Ya en la «Introducción general» a los Presocráticos hicimos la advertencia de que comenzamos esta obra con Tales y no con Anaximandro, más por seguir la tradición que por convicción propia, ya que tenemos la casi total seguridad de que Tales no escribió nada, al menos algo que haya llegado siquiera hasta los tiempos de Aristóteles.
Pero el hecho de que se nos informe que Anaximandro ha sido el primero en publicar un libro en prosa no es motivo de engolosinamiento para nadie: de ese libro sólo podemos rescatar algunas expresiones o palabras sueltas presuntamente originarias de Anaximandro. A veces se habla de el «fragmento» de Anaximandro, reconociéndose como tal, por ende, uno solo; y de él, es materia muy controvertida qué palabras pueden ser auténticas en sentido estricto. En los textos 183 a 187 de nuestra recopilación el lector podrá hallar 43 palabras en castellano (que no todos los helenistas estarán dispuestos a admitir como auténticas), correspondientes a 33 vocablos griegos que pensamos pueden provenir de Anaximandro. No es, como se ve, algo alentador para quien busca desentrañar la verdad histórica. Y aun así, es bastante más que lo que tenemos de Anaxímenes. Sobre todo, porque Anaximandro ha dado mucho más que habiar, y al menos tenemos «doxografías» sobre él, algo que en los otros dos casos es mucho menos abundante.
Pero eso no ha sido óbice para que presentemos al lector, si no todo el material que hay de y sobre estos pensadores, lo que tenemos por sustancial. Y eso nos permite decir algo.
Tales figura en todas las listas que en la antigüedad se han confeccionado de los famosos «siete sabios». Sin embargo, Aristóteles no lo menciona en tal conexión, sino en otra: fue el iniciador del tipo de filosofía que, tras una evolución de un par de siglos aproximadamente, culmina en Aristóteles.
Ahora bien, nosotros no tenemos —como queda dicho— «fragmentos» de ninguna obra de Tales; pero han sobrevivido versiones que le atribuyen —correctamente o no— cosas tales como la medición del alto de las pirámides de Egipto, y de la distancia de las naves en alta mar, la división de un círculo por el diámetro en dos mitades iguales: en otras palabras, el uso de instrumentos como la regla y el compás (o instrumentos más rudimentarios y precursores de éstos), tal como lo presenta Aristófanes al público más de un siglo después.
Anaximandro, por su parte, figura —bien o mal— como inventor o introductor del reloj de sol en Grecia, del cálculo de solsticios y equinoccios (ya a Tales se le atribuía el pronóstico de un célebre eclipse), el primero que confeccionó un mapa de la tierra que los griegos conocían. Y parece haberse atrevido a diseñar (sea por escrito, sea por medio de la «esfera» que habría ideado para representar el universo) la forma interna del universo, esto es, su estructuración en distintos cielos —según la ubicación de los astros, en lo cual se atribuye a Anaxímenes algún avance— y la tierra en el medio del firmamento, a cierta distancia de la luna y del sol, de formas y tamaños diferentes, según sus cálculos.
En esto hay que destacar dos cosas fundamentales:
La primera, un afán por medir el universo y sus partes, ciclópeo intento para desarrollar con magro instrumental, lo que habría de provocar la ironía cáustica de Heráclito, pero que equivalía a buscar un orden en el mundo y, por consiguiente, hallar un orden o trazar un orden, hacer del mundo un «cosmos», que resultara inteligible y viable para el hombre.
La segunda, la de ver en el mundo en movimiento un proceso con determinadas fases que se podían precisar de un modo u otro, pero sobre todo con un sentido que lo convirtiera en significativo para quien lo pensara.
Este segundo rasgo que destacamos es, por un lado, el que confiere a Anaximandro neta superioridad sobre los otros dos milesios por la riqueza que podemos extraer (tanto de sus escasas palabras textuales cuanto de sus abundantes doxografías); y, por otro, el que cuenta más para el tipo de filosofía que, según Aristóteles, comienza con Tales. Y paradójicamente, en esa enumeración que inicia con Tales, Aristóteles omite a Anaximandro. Pero no es una omisión casual. Aun cuando acaso lo sustancial en el pensamiento de Anaximandro sea considerar el movimiento universal con un proceso con sentido (con algo «principal», para decirlo con un vocablo próximo al término técnico que emplea Aristóteles, «principio» o arché: con algo que es principio y fin de todo), ese pensamiento no se ajusta a los esquemas aristotélicos, y pocas veces —muy pocas— puede ser aludido sin que ellos ejerzan sobre aquél violencia.
