INTRODUCCIÓN

Las tres ediciones de los fragmentos de Aristóteles más utilizadas en la actualidad son las de V. Rose, W. D. Ross y O. Gigon1, aunque, a nuestro juicio, la de Ross sigue siendo todavía con diferencia la más frecuentemente citada. La más antigua es la de V. Rose, cuya última versión apareció en 1886, con cambios muy significativos, respecto a su edición anterior, que afectan a la numeración de los fragmentos e, incluso en algunos casos, a la atribución de los textos a las obras correspondientes. El caso de Rose es especialmente significativo del peculiar destino que han tenido las obras perdidas de Aristóteles y de las llamativas singularidades que han determinado su interpretación filosófica. Pues Rose, a pesar de su enorme contribución al conocimiento y la recuperación de estos fragmentos, creía que pertenecían a obras espurias2. A su juicio, los bibliógrafos alejandrinos, en su afán de reunir toda clase de libros, fueron los responsables de este error al no distinguir entre las obras verdaderas de Aristóteles y otras pertenecientes a discípulos posteriores. Rose no podía creer que estas obras con los claros rasgos de platonismo que, según su opinión, conservaban hubieran podido ser escritas por Aristóteles. Las críticas no se hicieron esperar y hubo otros especialistas como E. Zeller, J. Bernays y E. Heitz, que protestaron contra el rechazo «demasiado sumario» de estas obras y defendieron la autenticidad de los fragmentos, considerando inaceptable que todos esos escritos, cuya relación figuraba en testimonios muy diversos, hubieran podido ser falsamente atribuidos a Aristóteles3. No es éste el lugar para entrar en detalles sobre las diversas vicisitudes acontecidas en la historiografía de los estudios aristotélicos en la segunda mitad del siglo XIX4, pero, a la vista del carácter controvertido de la cuestión, se comprenderá que todas las ediciones de fragmentos hayan dedicado un apartado a los Testimonios, donde el lector pueda evaluar por sí mismo la evidencia de la que disponemos, a la hora de juzgar la procedencia de los fragmentos y su pertenencia a las obras correspondientes.

Para los estudios aristotélicos en general y muy especialmente en relación con los fragmentos, la aparición del libro de W. Jaeger sobre Aristóteles fue un momento decisivo5. La hermenéutica evolucionista que Jaeger propuso revalorizó el estudio de los fragmentos, porque, a su juicio, como veremos más detalladamente cuando tratemos de cada obra en particular, hubo un primer periodo platónico en la evolución de Aristóteles, en el que éste sostuvo la teoría de las formas, la concepción del saber como reminiscencia y la inmortalidad del alma. Se buscaba, por consiguiente, un Aristóteles perdido, que habría sostenido, en los primeros años de su estancia en la Academia, una filosofía muy diversa de la que ha llegado hasta nosotros a través de los tratados que forman parte del corpus.

La obra de Jaeger hizo que la edición de Rose se quedara muy desfasada, porque estimuló el descubrimiento de nuevos fragmentos o trajo como consecuencia una ampliación muy significativa de los ya existentes. En este punto habría que recordar las aportaciones de los estudios desarrollados por E. Bignone, que estaba convencido de la verosimilitud de la tesis defendida por Jaeger. Bignone propuso la incorporación de nuevos fragmentos y creyó encontrar rastros de las obras perdidas de Aristóteles en Epicuro y otros autores helenísticos6 que conocieron estas obras y polemizaron con ellas. Hay que tener presente que antes de la edición de Andronico de Rodas, que tuvo lugar en el último tercio del s. I a. C., las obras de Aristóteles más conocidas en la Antigüedad eran precisamente las que se perdieron posteriormente, como el Eudemo, el Protréptico y el Sobre la Filosofía, ya que con esta edición, que dio a conocer o, al menos, fue responsable de la difusión de los tratados, aquéllas quedaron postergadas y se fueron perdiendo definitivamente. De esta manera, mientras Jaeger, Bignone y otros investigadores incorporaron nuevos fragmentos pertenecientes a los diálogos, los estudios de P. Wilpert7 revisaron las aportaciones procedentes de Alejandro de Afrodisias, Sexto Empírico y otros autores antiguos, que sirvieron para confirmar la veracidad de los fragmentos atribuidos a Aristóteles y, sobre todo, para ampliar considerablemente la extensión de los que Rose había admitido en su edición. De acuerdo con ello, los fragmentos pertenecientes a otros escritos aristotélicos, como Sobre el Bien y Sobre las Ideas, tuvieron igualmente que ser reconsiderados. Todo ello hizo necesaria una nueva edición de los fragmentos.

