«El eneagrama es un mapa para encontrar el camino de vuelta de toda esta locura existencial del desamor».
David Barba, El eneagrama del mulá Nasrudin
Desde su título, este libro anuncia que está dedicado a los veintisiete subtipos. Por lo tanto, si estás leyéndolo, doy por hecho que tienes conocimientos suficientes acerca de lo qué es el eneagrama.
Sin embargo, para quienes se acerquen por primera vez a este concepto, ofrezco, a vista de pájaro y a modo de GPS para la lectura del libro, un resumen que posteriormente podrán ampliar en otros libros sobre eneagrama. En concreto, recomiendo los trabajos de Claudio Naranjo o cualquiera de sus discípulos, como Sandra Maitri o Carmen Durán y Antonio Catalán. Sin embargo, me gustaría insistir en algo que ya he señalado en el prólogo y es que ningún manual puede sustituir a un taller vivencial. Los libros aportan una valiosa información complementaria para darle forma a la experiencia del autoconocimiento, para «ponerle nombre» a algo que vimos en nuestro camino de descubrimiento. Pero de nada sirve la teoría eneagramática si no existe un aprehender fenomenológico. Como veremos más adelante, al ser tan complejo, el eneagrama puede ser muy tramposo, y llevarnos a una inadecuada identificación propia y, aún peor, de los demás.
La pregunta original: ¿qué es el eneagrama?
El eneagrama es una herramienta milenaria de autoconocimiento, de búsqueda espiritual, un mapa de la personalidad que describe nueve maneras de ser en el mundo.
Se afirma que cada uno de esos nueve tipos —a los que a partir de ahora nos referiremos como eneatipos— desarrolla durante la infancia una estrategia para sobrevivir en este indiferente, frío y cruel mundo, para así obtener el bien humano más preciado: el amor de los padres (o figuras parentales, en el caso de aquellos que no han conocido a sus progenitores).
Mediante el ensayo de esta estrategia predilecta, el niño va adquiriendo una visión particular del mundo, su propia visión, una realidad sesgada mediante la cual verá el universo distorsionado, como si lo observara a través de un caleidoscopio. Todo esto hace que el niño desarrolle un rasgo básico que luego se convertirá en la estructura nuclear de su personalidad, o eje que moverá el «engranaje» del motor de cada eneatipo. Por ejemplo, habrá quienes intenten obtener amor a través de la lástima y el sufrimiento; otros tratarán de ser niños perfectos que no tolerarán la imperfección; los habrá que se convertirán en «chicos (y chicas) malos» porque en sus familias no se conciba la debilidad, y habrá otros que harán cualquier cosa para destacar y brillar, aunque este brillo ficticio en realidad encubra un vacío de soledad y desamparo. Esto es lo que sucede con las nueve formas de ver el mundo y actuar en consecuencia.
Los rasgos básicos, o pasiones, como se los denomina en el eneagrama (del verbo latino patior, ’padecer’, ya que la emoción, al ser intensa e irrefrenable, es padecida), son distorsiones emocionales a las que se hace referencia con los nombres de los pecados capitales (que en la actualidad son siete pero que anteriormente eran más según el monje y pensador cristiano Evagrio Pontico [345-349]).
A Pontico, monje cristiano de origen turco, miembro de los llamados «Padres del Desierto», sabios anacoretas y ermitaños, se le debe la elaboración de una lista de malos pensamientos a los que él denominó logismoi, o «vicios malvados», esto es, lo que la psicología actual llama padecimientos psicoespirituales.
En la investigación del monje cabe destacar un sistema de clasificación de las diversas formas de la tentación. Desarrolló una lista completa de ocho malos pensamientos, u ocho terribles tentaciones que son los puntos de partida, los disparadores, para las conductas pecaminosas. Esta lista la elaboró para servir a un propósito de diagnóstico: ayudar a los lectores a identificar el proceso de la tentación, sus propias fortalezas y debilidades, y los recursos disponibles para superar la tentación. Es decir, algo muy parecido a lo que hace el eneagrama.
Dos siglos más tarde, el papa Gregorio Magno tomaría esta lista de tentaciones, que reduciría a siete, para transformarlos en los famosos pecados capitales, elementos estrella del marketing-mix de la Iglesia católica.
