2. El autor

2. El autor

Pedro Chacón fue conocido desde su muerte como «otro Varrón de su siglo» (Schott, 1608) debido a su reconocida erudición. Pocas veces se habla hoy del teólogo, latinista, helenista, arqueólogo y acreditado erudito Pedro Chacón cuando se alude a brillantes antiguos alumnos de la Universidad de Salamanca y, sin embargo, este fue uno de los intelectuales más renombrados e influyentes de su tiempo. Generalmente se alude a Chacón en relación con la «Historia de la Universidad de Salamanca», que el rector de Salamanca le encargó y que estuvo terminada a finales de 1569; o como editor del compendio sobre la reforma del calendario que había dejado manuscrito el italiano Luigi Lilio, documento que fue enviado después para su consulta por el papa Gregorio XIII a los monarcas y a varias universidades de la cristiandad entre 1577 y 1578, y que sería la base de la reforma del calendario gregoriano de 1582.

La historiografía sobre Pedro Chacón ha sido abundante casi desde su llegada a Roma en otoño de 1570. Fue conocido en su época por distintas formas lingüísticas de su nombre, como Pedro Chacón (escrito con y sin tilde), o con su nombre latinizado (Petrus Ciaconnius, Ciaconius, Ciacconius Toledanus, Ciacconius Toletanus, Ciacconus, Thsaconius), afrancesado (Pierre Chacon), o italianizado (Pietro Ciacone o Ciaccone).

Desde los últimos años del siglo xvi empezó a ser frecuentemente citado y reconocidas sus obras en el ámbito de la intelectualidad católica. Se habló mucho de él en los dos siglos posteriores a su muerte a propósito de la impresionante obra filológica, matemática, arqueológica, jurídica e histórica que dejó, pero caben muchas dudas sobre su vida cotidiana debido a su voluntad de invisibilidad histórica y a los datos no siempre coincidentes que, como consecuencia de ella, ofrecieron sus primeros biógrafos.

Inmediatamente empezaron a publicarse sus estudios y su nombre fue incluido en los repertorios de eruditos e intelectuales más reconocidos de la época. El primero de ellos fue Andreas Schott que, molesto por la atribución que se hiciera Fulvio Orsini de los comentarios de Chacón a César publicados por él en 1595, decidió escribir De vita scriptisque Petri Ciacconi, información que amplió en 1608, en su Hispaniae Bibliotheca...[3]. Schott no conoció personalmente a Chacón, pero siguió muy de cerca su estela desde 1579 a través de su estancia en Toledo, como profesor de griego tras el fallecimiento de Alvar Gómez de Castro (el 16 de septiembre de 1581), o a través de su posterior permanencia en Roma (1594-1597); Domínguez sospecha incluso que pudieran haber cruzado correspondencia, pues cuando Chacón murió Schott sabía muchas cosas sobre sus obras. De hecho él fue quien hizo la primera relación de las obras de Chacón, que sería completada y matizada después por Nicolás Antonio en su Bibliotheca Hispana Nova —cuyo manuscrito estaba concluido en 1601 aunque la primera edición del texto no saliera impresa hasta 1672 (Antonio, [1788] 1999, 207-221)— y recopiladores posteriores. De forma simultánea a Schott debió de escribirse la biografía de Chacón que incluyó Jerónimo Román de la Higuera († 1611) en su «Historia eclesiástica de la imperial ciudad de Toledo» (Higuera [s.a.], tomo IX, libro XXXVIII, Cap. XVII, BNE, Ms. 1293, ff. 187r-190v, <goo.gl/3yHUwn>], que no se difundió apenas por haber quedado manuscrita. Este recopilador conoció personalmente a Chacón y a su familia por haber nacido ambos en Toledo, y su biografía es necesariamente anterior al año 1611 en que muere.

Cuando se publicó la Bibliotheca Hispana Nova de Nicolás Antonio en 1672, en la que se dedicaba un amplio espacio al personaje (Antonio, [1788], 1999, 179-184), su contenido se convirtió en la biografía de referencia para multitud de reseñas de los siglos xvii al xxi, como las de Villenave (1844, 394-395), la Biografía Eclesiástica Completa (1850, III, 791-793), Picatoste Rodríguez (1891, 70), Fernández Vallín (1898, 89, 165, 188, 205 y 266), la Enciclopedia Cattolica que editó la Città del Vaticano (1949, III, 1573), Palau y Dulcet (1951, IV, 249-250), Ruiz, (1967), Orive (1972, II, 673), Carabias (1990), Mora Rodríguez (2009, 200-201), Moralejo Ortega (2011), o Domínguez (2012b).

Fue Elisa Ruiz, en 1967, la que publicó una verdaderamente meritoria biografía de la hasta entonces desconocida estancia de Chacón en Roma (1570-1581), elaborada a partir de la documentación que sobre él se conserva en el Archivo Vaticano y en el Archivo de la Obra Pía Iglesia Nacional de Santiago y de Montserrat, en Roma, institución esta última que había heredado el legado que Chacón dejó en su testamento a la Real Iglesia de Santiago de los Españoles cuando esta desapareció. Posteriormente vio la luz la edición crítica de una de las obras de Chacón, la «Historia de la Universidad de Salamanca», en cuya introducción proporcionábamos datos novedosos sobre la estancia de Chacón en Salamanca (Chacón, 1990), pero ha sido entre los años 2011 y 2013 cuando se ha producido un segundo gran impulso al conocimiento de este personaje, de la mano de varios trabajos de Domínguez: la entrada «Chacón, Pedro» del Diccionario biográfico y bibliográfico del Humanismo español (siglos xv-xvii), el análisis de parte de su correspondencia, y el estudio Arias Montano y sus maestros, pues Chacón fue uno de ellos (Domínguez, 2012b; 2012a, 2013a, 2013b; 2013c). El trabajo biográfico de Moralejo Ortega, en el Diccionario Biográfico Español, a pesar del innegable esfuerzo que supuso, no resultó del todo clarificador (Moralejo [2011], XIII, 405-406).

Es decir, que el panorama historiográfico que rodea hoy en día la figura y la obra de Pedro Chacón es mucho más completo y pormenorizado de lo que lo era en el año 1990. Se saben muchos más detalles sobre su vida, sus obras y el impacto de las mismas. Aprovecharemos a continuación la información que nos proporcionan todos estos estudios, añadiendo o matizando lo que procede de investigación propia.

2.1. Nacimiento y primeros años de la vida de Chacón

Pedro Chacón nació en Toledo. El año más probable de su nacimiento es el de 1525, aunque la mayoría de los biógrafos lo fijaron, desde los primeros tiempos, en 1527. Así lo hizo Schott (Schott, 1608, 556), redactor de la primera biografía impresa del personaje, dato que repitieron la mayoría de los historiadores que se han ido sucediendo[4]. Pero ni el mismo Chacón sabía con seguridad el año de su nacimiento, pues se declara de «hedad de quarenta años, poco más o menos» en mayo de 1568, cuando se le toma declaración en relación con el proceso de Pedro Ramus (Pinta Llorente, 1933, 246), según lo cual habría nacido en 1528. Por otra parte se dice que tenía «cuarenta y siete años» cuando llegó a Roma, lo que fijaría su nacimiento en 1525. Recuérdese que este desconocimiento de la fecha de nacimiento era frecuente entonces, debido a que los registros parroquiales de bautizados no fueron obligatorios hasta el final del concilio de Trento, en 1563.

El jesuita toledano Jerónimo Román de la Higuera, contemporáneo y también biógrafo de Chacón, dice que su compatriota había nacido el 22 de diciembre de 1526, que sus padres, abulenses ambos, fueron el cirujano licenciado Solís y Teresa Chacón, y que a los nueve años aprendió latín de los maestros de Toledo Alonso Cedillo y Alejo de Venegas, después estudió gramática «en cuarenta días» (es poco probable que —como también dice Higuera— se graduara entonces en derecho), marchando después a ampliar estudios a Salamanca por consejo de su hermano, el doctor Solís[5]. Aunque Higuera no lo dice, parece que tenía antepasados judíos y quizá por eso sintió en carne propia el proceso a los hebraístas salmantinos del que enseguida hablaremos.