La edición de Ross aceptó la mayoría de los textos que habían sido propuestos por los especialistas8 y éstos han sido objeto de debates y controversias en los estudios sobre el Aristóteles perdido desde entonces a nuestros días. Ahora bien, Ross limitó su edición a cuatro de las diez secciones recogidas en la obra de Rose9, por lo que ésta se siguió utilizando para el resto de los textos. Además, dado el carácter conjetural que adquiere en numerosas ocasiones la reconstrucción de estos escritos, es muy difícil alcanzar la unanimidad. No hay que sorprenderse, en consecuencia, de que algunos de los nuevos fragmentos aceptados por Ross hayan sido admitidos por unos autores y rechazados por otros. Nosotros, que hemos seguido su edición, nos hemos limitado a dejar constancia en las notas de las diversas aportaciones bibliográficas en uno y otro sentido. Hemos seguido en esto, por tanto, un criterio inclusivo, porque, aun siendo conscientes de los débiles fundamentos en los que se basaba la atribución de algún texto en particular a una obra determinada, no hemos querido sustraer al lector la posibilidad de juzgar por sí mismo10 y, por otra parte, se trataba de fragmentos que, en la mayoría de los casos, han suscitado el interés de los estudiosos y que, con toda probabilidad, seguirán siendo objeto de atención en el futuro.

La obra de O. Gigon integra, en general, salvo pocas excepciones, los textos contenidos en las dos ediciones anteriores, aunque ha seguido criterios que no han logrado recabar la aprobación general11. Además, su edición se distingue de las anteriores en la extensión mucho mayor que concede al contexto, imprimiendo, por ejemplo, a veces, capítulos enteros de los comentaristas griegos. De manera que si hubiésemos seguido su edición, habríamos necesitado varios volúmenes de esta colección, lo cual era totalmente desaconsejable. Como contábamos con limitaciones de espacio, nuestra intención era poner a disposición del lector los textos fundamentales que han generado el interés general. Podíamos haber seguido el mismo criterio anteriormente adoptado por Ross y limitarnos, en este caso, sólo a las secciones diálogos, obras filosóficas, etc.) donde Gigon ha incluido los textos más importantes. Pero aquí hubiésemos tropezado con otra dificultad, derivada de la nueva ordenación que ha dado a los fragmentos. Por ejemplo, en el caso de los diálogos, Gigon ha seguido criterios muy restrictivos excluyendo la mayor parte de los fragmentos en los que no se cita expresamente la obra a la que pertenecen. Pero no los ha eliminado, sino que en lugar de ubicarlos en la sección correspondiente al diálogo donde figuraban anteriormente, los ha incluido en una parte ordenada alfabéticamente por los nombres de los autores de los que proceden los textos, constituyendo una tercera sección con casi doscientos fragmentos12.

Esto hace que su edición sea prácticamente inutilizable con vistas a una traducción que tenía que limitarse sólo a unas secciones determinadas, porque nuestra intención era incluir todos los textos atribuidos a las obras seleccionadas. En el caso del Protréptico, por ejemplo, nos encontramos con siete fragmentos frente a los veinte de Ross y, en el diálogo Sobre la Filosofía, los veintiocho de éste se reducen a diez, a pesar de que las mejores ediciones de estas obras habían coincidido con los resultados a los que habían llegado Walzer y Ross en sus ediciones generales de los fragmentos13. Por tanto, a nuestro juicio, la mejor opción para poner a disposición del lector los textos que se han discutido en relación con las obras perdidas más importantes de Aristóteles era seguir la edición de Ross y en esto no hemos sido originales, porque ha sido el criterio adoptado por la mayoría de los especialistas14.

Finalmente, en la actualidad ha cambiado la actitud mayoritaria de los investigadores por lo que se refiere a estas obras. La hipótesis de Jaeger alentó durante varias décadas la búsqueda en las obras perdidas de un Aristóteles diverso del que se conocía por los tratados y, por esta razón, se pensaba en ellas como productos de la primera época juvenil de su pensamiento. Düring reaccionó hace ya mucho tiempo contra ambas tesis de lo que consideraba una fable convenue, porque, a su juicio, ni todas estas obras eran necesariamente tempranas ni Aristóteles profesó una filosofía diversa de la que conocemos por sus escritos conservados15. Hoy no es necesario aceptar que Aristóteles defendiera alguna vez la teoría de las ideas, para comprender la enorme influencia platónica que experimentó en los años de su formación filosófica, porque, como ha demostrado la gran obra de E. Berti, no hay por qué identificar platonismo y teoría de las ideas16. Siempre habrá en esto un margen para la discrepancia, pero creemos que O. Gigon representa el sentir mayoritario cuando afirma que, aun en el caso «indemostrable e inverosímil» de que los diálogos fueran obras juveniles, queda en pie el hecho de que Aristóteles, en la última etapa de su vida, seguía reconociéndose en estas obras y considerándolas una «expresión adecuada de su pensamiento filosófico»17. Por tanto, hoy se tiende a contemplarlas, dentro de un esquema unitario, en el que hay espacio para las divergencias, como un complemento que nos ayude a entender mejor sus obras conservadas, más que como la prueba de un Aristóteles completamente diverso del que conocemos gracias a los tratados18.

En el catálogo de fuentes que figura al final de este volumen, el lector puede encontrar bajo el nombre de cada autor el título completo de las obras citadas, con indicación de los pasajes que aparecen en esta edición y la localización de los fragmentos correspondientes. Por último, en el encabezamiento de cada fragmento se cita la numeración que le ha sido asignada en las tres ediciones citadas. Agradecemos al Profesor de la Universidad de Oviedo, S. González Escudero su atenta lectura del manuscrito y sus juiciosas observaciones, así como el cuidadoso trabajo del revisor, F. Lisi Bereterbide sin cuyo escrupuloso análisis nos habrían pasado inadvertidas no pocas imprecisiones o errores. No hay ni que decir que si subsisten algunos, son responsabilidad únicamente del autor de este trabajo.

