EL MARCO HISTÓRICO
En los últimos días de julio de 1921 empezaron a llegar a España rumores alarmantes. Las primeras noticias de que algo grave estaba ocurriendo en las cercanías de Melilla llegaron a la Península el 22 de julio. Un día antes, algunos periódicos como La Veu de Barcelona y El Liberal de Madrid habían publicado ya datos sueltos de que algo muy grave había sucedido en la zona oriental del Rif.
Como no existía una versión oficial sobre lo sucedido, se dispararon los falsos avisos en algunas ciudades, y cundió la inquietud en las últimas horas del día 22.
Prueba evidente de la gravedad de los hechos fue que el rey Alfonso XIII suspendiera sus vacaciones en San Sebastián para regresar ese mismo día precipitadamente a Madrid.
También los ministros del gobierno de Manuel Allendesalazar, dispersos tras el cierre de las Cortes en el mes de junio, regresaron a Madrid rápidamente y celebraron consejo el día 23. Los días de Allendesalazar estaban contados, tras una carrera política repleta de altos cargos y dignidades. Nacido en Guernica, había sido ministro de Fomento, Estado y Hacienda, alcalde de Madrid y presidente del Senado.
El rey llegó a Madrid unas horas antes y fue directamente al ministerio de la Guerra, en lugar de convocar en Palacio al ministro, vizconde de Eza. Un hecho que no pasó desapercibido y alarmó a la opinión pública.
Fue al día siguiente, 24 de julio, cuando se reunió el ministro de Gobernación, conde de Bugallal, con la prensa. Pidió patriotismo y serenidad, pero decretó la censura previa a las noticias procedentes del Protectorado en Marruecos. lo que no contribuyó a calmar los ánimos y levantó las suspicacias de los medios diplomáticos franceses, muy atentos a cuanto sucedía en el Magreb.
Los sucesos se filtraron convenientemente, y la primera reacción ciudadana fue sobre todo de sorpresa, debido a la escasa protesta suscitada por la debilidad de las fuerzas políticas y sindicales en ese momento. Los socialistas estaban recomponiendo fuerzas tras la escisión que dio origen al Partido Comunista en marzo de 1921, y lo mismo pasaba con la CNT, el sindicato anarquista, muy castigado por la desmembración interna y la represión llevada a cabo por el general Martínez Anido contra los anarco-sindicalistas en Cataluña.
Primera plana de El Liberal del miércoles, 20-07-1921, donde se habla de «Ataque de los moros en la zona de Melilla».
Nadie en la prensa daba crédito a un desastre de tal magnitud. El diario monárquico ABC apuntaba el 24 de julio: «no es una catástrofe, ni el derrumbamiento de la campaña de Marruecos…»; y en parecidos términos se manifestaba La Veu: «hemos sufrido un revés, como lo sufren todos los pueblos que hacen campañas coloniales […]».
Pero pronto la magnitud del drama se impuso, aunque lo peor todavía tendría que llegar en Monte Arruit el 9 de agosto, cuando miles de soldados españoles fueron masacrados a sangre fría tras rendirse.
Como estaba previsto, el gobierno de Allendesalazar se vio obligado a dimitir, y el rey encargó al dirigente conservador Antonio Maura formar un nuevo gobierno de concentración nacional con los principales grupos políticos. «Estamos en el periodo más agudo de la decadencia española —criticó el dirigente socialista Indalecio Prieto—. La campaña de África es el fracaso total, absoluto, sin atenuantes, del ejército español».
La crisis política y nacional estaba servida, ¿pero cómo se había llegado a esa situación? Muchos no entendían cómo se había podido derrumbar todo el frente del Rif oriental en unas pocas horas, y entre los que apenas se explicaban lo sucedido estaba el teniente coronel Fernando Primo de Rivera, jefe del Regimiento Alcántara en la misión de detener con unos cuantos escuadrones el pantano desbordado del Desastre de Annual, algo como intentar taponar con un dedo el agujero de una presa rota. Un empeño casi suicida que llevaría al Regimiento a la muerte heroica y a la gloria.
LAS CAUSAS DEL DESASTRE
El siglo XIX fue uno de los más nefastos, si no el que más, de nuestra historia. En política internacional, durante los últimos años de ese periodo, España permaneció aislada y olvidada, como se demostró con la total falta de apoyos en las guerras de Cuba y Filipinas. El declive histórico dejará honda huella y se traducirá en profundo malestar por el sentimiento de derrota militar y orgullo nacional herido.
Junto a esto, la situación en África en los inicios del siglo XX viene marcada por las tensiones y apetencias coloniales de grandes potencias como Gran Bretaña, Francia y Alemania, ansiosas de repartirse el territorio africano.
Protectorado español en Marruecos, con sus plazas de soberanía y otros territorios bajo administración española.
Los sucesivos tratados internacionales y el empeño de Francia en expandir su imperio en Marruecos llevan a España a tener que aceptar la difícil tarea de ocupar la parte del territorio marroquí que le es asignada por el tratado firmado con Francia en 1912, que establecía una zona de influencia española como Protectorado. Algo que no resultaba fácil por una serie de razones, entre ellas la resistencia de la población rifeña, la difícil orografía y la oposición a la autoridad del sultán en algunas zonas.
El área del Protectorado comprendía tres regiones geográficas: Yebala, en la parte occidental, Gomara en el centro y el Rif en la parte oriental. Esta última era una zona árida y seca, con muy malas comunicaciones, difícil defensa y una población escasa y tradicionalmente guerrera agrupada en cabilas (tribus).
Durante los siguientes nueve años del Tratado hispano-francés las campañas militares prosiguen en el Protectorado sin resultados decisivos en el control eficaz del territorio, lo que llevará al Desastre de Annual de 1921. Un verdadero cataclismo de trágicas consecuencias, tanto en el aspecto militar como en el político.
El sistema defensivo del territorio ocupado en el Rif cuando se inicia el Desastre de Annual estaba constituido, en su sección norte, por una línea de posiciones que, apoyándose en la costa en Sidi Dris, asentada en la margen izquierda del río Amekrán, bordeaba las cabilas de Tensaman, Tafersit y Beni Tuzin, fronterizas con las de Beni Said y Beni Ulixech. La línea defensiva iba por Talilit, Dar Buimeyan, Annual, Igueriben, Izummar, Intermedia «B», Yebel Uddia, Intermedia «A», Hamuda, Izen Lasen y Azib de Midar hasta el río Kert, en una distancia de 40 km. El trazado pasaba a través de un abrupto territorio que culminaba en el Yebel Uddia (1.100 metros de altitud).
El 20 julio de 1921 fue establecida otra posición complementaria entre Annual e Izummar, que fue denominada «C», para asegurar más el camino de Annual.
En Izen Lasen la línea se replegaba hacia el interior siguiendo hasta Cheif la dirección y margen del río Kert unos 10 km. Pasado este río se internaba en Metalatza, siguiendo al sur por los montes Busfedaquen hasta Zoco el Telatza y el llano de Fetacha, próximo a la zona francesa.
El frente del territorio español quedaba determinado por tres sectores: Annual, Drius y Telatza, que constituían los centros de apoyo y estacionamiento de las columnas móviles.
En Cheif se estacionaba además otra columna avanzada, cuya céntrica situación permitía su traslado en el territorio de Beni Said. Y también había otra columna móvil, en principio estacionada en Isafen, sobre la línea del río Kert, que luego fue trasladada a Kandussi. De esta forma el territorio quedó dividido en cinco circunscripciones militares, asignadas a los cinco Cuerpos de Infantería de guarnición Drius (San Fernando), Annual (Ceriñola), Kandussi (Melilla), Telatza (África) y Nador (Brigada disciplinaria). Los jefes de estos Cuerpos ejercían el mando territorial de las demarcaciones de referencia.
En la organización militar del territorio se había eliminado toda previsión de un levantamiento de las cabilas. Para hacer frente a una insurrección era menester que cada posición hubiese estado organizada de la manera más apropiada para resistir; es decir, dotada de aljibe y depósito de víveres y municiones, además de una guarnición adecuada en número. De haber contado con semejante organización, la tarea de las fuerzas móviles hubiera hecho relativamente fácil el restablecimiento de la situación. Pero las fuerzas móviles de que se disponía en el territorio para socorrer las posiciones estaban en su casi totalidad concentradas en Annual, y al dispersarse estas no hubo ninguna fuerza de reserva general que pudiera impedir el derrumbe cuando fue arrollada a la primera línea.
Posiciones españolas en 1920-julio de 1921.
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El expediente instruido por el general Juan Picasso González al conocerse la tragedia del Rif era muy crítico en lo que respecta al estado de fuerza y situación de las tropas de la Comandancia General de Melilla. «El simple examen de la situación de posiciones con referencia al plano del territorio —dice el informe— pone de manifiesto la defectuosa disposición de los centros de apoyo, colocados en la misma línea defensiva y enlazados transversalmente a lo largo del mismo frente con la línea general de las operaciones, en vez de ocupar posiciones céntricas para no quedar de otro modo paralizadas y estar en medida de acudir a los puntos amenazados».
La línea de comunicación general tenía su centro en Dar Drius, sobre la izquierda del río Kert, y estaba constituida por una carretera que por Nador, Zeluán, Monte Arruit y Batel llegaba a aquel punto, con recorrido de 67 km. Ese camino estaba doblado por un ferrocarril de vía estrecha hasta Tistutin, que quedaba distante 22 km de Drius.
Plan de obras públicas para el Protectorado de España en Marruecos.
Siguiendo ese sitio hacia el norte podía hacerse el recorrido en camiones a Ben Tieb, desde donde era posible seguir a Annual y Buimeyan.
De Talilit a Sidi Dris e Igueriben solo había caminos de herradura. Sidi Dris, al extremo de este ramal, era atendido en la práctica por vía marítima, por ser difícil el mencionado sendero de comunicación.
El camino de Annual, una vez pasado Ben Tieb y dejado el llano de Sepsa, se interna en los montes y desde el morabo de Sidi Mohamed se adentra en las fragosidades del terreno, encajado en un estrecho y largo barranco a lo largo de 3 km, dominado por ásperas laderas hasta los altos de Izummar para descender en cerradas curvas hasta Annual, siguiendo también la estrechura de un barranco hasta recaer en el llano.
25 de junio de 1921. Croquis del territorio ocupado. Melilla, Nador, Zeluán, Monte Arruit y Batel.
Informe Picasso (AHN: FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.50,N.1-N38).
Con respecto a la capacidad de tráfico de las comunicaciones, hay que tener en cuenta que los vehículos se averiaban frecuentemente como consecuencia de tener que rodar sobre caminos militares sin firme y con largas pendientes, lo que no permitía las reparaciones. En el informe de Picasso, el comandante Fernández Mulero estima que hubiera sido necesario un número cinco veces mayor de camiones para satisfacer la necesidad de transporte, por haberse alargado la línea de operaciones sin preparación conveniente.
La pobreza de medios de transporte tenía que repercutir en el abastecimiento de las numerosas posiciones, especialmente en lo que al agua se refiere. En su provisión debía emplearse gran número de hombres, y esto tenía que hacerse todos los días, por la falta de aljibes o depósitos de reserva.
La línea principal de comunicación se hubiera podido sostener si estas posiciones hubiesen estado guarnecidas, abastecidas y preparadas en los días críticos de los sucesos. Pero la realidad es que no existían órdenes en previsión de repliegue o abandono forzoso de posiciones. Esta línea general se apoyaba en los puestos de Nador, Zeluán, Monte Arruit, Tistutin y Batel, flanqueada en su último trayecto, a la derecha, por Busaga y Azugaj, y a la izquierda por Uestia.
LA RED DE COMUNICACIONES
El camino de Annual, que discurría entre los abruptos montes de Beni Ulixech, estaba asegurado por la posición de Ben Tieb y protegido por su flanco externo por la Intermedia «A», Yebel Uddia, «Intermedia «B», Izummar e Igueriben. En su parte interior estaba protegido por Dar Mizian, cabecera de la 13º mía (compañía) de Policia, con su avanzada de Morabo de Sidi Mohamed y Mehayast.
El camino de Midar estaba protegido por las posiciones de Cheif, Azid de Midar e Ifen Lasen.
Examinando en conjunto la situación de las posiciones del territorio, las establecidas del río Kert en adelante no respondían a necesidades militares verdaderas, sino solo a meras consideraciones políticas, y reducidas, como regla común, a un abastecimiento precario de agua. Las posiciones de retaguardia carecían de elementos para constituir puntos fuertes de apoyo, sin víveres, municiones ni fuerzas proporcionadas, no estando preparadas, por tanto, para cumplir su misión.
La debilidad mayor estaba en el alejamiento y dificultad de la aguada. Las posiciones carecían de aljibes, porque no existían edificaciones con cubierta que pudiesen recoger el agua en condiciones de limpieza, lo que la hacía impotable.
Campamento de Annual poco antes del Desastre. Como la mayoría de los campamentos, las tiendas de campaña de las tropas estaban situadas en el centro, rodeadas de muros de piedra como fortificación.
Así es como las posiciones —se resume en el Expediente Picasso—, aparte de su escaso valor intrínseco, estaban obligadas a ser abastecidas de agua sin posibilidad de llevar esto a cabo, y tenían que caer en cuanto el enemigo se lo propusiera. Aisladas algunas en alturas incomprensibles, sin esperanza de auxilio exterior, no tenían posibilidades de resistir en cuanto el enemigo las asediara.
En la declaración del coronel José Riquelme (jefe del Regimiento de Infantería Ceriñola en julio de 1921, y ausente del territorio durante el Desastre) se agrega que no se crearon núcleos de resistencia en lugares previstos de antemano. Las reservas móviles no pudieron emplearse porque solo se pudo atender, por los reducidos efectivos y la extensión del territorio ocupado, a reservas parciales del sector, con débiles columnas situadas en los campamentos de Zoco el Telatza, Kebdani, Annual y Drius. Pero la gran distancia que las separaba hacía ilusoria su cooperación por la difícil orografía, con abruptas montañas, cauces secos y largas distancias de malos caminos.
«Además de su situación aislada y la dificultad de auxiliarse unas posiciones a otras, faltaba el apoyo de una segunda línea, con columnas móviles para acudir en auxilio de la primera línea en caso necesario» —prosigue el informe.
Al quedar deshecha la resistencia del núcleo principal de fuerzas concentradas en Annual, y cundiendo rápidamente la insurrección en la zona; inmovilizadas las guarniciones de los puestos fijos y paralizada la frágil organización del territorio, quedaron interrumpidos los precarios servicios de todas las posiciones y cesaron los suministros y aguadas imprescindibles. Como carecían de medios propios para prolongar la resistencia, sobrevino lo que de modo inevitable tenía que suceder.
Por otra parte, como testimonia el teniente coronel de infantería Ricardo Fernández Tamarit en su declaración ante el general Picasso, la pobreza de medios era grande en Annual. No había hospital de campaña, sino dos llamadas tiendas-tortuga con capacidad, cada una, para veinte hombres. Muchos días faltaba leña y había que comer ranchos en frío; otros días escaseaba el pan, y los elementos sanitarios eran deficientísimos en Annual, y en otras posiciones, nulos.
En resumen, decía el teniente Fernández Tamarit, hemos sido, como de costumbre, víctimas de nuestra falta de preparación, de nuestro afán de improvisarlo todo y no prever nada. Lo que la patria necesita no es un ejército que se sacrifique, sino un Ejército que triunfe, preparándose en los periodos de paz, «porque en la guerra no se aprende nada».
Además de las ausencias observadas en la oficialidad y los jefes, que trascendían a las escalas inferiores con la tolerancia de los mismos en lo que se refiere al personal en posiciones, se añade como nota negativa que, ante la angustiosa demanda de refuerzos, se recurrió al expediente de constituir el 19 de julio de 1921 en los cuerpos de infantería, compañías improvisadas, denominadas «provisionales». Tales compañías debían relevar en sus puestos a las fuerzas móviles, creando incoherentes agrupaciones.
No podemos olvidar tampoco la gravísima responsabilidad de los partidos políticos y gobiernos de turno en el Desastre, tal como señala acertadamente el coronel de Caballería (retirado) Juan María Silvela Milans del Bosch:
El proyecto de ocupación total, con preponderancia de acciones civiles y pacíficas, de la zona de Marruecos asignada a España en el Tratado con Francia de 1912, había sido decisión del Partido Liberal cuando gobernaba. Si el procedimiento elegido no era el más adecuado a las características sociológicas y al escaso desarrollo social y político de los rifeños, es a los promotores del método a quienes se les debe achacar la primera responsabilidad. Al menos podían haber proporcionado al ejército, encargado de ejecutar la ocupación, los medios necesarios. El gobierno del Partido Conservador, que mantuvo el mismo sistema, pudo hacerlo, pues tuvo una buena oferta para comprar varios «stocks» de los aliados sobrantes de la Gran Guerra.
Así era. En ese material ofrecido figuraban morteros o buenas ametralladoras alemanas, que hubieran sido muy efectivos a la hora de combatir en el Rif. «Pero faltaba la estabilidad gubernamental imprescindible —añade el coronel Silvela— que pudiera abordar, como mínimo, un programa de adquisiciones de armamento, material y vestuario adecuado para el territorio, si era imposible llevar a cabo la modernización total del Ejército».
General Dámaso Berenguer y Fusté, alto comisario de España en Marruecos. Presidió el penúltimo gobierno de Alfonso XIII, conocido como la «dictablanda».
En 23 años hubo 32 gobiernos en España, y desde 1917 hasta 1923 se sucedieron 15 ministros de la Guerra. Solo en el año de su nombramiento como alto comisario, en poco más de 10 meses, el general Berenguer tuvo que informar a cuatro ministros de la Guerra distintos, lo que da idea del desbarajuste gubernamental existente (Memorial de Caballería, nº 31, mayo de 1991).
Al menos sobre el papel, las causas del fracaso que tan honda repercusión tendría en la historia de España quedaban expuestas con bastante claridad.
LA PARTE DEL LEÓN
Toda historia tiene su principio, y la historia del Regimiento Alcántara nº 14 en Marruecos se inicia el 1 de octubre de 1910, cuando se hace cargo de la Capitanía General de Melilla el teniente general José García Aldave. Por entonces, las fuerzas bajo su mando eran unos 20 000 hombres, y lo primero que podrían preguntarse muchos españoles de a pie es qué hacían allí las tropas españolas, en un país tan cercano pero tan distinto como Marruecos.
Para responder a eso podríamos remontarnos a la Conferencia de Algeciras, en 1906, cuando las principales potencias coloniales europeas acuerdan la repartición del territorio de Marruecos, con consentimiento del sultán marroquí. A España le toca una pequeña franja de terreno montañoso pegada a la costa mediterránea: el Rif. Un territorio indómito y pobre de unos 20 000 km2, mientras Francia se lleva el resto (415.000 km2), la parte del león, un territorio mucho mayor, con muchos recursos y poco hostil. Para el ejército francés la conquista de la mayor parte de Marruecos resulta un paseo militar, algo muy distinto a lo que ocurrirá con España. Un trueque negociado en París y, como de costumbre, desfavorable al interés patrio. El Rif resulta un hueso muy duro de roer en momentos en que la estima nacional está por los suelos. «A buen seguro que ninguna potencia imperialista o colonial del mundo —dejó escrito David S. Woolman, gran conocedor del tema— ha encontrado jamás enemigo tan formidable como los beréberes del Marruecos español».
Una vez aceptado el regalo envenenado de Algeciras, el gobierno español procede a dominar el territorio que le ha sido asignado. Para la conquista del Mediterráneo occidental —dice el historiador Juan Pando— «Francia necesitaba un amigo ni muy poderoso ni muy débil; tan solo dubitativo y retraído: España. Un país amargado por los sucesos de 1898».
Unos años antes, España y Francia ya habían llegado a un acuerdo para repartirse las zonas de influencia en Marruecos en 1902. A España le tocaba la zona septentrional, entre el río Muluya, al este; y el río Sebú, al sur, incluyendo las ciudades de Fez y Taza.
Pero el gobierno español no las tiene todas consigo. España no está para muchas aventuras en Marruecos, aunque la diplomacia francesa insiste en aventar los recelos mediante un tratado secreto firmado en 1904, que reduce notablemente el territorio marroquí asignado a España. Las ciudades de Taza y Fez quedan fuera de la zona española y Alemania protesta porque considera dañados sus intereses en el norte de África. El malestar de Berlín se manifiesta claramente con la visita del káiser Guillermo II a Tánger para apoyar la soberanía del sultán de Marruecos.
Combatientes rifeños contra el ejército español en el norte de Marruecos.
CONFERENCIA DE ALGECIRAS
La crisis internacional provocada por estos tortuosos manejos diplomáticos desemboca en la Conferencia de Algeciras (1906), que deja las cosas más o menos como estaban dos años antes. Francia queda dueña y señora de la situación en Marruecos; Gran Bretaña, dominadora de la mayor parte de África; y Alemania resulta ninguneada, fuera de juego en el Magreb. El káiser Guillermo II lo entiende como una humillación nacional.
En 1909 todo el territorio en torno a Melilla estaba dominado por un personaje «con carisma y sin escrúpulos»11 de largo nombre: El Yilali Ben Dris Abd es Salam El Yusuf, llamado El Roghí, que se proclamaba pretendiente imperial al trono de Fez contra la autoridad del sultán. Había vencido a la Mehala (cuerpo militar del sultán) de Muley Abdelaziz y se consideraba señor del Rif desde la alcazaba de Zeluán, situada unos 30 km al sur de Melilla.
El Roghí pacta sin permiso del sultán con las autoridades españolas la concesión de yacimientos de hierro y plomo en Uixan y Afra, y la construcción de un ferrocarril minero de 32 km cuyos trabajos se inician en 1907. Las concesiones otorgadas por El Roghí sin contar con el sultán incluían construcción de ferrocarriles, líneas telegráficas y servicios que permitieran la explotación de los yacimientos. Pero en octubre de 1908 la rebelión contra El Roghí cobra fuerza. Grupos de rifeños que protestan contra la intromisión extranjera incendian Zeluán y asaltan y saquean las instalaciones mineras.
Poco después, la situación vuelve a tranquilizarse, hasta que en junio de 1909, tras un frustrado acuerdo con el sultán, el gobierno español, presionado por Francia, decide reanudar las obras del ferrocarril minero. Un grupo de trabajadores españoles fueron atacados entonces en julio por los rifeños en las proximidades de Melilla. Hubo muertos y heridos, y el comandante militar de Melilla, general José Marina Vega, envió una pequeña fuerza contra los agresores y pidió refuerzos al gobierno de Madrid. Con tres batallones y una batería montada estableció un perímetro de seguridad alrededor de Melilla, pero en las estribaciones del monte Gurugú, en el Barranco del Lobo, las fuerzas españolas se enfrentan a importantes concentraciones enemigas, lo que se traduce en una serie de ataques contra las posiciones rifeñas con numerosas bajas. Al final, como señala Julio Albi2 se alcanzaron los objetivos con la toma del Gurugú, Nador y Zeluán, pero al coste de 250 muertos, incluidos dos generales, y más de 1500 heridos.
