que me rodeaba. Sucedió en cuestión de segundos. Parecieron materializarse por detrás de mí y luego se reunieron en grupo a mi lado, a mi derecha. Parecían estar observando a mi madre. Pude ver o intuir las vagas siluetas de unas seis o siete personas de distintas alturas, siendo sus cabezas y hombros lo más claro. No observé nada por debajo de las rodillas, así que supongo que, en efecto, estaban ahí colgados, pero a la altura adecuada del suelo. Eran una especie de sombras, sin sustancia real, pero en 3D y con la cortina como telón de fondo. No había más rasgos distintivos que sus clásicas formas humanas. Mientras estas presencias se reunían, ocurrió lo más increíble: una poderosa presencia se acercó a mí y de repente me sentí envuelta en la más maravillosa sensación de amor, paz y consuelo, ¡que nunca olvidaré! Fue un abrazo virtual de tanta alegría, positividad, esperanza, calidez, bienestar…; algo que va más allá de las palabras. Empecé a sollozar porque me invadió un sentimiento de euforia en ese momento, y luego de tristeza al darme cuenta de que debía haber llegado el momento de que mi madre partiera. A medida que la hermosa presencia y los demás se acercaban a mi madre, tuve la ligera sensación de que su espíritu/conciencia abandonaba su cuerpo mientras yacía boca arriba, y un momento después todos desaparecieron. Todos se mezclaron y se desmaterializaron, desapareciendo enfrente y a la derecha de mí hacia arriba. Estaba sola, la habitación se percibía vacía y sentía una extraña mezcla de alegría y tristeza. Y me llamó la atención cómo había cambiado todo su aspecto. Me quedó claro entonces la diferencia entre un cuerpo vivo y un cuerpo muerto. No recuerdo que hubiera sonidos, olores o contacto físico durante esta VSCD. Solo se conectó conmigo esta presencia, y la atención de los demás estaba en mi madre. No estoy segura de cuánto tiempo duró, pero no fueron más de unos pocos minutos y permanecí en mi silla todo el tiempo. En cuanto se marcharon, mi hermano regresó. Le conté lo que había sucedido y se quedó muy sorprendido, triste, por supuesto, y bastante decepcionado por no haber podido compartir aquella extraordinaria experiencia. Durante todo el extraño e inesperado acontecimiento, no me sentí ni una sola vez asustada o amenazada, solo alerta. La euforia que sentí es lo más significativo para mí, y si eso fue lo que experimentó mi madre cuando murió, y si esos eran rostros familiares (quizá sus padres, hermanas, hijo, mi padre), que habían venido a reunirse con ella y darle la bienvenida, entonces me alegro mucho por ella. He oído que a menudo las personas que han tenido una experiencia cercana a la muerte dicen haber visto a seres queridos fallecidos y experimentan euforia. Me siento privilegiada al pensar que puedo haber sido testigo de esto desde una perspectiva diferente».

Experiencias cercanas a la muerte (ECM)

Tenemos dos casos en nuestra colección de datos que son de especial interés porque se refieren directamente a otro fenómeno relacionado con la muerte: las experiencias cercanas a la muerte (ECM). Una ECM es un fenómeno que las personas pueden experimentar espontáneamente cuando están en el umbral de la muerte (y de forma más inusual sin enfrentarse realmente a la muerte). Al producirse una ECM, una persona está clínicamente muerta, cerca de la muerte o en una situación en la que la muerte es probable o esperada. Entre el 10 % y el 20 % de las personas que han sufrido un paro cardíaco recuerdan haber experimentado una ECM. Los conocimientos actuales sobre las ECM son sólidos, ya que se basan en cincuenta años de investigación científica internacional rigurosa y diversificada.38

Durante la ECM, los experimentadores (personas que experimentan una ECM) tienen la sensación de abandonar su cuerpo físico (experiencia extracorporal (EFC). En inglés, «Out-of Body Experience» o «OBE»). Ven sus cuerpos y el entorno desde un punto de vista externo a cierta distancia, normalmente desde arriba (lugar del accidente, esfuerzos de reanimación, sala de hospital en caso de cirugía, etc.). Suelen memorizar los acontecimientos, las palabras y los gestos en curso, que pueden ser corroborados después. Experimentan inmediatamente una sensación de bienestar absoluto, notan la ausencia de dolor y pierden el interés por sus cuerpos, que dejan atrás sin ningún pesar.

En esta fase, los experimentadores tienen la impresión de ser «absorbidos» por un túnel oscuro y de avanzar a una velocidad muy alta hacia una luz brillante situada al final del túnel, todavía muy lejano. Se acercan a esta luz, que les atrae como un imán, a una velocidad deslumbrante y finalmente entran en la luz con una sensación de alegría y sobrecogimiento infinitos.

A continuación viene el encuentro con un ser de luz, que describen como la visión de una luz bellísima, personificando el amor incondicional y la comprensión absoluta, más intensa que cualquier luz terrestre, pero que no ciega. Afirman sentirse reconocidos y amados por este ser. La comunicación entre el ser de luz y los experimentadores ocurre al instante y sin palabras, como por telepatía. Muchos hacen la analogía con «volver a casa» o «haber llegado a su destino». El encuentro con el ser de luz produce una sensación de felicidad absoluta, de conocimiento total y de profunda paz.

Según los experimentadores, guías y ángeles de la guarda los acogen para guiarlos y tranquilizarlos por lo que está ocurriendo. También se encuentran con seres queridos fallecidos a los que identifican más por el reconocimiento del espíritu que por la percepción de sus cuerpos, que a menudo se describen como translúcidos o fluidos, o incluso como pura energía. Durante estos encuentros puede producirse una comunicación telepática.

En esta fase, puede producirse una revisión de la vida. Experimentan una revisión tridimensional de toda su vida, desde los sucesos más significativos hasta los más banales. En presencia del ser de luz, reviven los acontecimientos desde su propia perspectiva, pero también desde el punto de vista de las personas que estuvieron implicadas en la acción que se analiza. Esta característica de las ECM tiene una fuerte connotación didáctica, ya que permite a los experimentadores sentir las emociones de todos los participantes de la escena, lo que les hace comprender plenamente el significado y las implicaciones de sus propias acciones, palabras e incluso pensamientos. A veces, se les informa de acontecimientos futuros en sus vidas que realmente ocurren más tarde.

Los experimentadores pueden informar de haber visto un límite o frontera, simbolizado de diversas maneras, que, si se cruza, haría imposible el regreso al cuerpo. La experiencia cercana a la muerte termina con la reintegración del cuerpo físico, más a menudo impuesta que deseada, y raramente definida de manera precisa. La vuelta al cuerpo físico es descrita por los experimentadores como emocionalmente dolorosa, limitante y restrictiva a todos los niveles. La reintegración del cuerpo físico se asocia con frecuencia a un sentimiento imperativo de tener una misión que cumplir en la tierra.

Es importante destacar que rara vez se encuentran todas las fases mencionadas en una misma experiencia cercana a la muerte. Cada ECM es única y puede incluir cualquier combinación de fases, y las fases pueden ocurrir en cualquier orden y ninguna característica es común a todas las ECM.

Al igual que en el caso de las visiones compartidas en el lecho de muerte, parece que algunas personas han podido presenciar/compartir la experiencia de un moribundo en la primera fase de la ECM o, si la persona había muerto durante el episodio, en la primera fase de su proceso de morir. Raymond A. Moody, filósofo, psiquiatra y escritor estadounidense, conocido por su exitoso libro Vida después de la vida,39 ha descrito las ECM compartidas en su libro Glimpses of Eternity: Sharing a Loved One’s Passage From This Life to the Next.40

El siguiente testimonio de nuestra recogida de datos evoca el desarrollo típico de una experiencia cercana a la muerte. Se puede estipular que nuestro encuestado habría percibido a la persona herida en la primera fase de la ECM (la fase extracorporal), es decir, en el momento en que la persona estaba muriendo/acababa de morir. Para ser más preciso, hay que subrayar que se trata de una «experiencia de morir» y no de una experiencia cercana a la muerte, ya que la persona percibida durante la ECM había fallecido:

«Presencié un accidente de tráfico en el que una persona estaba muriéndose, y vi al lado de su cuerpo a esa misma persona, arrodillándose, mirándose a sí mismo morir».

