Capítulo 1
En el corazón del Rímac nace la Familia Celeste. Durante más de 60 años, el Club Sporting Cristal ha sido sinónimo de honor, transparencia y juego limpio en el fútbol peruano. La omnipresencia de sus fundadores, don Ricardo Bentín y doña Esther Grande de Bentín, no solo sentó las bases de la cultura del club, sino que, hasta la fecha, permanecen como faros que iluminan la razón de ser de la familia del Club Sporting Cristal: hacer las cosas bien.
Hay recuerdos difíciles de olvidar. Como la primera vez que tu padre te llevó al estadio a ver jugar a un equipo del que no sabías nada aún, pero el que, a partir de ese momento, sería parte de tu vida para siempre. Puede ser que tuvieras cuatro o cinco años cuando algún jugador de ese equipo te miró, o creíste que te miró, desde la cancha antes de hacer un gol. O quizá tenías 15 años y, por querer llevarle la contraria a la tradición familiar, decidiste hacerte hincha de otro equipo, aquel que gana en buena lid.
Si le preguntamos a un hincha del Sporting Cristal cuándo empezó a seguir al equipo, podríamos llenar mil páginas con anécdotas de este tipo. Porque todo fanático recuerda con exactitud el momento en que sintió que empezaba a vivir en esa otra dimensión donde la razón se diluye. Donde no eres hijo, ni hija, ni padre, ni madre, ni pareja, ni trabajador, sino parte de algo más intenso: la dimensión del hincha.
En el caso del Sporting Cristal, los hinchas, directivos, trabajadores y jugadores nos sentimos parte de una familia que se cuida mutuamente. Que tiene sus diferencias, como todas las familias, pero que al final del día hace lo mejor por la institución. Habrá quien argumente que esto ocurre en todos los clubes de fútbol, pero pocos en nuestra historia tienen una tradición familiar tan fuerte y marcada como la de este club.
En primer lugar, sus fundadores, don Ricardo Bentín y su esposa Esther Grande de Bentín, se convirtieron en los padres simbólicos y, no en pocas ocasiones, en los padres en la práctica de sus jugadores. Son conocidas las historias de la familia Bentín y su relación estrecha tanto con el equipo como con sus familiares.
La política de puertas abiertas, la comida tradicional en la casa Bentín después del partido del domingo, y el estilo de liderazgo que ejercían para priorizar el bienestar de las personas por encima de los números ―mucho antes de que esos métodos fueran reconocidos como prácticas positivas en los manuales de gestión empresarial― dejaron una huella imborrable que prevalece hasta hoy. «Lo único que nos importa es crear una verdadera familia en el Cristal, convertir el club en un gran hogar»1, afirmaba en 1971 Esther Grande de Bentín, considerada la primera hincha y madre del Sporting Cristal.
Don Ricardo Bentín, ingeniero de minas de profesión y uno de los empresarios más exitosos del Perú, adquirió en 1954, junto con otros accionistas peruanos, la compañía inglesa Backus y Johnston, la cual había sido creada en 1876 por los empresarios estadounidenses Jacobo Backus y Howard Johnston.
Lo que en un principio fue la Fábrica Sudamericana de Hielo del Rímac se convirtió en una cervecería en 1879. En 1922 nacería la cerveza Cristal, producto emblema de la compañía y cuyo nombre heredaría más de tres décadas después el equipo de fútbol Sporting Cristal.
Sin duda, la experiencia empresarial de don Ricardo al frente de una organización emblema de la industria peruana sentó las bases para la creación de un equipo en el que el trato profesional al jugador de fútbol fuera una prioridad.
Podemos afirmar, con responsabilidad, que antes del Sporting Cristal la profesionalización del jugador peruano solía ser irregular. Se jugaba con contratos poco respetados y estructurados, no por salarios formales. En su debut en la primera división del fútbol profesional, el 5 de agosto de 1956, contra el Alianza Lima, los jugadores del Sporting Cristal salieron a la cancha con un uniforme entero, bien entrenados y con actitud campeona. Que eso fuera una novedad dice mucho de cómo estaban las cosas en el balompié nacional.
Los Bentín tenían una preocupación genuina por el modo como se trataba al jugador de fútbol en ese momento. Estos no eran reconocidos como trabajadores de una institución sólida. Muchas veces no se respetaban sus derechos laborales, ni sus contratos, y eran víctimas de abusos y humillaciones. En los contados casos en que ganaban grandes cantidades de dinero, tampoco se les asesoraba en cómo mejorar su futuro o la vida de sus familias.