Las pasiones —bajas pasiones, como me gusta llamarlas— se traducen como deseos irrefrenables que nos arrastran a automatismos y nos privan de nuestra libertad esencial. Las pasiones son ese intento de llenar nuestro vacío existencial, nuestro «vivir a medias».
Esa forma de ver el mundo se va desarrollando durante toda la infancia y adolescencia, de manera que, al llegar a la edad adulta, ya se ha cristalizado y convertido en algo rígido, que contamina (y envenena) nuestra forma de sentir, pensar y actuar, convirtiéndonos en seres incompletos e insatisfechos, siempre en busca de más, mejor y diferente.
El eneagrama ayuda a dar respuesta a la pregunta existencial que todo ser humano se hace en algún momento de su vida (y mal asunto que alguien no se la formule) y que bien refleja la protagonista de la película de Disney Mulan, en la canción «Reflejo»: ¿quién soy yo realmente?
Un poco de historia «repetida»
No se sabe a ciencia cierta el verdadero origen del símbolo del eneagrama. Existe una teoría, cada vez más desacreditada, que sostiene que sus orígenes se remontan a una hermandad sufí, que lo utilizaba para el crecimiento personal de sus miembros. Otra versión afirma que el símbolo proviene de la kabbalah hebrea.5 Y otra que proviene de los antiguos caldeos de la Babilonia.
Aunque no sepamos con certeza cuál es el verdadero origen de ese símbolo, sí sabemos que el eneagrama es la herramienta más antigua de autoconocimiento de la que se tiene noticia.
Su llegada a Occidente se la debemos al místico, escritor y adepto del llamado «Cuarto Camino»6 el armenio George Ivanovich Gurdjieff (1866-1949), carismático E8, quien, en los locos años veinte del siglo pasado, recibía en su casa a un grupo de estudiantes que se autodenominaban «los buscadores de la verdad». Aunque el eneagrama que transmitía Gurdjieff en sus grupos era algo estrictamente vivencial y no hacía una descripción de los nueve tipos de personalidad, sí ayudaba a sus estudiantes a identificar el rasgo básico que los definía y a trabajar sobre él, reconociendo el tipo de «idiota» que uno era. (Para ampliar este tema y la historia del eneagrama, recomiendo leer el excelente libro de la historiadora mexicana Fátima Fernandez Christlieb ¿De dónde demonios salió el eneagrama? ).
Fue precisamente un estudiante del Cuarto Camino, el psiquiatra boliviano Óscar Ichazo (n. 1931), quien en la actualidad vive recluido en Hawái, quien diseñó este mapa de los diferentes tipos de personalidades, «occidentalizándolo», aunque también de manera oral, sin escribir nada. Por esa razón a Ichazo se le conoce como «el padre del eneagrama».
Y llegamos así al eneagrama de nuestros días, o eneagrama de la personalidad. Entre el primer grupo de discípulos de Óscar Ichazo, hacia la década de 1970, en el desierto chileno de Arica, se encontraba el psiquiatra e investigador chileno Claudio Naranjo (n. 1932), figura notable del Instituto de Esalen en California, discípulo del mismisimo Fritz Perls, quien ahondó en este mapa, lo desarrolló, lo amplió con sus investigaciones y lo adoptó a la psicología transpersonal, y dio cuerpo a lo que hoy se conoce como «psicología de los eneatipos», con todas sus exhaustivas descripciones (que, cabe mencionar, luego fueron distorsionadas por autores más comerciales).
A partir de este renacer del eneagrama, Claudio Naranjo creó el programa SAT7 de desarrollo psicoespiritual, por el que han pasado miles de estudiantes y que sigue siendo, sin duda alguna, la escuela más profunda del eneagrama, aunque no se limita únicamente a la enseñanza de este: es un combo, durante un retiro de diez días, de diecisiete herramientas terapéuticas combinadas e integradas entre sí). La escuela SAT, conocida como «la picadora de egos», por su profundo trabajo fenomenológico desde la sombra y desde las partes oscuras del individuo, tan necesarias para poder poner luz en la oscuridad.
