Este tomo completa los dedicados en esta colección a las traducciones de las cartas conservadas de Marco Tulio Cicerón y sus corresponsales. Abarca las veintisiete dirigidas a su hermano Quinto, las veintiséis que se conservan de su intercambio epistolar con Marco Bruto, incluidas las respuestas de este, y los fragmentos transmitidos en otras obras, contando también los «testimonios», que no son propiamente citas literales, pero hacen referencia a alguna o algunas de las cartas no conservadas.
Como apéndice van añadidos, siguiendo las ediciones de la correspondencia ciceroniana en latín, el Commentariolum petitionis, muy probablemente escrito por Quinto Tulio Cicerón, y la Epístola a Octaviano, falsamente atribuida a Marco.
Comenzaremos con una breve presentación de los protagonistas principales.
MARCO TULIO CICERÓN
Sobre la biografía y la obra de Marco Tulio Cicerón, nacido el 3 de enero de 106 y asesinado el 7 de diciembre del 43, ya traté ampliamente en la introducción general que precede al tomo 139 de esta colección (que, tras ser revisado, se reeditó en 2019) y, de manera resumida, en la correspondiente a la versión de las cartas a Ático (tomos 223-224), lo cual me eximiría de volver nuevamente a lo dicho allí. Más aún si se añaden las páginas que preceden a la traducción de las Cartas a los familiares elaboradas por Ana I. Magallón García1. Pero, como cada parte debe tener la suficiente autonomía para ser leída sin necesidad ineludible de acudir a otras, recogeré de forma somera los datos indispensables, tomando como hitos los periodos que abarcan la correspondencia con Quinto (desde finales del 60 o comienzos del 59 hasta septiembre del 54) y Bruto (desde comienzos de abril hasta finales de julio del 43), y deteniéndome sobre todo en ellos.
Cuando escribe la primera carta conservada a su hermano, Marco Tulio, que había contraído matrimonio con Terencia en el 80 y era padre de dos hijos, Tulia, nacida un año después, y Marco, que vino al mundo en el 65, únicos frutos de su unión, había sido cuestor, en Sicilia, el año 75 (lo cual lo convertía automáticamente en senador), edil el año 69, pretor el año 66 y cónsul el año 63, uno después de la muerte de su padre; accedió a todas estas magistraturas con la edad mínima reglamentaria: respectivamente treinta y dos, treinta y ocho, cuarenta y uno y cuarenta y cuatro años.
A esas alturas, pues, estaba en la madurez, como persona, como político y, por supuesto, como orador. Además disfrutaba de un buen patrimonio inmobiliario: tenía sendas uillae en la región del Lacio: Arpino, su ciudad natal (casi a medio camino entre Roma y Nápoles), Túsculo (situada a unos veinticinco kilómetros al sureste de la Urbe, en los montes Albanos2) y Formias (a orillas del Tirreno), adquiridas sucesivamente entre los años 68 y 67. Siete más tarde se haría con la de Pompeya, en la Campania, cerca de Nápoles. Desde el 62 contaba con una casa en el Palatino, la colina situada al sur del foro, la zona residencial más cotizada de Roma3, y dos años después compró una en Ancio, en la zona costera del Lacio, a unos cincuenta y tres kilómetros de Roma hacia el sur. A estas fincas se han de añadir al menos las de Alba4, Ástura, «un lugar delicioso y en el mismo mar»5 que bordea el Lacio, desde donde escribe numerosas cartas, entre el 46 y el 44, comentando, entre otras cosas, sus planes de situar allí un santuario para su hija fallecida, y Puteoli, en la Campania, que heredó del banquero Marco Cluvio el año 45. También manifestó su interés por adquirir una finca en Frusino, a unos veinte kilómetros al oeste de Arpino, a mediados del 48 (Cartas a Ático 215 (XI 4), de 15 de julio), y sigue varios meses intentándolo (Cartas a Ático 224 (XI 13), 4, quizá de mediados de marzo del 47). Por otra parte, para aliviar la pesadez de sus frecuentes viajes por estos lugares y entre ellos y Roma, tenía una serie de «refugios» (deuersoria): en la ruta de la Campania, junto a la vía Apia estaban los de Lanuvio, Minturnas y Sinuesa; entre Roma y Arpino el de Anagnia; entre Arpino y la costa del Tirreno el de Aquino.
El periodo que abarca la correspondencia con Quinto es una etapa de abundante actividad epistolar por parte de Marco; conservamos también cartas dirigidas a Ático y a diversos «familiares».
Es un periodo de tribulaciones para él. Ya en enero del año 60 le dirige a Ático la carta que lleva el número 18 (I 18), donde después de lamentar su soledad, porque ni tiene cerca a su amigo ni tampoco a su hermano, le resume la situación política, insostenible, sobre todo porque empieza lo que él llama «la comedia de Clodio», un personaje nefasto, perteneciente a una de las grandes familias patricias; como escribe en el parágrafo 4, «un tribuno de la plebe, un tal Gayo Herennio [...] quiere convertirlo [...] en plebeyo y propone que todo el pueblo vote esta cuestión de Clodio en el Campo de Marte».
El 15 de marzo está fechada la carta siguiente a Ático; Cicerón le comenta a su amigo que, ante la situación conflictiva en la Galia, el senado decretó enviar allí una legación con plenos poderes para tratar de disuadir a las ciudades galas de aliarse con los helvecios, iniciadores de la guerra. Tras citar los nombres de los elegidos, añade (19 (I 19), 3): «cuando salí el primero en el sorteo de los consulares, el senado, muy concurrido, exclamó a una voz que debía ser retenido en la Urbe. Después de mí, ocurrió lo mismo con Pompeyo».
También se refiere Cicerón a las discusiones sobre una ley agraria (que acabaría fracasando), apoyada por Pompeyo, con quien en esos tiempos, como reitera, mantiene excelentes relaciones. Respecto a esa ley, se esfuerza por evitar perjuicios a particulares, «pues este es mi ejército, el de los terratenientes, como tú sabes» (§ 4).
Dos hechos más cabe destacar de este año: por un lado las dificultades que pasaron los optimates por la conducta intransigente de Catón, que dio lugar al encarcelamiento, si bien solo durante unas horas, del cónsul Quinto Cecilio Metelo Céler, a instancias del tribuno Lucio Flavio, favorable a la ley agraria, que obstaculizaba Metelo6. Por otro la formalización, en diciembre, del llamado «primer triunvirato», que integraron César, Pompeyo y Craso.
En el 59, bajo el consulado de Julio César y Marco Calpurnio Bíbulo, Cicerón se aparta todo lo que puede de la acción política, especialmente tras la elección, como tribuno de la plebe, en marzo o abril, de Publio Clodio, convertido al fin en plebeyo por adopción. Durante los meses que siguen prodiga las críticas a Pompeyo, con cuya actuación política está en desacuerdo. César, por su parte, le ofrece una legación en Galia (que no le obliga a desplazarse al lugar); Cicerón duda si aceptar esta u otra no oficial, que también se le ofrecía, pero cuya índole no le concedía inmunidad ante los ataques de Clodio7.
En relación con su hermano, según le comenta a Ático, se dirige a los cuestores urbanos para tratar un asunto concerniente a las compensaciones monetarias por el tercer año de gobierno que Quinto desempeñó en Asia: si se le hacían en denarios o en cistóforos, la moneda corriente entonces en esa provincia, con la consiguiente pérdida en el cambio8. También muestra cierta confusión respecto a la forma de reaccionar de Quinto precisamente ante la noticia, sobre la cual versa la carta 1, de que se prolonga un año más su periodo de gobierno provincial9.
El 58, con Lucio Calpurnio Pisón Cesonino, suegro de César, y Aulo Gabinio, partidario de Pompeyo, ocupando el consulado, fue un año terrible para Marco Tulio: Publio Clodio se salió con la suya y consiguió la promulgación de la Lex Clodia de capite ciuis Romani, que condenaba a destierro y confiscación de bienes a todo aquel que hubiera hecho ejecutar a un ciudadano romano sin juicio, como ocurrió con los cómplices de Catilina bajo el consulado de Cicerón. Este marcha voluntariamente al exilio la noche del 19 al 20 de marzo, la víspera de que la ley fuese aprobada en los comicios por tribus. Poco después, Clodio consiguió que se aprobara también la Lex Clodia de exsilio Ciceronis, votada el 24 de abril, que lo condenaba a no acercarse a menos de quinientas millas de Italia, equivalentes a setecientos treinta y seis kilómetros10. Cicerón, después de verse rechazado por personas en cuyo apoyo confiaba, permanece durante unos seis meses, desde el 23 de mayo, en Tesalónica (hoy Salónica, capital de Macedonia11), a pesar de que estaba dentro del radio de las quinientas millas, bajo la protección del cuestor Plancio. Desde allí le escribe a Quinto las cartas 3 y 4, donde muestra su tristeza y su inquietud por la situación de ambos. Más tarde se acerca a Italia, llegando a Dirraquio (en la costa occidental de la actual Albania), desde donde envía una carta a Ático el 25 de noviembre12.
En este año, y contra su voluntad, al menos así se lo comenta a Ático, sale a la luz pública en Roma un discurso atacando a Publio Clodio y Escribonio Curión, que había escrito en el 61 y que pretende hacer pasar por falso aduciendo, significativamente, que a su parecer «está más desaliñado que los demás»13. Para colmo, le preocupa el riesgo que corre su hermano de ser acusado de malversación de fondos, por parte del pretor Apio Claudio, a la vuelta de su gobierno provincial14.
En el exterior, como acontecimiento de interés general para Roma, destaca el comienzo de la guerra de las Galias.
El 57 es el año de los cónsules Publio Cornelio Léntulo Espínter, que se mantuvo siempre al lado de Cicerón, y Quinto Cecilio Metelo Nepote, que en principio le era hostil15, aunque acabaría reconciliándose con él. También el del tribunado de Tito Annio Milón, muy ligado a Marco Tulio. El 4 de agosto es votada la Lex Cornelia, así llamada por el nombre el cónsul, que levanta el exilio de Cicerón y le restituye todos sus bienes. Marco Tulio se pone inmediatamente en camino y llega a Roma en loor de multitudes, según le comenta a Ático16, el 4 de septiembre. De inmediato pronuncia un discurso de agradecimiento al senado y otro al pueblo17.
Tras la vuelta tuvo un periodo de agitada vida política, viéndose obligado a defenderse de los ataques de sus enemigos, que lideraban los partidarios de Clodio, y también a pelear para que le fueran restituidos sus bienes confiscados y se reedificaran sus inmuebles, a expensas del estado. Participó además activamente en las complicadas maniobras políticas que provocaba la cada vez mayor radicalización de los dos grandes bandos enfrentados. A principios de septiembre habla a favor de que Pompeyo asuma el aprovisionamiento de trigo, y este propone que él encabece a sus legados para esa tarea. También por esas fechas Quinto recibió el nombramiento de legado en Cerdeña.
Por otra parte, Cicerón soporta enfrentamientos incluso físicos contra las bandas de Publio Clodio, las cuales, el 3 de noviembre, intentan destrozar su vivienda e incendian la de su hermano (a quien habían estado a punto de matar en enero), y lo atacan en la Vía Sacra el 11 de ese mismo mes; un día después la emprenderían con la casa de Milón.
En diciembre intenta, sin éxito, junto con otros políticos, retardar la elección de los ediles para el año siguiente, cargo al que aspiraba Publio Clodio.
Quinto, como veremos, está fuera de Italia, primero en Asia, cumpliendo su tercer año de gobierno, luego en Cerdeña, como legado de Pompeyo, y más tarde en la Galia a las órdenes de César.
