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Los 12 antídotos

Durante mucho tiempo el estudio de la psicología de la mente humana se circunscribió a los ámbitos patológicos de nuestras emociones. La ansiedad, el estrés o la depresión han llenado bibliotecas de teorías y estudios que intentan poner un poco de paz en la mente de las personas que pasan por trances que angustian sus existencias.

Además de continuar los estudios en las áreas menos agradables del estado mental, desde hace unas décadas y muy especialmente con el impulso, entre otros, del profesor Martin Seligman de la Universidad de Pensilvania, se puso muy en boga la llamada psicología positiva, de la que me declaro seguidor, aunque quizá un poco desleal.

No obstante, ser un optimista recalcitrante defensor de la psicología positiva no me convierte en un ingenuo que desconoce que hay escenarios en los que los conflictos de intereses con otras personas, organizaciones o colectivos puedan ponerme ante una pregunta incómoda que según la responda mi credibilidad quede indemne, se fortalezca o se vea mermada de forma relevante.

Hay momentos en los que podemos recibir preguntas que nos incomode escuchar. Algunas serán emitidas para ponernos en un brete y otras seremos nosotros solitos los que les otorguemos la etiqueta de envenenadas, con independencia de la intención del emisor.

Es más, es preciso asumir que hay asuntos en los que cualquier cosa que digas, incluyendo en esta definición no decir nada concreto, herirá sensibilidades: si te preguntasen en ciertos entornos si eres proabortista y respondes afirmativamente las herirás. Si respondes que no también y si no te defines no quedarás al margen de la estigmatización de los más radicales de uno y otro bando que, indefectiblemente, te situarán en el club de los adversarios o en el de los veletas despersonalizados.

Por otra parte, los caracteres más introvertidos y vergonzosos odiamos hablar de nosotros mismos o de los ámbitos que entendemos que están dentro de nuestra privacidad que, para nuestra puñetera desgracia, suelen ser prácticamente todos los que vayan más allá de preguntarnos la hora. Cosas que para los demás pueden ser nimias para el introvertido vergonzoso no lo son, lo que suele hacernos mucho más hábiles convirtiendo una pregunta en un ataque personal.

Las personas somos muy parecidas a la vez que muy diferentes. Todos sabemos que es muy difícil ponernos de acuerdo incluso en qué significa una simple palabra, no digamos hacerlo con un concepto o una idea compleja.

Entre los entrevistados para la redacción de este libro gran parte de los periodistas me dijeron que ellos no creían que existieran las preguntas envenenadas, sino las preguntas inteligentes que podrían envenenar el receptor con sus respuestas.

Por el contrario, uno de los colaboradores concluyó que no existían las preguntas inocentes, sino que debemos considerarlas todas envenenadas justamente por el mismo criterio: porque podemos emponzoñarlas con una respuesta inoportuna.

Después de no pocas vueltas y de validarla convenientemente, la definición de pregunta envenenada a la que he llegado es:

La pregunta que, en ocasiones con forma aparentemente casual, busca poner en entredicho la credibilidad profesional, la ética personal o ambos valores de la persona objeto de la pregunta, de algún compañero o colega o de la institución a la que representa.

Además de por puro azar, en el ámbito profesional la pregunta envenenada suele darse en aquellos escenarios en los que hay conflictos de intereses entre diferentes posiciones técnicas o éticas. Por ejemplo, el enfrentamiento entre software comercial y libre en el mundo de la informática. También en los escenarios en los que la convivencia entre técnica y ética —como en el mundo sanitario o el jurídico—, pueden generar un cóctel de complicada digestión.

Algunas de las técnicas que expondremos se pueden utilizar en unos escenarios, pero en otros no serán tan convenientes o directamente improcedentes. Para no enfangar la redacción, aunque también haré precisiones al respecto, dejaré a tu libre criterio dónde deberías utilizar o no cada recurso ya que la casuística es infinita.

Por ejemplo, una reunión entre directivos, una entrevista laboral o un auditorio en el que tanto el conferenciante como los asistentes son colegas de profesión son escenarios mucho más benévolos y permisivos que un tribunal de justicia o una rueda de prensa con una autoridad política en la que los periodistas asumen el papel de adalides de la democracia.

Incluso ante los interlocutores más comprometedores, no es lo mismo la actitud que tiene el moderador de un debate televisado durante unas elecciones generales que la entrevista que le puedan hacer a uno de esos candidatos en un programa dominical vespertino.

El entorno marca qué recursos son permisibles y cuáles están fuera de lugar, cosa que tendrás que juzgar tú para cada antídoto, aunque algunos, como el del «aikidoka», son útiles casi en cualquier escenario.

El fin de un antídoto es contrarrestar los efectos nocivos de un veneno. A nuestros efectos la sustancia perjudicial será la pregunta y nuestra respuesta será el antídoto que sería lo que comúnmente conoceríamos como una técnica.

Algo que conviene sacar fuera del saco de las preguntas envenenadas son los ataques personales. En este caso lo mejor es siempre dejar claro que no toleraremos faltas de respeto porque una cosa es discrepar y otra adjetivar a las personas con las que no estamos de acuerdo. Cualquier falta de respeto es intolerable y el único antídoto que conviene en este caso es ser contundente en la defensa de las formas y la buena educación.

Recuerda que el sentido del humor es un auténtico superpoder y ante una situación incómoda o comprometida pocos antídotos te ayudarán más que este así que, siempre que el escenario lo permita, disfruta de él riéndote de la situación y de ti mismo a placer.

Además de los antídotos en sí, conviene conocer y profundizar en los recursos retóricos que nos aportarán más habilidad en la aplicación de los mismos y por ahí es por donde comenzaremos.

Primer antídoto: Sí, pero no

El mismísimo Aristóteles dedicó parte de su tiempo a analizar y clasificar las falacias llegando a identificar trece tipos. Con posterioridad al trabajo del gran divulgador de la retórica se fueron añadiendo decenas hasta llegar a los cientos que hoy se conocen.

En este capítulo me limitaré a acercarte las siete que me parece que te podrán ayudar en más escenarios, pero no tengas duda de que profundizar en este antídoto puede serte de gran rentabilidad en situaciones incómodas.

No tiene sentido para el fin de esta obra indagar en las vicisitudes históricas de la falacia, pero sí saber que Charles Hamblin determinó en 1970 en su obra seminal Falacias que una falacia «es un argumento que parece válido sin serlo», lo que evidentemente puede sernos de gran utilidad para los fines de este libro.

Para gestionar lo mejor posible preguntas envenenadas, me parece especialmente aconsejable dominar, por lo menos, siete falacias que te podrán sacar de muchos bretes.

  1. La falacia ad hominem: es la falacia que se centra en desacreditar a la fuente cuando no somos capaces de desarbolar el argumento. Consiste en atacar a la persona o fuente emisora de la premisa cuando no encontramos razones de peso con las que destruir sus argumentos.

    Dardo envenenado:

    Cariño, no deberías fumar porque es malo para tu salud.

    Antídoto «Sí, pero no»:

    Y tú deberías hacer más ejercicio, que estás engordando.

    En la Segunda Guerra Mundial los nazis atacaban la hipocresía norteamericana sobre la violencia contra los pueblos.

    Dardo estadounidense:

    La violencia contra el pueblo judío es inhumana. Es un acto intolerable que no se le puede permitir al gobierno nazi.

    Antídoto nazi:

    Los estadounidenses afirman que la violencia contra los judíos es inaceptable cuando ellos prácticamente han aniquilado a todas las tribus precolombinas y han recluido a los supervivientes en reservas remotas.

    Es una falacia porque ataca a quien defiende un postulado, quizá con elevadas dosis de hipocresía, sin centrarse en el argumento en sí mismo.

  2. La falacia ad ignorantiam: es la falacia por la que se mantiene la verdad o falsedad de un argumento porque no hay demostración de lo contrario.

    Dardo:

    ¿Existe vida en otros planetas?

    Antídoto «Sí, pero no»:

    Sí. Hay vida en otros planetas porque nadie ha podido demostrar que no la haya.

    Y lo contrario.

    Antídoto «Sí, pero no»:

    No. No existe vida en otros planetas porque nadie ha podido demostrar que exista.

    Esta es una falacia muy utilizada en política para la defensa de escenarios que no se han podido constatar.

    Por ejemplo, la defensa por parte de los partidos independentistas a su electorado de que separados del Estado al que pertenecen vivirían mejor es una falacia ad ignorantiam porque es algo que no se puede demostrar que sea falso ni que sea cierto.

    Dardo:

    ¿Por qué reclaman ustedes la independencia de Texas?

    Antídoto «Sí, pero no»:

    Porque los texanos viviríamos mejor si fuéramos un Estado independiente de los Estados Unidos.

    Podría ser parte de una falacia ad ignorantiam porque no existe la experiencia, por lo que no se puede constatar su falsedad.

  3. La falacia ad baculum: es aquella en la que se utiliza la coacción o la mención a la fuerza como argumento. La voy a ilustrar con un ejemplo, dicen que histórico, acaecido entre Churchill y Stalin al respecto de unos consejos militares del papa Pío XII, durante la segunda guerra mundial.

    Dardo Churchill:

    Deberíamos tener en cuenta las solicitudes del papa Pío XII respecto de algunas medidas a tomar.

    Stalin. Antídoto «Sí, pero no»:

    Y ¿cuántas divisiones dice usted que tiene el Papa disponibles para el combate?

    Es una falacia que solo es utilizable en escenarios en los que tengas la seguridad de que eres quien dispone de más divisiones. En caso contrario no tiene mucho sentido utilizarla salvo que quieras ir de farol.

  4. La falacia del hombre de paja: se utiliza cuando se alteran los argumentos del interlocutor para acto seguido refutarlos como si fueran los suyos.

    Dardo:

    Estarás de acuerdo en que en España las mujeres ganan por el mismo trabajo menos que los hombres.

    Antídoto «Sí, pero no»:

    Si en España los hombres tienen más oportunidades profesionales que las mujeres teniendo la tasa de desempleo que tenemos, eso solo significa que no hay oportunidades ni para los unos ni para las otras.

    En este caso, el antídoto pone en boca del dardo cosas que no dijo: que los hombres tienen más oportunidades que las mujeres para, acto seguido, atacar esa posición como si fuera la de su adversario.

  5. La falacia del error inverso: se utiliza para inferir de una certeza consecuencias que no tienen por qué sucederse.

    Si me quieres, entonces querrás estar junto a mí.

    Estás junto a mí.

    Por lo tanto, me quieres.

    Aun cuando las dos primeras premisas fueran verdaderas, la conclusión podría no serlo ya que cada día podemos estar con muchas personas a las que no nos una el amor.

    Y, probablemente, las dos últimas falacias son las más utilizadas.

  6. La falacia de autoridad, o argumentum ad verecundiam: es aquella en la que se utiliza la fuente como si esta fuera garantía de certeza absoluta.

    Dardo:

    Si bajar los sueldos es malo para las personas, ¿por qué afirman que esta medida es buena para nuestro país?

    Antídoto «Sí, pero no»:

    Porque Europa así lo aconseja.

    Porque el Fondo Monetario Internacional dice que es lo que tenemos que hacer.

    Y porque la OCDE lo ha indicado a todos sus miembros.

    Con lo que se afirmaría de forma implícita que Europa, el FMI y la OCDE nunca se han equivocado en sus propuestas, indicaciones o directrices.

  7. Y la última que vamos a exponer es la falacia ex populo que se da cuando apelamos a la multitud como fortaleza de nuestro argumento.

    Dardo:

    ¿Cree usted legítimo utilizar la violencia o saltarse las leyes que nos gobiernan para defender sus ideas?

    Antídoto «Sí, pero no»:

    Creo en la legitimidad de los millones de alemanes que salen cada vez que les convocamos a la calle clamando por una Alemania fuerte, libre e independiente que reclame los derechos que le han sido conculcados con la firma del Armisticio del 11 de noviembre de 1918.

