Como muchas absorbentes historias de aventuras, La Divina Comedia empieza en plena acción. «En medio del camino de la vida», dice Dante, «me encontré en una selva oscura, pues había extraviado el camino recto». No menciona cómo había llegado a la selva, qué estaba haciendo allí al salirse del camino, ni lo lejos que había llegado. Sobre estos detalles no se nos dice nada. Lo único que Dante sabe con seguridad es que está solo, a la deriva y confuso.
Todos hemos tenido en algún momento la sensación de que estamos en el camino equivocado, de que no llevamos la vida que nos satisface. Unos años en un trabajo, una relación personal, una situación intensa y de repente nos damos cuenta de que todo parece… fuera de lugar. Como Dante, nos sentimos confusos, pues no sabemos qué es lo que va mal ni cómo hemos llegado a este punto. Pero hay un momento concreto en que hemos dejado a los niños en la escuela, o levantamos la mirada de la mesa del despacho y vemos que todos los demás se han ido a casa, o acabamos de tener otra espantosa pelea con la persona a la que creíamos que íbamos a amar eternamente… entonces miramos al vacío y pensamos: «¿Qué estoy haciendo? ¿Qué lugar es este? ¿Cómo he llegado a este extremo? ¡Se supone que no tenía que sentirme así!».
Así es como suelen sentirse las personas cuando vienen a mi consulta. He pasado por incontables primeras sesiones con clientes que están tan frustrados a causa de su insatisfacción que apenas son capaces de encontrar las palabras para describirla. Balbucean: «Ojalá supiera cuál es mi propósito»; o «La gente dice: “haz lo que deseas”, pero no tengo ni idea de cuál es mi deseo»; o «Pensaba que trabajar duro y mantener a mi familia era lo indicado, pero me siento vacío». Algunas de estas personas están clínicamente deprimidas o físicamente enfermas. Pero casi todas, por decirlo con sencillez, están perdidas.
La razón más habitual por la que terminamos sintiéndonos así es que hemos hecho lo que «se supone que debemos hacer». Aprendemos de nuestra cultura cómo creemos que debe comportarse una buena persona, y nos portamos así. Luego esperamos la recompensa prometida: bienestar, salud, prosperidad, amor verdadero, autoestima sólida. Pero la ecuación no está equilibrada. Incluso después de hacer todo lo que podemos para estar bien, no nos sentimos bien. Confundidos, imaginamos que no estamos haciendo lo suficiente, o no lo estamos haciendo de manera adecuada. Pero cuanto más duro trabajamos para encontrar el camino del bienestar, peor nos sentimos.
He trabajado con muchas personas que se habían introducido tanto en la selva que ya no recordaban nada más. Cuando llegaban a mí, su desorientación era extrema. Por ejemplo Jim, el médico al que cada vez le repelía más la idea de tocar a la gente, hasta que finalmente tuvo que dejar de practicar la medicina. O Evelyn, directora de una revista que, aunque en su casa era un voraz ratón de biblioteca, fue perdiendo gradualmente las fuerzas para leer un simple párrafo en el trabajo. Fran, madre abnegada de cuatro criaturas, comenzó a olvidar los horarios de los juegos y actos escolares de sus hijos hasta el punto de que toda la familia vivía como una manada de caballos asustados, nerviosos e inquietos. Ninguna de estas personas estaba mentalmente enferma, solo se había perdido en un brumoso laberinto.
Reconozco este terreno resbaladizo. De hecho, lo conozco bien. He estado en la selva oscura del extravío tantas veces que podría montar allí un puesto de perritos calientes. Desde la infancia, la principal directriz de mi vida era Haz lo que sea para ganarte el beneplácito de los demás. Criada en una devota familia mormona, obedecía cada norma de mi religión y trabajaba en la escuela con ahínco. Luego fui a Harvard, que estaba tan lejos de la cultura de mi infancia que casi era como estar en Plutón. Conseguí que los demás supusieran que estaba de acuerdo con ellos y así pasé de ser una devota mormona en casa a ser una atea racional en la facultad.
Esta estrategia habría funcionado perfectamente (¡aprobación por doquier!) si no hubiera sido porque al cabo de un tiempo fui incapaz de moverme. Quiero decir físicamente. A la edad de dieciocho años sentía unos dolores insoportables en los tejidos blandos de todo el cuerpo. No podía concentrarme mentalmente. Empecé a comer como una lima. Me sentía fuera de control, deshecha y al borde del suicidio. Tuve que dejar los estudios durante un año, para concentrarme mejor en mi completo deterioro físico y emocional. Ah, el optimismo me salía por las orejas.