En una de las pocas entrevistas que dio a la prensa el matrimonio Bentín, don Ricardo dejó explícita su preocupación por el rol de los jugadores: «Desde mi primer día de labor en el Cristal pensé que le hacía mucho daño al fútbol, al deporte, esa imagen del futbolista un poco irresponsable. Valeriano López prende un cigarrillo con un billete de mil pesos colombianos, que en la fábula popular quiere decir: "En tu cuarto de hora, rómpete; después, no importa"» (Caretas, edición 429, 18 de enero de 1969)2.
Todos conocemos historias de talentos perdidos por ausencia de dirección, disciplina y responsabilidad. Esta preocupación genuina por las personas es una de las razones por las que el matrimonio Bentín decidió invertir en un club de fútbol que, en ese momento, se llamaba Sporting Tabaco.
Como aficionados del fútbol, Ricardo Bentín y Esther Grande eran asiduos asistentes a los partidos del torneo local en el que participaban equipos como Alianza Lima, Universitario de Deportes, Deportivo Municipal, Mariscal Sucre, Atlético Chalaco, Sport Boys y un equipo representativo del distrito del Rímac que despertaba las simpatías de los Bentín: el Sporting Tabaco.
Los inicios de este club se remontan a 1926, cuando un grupo de trabajadores del Estanco del Tabaco, la institución estatal que manejaba la producción, distribución y comercialización de cigarrillos, se juntaba a jugar al fútbol en lo que entonces se conocía como tercera categoría. Con el tiempo, el club ascendió a división intermedia, lo que hoy sería segunda división, y, en 1928, subió a la división superior del fútbol peruano. Diez años después de su fundación, adoptaron en su camiseta el color celeste que, posteriormente, llevaría la estampa del Sporting Cristal.
En esa época, las empresas buscaban crear equipos de fútbol internos para motivar a sus trabajadores a la práctica del deporte y la sana competencia. Pero, hacia 1954, el Estanco del Tabaco atravesaba una fuerte crisis financiera. Fue entonces cuando Ricardo Bentín le propuso al directorio de Backus comprar el club deportivo.
Es así como el 13 de diciembre de 1955 nace el Club Sporting Cristal Backus, emblema de la cervecería y de su marca más vendida: la cerveza Cristal. Más adelante, Backus se retiraría del nombre del club.
Con la fundación del Sporting Cristal, a los jugadores se les dio estatus de ejecutivos de la cervecería Backus con todos los beneficios que les correspondían. Pero el vínculo iba más allá. Se hizo personal. Cuando el equipo debía disputar algún partido fuera de Lima, los Bentín se reunían con la familia de los jugadores para seguir las noticias del partido y compartir una comida. Se preocupaban por la educación de sus hijos, los aconsejaban en qué invertir sus ganancias y afianzaban su autoestima.
Son muy conocidas las anécdotas de jugadores a quienes se les ayudaba a pagar su primera casa directamente desde la planilla del club. «El trato de ellos se basaba en un cariño especial. Nos trataban como hijos. Eran como los padres de los jugadores, no había distinción con nadie, era como una familia y la puerta de su casa estaba siempre abierta para nosotros»3, dice Alfredo Cavero, quien fuera capitán del Sporting Cristal en 1956.
Este es el origen del rasgo que más identifica al Sporting Cristal: una Familia Celeste, como se le conoce al club hasta hoy. Y esto conforma la columna vertebral de todas las decisiones que se toman: desde las oficinas directivas hasta el camarín, pasando por el estilo de gestión y de juego.
Cuando un jugador del Sporting Cristal sale al campo, de modo consciente o inconsciente, toma decisiones mediadas por la idea de familia. Los valores del matrimonio Bentín viven y se manifiestan transversalmente en una institución que ha impuesto un estilo de gerencia y de juego que ha marcado pauta, formando personas dentro y fuera de la cancha por más de 60 años. En el club se maneja la idea de que de 25 chicos que están en el fútbol formativo, quizá uno o dos pasen al fútbol profesional, pero son 25 buenos peruanos que ya son parte de la sociedad.
Así que estamos hablando de un club que nace con propósitos nobles y que se convirtió en referencia de gestión para otros clubes peruanos. La visión de la familia Bentín, en este sentido, no fue pequeña ni cortoplacista.