La historia ha demostrado con tozuda contumacia que no siempre la mayoría ha actuado defendiendo lo justo, lo ético o lo verídico, por lo que acudir a expresiones «es lo que opina todo el mundo», «no es que lo diga yo, es que lo dicen todos» y similares está buscando un argumento que no logra la idea por sí misma como ilustraron Galileo con su famosísimo «y sin embargo se mueve»2 o Einstein cuando dijo «si estuviera equivocado con uno solo bastaría».3

Como ya he comentado hay muchos tipos de falacias, si profundizas en ellas y estás atento podrás ver cómo los políticos, vivas donde vivas, son los garantes de la salud de la falacia en tu país.

¿Has visto cómo se finaliza un capítulo con una idea falaz?4

Segundo antídoto: La creación de alianzas

Venimos programados para cooperar. Las personas que promueven esa cualidad innata de los seres humanos tienen más facilidad para lograr sus objetivos que los lobos solitarios.

Los lobos solitarios pueden sobrevivir, pero sin duda es más eficiente la manada.

Dentro de nuestro ámbito de reflexión, el comportamiento más inteligente es intentar crear alianzas antes de que se inicie el turno de preguntas para que nuestros interlocutores tengan menos disposición a tratarnos como si fuéramos un lobo solitario y más para que nos consideren parte de su manada, aunque sea como simples omegas.

No se trata tanto de evitar el enfrentamiento, sino de ser selectivos con las batallas que valen la pena luchar. En ocasiones es mejor tener paz que tener razón.

En el capítulo de los tipos de auditorios profundizaremos sobre la idea de que en los escenarios más hostiles es donde más conviene crear alianzas. Veamos unas pautas sencillas sobre cómo crearlas en todos los ámbitos.

En una conferencia profesional ante un auditorio:

  1. Días antes de tu charla, pídele a la organización que envíe a los inscritos en la conferencia un correo tuyo con una serie de preguntas que te permitan conocer el auditorio y ajustar los contenidos a los intereses de la audiencia.
  2. Solicita que las respuestas te las envíen a un correo tuyo para poder analizarlas. A los que te escriban, sean los que sean, respóndeles tú con algo personalizado para ellos según lo que hayan comentado en sus correos. En ocasiones, la organización no te permitirá hacer estos dos puntos iniciales porque les lleva un esfuerzo extra, pero cuando te lo permitan ya has comenzado a trabar alianzas antes del día de la charla.
  3. Llega con tiempo al lugar en el que vas a dar la conferencia para poder pedirle a los organizadores que te presenten a algunos de los asistentes.
  4. Antes de comenzar la charla, si el lugar y la organización lo permiten, recibe a los asistentes en la puerta del salón de actos. Salúdales a todos, uno por uno, presentándote, preguntándoles su nombre y agradeciendo su asistencia.
  5. Muéstrate afable, cortés y accesible y si es tu carácter exhibe simpatía.
  6. Los asistentes te dirán que van a la conferencia con la intención de aprender. Tú preséntate como un aprendiz que va a compartir y dispuesto a enriquecerse con la interacción que se cree con ellos y no como un experto que va a ilustrarles.
  7. Abre el turno de preguntas recordando que estás allí para deliberar, no para debatir.5
  8. Lleva a la práctica lo que has anunciado. No debatas, delibera. Si alguien tiene argumentos más sólidos que los tuyos reconócelo y cambia de opinión. Eso no te demeritará, sino que te fortalecerá ante los asistentes como argumentaremos más adelante.

Con la prensa:

  1. Si el escenario lo permite habla con todos los periodistas asistentes. Pregúntales de qué medios vienen y, si no los conoces, por sus nombres.
  2. Disfruta del momento y, si la situación lo permite, sonríe todo lo que puedas. Muéstrate afable, cortés y accesible y si es tu carácter exhibe simpatía.
  3. Interioriza que están haciendo su trabajo, nada de lo que hagan o pregunten será algo personal contra ti.
  4. Seas quien seas, trátales como el cuarto poder. Si no lo haces, alguno puede desear recordártelo en su artículo.
  5. Lleva preparado algún titular. Quizá no el que le gustaría al periodista, pero sí algo que justifique su asistencia a la rueda de prensa o entrevista.

En el juzgado:

Este es un escenario muy formal, con unos roles muy definidos, en el que un exceso de sociabilidad con las partes sería perjudicial para tus intereses ya que los jueces esperarán que te comportes como si estuvieras ante un tribunal de justicia, no en una reunión social.

  1. Estás en un escenario de cierta solemnidad. Compórtate y vístete como la institución y la situación aconsejen. Sin excesos y sin faltas de respeto. Cuidado con mostrar soberbia o suficiencia y también con el victimismo o el histrionismo.
  2. La alianza tiene que ser muy sólida entre tu abogado, tus testigos y tú mismo y es una relación que deberías haber trabajado mucho antes del día de autos. Tanto el primero como los segundos deberían querer con todo su ser que salgas con bien de la lid.

En la entrevista de selección de personas:

  1. Trata a las personas de la recepción como si fueran consejeros delegados. Más entrevistadores de los que yo pensaba preguntan a los encargados de la entrada cuál ha sido su impresión sobre algún candidato que a ellos les gustó especialmente.
  2. Estar en la entrevista ya es un logro. Te están dando la oportunidad de mostrarte, por lo que disfruta del momento y sonríe. Muéstrate afable, cortés y accesible y si es tu carácter exhibe tu simpatía, pero sin pasarse porque no estás en El club de la comedia.
  3. Si el entrevistador es bueno no tendrás que preocuparte de mucho más ya que él se preocupará de crear un escenario amigable que permita que os acerquéis mutuamente.

La idea subyacente en crear alianzas es que si alguien tiene que ir a por ti a través de sus preguntas lo haga por obligación y no por devoción, y también que en caso de que finalmente el ataque se produzca los espectadores, en caso de haberlos, estén de tu lado y no del de tu atacante.

Tercer antídoto: Neutralizar al destroyer

Este es un antídoto exclusivamente para el ámbito del auditorio de las conferencias profesionales.

Aunque afortunadamente no muy frecuente, existe un perfil de asistente a conferencias que pareciese que su única razón de existir fuese para asistir a eventos públicos a intentar desacreditar al conferenciante. Sheldon Cooper, el protagonista principal de la famosa serie The Big Bang Theory, comenta en varios capítulos lo grato que le resulta ir a conferencias de científicos famosos a reventárselas con preguntas envenenadas.

Según el momento en el que el destroyer actúe encontrarás dos tipos: el que hace preguntas durante tu exposición de forma extemporánea sin esperar al coloquio y el que espera al mismo para lanzarse a tumba abierta contra ti o tus postulados intentando desacreditaros a ambos.

En muy pocas situaciones te sucederá que mientras tú estés impartiendo una conferencia alguien te interrumpa en plena disertación con una pregunta u observación sobre algo que acabas de exponer. Las veces que yo lo he visto siempre fue provocado por una persona hostil con el conferenciante o sus tesis, nunca para fortalecerle.

En caso de que lo que recibas no sea una pregunta sino un comentario mordaz mi consejo es que continúes como si no lo hubieras escuchado y si esto no fuese posible que lo hagas comentando que en el coloquio todo el mundo podrá expresar su opinión, continuando sin entrar en ningún debate sobre su ataque.

Dardo:

Vaya valoración que tienes de los profesores. ¡Cómo se nota que no tienes ni idea de su trabajo!

Antídoto «neutralizar al destroyer»:

No. No es esa mi opinión. Verás un poco más adelante que te has precipitado. Te ruego un poco de paciencia hasta la apertura del coloquio, momento en el que todo el mundo podrá expresar su punto de vista.

Si recibes una pregunta que viene a cuento y puedes responder neutralizando de forma inmediata lo que está sugiriendo, sin entrar en un diálogo con el ofendido, puedes hacerlo. De esta forma te lo quitas de la cabeza y puedes continuar con el asunto zanjado, pero lo peor que podrías hacer es, tanto si hace un comentario como una pregunta, entrar en un diálogo o debate que acabaría por arruinar tu conferencia.

Dardo pregunta:

¿Lo que has comentado sobre la valoración de los profesores es una opinión?

Antídoto «neutralizar al destroyer»:

No. No es una opinión. Es un dato recogido del último barómetro del Instituto Nacional de Estadística.

En alguna ocasión la pregunta se responde en los siguientes apartados de la conferencia. De ser el caso, exprésalo y continúa.

Antídoto «neutralizar al destroyer»:

Justamente, en las próximas diapositivas verás la fuente de la que he sacado la información.

En caso de que la pregunta exija una respuesta meditada dile al interlocutor que agradecerás todas las preguntas en el coloquio para así no perder el hilo de la charla y sigue sin más detenimiento. No le preguntes si le parece bien ni busques su aprobación no verbal porque le estarías dando una baza que no le corresponde y sus gestos de desaprobación podrían llegar a desestabilizarte.

Solo le informas de cuál va a ser tu proceder y continúas la disertación mirando hacia otro lugar del auditorio.

Cuando acabe mi exposición abriremos un coloquio. En ese momento responderé a todas las preguntas.

El inconveniente de esta técnica es que esa dichosa pregunta, en caso de ser realmente incómoda para ti, va a estar rondándote por las neuronas durante el resto de la charla, restándote capacidad a la exposición, pero es algo con lo que tendrás que lidiar.

Una vez llegue el turno de preguntas esta tendría que ser la primera que debieras acometer para que sea la primera en ser olvidada por el peso de las siguientes que probablemente serán más constructivas. Es mucho mejor empezar con una pregunta del destroyer que acabar el coloquio con él, ya que será el sabor de boca que quede.

Mi consejo sería que le pidieses al destroyer que expusiese nuevamente su duda o discrepancia ya que mientras hace otra vez la pregunta, luciéndose y pavoneándose ante el auditorio de lerdos que no fueron capaces de llegar adonde él llegó, ahora sí, tu capacidad cognitiva estará totalmente concentrada en darle la mejor respuesta posible.

Caso de ser una pregunta incómoda la técnica de la respuesta la encontrarás en los apartados siguientes de este capítulo.

En el caso de que el destroyer esperase al turno de preguntas e iniciase un ataque total, la mejor opción es la escucha humilde y serena que evite que desemboque en un enfrentamiento personal. En vez de ponernos a responder suele ser mucho más útil comenzar a hacerle preguntas hasta que llegues a una con la que cierres el asunto con un «parece que no vamos a ponernos de acuerdo. Gracias por tu participación. Siguiente pregunta, por favor».

Dardo:

Estoy en completo desacuerdo con todo lo que has dicho. Creo que nada de lo que has dicho se sostiene.

Cicuta o respuesta errónea:

Cada uno tiene su opinión. Siguiente pregunta.

Podría ser una respuesta válida, pero todo el auditorio se quedará con la idea de que has rehuido la cuestión, ya que no has querido profundizar en ello. Además, lo más normal es que sea una opinión muy minoritaria que se desacredita en la misma exposición.

Antídoto «neutralizar al destroyer»:

¿Por qué dices eso? ¿En qué discrepas concretamente?

De esta forma le obligas a entrar en harina y muestras que tú no rehúyes la situación.

Él: Pues en que…

Tú: [Acepta las críticas que consideres ciertas y profesionales recordando que nada es perfecto y que todo se puede mejorar.]

Todo es mejorable, pero ¿hay algo en lo que estés de acuerdo?

Él: [Normalmente estará de acuerdo en algo, pero esto no es lo más importante, sino ir desactivándole y poder pasar a otra persona con elegancia.]

Sí. Estoy de acuerdo contigo en que…

Tú: Bien. Parece que hay algunas cosas en las que coincidimos y otras en las que discrepamos. Gracias por tus aportaciones. Siguiente pregunta, por favor.

El destroyer tiene algo personal contra el mundo y contra ti por ser parte del mismo. Suele ser una persona irascible y suspicaz, rumiante de la ofensa, que no puede entender que no le llamen a él para dar las conferencias y que la gente sea tan necia como para atender a los postulados de unos personajes que, a su juicio, él puede desmantelar en un tris.