En Toledo publicaría Alejo Venegas su Agonía del tránsito de la muerte (1537), la obra maestra de la literatura ascética española, en la que reconoce el admirable trabajo didáctico de Alonso Cedillo[6]. Antes de ser Venegas docente, fue alumno de Alonso Cedillo, como lo será Chacón. Cedillo ejerció una importante labor como profesor de gramática y matemáticas en el Colegio de Santa Catalina de aquella ciudad, sede de la posterior Real Universidad de Toledo (cf. Martínez Gil, 2000, 66; Calduch, 2014, 61).

Es difícil demostrar los estudios de artes de Chacón en Santa Catalina de Toledo debido a que no se han conservado los libros de matrículas de esta institución y las actas de claustros, en las que se anuncian los candidatos a cada titulación; se conservan a partir de 1575. Sin embargo yo considero altamente probable que nuestro personaje cursara allí sus primeros estudios de artes; y me parece imposible que se graduara en derechos (esto es, civil y conónico al tiempo), como dice Higuera. Si realmente fue allí alumno del catedrático de gramática de Alejo Venegas, tuvo que haber estudiado con él antes de 1544, fecha en la que este dejó Toledo para dirigirse a los Estudios Generales de Madrid (Martín López, 2014)[7].

En aquella época, alrededor precisamente de este colegio de Santa Catalina, coinciden en Toledo círculos humanistas de gran nivel de los que formaban parte asimismo Ambrosio de Morales, Alvar Gómez de Castro, Felipe de Guevara, los hermanos Covarrubias y Leyva, Juan de Guevara y otros. Así pues, aunque no se ha podido comprobar aún, Pedro Chacón debió de ser uno de los alumnos de este colegio, un centro en importancia creciente[8]. Probablemente de este periodo y circunstancias devino el interés de nuestro personaje por el mundo clásico y por la arqueología (Andrés, 1989, 168 y 172). Es decir, que Chacón vivió sus primeros años rodeado de un ambiente humanista proclive al estudio (Andrés, 1988, 237-313), cuyo hábito le acompañará a lo largo de la vida.

2.2. Chacón en Salamanca

Para quienes se han acercado alguna vez a la temática universitaria salmantina, el nombre de Pedro Chacón y la noticia de su «Historia de la Universidad de Salamanca» resultan de una enorme familiaridad; familiaridad que contrasta vivamente con la dificultad de encontrar efectivamente noticias sobre la vida del autor en esta ciudad. Se suele hablar del personaje en función de esta obra, sugiriendo que se trata de un conocido profesor salmantino.

Desconocemos cuándo llega Chacón a Salamanca, pero según su biógrafo Higuera (BNE, Ms. 1293, f. 187v), muertos ya sus padres se trasladó a esta urbe y se dedicó a estudiar matemáticas y griego por su cuenta, convencido, según Nicolás Antonio, de que «había que emprender el estudio de las disciplinas humanísticas antes de emprender el de la ciencia divina» (Antonio, [1762], 1999, 207). No sabemos si fue de forma simultánea a estos estudios, o si lo hizo de forma sucesiva, pero cuando tenía aproximadamente 30 años se matriculó en la universidad, figurando como estudiante de teología en ella desde 1555 a 1562 (Antonio Rubio, 1987)[9]; se inscribe como «bachiller artista» el primer curso, lo que significa que antes había estudiado los tres cursos previos en la facultad de artes, que resultaban entonces propedéuticos y obligatorios para conseguir la posterior matriculación en teología en Salamanca. Quizá tenga razón Higuera cuando dice que se graduó «por suficiencia en artes», aunque también dice que estudió aquí matemáticas, materia que formaba parte de esa facultad (f. 187v). Yo no he encontrado su nombre en los registros de matrícula de la Universidad de Salamanca antes del año 1555, así que cabe suponer que, como decía Higuera, estudió aquellos tres cursos en Toledo. Solo podemos afirmar que en 1555 era ya bachiller en artes y que tardó siete cursos en terminar los estudios de teología, cuando lo más habitual era concluirlos en cinco. Fue en esta facultad alumno predilecto de Domingo de Soto.

Existe incertidumbre sobre dónde y cuándo se graduó Chacón de bachiller, licenciado y doctor (grado este último que en las facultades de artes y teología de Salamanca llevaba el nombre de «maestro»). Lo cierto es que figura como «el maestro Chacón» en su «Historia de la Universidad de Salamanca», del año 1569, mientras que, simultáneamente, en las actas de claustro universitario de la institución salmantina, entre los años 1570 y 1572, cuando se refieren a él le nombran como «el licenciado Chacón». Quizá debamos a interpolación posterior la nominación como «maestro» que se le atribuye en el año 1569. Poco tiempo después, en 1575, Antonio Agustín alude a él como «el señor doctor Pedro Chacón» (Flores, 1987-1988, 154; Domínguez, 2012b, 194), de lo que Domínguez infiere que probablemente se licenció de teología en Salamanca y se doctoró también en la misma facultad salmantina, mientras vivía ya en Roma.

Debemos indicar que en aquellos momentos era imposible la ob­- tención de un grado universitario en Salamanca, máxime el de doctor, sin la presencia física del graduando en la ciudad y sin el sometimiento a un largo y ceremonioso proceso de colación del grado. Yo no conozco ningún caso como ese. Era posible incorporar a la Universidad de Salamanca un grado obtenido en otro centro similar, pero tampoco se encuentra ninguna incorporación de grado de Chacón a la institución salmantina. Así pues, revisada la documentación del Archivo de la Universidad de Salamanca, podemos afirmar con rotundidad que Chacón no se graduó en esta universidad de ninguno de esos tres grados, aunque paradójicamente era estudiante en la misma; circunstancia poco frecuente. Sugiero la posibilidad de que buscara para las graduaciones de bachiller y de licenciado una universidad menor, donde los derechos monetarios de graduación eran mucho menos costosos. Lo más probable es que se graduara de bachiller en artes en el Colegio de Santa Catalina de Toledo (su primera matrícula en Salamanca la hace, como ya se ha dicho, siendo «bachiller artista»). Es posible también que se graduara de licenciado en la Universidad de Valladolid, porque ahí obtuvo la licenciatura Luis de Castilla (antes de 1570 llamado «Luis César»), dado que ambos amigos llevaron durante aquellos años vidas paralelas. El estado actual de la descripción documental en el Archivo de la Universidad de Valladolid no permite una comprobación de esta hipótesis[10]. Sin embargo, me parece seguro que se graduó de doctor («maestro en teología») en Roma, aunque tampoco siguió en este caso el procedimiento que utilizaría su amigo y compañero de viaje a la Ciudad Eterna, don Luis de Castilla, a quien, el 8 de noviembre de 1572, la Universidad de Salamanca otorgó el permiso para doctorarse en otra universidad, «por hallarse en ese momento en Roma».

Domínguez encontró una información novedosa y muy significativa de uno de los biógrafos, que afirma que «el reverendo Pedro Chacón» estuvo en Salamanca en el Colegio Mayor de San Bartolomé[11], pero esta es asimismo una información errónea. Si hubiera sido colegial bartolomeo, tanto él como el resto de los colegiales habrían presumido repetidas veces de esta adscripción, porque el ser bartolomeo imprimía carácter, prestigio e identidad; su condición de colegial mayor era la primera carta de presentación que esgrimía siempre quien la tenía. Otros dicen que la universidad salmantina le ofreció una cátedra que modestamente declinó para entregarse al estudio de la filosofía y la teología (Moralejo, 2011, 405-406); o incluso que fue profesor «de humanidades» en la institución (Ruiz, 1976, 190). Pero ni fue colegial de San Bartolomé, ni fue profesor de la universidad salmantina, circunstancias que muestran una vez más la dificultad para establecer datos biográficos ciertos sobre el personaje[12]. No aparece su nombre entre los profesores de la Universidad de Salamanca catalogados por Esperabé de Arteaga (Esperabé, 1917), y sabemos que los datos publicados por este profesor fueron extraídos por el archivero universitario, con meritoria meticulosidad, de los libros de cuentas universitarios, la fuente más fiable para confirmar si alguien ha sido o no profesor en esta escuela. No lo he encontrado tampoco entre los asistentes a los claustros de la universidad entre los años 1563-1569 (hasta 1562 fue estudiante), todo lo cual corrobora que Chacón nunca estuvo contratado por la Universidad de Salamanca. Parece, por lo tanto, que el primero de los lugares comunes sobre la docencia universitaria de Chacón en la Universidad de Salamanca queda reducido a simple e inexacto rumor. Aunque cabe la posibilidad de que tengan razón sus primeros biógrafos cuando afirman que Chacón había rehusado el ofrecimiento de ocupar una cátedra en Salamanca por su deseo de dedicarse solo a aprender.