En la misma entrevista a Caretas en 1969, don Ricardo asegura que «nuestra labor tiene un solo motivo: devolverle al público algo de lo que nos da. El público de Cristal no es de cuello y corbata, es el pueblo, y al pueblo le gusta el fútbol. Nosotros queremos darle espectáculo a la gente, por eso prefiero perder jugando bien que ganar jugando mal». ¿Cuántos líderes deportivos estarían dispuestos a decir lo mismo hoy en día?
En el caso de este club, además, el primer año que participó en la máxima categoría del fútbol peruano salió campeón. Corría 1956 y la convocatoria de los dirigentes, con Blas Loredo a la cabeza, reunió a un equipo soñado: el chileno Luis Tirado en la dirección técnica; cracks como Vides Mosquera, Adolfo Donayre y Dante Rovay; jugadores uruguayos como Antonio Sacco, Tachero Martínez o Dorado Acuña; y el brasileño Carlos Zunino.
Fue una campaña inmejorable con 13 partidos ganados, 3 empates y solo 2 derrotas. De esta hazaña permanece hasta hoy el orgullo de saber que nacimos campeones.
A propósito de la celebración de los 50 años del equipo, Alberto del Solar, jugador del equipo y quien después seguiría siendo parte de la historia del club como miembro de la Junta Directiva, señaló: «Jamás voy a olvidar el campeonato de 1956; ha sido una de las grandes alegrías que he tenido en mi existencia… una de las mayores alegrías que ha tenido el barrio Rímac en su historia. (…) Desde el club se han dictado grandes lecciones de buen fútbol, lealtad y humanidad»4.
Por su parte, Augusto Espinoza Coronel, socio fundador del Sporting Cristal, dijo con orgullo en esa misma publicación: «Pertenecí desde el primer día a la directiva del Cristal. Había sido funcionario del Estanco del Tabaco y, cuando vino el cambio, fuimos campeones en el primer año de la competencia. Allí se duplicó el cariño y el amor por el club. Nunca he perdido ese amor… por una institución que fue y sigue siendo un ejemplo para el Perú, para los demás clubes. El mío es un señor club».
Esta es la historia que todo hincha conoce y repite. Pero hay más. A lo largo de toda su trayectoria, el Sporting Cristal ha obtenido 19 campeonatos nacionales. Fue el primer equipo en convertirse en tricampeón del fútbol peruano por los títulos conseguidos en 1994, 1995 y 1996. Es el club peruano con más presencias en la Copa Libertadores de América, con 39 participaciones en fase de grupos, y ha sido cantera de jugadores de alto nivel para la selección peruana.
Desde su fundación, en la mayoría de las participaciones de la escuadra nacional en Sudamericanos, Juegos Olímpicos y Copas del Mundo en que ha participado Perú, siempre fueron convocados futbolistas celestes.
Para los mundiales de 1970, 1978 y 1982, el Sporting Cristal aportó seis, nueve y cinco jugadores, respectivamente. De hecho, el club salió campeón del fútbol peruano en 1970, 1972, 1979 y 1983, y tuvo como referentes a los seleccionados nacionales que jugaron en las Copas del Mundo.
Pero nacer campeón nunca ha sido suficiente para el club. Como una herencia ganada a pulso, el resguardo de los valores del Sporting Cristal ha sido una responsabilidad histórica. En una industria con sonados escándalos de corrupción, donde se compran árbitros, se les paga a los jugadores por debajo de la mesa para evadir impuestos, no se les respetan los contratos o se les despide injustificadamente, el Sporting Cristal se planta y cumple con su deber de hacer las cosas bien. De ser diferentes.
Tener buenas prácticas laborales no debería ser algo extraordinario y, sin embargo, en el Perú lo es. Todos los años hay juicios por incumplimiento laboral de algún jugador a su club de fútbol. En 64 años de historia, el Sporting Cristal nunca ha sido demandado.
Mientras otros clubes han estado al borde de la quiebra por malos manejos financieros, el Sporting Cristal no se retrasa en los pagos de sueldos ni de beneficios de salud, sus finanzas están al día y cuenta con prácticas exitosas de la empresa privada y el gobierno corporativo.