Al recordar aquella experiencia y las historias de muchos clientes, siento una enorme gratitud por toda nuestra confusión y desesperación. Esos sentimientos daban a entender que nuestros sistemas de orientación internos funcionaban a la perfección, que indicaban «¡CAMINO EQUIVOCADO!» con toda la claridad posible. Sin duda estábamos llenos de las mejores intenciones, pero habíamos extraviado el camino hacia la integridad. El resultado era el sufrimiento que emanaba de nuestros cuerpos y corazones, y que hacía que nuestra atención se fijara en el problema.
EL SÍNDROME DE LA SELVA OSCURA DEL EXTRAVÍO
Seguro que ha habido ocasiones en que también tú has extraviado tu auténtico camino. Al principio, el sufrimiento resultante puede haber sido tan leve que ni siquiera lo notaras. Pero nadie puede alejarse de la integridad en plan sonámbulo indefinidamente, porque las cosas empeoran cuanto más tiempo avanzamos en la mala dirección. Finalmente, si no corregimos la trayectoria, empezamos a tener síntomas característicos. Puede que los hayas tenido en el pasado. Puede que los tengas ahora.
Yo llamo a estos síntomas «síndrome de la selva oscura del extravío». Repito: no es algo malo. Es la forma en que nuestro instinto nos motiva para que recuperemos la integridad. Es la verdad que viene a liberarnos. Lo que no significa que sea divertido. En el resto de este capítulo describiré los síntomas de este síndrome. Mientras lees, pregúntate si has experimentado alguno.
Síntoma número 1 de la selva oscura del extravío:
Sentirse sin objetivos
La razón más común que me dan los clientes para contratarme como coach es que están desesperados por encontrar un propósito o finalidad en su vida. En realidad, muy pocos quieren morir, pero muchos me cuentan que no le ven mucho sentido a la vida. Repiten el lamento bíblico del Eclesiastés: «Miré todo cuanto se hace bajo el sol y vi que todo era vanidad y apacentarse de viento». En otras palabras, «La vida es difícil. Todos vamos a morir. ¿Qué más me da todo?». Sin un auténtico propósito, es difícil sentir que el trabajo cotidiano vale la pena.
En la cultura moderna occidental, casi todos creemos que podemos encontrar un propósito buscando algo. ¿Qué algo exactamente? Eso depende de cómo define el «valor» la gente que nos rodea.
Mi trabajo viene a ser como observar un desfile de las distintas cosas que las diferentes culturas nos enseñan a valorar. Un día asesoré y orienté a una mujer que creía que una vida con propósito suponía entablar pleitos con mucha gente y llevar varios kilos de joyas de diamantes a todas partes, incluso a tirar la basura. El cliente con quien hablé a continuación estaba igualmente convencido de que una vida con propósito significaba vivir en una cabaña sin electricidad y utilizar hojas de árbol como papel higiénico. Otras personas creen que tener un propósito es tener un despacho en una esquina del edificio. Otras quieren ser estrellas de cine, salvar los bosques tropicales o hacer videos virales con sus mascotas.
Cualquiera de estas ambiciones podría ser tu verdadero propósito. Si es así, sentirás un potente impulso interior para seguir ese camino en particular. Encontrarás cada paso del camino fascinante y pleno, y en consecuencia lo harás bien. Pero si te dedicas a hacerlo solo porque otras personas creen que «tiene sentido», prepárate para encontrarte inmerso en una densa niebla. Sufrirás fracasos desconcertantes. No querrás ir al ritmo de los demás. No serás capaz de reunir la energía necesaria para subir la cuesta del éxito; ni, para el caso, para lavarte la cabeza.
Quizá estés pensando: «Pues claro que me siento fatal… ¡nunca consigo lo que quiero!».
Si es así, desearía que pudieras reunirte con las personas que conozco que han alcanzado los triunfos idealizados por nuestra sociedad solo para darse cuenta, como me dijo una mujer, de que «Allí no hay nada. Creía que había un puesto en el mundo que me haría sentirme bien, pero llegué a ese puesto y no encontré nada que me hiciera feliz. Todo parecía un sinsentido».
«Gané una medalla de oro olímpica», me contó un cliente. «Y al bajar del podio, solo se me ocurría pensar “¿Qué diablos hago ahora?” Fue horrible, absolutamente terrorífico. Era como la muerte… la peor sensación que he tenido nunca». Un escritor muy trabajador dijo: «Después de intentarlo toda la vida, finalmente conseguí que uno de mis libros fuera número uno de la lista de libros más vendidos del New York Times. Me hizo realmente feliz… durante unos diez minutos».
