Estaba en el camerino mirando las notas, esperando que me llamaran para subir al escenario ante un público formado por coaches del mundo del deporte. Mientras revisaba mi presentación, un hombre fornido como un bulldog potente entró en el camerino. De niño, yo había jugado con su personaje en la Nintendo. Se me acercó con una sonrisa de oreja a oreja, me extendió la mano y dijo: «Hola, soy Bo Jackson».
Me reí y contesté: «Hola, soy Todd Herman. Sé quién eres, Bo. Probablemente, mi credibilidad quedaría por los suelos si trabajara en el mundo de los deportes y no conociera a alguien que es una estrella de dos deportes. Además, ¡me ayudaste a ganar muchas partidas de Tecmo Bowl!»
Se echó a reír y replicó: «Sí, no eres el primero que me lo dice. Y gracias. ¿Tú también hablas hoy?»
«Sí. Soy el próximo. Pero quizá decidan ponerte a ti antes.» Volví a reírme.
«No, eres bueno. Es que he venido antes para ver a un amigo. ¿De qué vas a hablar?»
«Voy a hablar del juego mental. Más concretamente, voy a hablar de cómo utilizar los Alter Egos y las Identidades Secretas para dar lo mejor de uno mismo.»
Ladeó la cabeza ligeramente, entrecerró los ojos como si esa frase acabara de hacer mella en él y sonrió con satisfacción. Negó con la cabeza. Al cabo de unos segundos, dijo, con un tono serio y profundo: «Bo Jackson nunca jugó un down1 en toda su vida».
Por si no lo conoces, Bo Jackson es el único atleta de los cuatro grandes deportes norteamericanos que es una estrella en dos, el béisbol de Grandes Ligas y el fútbol americano de la NFL. Fue un fenómeno que trascendió los deportes de la década de 1980 y, para un niño como yo al que le encantaba el deporte, era un superhéroe.
Mi asombro fue mayúsculo, sonreí y dije: «Vaaaleee…, interesante. Cuéntame más».
Bo me informó que de joven tenía problemas para controlar las emociones y que se metía en líos por sus arranques de cólera. A menudo, tenía roces con un contrario cuando competía y respondía violentamente ante el más mínimo desaire, lo que hacía que le sancionaran innecesariamente.
Sin embargo, un día, mientras veía una película, se quedó fascinado por la naturaleza impasible, implacable y fría de Jason. ¿Te suena de algo ese nombre?
Jason era el asesino que llevaba una máscara de hockey en las películas de Viernes 13.
En aquel momento (durante la película) decidió que, en el campo de fútbol americano, ya no sería Bo Jackson, sino que empezaría a ser Jason y dejaría la ira sin control fuera.
Bo me explicó que Jason solamente vivía en el terreno de juego. Cuando él salía del vestuario y llegaba al campo, Jason entraba en su cuerpo y tomaba el mando. De repente, el Bo Jackson impulsivo, propenso a los castigos y fácil de provocar se transformaba en un destroyer implacable, frío y disciplinado.
El hecho de encauzar una identidad «diferente» le ayudó a concentrar cada gota de su talento y su capacidad y le permitió aparecer en el terreno de juego sin ningún problema emocional que interfiriera con su rendimiento.
Fue su «momento cabina telefónica». Igual que Clark Kent a veces iba a una cabina para transformarse en Superman, Bo Jackson hacía lo mismo cuando se convertía en su Alter Ego, Jason. Claro que él no tenía que enfrentarse a problemas irritantes de espacio como Superman contaba en un cómic de 1942: «Definitivamente, este no es el lugar más cómodo del mundo para cambiarse de ropa, pero tengo que cambiar de identidad, ¡y deprisa!»
Es una cita divertida y, además, hay algo en esa afirmación que pone de manifiesto el carácter transformacional del Efecto Alter Ego.
¿QUIÉN ES EL ALTER EGO?
Siempre me han fascinado los cómics, los héroes de los tebeos y los mundos en los que viven. Las historias de su origen, los villanos y las batallas épicas hacían que me sintiera atraído por su universo. Cuando era pequeño, me encantaban las películas de Superman de Christopher Reeve. Hoy en día, puede que la gente se ría de esas producciones de la década de 1980 al compararlas con el renacimiento espectacular de las películas de superhéroes actuales. Pero, en aquella época, eran impresionantes. Ahora, a ver si solucionas el siguiente acertijo:
Todo el mundo sabe que Superman y Clark Kent son la misma persona. Pero ¿quién de los dos es el Alter Ego?