Es inconcebible imaginar a un jugador del Sporting Cristal sin contrato. Claro que nunca falta quienes argumentan que «con la chequera de Backus todo es posible», pero el Sporting Cristal puede decir con orgullo que es un club autosustentado que no solo paga su funcionamiento, sino que también genera ganancias para su industria madre. Por eso en la calle lo conocen como «un club serio».
Si a esto se le suma el eficaz rendimiento en la cancha y la conquista de 19 campeonatos, estamos frente a un equipo de alto nivel capaz de compararse con los mejores clubes deportivos de la región latinoamericana. «El Sporting Cristal usualmente gana, y gana bien», dicen los hinchas, quienes también viven los valores del club del cual son parte.
Integridad, lealtad, compromiso, equilibrio y unidad son los valores que atraviesan, transversalmente, todos los aspectos de esta historia. Si un jugador o miembro del club no es íntegro ni leal, si no trabaja en equipo, si se muestra poco comprometido o comete excesos, podemos asegurar que ese jugador de fútbol no pertenece a la Familia Celeste.
El escudo del Sporting Cristal es un pentágono cuyas puntas simbolizan esos cinco valores. En el tope del escudo, recordando la gloria de una gran campaña, hay tres estrellas que equivalen al triple campeonato de los años 1994, 1995 y 1996. Cualquier fanático mayor de 30 años tiene un recuerdo vivo de ese tricampeonato.

Cuando Harold Mayne-Nicholls, expresidente de la Federación Chilena de Fútbol, hoy vicepresidente de Colo-Colo, visitó el Club Sporting Cristal en febrero de 2014, apenas vio la cancha de entrenamiento de La Florida (ciudad deportiva del club) y la del estadio Alberto Gallardo, exclamó: «¡Ah! Este es un club serio». Cuando se le preguntó por qué lo decía si recién había pisado la cancha, agregó: «Porque los clubes que tienen los campos de juego así de cuidados tienen respeto por el juego».
Esta anécdota sirve para ilustrar el primero de los valores del Sporting Cristal: la integridad. Cuando llegas a un club y sus campos son de tierra, no se respeta al jugador, hay desorden, hay desmotivación o escándalos, sabes que algo no está bien. «El diablo vive en los detalles», dice el refrán popular. En el caso del fútbol: el diablo está a un córner de distancia.
Estamos hablando de una industria que mueve alrededor de 550 000 millones de euros, tal como lo señala The Sport Market, documento de A. T. Kearney, en el año 2011. Se trata de un sector tan competitivo y dinámico como cualquier otro. De manera que hace falta mucha integridad para hacer las cosas bien, especialmente cuando entran en juego elementos como el dinero, el poder y los egos del tamaño de un estadio. Por eso, la integridad es el primer valor que identifica al club.
En Cristal somos íntegros
Una gestión deportiva íntegra deviene en cuentas claras con los jugadores, pagos a tiempo, compromisos cumplidos con las federaciones, puntualidad con los impuestos y una responsabilidad social activa con las comunidades que conviven con el club. No obstante, esta integridad también se expresa en la cancha.
Todos sabemos cuándo un equipo realiza un juego sucio. En un espectáculo tan público como el fútbol, resulta fácil reconocer a jugadores que dramatizan faltas, demuestran una conducta antideportiva o tienen comportamientos cuestionables. En el Sporting Cristal preferimos ganar jugando al estilo Cristal, y si toca perder, que sea dándolo todo.
Pero la integridad también es lo que hacemos cuando nadie nos ve. Cuando la compra de un jugador se hace tras bambalinas, cuando se establece un monto en el contrato, pero por debajo de la mesa se está negociando otro, cuando se defrauda al país y al fisco al no declarar los impuestos, cuando se juega con la hinchada y se compran o venden partidos, es cuando todo lo que nos enamora del fútbol nos empieza a decepcionar. Por eso, el Sporting Cristal trabaja para que prevalezca la integridad.
Uno de los episodios más difíciles de manejar durante la gestión que llevamos en el club tuvo que ver con una irregularidad puntual detectada en el fútbol formativo en el año 2012. Nos llegó la denuncia de que había una suerte de «vara» gracias a la cual algunos padres habían pagado a entrenadores para que jugaran sus chicos.
Hace unos años hubo un escándalo similar en las universidades de la Ivy League en Estados Unidos. Se descubrió que ciertos padres, entre ellos estrellas de televisión, habían pagado fuertes sumas de dinero para que admitieran a sus hijos en las universidades más prestigiosas del país. Esto demuestra que ninguna institución, por poderosa o tradicional que sea, está exenta de este tipo de prácticas.
