Shep Gordon, apodado Supermensch, es representante de talentos, agente de películas de Hollywood y productor. GQ lo llamó el «anónimo que hizo famoso a todo el mundo». Shep tuvo un papel crucial en las carreras de Jimi Hendrix, Alice Cooper, Teddy Pendergrass, Luther Vandross, Raquel Welch y Groucho Marx. Se podría considerar que Shep es «de la vieja escuela». Nunca firma contratos con sus clientes, sino que todo se formaliza con un apretón de manos y todos los que están en ese mundillo lo saben: si él dice que pasará algo, pasará.
Shep es el responsable del mundo de chefs famosos en el que vivimos hoy en día. Él inventó ese mercado, literalmente. Emeril Lagasse, Daniel Boulud, Wolfgang Puck y más serían desconocidos para el gran público de no ser por Shep. El actor y director Mike Myers incluso produjo un documental sobre su vida, acertadamente titulado Supermensch: La leyenda de Shep Gordon.
Conocí a Shep en uno de los congresos más importantes de creadores, emprendedores y artistas de todo el mundo, Mastermind Talks, que organiza Jayson Gaignard. Shep es uno de los mejores narradores que existen. Sus historias sobre Alice Cooper, que cuenta con todo lujo de detalles, son divertidísimas. También ayuda el hecho de que trabaje con ese material tan icónico.
Yo formaba parte del público de 150 personas que escuchaba a Shep contar sus anécdotas como superagente peleón de Hollywood cuando alguien le preguntó cómo ayudaba a las personas de «alto rendimiento» con las que trabajaba a encontrar «ese último impulso» y seguir trabajando a un nivel elevado.
La respuesta de Shep Gordon fue sincera, conmovedora y profunda:
Creo que cada persona es muy, muy distinta a las demás. Creo que solamente utilicé una regla general para cada artista, tanto si era chef como si era alguien del mundo del entretenimiento. Es que, si permites que la figura pública sea tu yo verdadero, nunca serás feliz. Y nunca tendrás confianza en ti mismo. Pero si coges tus rasgos y creas un personaje que entiendes, siempre sabrás lo que debe hacer ese personaje. Por ejemplo, cuando estés en una conferencia de prensa, siempre sabrás responder a las preguntas.
En cambio, si la figura pública eres tú mismo, nunca tendrás las respuestas. Es realmente duro, y cuando te lo tomas como algo personal es cuando te empieza a dejar huella. Si hay una mala crítica sobre un personaje, lo cambias. Pero, si es sobre ti, a veces esa herida puede ser muy profunda. Por eso, no creo que se pueda generalizar, pero diría que si alguien es objeto del interés público puede entender que la gente no te quiere a ti, sino al personaje que les has mostrado. Incluso después de mi película, la gente me decía: «Eres el mejor. Eres increíble». No me conocen a mí, sino a ese tío. Entonces, si puedes mantener esa distancia en tu cabeza, es mucho más sano.
Unas quince personas del público que conocían mi trabajo me miraron enseguida. Algunas se quedaron boquiabiertas. Otras sonrieron y me guiñaron el ojo. Y Jayson, que estaba haciendo la entrevista desde el escenario, me encontró entre el público y movió la cabeza con una mirada de «Dios mío, ¡si llevas toda la vida hablando de este tema!»
(Si quieres ver el clip, visita AlterEgoEffect.com/shep.)
Después de la charla, Shep y yo comentamos el concepto con más detalle. Era algo mucho más universal, no se limitaba a algo que un famoso, un atleta o alguien del mundo del entretenimiento utilizaba mientras estaba expuesto a la luz pública del escenario o el terreno de juego.
Un Alter Ego es una herramienta útil que te ayuda a ti, a mí y a otras personas a enfrentarte a la adversidad con más resiliencia. Exploramos nuestro lado creativo y, a la vez, protegemos nuestro yo frágil. Decidimos de forma más consciente quiénes intentamos ser en el Campo de Juego. Esta herramienta está respaldada por los miles de personas que han utilizado un Alter Ego. Además, el sistema que he creado durante los últimos veinte años está avalado por la investigación y las historias de éxito de un gran número de personas que aparecerán en los siguientes capítulos.