Durante los últimos quince años, he hecho esta pregunta innumerables veces delante de públicos de todo el mundo y el 90 por ciento del público gritaba enseguida: «¡SUPERMAN!»
Parece correcto. Porque relacionas la idea de Alter Ego con Superpoderes, heroísmo y batallas épicas. Todas las cualidades de un superhéroe como Superman.
Pero es incorrecto.
El Alter Ego no es Superman, sino Clark Kent. Superman es la persona de verdad. Él creó al Alter Ego, el afable periodista Clark Kent, porque es un personaje útil para camuflarse y pasar desapercibido en el día a día en la tierra. Eso le ayuda a lograr un objetivo crucial: comprender a los humanos.
Superman pasa de su Alter Ego a la S en el pecho precisamente en los momentos en los que más necesita a cada personaje.
¿Y esto qué importancia tiene?
Porque la verdad es que la vida es dura. Todos llevamos muchas responsabilidades sobre los hombros. Tenemos muchos papeles distintos en la vida. Y las fuerzas constantes de la sociedad —religión, familias, compañeros de equipo, compañeros de trabajo, amigos y otras— provocan que actuemos de cierto modo. Adoptan la forma de expectativas, reglas y opiniones sobre cómo se supone que debemos actuar. Qué se nos permite buscar. Qué deberíamos tener. Qué deberíamos creer.
Todo lo anterior y otras cosas crean lo que denomino el Yo Atrapado, que veremos en detalle en el capítulo 3. El Yo Atrapado es la parte de ti que no cree mostrarse como quiere en la vida real o que evita ciertas cosas o que se siente presionado para actuar de una manera en concreto.
En cambio, hay otra experiencia en la vida en la que nos sentimos como nuestro Yo Heroico. Es la parte de ti que siente que hace lo que quiere, que lo hace por motivos propios y que se quedaba atrapado por el flujo de la actividad. Y resulta que existe una investigación fascinante sobre este tema que explica las ventajas de los Alter Egos.
Cuando sientes aburrimiento, nervios, enfado, celos, restricción, agobio o miedo, no sabes cómo convencerte a ti mismo para salir de ese estado. Es como si un ratón intentara dirigir a una manada de elefantes desbocados. No puedes encontrar la salida lógica a un problema inconsciente. Si tu instinto te dice que lo evites, lo evitarás. Pero puedes utilizar ese mismo poder inconsciente, acceder a los misterios de tu imaginación y, con un poco de práctica, cambiar la persona que tiene ese instinto. Y, por suerte para nosotros, la investigación y la ciencia nos muestran que ese enfoque es mejor.
EL CHICO DE QUINCE AÑOS Y EL TREN DE LAS 04.35 A NUEVA YORK
Anthony era jugador de baloncesto en una de las mejores escuelas de secundaria privadas de Estados Unidos. Era un fuera de serie. Durante el entrenamiento, instruía a sus compañeros de equipo. Los ojeadores de todas las mejores universidades lo querían fichar y la gente se imaginaba que algún día sería jugador profesional… SI. Si mostrara más aplomo en los momentos decisivos y creyera más en sus capacidades.
Anthony creció en una zona de renta baja de Washington DC, sin madre ni padre. Ambos fallecieron en un accidente de coche cuando él tenía ocho años. Su abuela asumió la responsabilidad de educarlo. Hizo un trabajo estupendo, dadas las circunstancias. De joven, Anthony pasaba todo el tiempo posible refugiándose en la cancha de baloncesto, regateando, saltando y haciendo lanzamientos.
Se siguió desarrollando y, al cabo de poco tiempo, los ojeadores de todas las mejores universidades lo querían fichar y la gente se imaginaba que algún día sería jugador profesional… SI. Si tuviera la cabeza «bien puesta». Anthony tenía muchas habilidades y capacidades, pero había un problema. Cuando el partido peligraba, en lugar de poner todo su empeño en llegar a la canasta o esquivar rápido al defensa y hacer un tiro en suspensión, pasaba la pelota. Dejaba que un compañero de equipo hiciera el lanzamiento, o fallara. Y cada vez iba a peor.