A mediados de este año (antes del 5 de agosto) murió Pisón, el primer marido de Tulia, la hija de Marco Tulio.
En el 56, siendo cónsules Gneo Cornelio Léntulo Marcelino, considerado por Cicerón un magistrado excelente18, enemigo de Clodio y opuesto a la alianza de Pompeyo y Craso con César, y Lucio Marcio Filipo, casado con una sobrina de César, continúan los problemas provocados por Publio Clodio, que finalmente fue elegido edil el 20 de enero. A principios de abril Cicerón interviene en el senado oponiéndose a la aplicación en la Campania de la ley agraria impulsada por César. A mediados de ese mes tiene lugar la conferencia de Luca, donde César, Pompeyo y Craso se reúnen con numerosos senadores y magistrados para reafirmar el triunvirato; Cicerón se retira a sus fincas, adonde le llega la noticia de que las bandas de Clodio han intentado asaltar su casa en el Palatino, cosa que no consiguen gracias a la intervención de Milón y los suyos. A finales de ese mes, con la mediación indirecta de Quinto, atenúa su oposición a la política de César, e incluso tiene para él palabras elogiosas en el senado y no aparece cuando se discute la distribución de las tierras en Campania, a la cual, como acabamos de ver, se oponía. A finales de año pronuncia un discurso contra Clodio, hoy perdido.
En lo particular, Cicerón se ocupa de la restauración de sus posesiones y el 4 de abril tiene lugar el segundo matrimonio de su hija Tulia, con Furio Crásipes.
El segundo consulado de Gneo Pompeyo, al que acompaña otro de los triunviros, Marco Licinio Craso, cumpliendo lo acordado en Luca, ocupa el año 55, cuando tiene lugar un nuevo acercamiento de Cicerón al primero, y también la intensificación de un régimen dictatorial, que le disgusta, por lo cual se refugia en las letras siempre que puede, como vemos que le escribe a su hermano ya en febrero19.
A lo largo del 54, año durante el cual desempeñan el consulado Apio Claudio Pulcro, hermano de Publio Clodio, y Lucio Domicio Ahenobarbo, Cicerón, para no enfrentarse a César, a quien trata de acercarlo su hermano (con éxito, según se deduce de la correspondencia20), defiende a varios de sus enemigos. César le encarga que se ocupe del embellecimiento de Roma, junto con Opio, durante los meses de la primavera y el verano. A finales de julio, Cicerón se queja de una notable corrupción electoral21, haciéndose eco del escándalo político provocado por el pacto entre los cónsules del año y los candidatos para el siguiente, Gayo Memmio y Gneo Domicio Calvino. La muerte de Julia, hija de César y esposa de Pompeyo, enfría considerablemente las relaciones entre estos. En noviembre Cicerón es nombrado por Pompeyo su legado en Hispania para el año siguiente, pero, tras algunas dudas, termina rechazando el nombramiento.
Entre el 54 y el 43, Cicerón asiste a la convulsión de la república motivada por la actitud de César, enfrentándose al senado, y la reacción de este. Es elegido augur en el 53, cuando ocupan el consulado Marco Valerio Mesala Rufo y Gneo Domicio Calvino, tras un interregno de enero a julio; ese mismo año otorga la libertad a su esclavo Tirón, su fiel ayudante durante toda la vida. Desde el 31 de julio del 51, el año de los cónsules Marco Claudio Marcelo y Servio Sulpicio Rufo, hasta finales del mismo mes del 50, bajo el consulado de Gayo Claudio Marcelo y Lucio Emilio Paulo, permanece como gobernador en Cilicia, donde lleva a cabo, con la ayuda de Quinto, una serie de empresas militares que obtienen la recompensa de una acción de gracias oficial, no un triunfo, como él deseaba, sometido a deliberación a principios del año siguiente. En abril o mayo del 50, Tulia contrae un tercer matrimonio, con Publio Cornelio Dolabela.
El año 49, el de los cónsules Gayo Claudio Marcelo y Lucio Cornelio Léntulo Crus, está marcado por el comienzo de la guerra civil, a partir del 11 de enero, cuando César cruzó el Rubicón. A Cicerón, tras ser recibido en Roma con grandes aclamaciones, se le asignó el mando militar de la zona de Capua y hasta junio permanece en la Campania, sobre todo en Formias y Cumas. Más tarde se une a Pompeyo y lo acompaña por Macedonia y Epiro. Vuelve luego a Italia, sin acercarse a Roma hasta el desenlace del enfrentamiento que culminó en Farsalia, el 9 de agosto del 48, cuando César, cónsul por segunda vez, junto con Publio Servilio Isáurico, derrota definitivamente a Pompeyo. Marco Tulio permanece un año en Corfú y Brundisio, debido a la prohibición expresa, mediante un edicto, de Marco Antonio, que a la sazón gobernaba Italia como jefe de la caballería de César22. En el 47, el del consulado de Quinto Fufio Caleno y Publio Servilio Isáurico, es perdonado por César y lo vemos reanudando su actividad pública en Roma.
Al año siguiente, siendo cónsules César por tercera vez y Marco Emilio Lépido, se divorcia de Terencia y contrae matrimonio con una jovencita llamada Publilia. La unión dura poco: queda rota pasados unos meses, tras la muerte de Tulia en febrero del 45, uno de los episodios más dolorosos para Marco Tulio, a juzgar por las cartas que escribe en ese periodo. Como decíamos arriba, ese año, durante el cual César vuelve a ocupar el consulado, por cuarta vez, junto con Quinto Fabio Máximo, Cicerón hereda de Cluvio una uilla en Puteoli (hoy Pozzuoli).
Tras la muerte de César el 15 de marzo del 44, intenta una conciliación de las partes enfrentadas, pensando que podrá conseguirla sobre todo con el apoyo del joven Octaviano, el futuro emperador Augusto, que termina por decepcionarlo. La correspondencia con Marco Bruto conservada se circunscribe precisamente a sus últimos meses de vida, ya en el 43, como apuntábamos arriba.
Desde septiembre del año anterior viene enfrentándose con Marco Antonio, que compartía consulado con César y, tras la muerte de este, con Publio Cornelio Dolabela, sobre todo mediante los discursos que él mismo llama Filípicas, en honor de los lanzados por Demóstenes contra Filipo de Macedonia durante la segunda mitad del siglo IV a. C. Los dos primeros fueron pronunciados en septiembre (el 2 y el 19, ante el senado) y los dos siguientes en diciembre (el 20, el primero ante el senado y el segundo ante el pueblo).
Inicia el año 43, bajo los cónsules Gayo Vibio Pansa Cetroniano y Aulo Hircio, con la quinta Filípica (en el senado, durante cuatro sesiones a partir del 1 de enero). Seguirían nueve más (dos en enero23, cuatro en febrero24, dos en marzo25 y la última en abril26) y, probablemente, otros discursos contra el mismo personaje.
Según señala P. White27, durante la que él llama «Guerra senatorial» del 44-43, las cartas de Cicerón en este periodo son las únicas de su carrera en las que figura no como un testigo de asuntos importantes sino como un líder que intenta dirigirlos, utilizando al propio senado. De hecho, a partir de diciembre del 44, comenzó a ocupar el lugar más destacado en esta cámara, y tal situación se mantuvo varios meses. Él mismo hace referencia a ello en la décima cuarta Filípica (parágrafo 20), pronunciada el 21 de abril, cuando dice:
todos [...] recuerdan que el 20 de diciembre encabecé la recuperación de la libertad y que desde el 1 de enero hasta este momento me he desvelado por la república; que mi casa y mis oídos han estado abiertos día y noche a los mandamientos y amonestaciones de todos; que, estuviesen donde estuviesen, todos han sido incitados por mis cartas, mis mensajes, mis exhortaciones a proteger a la patria.
Las cartas que nos ocupan reflejan algunas acciones de esa actividad pública, al margen del enfrentamiento con Marco Antonio: contribuye al elogio fúnebre de Servio Sulpicio Rufo, que había muerto en misión oficial (febrero); defiende la asignación del mando en la guerra de Siria a Gayo Casio y la confirmación de Quinto Cornificio como gobernador en África (marzo); ataca en el senado a Publio Servilio Isáurico, contario a conceder honores a Lucio Munacio Planco; es acusado por los partidarios de Marco Antonio de intentar un golpe de estado y exonerado de culpa por la asamblea del pueblo; tras la derrota de Marco Antonio cerca de Módena, sobre la que volveremos, pronuncia un discurso en el foro (abril) y aun debió de intervenir en el senado, tratando diversos asuntos, entre los meses de mayo y julio.
En noviembre, tras la constitución, el día 11, del llamado segundo triunvirato, los Triumuiri Rei Publicae Constituendae Consulari Potestate, encontrándose en su finca de Túsculo, con Quinto y el hijo de este, recibe la noticia de que los triunviros han acordado darle muerte. Poco después marchan los tres a Ástura, en la costa, con intención de hacerse a la mar hasta la provincia de Macedonia, donde se encontraba su hijo Marco, junto a Bruto. Su hermano y su sobrino vuelven a Roma para proveerse de medios y son asesinados, mientras él se dirige por mar hacia Circeo y luego a Gaeta, para refugiarse en Formias; cuando escapaba por un bosque cercano a esta ciudad, fue asesinado por el centurión Herennio y el tribuno Popilio, como relata Plutarco28, el 7 de diciembre. El mismo Plutarco29 y otros historiadores (Tito Livio30, Apiano31) se hacen eco de la noticia de que, cuando le fueron llevadas a Marco Antonio la cabeza de Cicerón y las manos con las que había escrito las Filípicas, el triunviro se encontraba celebrando los comicios consulares e hizo colocar estos despojos en los rostra a la vista del pueblo.
QUINTO TULIO CICERÓN32
Las principales fuentes para la historia del hermano de Marco Tulio están precisamente en la correspondencia de este y también en varios de sus discursos y tratados. Asimismo nos han llegado referencias de cierta extensión en La guerra de las Galias de César y en la Vida de Ático de Cornelio Nepote, sobre todo a propósito de sus relaciones matrimoniales, pues, como veremos, estaba casado con la hija del gran amigo de su hermano, y varios textos epigráficos relacionados con él33.
No conocemos con exactitud el año de su nacimiento: la mayoría de los investigadores se inclinan por el 102 a. C., si bien no cabe descartar una fecha algo posterior. Ciertamente tenía menos edad que Marco, su único hermano, al cual debió de acompañar con frecuencia en los estudios, sobre todo griegos (fue con él, por ejemplo, a Atenas en el año 79), como se deduce de las reiteradas referencias de Marco al aprendizaje conjunto.
Respecto a la vida privada, sabemos que se casó con Pomponia, la hermana de Tito Pomponio Ático, al parecer, en el 68, el año de su cuestura, o en el 67. Pomponia, que pertenecía a una familia muy rica y más influyente que la suya, era algo mayor que él y persona de trato difícil, a juzgar por las referencias del propio Marco Tulio. Las relaciones entre ambos causaron no pocos disgustos a este y a Ático y terminaron con el divorcio, en el 45 o 44, después de casi un cuarto de siglo de difícil convivencia. Tuvieron un hijo, Quinto Tulio Cicerón, al que su tío profesaba un gran cariño, según reflejan numerosos pasajes de la correspondencia.
En el aspecto económico, se sabe que poseía numerosas propiedades inmuebles, geográficamente menos dispersas que las de Marco. En carta a Ático de 13 de febrero del 6134, ya habla este de que, tras hacerse con «las tres cuartas partes restantes del edificio» del barrio del Argileto, indudablemente una casa de pisos, «intenta vender su posesión de Túsculo a fin de comprar, si es posible, la casa de Pacilio», que tal vez sea la que tuvo en el Palatino, próxima a la del propio Marco35. En la carta 7, de febrero del 56 (§ 7), este menciona una vivienda propiedad de Quinto en el barrio de las Carinas, alquilada por los Lamia: en ella se ha querido ver la casa paterna que le había cedido su hermano36, al trasladarse al Palatino en el 62.