La sensación de una existencia sin propósito o carente de sentido no desaparece con la conquista de las metas definidas culturalmente. Permanece como una fuerza que acosa con su aguijón, como un mosquito que no deja de zumbar alrededor de nuestra cabeza hasta que empezamos a perseguir objetivos que realmente nos llenan… en otras palabras, a seguir el camino hacia la integridad. Y si el zumbido y el aguijón de la existencia sin sentido no es suficiente para despertarnos del sonambulismo, nuestro subconsciente subirá el listón. Convocará a la megafauna, las bestias salvajes de la mente que llamamos estados de ánimo.
Síntoma número 2 de la selva oscura del extravío:
Desdicha emocional
Como si no bastara con estar perdido, unos animales carnívoros atacan a Dante en la selva oscura del extravío. El primero es una onza hambrienta cuyo apetito nunca está satisfecho. Después llega un león tan terrorífico que Dante dice: «Parecía que el aire le tuviera miedo». Luego ve una loba, cuya visión lo pone tan triste que «llora con todo su pensamiento y queda descorazonado». Desamparo, pánico, depresión. Bienvenidos sean algunos estados emocionales que te pueden sobrevenir mientras vagas por la selva oscura del extravío.
Cuando perdí mi integridad, los monstruos de las emociones aparecieron casi de inmediato. A un paso de mi verdad, me sentí atrapada, nerviosa y taciturna. Si no se corrige la trayectoria, esos sentimientos se convierten rápidamente en dependencia, terror y desesperación. ¡Gracias a Dios! Sin esos feroces ataques, es posible que aún estuviera siguiendo los ideales contradictorios que me empujaron a aquella soberana confusión de los dieciocho años.
Siempre que pierdas la integridad, sentirás tu dosis de malas sensaciones, una dosis personal y única, según tu personalidad. Puede que tiendas, como yo, a la ansiedad y la depresión. O puede que sientas una hostilidad constante, que te da ganas de liarte a puñetazos con tus compañeros de trabajo, con la familia o con el cartero. Puede que tengas ataques de pánico, sobre todo en ocasiones especiales (citas a ciegas, audiencias para conseguir la libertad condicional), cuando más quieres parecer relajado y confiado.
Sean cuales sean tus repetidas o persistentes emociones negativas, trata de pensar en ellas como si fueran las bestias salvajes de Dante, cuyo trabajo es hacerte la vida insoportable cuando te desvías del camino auténtico. Si la sensación no desaparece aunque estés tomando la medicación y reuniéndote regularmente con el terapeuta, puedes estar seguro de que has perdido la integridad. Cuanto antes lo reconozcas, mejor, porque permanecer en la selva oscura del extravío puede causar finalmente un daño físico real.
Síntoma número 3 de la selva oscura del extravío:
Deterioro físico
Creo que la enfermedad me tuvo maniatada desde los dieciocho años hasta los treinta porque mi cuerpo trataba de ayudarme a encontrar la salida de la selva oscura. Cuando por fin lo conseguí, los síntomas se esfumaron. Fue lo único que funcionó.
Obviamente, la mala salud puede afectar a las personas que viven en total integridad. Los cuerpos enferman por múltiples razones. Pero por lo que yo he visto, es raro que alguien dividido por dentro no desarrolle algún problema de salud. Cuando alguien viene a consultarme, a menudo es porque sufre toda clase de malestar físico, desde dolores de cabeza a enfermedades terminales. La gente casi nunca ve la conexión entre su condición física y la falta de integridad. A la mayoría le parecería, por usar una expresión científica, una auténtica chifladura.
Y hablando de ciencia, ciertas investigaciones serias demuestran que hay conexión entre vivir en armonía con nuestra verdad y gozar de buena salud. Hay todo un campo de la medicina, la psiconeuroinmunología, que estudia la repercusión del estrés psicológico, incluida la tensión que causa mentir o guardar secretos, en la salud. Hay estudios que han vinculado el engaño y guardar secretos con la taquicardia, la hipertensión, el aumento de las hormonas del estrés, la hipercolesterolemia y la hiperglucemia, y con la reducción de las respuestas inmunitarias. Cuanto más significativa sea nuestra conducta engañosa, peor es su efecto en la salud.
Por ejemplo, en un estudio sobre varones homosexuales con sida, los investigadores descubrieron que, cuanto más cerrados eran sobre su condición sexual, más rápido avanzaba la enfermedad. Había una relación de exposición-respuesta entre el nivel de ocultamiento y la condición inmune; en otras palabras, a más ocultamiento, más elevado el índice de enfermedad y muerte. «No preguntes, no hables» parece beneficioso, pero vivir normalmente y en secreto de espaldas a nuestra identidad real puede acelerar la muerte en un sentido muy literal.
