El poder de la palabra trata de la magia de las palabras y del lenguaje. El lenguaje constituye uno de los componentes fundamentales a partir de los cuales construimos nuestros modelos mentales del mundo, y puede ejercer una tremenda influencia sobre el modo en que percibimos la realidad y respondemos ante ella. El lenguaje verbal constituye una característica exclusiva de la especie humana, siendo considerado como uno de los principales factores que nos distinguen de las demás criaturas. El gran psiquiatra Sigmund Freud, por ejemplo, opinaba que las palabras son el instrumento básico de la conciencia humana y que, como tal, tienen poderes muy especiales. Como él mismo expuso:
Palabras y magia fueron al principio una y la misma cosa, e incluso hoy las palabras siguen reteniendo gran parte de su poder mágico. Con ellas podemos darnos unos a otros la mayor felicidad o la más grande de las desesperaciones, con ellas imparte el maestro sus enseñanzas a sus discípulos, con ellas arrastra el orador a quienes le escuchan, determinando sus juicios y sus decisiones. Las palabras apelan a las emociones y constituyen, de forma universal, el medio a través del cual influimos sobre nuestros congéneres.
Los patrones de El poder de la palabra proceden del estudio del modo en que el lenguaje ha sido y puede ser utilizado para influir sobre la vida de las personas. Consideremos, por ejemplo, los casos siguientes:
Una agente de policía recibe orden de acudir urgentemente a una vivienda para atender un incidente de violencia doméstica. Sabe que es precisamente en esta clase de situaciones en las que más peligra su integridad física. A la gente no le gusta que la policía se meta en sus asuntos familiares, sobre todo si se trata de personas violentas e irritadas. Al aproximarse a la vivienda en cuestión, la agente escucha voces y chillidos procedentes del interior de aquélla. Un hombre está gritando fuertemente y se oye el ruido de objetos al ser arrojados contra la pared, junto con los chillidos de terror de una voz femenina. De repente sale volando a través de la puerta de entrada un televisor, que va a estrellarse contra el suelo para hacerse añicos ante los pies de la agente. Ésta se precipita hacia la puerta y comienza a golpearla con todas sus fuerzas. Del interior de la vivienda surge una voz de trueno que pregunta:
—¡¿Quién demonios es?!
La agente echa una mirada de reojo a los restos del televisor, esparcidos por el lugar donde ella estaba tan sólo un par de segundos antes, y responde:
—Servicio de reparación de televisores.
Tras unos instantes de silencio sepulcral, el hombre de dentro estalla en una sonora carcajada y abre la puerta, permitiendo que la agente haga su trabajo sin más violencia ni enfrentamientos. Como más tarde comentaría, aquellas afortunadas palabras le sirvieron a la agente mucho más que meses de preparación física para el combate cuerpo a cuerpo.
Un joven se halla internado en el ala de psiquiatría de un hospital mental, donde está siendo tratado de su creencia de ser «Jesucristo». Pasa sus días sin hacer nada, deambula por la sala y predica a los demás pacientes, que lo ignoran sistemáticamente. Hasta el momento, ni los psiquiatras ni los cuidadores han tenido el menor éxito en sus intentos por persuadirle de que abandone su ofuscación hasta que, un buen día, llega un nuevo psiquiatra. Tras observar discretamente al paciente durante un tiempo, el recién llegado se acerca al joven y le dice:
—Tengo entendido que tienes experiencia como carpintero.
A lo que el otro le responde, sorprendido:
—Bueno… sí… más o menos.
Entonces el psiquiatra le explica que están construyendo una nueva instalación en la sala de recreo y que necesitan a alguien que sepa manejar la madera.
—Tu ayuda nos sería de gran utilidad —prosigue el psiquiatra—. Bueno, si es que eres de la clase de persona que gusta de ayudar a los demás.
Incapaz de negarse, el paciente decide prestarse al juego. Se implica en el proyecto y establece nuevas amistades con otros pacientes y con los obreros que trabajan en la construcción. Finalmente consigue establecer relaciones sociales normales, dejar el hospital y conseguir un empleo estable.
