INTRODUCCIÓN
AVES DE AMBIENTES MARINOS
Las aves que viven o frecuentan los ambientes marinos pertenecen a dos grandes grupos:
1) Aves costeras: las que encuentran su alimento en el mar cercano a las costas o en humedales del litoral; y
2) Aves oceánicas o pelágicas: las que se alimentan en altamar, lejos de las costas, y permanecen allí excepto en las épocas de crianza y reproducción.
Tanto las aves costeras como las oceánicas son un grupo mixto de especies locales y migratorias. Las especies locales anidan en territorio continental o insular chileno o en regiones continentales vecinas, como la costa sur de Perú. En el caso de las especies migratorias, la mayoría de las aves costeras proviene de América del Norte, incluyendo el círculo ártico, mientras que las oceánicas llegan desde los mares del Pacífico Sur, puesto que anidan en territorios de Australia, Nueva Zelanda, en islas subantárticas y en la Antártica misma.

Figura 1. Topografía de un ave, indicando la longitud, definida como la distancia desde la punta del pico hasta el extremo distal de la cola, y la envergadura o distancia entre los extremos de las alas extendidas.
TOPOGRAFÍA DE UN AVE
La descripción de ciertas características de las aves presentadas en esta guía, como colorido del plumaje, está basada en la denominación topográfica que se muestra en la Figura 1.
LAS ALAS
Dado que las alas son una estructura compleja, con plumas de distinto tipo y, a veces, de distinto color, es importante conocer la denominación de cada una de ellas (Figura 2). Las coberteras, ubicadas en la parte delantera o “frente de ataque” del ala contribuyen significativamente a otorgarles su forma aerodinámica de sustentación en el aire, mientras que las remeras o rémiges, junto con las plumas de la cola, las timoneras, permiten impulsar el vuelo y controlar su rumbo.
La estructura ósea de las alas es básicamente similar a las extremidades superiores humanas y a las anteriores de mamíferos y reptiles. Al igual que en el brazo y antebrazo de la especie humana, la parte proximal del ala, que articula con la escápula, consta de un solo hueso, el húmero, y el antebrazo de dos: el cúbito y el radio. La “mano” de las aves, en cambio, llamada manus, difiere en forma muy marcada de la estructura análoga en los humanos. El carpo (muñeca), que en la especie humana está conformado por ocho huesos, en las aves tiene solamente dos: el cubital y el radial. El metacarpo humano posee cinco huesos, pero el de las aves está constituido por un solo hueso ancho, que presenta una hendidura media. En cuanto a los dedos, están presentes el pulgar, que conforma la llamada álula, el índice y el medio (Figura 3).

Figura 2. Nomenclatura del plumaje de las alas. El borde anterior de un ala se denomina “borde de ataque” y el posterior “borde de salida”.
LAS PLUMAS Y LAS MUDAS DE PLUMAJE
Las plumas son formaciones de la piel constituidas por queratina, una proteína de estructura fibrosa que recubre la capa más externa de la piel y aporta la estructura de sus anexos, como las uñas y el pico. El conjunto de todas las plumas de un ave recibe el nombre de plumaje y forma una capa protectora que sirve especialmente como aislante térmico. Otras funciones del plumaje, relacionadas con su colorido, son la de camuflaje, diferenciación de sexos y, también, como elemento de atracción durante el cortejo.

Figura 3. Estructura ósea de un brazo humano y de un ave.
La pluma está constituida por una parte dura central, o eje, que sostiene una parte laminar llamada estandarte (Figura 4). En el eje de las plumas se reconocen dos secciones: el cálamo o cañón, que es la parte inferior y hueca que se inserta en una estructura de la piel de las aves llamada folículo; y el raquis, que es la porción sólida que sostiene la parte laminar.
El estandarte está formado por ramificaciones que surgen del raquis, llamadas barbas, de las cuales salen, a su vez, ramificaciones llamadas barbillas. Las barbillas también están ramificadas en minúsculas prolongaciones llamadas ganchillos. Al trabarse entre sí los ganchillos forman la lámina del estandarte de la pluma, que aparece lisa y con una superficie continua. Esta apariencia es propia de las plumas nuevas porque con el tiempo los ganchillos pierden adhesión y la pluma comienza a “desordenarse”.