El Barranco del Lobo supuso el envío de 50 000 soldados peninsulares, tras una movilización de reservistas que dio lugar a la Semana Trágica de Barcelona. «Incomprensiblemente —señala Albi— el Gurugú, de tan señalada importancia por su dominio sobre Melilla, no fue ocupado ni fortificado… Tras Annual se pagaría por ello».
BARRANCO DEL LOBO
A fines de julio de 1909, mientras la población de Barcelona levanta barricadas en las calles para impedir el reclutamiento forzoso de reservistas decretado por el Gobierno, la situación en Marruecos se deteriora. Desde Madrid deciden apoyar a El Roghí a cambio de obtener la concesión de las explotaciones mineras, pero al final, la rebelión contra el insumiso rifeño tuvo éxito. Sus adversarios lo cercaron y entregaron al sultán, que lo llevó prisionero a Fez. Encerrado en una jaula de hierro, se dice que fue pasto de los leones.
El Roghí o Bu Hamra («el tío de la burra»), como también era apodado, había ofrecido a España un arriendo de 99 años sobre los yacimientos de hierro de Uixán a un consorcio minero español. Francia adquiere también otros yacimientos en el Rif, haciendo caso omiso de las quejas del sultán de Marruecos. La venta de los recursos mineros rifeños que motivó que las cabilas adversarias atacaran a El Roghí y lo entregaran al sultán Muley Hafiz.
Mientras se produce la Semana Trágica de Barcelona, en la ladera del Gurugú una columna dirigida por el general Guillermo Pintos se adentra en el Barranco del Lobo. Las tropas españolas sufren una emboscada desastrosa y el propio Pintos muere en la acción. En Madrid, el Gobierno, cogido entre la posibilidad de perder Melilla y la sublevación popular de la Semana Trágica con casi un centenar de muertos, reprime las protestas con mano dura. Se envían tropas a Melilla para devolver la tranquilidad a la zona, pero las bajas son importantes. Solo en el Gurugú morirán un general, 17 jefes y oficiales y 136 soldados de tropa, y los heridos son casi 600.
Durante el mes de agosto los refuerzos se concentran en los alrededores de Melilla, hasta llegar unos 40 000 hombres, el equivalente a cuatro divisiones.
El general José Marina Vega, gobernador militar de Melilla, se hace cargo de las operaciones para recuperar el macizo del Gurugú. Descarta un ataque frontal y decide una maniobra por los flancos en forma de tenaza que termina con éxito el 22 de septiembre de 1909, cuando la división de Álvarez de Sotomayor se apodera de la vertiente norte del Gurugú y ocupa el Zoco-el-Had de Beni Sicar. Una operación que pocos días después permite ocupar Nador y Zeluán. La toma del Gurugú se celebra en España como un triunfo que pone fin a la campaña de 1909. La acción bélica cuesta cientos de bajas por la ocupación de solo 300 km2 en el Rif oriental. Una región pobre poblada por las cabilas de Mestasa, Beni Gmid, Beni Bufrah, Targuist, Ketama, Beni Ammart, Beni Urriaguel, Bakoya, Beni Yetteft, Beni Tuzzi, Geznaya, Senhaya, Temsaman, Beni Uliksek, Tafersit, Metalsa, Beni Said, Beni Bugafar, Mzuza, Beni Buifruz, Beni Sidel, Beni Buyahi, Ulad Stut y Kebdana.
Foto de Campúa en el momento triunfal de la conquista del Gurugú.
LAS TRES CARGAS DE CAVALCANTI
Como un precedente de lo que sería la actuación del Regimiento Alcántara en la retirada de Annual, el 20 de septiembre de 1909 tiene lugar el combate de Taxdirt, próximo a Melilla, recordado por las tres cargas que el 4º Escuadrón del 21 Regimiento de Cazadores «Alfonso XII» realizó en las operaciones militares que siguieron al Barranco del Lobo. Ese día, la 2ª Brigada Mixta de Cazadores (unos 3.500 hombres) se vio enfrentada a una harka de unos 2000 rifeños de la cabila de Beni Sicar. El Batallón «Cataluña» de la Brigada Mixta inició el repliegue para municionar, lo que el enemigo aprovechó para tratar de romper la línea española. El general Tovar, que estaba al mando de la fuerza, decidió entonces, para auxiliar al batallón, enviar a la única unidad de caballería disponible: el 4º Escuadrón de 65 jinetes que mandaba el teniente coronel José Cavalcanti de Alburquerque.
José Cavalcanti (1871-1937). Famoso por la carga de Taxdirt. Apoyó el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923 y la «Sanjurjada» de 1932. Estaba casado con Blanca Quiroga, hija de la escritora Emilia Pardo Bazán.
Cavalcanti situó a sus hombres a cubierto en un cañaveral y desde allí realizó tres cargas seguidas hasta conseguir sorprender y desbandar al enemigo. En la tercera carga solo participaron veinte jinetes, ya que el resto había caído o estaba combatiendo pie a tierra, aguantando el contraataque enemigo. La intervención de la caballería permitió el repliegue de los batallones de infantería, que pudieron mantener la línea y dispersar a los rifeños. Las bajas del escuadrón fueron 25 hombres, entre muertos y heridos, y veintinueve caballos muertos, y por esta acción a Cavalcanti se le concedió la Laureada de San Fernando en febrero de 1910. Poco después le fue otorgada la misma condecoración a todo el Regimiento de Cazadores presente en el combate de Taxdirt.
LA CAPITANÍA GENERAL
El 1 de junio de 1910 se crea la Capitanía General de Melilla y el general Marina es ascendido a teniente general, pero dimite y es relevado pocos meses después por José García Aldave. Marina era consciente de que había que ocupar realmente el terreno que circunda Melilla y completar la toma del Gurugú, pues aún quedaban por conquistar los picos de Atatlén, en la vertiente sur del macizo, y Ait Aixa, en la septentrional, algo que se irá completando con lentitud en meses posteriores.
Cuando en octubre de 1910 el teniente general Aldave se hace cargo de la capitanía general melillense, las fuerzas que guarnecen ese territorio se distribuyen entre la Columna de Nador (3 batallones de cazadores de infantería, 2 escuadrones y 4 baterías), la Columna de Reserva de Melilla (6 batallones de infantería, 2 escuadrones de caballería y 2 baterías de montaña) y 52 posiciones repartidas en las inmediaciones de la ciudad de Melilla y otros puntos cercanos.
Según el ministro de la Guerra español de turno esas columnas eran suficientes para «resistir los ataques poco considerables de la harka, pero podrían no serlo si el contingente de ella fuera numeroso y acometiera por varios puntos de nuestro extenso frente». Había, pues, preocupación por la desproporción entre las fuerzas disponibles y el amplio frente a mantener. Por ello se consideraba conveniente tener dispuestos en la Península, listos para ir a Melilla, cuatro batallones, otro regimiento de caballería y un barco de guerra en apoyo de la posición de Yazanen, próxima a la costa3. La situación, aparentemente tranquila, permite en enero de 1911 la visita oficial del rey Alfonso XIII a Melilla, que rinde tributo a la memoria de los caídos y derriba simbólicamente la vieja muralla para permitir la expansión de la ciudad.
A mediados de mayo de 1911, la fuerza principal de Melilla toma Ras Medua, y en julio se ocupa el monte Harcha y las inmediaciones de la desembocadura del Kert, lo que produce inquietud en las cabilas al otro lado del río.
En ese tiempo, el tipo de guerra irregular de los rifeños y las muchas bajas sufridas en 1909 impulsan la creación de una tropa nativa de Regulares con oficialidad europea (semejante a la que ya tienen otras potencias coloniales) y capaz de actuar como fuerza de choque. Por Real Orden Circular (ROC.) del 30 de junio de 1911 se implanta así un batallón marroquí (tabor) con una fuerza de cuatro compañías (mías) de infantería y un escuadrón de caballería. El organizador y primer jefe de esta unidad es el teniente coronel Dámaso Berenguer y Fusté, con mando en la ciudad de Melilla.
LLEGA EL ALCÁNTARA
El 24 de agosto de 1911, un destacamento de la Comisión Topográfica de Melilla es atacado por los rifeños mientras levanta planos en la zona del Kert. Hay varios españoles decapitados. Sus cabezas se pasean por los zocos, y en represalia se emprende una operación de castigo. El ministro de la Guerra ordena que «el castigo sea muy duro y muy rápido para que sirva de escarmiento a los moros y satisfacción de nuestras tropas». Varios poblados rifeños son destruidos, con exigencia de que los responsables sean entregados, pero nueve cabilas rebeldes reaccionan al castigo y se suman a la rebelión. La gravedad de la situación espolea al general García Aldave a pedir refuerzos al Gobierno.
Se hace necesario enviar, al menos, una brigada de infantería y un regimiento de caballería, además de unos 5.000 hombres de refuerzo desde la Península, que se unen a los 20 000 ya existentes.
El Alcántara embarca en Valencia con destino a Melilla.
La nueva fuerza expedicionaria, a las órdenes del general Villalón Fuentes, incluye media brigada de Cazadores del Campo de Gibraltar, un Grupo de ametralladoras de la 1ª Brigada de la 3ª División, una brigada preparada en Málaga, y el Regimiento de Caballería Alcántara nº 14, integrado en la guarnición de Valencia.
El 11 de septiembre de 1911 el Alcántara procede al embarque en El Grao valenciano, mientras la harka rebelde ataca las posiciones en Ishafen e Imarufen, donde se producen durísimos combates. Los tenientes de infantería en la posición de Ishafen (Carpintier y Martínez Cortés) y el capitán Jiménez Ortoneda, que combate en Imarufen, son recompensados con sendas cruces laureadas de San Fernando.
Ante la clara situación de guerra, el 4 de octubre de 1911 se reorganizan las tropas de la Capitanía General de Melilla, con la caballería integrada por los regimientos Taxdirt y Alcántara, y el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas, que en ese momento solo tenía un escuadrón, ampliado luego a 6 compañías de infantería y 3 escuadrones de caballería en 1912. Una fuerza a la que se añade la Policía Indígena montada, más los combatientes irregulares de las harkas amigas. En las operaciones se integra también la Brigada Disciplinaria, que contaba con dos compañías a las que iban destinados los soldados procedentes de unidades condenados por delitos o faltas graves.
Tras el desembarco y un breve periodo de adaptación al conjunto de las operaciones, el Alcántara comienza su actividad en el Rif. Sus efectivos son menores que los del veterano regimiento expedicionario de Txardit, que en ese momento dispone de unos 1.100 hombres.
EL PROTECTORADO TOMA FORMA
Tras el reparto de 1912, el Protectorado español en Marruecos quedó dividido en tres comandancias generales con cabeceras en Ceuta, Melilla y Larache. El Protectorado se hizo definitivo tras un acuerdo franco-hispano el 27 de noviembre de 1912, pero, contra lo que algunos pensaron, acarreó muchos más problemas de los previstos.
El dominio de España en su protectorado no fue nada fácil ni económicamente muy rentable. La ocupación militar del protectorado español en Marruecos estaba resultando una operación difícil y costosa porque el ejército español estaba mal preparado y carecía de recursos. Además, las características del Rif no ayudaban, puesto que era una zona muy montañosa, mal comunicada y ocupada por distintas tribus4.
En febrero de 1913 las tropas del comandante general de Ceuta, general Felipe Alfau Mendoza, entran en Tetuán sin oposición. Alfau es nombrado alto comisario y poco después ascendido a teniente general, dejando establecida una dualidad de mando que daría origen a muchas fricciones. Al alto comisario le correspondía la inspección de todas las fuerzas militares del Protectorado, pero el control directo de las tropas era de los comandantes generales.
Poco a poco, la política de buena vecindad con los rifeños se fue deteriorando a pesar de las buenas intenciones de Alfau. A esto contribuyó la aparición de Muley Ahmed ben Sidi Mohamed Raisuni, conocido por los españoles como El Raisuni, una mezcla de barón feudal y bandido que se declaró en rebeldía contra el sultán de Marruecos y colaboró con la autoridad española hasta que fue depuesto en 1912. A partir de ahí, El Raisuni mantuvo una guerra de guerrillas contra el sultán marroquí y el ejército español, hasta ser derrotado y obligado a exiliarse en sus dominios de Tazarut. Posteriormente, tras la retirada española de Xauen en diciembre de 1924, fue capturado por los seguidores de Abd-el-Krim y murió abandonado en Axdir, víctima de la hidropesía.
Los enfrentamientos armados en la zona de Tetuán y las fricciones con el general Menacho, comandante general de Ceuta, provocaron la dimisión de Alfau, que fue sustituido en agosto de 1913 por el teniente general Marina Vega, buen conocedor del problema marroquí.
La ocupación del territorio occidental del Protectorado se fue consiguiendo lentamente, con la creación de numerosas posiciones a finales de 1913, y el año transcurrió con relativa calma. Cuando comienza la Primera Guerra Mundial en 1914, el gobierno español se declara neutral.
Buscando el entendimiento con los rifeños, el general Marina accede a abrir negociaciones con El Raisuni. Con esta intención, a primeros de 1915, concedió un salvoconducto secreto a un mediador entre el cónsul Zugasti en Tánger y El Raisuni, asentado en su feudo de Tazarut, para lograr un acuerdo con el gobierno español.
Pero el mediador y su asistente son misteriosamente asesinados en las cercanías del campamento español de Cuesta Colorada, y sus cadáveres, arrojados al río Uad-el-Hashef. Al conocer la noticia, Marina inicia una investigación para esclarecer los asesinatos y pide el relevo de Fernández Silvestre, por entonces general de brigada y comandante general de Larache (a quien considera implicado en el suceso), al tiempo que presenta su dimisión como alto comisario. El Gobierno aceptó de inmediato la dimisión del general Marina. Fernández Silvestre, sospechoso de amparar el crimen, es nombrado ayudante del rey Alfonso XIII y exonerado de cualquier responsabilidad en la investigación.
En julio de 1915 toma posesión de la Alta Comisaría del Protectorado el general Francisco Gómez Jordana, que incluye la jefatura del Ejército de África. Tiene órdenes estrictas del presidente del gobierno, conde de Romanones, de llevar a cabo su misión de forma pacífica y fomentar el reclutamiento del personal marroquí. Estas tropas se distribuirían en «mehalas» obedientes a la autoridad del sultán (Majzén), Fuerzas Regulares, Policía Indígena y harkas auxiliares.
El general Gómez Jordana en una visita al Zoco el Had, en febrero de 1913.
Durante la Primera Guerra Mundial (1914-18) apenas hay hechos militares destacables en el Protectorado y prosigue la política de negociación con los rifeños, eludiendo la confrontación con El Raisuni, que seguía ocupando parte de la región de Yebala y de la zona occidental del Rif.
Solo se registra una acción militar de importancia en junio de 1916 en los alrededores de Biut, como represalia por los ataques de grupos rebeldes que ponían en peligro la comunicación entre Ceuta y Tetuán.
Las opiniones coinciden en que Gómez Jordana llevó a cabo una eficaz labor diplomática y militar durante los años de la Primera Guerra Mundial, desde su puesto de alto comisario. Tuvo claro que el desembarco en Alhucemas era la clave de la pacificación del Protectorado, pero el gobierno no quería problemas y prefirió dejar las cosas como estaban, aunque Jordana tenía ya un plan muy avanzado en este sentido. Murió en noviembre de 1918 en su despacho de Tetuán, cuando acababa de terminar un detallado informe sobre la situación en la zona ocupada por España. La solución, que luego el general y dictador Miguel Primo de Rivera llevaría a cabo, pasaba por someter a las cabilas de los Beni Urriaguel, corazón de la resistencia rifeña, mediante un desembarco en Alhucemas, para conectar y pacificar las zonas oriental y occidental del Protectorado.
LA LEGIÓN
En este periodo, se producen también ligeros avances en el territorio próximo a Melilla. Se ocupa la llanura del Garet y se alcanza Batel, donde llega la línea del ferrocarril de vía estrecha desde Melilla.Cuando fallece Gómez Jordana, el Gobierno decide reestructurar el mando del Protectorado. El puesto de alto comisario pasa a ser una función política, desgajada de la militar, y los comandantes militares van a depender directamente de Madrid, una decisión poco afortunada que complica las competencias en la alta dirección del Marruecos español.
El sucesor de Jordana como alto comisario es el general Dámaso Berenguer y Fusté, hasta entonces ministro de la Guerra en los gobiernos de Manuel García Prieto y el Conde de Romanones, que tras la caída de la Dictadura intentó, sin éxito, restablecer la normalidad constitucional. Berenguer rechaza la oferta que le hace El Raisuni de retirar a las tropas españolas para que sus mehalas se encarguen del control y la seguridad del territorio, y el alto comisario, siguiendo instrucciones de Romanones, retoma la política de penetración en las zonas insumisas. Acorde con las nuevas directrices, Berenguer emprende una serie de operaciones desde Ceuta, Tetuán y Larache para acabar con la resistencia de El Raisuni en Yebala, lo que se logra en octubre de 1919, aunque el cabecilla rifeño logra escapar.
Con esta conquista se aseguran las comunicaciones en el triángulo Larache-Tánger-Tetuán y se establece una base de partida para la ocupación de la ciudad santa musulmana de Xauen.
Por esas fechas, el teniente coronel José Millán Astray crea el 28 de enero de 1920 el Tercio de Extranjeros y es nombrado primer jefe de esa unidad el 2 de septiembre del mismo año. Lo que Millán Astray se propone es formar un cuerpo de choque voluntario, bien entrenado, que actúe siempre como punta de lanza en los lugares de mayor riesgo y ahorre bajas de soldados peninsulares. Tiene como ejemplo inmediato a la Legión Extranjera francesa, pero adoptando los nombres y símbolos de los viejos tercios de España en los siglos XVI y XVII. El Tercio se organiza en una Plana Mayor de mando, otra administrativa, cuatro compañías de depósito para instrucción y alojamiento de los alistados voluntarios5 y 3 banderas o batallones, a las que se fueron añadiendo seis más hasta enero de 1926.
Primera jura de bandera de la Legión, el 21 de octubre de 1920 en el Tarajal de Ceuta. En el acto se muestra la enseña nacional del Regimiento Ceuta.
El mando de la I Bandera se asignó al comandante Francisco Franco Bahamonde, el de la II quedó a cargo del comandante Cirujeda Gayoso, y el de la III se dio al comandante José Candeira Sestelo.
En octubre de 1920, tras un importante apoyo artillero, Berenguer entra en Xauen, una ciudad de la que se decía que nunca había sido hollada por los no musulmanes; y en febrero del mismo año es nombrado comandante general de Melilla el general Manuel Fernández Silvestre, que antes había sido comandante militar de Ceuta. De segundo jefe queda el general de brigada Felipe Navarro y Ceballos-Escalera, barón de Casa Davalillos.
Era opinión extendida que Fernández Silvestre aspiraba al cargo de alto comisario, que ya ocupaba Berenguer. Eso le hizo sentirse, seguramente, frustrado en sus aspiraciones, lo que repercutió en la frecuente falta de entendimiento entre las dos máximas autoridades del Protectorado.
EL MINISTRO, SATISFECHO
En todo caso, Silvestre contaba ya en Melilla con un ambicioso plan, con el tácito consentimiento de Berenguer, para la ocupación del territorio del Rif oriental y la conquista de la bahía de Alhucemas, algo que debía realizarse en varias etapas. En mayo de 1920 se ocupó Dar Drius y Ainkert, y a mediados de junio visitó el territorio el ministro de la Guerra, Luis Marichalar y Monreal, vizconde de Eza, que se manifestó satisfecho con la progresión territorial desde Melilla.
Las operaciones continuaron con la ocupación de Tafersit y Buhafora, pero estos últimos avances levantaron agitación en las cabilas y el alto comisario se mostró prudente. Pidió a Silvestre paralizar momentáneamente las acciones hasta consolidar lo ya conseguido, algo a lo que el comandante general de Melilla accedió a regañadientes. Sería una tregua temporal hasta conseguir de nuevo el permiso de Berenguer para reanudar los avances.
En diciembre de 1920 Silvestre negoció con los Beni Said para ocupar el monte Mauro, uno de los focos de la rebelión, y pese a la velada oposición de los rifeños, atacó y logró su objetivo sin apenas oposición.
Se inicia así, bajo auspicios favorables, el fatídico año de 1921. En enero de esa fecha Silvestre dispone de unos 25 000 hombres, de los que unos 20 000 son españoles, pero las cifras —como han destacado muchos autores— eran engañosas. Gran parte de estos efectivos (unos 6700) eran «destinos» asignados a trabajos no combatientes, y más de 10 000 estaban repartidos en unas 120 posiciones poco operativas; muchas de ellas aisladas, faltas de agua y con escasos recursos defensivos. Las tropas que habitualmente entraban en combate eran los Regulares (unos 1600), la Policía Indígena (unos 3000) y algunas harkas moras auxiliares. El resto lo componían soldados de reemplazo no fogueados y en muchos casos mal equipados.
«Por su parte, la oficialidad —salvo honrosas excepciones— cumplía sus funciones de manera muy relajada, pasando gran parte del tiempo en Melilla o en la Península y delegando el mando de las unidades en personal subalterno. Esta actitud se contagió a la disciplina y moral de la tropa»6.
El 15 de enero de 1921 es ocupada la posición de Annual y Silvestre, animado por la facilidad de los últimos avances, decide instalar en ese punto un gran campamento base con la vista puesta en la ocupación de Alhucemas.
Plano del campamento de Annual que figura en la «Información mandada instruir por el Coronel del Regimiento de Infantería Ceriñola nº42, Ángel Morales Reynoso, sobre la actuación del mismo... hasta la retirada del mismo el 22 de julio de 1922».
AHN, FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.51,N.39 - 27
Annual, nombre maldito para España, se vislumbra como una gran campa irregular rodeada de montes y situada unos 60 km al oeste de Melilla, que pertenecía a la cabila de los Beni Ulichek. En junio de 1921 la posición estaba asignada al Regimiento de Infantería (RI) Ceriñola nº42, compuesto por 3 batallones de 6 compañías de fusiles y una compañía de ametralladoras por batallón. En total, poco más de 3000 hombres al mando del coronel Morales Reinoso, que pronto llegarían a unos 5000.
ABD-EL-KRIM
En todo este proceso ha surgido entretanto una figura clave que marcará la guerra del Rif. Su nombre, que se haría famoso en toda España y en Marruecos, es Mohamed Abd-el-Krim el Jatabi.
Nacido en 1882 en Tafersit, hijo de un cadí (juez civil) del clan de los Ait Jattab, de la facción de los Beni Urriaguel, Abd-el-Krim empezó siendo un adepto a la causa española. Cursó el bachillerato en Tetuán y Melilla, y estudió derecho en Fez y Salamanca. Seguramente hubiera sido un buen servidor de la administración del Protectorado de no ser por una serie de circunstancias, que terminaron convirtiéndolo en el gran enemigo de la causa española y en caudillo de la resistencia rifeña.
La familia Abd-el-Krim vivió en Tetuán, y el padre tuvo problemas en su cabila por su amistad con los españoles, que le quemaron la casa.
