Dejó la noticia en el contestador. Como un pequeño ejército, sus palabras me invadieron, destruyendo mi capacidad de seguir negando la verdad. Tenía yo entonces veintiún años, y me quedé inmóvil, descalza en la cocina de mi madre, en Connecticut. La luz del final de la tarde entraba por las ventanas y caía sobre el dibujo trenzado del parquet. Me sentí al mismo tiempo paralizada y muy mayor, ambas cosas en tan solo unos instantes que normalmente hubieran pasado muy rápido entre fregar los platos o sacar la compra de las bolsas. Me quedé ahí, de pie, y una voz que parecía saber de qué iba todo aquello surgió de mi interior: “Pase lo que pase, la vida no volverá a ser igual”.
“Han llegado los resultados del papanicolau. Muestran un desarrollo anormal de células en el cuello del útero. Estoy preocupado. Tienes que volver para hacerte una biopsia lo antes posible. Por favor, llámame, y pondremos una fecha”, me anunció mi médico.
Era abril de 1999, un año antes de mi esperadísima graduación en el Barnard College de Nueva York. Mi visita al ginecólogo formaba parte de una letanía de pruebas médicas que necesitaba para confirmar mi admisión como educadora sanitaria voluntaria en el Cuerpo de Paz de África Occidental. Todas las otras pruebas estaban bien, excepto este último test.
Esa misma semana hice lo que me había aconsejado el médico. Fui a hacerme una biopsia y me comunicaron que tenía displasia cervical, o el precursor avanzado del cáncer cervical. No me lo podía creer. Era como si de repente me estuviera precipitando al abismo desde la cima de mi universo personal. Me acababan de decir que me iba a graduar summa cum laude. Practicaba yoga, hacía footing y era vegana. Tenía un aspecto saludable, incluso perfecto, pero solamente por fuera. ¿Cómo podía estar pasándome esto a mí?
Sin embargo, en mi interior, una parte secreta de mí misma lo sabía. Sabía cuánta tristeza, soledad, confusión y tormento habitaban en mí. A veces estos sentimientos estallaban y salían a la superficie cuando yo estaba sola, con la barriga llena, un dedo metido en la garganta, asomada a la taza del wáter y esperando que nadie me oyera. Yo era la única que soportaba las exigencias de mi tirano interior: “Haz más”, “Hazlo mejor”, “No eres lo bastante buena”. Una vocecita más tenue me susurraba que esto no podía seguir así para siempre, que un día tendría que enfrentarme a mí misma. Ahora esa débil voz sonaba fuerte y clara. Era mi llamada al despertar.
Poco después de la biopsia, volví al hospital para someterme a una intervención con el fin de congelar las células irregulares y frenar su desarrollo. Más tarde, mientras estaba en la camilla de observación con las piernas abiertas, mi médico me dijo que no podía ir a África, pues allí la atención sanitaria no era suficientemente fiable. Necesitaría un test de papanicolau cada tres meses para observar mi evolución.
Ir a África era mi plan A y mi plan B. “Por favor, por favor, ¿hay algo que pueda hacer para curarme antes? ¿Qué puedo hacer?”, le rogué.
Sin dudarlo, contestó con firmeza: “Lo único que puedes hacer es esperar y volver dentro de tres meses. Cómo lo hagas es cosa tuya”.
Me sentí deprimida, privada de un plumazo de mi fuerza y mi esperanza. Mi madre, que venía conmigo, me acompañó fuera de la consulta y hasta el parking. Al llegar, rompí a llorar mientras me abrazaba. Estaba totalmente rota. “Sara, Sara, recuerda”, me decía suavemente, “cuando una puerta se cierra, otra se abre”.
Y, como suele suceder con las madres, ella tenía razón.
Unas semanas después, sin previo aviso, mientras tomábamos café en una pastelería del Upper West Side, el exdirector de un instituto me ofreció un trabajo como profesora de literatura inglesa, expresión escrita y danza en un colegio internacional de Chiang Mai, Tailandia, donde él iba a trabajar como jefe de estudios. Me dijo que tenía cuarenta y ocho horas para darle una respuesta.