No se trata simplemente de que Anaximandro no haya pensado en un «principio» o arché que fuera uno de los «cuatro elementos» en tiempos de Aristóteles: fuego, aire, agua y tierra. (Al fin y al cabo tampoco se ajustaría a esos esquemas el pensamiento de Tales ni el de Anaxímenes, que sepamos.) «Lo Infinito» de Anaximandro no es algo ilimitado, como malinterpreta Teofrasto: ápeiron se dice de la tierra y del mar, cuyos límites la literatura arcaica menciona una y otra vez. La tierra, o, si se prefiere, el universo, tiene límites precisos; si de todos modos pueden merecer el epíteto de ápeiron, es porque nunca se terminaría de recorrerlo, de penetrarlo. Es un Todo de profundidades insondables, en el cual Anaximandro descubre fuerzas en movimientos opuestos, movimientos opuestos que parecen estar implicados en un movimiento único y sujeto a leyes similares a las que implantan el orden en la sociedad.
De alguna manera «lo Infinito» de Anaximandro se asemeja —como queda sugerido en la transcripción que hacemos del pasaje 51a del Timeo en nuestro texto núm. 100— a la «madre y receptáculo» que Platón concibe (no sería raro que siguiendo la línea de pensamiento de Anaximandro, aunque en ese punto la tradición conceptual es mucho más amplia y antigua) como lugar en donde habitan las cosas reales. Claro que con la importante diferencia de que, en el caso de Anaximandro, no se trata de que las cosas «entren» en lo Infinito y «salgan» de él; sea esto concebido como lo sugiere semi-mitológicamente Platón o como lo plantea Aristóteles tomando como ejemplo la «mezcla» inicial de Anaxágoras. «Lo Infinito» es para Anaximandro el Todo, no hay un «fuera» de él donde desaparezcan o de donde emerjan las cosas, sino que la ley que dispone la «expiación de la culpa» o la «reparación de la injusticia» sólo procura una ordenada conservación del equilibrio interno.
Sin duda, el lenguaje que podía emplear Anaximandro estaba inmerso en buena parte en un mundo significativo cuyo discurso era preferentemente mítico; a la vez que manejaba conceptos modernos y aun términos como «principio» o arché, donde un peripatético se sentía muy cómodo y creía estar leyendo el cuaderno escolar de un aventajado alumno del Liceo.
Aristóteles, en toda su obra, menciona por su nombre sólo cuatro veces a Anaximandro; pero en ningún caso lo conecta con Tales ni con Anaximenes (al menos, explícitamente). Estos dos, a su turno, sólo aparecen en un mismo pasaje aristotélico en la enumeración de Metafísica I 3, donde se hace de Tales el pionero en el tipo de filosofía que culminará en Aristóteles. Pero como entre ellos no figura Anaximandro, y Anaximenes figura con Diógenes de Apolonia, de otro tiempo y de otro lugar, nadie podría leer allí la existencia de una «escuela de Mileto», ni siquiera una cronología Tales-Anaximandro-Anaxímenes.
Pero no es concebible que Tefrasto haya inventado gratuitamente tal cronología y la recíproca relación de maestro-alumno que leemos en las doxografías.
Hay, por lo menos, dos datos que parecen seguros: los tres nacieron o vivieron en Mileto y los tres miraron al cielo en busca de datos para ubicarse en la teoría y/o en la práctica y también buscaron pautas que les facilitaran un ordenamiento del firmamento más inteligible que el que sabían que se hacía en lugares como Egipto o Babilonia. Sin duda, Tales y Anaximandro han sido casi contemporáneos, pero el primero debe haber nacido antes; además, no sólo se lo señalaba como «el primero de los siete sabios» sino que Aristóteles sospechó que él había iniciado el tipo de filosofía que encontró o creyó encontrar en Anaximenes y otros. Y Anaximenes era más joven que Anaximandro. Eso es todo lo que sabemos o conjeturamos que puede haber dado pie al ordenamiento de Teofrasto y doxógrafos.