Por esas fechas el Rif se había convertido ya en un embrollo político-militar. El jefe de la Oficina Central de Melilla, coronel Riquelme, convoca a Abd-el-Krim y le propone avivar el sentimiento antifrancés, con el respaldo de Turquía y Alemania. Eso ayudaría al ejército español a ir ocupando el Rif sin problemas. De este modo, la política española obtendría el apoyo indirecto de los rifeños que desean unirse a los turcos contra Francia. Pero el Gobierno de Madrid se muestra tajantemente contrario a esta política. Ni por un momento —ordena la diplomacia española— hay que apoyar a Turquía o Alemania. Neutralidad ante todo. Además, la expansión española en el Rif debe llevarse a cabo sin rémoras. Con esto, la antigua amistad de los Beni Urriaguel, que pretendían una alianza antifrancesa con España, da un giro radical y empieza a resquebrajarse.
Entretanto, la carrera profesional de Abd-el-Krim se presenta brillante. El director de la Oficina de Asuntos Indígenas en Melilla, Gabriel Morales, le designa juez de las regiones musulmanas del Rif, y en 1913 es nombrado Caballero de la Orden de Isabel la Católica y promovido a cadí de Melilla.
A los 32 años, tras haber sido traductor de árabe y articulista en El Telegrama del Rif, el principal periódico de Melilla, Abd-el-Krim ya es considerado jefe de cadíes. La Primera Guerra Mundial, en la que participa Turquía al lado de Alemania, refuerza las intenciones de Abd-el-Krim y su padre de aliarse contra Francia, a la que consideran el mayor enemigo del mundo musulmán. Ambos, padre e hijo, aspiran ahora a un Rif independiente en el Magreb.
Abd.el-Krim el Jatabi.
Pero las cosas se torcieron cuando los franceses les acusaron de trabajar en favor de Alemania durante la Guerra Mundial. El servicio de información español en Alhucemas culpa a la familia Abdelkrim de colaborar con Turquía y Alemania en contra de los intereses de España. Las simpatías del cadí rifeño por la causa otomana son patentes, y el alto comisario precipita las cosas. Acusa de alta traición a Abd-el-Krim y ordena su detención y encarcelamiento. Por las presiones de Francia, temerosa de un levantamiento antifrancés apoyado por Turquía, la autoridad de Melilla encarceló al jefe rifeño en Rostrogordo. A pesar de no ser hallado culpable, siguió preso y, al intentar fugarse para reunirse con su familia, Abd-el-Krim se rompió una pierna. Eso, aparte de dejarle una cojera permanente, fue algo que el jefe rifeño nunca perdonó.
Vuelto a ingresar en prisión, Abd-el-Krim fue puesto en libertad un año más tarde, pero a partir de entonces su actitud hacia los españoles experimentó un vuelco radical. En Axdir, donde se retiró con su familia, empezó a planear el levantamiento en el Rif y a movilizar a las cabilas del territorio.
Más tarde Abd-el-Krim recobrará sus funciones y se proclamará amigo de España, pero se trataba de una fachada. En realidad, ya había empezado a trabajar activamente contra la presencia española. La suerte está echada y ha apostado por expulsar del Rif a los españoles. En julio-agosto de 1921 declaró independiente el territorio rifeño, tras producirse el desastre de Annual, y en 1923 proclamó la República del Rif con el fin de liberar todo Marruecos de la dominación extranjera.
UN REGIMIENTO CON HISTORIA
Los orígenes remotos del regimiento Alcántara hay que rastrearlos en el siglo XVII, durante la guerra de Flandes. La fecha exacta es 1656, cuando se crea en los Paises Bajos una unidad de caballería conocida como «Trozo de Nestién», por deformación del nombre de su maestre de campo, Jean François Ennètieres, en tiempos del reinado de Felipe IV.
El «Trozo», como sinónimo de «cuerpo de caballería», tenía su base en Bruselas y estaba formado por ocho compañías a caballo. Todavía esas compañías montadas no se denominaban escuadrones, ya que la palabra se aplicaba entonces a una unidad superior de infantería en orden de batalla.
En el lema de la fuerza de caballería que se crea en Flandes figura la expresión latina HOEC NUBILA TOLLUNT OBSTANTIA SICUT SOL (Disipa como el sol las nubes a su paso). En su estandarte de damasco carmesí llevaba la cruz de Alcántara.
Los orígenes del futuro regimiento van ligados al nombre de Alcántara como una de las cuatro órdenes militares principales que surgieron durante el periodo medieval de la Reconquista en la Península Ibérica.
La Orden de Alcántara apareció en 1176 en el reino de León, con la misión principal de combatir a los musulmanes, pero su campo de actuación estaba muy restringido a Extremadura, con sus encomiendas agrupadas en dos comarcas: Alcántara y La Serena.
A lo largo de la historia de España han sido varias las agrupaciones de caballería cuya denominación alude a personajes célebres, ciudades, batallas o un lema relacionado con algún hecho de armas en el que hubieran tomado parte, como el que llevaba el Regimiento de Caballería Alcántara nº 33: «El primero en el peligro».
Caballeros y caballos han coexistido desde la antigüedad remota, cuando la caballería se generaliza en los ejércitos. Más adelante se llegaron a promulgar leyes que fomentaban la cría caballar. Un ejemplo claro de esto se menciona en tiempos del rey castellano Alfonso X el Sabio, con la prohibición de sacar caballos fuera del reino de Castilla bajo severos castigos que podían incluir la pena de muerte.
También sirve de ejemplo la Ley X del Título XXI del Código de las Siete Partidas del mencionado monarca castellano: Caballos y armaduras y armas son cosas que conviene mucho a los caballeros poseerlas buenas, cada una según su natura. Porque con estas han de hacer los hechos de armas, que es su menester, conviene que sean tales que se puedan bien ayudar.
Los caballeros de los ejércitos cristianos en la Edad Media combatían «a la brida», con estribos largos apoyados en las piernas rectas, y los musulmanes lo hacían «a la jineta», con estribos cortos, piernas anguladas y silla y frenos livianos. Los cristianos iban revestidos de armadura y necesitaban caballos grandes y fuertes que soportaran el peso, mientras que los sarracenos montaban más ligeros, con caballos más veloces y de menor envergadura, pero según fue decantándose la contienda en España a favor de los cristianos, la monta a la jineta se fue extendiendo hasta los regimientos de caballería modernos7.
HISTORIAL GUERRERO
No tardó mucho el «Trozo de Nestién» en pelear en los Países Bajos. Al año de su creación, esa caballería, bajo las órdenes de Juan José de Austria, socorre a la sitiada ciudad francesa de Valenciennes (1657) y participa en las batallas de Las Dunas (1658), Lille (1667), Seneffe (1674), Saint Denis (1687) y Fleurus (1690). En la Guerra de Sucesión se traslada a Italia y combate a favor del bando borbónico en Luzzara contra los austriacos. Ya en España, en 1710 interviene en Zaragoza, Igualada y Portugal en la guerra civil sucesoria que terminaría dando la victoria al rey Felipe V, nieto de Luis XIV.
A raíz de la reestructuración militar que impone la nueva dinastía borbónica, surge el nombre de Regimiento de Alcántara 7º de Caballería, como heredero de la primitiva unidad nacida en los Países Bajos.El Alcántara participó en la Guerra de la Independencia (1808-1814) en las batallas de Somosierra, Almonacid y Valls, y fue disuelto en 1823, al final del Trienio Liberal. En 1844 reaparece como Regimiento de Lanceros de Alcántara 16º de Caballería, acantonado en Alcalá de Henares. Más tarde, después de varios cambios de guarnición, fue reorganizado en 1859 como Regimiento de Cazadores de Alcántara 14º de Caballería, con sucesivas estancias en Reus, Lérida y Barcelona; y en 1895 embarcó a Cuba, donde combatió hasta el final de la guerra hispano-norteamericana.
Enseña del Regimiento de Cazadores de Alcántara, que combatió en la guerra hispanonorteamericana de Cuba.
Cuando llega la derrota del 98, el Alcántara regresa a la Península, y en Valencia permanece hasta septiembre de 1911, cuando embarca de nuevo, esta vez a Melilla, como regimiento expedicionario en la guerra del Rif. Esa sería su tumba hasta que la unidad resucite muchos años después con el nombre de Regimiento de Caballería Acorazado Alcántara nº 10, que ostenta en la actualidad.
PAELLA Y ACUARTELAMIENTO
Los primeros efectivos del Regimiento de Caballería Alcántara nº 14 empezaron a llegar a Melilla en la mañana del 10 de septiembre de 1911 procedentes del puerto de Valencia, en el vapor Luis Vives. Dos días antes, la unidad había recibido la orden de incorporarse a las campañas que se estaban desarrollando en la zona del río Kert. Era la primera vez que el Regimiento iba destinado a África.
Durante esa mañana desembarcaron en Melilla, al mando del coronel Pedro Font de Mora y Jáuregui, 23 oficiales, 294 de tropa y 285 caballos. Al finalizar las tareas de tocar puerto se les sirvió a los soldados una paella, después de la cual fueron alojados en el acuartelamiento de Martelete, cercano al fuerte de San Miguel.
Al igual que ocurrió en 1909 hubo que recurrir al envío de unidades peninsulares ante la escasez de tropas en Marruecos, y entre los nuevos refuerzos, como ya se ha indicado, estaba el Regimiento de Caballería Alcántara, de guarnición en Valencia.
Aprobada la solicitud por vía oficial, el Alcántara pasó de estar destinado en Valencia a trasladarse a Marruecos el 8 de septiembre de 1911, junto con otras unidades ya preparadas en Málaga y Algeciras.
Nada más llegar a Melilla el 10 de septiembre se inician las operaciones, y el regimiento se instala en lo que era entonces el cuartel del Regimiento de Caballería Taxdirt, un acuartelamiento vinculado tiempo atrás a esa Arma desde el siglo XIX. En 1912 el Alcántara pasó al cuartel, entonces sede del Regimiento de Infantería (RI) San Fernando, y asignado a esa Capitanía General fue agregado a la columna que mandaba el general Orozco.
La tranquilidad de la estancia del Regimiento en Melilla fue muy breve. Dos días después salieron para Nador dos escuadrones del Alcántara junto con los batallones de Cazadores que habían llegado el 11 de septiembre.
Cuando el gobierno de Madrid decide enviar al Regimiento Alcántara a Marruecos en 1911 había nueve cabilas rebeldes hostigando a las tropas españolas en el Rif. Aunque no se trataba de una guerra declarada, los tiroteos eran frecuentes, y se producían importantes ataques persistentes a posiciones como Talusit Bajo, el 5 de septiembre.
El Regimiento actúa en Melilla en 1911 coincidiendo con la agresión al equipo topográfico que trabajaba en las cercanías del río Kert. El incidente, con varios muertos, trasciende lo que podría haber sido una operación policial para convertirse en una guerra contra las cabilas hostiles, en lo que se conoce como la campaña del Kert.
La gravedad de la situación hizo necesario reorganizar la Capitanía General de Melilla en octubre de 1911. A los dos regimientos de caballería (Taxdirt y Alcántara) se unió el escuadrón del Grupo de Fuerzas Regulares, la Policía Indígena montada y los irregulares a caballo de las harkas amigas.
PRIMEROS COMBATES DEL ALCÁNTARA
A primeros de octubre de 1911 el Alcántara recibe su bautismo de fuego cuando sale del campamento de Ihadumen una columna al mando del general Orozco. La componen seis batallones de infantería, tres escuadrones del Txardit y uno del Alcántara que había salido de Imarufen.
Poco después el regimiento organizó un quinto escuadrón con personal del Regimiento de Cazadores de Taxdirt nº 29 de Caballería, en cuyo cuartel de Melilla se alojaba el Alcántara.
Según el coronel de intendencia Francisco Saco Gandarillas, las primeras operaciones en las que participó el Alcántara tuvieron lugar en el llamado combate de Ifratuata, el 7 de octubre, y el 19 del mismo mes intervino en un reconocimiento al norte de la cabila de Beni bu Yahi con dos escuadrones; uno desde Zeluán con el coronel Núñez del Prado, y otro desde Ishafen, con el coronel Font de Mora, jefe del Regimiento. Luego actúa en la ocupación de Talusit, el 16 de noviembre, con 3 escuadrones en la columna del general Aguilera y una sección con el general Pereyra8.
Muy pronto intervino el regimiento en los combates de la campaña del Kert, distinguiéndose el 16 de noviembre en la ocupación de las lomas de Talusit, con tres escuadrones que operaban entre dos columnas mayores. Por esta acción se otorgó al mencionado coronel jefe del Alcántara la cruz roja de primera clase al Mérito Militar, y esa fue la primera condecoración que obtuvo un mando combatiente del regimiento en el Rif.
Tras asegurar la parte baja del río Kert y el Gurugú, el gobierno español pactó con los rifeños rebeldes una tregua, aunque la situación estaba lejos de haber sido superada. Se producen nuevos ataques en el Kert acaudillados por El Mizzian, y el Gobierno vuelve a enviar refuerzos. A partir de ahí se paralizaron las operaciones ofensivas hasta que en mayo las fuerzas del líder rifeño El Mizzian cruzaron una vez más el Kert y atacaron Tauriat Hamed y los convoyes a Ishafen y Yadumen.
En respuesta, varias columnas de caballería avanzaron para hacer frente a los harqueños y cuando el tiroteo se intensificó apareció muerto El Mizzian, el tenaz enemigo de la presencia española en el Rif, abatido por los Regulares.
El 23 de diciembre de 1911 el Alcántara interviene con tres escuadrones en la protección de los convoyes de Yazanen y de Ishafen, y participa activamente en una serie de acciones que permiten al mando español ir avanzando palmo a palmo, haciendo frente a acciones de hostigamiento y guerrilla constantes.
El teniente de caballería Teófilo Moriones y Lárraga, primer muerto en combate del Alcántara.
En misiones similares, para detener penetraciones enemigas, el Alcántara se bate desde Iazanem e Ishafen con sendos escuadrones integrados en las columnas del coronel Aizpuru y del general Ros. Otra columna al mando de Leónides de los Santos, comandante del Alcántara, interviene con un escuadrón el 22 de diciembre, y en esa acción la unidad tiene su primer herido. Se trata del teniente Miguel Manso de Zúñiga, que fue ascendido a capitán por méritos de campaña.
Un día después la unidad participa en el asedio y liberación de Taurial Zag y en el combate de Izarrora, uno de los más sangrientos de esa campaña. Un escuadrón del Alcántara combate en Tumiat, otra sección libra acciones con la columna de Aizpuru, y el regimiento tiene su primer muerto en combate: el teniente Teófilo Moriones Lárraga. Herido en este episodio resulta el segundo teniente Roberto White Santiago, que más tarde se distinguiría por su valor en acciones aéreas en el Rif.
MUERTE DE EL MIZZIAN
Como acciones más destacadas del Alcántara en 1911 se citan las de Izarrora, para sostener la orilla izquierda del río Kert, la ocupación de Monte Arruit y los combates que causaron la muerte en los barrancos de Beni Sidel del cherife Sidi Mohamed Amezián (El Mizzian) en mayo de ese mismo año por un escuadrón de Regulares. Eso llevó al apaciguamiento de la mayoría de las cabilas rebeldes pocos meses después, y supuso el final de la campaña del Kert y el retorno a la Península de numerosas unidades.
El Mizzian, líder de los rebeldes rifeños que combatió a los españoles antes del levantamiento de Abd-el-Krim. Su hijo Mohamed ben Mizzian fue capitán general de Galicia y participó en la Guerra Civil al mando de la 1ª División de Navarra.
El combate de Izarrora demostró la necesidad de aumentar los refuerzos enviados a Marruecos. El Regimiento de Caballería Lusitania llega con el añadido dos escuadrones del Regimiento Alfonso XII, y se forma una brigada eventual al mando del general Eladio Andino y del Solar. Cuatro escuadrones de sables del Alcántara son enviados a la División provisional del general Larrea, y el 18 de enero de 1912 toman parte en la conquista de Monte Arruit, una posición importante al sur de Zeluán, que era encrucijada de caminos en el Rif oriental.
Con la muerte de El Mizzian los cabileños se fueron aquietando, y algunos de los principales jefes rifeños prestaron forzada sumisión, con lo que se dio por terminada la campaña del Kert.
Pocos meses antes de la muerte de El Mizzian, los franceses se aprovecharon de la inestabilidad reinante en Marruecos y la tibieza española para tomar la ciudad de Fez en mayo de 1911. Eso decidió al gobierno de Madrid a intervenir militarmente en la zona, ocupando Larache y Alcazalquivir, al sur de Yebala, una región en el noroeste marroquí habitada por las tribus de Anyera, el Hauz, Wad Ras, Beni Msuar, Yebel Habib, Beni Idder, Beni Aros, Beni Lait, Beni Hassan y Beni Hozmar.
Esos acontecimientos cayeron muy mal en Alemania, que ya daba por fracasada la Conferencia de Algeciras. Con el pretexto de proteger los intereses comerciales alemanes, Berlín sitúa en el puerto de Agadir el buque de guerra Panther, reclamando su derecho a actuar en Marruecos como lo habían hecho ya franceses y españoles. Pero Gran Bretaña se opone a que se establezca una base naval alemana en la costa marroquí, y se produce una nueva crisis que se salda en 1912 tras arduas negociaciones. Alemania reconoce la supremacía colonial de Francia en Marruecos, y a cambio obtiene una parte del Congo francés.
LA CABALLERÍA SE REORGANIZA
Los titubeos diplomáticos del gobierno español se manifiestan en la negativa a adherirse al acuerdo hispano-francés de 1912, y a esto siguen nuevas negociaciones que terminan fijando definitivamente las fronteras del Protectorado. Como resultado final, a España se le recortaban más de 70.000 km2 del territorio asignado en la Conferencia de Algeciras, que iban a parar a Francia.
El 25 de diciembre de 1912 se reorganiza la Caballería de Melilla, que pasa a contar con dos regimientos. El más antiguo en la plaza el Taxdirt (desde junio de 1910), y el expedicionario Alcántara, que el 27 de octubre participa en la ocupación de las lomas de Ifrit Aisa, y en la conquista de Imuchgten y Tazarut con dos escuadrones. El 14 de mayo de 1914 se ocupan Sidi Sadik y las alturas de Karns Shaa con cinco columnas, más la agrupación de tropas indígenas. Una de ellas, montada, estaba bajo el mando del coronel García Siñériz con tres escuadrones del Alcántara.
A principios de enero de 1912, la reorganización de las fuerzas de Melilla estableció en Zeluán el cuartel general de la recién creada División provisional que mandaba el general Francisco Larrea. A esta división fueron asignados 4 escuadrones del Alcántara para cubrir el territorio de Quebdana, Ulad Settut y los límites de Beni-bu-Ifrur.
En esos primeros días de enero de 1912 se forma la Brigada Eventual de Caballería, con los regimientos Alcántara y Taxdirt, que operaba ya en territorio de Melilla, más el recién llegado Regimiento Lusitania.
Pero la calma de los regimientos Alcántara y Taxdirt se acaba pronto. En la zona de Monte Mauro empieza a formarse una nueva harka bajo el mando de El Hach Amar el Metalzi y el cherife Sidi Telbaa, sobrino de El Mizzian, con las cabilas de Beni Urriaguel, Metalza y Beni bu Yahi.
El 30 de marzo de ese año se firmó el Tratado de Fez, por el que el sultán Abdel Hafid cedía a Francia la soberanía de Marruecos, reconvertido en un protectorado que dividía el país en dos zonas, la española y la francesa.
En este reparto España recibió de Marruecos los territorios del Rif y Yebala, y el condominio internacional de Tánger. Las ciudades de Ceuta y Melilla no entraban en el reparto, ya que eran territorios españoles reconocidos internacionalmente.
Como síntoma de la timidez de los políticos españoles, Julio Albi destaca que a partir de 1912, cuando se establece el Protectorado, «un Ejército equipado de ametralladoras, artillería y aviación no había podido recorrer la pequeña distancia entre Melilla y Monte Mauro (35 km), ante la resistencia de unas tribus dotadas únicamente de fusiles».
Tras el paréntesis de la Primera Guerra Mundial se reanudan las operaciones en el Rif y el general Silvestre queda al mando de la comandancia general de Melilla. «A partir de entonces —dice el coronel Saro Gandarillas—, el Regimiento Alcántara queda subordinado a la actuación de los escuadrones de Regulares, pues los gobiernos entienden que no debe arriesgarse la vida de los soldados españoles si no es absolutamente preciso».
En agosto de 1916, las fuerzas del Protectorado quedan articuladas en tres divisiones (Melilla, Ceuta y Tetuán), más la brigada de Larache. La caballería de la División de Melilla incluía a los regimientos de Cazadores de Alcántara nº 14 (seis escuadrones) y Taxdirt nº 29 (4 escuadrones). Agregados al Cuartel General de la División quedan el Grupo de Fuerzas Regulares y 10 mías (compañías) de la Policía Indígena.
En cuanto a los escuadrones del Alcántara y del Taxdirt, se reparten así:
2 escuadrones en Melilla
2 escuadrones en Monte Arruit
1 escuadrón en Segangan
1 escuadrón en Zeluán
1 escuadrón en Reyen
1 escuadrón en Kandussi
1 escuadrón en Kadur
1 escuadrón (menos una sección) en Ishafen
1 sección en Tifasor9.
En mayo de 1917, el Alcántara queda como único regimiento de caballería de la Comandancia General de Melilla, con el Taxdirt transferido al territorio de Larache. Los 6 escuadrones del Alcántara se fragmentan por razones operativas en escuadrones, medio escuadrones y secciones entre Melilla, Monte Arruit, Kandussi, Tifasor, Kaddur, Ishafen, Segangan y Zaio.
Como consecuencia de la reorganización por ROC. de marzo de 1917, se fijó la plantilla para el Alcántara en 45 jefes y oficiales y 968 de tropa, con 912 caballos encuadrados en seis escuadrones de sables organizados en dos Grupos.
Ese mismo año se publican en noviembre y diciembre otras dos RO por las que se añade a cada regimiento de caballería un escuadrón mixto compuesto por dos secciones: una de ametralladoras y otra de «obreros y explosivos». Esta última, al mando de un sargento, da preferencia a quienes hubieran trabajado como mineros. Pero dos años más tarde, en 1919, se suprime en el Escuadrón Mixto la sección de Obreros y Explosivos, que se sustituye por una segunda sección de ametralladoras, con lo que queda así el organigrama del Regimiento Alcántara:
Mando y Plana Mayor
Personal:
1 coronel
1 teniente coronel, segundo jefe de regimiento y jefe de instrucción.
3 comandantes: 1 mayor y jefe de contabilidad, 2 jefes de Grupo
3 capitanes: ayudante mayor, cajero y auxiliar de mayoría encargado del repuesto
3 tenientes o alféreces: 2 segundos ayudantes y 1 encargado de la doma de potros
1 capitán médico
2 veterinarios
Contratados:
1 sillero
1 armero
1 suboficial ayudante
4 sargentos: secretaría, mayoría, repuesto y maestro de banda
3 cabos: trompetas, batidores y oficinas
2 soldados carrero.
