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¿Qué es el síndrome del impostor?

Cuando Jess vino a mi consulta en Manchester, era la viva imagen de una mujer exitosa. Iba muy acicalada, vestía un traje chaqueta elegante y llevaba un peinado igual de refinado: era la personificación del triunfo. A sus 42 años, era ejecutiva sénior en una gran empresa internacional y tenía el sueldo, el coche y todos los beneficios que normalmente se asocian a una persona «que lo tiene todo».

Entonces, ¿a qué había venido? Mientras se acomodaba en la butaca y empezaba a explicar su problema, su postura cambió radicalmente. Hundió los hombros, se le quebró la voz, le temblaban las rodillas y no dejaba de entrelazarse las manos al hablar. Todo su aire de seguridad en sí misma se derrumbó ante mis ojos mientras «confesaba» que todo era falso; me explicó que todos sus éxitos se basaban en la suerte y que, en realidad, su trabajo se le daba bastante mal. Aunque había conseguido engañar a compañeros y jefes durante muchos años, estaba convencida de que estos pronto descubrirían su secreto. Lo perdería todo, pero ese no era su mayor problema; lo más complicado era que se las veía y se las deseaba por vivir con el hecho de ser una «falsa», sentía que debía renunciar a su trabajo antes de quedar en evidencia y hacer algo más acorde a sus habilidades reales. Significaría menos dinero y beneficios, sí, pero al menos sería sincera consigo misma.

Bienvenido al mundo del síndrome del impostor. Es un mundo secreto, habitado por personas exitosas de todas las profesiones y condiciones sociales que tienen una cosa en común: creen que no son lo bastante buenos. Pueden ser hombres o mujeres, jóvenes o viejos. Ni las figuras públicas de gran éxito son inmunes (ver Impostores famosos, páginas 24-26). Y las creencias sobre la impostura tampoco están siempre relacionadas con el trabajo; he conocido «impostores» que sienten que no son lo bastante buenos padres, esposos, esposas, amigos o incluso no son lo suficientemente buenos como para ser seres humanos.

Esto te ayudará a identificar los síntomas del síndrome del impostor y a entender si lo tienes y, de ser así, qué tipo de SI tiene más probabilidades de coincidir con tu experiencia.

Entonces, ¿qué es el síndrome del impostor?

Las psicólogas clínicas Pauline R. Clance y Suzanne A. Imes acuñaron la expresión «síndrome del impostor» o «fenómeno del impostor» por primera vez en 1978, en un documento titulado The imposter phenomenon in high achieving women: dynamics and therapeutic intervention (El fenómeno del impostor en mujeres de alto rendimiento: dinámica e intervención terapéutica).2

Esta afección se describía como «la experiencia de sentirse unas farsantes intelectuales» que afectaba a algunas mujeres de alto rendimiento. En su artículo, Clance e Imes describían su grupo de muestra de 150 mujeres de la siguiente manera: «A pesar de los títulos obtenidos, los logros académicos, los éxitos en los exámenes, los elogios y el reconocimiento profesional de compañeros y autoridades respetadas… no tienen una sensación de éxito. Se consideran “impostoras”». Explican que estas mujeres creen que solo han alcanzado el éxito por errores en los procesos de selección, porque alguien ha sobreestimado sus habilidades o por alguna otra fuente externa.

Clance e Imes dicen que hay tres características definitorias del SI:

  1. La creencia de que los demás tienen una visión exagerada de tus destrezas o habilidades.
  2. El miedo a que descubran que eres un farsante y te expongan como tal.
  3. La atribución persistente del éxito a factores externos, como la suerte o un nivel extraordinario de trabajo arduo.

¿A quién afecta?

Desde esta primera incursión en el mundo de los impostores en la década de 1970, varios estudios han demostrado que la afección puede afectar a hombres y mujeres por igual (ver página 113, capítulo 4). Y, de hecho, los que acuñaron el término comentaron después que prefieren llamarlo «experiencia impostora» porque «afección» o «síndrome» sugiere una enfermedad mental; la experiencia impostora está mucho más normalizada que eso. Clance afirma que es «algo que casi todo el mundo experimenta».3

De hecho, como se indica en la introducción, varios estudios sugieren que el 70 por ciento de la población experimentará este fenómeno durante al menos un período de su vida, aunque es más común entre las personas de alto rendimiento. El SI no está clasificado como una enfermedad o trastorno mental en el Manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales (DSM 5), que es el manual al que acuden la mayoría de los profesionales de la salud mental para identificar, clasificar y diagnosticar un trastorno de salud mental. Esto significa que no eres un enfermo mental si tienes el SI. De hecho, somos tantos los que sufrimos el SI en algún momento de nuestra vida que es casi normal.

Sin embargo, hay ciertos factores desencadenantes que pueden hacer que las personas susceptibles sean más proclives a sentirse impostoras y esto suele darse en etapas de transición. Tres de los factores desencadenantes más comunes se presentan a continuación, junto con un estudio de caso que arrojará más luz sobre el tema.

Arriba: Las tres características del síndrome.

Tu primer trabajo en tu campo profesional

Es una situación que se da cuando obtienes un título académico o un diploma de formación profesional o cualquier otra acreditación que implica que puedes ejercer la profesión que escogiste.

ESTUDIO DE CASO

Aisha, una doctora recién titulada, ha tenido muchas dudas desde que empezó a trabajar en un hospital. Está convencida de que consiguió entrar en la facultad de Medicina de chiripa, a pesar de las duras pruebas de evaluación de acceso. Durante toda la carrera se sentía inferior a los demás estudiantes, quienes, según ella, parecían muy seguros y tranquilos. Pero su confianza en sí misma cayó en picado una vez empezó a trabajar porque se sentía fuera de lugar. Pensaba que su bata blanca era el símbolo de su falsedad, se sentía como una niña que jugaba a los médicos. Una cosa era todo lo que había aprendido durante la carrera, pero a la hora de tratar a un paciente, se quedaba con la mente en blanco. No ayudaba que no hubiera un proceso de adaptación como tal y que tras dos días de supervisión por parte de sus superiores, tuviera que apañárselas sola. Podía llamar si necesitaba ayuda o consejo, sí, pero tenía la impresión de que no debía hacerlo, pues cada vez que lo hacía, creía que era una muestra de esta «farsa». Al especialista que la supervisaba tampoco le hacía mucha gracia que lo llamara, lo cual no era alentador. Aun así, Aisha se preocupaba hasta de lo más mínimo y temía correr riesgos si no lo comprobaba todo. No creía en su propia capacitación ni en sus habilidades, a pesar de haber completado cinco años de carrera de una forma brillante. Aisha estaba convencida de que «la descubrirían» y la tacharían de incompetente; temía que todo saliera a la luz al cometer algún terrible error con un paciente.

Empezar una experiencia educativa o un curso nuevo

Esto puede darse tanto en jóvenes que entran a la universidad como en adultos que retoman sus estudios.