Un paciente despierta de la anestesia en la sala de recuperación de un hospital, tras una intervención quirúrgica. El cirujano va a verlo para informarle del resultado de la operación. Medio aturdido aún por los efectos de la anestesia y en cierta medida ansioso, el paciente le pregunta al médico cómo ha ido la intervención. Éste le responde:
—Lamento traer malas noticias. El tumor que hemos extirpado es canceroso.
Enfrentándose a sus peores temores, el paciente le pregunta:
—¿Y ahora qué?
A lo que el cirujano le responde:
—Bueno, las buenas noticias son que hemos extirpado todo el tumor, en la medida de lo posible… El resto es ahora cosa suya.
Espoleado por el comentario del médico, el paciente comienza a reevaluar su estilo de vida y las posibles alternativas. Hace cambios en su dieta y comienza a hacer ejercicio con regularidad. Reflexionando acerca de lo estresante y poco gratificante que ha sido su vida en los años precedentes a la intervención, se embarca en un proceso de crecimiento personal, clarificando sus creencias, sus valores y su propósito vital. Su vida cambia espectacularmente para mejor y, años más tarde, se siente feliz, libre de su cáncer y más sano de lo que nunca antes había estado.
Un joven que ha estado en una cena con sus amigos y se ha tomado varios vasos de vino, coge su coche para volver a casa en medio de la helada noche invernal. Al tomar una curva, se encuentra delante de él con una persona que cruza la calle. Pisa el freno a fondo, pero el coche patina, golpea al peatón y éste muere. Durante semanas el joven se siente paralizado por el desasosiego y la confusión, sabe que ha acabado con una vida y que ha destrozado una familia de forma irreparable. Siente que el accidente es por completo culpa suya. Si no hubiera bebido tanto, probablemente habría visto antes a aquel peatón y habría podido responder con mayor rapidez y precisión. Sintiéndose cada vez más deprimido, considera incluso la idea de suicidarse. Su tío va a visitarle y, al ver el lamentable estado del muchacho, se sienta a su lado y permanece en silencio unos minutos. Luego, colocando su mano sobre el hombro del sobrino, el hombre le dice con sinceridad y sencillez:
—Seamos o no conscientes de ello, todos corremos peligro constantemente.
De repente, el joven siente como si una nueva luz comenzara a iluminar su vida. Cambia por completo sus hábitos, estudia psicología y se convierte en consejero de víctimas de conductores ebrios y en terapeuta para personas que han sido arrestadas por conducir bajo los efectos del alcohol. De este modo consigue transformarse en una fuerza positiva de cambio y sanación para la vida de muchas personas.
Una muchacha se está preparando para acceder a la universidad. Ha barajado diversas opciones, y lo que más le gustaría sería entrar en la facultad de ciencias empresariales de una de las universidades más prestigiosas de su entorno. Sin embargo, teme que, habida cuenta de la cantidad de solicitudes, no tenga la menor oportunidad de ser aceptada. Tratando de ser más «realista» y de evitar el desengaño, decide presentar solicitudes únicamente para otras opciones más modestas. Mientras rellena los formularios, le explica su razonamiento a su madre, diciéndole:
—Seguro que esa universidad estará inundada de solicitudes.
A lo que su madre le responde:
—Siempre hay sitio para alguien bueno.
Esta sencilla verdad anima a la joven a mandar también su solicitud a esa universidad de sus sueños. Para su sorpresa y deleite, es aceptada y acaba convirtiéndose en una prestigiosa consultora.
Un muchacho trata desesperadamente de aprender a jugar a béisbol. Quiere estar en el equipo con sus amigos, pero parece incapaz de atrapar bien la pelota y ésta le asusta. A medida que el curso y los entrenamientos avanzan, se siente cada vez más desanimado. Finalmente, le dice a su entrenador que piensa dejarlo porque se considera un «mal jugador». El hombre le responde:
—No hay malos jugadores, tan sólo hay personas que no confían en su capacidad para aprender.
Poniéndose de pie frente al chaval, le pone la pelota en su guante y le pide que se la lance. Luego da un paso atrás y se la devuelve con suavidad al muchacho. Paso a paso va aumentando la distancia entre ambos, hasta que el chico recibe y lanza con seguridad a una distancia respetable. Imbuido de la sensación de que sí puede aprender, el chaval vuelve a entrenar hasta convertirse en un miembro valioso para su equipo.