Pero lo que distingue a una organización íntegra es si está dispuesta a asumir la responsabilidad, tomar medidas drásticas, sanear la situación y establecer políticas para que las irregularidades no ocurran de nuevo. Eso fue lo que hicimos en nuestra gestión en el Sporting Cristal. Iniciamos una investigación sobre la denuncia del cobro de comisiones a algunos padres para que sus hijos ingresaran a entrenar en la división formativa.
Con la integridad como faro y las pruebas en la mano, tuvimos que tomar la difícil decisión de dejar ir a personas importantes que, sin embargo, habían cometido un error inadmisible dentro de nuestro marco ético y normativo. Dejarlo pasar, en nombre de la amistad o la trayectoria, era inadmisible.
Ser íntegro cuando todo está bien o cuando se va ganando el partido es fácil. Pero mantenerse firme en la idea de hacer lo correcto en la hora difícil, o en los últimos cinco minutos del tiempo complementario, resulta una de las tareas más difíciles de cumplir. Es lo que demuestra lo difícil que es mantener este valor.
Esta templanza en la hora más difícil tiene que ver con un segundo valor del Sporting Cristal: el equilibrio.
Mantenemos el equilibrio
Uno de los ejercicios básicos que se les enseña a los chicos en el fútbol infantil —probablemente el primero de ellos— es aprender a correr con la pelota sin perder el equilibrio. Balancear el cuerpo y manejar los pesos tiene que ver con el fútbol tanto dentro como fuera de la cancha.
En una industria tan compleja como esta resulta muy fácil perder el equilibrio. Te dejas cegar por los flashes o por el ego. Haces un gol y quieres ir a celebrarlo frente a la barra contraria. Las pasiones están a flor de piel; y las decisiones emocionales, a la orden del día. Un domingo ganas y te sientes en la cima del mundo. Pero al siguiente partido pierdes y todo el país pide tu cabeza. Por eso, probablemente, este sea uno de los valores más importantes en un negocio que gestiona pasión.
En estos contextos, el equilibrio, más que un valor, es una necesidad, una urgencia. Si pierdes el centro, si te desbalanceas, pierdes la pelota en la cancha o la cabeza en la gestión. Por eso, el equilibrio es un valor vinculado con la autocrítica y la capacidad de buscar y encontrar ayuda.
Lo contrario a la humildad es la arrogancia. El opuesto del equilibrio es el exceso. Cuando tomas decisiones que involucran millones de dólares, los puestos de trabajo de tus colaboradores o el sustento de cientos de familias, el exceso es un pecado que no quieres cometer. Por eso, una manera práctica de mantener el equilibrio es tener los objetivos claros.
En el primer trimestre de 2014, hacia la mitad de nuestra gestión, hubo una fuerte presión de la opinión pública para sustituir al argentino Daniel Ahmed, quien se estrenaba como director técnico profesional. Su contratación había respondido a una decisión estratégica de priorizar el fútbol formativo, lo cual ha sido uno de los grandes retos asumidos por el Sporting Cristal en los últimos años.
Fueron unos meses difíciles porque íbamos octavos en el torneo nacional, el equipo no estaba jugando bien y todos pedían la cabeza de Daniel. La decisión de la institución no solo fue renovarle el contrato por dos años más en medio de la peor situación, sino enviar una señal clara a los detractores del fútbol formativo: ese campeonato decidimos jugarlo con varios chicos de la cantera que estaban listos para tener su oportunidad, y salimos campeones.
El gol de la victoria lo hizo Edinson Chávez, un jugador que venía del proyecto de fútbol formativo, con un gran pase de Yoshimar Yotún. Pero no solo ganamos la Copa, sino que esa decisión significó una gran lección de equilibrio. Una prueba de fuego para nuestros valores. Bajo la tutela técnica de Daniel Ahmed, el equipo llegó otra vez a la final por el título nacional en 2015, y quedó subcampeón. De nuevo, el equilibrio había dado resultados.
Este, de hecho, es uno de los valores más amenazados dentro del fútbol, donde las pasiones tratan de privar sobre la razón. Por eso, una de las mejores maneras de mantener el equilibrio es tener una estrategia clara con un plan a mediano y largo plazo, basada en los datos, y atenerse a ella con firmeza. Sin la vista puesta en el objetivo, el equilibrista se cae de la red o el chico pierde la pelota.