Un cierto número de personas con ECM informan de que se les dio la opción de cruzar este límite percibido y entrar en el reino de la muerte, o bien volver a sus cuerpos físicos. Cuando eligieron volver, a menudo fue por un imperativo sentido de responsabilidad hacia sus seres queridos, por ejemplo, para cuidar de sus hijos pequeños. Otros afirman haber deseado de todo corazón dar ese paso definitivo y dejar atrás sus cuerpos físicos, porque se sentían irresistiblemente atraídos por la indescriptible dicha que creían que les esperaba al otro lado. Sin embargo, los que volvieron a sus cuerpos físicos en contra de su voluntad dicen que se les había dicho que aún no había llegado su hora y que todavía tenían una misión que cumplir o completar en sus vidas. En el caso de los que se han ido, obviamente no sabemos si tuvieron que tomar esta decisión o no, aunque el siguiente testimonio nos da quizá alguna pista al respecto. Parece ser indicativo de la decisión crucial tomada por la persona percibida durante la VSCD (en este caso una amiga del participante), que aparentemente decidió entrar en el reino de la muerte y dejar atrás a su familia, a pesar del dilema que esta elección parece haber supuesto para ella:

«Ocurrió a finales de otoño del 2016, en octubre o noviembre. Una amiga, Carolina, una gran deportista de 47 años, por la que sentía mucho cariño, sufrió un paro cardíaco durante una comida familiar festiva en la que mostró su alegría de vivir. Mientras bailaba alegremente, se derrumbó de repente. Su esposo, Carlos, un rescatista con mucha experiencia, comenzó a practicarle masajes de reanimación cardíaca mientras esperaban a que llegaran los bomberos, quienes se hicieron cargo en cuanto llegaron. Tras una reanimación que duró 45 minutos, Carolina fue hospitalizada y permaneció dos o tres días en coma, del que no saldría. Una tarde, mientras dormía mi siesta diaria en el sofá del salón, tuve un sueño, pero sin estar realmente dormido, como «entre dos aguas». Vi a Carolina. En su rostro se revelaba una situación grave. Miraba con seriedad a su familia, a la que no pude distinguir, un marido y tres hijos. Entonces vi que se giraba hacia una luz que brillaba detrás de ella. Su rostro se iluminó con una sonrisa maravillosa, la que solía mostrar. Entendí que se enfrentaba a una elección y que prefería irse. Mi “visión” se detuvo al sonar mi teléfono móvil. Era Mónica, la madre de Carolina, que lloraba y no podía decir una sola palabra. Entendí que Carolina acababa de fallecer. Me costó encontrar las palabras, pero logré transmitirle a Mónica toda mi empatía y cariño. Mi esposa, que estaba haciendo la siesta en nuestra habitación, se despertó por la conversación telefónica. Le conté la mala noticia y ella me dijo: “Mira, la acabo de ver en un sueño, vestida con su atuendo habitual, y me ha dicho que tenía que irse”. Le respondí: “¡Sí, ella también vino a verme!”. Nunca más la “volvimos a ver” después de eso».

Antes de concluir esta sección, me gustaría citar dos testimonios bastante intrigantes que nos dan algunas pistas sobre esta supuesta separación de la conciencia (o alma o espíritu) del cuerpo físico, ya sea de forma temporal durante una experiencia extracorporal (EFC) o permanente al morir.

En nuestra encuesta, no preguntamos por los contactos que presuntamente se produjeron mientras el receptor había abandonado su cuerpo de forma temporal, es decir, durante una EFC. Sin embargo, tenemos algunos casos en los que nuestros participantes afirman haberse encontrado con su familiar fallecido cuando estaban fuera de su cuerpo, ya sea en su entorno habitual o en «otra dimensión». A continuación, un testimonio de este tipo:

«Mi padre falleció el 19 de diciembre del 2017. Desde su fallecimiento, he sentido su presencia en varias ocasiones, incluso a través de gestos que tenía hacia mí cuando era un niño. En octubre del 2018, me acosté y, durante mi sueño, que parecía ligero, experimenté un desdoblamiento de mi cuerpo. Salí de mi cuerpo para flotar en la habitación. Vi a mi pareja durmiendo y todo lo que había allí. Y sentí la presencia de mi padre. Miré a mi izquierda, y le vi sentado al lado de la cama, mirándome. Quise acercarme a él para tocarlo, pero era imposible, pues había una especie de “barrera invisible” que me impedía tocarlo. Lo vi muy tranquilo, sonriendo como antes. Entonces volví a caer en mi cuerpo físico y miré a mi alrededor».

Sobre el proceso de morir, parece haberse obtenido información durante la siguiente VSCD. El testimonio anterior describía cómo nuestro participante habría percibido a su padre fallecido durante una experiencia extracorporal (EFC). El siguiente caso describe este mismo proceso, es decir, la supuesta separación de la conciencia del cuerpo, pero esta vez en el momento de la muerte, y descrito por un padre fallecido a su hijo durante una VSCD:

«Tenía 18 años, mi padre había muerto unos seis meses antes. Me despertó en mi cama. Él estaba sentado allí, la luz llenaba la habitación. Habló durante lo que pareció un rato, pero yo estaba tan fascinado por sus ojos, que parecían brillar con luz blanca, que me perdí la mayor parte de la conversación. Sin embargo, nunca olvidaré lo que sucedió después. Me dijo: «no tengas miedo de morir, es fácil, esto es todo lo que pasa, mira». Luego se separó en dos y ambos se sentaron en mi cama. Me dijo: «ahora te toca a ti». Extendió su mano y sentí un cosquilleo al separarme de mi cuerpo. Entonces se levantó y salió por la pared».

Con esto llegamos al final de la presentación de las visiones en el lecho de muerte compartidas y las experiencias de morir compartidas, esos inusuales fenómenos que nos dan el privilegio de aprender, desde diferentes perspectivas, sobre las experiencias que parecen tener lugar cuando dejamos nuestros cuerpos para, quizá, continuar nuestra existencia en un lugar desconocido e inimaginable.

Otras formas de expresión de las VSCD

Con respecto a los tipos de VSCD, nuestro cuestionario fue diseñado para recopilar datos sobre las VSCD percibidas por cuatro de los cinco órganos sensoriales: oído, tacto, olfato o visión (las VSCD no se manifiestan a través del sentido del gusto). A esto se sumaron las VSCD durante el sueño, al quedarse dormido o al despertar, así como las VSCD de sentir una presencia. También incluimos una serie de preguntas sobre las VSCD en el momento del fallecimiento que son de particular interés debido a su naturaleza probatoria.

Al principio del cuestionario, hemos invitado a nuestros participantes a describir su VSCD con el mayor detalle posible en un cuadro de diálogo de texto libre. Me basaré en estas descripciones de los cuestionarios en las tres lenguas del proyecto para presentar otras formas de expresión de las VSCD que ya han sido identificadas (clasificación de Guggenheim).41 Sin embargo, no puedo presentar estadísticas porque no hicimos ninguna pregunta a nuestros encuestados sobre este tema.

Las VSCD psicoquinéticas son comunes. El término «psicoquinesis» (o «telequinesis»), del griego psico, ‘mente’, y quinesis, ‘movimiento’, fue acuñado y presentado en 1914 por el autor estadounidense Henry Holt en su libro On the Cosmic Relations.42 Una de las definiciones propuestas para la psicoquinesis es el «movimiento de objetos físicos mediante la mente sin el uso de medios físicos.43 En el campo de la parapsicología, la acción de la mente sobre la materia, que supuestamente provoca que los objetos se muevan o cambien como resultado de la concentración mental sobre ellos, ha sido ampliamente estudiada por investigadores de renombre como el parapsicólogo estadounidense Dean Radin, jefe científico del Institute of Noetic Science, IONS (Instituto de Ciencia Noética) y profesor asociado distinguido de Psicología Integral y Transpersonal en el California Institute of Integral Studies, CIIS (Instituto de Estudios Integrales de California).44 En su libro The Conscious Universe: The Scientific Truth of Psychic Phenomena45 presenta los resultados e implicaciones de un gran número de experimentos realizados en el campo de la psicoquinesis, la visión remota y los fenómenos relacionados. Estos experimentos se realizan, por supuesto, con sujetos vivos.

En los relatos de VSCD también se observan fenómenos psicoquinéticos, como el mal funcionamiento temporal de aparatos electrónicos, por ejemplo, de teléfonos móviles, así como el encendido o apagado espontáneo de televisores, equipos de música, etc. Con frecuencia se citan luces que se encienden o se apagan, o que parpadean sin motivo aparente. A objetos como fotos o cuadros se les ha dado la vuelta, se han movido o han sido encontrados sin daños en el suelo. Además, hay muchos relatos de relojes que se han detenido en el momento de la muerte. A menudo se informa de ruidos nocturnos no identificados y recurrentes. Los receptores interpretan estos sucesos como mensajes de sus familiares o amigos fallecidos.

He hecho una selección representativa de este tipo de VSCD informadas por nuestros participantes y comienzo con aparentes fallos eléctricos y lumínicos.

El testimonio que sigue es hermoso en su sencillez. Podemos sentir el deseo de nuestra participante de hacerlo bien, su anhelo de escribir un discurso perfecto, y el amor de su padre que, como cualquier padre haría al ver a su hija enfrentándose a una tarea, la libera poniendo fin a su estrés:

«Cuando mi padre murió, estaba escribiendo unas palabras para el funeral cuando el ordenador y todas las luces fallaron. Volví a encenderlas y continué escribiendo, tratando de hacerlo realmente bien. De nuevo, se apagaron todas las luces y el ordenador y pensé que podría haber perdido todo lo que había escrito. Continué después de tener de nuevo electricidad, y entonces sentí una presencia y miré alrededor. Allí vi a mi padre, de pie en la puerta, y me dijo: “Déjalo, Mary, ya has hecho suficiente”. Dejé la tarea y la electricidad se restableció».