Repito: hay toda clase de dolencias físicas que afectan a personas que viven en completa integridad. Todo el mundo muere, y hay grandes dolores físicos que no tienen nada que ver con mantener secretos, contar mentiras o salirse del camino verdadero. Aun así, cada vez que tomamos una decisión o adoptamos actitudes que no encajan con nuestra integridad, nos volvemos más vulnerables a los problemas físicos, sean espasmos musculares o una neumonía. Si estás inexplicablemente enfermo, débil, o eres propenso a los accidentes, puede que tu cuerpo te esté intentando decir que estás perdido en la selva oscura.
Mi propia enfermedad se resistió a todas las intervenciones médicas. Pero cuando empecé a buscar mi verdad y a recuperar mi integridad, todos mis síntomas, supuestamente «incurables», comenzaron a desaparecer. He visto a muchos clientes pasar por algo parecido. Cuando alcances la integridad, hay una gran probabilidad de que también te ocurra lo mismo.
Síntoma número 4 de la selva oscura del extravío:
Fracasos amorosos constantes
Es simple lógica: si no recorres tu auténtico camino, no encontrarás a la gente que realmente te conviene. Terminarás en sitios que no te gustan, aprendiendo cosas que no te llenan, adoptando valores y costumbres que te sentarán mal. Las personas que conocerás en ese camino o bien aman realmente esas cosas o están fingiendo tanto como tú. En cualquier caso, tu conexión con ellas será artificial. Estarás presentando una personalidad falsa para conocer a otras personas (potencialmente falsas), y creando únicamente relaciones falsas. Nunca olvidaré a un famoso guapo y rico que, tras asistir a otra elegante fiesta, me confesó: «Estoy cansado de mi propia hipocresía».
Si te sientes constantemente desconectado y solo, es casi seguro que (inocentemente) estés falto de integridad. Esto se duplica si te sientes atrapado con personas a las que no soportas. Cuando los humanos se encuentran en la selva oscura del extravío, todos ellos sonámbulos, las relaciones que crean tienden a ser huecas o tóxicas, o ambas cosas a la vez. Estas «amistades», estas «aventuras amorosas» e incluso estos lazos familiares están plagados de malentendidos, sentimientos heridos y explotación recíproca. A largo plazo, tienden a derrumbarse sobre sus débiles cimientos, dejando solo tras de sí sentimientos heridos.
Si te sientes constantemente vacío o traicionado en el terreno de la familia, de las amistades o del amor, las relaciones que estás formando están basadas probablemente en el extravío de la selva oscura. Sencillamente, no podemos hacer un mapa del camino a la felicidad si nos relacionamos con personas que están tan perdidas como nosotros. El camino hacia el amor verdadero, a cualquier cosa verdadera, es el camino hacia la integridad. Nadie puede encontrar el tuyo por ti, y mucho menos dártelo. Pero siempre puedes, sean cuales fueren tus circunstancias, encontrarlo y seguirlo por tu cuenta.
Síntoma número 5 de la selva oscura del extravío:
Fracasos laborales constantes
Tu auténtico yo está muy interesado por el trabajo de tu vida real; pero es posible que le importe un comino cualquier otra cosa. Cuando sigues una profesión que te aleja de tu verdadera personalidad, tu talento y entusiasmo pueden abandonarte como un meritorio aburrido. Cada tarea parecerá tan desagradable como la comida en mal estado, y te dejará igual de débil. Probablemente hayas cometido una serie de errores y hayas hecho descansos desafortunados en el trabajo (en realidad serán descansos afortunados, porque tu verdadera personalidad trata de impedir que te extravíes aún más en la selva oscura, aunque de momento no lo veas así).
He orientado a docenas de personas que se han dedicado a la ingeniería porque les encantaba inventar cosas, o a la vida académica porque les encantaba el saber, o al periodismo porque les gustaba escribir, y luego las ascendían a puestos directivos o administrativos… lo cual detestaban. En ese punto, tras haber abandonado su integridad para hacer cosas que no querían hacer, fracasaban estrepitosamente.
Por ejemplo, un brillante escritor al que llamaré Edgar ascendió en las filas de la industria publicitaria hasta ser jefe de redacción de una importante revista. Y entonces empezó a beber, mucho y en público. Una mañana que visité a Edgar en su despacho, me quedé de piedra al verlo beber de un envase de vino de un pack que había instalado estratégicamente delante de él en el escritorio. Al cabo de un año ya no trabajaba allí.