ESTUDIO DE CASO

Adam, un estudiante adulto, se matriculó en la universidad a los 35 años para estudiar Periodismo. Dejó la escuela a los 16 sin un título o un diploma. Sabía perfectamente que esto se debía a una mala época que lo había convertido en un rebelde. No le interesaban nada los estudios y reconoce abiertamente que consumía drogas y alcohol y que era un «chico malo». Le costaba mantener los empleos y no contaba con el apoyo de su familia. Sin embargo, pasaron los años, comenzó a sentar cabeza y conoció a una mujer con la que se acabó casando. Tuvieron un hijo y ella lo animó a retomar los estudios para que encontrara un trabajo más estable. Adam se planteó aprender un oficio, como el del enyesado, pero en el fondo soñaba con ser periodista; un sueño que consideraba inútil (a fin de cuentas, no había terminado los estudios de educación media y se consideraba bastante «tonto»). Pero gracias al apoyo de su esposa, se apuntó a clases nocturnas en un centro de educación media, se sacó el título y, de repente, vio que ese sueño parecía estar a su alcance. Se alegró muchísimo cuando lo aceptaron en la universidad, pero al empezar el curso le asaltaron las dudas. En comparación con el resto, se sentía un farsante. Los demás alumnos tenían mejores calificaciones y muchos tenían hasta experiencia laboral. Comenzó a preguntarse qué diantre hacía ahí y si no sería mejor abandonar y obtener un diploma de enyesador.

Un ascenso en el trabajo

Un ascenso debería ser algo emocionante, pero para algunos puede ser un factor desencadenante que les hace sentir que el puesto les viene grande y les genera miedo de que los demás descubran que es algo inmerecido.

ESTUDIO DE CASO

James, un técnico de tecnologías de la información, estaba muy contento en su puesto, que consistía en diagnosticar y resolver problemas para clientes en una gran corporación. Luego lo ascendieron a un puesto directivo, algo que, en un principio, le encantó. Se encargaba de distribuir los trabajos, priorizar y tarificar las tareas, así como trabajar con diversas entidades. Comenzó a sentirse abrumado por la responsabilidad y empezó a tener problemas tanto con los clientes como con su equipo (que habían sido compañeros suyos en el pasado); los clientes se quejaban de que el trabajo no se realizaba con la suficiente diligencia, mientras que el equipo protestaba por la sobrecarga laboral. La realidad era que esto era parte del cargo, pero James estaba convencido de que no daba la talla para el puesto y que jamás tendrían que haberlo ascendido. Antes del ascenso, todo iba sobre ruedas. Él se limitaba a hacer su trabajo. Ahora tenía que gestionar problemas de personal y lidiar con conflictos para los que sentía que no tenía ni las destrezas ni la formación necesarias. Le parecía que su ascenso había sido un error, que su superior debió de pensar que él tenía más habilidades de las que tenía en realidad. Estaba seguro de que se darían cuenta, que pronto le dirían que era un impostor, y esto le causaba tal estrés que se planteaba dejar el trabajo antes de que sucediera algo así.

Estilos de vida con un riesgo mayor de sufrir el SI

Además de los factores desencadenantes del SI que se han mencionado previamente, también deben tenerse en cuenta ciertos grupos de personas que pueden ser susceptibles de sufrirlo. Hay cierta relación con el tipo de personalidad, tema que se abordará más adelante. Pero ciertos estilos de vida hacen que algunas personas sean más vulnerables que otras. Según Valerie Young, autora de The Secret Thoughts of Successful Women: Why Capable People Suffer from the Impostor Syndrome and How to Thrive in Spite of It (Crown Publishing, 2011) [Los pensamientos secretos de la mujer triunfadora; por qué las personas competentes sufren el síndrome del impostor y cómo salir adelante], los siguientes grupos de personas corren más riesgo:

Los motivos por los que estos grupos podrían ser propensos al síndrome del impostor se expondrán más adelante en este capítulo.

EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR EN EL ÁMBITO ACADÉMICO

Según un artículo escrito por la doctoranda Beth McMillan para Times Higher Education en 2016: «Muchos de los académicos más respetados del mundo se despiertan cada mañana convencidos de que no merecen su puesto, que fingen ser lo que no son y que acabarán descubriéndolos».4 En otra publicación, el bloguero académico Jay Daniel Thompson confiesa que el SI «afecta hasta a los docentes más destacados».5

Los motivos por los cuales el SI abunda tanto en la docencia universitaria son diversos. En primer lugar, se trata de un campo de élite al que es muy difícil acceder. Además, a los académicos se les considera expertos, por lo que pueden sufrir el síndrome del impostor tipo experto (véase la página 58) y se les juzga constantemente por sus investigaciones. Es un campo muy competitivo en el que publicar y conseguir becas de investigación es algo que solo logran unos pocos (y en el que se es tan bueno como el último éxito conseguido). Es muy fácil sentir el peso de las expectativas y pensar que tarde o temprano todos se darán cuenta de que no eres tan bueno como da a entender tu reputación.

IMPOSTORES FAMOSOS

Si crees que padeces el SI, no estás solo. Hay muchísimos ejemplos de famosos sobradamente conocidos por todos que son personas con un éxito evidente, pero, a su vez, experimentan la inquietud de padecer el SI. Aquí recopilamos algunos de esos testimonios:

La importancia del entorno familiar

Si te sientes como un impostor, tu entorno familiar podría tener algo que ver. Las primeras investigaciones realizadas por Clance e Imes sugerían que el contexto familiar puede ser un factor importante a la hora de generar sentimientos de impostura y que la mayoría de los impostores suelen provenir de uno o dos tipos de dinámica familiar. Veámoslo un poco más a fondo.

Dinámica familiar de Tipo 1: Hermanos con altas capacidades

El impostor con este contexto familiar habrá crecido junto a un hermano o hermana al que se describiría como exitoso, sobre todo en lo que a inteligencia se refiere, mientras que el impostor sería el sensible y cariñoso. El impostor crece debatiéndose así entre creerse esos adjetivos que se le han impuesto y rebelarse marcándose objetivos ambiciosos, esforzándose mucho en clase e intentando hacerlo todo lo mejor posible. Sin embargo, aun ganándose ese triunfo, puede que la familia se mantenga indiferente y no cambie la percepción de que el otro hermano es el inteligente. El impostor sigue esforzándose, pero como ese mito familiar continúa, empieza a preguntarse si los demás llevan razón y todo lo que él ha logrado hasta ahora ha sido gracias a la suerte o a otros factores.

ESTUDIO DE CASO

Shula creció con una hermana, Dana, dos años mayor que ella. Dana era la primogénita y resultó ser una niña brillante. A los diez meses ya caminaba, decía frases completas a los quince y a los tres años ya sabía leer. Para sus padres, Dana tenía un don y pusieron todos sus recursos y energía en ayudarla a alcanzar todo su «potencial». Shula, dos años menor, tenía la sensación de que sus logros pasaban más desapercibidos. También era muy lista, pero como sus logros eran acordes a su edad, no consiguieron mucha atención por parte de sus padres. No obstante, ellos siempre decían que Shula tenía otras cualidades especiales, al parecer, para que no se sintiera marginada. Así pues, hablaban de Shula como la «extrovertida», la que siempre se las apañaba para hacer amigos en cualquier situación. Dana era más reservada, de modo que Shula se ganó adjetivos como «vivaracha» y «simpática». A Shula no le importaban esos calificativos, pero sí le molestaba que sus méritos académicos no se apreciaran tanto, porque aunque eran buenos, no eran sobresalientes (al contrario que los de Dana). Shula se convirtió en alguien con mucha ambición y con metas intelectuales, pero nunca supo si intentaba demostrarse algo a sí misma o a sus padres. Sea como fuere, le parecía que nunca «demostraba» lo suficiente. Logró grandes cosas, premios académicos, una plaza en una prestigiosa universidad, una carrera de éxito, etc., pero siempre le pareció que todo eso no era nada comparado con lo que había conseguido Dana. Su hermana era el «cerebro» de verdad, mientras que Shula solo era alguien que fingía ser tan buena como ella.