En la Plana Mayor se incluían 14 caballos de silla de oficial, 4 de silla de tropa y 4 caballos de tiro.
Escuadrones
Cada escuadrón de sables compuesto por:
1 capitán
3 tenientes o alféreces
1 suboficial
4 sargentos
12 cabos
4 trompetas
4 herradores
5 soldados de 1ª
110 soldados de 2ª
Escuadrón del Alcántara el 16-3-1919, Cabila de Ishafem.
En cuanto al Escuadrón de Ametralladoras, el personal incluía un capitán, un suboficial, un soldado asistente, dos soldados escribientes y un forjador. Cada uno de estos escuadrones llevaba dos secciones de ametralladoras al mando de un teniente, y cada sección tres escuadras. Cada escuadra disponía de una ametralladora Colt mod. 1915, más doce cañones de respeto (dos por máquina).
Por otra reorganización en 1917, al marcharse a Larache el regimiento de Taxdirt, el Alcántara pasa a ocupar todo el acuartelamiento en Melilla, donde ya permanecerá hasta el cese de las campañas de Marruecos, con excepción de un escuadrón en el campamento de Dar Drius. Un año antes, en agosto de 1916 las fuerzas del Protectorado español quedan repartidas en 3 Divisiones ( Melilla, Ceuta y Tetuán), más la Brigada de Larache.
Más tarde, el Alcántara interviene en la ocupación de Dar Drius el 24 de junio de 1920 y en labores de vigilancia en la zona, además de conquistar las posiciones de Azru, Hamuda y Tafersit, el 7 de agosto siguiente.
Por las filas del Alcántara pasaron en este periodo muchos oficiales de Caballería distinguidos, como Rafael Pérez Herrera, que se hizo cargo de la unidad al reanudarse las operaciones con el general Silvestre; Leopoldo García Bolois, que fue comandante general de Melilla en la II República; Sebastián Pozas Perea, que llegó a general republicano, y veteranos del regimiento que participaron en los sucesos de Annual, como José Gómez Zaragoza, Julián Triana Blasco, Francisco Alonso Estringana o Rafael Carrasco Egaña10.
PRIMO DE RIVERA
La personalidad más sobresaliente de la historia del Alcántara es el teniente coronel Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, cuya heroica actuación en los sucesos de Annual le asegura un puesto de honor en el panteón de los héroes.
Nacido en Jerez de la Frontera el 30 de julio de 1879, Primo de Rivera perteneció en principio al Arma de Infantería hasta que en 1897 ingresó en la Caballería. Ascendido a segundo teniente en 1898, pasó por las guarniciones de Vitoria, Badajoz y Aranjuez. Al año siguiente estuvo destinado en el regimiento de Lanceros de Villaviciosa, y en 1903, ya primer teniente, pasó al de Lanceros del Príncipe.
En 1906 realizó un curso en la Escuela de Equitación francesa de Saumur, donde permaneció dos años. Consumado jinete, participó en numerosos concursos hípicos. Destinado en la Escuela de Equitación Militar en Madrid ascendió a capitán en enero de 1912 y fue asignado al regimiento Taxdirt a Melilla.
En febrero de ese mismo año, Primo de Rivera entra por primera vez en combate al mando de un escuadrón en las operaciones de Zoco del Tednin de Beni bu Yahi, por lo que recibió la Cruz del Mérito Militar de 1ª clase. También combatió en las alturas de Ulad Galem y participó en la ocupación de los Tumiat y el poblado de Sammar, así como en las operaciones, el 5 de mayo de 1912, que culminaron en la toma de Haddu Alal y Kaddur, acciones que le valieron varias condecoraciones.
Fernando Primo de Rivera y Orbaneja.
19.02.1912: El tercer escuadrón del Alcántara desplegándose en orden abierto para atacar la harka en el Zoco del Yemis de Beni Buyahi. Estas fuerzas cargaron contra la caballería mora, arrollándola y destrozándola completamente, con episodios de gran heroísmo que causaron al enemigo centenares de bajas.
Regresado de nuevo a la Escuela de Equitación Militar en la Península, permaneció en ella hasta que, ya ascendido a teniente coronel, fue destinado por segunda vez a Melilla en enero de 1920, esta vez con el Regimiento Alcántara, y participó en una serie de acciones en el Rif, como Uestia, Dar Drius, Tamani, Cheif, Ain Kert o Karra Midar.
Un momento de las acciones que culminaron en la toma de Haddu Alal y Kaddur el 5 de mayo de 1912.
El 20 de julio del fatídico 1921, Primo de Rivera fue a Dar Drius, por orden del general Silvestre, para hacerse cargo del Regimiento, ya que su jefe, el coronel Manella, se encontraba entonces desempeñando provisionalmente la jefatura de la circunscripción de Annual.
SILVESTRE
El general Manuel Fernández Silvestre era, sin duda, un personaje singular con una amplia hoja de servicios. Había nacido en El Caney (Cuba) en diciembre de 1871 y pasó a la Academia de Caballería en 1891 tras ingresar de cadete en la Academia Militar de Toledo a los 17 años.
A la derecha de Alfonso XIII, el general Fernández Silvestre, ayudante militar del rey, que le profesaba «sostenido aprecio».
Condiscípulo de Dámaso Berenguer y Fusté, futuro alto comisario en el Protectorado español y ministro de la Guerra, Silvestre fue destinado en 1895 a Cuba con el Regimiento Expedicionario de Tetuán, donde ascendió a primer teniente antes de pasar al Regimiento del Príncipe, donde se distinguió por su valor ante el enemigo. Herido de gravedad en varias ocasiones alcanzó el empleo de capitán en 1897. Destinado a la Península en 1898, ascendió a comandante por méritos de guerra y sirvió en varios regimientos acuartelados en Alcalá de Henares, Guadalajara, Madrid y Zaragoza, hasta ser trasladado a Melilla en 1904. Tres años después su esposa Elvira Duarte y Oteiza murió repentinamente de una hemorragia cerebral, y luego perdería a su única hija cuando esta contaba pocos años de edad.
Silvestre estuvo destinado en Casablanca como jefe instructor de la Policía jerifiana (Policía Extraurbana), y quedó encargado de tareas de vigilancia en esa devastada ciudad del Marruecos francés. Casablanca había sido cañoneada desde el mar y luego saqueada «con bestial violencia» por tropas senegalesas y de la Legión Extranjera entre julio y agosto de 1907, en represalia por el asesinato de nueve europeos, entre los que se contaban tres españoles. La operación de castigo provocó no menos de 2000 muertos marroquíes11.
El general Fernández Silvestre en Melilla (AMG).
A partir de ahí Silvestre ascendió con rapidez a teniente coronel y coronel, y en 1913 fue nombrado comandante general de Larache y relevado del cargo dos años más tarde. En ese año fue designado ayudante de campo del rey Alfonso XIII, lo que le granjeó la amistad de monarca. Ascendido a general de brigada en 1917, llegó a general de división al año siguiente. En 1919 es nombrado comandante general de Ceuta, y de Melilla en 1920. Su nombramiento se interpretó en los círculos militares como una prueba de la decisión de ocupar Alhucemas, el centro neurálgico de la resistencia rifeña y de la irreductible cabila de los Beni Urriaguel, de cuyos habitantes se decía que no habían sido nunca dominados, ni siquiera en tiempo de los romanos.
No era un secreto para nadie que Silvestre aspiraba a ser nombrado alto comisario, pero el cargo le fue otorgado al general Dámaso Berenguer, lo que sin duda creó fricciones entre ambos, teniendo en cuenta además que Silvestre era más antiguo. Uno y otro eran temperamentos bastante opuestos, aunque hicieron lo posible por moderar las rivalidades latentes entre ambos.
En realidad, la biografía de Silvestre es una síntesis de todas las contradicciones, altibajos y hechos de armas que rodean la intervención española en el norte de Marruecos. Tanto Berenguer como Silvestre fueron ascendidos a general de división en julio de 1918, y ambos mantuvieron relaciones muy cordiales con Alfonso XIII en los años decisivos que precedieron a los hechos de Annual.
El historiador Juan Pando dice que en la milicia «se admiraba a Silvestre, pero no se le quería», y en la Corte guardaba «pocos pero firmes valedores», entre ellos el rey, «que le profesaba sostenido aprecio».
Poco antes de la primavera de 1921, Silvestre se vería enfrentado a varios problemas muy graves, como la dudosa sumisión de las cabilas, la crónica escasez de fondos y efectivos y la hambruna que asolaba a los pueblos del Rif.12
La indigencia se ceba sobre todo en las cabilas de Metalza, Beni bu Yahi, Quebdana y Ulad Settut, y el Rif oriental queda convertido en «un desierto y un cementerio». El gobierno de Eduardo Dato envía algunas ayudas desde Madrid, que son insuficientes. Silvestre, indignado, pide mayores auxilios, que van llegando con cuentagotas.
Hay mujeres que hurgan en las boñigas de los caballos, buscando granos para alimentarse, y hombres que no encuentran quien pague cuarenta o cincuenta duros por un Mauser que les había costado entre doscientos o trescientos. Hasta los notables, suprema ignominia, tienen que vender sus cabalgaduras…13
El dato irrefutable es que cuando empieza 1921 no se había resuelto el debate entre quienes aconsejaban «más prudencia que audacia» en la zona oriental, dando prioridad a las operaciones de la occidental (Yebala), y quienes deseaban proseguir sin tregua los avances desde Melilla hasta dar fin con rapidez a la conquista del Protectorado.
Para llegar hasta allí existían dos vías de penetración. Por mar, mediante un desembarco en Alhucemas, y por tierra, la elegida por Silvestre, que obligaba a dominar una serie de cabilas de gran tradición guerrera hasta llegar a los dominios de los Beni Urriaguel y los Bocoya.
AVANZANDO HACIA ALHUCEMAS
En el verano de 1921, Silvestre consiguió llegar a la orilla del río Amekrán, en el límite oriental de Tensaman. Solo le separaba de Alhucemas la barrera montañosa que acababa en el mar y en el río Nekkor, la frontera de los Beni Urriaguel.
Cortar el suministro de armas que desde el mar abastecía a las cabilas rebeldes fue el motivo que necesitaba Silvestre para cruzar el río Amekrán y establecer una posición en Sidi Dris, en la costa mediterránea.
Esta posición —como señala Marín Ferrer14— representaba el extremo norte de la línea de máxima penetración que en un irregular frente de 55 km tenía su extremo sur en la posición de Zoco el Telatza. La línea avanzada sobre Melilla tenía una carretera que pasaba de este a oeste por las posiciones de Nador, Zeluán, Monte Arruit, Tistutín, Batel, Dar Drius, Ben Tieb y Annual. Unos 135 km con ramificaciones hacia Buhafora, Zoco el Telatza, Dar Quebdani y Segangan. Este eje caminero contaba también con el ferrocarril de vía estrecha que unía Melilla con el campamento de El Batel.
El recorrido entre Ben Tieb y Annual era de tierra sin afirmar y cruzaba el abrupto terreno de las cuestas de Izummar, con fuertes pendientes y numerosas curvas, muy propicio para cualquier emboscada. Una parte del camino, además, discurría en paralelo a profundos barrancos.
EN LA BOCA DEL DRAGÓN
Poco después de que Silvestre tomara posesión de la comandancia general en Melilla se entrevistó en marzo de 1920 con Berenguer para concertar un plan de operaciones en la zona oriental del Rif. La tarea hacía muy difícil la progresión por tierra. Una vez traspuesta la orilla izquierda del Kert, se alzaban cadenas montañosas en dirección norte-sur y en sentido perpendicular a la dirección del eje de penetración este-oeste procedente de Melilla.
Marzo de 1921. Croquis del frente de las posiciones avanzadas Informe Picasso (AHN: FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.50,N.1-N38).
Silvestre, de acuerdo con Berenguer, adoptó la decisión más lógica, consistente en avanzar por el sur para flanquear los macizos montañosos una vez pasado el Kert, y progresar luego hacia el norte hasta alcanzar la costa. El objetivo inmediato de esta maniobra era cercar a la belicosa cabila de los Beni Said que tenía su principal foco en el monte Mauro, en el cual, según la leyenda, nunca había pisado un «infiel», a pesar de estar solo a 35 kilómetros de Melilla, a una jornada o dos de marcha15.
De acuerdo con las conversaciones mantenidas en febrero con Berenguer quedan esbozados los planes generales y los criterios establecidos por el alto comisario el 5 de marzo de 1920, y Silvestre diseña un plan para seguir avanzando que recibe la aprobación del gobierno de Madrid.
Hacia el mes de mayo, y aunque se manifiesta partidario (de acuerdo con Berenguer) de no forzar la máquina de los avances en el Rif, Silvestre actúa con decisión. Al frente de una fuerza de casi 7.000 hombres, con 8 baterías artilleras y una escuadrilla de aviación, el día 15 de mayo llega a Dar Drius, un punto clave para poder maniobrar en cualquier dirección.
En agosto, la fuerza de Silvestre reanuda las operaciones y toma Tafersit. Ese mismo mes fallece en su poblado de Axdir el padre de Abd-el-Krim, líder de los Urriaguel. Un personaje durante mucho tiempo amigo de España, que podría haber alterado la suerte de la guerra en Marruecos.
Con Dar Drius se toman también Talusit, Haf, Hamman, Arreyen, Uestia y Tamasusit Norte, y el Regimiento Alcántara participa en las ocupaciones de una serie de poblados: Chaif, Air Kert, Carra Midar y Ababda, tras un trimestre de avances casi incruentos. Desde septiembre a noviembre de 1920, según refleja el Servicio Histórico Militar, había «casi absoluta calma en las líneas avanzadas… interrumpidas a veces por agresiones a convoyes y a los puestos y avanzadillas», y la misma fuente menciona los «buenos resultados obtenidos a consecuencia de las operaciones casi incruentas...»16.
Quizá fuera esa calma «casi absoluta» lo que suscitó el entusiasmo de Silvestre por la rápida continuidad de las operaciones, ya que el 29 de octubre solicita y obtiene del Gobierno más avances, que se concretan en la ocupación de Ben Tieb y Dar Salah el 5 de diciembre.
En todo caso, la rapidez de la progresión militar impresiona al ministro, vizconde de Eza, que acompañado de Berenguer se reúne con Silvestre. Todos parecen muy satisfechos por los resultados de una «penetración pacífica» llevada a cabo con tanta rapidez.
Visita al Protectorado del Ministro de la Guerra, Vizconde de Eza, en julio de 1920. Inspeccionando el rancho de la tropa.
El objetivo final, que nadie pone en duda, es ocupar el territorio de los Beni Urriaguel en Alhucemas, considerado el foco de la rebeldía. La actitud favorable de las cabilas debía de verse favorecida por la prolongada hambruna en el Rif, consecuencia de las malas cosechas, lo que había forzado a muchos rifeños a emigrar a Argelia para trabajar en las faenas de la siega.
En esta fase de las operaciones, las tropas españolas actúan como segundo escalón, tras los Regulares y la Policía Indígena, con el Regimiento Alcántara haciendo de reserva móvil.
Todo esto va creando un clima de euforia. La situación parece tan favorable a la progresión rápida hacia Alhucemas que Silvestre no duda en completar la ocupación de las cabilas de Beni Ulichek y Beni Said en la costa. No hay planes para detener el avance, a pesar de que el Mando español dispone de escasos elementos de apoyo y no cuenta con refuerzos para ocupaciones territoriales imprevistas.
EL FLANCO DÉBIL
La progresión que Silvestre lleva a cabo, sin asegurar los flancos, penetra como una cuña en el territorio rebelde gracias a la audacia de Silvestre y a la habilidad del coronel Gabriel Morales, jefe de la Oficina Central de Asuntos Indígenas y de la Policía. Morales tiene establecida una red de informantes y es un buen conocedor del país. Se muestra prudente. Sus gestiones han conseguido progresos sin disparar un solo tiro, con la participación de algunos rifeños armados en apoyo de las tropas españolas. Un avance facilitado por la hambruna de esos meses, tras cinco años seguidos de malas cosechas.
En opinión del coronel Morales, no se debía avanzar más a partir de agosto de 1920. Era mejor profundizar en la acción política y ganarse la confianza de los cabileños. En ningún caso había que pensar en cruzar el Nekkor antes del otoño, pero a la hora de la verdad nadie hizo caso de la advertencia.
El informe de Morales advertía también de la fuerte oposición de los Beni Urriaguel en el territorio cercano a Alhucemas. Su líder, Abd-el-Krim, había planeado desde su retiro en Axdir el levantamiento en el Rif y conocía a fondo los planes y el modo de operar de los españoles, con quienes había colaborado estrechamente en otro tiempo.
El informe de Morales subrayaba también que no se podía confiar en las cabilas de los sectores no ocupados, pues estas no estaban predispuestas a someterse, y en caso de levantamiento general se pondrían en contra de los españoles si Abd-el-Krim las dirigía. Estas cabilas insumisas, que esperaban el momento de rebelarse, eran las de Tensaman, Beni Ulisech-Gueznaya, Beni Tuzin, Bocoya y Beni Said.
EL RIF ORIENTAL: BALANCE DE FUERZAS
En el periodo que inicia el verano de 1921, de acuerdo con los datos que recoge Julio Albi (El Alcántara 1921.La Caballería en el desastre de Annual, Madrid, 2011), las fuerzas españolas en el Rif oriental consistían en 4 regimientos de Infantería (San Fernando, Ceriñola, Melilla y África), más una Brigada Disciplinaria (con efectivos de un batallón) y el regimiento de caballería Alcántara, con cinco escuadrones de sables más un sexto de Servicios y Ametralladoras. A este contingente se añadía un regimiento mixto de Artillería, con 6 baterías de 4 piezas cada una, y una comandancia de Ingenieros y Servicios. La relación de las unidades que guarnecían en esos días el territorio de la Comandancia de Melilla incluía los siguientes efectivos:
TROPAS PENINSULARES
Mando
Comandante General (General de División)
2º Jefe (General de Brigada).
Cuartel General: Estado Mayor, Jefatura de Armas y de Servicios (Comandancias) y la Jefatura de Policía y Asuntos Indígenas.
Infantería
Regimiento de San Fernando nº 11, a 3 Batallones de 6 Compañías de Fusileros y una de Ametralladoras, a 4 máquinas. La 5ª y 6ª Compañías de Voluntarios, se reducía a una sola por escasear estos.
Regimiento de Ceriñola nº 42 ( Mismos efectivos que el anterior)
Regimiento de Melilla nº59 (Mismos efectivos que los anteriores)
Regimiento de África nº 68 ( Mismos efectivos que los anteriores)
Brigada Disciplinaria con un Batallón (reducida a 230 hombres).
Caballería
Regimiento de Alcántara nº 14, con cinco Escuadrones de Sables (el 5º de voluntarios) y uno de Ametralladoras y Explosivos con 6 máquinas. En Melilla había un 6º Escuadrón de Depósito y Destinos.
Artillería
Comandancia de Artillería.
Regimiento Mixto, a dos Grupos de Montaña (a lomo) y un Grupo Ligero (hipomóvil), cada uno de estos Grupos a 3 Baterías de 4 piezas
Varias Baterías fijas, de posición
Parque de armamento y municionamiento.
Ingenieros
Comandancia de Ingenieros
Zapadores (varias Compañías)
Transmisiones (varias Compañías). Contaban con red telefónica, estaciones ópticas diurnas y nocturnas, y estaciones de radio
Unidad de Automóviles
Unidad de Ferrocarriles
Parque de herramienta y material de fortificación.
Intendencia
Comandancia de Intendencia
Unidad a lomo (varias Compañías con los acemileros a pie)
Compañías montadas (la carga a lomo de mulos y los acemileros a caballo)
Depósitos y Almacenes
Parque (vestuario, menaje, etc).
Sanidad
Comandancia de Sanidad
Hospitales
Ambulancias en automóvil y a lomo.
TROPAS INDÍGENAS
Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla nº 2
Mando y Plana Mayor de Caballería
3 Tabores de Infantería, cada una con 3 Compañías de Fusiles
1 Compañía de Ametralladoras a 4 máquinas
1 Tabor de Caballería con 3 Escuadrones.
Policía Indígena
Jefatura de Policía y Asuntos Indígenas
15 Mías (compañías) a 3 Rebás (secciones) de Infantería y una Mía de Caballería.
Harkas amigas
Varias harkas de unos 200 hombres cada una
Todas estas unidades sumaban un total de 20.000 hombres, de los cuales unos 4.000 eran de tropas indígenas17.
En total, aunque las cifras oficiales varían, en julio de 1921 el conjunto de las unidades en Melilla ascendía a 20 139 hombres, de los que unos 5000 eran tropa marroquí. Pero de esta cifra, más de 10.000 estaban de permiso o cumplían «destinos» en tareas no combatientes. En la defensa de las posiciones, el coronel Caballero Poveda calcula que había 8536 hombres, y en las columnas móviles, 8356. «Con efectivos tan insuficientes para el área de operaciones —dice Julio Albi—, mal dotados y peor instruidos, el Ejército español se enfrentaría a uno de los enemigos más difíciles que ha tenido en su larga historia».
Distribución de las tropas indígenas en mías (compañías). (AHN: FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.50,N.1-N38), fol. 379 y 201.
EL ENEMIGO
Agrupados en cabilas, divididas a su vez en fracciones, clanes y familias, todas las versiones coinciden en que los rifeños del Protectorado eran un adversario temible, aunque solo fuera por la fuerza de la desesperación, ya que vivían en un medio que obligaba a la lucha cotidiana por la supervivencia en un territorio áspero y muy pobre. Conocían perfectamente el terreno, podían resistir largo tiempo caminando día y noche y eran buenos tiradores, armados de fusiles como el Remington o el Lebel francés de 4 disparos, el llamado «arbaia» (en árabe, cuatro).
El número de enemigos que actuaba en las operaciones al inicio de 1921 estaba integrado por la harka de Abd-el-Krim, a la que se añadía la población rebelde de otras cabilas y los desertores de Regulares, Policía Indígena y harkas «amigas», que se unieron contra los españoles al declararse la rebelión.
Abd-el-Krim. Organizador y jefe de la harca de los Beni Urriaguel, con su padre. La fotografía está hecha en 1918, poco después de marcharse del territorio español, donde permaneció mucho tiempo.
La masa rifeña enemiga más importante era la harka de los Beni Urriaguel, cuyo número osciló entre los 10 000 y los 18 000 hombres a medida que la insurrección fue creciendo. Su arma principal era el fusil Lebel francés, pero en el curso de la retirada de Annual a Monte Arruit los rifeños se apoderaron de una gran cantidad de armamento y material de distinta procedencia, incluyendo fusiles Mauser y algunas piezas de artillería.