Todos estos ejemplos comparten una característica común: unas pocas palabras cambian para mejor el curso de la vida de alguien, convierten alguna creencia limitadora en una perspectiva más rica, que permite más opciones. Ilustran hasta qué punto las palabras adecuadas en el momento oportuno tienen poder para generar efectos poderosos y positivos.
Por desgracia, también las palabras pueden confundirnos y limitarnos. Las palabras inadecuadas en el momento inoportuno pueden resultar dañinas y destructivas.
Este libro trata del poder benéfico o perjudicial de las palabras y de las distinciones que determinan el tipo de impacto que esas palabras van a tener, así como de los patrones de lenguaje a través de los cuales podemos transformar afirmaciones perjudiciales en declaraciones positivas.
La prestidigitación consiste en el arte de practicar la «magia» a corta distancia, a la vista de todos. Esta clase de magia se caracteriza por la experiencia «ahora lo ves, ahora no lo ves». Por ejemplo, un espectador coloca el as de espadas sobre la baraja pero, cuando vuelve a mirar la carta, ésta se ha «transformado» en la reina de corazones. Los patrones verbales de El poder de la palabra tienen una cualidad «mágica» en cierto modo parecida, puesto que consiguen a menudo provocar cambios espectaculares, tanto en la percepción como en las presuposiciones sobre las que se basa cada percepción en particular.
Lenguaje y Programación Neurolingüística
El presente estudio se basa en los patrones y las precisiones de la Programación Neurolingüística o PNL. Ésta se ocupa de la influencia que el lenguaje tiene sobre nuestra programación mental y demás funciones de nuestro sistema nervioso. La PNL trata asimismo del modo en que nuestra programación mental y nuestro sistema nervioso se reflejan tanto en nuestro lenguaje como en los patrones lingüísticos que empleamos.
La esencia de la Programación Neurolingüística estriba en que el funcionamiento de nuestro sistema nervioso («neuro») está íntimamente vinculado a nuestra capacidad para el lenguaje («lingüística»). Las estrategias («programas») a través de las que nos organizamos y conducimos nuestro comportamiento están construidas sobre patrones neurológicos y verbales. En su primer libro, The Structure of Magic (1975), Richard Bandler y John Grinder, cofundadores de la PNL, pugnaban por definir algunos de los principios ocultos tras la aparente «magia» del lenguaje a la que se refiere Freud:
Todos los logros de la especie humana, tanto en lo positivo como en lo negativo, han implicado la utilización del lenguaje. Como humanos, empleamos el lenguaje de dos formas. En primer lugar para representar nuestra experiencia, en una actividad que denominamos razonar, pensar, fantasear o ensayar. Cuando utilizamos el lenguaje como sistema de representación, estamos creando un modelo de nuestra experiencia. Este modelo del mundo, que hemos creado por medio del uso representativo del lenguaje, se basa en nuestras percepciones del mundo, y éstas están, a su vez, determinadas en parte por nuestro modelo de representación… En segundo lugar, nos servimos del lenguaje para comunicarnos unos a otros nuestro modelo o representación del mundo. A esta actividad consistente en la utilización del lenguaje como medio de comunicación la denominamos hablar, discutir, escribir, conferenciar o cantar.
Según Bandler y Grinder, el lenguaje nos sirve como medio tanto para representar o crear modelos de nuestra experiencia como para comunicarnos acerca de los mismos. En realidad, los griegos antiguos tenían nombres distintos para cada una de estas dos utilizaciones del lenguaje. Empleaban los término rhema para referirse a las palabras utilizadas como medio de comunicación, y logos para denotar las palabras relacionadas con el pensamiento y la comprensión. Rhema (ρημα) equivalía a una expresión, a «palabras como cosas», mientras que logos (λογοσ) se refería a las palabras relacionadas con la «manifestación de la razón». El gran filósofo griego Aristóteles describía como sigue la relación entre palabras y experiencia mental:
Las palabras habladas son los símbolos de la experiencia mental, mientras que las palabras escritas lo son de las palabras habladas. Del mismo modo que no todos los hombres tienen la misma escritura, tampoco tienen los mismos sonidos hablados. Sin embargo, las experiencias mentales que ambas expresiones directamente simbolizan son las mismas para todos, del mismo modo que lo son todas las cosas de las cuales nuestras experiencias son imágenes.