Figura 4. Partes de una pluma, mostrando esquemáticamente la disposición de las barbas, barbillas y ganchillos.
Las aves dedican mucho tiempo al cuidado de sus plumas, para alisarlas, remover parásitos y cuerpos extraños e impermeabilizarlas. Para esto frotan las plumas con el pico untado con la secreción de una glándula de la piel ubicada en la parte dorsal del cuerpo, sobre la base de la cola. Esa glándula, llamada uropigeal, secreta una substancia con un alto contenido graso. En las aves acuáticas, incluyendo las marinas costeras y oceánicas, la secreción uropigeal evita que las plumas se empapen de agua y pierdan sus atributos de aislante térmico y flotabilidad2.
A pesar de los cuidados, el plumaje sufre un progresivo deterioro por la fricción contra el aire y la acción de diferentes elementos. Las plumas son reemplazadas periódicamente, proceso llamado muda, con lo que el plumaje mantiene su funcionalidad. Durante la muda, los folículos comienzan a formar una pluma nueva cuyo crecimiento desplaza hacia afuera la pluma “vieja” hasta desprenderla. Esto ocurre en forma paulatina, primero en la cabeza y, en forma gradual y simétrica, va progresando hacia la cola, cambiándose sucesivamente las mismas plumas en ambos lados. Por ejemplo, se cambia la quinta remera primaria al mismo tiempo en ambas alas, y las plumas recíprocas de la cola. Las aves mudan una vez al año las plumas de las alas y dos veces al año las del cuerpo.
La mayoría de las aves costeras y oceánicas nacen a fines de primavera o inicios del verano, con el cuerpo cubierto de plumón, una pluma corta y suave, con raquis muy corto o ausente, cuyas barbas no se entrelazan. El plumón es un excelente aislante térmico. A las pocas semanas, mediante una primera muda, el plumón es reemplazado por un plumaje juvenil en el que aparecen las primeras plumas coberteras y de vuelo. Este plumaje permanece hasta fines de otoño, cuando –en la mayoría de las especies– una nueva muda sustituye el plumaje juvenil por el plumaje de un adulto. Este plumaje dura hasta inicios de la primavera siguiente, época en la que los juveniles de muchas especies adquieren madurez sexual y con ello las plumas de colores vistosos que mantendrán durante la época de apareamiento y crianza. Finalizada la crianza se inicia la muda mediante la cual las aves adquieren el plumaje “de reposo” que mantendrán hasta la primavera siguiente o hasta una nueva época de reproducción.
Este patrón general de mudas tiene muchas variantes. Alcanzada la madurez sexual, hay especies que no cambian el colorido del plumaje en las sucesivas mudas, por lo tanto, no presentan plumajes de reproducción y de reposo distintos. Por ejemplo, los pilpilenes o las golondrinas de mar. Otras, como las gaviotas, alcanzan la madurez sexual a los cuatro años de vida y, en ese lapso, en cada muda adquieren un plumaje de colores o distribución algo diversos, pero distintos al de los adultos, lo que permite reconocer su edad. Ejemplos de mudas de plumaje nupcial y de reposo o de adulto y juvenil se presentan en la Figura 5.
CLASIFICACIÓN DE LAS AVES MARINAS
La clasificación o taxonomía de las aves es un campo que convoca a muchos investigadores puesto que en él hay varios aspectos que permanecen desconocidos. Esto explica las actuales controversias sobre la forma de clasificar algunas especies y las diversas modificaciones propuestas durante las últimas décadas. No obstante, se espera que la información aportada por los nuevos descubrimientos de fósiles de aves, métodos de genética molecular más precisos y el perfeccionamiento de los procedimientos estadísticos hagan posible el logro de un consenso mundial en un futuro próximo.

Figura 5. Ejemplo de cambios en el colorido del plumaje causado por las mudas anuales de plumas en el chorlo chileno. A. Plumaje de reposo. B. Plumaje de reproducción. Ejemplos de plumaje juvenil (C) y adulto (D) en la gaviota dominicana.
Pese a sus vacíos de conocimiento y debates, la taxonomía es una disciplina científica bien establecida, que cuenta con ciertos conceptos y principios ampliamente aceptados. En términos generales, la taxonomía es un sistema de clasificación en el cual cada ser viviente es adscrito a una serie de categorías. Estas se definen a partir de características generales, que comparten un amplio grupo de individuos, hasta categorías que son específicas de un grupo determinado o taxón y excluyentes de cualquier otro grupo.
Para alguien sin formación científica la taxonomía parece engorrosa, pero ofrece dos grandes ventajas. Primero, ubica a cada especie en el universo de los seres vivientes, y segundo, le asigna un nombre que es aceptado universalmente.
El Reino animal se divide en dos grandes grupos: los vertebrados (poseedores de esqueleto óseo) y los invertebrados. Estos dos grupos están, a su vez, constituidos por subgrupos denominados “clases”. Las Aves, junto con los Peces, Reptiles, Anfibios y Mamíferos son una de las clases del grupo de los vertebrados. Las clases se dividen en Órdenes. La Clase Aves incluye más de dos docenas de órdenes, entre ellos el de las Charadriiformes, al que pertenecen las aves costeras, y el de las Procellariiformes, de las aves oceánicas.