Naranjo e Ichazo fueron discípulo y maestro, amigos, confidentes y, según se dice, hasta «amienemigos», en determinado momento (personalmente creo que fueron lo que en inglés se conoce como frennemies, esto es, amigos que compiten entre sí), aunque esto último quedará como un mito. Claudio Naranjo, según sus propias palabras, se convirtió en «la madre del eneagrama». Quizás de entre las importantes aportaciones de Naranjo, que fueron incontables, la más importante en mi opinión es la de los subtipos, con su teoría de las contrapasiones, tema al que se dedica este libro. Cada eneatipo «se declina» en tres diferentes versiones, sobre la base de su instinto dominante, lo cual nos da, en realidad, veintisiete caracteres diferentes.
El dibujo
El símbolo del eneagrama es una especie de estrella de nueve puntas (de donde toma su nombre: enneas, en griego, significa, ’nueve’, lo cual sumado al término gramma, esto es, ‘dibujo’, nos da dibujo de nueve puntas) encerrada dentro de un círculo.

Cada punta está numerada del 1 al 9. Cada número representa un eneatipo. A diferencia de lo que mucha gente suele pensar, esto no tiene nada que ver con la numerología (aunque el dibujo en sí incluya dos leyes cabalísticas numéricas), sino que los números se incluyen para no condicionar a la gente a la identificación errónea, debido a esos títulos tan peculiares del eneagrama azucarado del tipo de «el Triunfador» o «el Romántico» y que suelen llevar a confusión a muchos estudiantes.
Al analizar la figura encontramos un círculo, un triángulo y un hexágono (figura de seis lados). El triángulo se conoce como «Triángulo Central» y es la casa de los tres eneatipos madre: el E9 (la pereza, acidia o apatía, olvido de sí mismo, y la madre de todas las demás pasiones), el E3 (la vanidad) y el E6 (el miedo). En el hexágono encontramos los otros seis tipos: el E1 (la ira), el E2 (el orgullo), el E4 (la envidia), el E5 (la avaricia), el E7 (la gula) y el E8 (la lujuria). Como veremos más adelante, esta terminología posee un significado diferente en la realidad. El ejemplo más claro es la gula, que para el eneagrama no es un apetito desmedido de comida y bebida, sino de experiencias, ideas y planes y un exceso en general que lleva a una vida hedonista.
Sobra decir que ningún eneatipo es mejor ni peor que otro: todos tienen sus propios infiernos que transitar.
Los centros y las tríadas
Ya el sabio armenio Gurdjieff sostenía que los humanos somos seres tricerebrados, es decir, nuestro «cerebro», aunque en un solo órgano, consta a su vez de tres sistemas nerviosos o tres «cerebros»: un cerebro instintivo, básico y primario (el llamado «reptiliano»), un cerebro emocional (el límbico, propio de los mamíferos) y, por último, el más avanzado y que nos hace humanos, el neocórtex o racional.
La teoría del cerebro triuno,8 como se la suele conocer, sostiene que cada uno de estos cerebros domina un centro de «inteligencia» de nuestro ser:
Cuando un centro predomina sobre los otros dos, se produce un desequilibrio enorme, lo cual conduce a automatismos; se utiliza el mismo centro para todo, en vez de usar cada uno para lo que corresponde.
Lo importante es trabajar en el equilibrio de los tres centros para alcanzar un desarrollo congruente entre el pensamiento, la emoción y la acción.
Estructura del ego: pasiones y fijaciones
Las pasiones son el aspecto emocional del carácter, perturbaciones emocionales que, como hemos visto antes, dan nombre a los nueve caracteres o eneatipos. Un eneatipo sería un conjunto organizado de estructuras de carácter, una raíz en la que se anuda la personalidad.
Las fijaciones, en cambio, son el aspecto cognitivo, mental, de las pasiones. Se trata de ideas locas acerca de cómo vemos el mundo de manera sesgada, que se graban en nuestra mente desde la infancia y que condicionan nuestra forma de ser y actuar en el mundo.
Sin embargo, son unívocas, y una no puede existir sin la otra. Desde pequeños nos volvemos especialistas en una determinada pasión, que se convertirá en nuestra pasión dominante, que nos arrastrará de manera desenfrenada e inconsciente, a las automatizaciones y al malestar óntico o malestar existencial (onthos en griego significa ‘ser’).