No se trata de que le des la razón en nada. Simplemente desactívale para que tenga su minuto de gloria y que puedas pasar a personas y preguntas más constructivas.

Si has aplicado bien el antídoto de la creación de alianzas percibirás su funcionamiento y eficacia a través de los gestos de desaprobación del auditorio hacia los ataques y las diatribas del destroyer.

Recuerda lo más importante de este antídoto: nunca entres en un diálogo, debate y menos en una discusión con el destroyer. Tú no estás allí de forma exclusiva para él, sino para la audiencia, por lo que nadie tiene derecho a erigirse en representante único y exclusivo de esta y tú no deberías darle a quien no lo tiene ese estatus, por mucha pasión que ponga en sus exposiciones o decibelios en sus preguntas.

Cuarto antídoto: Frenando que es gerundio

El día en el que Senén Barro, exrector de la Universidade de Santiago de Compostela, aprobó el carnet de conducir su padre le comentó que conducir era muy sencillo ya que solo tenía que aprender a parar el coche a tiempo.

Le pedí a Senén autorización expresa para nombrar esta anécdota porque me pareció que es un consejo que debemos tener muy presente cuando nos enfrentemos a una pregunta difícil: lo primero es saber si tenemos que responder o no a lo que nos están preguntando. Si no entra en nuestras atribuciones, si no nos compete, si podemos callar nuestra opinión, sin duda, esta será la mejor respuesta.

Dardo:

Como directivo que es de una empresa referente, ¿qué opina usted del nombramiento del nuevo Papa?

Cicuta:

En este caso respondo a título personal ya que la empresa no tiene una posición oficial sobre este asunto, pero a mí me parece bien porque todo lo que sea que… [o…] estoy en contra porque en religión lo importante…

Posicionarnos en un asunto que tiene connotaciones éticas y emocionales puede aportarnos seguidores, pero sin duda que también nos aportará detractores, así que si no tenemos claro en qué bando estamos —si es que debiéramos estar en alguno— opinar sobre cosas que no nos competen no es una buena estrategia de comunicación.

Sí. Quizá no sea muy original, ni lo pretendo, pero creo que un gran consejo es que no te empaches de micrófono y que evites responder cuando la pregunta no te corresponda a ti responderla. Es la mejor manera de no meterse en lodazales.

Antídoto «frenando a tiempo»:

Yo no estoy aquí a título personal, sino como representante de una organización que como tal solo tiene criterio sobre sus productos y servicios. Discúlpeme, pero no tenemos posición alguna que expresar sobre lo que me está preguntando.

Yo no defiendo la idea de que somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios. Para mí, esta frase es como defender la hipocresía y la cobardía en el mismo alegato y aún por encima presumir de ello. Una parte no menor de los males de la historia de la humanidad han sucedido por los silencios ante situaciones que no deberían ser toleradas.

Lo que sí defiendo es que yo no tengo que dar mi opinión por el hecho de que a alguien se le ocurra pedírmela o valorar situaciones que se escapen de mi ámbito de responsabilidad o competencia en un escenario público y menos si soy el representante de alguna institución porque no soy yo quien a título individual debe opinar sino esta, haciéndolo con un posicionamiento oficial.

Especialmente a las autoridades en muchas ocasiones se les hacen preguntas que realmente no tendrían ninguna obligación de responder, pero como se ha creado la sensación de que tienen que tener opinión —aunque no necesariamente criterio— sobre todo, responden metiéndose en un jardín cuando ni tenían por qué ni deberían haberlo hecho.

Incluso en el caso de una empresa privada, opinar sobre cosas que nada tienen que ver con el fin de nuestra organización lo que hace es desviar la mirada hacia cosas que no fortalecerán la posición de nuestra empresa en el mercado. Tú estás cobrando para fortalecer la imagen de tus servicios, productos y empresa, no para dar opiniones sobre temas religiosos, deportivos o políticos.

En el primer ejemplo de esta técnica vimos cómo responder en el caso de que nos pidiesen opinión sobre algo que no traerte por qué opinar. A continuación, veremos otros escenarios posibles dentro del mismo ámbito.

Pregunta sobre algo que excede tus competencias:

Dardo:

Como empleado de esta organización, ¿qué le parecen los ataques que han aparecido en las redes sociales sobre la política de la institución?

Cicuta:

Claramente creo que es un error porque… o absolutamente de acuerdo porque…

Tomar partido en contra de la organización, sobre todo si esta desarrolla su actividad en el ámbito privado, puede traerte incómodas y graves repercusiones personales. Por contra, defender una posición con la que no estás especialmente de acuerdo, cuando este no es tu cometido profesional, tampoco tienes por qué hacerlo, salvo que el principio de lealtad te indicase que sí.

Antídoto «frenando a tiempo»:

Esa es una pregunta que debería hacérsela a mi superior o a quien corresponda que desde luego no soy yo ya que, como técnico sanitario, mi cometido se circunscribe a…

Si te piden la opinión de tu organización sobre un asunto sobre el que aún no existe un posicionamiento definitivo:

Dardo:

¿Qué cree que decidirá el consejo de administración de la empresa sobre la deslocalización de la fábrica que poseen en nuestra región?

Cicuta:

Pienso que no habrá problema alguno porque… o espero que la cerremos lo antes posible porque…

En estos escenarios creo que el silencio es lo más adecuado. Mientras no haya un posicionamiento o decisión, lo mejor es no aventurar posibilidades ni generar falsas expectativas cuando no tengas fundamento cierto para ello.

Antídoto «frenando a tiempo»:

Sobre ese particular nuestra institución está debatiendo en profundidad un asunto que tiene muchas aristas y en el que nos parece especialmente relevante no equivocarnos. Cuando tengamos una postura oficial la haremos saber, pero tengan por seguro que se tendrán en cuenta todas las sensibilidades y…

Si te piden que especules con cuál sería tu postura si sucediese algo que no ha sucedido:

Dardo:

¿Qué se hará con los puestos de trabajo en caso de que finalmente se produjese la deslocalización de la fábrica?

Cicuta:

Seguro que se hará lo mejor para todos ellos…

O ¡Ese no es mi tema! Eso lo llevaría el departamento de personal.

Lo mismo que en el ejemplo anterior. El adelantarse a los acontecimientos no es algo a lo que estés obligado por ley. La especulación pública no tiene por qué estar entre tus responsabilidades.

Antídoto «frenando a tiempo»:

Discúlpeme, pero yo no me dedico a la adivinación ni a gastar energía en esos menesteres. En este momento estamos analizando toda la información para tomar la mejor decisión posible y…

Si te piden que anticipes una información que quien pregunta sabe que tienes, pero que no debieras compartir en ese momento:

Dardo:

Jefe, ¿es cierto que la empresa va a presentar un ERTE6 la semana que viene?

Cicuta:

No. Es absolutamente falso…

. La semana que viene lo comunicamos. ¡No digas nada! [El mejor modo de que algo se haga viral dentro de una organización.]

Existen momentos en los que uno tiene que mostrar por qué tiene una información que no tiene todo el mundo. Un ejemplo muy habitual e ilustrativo es el de los casos bajo secreto sumarial: no nos parecería especialmente acertado que un juez ande por los platós dando rienda suelta a su boca floja.

Antídoto «frenando a tiempo»:

No puedo responder a este tipo de preguntas. Existen unas formas y unos procedimientos que, por mi cargo, soy el primero en estar obligado a salvaguardar y por tanto a respetar. Cuando llegue el momento en el que se pueda hablar de esto se hará con transparencia, en público y con la profundidad requerida.

Una advertencia. Lo más habitual es que las personas que se metan en el jardín de empacharse de micrófono sean aquellas que sean considerados por los demás, y se consideren a sí mismos, buenos comunicadores y que, por lo tanto, se relajen excesivamente confiando en que sus habilidades oratorias le permitan salir indemnes de cualquier situación.

Recuerda que prudencia no es sinónimo de cobardía, como imprudencia no lo es de valentía y que según Aristóteles la única cualidad que debería de exigírsele a un gobernante —lo ampliamos a directivo en nuestro caso— es ser una persona prudente.

En todo caso, evita el empacho de micrófono porque es de las digestiones más pesadas que se conocen y pocos beneficios te aportará que tu entorno te atribuya la cualidad de bocazas.

Quinto antídoto: Lo desconozco

Cuando yo aún utilizaba el cinturón para que no se me cayeran los pantalones, coincidí en los consejos de administración de una entonces muy reconocida empresa gallega de tecnología con José María Castellano Ríos, quien pasará a la historia como la otra parte del binomio artífice del milagro INDITEX. Cada vez que en algún consejo poníamos a Caste en el brete de pedirle su opinión sobre algo a lo que él se acercaba en ese momento por primera vez respondía «sobre este asunto no tengo ni la información ni el conocimiento como para tener criterio, por lo que tampoco tengo opinión».

Resulta que yo, que era un recién llegado de 25 años, me consideraba obligado a responder a todo lo que se me preguntaba mientras que el cuarentón catedrático, en aquel momento consejero delegado, después vicepresidente, que estaba levantando uno de los conglomerados empresariales más importantes del mundo decía que no tenía criterio ni opinión.

Gracias, Caste, por una lección que me acompañó durante el resto de mi vida.

Hay un tipo de pregunta que yo no incluiría dentro del ámbito de las envenenadas, pero como gran parte del resto de la humanidad las clasifica de esta manera, así lo haré. Son aquellas preguntas de las que desconocemos su respuesta.

Seguramente como a ti, a algunos de mis entrevistados les ha sucedido que, a pesar de ser grandes profesionales, en un momento dado recibieron una pregunta en la que se les reclamaba un dato concreto y en el mismo instante en que la recibían se dieron cuenta de que deberían saber la respuesta, pero la desconocían.

Mi consejo es que actúes de la misma forma que hicieron ellos: admite que deberías saberlo, reconoce que no lo sabes y si tienes alguna razón admisible para justificarte exponla y, si el entorno lo permite, mófate un poco de ti mismo, pero sin magnificar tampoco el error.

Imagínate que eres la máxima autoridad del Ministerio de Fomento y en una conferencia que das en una ciudad alguien te pregunta algo que deberías conocer, pero como no has preparado bien las preguntas te han pillado.

Dardo:

P. Señora ministra de Fomento, ¿cuánto va a invertir su Ministerio este año en nuestra comunidad?

Cicuta:

R. Como saben, este año estamos haciendo un especial esfuerzo presupuestario en esta región. La cifra es, por tanto, realmente muy significativa, con un crecimiento anual superior a la media de las inversiones en el resto del Estado.

Esta respuesta es más inconveniente que reconocer que no se sabe porque los oyentes percibirán que desconoces el dato —aunque no estén totalmente seguros les generarás desconfianza—, pero que te estás escaqueando. Para más inri, en el caso de que se demuestre que tus afirmaciones no se ajustan a la realidad el descrédito será inevitable.

Antídoto «lo desconozco»:

R. Escuchando su pregunta me doy cuenta de que debería poder responderle, pero lo cierto es que en este momento no puedo hacerlo con seguridad. Apúnteme un punto negativo, por favor.

Estás reconociendo que deberías saberlo, pero que no lo sabes, por lo que no estás eludiendo tu responsabilidad en el asunto.

Si puedes, aporta alguna razón del motivo por el que no te acuerdas en ese momento.

R. En las reuniones con el ministro de Hacienda barajamos varias cifras, pero con los últimos cambios presupuestarios a los que nos obligó la Unión Europea tengo dos o tres cifras en la cabeza y no quiero aventurarme a darles una información inexacta.

Para acabar con el compromiso de resolver el desaguisado lo antes posible.