El significado de este mal funcionamiento eléctrico fue evidente para nuestra encuestada y su hermana:

«Cuando mi madre murió y el director de la funeraria vino a casa para llevarla al tanatorio, mi hermana y yo salimos de la habitación porque estábamos muy tristes. De repente, todas las luces de la casa se apagaron y volvieron a encenderse sin más. Nuestra vecina de al lado vino al día siguiente y nos dijo que su luz no se había apagado en ese momento. Estaba despierta porque habían visto luces encendidas en nuestra casa y estaban preocupados por nosotros, ya que mi madre había estado enferma. Mi madre siempre tenía la costumbre de decir: “¿Has apagado las luces?”. Y también decía: “Asegúrate de apagar las luces cuando salgas de casa”. El momento en que las luces se apagaron fue justo después de que el director de la funeraria cerrara la puerta y ella estuviera fuera de casa. Sabía que mi madre estaba diciendo: “Vuestra madre ha salido de casa”. Fue una comunicación feliz, pues sabíamos que era ella».

Una lámpara que sigue funcionando después de ser desenchufada es el tema del siguiente testimonio:

«Unos seis meses después de la muerte de mi padre, estaba limpiando la casa. Saqué el cable de una lámpara de la pared con la lámpara encendida. Tardé unos segundos en comprender que la luz, aunque desenchufada, seguía encendida. Al principio me sorprendí. Luego sentí a mi padre y recordé. Mi padre era electricista. Cuando era niña, a veces me explicaba cómo funcionaba la electricidad. Me enseñó que nuestros cuerpos tienen electricidad en su interior y que cuando morimos esa electricidad es arrastrada por el aire; al morir él me estaba dando una señal de que la vida continúa a través de la electricidad. Cuando ocurrió el incidente de la lámpara supe que era la energía eléctrica de mi padre. Simplemente lo supe».

El siguiente relato menciona un mal funcionamiento momentáneo de una bombilla, un «clásico» para este tipo de VSCD:

«En el 2008, mi abuela falleció en casa a los 93 años. Estuve allí cuando murió. Una vez que tuvimos preparado su cuerpo, todos nos fuimos a la cama porque era tarde. Como no podía dormir, unas dos o tres horas más tarde bajé a la cocina y me senté en un taburete. Allí derramé todas mis lágrimas pensando en mi abuela y en el hecho de que no la volvería a ver. De repente, la bombilla de la lámpara de la cocina empezó a parpadear. No podría decir cuánto tiempo (¿tal vez treinta segundos?), pero me pareció largo. Sorprendida miré la bombilla y allí sentí la presencia de mi abuela. Es difícil de explicar porque era un sentimiento interior pero conectado con el exterior (la cocina) y no podía decir por qué, pero sabía que era ella. No débil y enferma como lo estuvo durante las últimas semanas antes de su muerte, sino con todas sus fuerzas. Y ella me comunicaba (¿por telepatía? o al menos no con palabras, sino con una especie de “comunicación interna directa”) algo como: “¡No llores; la vida sigue!”. Luego todo terminó y me quedé de nuevo sola en la cocina».

El movimiento, el desplazamiento y la rotura de objetos inexplicables son el tema de los siguientes testimonios.

La siguiente descripción de un médico es de especial interés. Las desconcertantes manifestaciones físicas fueron observadas por nuestro participante y su madre, por lo que estas experiencias se califican como «VSCD compartidas». El significado de tales manifestaciones tan explícitas se hizo evidente para el participante con el tiempo y tuvo consecuencias terapéuticas esenciales para su hermana:

«[Estas VSCD se refieren a] mi abuelo materno, con el que tuve una relación muy estrecha de los 7 a los 19 años. Una semana después [de su fallecimiento], una tarde, al volver del colegio, encontré a mi madre mirando la televisión en una habitación del segundo piso de casa. Me senté a acompañarla y, al poco tiempo, me dijo: “Hijo, fíjate que estoy preocupada. He estado sola toda la tarde y ha ocurrido algo muy extraño en mi habitación”. Fuimos a su habitación, cuya puerta estaba cerrada. Abrimos la puerta y mi madre me mostró que en el suelo, junto a su cama y en el lado que daba a una ventana que a su vez daba a la calle, había una fotografía de mi hermana menor tirada en el suelo, a poco menos de un metro de distancia y hacia delante de la cómoda, donde solía estar el portarretratos, que era de madera sólida y base estable. El asunto es que mi madre, minutos antes, ya había recogido la fotografía del suelo en el mismo lugar y la había colocado sobre la cámara a más de 10 cm del borde. Era la segunda vez que la fotografía de mi hermana caía al suelo. Mi madre ya no quiso recogerla de nuevo porque sintió miedo y prefirió mostrarle a alguien lo que estaba sucediendo. Recuerdo que bromeamos sobre que habría sido una rata o una mascota desconocida que se escondía en la habitación, o tal vez “un espíritu bromista que estaría haciéndole una mala jugada…

Recogí del suelo el portarretratos y lo coloqué de nuevo en su sitio. Quiero señalar que era un portarretratos de madera, pesado y de solo dos piezas. Un rectángulo donde se colocaba la fotografía y un triángulo ensamblado en la parte de atrás para configurar una base en T. Las piezas eran de una pulgada de grosor; el rectángulo de unos 15 x 12 cm y el triángulo con el que formaba la T de la base, de unos 10 cm. Así que le daba suficiente estabilidad para no caer fácilmente y mucho menos saltar hacia el frente de la cómoda. Una vez que puse de nuevo el portarretratos en su sitio, salimos de la habitación y cerramos la puerta de entrada para continuar viendo la televisión y hablar sobre el asunto.

No habían pasado ni diez minutos, cuando de repente nos sobresaltó el estrépito de un cristal rompiéndose. El ruido procedía de la habitación de mi madre… Pensamos que habría sido algún objeto arrojado desde la calle o una pelota con la que unos niños hubieran roto el cristal. Nos levantamos y nos dirigimos a la habitación. Abrimos la puerta y vimos que la parte inferior de la cortina izquierda salía por un cristal que estaba roto. Dicha cortina de dos piezas solía estar corrida y cerrada hasta el centro de la ventana. […] Teníamos encendidos el aire acondicionado y la cortina se agitaba por fuera de la ventana produciendo el ruido característico de la tela golpeteando. Nos adentramos muy asustados hasta el pie de la cama y nos quedamos impactados al ver de nuevo la fotografía de mi hermana tirada en el suelo, en el mismo sitio donde la habíamos recogido ambos. Pero más sorprendente aún es que no había un solo fragmento de cristal dentro de la habitación, pues todos los cristales rotos habían caído a la calle. Sentimos un escalofrío de pies a cabeza y comenzamos a rezar pidiendo protección…

Aquello no tenía explicación para nosotros , sin embargo, dentro del estado de alarma que sentimos, personalmente tuve un momento de serenidad y me pareció ver la imagen de mi abuelo en cuerpo entero pero muy pequeño, como una figura en miniatura, sobre la almohada de ese lado de la cama, el lugar donde había dormido durante muchos años mi hermana menor, la de la fotografía. De alguna manera podía percibir que sobresalía la imagen del rostro de mi abuelo y que me decía: “Cuida mucho a mi nietecita”, a modo de encargo y preocupación con la que él se había quedado. Pude comprender que tuvo la necesidad de llamar nuestra atención tirando la fotografía de mi hermana tres veces, pero en la tercera tuvo que romper un cristal para hacerse más manifiesta su petición.

Seguramente aún no comprendíamos el significado de la insistencia sobre la fotografía de mi hermana. De no ser por esa visión que tuve de mi abuelo, no habría percibido el mensaje. Quedaría quizá como advertencia de algo muy negativo contra mi hermana. Incluso puedo decir que no pude más que intuir que se trataba de eso y no pude discernir más en ese momento. Mi abuelo, como homeópata y quiropráctico, sabía que mi hermana padecía algo serio… Ella sufría epilepsia desde los dos años, pero solo se le había diagnosticado epilepsia como mal mayor y recibía tratamiento anticonvulsivo… Continué mis estudios de Medicina y siempre tuve un interés particular en el caso de mi hermana, que asociaba a esa “voz” interior de mi abuelo.

Fue en 1985 cuando, estudiando para un examen de selección de aspirantes a una especialidad médica, pude reconocer la enfermedad de mi hermana reuniendo todos sus síntomas. Se trataba de la enfermedad de Bourneville o esclerosis tuberosa, pero en una variante sin retraso mental. Eso permitió prever una complicación que años más tarde aparecería, el síndrome de Wünderlich, el cual pudo tratarse con embolización de arterias anómalas en su riñón derecho, afectado por angiomiolipomatosis».

¿Cuál es el factor que convierte el simple fallo de un aparato electrónico o eléctrico (o cualquier otra manifestación física inexplicable) en un acontecimiento significativo para los receptores? Todos nos encontramos de vez en cuando con dispositivos que funcionan mal y los reemplazamos por un modelo más reciente sin pensarlo dos veces, o escuchamos ruidos nocturnos que no identificamos, pero a los que no les damos importancia, por mencionar solo dos casos. Estas son las pequeñas molestias de la vida cotidiana y, sin embargo, a veces los receptores les confieren un significado y las interpretan como un signo, una advertencia o incluso como un mensaje de amor más allá de la muerte. ¿De dónde viene esta convicción inmediata? Obviamente, son las emociones asociadas con estos sucesos banales las que les dan todo su significado. Los receptores sienten la presencia del familiar o amigo fallecido y perciben su intención, que interpretan como una expresión de amor, un deseo de consolarlos en su dolor o la transmisión de información crucial.