Estamos comprometidos
Todos los que estamos en este negocio sabemos que a los futbolistas les pagan por hacer tres cosas: jugar, comer y dormir. Se juega de una manera, se come de una manera y se duerme de una manera.
Cuando un chico no duerme lo suficiente antes de un entrenamiento o no lleva la alimentación que le corresponde, eso se empieza a notar en el terreno de juego y es una clara señal de que algo está pasando. Por eso, los jugadores profesionales entienden que su cuerpo es su herramienta de trabajo y su primer compromiso es cuidarlo.
En el fútbol peruano, son antológicas las historias de futbolistas que se iban de fiesta, incluso la noche anterior a un partido. Trasnochaban, bebían y luego salían a la cancha. Tenían pésimos rendimientos por falta de disciplina y una ausencia total de compromiso consigo mismos y con el juego.
La manera que tiene un liderazgo de equipo de demostrar que está comprometido con los valores es viviéndolos y sancionando a quien no los cumple. Hay situaciones en las que esta manera de hacer las cosas es más fácil de cumplir; pero en otras, el reto se vuelve más desafiante y requiere de medidas extremas.
En 2014 sonaba el nombre de un conocido jugador para el Sporting Cristal. Este futbolista, de innegable talento, había sido cuestionado en varias oportunidades por protagonizar escándalos que involucraban alcohol y conductas violentas.
Nuestra posición en el club fue firme: ¿qué tipo de mensaje les daríamos a los 150 chicos que en ese momento integraban el proyecto del fútbol formativo si lo fichábamos? El mensaje hubiera sido catastrófico. Algo parecido a «Juerguea, no trabajes, la disciplina no importa, viva la falta de profesionalismo». Luego de dar ese paso, ¿qué clase de compromiso podríamos esperar de esos chicos?
Un jugador de fútbol que está comprometido lo da todo por su equipo. Cuida su cuerpo y su mente, hace esfuerzos, se mantiene enfocado, se va temprano de las reuniones sociales porque al día siguiente debe madrugar para entrenar. Todas las familias de deportistas saben lo sacrificado que es alcanzar un nivel profesional. Sin ese tipo de compromiso, del jugador y de su entorno, es poco probable obtener buenos resultados y sostenerlos en el tiempo.
Desde el club, el compromiso es brindarle a toda la Familia Celeste un club sólido, serio, que respete a sus jugadores y a su hinchada. Como muestra de ello se estableció un beneficio que en su momento fue pionero en el fútbol peruano: una póliza de seguro de accidentes para los jugadores del fútbol formativo.
Asimismo, durante nuestra gestión asumimos un compromiso con el fútbol formativo para convertirnos en cantera del talento futbolístico en el país. Sabemos que el deber es ofrecer un espectáculo atractivo, un fútbol vistoso, con actitud, que no atropelle al contrario y, sin embargo, gane en buena lid.
El compromiso como valor también se manifiesta en la hinchada del Sporting Cristal, una de las más exigentes del fútbol peruano. El hincha fiel reniega, pero alienta, y esta manera de ser tiene mucho de lealtad, el siguiente valor que nos caracteriza como club.
Siempre leales a Cristal
Ser «del Cristal» es como un título nobiliario: te acompaña hasta la muerte. Nadie te lo puede quitar. ¿Qué clase de hincha alienta al equipo contrario cuando el suyo va perdiendo? No se podría imaginar una forma peor de deslealtad en el fútbol. Sin embargo, la lealtad, tal como la entendemos en el Sporting Cristal, significa mucho más.
Todas las decisiones que se toman en el club se hacen respondiendo a la lealtad con el Sporting Cristal, no con fracciones de poder.
Pero, en ocasiones, la lealtad puede ser malinterpretada como sumisión, o como la necesidad que tienen algunos líderes de rodearse de personas que solo les digan lo que están haciendo bien. Los yes-sayers, como también se les conoce. En el club, por el contrario, reconocemos la crítica constructiva como una forma de lealtad.
Ser leales al Sporting Cristal significa querer que el equipo crezca, que supere sus dificultades y que aprenda de sus errores. El «sí señor» sin autocrítica ni reconocimiento de las fallas es solo una receta para la mediocridad.