EXCESIVA DISPERSIÓN
La lista completa de las posiciones situadas en las cinco circunscripciones de la Comandancia General de Melilla poco antes de los sucesos de Annual da idea de la excesiva dispersión de las mismas. Las circunscripciones estaban divididas a efectos operativos, logísticos y administrativos en Annual, Dar Drius, Nador, Kandussi y Zoco el Telatza, y cada una de ellas (salvo la Brigada Disciplinaria) disponía de una columna móvil para acudir donde el refuerzo fuera necesario. El total de estas columnas móviles era de unos 4000 hombres, y en cuanto a la situación de las posiciones era la siguiente:
Annual
Mando: Coronel del RI Ceriñola
Annual
Talilit
Buymeyán
Intermedia A
Intermedia B
Intermedia C
Izummar
Yebel Udía
Tzayudat
Mehayast
Axdir Asus
Teguntz
Yemaa de Nador y Halaun
Morabo de Sidi Mohamed
Dar Mizzián
Ben Tieb
Sidi Dris
Afrau
DAR Drius
Mando: Coronel del RI San Fernando
Dar Drius
Cheif
Buhafora
Hamida
Azrú
Azib de Midar
Isen Iasen
Ain Kert
Karra Midar
Tamasusin
Ahesor
Haman
Uestia
Ichtiuen
Dar Azugaj
NADOR
Mando: Teniente coronel de la Brigada Disciplinaria
Nador
Arrof
Tigrotín
Sidi el Bachir
Hassi Berkan
Zaio
Zeluán
Aeródromo de Zeluán ( con un alférez y 30 de tropa del Alcántara)
Monte Arruit
Bu Aidur
Hasi el Biat
(Derecha) Relación de las posicines ocupadas el 22 de julio, 1921. Informe Picasso (AHN: FCTRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO, Exp.50,N.1-N38), fol. 199.
Tisi Chargas
Siacha
Mexera
Zoco el Haraig de Beni bu Yahi
Frajana
Cabo de Agua
KANDUSSI
Mando: Coronel del RI Melilla
Kandussi
Timayast
Sidi Abdalá
Draa nº 2
Dar Buziam
Tixi Yuhorem
Ulad Alsa
Terbibin-Zoco de Bu Hermana
Ras Tikermín
Tsingart
Sbuch Sbach
Yarf el Baax
Busada y Mars el Diad
Ishafen
Imarufen
Sammar
ZOCO EL TELATZA
Mando: Coronel del RI África
Zoco el Telatza de Ulad bu Beker (con una sección del Alcántara)
Loma Redonda
Sidi Alí
Iben Idur
Haf
Arreyen Lao
Tazarut Udai
Reyen de Guerruau
Teniat el Amaro
Sidi Yacub
Afsó.
En total las fuerzas operativas en las «posiciones» oscilaban en algo más de 4000 hombres. Su misión era asegurar aguadas, caminos y poblados. Solían defenderlas fuerzas de infantería de hasta una compañía, con una pequeña fortificación que consistía en un muro de piedra, sacos terreros y alambradas protegiendo las instalaciones del interior del recinto. Las posiciones podían destacar avanzadillas o puestos de control, y en ocasiones estaban comunicadas por heliógrafo, y contaban con destacamento de artillería y personal sanitario.
Su punto más débil era el aislamiento y la falta de abastecimientos, sobre todo la escasez de agua, lo que las hacía sumamente vulnerables cuando el enemigo decidía rodearlas en terrenos de difícil acceso.
Herrando caballos. Soldados de la sección del Alcántara destacada en el Zoco el Telatza.
ARMAMENTO, UNIFORMES Y EQUIPOS
El armamento principal del Alcántara al producirse el desastre de Annual estaba compuesto de sables, carabinas y ametralladoras, además de revólveres y pistolas.
Cuando el regimiento llega a Melilla en 1911, el sable utilizado es el modelo 1895, de hoja ligeramente curva y cazoleta ancha, conocido coloquialmente como sable de «institutos montados», que en 1918 fue sustituido por el denominado «Puerto Seguro». El nombre venía del que había ideado el oficial Luis de Carvajal y Melgarejo, marqués de Puerto Seguro. El arma era de hoja recta y pesaba un poco menos que el modelo anterior.
La carabina Mauser era del modelo 1895, sustituida oficialmente por el mosquetón Mauser reglamentario de 1916, aunque en julio de 1921 todavía no se habían recibido los nuevos, que tenían un cañón más largo y disponían de machete-bayoneta.
La ametralladora del Alcántara era la reglamentaria Colt modelo 1915, un arma poco fiable, que se había quedado anticuada y se encasquillaba con frecuencia.
Sable Puerto Seguro.
Carabina Mauser, modelo 1895.
Montura del Regimiento Alcántara en la Guerra del Rif. Destaca el anagrama de Alcántara en el arzón de la silla.
En cuanto a las armas cortas, los modelos más en uso eran Parabellum (Luger P08), Colt y Smith & Wesson. La primera pistola semiautomática que se adoptó oficialmente fue la Bergmann, de fabricación belga, modelo 1903 de 9 mm y mejorada en 1908, que terminó siendo considerada poco segura por su mecanismo defectuoso.
En 1912 se declaró reglamentaria la pistola automática Campo Giro de 9 mm, con cargador de 7 cartuchos y patente española, diseñada por el teniente coronel y conde de Campo Giro, aunque muchos preferían la marca Victoria de 9 mm. La fabricación de esta pistola se interrumpió en 1919, sustituida por la pistola Astra 400 mod. 1921, de 9 mm, de la firma Esperanza y Unceta.
De los revólveres, los más comunes eran los Smith & Wesson y Colt de 9 y 11 mm (calibre .38 y .45 pulgadas), que fueron siendo sustituidos por las pistolas automáticas debido a su mayor velocidad de tiro y menor recorrido del disparador.
En cuanto a uniformidad, cuando el Alcántara llegó a Melilla en 1911 aún llevaba el uniforme de «rayadillo», con chacó de funda blanca y cogotera. En 1912 el uniforme de campaña pasó a ser de color caqui arena, y a partir de 1914 se adoptó el de color verde oscuro, con guerrera de cuello alto y el emblema del Regimiento. En 1920 se adoptó un nuevo modelo de guerrera, solo para oficiales, con cuello vuelto y solapas. Como no había uniforme de campaña propio del invierno, en el Alcántara se utilizaba en ese tiempo la guerrera azul de paño, que abrigaba más que la de color caqui.
La uniformidad del Ejército en aquella época estaba todavía en un periodo de transición. En las operaciones, la caballería del regimiento utilizaba el salacot, muy ligero y de amplia visera, pero que resultaba incómodo en las acciones montadas. Esta prenda se abandonó al ser sustituida por el chambergo de la Legión cuando llegó a Melilla. En el verano de 1921 los oficiales iban con gorra de plato y la tropa se cubría con el gorro redondo de cuartel de color azul o con el chambergo. Para el calzado, los oficiales llevaban polainas de cuero de color avellana oscuro o botas de montar enteras. La tropa, a partir de 1920, calzaba polainas, también avellana, con correíllas. Los jinetes iban provistos de capote-manta, prenda de abrigo que sustituía a las pellizas y abrigos largos del uniforme de diario. El capote-manta podía convertirse en poncho con capucha, y era posible unir varios para improvisar tiendas de campaña.
Soldado del Alcántara a caballo con el equipo completo.
El correaje establecido desde agosto de 1914 era avellana oscuro con trinchas y dos cartucheras delanteras y una trasera. Del cinturón colgaba el tahalí con el machete-bayoneta.
En 1914 se estableció para la Caballería una nueva silla de montar denominada Escuela de Equitación Militar o más popularmente «silla de cola de pato», más ligera y bastante mejorada con respecto a modelos anteriores. El capote-manta de los jinetes pasó a llevarse en la trasera de la silla, en lugar del borrén delantero.
Tienda de campaña para cuatro soldados formada por capote-mantas de nuevo modelo
De acuerdo con la RO del 13 de febrero de 1918, el equipo del caballo de un regimiento incluía silla, cincha, petral, estribos, cabezada de brida, filete, bocado y cuatro riendas, cabezada de pesebre, ronzal, cubrecapote de lona, manta, saco de cebada y morral de pienso, bolsas delanteras de cuero y mantilla de cuero. Las cartucheras, que en 1911 se llevaban en la parte trasera de la silla, pasaron a llevarse en el cinturón.
El uniforme de campaña en uso en 1920 era el reglamentario desde 1914, de lona verdosa, guerrera de cuello alto con emblema o numeral metálico y cuatro bolsillos, pantalón con polainas tipo «leguis» y gorra de plato caqui con visera para oficiales. En el frontal de la gorra iba el emblema del Arma o Servicio.
Uniforme de soldado del Alcántara delante de su montura. El maniquí se cubre con el gorro llamado «chino», aunque el chambergo era más utilizado a campo abierto. Exposición 350 años del Regimiento Alcántara.
En cualquier caso, el elemento más característico de la uniformidad en el Alcántara era el emblema de la cruz flordelisada verde, que se adoptó cuando el antiguo «trozo» de caballería creado en Flandes en 1656 pasó a denominarse Alcántara por real ordenanza de Felipe V en 1718. Desde octubre de 1909 la cruz verde de Alcántara apareció en el cuello del uniforme en sustitución del número 14, indicativo del Regimiento.
En las operaciones de julio-agosto de 1921 se ordenó a los jinetes ir «con montura pelada y armamento», algo que solo se realizaba en circunstancias excepcionales, cuando la lucha exigía aligerar a combatientes y monturas. En esos casos, el resto del equipo solía depositarse en el carro del escuadrón que transportaba los materiales colectivos del regimiento y la plana mayor.
LA CUENTA ATRÁS DEL DESASTRE
El 15 de enero de 1921 el general Silvestre ocupa Annual, donde proyecta instalar un gran campamento base de futuras operaciones para la toma de cabo Quilates y, finalmente, Alhucemas.
El 27 de marzo, el alto comisario Berenguer solicita al ministro de la Guerra reunirse con Silvestre en el Peñón de Alhucemas. Julio Albi señala que a fines de marzo de 1921 reinaba el optimismo en el Protectorado, y en especial en la Comandancia de Melilla. El triunfo final parecía al alcance de la mano.
Plano general de la Comandancia de Melilla durante los sucesos de Annual en 1921.
3. Información mandada instruir por el Coronel del Regimiento de Infantería Ceriñola nº42, Ángel Morales Reynoso, sobre la actuación...
AHN: FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.51,N.39
Unos días después, el 1 de abril, Berenguer llega a la bahía de Alhucemas a bordo del Giralda, acompañado de su jefe de EM , Gómez-Jordana. Le espera Silvestre, que ha hecho la travesía en el cañonero Laya. El comandante general informa al alto comisario de la terrible hambruna que castiga a la región rifeña, pero por lo demás considera muy favorable la situación.
Fotografía de Abd-el-Krim y su hermano, en el territorio de los Beni Urriaguel.
La entrevista Berenguer-Silvestre termina en una gira triunfal del alto comisario Berenguer en la plaza de Melilla, con desfile de las tropas de Regulares, Caballería y Policía Indígena y batallones peninsulares18.
Se suceden también las entrevistas de Berenguer y Silvestre con las cabilas sometidas: Beni Said, Beni Ulichech, Beni Tuzin y Metalza. Silvestre menciona a la harka rifeña en términos de suficiencia, asegurando que «no reina la mejor armonía en ella» y que ha tenido disgustos con otros jefes como Abd-el-Krim, «que parece el principal de los que en ella mangonean».
En el curso de este viaje Berenguer visita también Annual, y los notables de Tensaman acuden a rendirle pleitesía, pero entre ellos hay ausencias significativas, que apenas son tenidas en cuenta.
El alto comisario muestra su recelo cuando visita Annual. La posición le parece mal comunicada con la retaguardia y, dominada por alturas cercanas, «parece más una ratonera que una base para futuros avances» (19). Pero Silvestre le tranquiliza. Entretanto, Abd-el-Krim congrega a una junta de las fracciones de Beni Urriaguel y Bocoya. Los rifeños convocados se conjuran para oponerse al avance enemigo y acuerdan que Abd-el-Krim sea su jefe.
Reafirmado ya en su autoridad, Abd-el-Krim instruye a la harka sobre el modo de combatir con tácticas europeas. Cada fracción —dice— debe luchar reunida, con los jefes detrás para no ser los primeros en caer, y las fracciones tienen que actuar coordinadas bajo su mando único. Abd-el-Krim dispone, además, de algunos desertores escapados de la Legión Francesa que adiestran a los rifeños y disponen de dos o tres cañones y otros tantos fusiles ametralladores recogidos en las cabilas cercanas.
ABD-EL-KRIM SE IMPONE
Camino de regreso a Tetuán, Berenguer se entera de que Abd-el-Krim ha impuesto fuertes multas a los notables de Beni Urriaguel que han acudido al Peñón de Alhucemas, lo que demuestra el liderazgo efectivo que ejerce el jefe rifeño. Otras cabilas de la costa y las montañas empiezan a responder a un mando único y a unirse a la rebelión. Pero por lo demás, no se percibe nada significativo en el plano militar.
A fines de abril se reúnen las cinco fracciones de Beni Urriaguel y algunas de Bocoya. Todos juran oponerse al avance enemigo y aportar hombres a la harka. Abd-el-Krim dispone también que todo aquel que se relacione con el gobierno español sea despojado de sus bienes.
Por esas fechas, el general Silvestre solicita permiso al alto comisario para trasladarse a Valladolid y asistir a los actos de nombramiento de la reina Victoria Eugenia como coronel honorario del regimiento de Cazadores de Caballería que lleva su nombre. Permanecerá en Valladolid hasta mediados de mayo de 1921. Algunos autores señalan que en este viaje el comandante general se reunió con el rey, quien le animó a proseguir los avances, pese a la actitud más cautelosa de Berenguer. Corrió incluso el rumor de que Silvestre le había prometido al rey conquistar Alhucemas el 25 de julio como «regalo» en el día de Santiago, patrón del Arma de Caballería.
A todo esto, el 15 de mayo, las fuerzas españolas cruzan el río Amekrán y establecen una posición en Sidi Dris, en la costa mediterránea.
Nadie duda ya de que el foco de la rebelión se halla situado en el corazón del Rif habitado por la belicosa cabila de los Beni Urriaguel, y su jefe es Mohamed Abd-el-Krim el Jatabi. Esta harka recibe ayudas importantes en armamento de algunas compañías mineras extranjeras, y Abd-el-Krim envía emisarios con propaganda a las cabilas para animar a los rifeños a unirse a la rebelión con exhortaciones religiosas y patrióticas contra la dominación extranjera. La tradición guerrera del Rif les recuerda una profecía que dice: «Cuando los infieles (cristianos) lleguen al río Amekrán las aguas se teñirán con su sangre».
La Policía Indígena, por otra parte, no ejerce un control efectivo de las cabilas. Los policías están desbordados porque deben actuar en primera línea, sin ejercer el control efectivo del territorio que dejan detrás, y la propaganda rebelde se extiende con facilidad.
La extensión del territorio conseguido en los últimos meses, sin que hayan sido aumentadas las tropas, hace que resulten escasos los efectivos para su ocupación firme. Se solicitan refuerzos que no llegan y se propone al Gobierno la creación de otro Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas, con el nombre de Alhucemas nº 5, para sustituir … en el frente a la Policía Indígena, pero se va retrasando el momento de su organización20.
ABARRÁN
El 30 de mayo, Berenguer «imagina» que Silvestre no tardará en operar «antes de que lleguen los calores del verano», le dice el alto comisario al ministro de la Guerra en Madrid. Pero Abd-el-Krim se ha dado cuenta de que los españoles están ocupando cada vez más territorio sin aumentar el número de hombres. Se van desperdigando por todo el Rif sin recibir un solo soldado de apoyo. Sabía perfectamente que cuanto más extendieran su línea, peor para ellos. Por si fuera poco, entre la tropa marroquí hay muchos espías rifeños que informan al momento de los movimientos de Silvestre.
El comandante Jesús Villar Alvarado, jefe de la Policía Indígena del sector del Kert, es el encargado de dirigir la columna que debe ocupar el monte Abarrán. Se trata de un reducto en las estribaciones de la sierra de Quilates, en pleno territorio montañoso de Tansaman, a unos 9 km de Annual en línea recta, hacia el norte, desde donde controlaba el paso natural entre las alturas próximas. En Abarrán, Silvestre quiere adelantar líneas desde Annual y establecer una base de apoyo y enlace con Alhucemas en caso de ataque. Tras reconocer la zona el comandante general encarga a Villar tantear la reacción de las cabilas del territorio. No parecía haber resistencia al avance, pero los Beni Urriaguel se alarman al ver los preparativos.
Comandante Villar Alvarado, jefe de la Policía Indígena encargado de la ocupación de Abarrán.
Villar Alvarado estaba considerado un jefe solvente, buen conocedor del idioma árabe y «con especiales aptitudes para el trato con los indígenas», según constata su expediente militar en agosto de 1922. Había nacido en Laredo en 1879 y a los 16 años ingresó en la Academia de Caballería. Tuvo su primer destino en el Regimiento de Lanceros de Borbón, y fue ascendido a comandante en 1919, poco antes de ser destinado al Regimiento de Cazadores de Alcántara y hacerse cargo del escuadrón destacado en Monte Arruit. En julio de 1919 se hizo cargo de mando de caballería en el Cuerpo de Fuerzas Regulare Indígenas de Melilla, poco antes de pasar a mandar las mías de la Policía Indígena. Según su expediente militar, con fecha de agosto de 1922, unía a su conocimiento del idioma árabe «unas especiales aptitudes para el trato con los indígenas y mando de esta clase de fuerzas: es un brillante jefe».
Croquis de la zona y alrededores de Annual.
La operación de Abarrán se venía gestando desde unos días antes, según el teniente coronel del Regimiento África, Fernández Tamarit. La decisión se habría tomado entre Silvestre, el teniente coronel Rafael Capablanca, jefe provisional del EM de Silvestre, y el propio Villar.
Silvestre ha telegrafiado a Berenguer para comunicarle que se dispone a ocupar la posición, tal como ha sido autorizado. El plan parece sencillo. Consiste en dejar en Abarrán una pequeña guarnición y que el resto de la columna regrese a Annual con el comandante Villar21.
Cuando se ocupa Abarrán, en palabras del comandante Emilio Alzugaray, jefe de Ingenieros de la zona, «la posición no cumplía ningún objetivo militar, no podía abastecerse después, ni socorrerse, caso de ser atacada».
Pero antes de estas agoreras palabras, el 31 de mayo Villar se traslada desde su base de Buymeyan a Annual, para recoger al grueso de las tropas que formaban su columna.
Modelo de blocao defensivo en la campaña de Annual.
Esa misma noche está lista la columna que partirá de Annual a la conquista de Abarrán, que a primeras horas de la madrugada se pone en marcha para ocupar la posición. El monte no es muy alto (525 m) pero la áspera pendiente lo convierte en un recorrido infame para la tropa. Al salir el sol la columna alcanza en fatigosa marcha Abarrán y se inician los trabajos de fortificación con mucha dificultad, porque el terreno es muy rocoso. La bandera española ondea en la cima y la posición queda terminada. Se levantan las tiendas, se construye un parapeto y se pone la alambrada.
La columna del comandante Villar que ocupa Abarrán dispone de 2 compañías de ametralladoras de los Batallones II y III del Ceriñola, un tabor y un escuadrón de Regulares, una batería de Montaña, 2 compañías de zapadores, una compañía de intendencia, 2 harkas amigas y una mía de Policía. En total, casi 1500 hombres.
En la guarnición queda al mando el capitán de Regulares Juan Salafranca Barrios con la 2ª Compañía del I Tabor; la 8ª Mía de Policía indígena; la 1ª Batería de Montaña con 4 piezas de 7 cm y 360 cargas de cañón, más un cabo y dos soldados telegrafistas de Ingenieros.
Juan Salafranca Barrio, capitán de Regulares. Murió defendiendo la posición de Abarrán hasta el final y recibió la cruz laureada.
Con la oficialidad, además de Salafranca, están el capitán Ramón Huelva y el alférez Luis Fernández, de la Policía Indígena; los tenientes Vicente Camino, Antonio Reyes y el oficial Sidi Mohamed Haida, de Regulares, y el teniente Diego Flomesta Moya, de Artillería.
Una vez establecida la posición, Villar se muestra satisfecho con el trabajo y ordena que se instale una radio para mantener contacto con Annual y Alhucemas. Tiene prisa por regresar a Annual antes de que caiga la noche e informar a Silvestre de que la posición está fortificada y Abarrán está tranquila. Silvestre le ordena que la fuerza de Salafranca guarnezca el blocao y regrese a Annual con el resto. Los suministros le llegarán regularmente. En una decisión incomprensible, el comandante Villar se retira de Abarrán llevándose las dos compañías de ametralladoras del Regimiento Ceriñola. El blocao se queda sin armas automáticas.Poco después, el grueso de la columna de Villar emprende el regreso hacia Annual dando un rodeo, para no seguir el mismo camino de la ida y evitar una emboscada. Cuando se incorpora a su columna, Villar dispone todavía de una fuerza considerable, unos 1000 hombres con 8 ametralladoras.
Al llegar a las orillas del Amekrán, la columna franquea el río sin oposición a la vista de la harka enemiga. Las harkas amigas que han participado en la ocupación de la posición se separan y el restante de la columna sigue su marcha hacia Annual.
Villar deja la posición al mando del capitán Salafranca, con la guarnición de la 5ª mía de la Policía Indígena, más la batería de montaña, con 4 piezas de 7 cm y 360 cargas de cañón.
Aún no habían recorrido los de la columna el camino de vuelta cuando resuenan los primeros estampidos y disparos. Los rifeños estaban atacando, pero Villar continuó su camino sin regresar para ayudar a sus compañeros en peligro.
Diego Flomesta Moya, teniente de Artillería. Murió en cautividad, tras ser hecho prisionero en Abarrán, por negarse a enseñar al enemigo el manejo de los cañones capturados a los españoles.
A las 13,00 horas, el heliógrafo comunica que «grupos crecidos de Beni Urriaguel se extienden a poblados próximos y muestran actitud hostil». Los de Abarrán abren fuego de artillería, cuando Villar se encuentra ya camino de Annual, pero aunque pudo oír los disparos decide proseguir la marcha. Teme que caiga la noche antes de alcanzar la posición y que su fuerza caiga en una emboscada. Los oficiales comentan preocupados que, por el sonido de los cañonazos, la batería dispara a cero (cañón rasante) con proyectiles de metralla, por lo que deben de tener al enemigo en las alambradas.
En la comandancia general se informa de que Abarrán ha caído. La mayor parte de su guarnición ha muerto y 4 cañones se han perdido. No solo la harka amiga se había unido a los atacantes, sino que muchos policías y regulares se han sublevado y han matado a sus oficiales.
Un enjambre de rifeños ya la ha ocupado. Es un zarpazo inesperado, el peor revés que sufre España desde el Barranco del Lobo en 1909.
Al enterarse de la derrota, Silvestre sale de Melilla en la noche del 1 al 2 de junio hacia el frente. Llega a Batel emocionado y deprimido y reconoce que se ha equivocado. Teme otro golpe sobre la posición costera de Sidi Dris o sobre Annual, y sus palabras denotan que se siente desmoralizado. «Yo ahora mismo me voy con el auto a Annual, a ver si me matan, que será lo mejor, pues por culpas ajenas ha caído sobre mí ese borrón», dice.