Fue, en cambio, profesor particular en Salamanca al menos del niño don Juan de Almeida, hijo del portugués don Juan de Almeida y sobrino de don Esteban de Almeida, obispo de Cartagena; un estudiante palentino pero residente en Toledo desde la infancia que, a los catorce años, en el curso 1555-1556, estudiaba retórica en esta Universidad de Salamanca; aquí cursaría después teología, llegando a ser rector de la misma en el curso 1567-1568 (Beltrán de Heredia, 1972a, V, 41-42)[13]. Tampoco cabe ninguna duda de la labor de maestro que ejerció Chacón sobre Arias Montano: lo reconoce explícitamente Arias como su preceptor en De Optimo imperio, sive in librum Iosuae Commentarium (Antverpiae, 1583, p. 237). Entre Arias y Chacón la relación de discípulo-maestro derivó en una profunda amistad y constante colaboración profesional, cosa que también reconoce Arias en el prólogo de In vetus Romanorum Kalendariorum, texto fechado el 14 de abril de 1574 (cf. Morocho, 1999, 162). Coincidieron ambos en el concilio provincial de Salamanca de 1565-1566 y en dos de los viajes de Arias a Roma, respectivamente en 1572 y 1575; intercambiaron una fluida correspondencia; Arias fue el editor de las anotaciones chaconianas del antiguo calendario romano y fue vehementemente defendido por Chacón frente a las acusaciones de León de Castro de las que enseguida hablaremos (Pinta Llorente, 1933; Tovar, Pinta Llorente, 1941).

La coincidencia cronológica de la matriculación en la Universidad de Salamanca de Almeida y de Chacón permite suponer que Chacón compatibilizó sus propios estudios universitarios con las clases particulares a terceros, o como pupilero al frente de un pupilaje de la universidad[14], o en actividad laboral privada. Recuerda Domínguez que, en 1568, siendo Almeida rector de la universidad, el maestro León de Castro, en una testificación inquisitorial sobre los seguidores de Petrus Ramus en Salamanca[15], trató de incriminar a los que se reunían en la casa de Almeida, refiriéndose a Chacón como el «ayo e maestro de don Juan de Almeyda» (cf. Pinta Llorente, 1933, 241, 244, 245), oficio de «ayo de Almeyda» al que también se refirió El Brocense en 1584 (Tovar, Pinta Llorente, 1941, 44; cf. Domínguez 2012b, 194). Chacón confesó que dejó de leer a Ramus cuando su amigo Antonio de Covarrubias le escribió desde el concilio de Trento para hacerle saber que aquel era sospechoso de herejía (Pinta Llorente, 1933, 245).

Aparte de enseñar, su verdadera afición extra-académica se correspondía con el aprendizaje de otras disciplinas universitarias, pues por testimonios coetáneos recogidos por investigadores posteriores, hemos averiguado que se dedicó en esos años al estudio de las matemáticas y el griego, materias que dominó rápidamente y que se dice que aprendió de forma autodidacta (Dávila, 1849, 34; Fernández Vallín, 1898, 89, 165, 188, 205 y 226).

Siendo ya licenciado en teología, recibió el encargo por parte del rector de escribir la «Historia de la Universidad de Salamanca», y lo hizo muy satisfactoriamente. Cuando Chacón asumió este cometido era un sacerdote, estudiante, recién licenciado en teología, que vivía en un lugar y un momento histórico de alta creatividad intelectual. En la época del Renacimiento, Salamanca como ciudad y la Universidad de Salamanca como institución y como conjunto de intelectuales, se habían convertido en centros de irradiación de novedades. Se vivía un ambiente de efervescencia cultural que se materializó en la consolidación del importantísimo avance en el pensamiento teológico, jurídico, económico y físico-matemático de la Escuela de Salamanca (especialmente entre los años 1539 y 1549). La ciudad toda era un hervidero de ideas, y la universidad un centro de formación y de creación de pensamiento novedoso, viviéndose también progresos en: gramática, nuevas formas literarias (nacen los géneros celestinesco, picaresca, impresión de los primeros libros de ajedrez y de refranes), física (el magnetismo, la ley de la caída de los graves), la métrica (medida del pie romano), el procedimiento para el ensayo de los metales, el nacimiento de la bio-greografía, avances en botánica, medicina (tratamiento de la sífilis, hueso estribo del oído), música (varios temperamentos mesotónicos de Francisco de Salinas), matemáticas (el calendario gregoriano, la trayectoria de los proyectiles y la artillería), su proyección institucional en las nuevas fundaciones universitarias en Indias…[16]. Chacón vivió, pues, en Salamanca en un ambiente proclive a la inquietud intelectual, el aprendizaje y el progreso del que él mismo era actor.

Chacón abandona Salamanca y marcha a Roma ¿por qué deja una ciudad donde goza de una alta estima profesional y humana, donde tiene muchos y buenos amigos, y donde parece que se le había invitado a formar parte del plantel de profesores de la universidad? Piénsese que no era tan fácil y cómodo viajar a Roma o a cualquier lugar en aquellos tiempos. Podemos reconocer las dificultades de un viaje idéntico al que emprendería Chacón recordando las peripecias del realizado unos seis meses antes por el profesor Juan Gallo[17].

Chacón se marcha de Salamanca por el enrarecido ambiente inquisitorial que se cernía sobre un sector de los intelectuales en la ciudad. En realidad no era solo salmantina la vivencia de este ambiente, sino castellana en general; corrían los «tiempos recios» de los que hablara santa Teresa, en los que incluso el arzobispo de Toledo, Bartolomé de Carranza, estaba pendiente de una sentencia inquisitorial en Roma, tras el largo y penoso proceso promovido contra su Catecismo por el inquisidor general Fernando de Valdés, que se juzgó primero en España entre 1559 y 1567.

Para comprender esta hipótesis hay que traer a colación sucintamente la situación de la facultad de teología, en la que Chacón había estudiado, en aquellos momentos. Dice Barrientos que en Salamanca, a finales de la década de los sesenta, se reproduce con crudeza la polémica en torno al valor de la Sagrada Escritura como fuente de argumentación teológica en general, y sobre el valor de la Vulgata en particular. Esta polémica sale a flote, principalmente, en las «juntas de teólogos» constituidas para la corrección de la Biblia de Vatablo, poniéndose de manifiesto que en la facultad de teología existían dos tendencias. La primera, la de los tomistas y la Segunda Escolástica, entronizaba el valor de la escolástica, mientras que la segunda, la de los hebraístas, lo relativizaba (Barrientos, 2011, 80).

El origen del problema estuvo en la petición del Consejo General de la Inquisición de que se reunieran «juntas de teólogos» en Salamanca con tres objetivos. El primero, la corrección de los comentarios bíblicos de Juan Ferro, editados por el franciscano Miguel de Medina, y su evaluación se llevó a cabo entre 1567 y 1569 (Barrientos, 1996, 442-445). El segundo, la corrección de la Biblia de Francisco Vatablo que deseaba publicar el editor Portonaris, debate desarrollado entre febrero de 1569 y marzo de 1571. Y el tercero, la confección de un nuevo índice de libros prohibidos, solicitado en septiembre de 1571 por el antiguo estudiante y profesor salmantino don Diego de Espinosa, a la sazón cardenal y presidente del Consejo Supremo de la Inquisición; trabajo que culminaría, con ayuda de teólogos salmantinos y no salmantinos, en la publicación del índice de libros prohibidos de Quiroga, de 1583 (Barrientos, 2011, 56-57).