Esa misma tarde corrí a una librería cercana y me puse a hojear las guías de viaje de Tailandia. No sabía nada de Asia, pero enseguida me enteré de que la sanidad en Tailandia era fiable y asequible, lo cual quería decir que podría ir a las revisiones necesarias. En ese momento tuve una corazonada: era un buen plan.
TRAS LA CAÍDA, LEVANTARSE Y DAR UN PASO ADELANTE
El caso es que acabé viviendo en el norte de Tailandia durante varios años. El viaje que comenzó entonces, tanto en mi mundo interior como en el exterior, es lo que me llevó a escribir este libro. Me adentré en un territorio provisto de las herramientas que necesitaba para sanar y la sensación de seguridad que necesitaba para enfrentarme a mí misma con sinceridad. Años después, cuando me hice profesora de yoga, Tailandia y mis viajes por el mundo me ofrecieron la oportunidad de conocer a muchas otras mujeres, de todas las edades y nacionalidades, que sufrían de forma parecida.
Cuando llegué a Tailandia, no pasó mucho tiempo hasta que mi trepidante e hiperexigente ritmo neoyorquino se fue ralentizando y pudo acompasarse con el arrullo hipnótico de las cigarras de Tailandia, las tormentas tropicales vespertinas y las hojas del banano meciéndose en la brisa. El tempo me convenía y me recordaba que la naturaleza y yo éramos una y la misma. Vivíamos juntas siguiendo un ritmo íntimo, un saber que yo había perdido hacía mucho tiempo. Todo el mundo dormía la siesta después de comer. Me sonreían cuando pasaban a mi lado por la calle. Aunque a nivel superficial yo pensaba que había estado llevando una vida sana hasta entonces, mi nuevo entorno me demostró hasta qué punto me había estado ocultando la verdad a mí misma, mientras intentaba huir de mi dolor interior. Esta ocultación la conseguía llenando mis días con tantos “quehaceres” y obsesionándome tanto con la perfección que la mayor parte del tiempo me olvidaba literalmente de respirar.
En Asia cambié mis diez kilómetros diarios de footing por largos paseos campestres. Bebía de los cocos en vez de las tazas de Starbucks, y me abrí a la abundante sabiduría curativa que me rodeaba: yoga, medicina tradicional china, Reiki, Ayurveda (el sistema médico tradicional de la India), chi kung, meditación budista, masaje tradicional tailandés y programas de desintoxicación que llegaron a enseñarme cómo confiar en mi cuerpo y escucharlo. Después de unos meses, los resultados de mis análisis mejoraron sensiblemente y, un año más tarde, me había recuperado totalmente.
En los diez años siguientes, me he curado no solo de mi problema en el cuello del útero, sino que también he tratado mi menstruación irregular, anorexia, bulimia, adicción al ejercicio físico, insomnio, ansiedad y quistes ováricos, todo lo cual ahora sé que contribuyó a mi crisis de salud. Pero la verdadera causa fue mi falta de conexión con mi cuerpo, mi feminidad y la propia naturaleza. Mi vida había estado asolada por el malestar constante y subyacente de estar viva como mujer, en un cuerpo de mujer.
Había sentido melancolía, me había alejado de mí misma y de los demás, y me había negado la verdadera felicidad. Lo que he descubierto a lo largo de mi proceso de curación, que continúa hasta hoy, es lo simple que es estar sana, feliz y completa como mujer, y también la dificultad a la hora de regresar a esta verdad esencial entre los muchos mensajes confusos y complejos de nuestro mundo moderno.
He conocido a muchas mujeres, suficientes para saber que tú también tienes una historia. Quizá no sea tan extrema como la mía, o quizá lo sea aún más, pero de algún modo, estás preparada para curarte, para florecer en vez de simplemente sobrevivir, y para jugar un papel único en la restauración del equilibrio sagrado en este planeta llegando a ser más quién eres con amor, gracia, coraje y dignidad. Tú también anhelas una conexión más profunda contigo misma y con los que llenan tu vida; y tú también quieres recordar lo que es realmente importante. Deseas volver a un estilo de vida más sencillo, uno que te recuerde cómo bajar el ritmo, simplificar, valorar el trabajo hecho con paciencia en lugar de las chapuzas rápidas, preocuparte primero por ti, adoptar tu vulnerabilidad como tu mayor fuerza, y encontrar una felicidad real y duradera dentro de ti misma.