El siguiente relato describe el mal funcionamiento de un portal que de repente adquiere un significado inesperado. Nuestra entrevistada habla de un «sentimiento de energía», que otros podrían llamar «una presencia», que transforma este suceso en un mensaje significativo, capaz de cambiar el curso de su vida:

«Es una tarde de verano. Son alrededor de las cinco de la tarde cuando mi compañero, con el que tengo una relación tormentosa desde hace varios años y que ya no vive en casa, llega a mi casa por enésima vez para hablar. Esta persona ya no está del todo en mi vida, pero se niega a irse definitivamente, lo cual crea una situación muy dolorosa para mí. Estamos en mi patio trasero. Cuando decide irse han pasado unos veinte minutos. El clima es agradable y despejado, no hay viento ni brisa ese día. Entonces se sube al coche, abre la ventana del lado del conductor y continuamos nuestra conversación. Él desplazándose lentamente y yo junto a él a pie. La gran puerta de entrada ahora está frente a nosotros. Es de madera. La hoja izquierda está cerrada y la derecha está abierta, atada al tronco de un ciprés mediante una cuerda que rodea el tronco varias veces y termina en un nudo marinero. Una vez más quiero aclarar que, a pesar de vivir en una región ventosa del sureste de Francia, el clima ese día es muy tranquilo, caluroso, no hay brisa y brilla el sol. De repente, cuando el coche está a pocos pasos del portón, la hoja derecha se desprende en una fracción de segundo y se cierra con tanta violencia que pasa por encima del parachoques con un estruendo. Ambos nos quedamos en shock por lo que acabamos de presenciar. Él, muy asombrado, ríe nerviosamente y me pregunta qué acaba de pasar. No tengo una explicación lógica, ya que lo único que podría haber explicado lo sucedido hubiera sido una fuerte ráfaga de viento.

Siento una atmósfera especial en ese preciso momento. Tengo la sensación de que la energía fluye a nuestro alrededor a toda velocidad. Luego nada. Todo se calma y mi compañero se va tras haber conseguido, no sin dificultad, pasar la hoja derecha de la puerta por el lado derecho del parachoques.

Siempre he pensado que ese día mi abuela, que había muerto hacía veinte años, había venido a decirle a mi expareja que ya no era bienvenido en mi casa. Mi abuela fue una mujer fuerte que había sufrido mucho por los hombres durante su vida. No conocía bien a mi abuela porque ella murió cuando yo solo tenía quince años, pero nunca me sentí tan cerca de ella como ese día. Mi expareja era una persona tóxica, y vi lo que pasó con el portal como una señal de protección de ella; una señal que significaba que no lo dejara entrar más en mi vida, y para él, que me dejara definitivamente».

El abanico de VSCD que se manifiestan a través de los fenómenos psicocinéticos es amplio:

«Fue hace 18 años, cuando comencé a estudiar Psicología. Fue el día antes del inicio del año escolar. Estaba sentada en mi cama, con el cuaderno de notas en las rodillas haciendo márgenes para no perder tiempo haciéndolos durante las clases. Escuché un ruido extraño detrás de mí. Me di la vuelta y vi mi cajón abrirse; dentro estaba guardado el reloj de mi difunto abuelo. Me sorprendí mucho, salí de la habitación y una corriente de aire frío me atravesó. Entendí el mensaje: “No tienes nada que temer”. Desde entonces, no tengo dudas sobre la vida después de la muerte».

Este relato se refiere a un aparato de música. El elemento material, el cedé que se colocó de forma inexplicable en el aparato, es típico de este tipo de VSCD:

«Mi suegro falleció. Habíamos acordado que daría una señal del más allá si fallecía (estaba enfermo del corazón, recién operado). Una tarde me arreglaba para salir cuando mi reproductor de cedés se puso en funcionamiento solo, estando apagado, y se oyó una composición de Bach cuyas voces cantaban «Jesús, ten misericordia de mí». Tuve que apagarlo al cabo de un rato y dentro encontré el cedé, que yo no había puesto. Otra noche se desconectó un enchufe del salón que no se puede sacar sin hacer un gran esfuerzo».

El sonido percibido de una caja de música desencadenó una hermosa experiencia:

«Era la noche anterior a mi cumpleaños y, por alguna razón, le pregunté a mi madre, en mi cabeza: “¿Qué me vas a regalar por mi cumpleaños? Tiene que ser algo muy especial teniendo en cuenta que estás muerta” y al instante pensé: “¿Por qué acabo de decir esto? ¡Qué cosas tan extrañas se me ocurren!”. Entonces entré en mi habitación y me tumbé en la cama dispuesta a dormir. Mientras aún estaba despierta y con los ojos abiertos, escuché el sonido de una caja de joyería de música que tenía cuando era niña. Sonaba de forma muy clara, como si estuviera sonando en mi habitación, pero físicamente no estaba en mi cuarto. Entonces sentí que mi corazón se expandía hasta el otro lado de mi habitación; es difícil de explicar, pero es como si pudiera sentir mi corazón latiendo más de lo que soy capaz de sentir en mi pecho, pero además como si también estuviera en el otro lado de la habitación al mismo tiempo, ¡y todo el espacio intermedio! Y me inundó una serie de imágenes (tenía los ojos abiertos y podía ver mi habitación al mismo tiempo) de recuerdos de momentos con mi madre muy felices, los cuales había olvidado completamente. Veía imagen tras imagen esos momentos felices, como una presentación de diapositivas. Fue realmente hermoso y sentí que era un regalo de mi madre, como si estuviera conmigo».

Un juguete es el vector de las dos siguientes experiencias:

«Mi padre falleció en septiembre del 2002. A principios de noviembre del 2002, cuando me invitaron al cumpleaños de mi sobrino de un año, dije con lágrimas en los ojos: “¡Qué lástima que papá no esté para el primer cumpleaños de su nieto!”. Justo cuando estaba terminando la frase, un juguete musical de mi sobrino que ya no funcionaba comenzó a sonar. En ese momento, nadie estaba cerca del juguete y nadie lo tocaba. Mi cuñada me confirmó que el juguete no funcionaba desde hacía un tiempo. Entonces supe que mi padre quería hacerme entender que él estaba con nosotros».

«La noche siguiente al funeral del hijo de una amiga (que murió con ocho años), un juguete de mi hijo que ya no funcionaba se encendió solo (alrededor de las 2:00, cuando mi hijo dormía profundamente). Este coche de control remoto no funcionaba desde hacía meses, y el hijo de mi amiga, a menudo había querido jugar con él».

Los televisores son a veces los vehículos de las VSCD psicoquinéticas:

«Mi único hijo murió en un accidente a los 25 años. Varios meses después de su muerte, me despertaba con frecuencia por las noches. Una noche me levanté alrededor de la una de la madrugada para beber un vaso de agua, mi marido ya estaba en la cama y solo había el silencio de la noche. Una hora después me desperté de nuevo, me levanté y escuché el sonido de la televisión, que estaba encendida. ¿Cómo se pudo encender sola? Extraño. Solo yo me había levantado, y me eché a reír porque estaba convencida de que era mi hijo fallecido quien la había encendido y dije: “Gracias, mi ángel”».

«Unos meses después de la muerte de mi madre, la televisión se encendía sola por la noche. No era todas las noches ni a la misma hora, pero siempre de noche. No había reloj despertador ni temporizador en la televisión. Esto sucedió cinco o seis veces en un mes».

Las VSCD que se manifiestan a través de un teléfono móvil son frecuentes. Los receptores notan un aparente mal funcionamiento de su teléfono móvil antes de que se produzca el contacto. A veces, el teléfono (fijo o móvil) suena y, cuando el receptor contesta, oye la voz del fallecido comunicando un mensaje o incluso puede establecerse una comunicación bidireccional. El componente físico de este tipo de contacto (el timbre del teléfono) es un elemento interesante a tener en cuenta. A veces la comunicación se establece de forma indirecta, por ejemplo, una persona llama a una empresa o a una administración y, cuando ha elegido el número del servicio interno con el que desea ponerse en contacto y empieza la música de espera, esta es interrumpida por la voz del fallecido, que transmite un mensaje. Entonces se reanuda la música de espera.

El siguiente caso se refiere a un teléfono público:

«Dos semanas después de la muerte por suicidio de mi hija fui a una cafetería a la que ella siempre iba para tomar café. Yo iba a pedir lo mismo y decirle: “A tu salud, cariño”. Cuando aparqué el coche y pasé por delante de la cabina telefónica de la calle, el teléfono empezó a sonar. Yo tenía la certeza de que era para mí, pero me negué a responder al teléfono. Sonó y sonó y sonó y cualquier persona normal ya habría colgado. Dije “No” y entré en la tienda. Justo cuando salí con mi café y pasé por delante del teléfono, este volvió a sonar. Después de unos quince timbres y de que todo el mundo en la concurrida cafetería lo ignorara, finalmente descolgué. La línea sonaba abierta, con un ruido y un eco, no puedo explicar el ruido, pero sonaba vacía. Dije: “Ha llamado a un teléfono público” y la voz de mi hija respondió: “Hola”. Me fui a mi coche, me apoyé en la puerta y lloré».