DICKS , Solstices = D. R. DICKS , «Solstices, Equinoxes, & the Presocratics», JHS 86 (1966), 26-40.
DICKS , Thales = D. R. DICKS , «Thales», CQ IX (1959), 294-309.
C. EGGERS LAN -V. E. JULIÁ , Los filósofos de Mileto , Buenos Aires, 1975.
O. N. GUARIGLIA , «Anaximandro de Mileto», Anales de Filología Clásica IX (Buenos Aires, 1964-65), 23-155.
KAHN , Anaximander = C. H. KAHN , Anaximander and the Origins of Greek Cosmology , Nueva York, 1960.
KAHN , E. G. Astr. = C. H. KAHN , «On Early Greek Astronomy», JHS 90 (1970), 99-116.
MADD ., Ionici = lonici. Testimonianze e Frammenti , a cura di A. MADDALENA , Florencia, 1963.
Para otros trabajos, ver «Bibliografía General» y notas a los textos.
1 (11 A 1) D. L., I 37: Apolodoro, en las Cronologías, dice que había nacido en el primer año de la Olimpíada 35a. (640 a. C.)… murió en la 58a. (548-545 a. C.).
2 (11 A 2) Suda : El milesio Tales, hijo de Examio y Cleobulina, pero fenicio según dice Heródoto 1 , nació antes de Creso durante la Olimpíada 34a. (640-637 a. C.). Según Flegonte, era conocido ya en la 7a. (752-749 a. C.) 2 … murió viejo, mientras presenciaba un certamen gimnástico, aplastado por la multitud y agobiado por el calor.
3 (11 A 3) ESC . a PLATÓN , Rep. 600a: El milesio Tales… fue educado en Egipto por los sacerdotes 3 .
4 (11 A 11) Jos., C. Apión I 2: Todos coinciden en que los primeros que entre los griegos filosofaron sobre las cosas celestes y divinas, como Ferécides de Siro 4 , Pitágoras y Tales, fueron discípulos de los egipcios y caldeos.
5 (11 A 11) PLUT ., De Is. et Os. 364d: Creen que Homero, así como Tales, aprendieron entre los egipcios que el agua es el principio de todas las cosas 5 .
6 (11 A 11) JÁMBL ., V. P. II 12: Después de excusarse por su vejez y por su enfermedad, [Tales] lo exhortó [a Pitágoras] a navegar hacia Egipto y a frecuentar lo más posible, en Memfis y en Dióspolis, a los sacerdotes de esos lugares. En efecto, al lado de ellos él mismo había sido provisto de aquellas cosas gracias a las cuales era tenido por sabio por muchos 6 .
7 (11 A 4) HER ., I 170: Antes de que Jonia fuera destruida surgió del milesio Tales, de ascendencia fenicia, esta propuesta eficaz: exhortó a los jonios a establecer una sede única para el Consejo en Teos (pues Teos se encuentra en medio de Jonia), y que los otros Estados sin disminuir su población, fueran considerados como distritos.
8 (11 A 1) D. L., I 25: Parece que también en los asuntos políticos ha aconsejado lo mejor, pues cuando Creso lo envió a los milesios para forjar una alianza, lo impidió, y esto salvó al Estado cuando Ciro ejerció su dominio 7 .
9 (11 A 6) HER ., I 75: Cuando Creso llegó al río Halis, hizo cruzar al ejército —según lo que sostengo— por los puentes que había allí; pero de acuerdo con un relato muy difundido entre los griegos, fue el milesio Tales quien lo hizo cruzar. En efecto, como Creso se encontraba en dificultades para que el ejército atravesara el río… se dice que Tales, que estaba presente en el campamento, consiguió que el río, que corría por la izquierda, lo hiciera también por la derecha. Dicen que lo hizo de la manera siguiente: empezó a cavar una fosa profunda desde la parte alta del campamento, en forma de media luna, de modo que pasara por detrás desviando mediante este canal el antiguo curso y volcando nuevamente el río en él después de pasar a lo largo del campamento. De modo que, rápidamente, dividido el río, se pudo atravesarlo por ambas partes.