R. Tan pronto acabemos llamo al ministerio y les remito la respuesta correcta por correo electrónico.

Obviamente, no vas a quedar bien con los atribulados ciudadanos de esa zona ante quienes estarías demostrando una total falta de sensibilidad para con sus problemas, pero estarías minimizando los daños, que serán muy superiores si das una cifra al tuntún y después se demuestra que te habías equivocado.

Con la contestación mediante el antídoto de reconocer que lo desconoces se te podrá acusar de insensible, pero con la respuesta evasiva primera estarías perdiendo credibilidad, lo que a mi juicio es lo peor que le puede pasar a un profesional.

En el ámbito menos político y más profesional, lo de comprometerse en una conferencia a responder con posterioridad es algo que recomiendo hacer con mucha mesura. Personalmente solo me comprometería si realmente estoy dispuesto a realizar la investigación que me va a exigir la cuestión y no siempre se da esta circunstancia ya que, en ocasiones, la pregunta es muy tangencial o claramente alejada de mis áreas de interés, estudio e investigación.

Es decir, solo me comprometo si realmente la pregunta a mí me parece que está en mi ámbito competencial. En caso contrario no, porque estaría dando la impresión de que desconozco la respuesta de algo que debería saber, cuando lo cierto es que desconozco algo sobre lo que no tengo interés, lo que es radicalmente diferente.

Si estuviéramos impartiendo una conferencia, otra opción posible sería, reconociendo que desconoces la respuesta —o no, porque no siempre tienes que verbalizarlo—, enviar la pregunta al auditorio volviendo a repetir la pregunta en voz alta para asegurarnos de que ha sido escuchada por todos. Es decir, buscar la colaboración de los presentes para responder a esa pregunta de la que tú desconoces la respuesta.

R. El compañero comenta que ha escuchado que los erizos de mar tienen propiedades afrodisíacas y pregunta si hay estudios serios que lo corroboren. ¿Alguien tiene información fresca al respecto?

Esta opción no va a ser oportuna ante los periodistas o ante un juez, pero cuando es posible me parece una buena opción ya que transmitirás seguridad —no te importa reconocer tu desconocimiento del asunto en cuestión— al tiempo que humildad —estás dispuesto a aprender de todo el mundo, incluso de quienes han ido a escucharte a ti—, lo que siempre fortalece la imagen personal.

Si alguien conoce la respuesta agradece su intervención y si nadie la sabe cierra el asunto con un encogimiento de hombros, una sonrisa cómplice y un «siguiente pregunta, por favor».

Hay una pregunta tipo que es el desconocimiento por factor de tiempo. Es decir, todas aquellas preguntas que se hacen dentro de un marco temporal en el que claramente no estamos obligados ni siquiera a estar enterados de que ese suceso ha tenido lugar:

Dardo:

P. ¿Qué le parecen las declaraciones que ha hecho la primera ministra de Suecia sobre Corea del Norte hace seis minutos?

Cicuta:

R. La primera ministra de Suecia siempre ha sido una persona muy acertada en sus reflexiones…

Todavía no sabes qué ha dicho y es posible que haya sido una metedura de pata, pero lo peor es que estarías haciendo todo lo contrario de lo que José María Castellano exponía como consejo en los primeros párrafos de este capítulo. Estarías dando la impresión de que siempre estás dispuesto a opinar sobre todo.

Antídoto «lo desconozco»:

R. Desconozco las declaraciones de la primera ministra al respecto. Cuando las lea, entienda el contexto en que las pronunció y analice si procede hacer algún comentario por nuestra parte podré responder a su pregunta. Gracias.

De esta manera estás respondiendo con profesionalidad al interlocutor e informándole que esta va a ser tu forma de proceder en el futuro.

Y claro, como no puede ser de otra manera, una posible forma de salir del brete es inventarnos directamente una respuesta que nos parezca plausible aun cuando no tengamos seguridad de que esta sea la cierta. Esto, de hacerlo, debe hacerse con seguridad y contundencia y no con dudas verbales o no verbales que iluminen la pillería.

Por supuesto, solo deberías utilizar la creatividad inventiva si crees que el auditorio es tan lego en el asunto en cuestión que se va a tragar lo que les cuentes sin más.

Un escenario en el que tengo la percepción de que se utiliza esta técnica de forma profusa es el de las tertulias radiofónicas y televisivas de todos los ámbitos, y no estoy pensando solo en los programas de frivolidades vespertinas, sino también en los matutinos pretendidamente rigurosos.

Tenía que escribirlo para que veas que no soy un ingenuo, pero también tengo que aconsejarte que no lo hagas.

Si, por el motivo que sea, alguien se da cuenta de que estás desarrollando tus dotes creativas en directo te habrás situado en la acera del bluf —según el Diccionario de la lengua española (DLE): «Persona o cosa revestida de un prestigio falto de fundamento»—, posición desde la que se antoja complicado levantarse.

No seré yo quien reniegue de la creatividad como recurso útil que es, pero el hacerlo cuando es innecesario y ante un nutrido grupo de personas me parece, como comentaremos detenidamente en el capítulo específico de la mentira, un riesgo demasiado elevado.

Tildo el riesgo como innecesario porque, en el caso de que seas un profesional con cierta trayectoria, serás capaz de distinguir entre pecados veniales y pecados mortales. En dicha posición, reconocer que se desconoce un tema concreto no solo no tiene que demeritar al interpelado, sino que las más de las veces le fortalecerá.

Todos estamos obligados a tener un alto dominio de nuestra actividad profesional: hay cosas en las que debemos estar al día, pero salvo que estés dando tus primeros pasos en un área de conocimiento, no deberías tener dudas de que si algo no sabes, eso que desconoces, es un pecado venial y no uno mortal.

En ocasiones me preguntan si leí el libro tal o cual de comunicación, de persuasión o de liderazgo y yo respondo siempre la verdad, lo que en muchas ocasiones significa tener que dar una negativa. Es imposible que nadie se haya leído todo lo publicado de los asuntos mencionados.

Otra cosa es que te pregunten si has leído La ventaja competitiva de las naciones de Porter, Los siete hábitos de la gente altamente efectiva de Stephen Covey, Cómo ganar amigos e influir sobre las personas de Dale Carnegie, El arte de la retórica de Aristóteles, Influencia: la psicología de la persuasión de Robert Cialdini o Inteligencia emocional de Goleman y digas que no. O que presentándote como experto en inteligencia emocional reconozcas que no sabes quiénes son Salovey y Mayer que, aunque son generalmente desconocidos para el gran público, están reconocidos por la comunidad como los grandes investigadores de la especialidad.

Es decir, si eres un buen profesional tienes que tener la tranquilidad de que si te hacen una pregunta de la que desconoces la respuesta dicho desconocimiento no te está inhabilitando ante la audiencia porque nadie, ni siquiera tú, sabe todo de absolutamente nada y cuando lo que desconoces es un dato puntual ya hemos comentado cómo deberíamos de responder a esa cuestión.

En todo caso, solo la soberbia nos pone la mochila de tener que saberlo todo de algo, ya que somos muy conscientes de que no es eso lo que exigimos de absolutamente nadie en ninguna especialidad, por lo que exigírnoslo a nosotros mismos y mentir para ocultar que no es cierto solo es una muestra de la grandeza que puede llegar a tener nuestra arrogancia.

Como todo en la vida, cuidado con el abuso de esta técnica porque responder a todo que me acabo de enterar por los medios de comunicación tampoco va a favorecer nuestra imagen ni nuestra credibilidad.

Sexto antídoto: Evasión y victoria

En 1898 Sirbert Ganser caracterizó un síndrome que tomó su apellido y que se significa por responder a las preguntas de una manera llamativa, aproximada, en ocasiones sin sentido. En el DSM-V7 está incluido dentro de los trastornos disociativos no especificados.

En nuestro idioma, el genial Cantinflas sustrajo el mérito al señor Ganser logrando que su apellido se convirtiese en el verbo que caracteriza una forma de respuesta disparatada e inconexa que en España le intentó disputar dignamente Antonio Ozores.

Como tu clarividencia te habrá significado, parte de los políticos del mundo están aquejados bien del trastorno de Ganser, bien de su afición a declinar el verbo cantinflear cuando la situación lo requiere.

La respuesta evasiva es una técnica así que, como tal, tiene su hueco; y aunque sea la más utilizada en el día a día, he de decir que no suele ser del agrado ni del emisor ni de los receptores.

Ciertamente, hasta quienes la han utilizado con profusión afirman que es un recurso que les hace saber que no estaban bien preparados y sienten que han tenido que salir de la situación como han podido, pero no les hace sentirse especialmente brillantes.

Como todas las técnicas tiene una estructura que, en este caso, consiste en dar la impresión de que se está respondiendo a lo que se ha preguntado, pero estaríamos saliéndonos por peteneras. Es decir, no se niega la pregunta para, en un momento dado de la respuesta, hacer un giro hacia otro lugar en el que nos sumergiremos de forma profusa y así los tiempos vayan jugando a nuestro favor.

El giro puede ser temporal o argumental, aunque ambos son conocidos como irse por la tangente o por los cerros de Úbeda.

El giro temporal consiste en acceder al pasado intentando dar la imagen de que lo que se está intentando es aclarar o poner en valor los antecedentes para entrar, con posterioridad, en una respuesta que exige unas muy oportunas aclaraciones previas.

En algunos escenarios técnicos, complejos o no, el interrogado puede querer hacer una labor pedagógica con la pregunta para ilustrar al gran público. A nuestros efectos, lo importante es si al final acaba respondiendo a la pregunta concreta que se le ha hecho o si va liando la madeja para evitar su respuesta.

Siguiendo con la analogía temporal, sería como responder con la historia del reloj o de la medición del tiempo a quien nos haya preguntado la hora.

Dardo:

P. La oposición afirma que su Gobierno ha gestionado de forma pésima la situación económica del país y a la vista de las últimas encuestas parece que la ciudadanía no está en desacuerdo. ¿Qué tiene que decir sobre la gestión de la más importante crisis del país en lo que llevamos de siglo?

Cicuta:

R. Bueno quizá los acontecimientos nos sorprendieron a todos los gobiernos y no solo al nuestro, pero estamos poniendo todos los esfuerzos para salir lo antes posible de la situación…

Esta respuesta sería una torpeza porque no solo reconoce nuestro error en la valoración del escenario, sino que no aporta una estrategia clara de resolución de la situación lo que transmite que no la tenemos.

Antídoto «evasión y victoria»:

R. En este asunto los antecedentes son absolutamente determinantes, es relevante que recordemos cómo hemos llegado hasta aquí. En un mundo muy, muy lejano…

No afirmo que sea muy elegante, solo que es útil y por eso se utiliza tanto. También he de decir que a los periodistas les pone de los nervios y alguno afirma ponerse más agresivo cuando detecta que le están intentando torear con evasivas.

El giro argumental es idéntico al temporal salvo que en vez de acceder al pasado de la situación el avispado interpelado va yendo hacia otro asunto que, sin ser ajeno al caso, es tangencial al mismo. Este giro intenta crear una coartada intelectual para salirse del enfoque que tiene la pregunta para ir hacia un encuadre más conveniente.

Obviamente, el interpelado nunca vuelve a la pregunta inicial y habitualmente intentará enrollarse de forma extensa en una cierta táctica diseñada para enmarañar la situación, a la vez que se va consumiendo el tiempo disponible para el interrogatorio y así poder salir lo antes posible del jardín.

Desde un punto de vista retórico esta técnica se denomina falacia de la pista falsa. Buscamos desviar la atención hacia un tema adyacente intentando esconder nuestra debilidad en el asunto en cuestión.

Dardo:

P. Señora Rodríguez, ¿son ciertas las declaraciones del exbecario, señor Fernández, en las que afirma que mantuvieron relaciones íntimas en el despacho presidencial cuando usted ya era la máxima autoridad del país? ¿Es cierto que el ADN encontrado en la ropa interior del susodicho le pertenece?

Cicuta:

R. Es completamente falso.

Esta respuesta solo sería una torpeza si fuese una mentira, como brillantemente ilustró el cuadragésimo segundo presidente de los Estados Unidos.