Fuera de Roma, Marco se refiere a varias posesiones en Arpino, donde Quinto se encontraba con Pomponia en noviembre del 6837; una de ellas, «Laterio», es mencionada en las cartas 10 (II 6), 4, de abril del 56, y 21 (III 1) 4, de septiembre del 54; esta contiene extensas referencias a otras propiedades dentro del territorio de Arpino: la de Arcano, entre Arpino y Aquino, la finca «de Manilio», que no estaría muy lejos de ella (§§ 1-2), y, «avanzando por la vía Vitularia», la comprada a Fufidio por 101.000 sestercios (§ 3); a continuación, dentro del mismo parágrafo, Marco dedica unas líneas a la finca que llama «bobiliana», sobre cuya designación y ubicación existen numerosas dudas, que resumo en la nota correspondiente. Por otra parte, dentro de la larga carta dirigida a Léntulo en diciembre del 5438, Marco se lamenta de que este, por una enfermedad, no haya podido acudir a Cilicia para ocuparse del «asunto de mi hermano Quinto», quien «piensa que, añadida esa posesión a sus bienes, su patrimonio, gracias a tu mediación, quedará asegurado».
Quinto Cicerón participó como soldado en la llamada guerra social (91-88 a. C.), primero a las órdenes de Pompeyo Estrabón y luego a las de Cornelio Sula. Durante un periodo no concretado entre el 74 y el 71, desempeñó el cargo de cuestor. En el 66, cuando su hermano ocupaba la pretura, fue elegido edil de la plebe para el año siguiente. En el 63, durante el consulado de Marco, ocurrió lo mismo con el cargo de pretor, probablemente «urbano», el más importante. A continuación se le asignó el gobierno de la provincia de Asia, en calidad de procónsul (a pesar de no haber sido cónsul, sino solo pretor, como acabamos de ver): desempeñó el cargo desde el 61 al 59.
Precisamente al comenzar el último de ese mandato recibió la primera carta de Marco que conservamos de la correspondencia entre ambos. Es como un tratado de buen gobierno provincial, aprovechando la «mala noticia» de que Quinto debía permanecer al frente de la provincia de Asia un año más. Está escrita en un tono nada distendido, con bastantes dosis de retórica, incluido el recurso formal a las cláusulas rítmicas. Marco asume la responsabilidad de lo que ambos consideran un contratiempo. El texto permite ponderar en líneas generales la actuación de Quinto y su forma de desempeñar el cargo, así como la buena opinión que alcanzó entre los griegos39. Marco solo insiste en un rasgo negativo de su carácter, al cual hace alusión más de un vez, su irascibilidad.
También lo hace en la segunda, escrita algo menos de un año después, donde, entre otras cosas, le refiere a su hermano sus esfuerzos encaminados a calmar a cuantos lo critican o censuran en Roma, sobre todo por dar demasiada confianza a Estacio, un esclavo a quien había manumitido, con no poco disgusto de Marco; asimismo por tratar de manera excesivamente rigurosa a una serie de individuos, cuyas quejas llegaron hasta Marco, y por no controlar ciertas cartas comprometedoras40. A continuación le recomienda portarse bien con una serie de personas cercanas a él y a políticos influyentes, como César y Pompeyo. Al final añade algunos comentarios sobre la situación política en Roma y la perspectiva de ser acusado por Clodio.
La vuelta de Asia coincidió con el exilio de Marco, durante el cual Quinto, tras superar varias persecuciones por parte de los enemigos de la familia, que, probablemente a instancias de un sobrino de Publio Clodio, lo acusaban de mala administración en la provincia, se esforzó por conseguir el retorno de su hermano, ayudándolo incluso en el aspecto económico. Así lo vemos en la carta 3, escrita dentro de este periodo, donde Marco muestra su desesperación por la situación propia y los supuestos reproches de Quinto, ante el hecho de que se había marchado al destierro sin despedirse de él, aludiendo incluso a las ventajas de un posible suicidio. Antes de terminarla repasa los apoyos que podría tener Quinto ante la eventualidad de una denuncia y le encomienda a su familia.
Poco posterior es la 4, donde achaca el exilio a sus propios errores y repasa la actuación de amigos y enemigos respecto al mismo, para pasar luego a dar ánimos a su hermano ante los peligros judiciales que penden sobre él.
Una vez restituido Marco, marcha Quinto a Cerdeña, como uno de los cinco legados de Pompeyo, para supervisar la provisión de trigo. Tal misión se prolongó unos seis meses, desde diciembre del 57 hasta mayo del 56. Durante ese tiempo su hermano le envía varias cartas, comentándole, sobre todo, los agitados sucesos políticos de Roma: en la 5, escrita antes de que se hiciera a la mar, como vemos en el último párrafo, relata un día de sesiones senatoriales, con dos asuntos importantes: el reparto de tierras entre los veteranos de Pompeyo y los procesos que pretendía Milón contra Clodio. En la 6 se refiere a la cuestión de cómo, y sobre todo quién, repondría en el trono a Ptolomeo XII, rey de Alejandría; la 9 contiene también referencias a ese problema. En la 7 menciona, entre otros asuntos, las acusaciones de Clodio contra Milón y la gran agitación provocada por aquel personaje y los suyos. En la 9, la actuación del cónsul Léntulo, evitando las asambleas populares con objeto de que no se aprobaran leyes «nefastas». En la 10 alude a la concesión de una elevada cantidad a Pompeyo para el aprovisionamiento. En esta y la siguiente, a la ley agraria propuesta por César. La 11 refleja, además, la alegría de Marco porque le fuese denegada una «acción de gracias» a su enemigo Aulo Gabinio.
Solo una carta de conserva del año 55, la 13, escrita en febrero, donde Marco comenta sobre todo las pretensiones de Clodio, con la participación en ellas de Pompeyo y Craso, y una ley contra la corrupción electoral.
Aparte de las cuestiones estrictamente políticas, Cicerón concede cierto espacio a otros asuntos en la correspondencia de estos meses: su actividad judicial, con la defensa de Publio Sestio y Lucio Calpurnio Bestia, a quienes se refiere en las cartas 7 y 8, y otros procesos (carta 9); las gestiones económicas, relacionadas sobre todo con las propiedades de ambos, que sufrieron desperfectos durante los saqueos llevados a cabo por las bandas de Clodio, pormenorizadas en las cartas 6, 7, 8, 9, 10 y 12; el nuevo matrimonio de Tulia, con Crásipes (cartas 8 y 10), los progresos de Quinto el hijo en sus estudios (carta 8), las quejas de Pomponia respecto a su esposo (carta 10) y aun, por ejemplo, la boda de Ático en la carta 7, o los comentarios de Quinto al volumen II del poema Acerca de su tiempo en la 13.
En la primavera del 54 partió Quinto para territorio galo como legado de César, a quien acompañaría en su expedición a Britania: desembarcó allí en agosto y volvió al continente a finales de septiembre. Al mes siguiente, César lo dejó al frente de los cuarteles de invierno en la zona de los nervios. Allí fue atacado por estos, junto con los eburones, los atuatucos, los germanos y otros pueblos, bajo el mando de Ambiorix, episodio relatado con detalle por César en sus Comentarios de la guerra de las Galias, ponderando el valor del legado, aunque censurando también su negligencia, que pudo haber provocado un desastre41.
Las restantes cartas conservadas de Marco a Quinto datan todas de ese año 54. Durante el mes de febrero, hay varias referencias a problemas relacionados con diversas embajadas: en la carta 14, a la solicitud de independencia por parte de los habitantes de Ténedos, la famosa isla situada frente a Toya, en Asia, la provincia gobernada por Quinto; fue rechazada, por contar con muy pocos apoyos: él y tres más, según su propia lista; también alude Cicerón a los elogios de su hermano realizados por los magnesios del monte Sípilo, en relación con un asunto del que no tenemos más noticias. En la 15, trata la cuestión de Antíoco I, rey de la región de Comageno, en la provincia de Siria: era apoyado por Apio Claudio Pulcro, uno de los cónsules de ese año, hermano de Clodio, en sus peticiones de conservar por un lado la ciudad de Zeugma y por otro el derecho a llevar la toga, que le había concedido César; Marco consiguió que ambas peticiones fracasaran e hizo de ellas objeto de burlas, detalladas aquí a su hermano. En la 16 aparece otra cuestión, que quedó en suspenso, relacionada con los habitantes de Tiro, contra los cuales se presentaron numerosos publicanos, aparte de comentarios sobre los ataques a su odiado Gabinio, acusado de abandonar la provincia de Siria durante su gobierno, incumpliendo lo establecido por las disposiciones vigentes.
En relación con otros asuntos de orden político, la carta 16 refleja los temores de Cicerón respecto a un juicio entablado por los clodianos contra Marco Celio Rufo, a quien ya había defendido con éxito en el 56, y trata del aplazamiento de las elecciones (para pretor o para edil), que se mantiene durante varios meses (véase la carta 23). En la 19, de junio, comenta Marco que la situación política parece bastante tranquila, solo ensombrecida para él por las amenazas de los clodianos. También se queja de la corrupción desmedida que reflejan los tejemanejes de los candidatos a cónsul, algo que se repetirá en las cartas 20, 21 (desmintiendo la supuesta participación en ellos del propio Marco), 22 y 23.
Otro asunto recurrente, al que se refieren las cartas 21, escrita en septiembre, 22, 23, 24 y 25, escritas en octubre, o quizá ya noviembre la última de ellas, es el proceso entablado, bajo la acusación de lesa majestad, contra Gabinio, quien fuera cónsul en el 58, el año que se decretó, con su apoyo, el exilio de Marco Tulio. Acabaría absuelto, en contra de los más vivos deseos de este, como él mismo señala en la carta 24. Esta misma carta, la siguiente y aún la 25, de octubre o noviembre, y la 27, de diciembre, contienen referencias a su actitud respecto a este proceso, donde, contraponiendo sus propios deseos y los de Pompeyo, favorable al reo, no intervino ni como acusador ni como defensor, sino solo como testigo. La carta 26 contiene las quejas en relación con el desaire de Pompeyo a Milón, al favorecer a sus rivales en la candidatura a cónsul, y la 27 la mención de sus esfuerzos por apoyar a este.
Durante este periodo son frecuentes las referencias a su buena relación con César (cartas 15, 18, donde menciona a recomendados mutuos, 19, 20, 21, 25), que incluyen la condolencia por la muerte de Julia, la hija de este: véanse las cartas 21 y 26.
Cicerón da noticias también de su propia actividad judicial, muy intensa en el mes de agosto, a pesar del calor (carta 20), y a lo largo de octubre (carta 23), pero sobre todo a la actividad literaria, tanto de su hermano, sobre la que volveremos, como suya: opinión acerca de Lucrecio y los Empedoclea de Salustio en la carta 14; composición del tratado Sobre la república en las cartas 17, 21 y 25; interés por saber qué opina César a propósito del poema sobre el consulado en la carta 20; posibilidad de elaborar unos versos para César, que no siempre ve muy clara, en las cartas 16, 21, 24 y 25, aunque en la 26 manifiesta su intención de seguir adelante y en la 27 la da por terminada; referencia a la elaboración del poema sobre su época en la carta 21; dificultades para conseguir libros en las cartas 24 y 25. En esta última, por otra parte, informa a Quinto de unas inundaciones que asolaron Roma.