Anthony tenía toda la habilidad del mundo para aprovechar la oportunidad. Sin embargo, se escondía durante lo que denominamos Momentos de Impacto, esos momentos críticos que definen gran parte de nuestro éxito. Anthony se quedaba bloqueado porque a pesar de los halagos que podía recibir le preocupaban más las críticas. Cuanta más atención le dedicaban, más desapercibido quería pasar él.
Hasta que un día, su entrenador, en un ataque de frustración, le gritó durante un entrenamiento. «¡Maldita sea, Anthony, si fueras un poco más como James, seríamos imparables!» De repente, se acordó de un correo electrónico que había leído tiempo atrás sobre atletas que utilizaban sus Alter Egos en el terreno de juego. Al volver a casa, buscó el correo. Después, hizo algo que horrorizaría a cualquier padre, y ya no digamos a su abuela.
Con quince años, salió de casa sin decir nada, se dirigió a la estación Union de Washington DC, a las cuatro de la madrugada, y cogió el tren Amtrak de las 04.35 con destino a Nueva York.
En el año 2011, yo pasaba casi todas las mañanas trabajando en el Reebok Sports Club situado en el Upper West Side de Manhattan. Era un club fantástico, con seis niveles y todos los servicios que uno pueda imaginar. También es famoso por ser refugio de famosos. Nadie les molesta mientras hacen ejercicio y van gente como Chris Rock, Regis Philbin, Dwayne Johnson, Will Smith, Diane Sawyer, Ben Stiller y muchos más. También era el sitio al que iban los equipos de la NBA a entrenar antes de los partidos en el Madison Square Garden. Mi rutina era llegar siempre a eso de las 08.45 y trabajar en la cafetería privada para socios. Después, hacía ejercicio antes de ir a comer.
Un día, los recepcionistas me hicieron señas en cuanto me vieron salir del ascensor. Me acerqué y me dijeron que el joven que estaba sentado en la sala de espera había venido desde Washington DC para verme aquella mañana: «Ha venido a verte para que le ayudes a mejorar su juego. ¡La dedicación de este chico es alucinante!»
Fui hasta donde estaba Anthony y me presenté, y él saltó del asiento para darme la mano. «Señor Herman, es un placer conocerle. Espero no molestarle, pero necesito su ayuda.»
Le llevé a la cafetería, ordenamos el desayuno y nos sentamos a una mesa. Le pregunté: «En primer lugar, ¿cómo demonios sabías que tenías que venir aquí? Y en segundo lugar, ¿tus padres saben que has venido?»
«Usted mencionó en una de las newsletters que envía por correo electrónico —respondió— que viene por la mañana, así que pensé en probar suerte. Y, no, mi abuela no lo sabe. Salí de casa a las cuatro de la madrugada. Pero, de cualquier forma, no se enteraría porque me voy muy temprano por la mañana para ir al instituto antes de que ella se haya levantado.»
«Muy bien, bueno, lo primero es lo primero, tienes que llamar a tu abuela y decirle dónde estás y que estás bien.»
Después de que le aseguré a su abuela que me encargaría de que volviera a casa sano y salvo, comentamos su situación. Me explicó lo que sucedía, que tenía cada vez más presión, que le observaba más gente y que cada vez le daba más vueltas a las cosas. Me habló de la ansiedad y de cómo se sentía: «Hay una guerra en mi cabeza. Quiero esto de verdad, pero me preocupa mucho cometer un error y lo que piense todo el mundo de mí».
Yo no soy terapeuta. No estoy capacitado en absoluto para prescribir algún tipo de terapia. Yo trabajo con juegos mentales y desarrollando estrategias para lograr un alto rendimiento. De todas formas, hay un marco simple que utilizo siempre para diagnosticar la raíz del problema de una persona, que explicaré en el capítulo 3. No tardé mucho en descubrir el problema de Anthony.
«Pero, ¿por qué has venido hasta Nueva York, solamente para verme?»
«Porque mi entrenador me dijo algo que me hizo acordarme de uno de sus correos sobre estar fuera del terreno de juego de la vida. Y de que muchos grandes atletas utilizan un Alter Ego para tener un rendimiento mejor y dejar parte de sí mismos fuera del campo. Porque, a veces, hay partes de su personalidad que podrían afectar negativamente a su rendimiento. Y cuando el entrenador me dijo que “tendría que ser más como James”, pensé en usted.»