A otra clienta, Chloe, le encantaba su trabajo de guardia forestal. Entró en política pensando que podía ayudar a proteger el medio ambiente. Tras ser elegida miembro del ayuntamiento de su ciudad, Chloe adquirió la malsana tendencia a dormitar en las reuniones de la junta. En todas las reuniones de la junta. Aunque descansaba lo suficiente, su nuevo trabajo se convirtió en un cenagal de vergüenza y confusión. La gente murmuró. Chloe no volvió a presentarse para las elecciones municipales.
Nuestra cultura define el «éxito» como el ascenso administrativo, así que estas personas no entendían por qué se habían hundido y quemado después de haber rendido de un modo óptimo. Pero desde mi punto de vista, estos fracasos «inexplicables» eran muy lógicos: a Edgar le gustaba la literatura, no dirigir una revista. A Chloe le gustaba estar sola en el bosque, no sentarse en despachos con más gente. Ambos se escindieron por dentro por aspirar a hacer cosas que, a otro nivel, sabían que detestaban.
Hay infinitas maneras de ganarse la vida. A cierto nivel (un nivel profundo, instintivo) sabes cuáles te vendrán como anillo al dedo. Inmediatamente te das cuenta de si un trabajo requiere que dejes a un lado tus verdaderos deseos. La percepción de tu verdadero interés laboral puede que esté enterrada debajo de varias capas de falsas creencias culturales. Pero sigue ahí, como una flor que se esfuerza por crecer entre el lodo tóxico. Si continuas resistiéndote a tus impulsos más sinceros, te darás cuenta poco a poco de que lo que estás haciendo para ganarte la vida te está convirtiendo en un muerto viviente.
Síntoma número 6 de la selva oscura del extravío:
Malas costumbres que no puedes dejar
Ya estamos viendo que la selva oscura del extravío, como suele decirse, es un asco. Así que no es de extrañar que cuando estamos en ella busquemos a menudo algo que alivie el dolor. Soy una gran entusiasta de vivir mejor gracias a la química, y te animaré sin dudarlo a utilizar medicamentos útiles bajo la supervisión del médico. Pero muchos pobladores de la oscura selva a menudo vamos un paso, o miles de pasos, por delante de las soluciones psicofarmacéuticas. Constantemente deseamos mejorar nuestro estado de ánimo, como sea. Con cualquier cosa. Un poco más de cerveza, un poco más de nicotina, un poco más de cocaína, un poco más de todo.
El aturdimiento químico resultante puede hacer que nos extraviemos muchísimo. He tratado a personas que vagaban como autómatas insensibles por la selva oscura del extravío, incluido un hombre que engullía diariamente más de doscientas pastillas de OxyContin (clorhidrato de oxicodona). Me dijo que era «casi suficiente».
Cuando nos sentimos fundamentalmente perdidos, afligidos por la falta de propósito, con estados de ánimo pesimistas y empleos malos, cualquier cosa que estimule los centros cerebrales del placer puede inducirnos a la adicción. Entre los más comunes, además del dinámico dúo de las drogas y el alcohol, están las apuestas, la sexualidad, las relaciones tempestuosas, ir de compras, comer compulsivamente y navegar día y noche por internet sin detenerse a dormir, a comer y ni siquiera a orinar. Yo misma he pasado horas resolviendo problemas urgentes que solo eran píxeles de luz coloreada en mi teléfono móvil. (Aunque en mi defensa diré que estos caramelos no despertaban pasiones por sí mismos).*
Si te sientes incapaz de frenar una actividad, si estás gastando en ella el dinero del alquiler de la casa, si te escondes de los demás y sientes que una temible obsesión te consume lentamente, tu primer paso hacia la integridad (un gran paso) sería reconocer que eres un adicto. A partir de ahí, ya puedes comenzar a recuperar la integridad, si no con los métodos de este libro, con algún tipo de rehabilitación. Pase lo que pase, si no sales de la selva oscura del extravío, te resultará casi imposible deshacerte de tus malos hábitos. Al final es posible que acaben contigo.
Los problemas que he enumerado no son los únicos síntomas de haber perdido la integridad, pero por lo que he observado, son los más comunes. Revelan lugares en los que negamos nuestros problemas, en los que no estamos en armonía con nuestras auténticas percepciones, nuestros deseos y nuestro saber instintivo. A continuación te propongo un pequeño examen para saber si estás muy extraviado en la selva oscura o solo un poco.
* Se refiere al juego Candy Crush («pasión por los caramelos») y sus derivaciones (N. del T.).