Estas juntas y los ácidos enfrentamientos y amenazas verbales derivados de ellas entre León de Castro (escolástico) y fray Luis de León (hebraísta) terminaron en denuncias y procesos inquisitoriales contra los hebraístas salmantinos. Ambos grupos de profesores discrepaban en la forma en la que se debía interpretar la Biblia. El sector de los escolásticos, al que pertenecían Francisco Sancho, León de Castro, Juan Gallo, Bartolomé de Medina, Domingo Báñez y otros dominicos del convento de San Esteban de Salamanca con gran prestigio en la teología, se consolidó en el poder en la universidad a raíz de los estatutos universitarios de Covarrubias en 1561, que ratificaban un escolasticismo rutinario, estático y especulativo, y que apoyaban rígidamente la versión bíblica de la Vulgata. En el polo opuesto, el de los hebraístas, se situaban Luis de León, Gaspar Grajal, Martín Martínez de Cantalapiedra y otros intelectuales no adscritos laboralmente a la Universidad de Salamanca, como el propio Chacón y algunos otros alumnos. Defendían estos el progreso y la aplicación de métodos de interpretación de las Escrituras relacionados con los avances de la filología y la lingüística, y con el estudio del hebreo (Barrientos, 2011, 57-58).

La revitalización de los procesos inquisitoriales y los autos de fe de Sevilla y Valladolid entre 1558 y 1559, y sus consecuencias iniciales, ponían la lupa en los intelectuales cuyo origen no era cristiano viejo. Pedro Chacón, Antonio Agustín y Diego de Zúñiga protestaron entonces por la persecución de profesores de origen judío (Muiños Sáenz, 1914, 159), pero los amigos de Chacón fueron finalmente procesados por defender la primacía del texto hebreo sobre la traducción de la Vulgata de San Jerónimo; «por atreverse a leer al margen de la tradición» (San José Lera, 2009; San José Lera, 2012); una lamentable paradoja sabiendo que el oficio de los profesores es leer para poder enseñar.

No tenemos testimonios manuscritos que confirmen esta motivación chaconiana para abandonar Salamanca, pero esta realidad se palpa conociendo el entorno de su grupo de amigos y afines. ¿Cómo no iba a influir en su ánimo la situación de inquietud que la Inquisición estaba generando en la universidad?

En el convento de San Esteban se preparó la denuncia en la primavera-verano de 1571; fue redactada por Bartolomé de Medina con el respaldo de Domingo Báñez y otros dominicos. Fueron denunciados los amigos de Chacón (y probablemente no se le incluyó a él porque ya no estaba en Salamanca): los teólogos Gaspar de Grajal (o «Grajar» como él firmaba, catedrático sustituto de Biblia), fray Luis de León (catedrático de Durando) y Martín Martínez de Cantalapiedra (sustituto de la cátedra de hebreo); y después otros no teólogos, como El Brocense (catedrático de retórica) o Juan Escribano (profesor de griego). El 22, 27 y 30 de marzo de 1572 respectivamente entran en las cárceles inquisitoriales de Valladolid Grajal, Martínez de Cantalapiedra y Luis de León.

El proceso de estos hebraístas fue un pleito universitario contra las novedades y las doctrinas peligrosas para la fe. Había que juzgar a toda la corriente de pensamiento en la cabeza de estas tres personas. Representaban dos formas distintas de entender la escolástica —dice Barrientos—: los modos de los hebraístas no encajaban en los moldes de los teólogos dominicos (Barrientos, 2011, 59). Tiempo después, en enero de 1582, se viviría el mal llamado segundo proceso inquisitorial contra fray Luis, en el marco de las controversias doctrinales entre jesuitas y dominicos sobre la disputa De auxiliis. Debían ser castigadas las ideas nuevas y contrarias a las doctrinas de san Agustín y santo Tomás. El último de los amigos de Chacón en ser perseguido, El Brocense, lo fue en sendos procesos, el de 1584 y el de 1595 (Tovar-Pinta Llorente, 1941). Las denuncias eran distintas, pero el grupo denunciante seguía siendo el mismo. Las acusaciones contra todos los amigos de Chacón fueron llevadas a cabo principalmente por sus compañeros de universidad, los catedráticos León de Castro y Bartolomé de Medina, aunque Chacón no vivió lo suficiente como para conocer estos últimos procesos.

También su amigo Arias Montano sufrió la denuncia ante la Inquisición del mismo catedrático de retórica de la universidad salmantina, León de Castro, por las innovaciones introducidas en la Biblia Regia que le encargó Felipe II: otro ejemplo más del proceso de agudización de la conciencia moral que se vivió en España en la segunda mitad del siglo xvi[18]. Por eso, después, desde Roma, entre 1575 y mayo de 1576, Chacón escribió una carta al maestro León de Castro expresando con vehemencia su disconformidad frente a las acciones inquisitoriales, invitándole a corregir errores personales en este ámbito y defendiendo tanto la reputación de Benito Arias Montano como su edición de la Biblia, que estaba en entredicho[19]. El motivo de la misma fue el escrito de León contra «el apparato de la Biblia que en estos años se ha estampado en Amberes (por Arias Montano) en diversas lenguas, para darlo por acusación en el Supremo Consexo del Santo Oficio» (BNE, Ms. 1946, f. 15r). En esta carta, Chacón, en un tono airado, usando la erudición y un profundo ejercicio de exégesis, ataca como falsos y cambiantes los argumentos esgrimidos por León en los debates sobre la ortodoxia de la «translación de la Biblia hebrea» que León atribuía a Arias Montano. Escribe: «lo que se dejan decir los que vienen de Salamanca, [es] que vuestra merced por sí o por interpuesta persona ha hecho prender a los que en estos reinos acompañan la teología con letras griegas y hebreas….», refiriéndose a Grajal, Luis de León, Martínez de Cantalapiedra y Escribano. Chacón argumenta contundentemente contra Castro y se despide de él reconociendo que en la carta podía haber «algún aguijón que pique» (BNE, Ms. 1946, f. 42v), e invitándole a revisar los escritos que dieron lugar a la persecución de intelectuales salmantinos en los que se habían confundido sus orígenes judíos con el hecho de judaizar[20].

Ante tan desolador panorama y sus probables antecedentes familiares judaizantes, Chacón siguió el consejo de algunos amigos, como Francisco de Salinas (según Antonio, [1788]), para hacerse valer en Roma.

2.3. De Salamanca a Roma

Tenía cuarenta y siete años, como dijimos, cuando Chacón se marchó a los «desterraderos de España», como denominaba Alvar Gómez de Castro a Italia en carta dirigida a Chacón de 21 de septiembre de 1575 (cf. Domínguez, 2012a, 768). En este viaje lo acompañó su amigo don Luis de Castilla, con el que conservaría y ensancharía vivencias durante el resto de su vida[21]. Una carta de presentación escrita por Juan Gallo (que en 1569 había solicitado a Chacón, a petición a su vez de Pío V, la «Historia de la Universidad de Salamanca» recién terminada) le proporcionará los contactos adecuados para establecerse en la nueva ciudad.

Caben dudas sobre la fecha precisa de comienzo de este viaje. Morocho la fijó en 1569 (Morocho 1999, p. 163). En 1990 yo apunté el año de 1570 como el de la posible marcha de Chacón a Roma; el mismo que anota Domínguez (cf. Domínguez, 2012a, 744). Sabemos que ya no estaba en Salamanca el 4 de agosto de 1570, pues en la reunión del claustro universitario celebrada ese día se establece

que se agradezca e satisfaga mui bien al que la conpuso [la historia de la universidad] o a quien por él se aya de agradecer e satisfacer, pues [Chacón] hizo obra tan buena e digna de ser premiada (Chacón, 1990, 32).