Dinámica familiar de Tipo 2: El hijo pródigo

Esta es una dinámica familiar diferente; aquí, el impostor crece a la sombra de unas grandes expectativas que se le han impuesto. La familia lo pone en un pedestal, creyéndolo superior a cualquiera en todos los aspectos posibles: es más atractivo, inteligente, sociable, habilidoso, etc., que cualquier otro. El problema llega cuando el impostor empieza a experimentar el fracaso o al fin se da cuenta de que no es tan perfecto como cree su familia. Entonces comienza a desconfiar de la percepción que tienen sus padres de él y comienza a dudar de sí mismo. Al tener que esforzarse por cumplir las expectativas de sus padres, empieza a creer que no es el genio que ellos creen que es y que, por lo tanto, debe de ser un impostor.

El contexto familiar no es el único factor que lleva al SI, claro está. Hay muchas personas que reconocen estos tipos de familia y no se sienten impostores y, de igual manera, no todos los «impostores» habrán salido de tales familias. Más adelante en este capítulo veremos algunos de los otros factores determinantes comunes en los casos de SI.

ESTUDIO DE CASO

Shane creció en casa con un hermano pequeño que tenía necesidades especiales. Su hermano tenía una personalidad fabulosa y era muy querido, pero evidentemente, nunca iba a «triunfar» como sus padres esperaban al imaginarse a sus hijos. Shane, por otra parte, era todo lo que sus padres habían soñado en un hijo. Según la percepción que Shane tenía de la opinión de sus padres, él era listo, amable, considerado y guapo. De hecho, le iba muy bien en el colegio, se pasaba horas cuidando de su hermano (y le encantaba) y llamaba muchísimo la atención del sexo opuesto (que él aceptaba gustoso). Sin embargo, al llegar a la edad adulta, Shane sentía la carga de las expectativas puestas en él. Tenía la sensación de que sus padres esperaban más de lo que él podría llegar a ser y que no era el modelo de la virtud que ellos querían que fuera. Debido a esta desconexión entre la opinión que tenían sus padres de él y lo que Shane percibía como real, se sentía un impostor: fingía ser lo que no era. Esto le causaba mucho estrés y cuanto más intentaba satisfacer las expectativas, más falso se sentía. Además, escondía cualquier prueba de que no era tan perfecto como ellos creían para usarla como otra muestra más de que era un farsante.

¿Cómo sé si tengo el síndrome del impostor?

En el informe original del síndrome del impostor, Clance e Imes explicaban que los indicios de tenerlo era un proceso dividido en etapas:

  1. Las condiciones del preimpostor son tales que tienes unas expectativas bajas de éxito en la vida (véase la página 15).
  2. Te percatas de tu éxito (que es inesperado) y luego experimentas un conflicto entre estos dos sentimientos. Sabes que eres exitoso, pero no te sientes merecedor de este éxito. A esto se le llama disonancia cognitiva, la incomodidad o el estrés mental que se da cuando alguien tiene, a la vez, dos creencias contradictorias entre sí.
  3. Para solucionar esta desconexión, atribuyes tu éxito a causas externas y temporales (como la suerte) antes que a causas internas y estables (como tu propio talento).

Arriba: El proceso del síndrome del impostor.

Esto puede desencadenar ciertos comportamientos, señales y síntomas; puede que reconozcas algunos en ti mismo. Les echaremos un vistazo antes de pasar al test de autoevaluación del síndrome del impostor y conocer los distintos tipos de impostor que hay. Los comportamientos propios del síndrome del impostor incluyen:

Trabajar con muchísimo ahínco

El impostor siente que debe trabajar con una diligencia extrema para evitar que descubran su «falsedad». A menudo, esta estrategia de «encubrimiento» mediante el trabajo duro da sus frutos y te sientes bien —refuerza los esfuerzos realizados y te sientes aliviado de que tu esfuerzo te haya llevado al éxito—, pero después empiezas a pensar que solo has alcanzado el éxito porque te has esforzado mucho y esto te lleva a sentirte como un impostor otra vez. Así pues, el círculo vicioso de preocupación, trabajo duro y bienestar temporal continúa.

Arriba: El ciclo del trabajo duro y la sensación de impostura.

Esconder las opiniones verdaderas

Como el impostor no tiene confianza en sus propias habilidades, siente que debe esconder sus opiniones, por si estas denotan su inferioridad intelectual. Así pues, puede que un impostor evite exponer sus puntos de vista y formar parte de ciertos debates que quizá revelen una falta de conocimiento o que simplemente adopte los puntos de vista de otras personas. Esto puede adquirir la forma de «adulación intelectual», por la cual el impostor asimila los puntos de vista de la gente que cree que tiene la inteligencia o la superioridad de la que él carece.

Encontrar a un mentor «superior» al que impresionar

Otro signo del impostor es la necesidad constante de buscar y captar a alguien al que crea «superior» a él. Si puedes impresionar a tu héroe, puede que esto te valide como alguien genuino; si alguien tan increíble te respeta, seguro que eres auténtico a fin de cuentas. Esto puede desembocar en una «ofensiva de encanto», por la cual te congracias con esa persona, te interesas por las cosas que le interesan, encuentras motivos para trabajar con él, etc. En algunos casos, puede que llegue a entrañar una relación sexual.

Por desgracia, incluso la validación de este héroe no «cura» el síndrome del impostor subyacente. Esto se debe a que indefectiblemente llegarás a asumir que también has engañado a tu héroe, porque quizá has logrado distraerlo con tu encanto, interés en sus pasatiempos, etc. Además, puede que notes que buscas aprobación encarecidamente y esto refuerce tu opinión de que eres un farsante; a fin de cuentas, las personas talentosas de verdad no deberían necesitar la aprobación de los demás para validar sus habilidades. Tu misma necesidad refuerza la visión negativa que tienes de ti mismo.

ESTUDIO DE CASO

Ana fue elegida para ocupar un cargo en el ayuntamiento. Aunque estaba encantada, tenía miedo de sentirse fuera de lugar y no ser buena concejal. Los demás concejales parecían mucho más capaces y expertos que ella y Ana empezó a tener miedo de hablar en las juntas, por si descubrían la «verdad» sobre ella: que era una impostora que sabía muy poco y que nunca deberían haberla elegido. Sentía que quizá había podido engañar a sus electores, pero engañar a sus compañeros era harina de otro costal. No solo se callaba muchas veces, sino que además apoyaba a sus compañeros y elogiaba sus puntos de vista, aunque no los compartiese. Parecía la manera más segura de evitar que descubrieran su impostura ya que claramente sabían más que ella; así pues, si estaba de acuerdo con ellos no quedaría en evidencia.

