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La teoría de Dow

3.1. Principales corrientes conceptuales del análisis técnico

Tres grandes teorías son las que desarrollan las principales corrientes conceptuales sobre las que se asientan los cimientos del análisis técnico:

1. Análisis chartista: es un sistema de análisis cuya finalidad es el pronóstico bursátil. Consiste en un estudio exclusivo de las figuras que dibujan las cotizaciones de los activos en un gráfico bursátil o chart. Tal y como se desprende de su definición, se prescinde completamente de los resultados que nos aporte el análisis fundamental e incluso de las noticias acerca del activo, centrando toda la atención en la cotización y, complementariamente, en el volumen de negociación. El análisis chartista, como ya se ha descrito en el capítulo anterior, establece como objetivo poder determinar hacia dónde van a tender los próximos precios de forma más probable, por lo tanto, poder determinar la tendencia más probable que formarán las próximas cotizaciones de un activo o índice. Y, en igual medida, identificar los movimientos que realizan las cotizaciones próximas, en el caso de un cambio de tendencia. Se completa el chartismo mediante la utilización de indicadores y osciladores, que se obtienen a través de la aplicación de fórmulas matemáticas y estadísticas a las series de precios y volúmenes de los activos. Estos indicadores y osciladores sirven para evitar la subjetividad que supone el análisis chartista y darle un carácter más objetivo y científico al análisis técnico. Su principal utilidad radica en servir como detector de divergencias interpretativas entre la evolución de los precios y la evolución de los indicadores o los osciladores calculados.

2. Teoría de Dow: Charles H. Dow reflejó en sus artículos en The Wall Street Journal sus ideas acerca del comportamiento del mercado de acciones de Nueva York. La teoría de Dow, como se conoce en la actualidad a sus escritos, fue recopilada y publicada posteriormente a su muerte en 1902. Los principios básicos de su teoría son muy útiles para poder detectar señales de compra o de venta. Según Dow, toda la información relevante para la toma de decisiones de inversión está contenida en las cotizaciones de mercado.

3. Teoría de Elliott o teoría de las Ondas: Ralph N. Elliott, basándose en la observación y el seguimiento de las cotizaciones de los activos, concluyó que estas seguían unas pautas de comportamiento que podían ser identificables y clasificadas en patrones o figuras. La repetitividad en el tiempo de dichas formaciones permite que puedan llegar a ser predecibles una vez identificadas. Además, estos cambios en la evolución de los precios tienen una estructura relacionada con las leyes de la naturaleza. La serie numérica de Fibonacci desempeña un papel determinante en la predictibilidad de los patrones identificados por Elliott.

En el presente capítulo desarrollamos la más determinante: la teoría de Dow.

3.2. Introducción histórica a la teoría de Dow

La teoría de Dow debe su nombre a Charles H. Dow y está considerada como la teoría más importante para el posterior desarrollo del análisis técnico. Charles Dow nunca escribió un libro donde expusiera sus principios teóricos, sino que a lo largo de su vida como profesional del mercado bursátil fue redactando sus ideas sobre la evolución y el comportamiento de la Bolsa de Nueva York en los editoriales de The Wall Street Journal. De esta forma, en la actualidad, el análisis técnico recoge principalmente la mayor parte de las definiciones y de los conceptos básicos que Dow formuló en su teoría sobre la evolución del mercado de Nueva York a finales del siglo xix.

En 1844, Charles Dow elaboró el primer índice bursátil calculado como la media de 11 valores cotizados en la Bolsa de Nueva York, de los cuales 9 eran empresas del ferrocarril. No fue hasta 1897 cuando se crearon dos medias o índices distintos: uno compuesto por 20 empresas relacionadas con el ferrocarril y otro formado por 12 empresas industriales. Sus estudios y análisis sobre el índice bursátil que él mismo elaboró quedaron reflejados en los citados editoriales, y no fue hasta su muerte, en 1902, cuando dichos artículos fueron recopilados y publicados en un libro, pasándose a considerar como la «Teoría de Dow». En la actualidad, de una forma u otra, los principales conceptos del análisis técnico derivan de esta teoría y su aplicación es muy extensa y variada (aplicable a valores, índices, materias primas, etc.). A grandes rasgos, esta teoría ayuda a detectar señales de compra o de venta a partir de la observación de la información que proporciona el mercado continuamente y que se refleja en los precios de cierre.

3.3. Principios básicos de la teoría de Dow

A continuación se presentan los principios básicos de su teoría:

Las medias descuentan todos los posibles factores que puedan afectar a la demanda y oferta de títulos. Incluso los posibles entornos más catastróficos o eufóricos están descontados a través de su probabilidad de ocurrencia. En esos precios que reflejan las medias se descuentan, por parte de todos los agentes participantes, factores de tipo racional (fundamentales, políticos o macroeconómicos) pero también de tipo emocional, como el pánico o la avaricia, que en determinados momentos los agentes pueden mostrar ante situaciones singulares. Por lo tanto, entendiendo el mercado como eficiente, descuenta con mayor peso aquellos escenarios más probables, representando el precio de mercado una media de escenarios probables que incluye toda la información disponible para el mercado en cada momento.

El mercado está compuesto por tres tipos de tendencia, definiendo tendencia de forma simple como la dirección que toman los precios en el tiempo. La tendencia primaria o principal, a la que Charles Dow asemejaba a la marea del mar, acostumbra a durar más de un año, aunque suele aceptarse en un intervalo de tiempo de entre 9 y 24 meses. La tendencia secundaria o intermedia, incluida en la tendencia primaria, representa tramos o correcciones de la tendencia principal y se le suele asignar un intervalo de tiempo de formación de, como poco, 1 o 2 meses y como mucho de hasta 9 meses. A este nivel de tendencia, Charles Dow lo asimilaba a las olas. En cambio, a la tendencia menor, asimilada a las ondas que se generan sobre las olas y, por tanto, sobre las mareas, se le suele asignar una duración no superior a 1 o 2 meses.