Otro testimonio fiable es la carta de 28 de octubre de 1570 que escribió fray Luis de León a Arias Montano, donde le decía expresamente: «Chacón está en Roma» (cf. Domínguez, 2012b, 195). Pues bien, debemos descartar definitivamente la fecha de 1569 debido a que el 16 de enero de 1570 estaba en Salamanca, sirviendo de testigo en el proceso de graduación de su amigo, el estudiante don Luis de Castilla[22], y como tal figura en el libro de licenciamientos de leyes y cánones[23] (véase la figura 1). Es probable que Chacón, al abandonar Salamanca, pasara por su tierra natal para despedirse de sus hermanos antes de encaminarse a Roma, porque en su edad y circunstancias se trataba de un camino de difícil retorno. Higuera afirma que, entre tanto, rechazó el ofrecimiento que le hizo don Rodrigo de Castro Osorio, Arzobispo de Sevilla, de quedarse y trabajar a su servicio.

Figura 1: Testificación de Pedro Chacón en la presentación para el licenciamiento de Luis de Castilla en la Universidad de Salamanca, 16 de enero de 1570, AUSA 777, f. 135r.

Durante once años vivió en Roma nuestro protagonista; desde el otoño de 1570 hasta el 26 de octubre de 1581 en que murió. Se hospedó inicialmente en casa del doctor Miguel Tomás Taxaquet (Higuera, BNE, Ms. 1293, f. 189r). En este periodo, Chacón mantuvo una intensa actividad intelectual como miembro de comisiones científicas nombradas por el papa, aunque también trabajó en cuestiones de su propio interés, como veremos enseguida al hablar de sus obras. El recién nombrado papa Gregorio XIII encargó la revisión de la Biblia griega de los Setenta a un grupo de intelectuales propuestos por el cardenal Antonio Carafa, entre los que se encontraban Chacón y Fulvio Orsini, con quien Chacón empezará a colaborar en varios proyectos y con el que también forjaría estrecha amistad. En segundo lugar se le encargó la labor de colaborar en la revisión de las obras de los Padres de la Iglesia y del Decreto de Graciano. Por último se le nombró miembro de la comisión de reforma del calendario, misión que le sobreviviría. No existieron en aquellos años cuestiones más graves en la Santa Sede que las que le fueron encomendadas a Chacón y colaboradores. Así pues, en Roma se dedica a escribir monografías, a hacer crítica textual y exégesis de la literatura clásica, la Biblia o la patrología, a veces por obligación y otras por afición.

Desde los primeros resultados de estos estudios, y especialmente tras las primeras investigaciones sobre piezas arqueológicas con inscripciones encontradas en Roma, fue muy admirado entre la élite intelectual romana con la que compartía el gusto por el latín, el griego, las matemáticas, la arqueología y las ciencias eclesiásticas. Esta acogida se manifiesta a través de las alusiones que se hacen de él en la correspondencia cruzada entre cardenales (como Guillermo Sirleti, Antonio Perrenot de Granvela o Antonio Carafa) y eruditos (como el citado Fulvio Orsini, Latino Latinio, Gianvicenzo Pinelli, François Roaldés…). Elisa Ruiz ha recogido multitud de testimonios sorprendentemente coincidentes en la valoración de excepcionalidad de la persona de Chacón entre sus correligionarios romanos. Se alude en ellos a las reuniones convocadas en el palacio de Caprarola, la residencia del cardenal Alejandro de Farnesio (Villa Farnesio), donde Chacón trabajaba junto a L. Latinio, G. Pinelli, A. Estacio, J. B. Camozzi, C. Sigonio, M. A. Muret, G. Panflil o G. Mercuriale. Reuniones que, en periodos de buen tiempo, también se celebraban en los jardines del palacio del cardenal Granvela, recordadas más tarde por este en carta a Orsini[24]. Eventos en los que, por otra parte, se podía compatibilizar el más riguroso trabajo intelectual con cierta holganza.

Este tupido entramado de la red de relaciones intelectuales que disfrutó Chacón en Roma no le impidió el mantenimiento de otro vivo círculo de conocidos, amigos y admiradores entre los españoles que visitaron o vivieron en la Ciudad Eterna durante aquellos años. Entre ellos hay datos precisos sobre la frecuente compañía del humanista y polígrafo Antonio Agustín, precursor del estudio histórico de las fuentes del derecho y más tarde arzobispo de Tarragona; o del ya nombrado don Luis de Castilla, al que Chacón legaría parte de sus libros en el testamento, gran amigo del Greco y uno de los promotores de su venida a Castilla; o del humanista, hebraísta y biólogo Benito Arias Montano. Además, Chacón supo mantener la relación cercana con amigos y colaboradores de la Península Ibérica y ampliarla a quienes se iban cruzando en el camino de sus ocupaciones. Así, fray Luis de León y Grajal se sirvieron de él para recabar opiniones en el Vaticano sobre sus respectivas proposiciones que estaban siendo juzgadas por la Inquisición[25]. También Vélez de Guevara, Alvar Gómez de Castro, Juan Caño, Antonio Agustín cuando regresó a la Península Ibérica, Cristóbal Plantino, etc.

Para su mantenimiento económico Chacón recibió del papa un canonicato de Sevilla, que nunca ocupó y, más tarde, el 26 de junio de 1579, asimismo a instancias del papa, se le presentó al cabildo de la catedral de Toledo como racionero (Pizarro, 2010, 588). Falleció en la Ciudad Eterna el 26 de octubre de 1581 («VII calendas de noviembre», según el calendario romano), a la edad de 56 años, probablemente de insuficiencia renal (del mal de la piedra), según comentario incluido en una carta de Latino Latinio a Antonio Agustín (cf. Domínguez, 2012b, 198). La muerte de Chacón fue muy sentida, según se reflejó en parte de la correspondencia privada de quienes le conocían. En una carta de Orsini a Pinelli en la que le habla del sepelio, expresa que el finado ha dejado un gran vacío difícil de llenar[26]; y el cardenal Granvela confesó que sintió su pérdida como si hubiera sido la de un hermano[27].

El testamento no se ha localizado, pero se sabe que fueron sus albaceas testamentarios D. Gaspar de Ávila y el valenciano D. Pedro Mallán, personajes sobre los que no he encontrado más relación que esta con Chacón.

Fue enterrado en la Real Iglesia-hospital de Santiago de Roma, a la que nombró heredera universal de sus bienes pecuniarios (repartió sus escritos entre amigos y autoridades promotoras de las mismas, según veremos), para que con su beneficio se socorriera a los pobres y peregrinos de su nación castellana que pasaran por Roma. La congregación de esta iglesia aceptó, en acta de 31 de octubre de 1581, la herencia de Chacón, que no se especificaba, aunque por el asiento del libro del camarlengo sabemos que ascendió finalmente a ochocientos setenta y dos escudos, setenta y tres boyacos (moneda vaticana) y un cuatrín. Esta misma congregación acordó el 1 de diciembre la celebración de una misa rezada semanal y dos cantadas anuales por el alma del finado benefactor, además de erigir en su memoria un busto y una lápida sepulcrales que aún se conservan, agradeciendo así el que su herencia no conllevara carga alguna[28]. La posterior destrucción de este templo obligó al traslado de sus restos, la lápida de enterramiento y el relieve del busto de mármol que lo acompaña, a la Iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles (o Iglesia Nacional de Santiago y Monserrat), en Roma, donde se encuentran en la actualidad (véase la figura 2).

Figura 2: Monumento funerario de Pedro Chacón actualmente en el palacio adjunto a la Iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles de Roma. Según Erythraeus, el busto refleja la verdadera imagen de Pedro Chacón en vida. Fotografías de Juan Carlos García Alía.

La lápida dice:[29]

D. O. M. S.

PETRO.CIACONI.PRESBYTERO.TOLETANO

IN.QVO.MVLTIPLICIS.DOCTRINAE.COPIA.CVM.VITAE

AC.MORVM.INTEGRITATE.CERTABAT.QVI.A.GREGORIO

XIII.P.M.SANCTORVM.PATRVM.LIBRIS.SACRISQ.CANONIB

ET.SACROSANCTIS.BIBLIIS.PERPVRGANDIS.PRAEPOSITVS

IN.EO.MVNERE.OBEVNDO.ERVDITIONE.IVDICIO.FIDE.AC

DILIGENTIA.PRAESTITIT.ECCLESIA.S.IACOBI.HISPANORVM

QVI.VRBEM.COLVNT.HERES.AB.EO.INSTITVTA.MONVM.HOC.P.