Figura 6. Clasificación taxonómica de la Gaviota dominicana.
A su vez, cada uno de los órdenes se subdivide en familias, con un promedio de seis a siete familias por cada orden. Las familias tienen nombres en latín terminados en idae. La categoría que sigue a la de familia es la de subfamilia y a esta la del género. El género incluye un grupo de aves que comparten ciertas características, aunque pertenecen a especies diferentes. No obstante, algunos géneros son monoespecíficos o monotípicos, es decir, contienen una sola especie. Una especie se define como un grupo de organismos vivientes que comparten un conjunto de características morfológicas y funcionales y que son capaces de aparearse y reproducirse, es decir, producir crías vivas y fértiles. Dentro de una especie pueden existir razas o subespecies y la identificación de ellas en cuanto a verdaderamente razas o especies diferentes también es motivo de discusión para algunas aves. En la Figura 6 se presenta como ejemplo la taxonomía de la Gaviota dominicana.
IDENTIFICACIÓN DE UN AVE
La observación de aves es un excelente adiestramiento para desarrollar el valioso arte de observar objetos, con la ventaja que aves hay en todas partes. Formado ese hábito, las técnicas de observación pueden aplicarse en otras actividades, porque el proceso mental es el mismo: dar significación conceptual al dato de observación, por trivial que parezca.
La identificación de las aves es un proceso de descarte secuencial de alternativas, basado en el reconocimiento de ciertas características generales y particulares. Las generales incluyen consideraciones relativas al lugar geográfico y terreno donde ocurre la observación, el tamaño, la silueta, el color del plumaje y la conducta del ave. Luego se registran ciertas características particulares, como la forma y el color del pico y de las patas. Por ejemplo, en el caso de las aves marinas costeras, el tamaño y silueta aportan una primera orientación con respecto al género, dado que –basándose en ambos aspectos– se puede discernir si se trata de una gaviota o de un piquero, un cormorán o un pelícano. Luego, la ubicación geográfica puede aportar una segunda pista. Por ejemplo, la Gaviota peruana se encuentra exclusivamente en la parte norte de nuestro país, mientras que la Gaviota austral solo se encuentra en la parte sur. Si estamos en la zona central de Chile, las alternativas posibles se reducen a cuatro especies: la Gaviota dominicana, la Gaviota cáhuil, la Gaviota garuma y la Gaviota de Franklin. Esta última –que es una especie migratoria–- solo está en nuestras costas en los meses de verano. Luego, considerando el tamaño, color del plumaje y el color de pico y patas, es posible identificar las especies observadas.
La identificación de las aves oceánicas puede ser muy difícil por razones de distancia, condiciones de luz y el breve tiempo de observación, ya que generalmente están volando. Incluso para un observador con mucha experiencia, un número de aves de características parecidas entre sí, como las golondrinas de mar, pueden quedar registradas como “golondrina de mar no identificada”. En expediciones para observar aves oceánicas la mejor manera de acercarse a ellas es lanzando al agua algún cebo que les resulte atractivo, como los despojos de faenas pesqueras.
Identificación de aves costeras
A continuación se presentan indicaciones que permitirán identificar de manera relativamente fácil a muchas de las aves costeras que se ilustran en esta guía, sea a ojo desnudo o, mejor todavía, con binoculares.
Donde se posan las aves
Las gaviotas están preferentemente posadas sobre la playa, dunas cercanas a la playa y las rocas. Los cormoranes, sobre rocas o palos a flor de agua. El piquero sobre rocas. Los pilpilenes sobre la playa y rocas. Los gaviotines sobre la playa. Los rayadores, sobre las arenas detrás de la playa, en las proximidades de una laguna.
Tamaño y perfil del ave observada
Como se muestra en la Figura 7, en estos aspectos las aves de la costa presentan una gran diversidad. Un piquero y una gaviota grande tienen tamaños semejantes, pero perfiles muy distintos. La frente del piquero se continúa con el pico de una manera suave y termina en punta; en cambio, las gaviotas presentan un ángulo marcado entre cabeza y pico y este es robusto, corto y romo. Los gaviotines se distinguen de las gaviotas pequeñas por sus patas cortas, que apenas les permiten asomarse sobre las irregularidades de la superficie arenosa de una playa, y por un pico más esbelto y puntiagudo.
El rayador se parece al gaviotín por su perfil y patas cortas, pero es más grande, y el pico es desproporcionadamente largo en relación con el tamaño de la cabeza. A diferencia de otras aves, los cormoranes tienen una postura vertical, incluyendo la cabeza, por lo que el pico suele apuntar hacia arriba; además, es frecuente que descansen con las alas abiertas para secar sus plumas. Los pilpilenes tienen el tamaño de una gaviota mediana, pero el pico largo y rojo los distingue de inmediato. El pelícano es inconfundible por su gran tamaño. El zarapito es del tamaño de una gaviota mediana, pero con un cuello más largo, y un pico delgado mucho más largo todavía, y curvo.

Figura 7. Siluetas de aves costeras posadas (proporción de tamaños es aproximada): A. Gaviota. B. Zarapito. C. Pilpilén. D. Gaviotín grande. E. Gaviotín pequeño. F. Pelícano. G. Piquero. H. Cormorán. I. Cormorán secando sus plumas. J. Rayador. K. Playero. L. Chorlo. M. Perrito.
Aves en vuelo
Cuando están volando, las aves costeras tienen una silueta característica (presentada en la Figura 8), además formas de volar distintas. Por ejemplo, los cormoranes, piqueros y pelícanos, tienen un vuelo de desplazamiento que es directo. El batir de alas es sostenido y rítmico, más rápido en cormoranes y piqueros, lento y cadencioso en el pelícano. Los pelícanos y algunos cormoranes vuelan próximos al agua, de manera que desde un promontorio costero se puede ver el dorso. Chorlos y playeros se desplazan con un vuelo rápido, a baja altura, a veces zigzagueante, con un aleteo muy rápido y enérgico, y generalmente lo hacen en bandadas, sincronizando sus movimientos.