Este contacto se produjo a través de un teléfono móvil:

«Perdí a mi papá el 8 de agosto de 2017 por cáncer. Lo acompañé hasta el final. Yo estaba muy unida a él. Unos días después de la ceremonia y la cremación, estaba hablando por teléfono móvil con mi tía. Cuando entré en casa de mi padre, aparecieron de repente unas interferencias que hicieron que la comunicación fuera difícil de escuchar. Se oyeron unos silbidos muy intensos con interferencias en la línea durante tres o cuatro minutos. No podía escuchar a mi tía. El silbido y las interferencias cesaron de repente cuando se oyó una respiración fuerte y rápida a través del teléfono. Pregunté quién estaba en línea, pero no obtuve respuesta, solo aquella respiración que volvió varias veces durante este suceso. Conocía esa respiración porque mi padre había respirado así, de forma rápida y entrecortada unos días antes de morir. Me atrajo esta respiración, pero también me asusté. No quería colgar, aunque estaba temblando, así que abrí la persiana porque la casa estaba oscura, y luego se terminó. La comunicación con mi tía volvió a ser fluida. Por su parte, mi tía escuchó el silbido y agua corriendo, y el sonido del chapoteo del agua (las cenizas de mi papá habían sido arrojadas al mar dos días antes). Desde entonces, pienso en este suceso muy a menudo».

Estas apariciones luminosas fueron apoyadas por otro medio, el teléfono móvil, como para reforzar el significado de las manifestaciones iniciales:

«El día en que murió mi hermana, por la noche, vi una esfera de luz blanca suspendida en el aire en el dormitorio. Estaba relajada. Al día siguiente, también por la noche y en el dormitorio, vi varios destellos de luz azul. Fue entonces cuando me asusté y llamé a mi novio para que viniera a mi casa. Cuando llegó, le pedí que me prestara su teléfono móvil para revisar mis correos electrónicos. En cuanto abrí la aplicación de correo electrónico, un correo de mi hermana de hacía dos meses se abrió solo, sin que yo tocara nada. Estaba de viaje y decía que todo iba de maravilla. Entonces el mensaje de correo electrónico se cerró solo, los iconos de la pantalla del móvil desaparecieron, la pantalla se quedó en negro y el móvil se reinició. Atónita, busqué una explicación técnica de lo que había pasado, pero no la encontré. Mi novio me dijo que probablemente era un mensaje de mi hermana fallecida».

Este testimonio describe todo un escenario que tuvo que ser implementado antes de que pudiera tener lugar el contacto:

«Acompañé en el final de su vida a un anciano con quien había establecido un vínculo emocional y mucha complicidad. Un día fui a visitarlo, pero acababa de fallecer. Más allá de la tristeza, mi mayor pesar en ese momento fue pensar con todo mi corazón: “Dios mío, tenía tantas ganas de despedirme de él ¡Se fue sin que pudiera despedirme!”. Unos días después tuvo lugar el funeral, al que había planeado asistir. Mientras me preparaba para irme, dudaba entre llevarme el teléfono móvil o no. Recuerdo sentirme molesto por mis dudas, yendo y viniendo, diciéndome a mí mismo “Me lo llevo”, y luego “No, no me lo llevo». Esta duda me resultó inquietante, pues nunca llevo el teléfono a un funeral, porque tengo demasiado miedo de que comience a sonar en medio de la ceremonia, ¡así que esta pregunta ni siquiera debería haber surgido! Finalmente decidí llevármelo, lo guardé en el bolsillo apagado (y recuerdo haber comprobado que estaba apagado), y lo dejé en la guantera del coche. Pero cuando fui de casa al coche me lo dejé en el bolsillo, sin pensar más en el tema porque con tantas vacilaciones me había retrasado. Antes de bendecir el féretro, me detuve a saludar y abrazar a la familia, luego caminé frente al féretro, el director de la funeraria me pasó el cepillo de bendición y, justo cuando levanté el brazo para empezar a bendecir el cuerpo, escuche un bip proveniente de mi teléfono, ¡como si hubiera recibido un mensaje! Me dije a mí mismo: “¡Oh, maldición! ¡El teléfono!” y me apresuré a sentarme. Entonces, discretamente, quise apagar el móvil, ¡pero el teléfono estaba apagado! Más allá de las palabras, que no pueden expresar lo que sucedió ese día, es el sentimiento que tuve en el fondo de mi alma lo que me hizo comprender que este señor, por quien sentía mucho cariño, me decía en ese momento lo que tanto había querido decirle: “Adiós y gracias”. Me encontré sonriendo y en paz».

Este testimonio describe la inexplicable visualización de una foto en un teléfono móvil:

«Después de hacer cuatro fotos de mi coche con mi teléfono móvil, vi que en una de ellas había una persona en el vehículo. Mirando de cerca la foto, reconocí de inmediato el rostro de mi padre al volante de mi coche, y que parecía sonreír en una ligera niebla. Mi padre había fallecido a finales de diciembre del 2017, a la edad de 88 años. Le gustaban mucho los coches, era su pasión, y su cara era la misma que cuando murió».

Una foto se abrió paso en una pintura, sin que la artista lo supiera y para su asombro:

«En la última conversación con mi padre, que murió hace siete meses, quiso que le hiciera un cuadro de resina, que es un medio muy fluido y que no permite ningún arte más que el abstracto. Falleció antes de que yo pudiera hacer el cuadro. Después de muchas VSCD, incluida una en que mi teléfono llamó solo en mitad de la noche, a mi proveedor de resina, me puse manos a la obra. Después de tres días de trabajo en este cuadro destinado a mi difunto padre, lo di por terminado y lo coloqué a distancia para verlo en su conjunto y decidir dónde colocar mi firma. Retrocediendo unos pasos me tambaleé; el retrato de mi padre estaba en el cuadro… No cualquier retrato, sino una foto muy específica, que era la que usaba como identificador en sus correos electrónicos y que mantuve cerca de mí. Era como si la foto se hubiera deslizado bajo la resina. Tenía la pintura enmarcada, sabía que tenía que quedarme con ella y la colgué en casa. Mi marido, mis hijos y todos mis familiares que conocieron a mi padre lo ven siempre [en la pintura]».

Otra forma de expresión de los contactos espontáneos con una persona fallecida son las denominadas «VSCD de protección», que se producen en situaciones de crisis o de peligro inminente y tienen como resultado evitar un acontecimiento dramático, incluso potencialmente mortal, como un accidente, un incendio, una agresión, un ahogamiento, etc. Hay informes de niños pequeños en peligro que se salvaron in extremis gracias a una alerta transmitida por diferentes tipos de VSCD. A veces, problemas de salud no diagnosticados fueron identificados a tiempo gracias a la VSCD.

Estas experiencias no se producen cuando la persona afectada ya ha identificado el peligro. Por ejemplo, no vivirá este tipo de experiencia quien haya comprendido que su casa está en llamas y corra en busca de un extintor o esté llamando a los bomberos. Estas VSCD no sirven para gestionar una situación de crisis, sino para tomar consciencia de la misma.

A continuación, una ilustración de una VSCD de protección:

«Estaba cruzando una calle descuidadamente, inmersa en mis pensamientos. Sentí como si una mano me tirara hacia atrás cuando un vehículo me iba a golpear. Atribuí esta mano a la de mi marido, que murió un año antes».

El siguiente testimonio describe una situación muy similar de peligro inminente que fue evitada por poco. A diferencia del caso anterior, nuestro participante no pudo identificar al fallecido que, supuestamente, estuvo en el origen de este suceso:

«He sido apartada físicamente del peligro por alguien en espíritu. Estaba muy cansada y casi me puse delante de un coche con mi hijo pequeño en el cochecito. El ente invisible nos hizo retroceder y habría sido catastrófico si no lo hubiera hecho. Esto ocurrió hace 17 años».

Una advertencia durante el sueño no fue suficiente y, al parecer, fue necesaria una segunda intervención para evitar un desenlace dramático para esta encuestada:

«Varios años después de la muerte de mi madre, soñé con ella una noche. Ella estaba muy presente, la podía sentir cerca. Parecía muy alarmada y me decía que estaba preocupada por mí porque tenía miedo de que yo tuviera un accidente de moto (voy en motocicleta o en coche). Le decía que siempre tengo cuidado, y así es (en cuarenta años conduciendo motos, cero accidentes). Pero ella insistía, repitiéndome que estaba preocupada a pesar de mi respuesta. El contacto terminaba ahí. Unos días después, por la mañana, fui a una reunión de trabajo que me hizo tomar un camino diferente. Me dirigí al aparcamiento donde dejo mi moto y mi coche, y que está a cinco minutos de mi casa. Cuando llegué, me di cuenta de que me había equivocado (esto nunca me había pasado), pues había agarrado las llaves del coche en lugar de las de la moto. Por lo tanto, me vi obligada a volver a casa y luego al aparcamiento, lo que me hizo perder diez minutos. Luego tomé la carretera hacia mi destino, y a unos kilómetros de distancia, en un cruce conocido por ser muy propenso a los accidentes, había habido un accidente en cadena muy grande que ocupaba todo el ancho de la carretera. Ese accidente acababa de ocurrir, probablemente diez minutos antes; los diez minutos que había perdido para ir a buscar mi llave. Esa mañana, no sentí la presencia de mi madre, pero estoy segura de que fue ella quien creó este inusual error en mí para retrasarme y salvar mi vida».