Las tendencias primarias se dividen en tres fases. En la primera fase, llamada de acumulación, los inversores más astutos, informados y con capacidad analítica, empiezan a comprar aprovechando que las noticias más desfavorables han sido ya descontadas, a pesar de que los precios quizás todavía muestran debilidad, aunque ya poca determinación bajista. La acumulación suele producirse con lentitud, sin grandes muestras de acopio por parte de los agentes participantes y, por lo tanto, los volúmenes de negociación no van a mostrar notables incrementos en esta fase. En la segunda fase, la llamada fase de participación popular, empieza un flujo de noticias positivas y el grueso de los agentes participantes empiezan a detectar un cambio de tendencia positivo que les hace tomar posiciones y participar del alza. Suele ser en las primeras fases de participación popular cuando se detecta un mayor incremento del volumen de negociación por la avidez mostrada por el grueso del colectivo inversor, que suele ser seguidor de tendencias. Y es en esta fase en la que se va a producir el positivo efecto de la inercia alcista. Normalmente suele ser la fase más duradera de las tres. En la tercera y última fase, también llamada de distribución, el mercado suele hacerse eco de noticias favorables a través de canales públicos donde los agentes que se han sumado a la fase de participación popular pueden informarse de los buenos resultados de las empresas en cuestión y difunden sus grandes perspectivas lo que acentúa el nivel de inversores que se suman a reforzar la tendencia alcista. Estas señales de optimismo, no obstante, no permiten que la gran mayoría de los inversores que mantienen posiciones observen que se está produciendo un desgaste de los motivos fundamentales que han empujado al alza los precios desde la fase inicial de acumulación. Solo los inversores más avanzados y con mayor capacidad analítica, nuevamente empiezan de forma lenta a deshacer sus posiciones puesto que entienden con mayor celeridad que los demás el desgaste de la fuente de la inercia alcista de los precios. Estos inversores avanzados empiezan, entonces, a distribuir su «papel» en el mercado sin que se produzcan grandes señales de ello, dado que el optimismo del grueso de inversores compensa la salida lenta de los más anticipados. Ellos marcarán el inicio del cambio de tendencia que se confirmará con la suma del grueso de inversores una vez se incorporen a la venta de sus posiciones.

Gráfico 3.1. Gráfico con tendencia primaria o principal, tendencias secundarias o intermedias y tendencias terciarias u ondas

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Cuando Dow analizó el índice industrial y el de las empresas del ferrocarril se dio cuenta de que un indicio que servía para confirmar cambios de sentimiento de mercado y de tendencia era que ambos índices tuvieran una evolución correlacionada. Es decir, para poder predecir con mayor fiabilidad la evolución de un índice compuesto de dos subíndices, es necesario que los dos subíndices evolucionen conjuntamente en esos momentos clave. Por ejemplo, suponiendo que un índice principal muestra una tendencia alcista y uno de sus subíndices parece ser que está empezando a tomar una tendencia bajista mientras que el otro sigue todavía alcista, cabe ser interpretado como que el índice global sigue teniendo la tendencia alcista original. Dicha tendencia no se revertirá hasta que ambos subíndices tomen una tendencia bajista. Aunque parece evidente, cuantas más medias (o subíndices de un índice principal) confirmen una tendencia, más se refuerza la interpretación de la tendencia del índice principal.

Gráfico 3.2. Fase de acumulación, participación y de distribución

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El volumen debe confirmar la evolución de la tendencia. En concreto, Dow observó que para que una tendencia alcista perdure es necesario que el volumen aumente cuando los precios suban y que se reduzca cuando los precios disminuyan. En cambio, en una tendencia bajista, los volúmenes deberán subir cuando los precios caigan y disminuir cuando los precios corrijan al alza (ver figura 2.4 del capítulo anterior).

Una tendencia es válida hasta que se han dado suficientes señales que nos permiten asegurar que se ha revertido. Dow utilizó en sus estudios únicamente los precios de cierre para poder medir las confirmaciones o penetraciones de resistencias y soportes que le ayudarían a predecir cambios en las tendencias.

Estos seis puntos vienen a ser un resumen a grandes rasgos del análisis chartista visto en el tema anterior. Efectivamente, la adaptación o actualización de los principios teóricos de Dow son lo que actualmente conocemos como análisis técnico. Sus principios, sin embargo, están expuestos también a críticas como las siguientes:

Las señales que nos aporta la teoría de Dow son demasiado lentas.

Los inversores no pueden invertir siempre en índices o en medias de valores, con lo cual estos principios no son de mucha utilidad para muchos inversores.

La adaptación de los principios de Dow a través de teorías más modernas y sofisticadas fundamentadas en principios matemáticos más sólidos y el uso de indicadores y osciladores permiten solucionar las anteriores críticas en gran medida. Entre estas adaptaciones está la utilización de la serie de Fibonacci en la teoría de las Ondas de Elliott (ver capítulo 6). En el capítulo 5 se introducirán los indicadores y osciladores más importantes que nos permiten adaptar las implicaciones de la teoría de Dow a su versión moderna y más sofisticada (la teoría de Elliott) en cualquier momento del día y no exclusivamente a los precios de cierre.