La afirmación aristotélica de que las «palabras» simbolizan nuestra «experiencia mental» nos recuerda el concepto de PNL consistente en que las palabras, tanto habladas como escritas, son «estructuras superficiales», transformaciones a su vez de otras «estructuras profundas». Como resultado de todo ello, las palabras tienen poder, tanto para reflejar como para moldear las expresiones mentales. Ello las convierte en herramientas poderosas para el pensamiento, así como para otros procesos mentales, tanto conscientes como inconscientes. Accediendo a esas estructuras profundas subyacentes a las palabras específicas utilizadas por cualquier persona, podremos identificar e influir, al nivel más profundo, las operaciones mentales que los patrones de lenguaje de esa persona reflejan.
Desde esta perspectiva, el lenguaje no es tan sólo un «epifenómeno» o un conjunto de signos arbitrarios por medio de los cuales nos comunicamos acerca de nuestra experiencia mental, sino que constituye también una parte crucial de esta misma experiencia mental. Como señalaran Bandler y Grinder:
El sistema nervioso, responsable del sistema representacional del lenguaje, es el mismo sistema nervioso por medio del cual los humanos producimos todos y cada uno de los diferentes modelos del mundo (visual, cinestésico, etc.). En cada uno de ambos sistemas actúan los mismos principios estructurales.
Por consiguiente, en nuestros sistemas de representación interna, el lenguaje puede ser paralelo e incluso substituir a las experiencias y las actividades. Una importante implicación consiste en que «hablar de algo» puede hacer mucho más que reflejar simplemente nuestras percepciones: puede en realidad crear o modificar esas percepciones. Ello implica un papel especial y particularmente profundo para el lenguaje en el proceso de cambio y sanación.
En la filosofía de la Grecia antigua, por ejemplo, se consideraba que el logos constituía el principio controlador y unificador del universo. Heráclito (540-480 a. C.) definía el logos como el «principio universal a través del cual todas las cosas estaban interrelacionadas y sucedían todos los acontecimientos naturales». Para los estoicos, logos era el principio regidor y generador, inmanente y activo en toda realidad y omnipresente en todo cuanto existe. Según Philo —filósofo judío griegoparlante, contemporáneo de Jesús—, logos era el punto intermedio entre la realidad última y el mundo perceptible.
La piedra angular, tanto de El poder de la palabra como del enfoque al lenguaje de la PNL, consiste en el principio de que «el mapa no es el territorio». Formulado inicialmente por Alfred Korzybski (1879-1950), fundador de la Semántica General, reconoce la distinción fundamental entre nuestros mapas del mundo y el propio mundo. La filosofía del lenguaje de Korzybski ha significado una de las influencias más poderosas en el desarrollo de la PNL. La combinación de su trabajo en el área de la semántica con la teoría sintáctica de gramática trasformacional de Noam Chomsky constituye el núcleo de gran parte del aspecto «lingüístico» de la Programación Neurolingüística.
En Science and Sanity (1933), su obra capital, Korzybski afirma que el progreso del ser humano es, en gran medida, una consecuencia de la superior flexibilidad de sus sistemas nerviosos, capaces de formar y utilizar representaciones simbólicas o mapas. El lenguaje, por ejemplo, constituye un tipo de mapa o modelo del mundo que nos permite resumir o generalizar nuestras experiencias y transmitirlas a otros humanos, ahorrándoles así la necesidad de tener que cometer de nuevo los mismos errores, o de reinventar lo que ya ha sido previamente descubierto. Esta clase de capacidad lingüística generalizadora de los humanos —señala Korzybski— explica la diferencia abismal entre nuestro progreso y el de los animales, al mismo tiempo que su mal uso y su mala comprensión constituyen también la explicación de nuestros problemas. Korzybski sugiere que los humanos necesitan ser adecuadamente entrenados en la utilización del lenguaje con el fin de evitar las confusiones y los conflictos innecesarios que surgen de la confusión entre el «mapa» y el «territorio».