UN SILENCIO DE MUERTE
En la madrugada del 1 de junio, para la guarnición de Abarrán no había sorpresa posible. Rodeando la posición, en cuanto la columna de Villar emprende el regreso a Annual, han empezado a verse grandes hogueras convocando a las harkas hostiles en los montes próximos.
Los rifeños de Tensaman son más de 2000, repartidos en varias lomas, y a estos se les unen los beniurriagueles.
El ataque ha empezado con un nutrido tiroteo, en cuanto Villar deja la posición sin completar el trabajo de fortificación.
A lo largo del día fueron llegando algunos supervivientes de Abarrán, todos heridos, con la mirada extraviada, que relataban la masacre de los oficiales españoles. Luego se hizo un silencio de muerte.
La resistencia de la posición ha sido heroica. El capitán Salafranca, herido, se ha batido ejemplarmente, como el resto de los oficiales. La lucha ha sido cuerpo a cuerpo. A Flomesta, hecho prisionero, quieren obligarle los rifeños a que les instruya en el manejo de los cañones. Flomesta se niega y se deja morir de hambre antes de traicionar a sus compañeros. Tanto Flomesta como Salafranca recibirán la Laureada por su ejemplar actuación.
El ataque a Abarrán estuvo bien ejecutado y planeado por los rifeños. Empezó con un largo tiroteo, en el que participó la harka amiga de Tensaman que acompañaba a la columna española. Los de Beni Urriaguel se lanzaron al asalto tras algunas ráfagas de ametralladora. Los policías de la 5ª Mía, movilizados por los espías de Abd-el-Krim, se pasaron al enemigo, no así los Regulares. Muertos los mandos, los pocos supervivientes abandonaron la posición.
Los rebeldes rifeños capturaron en Abarrán 4 cañones y unos 190 fusiles, pero además el Mando español tomó nota de algunos datos preocupantes: los rifeños estaban bien armados y dirigidos, y las fuerzas de la Policía y los Regulares mostraron signos de desgaste moral, al ser utilizadas continuamente en las misiones más peligrosas y sufrir muchas bajas.
El alto comisario Berenguer diría después, en su libro Campañas del Rif y Yebala, 1921-1922:
Fue una sorpresa, un exceso de confianza, la conformación de la actitud rebelde, imprudentemente desconocida, de los Tensaman y Beni Urriaguel […] lo ocurrido después que dependió, más que del enemigo, de errores locales, de táctica, de apreciación, cometidos por el Mando»22.
Algunos de los Regulares en Abarrán hacía dos meses que no percibían su sueldo. El capitán Huelva fue uno de los primeros en morir de un tiro en la cabeza, cuando llevaba en su cartera los fondos de su unidad de la Policía Indígena (la 13ª Mía). Cuando los policías salían de Abarrán se revolvieron y tiraron contra el capitán.
Dos días después, los cabileños tensamaníes pidieron en Annual cuatro mil pesetas por cada uno de los españoles muertos en Abarrán. Los compañeros de Salafranca consiguieron recuperar su cadáver, mutilado por los rebeldes, tras hacer una colecta entre los oficiales.
SIDI DRIS
Espoleada por el triunfo de Abarrán, la harka de los Beni Said se lanza también sobre Sidi Dris, la posición más al norte de la línea avanzada española, situada en la desembocadura del río Amekrán, muy próxima a la costa.
Al mando de Sidi Dris está el comandante Julio Benítez, con 145 hombres del Regimiento Ceriñola, 3 cañones y una escuadra de Transmisiones que opera una estación heliográfica. Pocos días después, Benítez alcanzará la gloria militar en Igueriben.
En la madrugada del 2 al 3 de junio la posición sufre un fuerte asalto, pero los de Benítez resisten y son reforzados al día siguiente por marineros del cañonero Laya, que han desembarcado para ayudar a sus compañeros.
Desde Annual, Silvestre envía también ayuda con una escuadrilla de aeroplanos procedentes del aeródromo de Zeluán, que no causa daños significativos a los rebeldes.
Al mando del destacamento del cañonero Laya, que acude en ayuda de Sidi Dris y coopera en la defensa, va el alférez de navío Pedro Pérez de Guzmán, al frente de un contramaestre y catorce marineros con dos ametralladoras.
El comandante Benitez comunica por heliógrafo al cañonero que ha sido herido gravemente el teniente de artillería Galán. Pérez de Guzmán envía entonces al destacamento, que desembarca bajo el fuego enemigo y participa en la defensa de la posición.
Informe escrito del ataque a la posición de Sidi-Dris.
AHN, FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.51,N.39 - 103 - Imagen Núm: 103 / 174
Durante el ataque, salió de Annual una columna de socorro que no pudo forzar el paso del monte Talilit, y se replegó ante el temor de quedar envuelta. Silvestre entonces dispone ocupar Talilit para asegurar la comunicación de Annual con Sidi Dris y apuntalar el frente de Tensaman. Al mismo tiempo, para asegurar el enlace de Annual con Ben Tieb, decide establecer dos nuevas posiciones. Se denominan Intermedia A e Intermedia B, y dominan las alturas en los dos extremos del desfiladero de Izummar. Se cursan también órdenes para que varias guarniciones emprendan la marcha hacia Annual. La idea es concentrarlas para recuperar la iniciativa, pero las posiciones de retaguardia quedan peligrosamente desguarnecidas y Abd-el-Krim toma nota.
El 3 de junio la harka enemiga observa desde lejos cómo las tropas españolas construyen las citadas posiciones intermedias A y B, sin intentar impedirlo. Sidi Dris, por el momento, se había salvado.
UNA ENTREVISTA INFRUCTUOSA
A mediodía del 4 de junio el enemigo se retira hacia el interior, y el 5 de junio fondea frente a Sidi Dris el crucero Princesa de Asturias. A bordo va el alto comisario Dámaso Berenguer, quien se reúne con Silvestre, que llega en el cañonero Laya.
Los generales Berenguer (B) y Silvestre (A) reunidos poco antes de que se desencadenara el Desastre de Annual.
La entrevista de los dos generales tiene lugar en el Princesa de Asturias y Berenguer se muestra muy alarmado por el cariz de la situación, aunque Silvestre insiste en que la tiene controlada. El comandante general ya había ocupado Talilit y solicita permiso para ocupar Igueriben como una especie de revancha por lo de Abarrán, buscando proteger el camino entre Izummar y Annual. Ambos acuerdan aprovechar cuantas ocasiones favorables se presenten para actuar ofensivamente, pero el encuentro, según testigos presenciales, no es muy cordial.
Silvestre pide dinero al alto comisario para carreteras, armamento y municiones, y una nueva unidad de choque: el Grupo de Regulares de Alhucemas. Berenguer le responde: «¿Para qué quieres el Grupo, si cuando estuve en tu territorio tenías descansando a la mitad de Melilla?».
Lo único que obtendrá Silvestre, «como limosnera ayuda» (2323) son 20 ametralladoras Colt de calidad dudosa. Por alguna razón no estaban disponibles las excelentes Maxim 08, que las derrotadas tropas alemanas en Camerún entregaron a España en 1914 cuando tuvieron que rendirse.
De acuerdo con algunos testimonios, la discusión entre Silvestre y Berenguer fue un cruce de reproches, gestos airados, silencios tensos y desaprobaciones mutuas. Los mandos del crucero se alarman ante el penoso espectáculo, y tuvo que ser el comandante del buque quien les llamara la atención para que se comportaran debidamente delante de la tripulación. Berenguer regresa a Ceuta sin recorrer el frente rifeño24.
Cuando llega a Tetuán el 6 de junio, el alto comisario envía un telegrama al ministro de la Guerra, vizconde de Eza, y le comenta la situación en el Rif: «Actualmente nada ofrece que pueda ocasionar la menor alarma e inquietud». Pura retórica. Falta un mes y medio para que se produzca «la madre de todos los desastres» en Annual.
IGUERIBEN
«Los de Igueriben mueren, pero no se rinden», Comandante Benítez.
El 7 de junio, con el permiso de Berenguer, el ejército de Silvestre ocupa Igueriben sin apenas oposición. Es una posición situada a 5 km de Annual, entre este campamento y el desfiladero de Izummar, que debe proteger el camino entre ambos puntos. Un terreno de profundos barrancos, cuya aguada está situada a más de 4 km y dominada desde las alturas próximas.
La columna sale de Annual de madrugada con el objetivo de establecer en Igueriben una posición que sirva de avanzadilla a Annual y a Izummar, pero el Mando no se decide a establecer otra en Sidi Brahin, conocida como la «Loma de los Árboles»: una cresta de 7 km de largo entre Igueriben y Annual. La posición tiene parapeto y doble alambrada, pero carece de cubas o aljibes, por lo que hay que abastecerla de agua cada dos días. En caso de ser ocupada por el enemigo, como sucedió en realidad, este podría cortar con facilidad el camino que une Annual con Igueriben.
Posición de Igueriben, a cuatro kilómetros de Annual.
La posición de Igueriben es «un lugar inhóspito, de suelo calizo en el que no crece la hierba […] Lo primero que piensas es a quién se le ocurrió instalar un puesto en un lugar sin árboles, sin sombra y alejado de la aguada que tenía que hacerse ayudado con unos mulos […] por aquellos barrancos»25.
En esos días, Silvestre debe dar su conformidad a un trámite de alto riesgo. Concede licencia ilimitada a los soldados de la quinta de 1918, más licencia «temporal» a los de las de 1918 y 1919. De golpe, pierde tres mil veteranos, que serán reemplazados por los quintos de 1920. El periódico Diario Universal, en su edición de 15-XI-21, comenta que los soldados recién incorporados van «sin instrucción apenas, y con un miedo a los moros enorme».
La guarnición que se deja en Igueriben al mando del coronel Mingo del Regimiento de Infantería Ceriñola, engloba 2 compañías, una sección de ametralladoras de posición (4 máquinas), una batería ligera, un cabo y dos soldados telegrafistas, un cabo y una escuadra de la Policía Indígena. Esta vez, al contrario que en Abarrán, casi toda la posición está ocupada por soldados peninsulares y dispone de armas automáticas.
El 12 de junio los de Igueriben observan con asombro que a menos de 2 km aparece una gran harka de rifeños que se va concentrando en los montes cercanos. Nuevos contingentes enemigos van apareciendo y son recibidos con entusiasmo y descargas al aire. Los cabileños ocupan las alturas y emplazan uno de los cañones capturados en Abarrán, con el que disparan sobre Igueriben.
Plano de la posición de Igueriben.
AHN: FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.51,N.39, (fol.12r).
Desde la posición piden permiso para abrir fuego de artillería contra la harka, pero el mando de Annual lo deniega. Dos días después, los rifeños empiezan a hostigar a Igueriben para impedir la aguada.
La proximidad del enemigo obliga a tomar precauciones. El servicio de aguada en la Loma de los Árboles se hará diariamente con la protección de las mías de guarnición en Buimeyán.
El 16 de junio sale en vanguardia hacia Igueriben la 13ª Mía al mando del capitán Julio Fortea, llevando al teniente médico Antonio Vázquez Bernabéu. Siguen a la vanguardia las mías 8ª (reorganizada tras la caída de Abarrán), 10ª, 11ª y 15ª, con sus capitanes Jiménez Ortoneda, Capablanca, Calvert y Saltos. El conjunto lo manda el comandante Villar, que ordena avanzar dando un rodeo para evitar emboscadas, pero no se observa nada anormal, y los «askaris» (soldados moros) de la policía marroquí prosiguen su avance.
Cuando la 13ª Mía cruza un bosquecillo para alcanzar la divisoria de la Loma de los Árboles, el enemigo realiza una descarga cerrada seguida de intenso fuego graneado. La unidad retrocede en desorden y varios policías son abatidos. Fortea y sus oficiales, pistola en mano, pueden contenerlos, y el comandante Villar avanza con las mías restantes, pero el intenso fuego les obliga a replegarse y resistir la presión enemiga.
En apoyo de la Policía Indígena, las baterías de Annual, Igueriben y Benimayan hacen fuego, pero el general Felipe Navarro, 2º jefe de la Comandancia de Melilla, manda suspenderlo. Considera desproporcionado emplear tantos recursos de combate para un servicio de aguada.
El fuego enemigo se recrudece. Navarro ordena ahora que la artillería vuelva a entrar en acción y que el jefe del Grupo de Regulares, teniente coronel Miguel Núñez del Prado, salga con sus fuerzas en apoyo de la Policía Indígena. En el refuerzo participan también dos tabores de infantería y uno de caballería, con una compañía de ametralladoras del Regimiento Ceriñola y una batería de montaña.
El teniente coronel Núñez del Prado, jefe del Grupo de Regulares, al frente de su columna.
La columna de Núñez del Prado avanza sometida a un nutrido tiroteo en un amplio frente, pero el enemigo no retrocede y responde con un ataque hacia el centro de los Regulares, contenido a duras penas por el fuego de la batería de montaña y las ametralladoras.
Hacia el mediodía disminuye el combate, pero la lucha cobra fuerza otra vez por la tarde, sin que las tropas españolas logren desalojar al enemigo de sus posiciones. A partir de ese día se suspende el servicio de protección de aguada en la Loma de los Árboles. Las posiciones solo podrán abastecerse de agua cogiéndola en los arroyos próximos.
En la jornada se distingue el teniente médico Antonio Vázquez, que recorre incansable la línea de fuego, cumpliendo su deber con los heridos y dando ejemplo de valor y serenidad. Obtiene la Laureada por su heroica conducta.
La Unión Ilustrada, 3-08-1924. Imposición de la laureada al teniente médico Antonio Vázquez por el general Primo de Rivera.
El combate en la Loma de los Árboles del día 16 de junio deja unas cuantas lecciones tácticas importantes. La principal de ellas, reconocer que el enemigo, por primera vez, con una fuerza superior en número a la española, es capaz de cubrir densamente un frente continuo de 8 km.
Se comprueba, además, que el armamento individual de los rebeldes, que disponen del fusil Lebel francés, es superior al español en alcance y precisión, y cuentan con munición abundante. La harka, bien instruida, ha maniobrado con buen orden y disciplina, intentando envolver a la Policía y los Regulares y fortificándose con pericia.
Otra lección preocupante es que la Policía Indígena ha dado señales de escasa acometividad. «Desgastada por el empleo excesivo en misiones para las que no está preparada —dice Julio Albi—, una de las bases del ejército de Melilla se tambalea»26.
LA LOMA DE LOS ÁRBOLES
Del 18 al 23 de junio las posiciones de Igueriben, Annual y Buymeyan, en especial esta última, son continuamente hostilizadas. El fuego de fusilería enemiga no cesa. El día 19 el general Navarro inspecciona la posición, que le pide un depósito de agua, pero no hay ninguno disponible en toda la zona. En una decisión irresponsable, ajena al peligro que se cierne, el Mando de Melilla autoriza los permisos de verano, de los que se beneficia el propio Navarro.
El 25 de junio el enemigo fortifica la Loma de los Árboles, bajo el fuego de la artillería española, y el 27 los moros atacan Igueriben, Annual y Buymeyan para tantear las defensas de estas posiciones. Los ataques se interrumpen al día siguiente, mientras los rifeños continúan fortificándose durante la noche.
El 1 de julio los enemigos construyen en una loma próxima un parapeto con troneras donde instalan dos cañones. A partir de entonces Igueriben será cañoneado casi a diario, sin que la acción de la artillería española pueda neutralizar los disparos enemigos. El ministerio de la Guerra publica una nota de prensa que dice: «Para proseguir con la misma brillantez que en la actualidad la acción encomendada a nuestro Ejército de África, basta con las fuerzas que el alto comisario tiene a su disposición»27.
La realidad es que el «paqueo» a Igueriben no cesa en todas las posiciones del frente, y la amenaza sobre Igueriben planea cada vez más próxima. Al mando está ahora el comandante Julio Benítez Benítez, que ya ha demostrado su aptitud y valor en Sidi Dris. Benítez tiene madera de héroe. Nacido en El Burgo (Málaga) en 1878, combatió en Cuba antes de pasar a Marruecos, y de teniente fue destinado al Regimiento Ceriñola en Melilla. Al morir en Igueriben recibirá a título póstumo la Cruz Laureada de San Fernando tras rechazar rendirse.
Lápida en El Burgo (Málaga) que recuerda la hazaña del comandante Julio Benítez.
Los rifeños construyen trincheras, muros aspillerados y parapetos en toda la Loma de los Árboles, y disimulan las fortificaciones con haces de paja. El jefe de la guarnición del Peñón de Alhucemas, teniente coronel Civantos, informa de que se han encendido muchas hogueras convocando a la harka del monte Amesauro, el centro del fervor bélico de las cabilas Tensaman. El 12 de julio la harka enemiga hace una exhibición de fuerza en orden cerrado. «Con sus banderas y guiones de variados colores, evolucionan por compañías y escuadrones, infantes y jinetes lucen sus mejores chilabas y los caballos van brillantemente enjaezados»28.
En el centro del desfile, al pie de una tribuna, Abd-el-Krim preside el acto, arenga a su gente y les pide juramento.
Desde Annual, el comandante Mingo, que en ese momento manda la posición de Igueriben, pide autorización para abrir fuego de cañón contra la formación enemiga, pero le deniegan el permiso. «El cañoneo sería contraproducente —le contestan— en caso de no venir en actitud hostil contra la posición y, en caso de duda, consulte». En realidad, la indecisión del Mando refleja a esas alturas la duda de si los rifeños se someterían a España o irían a la guerra.
Croquis de las posiciones próximas a Annual. A la izquierda, la Loma de los Árboles.
[Asociación de Estudios Melillenses (AEM)].
SE ACABA EL AGUA
El 13 de julio el comandante Benítez releva al comandante Mingo en Igueriben, siguiendo la costumbre establecida de irse turnando en el mando de las posiciones. El tiroteo enemigo continúa por las noches sin descanso.
El 15 de julio la posición intermedia «A» se refuerza con un destacamento artillero de dos piezas Schneider. Dando protección a la artillería va una sección del 2º Escuadrón del Alcántara, al mando del alférez Juan Maroto Pérez del Pulgar. Una vez subidas las piezas hasta la posición, la sección del Alcántara regresa a su base en Dar Drius.
El 16 de julio es un día trágico. El agua se ha acabado en Igueriben. Silvestre escribe a Berenguer que «la situación vuelve a ser delicada» y pide más tabores de Regulares y elementos de transporte y sanitarios. Al día siguiente se espera en Annual un convoy procedente de Ben Tieb, y hay otro aguardando ya en el campamento, para llevar la ansiada ayuda a Igueriben.
Al toque de diana hay enemigos apostados en las inmediaciones de la posición. El jefe de la circunscripción de Annual, coronel Joaquín Argüelles de los Ríos, está a punto de suspender ese día el servicio de protección a la aguada de Igueriben. Teme caer en una emboscada, pero los oficiales de Regulares le piden llevar adelante el convoy a todo trance, y finalmente accede por la desesperada situación de los sitiados.
El convoy para liberar Igueriben va en tres columnas. Una de ellas, la que lleva el mayor peso de la acción, está al mando del comandante del II Tabor, Francisco Romero. En cuanto sale el convoy la resistencia enemiga crece. Mientras se forman las columnas, una compañía del I Tabor sale para establecerse en una loma al norte de Annual que domina el campamento y el camino de Izummar. Los regulares avanzan en orden de combate y tras recibir refuerzos consiguen coronar la loma.
Entretanto, la columna de Romero, apoyada por las baterías de Annual, intenta despejar la Loma de los Árboles y una serie de alturas en dirección a Igueriben ocupadas por el enemigo. Participan en esta acometida dos compañías del II Tabor, y un escuadrón al mando del capitán Eduardo Guzmán Ruiz, pero ahí se frena el avance, a 3 km de Igueriben, frente a un enemigo bien parapetado y superior en número.
Mientras se desarrollan estas acciones llega a Annual el convoy procedente de Ben Tieb protegido por el 5º Escuadrón del Alcántara que manda el capitán Ricardo Chicote Arcos.
Chicote fue el único capitán superviviente del Alcántara. Seguramente le salvó la vida una dura caída del caballo en las cargas del Igan que le obligó a ir al hospital. Más tarde, tras recuperarse de sus heridas, prestó declaración en el juicio contradictorio para la concesión de la Laureada a Fernando Primo de Rivera. Ascendido en 1930 a comandante, se retiró un año después por la reforma militar republicana de Azaña, y tras la Guerra Civil regresó al servicio con el empleo de teniente coronel en la escala complementaria. Murió en Barcelona, siendo coronel, en abril de 1956.
EL ÚLTIMO INTENTO
Reagrupadas las columnas, se organiza el convoy a Igueriben. Llevan 72 mulos que transportan cubas de agua, granadas artilleras, cartuchería y material de fortificación. Como acemileros van soldados de intendencia y de artillería del Parque Móvil al mando del teniente Ernesto Nogués Barrera y el alférez Enrique Ruiz Osuna.
La protección directa al convoy que debe llegar a Igueriben está a cargo del 3º Escuadrón de Regulares que manda el capitán Cebollino y en el que van los tenientes Tomasseti y Albornoz, y el alférez Fernández Silvestre, hijo del comandante general.
El escuadrón de Cebollino, combatiendo a caballo y a pie, consigue penetrar en Igueriben. Los sitiados les vitorean como salvadores, pero la alegría durará poco. Llegan 69 mulos, pero las cubas han sido perforadas por los disparos enemigos y el agua se pierde casi toda. Setenta y cuatro hombres han caído en el intento. Annual, además, se va quedando sin proyectiles de artillería. Apenas quedan reservas. En la acción se distingue heroicamente el zaragozano Nougués Barrera, jefe de un pelotón de artillería que logra introducir en la posición unos 500 proyectiles de cañón y 10 cajas de cartuchos de fusil.
Mundo Gráfico, 4-07-1923.
Cumplida la misión, Cebollino debe regresar a Annual y se abre paso al galope en dirección a Amsauro, por detrás de la Loma de los Árboles, para evitar el regreso por el camino de ida, donde el enemigo está esperando emboscado. Esta acción le valdrá al capitán Cebollino la Laureada. Al anochecer se inicia la retirada con la columna de reserva en cabeza, pero el enemigo ataca y los regulares sufren numerosas bajas, entre ellas la del comandante del II tabor Francisco Romero.
Cuando llega la noche el 18 de julio la harka vuelve a atacar. En el asalto los rebeldes alcanzan las alambradas y son rechazados en duro combate cuerpo a cuerpo. Los asaltantes disparan y rematan a los mulos del convoy de ayuda. En su agonía desesperada, algunos animales heridos destrozan la alambrada a coces. Los cuerpos muertos de los mulos revientan por el calor. «Convertidos en monstruosos globos de carne y excrementos, expiden oleadas pestíferas que hacen vomitar a los defensores». Los rifeños escalarán la posición agarrándose a los restos putrefactos de los mulos en la pendiente29.
Dibujo de la posición de Igueriben, por el teniente Casado.