«Genial, pero ¿por qué no me escribiste un correo en lugar de estresar a tu abuela?»
«Siempre dice que, si quieres algo, tienes que ir a por ello. Y si quieres algo y lo quieres rápido, tienes que ir a por ello con un gran mentor. Me acuerdo de que dijo que viajó desde Canadá hasta Carolina del Norte para conocer a un mentor y pasar semanas con él, y que aquel fue uno de los momentos cruciales de tu vida. Así que pensé que tenía que hacer lo mismo. Pero no tengo dinero para pagarle.»
Me encantó este chico. Los recepcionistas le contaron a Chris Rock el viaje que había hecho el chico, así que Chris fue a animar a Anthony mientras me esperaba.
Durante las siguientes dos horas, descifré su juego, y me quedó claro que él rechazaba ser el centro de atención pero no por algo relacionado con el terreno de juego, sino con el dolor que había sentido por la muerte de sus padres. Después del accidente, diferentes personas le dieron toda su atención e incluso se pelearon por quién debía quedarse con él y con el dinero del seguro. Él lo único que quería era que lo dejaran tranquilo.
Ahora, Anthony era el centro de atención de nuevo y por eso había vuelto a sentir lo mismo.
Como he dicho anteriormente, no soy terapeuta. Le sugerí que hablara con sus consejeros escolares o con su abuela para obtener ayuda, porque «un gran terapeuta te puede ayudar a desenmarañar los cables que producen cortocircuitos en tu cabeza. Pero, de momento, dejemos a Anthony fuera del terreno de juego. Vamos a crear un Alter Ego que puedas llevar a la cancha para que puedas volver a dominar la situación».
Guie a Anthony en el proceso de crear su Alter Ego para su Campo de Juego, la cancha de baloncesto. Y, cuando llegamos al punto de sacar a la luz personas, personajes, cosas o animales que le gustaría encarnar, dijo que quería ser «una pantera negra. Aparecen de repente, atacan rápido y son sigilosas. Vi un programa de National Geographic sobre panteras y su forma de moverse era muy guay. Además, ¡pueden saltar hasta seis metros! Y tienen ese apodo tan guay, “fantasma del bosque”».
Al verle describir su Alter Ego—infierno, me entusiasmé. El paso siguiente consistía en ponerle un nombre. Hicimos una lluvia de ideas y apuntamos las opciones en mi libreta:
No le convencía nada hasta que le sugerí un nombre que le devolvió a la vida: «el Fantasma Negro». Nunca lo olvidaré. Se repantigó en la silla, se puso las manos por detrás de la cabeza, alzó la vista y dijo: «Soy el Fantasma Negro y voy a llevar a mi madre y a mi padre a la cancha conmigo y voy a acechar a todo el mundo».
Anthony hizo algo profundo y eso es lo que quiero ayudarte a hacer a ti mediante este libro. En la transformación de Anthony, he omitido algo crucial para construir un Alter Ego que te funcione.
Puede que tengas algún trauma desde hace tiempo que interfiera de alguna forma con tus deseos, o que te hayas contado una historia a ti mismo, o que haya alguna resistencia indeterminada que te frena a la hora de perseguir algo, pero quiero decirte que hay un Yo Heroico que espera ser liberado y que un Alter Ego o Identidad Secreta es la clave para Activarlo.
Ver de qué forma un Alter Ego encaja en la condición humana, los distintos papeles que interpretamos en la vida y los Campos de Juego que pisamos te da la libertad para liberar la fuerza creativa. Ver de qué forma un Alter Ego te ayuda a luchar contra los retos naturales a los que nos enfrentamos todos con mayor optimismo puede liberar un enfoque más alegre y empoderador para superar el miedo. Y ver que es una parte natural del ser humano, que ha sido utilizada por decenas de miles de personas para lograr objetivos grandes o pequeños y es el «yo más real» que podrías ser, liberará habilidades ocultas que no sabías que estaban ahí.
Antes de continuar, quiero hacer una aclaración rápida porque no quiero que te hagas una idea equivocada con este último párrafo.
El poder de tu Alter Ego no es un libro de autoayuda con ideas sacadas de libros de autoayuda ñoños. Aquí no verás un «botón fácil». No hay un mapa del tesoro para llegar a un montón de monedas de oro.