Siguen las gestiones de tipo privado, especialmente en lo relativo a las obras llevadas a cabo en propiedades de Quinto y los negocios inmobiliarios de ambos (cartas 21, de septiembre; 23 y 24, de octubre, y 27, de diciembre) y también de construcciones públicas (igualmente carta 21). En la 17 se compromete a supervisar sobre todo la formación de Quinto hijo (vuelve sobre este asunto en la larga carta 21, en la 23 y en la 24); en la 27 le agradece a su hermano las gestiones para conseguirle esclavos.
Quinto continuaría al servicio de César hasta entrado el año 51, cuando da comienzo el proconsulado de Cicerón en Cilicia. Allí, como hemos señalado, acompaña a su hermano en calidad de legado, sobre todo para ayudarle en cuestiones militares, dada la situación complicada respecto a los belicosos partos. De hecho, en una carta escrita a Ático el 27 de julio, poco antes de llegar a Laodicea, la «capital administrativa» de su provincia, el día 31, Cicerón le comenta a su amigo42: «Mi intención es marchar directamente al encuentro del ejército, dedicar los restantes meses del verano a los asuntos militares y los del invierno a los judiciales». Poco después, en otra escrita el 3 de agosto desde Laodicea, le comunica que cuenta solo con «dos mezquinas legiones»43.
Tras llegar al campamento de Iconio44 el 24 de agosto, estuvo el resto del verano y el otoño, con el apoyo de Quinto y los otros cuatro legados, llevando a cabo una serie de acciones encaminadas a asegurar la defensa de la provincia y sus aliados; el 13 de octubre tiene lugar la victoria sobre los habitantes del monte Amano, «enemigos sempiternos», tras la cual es aclamado como general por sus soldados. Posteriormente inicia la campaña contra los pindenisitas, habitantes de una ciudad situada entre Cilicia y Siria, poco conocida de los propios romanos45, que dura cuarenta y siete días y termina felizmente el 17 de diciembre46. Una vez finalizada la campaña, Cicerón marchó a Laodicea, enviando al ejército a los cuarteles de invierno y encargando a Quinto colocar tropas en los pueblos conquistados o no apaciguados totalmente.
En carta enviada a Ático desde Laodicea, el 13 de febrero del 50, insistiendo en sus fervientes deseos de abandonar la provincia al cumplirse su año de mandato, Marco Tulio le comenta que su primera opción es dejar a Quinto al mando, aunque sea contra la voluntad de ambos47. E insiste sobre ello a principios de junio48, apuntando que no solo él, sino también «la opinión de la gente», está a favor de esta medida. Pero no cree poder convencerle, «pues odia la administración provincial» y aun en el caso de que lo lograra duda de cuál es su deber, «cuando se piensa que amenaza una guerra importante en Siria, y parece que irrumpirá en esta provincia, sin haber aquí ninguna protección, con créditos decretados solo para un año», pues «puede considerarse una falta de cariño el dejar aquí a mi hermano, o de diligencia el dejar alguna inutilidad».
Al final, Quinto no se quedó en Cilicia. Marco estaba preocupado sobre todo por la amenaza de los partos, pero, cesada esta, no tiene inconveniente, sino todo lo contrario, en dejar al frente de la provincia al cuestor Gayo Celio Caldo, como le indica a Ático a primeros de agosto del 5049. Muy probablemente volvieron a Italia los dos hermanos juntos.
Como recordábamos antes, César cruzó el Rubicón el 11 de enero del 49, iniciando con este gesto la guerra civil. Durante los primeros cinco meses de ese año Marco y Quinto estuvieron en contacto directo, y el 7 de junio salieron de Formias para hacerse a la mar desde Gaeta con intención de unirse a Pompeyo en Grecia50. El propio Marco alude a la presencia física de Quinto allí entre los pompeyanos51.
Después de Farsalia52, sin embargo, se produce un distanciamiento cada vez más acentuado entre ellos. Al parecer, se separan físicamente en Patras, donde ya, como le cuenta Marco a Ático, en carta de 4 de noviembre: «Quinto estuvo sumamente hostil hacia mí»53. A partir de esa fecha, Marco se queja reiteradamente, a veces con mucha dureza, de la conducta de su hermano. Así, por ejemplo, hacia el 23 de diciembre le dice a Ático que Quinto mandó a su hijo para acusarlo, reiterando que Marco lo difama ante César, «cosa que niega el mismo César y todos sus amigos. Aun así no deja de lanzar toda clase de maldiciones contra mí, esté donde esté»54. Poco después, el 3 de enero, tras referirse a la actitud francamente hostil de Quinto, sin nombrarlo, termina: «ahora se dice que no trabaja tanto en su propio favor como en mi contra» ante César55.
Un par de meses después las cosas no han cambiado y, pese a una carta de Ático dirigida a Quinto con intención de aplacarlo, Marco le comenta a su amigo, el 8 de marzo: «Aquel no deja de desprestigiarme en Acaya»56. Como reacción a esa carta de Ático, Quinto le pide a su hermano disculpas «por carta, con palabras mucho más duras que cuando me acusaba en la forma más grave». Aun así, Marco trata de disculparlo: «No obstante, ni en este momento ni antes hubiera patentizado su odio hacia mí de no haberme visto él agobiado por todas las cosas»57.
Una vez que Quinto ha recuperado la confianza de César, obteniendo el perdón de este, mediante la intercesión de su hijo, en Antioquía, las tensiones se suavizan y Marco menciona sus congratulaciones, precisamente en lo relacionado con César, en carta a Ático de 9 de julio58. Marco sería también perdonado dos meses después que su hermano, en Brundisio, cuando César volvió a Italia59.
A partir de esas fechas, hasta su muerte violenta en el 43, como resultado de las proscripciones ordenadas por los triunviros, no tenemos noticias de la actividad pública de Quinto.
Merece párrafos aparte su formación literaria. Sabemos que, como su hermano y su cuñado, se interesó por las letras griegas y fue un hombre de notable nivel cultural. Marco reitera las referencias a su biblioteca y lo involucra en sus propios tratados, bien como dedicatario, en Sobre el orador, finalizado en noviembre del 55, y en Sobre la república, que vio la luz el año 51, bien como participante en los respectivos diálogos: Sobre las leyes, contemporáneo de Sobre la república, conversando con Ático; Sobre la adivinación, publicado tras la muerte de César, conversando con su hermano.
Según se ve en su propia correspondencia y también en la de Marco, Quinto era un buen conocedor de la tragedia griega, de la cual cita diversos pasajes, y también de la comedia, destacando entre sus preferidos el siciliano Epicarmo, activo en el primer cuarto del siglo V a. C. Él mismo escribió tragedias, a las cuales alude en varias ocasiones su hermano: así en la carta 25, 7, escrita a finales de octubre o principios de noviembre del 54, dice textualmente que ha terminado «cuatro tragedias en dieciséis días» y le pide que se las mande, junto con una quinta, titulada Erígona. De aquellas menciona expresamente Electra y otra, que puede ser Troades, aun cuando, como veremos de inmediato, los manuscritos no lo dejan claro, pues unos dan trodam y otros troadam. Igualmente conocemos, por la correspondencia entre ambos, otra obra titulada Los convidados de Sófocles, que no agrada a Marco, quien apostilla, «veo que has hecho una comedieta en tono festivo»60.
Por otra parte, tenemos noticias fehacientes de que había compuesto una obra histórica: en efecto, Marco le escribe a Ático una carta, fechable entre el 29 de abril y el 1 de mayo del 59, donde, según sus palabras, Quinto le pide «que corrija y publique sus Anales»61, una obra en prosa, si bien hay quienes sostienen que se trata de un poema épico. Más tarde, en la carta 16, 4, escrita el 14 de febrero del 54, Marco alude a las lecturas históricas de su hermano, concretamente las obras de los griegos Calístenes y Filisto.
De todo esto nada queda; solo se conservan cuatro cartas suyas, de escasa extensión, dentro de la colección de Cartas a los familiares de Marco (44, 147, 351 y 352) y el Prontuario de campaña electoral, que no para todos los investigadores es obra suya, incluido en este mismo tomo, al cual me referiré en su lugar. Cabe añadir los veinte versos que le atribuye expresamente Décimo Máximo Ausonio sobre los signos del zodiaco, que algunos investigadores consideran espurios62.
MARCO JUNIO BRUTO
Nació en torno al 85 a. C., fruto del matrimonio de Marco Junio Bruto y Servilia, hija de Quinto Servilio Cepión y hermanastra de Catón «el Joven». Murió el 23 de octubre del 42. Llevaba el mismo nombre que el mítico primer cónsul de Roma, el instaurador de la república, tras acabar con el último rey, Tarquino el Soberbio, en el año 509 a. C. Su padre, alineado con el ex cónsul Marco Emilio Lépido durante las contiendas civiles tras la muerte de Sula, fue capturado, en Módena, y ejecutado por Pompeyo el año 78. Bruto quedaba así huérfano con poco más de siete años. Su tío materno, de nombre, como hemos visto, Quinto Servilio Cepión, pasó a ser su padre adoptivo, por lo que el cognomen de este se unió al de Bruto, quien se llamó en adelante Marco Junio Bruto Cepión. En cuanto a la madre, que contrajo nuevas nupcias con Junio Silano, era vox populi que mantenía relaciones con el propio Julio César, llegando este al extremo de creer que Bruto era hijo suyo, y por eso lo trató siempre con especial afecto63.
Poco sabemos de su vida privada: se casó con Claudia Pulcra, hija de Apio Claudio Pulcro, perteneciente a una de las grandes familias romanas. En el 45 se divorció de ella para unirse a Porcia, hija de Catón, el enemigo mortal de César, que se había suicidado cuando lo acosaban las tropas de este en Útica, ciudad costera del norte de África, el 12 de abril del 46. Cicerón comenta en una carta a Ático que el divorcio de Claudia fue algo «mal visto»64. Porcia, por su parte, había estado casada con Marco Calpurnio Bíbulo, cónsul en el 59, junto con César. «Mujer estudiosa de la filosofía, enamorada de su marido, animosa y prudente», era ya madre de un hijo «que se llamó Bíbulo65, de quien hoy se lee un pequeño comentario sobre los hechos de Bruto», según Plutarco66, el cual confiesa haberlo utilizado como fuente de su biografía. Al igual que el padre, Porcia también se suicidó, tragándose unas ascuas ardientes, al creer que su marido había muerto; ante esta tragedia, Cicerón le manda a Bruto una carta consolatoria en la segunda mitad de junio del 43: es la que lleva aquí el número 18.
Las primeras noticias que tenemos sobre la actividad pública de Bruto lo vinculan con su tío Catón, a cuyas órdenes sirvió cuando este marchó a supervisar la anexión de la nueva provincia de Chipre, el año 58. En el 53 estuvo, como cuestor, bajo el mando de su suegro, Apio Claudio Pulcro, gobernador de Cilicia, y en el 49 como legado de Publio Sestio, el sucesor de Cicerón en la misma provincia, desde donde se trasladaría durante la guerra civil al campamento pompeyano en territorio griego.
Efectivamente, senador desde muy joven, siempre alineado con los optimates, a pesar de haber sido uno de estos, Pompeyo, el que mandó ejecutar a su padre, acabaría poniéndose de su lado cuando se enfrentó por el poder con César. Plutarco aduce como explicación el hecho de que Bruto anteponía a sus cuestiones personales el bien de la república y consideraba más justa la causa de ese bando67. En esta época se consolidaría la amistad con Cicerón, que pudo haberse iniciado anteriormente, dada la cercanía de Ático, el gran amigo de Marco Tulio, a Catón y los suyos.