Como hemos mencionado antes, en el eneagrama los nombres de las pasiones o rasgos de carácter no tienen el mismo significado que en el diccionario o en nuestro uso lingüístico cotidiano.
La ira, pasión dominante del E1, es una ira reprimida que sale al exterior en forma de resentimiento, porque el mundo es un lugar imperfecto que está mal porque la gente no hace lo que debe. Hay una oposición a la realidad que lo tiñe todo. Esto se cristaliza mentalmente en la fijación cognitiva del perfeccionismo, una obsesión por controlar y corregir a todo (y a todos) de acuerdo con sus altos ideales de perfección. Paradójicamente, la ira es la menos visible de las pasiones.
El orgullo, pasión dominante del E2, es una sensación de sobreabundancia y de sentirse una gran persona, especial y privilegiada, y muchas veces, superior, que vino a embellecer y mejorar el mundo. La fijación cognitiva es la falsa abundancia, una sobreestimación y sobrevaloración de uno mismo, o sea, un «inflamiento» de sí.
La vanidad, pasión que rige el E3, es una excesiva preocupación por la forma y la apariencia, pero, sobre todo, una necesidad neurótica de ser visto por los demás. La fijación cognitiva que le corresponde es el (auto)engaño, entendido como fingimiento o falsedad, una confusión entre el verdadero ser y la imagen que se proyecta. La vanidad implica una superficialidad de uno mismo.
La envidia, pasión que domina el E4, es una sensación de carencia y tristeza generalizada que lo tiñe todo, en una idea de «la hierba siempre es más verde en el jardín del vecino». La fijación es la melancolía, una evocación que genera profundos sentimientos. La envidia tiene un sentimiento base de inadecuación, que los hace sentir que el mundo está siempre en deuda con ellos.
La avaricia, pasión regente del E5, es una sensación de empobrecimiento interno, un sentirse falto de recursos, que lleva al desapego patológico, su fijación cognitiva, un vivir desapegado de las propias necesidades y emociones, un no darse a los demás y en tener una visión minimalista de la vida.
El miedo, pasión del E6, es una ansiedad constante, una actitud defensiva y una necesidad de imaginar siempre lo peor motivada por la sensación de que el mundo es un lugar peligroso y la gente no es fiable. La fijación es la acusación, ya que acusando a los demás el E6 limpia su propia culpa.
La gula, pasión del E7, no es un apetito desenfrenado de comida y bebida sino más bien una avidez de experiencias, ideas, planes y oportunidades que llevan a una vida de excesos, de «probarlo todo». Su fijación cognitiva es la autoindulgencia, una tendencia a perdonarse todo a sí mismos, desconectándose de la culpa y los remordimientos.
La lujuria, pasión del E8, no es precisamente una lujuria de sexo, sino una sed de intensidad, de vivir la vida a su máxima potencia, probando mucho de todo. Los lujuriosos suelen ser personas fuertes, duras e intensas que decidieron ser los victimarios y no las víctimas. La fijación es la venganza, entendida como un ajuste de cuentas, una actitud justiciera y, sobre todo, dura y rebelde.
La pereza, pasión dominante del E9, no es una pereza física, sino de espíritu, un olvido de uno mismo que lleva a no mirar hacia adentro. La fijación es la sobreadaptación, una «hiperpachorra», un olvidarse de las propias necesidades y adaptarse a las necesidades de los demás, con tal de tener calma chicha, una vida de armonía y sin conflictos donde cada día es igual al anterior y uno flota y se hace el muerto en el mar de la vida.
Las flechas y las alas
Si observamos bien el diagrama, veremos que cada eneatipo está unido a otros dos por flechas. Las flechas son muy importantes; nos muestran la dirección de integración y desintegración de cada tipo, que, a diferencia de lo que muchas veces se dice, puede ser en cualquiera de las dos direcciones. Es decir, un E3 se puede ir a su flecha 9 o a su flecha 6, de manera indistinta, tomando actitudes tanto positivas como negativas de ambos eneatipos. Las flechas son fundamentales a la hora de tipificar, ya que una persona puede usar su flecha para desenvolverse en sociedad. Otorgan al eneagrama una psicodinámica interna, un movimiento.