10 (11 A 9) PLATÓN , Teet. 174a: Como también se dice que Tales, mientras estudiaba los astros… y miraba hacia arriba, cayó en un pozo, y que una bonita y graciosa criada tracia se burló de que quisiera conocer las cosas del cielo y no advirtiera las que tenía junto a sus pies.
11 (11 A 10) ARIST ., Pol. I 11, 1259a: Pues todas estas cosas son útiles para los que aprecian el arte de las ganancias, como por ejemplo la maniobra financiera de Tales de Mileto, que atribuyeron a su sabiduría, pero que tiene carácter universal. En efecto, como lo injuriaban por su pobreza y por la inutilidad de la filosofía, se dice que, gracias a sus conocimientos astronómicos, pudo saber cómo sería la cosecha de aceitunas. Así, cuando era aún invierno y tenía un poco de dinero, tomó mediante fianza todas las prensas de aceite de Mileto y de Quíos, arrendándolas por muy poco, pues no había competencia. Cuando llegó la oportunidad y todos a la vez buscaban prensas, las alquiló como quería, juntando mucho dinero, para demostrar qué fácil resulta a los filósofos enriquecerse cuando quieren hacerlo.
12 (11 A 2) Suda : Tales fue el primero que recibió el nombre de sabio 8 .
13 HIPÓL ., I 1, 1: Se dice que el milesio Tales, uno de los siete sabios, fue el primero que se abocó a la filosofía natural.
14 (11 A 1) D. L., I 23: Después de los asuntos políticos, se dedicó a la ciencia natural 9 .
15 (11 A 11) PLUT ., Solón 2: También se dice que Tales e Hipócrates, el matemático, se dedicaron al comercio 10 .
16 (11 A 1) D. L., I 23: Y según algunos no dejó ningún escrito, y se dice que la Astronomía Náutica que se le atribuye es de Foco de Samos… pero, según otros, escribió solamente dos obras: Sobre el solsticio y Sobre el equinoccio.
17 (11 B 1) SIMPL ., Fís. 23, 32-33: Se dice que no dejó nada por escrito, excepto la llamada Astronomía Náutica 11 .
18 (11 A 12) ARIST ., Met. I 3, 983b: La mayoría de los que filosofaron por primera vez consideraron que los únicos principios de todas las cosas son de especie material. Aquello a partir de lo cual existen todas las cosas, lo primero a partir de lo cual se generan y el término en que se corrompen, permaneciendo la sustancia mientras cambian los accidentes, dicen que es el elemento y el principio de las cosas que existen; por esto consideran que nada se genera ni se corrompe, pues tal naturaleza se conserva siempre… Debe de haber, pues, alguna naturaleza única o múltiple a partir de la cual se generan las demás cosas, conservándose ella. No todos dicen lo mismo sobre el número y la especie de tal principio, sino que Tales, quien inició semejante filosofía, sostiene que es el agua (y por ello también manifestó que la tierra está sobre agua). Tal vez llegó a esta concepción tras observar que todas las cosas tienen un alimento húmedo y que el calor se produce y se mantiene en la humedad (ya que aquello a partir de lo cual se generan las cosas es el principio de todas ellas). Por eso llegó a esta concepción y también porque todas las simientes son de naturaleza húmeda y el agua es el principio natural de las cosas húmedas 12 . Pero hay quienes consideran que los más antiguos, muy anteriores a la generación actual y primeros en reflexionar sobre los dioses, pensaron así sobre la naturaleza e hicieron a Océano y Tetis padres de la generación 13 .