VlXIT.ANN.LV1.OBIIT.ANN. DLXXXI.VII.KAL.NOVEMB29.

El altorrelieve del busto, posiblemente ejecutado por Flaminio Vacca, representa a un hombre de mediana edad, delgado, con corta barba y marcada frente, fidedigna según Erythraeus, que decía tener un «vivo recuerdo» del finado. Elena Ruiz alude a la verosimilitud del parecido físico del busto de Chacón con la realidad del intelectual, teniendo en cuenta que Erythraeus le había conocido de niño, cuando tenía cuatro años y asistía cotidianamente a las misas de Chacón de la mano de su aya (Ruiz, 1976, 202). Responde, igualmente, a la descripción de Higuera (BNE, Ms. 1293, f. 189v): «hombre membrudo, alto de cuerpo, el color moreno, la nariz larga, los ojos grandes, la frente ancha, el aspecto grave». La ejecución del monumento es muy del gusto de la época y se parece, en materiales y en composición iconográfica, al de la tumba del cardenal Francisco de Toledo, que falleció en 1596, ubicado en una de las naves laterales de Santa María la Mayor en Roma.

Si este retrato es de fidelidad dudosa, más aún los grabados posteriores con su efigie. En realidad no se ha conservado un retrato auténtico de Chacón debido a que no se hizo ninguno en vida, aunque contamos con cuatro imágenes posteriores que muestran una tradición iconográfica común. En 1791 se realizó un grabado de su torso diseñado por Simón Brieva a partir del dibujo de José Maea, que se imprimió en la Imprenta Real (véase la figura 3). Se hizo otro retrato anónimo en el siglo xix con la inscripción: «Pedro Chacon Sacerdote llamado el Varron de su siglo» (véase la figura 4). Por último, en 1850, se realizó un nuevo retrato que acompañó su biografía en la Biografía eclesiástica completa (véase la figura 5).

http://bdh-rd.bne.es/low.raw?id=0000033311&name=00000001.jpg

Figura 3: [Retrato de Pedro Chacón] Josef Maea lo dibuxó; S. Brieva lo grabó. 1 estampa aguafuerte y buril. Biblioteca Nacional, signatura IH/2401/1. Copia digital en la Biblioteca Digital Hispánica <http://bit.ly/29kSpFl>. Fue publicado en Retratos de los españoles ilustres con un epítome de sus vidas, Madrid: en la Imprenta Real de Madrid, 1791. Fue reproducido en la revista El Centenario…, T I, 1892, p. 386.

1

Figura 4: [Retrato de Pedro Chacón] Una estampa aguafuerte y buril [S.l. s.n.] Biblioteca Nacional, ER/578 (132). Copia digital en la Biblioteca Digital Hispánica <http://bit.ly/29tHYT4>.

Figura 5: Roca Sallent, Antonio, [Retrato de Pedro Chacón], ilustración en: Biografía eclesiástica completa: Vidas de los personajes del Antiguo y Nuevo Testamento, de todos los santos... papas y eclesiásticos célebres... en orden alfabético... [bajo la dirección del Sr. D. Basilio Sebastián Castellanos de Losada]; revisada por una comisión nombrada por la autoridad superior eclesiástica. Tomo III. Madrid: Eusebio Aguado. Barcelona: Imprenta y Librería de D. J. M. de Grau y Compañía, 1, 1850, 1 estampa, «S. Ribó dº, A. Roca gº» [Segismundo Ribó y Mir, dibujo; Eusebio Aguado, grabado], huella de la plancha 175 x 125 mm, grab. calc., inscripción al pie de la imagen: «Pedro Chacon». BGH 2502. La imagen está inserta sin numerar entre las pp. 790 y 791.

2.4. Un hombre sencillo y trabajador

Otro de los lugares comunes de la historiografía chaconiana es el carácter del individuo. Los biógrafos coinciden en afirmar que la existencia histórica de Chacón es tremendamente huidiza, y que la mayor parte de la información que poseemos deriva del impacto explícito que su persona causó en terceros, que escribieron sobre la impresión que les producía, testimonios que tenemos la suerte de conservar, aunque cabe sospechar que otros muchos se perdieron.

En este sentido, se ha conservado una buena colección de opiniones coincidentes que reflejan claramente el carácter de Chacón a juicio de sus contemporáneos: «el más ajeno de todos los mortales a la ambición» (Schott); «muy honesto, suelto y agudo en el decir… circunspecto, prudente, humilde y en extremo casto… lo que una vez leía en un autor jamás se le olvidaba» (Higuera, f. 189v); «gran despreciador de la gloria y de todas las cosas humanas» y «tesoro repleto de todas las doctrinas y río perenne de las ciencias» (Juan Nicio de Eritrea); «sobresalía por encima de sus coetáneos en restaurar y corregir a los antiguos escritores hasta tal punto que constituyó un don en ese aspecto para su época y que nunca cejó en esta tarea muy por encima de los demás» (Antonio [1788] 1999, 208, Antonio defiende que Chacón había nacido para corregir a los antiguos). En este mismo sentido se decía también: «ante todo destacaba en curar los golpes de los libros antiguos, nadie aplicaba la medicina mejor que él, pues parecía que las mentes de sus mismos autores se habían reencarnado en aquel, tal como soñó Pitágoras, y daba la impresión de transmitirle su opinión acerca de la cuestiones que trataban» (Juan Nicio de Eritrea); «varón erudito y muy querido» (cardenal Baronio); «muy erudito y diligente... modestísimo y doctísimo» (Latino Latinio); «modestísimo y doctísimo» (Vossius); «varón famoso por el extraordinario conocimiento en toda clase de ciencia de la antigüedad y en la más exquisita literatura» (Jacobo Augusto Thuan); «el más erudito de los españoles» (Lorenzo Pignorio en De servis); «hombre simplicísimo y sin ningún deseo de apariencia» (Orsini); «un hombre de ánimo tan humilde que despreciaba toda mortal gloria» (Erythraeus); «varón modesto que no presumía de sus estudios» y también «gran amante de la naturaleza (Nicolás Antonio); «era un amante de la naturaleza, la soledad y de los libros, custodios de los secretos, más que seguidor de intempestivos discursos» (C. Julii Caesaris quae extant omnia... 1606, 262); «hombre de gran piedad y modestia... lealtad e integridad... dotado de gran erudición» y «hombre integérrimo y de sólida piedad, juicio acérrimo, admirable erudición y verdadero conocedor de las cosas de la antigüedad... con incomparable pericia... en las ruinas romanas» (Arias Montano); «era, en el tiempo que vivió, el mayor estudioso, el que trataba con igualdad a todos, el que tenía modestia singular, tanta como desprecio de los honores», «otro Varrón de su siglo»… (cf. Antonio, [1788] 1999, 208-209, cf. Ruiz, 1976, 195-196; cf. Morocho Gayo, 1999, p. 164).

Sin duda, Chacón era un hombre científicamente respetado y muy querido en Roma. Cuando, en 1576, Hercole Ciofano escribe a Plantino con la intención de publicar las obras de Ovidio, nombró a varios intelectuales de prestigio en la ciudad capaces de acometer esa edición y, entre ellos, incluyó a Pedro Chacón[30]. En 1588 el anticuario Felipe de Guevara y su hijo Diego le conocieron en Roma, y este escribió a Alvar Gómez de Castro el 20 de septiembre de 1558 que su padre quedó favorablemente impresionado por el encuentro, considerando a Chacón «hombre muy honrado y muy docto a lo menos de las mathemáticas» (Vaquero, 1996, 169; cf. Domínguez, 2012b, 195). Hay multitud de alusiones laudatorias de Orsini[31], de François Roaldés en su viaje a Roma[32]… No es frecuente encontrar tantas sobre un hombre recién fallecido.