Antídoto «evasión y victoria»:

R. Lo que tengo que decir es que, en ocasiones, las personas despedidas por su falta de competencia profesional pueden ser capaces de elucubrar las más absurdas teorías para dar rienda suelta a su propia frustración.

Si bien al principio el señor Fernández mostró competencia en su ámbito, cuando se le pidió que acometiese funciones más ambiciosas… [En este punto la interpelada puede optar por seguir hablando, por ejemplo, de los motivos por los que quien la acusa no tiene crédito y así consumir el tiempo disponible para preguntas o por zanjar el asunto en cuestión.] Tengo mucho trabajo y no tengo tiempo para frivolidades. Adiós.

En el ejemplo anterior, la respuesta busca echar una cortina de humo sobre la cuestión yéndose hacia la credibilidad de la fuente —falacia ad hominem de libro—, que es un tema tangencial a la pregunta, intentando dar la impresión de que no se ha rehuido la situación, pero sin responder a las acusaciones concretas vertidas en la pregunta.

Una evasiva argumental muy extendida entre la clase política consiste en ir de lo genérico a lo concreto y viceversa, según aquello que más le beneficie en cada momento.

De lo concreto a lo genérico:

Dardo:

P. Señor ministro, ¿qué valoración hace del crecimiento del número de desempleados durante el mes pasado?

Cicuta:

R. No creo que sean tan malos. Hemos reducido la destrucción de empleo con respecto al mismo mes del pasado año.

Con esta forma de responder estamos exponiendo nuestro conformismo con un dato negativo que tiene repercusiones directas e importantes sobre las personas afectadas.

Antídoto «evasión y victoria», de lo concreto a lo genérico:

R. Históricamente este mes siempre ha sido malo para el empleo. No obstante, la tendencia anual, que es realmente la que importa al ser la que marca la evolución, está siendo claramente positiva, lo que expresa una senda positiva que nos refuerza en nuestra estrategia y en las medidas adoptadas…

Con la primera parte de la respuesta se enmarca mejor para nuestros intereses la pregunta y con la segunda se da el mensaje de que en realidad estamos yendo por un camino mejor que el previo.

De lo genérico a lo concreto:

Dardo:

P. Señora ministra, ¿cómo valora la caída interanual de afiliaciones a la Seguridad Social?

Cicuta:

R. Este mes siempre ha sido malo para las afiliaciones a la Seguridad Social.

Afirmo que es una respuesta torpe por los mismos motivos que los expuestos en el ejemplo anterior.

Antídoto «evasión y victoria», de lo genérico a lo concreto:

R. Lo fundamental es que en este mes estamos asistiendo a la creación neta de empleo lo que demuestra que las medidas acometidas están resultando efectivas…

Con esta respuesta estarías resituando el contexto reduciendo en parte lo negativo de la situación.

Otro tipo de evasiva habitual es la reformulación de la pregunta. Si bien no son interrogantes, fíjate en estos dos mensajes:

En el primer caso nos están diciendo que a pesar de todos los obstáculos que nos encontremos en la relación estamos dispuestos a pelear por ella. En el segundo nos anuncian el hartazgo de la contraparte e invitan a hacer las maletas.

En comunicación el orden de los factores altera completamente el resultado.

Reformular una pregunta con un pequeño cambio en su expresión puede mejorar enormemente el escenario.

Si lo vas a hacer, suele ser mejor hacer la reformulación mental que no la verbal buscando que el interrogador y los oyentes crean que te has equivocado al interpretar la cuestión.

En este escenario la comunicación no verbal tiene que transmitir una ausencia total de incomodidad con la pregunta. Incluso tranquilidad y mucha seguridad, ya que en ningún caso sientes que hayas recibido una pregunta incómoda.

Ser capaz de asumir un papel de cierta ingenuidad puede sacarnos de muchas situaciones espinosas.

En su libro In the line of fire, Jerry Weissman pone un ejemplo de reformulación sobre cómo responder a preguntas envenenadas de un posible inversor que recojo literalmente.

De esta forma se anula gran parte de la carga negativa de la pregunta, que no son más que opiniones personales, para poder centrarnos en una respuesta que deberíamos llevar muy bien preparada.

Dardo:

P. En un mundo ultracompetitivo en el que el trabajo es un bien escaso, en el que los puestos de trabajo se crean solo en busca de una rentabilidad económica inmediata, ¿cómo pretendes sobrevivir y crear un hogar estudiando teatro en una academia que ni siquiera tiene reconocimiento académico alguno?

Cicuta:

R. La formación que imparte esta academia de teatro está muy bien valorada en la industria.

Es un error porque quien hace la pregunta de esta forma ni siquiera considera la posibilidad de que el teatro pudiera ser una industria.

Antídoto «evasión y victoria», reformulando la pregunta:

R. ¿Cómo voy a convertirme en un actor reconocido? He analizado las líneas maestras de cómo llegaron a convertirse en actores de teatro tan demandados José Sacristán, Héctor Alterio e incluso el genial Laurence Olivier. Te explico mi plan, papá…

La reformulación de la pregunta de esta forma resitúa el contexto completamente dando por hecho de que ha habido y hay muchas personas que son capaces de tener una vida muy saneada en el mundo del teatro y que, además, el interpelado ha analizado sus trayectorias e incluso que tiene un plan que está dispuesto a compartir.

En las ruedas de prensa con políticos la reformulación justificada por el momento o por el acompañante puede llegar a ser total y sin intención de ocultación hacia un tema que el interpelado decide, unilateralmente, más acorde con el momento.

Ejemplo de reformulación basada en el escenario:

P. Señor presidente, ¿qué tiene que decir sobre las últimas declaraciones del extesorero de su partido en el que afirma tener pruebas de que su organización creó una trama de financiación ilegal y que usted era conocedor y beneficiario de dichas actuaciones?

R. Lo que tengo que decir es que nuestros ciudadanos han hecho un gran esfuerzo para poder estar hoy aquí inaugurando este tramo del AVE que es ejemplo y fruto de la cooperación entre diferentes administraciones…

En los escenarios en los que hay un dirigente o invitado de otra institución la respuesta pudiera ser:

R. Lo que tengo que decir es que es un gran honor tener hoy aquí con nosotros al máximo representante de esta gran institución con la que hemos diseñado tantos proyectos exitosos y con la que esperamos fortalecer nuestros lazos de cooperación.

Especial ilusión me produce poder hablarles de esa gran idea que…

Un punto importante de esta técnica y de todas las que buscan evadir la respuesta es que el reloj corre a favor del interpelado. Es decir, el tiempo, como bien finito y escaso, corre a favor de quien busca evadirse y en contra de quien pretende cazar. La expresión popular «salvados por la campana» alude justamente a este punto en el que en el último momento nos libramos de algún mal.

Un error muy habitual que debes evitar cuando estés utilizando esta técnica es buscar la aquiescencia del interpelante preguntándole si le has respondido a su pregunta.

Desde un punto de vista psicológico lo que estarías haciendo es intentando firmar la paz en público con quien te haya lanzado la pregunta envenenada. Personalmente me parece una táctica peligrosa, ingenua e innecesaria.

Si has evadido la respuesta, buscar la aprobación del inquisidor solo demuestra que sabes que no lo has hecho o, como mínimo, que tienes dudas sobre si lo has hecho, a lo que sumarás una cierta debilidad de carácter. Además de ser un movimiento de altísimo riesgo ya que en no pocas ocasiones el aludido niega la colaboración y constata su insatisfacción con la respuesta lo que provoca que te sientas obligado a pedirle que la vuelva a formular y vuelta a empezar.

Si te pareció que el dardo venía envenenado, si sabes que has sido evasivo y que no has respondido, no busques la colaboración del interrogador y salta a un contundente «siguiente pregunta» mirando para otra zona del auditorio.

Si estás ante periodistas, ten en cuenta que les disgusta de forma especial que el interlocutor utilice las evasivas ya que entienden que, sobre todo en el caso de los servidores públicos, el interpelado está obligado a responder. Algunos incluso declaran ser más inquisitivos con quienes se atreven a utilizar las evasivas en sus respuestas.

En general, responder de forma evasiva es algo que, según he podido constatar, no nos gusta en exceso. Cuando las utilizamos no sentimos que estemos fortaleciendo nuestra imagen. Aunque seguramente todos las hemos utilizado en alguna ocasión, no es algo de lo que nos sintamos especialmente orgullosos, independientemente de la utilidad que nos hayan podido prestar en un momento dado.

Las evasivas poco van a fortalecer tu imagen personal. Lo más que harán es dejar en evidencia tu cintura dialéctica lo que, dependiendo del escenario, restará —o no tanto.

Por ejemplo, en un proceso de selección de personal ante una pregunta muy rebuscada que nadie esperaría, la utilización de una evasiva no tendría que tener efectos negativos sobre tu credibilidad. Por el contrario, en caso de que te hiciesen una pregunta de las esperables en estas situaciones y te fueras por la tangente estarás demostrando que no has preparado bien la entrevista y si no preparas correctamente algo en lo que deberías tener un interés tan elevado, ¿cuánto se supone que vas a preparar tu trabajo diario en la empresa?

En el entorno judicial las evasivas son muy negativas. Incluso mis fuentes me han asegurado que en los juicios civiles y mercantiles el juez puede tomarlo como una confesión, lo que no hace muy aconsejable irse por las ramas en este escenario. En el ámbito jurídico recuerda que tienes derecho a no responder a cualquier pregunta que te hagan. También que los jueces están especialmente preparados para no prejuzgar tu silencio. Es decir, ellos no van a llegar a la conclusión de que «quien calla otorga», como seguramente le sucedería al resto de la humanidad, pero ten en cuenta que las evasivas pueden acercarte a la sentencia que estás intentando evitar.

Sin embargo, hay escenarios en los que está más que justificado utilizar evasivas.

Cuando en los hospitales de España fallece alguien que pueda ser considerado donante útil se desencadena un proceso complejo para intentar que esa desgraciada circunstancia ayude a salvar las vidas de algunos receptores que esperan una segunda oportunidad.

Una cosa en la que solemos pensar poco es que para poder ser donante válido el fallecido no podrá ser un nonagenario que llega más o menos tranquilamente al final de su devenir, sino todo lo contrario, por lo que sus personas más allegadas estarán en un momento del máximo estrés emocional.

Antón Fernández ha sido durante muchos años el coordinador de trasplantes de una de las instituciones más internacionalmente reputadas en la especialidad, el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña, y cuando le entrevisté me comentó que una pregunta habitual que les hacen los parientes del fallecido es qué órganos le van a sacar al difunto.

Responder de forma directa a la pregunta no será ni lo más emocionalmente sensible para el afectado familiar, que difícilmente podría sustraerse a representar en su mente la escena, ni lo más efectivo para lograr la ayuda esperada por los receptores. Hay escenarios en los que no responder de forma concreta y directa a lo que se nos pregunta está mucho más que justificado.

Dardo:

P. ¿Qué órganos quieren sacarle a mi esposa? ¿Los ojos también se los quitarían?

Cicuta:

R. A su edad solemos utilizarlos todos y, efectivamente, sus ojos están en buen estado.

Es imposible que el oyente no imagine mentalmente los ojos de su persona amada, lo que puede poner la donación en un riesgo muy alto.

Antídoto «evasión y victoria»:

R. Su pregunta no tiene respuesta en este momento. Tendríamos que hacer las pruebas necesarias y para eso necesitamos su autorización. Lo que puedo garantizarle es que vamos a intentar que su esposa salve al mayor número de vidas posible y que esta desgraciada situación ayude a otras personas…

Esta respuesta podrá aportar un mínimo consuelo a los familiares del potencial donante al darle un cierto sentido al desafortunado desenlace.