19 (11 A 13) SIMPL ., Fís. 23, 21-29: De los que mencionaron un principio único y en movimiento —a quienes con propiedad Aristóteles llama «físicos»—, unos dicen que el mismo es limitado, como el milesio Tales, hijo de Examio, y también Hipón 14 , que parece que se hizo ateo, dijeron que el principio de las cosas que aparecen es agua, y fueron conducidos a esto por la observación, pues lo caliente vive por la humedad y los cadáveres se secan, mientras que las simientes de todas las cosas son húmedas y todo alimento es jugoso, y cada cosa se alimenta naturalmente de aquello de donde procede. El agua es el principio de la naturaleza húmeda y lo que comprende en sí a todas las cosas. En consecuencia, pensaron que el agua es el principio de todo y sostuvieron que la tierra reposa sobre agua.
20 (11 A 13) SIMPL ., Fís. 458, 23-25: Algunos, suponiendo que hay un elemento único, dijeron que éste es infinito en tamaño: así el agua para Tales 15 .
21 SIMPL ., Fís. 36, 10-11: Tales prestó atención al aspecto generador, nutritivo, cohesionador y vivificante del agua.
22 SIMPL ., Fís. 10, 14-16: Entre los que sostienen que el principio es uno y en movimiento, como Tales y Anaximenes, al explicar la generación por condensación y rarefacción, sostienen que la condensación y rarefacción son principios contrarios.
23 HIPÓL ., I 1, 1: Se dice que el milesio Tales, uno de los siete sabios, fue el primero que se abocó a la filosofía natural. Dijo que el agua es principio y fin de todo. A partir de ella, por reunión, se forman todas las cosas y, a la inversa, al disolverse, son llevadas nuevamente hacia ella 16 .
24 (11 A 2) ARIST ., Del Alma I 5, 411a: Y algunos dicen que el alma está mezclada en el todo, de ahí también quizá que Tales haya pensado que todo está lleno de dioses.
25 (11 A 3) Esc. a PLATÓN , Rep. 600a: También dice que, en cierto modo, las cosas inanimadas tienen alma, a partir de la observación del imán y del ámbar… y que el cosmos está animado y lleno de divinidades.
26 (11 A 22a) AECIO , IV 2, 1: Tales fue el primero en manifestar que el alma es una naturaleza siempre en movimiento o que se mueve a sí misma 17 .
27 (11 A 23) AECIO , I 7, 11: Tales sostuvo que la inteligencia del cosmos es dios, que el todo está animado y lleno de divinidades y que a través de la humedad elemental se difunde una fuerza divina que la mueve.
28 (11 A 3) CIC ., De nat. deor. I 10, 25: El milesio Tales, el primero que investigó estas cosas, dijo que el agua es principio y que dios es esa inteligencia que hace absolutamente todas las cosas a partir del agua.
29 (11 A 22) ARIST ., Del Alma, I 2, 405a: Parece que Tales, según comentan, concibió al alma como algo que mueve, si realmente dijo que el imán tiene alma porque mueve al hierro 18 .
30 ARISTÓF ., Nubes 177-180:
DISCÍPULO = [Sócrates] desparramó fina ceniza sobre la mesa, arqueó un asador, empleándolo a modo de compás para trazar una figura, y con un golpe maestro hurtó una túnica.
ESTREPSÍADES = ¿En qué, pues, debemos admirar a Tales?
31 ARISTÓF ., Aves 995-1009:
METÓN = Quiero medir geométricamente el aire y dividirlo en parcelas para vosotros… Una vez que aplico aquí la regla curvada, coloco el compás; ¿entiendes?
PISTÉTERO = No entiendo.
METÓN = Mido por medio de la regla recta, de modo que el círculo se convierte en cuadrado…
PISTÉTERO = ¡Este hombre es un verdadero Tales! 19 .
32 (11 A 21) PLINIO , Hist. Nat. XXXVI 82: El milesio Tales descubrió la forma de conocer cuál era la medida de la altura de las pirámides, midiendo la sombra (de éstas) a la hora en que la suya solía ser igual a su cuerpo.
33 (11 A 21) PLUT ., Septem. sap. conviv. 147a: Tras colocar un bastón en el límite de la sombra que proyecta la pirámide y formados dos triángulos por acción de los rayos del sol, [Tales] mostró que la relación que guarda esta sombra con respecto a la otra es la que existe entre el bastón y la pirámide 20 .