La ley de individualidad de Korzybski, por ejemplo, declara que «no hay dos personas, dos situaciones o dos etapas de un proceso que sean iguales en detalle». Korzybski señala que disponemos de un número de conceptos y palabras muy inferior al de experiencias únicas, lo cual tiende a conducir a la identificación o «confusión» entre dos o más situaciones, fenómeno que se conoce en PNL como «generalización» o «ambigüedad». Por ejemplo, la palabra «gato» es comúnmente aplicada a millones de animales individualmente distintos, al «mismo» animal en diferentes etapas de su vida, a nuestras imágenes mentales, a ilustraciones y fotografías, a una palabra de cuatro letras, o incluso metafóricamente (ojos de gata) a las personas. Así pues, cuando alguien utiliza el término «gato», no está siempre claro si se está refiriendo a un animal de cuatro patas, a una palabra de cuatro letras, o a un homínido de dos piernas.
Korzybski consideraba importante enseñar a las personas el modo de reconocer y trascender sus hábitos lingüísticos, para que pudieran así comunicarse más eficazmente y apreciar mejor las características únicas de sus experiencias cotidianas. Trató de desarrollar herramientas que ayudaran a la gente a evaluar sus experiencias, menos por las implicaciones de su lenguaje cotidiano y más por las realidades irrepetibles de su situación particular. El objetivo de Korzybski consistía en estimular a las personas a posponer sus reacciones inmediatas y a buscar las características únicas de la situación junto con interpretaciones alternativas.
Como ha quedado dicho, las ideas y los métodos de Korzybski constituyen una de las bases de la PNL. De hecho, el propio Korzybski señaló, en 1941, a la «neurolingüística» como área de estudio importante en relación con su semántica general.
La PNL postula que todos tenemos nuestra propia visión del mundo, así como que esta visión se basa en los mapas internos que hemos ido construyendo a través de nuestro lenguaje y de nuestros sistemas sensoriales de representación, como resultado de nuestras experiencias vitales individuales. Son estos «mapas lingüísticos» los que determinarán, más que la propia realidad, cómo interpretaremos el mundo que nos rodea, cómo reaccionaremos ante él, qué significado extraeremos de nuestras experiencias y cuál daremos a nuestros comportamientos. Como señala el Hamlet de Shakespeare: «No hay más bien ni mal que el que el pensamiento construye».
En The Structure of Magic, Vol. I (1975), su primer libro, los cofundadores de la PNL Richard Bandler y John Grinder señalaron que la diferencia entre quienes responden eficazmente al mundo que les rodea y quienes lo hacen deficientemente está, en gran medida, en función de su modelo interno del mundo:
Las personas que responden creativamente y se las arreglan con eficacia… son las que poseen una representación o un modelo ricos de su situación, en la que perciben un amplio abanico de posibilidades donde elegir su acción. Las otras creen tener pocas opciones, ninguna de las cuales les resulta atractiva… Hemos descubierto que no es que el mundo sea demasiado limitado para ellas, o que no dispongan de opciones, sino que se bloquean y no pueden ver las opciones y las posibilidades que se abren ante ellas, debido a que éstas no encajan en sus modelos del mundo.
La distinción de Korzybski entre mapa y territorio implica que nuestros modelos mentales de la realidad determinan, más que la propia realidad, el modo en que actuaremos. Por consiguiente, es importante que expandamos sin cesar nuestros mapas del mundo. En palabras del gran científico Albert Einstein: «Nuestra forma de pensar genera problemas que la misma clase de pensamiento nunca logrará resolver».
Una de las creencias fundamentales en la PNL consiste en que, dada una misma realidad, si enriqueces o expandes tu mapa del mundo podrás percibir más opciones disponibles. Como resultado de ello, actuarás con más eficacia y mayor sabiduría, sea lo que sea lo que estés haciendo. Una de las misiones prioritarias de la PNL consiste en crear herramientas (como los patrones de El poder de la palabra) que ayuden a las personas a ampliar y enriquecer sus mapas internos de la realidad. Según la PNL, cuanto más extenso y rico sea tu mapa del mundo, más posibilidades tendrás para manejar los retos que la realidad te plantee.