Figura 8. Siluetas de aves costeras en vuelo: A. Gaviotín. B. Pilpilén. C. Zarapito. D. Gaviota. E. Rayador. F. Cormorán. G. Pelícano. H. Perrito. I. Playero. J. Piquero. K. Pato. L. Cisne.
En las gaviotas el vuelo exploratorio es frecuente, con un aleteo cadencioso, interrumpido por planeos, con dirección cambiante, que aun a la distancia se distingue del batir rítmico del piquero. Los gaviotines tienen un vuelo grácil, el cuerpo y las alas son más esbeltos que los de las gaviotas, y cambian frecuentemente de dirección, típico del vuelo exploratorio. El rayador en vuelo es inconfundible, bate lenta y cadenciosamente sus alas largas y angostas. Cuando se desplaza, frecuentemente vuela en bandada, a baja altura, sincronizando sus movimientos; pero cuando se alimenta, vuela a ras de agua, la cabeza más baja que la cola, y con la mandíbula va “arando” la superficie del agua, produciendo una “raya”.
Aves en el agua
Las gaviotas y el pelícano suelen posarse en el agua donde se mantienen inactivos (Figura 9). En ambas aves el cuerpo está notoriamente sobre la superficie. En cambio, cuando están en el agua los cormoranes tienen apenas el lomo y el cuello sobre el agua y siempre están nadando, sumergiéndose con un brinco en busca de su presa. Los patos y los cisnes, al igual que los pelícanos y las gaviotas, tienen una baja línea de flotación.
Identificación por conducta típica
Algunas aves costeras pueden ser identificadas por su conducta, aunque se encuentren a bastante distancia. Los piqueros y gaviotines se lanzan al agua en picada, a veces desde bastante altura (10-15 metros), para emerger luego con una presa. Cuando muchas aves se lanzan en picada, es buena señal de que allí se encuentra un cardumen. El pelícano suele unirse a esta actividad, pero dejándose caer sin ninguna elegancia, al punto que puede dañarse las alas. Los salteadores persiguen a otras aves, generalmente gaviotines, con un vuelo enérgico y acrobático hasta que el perseguido regurgita su presa y el salteador la atrapa antes que llegue al agua. Esta forma de alimentarse es denominada cleptoparasitismo.

Figura 9. Siluetas de aves costeras posadas en el agua: A. Pelícano. B. Gaviota. C. Cormorán. D. Pingüino. E. Pato. F. Cisne.
El Playero de las rompientes debe su nombre al hecho de buscar alimento en las rocas cercanas a donde rompen las olas. Se le reconoce inicialmente porque cuando llega una ola se eleva verticalmente, para no mojarse, y cuando el agua baja, vuelve a posarse –en el mismo sitio– para continuar alimentándose. El Playero vuelvepiedras debe su nombre al hábito de dar vuelta los guijarros en busca de los pequeños invertebrados con los que se alimenta. Los pilpilenes caminan con parsimonia, sea en la playa o las rocas.
Identificación de aves oceánicas
Aunque ocasionalmente las aves oceánicas se acercan a las costas chilenas, especialmente los yuncos y las golondrinas de mar, para poder observarlas es necesario acercarse a la corriente de Humboldt costera. La gran mayoría de las observaciones ocurren cuando se encuentran en pleno vuelo y, por lo tanto, el tiempo de observación suele ser de pocos segundos. Esto dificulta considerablemente las posibilidades de una identificación cierta, especialmente cuando se trata de miembros de familias cuyas especies tienen distribuciones similares y son muy parecidas en cuanto a tamaño, colorido y forma de vuelo. Sin embargo, al igual que con las aves costeras, procediendo de los aspectos generales a los particulares, es posible lograr un grado satisfactorio de identificación, por lo menos hasta el nivel de familia o subfamilia.
Al igual que con otras aves, para el reconocimiento visual de un ave oceánica, una primera aproximación es considerar su distribución geográfica, tamaño, silueta y color del plumaje. Aunque, a diferencia de las aves de la costa, las oceánicas pertenecen a un solo orden, el de las Procellariiformes, existen grandes diferencias en cuanto a forma y tamaños entre los miembros de las familias y subfamilias que lo integran. La familia Diomedeidae, a la cual pertenecen los albatros, tiene entre sus representantes las aves de mayor tamaño entre las que existen actualmente, con envergaduras de hasta 3,5 m. Sin embargo, no todos los albatros tienen una envergadura de alas superior a los 3,0 m. Un grupo de ellos, denominado “albatros chicos”, como el Albatros de frente blanca, solo alcanzan una envergadura de 2,5 m. Los petreles siguen a los albatros en tamaño de envergadura, siendo el más grande de ellos el Petrel gigante antártico, con una envergadura de 2 m. Sin embargo, en la mayoría de los petreles la envergadura varía entre 60 y 120 cm. Por su parte, las fardelas –de menor tamaño que los petreles– presentan envergaduras que van desde los 60 cm en la Fardela chica –visitante ocasional de los mares de Chile– hasta un máximo de 147 cm en la Fardela negra grande, muy frecuente de observar en el sur de Chile. Las golondrinas de mar siguen en tamaño a las fardelas, aunque son considerablemente más pequeñas, con un rango de envergadura entre 38 y 50 cm. Las aves pelágicas más pequeñas son los yuncos, de un tamaño algo menor a las tórtolas, y una envergadura promedio de 38 cm. La relación de tamaño y siluetas en vuelo de las aves oceánicas se muestra en la Figura 10.
Aves en vuelo
Además del tamaño y la envergadura de alas, las aves oceánicas se distinguen por su forma de vuelo. Los albatros son grandes planeadores. Generalmente solitarios o en pequeños grupos, recorren grandes distancias mediante la técnica del planeo dinámico. Con sus alas fijas, aprovechan el viento de superficie para elevarse corriendo contra el viento y una vez en vuelo se valen de la corriente ascendente que genera el viento al deflectarse contra las ondulaciones del agua, toman altura, giran, avanzan tomando velocidad, planean a ras del agua, y vuelven a repetir el ciclo. De esta manera pueden recorrer muchos kilómetros con un mínimo gasto de energía.
De un tamaño intermedio, comparadas con los albatros y las golondrinas de mar, las fardelas combinan el planeo con intervalo de aleteos, técnica que también utilizan los petreles de menor tamaño. En cambio los de mayor tamaño, como el Petrel gigante subantártico, usan una técnica de vuelo de planeo, con alas rígidas, análogo al de los albatros. La mayoría de las fardelas y petreles planean con las alas notoriamente más bajas que el vientre del ave –ángulo diedro negativo–, lo que es muy característico de este grupo y sirve para identificarlas.