34 PROCLO , Elem. 64, 17-65, 11: Diremos, junto a la mayoría de los historiadores 21 , que la geometría fue descubierta por primera vez en Egipto y que se originó en la medición de áreas de tierras. Esto fue necesario para ellos porque el Nilo se desbordaba y borraba los límites que correspondían a cada uno… Tales, tras viajar a Egipto, fue el primero en introducir esta ciencia en Grecia; él mismo descubrió muchas cosas e indicó los principios de muchas otras para sus sucesores, en algunos casos enfocándolos de una manera más general, en otros de un modo más empírico.
35 (11 A 20) PROCLO , Elem. 157, 10-13: En cuanto a que el círculo es dividido por el diámetro en dos partes iguales, dicen que Tales fue el primero en demostrarlo 22 .
36 (11 A 20) PROCLO , Elem. 250, 20-251, 2: Hay que agradecer al viejo Tales por el descubrimiento de muchas otras cosas y por este teorema, pues se dice que fue el primero en enseñar y sostener que en todo triángulo isósceles los ángulos de la base son iguales; aunque, en un ¿lenguaje? más arcaico, llamó «similares» a los ángulos iguales 23 .
37 (11 A 20; EUDEMO , fr. 135 W.) PROCLO , Elem. 299, 1-4: Este teorema muestra ciertamente que, de dos líneas rectas que se cortan entre sí, los ángulos opuestos por el vértice son iguales. Según dice Eudemo, fue descubierto primero por Tales.
38 (11 A 20; EUDEMO , fr. 134 W.) PROCLO , Elem. 352, 14-18: Eudemo, en la Historia de la geometría, atribuye a Tales este teorema, pues dice que es necesario hacer uso de él por el modo que dicen que calculó la distancia de las naves en el mar 24 .
39 (11 A 2) Suda : Tales… predijo el eclipse de sol en tiempos de Darío.
40 (11 A 3) Esc. a PLATÓN , Rep. 600a: Descubrió que el sol se eclipsa al pasar por debajo de la luna.
41 (11 A 17 a) AECIO, II 24, 1: Tales fue el primero que dijo que el sol se eclipsa cuando la luna, que es de naturaleza semejante a la de la tierra, se sitúa perpendicularmente bajo él.
42 (11 A 5) CIC ., De div. I 49, 112: Se cuenta que fue el primero que predijo un eclipse de sol que aconteció en el reinado de Astiages.
43 (11 A 5) HER., I 74: La guerra entre ellos [esto es, Aliates y Ciaxares] se desarrollaba sin ventajas para uno ni para otro cuando, en el sexto año, mientras estaban combatiendo, súbitamente el día se convirtió en noche. Que ese cambio del día se iba a producir lo predijo a los jonios el milesio Tales, quien anticipó como término el año en que ocurrió.
44 (11 A 5) PLINIO , Hist. Nat. II 53: El primero entre los griegos que investigó la causa de un eclipse fue el milesio Tales, quien predijo el eclipse de sol que se produjo durante el reinado de Aliates, en el cuarto año de la Olimpíada 48a. (585 a. C.), año 170 desde la fundación de Roma.
45 (11 A 5) CLEM ., Strom. I 65: Eudemo, en la Historia de la Astronomía, dice que Tales predijo el eclipse de sol que se produjo durante la lucha entre medos y lidios, cuando reinaba entre los medos Ciaxares, padre de Astiages, y sobre los lidios Aliates, padre de Creso… Fue durante la Olimpíada 50a. (580-577 a. C.) 25 .
46 (11 A 3) Esc. a PLATÓN , Rep. 600a: fue el primero entre los griegos que conoció los solsticios y lo relativo al tamaño y a la naturaleza del sol.
47 (11 A 17; EUDEMO , fr. 145 W.) TEÓN ESM ., 198, 14: Eudemo narra, en la Astronomía, que Enópides fue el primero que descubrió la inclinación del Zodíaco y el ciclo del gran año; Tales, por su parte, el eclipse de sol y que el período de los solsticios no se produce siempre igual 26 .