De hecho, estos valores de los que estamos hablando son el fruto de una gran muestra de lealtad de quienes, en 2012, nos unimos para salvar al club de una de sus crisis internas más duras: nos habíamos salvado, por poco, de irnos a la baja el año anterior y tocaba repensar el futuro del club.
Más allá de las diferencias que existían en la Familia Celeste, mostramos lealtad y, como en los mejores tiempos, estuvimos juntos alrededor de una mesa en la casa del presidente de entonces todos los directivos, gerentes y exdirectivos. Como miembros de una familia, dejamos de lado las diferencias y empezamos a idear el renacimiento del club, lo que se conocería como el Back to Glory, nuestro plan para devolverle al Sporting Cristal su orgullo de equipo campeón. El plan fue bautizado en inglés para consumo de los dueños de la cervecería.
En esa reunión estaban Felipe Cantuarias, Luis García Rosell, Francisco Mujica, Diego Dyer, Bernardo León, Nino Garboza, José Eyzaguirre, Francisco Lombardi, Michael DeBakey, José Osterling, Gustavo Zevallos y Carlos José Benavides.
Estuvimos toda una jornada trabajando en grupos hasta llegar a una síntesis en conjunto de lo que era para nosotros el Sporting Cristal, el propósito del club y nuestros valores. De allí, de esa unión de leales a la Raza Celeste, surgieron los valores que hemos repasado en este capítulo.
Una familia que nos une
En el fútbol que más nos gusta, las individualidades brillan cuando el equipo las acompaña. Esta muestra de unidad suele dar resultados extraordinarios. Un equipo dividido, desenfocado o desunido tiene todas las de perder. Por eso, hemos destacado la unidad como uno de nuestros valores emblema.
Una familia que juega unida permanece unida. Esta fue la lección que aprendimos en el campeonato de 2014. Nuestro presupuesto estaba pendiendo de un hilo y dependíamos de ganar un partido decisivo contra Universitario de Deportes. Si perdíamos ese encuentro, nos quedábamos matemáticamente fuera de los playoffs, lo que significaba terminar el año financiero con un millón de dólares en negativo.
No teníamos ni un solo recurso extra. Todo el peso estaba en los pies de los jugadores. Ese año habíamos tomado decisiones estratégicas, como tener un comando técnico con poca experiencia en fútbol profesional, que priorizaba el fútbol formativo, y jugamos el campeonato con algunos chicos nuevos, pero sabíamos que esta apuesta arriesgada daría frutos a largo plazo. Solo necesitábamos la oportunidad de probarlo.
Así que dos días antes de ese partido decisivo convocamos a la Raza Celeste. Invitamos al entrenamiento a todos los que quisieran asistir: trabajadores administrativos, exjugadores, gerentes, hinchas, chicos del fútbol formativo. Todos aquellos que quisieran alentar a los jugadores mientras entrenaban eran bienvenidos. Entonces pasó algo que muy pocas veces se ve en esta industria.
Más de 300 personas rodearon el campo de entrenamiento gritando al unísono «¡Fuerza, Cristal!», y de un momento a otro se armó un partido no oficial entre hinchas, jugadores, directivos, gerentes y trabajadores. Toda la Familia Celeste junta en la cancha apoyando a su equipo, que tenía un gran desafío por asumir.
El día del partido no solo ganamos y pasamos a playoffs, sino que ese año nos hicimos campeones de la liga nacional.
Cuando disputamos la baja, la hinchada se unió para apoyar al equipo. Desde el punto de vista simbólico, esto resultó muy valioso y tuvo un peso en el resultado. Pero desde el punto de vista práctico también: en esas jornadas, el club tuvo una de las mejores recaudaciones de taquilla de su historia, lo que permitió levantar al equipo de sus cenizas.
Estas anécdotas se conocen poco porque el Sporting Cristal tiene una historia de larga data como equipo exitoso. Sin embargo, en las adversidades es cuando hemos estado más unidos. Buena parte de esa responsabilidad recae en la hinchada celeste.
Hay algo especial en este deporte: su relación con la infancia. Quienes amamos el fútbol, y lo hemos hecho parte de nuestra vida, podemos recordar anécdotas que vivimos de niños en un estadio, alrededor de una pelota, siguiendo un campeonato por radio o televisión, nuestro primer gol o aquel tiro libre que pegó en el poste.