El fuego de artillería y fusilería es continuo y se prepara otro convoy para ayudar a los de Igueriben, mientras la guarnición sufre un auténtico calvario bajo un sol que abrasa durante el día. Al carecer de agua, no pueden beber ni tampoco hacer rancho. Solo cuentan con latas de sardinas, lo que les recrudece la sed. En su desesperación, los soldados se meten piedrecillas en la boca para aumentar la salivación, chupan patatas machacadas y beben orines con azúcar o tinta. Durante la noche no pueden dormir y toda la fuerza permanece vigilante en el parapeto. El enemigo dispara constantemente, no solo en Igueriben. Todas las posiciones de primera línea y las aguadas son tiroteadas.
Esa noche las baterías de Annual disparan sobre las cabezas de los defensores, con la posición totalmente rodeada. En un gesto inútil, Silvestre le pide a Berenguer «castigar duramente» a los atacantes, cuando los rifeños ya están prácticamente rompiendo las alambradas.
La harka enemiga va engrosando con grupos atacantes a pie o a caballo que acuden desde los poblados, aunque la artillería española no deja de hacer fuego. En lo alto de las lomas, durante la noche, resplandecen las hogueras enemigas. Es la señal para ir preparando el asalto final. El general Felipe Navarro, que estaba de permiso, regresa desde Melilla al conocer los hechos en Annual, pero no podrá llegar muy lejos.
El 19 de junio el calor es asfixiante y el tiroteo insistente. El enemigo ha destrozado las alambradas de la posición por varios puntos y se aproxima al parapeto para lanzar piedras y granadas de mano.
Una y otra vez Igueriben comunica por heliógrafo su angustiosa situación y solicita un convoy con agua y una columna de socorro. Ya no es posible enterrar a los cadáveres ni atender a los heridos. Los medicamentos se han acabado y no hay hombres suficientes para cubrir los parapetos.
El coronel Argüelles dispone la salida de casi todas las fuerzas de Annual en auxilio de Igueriben. En el momento de organizar la columna de socorro, queda en el campamento de Annual la siguiente fuerza:
—3 compañías del I Tabor de Regulares, al mando del comandante Ramón Alfaro Páramo.
—3 compañías del II Tabor.
—2º y 3º escuadrones de Regulares.
—5 compañías de fusiles y una de ametralladoras del Regimiento Ceriñola.
—5 compañías de fusiles y dos de ametralladoras del Regimiento de África.
—3 baterías de montaña y una ligera del Regimiento Mixto de Artillería.
—Parque Móvil de Artillería, con municionamiento a lomo.
—2 compañías de zapadores.
—Una compañía de Intendencia y otra de Sanidad, ambas a lomo.
En total, unos 3000 hombres a los que se suman otros 1000 repartidos en dos compañías de zapadores llegadas de la posición de Izummar, y otra columna procedente de Dar Drius al mando del teniente coronel Pérez Ortiz, del Regimiento de San Fernando, con 5 compañías de fusiles, una compañía y media de ametralladoras (6 máquinas), una batería de montaña, una compañía de Intendencia y una sección de Sanidad.
La columna destinada a romper el cerco e introducir el convoy en Igueriben está divida en tres agrupaciones. La primera, al mando del teniente coronel Núñez del Prado, la componen el II Tabor y el 3er Escuadrón de Regulares, más una compañía de ametralladoras. La 2ª Agrupación va con el I Tabor y un escuadrón de Regulares, al mando del comandante Alfaro, para proteger el flanco de la 1ª Agrupación, y la 3ª Agrupación queda en reserva, con dos compañías de infantería y una batería de montaña.
El convoy que sale hacia Igueriben lo manda Núñez del Prado y está formado por una compañía del Regimiento Ceriñola con un capitán médico, una sección a lomo de Intendencia con cubas de agua, víveres y latas de petróleo para quemar el ganado muerto, municiones y material de Ingenieros para recomponer la alambrada.
En total, unos 1000 hombres, con cargas de víveres para tres días, 53 cubas de agua y 8 latas de petróleo para quemar a los destripados mulos muertos, con las entrañas putrefactas infectando el aire.
Una vez más, el fuego de los rifeños corta el paso a la columna española. Núñez del Prado es herido en un brazo y se le concedería la Medalla Militar. Debe ser evacuado y lo sustituye el comandante Alfaro. La orden es resistir sobre el terreno. La 1ª Agrupación, con el escuadrón de Regulares en vanguardia y el refuerzo de 2 compañías del I Tabor, tiene que detener el avance por los disparos enemigos. La situación es muy grave. No quedan fuerzas en reserva y de Annual no pueden salir más compañías porque lo impide el enemigo.
El coronel Argüelles ordena retirarse a las agrupaciones 1ª y 2ª, que están sufriendo muchas bajas y no pueden avanzar más.
MANELLA
A las dos de la tarde, el coronel Javier Manella Corrales, jefe del Regimiento Alcántara, se hace cargo del mando de la circunscripción de Annual. Morirá, «identificado y enterrado. Muy cerca de Annual»30, aunque durante 77 años le darán oficialmente por «desaparecido».
También llega al refuerzo la columna salida de Dar Drius al mando del teniente coronel Pérez Ortiz. El coronel Manella le ordena dejar dos compañías de reserva, y con las restantes y una batería reforzar el flanco izquierdo para apoyar a los Regulares.
Aparte entre el general Silvestre y el coronel Manella, el 24 de mayo de 1921 en Segangan.
Manella manda de forma rotatoria en ese momento la circunscripción de Annual hasta que llegan Navarro y Silvestre. Manella era un hombre valiente, dispuesto a lanzarse a caballo para salvar Igueriben si los Regulares flaqueaban. Fue de los pocos jefes que repetía que era mejor caer con honra en Annual que retirarse, aunque muriesen todos. El destino quiso que muriera en Izummar, cerca de donde cayó Silvestre, y el mismo destino hizo también que el mando del Alcántara recayera en el teniente coronel Primo de Rivera, quien seguramente conocía mejor que el propio Manella el funcionamiento operativo de la unidad.
Aunque apenas llevaba dos meses mandando el Regimiento, el coronel era un jefe resuelto y estimado. Había tomado el mando del Alcántara el 24 de mayo y se estaba adaptando al manejo de la unidad. Una tarea complicada, ya que el Alcántara rara vez maniobraba reunido al completo, y estaba diseminado entre las diferentes circunscripciones de la comandancia general de Melilla. Silvestre y el coronel eran muy amigos, se conocían de Madrid y es lógico suponer que el general debió de recomendar a Manella para que le dieran el mando del Regimiento.
IMPOSIBLE AVANZAR
A las cuatro de la tarde del 19 de julio Manella pide un esfuerzo supremo a los Regulares para apoyar a la compañía del II Tabor que manda el capitán Del Rosal. La unidad intentará entrar en Igueriben, llevando cada soldado varias cantimploras de agua. Los hombres de Del Rosal siguen a su capitán, cargando con los fusiles y las cantimploras, mientras las compañías de soldados peninsulares apoyan desde los flancos el avance de los Regulares, que se sitúan muy cerca de Igueriben, pero el enemigo contraataca con furia.
Son las seis de la tarde y el coronel Manella ordena el repliegue sobre Annual, bajo la continua presión del enemigo.
Manella estaba en Melilla desde el 21 de mayo de 1921 para rotar en los turnos del mando de operaciones de la circunscripción de Annual. Lo acordado por Silvestre es que en el mando de la circunscripción de Annual alternaran por quincenas los coroneles del regimiento de Caballería y del Mixto de Artillería, por hallarse ausente de la Península el coronel del Regimiento Ceriñola, a quien correspondía el mando natural de la circunscripción31.
Al desembarcar en Melilla, Manella queda sorprendido al ver a la unidad bajo su mando tan dispersa. El regimiento Alcántara está fragmentado «en grado tan superlativo que supera lo ridículo: escuadrones y pelotones se estiran a lo largo de una línea de ¡ciento veinte kilómetros!»32.
El coronel del Alcántara sale el 14 de junio para su primer mando en Annual. Es un admirador personal de Silvestre. Cuando llega, la guerra en el Rif no le coge de nuevas, pero no esperaba que la situación estuviera tan mal.
Ya en Annual, al frente de la circunscripción, Manella organiza un último asalto para salvar Igueriben, pero el empeño fracasará.
La artillería de los sitiados ya no dispara y los rifeños están encima de las alambradas. Los defensores, desesperados por la falta de agua, se beben los orines y mastican el cuero de los correajes. Se pelea en los parapetos con fiereza y ni rifeños ni españoles ceden. Ajeno a la realidad de la situación, poco antes de la medianoche, Silvestre envía un mensaje cifrado al ministro vizconde de Eza. Le pide 60.000 proyectiles de cañón y 12 millones de cartuchos de fusil, «con carácter urgentísimo» en el plazo máximo de diez días, cuando ya no hay tiempo y todo el frente de Annual está a punto de derrumbarse.
Los generales Silvestre y Navarro.
El 20 de julio no hay convoy. Imposible avanzar. En otro despacho cifrado, Silvestre advierte a Berenguer de que tiene inmovilizadas la totalidad de las fuerzas disponibles en Annual. Debe atender a la seguridad de las cabilas. En cuanto al fracaso del último convoy, dice que la situación se remediará mañana.
Cuando el general Navarro llega a Annual, comprueba que la moral de la tropa es baja y teme una nueva derrota mientras aguarda la llegada de Silvestre33, que ha movilizado al III Tabor, una compañía y un escuadrón del I Tabor, más la caballería del Alcántara.
Desde Melilla, Silvestre sigue la lucha, pero por alguna razón no pide el refuerzo aéreo (22 aparatos) con el que podía contar desde Tetuán. Berenguer tampoco dice nada, ni solicita ayuda naval para bombardear Axdir, aunque ha pedido a Eza el mercante Almirante Lobo para transportar a Melilla, si es preciso, unos mil hombres con doscientas cabezas de ganado.
Silvestre en ese momento solo dispone del cañonero Laya y espera al Lauria, que viene desde Ceuta. Ese mismo día Berenguer le ha solicitado el crucero Princesa de Asturias, que está en Tánger y tendría que haber zarpado el día 20. «Solo se movilizarán el Álvaro de Bazán, el Bustamante, el Bonifaz y el Giralda. Y esto el 21 de julio. ¿Y los acorazados y los otros cruceros?», se pregunta Pando34.
Silencio.
A la desesperada, los últimos refuerzos disponibles se dirigen hacia Annual para intentar socorrer Igueriben a toda costa.
En un gesto ya tardío, Silvestre, solicita al gobierno español dos Divisiones con todos sus elementos en el menor tiempo posible, que se envíe a Melilla aviación y que la Armada bombardee la costa norte del Rif para aliviar la presión de los rebeldes, haciéndoles creer que se producirá un desembarco.
Todo queda en pura entelequia. Lo único real, para llenar el vacío que deja el movimiento de tropas hacia el frente de Annual, son las órdenes de formar «compañías provisionales» con los «destinos» de Melilla, que irán a guarnecer posiciones de segunda línea en el Kert.
El comandante general anuncia que mañana partirá hacia Annual con los escuadrones del Alcántara y el general Navarro se incorpora para dirigir la operación.
La situación de Igueriben, entretanto, se hace insostenible. El Mando de Annual anuncia a los defensores que, cueste lo que cueste, mañana cesarán sus sufrimientos y llegará el convoy de ayuda.
Ese día abre fuego sobre Igueriben el único cañón que los moros han capturado en Abarrán, instalado en el interior de una cueva protegida con un parapeto de piedras. Poco a poco los rifeños afinan la puntería, y sus disparos terminan siendo certeros. Un aeroplano español bombardea la pieza artillera sin resultado.
LA CAÍDA
En las primeras horas del día 21 de julio inician el avance sobre Igueriben cuatro columnas: derecha (oeste), izquierda (este), centro y reserva, distribuidas del siguiente modo:
Columna derecha, al mando del coronel Gabriel Morales, jefe de la Policía Indígena, con varias mías, 5 compañías del Regimiento San Fernando y una batería de montaña. Su misión es ocupar la Loma de los Árboles y alcanzar Igueriben por la divisoria de la cresta.
Columna izquierda, al mando del coronel Manella, jefe del Regimiento Alcántara, con un Grupo de tres tabores de infantería, una compañía de ametralladoras, un tabor de caballería y el convoy de ayuda. Su misión es avanzar para introducir el convoy en la posición.
Columna del centro, mandada por el comandante Jesús Villar de la Policía Indígena, con 2 mías y algunas harkas amigas. El objetivo es progresar por el llano, enlazando a las columnas derecha e izquierda.
La columna de reserva la manda el coronel Marina con compañías peninsulares de los regimientos Ceriñola y África, y 3 compañías de zapadores que manda el comandante Alzugaray.
Las columnas inician el avance simultáneamente, pero el enemigo no ha perdido el tiempo y ha construido trincheras y parapetos en las lomas entre Annual e Igueriben, en espera del ataque.
Coronel Gabriel Morales, jefe de la Policia Indígena.
Abre marcha el tabor de caballería, pero pronto caen muertos el capitán Guzmán, del 2º Escuadrón, y el teniente Albornoz, del 3º. El intenso fuego y las muchas bajas obligan al tabor a desmontar y combatir a pie.
Los tabores de infantería, aunque avanzan resueltamente, también sufren incesantes bajas. Muere el capitán Moreno de Guerra cuando queda como único oficial de su compañía.
Las ametralladoras contienen momentáneamente al enemigo, pero este logra avanzar a costa de sufrir muchas bajas, y las máquinas tienen que ser defendidas al arma blanca.
Los enemigos también detienen a la columna de la derecha, que antes de llegar al pie de la Loma de los Árboles ha perdido un tercio de sus efectivos.
El coronel Morales vuelve a intentar el asalto de la loma maldita, pero sus hombres son barridos por el fuego. El capitán Valcárcer, de Estado Mayor, llega para reiterarle la orden de proseguir el asalto. Ofrece enviarle una batería, pero Morales la rechaza. Dada la difícil situación en que se encuentra, piensa que adelantar más artillería es exponerse a perderla. Las mías de la columna del centro, muy batidas, tampoco pueden moverse.
En esos momentos llega a Annual el general Silvestre, escoltado por el regimiento Alcántara al mando del teniente coronel Fernando Primo de Rivera.
Consciente de la gravísima situación, al ver que el ataque se ha estancado, el comandante general pensó primero en dar una carga con la caballería para despejar la situación, pero la idea se rechaza porque no resultaría eficaz en un terreno tan quebrado. Al final, dispone que un escuadrón de sables y el de ametralladoras del Alcántara se sumen a la columna de la izquierda, y que Primo de Rivera con los otros escuadrones de sables vaya a detener un movimiento envolvente que el enemigo está iniciando sobre las fuerzas de Morales.
Monumento al comandante Benítez en Málaga.
Dispone también Silvestre que el general Navarro, 2º jefe de la Comandancia, marche a Melilla inmediatamente para reiterar la petición de refuerzos desde España y Tetuán. También ordena que tres compañías del Ceriñola en marcha hacia Annual se detengan en Ben Tieb, por si es necesaria una retirada general.
Aunque la artillería vuelve a actuar, el impulso de las columnas se ha perdido, y al intentar el asalto son rechazadas. Silvestre entiende que reiterar el esfuerzo es inútil, ya que las columnas están muy quebrantadas. Ordena evacuar Igueriben para intentar romper el cerco y acogerse a las líneas españolas.
Es entonces cuando el comandante Benítez decide permanecer en la posición con sus oficiales sin arriar la bandera, y pide que la artillería dispare sobre la posición en cuanto salga la tropa.
Cuando el enemigo ya está dentro de Igueriben, solo quedan vivos un alférez y cuatro soldados heridos, que son hechos prisioneros. Otros once hombres consiguen llegar a Annual, y algunos perecen enseguida entre espasmos al beber agua ansiosamente.
El general Navarro ha llegado a Annual el día anterior, cuando Igueriben da las últimas boqueadas. De los 244 hombres que defendían la posición apenas queda un centenar.
Benítez insiste en lo desesperado de la situación y Navarro se compromete y envía un mensaje: «Resistid esta noche. Mañana os juramos que seréis salvados, o todos quedaremos en el campo del honor»35.
Pero en las primeras horas del 21 de julio, Navarro envía un despacho a Silvestre. Le expone que tiene dudas de conseguir el objetivo y deja abierta la posibilidad de evacuar Igueriben. El telegrama llega a Melilla cuando Silvestre ya ha partido hacia Annual, donde se ha reunido una columna de casi 3000 hombres, que dirigen los coroneles Manella y Morales, para liberar Igueriben.
Son horas dramáticas. La columna no puede pasar la Loma de los Árboles y la tropa cede. Empieza el repliegue.
Cuando Silvestre aparece ya ha transcurrido el mediodía del fatídico 21 de julio, y se desespera al ver que el convoy de ayuda retrocede. El comandante Benítez defiende la posición como un león. Es el héroe de la jornada y envía a los de Annual un mensaje heliográfico con un duro reproche:
Parece mentira que dejéis morir a vuestros hermanos, a un puñado de españoles que han sabido sacrificarse delante de vosotros.
Por toda respuesta, Silvestre autoriza a Benítez a parlamentar con el enemigo, lo que equivale a una rendición. Benítez, encorajinado, le contesta con una frase que queda para la posteridad:
«Los oficiales de Igueriben mueren pero no se rinden».
Palabras para la historia grabadas en la peana del momumento dedicado a Benítez y a los héroes de Igueriben.
Al final, Benítez deja en libertad a la guarnición de Igueriben para abandonar la posición, y la retirada de la columna se acelera. La 5ª Batería de montaña se repliega a Izummar, mientras el ejército de Annual empieza a descomponerse como fruta podrida.
Los de Igueriben envían el último mensaje, cuando solo les quedan doce cargas de cañón. «Contadlas —dice Benítez— y al duodécimo disparo, fuego sobre nosotros, pues moros y españoles estaremos envueltos en la posición».
Además de Benítez, dos capitanes, seis tenientes y dos alféreces, deciden romper el cerco a la desesperada con los heridos, enfermos y el resto de la tropa. Pero los rifeños se les echan encima y no perdonan. El capitán Federico de la Paz Orduña aún tendrá tiempo de inutilizar los cierres de los cañones. Es el último acto heroico. Después, silencio. Solo llegan a Annual un puñado de hombres con los ojos desorbitados y rostros dementes. Unos cuantos mueren entre espasmos al beber agua sin freno.
Los muertos en Igueriben son 387 soldados. En la lista de oficiales caídos figuran los comandantes Julio Benítez (laureado), el capitán artillero Federico de la Paz Orduña (también laureado), el capitán Arturo Bulnes (Infantería), los tenientes de Infantería Alfonso Galán, Manuel Castro, Ovidio Rodríguez y Justo Sierra, el alférez Rafael Villanova (Infantería), los tenientes Julio Bustamante y Ernesto Nogues (Artillería) y el alférez Enrique Ruiz, de Intendencia.
Al caer Igueriben se produce el momento crítico. Las columnas que no han podido salvar Igueriben emprenden la retirada, acosadas por el enemigo, hasta la misma posición de Annual. El desastre llega de golpe.
Por radiograma, el comandante general Silvestre envía al alto comisario Berenguer y al gobierno de España el siguiente mensaje:
Día de hoy realicé operación anunciada para socorrer Igueriben con esfuerzos supremos, viniendo con restos Regulares y Regimiento de Alcántara a dirigir tan importante operación. Numerosísimo enemigo atrincherado impidió obrar, no obstante operar casi totalidad fuerzas de este territorio, y ante imposibilidad conseguirlo ordené evacuación Igueriben, después de inutilizar material. Jefes y oficiales muertos en alambrada suicidados. Retirada hoy sangrienta mayoría de fuerzas territorio en Annual, donde me quedo con las mismas, totalmente rodeado por el enemigo; y debido situación gravísima, angustiosa, considero urgentísimo envío Divisiones con todos elementos. Intentaré toda clase de esfuerzos para conseguir salir esta dificilísima situación por tener cortada línea comunicaciones.
La posición de Igueriben, desarbolada, tras el asalto final de los rifeños.
LA RETIRADA
La captura de Igueriben levanta en armas a todo el territorio rebelde rifeño. En Annual quedan víveres para solo cinco días y municiones para cuatro días de combate. Demasiado tarde para que lleguen refuerzos de Tetuán o de la Península.
Sin fuerzas que la protejan, Melilla queda abierta a un asalto enemigo. La población civil puede ser masacrada. En consecuencia, razona Silvestre, parece oportuno abandonar Annual para salvar a esta guarnición y retirarse a la línea Axdir-Asua-Dar Drius, o la del río Kert, donde cabe esperar la llegada de socorros. En realidad ya ha tomado la decisión, pero quiere pulsar la opinión de los jefes reunidos.
El coronel Morales, jefe de la Policía Indígena, consideraba ya imposible retirarse. Demasiado tarde. Era consciente, además, de que pronto las tropas marroquíes a sus órdenes se pasarían al enemigo.
El coronel Gabriel Morales y Mendigutia, considerado por algunos el más capacitado de los jefes españoles, pertenecía al grupo de africanistas nacidos en Cuba, como los generales Silvestre y Berenguer. Había ascendido a teniente coronel por méritos de guerra en el Barranco del Lobo y era un erudito apasionado de la cultura árabe. Miembro de la Real Academia de la Historia, hablaba inglés y francés y dominaba también el árabe y el dialecto chelja de los bereberes rifeños.
Además de jefe de la Policía Indígena, Morales tenía un gran prestigio entre los jefes nativos y sabía negociar con ellos, pero sus opiniones y las de Silvestre eran divergentes. El coronel desconfiaba de tomar Annual y —al igual que el teniente coronel Fidel Dávila— proponía enlazar esta posición con Sidi Dris para disponer de un apoyo en la costa. Sus recelos quedaron reflejados en un informe reservado que dirigió al general Silvestre. Manifestaba que las fuerzas españolas habían alcanzado su límite logístico y era el momento de consolidar lo conquistado, pero su criterio fue descartado por la fogosidad ofensiva del comandante general, que hizo prevalecer su rango.
Coronel Morales con tropas moras y de Regulares.
El cadáver de Morales, hallado en la retirada de Annual, fue entregado por Abd-el-Krim al cañonero Lauria, como muestra del aprecio que sentía el líder rifeño por su antiguo jefe de la Oficina de Asuntos Indígenas de Melilla. Sus restos están enterrados en el Panteón de los Héroes, en el cementerio melillense municipal de la Purísima Concepción.
En la última reunión de jefes, horas antes de producirse el desastre, el coronel Manella también es partidario de resistir y no retirarse, aunque hubiera que sucumbir luchando como habían hecho los defensores de Igueriben, pero la mayoría consideraba más práctico emprender la retirada y salvar así al grueso de la guarnición.
La estación radiotelegráfica de Tetuán envía entonces un mensaje a Silvestre. Berenguer le anuncia que pronto llegarían a Melilla dos banderas del Tercio y un tabor de Regulares de Ceuta. Muy poco, juzga el comandante general, para resolver la situación de la fuerza copada en Annual, a 100 km de Melilla y en territorio hostil.