Este libro es para personas que hacen cosas difíciles. Su objetivo no es eliminar las dificultades de la vida, sino tomar la parte de ti que aparece cuando menos te lo esperas y mostrarte cómo conseguir que aparezca cuando más la necesitas.
Tu imaginación puede construir Mundos Extraordinarios y Mundos Ordinarios. Ya lo has hecho antes. Y esto es un recordatorio de que la imaginación no se acaba a los ocho años, sino que es un camino para vivir la vida con más gracia.
Conclusión uno: si tienes ambición, te doy la bienvenida a la tribu.
Conclusión dos: si quieres dar razones para justificar tus limitaciones, esperar a que todo sea «perfecto» o trolear cobardemente las ambiciones de los demás, bueno…, dejaré que seas tú quien decida qué hacer.
EL OBJETIVO FINAL
He dedicado las dos últimas décadas a responder a una pregunta sencilla: ¿cómo puedo ayudar a las personas ambiciosas a las que sirvo a que saquen las habilidades que ya tienen dentro y las utilicen para tener un rendimiento máximo y constante? Tras crear un método de ciencia del deporte y alto rendimiento durante los últimos veinte años y tras haber sido coach de algunos de los atletas profesionales y olímpicos, líderes de negocios, empresarios y artistas más destacados del mundo, me he enfrentado a situaciones como las siguientes:
¿Cómo ayudo a una estrella del tenis profesional a ganar campeonatos en lugar de perder partidos porque deja que sus adversarios remonten el partido?
¿Cómo ayudo al lanzador de béisbol de Grandes Ligas para que esté en el montículo ante un público de cuarenta mil aficionados que chillan y conduzca a su equipo a una victoria en el playoff en lugar de ponerse nervioso y dejar que los bateadores lo machaquen?
¿Cómo consigo que el ejecutivo de ventas cierre más tratos para que su compañía crezca y le asciendan?
¿Cómo ayudo a la emprendedora a que publicite con orgullo sus servicios en lugar de dejar que su nueva aventura apenas le dé lo justo para ir tirando?
¿Cómo ayudo al agresivo director o vicepresidente a ser un líder mejor, más calmado y controlado o a ayudar a sus subordinados directos?
¿Cómo ayudo al padre al que le cuesta compaginar las exigencias de la vida y el trabajo a ser más atento, cariñoso y divertido en casa?
¿Cómo ayudo a la estrella de Broadway a meterse en su estado de fluir más deprisa en lugar de sentir terror y ponerse nerviosa al actuar ante el público?
La respuesta a esas y otras preguntas fue y es un Alter Ego.
Volviendo al camerino del principio, Bo y yo hablamos del concepto de Alter Ego, de que otros atletas los utilizaban, del proceso que yo empleaba con clientes y de que las personas en el trabajo y en la vida diaria lo adoptaban para lograr varias cosas. Para Bo, crear un Alter Ego era algo a lo que recurría de forma natural. Él pensaba que era el único que lo hacía.
Durante décadas, hemos pasado por alto las migas de pan y las señales que nos ha dejado la historia que indican que el Alter Ego es una parte natural de la condición humana, y la presente obra pretende cambiar esta idea.
He esperado quince años para escribir El poder de tu Alter Ego y mi objetivo es enseñarte el mismo método que he enseñado a mis clientes durante casi veinte años, para que puedas utilizar uno o muchos para superar obstáculos grandes y pequeños. Te voy a mostrar cómo Activar tu Yo Heroico (la Wonder Woman, el dalái lama, la Pantera Negra, la Oprah o el Señor Rogers que llevas dentro) para adoptar toda la gama de habilidades, capacidades, creencias y características que tienes y para que veas de qué estás hecho realmente. También te voy a explicar cuál es la explicación científica que hace que este método sea tan efectivo. Te contaré historias de personas que lo han utilizado para superar escollos: deportistas olímpicos, profesionales del mundo de los negocios, madres, artistas, escritores, niños y yo mismo.
Yo lo utilicé, y todavía lo hago, y por eso hay unas gafas en la portada… pero, ¿a quién pertenecen?
1. En el fútbol americano, un down, «oportunidad» o «intento», hace referencia al tiempo en el que se lleva a cabo una jugada.