Desde la perspectiva de la PNL, no hay ningún mapa del mundo «verdadero» o «correcto». Cada cual tiene el suyo y ninguno es más «bueno» o «real» que otro. Lo que sucede es que las personas más eficaces son aquellas cuyo mapa del mundo les permite percibir el mayor número posible de posibilidades y perspectivas. Su forma de percibir el mundo, organizarse y responder ante él es mucho más rica.
Nuestros mapas del mundo pueden ser contrastados con nuestra experiencia del mismo. «Experiencia» se refiere aquí al proceso de experimentar, sentir y percibir tanto el mundo que nos rodea como nuestras reacciones ante él. Nuestra «experiencia» de una puesta de sol, de una discusión o de unas vacaciones está directamente relacionada con nuestra percepción personal de estos acontecimientos, así como con nuestra participación en los mismos. Según la PNL, nuestras experiencias se construyen a partir de la información sobre el medio externo que recibimos a través de los órganos sensoriales, junto con los recuerdos, las fantasías, las sensaciones y las emociones asociadas que emergen de nuestro propio interior.
Utilizamos también el término «experiencia» para referirnos al conocimiento acumulado a lo largo de nuestra vida. Toda la información que nos llega por medio de los sentidos es constantemente codificada o envuelta en conocimiento precedente. De este modo, nuestra experiencia constituye la materia prima a partir de la cual creamos nuestros propios mapas o modelos del mundo.
Experiencia sensorial se refiere a la información recibida a través de los órganos sensoriales (ojos, oídos, piel, nariz y boca), así como al conocimiento del mundo externo derivado de esta información. Los órganos sensoriales constituyen las facultades por las que los humanos y otros animales perciben el mundo que les rodea. Cada canal sensorial actúa como un filtro que responde a un rango determinado de estímulos (ondas luminosas, ondas sonoras, contacto físico, etc.), que variará según la especie de que se trate.
A modo de primera interfaz con el mundo que nos rodea, los sentidos constituyen nuestras «ventanas al mundo». Toda la información de la que disponemos acerca de nuestra existencia física procede de estas ventanas sensoriales. Por esta razón la PNL valora en extremo la experiencia sensorial y la considera como la fuente primordial de todo nuestro conocimiento acerca del medio externo, así como la materia prima fundamental para la construcción de nuestros modelos del mundo. El aprendizaje, la comunicación y el modelado eficaces hunden por igual sus raíces en la experiencia sensorial.
La experiencia sensorial puede ser contrastada con otras clases de experiencias, como la fantasía o la alucinación, generadas desde el cerebro del individuo en lugar de percibidas por los sentidos. Además de la experiencia procedente de los sentidos, los humanos tenemos también una red interna de información y conocimiento, construida a partir de experiencias generadas internamente, tales como los «pensamientos», las «creencias», los «valores» y el sentido de «sí mismo». Esta red interna de conocimiento genera otra serie de filtros «internos» que enfocan y dirigen nuestros sentidos y que actúan asimismo para eliminar, distorsionar y generalizar los datos recibidos a través de ellos.
La experiencia sensorial constituye el medio principal por el que obtenemos información nueva acerca de la realidad, y con ella enriquecemos nuestro particular mapa del mundo. A menudo, el conocimiento previo existente actúa a modo de filtro para la experiencia sensorial nueva, valiosa en potencia. Una de las misiones de la PNL consiste precisamente en ayudar a las personas a enriquecer la cantidad de experiencia sensorial que son capaces de recibir, ensanchando lo que Aldous Huxley denominó «válvula reductora» de la conciencia. Richard Bandler y John Grinder no se cansaban de encarecer a sus alumnos que «utilizaran la experiencia sensorial» en lugar de proyectar o alucinar.
De hecho, la mayoría de técnicas de PNL se basan en habilidades de observación enfocadas a tratar de maximizar nuestra experiencia sensorial directa de cada situación. Según el modelo de la PNL, el cambio eficaz proviene de la capacidad para «recuperar el sentido». Para lograrlo, necesitamos aprender antes a dejar caer nuestros filtros internos y obtener una experiencia sensorial directa del mundo que nos rodea. De hecho, una de las habilidades básicas más importantes de la PNL consiste en alcanzar el estado de «alerta». Se trata de un estado en el que la conciencia sensorial del individuo está concentrada en el medio externo, en el «aquí y ahora». El estado de alerta, junto con el aumento de experiencia sensorial que le acompaña, nos ayudan a percibir y disfrutar con mayor plenitud la vida y las abundantes oportunidades de aprendizaje que nos rodean.