ESTUDIO DE CASO

Julie llevaba varios meses viniendo a terapia conmigo por su baja confianza en sí misma y su poca autoestima. Era evidente que padecía el síndrome del impostor, pero tardé un tiempo en darme cuenta de que había desarrollado un patrón de buscar y entablar amistad con gente a la que admiraba o quería impresionar. Estas «amistades» eran muy intensas y con ellas se comportaba de un modo distinto al habitual con otros amigos. Estas amistades eran gente que ella admiraba y normalmente eran del sexo opuesto. Fantaseaba con impresionarlas y conseguir su admiración, más que mantener una relación sexual. Cuando el comportamiento rayaba la obsesión, intentaba pasar tiempo con sus héroes, compartir sus intereses y demostrar cuánto tenían en común. Se comunicaba con ellos de forma intensa por varios medios y solía quedar para tratar temas de trabajo o profesionales. No se daba cuenta, pero su objetivo parecía el de ser aceptada, importante e imponente a ojos del objeto de su interés, para sentir así que tenía algún valor. Invariablemente, estas amistades tan intensas se desvanecían con el tiempo, quizá porque eran demasiado intensas para la otra persona o porque el proyecto que los unía había finalizado. Esto dejaba a Julie consternada y menos valorada que nunca, algo que intensificaba su sentimiento de ser «falsa». Se había sentido importante y valorada durante esta amistad, pero al final le quedaba la sensación de que todo había sido algo falso y que ella también lo era. Entonces se buscaba a otro «objetivo» para sentirse valorada de nuevo.

Perfeccionismo

Para que el impostor demuestre su valor, debe hacerlo todo bien. Por lo tanto, los impostores temen al fracaso o a cualquier cosa que no llegue a la perfección, ya que esto refuerza el temor a que se les vea como falsos. Imagina un pintor que trabaja en un cuadro. Mientras pinta, muy en el fondo se pregunta por qué lo hace; en realidad no tiene talento. Sí, puede que tenga una exposición en una galería prestigiosa y viva cómodamente gracias a la venta de sus trabajos, pero no se cree tan talentoso y vive con el miedo de que descubran esta falta de talento y todo su éxito hasta la fecha se desvanezca. Así pues, sus obras tienen que ser perfectas; si no lo son, eso refuerza la idea de que no valen nada. Lo más probable es que destruyan cualquier obra que no satisfaga sus grandes expectativas; se desharán rápidamente de cualquier «prueba» que demuestre su falta de talento o habilidad.

Este perfeccionismo puede desembocar en un círculo vicioso, donde el miedo al fracaso lleva al perfeccionismo, que se manifiesta con un trabajo excesivo o no aceptar que el proyecto está terminado. En ocasiones, incluso, se teme empezar algo por miedo a que no sea lo bastante bueno.

ESTUDIO DE CASO

Jack era un artista de gran talento en el instituto. Quería estudiar Bellas Artes en la universidad y siempre lo habían elogiado por su talento. Sin embargo, se sentía mal porque sufría del síndrome del impostor; no se creía tan bueno como le decía la gente. Parte de esto se debía a que no era perfecto en todos los géneros artísticos. Su habilidad era el retrato y las naturalezas muertas no se le daban tan bien. Además, en uno de los exámenes no obtuvo la buena nota que esperaban los demás. Eso le hacía sentirse como un impostor y en un intento de aplacar ese sentimiento, quiso procurar que todas sus obras fueran perfectas, para demostrarse a sí mismo que era un artista de verdad y no el artista falso por el que él mismo se tenía. Esto dio lugar a la obsesión de no entregar nada que no estuviese perfecto, según él. Empezó a pasarse demasiado tiempo trabajando en cada obra, a veces incluso rompía los trabajos con los que no estaba completamente satisfecho, aunque les hubiera dedicado horas y horas.

Socavar los logros

A veces, el círculo del impostor perfeccionista cuenta con otro elemento: la manera en la que el impostor socava sus propios logros cuando los ha conseguido. Por consiguiente, el miedo al fracaso, a no trabajar lo suficiente, a que lo expongan como un farsante hace que el impostor trabaje con más ahínco, lo que, a su vez, conlleva logros, pero en lugar de considerar estos logros como un trabajo bien hecho, el impostor cree que es algo «no tan especial» y que cualquiera puede hacerlo. De este modo, el sentimiento de impostura permanece intacto; la consecución de ese logro no contrarresta la creencia de que no se es tan bueno y eso desemboca en una disonancia cognitiva: mantener dos posturas (o cogniciones) que se contradicen entre sí. Y esta es una sensación muy incómoda que debemos aliviar.

Puedes reducir este malestar de dos formas: o cambias tu creencia de no ser lo bastante bueno («Debo de tener talento a fin de cuentas») o cambias la cognición sobre el hecho de que has conseguido algo increíble («Lograr este trabajo no debía de ser tan complicado si al final lo conseguí»). A veces es más fácil cambiar la creencia sobre los logros porque esto permite que el sentimiento de no ser lo bastante bueno (que quizá lleva años fraguándose) permanezca intacto. Esto nos lleva al ciclo siguiente:

Subestimar los elogios

Relacionado con el malestar arriba citado tenemos el fenómeno perjudicial de subestimar los elogios de otras personas. Es una paradoja curiosa que el impostor ande desesperado por la aprobación y los elogios de los demás como validación de su talento y habilidad, pero cuando los recibe, le cuesta gestionar la contradicción que esto supone.

Como en el caso anterior, para reducir esta disonancia incómoda, el impostor debe cambiar una de las dos cogniciones o creencias, ya sea creyendo que de verdad es bueno (y merecedor de los elogios) o subestimando los elogios («no me lo dicen de verdad», «no tiene ni idea de nada»). De nuevo, es más fácil subestimar y restarle importancia al elogio que cambiar una creencia que quizá lleve años fraguándose.

Arriba: El ciclo impostor-perfeccionista.

Arriba: Disonancia cognitiva provocada por la poca confianza en uno mismo y el reconocimiento del logro.

Arriba: El ciclo del perfeccionismo/subestimación del logro en el síndrome del impostor.

Autosabotaje

Otro comportamiento del SI es sabotear tu propio trabajo para tener una excusa en caso de fracaso. Por ejemplo, puede que no te hayas preparado lo suficiente para una entrevista o que no hayas estudiado a conciencia para un examen para limitar así tus sentimientos de ser un impostor. Si no lo haces bien, no te sentirás impostor. En una encuesta realizada a más de 400 personas, los investigadores descubrieron que quienes se autosaboteaban obtenían también una puntuación más alta en la escala del fenómeno del impostor.20

ESTUDIO DE CASO

Jo siempre había querido escribir un libro, pero sabía lo difícil que era encontrar un agente y aún más conseguir que una editorial se lo publicara. Creía que la gente que conseguía un agente era increíble, muy talentosa, y que ella jamás encajaría en esa categoría. Sus textos eran, a su parecer, tan solo pasables. Aun así, perseveró y, al final, un agente accedió a trabajar con ella. Sin embargo, cuando se desvaneció la euforia inicial de Jo, empezó a echar por tierra su logro pensando que si había conseguido tener un agente era porque eso no era demasiado difícil. Además, conseguir un agente era algo fácil en comparación con lograr que una editorial publicara tu libro; tener un agente no garantiza que te publiquen el libro. Incluso al conseguir que una editorial la publicara, Jo le quitó importancia al mérito recordándose a sí misma que tener un libro publicado no significaba que se fuera a vender. Cada logro que conseguía lo socavaba ella misma convenciéndose de que no era para tanto.

Así pues, ¿tienes el síndrome del impostor?

Puede que ya hayas reconocido alguno de los síntomas del síndrome del impostor en ti mismo. Es probable que muchos mostremos alguno de los síntomas mencionados más arriba, pero eso no significa que suframos el síndrome del impostor. De hecho, llegados a este punto, debemos recordar que el síndrome del impostor no es una enfermedad mental reconocida como tal (véase la página 16) y que, por lo tanto, no hay criterios profesionales estandarizados al respecto.