Guillermo Vázquez, el director de la subdirección de sistemas de la información del mismo hospital que Antón, me comentó que desde un punto de vista ético las evasivas podrían estar justificadas en situaciones que tengan repercusiones emocionales benignas y no son aceptables en los escenarios racionales. Es decir, la evasiva podría ser aceptable si quien la utiliza lo hace para proteger o ayudar emocionalmente a un tercero y no debería ser utilizada cuando se busca un interés personal directo.

En todo caso, si quieres evitar las evasivas la mejor forma de hacerlo es haber preparado muy bien las posibles preguntas y tener una respuesta que, aunque no sea muy buena, por lo menos no genere más incertidumbre.

Séptimo antídoto: De profundis

En ocasiones podemos argumentar que el tema es demasiado profundo como para responderlo adecuadamente con el poco tiempo del que disponemos.

Obviamente esta técnica, como las demás, tiene su momento y escenario. En los ámbitos profesionales puede incluso reforzar nuestra imagen al no asumir una posición frívola ante un asunto serio o controvertido.

Pongamos el ejemplo del coloquio con un reputado profesional de la medicina en el colegio profesional de tu ciudad en la que un periodista especializado interviene para hacerle la siguiente pregunta:

Dardo:

P. De todos es sabido que usted es jefe de uno de los servicios más relevantes en el hospital de referencia de nuestra ciudad, pero que también desarrolla su labor en el ámbito privado, por lo que tiene una visión de conjunto que podría ser muy ilustrativa para nuestros lectores y quizá también para los presentes. ¿Está usted de acuerdo en los movimientos de privatización de los servicios no sanitarios dentro de la sanidad pública?

Cicuta:

R. Tengo claro que la sanidad funcionaría mucho mejor si lo público se circunscribiese al ámbito exclusivamente sanitario y que se externalizase todo lo demás…

Supongamos que el profesional de nuestro ejemplo piensa exactamente lo que expresa la respuesta.

Supongamos también que el interpelado es plenamente consciente de que cuando salga publicada su opinión en los medios de comunicación con toda probabilidad tenga una huelga en su servicio de todo el personal no sanitario, con el potencial apoyo de algunos de sus colegas sanitarios.

Supongamos también que sus declaraciones perjudicarán el ambiente laboral de un equipo que se enfrentará entre partidarios y detractores de tal declaración pública.

Supongamos, finalmente, que sea una persona ética que no quiera irse del colegio profesional con su ego a salvo, pero habiendo causado un gran perjuicio a su servicio y a sus pacientes y que tampoco quiera irse con la sensación de haber mentido.

Antídoto «de profundis»:

Antídoto «de profundis»:

El tema que propone con su pregunta es muy amplio y complejo y para poder siquiera acercarnos adecuadamente al asunto necesitaría de un tiempo del que no disponemos para tratar el asunto con la seriedad que se merece. Siguiente pregunta por favor.

En mi opinión, esta es la técnica que tendría que haber utilizado el señor González, entonces consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, durante la llamada crisis del ébola en España, cuando la prensa le inquirió sobre la forma de actuar de la señora Romero y él especuló sobre una ocultación de información en su proceder.

R. Estamos hablando de un tema de la máxima repercusión social en el que no ayudaría que yo me pusiera a especular sobre la actuación de la señora Romero. En este momento estamos trabajando para salvar la vida de quien ha puesto la suya en riesgo por ayudar a los demás como hacen cada día los sanitarios de toda España y para que esta situación esté controlada lo antes que sea posible. ¡Siguiente pregunta!

El darle profundidad a un tema, sobre todo en momentos de crisis, puede darnos credibilidad al alejarnos del ámbito de la especulación y de la frivolidad.

De hecho, algunos políticos con experiencia utilizan muy bien esta técnica cada vez que en una crisis afirman que hay que dejar trabajar a los técnicos o a los jueces.

Como hemos visto con el primer ejemplo, esta técnica es especialmente útil cuando uno tiene una opinión contraria a la generalizada en algún tema socialmente sensible, pero en el que tampoco quiere caer en la hipocresía de apoyar las tesis contrarias a su propio pensamiento.

Estamos en un momento en el que las redes sociales han logrado que cada ciudadano se haya convertido potencialmente en un censor con el derecho de atacar, las más de las veces sin necesidad alguna de respeto mediante, a cualquiera con quien discrepe. Especialmente si este va a contracorriente del pensamiento dominante.

Ciertamente, algunas personalidades como Arturo Pérez-Reverte o Juan Manuel de Prada han hecho de su rebeldía y pensamiento divergente un estilo de vida, pero eso es algo que solo las personas con una gran libertad, en todos los aspectos, suelen permitirse.

Si estás entre quienes pueden ir por libre: enhorabuena.

Para el caso contrario:

R. Este es un asunto de la máxima complejidad y con muchas aristas que me exigiría un tiempo del que no disponemos para que pudiera exponer de forma correcta mi opinión, que además no sería en absoluto relevante, así que pasemos a la siguiente pregunta.

Aunque sea cierto en muchas ocasiones, una forma poco recomendable de utilizar esta técnica es trasladar la idea de que no se puede responder debido a que el auditorio no tiene el conocimiento suficiente para entender la respuesta.

Dardo:

P. ¿Por qué en una situación tan delicada están haciendo esto antes que aquello?

Cicuta:

R. Gustosamente le respondería, pero antes tendría que explicarle por qué, según la normativa UNE, en un plan de contingencia el procedimiento es lo más sagrado y no tenemos tiempo para ello…

Ergo, ustedes son los lelos y yo el entendido por lo que escuchen, acepten y callen.

La respuesta ideal ya la hemos expresado en los ejemplos anteriores.

R. Este es un asunto de máxima complejidad técnica que para responder con rigor me exigiría un tiempo del que no disponemos en este momento. Pasemos a la siguiente pregunta.

La idea sería que la culpa la tenga la falta de tiempo que se necesita para aclarar los antecedentes, no la falta de conocimiento del receptor.

Octavo antídoto: el bumerán

Hace algún tiempo, en una conferencia en la que clausuraba unas jornadas de diversidad en el entorno educativo una persona comentó, en pleno desarrollo de mi charla, en voz alta y no de muy buenos modos, que los datos que yo estaba presentando estaban fuera de contexto ya que correspondían a la sociedad estadounidense y que la realidad nacional no tenía que parecerse a la que yo estaba exponiendo. Fue un claro ejemplo de destroyer.

Como hasta ese momento había logrado generar un ambiente muy cercano y positivo no lo tomé como una agresión, pero es poco frecuente que en un auditorio abarrotado alguien interrumpa al conferenciante poniendo en duda sus datos antes del coloquio.

Los datos que yo mostraba ponían en valor la aportación a la sociedad del colectivo presente. Si yo hubiera azuzado al auditorio contra esa persona creo que a la impulsiva congresista unos cuantos asistentes la hubieran despellejado.

Yo no lo hice ya que, según mi particular filosofía, lo vi como una oportunidad para mostrar mi elegancia. También porque la siguiente diapositiva justamente mostraba los datos nacionales —los datos de la sociedad norteamericana solo los exponía para constatar que lo que intentaba demostrar era algo global—, lo que arrancó una carcajada general, incluyendo la comprometida de la mordaz comentarista.

Igual que cuando utilizas el antídoto lo desconozco cuando no sabes la respuesta y solicitas la ayuda del auditorio, una forma de responder puede ser dar la impresión de que quieres hacer partícipe al auditorio y pasarle la pregunta al mismo con un simple «¿qué opináis vosotros? ¿Cuál es vuestro parecer al respecto?», dejando que alguien se manche las manos de sangre por ti para posteriormente pasar a la siguiente pregunta.

Vamos a seguir con el ejemplo del jefe de servicio de hospital.

Dardo:

P. De todos es sabido que usted es jefe de uno de los servicios más relevantes en el hospital de referencia de nuestra ciudad, pero que también desarrolla su labor en el ámbito privado por lo que tiene una visión de conjunto que podría ser muy ilustrativa para nuestros lectores y quizá también para los presentes. ¿Está usted de acuerdo en los movimientos de privatización de los servicios no sanitarios dentro de la sanidad pública?

Cicuta:

R. Tengo claro que la sanidad funcionaría mucho mejor si lo público se circunscribiese al ámbito exclusivamente sanitario y que se externalizase todo lo demás…

Ya hemos dicho en el capítulo anterior que esta respuesta podría tener muchas repercusiones muy negativas en el servicio que dirige y en el hospital en el que desarrolla su labor.

Antídoto «bumerán»:

R. Es un asunto sobre el que desde mi posición actual debo mantener una postura de cierta distancia, pero me consta que en el auditorio hay personas que podrán ilustrarnos con su reflexión. ¿Alguien quiere opinar?

Con esta técnica nada nos garantiza que alguien defienda nuestras tesis, pero por lo menos nosotros podremos salir indemnes de la situación.

Este antídoto, como todos, se puede hacer bien o se puede hacer mal.

La forma de aplicarlo mal es que mientras el interpelante tiene el micrófono en la mano, sin pausa ya digas: «¿Quién quiere responder a esta pregunta?», lo que podría provocar que el inquisidor de forma inmediata apostille: «No, no. Perdona, pero quiero conocer lo que piensas tú, no el auditorio. Gracias.»

La forma de hacerlo bien sería mirándole sonriendo y de forma tranquila y relajada, como quien tiene una buena respuesta, desviar la mirada hacia otras personas a la vez que te vas desplazando despacio por la sala hacia otra ubicación —lo normal es que el inquisidor ya haya devuelto el micrófono a la persona que se lo cedió— para decir algo como:

R. Pues mira. Lo que yo pienso es que [silencio melodramático]… Lo que yo pienso es que después de una conferencia de casi una hora hablando, a mí lo que me gustaría es escucharos y saber qué pensáis vosotros. ¿Quién quiere responder a la pregunta del compañero?

En este momento ya tienes que estar mirando por el auditorio buscando a algún voluntario que quiera responder.

Obviamente, en caso de que nadie responda, deberías pasar a algún otro de los antídotos de este libro para salir del brete. Las evasivas basadas en la reformulación pudiera ser una opción a tener en cuenta.

Una variante es dirigir directamente la pregunta a alguien del auditorio que sepas o creas que tiene criterio al respecto. La comunicación no verbal de las personas nos va dando muchas pistas y es sencillo ver quién tiene una mirada poderosa que entraría a este tipo de reto intelectual y quién no lo haría nunca. En este caso sería tan sencillo como:

R. Luis, tú que sé que tienes más criterio que yo al respecto, ¿te apetecería responder a esta pregunta?

Si tú te has esforzado en ganarte la simpatía del auditorio creando alianzas te garantizo que será muy habitual que alguno de los presentes despelleje al interfecto por ti.

En ambos casos, después de la respuesta del auditorio podemos seguir con un «no tengo nada más que añadir», «totalmente de acuerdo», «ya tenemos otra opinión» o lo que la respuesta del asistente que intervenga nos sugiera para pasar, sin más dilación, a la siguiente pregunta.

Párate a pensarlo y verás cómo este antídoto se utiliza mucho en las redes sociales. Cuando alguien ataca en un sinsentido agresivo y chabacano a una personalidad o marca suelen ser los propios usuarios de la comunidad quienes responden al avinagrado trol, lo que deja al aludido el bonito papel de solo tener que mostrar su elegancia.

Es un antídoto que, como todos, te puede gustar más o menos. Yo lo he visto hacer y puede ser muy efectivo. Incluso he de confesar que lo he hecho en alguna ocasión y que me salió bien, pero siendo honesto no me gusta y procuro no hacerlo porque he llegado a la conclusión de que no es un proceder muy elegante.

De una forma u otra estás metiendo a terceros en un charco en el que tú no quieres chapotear, por lo que ante quienes lo detecten no quedarás muy bien y ante ti mismo quedarás de listillo, pero quizá no sea la imagen de ti mismo que más te entusiasme tener.

No es de caballeros, ni de damas, ni de líderes carismáticos, meter a personas desprevenidas y bienintencionadas en el lodazal que no queremos para nosotros mismos.