Figura 10. Siluetas en vuelo de las aves oceánicas y relaciones de tamaño: A. Albatros. B. Petrel gigante subantártico. C. Fardela negra grande. D. Fardela negra. E. Perfil de planeo de las especies A-D, con la punta de las alas en un plano inferior al dorso. F. Yunco. G. Golondrina de mar.
Las golondrinas de mar se caracterizan por un vuelo zigzagueante, con frecuentes aleteos, y cuando encuentra alimento aletean estacionariamente y extienden las patas hasta posarlas en la superficie del agua, como si caminaran en ella. De ahí el nombre de “petreles de las tormentas”, con que se les conoce en el mundo anglosajón, en alusión al apóstol Pedro, que intentó caminar sobre el agua. Sin embargo, para cubrir grandes distancias estas aves también utilizan la técnica del planeo favorecida por el viento.

Figura 11. Siluetas de aves oceánicas posadas en el agua: A. Albatros. B. Petrel gigante antártico. C. Fardela. D. Golondrina de mar. E. Yunco.
Por último, el yunco, de un tamaño parecido al de las golondrinas de mar, se distingue de estas por posarse frecuentemente en el mar y zambullirse, a veces por el tiempo necesario para alcanzar profundidades de hasta 80 metros. Vuela a baja altura, con aleteos rápidos y distancias cortas, como si el volar le demandara un gran esfuerzo.
Aves posadas en el agua
Cuando las aves oceánicas están posadas sobre el agua, además de sus diferencias de tamaño antes mencionadas, también presentan siluetas características (Figura 11). Los albatros parecen tener una baja línea de flotación y, por lo tanto, gran parte del cuerpo se encuentra sobre la superficie, mientras que los petreles mantienen una mayor proporción del cuerpo bajo la superficie. Las fardelas tienen una silueta de flotación parecida a la de los albatros. En cambio el yunco apenas emerge sobre la superficie. Por último, aunque la golondrina de mar también tiene momentos de reposo sobre el agua, generalmente se le ve revoloteando sobre la superficie.
MIGRACIONES
Una proporción considerable de las aves costeras que aparecen en esta Guía son “sedentarias”, esto es, permanecen todo el año en las zonas geográficas donde se reproducen. Otras se desplazan varios miles de kilómetros al norte o al sur de sus territorios de reproducción pero no abandonan Sudamérica. Por esta razón se les denomina “migrantes latitudinales”. Un tercer grupo, integrado por aves costeras que se reproducen en el hemisferio norte, muchas de ellas cerca del círculo ártico, migra al hemisferio sur en el otoño boreal, donde pasa el verano (austral). A estas aves se les denomina “migrantes intercontinentales”. Finalmente, un cuarto grupo, integrado exclusivamente por aves pelágicas, una vez que han concluido la crianza o hasta que alcanzan la madurez sexual, dejan sus colonias de anidación y se dispersan por los mares del hemisferio sur, llegando a aguas chilenas desde Australia, Nueva Zelanda e islas circumpolares. Son las “migrantes transoceánicas”.
Por la importancia de este aspecto, en la ficha de cada ave se indica su estatus migratorio de la manera siguiente: sedentario (S), migratorio latitudinal (ML), migratorio intercontinental (MI), y migratorio transoceánico (MO), con la simbología que se muestra en la Figura 12.
Las migraciones de las aves constituyen un fenómeno biológico del mayor interés. La explicación más aceptada respecto a su origen es la disponibilidad de alimentos. Las aves se desplazan buscando aquellas áreas geográficas donde, dependiendo de las estaciones del año, será más fácil encontrar los componentes de su dieta habitual. A partir de este supuesto, los científicos creen que las sucesivas épocas de glaciación que ha experimentado la tierra, junto con la deriva de los continentes, ha contribuido a establecer distancias cada vez más largas entre las áreas de reproducción y las áreas de “invernada”. Por lo tanto, algunas de las actuales rutas se habrían establecido a lo largo de muchos millones de años.
El ritmo estacional exacto, las rutas escogidas, los mecanismos de orientación, las diferentes escalas, la alimentación y el gasto energético requerido, son algunos de los muchos aspectos de las migraciones de aves que han interesado a los científicos. Las investigaciones realizadas han puesto en evidencia que las características del viaje migratorio suelen diferir de acuerdo con la especie. La mayoría de las aves viaja de día, incluyendo las costeras y oceánicas que aparecen en esta guía, pero algunas lo hacen de noche. También existen diferencias considerables con respecto a las distancias recorridas en cada escala del viaje. Las escalas diarias suelen ser de 200 a 250 km, con un tiempo de vuelo de 5-6 horas, pero existen registros de distancias mayores. En general, las aves pequeñas parecen tener una mayor capacidad para cubrir largas distancias sin detenerse.