De todas formas, más abajo encontrarás un test de autoevaluación que diseñé para darte una idea aproximada de si los síntomas que tienes bastan para confirmar un diagnóstico de síndrome del impostor. El cuestionario está basado en los síntomas más comunes mencionados antes y no pretende ser una herramienta de diagnóstico de salud mental, sino una forma rápida y sencilla de determinar hasta qué grado te sientes impostor.

Arriba: Disonancia cognitiva provocada por la poca confianza en uno mismo y los elogios.

Más adelante examinaremos los diferentes tipos de impostor y habrá otro cuestionario para que identifiques tu «tipo» (véase la página 61); todo esto te ayudará a entenderte algo mejor y, por lo tanto, debería ayudarte a controlar el síndrome del impostor de una manera más eficaz.

Responde a cada una de las siguientes preguntas eligiendo la respuesta (1-4) con la que te sientas más identificado.

Cuestionario de autoevaluación

1. ¿Con qué facilidad aceptas los elogios?

Con dificultad

Con mucha dificultad

Con facilidad

Con mucha facilidad

1

2

3

4

2. Cuando haces algo bien, ¿con qué frecuencia le quitas importancia? (por ejemplo: ha sido fácil y cualquiera podría haberlo hecho, no ha sido nada especial)

Con frecuencia

Con mucha frecuencia

No suelo hacerlo

No lo hago nunca

1

2

3

4

3. Cuando haces algo bien, ¿con qué frecuencia atribuyes tu éxito a la suerte?

Con frecuencia

Con mucha frecuencia

No suelo hacerlo

No lo hago nunca

1

2

3

4

4. Cuando haces algo no tan bien, ¿con qué frecuencia atribuyes tu fracaso a la suerte?

No lo hago nunca

No suelo hacerlo

Con frecuencia

Con mucha frecuencia

1

2

3

4

5. Cuando haces algo mal o fallas, ¿con qué frecuencia atribuyes tu fracaso a tu falta de habilidad o a no haber trabajado lo suficiente?

Con frecuencia

Con mucha frecuencia

No suelo hacerlo

No lo hago nunca

1

2

3

4

6. Cuando haces algo bien, ¿con qué frecuencia atribuyes tu éxito a la intervención de otras personas («me han ayudado»)?

Con frecuencia

Con mucha frecuencia

No suelo hacerlo

No lo hago nunca

1

2

3

4

7. Cuando haces algo mal, ¿con qué frecuencia atribuyes tu fracaso a la intervención de otras personas («fue su culpa»)?

No lo hago nunca

No suelo hacerlo

Con frecuencia

Con mucha frecuencia

1

2

3

4

8. ¿Cuán importante es para ti ser el mejor en algo que te importa?

Muy importante

Bastante importante

No muy importante

Nada importante

1

2

3

4

9. ¿Cuán importante es para ti el éxito?

Muy importante

Bastante importante

No muy importante

Nada importante

1

2

3

4

10. ¿Con qué frecuencia te centras más en lo que no has hecho bien en comparación lo que sí has hecho bien?

Con frecuencia

Con mucha frecuencia

No suelo hacerlo

No lo hago nunca

1

2

3

4

11. ¿Cuán importante es para ti encontrar a un «héroe» al que acercarte e impresionar?

Muy importante

Bastante importante

No muy importante

Nada importante

1

2

3

4

12. ¿Con qué frecuencia te da miedo expresar tus puntos de vista y que la gente descubra tus carencias y desconocimiento?

Con frecuencia

Con mucha frecuencia

No suelo hacerlo

No lo hago (casi) nunca

1

2

3

4

13. ¿Con qué frecuencia te consideras incapaz de empezar un proyecto por miedo al fracaso?

Con frecuencia

Con mucha frecuencia

No suelo hacerlo

No lo hago (casi) nunca

1

2

3

4

14. ¿Con qué frecuencia no quieres terminar un proyecto porque no está lo bastante bien?

Con frecuencia

Con mucha frecuencia

No suelo hacerlo

No lo hago (casi) nunca

1

2

3

4

15. ¿Cuán feliz eres con un trabajo que has hecho y que sabes que no está perfecto?

Nada feliz

No muy feliz

Bastante feliz

Muy feliz

1

2

3

4

16. ¿Con qué frecuencia piensas que eres un impostor?

Con frecuencia

Con mucha frecuencia

No suelo hacerlo

No lo hago (casi) nunca

1

2

3

4

17. ¿Cuán preocupado estás por que se descubra tu falta de habilidad, talento o destreza?

Muy preocupado

Bastante preocupado

No muy preocupado

Nada preocupado

1

2

3

4

18 ¿Cuán importante es para ti la validación de los demás (por ejemplo: halagos y elogios)?

Muy importante

Bastante importante

No muy importante

Nada importante

1

2

3

4

Puntuación

El rango de puntuación es 18-72 y, cuanto más baja la puntuación, más propenso eres a sufrir el síndrome del impostor.

Para que te hagas una idea, las puntuaciones inferiores a 36 indican que tienes algunos elementos del síndrome del impostor. Sigue leyendo para ver qué tipo de impostor podrías ser. El resto del libro te ayudará también a entender de dónde provienen esas creencias impostoras, cómo convivir con ellas y mejorar la confianza en ti mismo.

Tipos de impostor

No todos los impostores son iguales; hay múltiples tipos. Una de las investigadoras del síndrome del impostor más prolíficas es Valerie Young, autora de The Secret Thoughts of Successful Women: Why Capable People Suffer from the Impostor Syndrome and How to Thrive in Spite of It. En el libro, Young esboza lo que ella llama «tipos de competencia», normas internas que siguen las mujeres que padecen este síndrome. Las normas son las que aprendemos a crear para nosotras mismas y que a menudo incluyen términos como debería, siempre, no y nunca. Esto permitió a Young distinguir cinco tipos de impostora, que se pueden aplicar también a varones:

El perfeccionista

Se ha hablado antes del perfeccionismo como una conducta asociada comúnmente al SI, pero también puede considerarse un tipo de impostor. Las personas impostoras perfeccionistas pueden marcarse metas y expectativas tan altas que rara vez consiguen alcanzarlas. El hecho de quedarse cortas refuerza la creencia de que no son lo bastante buenas.

Incluso si tienen éxito, es poco frecuente que se sientan satisfechas, puesto que creen que siempre pueden hacerlo mejor, quizá por pensar que se ponen el listón demasiado bajo. Suelen centrarse en lo que se puede mejorar en lugar de en lo que han hecho bien, y el resultado final siempre es ansiedad, inseguridad e infelicidad.

Cuando las personas perfeccionistas no cumplen con las expectativas que se han marcado, tienen dificultades para olvidar la decepción y el sentimiento de fracaso; si formas parte de este grupo, puede que te pases días y días dándole vueltas a lo que hiciste mal y a lo que podrías o deberías haber hecho. Puedes llegar a ver cualquier fallo como un reflejo de tus propias capacidades y llegar a la conclusión de que eres un fracaso. Esto, a su vez, demuestra que puedes sentirte un impostor por pensar que podrías haber tenido éxito o por creer que otros consideran que lo tienes.

Como perfeccionista, es probable que rechaces delegar en otros porque nadie es capaz de alcanzar las metas tan altas que te propones (ni siquiera tú, como comprobarás a menudo); debido al esfuerzo profundamente obsesivo, sabes que tienes más probabilidades de alcanzarlas que los demás.