LOS ORÍGENES
Según las fuentes históricas, Cicerón, el estadista y filósofo del siglo i a. de C., fue quien primero expuso el concepto de Alter Ego en sus obras filosóficas; aunque el término que él utilizaba era «un segundo yo, un amigo de confianza»2.
Su significado en latín es «el otro yo».
Estas distinciones son importantes porque el concepto existe desde hace siglos. Y las raíces del concepto, «amigo de confianza» o «el otro yo», son palabras extremadamente adecuadas. Y si Cicerón viviera, admitiría que, simplemente, estaba dando forma a algo que ocurre de forma natural por la condición humana. Yo no inventé los Alter Egos y Cicerón tampoco. Lo único que he hecho es crear un sistema para construir uno y darte un marco para activar sus enormes beneficios, el Efecto Alter Ego. Y, a lo largo del libro, verás que las personas lo han utilizado para diversos fines.
La primera vez que supe del poder de los Alter Egos era adolescente. Vivía en un rancho de dos mil hectáreas de una pequeña comunidad agrícola de Alberta (Canadá). Yo era un chico extrovertido, ultracompetitivo y muy deportista. Me pasaba el día retando a mis hermanos mayores, Ross y Ryan, a cualquier cosa. La mayoría de las veces perdía, pero sabía que algún día sería capaz de ganarles y que, cuando eso ocurriera, se lo repetiría sin parar.
El deporte era mi refugio. Porque debajo de aquel chico creído y competitivo había un chico horriblemente inseguro y problemático. Siempre estaba pensando si caía bien a los demás, cómo ganarme a la gente o cómo impresionarla. Cuando practicaba algún deporte, todo aquello desaparecía y mi espíritu competitivo se apoderaba de mí.
Solamente había una pega: no podía controlar mis emociones.
Tenía catorce años aquel día en el que mi pequeño instituto rural de Schuler fue a jugar un torneo de voleibol a Golden Prairie (Saskatchewan). Durante el torneo, un jugador del otro equipo me estaba volviendo loco. Cada vez que él clavaba la pelota o saltaba para bloquearla me soltaba patadas adrede, intentando darme en la ingle.
La primera vez lo dejé pasar, porque pensé que no lo había hecho a propósito. Pero siguió haciéndolo. Me quejé a los árbitros, pero estaba claro que no iban a pitar falta al equipo local. A medida que avanzaba el partido, yo estaba cada vez más encendido. Y al final, después de que me diera una patada fuerte en la ingle, exploté. Cuando tocó el suelo con los pies, lo cogí de la camiseta a través de la red, tiré de él hacia mí, cerré el puño como si fuera una pistola cargada y le di un puñetazo en la cara. Se desplomó.
La gente se volvió loca. O todo lo loca que puede ser en un torneo de voleibol de instituto. Empezaron a oírse silbidos, los jugadores y los entrenadores fueron corriendo al terreno de juego y mis compañeros de equipo me miraban como diciendo «¿Pero qué narices ha sido eso?»
Aquel día, después de que me expulsaran del torneo, mi entrenador, el señor Henderson, habló seriamente conmigo. Me regañó por haberme peleado y por hacer quedar mal al instituto.
Hacía tiempo que él quería hablarme de mi espíritu deportivo, pero aquella pelea fue lo que le hizo decidirse a tener aquella conversación. Me dijo que tenía que cambiar drásticamente de actitud. Él sabía que yo aspiraba a jugar en un equipo universitario de fútbol americano, y me avisó: «Todd, eres difícil para un entrenador porque eres un sabelotodo. Nadie quiere jugar contigo porque, cuando cometen un error, les gritas. Y, a menos que cambies, vas a hacer que sea más difícil de lo necesario llegar a donde quieres llegar».
