Los Estados de Filipo y de Antipas

Al contrario de lo que sucedía con Judea, controlada directamente por Roma, los Estados de Filipo y de Antipas se mantuvieron autónomos: se trataba en este caso de Estados-clientes. La existencia de tales entidades había sido fijada por Roma, cuyo imperio englobaba, gracias a Augusto, toda la cuenca mediterránea, una gran parte de la Europa Occidental hasta el Danubio y el Rin, así como un sector de la ribera del mar Negro. Semejantes dimensiones impedían a Roma disponer de suficientes contingentes armados para garantizar un mínimo de paz y de estabilidad. Así pues, era necesario economizar fuerzas, y para ello trataba de establecer vínculos con un cierto número de territorios que, sin estar plenamente en el Imperio, se consideraban una parte constitutiva e integrada en el sistema político romano. Esta forma de clientelismo se practicaba con frecuencia en la vida social de la Roma antigua, en la que un patrón (patronus) ofrecía su protección a sus clientes, los cuales, en contrapartida, le ayudaban en sus empresas políticas y militares, de modo que existía un cierto número de obligaciones de cada una de las partes.

Así pues, Filipo y Antipas eran «clientes» del emperador, es decir, estaban en sus cargos por la voluntad de Roma, por lo que debían cumplir con un cierto número de «servicios» y de obligaciones. Teniendo en cuenta semejante arreglo, su estatuto evolucionaba de acuerdo con los resultados obtenidos. Así, el enarca Arquelao, hermano de Filipo y de Antipas, al haber realizado una política desastrosa con su pueblo, fue condenado al exilio.

La primera obligación que tenían los Estados-clientes era la de asegurar la defensa de sus fronteras contra los ataques exteriores, a fin de liberar al Imperio de esta responsabilidad, permitiéndole economizar sus propias tropas; unas tropas que podía emplear para resolver problemas más importantes. De este modo, los Estados-clientes completaban el grueso del ejército romano en sus propias fronteras. En compensación, estaban constantemente bajo el control de Roma.

En Oriente, la desintegración total del Imperio seleúcida había provocado la aparición de una multitud de pequeños reinos o estados que, si bien débiles, no cesaban de entrar en conflicto unos con otros para aumentar, siempre que ello fuera posible, su territorio y sus riquezas. De este modo Roma podía favorecer, tanto en el plano político como en el diplomático, a unos en detrimento de los otros, cambiando totalmente y a su conveniencia el curso de las cosas o el juego de alianzas. Este era el motivo por el que los dirigentes de estos Estados-clientes trataban constantemente de complacer a los romanos. Tal era la actitud que había adoptado, con gran éxito, Herodes el Grande; y tal fue también la que siguieron sus hijos, que, con la excepción quizás del tetrarca Filipo, fracasaron lamentablemente.

El tetrarca Filipo1 fue, en efecto, «un príncipe sereno y moderado». Al menos es así como nos lo presenta Flavio Josefo2. Filipo había establecido la capital de su pequeño estado en Cesarea de Filipo, la antigua Paneas (Paneïon), en el monte Hermon, a orillas del río Banyas (de donde también procede el topónimo Banyas o Banias que designa a la ciudad)3. Del mismo modo, procedió a la refundación de la localidad de Betsaida, al noroeste del lago Tiberiades (o de Genesareth), con el nombre de Julias, en donde murió en el 344. Su existencia solo es mencionada en los Evangelios por san Lucas, que la cita exclusivamente como referencia cronológica y geográfica5. Sus súbditos eran, como ya hemos dicho, paganos en su gran mayoría, lo que explica por qué la acuñación de sus monedas es diferente de la de sus medio hermanos, Arquelao y Antipas, ya que se ve en ellas el busto de Augusto y de Tiberio, o el suyo propio sin diadema real ni otra insignia, puesto que la Ley judía prohibía formalmente toda representación de seres vivos. Como hace notar Christian-Georges Schwentzel, «Filipo alardea ostensiblemente de que no respeta la Ley judía, si bien no se puede decir que la viole»6, ya que su tetrarquía se situaba fuera de los límites geográficos en los que aquella regía.

A la muerte de Filipo, Antipas pensó que su sueño de reconstituir el reino de su padre para su propio provecho podía finalmente realizarse, y creyó que podría triunfar allí donde Arquelao había fracasado, es decir, ciñendo la corona real. Estuvo esperando esta ocasión durante veintiocho años. El único título que había heredado era el de intendente del Templo, lo que le otorgaba el derecho a vigilar lo que pasaba en él y, en particular, los juicios llevados a cabo por el gran sanedrín. Esta fue la razón por la que se encontraba en Jerusalén en el momento del proceso de Jesús, la víspera de la gran fiesta de la Pascua. Y fue también la razón por la que conocía bien a Poncio Pilato, puesto que el prefecto estaba obligado a consultarle en todo cuanto atañía al culto, a la religión y a las tradiciones judías: «Ese día, Herodes (Antipas) y Pilato se hicieron amigos, ellos que anteriormente habían sido enemigos», subraya san Lucas (23,12).