NORMAS INTERNAS DEL IMPOSTOR PERFECCIONISTA

Todo lo que hago debe ser perfecto.

No puedo cometer errores.

Si las cosas no están perfectas, entonces soy un farsante.

Si lo hago todo a la perfección, puede que me haya puesto metas demasiado bajas.

Siempre puedo hacerlo mejor.

Si no es perfecto, he fracasado.

Si no puedo hacerlo a la perfección, no tiene sentido intentarlo.

ESTUDIO DE CASO

Marilyn es organizadora de eventos y dirige su propia empresa. Significa mucho para ella y se enorgullece de ser la mejor, pues la atención al detalle es su sello distintivo. El problema es que exige la perfección, tanto a sí misma como a su personal. Pasa días planificando el evento perfecto para un cliente; por un lado esto la ayuda a ganar dinero, pero por otro está siempre trabajando. Nunca se separa del teléfono y siempre está recibiendo o enviando correos electrónicos. Y constantemente anda buscando el mejor producto. Aunque encuentre algo adecuado para una temática, sigue buscando por si acaso hubiera algo mejor en el mercado. Normalmente recibe elogios de sus clientes, que quedan encantados, pero rara vez disfruta de ello, dado que se centra únicamente en lo que ha salido mal o se podría haber mejorado. El cliente no suele darse cuenta siquiera de los deslices; sin embargo, Marilyn los tiene muy presentes. Incluso cuando le dedican halagos, le cuesta aceptarlos: se siente una farsante porque todos piensan que el evento ha ido de maravilla, pero ella sabe que no ha sido así.

A Marilyn también le cuesta delegar cualquier parte del evento porque siempre piensa que ella puede hacerlo mejor; si un miembro del personal investiga un producto, ella también lo hará y siempre acabará encontrando algo mejor. Incluso en las ocasiones infrecuentes en las que acepta que todo ha salido a la perfección, Marilyn es incapaz de relajarse y disfrutar del éxito: se pregunta si debería haberse puesto el listón más alto y haber hecho algo más espectacular.

La supermujer/el superhombre

La supermujer/el superhombre es un tanto diferente de la persona perfeccionista en cuanto a que su sensación de triunfo no está tan conectada a lo que hace sino a cuánto hace. Si eres una supermujer o un superhombre, entonces crees que tienes que ser bueno en todo. De hecho, no basta con ser bueno: hay que ser excelente, brillante, incluso el mejor, en todo. Así pues, sientes una mayor competencia que la persona perfeccionista, cuyo perfeccionismo puede limitarse a un solo ámbito, como el trabajo, la pintura, la cocina, etc. Los superimpostores se enorgullecen al principio de lo competentes que son realizando múltiples tareas y de seguir destacando en todas. El tipo original de superimpostor que se identificó fue la supermujer que creció pensando que podría tenerlo todo, así que se esforzó para ser la mejor madre, mujer de negocios, esposa, hija, etcétera. Hoy en día, este tipo no se limita a las mujeres, dado que muchas personas adoptan multitud de papeles en la vida.

Cuanto más abarque el supertú, mayor capacidad tienes de demostrarte a ti mismo y al mundo lo increíble que eres. Estás constantemente buscando aprobación externa en lugar de escuchar la voz interior que te hacer ver el éxito que tienes. Por esta razón, puede que te cueste relajarte y disfrutar de la inactividad: tienes que estar haciendo algo todo el tiempo para demostrar tu valía y te vanaglorias por la admiración de la gente cuando se maravillan de lo bien que lo gestionas todo. El problema es que estás tendiéndote una trampa para el fracaso: no es posible ser brillante en tantos aspectos. No puedes ser el padre, la empresaria, el voluntario, el hijo, la hermana, el ama de casa, el cocinero o la amiga perfecta; es imposible tener una competencia tan extensa. Cuando experimentas el inevitable «fracaso» en cualquiera de los papeles, cuando uno de los malabares se cae, te reprendes a ti mismo y lo consideras una evidencia de tu falsedad. Has trabajado mucho para crear esa imagen maravillosa pero la realidad es que te has quedado corto, por lo que te sientes como un impostor.

NORMAS INTERNAS DEL SUPERIMPOSTOR

Tengo que ser brillante en todo.

Cuanto más hago, mejor soy.

Si no soy perfecto en cada papel que desempeño, he fracasado.

Debo ser capaz de realizar múltiples tareas.

Debería ser capaz de salir adelante.

No salir adelante es una señal de debilidad.

Si fracaso en algo, eso demuestra que soy un farsante.

ESTUDIO DE CASO

Chloe, madre de tres niños, es la directora de una empresa benéfica. Además, es vicepresidenta del consejo en el colegio de sus hijos, voluntaria en la residencia de ancianos donde vive su abuelo y corre medias maratones para ayudar a su organización benéfica favorita. En casa, le gusta cocinarlo todo ella: no se fía de la comida precocinada porque cree que está llena de productos químicos. Le apasiona alimentar a su familia siempre con platos sanos y les lleva bollitos caseros a sus hijos cuando los recoge del colegio. También suele cocinar para las ferias y eventos escolares.

Todos piensan que Chloe es fantástica y normalmente recibe felicitaciones por lo mucho que trabaja. Le gusta mantenerse activa y se jacta de los elogios que le hacen. Le apasiona entretener a los demás y celebra cenas en las que disfruta impresionando a los invitados con su destreza culinaria. Sus amigos siempre le dicen que no saben cómo consigue hacerlo todo. Le enorgullece que sus hijos se vistan con la ropa impecable y planchada a pesar de su horario agotador. Aparte de un poco de ayuda con la limpieza, lo hace todo ella sola.

Sin embargo, hace poco ha empezado a sentirse como una impostora. Todos la alaban como si fuese una supermujer, pero ella no considera que sea cierto. Está empezando a tener dificultades y ha comenzado a reducir su rutina para poder seguir adelante: le pide a alguien que planche, compra algunos alimentos precocinados de gran calidad y ha reducido el ejercicio. Se siente una impostora porque no es la supermujer que todo el mundo piensa. De hecho, Chloe cree que ya no puede hacer todo lo que hacía antes. Su incapacidad de salir adelante le demuestra lo impostora que es.

El genio innato

Si eres este tipo de impostor, puede que hayas tenido un éxito temprano y hayas crecido pensando que la grandeza es algo con lo que se nace. Puedes pensar, por tanto, que eres una persona impostora si tienes que esforzarte en algo. Como genio innato, es probable que te haya resultado sencillo triunfar al principio; tal vez sacabas muy buenas notas en el colegio sin tener que esforzarte mucho. Con esto te granjeaste el calificativo de genio; sin embargo, el problema está en que la mayoría de las personas no pueden mantener este nivel de éxito sin esfuerzo. Como necesitas esforzarte, crees que ya no eres un genio: solo estás triunfando porque trabajas muchísimo, por lo que no eres un genio innato, al fin y al cabo. La cuestión es que solo concibes que debes ser un genio innato, así que cualquier esfuerzo por tu parte demuestra que eres un impostor. Cuanto más tengas que trabajar para conseguir el éxito, más estás demostrando que eres un farsante.