Nunca cambiaría mis malos tiempos –pasados, presentes o futuros– por momentos puramente gozosos. Son esas tribulaciones las que me han revelado qué es la verdadera felicidad. Las noches más oscuras desembocan en los amaneceres más luminosos. Si todo nos saliera siempre bien, nos serían negadas las valiosas oportunidades de crecer, renunciar, confiar y evolucionar. Sin el miedo nunca aprenderíamos a ser valientes. Sin enfadarnos nunca aprenderíamos a perdonar. Sin sufrir por amor nunca abriríamos el corazón al amor verdadero.
Las tiendas rojas y los refugios bajo la luna de nuestras antepasadas ofrecían espacios donde compartir con otras mujeres esas noches oscuras. Hoy en día soportamos el dolor solas, y apenas nos damos cuenta de cómo la luna se disuelve en la oscuridad cada mes. No hemos aprendido a llevar las riendas de nuestras emociones e intuición para movernos –nosotras mismas y nuestras comunidades– por la vida. Gran parte de nuestro sufrimiento emocional y físico colectivo como mujeres viene del trepidante ritmo de vida moderno y de la negación del poder de la sabiduría femenina durante siglos.
Estos factores complican (y a veces incluso suprimen) nuestra conexión con la naturaleza y sus ciclos. Cuando se vive o se visita una gran ciudad, pueden pasar días, semanas o incluso meses sin tocar la tierra con los pies descalzos o sin descansar a la sombra de un árbol. Cuando vivía en Nueva York, rara vez veía las estrellas, y nunca sabía en qué fase estaba la luna. Aceptamos esto como si fuera normal, pero no lo es. Esto no significa que necesitemos descartar la vida en la ciudad: significa que necesitamos enfocarla de un modo radicalmente nuevo. Los tiempos modernos exigen que aprendamos cómo entretejer las antiguas tradiciones curativas con nuestra realidad urbana.
Si no simplificamos, bajamos el ritmo y empezamos a sentir nuestro camino por la vida en vez de pensarlo, vamos a acabar enfermos, cansados y enfadados.
Si es que no lo estamos ya.
ES A TI MISMA A QUIEN ESTÁS ESPERANDO
Ningún médico, cónyuge, estrella de la televisión, instructor de yoga o curandera puede curarte. Puede apoyarte e inspirarte, sin duda. Puede mostrarte el camino. Pero al final tú tendrás que retomar el poder en tus manos y tratar cada momento como una oportunidad de recuperar tu salud, y a su vez, tu bienestar global y felicidad. Estar sana no tiene que ver con hacerlo todo bien y que todo ocurra según tú lo desees. Es más bien una manera de estar y de percibirte a ti misma y al mundo con honestidad, de enfrentarse a la vida con plenitud.
Mi crisis de salud fue una llamada de mi espíritu para que me diera cuenta de cómo me estaba dañando a mí misma, ignorando mi alma, y rompiendo el equilibrio sagrado de la vida, el cual, como mujeres, estamos llamadas a mantener. Fue un verdadero despertar a la vida para la cual había nacido, la que yo anhelaba vivir en lo más profundo de mi ser.
Cuando por fin escuché esta llamada, pude permitir que mis pasiones y mis dones intrínsecos –que han culminado en la escritura de este libro– salieran a la luz. En las páginas siguientes describo paso a paso el estilo de vida y prácticas de autorrealización que utilicé para reclamar mi felicidad innata, mi salud y bienestar integrales y llegar a encontrarme a mí misma como mujer. También he compartido estas prácticas con mujeres de todo el mundo durante la última década. Espero que sean tan beneficiosas para ti como lo han sido para mí y para muchas otras.
Al venir conmigo en este viaje y participar en cada estación del año, descubrirás una forma totalmente nueva de enfocar la vida. Puedes adoptar esta nueva forma de ser para el resto de tu vida y compartirla con los que te rodean, tanto directa como indirectamente: haciendo lo que haces y siendo lo que eres. El camino que trazo aquí te acompaña directamente a un acercamiento más femenino a la vida, un camino que va de dentro afuera, poniendo en relieve cualidades como la compasión, la belleza, la sensualidad, el cuidado, la creatividad y la receptividad. El mundo necesita todas estas cualidades desesperadamente. El camino restaura tu dignidad majestuosa y tu fuerza terrenal intrínseca. Te recuerda quién eres realmente.