A semejanza de su padre y de sus hermanastros, Antipas practicó también una política urbanística importante, consecuencia directa de su estatus de cliente de Roma. En este sentido, fortificó Sephoris, dándole el nuevo nombre de Autokratis; rodeó de murallas Betharamphta, a la que renombró Julias, nombre de la emperatriz7, y, sobre todo, fundó en honor del emperador Tiberio una ciudad que bautizó Tiberiades, en las orillas del lago de Genesareth, en el año 23; una ciudad que se convirtió en capital de la tetrarquía y que él hizo poblar a la fuerza, porque sus súbditos judíos se negaban a instalarse en ella, por estar construida sobre numerosas sepulturas8. Es sin duda esta la razón por la que Tiberiades, al igual que Cesarea Marítima, no fue considerada como una auténtica ciudad judía; es decir, en ella no se aplicaba la Ley judía y era tenida por una ciudad helénica.

En el año 34, todo parecía haberse arreglado para que Antipas accediera al cargo supremo: la realeza. Tetrarca de Galilea y de Perea, esperaba obtener del emperador las posesiones de Filipo, es decir, la Batanea, la Traconitida y la Auranitida, al igual que una parte de los denominados territorios de Zenodoro9 y los de su hermano Arquelao, es decir, Judea, Samaria e Idumea. Pero dado que Filipo había muerto sin herederos, fue el emperador Tiberio el que tomó posesión de esas regiones, que anexionó a la provincia de Siria, como ocurrió en el caso de los territorios de Arquelao bajo el reinado de Augusto. Como Antipas no era de ese parecer, preparó un plan para lograr sus fines. Si se lee con atención lo que dice Flavio Josefo en el capítulo 18, 4-7 de sus Antigüedades judaicas, Antipas decidió viajar a Roma por una razón que Josefo no indica, pero que se puede adivinar: obtener la totalidad de la herencia de Herodes, su padre.

Pero previamente se detuvo en casa de su hermanastro, Herodes Boeto, llamado Herodes Filipo I. Para que no se produzca ninguna ambigüedad sobre su persona, Josefo precisa claramente que este Herodes Boeto es hijo de la hija del gran sacerdote Simón (Boeto)10. Antipas se enamoró de Herodías, la esposa de Herodes Boeto, con la que decidió casarse en secreto. De hecho, este matrimonio ofrecía la ventaja de dar a Antipas una legitimidad supletoria a su reivindicación real, dado que Herodías, su cuñada y también su sobrina, era la nieta de Herodes el Grande y de Mariamne la Asmonea, una síntesis femenina perfecta de las dinastías herodiana y asmonea. Casándose, Antipas creía sin duda que aumentaría sus oportunidades ante el emperador. Pero Antipas ya estaba casado con Pasaelis, la hija del rey nabateo Aretas IV, y además el marido de Herodías todavía estaba vivo11.

A su regreso de Roma Antipas envió a su esposa Pasaelis, a petición de ella misma, a la fortaleza de Maqueronte, de donde se escapó para llegar al reino de su padre, quien, al enterarse de la conducta del tetrarca, decidió vengarse de esta afrenta. Al mando de su ejército logró aplastar al de Antipas, una derrota que algunos judíos consideran como «la voluntad divina y en justa venganza de Juan, llamado el Bautista», convencidos de que «Dios quiso castigar a Herodes infligiendo esa derrota», según explica el historiador judío12.

Es conocido lo que sucedió a continuación: Antipas se casó con Herodías y la llevó, junto con su hija Salomé, a su tetrarquía. Sin embargo, no consiguió convencer al emperador de lo justa que era su demanda, por lo que no llegó a ser coronado rey. Bien al contrario, fue destituido por el emperador Calígula en el año 39, y exiliado al sur de la Galia, adonde Herodías decidió acompañarle, aunque el emperador le había dejado la posibilidad de regresar junto a su hermano Agripa I, en Jerusalén, lo que hace suponer que Herodes Boeto ya había muerto por entonces13.