El señor Henderson fue uno de los muchos mentores que he tenido en la vida. Alguien podría leer el párrafo anterior y pensar que fue duro conmigo. Estábamos unidos y yo le tenía respeto, pero eso no significa que no discutiera con él, porque sí que lo hacía.
Como cualquier otro gran entrenador, él no se limitó a abandonarme a mi suerte, sino que me dijo: «Si quieres lograr tus objetivos, tienes que dominar lo que pasa en tu interior. El lunes en el instituto quiero que leas un libro que hay en la biblioteca».
Hice lo que me pidió y pedí el libro. La verdad es que era espantoso. Sin embargo, saqué algo bueno al leerlo. El autor mencionaba la mente. Me picó la curiosidad y quise aprender más y empecé a estudiar el juego interior, la fortaleza mental, meditación (que, en aquel momento, todavía se consideraba una «ciencia oculta») y cómo entrar en la zona.
OTRA VERSIÓN DE MÍ
En 1877, el legendario jefe nativo americano Toro Sentado huyó y cruzó la frontera hasta Canadá después de la batalla de Little Bighorn y la muerte del coronel George Armstrong Custer. Cuando los nativos americanos entraban en Canadá, se encontraban con la Real Policía Montada de Canadá y se les concedía protección frente al ejército estadounidense. Toro Sentado se quedó en aquella zona cuatro años, negociando acuerdos de paz con otras tribus hasta que, al final, volvió a Estados Unidos y se rindió. La granja de mi familia no está lejos del lugar por el que entraron en Canadá, donde vivían, cazaban y se reunían.
Aunque esto no tenga nada que ver con los arrebatos de furia jugando al voleibol, sí que está muy relacionado con el resto del libro y con ayudarte a encontrar una fuente de inspiración para descubrir a tu Yo Heroico.
Crecimos en una granja y hacíamos cualquier trabajo que nos dijera mi padre, así que nos pasábamos el día cavando y yendo arriba y abajo al aire libre. A veces topábamos con viejos «anillos de fuego», es decir, lugares en los que los nativos acampaban para pasar la noche. Yo siempre excavaba cerca de los anillos por si encontraba alguna punta de flecha o algún otro objeto.
Debido a la rica historia de aquella zona, me empecé a interesar muchísimo por la cultura de los nativos americanos. Un día estaba echado en el sofá leyendo sobre las danzas de guerra, una ceremonia en la que un grupo pequeño de nativos cantaba y bailaba alrededor de un anillo de fuego. Me enteré de que el objetivo de aquellas danzas era «hacer piña» y guiar a los espíritus para que les ayudaran en su misión.
De repente, algo hizo clic. Me puse el libro en el pecho y me imaginé que guiaba a una tribu de guerreros hasta el campo conmigo. Sentí que estaba concentrado, que me apoyaban y que confiaban en mí. La idea me dio una increíble sensación de calma y propósito.
La siguiente vez que entré en el campo de fútbol americano, salí como si fuera una tribu de guerreros. Era un chico flacucho pero rápido, y quería jugar con más potencia. Parecía que me ayudaba a concentrarme, pero quería algo más. Por eso, pensé en inspirarme en jugadores que admiraba como Walter Payton, aquel corredor fenomenal de los Chicago Bears, y Ronnie Lott, el demoledor defensa de los San Francisco 49ers. Antes de los partidos de fútbol americano, cogía cinco cromos de Payton y Lott y me los colocaba estratégicamente en el uniforme. Me ponía uno de Payton dentro del casco y uno debajo de cada muslera, imaginándome que corría y veía el campo igual que él. Después, colocaba un cromo de Lott en cada hombrera imaginándome que podía hacer placajes devastadores igual que él. Me pegaba los cromos y salía al terreno de juego como un Alter Ego tipo Frankenstein. Estaba hecho con trozos de distintas fuentes, pero funcionaba.
El resultado era que yo, que era flacucho, jugaba como si fuera mucho más corpulento. Al final, logré mi objetivo de jugar en un equipo universitario de fútbol americano.