Después de Farsalia obtuvo el perdón de César, que lo nombró gobernador (legatus pro praetore) de la Galia Cisalpina en diciembre del 47; Bruto permaneció allí hasta abril del 45. Más tarde César lo nombró pretor urbano para el 44, prefiriéndolo a Gayo Casio Longino, el marido de su hermana Junia Tercia.
Sus convicciones políticas lo llevaron a tomar parte en la conspiración que acabaría asesinando a César el 15 de marzo del 44, junto con el mencionado Casio Longino, su pariente lejano Décimo Junio Bruto Albino68, Gayo Ligario, Pacuvio Antistio Labeón, Lucio Tilio Cimber, Publio Servilio Casca Longo y otros senadores. Es interesante señalar aquí el comentario de su biógrafo (Vida de Bruto 8, 3): «se dice que Bruto no soportaba el reino mientras que Casio odiaba al rey».
Al día siguiente a las idus de marzo, el senado, reunido en el templo de Tellus, acordó, para recuperar la concordia, por iniciativa de Cicerón, Planco y Marco Antonio69, no solo que fuesen absueltos los «libertadores» sino que recibiesen honores por parte de los cónsules. El 17 fueron asignadas las provincias: «a Bruto Creta, a Casio Libia, a Trebonio Asia, a Cimber Bitinia, y al otro Bruto la Galia circumpadana»70. Pero el 20, Marco Antonio lanzó contra ellos las iras del pueblo aprovechando el elogio fúnebre de César. Se vieron obligados a huir y, de primeras, buscaron refugio en Ancio, a la espera de que las cosas se calmaran. Bruto, incluso, no renunció a ofrecer los juegos que le correspondían en función de su cargo, con la esperanza de contrarrestar las inclinaciones del pueblo, tan aficionado a esos espectáculos.
En otoño, los conjurados huyeron a oriente. «Bruto se encaminó por tierra hacia Elea en busca del mar, a través de Lucania»71. Allí se embarcó para Atenas, donde por cierto, se le unió, entre otros muchos jóvenes, el hijo de Cicerón, y en Macedonia organizó un ejército, reclutando a los restos de las tropas de Pompeyo y a muchos descontentos con Marco Antonio, además de los «reyes y potentados de todo aquel país»72.
La correspondencia entre Cicerón y Bruto se inicia pasado algo más de un año desde el asesinato de César y trata sobre todo de asuntos públicos: la primera carta de Marco Tulio está escrita hacia el 1 de abril; en ella justifica su actitud política y amonesta a Bruto a que, junto con Casio, ponga todo de su parte para recuperar la república en tiempos tan convulsos. Concretamente ese día está datada, en Dirraquio, ciudad costera del Adriático, en la actual Albania, la primera de Bruto a Cicerón, donde le pide su opinión sobre qué hacer con Gayo, uno de los hermanos de Marco Antonio, derrotado y capturado en Apolonia; lamenta la muerte de Gayo Trebonio a manos de Dolabela y la consiguiente pérdida de la provincia de Asia, confiada al gobierno de Trebonio; informa de que Casio tiene en su poder Siria y las legiones de Siria e insiste en la necesidad de conseguir recursos económicos y refuerzos militares. También elogia al hijo de Cicerón, que está con él, como acabamos de señalar.
Diez días después, una nueva carta de Cicerón (la 3) encarece la actitud del pretor Lucio Planco y critica las de Marco Emilio Lépido, el futuro triunviro, y Publio Servilio Isáurico, comentando el efecto demoledor que causó en este la noticia sobre Casio y su actuación en Siria, que se supo mediante una carta de Léntulo escrita el día 9.
La del día siguiente responde a la de Bruto citada: se alegra de haber apoyado a Casio para que se enfrentase a Dolabela. Respecto a Gayo Antonio, le aconseja mantenerlo custodiado hasta tener noticias de Décimo Bruto, sitiado en Módena por los de Marco Antonio. Y en cuanto al dinero y las tropas de refuerzo, indica que aquel solo puede salir de impuestos a las ciudades y pondera las dificultades de conseguir que el cónsul Gayo Vibio Pansa ceda a algunos de sus soldados, como le había pedido Bruto. Todavía en su última carta conservada, la 24, de 17 de julio, se lamenta Cicerón de la escasez de dinero, motivada por la renuencia de la gente a pagar los tributos.
La situación se complicó aún más con la llegada de un nuevo protagonista, Octaviano, sobrino e hijo adoptivo de César, cuyo nombre tomó de inmediato, no tardando en ganarse las simpatías y el apoyo de muchos cesarianos. Inicialmente se enfrentó a Marco Antonio y sus seguidores. Incluso contó con el apoyo decidido de Cicerón, quien, como afirma una y otra vez, espera poder dirigir su juventud (tenía dieciocho años cuando acudió a Roma) por el camino más adecuado, aunque fuera cosa difícil (carta 7), contra la opinión de Bruto. Este se muestra especialmente duro al respecto, sobre todo en la carta 11, de 15 de mayo, a propósito de las aspiraciones de Octaviano al consulado; ahí también comenta, por cierto, la noticia, totalmente errónea, de que Cicerón había sido nombrado de nuevo para ocupar la más alta magistratura de la república. Vuelve Cicerón sobre su apoyo a Octaviano en las cartas 23 y 24, ambas de julio, mostrando en la segunda su desengaño respecto a este, aunque sin perder la esperanza de controlarlo. En fin, las dos últimas de esta colección, una supuestamente escrita en junio (la 26, dirigida a Ático) y otra en julio (la 25, dirigida a Cicerón), ambas con toda probabilidad no escritas por Bruto, consisten en fuertes reproches por haberse echado en manos de Octaviano.
En la carta 4, que cabe fechar entre el 14 y el 19 de abril, Cicerón habla por primera vez de César junior y su enfrentamiento inicial con Marco Antonio, quien había salido de Roma a finales de noviembre del año anterior para asumir el mando en la Galia Cisalpina. Previamente comenta la lectura en el senado de la misiva de Bruto donde este da cuenta de sus triunfos, además de ponderar su coincidencia con él en lo esencial y la divergencia en algunos detalles y aludir de pasada a un tema recurrente: el error de no haber acabado con Marco Antonio en las mismas idus de marzo, asunto sobre el que volverá en la carta 23, de julio. Luego elogia la conducta de Bruto, pero termina manifestando gran perplejidad ante su actitud clemente y benévola con los enemigos de la república. Trata este asunto de nuevo en la carta siguiente (la 5), de 17 de abril, donde insiste en la inutilidad de la clemencia para acabar con las guerras civiles, y vuelve sobre él, por ejemplo, en la carta 7, escrita hacia el 21. Bruto le contesta en la enviada desde Dirraquio el 7 de mayo (la 9), insistiendo en su propia inclinación hacia la benevolencia.
El enfrentamiento entre las tropas de los cónsules, Hircio y Pansa, primero en Forum Gallorum, una localidad situada entre Bolonia y Módena, y luego en la propia Módena, con las tropas de Marco Antonio y sus partidarios, que asediaban a las de Décimo Bruto, acabó con la derrota de estos, pero tuvo como consecuencia la muerte de los dos cónsules. Cicerón se refiere a esta pérdida en la carta 8, de 27 de abril. Indica también que Décimo Bruto y César Octaviano van tras los enemigos y que en Roma los seguidores de Marco Antonio han sido declarados enemigos públicos. Precisamente la intervención de Décimo Bruto es elogiada con alegría por Marco Bruto en la carta del 7 de mayo (la 10).
La carta 9, de 5 de mayo, evidencia la preocupación existente en Roma por la actuación de Dolabela: se acuerda que lo combata Casio y que quede al arbitrio de Bruto hacerlo él también, como querría Cicerón, si lo considera «beneficioso para la república». Igualmente a una noticia relacionada con Dolabela, la de que había mandado cinco cohortes al Quersoneso, se refiere la carta 13, de finales de mayo; Cicerón se congratula de que Bruto piense acudir allí a combatirlo. En esa misma carta menciona una jugarreta de Gayo Antonio, al que Bruto, como hemos visto, había tratado, tras apresarlo, con toda consideración: su intento de sublevar a una parte de la guarnición de Apolonia, En una carta enviada a Ático el 11 de mayo (374 (XIV 20), 3), afirma Cicerón: «en cuanto a tu opinión de que me equivoco al pensar que la república depende de Bruto, lo cierto es que es así: o no habrá ninguna o será salvada por él o ellos».
A mediados de junio Cicerón le escribe a Bruto pidiéndole que acuda «volando» a Italia, con la autorización del senado, y que incluso exhorte a Casio en ese mismo sentido; vuelve a criticar la actitud de los vencedores de Marco Antonio, sobre todo Décimo Bruto, de no acabar con los enemigos derrotados cuando tuvieron ocasión para ello, y comenta las malas influencias que están haciendo cambiar a Octaviano, todavía «gobernado por sus consejos» (carta 17). Vuelve a pedirle a Marco Bruto que acuda a Italia en la carta 21, de la primera mitad de julio, y también en la 23 y la 24, escritas antes de que acabe ese mismo mes.
A lo largo de estos meses hay varias críticas a la conducta nada elogiable de Lépido, que unió sus tropas a las de Marco Antonio el 29 de mayo y acabaría, como hemos visto, formando parte del segundo triunvirato. Las encontramos ya en la carta 3, de 11 de abril; también en la 17, de mediados de junio; en la 22, de 14 de julio; la 23, de ese mismo mes, y la 24, de 17 de julio. El 1 de julio Bruto le escribe a Cicerón a este propósito la carta 20, rogándole que evite hacer pagar a los hijos las malas acciones del padre; lo hace porque la esposa de Lépido es Junia Secunda, hija del primer matrimonio de Servilia, madre de Bruto. Cicerón vuelve a criticar duramente a Lépido en la carta 21, escrita dentro de la primera mitad de ese mes, y manifiesta sus reservas en cuanto a lo de ser compasivo con los hijos, aportando los fundamentos legales que avalan el castigo de los descendientes; igualmente en la 23, todavía dentro de ese mes, donde aduce ejemplos históricos que avalan tal conducta. Pero en la 24 dice que ha actuado a ese respecto de acuerdo con los deseos de su amigo.
En medio de todos estos avatares, tanto Cicerón como Bruto dejan ocasionalmente espacio en sus cartas para otras cuestiones más personales: Bruto se ocupa no solo de darle noticias sobre la actuación de Marco Tulio hijo, que combate a sus órdenes (así, lo vemos con la caballería camino de Macedonia en las cartas 11 y 12), sino de recomendarle a diversas personas: el médico de Pansa, injustamente acusado de no haber evitado que el cónsul muriera como consecuencia de las heridas que recibió en la batalla de Forum Gallorum (carta 12, de 19 de mayo); Gayo Flavio, enfrentado con los ciudadanos de Dirraquio respecto a una herencia (también carta 12); Antistio Véter, que renunció a enrolarse en el ejército de Bruto, si bien lo ayudó con una buena suma de dinero (carta 16, de junio73); también le escribe en favor de su hijastro Lucio Calpurnio Bíbulo, de Gneo Domicio Ahenobarbo y Marco Apuleyo, que aspiraban a ingresar en el colegio de los augures (carta 19, de mayo o junio). A este respecto, el 14 de julio (carta 22) comenta Cicerón el aplazamiento de las elecciones y el ruego dirigido a su hijo, el cual aspiraba también a entrar en uno de esos colegios, de que se mantenga junto a Bruto y acuda a Italia en compañía de este, cuando él lo haga.