El siguiente testigo recibió dos advertencias de su difunto abuelo, una de las cuales fue de suma importancia. Dice que dejó su cuerpo momentáneamente durante estos encuentros, durante lo que quizá fue una experiencia extracorporal (EFC). Escéptico al principio, nuestro entrevistado pudo verificar de inmediato la veracidad de la información percibida:

«Perdí a mi abuelo en diciembre del 2009. Teníamos una relación muy cercana y su muerte me afectó mucho. Me acababa de mudar a una casa que él nunca había visto porque había estado hospitalizado el día antes de mi llegada a esa casa. No sabía nada de ella (esto es importante para el resto de mi relato). Cinco días después de su muerte recibí la visita de mi abuelo mientras dormía. Estábamos en un lugar magnífico, indescriptiblemente bello, y experimenté un baño de amor y benevolencia. Me decía que quería comunicarse conmigo para apoyarme en mi proceso de duelo y ayudarme a desarrollar un don extrasensorial, pero ese no es el tema. Siendo de carácter escéptico y pensando que estaba soñando, le pedí pruebas de su presencia y de la veracidad de nuestro intercambio. Me sonrió y con aire divertido me dijo que tuviera cuidado con mi caldera, que una tubería no estaba aislada del frío y que podría tener problemas el próximo invierno. (Mi abuelo era técnico de calefacciones.) Cuando me desperté, entendí que no había sido un sueño porque recordaba todos los detalles de nuestro intercambio. Diferencio claramente entre un recuerdo real como nuestro intercambio y el recuerdo vago de un sueño que se evapora con el tiempo. Aún escéptico, decidí revisar mi caldera, que nunca antes había inspeccionado. Tuve que tumbarme en el suelo del garaje para mirar debajo del tanque de agua caliente y me di cuenta de que una de las tuberías de agua no tenía manguito aislante. Me quedé en shock porque al instante comprendí que realmente me había comunicado con mi abuelo. Nunca había mirado debajo de aquel tanque de agua caliente, por lo que puedo excluir haber construido este encuentro a partir de recuerdos».

[Durante otro contacto] «De repente me detuvo en nuestra conversación para decirme que fuera a ver a mi hijo (tenía tres meses), que estaba durmiendo en la habitación de al lado, porque tenía un objeto en la boca y que podría ahogarse. Al instante volví a encontrarme en mi cuerpo. Desperté a mi esposa para compartir esta información con ella, a la que no había contado nada sobre mis conversaciones con mi abuelo. Fuimos a ver a nuestro hijo que, efectivamente, tenía en la boca una parte de un juguete móvil que suele estar suspendido por encima de él. Lo tenía en la boca con riesgo de asfixia».

La siguiente experiencia sugiere (como todas las VSCD de protección) que nuestros seres queridos fallecidos nos vigilan en todo momento e intervienen cuando es necesario para advertirnos de un peligro potencial o incluso inminente. Nuestra encuestada apenas conocía a su abuela porque era una niña cuando falleció, pero parece haberla salvado de un serio problema durante este intrigante suceso:

«Hace cinco años, yo estaba trabajando en una cantera. Era viernes al final del día y yo era responsable de cortar varios bloques de piedra para una obra que debía comenzar el lunes. Mi cliente me presionó mucho para terminar este pedido antes del fin de semana. Para ir más rápido, decidí usar un molinillo grande en lugar del pequeño (no soy muy alta y, siendo mujer en esta profesión, algunas herramientas no se adaptan a mi tamaño). Para ir aún más rápido, decidí no mover las piedras a mi encimera y empecé a trabajarlas directamente en el lugar donde estaban, a nivel del suelo. Me encontraba en una posición muy incómoda, con una máquina en mis manos que cuando se pone en marcha me hace dar un paso atrás de lo potente que es, y con el estrés del tiempo que pasaba y el cansancio acumulado de la semana. Hacía mucho calor y había mucho polvo, lo cual podía verse en mi cara y en mi pelo, que estaban tan blancos de polvo como el espacio de mi taller; no se veía a más de un metro de distancia. Fue entonces cuando recibí un mensaje muy claro de mi abuela materna, que falleció cuando yo tenía dos años (no tengo ningún recuerdo consciente de ella). Este mensaje decía que dejara ese molinillo, que me calmara y que, si este pedido no estaba listo, no importaría. ¿Cómo podía pensar en mi abuela, a quien ni siquiera conocía, en ese momento? Para mí, el mensaje fue tan claro que paré mi máquina en el acto, me quité la mascarilla protectora, los guantes y el casco de protección auditiva, y me quedé sentada un rato, sorprendida por lo que acababa de pasar. Como un niño que hace algo estúpido y al que le dan una pequeña palmada en la nuca para que vuelva a poner sus ideas en su lugar. No conocí a mi abuela y, por lo tanto, nunca estuve de luto por ella. Con el ruido que había fue como si lo hubiera escuchado dentro de mi cabeza; algo así como cuando lo piensas, excepto que no vino de mí».

El siguiente relato es escueto, pero nos permite comprender el significado de esta advertencia percibida:

«Mi hermano me dio un golpecito en el hombro y me dijo que redujera la velocidad mientras conducía».

En esta VSCD también se ha evitado un potencial accidente automovilístico gracias a una advertencia:

«Nueve de la noche. Estaba conduciendo por un camino rural en invierno, acababa de terminar mi trabajo y estaba oscuro como boca de un lobo. La radio no estaba encendida. De repente, en mi oído izquierdo, escuché una voz que me decía muy tranquilamente: “Cuidado, hija, a la derecha”. No conducía muy rápido, pero frené un poco de todos modos y, unos veinte metros más adelante, a la derecha, dos grandes vacas negras cruzaban la carretera. Eran tan oscuras como la noche y no podría haberlas distinguido. No puedo explicar por qué sé que fue mi papá que había fallecido unos meses antes, pero más allá del hecho de que siempre me decía “hija” cuando me hablaba, sé que era él. Las lágrimas vinieron a mis ojos. Tras su muerte siempre lo sentí muy cerca de mí, y realmente me ayudó mucho en mi dolor, pues para mí simplemente se encuentra en otro nivel».

En este caso no fue el accidente automovilístico lo que pudo evitarse con la VSCD de protección, sino sus consecuencias potencialmente graves:

«Mi padre falleció en abril del 2005. Al mes siguiente cumplí 18 años, me saqué el carné de conducir y compré mi primer coche. Menos de una semana después, tuve un accidente de coche muy grave. Cuando perdí el control del vehículo, tuve la visión de dos manos empujando fuertemente mi tórax y fijándome al asiento del coche durante el vuelco del coche sobre el lado izquierdo de la carretera. Estas dos manos eran las manos de mi padre, con sus dedos ásperos y grandes. La sensación sigue siendo distinta catorce años después. En aquella ocasión pude salir ilesa del accidente, con solo una cicatriz en la mejilla izquierda (las ventanas se rompieron durante los choques), pero ningún otro hematoma, ni laceración del cinturón de seguridad o rigidez en las vértebras cervicales, para asombro de los bomberos y médicos que me examinaron tras el accidente».

El siguiente relato es interesante: nuestra encuestada solo hizo un uso parcial de una advertencia percibida. Por lo general, los receptores siguen las recomendaciones percibidas durante la VSCD y renuncian a la acción que podría ponerles en peligro, por lo que nunca sabrán si el suceso perjudicial se habría producido realmente. En el siguiente caso, sin embargo, nuestra participante solo tuvo en cuenta parte de la advertencia y el accidente anunciado se acabó produciendo:

«Antes de un accidente de coche, recibí un mensaje en mi cabeza: “Vas a tener un accidente”. Fue muy impactante. Debido a este mensaje no llevé a mi hija en el coche, pero yo tuve este accidente tan grave. Si hubiera escuchado la vocecita… El coche quedó destrozado y yo sufrí serias heridas. No sé quién me advirtió».

También en este caso, varias advertencias no fueron suficientes y fue necesaria una intervención más sustancial…

«Una de las experiencias más impactantes que tuve en relación con mi difunto marido ocurrió hace unos tres meses. Me desperté por la mañana y lo sentí justo a mi lado, en el lado izquierdo; una ligera brisa fresca parecía acompañar su presencia. Nunca veo las cosas con mi ojo físico, es una sensación en el ojo de mi mente, por así decirlo. Aquel día me advirtió que tuviera cuidado, y mientras continuaba con las tareas de la casa, esta advertencia no me abandonó y sentí que todavía estaba muy presente. En cualquier caso, más tarde decidí empezar a pintar el techo de la cocina; un amigo se ofreció a ayudarme durante el fin de semana, pero yo quería empezar. Puse una silla en el suelo de la cocina para subir, pero no podía llegar a la zona que quería pintar, así que decidí subirme con las manos a la tabla que hay junto al fregadero de la cocina (lo que me permitía llegar al techo). Extendí papel sobre la tabla, para evitar que resbalara, y empecé a pintar con un pincel. Una vez más, sentí que mi marido estaba cerca y me dijo que lo dejara, pero le contesté mentalmente que solo haría una pequeña zona. Pinté durante un rato, pero me cansé mucho, y cuando estaba a punto de terminar, me resbalé y me caí. Pensé “¡Oh, no! Esto va a acabar mal”, y entonces me pareció perder casi el conocimiento durante unos segundos y de repente sentí que dos manos me levantaban y me dejaban caer literalmente sobre la silla, en posición vertical. Estuve desorientada durante un rato y, por supuesto, un poco en estado de shock, pero cuando me sentaba en la silla supe que los brazos eran de mi difunto marido, y que me había evitado lo que podría haber sido una caída muy fea. Para que quede más claro, yo estaba de lado en la tabla junto al fregadero mientras pintaba, y no es posible que terminara sentada directamente en la silla, teniendo en cuenta que la silla estaba bastante lejos. Me dolió un poco cuando aterricé en la silla (debido al fuerte impacto), pero no tuve ninguna secuela. Me quedé sentada en la silla durante un rato, ya que no podía asimilar del todo qué había sucedido, pero me di cuenta de que mi marido había intentado advertirme desde que me había levantado y luego intervino para mantenerme a salvo. Más tarde, por la noche, reviví toda la experiencia y me quedé aún más impresionada y maravillada por cómo se habían desarrollado las cosas ese día. Ni que decir tiene que se lo agradecí muchísimo a mi marido.»