NOTA TEXTUAL

Indicamos a continuación aquellos pocos pasajes en los que nos hemos apartado de la edición de Ross. Damos en primer lugar el texto de Ross y, seguidamente, la lectura que hemos preferido.

Eudemo

Frag. 6 (Plutarco, Mor. [Consolación a Apolonio] 115c3): ήγούμεθα (omit. Ross)... / ήγoύµεθα (BABBITT).

Protréptico

Frag. 11 (B 18, JÁMBLICO, Protréptico 51, 6-8): καὶ τούτο έστι τών ὄντων oὗ χάριν ἡ φύσις ήµᾶς ἐγέννησε καὶ ὁ θεός. τí δὴ τοῦτó ἐστìν Πυθαγόρας ἐρωτώµενος... (Ross; F) / τí δὴ τοῦτ’ ἐστὶν τῶν ὄντων οὗ χάριν ἡ φύσις ἡµᾶς ἐγέννησε καὶ ὁ θεός; τοῦτο Πυθαγόρας ἐρωτώμενος... (ZUNTZ; DÜRING).

Frag. 13 (B 50, JÁMBLICO, Protréptico, 56, 2): ὁρµᾷ (WALZER, ROSS, BIGNONE, etc.) / ὁρµεĩ (PISTELLI, DÜRING).

Frag. 15 (B 93, JÁMBLICO, Protréptico, 59, 23): πρòς τò σπουδαῖον ήµĩν ἢ φαῦλον εἶναι... (ROSS)... / πρòς τò σπουδαίους ήμάς ή φαύλους εἶναι (DÜRING).

Frag. B 23 (JÁMBLICO, Protréptico, 34, 13): εἶναι (DÜRING) / έστι (PISTELLI).

Sobre la educación

Frag. 1 (PLUTARCO, Mor. [Charlas de sobremesa] 734D): ταραχάς (ROSS) / άρχάς (C. HUBERT).

Frag. 2 Ross (D. LAERCIO, IX 53): Δημόκριτον (ROSS) / Δημοκρίτου (H. S. LONG, H. DIELS).

Alejandro

Frag. 2 (PLUTARCO, Sobre la fortuna o virtud de Alejandro 329b): πολεμοποιῶν (ROSS) / πολέμων πολλῶν 〈καὶ〉 φυγῶν (NACHSTÄDT).

Sobre la filosofía

Testimonio 2 (PRISCIANO LIDIO): de Caeli generatione et corruptione... (ROSS) / de Caelo 〈et de〉 Generatione et corruptione (HEITZ, UNTERSTEINER).

Frag. 13c (FILÓN, Sobre los premios y castigos VII 41, 4): άρετῶσαν... (Ross, COHN) / έστώσαv (COLSON, UNTERSTEINER).

Frag. 19b (FILÓN, Sobre la eternidad del mundo, VI 30, 2): βίαιος (Ross, UNTERSTEINER) / βαιός (COHN).

Frag. 25 (PLUTARCO, Mor. [Sobre la música] 1139f): έκ τε τής άρτίας καὶ περισσῆς... (ROSS) / ἐκ τε τῆς ἀπείρου καί περαινούσης (Μ. TEMPANARO CARDINI, ZIEGLER).

Sobre el Bien

Frag. 2 (ALEJANDRO DE AFRODISIAS, Comentario de la «Metafísica» de Aristóteles 56, 3) πpòς αὐτά (ROSS) / πpòς αὐτοῦ (HAYDUCK).

Sobre las Ideas

Frag. 3 (ALEJANDRO DE AFRODISIAS, Comentario de la «Metafísica» de Aristóteles 82, 4-5) καί μηκέτι ὂντων σώζομεν Φάντασμα... ὂντων. (HAYDUCK) / καί μηκέτι ὂντων Φάντασμα... ŏντων σώζομεν (HARLFINGER).

(83, 16) καί είκών (HAYDUCK) / [καί είκὡν] (HARLFINGER).

Frag. 4 (ALEJANDRO DE AFRODISIAS, Com. de la «Metafísica» de Aristóteles 85, 4) (omit. HAYDUCK) / τοimagesτο δέ συμβαίνει αύτoĩς (HARLFINGER).

(85, 11) τετάρτῳ (OAC, HAYDUCK) / πρώτῳ (ROSE, HARLFINGER, etc.).

Sobre Demócrito

Frag. 1 (SIMPLICIO, Com. del tratado «Acerca del cielo» de Arist. 295, 5: δέ... (ROSS) / δέv (HEIBERG).

Poemas

Frag. 4 (DIÓGENES LAERCIO, V 7, 7): κάρτος (ROSS) / καρπόν... (PLEZIA).

oύκ Διòς... (ROSS) /oι Διòς... (PLEZIA).