El genio innato no acepta que la mayoría de las personas novatas no se conviertan en expertos enseguida. Si eres un genio innato, no logras comprender que hay muchas etapas entre no ser bueno y ser brillante: lo percibes todo como blanco o negro. Pones el listón extremadamente alto, de la misma forma que la persona perfeccionista; la diferencia es que estas últimas se permiten intentarlo una y otra vez (a menudo durante demasiado tiempo) hasta triunfar, mientras que el esfuerzo desanima a los genios innatos, que pretenden ser perfectos demasiado rápido. Por la misma razón, se sienten molestos si les ofrecen o necesitan ayuda, puesto que creen que deberían ser capaces de hacerlo todo solos. Incluso puede que rechacen afrontar nuevos desafíos por si acaso no se les da extremadamente bien o se desalientan con facilidad y se rinden.

NORMAS INTERNAS DEL IMPOSTOR GENIO INNATO

Tengo que hacerlo bien a la primera.

Debería ser fácil para mí.

Si de verdad fuese un genio o tuviese talento, no sería tan difícil.

El éxito tiene que ser sencillo; si no, soy un farsante.

Si tengo que esforzarme mucho para conseguir algo es porque se me da mal.

ESTUDIO DE CASO

James siempre ha triunfado con facilidad. Era un estudiante modelo en el colegio y apenas debía esforzarse; para él, hacer los exámenes era coser y cantar. De adolescente, incluso consiguió unas prácticas increíbles gracias a los contactos de sus padres. Esto le permitió entrar en una prestigiosa universidad para estudiar política. Durante los dos primeros años todo le fue viento en popa, tuvo una vida social ajetreada y salió con muchas mujeres atractivas. Todos pensaban que era como el rey Midas y su familia y amigos lo llamaban el «chico de oro». La vida le iba genial.

No obstante, las cosas se torcieron en el tercer año de universidad. Una parte de sus estudios consistía en realizar un trabajo de investigación individual. Encontró una organización que le permitiría el acceso para realizar el trabajo, pero la propuesta se vino abajo en el último momento y James quedó abandonado a su suerte. Se lo tomó muy mal y se desmotivó. Tuvo dificultades para encontrar otra organización y empezó a estresarse. Esto comenzó a reflejarse en sus resultados académicos, que se resintieron. Se empezó a sentir un farsante y un impostor: tal vez no debería estar en la universidad. Desde luego no era el chico de oro que todos pensaban; si lo fuese, no estaría teniendo esos problemas. Con el tiempo encontró otra organización para hacer el trabajo de investigación y recuperó los buenos resultados, pero la reputación de ser una especie de genio que había tenido en la infancia le suponía una carga. Sentía que no era la persona que todos pensaban; en realidad, creía que no le iba bien en los estudios y no podría triunfar en la política porque se había convertido en una lucha para él.

El individuo solitario

Si eres este tipo de impostor, crees que el éxito significa que puedes hacerlo todo solo. No es que no quieras formar parte de un equipo, sino que, si obtienes ayuda de cualquier clase, le restarás importancia al éxito. Hay una diferencia con la forma en la que el genio innato rechaza la ayuda; este siente que debería poder lograrlo por sí mismo. Los individuos solitarios rechazan la ayuda porque piensan que no podrán considerar los resultados como un éxito: «no he sido yo; me han ayudado». Quieren llevarse todo el mérito porque eso aumenta su autoestima. Si obtienen ayuda y alguien los felicita, se sienten como unos impostores. Asimismo, si los individuos solitarios pidiesen ayuda o alguien se la ofreciese, podría significar que los demás se han dado cuenta de que son unos farsantes que no saben lo que están haciendo o que no pueden arreglárselas solos. Pedir ayuda demuestra su falsedad.

NORMAS INTERNAS DEL IMPOSTOR INDIVIDUO SOLITARIO

Debería ser capaz de hacerlo solo.

Si me ofrecen ayuda es porque han descubierto que soy un impostor.

Si acepto la ayuda significa que no me valgo por mí mismo.

Los logros en solitario son los realmente importantes.

ESTUDIO DE CASO

Mark es un ejecutivo publicitario muy creativo. Lo único que le apasiona es demostrar su creatividad con una idea genial para una campaña publicitaria y vendérsela a su cliente. Es conocido por sus ideas brillantes, tiene fama de ser una persona enormemente creativa en el trabajo y se siente realizado con los elogios que recibe.

Sin embargo, el punto débil de Mark es que odia trabajar en equipo; malas noticias, teniendo en cuenta que la mayoría de las campañas publicitarias son un trabajo colectivo. Si forma parte de un equipo que gana una cuenta, entonces tachará ese triunfo de su «lista» personal. Si no tiene suficientes logros en solitario apuntados en la lista, comienza a sentirse un fracasado. No obstante, todos siguen considerándolo una persona increíblemente creativa porque siempre propone las ideas iniciales en las reuniones. Así pues, conserva su reputación de grandeza, aunque rara vez se siente merecedor de ella. Para Mark, la grandeza proviene del trabajo que realiza de forma individual, no colectiva.

El otro punto débil de Mark es que nunca pide ayuda en ninguna campaña. A menudo tiene dificultades con algunos aspectos del trabajo, pero cree que si lo ayudan no solo significará que el logro no «cuenta» (y, por tanto, se sentirá más fracasado aún), sino que sentirá que, si pide ayuda, demostrará su impostura: si fuese la persona creativa que todos piensan, no la necesitaría.

El experto

Si eres este tipo de impostor, pueden considerarte un experto en tu campo, pero no sientes que lo merezcas. Para el experto hay un umbral de experiencia que aún no has sobrepasado (y puede que nunca lo hagas). Esto se debe a que el umbral se encuentra a un nivel inalcanzable: para ser un experto debes saberlo todo acerca de una materia o un área. Evidentemente, nadie puede saberlo todo, por lo que es muy probable que el experto se quede corto y se demuestre que en realidad es un impostor.

Como experto, puedes tener perfectamente un montón de cualificaciones que demuestren tu valía, pero sentirás que de alguna manera las has obtenido por casualidad, por suerte, o mediante alguna triquiñuela. Puede que te avergüence cuando se refieran a ti como un experto porque crees que no mereces el calificativo.

Como impostor experto puede que hayas invertido muchísimo tiempo y recursos en intentar aprender y formarte cada vez más para convertirte en el experto que crees que deberías ser. Siempre es bueno invertir en tu desarrollo profesional y aprender, desde luego, pero eso puede convertirse en una obsesión para los impostores expertos. No crees en el aprendizaje sobre la marcha, es decir, en la experiencia. Te sientes constantemente no lo bastante cualificado y rechazas buscar otros puestos o el ascenso por esta falta de experiencia. Por ejemplo, aunque reúnas cinco de las seis competencias que requiere una oferta de empleo, no la solicitarás. Incluso puede que rechaces o te muestres reacio a utilizar tus habilidades hasta que seas suficientemente experto, momento que nunca llegará porque tu listón de experiencia está increíblemente alto.

NORMAS INTERNAS DEL IMPOSTOR EXPERTO

Tengo que saberlo todo para ser un experto.

Si no lo sé todo, soy un farsante.

No puedo recurrir a mis habilidades hasta que sea un experto.

No estoy suficientemente cualificado.

Si fuese inteligente de verdad, ya sabría esto.

No puedo pedir ayuda porque eso demuestra que soy un farsante; se supone que soy un experto.

Necesito más conocimiento, experiencia o habilidades para exponerme.

Otros saben más que yo.