Agripa I era, como Herodías, nieto de Herodes el Grande y de Mariamne la Asmonea. Tenía, además de una hermana, otros dos hermanos: Herodes, llamado «de Calcis», y Aristóbulo. Nacido alrededor del año 10 a. C., el joven príncipe fue enviado por su abuelo a Roma, hacia el 5 a. C., y allí frecuentó a la aristocracia romana y se hizo amigo de Druso, el hijo del emperador Tiberio. Pero en el año 23, Druso murió envenenado, dejando a Agripa I sin el apoyo real y acosado por las deudas. Fue entonces cuando de regreso a Judea, en Malatha, con su esposa Cypros, su hermana Herodías convenció a su esposo Antipas para que le permitiera instalarse en Tiberiades con el puesto de agoránomo; es decir, organizador de los mercados de la plaza pública. ¡Pero Tiberiades no es Roma! Y el joven Agripa se aburre de tal manera que termina por mezclarse con Antipas (hacia el año 32-33) y después con su hermano Aristóbulo, que lo denuncia al legado de Siria, Lucio Pomponio Flacco, por haber recibido un regalo para que defendiese los intereses de Damas contra Sidón, en un pleito de fronteras cuya causa había sido llevada ante su amigo el legado14.

Entonces Agripa decide regresar a Roma, en donde entabla amistad con Cayo Germánico, el futuro Calígula. Pero dejándose llevar por los halagos que le prodiga este, se olvida de toda prudencia y acaba por decir ante quien quiera oírle que desea que Tiberio muera para que su amigo Cayo sea nombrado emperador. Estas manifestaciones le van a costar seis meses de prisión, hasta que fallezca Tiberio. Ya convertido en emperador Calígula (años 37-41), hace liberar a su amigo y le recompensa concediéndole los antiguos Estados de Filipo el tetrarca más el principado de Calcis, situado en el Anti-Líbano. Pero Calígula muere asesinado en el año 41. Siempre siguiendo a Flavio Josefo, Agripa, que vive más tiempo en Roma que en su pequeño reino, logra persuadir al futuro emperador Claudio, tío de Calígula, para que acepte la púrpura que le ofrecen los pretorianos, cosa que el perezoso Claudio terminará por hacer, «fingiendo que acepta el imperio a su pesar, cuando en realidad lo hacía muy a gusto», subraya el historiador judío.

En recompensa, el emperador concedió a Agripa nuevos territorios: Judea, Samaria y las ciudades de Cesarea y Abyla, en el Anti-Líbano15. Por su parte, Agripa renuncia al principado de Calcis, que recae sobre su hermano Herodes, llamado «de Calcis», que recibe el título de rey. Para dejarlo todo bien asentado el Senado (en realidad, el emperador) le confiere el título de rex amicus et socius populi romani (‘rey amigo y asociado al pueblo romano’). Al mismo tiempo se conceden privilegios a los judíos de Alejandría para que puedan vivir según sus propias leyes, concesión que se extenderá a los de todas las provincias del Imperio.

En el plano religioso Agripa se apoyó en los saduceos, partido prorromano y muy hostil a los primeros cristianos. Según las Actas de los Apóstoles (12, 1-5) encarceló violentamente a los miembros de la Iglesia, «dando muerte a Santiago, hermano de Juan. Y cuando hubo constatado la satisfacción que su acto producía en los judíos, procedió a hacer un nuevo arresto, el de Pedro».

Agripa murió inesperadamente en el 44 —quizás en septiembre/octubre del 43—, después de tan solo tres años de reinado, durante los juegos de Cesarea en honor del emperador, según mencionan las Actas (12, 20-23) y Flavio Josefo (AJ 19.8,343-352).

Esta muerte selló el fin de las esperanzas de independencia de los judíos bajo la autoridad de un soberano de la misma nacionalidad (recordemos que Agripa descendía de los asmoneos, por su abuela Mariamne). Además, todos sus territorios quedaron englobados en la provincia romana de Siria, nombrándose un nuevo tipo de gobernador: el procurador, cuyas funciones eran similares a las de un prefecto. El primero que ostentó este cargo fue Cuspio Fado, que lo mantendría desde el año 44 hasta el 46. Se trataba, según Josefo (BJ 2.11,6), de un caballero romano muy hábil que restauró la paz en su provincia, agitada por los problemas causados por un cierto Teudas, que se proclamaba profeta. Tanto él como sus discípulos fueron condenados a muerte por el primer procurador romano.


1 Su madre se llamaba Cleopatra de Jerusalén y fue la quinta esposa de Herodes el Grande. Apoyándose en un pasaje de Flavio Josefo (AJ 15 4,2) algunos autores piensan que esta Cleopatra de Jerusalén fue la célebre reina de Egipto, Cleopatra VII. Pero esto resulta poco probable, pues, si se tiene en cuenta al mismo Flavio Josefo, Herodes «después de mostrarse durante mucho tiempo mal dispuesto con Cleopatra, que había sido rechazada por todos, encontró en esta circunstancia motivo suficiente para despreciarla».