Así pues, nuestra «experiencia» de algo puede ser contrastada con los «mapas», las «teorías» o las «descripciones» acerca de esa experiencia. La PNL distingue entre experiencia primaria y secundaria. La experiencia «primaria» consiste en la información que recibimos y percibimos realmente a través de los sentidos, mientras que la experiencia «secundaria» trata de los mapas verbales y simbólicos que creamos para representar y organizar nuestras experiencias primarias. La experiencia primaria es una función de nuestras percepciones directas del territorio circundante. La experiencia secundaria deriva de nuestros mapas mentales, de las descripciones e interpretaciones de estas percepciones, y está sujeta por lo tanto a eliminación, distorsión y generalización significativas. Cuando experimentamos algo directamente, no tenemos conciencia ni pensamientos disociativos acerca de lo que sentimos y experimentamos.
Nuestra experiencia es la materia prima a partir de la cual creamos nuestros modelos del mundo.
Es nuestra experiencia primaria la que aporta vibración, creatividad y sensación de singularidad a nuestra vida. Nuestra experiencia primaria es por fuerza mucho más rica y completa que cualquier mapa o descripción que consigamos hacer de ella. Las personas con éxito y que disfrutan de la vida tienen la capacidad de experimentar directamente más del mundo, y no se limitan a diluirlo en los filtros de lo que «deberían» experimentar o esperan experimentar.
Desde la perspectiva de la PNL, nuestra experiencia subjetiva es nuestra «realidad», y es prioritaria ante cualquier teoría o interpretación con ella relacionada. La PNL no cuestiona la validez subjetiva de las vivencias «fuera de lo corriente» que las personas puedan tener, como las experiencias «espirituales» o de «vidas pasadas». Las teorías y las interpretaciones relacionadas con las causas o las implicaciones sociales de las experiencias podrán ser discutidas y cuestionadas, pero la experiencia en sí misma forma indudablemente parte de los datos esenciales de nuestra vida.
Los procesos y los ejercicios de la PNL ponen el énfasis sobre la experiencia. Las actividades basadas en la Programación Neurolingüística (sobre todo las de descubrimiento) tienden a «conducir con la experiencia». Una vez en condiciones de experimentar algo directamente, sin la contaminación de juicios y evaluaciones, nuestras reflexiones sobre esa experiencia pueden ser mucho más ricas y significativas.
Como cualquier otro concepto o modelo de PNL, El poder de la palabra nos ayuda a cobrar conciencia de los filtros y los mapas, susceptibles de bloquear o distorsionar nuestra experiencia del mundo y su potencial. Desde esta nueva conciencia ampliada de estas limitaciones, podemos también comenzar a librarnos de ellas. El propósito de los patrones de El poder de la palabra es el de ayudar a la gente a enriquecer sus perspectivas, a ampliar sus mapas del mundo y a restablecer la conexión con su experiencia.
En general, los patrones de El poder de la palabra pueden ser considerados como «reencuadres verbales», que influyen tanto sobre las creencias como sobre los mapas mentales a partir de las que éstas se han formado. Los patrones de El poder de la palabra operan sobre la base de llevar a la persona a encuadrar o reencuadrar sus percepciones en relación con determinada situación o experiencia, invitándola a «puntuar» sus experiencias de forma diferente y a adoptar distintas perspectivas.
Cómo el lenguaje encuadra la experiencia
Las palabras no tan sólo representan nuestra experiencia, sino que, a menudo, la «encuadran». Y lo hacen mostrando en primer plano ciertos aspectos de la experiencia y dejando otros en la sombra. Consideremos, por ejemplo, palabras conectivas como «pero», «y» o «aunque». Cuando conectamos ideas o experiencias con esta clase de palabras, enfocamos la atención sobre distintos aspectos de ellas. Cuando una persona nos dice que «Hoy es un día soleado, pero mañana lloverá», nos mueve a centrar más nuestra atención sobre la preocupación de la lluvia de mañana que sobre el buen día que hace hoy. Si alguien, en cambio, conecta ambas frases con la palabra «y» —«Hoy luce el sol y mañana lloverá»—, el resultado queda equilibrado. Finalmente, si la palabra conectiva es «aunque» —«Hoy luce el sol, aunque mañana lloverá»—, el efecto resultante consiste en centrar nuestra atención sobre la primera parte de la manifestación —el buen día que hace hoy—, dejando la otra en segundo término.