Por otra parte, Cicerón trata de conciliar a Bruto con el tribuno de la plebe designado Lucio Clodio (carta 13, de 15 de mayo), le recomienda con mucho empeño a Gayo Nasennio, de Sinuesa, acerca del cual no sabemos nada más (carta 15, de mayo o junio), y también se esfuerza por consolarlo ante la terrible pérdida de su mujer, Porcia, que, como hemos visto, se suicidó ante el falso rumor de la muerte de Bruto (carta 18, de la segunda mitad de junio).
En otro orden de cosas, Bruto le comenta a Marco Tulio (carta 2) que ha leído las primeras Filípicas y acepta este título que, según él, empezó siendo una broma. Cicerón le promete enviarle más. Respecto al intercambio de discursos para someterlos a las críticas mutuas, la correspondencia con Ático ofrece un par de datos interesantes: en la carta 374 (XIV 20), 3 leemos: «nunca existió ningún poeta ni orador que considerara a nadie mejor que él», y a continuación comenta las discrepancias con Bruto respecto a la redacción de un edicto y a cuestiones tratadas en Sobre el mejor estilo oratorio74, escrito a ruegos del propio Bruto. Y en la carta 378 (XV 1a) 2 afirma:
nuestro Bruto me ha mandado su discurso pronunciado ante el pueblo en el Capitolio y me ha pedido que lo corrija sin complacencia antes de publicarlo. Ahora bien, es un discurso escrito con una gran elegancia en cuanto a frases, a palabras, hasta el punto de que no cabe más. Yo, sin embargo, si hubiera tenido a mi cargo esa causa, la habría escrito con más ardor. Ves de qué idea básica se trata y la persona del orador. Así pues no he podido corregirlo. En efecto, dado el género en el que quiere encuadrarse nuestro Bruto y el concepto que tiene del mejor estilo oratorio, lo ha conseguido hasta el punto de que en este discurso no cabe mayor elegancia. Pero yo he seguido otro, adecuadamente o no.
Octaviano consiguió el consulado con apenas veinte años, y se acercó a Marco Antonio, a quien, como hemos visto, había combatido inicialmente, alejándolo de Roma. Plutarco refiere que «enseguida entabló una causa capital contra Bruto y quienes lo acompañaban por haber dado muerte sin juicio al primer hombre (de Roma), en posesión de las más altas magistraturas, y puso como acusador de Bruto a Lucio Cornificio y de Casio a Marco Agripa»75. Después, el 11 de noviembre del 43, César, Marco Antonio y Lépido pactaron el llamado segundo triunvirato, se repartieron las provincias y elaboraron una lista de proscripciones, condenando a muerte a doscientas personas76, lista que, como es bien sabido, encabezaba Cicerón y de la que también formaba parte Junio Décimo Bruto.
Cuando Marco Bruto lo supo, en Macedonia, escribió a Hortensio para que diera muerte a Gayo Antonio, en venganza por los asesinatos de Cicerón y Décimo Bruto. Unió sus tropas con las de Casio para combatir a los triunviros. El enfrentamiento decisivo tuvo lugar en las cercanías de Filipos, ciudad del este de Macedonia, en octubre del 42. Hubo un primer encuentro tras el cual Casio, derrotado, creyó erróneamente que Bruto había sufrido la misma suerte y se suicidó. Bruto, por su parte, derrotado en un segundo enfrentamiento, huyó con los restos de su ejército. A punto de ser capturado, se suicidó igualmente, arrojándose sobre su espada.
Consta que tenía considerables recursos económicos, no solo por su familia, natural y adoptiva, sino también por el caudal acumulado gracias a su actividad como prestamista durante su estancia en Chipre. Asimismo fue un hombre de notable formación cultural, que cultivó la filosofía griega, sobre todo en línea con Platón, teniendo como principal modelo a Antíoco de Ascalón, según comenta Plutarco en su biografía (2, 1-2). Este también se refiere a su dominio de la lengua latina, tanto para las arengas militares como para el foro, y la griega, en la que «practicó la brevedad de los espartanos» (2, 3). Más adelante, el mismo biógrafo se hace eco de su actividad literaria incluso en momentos de especial tensión bélica, señalando que una vez, en Farsalia, «mientras los demás dormían o bien pensaban, preocupados, en el futuro, dedicó toda la tarde a escribir un compendio ordenado de Polibio» (4, 4) y reproduce, naturalmente en griego, fragmentos de sus cartas77. Además de las que veremos aquí, se conservan dos, escritas junto con Casio y enviadas a Marco Antonio a finales de mayo y 4 de agosto del 44 respectivamente78. Por su parte, Cicerón, en carta a Ático de 17 de marzo del 45 (260 (XII 21), 1), comenta en tonos no muy elogiosos una obra suya titulada Catón. Pero da pruebas de admiración por sus aptitudes en este terreno el hecho de que le dedicara y diera su nombre, Brutus, al tratado que escribió en el 46 sobre la historia de la oratoria romana; también le dedicó, como hemos visto, El orador, obra de importancia notoria en la teoría retórica, redactado también ese mismo año.
DIFUSIÓN DE LAS CARTAS A SU HERMANO QUINTO Y A BRUTO
El hecho de que estas dos recopilaciones se han transmitido, con algunas excepciones, como veremos, en los mismos códices que las dirigidas a Ático hace pensar que se publicaron de forma conjunta o al menos simultánea79, por lo que sigo lo dicho a propósito de ello en las páginas 28 a 34 del mencionado tomo 223 de esta colección. Allí señalaba que la primera cita expresa de una de las dirigidas a Ático está en Séneca el Filósofo80, quien incluye otras literales sin indicar la procedencia. En la sección dedicada a los fragmentos veremos que las conocen, en mayor o menor grado, además de Séneca, Quintiliano, que cita pasajes de las Cartas a Bruto, Suetonio, Ammiano Marcelino, Macrobio, los gramáticos y autores griegos de época imperial como, sobre todo, Plutarco.
Según señala, por ejemplo, P. Cugusi81, a partir del «clasicista» Quintiliano, las cartas despertaron un amplio interés. Así, Plinio «el joven» (h. 61 - h. 112) le comenta a su corresponsal Sabino, quien le había propuesto las cartas de Cicerón como ejemplo a seguir, que él carece del genium de Marco Tulio, y además tiene muchas menos cosas y menos importantes sobre las que hablar. Destaca, sin embargo, el fervor de Frontón (h. 100 - h. 170), que llega a decir en carta a Marco Aurelio (3, 10, 2) «pienso que se han de leer todas las cartas de Cicerón, más incluso, en mi opinión, que todos sus discursos: no hay nada más perfecto que las cartas de Cicerón».
Entre los padres de la iglesia, cabe citar a otra gran epistológrafo, san Jerónimo (342-420), quien demuestra su familiaridad con la correspondencia ciceroniana en muchas ocasiones, comentándole incluso al presbítero Paulino (carta 85, 1) que este casi lo reproduce en el estilo epistolar. Y san Agustín se excusa ante Elpidio (carta 242, 5) por la extensión de una de las suyas escudándose en la de algunas de Cicerón, mencionado por su corresponsal, y cita, entre otros pasajes, uno de la carta 1 a su hermano Quinto.
Los testimonios directos a nuestro alcance de esta parcela de la obra ciceroniana remontan, sin embargo, al siglo XIV. Petrarca descubrió un manuscrito de la correspondencia con Ático, Bruto, Quinto y Octaviano en Verona el año 1345. El códice y la copia que hizo de él su descubridor han desaparecido. La tradición manuscrita se divide en dos ramas: la encabezada por el Ambrosiano E 14 inf., al parecer de principios de ese siglo, y la que parte del Mediceo 49,18, escrito en 1393, que utilizan como texto básico los editores antiguos; tiene anotaciones de sus sucesivos poseedores, el primero conocido de los cuales fue Coluccio Salutati (1331 - 1405), quien utilizó varios para anotarlo; Niccolo Niccoli (h. 1364 - 1437), a cuyas manos llegó tras la muerte del anterior, o Leonardo Bruni, llamado el Aretino (1370 - 1444), que lo recibió a continuación. La primera tiene un número relativamente reducido de códices respecto a la segunda, remontables, los de una y otra, al siglo XV.
De acuerdo con su transmisión formando bloque con las Cartas a Ático, las dirigidas a Quinto y a Bruto fueron publicadas, por dos veces, el año 1470; ello hace que no se haya podido delimitar con seguridad cuál de las dos es en sentido estricto la editio princeps: una salió de prensas en Venecia82 y la otra en Roma83; aquella procede del grupo encabezado por el Ambrosiano E 14 inf. y esta del encabezado por el Mediceo 49, 18.
Antes de finalizar el siglo salieron de prensas tres ediciones realizadas por Bartolomé Saliceto y Ludovico Regio84 y en el siguiente más de una docena. Dado que en muchas de ellas se incluyen lecturas de manuscritos hoy perdidos, siguen apareciendo en los aparatos críticos de las ediciones recientes. Por eso conviene citar, al menos las más destacadas. A lo largo del siglo XVI aparecieron las J. Bade Ascensio85; Aldo Manucio86; Andrés Cratandro87; Pedro Victorio, con abundantes correcciones y atinadas conjeturas88; Paulo Manucio, quien mejoró el texto, apoyándose en un excelente comentario89, y Dionisio Lambino, autor de numerosas y atinadas conjeturas90.
Estas ediciones estuvieron plenamente vigentes durante los dos siglos siguientes. Entre las que se les añaden en este periodo destaca la de J. A. Ernesti91, con importantes aportaciones propias y de autores precedentes; también merecen mención aquí las de J. Gruter92 y J. Gronovio93.
En el siglo XIX, durante el cual fueron muchos los avances técnicos relacionados con el estudio y tratamiento de los textos, destacan editores como C. G. Schütz94, A. S. Wesenberg95, C. F. W. Müller96 y sobre todo J. C. Orelli97, entre otros98. También conviene tener en cuenta las aportaciones de importantes críticos como O. E. Schmidt99, C. A. Lehmann100 o J. N. Madvig101.
Como señalaba en su lugar, no parece haber una edición española completa de las cartas antes de 1797, cuando vio la luz la de Juan Antonio Melón, que utiliza el texto de J. Olivet102 y los índices de J. A. Ernesti103. Su título es simplemente M. Tullii Ciceronis Opera, y fue editada por la Tipografía Regia, bajo la dirección de P. I. Pereyra. Consta de 14 tomos, con las epístolas a Quinto y a Bruto en el IX y fragmentos en el XII104.
Las ediciones críticas, acompañadas o no de notas y traducción, salidas de prensas a partir de los inicios del siglo XX están incluidas en la bibliografía que cierra este capítulo.
TRADUCCIONES AL ESPAÑOL
Por lo que respecta a las traducciones al español, hasta finales del siglo XIX no existe una versión cuidada de la totalidad del epistolario, la del canónigo de la Metropolitana de Granada, D. Francisco Navarro y Calvo, que dedica a las que aquí veremos el tomo X de las Obras completas de Marco Tulio Cicerón dirigido por M. Menéndez Pelayo.
A ellas hay que añadir la recopilación de J. Guillén Cabañero, que incluye diecisiete de las dirigidas a Quinto105 y siete de las intercambiadas con Bruto106 o algunas versiones ocasionales, como la de la n.° 7 (I 3) a Bruto, en el Cicerón de A. Magariños107.
T. Hernández Cabrera se ocupa de la Correspondencia con su hermano Quinto, incluido el ahí llamado «Breve manual de campaña electoral», con introducción y notas de J. M. Baños Baños, quien señala, respecto a las traducciones, que «la única que conocemos es la ya centenaria de Navarro y Calvo [...] desfasada y difícilmente accesible»108.
Del Commentariolum petitionis conozco al menos tres más, en general mejorables: la de J. L. Gómez-Pantoja109, la de G. Fatás, bilingüe, con interesantes comentarios de A. Duplá y F. Pina, y la de A. de Riquer, que incluye una «Nota preliminar» y 26 notas a pie de página.