2 Flavio Josefo, AJ 18 4,6; Chr.-G. Schwentzel, 2011, p. 201.

3 A Cesarea de Filipo también se la menciona en el Nuevo Testamento; por ejemplo, en Mt 16,13-20 y en Mc 8,27-30. La ciudad fue rebautizada Neronias Caesarea Sebaste por el rey Herodes Agripa II en el año 61 (Flavio Josefo, AJ 20 9,4).

4 Cuyas ruinas están siendo excavadas actualmente en El-Araj y, sin duda, también en Et-Tell.

5 «El año quince del gobierno de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, Herodes, tetrarca de Galilea, Filipo, su hermano, tetrarca del país de Iturea y de Traconitida, y Lysanias tetrarca de Abilene (…)» (Lc 3,1).

6 Chr.-G. Schwentzel, 2011, p. 214. Sea cual fuere la identidad de su madre Cleopatra, Filipo no era judío, o lo era en escasa medida. Además, en la época conocida como «del Segundo Templo» el papel de la madre en la transmisión del judaísmo no era el que desempeñará más adelante. Véase S. J. D. Cohen, The Beginnings of Jewishness. Berkeley, 1999, pp. 13-14, citado por Christian-Georges Schwentzel.

7 Parece ser que la ciudad se llamó en principio Livias, por Livia, la madre de Tiberio y segunda esposa de Augusto. Pero como Livia no recibió el nombre de Julia (Julia Augusta) hasta que se hizo público el testamento de Augusto, que quería de este modo integrarla en la gens Iulia, se produjo probablemente un cambio de denominación en el año 14 d. C.

8 Flavio Josefo, AJ 18 2,3. Fue a Tiberiades, adonde Antipas y Herodías hicieron venir al hermano de esta última, el futuro rey Herodes Agripa I, por entonces sin recursos, y donde le nombraron agoránomo, concediéndole una limitada cantidad de dinero para que pudiera vivir (AJ 6,2).

9 Zenodoro fue tetrarca de Iturea, región situada en la llanura de la Beqa’a, entre el Líbano y el Anti-Líbano, desde el año 30 a. C. hasta su muerte, hacia el 20 a. C. Su tetrarquía pasó entonces a manos de Herodes el Grande, aunque fue codiciada por los nabateos de Petra.

10 Este Simón Boeto había sido nombrado gran sacerdote por Herodes el Grande a fin de que este pudiera casarse con su hija, Mariamne, mujer de gran belleza, pero de un rango social inferior al del rey, ya que su padre «Simón era un tanto obscuro para entrar en su casa, aunque perteneciente a un rango social, sin embargo, demasiado elevado para que se le pudiera dejar de lado» (Flavio Josefo, AJ 15 9,3).

11 De ahí los constantes reproches hechos a Antipas por Juan Bautista (Mt 14 3,5; Mc 6, 17-18; Lc 3,19), puesto que Herodías contravenía por partida doble la ley judaica: por un lado, una esposa no puede divorciarse de su marido; pero además, según la ley sobre el levitazgo, una viuda (Herodes Boeto moriría poco tiempo después) no podía casarse con el hermano de su marido si este ya había tenido hijos de su primer matrimonio (que era el caso, dado que Herodes Boeto y Herodías tenían una hija, Salomé, que contrajo matrimonio con Filipo el tetrarca).

12 A propósito de estos episodios de la vida de Antipas (muerte de Filipo, viaje a Roma, matrimonio con Herodías, guerra contra Aretas IV, muerte de Juan Bautista) existen discusiones muy vivas sobre la cronología y el desarrollo de los acontecimientos.

13 Las razones de este exilio se deben a Agripa I, el hermano de Herodías, ya que esta última, con el apoyo de Antipas, había ayudado a que fuera nombrado agoránomo de Tiberiades, antes de enredarse con él. En efecto, Agripa denunció a Antipas a su amigo el emperador Calígula, acusándole de fomentar un complot con los partos (después de haber conspirado con Sejano contra Tiberio) y de haber creado en secreto un arsenal de armas para setenta mil soldados (AJ 18 7,250-251).

14 E. M. Smallwood, 1976, p. 188. Flavio Josefo, AJ 18 151-154.

15 La ciudad de Abyla (o Abila) fue la capital de la tetrarquía de Lysanias. Véase nota 52, p. 197.