Bajo la denominación de «VSCD prácticas» se reúnen las experiencias en las que los difuntos parecen dar una información a sus familiares o amigos de la que no tenían conocimiento previo. Por lo tanto, estos contactos entran en la categoría de las VSCD probatorias. Esta podría ser la ubicación de un libro de registro de familia, una póliza de seguro de vida suscrita sin el conocimiento de los familiares, unos valores de inversiones bursátiles que se mantuvieron confidenciales u otros documentos que los familiares necesiten con urgencia. Estos contactos pueden ocurrir cuando el receptor busca frenéticamente un documento que no puede localizar o, por el contrario, cuando no sospecha nada.

Nuestra recopilación de datos solo contiene unos pocos casos de este tipo. Este relato es interesante: nuestra encuestada no se fiaba de su percepción, cuya veracidad, sin embargo, ha sido confirmada por su hermano, que no estaba al tanto de este suceso:

«Mi padre y yo tuvimos una relación muy estrecha durante su vida. Unos días después de su fallecimiento, mi hermano y yo estábamos buscando los papeles de registro de su coche, que íbamos a vender al día siguiente. Los papeles no se encontraban donde se suponía que debían estar: en una caja fuerte donde mi padre guardaba todos los documentos importantes. Mientras buscaba en esta caja fuerte, encontré un archivo que llevaba mi nombre y en el que mi padre había guardado cuidadosamente todos los documentos que me pertenecían. Sentí una ola de amor y ternura hacia él cuando los descubrí y fue entonces cuando sucedió: de repente lo vi, una imagen en mi cabeza. Llevaba un suéter azul marino y se rascaba la cabeza, diciendo en voz alta: “¡Estás mirando en el lugar equivocado! ¡Los papeles del coche están en el bolsillo de la funda de mi ordenador portátil!”. Y la visión desapareció. No estaba asustada porque era una imagen que estaba allí y al mismo tiempo no estaba allí, pero mi mente racional prevaleció y decidí no mirar donde él me había indicado. Además, como estábamos en el apartamento de mi hermano, pensé que el bolsillo de la funda del ordenador era de mi hermano y que no había forma de que hubiera documentos de mi padre allí así que salí sin buscar en el lugar. Unas horas más tarde mi hermano me llamó: “¡Por fin los encontré! ¡Estaban en el bolsillo de la funda de su ordenador portátil!”. Me quedé en shock. “¿Pero no es tuyo?” “No. Por cierto, ¡compró el mismo que yo porque le parecía que estaba de moda!”. Sonreí y le hice a mi papá un guiño de complicidad. Sabía que me estaba viendo…».

En el caso de una VSCD para una tercera persona, el receptor, que no está de duelo por el fallecido percibido o ni siquiera lo conocía, recibe una comunicación destinada a una tercera persona que está de duelo. Los mensajes a transmitir suelen informar al destinatario de que el fallecido está vivo y bien. No siempre es fácil para los receptores transmitir el mensaje percibido, ya que esta misión que se les ha encomendado está totalmente desfasada respecto a los procedimientos aceptados en nuestra sociedad. Tengo un caso en mente de una mujer que me escribió para contarme sobre una VSCD en la que su vecino fallecido le pedía que le informara a su viuda de que todo estaba bien para él y que ya no debía estar tan triste. Le parecía inconcebible ir a tocar el timbre de la puerta de su vecina, a quien apenas conocía, para entregar el mensaje. Después de algunos intercambios de correos electrónicos, mi corresponsal encontró el coraje para ir a ver a su vecina, quien recibió su mensaje con gratitud y alivio.46

¿Por qué los fallecidos no contactan directamente con los destinatarios de su mensaje? No lo sabemos, claro, pero se podría suponer que el contacto directo no fue posible, por el motivo que sea, y que el difunto se manifestó a alguien que pudiera percibirlo.

Las VSCD para una tercera persona ocurren con relativa frecuencia en el contexto de una muerte súbita, por ejemplo, una muerte accidental, cuando el fallecimiento fue inesperado y un último adiós, imposible.

Este fue el caso en el testimonio que sigue:

«Se me presentó un hombre fallecido en accidente de camión. Él no había creído en vida en estas cosas, pero necesitaba dar un mensaje a su mujer… Fue muy emocionante, sobre todo para ella, que después de recibir el mensaje me dijo que le había ofrecido el mejor regalo posible».

Un accidente automovilístico fue el origen de la siguiente experiencia:

«Recibí un mensaje de un amigo de mi hijo, que había muerto en un accidente de coche, pidiéndome que le dijera a su madre que ella no lo culpara, que tenía que irse y que estaba feliz y en paz».

En los casos dolorosos de suicidio, los fallecidos a veces parecen recurrir son cierta urgencia a una tercera persona para que les entregue un mensaje a sus allegados:

«Necesitaba explicar por qué había tomado esa decisión fatal y disculparse con su madre».

«Debía escribir a su hijo para explicarle por qué lo había hecho».

Las VSCD simbólicas son experiencias sutiles que son acogidas por los receptores como una señal del fallecido y solo adquieren sentido mediante la interpretación que les dan. Aunque se trata de acontecimientos que el entorno suele considerar como simples coincidencias y no se toman en serio, son muy importantes para los receptores. La gama de VSCD simbólicas es amplia. Podría ser el comportamiento inusual de una mascota, de un pájaro o de un insecto, de nubes que se juntan en forma de corazón, de un rayo de sol que ilumina de repente un día sombrío o de cualquier otro suceso que ocurra en un momento significativo y que, a los ojos de los afligidos familiares o amigos, sea un mensaje de amor y apoyo que va dirigido a ellos.

Nuestra recopilación de datos contiene solo unas pocas VSCD simbólicas. Quizá la razón es que les pedimos a los encuestados que describieran solo la VSCD más significativa en caso de que hubieran experimentado múltiples contactos. Sabiendo que el 80 % de nuestros participantes han experimentado varias VSCD, muchos de ellos tuvieron que elegir entre sus experiencias. Es posible que hayan decidido describir su VSCD más impactante, sino la más espectacular, lo que de entrada descarta las VSCD simbólicas por su sutil naturaleza.

El testimonio que sigue tiene que ver con una mariposa, un tema recurrente para las VSCD simbólicas:

«Mi abuela murió tres horas después de haberla visto por última vez en el hospital. Mi madre me llamó para comunicarme su muerte. Yo estaba en mi turno de noche como conductor de ambulancia y, cuando me enteré de la muerte de mi abuela, me dirigí a una sala de conferencias vacía para estar a solas durante un rato. Esta sala no tenía ventanas. De repente, una mariposa vino volando hacia mí y se posó en mi hombro, donde permaneció un instante. Luego voló hacia un cuadro que estaba colgado en la pared (era un cuadro de la ciudad natal de mi abuela y mía) y se posó en él. Quise atraparla, lo que fue muy fácil. Simplemente la retiré del cuadro, me fui a otra habitación y la saqué por la ventana. Era una situación tan surrealista... No era verano, no había mariposas fuera y nunca antes una se había posado en mi hombro. De alguna manera sentí que aquella experiencia tenía que ver con mi abuela, que acababa de morir».

La percepción compartida de un arco iris surgido de la nada fue tranquilizadora para este afligido padre:

«Estaba de pie en el patio delantero fumando un cigarrillo con mi nuera (porque no fumamos en casa). Hablaba del hospital, de cómo creía que las enfermeras no habían prestado atención a mi hijo, y empezaba a desahogarme y a enfadarme mucho por los recuerdos de su última semana de vida, por lo que creía que eran errores evidentes en la atención que él había recibido. Era un día soleado, pero de repente cayó un chaparrón de la nada y, mirando a mi alrededor, pude ver que el cielo seguía azul. Y entonces apareció un arco iris justo delante de nosotros en la carretera. Se extendía desde la carretera hasta los árboles y tenía unos seis metros de altura; no era más alto, pues no estaba conectado a un arco iris en el cielo. Simplemente un arco iris se materializó frente a nosotros. Por un momento nos quedamos atónitos y en silencio, y luego mi nuera me miró y dijo: “James está aquí”, y yo respondí: “Lo sé”. Llevaba mi teléfono y lo grabé en vídeo y tengo fotos de ello. En mi mente era como si pudiera oír la voz de mi hijo diciéndome: “¡Cálmate! ¡Estoy bien!”. Sentí su presencia y que quería que nos tranquilizáramos, que no fuéramos al lugar oscuro de nuestra mente donde estaban esos malos recuerdos. Fue increíble».