Dentro de cada hincha, de cada jugador y de cada directivo de fútbol, hay un niño cuyo único deseo es emocionarse por el juego. Son esos niños quienes se convierten luego en guardianes del deporte y de sus valores. Cuando pensamos en el hincha del Cristal, pensamos en niños que sienten una pasión auténtica por el juego y que, sin importar cuántos años pasen, seguirán viviéndolo a flor de piel.
Por eso, el hincha del Cristal es particular. Por una parte, hemos sido descritos como «los pavos» del fútbol; es decir, los que no hacían «la criollada», que en jerga peruana quiere decir «valerse de cualquier vía para beneficiarse y sacar ventaja sobre los demás». Y, por otro lado, es la hinchada más exigente, porque hay que lograr los resultados de forma correcta.
Todo fanático le exige a su club ganar campeonatos y brindar un buen espectáculo. El hincha del Cristal, no. Nosotros exigimos las tres G: ganar, gustar y golear. Cuando el Cristal gana un partido, es normal escuchar a un hincha decir:
De tres goles para arriba es la Marca Celeste. Este nivel de exigencia, desde luego, se traslada al club. Si ganamos por goleada, pero el juego no fue vistoso, el hincha se va a resentir. Buscamos entregar un espectáculo impecable, ganar en buena lid, respetar al rival, dignificar al jugador, aportar a la industria y al país. Este es el mindset Cristal que comparten tanto hinchas como jugadores.
En su ADN están los valores de la familia Bentín, además de una tendencia natural a sobreanalizar todo: ser en extremo racionales por una parte y llenos de Raza Celeste por la otra. ¿Por qué?
Luego de estos años nos animamos a aventurar una hipótesis: el hincha del Cristal es un hincha puro. El que decidió ser de un equipo que quizá no era el de toda su familia, pero le gustaba cómo jugaba y su manera de ganar. Por eso, en su top of mind siempre estará alguna idea parecida a esta: «Me hice del Cristal a pesar de que toda mi familia es de la “U”, entonces no me pueden fallar, deben ganar y jugar bien».
Esta manera de estar se manifiesta también fuera de las gradas. El hincha del Cristal tiene una actitud obsesiva por el éxito, y si lo alcanza, debe ser de una forma correcta y honesta.
Además, se saben herederos de una historia gloriosa, con triunfos, títulos y grandes leyendas. Entienden que el Sporting Cristal es un club serio que no se involucra en escándalos y se sienten orgullosos de él. Especialmente en Perú, un país no tan distinto al resto de la región latinoamericana, donde abunda la informalidad, los casos de corrupción alcanzan niveles muy altos del poder y algunos de los equipos de fútbol más importantes se han declarado en quiebra debido a malos manejos administrativos o deudas con el fisco.
En este contexto, la propuesta del Sporting Cristal para su hinchada es ser diferentes. Una de nuestras piezas publicitarias más exitosas sobre la Raza Celeste lo planteaba así: «Somos la Raza Celeste, nadie te la regala, nadie te la vende, la obtienes por decisión propia. Ser de la Raza Celeste te describe como una persona aguerrida y como un fanático intenso. Pero, a la vez, te define como un profesional con una fuerte ambición por el triunfo. Ese es nuestro ADN, no somos mejores, no somos peores, no somos soberbios ni sumisos. Sencillamente, somos una legión de diferentes: la Raza Celeste».
Precisamente, a partir de este entendimiento profundo de cómo es el hincha del Cristal acuñamos desde 2012 «la Raza Celeste» como concepto paraguas de nuestras estrategias comunicacionales.
Esta fue la base del proyecto de identidad y cultura que llevamos adelante para salir del atolladero y la depresión colectiva en la que nos dejó la pelea por salvar al equipo de irnos a la baja en 2011, y cuyas acciones estratégicas y tácticas son el centro de este libro. Sin embargo, no podíamos comenzar a contar la historia de las acciones de la gestión para recuperar al club sin relatar la historia del equipo, nuestros valores y las características de nuestra hinchada.
Solo así es posible plantear la pregunta central que nos convoca en las siguientes páginas: ¿cómo un club con estas credenciales, valores e historia estuvo sumido en una crisis desde 2007 hasta 2011? ¿Cuáles fueron las razones del quiebre? ¿Qué hicimos para salir de allí y qué acciones estratégicas tomamos en nuestra gestión para que esa pesadilla no se repitiera?