Algunas palabras «enmarcan» nuestras experiencias, colocando en primer plano ciertos aspectos de las mismas.
Esta clase de encuadre y «reencuadre» verbal ocurre en todos los casos, con independencia de cuál sea el contenido que se expresa. Por ejemplo, las afirmaciones «Hoy me siento feliz, pero sé que no durará», «Hoy me siento feliz y sé que no durará» y «Hoy me siento feliz, aunque sé que no durará», generan cambios de énfasis similares a los de las declaraciones anteriores, referentes a la climatología. Lo mismo sucede con las expresiones «Deseo alcanzar mi objetivo, pero tengo un problema», «Deseo alcanzar mi objetivo y tengo un problema» y «Deseo alcanzar mi objetivo, aunque tengo un problema».
Cuando alguna estructura se ajusta de este modo a diferentes contenidos, la denominamos patrón. Algunas personas, por ejemplo, funcionan con un patrón habitual que minimiza constantemente el lado positivo de su experiencia con la palabra «pero».
Esta clase de marco verbal puede influir en gran medida sobre el modo en que interpretamos afirmaciones y situaciones concretas y, por ende, en el modo en que respondemos ante ellas. Veamos la siguiente afirmación: Puedes lograr lo que te propongas si estás dispuesto a trabajar duro.** Se trata de una creencia sumamente afirmadora y potenciadora, que conecta dos partes significativas de la experiencia en una relación de causa y efecto: «lograr lo que te propongas» y «estar dispuesto a trabajar duro». «Lograr lo que te propongas» constituye sin duda algo sumamente motivador. Sin embargo, eso de «trabajar duro» ya no es tan apetecible. No obstante, al ir unidos ambos conceptos con «lograr lo que te propongas» en primer lugar, el conjunto genera un fuerte sentido de motivación, que conecta un sueño o un deseo con los recursos necesarios para convertirlo en realidad.
Observa ahora lo que sucede si le das la vuelta a la expresión y dices: «Si estás dispuesto a trabajar duro, podrás lograr lo que te propongas». Aunque las palabras utilizadas sean las mismas, su impacto queda de algún modo disminuido debido a que la disposición a «trabajar duro» ha sido colocada en primer término de la secuencia. El resultado final se parece más a un intento para convencer a alguien de que trabaje duro, que a una afirmación de que podrá «lograr lo que se proponga». En esta segunda versión, «lograr lo que se proponga» parece más bien una eventual recompensa por haber «trabajado duro». En la primera afirmación, en cambio, «trabajar duro» quedaba enmarcado como un recurso interno, necesario para «lograr lo que te propongas». Esta diferencia, aunque sutil, puede ejercer un poderoso impacto sobre el modo en que el mensaje es recibido y entendido.
Reencuadrar con «aunque»
Identificar los patrones verbales nos puede permitir crear herramientas lingüísticas que nos ayuden a moldear e influir en el significado que percibimos como resultado de una experiencia. El reencuadre con «aunque» constituye un buen ejemplo. Se trata de un patrón que se aplica simplemente substituyendo la palabra «pero» por «aunque», en cualquier frase en la que «pero» disminuya o minusvalore algún aspecto positivo de la experiencia.
Prueba con los siguientes pasos:
Ejemplo: «He encontrado una solución a mi problema, pero seguro que volverá a surgir de nuevo».
Ejemplo: «He encontrado una solución a mi problema, aunque vuelva a surgir de nuevo».
Esta estructura permite mantener un centro de atención positivo, al mismo tiempo que satisface la necesidad de mantener una perspectiva equilibrada. He descubierto que esta técnica resulta particularmente poderosa en el caso de personas adictas a la clase de patrón «Sí, pero…»