Noveno antídoto: Vanitas vanitatis

Parece ser que Manuel Fraga afirmaba que para ser político debías estar dispuesto a desayunarte un sapo cada mañana. Este es un antídoto solo al alcance de los aparatos digestivos más potentes porque exige tener el autocontrol de permitir que se luzca quien crees que ha querido desprestigiarte, lo que no está a la altura de todo el mundo.

Es un antídoto solo apto para los entornos profesionales y, como el del bumerán, completamente inútil e inconveniente ante periodistas o jueces.

La técnica consiste en devolver la pregunta envenenada al majo que te la ha lanzado.

Vamos a seguir con el escenario sanitario de esa persona que está de acuerdo con la privatización de algunos servicios, pero que no quiere exponerse reconociéndolo públicamente. La pregunta se la hace un médico en el salón de actos de un hospital público.

Dardo:

P. Estimado colega, ¿estás de acuerdo en los movimientos de privatización de los servicios no sanitarios dentro de la sanidad pública?

Antídoto «vanitas vanitatis»:

R. Soy un clínico, no un gestor. No obstante, es un tema que seguro que puede suscitar el interés del auditorio y en el que parece que tú has profundizado mucho más que yo. ¿Cuál es tu opinión al respecto? Te agradecería que nos ilustrases, por favor.

En no pocos momentos esta respuesta hará que el atacante perciba que ha llegado el momento de brillar ante sus colegas, por lo que se pondrá a exponer su diatriba.

Si a pesar de la utilización de este antídoto insistiese en que él lo que quiere es conocer tu opinión y no exponer la suya, puedes zafarte de dos maneras.

La primera es basarte en tus palabras previas para negarte a responder:

R. Como he dicho es un asunto que no me es ajeno, pero en el que no he profundizado suficientemente como para sentirme cómodo hablando de ello y no creo que sea una cuestión con la que convenga frivolizar. Siguiente pregunta por favor.

La segunda, acudir a santa Evasiva y crear una respuesta de compromiso:

R. Es muy aventurado dar una respuesta sin más. Antes tendríamos que definir qué es atención sanitaria y qué es no sanitario. Por ejemplo, en algunos estudios se habla de que atención sanitaria es todo personal que lleve una bata, pero en otros se limita a la labor médica y de enfermería. En algunos hospitales públicos está subcontratada la cocina y en otros es pública y además recuerdo que Hipócrates decía…

Pensemos en un escenario más mundano. Una persona de esas que no tiene la discreción como una de sus virtudes te pregunta públicamente sobre la pareja de un compañero de trabajo con quien te llevas muy bien. Aclaremos que la persona aludida es de esas poco afables que suele generar un elevado rechazo en sus relaciones personales.

Dardo:

P. Soy un cotilla, ¿qué te ha parecido el comportamiento de la pareja de González el otro día en la fiesta de la empresa?

Cicuta:

R1. Pues me ha parecido una persona entrañable y muy interesante.

R2. ¡Impresentable! No entiendo qué le ve González y cómo puede convivir con una persona de ese tipo.

Con la primera respuesta, si no es verdad y es manifiestamente contrario al sentir generalizado, quedarás como un hipócrita.

Con la segunda respuesta puede que estés diciendo lo que piensas, pero si González es importante para ti este tipo de juicios de valor no van a sumar en vuestra relación, que puede verse seriamente comprometida en caso de llegar a sus oídos que has expresado tal opinión.

Antídoto «vanitas vanitatis»:

R. Debo tener alguna patología pendiente de diagnóstico porque yo no tengo primeras impresiones, no soy capaz de decir nada de una persona hasta que no la conozco durante un tiempo.

Sin embargo, detecto que tú sí eres de esas personas capaces de tener una primera impresión ¿qué te pareció a ti?

En realidad, la respuesta correcta sería acabar en el primer párrafo ya que con el segundo probablemente logres que el atacante acabe tragándose un poco de su propia medicina, pero estarías causando un perjuicio a los aludidos no presentes, lo que te hace partícipe de una felonía totalmente innecesaria.

Llámame malévolo, pero este antídoto, en los escenarios en los que no hay implicación de terceros que puedan salir perjudicados, yo lo aplico sin ningún remordimiento y si el inquisidor acaba él solito suicidándose con la añagaza que tenía preparada para mí no me sentiré mal por ello, sino todo lo contrario.

Darle su minuto de gloria al vanidoso suele ser una acción muy inteligente que en bastantes casos funcionará porque se basa en regar un ego necesitado de admiración fútil, pero suele provocar un alto rechazo intestinal. Es un recurso solo al alcance de los profesionales con mayor capacidad de autocontrol.

Décimo antídoto: ¡Sin comentarios!

El famoso «no comment!» que Pujol en sus mejores tiempos sustituyó por el «¡ahora no toca!».

Este antídoto se basa en reconocer directa y francamente que no estás dispuesto a entrar en ese asunto.

Sea la fórmula que sea, casi todos los periodistas que entrevisté me reconocieron que no les gusta que les digan que su pregunta no es oportuna o que no se la quieren responder. Es más, como con las evasivas, suele ser un acicate para insistir con más vehemencia por ese camino.

Ellos afirman que les va en su profesionalidad valorar el escenario y la actualidad informativa y saber si una pregunta toca o no; y que lo que suele suceder es que la autoridad quiere zafarse de su responsabilidad de tener que dar unas muy oportunas explicaciones a la ciudadanía sobre sus actos.

No es por contradecir a mis amigos de la canallesca,8 pero imagino que los periodistas satíricos y del corazón también responderían lo mismo si les preguntásemos sobre la oportunidad de sus preguntas y si así fuera siempre tocaría cualquier cosa en cualquier escenario a único criterio de la valoración e interés personal del reportero.

En todo caso, admitir que una pregunta no se quiere responder es algo que ya transmite mucho, por lo que yo aconsejo utilizar esta técnica con escasez y procurando que cuando decimos ¡no toca! sea porque efectivamente así es y no porque no me interese a mí responder, que es de lo que realmente se quejan los periodistas.

En el ámbito personal pueden ser aún peores las consecuencias, como ilustro con una anécdota no sé si verídica, pero creo que sí factible, que pueda sucederles a las personas más casquivanas después de uno de sus muchos momentos de pasión.

Dardo:

P. Cariño, ¿tú me quieres?

Cicuta:

R. ¡Sin comentarios! Eso no toca durante el pitillo. Además, me había olvidado de decirte que hoy tengo que irme rápidamente porque tengo que llevar al perro al veterinario.

Reconocer que no se quiere responder es, en sí misma, una respuesta que está aportando mucha información.

Los gabinetes de comunicación del ámbito sanitario viven en una crisis de comunicación permanente porque cualquier hecho, por la especial sensibilidad de la información que tratan, es susceptible de convertirse en la portada de los periódicos del día siguiente. Sus profesionales siempre les piden a los periodistas que se ciñan al asunto de la convocatoria al no querer eclipsar con otros el tema por el que fueron citados.

Conseguir la credibilidad ante los medios exige que si, al margen de esa convocatoria o acto concreto, los periodistas quisieran hacer otro tipo de preguntas, los profesionales sanitarios se mostrarán accesibles en otro momento para ello. En caso contrario, el periodista entenderá que solo tiene esa oportunidad para resolver sus inquietudes y como tal la aprovechará.

Si optas por este antídoto puedes enlazarlo con el antídoto «de profundis», aclarando que es un tema demasiado complejo para el tiempo disponible.

Dardo:

P. ¿Qué tiene que decir de quienes le acusan de haber promovido en su organización una competitividad que imposibilita la conciliación laboral con la familiar?

Cicuta:

R. ¡Sin comentarios!

En sí misma es una respuesta que está levantando muchas sospechas sobre la certeza de la acusación.

Antídoto «sin comentarios»:

R. Para responder a esa pregunta, sin dejar en el aire interpretaciones especulativas, necesito un tiempo del que no disponemos, por lo que no toca hablar de eso en este marco. Siguiente pregunta, por favor.

En esta respuesta no te limitas a decir que no vas a responder, sino que expresas tus motivos para no hacerlo en ese momento, lo que deja abierta la posibilidad de hacerlo en otro.

Pujol, cuando se sentía con poder, buscaba la eficacia comunicativa siendo cortante con los periodistas. Hoy en día este antídoto tiene, por lo menos en Europa porque en Estados Unidos Donald Trump está validando con cierto éxito un estilo alternativo, un alto coste mediático y social.

En los escenarios en los que sea posible y lo es en casi todos, con excepción de aquellos en los que existan personas gravemente afectadas, en vez de utilizar una fórmula muy formal acudir al humor suele ser más efectivo, a la vez que se logra la connivencia del auditorio y en muchas ocasiones del preguntón.

Esta técnica puede ser útil incluso ante periodistas y en entornos formales, pero susceptibles de ser relajados mediante nuestra actitud.

Antídoto «sin comentarios»:

R. Pero vamos a ver hombre, ¿cómo me hace usted esa pregunta si sabe que no se la puedo responder? Siguiente pregunta…

Esta respuesta debería ir acompañada de un sonrisa suave y mirada condescendiente.

En entornos profesionales entre colegas de profesión o ante periodistas de temas más laxos como los deportivos o similares podemos incluso ir un paso más allá.

Antídoto «sin comentarios»:

R. ¡Hala! ¡Hala! ¿Adónde vas? ¡Anda que no te has pasao de frenada hoy con la preguntita! Siguiente pregunta…

Con una sonrisa amplia y expresión jocosa.

Igual que la anterior solo entre colegas de profesión, compañeros de trabajo y escenarios no oficiales.

Antídoto «sin comentarios»:

R. ¡A ver! ¿Qué te he hecho yo para que me preguntes estas cosas? ¿Tú quieres que me echen de la profesión? S.O.S. Siguiente pregunta…

Acompañado de una sonrisa muy amplia y expresión divertida.

Como has visto, estas respuestas socarronas deben hacerse siempre con cara afable, alegre y una sonrisa picarona apoyada por gestos o movimientos de cabeza que trasladen un cierto disfrute por la situación. Deberías tomártelo como si fuese un juego entre niños en los que uno intenta pillar al otro, pero ambos se divierten con la situación.

Cuando utilices el humor, nunca traslades que te sientes ofendido, incomodidad y mucho menos ofensa o animadversión. El sentido del humor es muy efectivo porque traslada un mensaje de cierta invulnerabilidad y seguridad personal al ser capaz de tomar distancia con tus propias situaciones.

Contrariamente a lo expresado por los legionarios del cuarto poder, el resto de los profesionales suelen considerar que cada uno es libre de gestionar sus tiempos y de decidir cuándo quiere o debe responder a una pregunta y cuándo no.

Undécimo antídoto: a la gallega

Existe un tópico que dice que nunca se sabe si un gallego sube o baja, que yo creo que no es más que eso, pero como algunos de los no gallegos que entrevisté afirmaron que es algo que nosotros no vemos, porque lo llevamos en el ADN, he decidido utilizar mi sagrado gentilicio para ilustrar este antídoto.

Por si fuera poco, mientras construía esta obra, Arturo Pérez-Reverte publicó un artículo en la revista XL Semanal titulado «El farmacéutico gallego»,9 ilustrando una experiencia personal en Santiago de Compostela que abundaba en esta característica galaica, por lo que vamos a aceptar pulpo como animal de compañía… ¡Y de mesa!

Este antídoto consiste en responder a la pregunta envenenada con otra que resitúe el contexto hacia un paraje más acorde a nuestros intereses. Es decir, no estamos contestando a la pregunta, sino que estamos abriendo un escenario alternativo con una pregunta que nosotros mismos formulamos cuando se espera de nosotros una respuesta.

Dardo:

P. Señor diputado, ¿qué opina usted de la imputación del Secretario general de su partido?

Antídoto «a la gallega»:

R. ¿Qué opina usted de una democracia sin presunción de inocencia? ¿Cree usted que sigue siendo democracia?

Lo que se intenta en el ejemplo con el antídoto «a la gallega» es poner en valor el pilar básico en una democracia de la presunción de inocencia.