Aprenderás cómo llevar una vida satisfactoria, alineada con los ciclos del universo y guiada desde tu corazón. Es hora de impedir que las exigencias de otros dominen tu vida y empezar a confiar en tu propio esplendor. Es hora de dejar de ignorar la naturaleza y empezar a confiar en ella y descubrir qué instrumentos tan poderosos te ofrece para tu desarrollo y curación en cada momento de cada día.
Estas ventajas, por muy atractivas que sean, son secundarias al mayor don que me ha otorgado mi viaje: el don del amor propio. Sin él, la verdadera salud y felicidad no son posibles. Por eso cada página de este libro te lleva a abrazar el amor propio que tanto mereces y que está esperando dentro de ti.
El amor es la esencia de lo que somos. Al final de nuestras vidas lo que realmente cuenta es la respuesta a la pregunta: “¿Cómo he amado?”. Sentimos la poderosa fuerza de la vida en una flor que se abre paso a través de una grieta en la acera y la sentimos en el niño que se abre camino por el canal de parto. La vida y la belleza quieren triunfar, pase lo que pase. Cuando bebemos de la fuerza del amor, de repente lo imperdonable puede ser perdonado, lo incurable puede ser curado. La capacidad de grandeza en el cuerpo, espíritu y corazón humanos es muchísimo mayor de lo que creemos. Como nos recuerda la famosa cita del Talmud, “Cada brizna de hierba tiene a su ángel que se inclina sobre ella y le susurra «Crece. Crece»”. Siempre estamos inmersos en ese amor compasivo y enriquecedor. La pregunta es ¿lo reconoces? ¿Lo escuchas? ¿Te permites recibirlo?
CÓMO ESTÁ ORGANIZADO ESTE LIBRO
Mediante la adaptación de las antiguas técnicas del yoga, la meditación, la cocina y la vida equilibrada al estilo de vida de la mujer moderna, El camino de la mujer feliz nos lleva de vuelta a la simplicidad, a bajar el ritmo, alineándonos con los ciclos de la naturaleza y viviendo de dentro a fuera para descubrir nuestra indestructible felicidad interior. Dividido en cinco partes, explica cómo recuperar nuestra conexión con la naturaleza para que sepamos tanto las consecuencias de vivir fuera de la sincronía con el todo, como qué hacer al respecto, lo cual es todavía más importante. Estar en íntima comunión con nuestros ciclos es la base de la salud de la mujer. Nuestros ciclos hormonales suben y bajan como las mareas y el crecer y menguar de la luna. Nuestras emociones, impulsos creativos y etapas vitales reflejan la rueda estacional de la naturaleza desde el nacimiento hasta la muerte y hasta el renacimiento. Curarnos requiere un restablecimiento de nuestra relación con estos biorritmos. Por este motivo he estructurado el libro según las estaciones del año.
La parte 1, “Conceptos básicos”, presenta los principios esenciales del camino que seguiremos a lo largo del año. Los capítulos en esta sección sirven de campamento base para nuestro viaje, y describen prácticas fundamentales que puedes emplear durante cualquier estación del año. También aprenderás qué provisiones necesitas almacenar para nuestro viaje juntas, cómo establecer un espacio sagrado, y cómo planificar una rutina diaria ideal. En la parte 2, empezamos en primavera, la época del año que crea nuevas formas de ser. En estos capítulos descubrirás lo que quiere nacer dentro de ti y cómo dar pasos para cumplir esos sueños. Despejar tu espacio vital, limpiar tu dieta incluyendo más verdura, hacer una desintoxicación de un día y aumentar tu fuerza vital mediante movimientos dinámicos son prácticas que te ayudarán a aligerarte después de un largo invierno y a dejar que surja tu espíritu creativo. Tras la primavera pasamos a la parte 3, “Verano”, que trata de la celebración y el florecer a la madurez. Las vibrantes flores de esta estación se abren gracias a la tierra de la primavera, que tú fertilizaste con tu claro propósito creativo. En verano, nuestros sueños se hacen realidad y podemos participar en ellos con alegría. Como escribió Elizabeth Gilbert en Come, reza, ama, “Tienes que participar sin descanso en la manifestación de tus propios valores”.1 Al probar las recetas refrescantes del verano, elaboradas con los abundantes productos estivales, al conectar con nuestro yo sexual y sensual, al aportar un espíritu de juego y recreo cada día, y al aprender nuevas prácticas de yoga tanto para tranquilizarnos como para dinamizarnos, aprenderemos cómo apreciar plenamente la abundancia y el carácter expansivo de esta efímera estación.