Las traducciones de obras latinas y griegas citadas en las notas son todas mías.
LA PRESENTE TRADUCCIÓN
De acuerdo con la pauta establecida para las cartas de Cicerón, parto del texto editado por D. R. Shackleton Bailey, teniendo presente, cando ello ha sido posible, los de la colección «Les Belles Lettres», varios de cuyos volúmenes han salido de prensas con posterioridad a esa edición. Además he consultado, para los fragmentos, la de Ch. Weyssenhoff y, para el Prontuario de campaña electoral, la bilingüe latín-italiano de P. Fedeli y la de D. Nardo, con un muy interesante estudio introductorio; también he tenido en cuenta, respecto a esta obra, las aportaciones de G. Fatás, A. Duplá y F. Pina. Las notas que acompañan al texto son ampliamente deudoras de todos estos trabajos.
La numeración de las cartas mantiene el orden establecido por el editor, de tipo cronológico, lo cual puede hacer más provechosa una lectura seguida. En cuanto a los fragmentos, D. R. Shackleton Bailey sigue al pie de la letra el orden de W. S. Watt y no el establecido por Ch. Weyssenhoff. Independientemente de que me parezca más coherente uno u otro, lo cierto es que no hay posibilidad real de mantener el mismo criterio cronológico, puesto que muchas dataciones son dudosas y otras prácticamente imposibles, por lo que he creído conveniente mantener el seguimiento de un mismo editor. Incorporo diversas conjeturas y también algunas variantes, que me han parecido más adecuadas para la correcta comprensión de determinados pasajes y que se enumeran al final de esta introducción.
1 Véase Ana I. MAGALLÓN GARCÍA, Cicerón, Cartas III-IV. Cartas a los familiares, Madrid, Gredos, 2008. Son los números 373 y 374 de la Biblioteca Clásica.
2 A unos seis de la actual Frascati.
3 Se la compró a Craso y pagó por ella la considerable suma de tres millones y medio de sestercios; lo dice el propio Marco Tulio en una carta dirigida a Publio Sestio a mediados o finales de diciembre del 62: Cartas a los familiares 4 (V 6), 2.
4 A propósito de la cual dice, en carta a Ático de 18 de diciembre del 50 (VII 7), 3: «Yo, como el 2 de enero es el día de los Compitalia, no quiero llegar ese día a Alba por no perturbar a la servidumbre».
5 Cartas a Ático 257 (XII 19), 1.
6 Véase Cartas a Ático 21 (II 1), 8.
7 Al que llama «El Niño Bonito», pulchellus, jugando con su cognomen, Pulcher, en varias cartas a Ático, concretamente 16 (I 18), 10, de principios de julio del 61; 21 (II 1), 4, de junio del 60; 38 (II 18), 3, de junio del 59, y 42 (II 22), 1, quizá de agosto del 59. En el tratado Sobre el orador II 262 Cicerón recuerda, hablando de vocablos cuyo significado «se invierte», que Craso utilizó este mismo remoquete de pulchellus contra su rival en un proceso judicial, Lucio Elio Lamia, «deforme, como sabéis».
8 Sobre esta moneda de plata, que tenía un peso teórico de 12,60 g, puede verse L. ALMELA VALVERDE, «Cicerón y los cistóforos (Cic. Att. 2, 6, 2; 2, 16, 4 y 11, 1, 2)», Faventia 26/2 (2004), 91-98.
9 Cartas a Ático 36 (II 16), 4, de 29 de abril o 1 de mayo: «en las primeras líneas deplora su prórroga de una forma que podría conmover a cualquiera y luego se aplaca hasta el punto de pedirme que corrija y publique sus Anales».
10 Según PLUTARCO (Vida de Cicerón 32, 1) y CASIO DIÓN (XXXVIII 17, 7), aunque este dice, equivocadamente, «desde Roma».
11 Véase Cartas a Ático 53 (III 8), 1.
12 Es la n.° 67 (III 22).
13 Carta 57 (III 12), 2, de 17 de julio.
14 Véase la carta 3 (I 3), 5.
15 Cicerón lo dice expresamente en una carta escrita a Ático desde Tesalónica el 17 de julio del 58: 57 (III 12), 1.
16 Véase Cartas a Ático 73 (IV 1), 5.
17 Post reditum ad senatum y Post reditum ad populum.
18 Véase la carta 9 (II 5), 2.
19 Véase la carta 13 (II 8), la única entre las conservadas que le dirige ese año.
20 Véase 18 (II 14); 20 (II 16), 2; 21 (III 1), 9...
21 Véase 19 (II 15), 4; 22 (III 2), 3; 23 (III 3), 2.
22 Véase la carta a Ático 218 (XI 7), 2, de 17 de diciembre del 48.
23 Una el día 4 y otra a finales de mes, aquella ante el pueblo y esta en el senado.
24 Respectivamente los días 3, 4 (o algo más tarde), 10/15, hablando en favor de Marco Bruto, y a finales de mes, todas en el senado.
25 Entre el 8 y el 10 de marzo y el 20, también en el senado.
26 El día 21, asimismo en el senado.
27 P. WHITE, Cicero in Letters. Epistolary relations of the late republic, Oxford, Oxford University Press, 2010, 139.
28 Véase Vida de Cicerón, 48, 1, donde añade que Marco Tulio había defendido a Popilio ante una acusación de parricidio. VALERIO MÁXIMO (V 3, 4) pone a este Marco Popilio Lena, de la región del Piceno, como ejemplo de ingratitud, porque aunque Cicerón, actuando a ruegos de Marco Celio, «con no menos empeño que elocuencia, [...] lo salvó cuando corría peligro en un proceso incierto y lo devolvió a sus penates, [...] él le pidió a Marco Antonio que, una vez proscrito, lo enviara a perseguirlo y degollarlo».
29 Vida de Cicerón 49, 1.
30 Citado por SÉNECA EL PADRE en Suasorias VI 17.
31 Guerras civiles IV 20.
32 Una buena monografía sobre el personaje es la de A. H. MAMOOJEE, Quintus Tullius Cicero: A monograph on his life and work (PhD Dissertation), Universidad de Ottawa, 1977, accesible en la red a través de http://www.ruor.uottawa.ca/fr/handle/10393/10634.
33 Se suelen citar unas inscripciones honoríficas en Rocca d’Arce, cerca de Arpino (CIL X 701, 702, 703 y 704), alguna de ellas rechazada por sospechosa de falsificación, y en Arpino (CIL X 719), además de las griegas conservadas en territorio de la antigua provincia de Asia, donde se le elogia como patrono de Colofón y Samos; véase al respecto J.-L. FERRARY, «Les inscriptions du sanctuaire de Claros en l’honneur de Romains», Bulletin de Correspondance Hellénique, 124/1 (2000), 351-353.
34 Cartas a Ático 14 (I 14), 7.
35 Véase Cartas a Ático 24 (II 4), 7: «aprecio mucho el disfrute de un verano en mi palestra del Palatino, aunque por nada querría ver a Pomponia y el niño viviendo con el temor de un derrumbamiento». Esa casa fue incendiada, por orden de Clodio, desde la de Marco, que se estaba reconstruyendo, el 3 de noviembre del 57, como leemos en Cartas a Ático 75 (IV 3), 2.
36 Véase PLUTARCO, Vida de Cicerón 8, 3.
37 Cartas a Ático 2 (I 6), 2.
38 Cartas a los familiares 20 (I 9), 24.
39 La cual, como veíamos antes, se refleja formalmente en textos epigráficos.
40 Vuelve a referirse a las precauciones que se deben tomar en relación con este asunto en la carta 26, de finales de noviembre del 54.
41 CÉSAR, Guerra de las Galias V 38-53. En el parágrafo 40 dice que «el propio Cicerón, aunque estaba muy mal de salud, ni siquiera por la noche se daba tiempo para descansar, hasta el punto de que los soldados, acudiendo a él en tropel con súplicas, le obligaban a cuidarse». Más adelante (parágrafo 41) relata la entrevista que tuvo lugar entre Quinto y los galos, los cuales lo conminan a retirarse, y su respuesta: «el pueblo romano no tiene por costumbre aceptar ninguna condición de un enemigo armado; si quieren deponer las armas, que se sirvan de su mediación y envíen embajadores a César; él espera que obtendrán de su justicia lo que le pidan». En fin, después de narrar con detalle las acciones bélicas que culminan con la victoria, César (parágrafo 52): «elogia conjuntamente a Cicerón, por el mérito contraído, y a la legión», aunque en la asamblea convocada al día siguiente exhorta a los soldados a «soportar con tanta más resignación el daño que habían recibido por el fallo y la temeridad de su legado cuanto que, superado este revés gracias a su valor y a la protección de los dioses inmortales, no les había dejado una alegría prolongada a los enemigos ni a ellos un dolor demasiado duradero».
42 Cartas a Ático 107 (V 14), 2.
43 Cartas a Ático 108 (V 15), 1. Véase también Cartas a los familiares 105 (XV 2), 1, dirigida al Senado, y 110 (XV 4), 2, dirigida a Catón.
44 Ciudad de Asia Menor, en la provincia de Galacia, hoy Konja, perteneciente a Turquía.
45 En carta a Ático, escrita el 19 de diciembre (113 (V 20), 1), Cicerón le da cuenta de estos hechos diciendo: «El día de los saturnales, por la mañana, se me rindieron los pindenisitas, a los cincuenta y seis días de haber empezado a asediarlos. ‘¡Qué diablos!, ¿quiénes son esos pindenisitas?’, dirás, ‘nunca he oído su nombre’. Y ¿qué le hago yo?, ¿acaso he podido cambiar Cilicia por Etolia o Macedonia?».
46 Un relato de todas sus actuaciones desde que llegó a Laodicea, puede leerse en Cartas a los familiares 110 (XV 4), 2-10, dirigida a Marco Catón, o en Cartas a Ático 113 (V 20), 1-5.
47 Cartas a Ático 114 (V 21), 9.
48 Cartas a Ático 117 (VI 3), 1-2.
49 Cartas a Ático 121 (VI 6), 3-4.
50 Véase Cartas a los familiares 155 (XIV 7), dirigida a Terencia.
51 Véase Sobre la adivinación II 52.
52 Recuérdese que tuvo lugar el 9 de agosto del 48.
53 Cartas a Ático 216 (XI 5) 4.
54 Cartas a Ático 219 (XI 8), 2.
55 Cartas a Ático 220 (XI 9), 2.
56 Cartas a Ático 222 (XI 11), 2.
57 Cartas a Ático 224 (XI 13), 2.
58 Cartas a Ático 232 (XI 23), 2.
59 Véase PLUTARCO, Vida de Cicerón 39, 3-4.
60 Véase la carta 20 (II 16), 3, de finales de agosto del 54. Como se apunta en la nota correspondiente, Sófocles escribió un drama satírico con el mismo título, que Marco reproduce, además, en griego.
61 Cartas a Ático 36 (II 16), 4.
62 AUSONIO, Églogas 25.
63 Al menos así lo dice PLUTARCO, Vida de Bruto 5, 2.
64 Cartas a Ático 317 (XIII 9), 2.
65 Lucio Calpurnio Bíbulo. Se unió a su padrastro en el 43. Tras la muerte de este se pasó a Marco Antonio. Fue gobernador de Siria, donde murió el año 32.
66 Vida de Bruto 13, 2.
67 Vida de Bruto 4, 1.
68 Si hacemos caso de PLUTARCO, fue reclutado, «aun sin ser noble, ni virtuoso, ni valiente, porque tenía poder gracias a la multitud de gladiadores que juntaba para los espectáculos» (Vida de Bruto 12, 5).