En cuanto a las alas, son los eneatipos contiguos al propio, los eneatipos «vecinos», que tiñen ligeramente nuestra personalidad. Por ejemplo, un 7 puede ser un 7 ala 8 o un 7 ala 6. Por lo general, se denominan con la letra w (del inglés wing, ‘ala’). Ejemplo: 7w8. Una aclaración: la corriente de Claudio Naranjo rechaza la teoría de las alas, por considerar que estas constituyen un falso intento de explicar los subtipos. Sin embargo, me ha parecido oportuno hacer referencia a esta cuestión, pues muchos otros libros las recogen. Yo me sitúo en una posición intermedia. Para mí las alas sí existen, aunque no tienen la importancia que se les da en el eneagrama azucarado, no forman un subtipo per se, sino que solo dan algunas pinceladas de alguno de los dos caracteres contiguos.
Desde mi punto de vista, las flechas son fundamentales y de suma importancia para la comprensión de la dinámica eneagramática, ya que el eneatipo se constituye con las flechas. Por ejemplo, si vemos a un E3, también tendríamos que ver algo de E9 y algo de E6. Si no logramos ver una de las flechas, lo más probable es que el diagnostico esté equivocado.
El eneagrama azucarado
Acuñé este término, un poco en broma y sin querer, hace años en mi blog, para referirme a ese eneagrama sacarinado y edulcorado que se enseña hoy en la mayoría de las escuelas y que, muy distante del original de Ichazo y Naranjo, llama al E2 «el ayudador», al E4 «el romántico, al E3 «el exitoso» y así sucesivamente, convirtiendo a los eneatipos en maquetas y a la gente en estereotipadas marionetas dignas de El Capitán Escarlata, de Gerry y Sylvia Anderson.9
Claudio Naranjo suele decir en sus seminarios que, en el trabajo con el eneagrama, para llegar al cielo hay que pasar primero por el infierno. Con esto se refiere a que, en primer lugar, no hay toma de conciencia sin dolor, y en segundo, a que, para llegar a un buen desarrollo personal, tenemos que enfrentarnos antes a las miserias y a la oscuridad de nuestro propio ego, trabajando desde la sombra. Sin embargo, Naranjo no es el primero en sostener esto: el psicólogo suizo Carl Jung10 ya lo señalaba a principios del siglo pasado con frases como «El conocimiento de tu propia oscuridad es el mejor método para hacer frente a las tinieblas de otras personas» o «Un hombre que no ha pasado por el infierno de sus pasiones nunca va a superarlas». O como decía el escritor norteamericano Mark Twain, las personas son como la luna: siempre tienen un lado oscuro que no muestran a nadie.
El trabajo del doctor Naranjo fue muy profundo, aunque luego muchos de sus primeros discípulos (y discípulos de sus discípulos) lo tergiversaron transformándolo en un eneagrama light y comercial que generó grandes dividendos y se convirtió en un «éxito de taquilla».
Para usar una analogía con la cultura pop, se podría decir que con las profundas enseñanzas originales del eneagrama de Ichazo y Naranjo pasó lo mismo que con la canción «Comme d’habitude» («Como siempre») del cantante francés Claude François. ¿No te suena esta canción? Por supuesto que sí, solo que tú la conoces como «A mi manera» o como «My way», uno de los temas más vendidos y versionados en la historia de la música, entre otros por Frank Sinatra, Elvis, Bon Jovi y hasta los Sex Pistols. Paul Anka hizo «suya» la canción de François (a quien solo le pagó un dólar simbólico por los derechos). No se limitó a cambiarle el título, sino toda la letra, desvirtuando el sentido original; la primigenia del rubio François, una canción de amor y desamor que habla de su ruptura amorosa con su colega, la también rubia y gala France Gall, nada tiene que ver con la letra que popularizó Frank Sinatra. «My way» se convirtió en un éxito de proporciones descomunales, desplazando a su versión original y desterrando su significado al olvido. Al menos, Cloclo, como también se lo conocía, conservó los royalties, cosa que Naranjo no pudo hacer.