ESTUDIO DE CASO

Vicki es una agente inmobiliaria y recientemente ha empezado a trabajar en los medios como experta. Le pidieron que comentase en el periódico local una historia en la que había involucrada una propiedad y, a partir de entonces, empezaron a lloverle las ofertas en medios de comunicación. Ahora aparece con regularidad en numerosos medios locales y nacionales para hablar de todo tipo de cuestiones, desde los precios de las casas hasta cómo hacerlas más atractivas al comprador.

Todo esto es genial para el negocio, pero a Vicki le cuesta asimilar este papel de experta. No se siente como tal en absoluto y, de hecho, después de apenas tres años en el negocio, hay otras personas mucho mejor cualificadas que ella para ser consideradas expertas. Cree que necesita mucha más experiencia y comienza a sentirse una impostora. Cuando la felicitan en las entrevistas de radio, se siente aún peor y pasa mucho tiempo preocupándose por lo que dijo y si estuvo a la altura; cree que alguien con más experiencia podría haber dicho algo más adecuado o más sensato.

Para combatir estos sentimientos, Vicki se ha aficionado a leer cualquier cosa que haya en las redes acerca de propiedades e inmuebles. Se ha empezado a obsesionar con saberlo todo; sin embargo, siente que ni lo sabe ni lo sabrá jamás, lo que refuerza sus sentimientos de impostora. En el trabajo, siente que por ser una experta debería saberlo todo y no se atreve a pedir ayuda; si lo hiciese, todos se darían cuenta de que es una impostora. Sigue seleccionando cursos y eventos de formación a los que asistir para convertirse en la experta que todos piensan que es.

¿Qué tipo de impostor eres?

Ahora que hemos analizado los cinco tipos principales de impostor, puede ser útil comprobar en cuál encajas. Puede que después de leer las descripciones te hayas hecho una idea, pero el cuestionario que encontrarás a continuación puede ayudarte si aún tienes dudas o si necesitas asegurarte.

Te recuerdo que este cuestionario no es un instrumento de diagnóstico, aunque te permitirá entender un poco mejor de dónde proviene esa sensación de ser un impostor (si la tienes). Es el primer paso para conocer las herramientas y estrategias de gestión del SI que se presentan a lo largo del libro.

¿Con cuál de las siguientes afirmaciones estás de acuerdo? Marca las que te conciernan.

Es importante que si hago algo, debo dar el 100 por ciento.

A

Me siento bien si desempeño muchos papeles, siempre que lo haga bien.

B

Si no consigo que algo salga bien a la primera, me rindo.

C

Prefiero hacer las cosas sin ayuda.

D

No tengo suficiente conocimiento en los campos en los que me consideran un experto.

E

Si cometo errores, he fracasado.

A

Es importante hacer mil cosas al mismo tiempo y hacerlas bien.

B

Si algo me resulta difícil, es porque no se me da bien.

C

Si necesito que alguien me ayude, sabrán que soy incompetente.

D

Tengo que leer y formarme para saberlo todo acerca de mi sector.

E

Si no puedo hacer algo a la perfección, será mejor que no lo haga.

A

La gente me admira porque hago muchas cosas diferentes.

B

Si tengo que esforzarme en algo, es porque no se me da bien.

C

El éxito solo cuenta si lo has obtenido sin ayuda.

D

Otras personas saben mucho más que yo.

E

Me cuesta acabar un proyecto y darle el visto bueno.

A

Los demás se preguntan a menudo cómo consigo llevar a cabo tantas tareas.

B

Siempre he tenido éxito de una manera sencilla.

C

Estoy acostumbrado a trabajar sin ayuda.

D

Tengo la sensación de que la gente piensa que tengo más conocimiento del real.

E

Si logro algo probablemente sea porque es demasiado sencillo y cualquiera puede hacerlo.

A

Si un aspecto de mi vida no va bien, me siento un fracaso.

B

Tengo la sensación de que la gente piensa que soy un genio.

C

Tengo una sensación de logro mayor cuando he triunfado sin ayuda de nadie.

D

No tengo las capacidades que los demás creen.

E

Puntuación

Haz una suma de las letras que has elegido más y utiliza la siguiente tabla para interpretar lo que esto significa. Ten en cuenta que algunos impostores pueden catalogarse en más de un tipo. Puedes ser experto e individuo solitario, por ejemplo.

Mayormente A

Perfeccionista

Mayormente B

Supermujer/Superhombre

Mayormente C

Genio innato

Mayormente D

Individuo solitario

Mayormente E

Experto

En los siguientes capítulos hablaremos de estos tipos cuando profundicemos en la manera en que se desarrolla el síndrome del impostor, y en qué podemos hacer para convertir nuestros sentimientos de inseguridad en autoconfianza.


2. Clance, P. e Imes, S. (Fall 1978). The imposter phenomenon in high achieving women: dynamics and therapeutic intervention (El fenómeno del impostor en mujeres de alto rendimiento: dinámicas e intervención terapéutica) (PDF). Psychotherapy: Theory, Research & Practice, 15 (3): 241–247.

3. Anderson, L.V. (2016). Feeling Like An Impostor Is Not A Syndrome (Sentirse un impostor no es un síndrome). https://slate.com/business/2016/04/is-impostor-syndrome-real-and-does-it-affect-women-more-than-men.html

4. McMillan, B. (2016). Think like an imposter and you’ll go far in education (Piensa como un impostor y llegarás lejos en el ámbito académico). Times Higher Education. https://www.timeshighereducation.com/blog/think-impostor-and-youll-go-far-academia

5. Thompson, J.D. (2016). I’m not worthy: imposter syndrome in academia (No soy digno: el síndrome del impostor en el ámbito académico). The Research Whisperer. https://theresearchwhisperer.wordpress.com/2016/02/02/imposter-syndrome/

6. Richards, C. (October 26, 2015). Learning to Deal With the Impostor Syndrome (Aprender a lidiar con el síndrome del impostor). The New York Times. https://www.nytimes.com/2015/10/26/your-money/learning-to-deal-with-the-impostor-syndrome.html

7. NPR (2016). Tom Hanks Says Self-Doubt Is “A High-Wire Act That We All Walk” (Tom Hanks dice que dudar de uno mismo es como caminar en la cuerda floja), https://www.npr.org/2016/04/26/475573489/tom-hanks-says-selfdoubt-is-a-high-wire-act-that-we-all-walk

8. Aronofsky, D. (2017). Michelle Pfeiffer. Interview Magazine. https://www.interviewmagazine.com/film/michelle-pfeiffer

9. Shorten, K. (2013). High-achievers suffering from “Imposter Syndrome” (Las personas de alto rendimiento padecen el síndrome del impostor), https://www.news.com.au/finance/highachievers-suffering-from-imposter-syndrome/news-story/9e2708a0d0b7590994be28bb6f47b9bc

10. Ibid.

11. Ibid.

12. Ibid.

13. Ibid.

14. Ibid.

15. Ibid.

16. Ibid.

17. Ibid.

18. Francis, A. (2013). Emma Watson: I suffered from “imposter syndrome” after Harry Potter – I felt like a fraud (Emma Watson: «Yo sufrí el síndrome del impostor después de Harry Potter: me sentía una farsante»). Celebs Now. https://www.celebsnow.co.uk/latest-celebrity-news/emma-watson-i-suffered-from-imposter-syndrome-after-harry-potter-i-felt-like-a-fraud-90219

19. Clance, Imes, op. cit.

20. Jarrett, C. (2010). Feeling like a fraud (Sentirse como un farsante). The Psychologist. https://thepsychologist.bps.org.uk/volume-23/edition-5/feeling-fraud