No resolví todos mis problemas en absoluto, porque seguí teniendo dificultades en los estudios y en mi vida personal, pero en aquel Campo de Juego, dejaba aquellos problemas fuera del terreno de juego y entraba en la mejor versión de mí mismo para poder competir. Tal y como afirmaba Shep, el Alter Ego se convirtió en un escudo de mi Núcleo del Yo y me dio una imagen clara de quién debía actuar en aquel terreno de juego para ganar.
LOS MISTERIOS DE LA MENTE
El querido actor británico Rowan Atkinson, famoso por su personaje de Mister Bean, fue objeto de acoso escolar debido a que tartamudeaba.
En la escuela, el chico que se ponía nervioso y tartamudeaba se interesó por el arte dramático. Acabó el instituto y, al final, se licenció en ingeniería eléctrica en la Universidad de Oxford, y descubrió algo profundo.
El 23 de agosto de 2007, la revista Time preguntó a Atkinson si todavía tartamudeaba, a lo que respondió: «Viene y va. Cuando interpreto un personaje que no soy yo, el tartamudeo desaparece. Puede que eso me inspirara a la hora de dedicarme a la interpretación».
La experiencia de Rowan Atkinson hace hincapié en un aspecto fascinante de la condición humana: no lo sabemos todo sobre el funcionamiento del cerebro. Todavía estamos intentando hacer un mapa del «terreno inexplorado». Sin embargo, sí que sabemos que nuestra imaginación es una fuerza increíble para crear mundos nuevos y posibilidades nuevas si se utiliza con esa intención. En otras historias que contaré, hay atletas que han alterado su rendimiento físico aprovechando su «otro yo». Esto ha sucedido a pesar del hecho de que sus padres hayan gastado miles de dólares en entrenar habilidades que no arreglaron los problemas. Es un misterio de la mente…, pero existen teorías que explican por qué sucede.
DISTINTO LUGAR. DISTINTO MOMENTO. MISMO MÉTODO. Y JONI JACQUES.
Situémonos cuando yo era un veinteañero y volví a la idea del Alter Ego, aunque en aquel momento yo no lo llamara así. Acababa de empezar un negocio de formación deportiva en mi tiempo libre. Tenía éxito gracias a que la gente me recomendaba a más clientes, pero no era suficiente para mantenerlo. Yo sabía que podía ayudar a los demás, pero ofrecer mis servicios me paralizaba por dentro. Me sentía inseguro porque me sentía joven y me preocupaba que nadie me tomara en serio. Al fin y al cabo, tienes que tener como mínimo cuarenta años para que te tomen en serio. (Esa era una regla que tenía yo en la cabeza, que cuarenta años es igual a respeto. No me preguntes de dónde saqué esa idea, porque era absurda.) Tampoco ayudaba el hecho de que estaba convencido de que, por mi aspecto, parecía que tuviera doce años.
Una tarde, mientras me estaba «auto-suprimiendo», que significa que estaba evitando hacer el trabajo que se suponía que tenía que hacer, vi un programa de Oprah que me cambió la vida. Esta última frase es un tópico, pero los tópicos existen porque son verdad. Corría el año 1997 y Joni Jacques contó al público que se había comprado un par de zapatos de Oprah durante una venta benéfica y que le habían cambiado la vida. Dijo: «Me compré los zapatos. Me encantaban. Los guardaba en mi habitación. Y cuando estaba muy, muy deprimida y no encontraba a nadie con quien hablar, sacaba los zapatos y…»3
Oprah la interrumpió: «Se ponía mis zapatos. Y ahora dice que ya no tiene que ponérselos tanto porque ya se pone los suyos».
Después, Joni comentaba que «el mundo ya no pesaba tanto. Mi vida cambió por completo aquel día».