Es decir, que, desde el punto de vista humano en Chacón se aunaban sencillez, erudición, generosidad y afabilidad en grado superlativo. Fue hombre de condición humilde, leal y honesto también en grado superlativo; de modestia singular, ajeno a la ambición, a la gloria y a las prebendas, que se alejaba de títulos y honores laudatorios, amante de la vida retirada y de la naturaleza, huidizo del mundanal ruido, enlazando así con el desprecio del mundo y su vanagloria, no plegado a los intereses de los poderosos; desinteresado por la edición de sus estudios, cultísimo, intelectualmente generosísimo y nunca reivindicativo de la autoría intelectual de sus ideas. No valoraba en absoluto la ambición y los honores, y quizá por eso pudo ser duro y vehemente en juzgar los escritos de otros, protestando cuando encontraba textos plagiados, aunque dijo que no le importaba que plagiaran los suyos. Chacón era un apasionado del saber, disfrutaba de una memoria prodigiosa y era un hombre con ángel, con habilidad comunicativa, con inteligencia emocional diríamos hoy, pero con un sentido de la privacidad acusadísimo. En conjunto, un típico hombre renacentista, que valora la naturaleza, la virtud, que consideraba a los libros «sus mejores amigos», pero sin despreciar la conversación con sus otros fieles amigos, los intelectuales vivos, todos cultos, muchos de los cuales sabemos que intercambiaban correspondencia con él: en Toledo el sacerdote Luis de Castilla, Juan de Almeida, Alvar Gómez de Castro, Pedro Vélez de Guevara y los hermanos Antonio y Diego de Covarrubias…; en Salamanca Francisco Sánchez de las Brozas (El Brocense), Gaspar de Grajal, Juan Escribano, Pedro de Fuentidueña, fray Luis de León, Francisco de Salinas, Juan del Caño, Benito Arias Montano…; en Roma Latino Latinio, Girolamo Mercuriale, Achille Estacio, Fulvio Orsini (bibliotecario y secretario, sucesivamente, de los cardenales Ranuccio Farnesio y Alessandro Farnesio), los cardenales Antonio Carafa, Guillermo Sirleto y «Montalto» (Felice Peretti, futuro papa Sixto V), Perrenot de Granvela,... (Ruiz, 1976; Moraleja [2011]). Schott, en la edición de las obras de Salustio con notas de Chacón, dice:

Mientras vivió siempre dio muestras de un gran deseo de hacer bien las cosas en el que no cedió a ninguno de sus iguales y una modestia singular y tanto desprecio de los bienes que no soportaba que alguien [lo] elogiara y a aquellos que lo ensalzaban por haber ojeado sus obras los recibía con igual ecuanimidad y oído (cf. Antonio, [1788] 1999, 208).

Y fue un hombre con suerte, porque siendo tan apasionado por el aprendizaje y el conocimiento, vivió en momentos de verdadera efervescencia intelectual de las ciudades en las que residió: Toledo, Salamanca y Roma.

[3] Andreas Schott, incluyó primeramente el capítulo De vita scriptisque Petri Ciacconi en los prolegómenos de In C. Iulii Caesaris... que extant editio adornata opera et studio Gothofrede Iungermani Lipsiensis (Francfort, 1606, II, 262-265). Poco después él mismo matizó y amplió los datos biográficos y literarios previos en su Hispaniae Bibliotheca… (Schott, 1608, s. v. «Petrus Ciaconnius», 556-564). La autoría de la biografía inicial publicada en In C. Iulii Caesaris... Ruiz la atribuyó a Jungermans (Ruiz, 1976, 196), pero después Bouquet ha defendido lo contrario, que fue Jungermans quien lo tomó de Schott (Bouquet, 2007, 130, nota 9). La biografía recogida en Hispaniae Bibliotheca…, sea producto de Jungermans, o más probablemente de Schott, es la fuente biográfica más antigua que conocemos y la que ofrece atribución y cronología de las primeras ediciones de las obras de Chacón.

[4] La fecha de 1527 la ofrecen también: Nicolás Antonio (1788, 179-184), la Biografía Eclesiástica Completa (1850, III, 791-793), la Enciclopedia Cattolica (1949, III, 1573), Orive (1972, II, 673) y otros. Se hacía coincidir así el nacimiento del personaje con el de Felipe II y otros individuos contemporáneos relevantes de su generación como fray Luis de León, Gaspar Cardillo de Villalpando, Antonio del Corro, Benito Arias Montano, Bartolomé de Medina, Fernando de Toledo, Juan de Torres de Vera y Aragón, etc. La fecha de nacimiento de 1525 es propuerta por Elisa Ruiz (1976, 189-248), Morocho Gallo (1999, 161-169) y Domínguez (2012b, 193-219), y es a su vez el año que se refleja en las bases de datos de «autoridades» tanto de la Biblioteca Apostolica Vaticana como de la Biblioteca Nacional de España. Parece, pues, que hay que descartar la fecha de 1520 que estableció recientemente Moralejo Ortega (2011, XIII, 405-406), que nadie antes había ofrecido y elección que no justifica (¿es un error tipográfico?).

[5] Higuera, Román Jerónimo, «Historia eclesiástica de la imperial ciudad de Toledo», BNE, Ms. 1293, f. 187v. Domínguez (2012b, 193) y otros muchos antes que él pensaron que hay que tomar los datos de esta fuente con cautela. Opino que Higuera ofrece algunos datos precisos (origen, biografía, testamento), aunque exagera en detalles.

[6] Alejo Venegas incluyó en su Agonía del tránsito de la muerte con los avisos y consuelos que cerca della son provechosos (Toledo, Juan de Ayala, 1537, f. +ii r) el texto: «El Maestro Alonso Cedillo, racionero en la santa iglesia de Toledo y catedrático en el estudio y universidad de la misma ciudad, al benévolo y pío lector», en el que habla de la «singular erudición» de este maestro, calificándolo de «varón de mucha, varia y copiosa doctrina» (cf. Zuili, 1995, 17).

[7] Agradezco a David Martín López la ayuda para intentar localizar el rastro de Pedro Chacón en la documentación del Colegio de Santa Catalina de Toledo. No ha aparecido.

[8] Este centro educativo ha sido más estudiado en el siglo xviii que en los precedentes. David Martín López ofrece la biografía de algunos personajes relevantes previos, pero no se cita en su obra a Pedro Chacón (Martín López, 2014).

[9] Conviene no confundirlo con otro «Pedro Chacón» que comienza a matricularse en la Universidad de Salamanca desde el curso 1562-1563 en adelante, de origen malagueño y que estudia en la facultad de cánones. Nuestro Pedro Chacón, toledano, aparece registrado en los cursos 1555-1556 (AUSA, 275, f. 52v matriculado entre los «estudiantes theologos y bachilleres»; «Pedro Chacón, bachiller artista»); 1556-1557 (AUSA, 276, f. 47r en teología: «Pedro Chacón, bachiller artista»); no se conserva el libro correspondiente a 1557-1558; 1558-1559 (AUSA, 277, f. 37r, matriculado entre los teólogos: «Pedro Chacón, bachiller artista»); 1559-1560 (AUSA, 278, f. 37r, matriculado entre los teólogos simplemente como «Pedro Chacón»); 1560-1561 (AUSA, 279, f. 48v, donde aclara que se matricula el 9 de diciembre de 1560); y en 1561-1562 (AUSA, 280, f. 61r, matriculado el día 28 de diciembre de 1561, martes).

[10] En el Archivo de la Universidad de Valladolid se conservan libros de grados de bachilleres desde 1563, con la excepción de uno del curso 1446-1547 y algunos saltos en los posteriores (signaturas ES 47186. AUVa, LIB-2834). En cuanto a los registros de grados mayores se conservan para teología desde 1545 (signaturas ES 47186. AUVa, LIB-226, LIB-227), pero no sabemos si están recogidos ahí todos los graduados.

[11] Dato que aparece en el manuscrito de la Universidad de Copenhague, Ms. Arne Magnussen 235, cf. Domínguez, 2012b, 194.

[12] Hemos trabajado la documentación del Colegio Mayor de San Bartolomé de Salamanca y no aparece este nombre entre los colegiales (Carabias, 1985-1986, 223-282).

[13] Higuera (BNE, Ms. 1239, f. 187v) afirma que, con anterioridad, un «caballero» de Toledo cuyo nombre no cita, rogó a su padre que aceptase Chacón ser ayo de un hijo suyo al que enviaba a Salamanca a estudiar derechos; en este cometido dice Higuera que estuvo cinco años, durante los cuales se extendió la fama de sabio de Chacón, de modo que los intelectuales salmantinos acudían a su casa «como a un oráculo», «como a un teatro de todas las çiençias y buenas letras».