Los relatos anteriores lo ilustran muy bien: las VSCD simbólicas a menudo son tan sutiles que solo tienen sentido para el receptor. El testimonio que sigue me recordó las sabias palabras que me envió hace muchos años el profesor Allan Kellehear, sociólogo y especializado en salud pública, experto en el tema de la muerte, del proceso de morir y del final de la vida: «Puedes atribuir significado a cualquier suceso. La línea entre el autoengaño y el significado personal es estrecha, por supuesto, pero nunca dejes que otros decidan por ti. Solo tú sabes quién te ama. Y algunas cartas de amor son, y siempre serán, un código secreto. Algunos mensajes están destinados solo a ti. Incluso en la muerte».47

«Las primeras mañanas después de la muerte de mi esposo, estando yo sentada en su silla, su foto se iluminó en el aparador con un rayo de sol, bien centrado en su rostro. Duró unos diez días. En mi opinión había recibido una señal, y me sentí bien, aunque no me gustaba esa foto (se había tomado cuando ya estaba enfermo) y creo que a él tampoco. Puse otra foto y ya no volví a ver ese rayo de sol, ni los días siguientes, ni durante tres años».

Con esto concluye la presentación de las diferentes formas de expresión de las VSCD. Los relatos presentados en esta sección muestran claramente que estos contactos pueden producirse en una gran variedad de situaciones y adoptar muchas formas. Se adaptan al contexto de la vida del receptor, y la inventiva y creatividad de estos contactos son a menudo sorprendentes.

Los contactos expresados por una manifestación física inexplicable (las VSCD psicoquinéticas) son a primera vista acontecimientos bastante banales. Un objeto desplazado, un teléfono móvil que funciona mal, una foto del difunto encontrada en el suelo con el marco de fotos intacto, el equipo de música que se enciende solo y toca una melodía significativa… El acontecimiento es ciertamente inexplicable, pero no más inusual que otros acontecimientos extraños a los que no prestamos demasiada atención. Y, sin embargo, un acontecimiento aparentemente banal adquiere de repente un significado, se le asocia un mensaje y se identifica al agente que está detrás, como en el caso de nuestra participante francesa, que interpretó el cierre no provocado e inexplicable de su puerta como un mensaje de su abuela fallecida que le aconsejaba excluir a su pareja de su vida para siempre, lo cual resulta sorprendente.

Con frecuencia, las VSCD de protección no solo son impresionantes, sino también muy importantes para los receptores, ya que se han salvado de un problema grave, o incluso de un desenlace fatal, gracias a ellas. En los casos en los que los receptores han hecho caso de la advertencia, no sabemos si el peligro anunciado se habría producido realmente. Sin embargo, en algunos casos, los receptores no hicieron uso de la advertencia, o solo lo hicieron en parte, y el acontecimiento peligroso anunciado durante la VSCD tuvo lugar, aunque a menudo mitigado, de modo que el receptor solo sufrió daños limitados.

Al igual que los testimonios presentados por tipo de VSCD en las secciones anteriores, los contactos en los que se percibe información desconocida para el receptor se encuentran entre los más notables, debido a su naturaleza probatoria. Las VSCD prácticas entran en esta categoría, permitiendo a los receptores verificar fácilmente, y a menudo al instante, la veracidad de la información.

En el caso de las VSCD para una tercera persona, los receptores no son los destinatarios directos, sino los mensajeros designados para entregar un mensaje a una persona afligida. Transmitir el mensaje al destinatario no siempre es fácil, ya que los receptores no saben cómo será recibido. De hecho, comunicar un mensaje de una persona fallecida no se considera un asunto trivial en nuestra sociedad occidental materialista.

Las VSCD simbólicas son experiencias sutiles que los receptores consideran señales del familiar o amigo fallecido y que solo cobran sentido a través de la interpretación que les dan. Aunque se trata de acontecimientos que el entorno suele considerar meras coincidencias y no se toman en serio, son muy importantes para los receptores, sobre todo si están de duelo. La forma de expresión de las VSCD simbólicas es amplia y suele basarse en un recuerdo compartido o en una preferencia del fallecido. Los animales (insectos, pájaros o mascotas) que parecen comportarse de forma inusual suelen ser considerados por los dolientes como mensajeros secretos y eficaces de su ser querido fallecido. A veces, los receptores confieren a los fenómenos naturales un significado simbólico, como la formación de un arco iris en un momento significativo que creen que está destinado solo a ellos. Los receptores se convencen entonces de que esas manifestaciones son signos dirigidos solo a ellos y el escepticismo imperante no puede disuadirles de atribuirles un significado.


12. Esta cifra se refiere a todos los datos recopilados, es decir, los 1.004 cuestionarios completados en los tres idiomas.

13. El número total indicado anteriormente no se corresponde exactamente con las cifras por grupo lingüístico, ya que estos grupos son de diferente tamaño.

14. Como se señaló anteriormente, todos los nombres propios y los nombres de lugares mencionados en los testimonios se han cambiado para proteger la identidad de los participantes.

15. Correspondencia privada, 22 de julio de 2020.

16. Estas dos cifras superan el 100 % porque algunos participantes habían descrito más de una VSCD.

17. El estado hipnagógico es un estado particular de conciencia intermedio entre el de la vigilia y el del sueño que tiene lugar durante la primera fase del sueño, al quedarse dormido.

18. El estado hipnopómpico es un estado particular de conciencia que se produce en el momento del despertar. Aunque a menudo se confunden, los estados hipnagógico e hipnopómpico no son idénticos.

19. Ver tabla página 141.

20. SAMU = Service d’Aide Médicale Urgente; en español, Servicio de Ayuda Médica Urgente.

21. Este gráfico refleja todos los datos recogidos, es decir, los resultados de los 1.004 cuestionarios completados en los tres idiomas del proyecto (español, francés e inglés).

22. Fenwick, P.; Lovelace, H; Brayne, S. (2010). «Comfort for the dying: five year retrospective and one year prospective studies of end of life experiences». In: Geriatrics, Volume 51, Issue 2, September-October 2010, p. 173-179.

23. Mazzarino-Willett A. «Deathbed Phenomena: Its role in peaceful death and terminal restlessness». In: Am J Hospice Palliat Care, 2010; 27(2):127-133.

24. Callanan, M.; Kelley, P. (2012). Final Gifts: Understanding the special awareness, needs, and communications of the dying. London: Simon & Schuster Paperbacks.

25. Kübler-Ross, E. (1974). «The languages of the dying patients». In: Humanitas, 10(1), 5-8.

26. Kübler-Ross, E. (1974). «The languages of Dying». In: Journal of Clinical Child Psychology, Vol 3, 1974, Issue 2: «Death and Children», p. 22-24.

27. Marks, A; Marchand, L. (2015). « Near Death Awareness». In: Fast Facts and Concepts #118, Palliative Care Network of Wisconsin.

28. Barrett, W. (1926). Death-Bed Visions. Methuen & Company Limited.

29. Barrett, W. (reimpresión 2011). Death-Bed Visions: How the Dead Talk to the Dying. Guildford: White Crow Books, p. 37-38.

30. Osis, K; Haraldsson, E. (1977). At The Hour of Death. AvonBooks.

31. Brayne, S.; Farnham, C; Fenwick, P. (2006). «An understanding of the occurrence of deathbed phenomena and its effect on palliative care clinicians». In: American Journal of Hospice and Palliative Care, Jan-Feb 23(1), p. 17-24

32. Fenwick, P.; Brayne, S. (2010). «End-of-life Experiences: Reaching Out for Compassion, Communication and Connection-Meaning of Deathbed Visions and Coincidences», In: American Journal of Hospice and Palliative Medicine (PubMed https://doi.org/10.1177/1049909110374301).

33. Fenwick, P.; Fenwick, E. (2015). El arte de morir. Ediciones Atalanta.

34. Fenwick, P.; Fenwick, E. (2008). The Art of Dying: A Journey to Elsewhere. London: Continuum, p. 225.

35. Fenwick, P.; Fenwick, E. (2008). The Art of Dying: A Journey to Elsewhere. London: Continuum, p. 6.

36. Op. cit., p. 27.

37. Shared Crossing Research Initiative (SCRI) (2021). «Shared Death Experiences: A Little-Known Type of End-of-Life Phenomena Reported by Caregivers and Loved Ones». American Journal of Hospice and Palliative Medecine, April 5, 2021. Doi.org/10.1177/10499091211000045

38. Existe abundante literatura de excelente nivel científico sobre las ECM, como por ejemplo: Greyson, B. (2021). After: A Doctor Explores What Near-Death Experiences Reveal about Life and Beyond. New York: St. Martin’s Essentials. Van Lommel, P. (2010). Consciousness Beyond Life: The Science of the Near-Death Experience. New York: HarperOne.

39. Moody, R. (2017). Vida después de la vida. Editorial Edaf.

40. Moody, R.; Perry, P. (2010). Glimpses of Eternity: sharing a loved one’s passage from this life to the next, New York: Guideposts.

42. Holt, H. (1914). On the Cosmic Relations (PDF). Cambridge, Massachusetts, USA: Houghton Mifflin Company/Riverside Press. Retrieved December 13, 2007.

45. Radin, D. (2009). The Conscious Universe: The Scientific Truth of Psychic Phenomena. New York: HarperEdge.

46. Correspondencia privada, agosto de 2019.

47. Correspondencia privada, 2009.