Se me encendió una bombilla en aquel momento y recordé el Alter Ego que había utilizado en el terreno de juego. Joni había hecho que saltara una chispa. Por alguna razón no se me había ocurrido utilizarlo en el terreno de los negocios, pero, a fin de cuentas, ese mundo era otro campo en el que conseguir resultados.
Joni utilizaba un par de zapatos para sentirse más segura, y yo supe al instante lo que iba a elegir para lograr una versión mejor de mí mismo en los negocios. Cuando era pequeño, todas las personas inteligentes a las que yo conocía llevaban gafas. Cuando somos niños, establecemos creencias y actitudes sobre el mundo que nos rodea que conforman nuestras ideas y nuestro comportamiento. Yo había equiparado ser tomado en serio y ser listo con llevar gafas.
Así que pensé: «¿Y si me pusiera gafas?» Por absurdo que suene, pensé que valía la pena probarlo. La gente que llevaba gafas parecía lista y seria. Por lo tanto, quizá los clientes potenciales también pensarían que yo lo era. De hecho, varios estudios han descubierto que las personas que llevan gafas son consideradas sinceras, trabajadoras, más listas y más formales4. Incluso los abogados defensores piden a sus clientes que lleven gafas cuando van a juicio. El abogado Harvey Slovis explicó a la revista New York: «Las gafas suavizan su aspecto para que no parezcan capaces de cometer un crimen. He visto casos en los que había una gran cantidad de pruebas, pero mi cliente llevaba gafas y fue absuelto. Las gafas crean una especie de defensa nerd implícita de los empollones»5.
Y resulta que uno de los hombres más respetados del siglo xx también llevaba gafas a pesar de no necesitarlas. Martin Luther King Jr. se las ponía porque creía que «le hacían parecer más distinguido»6.
Las gafas de la portada de este libro se parecen un poco a las de Clark Kent y un poco a las mías. Pero, para mí, esas gafas son las de Martin Luther King. Su objetivo es ser una señal y un recordatorio de que las Grandes Personas han utilizado elementos de este concepto a conciencia y que este hecho ha marcado la diferencia en el mundo. Alguien que lea esto, quizá tú, podría ser un precursor del cambio, al abrir una parte de ti mismo y hacer que suceda algo grande.
En otro capítulo comentaré la potente ciencia detrás de lo que yo denomino Tótem o Artefacto, para Activar tu Alter Ego.
La historia de Joni me inspiró y fui corriendo a la óptica y me compré unas gafas sin graduación. El dependiente, desconcertado, me preguntó: «¿Está seguro de que quiere comprar unas gafas sin graduación?»
«Sí, por favor.»
«Pero si tiene la vista perfecta. ¿Por qué quiere unas gafas?»
«Porque soy raro, ¿vale? ¿Me da las gafas, por favor?»
Eso fue mucho antes de que las gafas se convirtieran en un complemento de moda como son hoy en día.
Empecé a llevarlas cuando trataba con clientes potenciales. Igual que utilizaba mi personaje en el terreno de juego. Ahora, me transformo en Richard. (En realidad, Richard es mi primer nombre, pero siempre me han llamado Todd y todavía me llaman así.) Me pongo las gafas solamente cuando necesito ser Richard y me las quito en cuanto acaba el trabajo.
LA APARICIÓN DE UN PATRÓN
Pasé años trabajando con atletas antes de darme cuenta de que lo que yo había utilizado para que me diera ventaja y para aumentar mi rendimiento era algo que también utilizaban otros deportistas. Estaba hablando con una de mis clientas de coaching, una nadadora que quería asegurarse un puesto en el equipo olímpico de natación, cuando mencionó que ella se convertía en otra versión de sí misma en cuanto se tiraba a la piscina.
Había algo en su comentario que me hizo parar y pensar «Eso es interesante». Aquello desbancaba a otros comentarios sorprendentemente parecidos que me habían hecho otros atletas con los años. Hasta aquel momento, no me había dado cuenta o no les había prestado atención. Yo mantenía notas detalladas sobre todos mis clientes, así que después de que ella mencionara esa «versión distinta» de ella misma, revisé libretas viejas y archivos informáticos para encontrar frases parecidas.