Figura 12. Simbología utilizada en esta Guía para indicar la condición sedentaria o migratoria de un ave.
Las migraciones son una conducta instintiva, es decir, “programada” en el material genético de las especies, pero algunos factores ambientales, como la duración de la luz diurna y su efecto en el sistema hormonal, parecen influir decisivamente en ciertos aspectos, por ejemplo el momento de la partida. Las aves que vienen desde el hemisferio norte inician sus desplazamientos después de haber completado la crianza, mudado las plumas, y haber logrado un aumento de peso, es decir, haber acumulado reservas energéticas en forma de grasa. Algunas aves pequeñas pueden duplicar el peso del cuerpo antes de iniciar sus viajes migratorios. En muchas especies, los primeros en partir son los machos, quienes también son los primeros en regresar a los lugares de anidación, donde intentarán ocupar los mejores territorios.
Para orientarse las aves usan sus propios “métodos” de navegación, los que incluyen el magnetismo terrestre, la posición del sol y la posición de ciertas estrellas. A ellas se agrega el reconocimiento visual del territorio. La percepción del norte magnético se debería a la presencia de cristales de magnetita situados por encima de los orificios nasales de algunas especies.
Migración de aves costeras
Como se aprecia en la Figura 13, las aves costeras provenientes del hemisferio norte –migrantes intercontinentales– llegan a nuestro país a través de tres rutas:
Ruta del Atlántico o del Este. Desde las áreas de anidación, ubicadas en el círculo ártico canadiense y en la costa este de Groenlandia, las aves se dirigen hacia el sur siguiendo la costa atlántica de Canadá y de Estados Unidos, cruzan el Caribe y, aparentemente, en ese punto se dividen en tres grupos: 1) aquellas que continúan viaje siguiendo las costas del Atlántico; 2) las que se dirigen hacia las costas del océano Pacífico; y 3) un tercer grupo que se dirige hacia la zona central de Sudamérica.
Ruta Central, Interior o Intermedia. Desde el ártico las aves toman rumbo sur pasando sobre las praderas centrales de Norteamérica, los Montes Rocallosos y la cuenca del río Mississippi, hasta llegar al Golfo de México y Centroamérica. Desde allí algunas continúan viaje al sur bordeando la cordillera de los Andes o por las costas del Pacífico o del Atlántico. Otras lo hacen por la parte central de Sudamérica.
Corredor del Pacífico o Ruta Oeste. Se inicia en el extremo más oriental de Siberia y en Alaska. Las aves vuelan hacia el sur siguiendo los bordes costeros.
Entre las aves que llegan a la costa chilena, una cuyas rutas migratorias han sido bastante bien precisadas es la Gaviota de Franklin. Esta especie se reproduce en la zona centro-norte lacustre de los Estados Unidos y Canadá, desde donde se desplaza al sur siguiendo dos rutas. Una de ellas, en dirección suroeste, las conduce a Salton Sea, en California. Este es un gran lago salobre (24-25 km de longitud, dependiendo de la estación), con una alta concentración de invertebrados en sus orillas, donde se alimentan durante varios días. Desde este lugar emprenden viaje al sur, volando preferentemente a lo largo de la costa, hasta llegar a Chile. En este recorrido hacen numerosas escalas.
La segunda ruta utilizada por la Gaviota de Franklin pasa por el centro del continente hasta llegar al Golfo de México, desde donde, siguiendo el litoral, viaja en dirección surponiente, cruzando hacia el Pacífico en América Central y desde allí hasta nuestro territorio siguiendo la línea costera de Colombia, Ecuador y Perú.