Poco después hay otro telegrama «muy urgente» de Silvestre a Berenguer:
Por lectura de su telegrama relativo a requisa barcos en Cádiz para el envío de fuerzas de Tetuán, me hace suponer no he acertado a dar a V.E. idea exacta situación en que se hallan mis tropas en Annual: constantemente hostilizadas aguadas, que habrán de ser sangrientas; cortada por el enemigo temible línea de abastecimiento y de evacuación de bajas; no disponiendo de municiones más que para un combate, y comprometer mis soldados con todas las consecuencias. Procede determinaciones urgentísimas que tomaré aceptando toda responsabilidad, teniendo en principio idea de retirarme a la línea Ben Tieb-Beni Said, recogiendo antes posiciones que me sea posible, en donde esperaré los refuerzos que V.E. me envíe, siendo puerto desembarco Melilla.
A última hora, después de escuchar la opinión de sus mandos, Silvestre duda. No tiene claro si debe abandonar el campamento y vuelve a pedir su parecer a los que le rodean. Contra la opinión general, el coronel Manella insistió una vez más que aunque la gente de Annual no se salvara «era mejor quedarse allí a morir todos […] y dar al país la satisfacción de un heroísmo hasta el infinito»36. Un capitán de artillería, Pedro Chacón Valdecañas, atestigua que el coronel Manella protestó en voz alta ser «el único que había votado en la junta de jefes por no abandonar el campamento, y que estaba dispuesto a suicidarse cuando esto ocurriera».
Referencias al coronel Manella en la declaración del Capitán Pedro Chacón Valdecañas.
AHN, FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.50,N.6; (fols.1174r-1181r).
Mientras se desarrolla la reunión, un oficial enviado por el comandante Villar informa de que llegan numerosas fuerzas enemigas en columnas, y la noticia impulsará decisivamente la retirada.
De Talilit y Buimeyan llegan también informes de que ambas posiciones están cercadas y piden refuerzos. Silvestre les ordena inutilizar sus piezas de artillería de posición, destruir la munición y los víveres que no puedan llevar, y abrirse paso como puedan sobre Sidi Dris o Annual. Piensa que no puede hacer más, y seguramente en ese momento se le vino el mundo encima.
EL GRAN DESASTRE
Silvestre ha salido de madrugada el día 21 hacia Annual desde Melilla. Lleva consigo 881 hombres y a su ayudante Juan Pedro Hernández Olaguibel, que le recoge en el «coche rápido» a la puerta de la Comandancia General. Cerca de Annual estarán esperándoles los cinco escuadrones del regimiento Alcántara, la única unidad de caballería europea acantonada en Dar Drius, la «nuez del ejército».
Con el general van también unas cuantas «compañías eventuales» formadas por soldados en destinos «no esenciales» que no han disparado un fusil en su vida. Es una tropa de cocineros, escribientes, carteros, músicos y oficinistas. El jefe es el capitán Agustín López, de la escala de reserva y jefe del archivo. Su objetivo es defender la línea del Kert, desmantelada desde los combates en 1912. Cargan dos mulos con víveres, agua y alguna munición.
Cuando la compañía del capitán López alcanza la orilla izquierda del Kert, se encuentra con una desbandada de españoles perseguidos por los rifeños. Los «eventuales», al ver correr a sus compañeros, también salen corriendo. Morirán todos menos un sargento, al que le ha dado un síncope, y un soldado. El capitán es el único que se defiende revólver en mano.
El ánimo de Silvestre oscila ya a esas horas entre el abatimiento y el arrebato. Al general Navarro le ordena regresar a Melilla, y el 2º jefe de la Comandancia se niega al principio, pero cuando Silvestre le repite la orden tiene que obedecer.
El comandante general parece darlo todo por perdido cuando pide a sus dos ayudantes más próximos, el coronel Manera y el comandante López Ruiz, que sorteen entre ellos. Solo quiere a su lado a uno, y el otro puede irse a Melilla. Otro ayudante personal, Hernández Olaguibel, también ha decidido quedarse.
Echan a suertes y es López Ruiz el que se marcha. Silvestre le pide que entregue a su madre, doña Eleuteria, los ahorros que guarda en su despacho. Poco más de mil pesetas. Es todo el dinero que tiene.
Son poco más de las cuatro de la tarde cuando Silvestre envía a Berenguer una petición desquiciada que debió de dejar alucinado al alto comisario. Solicita un batallón de Ferrocarriles y material ferroviario para un tendido de 38 km de vía estrecha entre Ben Tieb y Tistutin.
Las municiones se agotan. El ganado (más de mil cabezas) también se muere de sed, y el «paqueo» enemigo es constante. Annual está rodeado por unos 8 o 9000 rifeños de la harka. Los españoles son unos 5400, con unos 200 oficiales.
Hacia las siete y media de la tarde, el comandante general manda otro mensaje por radio. Se habla de «jefes y oficiales muertos en alambrada, suicidados».
Siguen cruzándose telegramas a medida que la situación se descompone. Silvestre ha montado junto a su tienda una estación Telefunken de radiotelegrafía sin hilos (TSH). Berenguer promete ayuda en la madrugada del 22 de julio, cuando ya nada se puede hacer. Todo parece un melodrama macabro. Hacia el mediodía, el alto comisario deja escrito para la posteridad que aunque le resulte doloroso decírselo al Gobierno «es necesario enviar fuerzas de la Península a Melilla, en la cuantía que estime Silvestre». Pero a esas horas Silvestre ha muerto en su tienda y su ejército está siendo aniquilado en el desfiladero de Izummar.
A las cinco de la mañana del 22 de julio, cuando clarean las primeras luces del día, Silvestre ha decidido ya retirarse, aunque algunos, como los coroneles Morales y Manella, el jefe del Alcántara y de la posición de Annual, son partidarios de resistir a todo trance. A última hora, eso le hace dudar. Cunde el desconcierto y se impone el criterio de improvisar la retirada. Silvestre reitera a los jefes que no digan nada a los oficiales ni a la tropa para que no cunda el pánico. Algo ilusorio cuando la harka avanza ya como un rodillo contra el campamento. La desbandada, en realidad, ha empezado ya.
En el último despacho por radio a Berenguer, Silvestre le informa de que el enemigo viene en columnas que aumentan por momentos, y ha ordenado la retirada a Ben Tieb. El telegrama «urgentísimo», fechado el 22 de julio a las 10,30 dice: «Contestación a su telegrama, después de consejo jefes, y ante numeroso enemigo, que viene en columnas, aumentando por momentos, y no contando más que con cien cartuchos por individuo, ordeno retirada sobre Izummar y Ben Tieb, haciendo todo lo posible por llegar a este punto».
Recorrido entre Annual y Dar Drius
AHN, FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.50. (nº 1)
El resultado final es que morirán miles de hombres y se perderá en pocos días un territorio en el Rif que había costado conquistar doce años. «La confusión lleva a una huida loca —escribe el periodista coetáneoVíctor Ruiz Albéniz—, sin que nadie les contenga. Las fuerzas de la Policía, al ver el desastre y la proximidad del enemigo, hacen causa común con él, y empiezan a disparar a bocajarro sobre los nuestros»37.
Julio Albi afirma que al coronel Manella le mataron el caballo y que siguió combatiendo a pie hasta que acabaron con su vida a tiros. De acuerdo con la misma fuente, también el coronel Morales perdió su montura y continuó caminando y disparando pausadamente. Cayó herido a los dos o tres kilómetros y pidió que lo remataran si no podía seguir la marcha, pero no le hicieron caso. Sus compañeros permanecieron con él hasta que murió. Abd-el-Krim, que había sido su amigo en otro tiempo y le respetaba, devolvió los restos de Morales a los españoles.
Plano de la posición de Annual.
AHN, FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.50
LA DESBANDADA
Al día siguiente, 22 de julio, cuatro columnas enemigas avanzan sobre Annual desde los montes próximos, reforzando el cerco que los rifeños han establecido alrededor de la posición.
La retirada ya es oficial. Silvestre imparte sus últimas órdenes. La Policía Indígena desplegará dando frente al enemigo a la izquierda de la carretera de Annual a Ben Tieb, los Regulares cubrirán el flanco derecho y el Regimiento de San Fernando la retaguardia. El convoy de heridos saldrá en primer lugar. Poco antes, Silvestre envía en coche a Melilla a su hijo alférez (que luego moriría en el frente en la guerra civil de 1936) y le da una maleta. Contiene sus condecoraciones y sus cordones de ayudante del rey. Algunos afirman que también llevaba el fajín de general, y que Abd-el-Krim se apoderó de él. Algo que ya pertenece a la leyenda.
Plano autógrafo del general Picasso.
Archivo General de Melilla. Consejería de Cultura, Ciudad Autónoma de Melilla.
La columna en retirada se forma con apresuramiento y poco orden, y el pánico empieza a apoderarse de las tropas. A la salida de la posición, los disparos enemigos causan innumerables bajas a los soldados peninsulares, que se entorpecen unos a otros en el tumulto. El caos aumenta y las unidades se entremezclan y corren ante la impotencia de los oficiales que, pistola en mano, intentan detener la desbandada. «El terror se ha apoderado de unos hombres que no reaccionan ante ningún estímulo —dice un cronista—, que no tienen más obsesión que huir de Annual, que Annual no sea su tumba».
La situación se agrava cuando la Policía Indígena dispara contra sus oficiales españoles, y después sobre la columna en fuga.
La masa de la tropa se precipita fuera de Annual, oficiales y soldados revueltos. Van tan deprisa que en media hora el campamento queda vacío. «Son algo más de 5300 hombres, apetitosa carnaza, porque en un extraordinario caso de pánico colectivo, el ejército se ha convertido en pocos minutos en un rebaño. Casi nadie piensa en defenderse, solo en huir»38.
La posición se abandona con todos sus efectivos, sin órdenes, sin instrucciones, con prisas, revueltas y confundidas las fuerzas, sin plan ni dirección.
Al ver lo que sucede, Silvestre increpa a la Policía Indígena. Los llama traidores y cobardes y se niega a salir de la posición cuando penetran en ella los rifeños.
Hasta los aguerridos regulares, que habían cargado con el mayor peso de las campañas en el Rif, se mantienen indecisos y empiezan a disparar al aire en lugar de hacerlo contra el enemigo. El comandante Llamas, jefe del Grupo de Regulares, comprende que si no aleja a sus hombres del combate estos no tardarán en ir contra las tropas españolas, y ordena que los tabores se replieguen rápidamente para romper el contacto con el enemigo. En cuanto se les aleja de la zona de lucha, los oficiales mantienen la disciplina y llevan a la columna de Regulares hacia Ben Tieb.
El coronel Manella y su ayudante, el capitán Ramón Arce Iradier, intentan contener el desorden. No lo consiguen. Solo logran reunir algunos hombres y con ellos hacen frente a los rifeños hasta morir. Lo mismo que el coronel Morales y otros mandos destacados.
La retirada ha terminado siendo una debacle general. Nadie escucha a nadie y las órdenes no existen. «Sálvese quien pueda» y correr hacia atrás se ha convertido para muchos en la única consigna. Y es ahí donde empieza la carnicería principal. En los primeros momentos de la salida desde Annual a las cuestas de Izummar.
«Lo que ha sucedido raya en lo inconcebible —señala Albi—. Se ha llenado Annual de hombres sin acumular a la vez los medios necesarios para que pudieran vivir y combatir». La artillería en Annual disponía solo de un promedio de 20 disparos por pieza para la defensa de la posición.
Por si eso no fuera bastante, la retirada se realiza de forma desastrosa, sin informar siquiera de ella a los mandos intermedios, lo que da a entender que los jefes no se fiaban ni de sus propios oficiales. Estos deben hacerse cargo de los servicios habituales de seguridad y aguada como si nada ocurriera, y luego abandonar la posición. El repliegue resulta caótico, y los encargados de ejecutarlo ni siquiera se comunican entre ellos39.
Comunicación oficial del suicidio del general Silvestre a las pocas horas del Desastre de Annual.
AHN, FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.50, fol. 58.
LOS OLVIDADOS
Poco después de producirse el Desastre de Annual, otras muchas guarniciones menores, sin apenas posibilidades o tiempo para replegarse, quedan a merced del enemigo. Se produce entonces la retirada en cadena de las posiciones que quedan aisladas, y en su ayuda, desde Dar Drius, debe acudir el Regimiento Alcántara para intentar paliar la hecatombe y salvar a los soldados supervivientes.
Croquis de la zona ocupada el 22 de julio con la situación de las posiciones y límites de las circunscripciones en que se hallaba dividida.
“A. 1ª Pieza de la Información gubernativa instruida por el General de División Juan Picasso González (Expediente Picasso).”
AHN: FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.50,N.1, (fol. 200r).
Del amplio despliegue llevado a cabo por el general Silvestre, tres posiciones de «nombres anodinos» formaban parte del dispositivo organizado por el Estado Mayor de la Comandancia. Fueron las posiciones intermedias A, B y C. Las dos primeras se ocuparon tras caer Abarrán y la tercera se instaló el 20 de julio. Las tres jalonaban estratégicamente el camino entre Annual y Ben Tieb. La B y la C pertenecían a la circunscripción de Annual y la A dependía de Dar Drius.
A fines de julio de 1921 el ejército de la Comandancia General de Melilla ha quedado reducido a unos 3.000 hombres cercados en Monte Arruit, a los que se añaden unos centenares más en Zeluán, y algunas posiciones cercadas que intentan unirse a la columna principal en retirada. En algunos casos, estas últimas dieron pruebas de gran heroísmo. Las principales fueron:
Talilit
A las 11,00 h del día 22 de julio esta posición recibió la orden de retirarse sobre Sidi-Dris, en la costa próxima a Alhucemas.
Su guarnición, compuesta por una compañía de fusiles, otra de ametralladoras del RI Ceriñola y un destacamento de artillería, inicia la evacuación al mando del capitán Ferrer.
El enemigo extermina a la sección de avanzadilla que la defiende, menos a un soldado que logra escapar, y seguidamente asalta la posición y acaba con los artilleros que, antes de morir, consiguen inutilizar los cañones y la munición. De los 200 hombres que abandonan Talilit solo llegan 80 a Sidi Dris, y casi todos sucumbieron heridos muy pocos días después.
Mandada por el comandante Juan Velázquez, la guarnición de Sidi Dris se ve así reforzada con la llegada de los supervivientes de Talilit. Juntos resisten hasta el 25 de julio, cuando se produce el asalto enemigo. La Policía Indígena que formaba parte de la guarnición aguantó hasta el final, y el comandante Velázquez recibió la Laureada por su muerte ejemplar. Era segundo jefe del II Batallón del Regimiento de Infantería Melilla y durante cuatro días recorrió incansable el parapeto, dando ejemplo de valor ante los ataques rifeños.
Avanzadilla en la posición de Talilit.
Biblioteca virtual de Defensa.
La imposibilidad de conseguir agua decidió la evacuación. Velázquez inutilizó el material de guerra e incendió la posición, mientras permanecía en el sitio. Resolvió morir matando, haciendo frente a la avalancha enemiga.
El crucero Princesa de Asturias envió cuatro botes a la playa para recoger a los soldados que habían escapado de la posición perseguidos por los rifeños. Solo se salvaron unos 12, pero a costa de perder dos botes por el fuego enemigo y sufrir otras bajas, entre ellas la del alférez de navío Lazaga.
Buimeyan
La Policía Indígena desertó cuando desde Annual se dio orden de evacuar la posición, defendida por una compañía del Regimiento Ceriñola. Casi todos murieron y 24 defensores fueron hechos prisioneros.
Intermedia «C»
Cuando en la noche del 22 de julio fue atacada, la posición pidió socorro en vano a Annual e Izummar. Estaba al mando el capitán Vallés, que no recibió orden de repliegue, pero al ver pasar a los que venían huyendo desde Annual, incendió la posición y se unió al grueso de la columna en retirada.
Izummar
Tampoco recibió orden de retirada. Se trataba de una posición importante porque desde ella se podía proteger el repliegue, pero su guarnición la incendió prematuramente, sin esperar a que hubiera pasado la retaguardia de la columna.
Croquis de la situación y forma de los caminos hacia Annual a su paso por la posición de Izummar.
F. 6ª Pieza de la Información gubernativa instruida por el General de División Juan Picasso González (Expediente Picasso). AHN,FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.50,N.6 - 306.
Intermedia «B»
Como no tenía orden de retirarse, el capitán de la posición, Miguel Pérez García, que mandaba una compañía del Regimiento Ceriñola reforzada por un destacamento de artillería, decidió morir en su puesto sin rendirse. Poco después la posición fue asaltada y murieron todos los defensores.
Yebel Udia
Defendida por dos secciones de la compañía de Voluntarios del 2º Batallón del Ceriñola, todos los integrantes de esta guarnición cumplieron su deber y resistieron hasta morir.
Intermedia «A»
La posición A (Peña Tahuarda) estaba situada en un montículo próximo a Yebel Udía, dominando el paso de Tizzi Azza sobre la carretera de Annual a Ben Tieb, en el tramo en pendiente más estrecho y retorcido que los soldados llamaban «el tobogán». Componían la guarnición dos secciones del Regimiento de Infantería San Fernando, un destacamento artillero con dos cañones, y tres soldados telegrafistas. En total, 86 hombres, incluidos 4 oficiales.
Cuando se retira la columna de Annual, la posición Intermedia A queda incomunicada con la caída de las posiciones próximas. Al parecer, a los radiotelegrafistas se les olvidó comunicar la orden de retirada. Los telegrafistas murieron cuando la estación de Annual cayó en poder del enemigo, con la copia de todos los mensajes.
Capitán José Escribano Aguado, jefe de la posición Intermedia A [desastreannual.blogspot.com.es].
El día 23 de julio, desde Dar Drius, al capitán Escribano que manda la posición A le preguntan si puede intentar retirarse. Este responde que, por estar totalmente rodeado, resultaría inútil. «Es imposible —dice— romper el cerco. Tenemos muchos enemigos. Si no pueden venir en nuestro auxilio, sabremos morir cumpliendo con nuestro deber».
Cuando la columna en retirada sale de Dar Drius todavía se oyen los cañonazos y los disparos de fusilería en la posición cercada, que prosigue su heroica resistencia.
Pasado algún tiempo se supo que Escribano mantuvo la posición sin agua y casi sin municiones hasta el 28 de julio. Los cabecillas de la cabila asaltante le pidieron parlamentar. Escribano acudió solo y se adelantó unos 50 metros del parapeto. Estaban hablando cuando, de repente, los moros intentaron sujetarle y hacerle prisionero. «Fuego sobre mí y sobre el enemigo que me rodea», grito entonces Escribano a sus hombres, que se mantenían vigilantes en el parapeto. Los españoles disparan y Escribano muere con los enemigos, que intentaban prenderlo, agrupados a su alrededor .
Después se reanudó el ataque de los rifeños y la posición resistió al mando del teniente Darío Fernández Raigada, hasta que toda la guarnición fue exterminada.
El capitán Escribano había nacido en Toledo en 1883 y tras su muerte fue propuesto para la Laureada, algo que seguramente mereció, pero finalmente se le denegó en 1924, por falta de testigos. Solo sobrevivió el soldado Antonio Tavira Morales, que había desertado unos días antes de la caída de la posición.
1 Juan Pando: Historia secreta de Annual, Temas de Hoy, pág. 52
2 Julio Albi: En torno a Annual, Ministerio de Defensa, 2014, pág. 35
3 Antonio Manzano: El Regimiento Alcántara. 1911-1921, Atenea, 2012.
4 Ramón Gonzalvo Mourelo: Historia de España, citado por Jesús Dolado Esteban.
5 La Ley de 5 junio de 1912 dictaba que las guarniciones se sostuvieran preferentemente con voluntarios, pero como su número era insuficiente fue necesario recurrir al alistamiento forzoso. Los voluntarios podían elegir Arma y se alistaban por cuatro años. Luego podían pasar a la reserva por otros cuatro años y seguir reenganchándose hasta la edad de retiro. Los voluntarios recibían 730 pesetas por los cuatro años de servicio, además de percibir los mismos emolumentos y pluses que el resto de la tropa.
6 Emilio Marín Ferrer: Atlas ilustrado de las Guerras de Marruecos, 1859-1926. Editorial Susaeta, 2012.
7 Martín Pérez, J.M., Martín Pérez J.A., Domínguez Sánchez y Martínez Rodríguez J.M.: «Los caballos y las órdenes de Caballería: una visión a través de las Siete Partidas de Alfonso X “El Sabio”» en Sanidad Militar, Vol. 70 nº 4, Madrid oct/dic, 2014.
8 Memorial de Caballería nº 74. Diciembre, 2012. Pág. 109.
9 Antonio Manzano, pág. 58
10 Memorial de Caballería. Saro Gandarillas, pág. 111.
El comandante Gómez Zaragoza tomó parte en las cargas del Igán, y fue herido y hecho prisionero en Monte Arruit.
El capitán Julián Triana murió heroicamente en Monte Arruit.
Francisco Alonso Estringana fue capitán de la Policía Indígena en los sucesos de Annual, y es el militar español con mayor número de cruces de 1ª clase de la Orden del Mérito Militar con distintivo rojo.
El teniente Rafael Carrasco Egaña ejerció de secretario del coronel Manell. En 1922 ingresó en la Guardia Civil, y en 1936 mandaba una compañía del tercio de Granada en Loja. Fue fusilado en octubre de ese mismo año en Barcelona.
11 Juan Pando: Historia secreta de Annual.
12 Ibíd, pág. 94.
13 Julio Albi: En torno a Annual.
14 Emilio Marín Ferrer: ibíd.
15 Ibíd. Pág. 174.
16 Antonio Manzano, pág. 63
17 Teniente coronel Repollés: Resumen de los sucesos acaecidos en la Comandancia de Melilla ( 1 de junio a 9 de agosto de 1921), 1967. Reedición 2014.
18 Julio Albi: En torno a Annual, pág. 212.
19 Ibíd., pág. 213.
20 Teniente coronel Repollés, pág. 5
21 Valentín Dávila: Al servicio de España, Madrid, 1978, págs. 462-463.
22 Antonio Manzano, pág. 68.
23 Juan Pando, pág. 123.
24 Ibíd, pág, 129.
25 Rafael Martínez Simancas. Sur.es / 22-09-13.
26 Julio Albi: El “Alcántara” 1921. La Caballería en el desastre de Annual. Almena, Madrid 2011, pág. 30.
27 Ibíd.
28 Ibíd, pág. 10.
29 Juan Pando, pág.137.
30 Juan Pando: Ibíd, pág. 139.
31 Manuel Ruiz Sierra. Coronel de Caballería DEM: Memorial de Caballería, pág. 118.
32 Juan Pando, pág. 139.
33 Julio Albi: El “Alcántara” 1921, pág. 44.
34 Juan Pando, pág. 145.
35 Juan Pando, íbid., pág. 148.
36 Capitán Emilio Sabaté y Sotorra DEM. Cartas con fecha 15-8-21.
37 Víctor Ruiz Albéniz: Ecce homo. Las responsabilidades del Desastre, Madrid, 1922.
38 Julio Albi: El “Alcántara” 1921, pág. 52
39 Ibíd, pág. 51