Es triste ver profesores de eneagrama, muchos de ellos de éxito y con gran poder de convocatoria, que ni siquiera han tenido lo que Naranjo llama «caída del ego» (algo que todo buen estudiante de esta herramienta debería haber experimentado, si es que va por el buen camino). Estas gentes transforman al eneagrama en parte de la psicología positivista y New Age. Yo creo que no se puede transmitir el eneagrama si antes uno no ha atravesado el lado oscuro de su alma y se ha quemado en el fuego abrasador de sus demonios internos. Por eso soy defensor de enseñar un «eneagrama vivo».
Cada día que pasa me convenzo más y más de la complejidad de esta herramienta y de la agudeza que requiere la tipificación, ya que la variedad es tan grande, incluso entre personas de un mismo subtipo, que al tipificar hay que tener los cinco sentidos (y los tres centros) alineados, sobre todo porque muchas veces, el verdadero eneatipo no se ve a simple vista y hay que hacer una investigación al mejor estilo Sherlock Holmes. Los Schmitt (véase el siguiente apartado) dicen que la personalidad eneagramática es como una matrioska rusa, en la que el eneatipo es la última de las muñecas.
El eneagrama azucarado es como el salón de belleza del ego: le pone maquillaje, lo peina y lo perfuma, pero el ego sigue estando ahí.
Escrito en el cuerpo: los Schmitt
Se verá que a lo largo de este libro muchas veces menciono a «los Schmitt». Frédéric y Bernadette Schmitt son una pareja de eneagramistas franceses (él un premiado médico homeópata unicista, y ella, experiodista y profesora de meditación, ambos investigadores del eneagrama), con quienes tuve el placer de coincidir hace un par de años y que cambiaron para siempre mi visión de esta herramienta.
Bernadette y Fred, directores del Instituto M-A-R-I-E, estudiaron el eneagrama con el maestro budista de origen tailandés Vichitr Ratna Dhiravamsa (n. 1934), en la década de los noventa, y a partir de ahí investigaron y desarrollaron su propia teoría, utilizando la consulta homeopática de Fred y los talleres de Bernadette como laboratorio vivo de investigación. Ellos sostienen que, con un riguroso entrenamiento, se puede sacar el carácter eneagramático de una persona —algo a lo que se refieren como «configuración personal» y que incluye no solo tipo y subtipo, sino también flecha dominante, cofijación y ala— a través de su nivel constitucional y energético, lo cual denominan decodificación bio-psico energética. Aclaro que esto no se limita al fenotipo sino que es un enfoque de psicología integrativa que agrupa el eneagrama, los elementos de la medicina taoísta, las familias de sabiduría hindúes, los estudios de bioenergética de Wilhelm Reich y Alexander Lowen, y los temperamentos de Le Senne, tomando en cuenta las dimensiones somática, psicológica y energética del individuo. Además, la corriente de los Schmitt alega que puede haber una versión introvertida (yin) y extrovertida (yang) de cada subtipo, lo que puede cambiar la manifestación externa del carácter (por ejemplo, un 7 introvertido —sí, los hay— puede confundirse fácilmente con un E5). Ichazo ya planteaba estas dicotomías en sus estudios de protoanálisis.
Este es un enfoque vasto y complejo, muy difícil de aprender, y no es mi intención describirlo, ya que supondría escribir un libro aparte, y los Schmitt están a punto de publicar su segundo propio manual sobre el tema. Solo diré que, si bien mis raíces son sateras naranjianasy y siempre he sido un naranjiano ortodoxo, desde que entreno con los Schmitt he ampliado mi visión del eneagrama y estoy bastante influenciado por ellos. Quien haya sentido curiosidad por este enfoque, puede empezar leyendo los artículos de la revista Enneagram Monthly11 que Bernadette y Fred han publicado.
5 Disciplina y escuela de pensamiento esotérico, relacionada con los esenios y el judaísmo jasídico.
6 Doctrina filosófica con múltiples aportaciones de diversas tradiciones, como el budismo, el sufismo, el hinduismo y el cristianismo ortodoxo, entre otras.
7 Seekers After Truth: buscadores de la verdad.
8 Teoría desarrollada por el científico norteamericano Paul MacLean (1913-2007).
9 Pareja norteamericana, famosa por crear series de marionetas animadas en los años sesenta y setenta del siglo xx.
10 Carl Jung (1875-1961), psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo.
11 Enneagram Monthly, 199, 200, 206, 209, 211, 215.