Para mi sorpresa, no encontré solo uno o dos deportistas que dijeran cosas similares, sino muchos.
Ellos no lo llamaban Alter Ego, Identidad Secreta ni cualquier otro nombre. Algunos lo denominaban «una versión distinta de mí mismo», como la aspirante a nadadora olímpica. Otros decían que fingían ser alguien de un cómic o de una película, como Lobezno. Muchos atletas decían que se imaginaban que eran personajes de cómics o superhéroes, o héroes deportivos.
Después de ser consciente de que existía un patrón, siempre que un cliente mencionaba que se convertía en una versión distinta de sí mismo, le preguntaba qué tipo de atrezo utilizaba. Me imaginé que, como yo usaba cromos y gafas, otras personas quizá recurrían a cosas parecidas para sacar a su otra versión. Tenía razón con aquel presentimiento. Muchos atletas utilizaban algún objeto.
Pero no me bastaba con saber que existía un patrón. Quería poder utilizar aquel descubrimiento para ayudar a otros deportistas.
UNA MANERA NUEVA
Los deportistas suelen tener problemas porque se preocupan, sienten que se les juzga y son objeto de críticas. Su crítico interior es la razón de que muchos jugadores no anoten la canasta que hubiera empatado un partido de baloncesto. O que el bateador falle en su turno al bate en un partido de béisbol con corredores en segunda y tercera y el marcador empatado. O que un golfista desaproveche un golpe para ponerse en cabeza. Hay algo que se interpone en su camino.
Existen varias herramientas que se pueden utilizar en el «partido interior» para ayudar a alguien a lograr un rendimiento acorde con sus habilidades. Estas son algunas de las estrategias a largo plazo:
Utilicé estas estrategias en mi trabajo con clientes, pero hay que señalar que, cuando me llamaban un jueves para ayudar a alguien que tenía una competición importante un sábado, me hacía falta algo más que estrategias a largo plazo. Tenía que ayudar a alguien ya.
Alguna de las estrategias que ya he mencionado se podían utilizar aunque se dispusiera de poco tiempo, pero descubrí que solamente había una que diera resultados constantes una y otra vez. Por eso se ha convertido en una estrategia crucial y por eso se me conoce como «el hombre del Alter Ego» entre los deportistas profesionales.
Ahora que llevo veinte años de carrera profesional, he empleado esta estrategia más allá del mundo del deporte y del entretenimiento. He visto a personas utilizar el Efecto Alter Ego para lograr financiación para sus start-ups, para ser mejores padres, para lanzar negocios online, para escribir libros y para intentar lograr objetivos que habían dejado de lado durante años.
He comentado varias veces el Efecto Alter Ego. Ahora, permíteme que te enseñe cómo funciona y por qué es tan efectivo.
2. Collins English Dictionary – Complete and Unabridged, décima ed., William Collins, Londres, 2009, consultado el 13 de enero de 2013.
3. The Oprah Winfrey Show, programa 516: «How a Pair of Oprah’s Shoes Changed One Woman’s Life», emitido el 19 de septiembre de 2015, http://www.oprah.com/own-where-are-they-now/how-a-pair-of-oprahs-shoes-changed-one-womans-life-video#ixzz5Kh8Czoef.
4. M. J. Brown, E. Henriquez y J. Groscup: «The Effects of Eyeglasses and Race on Juror Decisions Involving a Violent Crime», American Journal of Forensic Psychology 26, número 2 (2008): pp. 25-43.
5. Mike Vilensky: «Report: People Wearing Glasses Seem Like People You Can Trust», revista New York, 13 de febrero de 2011, http://nymag.com/daily/intelligencer/2011/02/nerd_defense.html.
6. Exposición The Legacy of a Dream en la terminal E del Aeropuerto Atlanta-Hartsfield junto al King Center. Una de las vitrinas contiene las gafas sin graduar que llevaba Martin Luther King para sentirse más distinguido.