Los vientos del otoño llegan en la parte 4, y en ella aprenderás la lección esencial de la vida: saber despedirse, tanto de la belleza del verano como de las relaciones, proyectos y partes de nosotras mismas que se nos han quedado pequeñas. Las recetas calientes y reconfortantes del otoño celebran la cosecha al tiempo que refuerzan el sistema inmunológico para la estación invernal. Gracias al yoga y la meditación aprenderás a calmar la ansiedad que surge del cambio y la aceptación y aprenderás a aumentar tu autoestima.
En la parte 5 exploramos el invierno, una estación cuya importancia tendemos a infravalorar. No puedes disfrutar de una primavera vibrante sin la ralentización del invierno, y en estos capítulos aprenderás cómo bajar el ritmo en medio del estrés de las celebraciones para incubar los sueños y deseos más profundos de tu corazón, todo ello sin caer en el letargo o la depresión. La rica comida del invierno te da energía sin añadir un exceso de peso, mientras el yoga y la meditación mantienen tu cuerpo y tu corazón tranquilos aunque no dormidos, y también inspirados para poder recibir visiones creativas.
Antes de empezar, quisiera explicar algunas cosas esenciales más. Primero, el Camino no es un camino a la perfección. No es otra forma de intentar que te “repares” o de “hacerlo todo bien”. No es otra forma de hacerte sentir mal contigo misma. Más bien se trata de poder abrazar y amar todas las rarezas y particularidades que te hacen ser la mujer irresistible y totalmente adorable que eres. Se trata de estar presente y prestar atención al carácter sagrado de la salida y la puesta del sol cada día y a todo lo que respira entre esos dos instantes. Tú ya eres una mujer completa y sana: esa es tu esencia, el derecho y el don con los que naciste. Estas prácticas solo sirven como recordatorio en el caso de que te hayas olvidado o perdido el contacto con estos hechos. Son rituales antiguos aplicados a los tiempos modernos para ayudarte a reconectar con la joya resplandeciente que tú ya eres. ¡Como mujeres, no necesitamos ni una sola excusa más para amonestarnos! Así que usa este libro como una guía. Como una buena amiga. Como inspiración. Por favor, siente mi apoyo afectuoso y mi preocupación por ti mientras viajamos juntas durante este año. Lo cual me lleva a mi segundo punto: esto no es un sistema ni una metodología. Es un proceso personal, así que por favor pon en práctica solo lo que te funcione bien a ti. Pruébalo todo. Luego separa lo que es relevante de lo que no lo es. Deja que tu propia experiencia sea tu maestra. ¡No dejes que esto te estrese! Ya tenemos todas demasiadas tareas en nuestra agenda. El signo chino para “ajetreo” se traduce como “lo que mata al corazón”. Mi intención con este libro es hacer que tu corazón renazca ayudándote a bajar el ritmo, simplificar y estar más cómoda contigo misma y con tu vida. A veces puede que necesites dar un paso atrás, respirar profundamente, y volver a mirar la imagen completa de lo que realmente quieres conseguir.
Todo lo que comparto aquí lo he aprendido de mis propios maestros y lo he aplicado a mi propia vida. Si he cometido errores o malinterpretado estas enseñanzas, no es por culpa de ellos sino más bien por mi propia incomprensión.
Pase lo que pase este año (y más allá), estoy segura de que los resultados serán mucho mejores, más mágicos y poderosos de lo que tú y yo hubiéramos imaginado jamás. Como dice uno de mis proverbios chinos preferidos, “Cuando las mujeres se unen, mueven montañas”. Así que ahora te tiendo la mano para invitarte cordialmente. ¿Estás lista? Vamos a mover esas montañas.
1 Elizabeth Gilbert: Eat, Pray, Love: One Woman’s Search for Everything across Italy, India and Indonesia, Nueva York: Viking, 2006, p. 260.