Dardo:

P. ¿Te parece bonito salir el viernes con tus amigas y dejarme solo?

Antídoto «a la gallega»:

R. ¿Te parece sana una relación en la que uno no confíe en el otro y en la que ambos no tengan su espacio personal?

En este ejemplo el antídoto es magnífico ya que hace ver a la pareja que no puede haber una buena convivencia sin respeto y libertad para las partes.

Dardo:

P. ¿Le parece bien la sanción que le han puesto a la asociación de vecinos por utilizar Los Pajaritos en una fiesta para la tercera edad?

Antídoto «a la gallega»:

R. ¿Cree que un país sin artistas, sin intelectuales y sin creadores puede llegar algún día a ser considerada una sociedad avanzada? ¿Le parece bien que en nuestro país el 99% de los autores no puedan vivir de su trabajo?

En esta situación quien responde está intentando exponer la motivación que hace que sea imprescindible pagar por la utilización del trabajo de los artistas sin valorar si la asociación de vecinos se merece la sanción o no.

Dardo

P. Señora presidenta, ¿qué opina sobre la absolución de la infanta?

Antídoto «a la gallega»:

R. ¿Qué opina usted sobre las autoridades que intentan influir en el trabajo de los jueces a través de sus declaraciones? Y ¿qué opina sobre las autoridades que opinan de las sentencias? En democracia, cuando la Justicia dicta sentencia se aplica ¡y punto!

Lo que pretende en este caso la técnica es resituar el escenario para darle más relevancia al principio de respeto a las sentencias que a la opinión que uno pueda tener sobre una en particular.

Dardo

P. ¿No crees que haber sido despedido de tu anterior caja de ahorros por negarte a vender preferentes es un problema para optar a un puesto en nuestro banco?

Antídoto «a la gallega»:

R. ¿Buscan ustedes directivos cuyo único principio sea la búsqueda del enriquecimiento personal o aquellos que además tengan ética?

Creo que ya ha quedado suficientemente ilustrado el antídoto, pero lo importante en este punto es que entiendas que las probabilidades de que tengas una ocurrencia oportuna y certera son las que el azar decida. Como veremos en los capítulos posteriores, el haber preparado adecuadamente las preguntas te permitirá tener ese cartucho en la recámara para soltarlo cuando corresponda. Si no necesitas sacarlo nunca, mucho mejor.

Un escenario en el que este antídoto es especialmente válido es en el turno de preguntas de una conferencia profesional, ya que hacer preguntas al auditorio siempre es una forma de implicarle y de hacerle partícipe en el desarrollo del evento.

Por último, aunque este antídoto lo haya bautizado con mi gentilicio preferido, responder de esta forma no deja de ser una forma de evasiva, así que además de tener, como todos, sus escenarios acotados, no siempre fortalecerá tu imagen el utilizarla y mucho menos su sobreutilización.

Duodécimo antídoto: el «aikidoka»

Y, por último, llegamos al antídoto que considero el más adecuado para la mayor parte de situaciones a las que podemos enfrentarnos.

El Aikido es un arte marcial cuya principal característica es que busca neutralizar al adversario sin dañarle. Como verás en la segunda parte de la obra, creo que es habitualmente la actuación más inteligente y efectiva para fortalecer nuestra posición en la mayor parte de las situaciones.

El «aikidoka» debe buscar el antídoto al veneno de la pregunta en dos fases.

La primera fase es la que podríamos denominar la del amortiguador que, a su vez, puede realizarse en uno o dos movimientos:

  1. El primer movimiento puede ser o no ser necesario ya que lo único que busca es ganar tiempo para desarrollar correctamente la estrategia.
  2. El segundo, que es el verdaderamente imprescindible en este antídoto, busca neutralizar parte de la hostilidad que pueda llevar la pregunta y encontrar una cierta empatía con quien la hace y, sobre todo, con quienes escuchan la respuesta. Es el momento de la utilización del amortiguador que intenta desactivar el curare a través de una cierta comprensión de las razones que motivan la pregunta.

Con la segunda fase, una vez reducido el nivel de hostilidad, se busca hacer de la necesidad virtud aprovechando para introducir el mensaje propio, que ya será percibido con menos animadversión por quien haga la pregunta y por el resto de los espectadores.

Es decir, la técnica sería: ganar tiempo (opcional) + amortiguador de desactivación + mensaje de resituación del contexto.

Vamos a intentar ilustrarlo.

Dardo:

P. ¿Cómo valora que en la última encuesta de la ONU sea el líder peor valorado del mundo Occidental y de parte del Oriental?

Cicuta:

R. Que la ONU ya no sirve ni para hacer encuestas. Pregúntenles a mis seguidores y verán cuál es la valoración más cierta sobre mi excelsa persona…

Es posible que esta respuesta encante a algunos de nuestros seguidores más acérrimos, pero no nos fortalecerá ante los más moderados ni ante los dudosos.

Antídoto «aikidoka»:

Fase 1.1. Ya sabéis lo que opinamos en nuestro partido de las encuestas. Tanto cuando nos resultan favorables como cuando no nos favorecen tanto.

Introducción sin sustancia que permite ir buscando el mejor argumentario, a la vez que aprovecha para desactivar un poco la credibilidad de las encuestas en general y, por derivación, de esta en particular.

Fase 1.2. Entiendo que muchos de nuestros votantes esperaban que avanzáramos más rápido y que sientan la frustración de que todavía no hayamos sido capaces de provocar todos los cambios que la sociedad nos demanda. Sin duda, comparto ese malestar y acepto mi parte de responsabilidad en ello.

Sin afirmar que estemos de acuerdo con el resultado de la encuesta, con cierta elegancia aceptamos una parte de la crítica, pero ya apuntando hacia el mensaje personal de la siguiente fase.

Fase 2. Sin embargo, lo importante es que esos cambios ya han empezado a sucederse en las instituciones, tanto en el Congreso como en el Senado, que han venido para quedarse y que son solo la punta del iceberg de lo que haremos con el apoyo de la mayoría social de este país.

Mensaje final que busca anular el veneno de la pregunta y dejar el mensaje que fortalezca más la imagen propia dejando la idea de que necesita más apoyos y no más críticas para poder realizar los cambios a los que se ha comprometido.

Otra situación.

Dardo:

P. Señora García, ¿cree usted que con las carencias de formación que siempre ha reconocido es la candidata adecuada para ser la presidenta de una nación tan grande y compleja como la nuestra?

Antídoto «aikidoka»:

Fase 1.1. Sí. Yo también me hago esa pregunta cuando me siento un poco triste.

Si se hiciera este comentario debería ser con una comunicación no verbal muy expresiva que apoye que estamos hablando en broma.

Fase 1.2. En muchas ocasiones me he definido como un pozo de ignorancia, es una pregunta muy oportuna y adecuada.

Con humildad acepta sus carencias, sean estas las que sean.

Fase 2. Sin embargo, a lo largo de toda mi vida, primero como sindicalista y después como política, muchas personas con todos los estudios académicos posibles me han convencido de que lo que necesita nuestro país es un dirigente honesto en quien confíe el pueblo. Alguien como ellos, que les haga creer en sí mismos y en las oportunidades inmensas que su país les puede brindar si trabajamos unidos y parece ser que esas son cualidades que, sorprendentemente para mí, el partido ha visto en mí. Ahora toca ver si el pueblo soberano también las ve o no.

Aprovecha para soltar el mensaje de que lo importante no son tanto las certificaciones académicas como la capacidad para ilusionar, guiar y dirigir al país.

Veamos un ejemplo del ámbito profesional.

Dardo:

P. ¿No son ustedes demasiado pequeños para optar a un contrato de este tamaño?

Antídoto «aikidoka»:

Fase 1. Ciertamente, no somos la empresa de mayor tamaño de todas las que optamos a este contrato.

Aceptamos que somos los más pequeños de todos los que nos presentamos, pero no que nuestro tamaño sea un inconveniente para hacer un buen trabajo.

Fase 2. Justamente por eso seremos los más ágiles resolviendo los escenarios no previstos que se vayan presentando. También seremos los más flexibles para adaptarnos a las necesidades no explicitadas en el pliego de prescripciones técnicas. Sin duda, nuestro tamaño es otro argumento más a favor de que somos la mejor opción para este contrato.

Acabamos intentando volver la amenaza en oportunidad haciendo ver que esa diferencia de tamaño estará a favor del cliente y no en su contra.

Vayamos ahora a un escenario más personal en el que un chico le hace una pregunta incómoda a su pareja.

Dardo:

P. Cariño, ¿no crees que ya podríamos estar viviendo juntos y disfrutando de nuestra mutua compañía a todas horas?

Antídoto «aikidoka»:

Fase 1.1. Sí. Dar un paso más en nuestra relación es algo que ya había pensado en varias ocasiones.

La reacción no es mostrar desagrado sino alinearnos con la idea vertida.

Fase 2. Sin embargo, pensé que necesitarías un poco más de tiempo para conocer un poco más a mis padres. Venirte a vivir con nosotros entiendo que es un paso importante para todos.

Es una respuesta un pelín fuerte y solo apta para quienes vivan en casa de sus padres.

Fase 2 bis. Tengo miedo de arriesgar algo que está funcionando tan bien. Para mí esta relación es muy importante y no quiero que la pongamos en riesgo por precipitarnos. Sigamos dando pasos firmes, pero seguros.

Apta siempre y cuando llevéis menos de 15 años de relación.

Por lo tanto, el antídoto del «aikidoka» se basa en aplicarle a la respuesta un amortiguador previo para acto seguido soltar nuestro mensaje, que debería permitirnos resituar el contexto hacia un escenario más favorable para nosotros.

Como he dicho, creo que este recurso es el mejor en casi todos los escenarios al poder combinarlo con todos los otros antídotos. Me parece el más recomendable de ensayar y de engramar en nuestro repertorio de respuestas a preguntas envenenadas.

Corolario de los doce antídotos

No hay antídoto que por sí solo funcione en absolutamente todos los escenarios.

El catálogo de opciones es prácticamente infinito, lo único que realmente puede ayudarnos es dominar si no todas, por lo menos varias de las técnicas expuestas para disponer de recursos en las diferentes situaciones que se nos presenten.

La elección sobre qué antídotos dominar deberías tomarla teniendo en cuenta cuáles son los escenarios en los que sueles desenvolverte para valorar los que pueden ser más efectivos y también teniendo en cuenta con cuáles te sentirías más cómodo y seguro. Seleccionar aquellos con los que estés en oposición directa no sería un buen camino, porque seguramente tu comunicación no verbal gritaría, como veremos más adelante, lo que tus palabras callasen.

Estos son los antídotos, pero para sacarles todo el provecho te aconsejo que sigas leyendo lo que queda de libro porque todo se puede hacer mal o bien, y sin controlar lo que viene a continuación seguro que las probabilidades de errar serán muy elevadas.


2. La leyenda afirma que para salvar su vida estas fueron las palabras que pronunció Galileo ante el tribunal de la Santa Inquisición después de retractarse de su famosa teoría heliocéntrica.

3. Para intentar desacreditar las propuestas teóricas del genio judío, en 1931, científicos nazis publicaron un libro titulado Cien autores en contra de Einstein.

4. Falacia ex populo.

5. En su momento profundizaremos en las diferencias entre debatir y deliberar y en su utilidad para nuestros intereses.

6. Expediente de Regulación Temporal de Empleo.

7. DSM son las siglas en inglés de la publicación que edita la Asociación Estadounidense de Psiquiatría para clasificar las patologías de la mente. En el año 2013 se publicó la versión número 5 que tomó la designación latina V.

8. Denominación burlesca a la vez que cariñosa que se aplican los periodistas entre sí.

9. Pérez-Reverte, A. «El farmacéutico gallego». Zenda libros [Internet], 6 de noviembre de 2017. Recuperado de: http://bit.ly/2hJxS3o