Figura 13. Rutas migratorias de aves costeras. Los viajes de regreso se realizan por las mismas rutas.
Mucho menos conocidas, en cambio, son las rutas que utiliza el Rayador (Rynchops niger) para llegar a nuestro litoral. Esta ave nidifica en la costa Atlántica de los Estados Unidos, las costas del Golfo de México y por el Caribe hasta el norte de Brasil. También anida en la costa del Pacífico desde el sur de California hasta el Ecuador y, por el Atlántico, en la zona central de Argentina.
Una de las dificultades para establecer el origen geográfico de los rayadores que visitan Chile es distinguir entre las aves de esta especie que anidan en América del Norte de aquellas poblaciones que lo hacen en América del sur. Se supone que los rayadores que llegan a Chile provienen principalmente de la cuenca amazónica, pero se desconocen los puntos en que cruzan la cordillera. También es posible que emigren a Chile bandadas que anidan en México y el sur de los Estados Unidos.
Las migraciones de mayor distancia de un ave costera corresponden al Gaviotín ártico. Cada año, desde sus áreas de reproducción circumpolares, en la tundra ártica, vuela hasta alcanzar sus áreas de alimentación en el hemisferio sur: Tierra del Fuego y las proyecciones antárticas de Chile, Argentina, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda. La distancia más corta entre el ártico y estas áreas es de 19.000 km y esta especie la recorre en un lapso de tres a cuatro meses. No obstante, estudios de geolocalización, mediante pequeños radiotransmisores pegados a las patas de estas aves, han demostrado que los desplazamientos no se realizan volando en línea recta, lo que implica una cantidad mucho mayor de kilómetros recorridos entre ambos destinos. Los desvíos de las rutas “lógicas” se deberían a la dirección del viento, ya que buscarían las condiciones más favorables para combinar el vuelo mediante aleteo con el de planeo. Por ejemplo, un grupo de gaviotines que se reproduce en Groenlandia e Islandia volaron en su viaje de ida y vuelta al hemisferio sur un promedio de 70.900 km cada año.
La mayor distancia migratoria registrada hasta la fecha con el método de geolocalización corresponde a una pequeña bandada de gaviotines árticos que desde los Países Bajos voló hacia el sur hasta el extremo meridional de África, allí giró hacia el este y a medio camino hacia Australia tomó una dirección sur para llegar a las Tierras de Wilkes (Wilkes Land) en la Antártica. Sin embargo, uno de los gaviotines voló hasta Australia, recorriendo toda su costa sur, pasando entre este país y Tasmania hasta acercarse a la ciudad de Melbourne. Allí tomó rumbo sur, describiendo un arco que lo llevó a las Islas del Sur (South Islands) de Nueva Zelanda y, finalmente, a las Tierras de Wilkes. De regreso en los Países Bajos, ese gaviotín había completado un vuelo cercano a los 91.000 km, unos 250 km diarios en promedio.

Figura 14. Corrientes de viento del Pacífico sur. La dirección del viento está indicada por la dirección de las flechas y su velocidad, expresada en metros por segundo, por la cinta de colores azul-rojo. Fuente: Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno de El Niño (CIFEN, 2017).