69 Lo cuenta PLUTARCO en la biografía de Bruto (19, 1).
70 PLUTARCO, Vida de Bruto 19, 3.
71 PLUTARCO, Vida de Bruto 23, 1. Elea es la ciudad llamada en latín Velia.
72 PLUTARCO, Vida de Bruto 25, 2.
73 Cicerón comenta que lo ha acogido gustosamente unas semanas después, en la carta 21.
74 Se trata de El Orador, que Marco Tulio terminó en el 46.
75 Vida de Bruto 27, 3.
76 Así lo señala PLUTARCO en la Vida de Bruto 27, 5.
77 R. HERCHER, Epistolographi Graeci, París, Didot, 1873, 177-191, edita setenta cartas en griego intercambiadas entre Bruto y una serie de corresponsales. Sobre su posible autenticidad, puede verse R. E. SMITH, «The Greek Letters of M. Junius Brutus», The Classical Quarterly 30, 3/4 (1936), 194-203.
78 Son las Cartas a los familiares 329 (XI 2) y 336 (XI 3).
79 Véase, por ejemplo, P. CUGUSI, Evoluzione e forme dell’epistolografia latina nella tarda repubblica e nei primi due secoli dell’impero, Roma, Herder, 1983, 172-176.
80 A mediados de los años sesenta de nuestra era reproduce en una carta dirigida a Lucilio (97, 45) un pasaje tomado expresamente del «Libro primero de las cartas de Cicerón a Ático» (concretamente 16 (I 16), 5); en otras ocasiones cita palabras del epistolario ciceroniano, aunque sin indicar la procedencia concreta.
81 En la monografía citada, págs. 173-176.
82 Cicero Epistolae ad Atticum, Brutum et Quintum fratrem cum ipsius Attici uita, Venetiis, Nic. Ienson, 1470 (para mayor comodidad, señalo las fechas en arábigos).
83 M. Tullii Ciceronis Epistolae ad M. Brutum, ad Q. Fratrem, ad Octavium et ad Atticum, ex recognitione Joan. Andreae. Impressum Rome opus in domo Petri et Francisci de Maximis, iuxta campum fiore presidentibus Magistris Conrado Suueynheym et Arnoldo Pannartz, Anno Domini natalis 1470.
84 M. Tullii Ciceronis Epistolae ad Brutum, ad Quintum fratrem et ad Atticum, curantibus Bartholomaeo Saliceto Bononiensi, et Ludovico Regio Corneliensi. Impr. Romae per Eucharium Silber, alias Franck... 1490. Las otras dos son también venecianas (1495? y 1499).
85 M. Tullii Ciceronis Opera rhetorica, oratoria et forensia... Opera epistolica... Opera philosophica, Parisiis, in aedibus Ascensii, 1511, 1522 (y 1527). Les seguiría, unos años más tarde M. T. Ciceronis Epistolae ad T. Pomp. Atticum et ad M. Brutum cum Commentariis Io. Baptiste Pii Bononiens. per quem ab infinitis detersae sunt mendis cumque Iodici Badii Ascesii in easdem adnotationibus. Parisiis... Sub prelo Ascensiano... 1531.
86 M. Tullii Ciceronis Epistolarum Ad Atticum, Ad Brutum, Ad Quintum Fratrem, libri XX. Latina interpretatio eorum, quae in iis ipsis epistolis Graece scripta sunt, ubi multa et mutata et addita sunt. Venetiis in aedibus Aldi et Andreae Soceri, 1513, 1521.
87 M. Tullii Ciceronis Omnia quae in hunc usque diem extare putantur opera, in tres secta tomos, et ad variorum, vetustissimorumque codicum fidem diligentissime recognita ac ultra omnes hactenus visas aeditiones locis aliquot locupletata. In inclyta Garmaniae Basilea per And. Cratandrum, 1528 (Epist. vol. III).
88 M. Tullii Ciceronis Opera, omnium quae hactenus excusa sunt, castigatissima nunc primum in lucem edita [cura P. Victorii], Venetiis, in officina Lucae Antonii Iuntae, 1534-1537 (Epíst. vol. III, 1536), y posteriormente Epistolae ad Atticum, ad M. Brutum, ad Quintum fr... e bibl. P. Victorii. Excusum in fine libri est vetustissimum S. C. Romae inventum, Florentiae ap. Juntas, 1571.
89 M. Tullii Ciceronis Epistolae ad Atticum, ad M. Brutum, ad Quintum fratrem, summa diligentia castigatae ut in iis menda, quae plurima erant, paucissima iam supersint. Pauli Manutii in easdem epistolas scholia, quibus abditi locorum sensus ostenduntur, cum explicatione castigationum quae in his epistolis pene innumerabiles factae sunt, Venetiis, ap. Aldi filios, 1540. Véase también In Epistolas M. Tullii Ciceronis ad M. Iunium Brutum, et ad Q. Ciceronem fratrem, Pauli Manutii commentarius. Venetiis, Aldus, 1557 y 1562.
90 M. Tullii Opera omnia quae extant, a Dionysio Lambino Monstroliensi ex codicibus manuscriptis emendata et aucta... Eiusdem D. Lambini annotationes, seu emendationum rationes, singulis tomis distincta... Et fragmenta omnia, quae a viris doctis non ita pridem undique collecta, exstant. Parisiis, In Aedibus Rouilii, 1566 (Tomo III).
91 M. T. Ciceronis Opera omnia ex recensione Iac. Gronovii. Accedit varietas lectionis Pearcianae, Graevianae, Davisianae, cum singulorum librorum argumentis, et indice rerum historico verborumque philologico-critico, curante Io. Augusti Ernesti, Halis Saxsonum, 1774-1777.
92 M. T. Ciceronis Opera quae extant omnia ex sola fere Codd. Mss. fide emendata studio atque industria Iani Gulielmi et Iani Gruteri. Additis notis et indicibus accurate confectis. Hamburgi ex bibliop. Frobeniano, 1618.
93 Marci Tullii Ciceronis Opera quae extant omnia, ex MSS. codicibus emendata. Studio atque industria Iani Gulielmii et Iani Gruteri, additis eorum notis integris. Nunc denuo recognita ab Iacobo Gronovio, cuius ubique adiectae sunt emendationes, petita partium ex libris MSS. partim ex animadversionibus virorum doctorum... Cum indicibus a aliis correctis, aliis novis et accuratissimis. Lugduni Batavorum, Apud Petrum Vander Aa, 1692 (Epist. pars III).
94 M. T. Ciceronis Epistolae quae extant omnes ad Atticum, ad Quintum fratrem et quae vulgo ad familiares dicuntur, temporis ordine dispositae. Recensuit selectisque superiorum interpretum, suisque annotatioinibus illustravit Christianus Godofr. Schütz, Halae, in Libraria Hemmerdeana, 18091812 y M. T. Ciceronis Opera omnia deperditorumque librorum fragmenta. Textum accurate recognovit potiorem lectionis varietatem adnotavit, indices rerum et verborum copiosissimos adiecit. Chr. God. Schütz, Lipsiae, G. Fleisher, 18141823 (Epíst. tom. XII, 1816).
95 Marci Tullii Ciceronis epistolae 1, Epistolarum ad familiares libri XVI, Ad Quintum fratrem libri II, Q. Tullii Ciceronis de petitione consulatus ad M. fratrem liber. Recognovit Albertus Sadolinus Wesenberg... Lipsiae, in aedibus B. G. Teubneri, 1872-1873.
96 M. Tulli Ciceronis Scripta quae manserunt omnia, Pars III, vol. I: Epistolarum ad familiares, quae dicuntur, libros sedecim, Epistularum ad Q. Fratrem libros tres, Q. Ciceronis De Petitionis ad M. Fratrem epistulam, eiusdem versus quosdam de signis XII; recognovit C. F. W. Mueller... Lipsiae, in aedibus B. G. Teubneri, 1989.
97 M. Tullii Ciceronis Opera quae supersunt omnia ac deperditorum fragmenta recognovit et singulis libris ad optimam quamque recensionem castigavit... Edidit Io. Casp. Orellius, Turici, Typis Orellii Fuesslini et Sociorum, 1826-1837. La segunda edición, enmendada, a cargo de J. C. ORELLI e I. G. BAITER, salió de prensas en el mismo lugar el año 1845 (Epíst. vol. III).
98 Como Fr. BENTIVOGLIO, M. Tullii Ciceronis Opera quae supersunt omnia apparatu, indicibus, varietate lectionum notis tabulisque aeneis illustrata... Mediolani, apud A. F. Stella et filios, 1826-1832; R. KLOTZ, M. Tullii Ciceronis Scripta quae manserunt omnia. Recognovit R. Klotz, Lipsiae, In aedibus B.G. Teubneri, 18511856 (Epist. pars III, 1854); J. G. BAITER, C. L. KAYSER, M. Tullii Ciceronis Opera omnia, Lipsiae, Ex Officina Bernhardi Tauchnitz, 18601869.
99 Die handschriftliche Überlieferung der Briefe Ciceros an Atticus, Q. Cicero, M. Brutus. Leipzig, S. Hirzel, 1887.
100 Quaestiones Tullianae, Pragae et Lipsiae, F. Temsky, 1886.
101 Adversaria critica ad scriptores latinos et graecos, vol. III (págs. 192-204, 276), Hauniae, Sumptibus Librariae Gyldendalianae (Frederici Hegel), 1884.
102 M. Tullii Ciceronis Opera cum delectu commentariorum studio Jos. Oliveti ed..., Parisiis, Apud J. B. Coignard, H. L. Guerin, J. Desaint et J. Guerin, 1740-1742, 9 vols.
103 De las cartas han aparecido más recientemente algunas recopilaciones de tipo escolar (vgr. V. J. HERRERO LLORENTE, Selección de cartas de Cicerón y de epigramas de Marcial, Madrid, Gredos, 1986), y alguna edición parcial anotada (como la que realicé del libro VIII de las Cartas a Ático, Murcia, Universidad de Murcia, 1991).
104 Está descrita en la Bibliografía Hispano-Latina Clásica de M. MENÉNDEZ PELAYO, T. II, Madrid, CSIC., 1950, págs. 239-259.
105 Números 1 (I 1), 2 (I 2), 3 (I 3), 4 (I 4), 5 (II 1), 6 (II 2), 7 (II 3), 8 (II 4), 11 (II 7), 13 (II 8), 15 (II 11), (II 12), 20 (II 16), 22 (III 2), 23 (III 3), 24 (III 4) y 26 (III 6).
106 5 (II 5), 6 (I 2a), 7, (I 3), 17 (I 10), 22 (I 14), 23 (I 15) y 24 (I 18).
107 A. MAGARIÑOS, Cicerón, Barcelona, Labor, 1951: ocupa, con su introducción, las págs. 245-248. Junto a esta hay cinco de las dirigidas a Ático: 16 (I 16), 21 (II 1), 41 (II 21), 153 (VIII 3) y 178A (IX 11A), más otras cinco de las dirigidas a los familiares: 90 (II 11), 112 (XV 6), 177 (IX 2), 182 (V 21) y 373 (XII 25).
108 La traducción de Navarro y Calvo está hoy disponible en Internet: http://info5.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=780.
109 Accesible en la red http://www2.uah.es/histant/pantoja/schola/Comm_ pet.pdf. Lleva una nota que trascribo literalmente: «Esta traducción está extractada de la que publiqué en Historia 16, 164 (1989) págs. 65-77, bajo el título de Una guía para ganar las elecciones. Mi versión sigue el texto de la edición de W.S. Watt, M. Tulli Ciceronis Epistulae, vol. III, Oxford 1958».