[14] Rodríguez-San Pedro encontró documentación sobre pupilajes en la Universidad de Salamanca solo a partir del año 1561, de forma que no podemos saber si Chacón lo fue antes de esta fecha (Rodríguez-San Pedro, 1983).

[15] Téngase en cuenta que un amigo de Chacón en Salamanca, Gaspar de Grajal, había sido oyente de Ramus en París (Pinta Llorente, 1933; Ramis Barceló, 2015).

[16] Creemos que en Salamanca nació entonces un verdadero «moderno sistema mundial» de la cultura, equivalente en importancia al «moderno sistema mundial» de carácter económico descrito por Wallerstein en relación con las consecuencias económicas de los descubrimientos geográficos (Carabias, 2012, 29-58). Las ideas «inventadas» en Salamanca se extendieron a toda la Tierra, de modo parecido a como lo hizo el naciente capitalismo. Piénsese tan solo en la creación del derecho internacional por parte de Francisco de Vitoria, o en la primera definición de la teoría cuantitativa del dinero y otras leyes claves de la economía como ciencia, por parte de Martín de Azpilcueta.

[17] Conocemos las circunstancias que podía tener un viaje desde Salamanca hasta Roma por el que realizó y después narró el dominico Juan Gallo: «Relación que dio el maestro fray Juan Gallo a la insigne Vniuersidad de Salamanca de la jornada que por su mandado hizo a Roma en el claustro pleno fecho sábado 15 de diziembre 1571». Salió Gallo de Salamanca hacia el 22 de diciembre de 1569. Se embarcó en Alicante, pero el mal estado de la mar le obligó a regresar y «fue necessario ir por tierra hasta Barçelona, con tanto peligro que cada momento pensáuamos ser robados de bandoleros, y Dios nos libró de vna tryçión que nos tenían armada los mesmos que nos guiauan. En Barcelona me detuve quasi çincuenta días hasta fin de abril porque el camino de la tierra estava quajado de lutheranos...; en fragata o bergantín no se podía pasar por peligro de las fustas de moros» (AUSA, 41, Libro de claustros del curso 1571-1572, en cuaderno aparte, f. 24r; informe editado por Huarte, 1914, pp. 91 y 118).

[18] Más información sobre este extremo en Fernández Marcos, Natalio, «La Biblia Regia de Arias Montano: ¿Biblia de la concordia o Biblia de la discordia?», en El humanismo extremeño, Fregenal de la Sierra: Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, 1977, pp. 89-103.

[19] «Copia de una carta escrita desde Roma por Pedro Chacon al Maestro León, catedrático de Retórica en Salamanca, con el motivo de decirse que el Maestro León avía delatado a la Inquisición ciertos lugares del tomo 2º del Aparato de la Biblia Regia». BNE, Ms. 1946, ff. 15r-43r, copia digital en la Biblioteca Digital Hispánica <http://bit.ly/29Bxtg2> [Morocho, (1987, 189), Domínguez (2012b, 198-200) y Domínguez (2013a, 203-244)].

[20] No fue solo Chacón el que escribió una carta en defensa de Arias Montano; también lo hizo el cisterciense fray Luis de Estrada. Menéndez Pelayo, en su Historia de los heterodoxos españoles, decía que León de Castro era «pertinaz en sus odios contra los hebraístas, que él llamaba judaizantes», por eso acusó a Arias Montano de sospechoso de opiniones rabínicas expresadas en la Biblia Regia. Las defensas ayudaron a que el Padre Mariana juzgara finalmente a favor de Arias (Menéndez Pelayo, 1911, V, 203).

[21] Luis de Castilla era hijo del canónigo toledano Diego de Castilla. Firmaba anteriormente como «Luis César» («Ludovicus Caesar»). Así lo hizo el 1 de agosto de 1569 en Salamanca en el prefacio del tratado Ad legem primam Digestorum libri VI (Salamanca, 1569) de Pedro Vélez de Guevara, al que dedica un generoso elogio. Solicitó el cambio de nombre en los documentos en su presentación para el grado de licenciado en la Universidad de Salamanca, el 16 de enero de 1570 (AUSA, 777, ff. 134r y ss).

[22] «Pedimiento de publicación para licenciado en Leyes del muy magnífico señor don Luys Cesar alias don Luys de Castilla, natural de la ciudad de Palencia e vecino de la ciudad de Toledo. Lunes que se contaron 16 de enero de 1570». Libro de licenciamientos en Leyes y Cánones, y en Teología, de 1567-1572, AUSA, 777, ff. 134r y ss.

[23] El ejemplar en cuestión lleva en la portada el título: «Cvrsos y bachilleramientos de cánones y leyes desde abril de mill y quinientos y setenta años en adelante, siendo rector el muy ilustre señor don Dyego López de Zúñiga y Sotomayor» .

[24] Carta de Granvela a Orsini, en Madrid, el 22 de marzo de 1581; cf. Ruiz, 1976, 199.

[25] Se conserva un escrito de fray Luis de León, fechado en Valladolid el 18 de abril de 1572, en el que enumera las personas a quienes ha enviado sus proposiciones sobre la Vulgata a fin de que diesen su parecer: «El maestro Grajal creo que me dijo que las había mandado a Roma, a no sé qué personas doctas, amigos suyos, creo que a Pedro Chacón para consultar el parecer de los teólogos de aquella corte» (Salvá-Sainz de Baranda, 1817, X, 188; cf. Ruiz, 1976, 189. Sobre la consulta de Grajal a Chacón véase Morocho Gayo, 1999, p. 163).

[26] «Il Chiaccone fú sepelito hieri, havendo lasciato gran desiderio di se, et veramente che non si trovará per un pezzo un’uomo tale». Epistolario de Orsini a Pinelli, carta del 29 de octubre de 1581 Milán, Bib. Ambrosiana, Ms. D. 423; cf. Ruiz, 1976, 199).

[27] «... senti queste perdite come se mi fussero estati fratelli». Carta XI del cardenal Granvela dirigida a Frulvio Orsini desde Madrid el 14 de enero de 1582 (BAV, Ms. Vat. Lat. 4104. ff. 92-93; cf. Ruiz, 1976, 200).

[28] Estas piezas pueden verse también en Tormo y Monzó, 1942, I, p. 86, ilustraciones 75 y 78.

[29] Andreas Schott, en su Hispaniae Bibliotheca... (1608, 563) reproduce el contenido de esta lápida con algunos errores de grafía que indican que no la tenía delante cuando la transcribió. Higuera (BNE, Ms. 1293, f. 190r) recoge otro contenido, quizá de una lápida previa.

[30] Carta de Ciofano a Plantino de 2 de octubre de 1579, BAV, Reg. Lat. 2023, f. 87 (cf. Morocho Gayo, 1999, f. 165).

[31] Orsini escribe a su amigo Pinelli: «Qua havemo un spagniolo dottissimo nominato Messer Pietro Ciaccone et V. S. mi crede che non cede niente alía politezza di quelle lettere di monsignore Antonio Agostino, hora fatio arcivescovo di Tarracona. Se V. S. viene a Roma credo che stimerá piú la prattica nelli studi di quello spagniolo che non fará di tutta Padova insieme: et é pol duna complessione et un genio tutto conforme al vostro, huomo simplicissimo et senza apparenza» (Orsini a Pinelli. Milán, Biblioteca Ambrosiana, Ms. U. 423).

[32] Al recordar la cortesía con la que Chacón lo acogió en su viaje a Roma escribió: «…des faveurs qu’ai reqeu de Messieurs Victorus, Sigonius, Mercurialis, Pinellus, et á Rome de Fulvius Ursinus, Statius, L. de Latinis, qu’est un des reformateurs du droit canon, et de Chacon, espagnol, l’un des premiers hommes qui soient par delá» («Carta a Pierre Pithou». Roaldés, François, Discours de la Vigne, Hilippe Tamizey de Larroque (ed.), Bordeaux: imprimerie G. Gounouilhou, 1886, p. 79; cf. Ruiz, 1976, 191).