Figura 15. Temperatura superficial del mar (°C) y principales corrientes marinas que usan las aves oceánicas en sus rutas migratorias desde las aguas de Oceanía hasta los mares de Chile. Durante los meses invernales la corriente de Humboldt es separada en una rama costera y otra oceánica por la contracorriente de Perú, que fluye en dirección contraria. Fuente: Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno de El Niño (CIFEN, 2017).
En las migraciones latitudinales las distancias cubiertas son mucho menores. Los Gaviotines antártico y sudamericano durante el invierno migran hacia zonas más cálidas de Uruguay y el sur de Brasil. El Chorlo chileno, que nidifica en la zona de Magallanes, a inicios de otoño se desplaza hacia la zona central y norte de Chile y Argentina, donde pasa el invierno. En territorio chileno se distribuye entre Corral y Antofagasta, mientras que en Argentina se ubica en la zona centro-norte de ese país (al sur de Santiago del Estero). También hay migración latitudinal de norte a sur, que es el caso del Pelícano y el Guanay, aves que anidan preferentemente en la costa peruana y se desplazan hacia Chile en el verano.
Migración de aves oceánicas
A diferencia de las aves costeras migratorias, que provienen del hemisferio norte, la mayoría de las aves oceánicas que migran hacia Chile anidan exclusivamente en el hemisferio sur. Muchas han establecido sus principales colonias en territorio continental e insular de Australia y Nueva Zelanda, en una variedad de islas ubicadas en la zona subantártica e incluso algunas anidan en las costas del continente antártico. Una proporción menor de especies, incluyendo fardelas, golondrinas de mar y yuncos, se reproduce en el territorio continental e insular de Chile y Perú o en las islas Galápagos, en Ecuador.
La presencia en nuestros mares de aves oceánicas provenientes de colonias de anidación ubicadas a miles de kilómetros hacia el oeste, se debe principalmente a la dirección de los vientos y a la presencia de alimento en las corrientes frías que fluyen desde esas regiones hacia nuestros mares. Como puede apreciarse en la Figura 14, las rutas migratorias de algunos albatros y fardelas provenientes de Australia y Nueva Zelanda van en la dirección de los vientos que corren de oeste a este en el extremo sur del Pacífico y de sur a norte en los mares de Chile. Al norte de nuestro país, frente a las costas de Perú y Ecuador, los vientos soplan en dirección este-oeste, favoreciendo los vuelos de regreso.
Junto con la dirección y velocidad de los vientos, otro factor determinante en las migraciones transoceánicas es la temperatura del agua y las cadenas alimenticias asociadas a ese factor. Como se muestra en la Figura 15, muchas de las aves oceánicas que llegan a nuestras costas lo hacen siguiendo corrientes de aguas frías que fluyen de oeste a este. La presencia de estas aves en nuestros mares se explica por la corriente de Humboldt, que corre paralela a las costas continentales y se caracteriza por el afloramiento de aguas profundas, muy frías, ricas en nutrientes que favorecen el crecimiento del plancton vegetal y animal. El plancton, compuesto por organismos muy pequeños, algunos microscópicos, es el primer eslabón de una cadena alimentaria que favorece la multiplicación de muchas especies de peces y otros animales marinos, como los cefalópodos (jibias, pulpos y calamares) y crustáceos (principalmente el krill) de los que se alimentan las aves oceánicas.
El surgimiento de aguas profundas también se asocia a una disminución de la concentración de oxígeno del agua; esto obliga a una diversidad de peces a concentrarse relativamente cerca de la superficie, lo que facilita a las aves pelágicas su captura. Sin embargo, no todas las aves oceánicas se alimentan cerca de la superficie, algunas –como el Yunco– pueden perseguir sus presas hasta 80 metros de profundidad.
AMENAZAS
Al igual que muchas otras especies animales, las aves han sufrido el embate de la presencia humana. La pérdida de hábitats por ocupación de territorio, la contaminación de las aguas, la introducción de especies depredadoras en colonias de anidación, ciertas modalidades de pesca o la pesca excesiva, están afectando negativamente las poblaciones de muchas especies de aves costeras y oceánicas. A lo anterior se suman los efectos negativos de fenómenos climáticos, como la corriente de El Niño o el progresivo calentamiento atmosférico. Por lo mismo, la conservación de las aves se ha transformado en un campo especializado de la biología. Organizaciones científicas como BirdLife International y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) o IUCN, según sus siglas en inglés, junto con numerosos gobiernos, trabajan para proteger las aves costeras y oceánicas, mediante leyes y convenios que buscan evitar algunas causas de mortalidad, como aquellas vinculadas a la pesca industrial, o cuidando y restaurando sus hábitats. Un ejemplo de este tipo de iniciativas es el “Plan de Acción Nacional para la reducción de la pesca incidental de aves marinas en pesquerías de palangre” (PAN-AM/CHILE) 2007, cuyo objetivo primordial es disminuir al mínimo la mortalidad incidental de aves marinas en todas aquellas pesquerías con palangre que presenten niveles significativos de mortalidad.
Una de las formas utilizadas por la comunidad científica para alertar a los gobiernos y a las personas sobre la situación de amenaza de las distintas especies de aves es la “Lista Roja de Especies Amenazadas”, también llamada el “Libro rojo”, que prepara la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN con la colaboración de BirdLife International, Conservation International, NatureServe y la Sociedad Zoológica de Londres. La lista se actualiza anualmente, entre abril y mayo, realizándose una revisión mayor de los datos relativos a la situación de cada especie cada cuatro o cinco años.
La Lista Roja utiliza las categorías siguientes:
· (EX) (Extinct) Extinta.
· (EW) (Extinct in the Wild) Extinta en estado silvestre.
· (CR) (Critically Endangered) En peligro crítico.
· (EN) (Endangered) En peligro.
· (VU) (Vulnerable) Vulnerable.
· (NT) (Near Threatened) Casi amenazada.
· (LC) (Least Concern) Riesgo menor.
· (DD) (Data Deficient) Datos insuficientes.
· (NE) (Not Evaluated) No evaluada.
De manera nominativa, las categorías VU, EN y CR integran al grupo de “Especie amenazada”. Esta es la nomenclatura y criterios que se utilizan en la presente Guía, aplicando para ello la simbología recomendada por la UICN, tal como se muestra en la Figura 16:

Figura 16. Nomenclatura y simbología para clasificar el riesgo de extinción de una especie utilizado por la UICN y usado en esta Guía.
MAPAS DE DISTRIBUCIÓN
La descripción de cada especie se acompaña del correspondiente mapa de distribución geográfico. En ellos se muestran, con línea continua verde o con achurado verde, los lugares donde se puede encontrar la especie descrita. En el caso de las aves costeras, la distribución al norte de Chiloé se marca con línea continua y al sur de esta isla con un achurado. Para las especies que buscan su alimento en el mar, como gaviotas, cormoranes y otras, el achurado de la zona sur abarca también el área marítima. En cambio, la distribución de las aves oceánicas se describe exclusivamente usando un achurado verde (Figura 17).

Figura 17. Mapas de distribución de Chorlo Chileno (A), Gaviota Dominicana (B) y Fardela Blanca (C).
NOMBRES
Cada especie tiene un nombre científico, un nombre “oficial” usado en Chile, el nombre que utiliza la nomenclatura anglosajona y el nombre “local” o popular. Muchas de las especies menos frecuentes de observar carecen de nombre local, razón por lo cual es omitido en la descripción de la especie respectiva.
2. Habitualmente, esta glándula es removida en aves de consumo humano, como gallinas, patos y gansos, por el mal gusto de su contenido.