48 (11 A 13 c) AECIO , II 12, 1: Tales, Pitágoras y sus seguidores han dividido la esfera del cielo íntegro en cinco círculos, que denomina «zonas». Una de ellas es llamada «ártica» y es siempre visible; otra, «trópico estival»; otra, «equinoccial»; otra, «trópico invernal», y otra «antártica» e invisible. Oblicuo a las tres zonas centrales se ve el llamado «Zodíaco», que cae sobre las tres del medio. El meridiano, en cambio, las corta a todas en línea recta desde el ártico hasta el polo opuesto 27 .
49 (11 A 14) ARIST ., Del Cielo II 13, 294a: Otros sostienen que [la tierra] descansa sobre agua. En efecto, conocemos este antiquísimo argumento que dicen que sostuvo el milesio Tales: por ser flotante, [la tierra] permanece como un leño o algo similar (pues ninguna de estas cosas puede mantenerse naturalmente sobre el aire, sino sobre el agua), como si no pudiera argumentarse acerca del agua que sostiene a la tierra lo mismo que se dice de ésta. Pues tampoco el agua puede permanecer naturalmente suspendida, si no está sobre algo.
50 (11 A 14) SIMPL ., Del Cielo 522, 14: Expone [una opinión] del milesio Tales, quien dice que la tierra se mantiene sobre el agua como un leño o como alguna de las otras cosas que por su naturaleza flotan sobre el agua 28 .
51 (11 A 17 a) AECIO , II 20, 9: Tales dice que el sol es similar a la tierra en su naturaleza.
52 (11 A 17 a) AECIO , II 13, 1: Tales dice que los astros son similares a la tierra, pero inflamados.
53 HIPÓL ., I 1, 2: Los terremotos se originan en el agua, en los vientos y en los movimientos de los astros.
54 (11 A 16) AECIO , IV 1, 1: Tales considera que los vientos etesios, cuando soplan en Egipto en dirección contraria, levantan la masa del Nilo, porque sus corrientes son rechazadas por el oleaje del mar que se mueve en sentido contrario.
55 (12 A 11) HIPÓL ., I 6, 1 y 7: De Tales se hizo discípulo Anaximandro… Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades… nació en el tercer año de la Olimpíada 42a. (610 a. C.).
56 (12 A 1) D. L., II 2: Apolodoro de Atenas… en sus Cronologías dice que [Anaximandro], en el segundo año de la Olimpíada 58a. (547-546 a. C.) tenía sesenta y cuatro años, y poco después murió; de modo que alcanzó su madurez casi al mismo tiempo que Polícrates, tirano de Samos 29 .
57 (12 A 6) ESTR ., I 7: Anaximandro, que fue conciudadano de Tales.
58 (12 A 6) AGATÉM ., I 1: Anaximandro de Mileto, discípulo de Tales.
59 (12 A 2) Suda : Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades, filósofo, fue pariente, discípulo y sucesor de Tales 30 .
60 (12 A 3) EL ., Hist. Varias III 17: Y Anaximandro fue puesto al frente de la colonia de Mileto en Apolonia.
61 (12 A 1) D. L., II 2: De él se cuenta que los niños se rieron cuando estaba cantando, al percatarse de lo cual dijo: «entonces debemos cantar mejor en atención a los niños».
62 (12 A 8) D. L., VIII 70: Diodoro de Éfeso, al escribir acerca de Anaximandro, dice que LEmpédocles] lo imitaba, adoptando una afectación central y llevando vestimentas solemnes.
63 (12 A 7) TEM ., Discursos 36 p. 317: [Anaximandro] fue el primero de los griegos que conocemos que se atrevió a publicar un discurso escrito sobre la naturaleza.
64 (7 A 1) D. L., I 116: Teopompo dice que [Ferécides] fue el primero que escribió sobre la naturaleza y los dioses 31 .
65 (12 A 1) D. L., II 2: De sus opiniones hizo una exposición sumaria, a la que sin duda tuvo acceso, además de otros, Apolodoro de Atenas.
66 (12 A 2) Suda : Compuso Sobre la naturaleza, un mapa de la tierra, Sobre las estrellas fijas, una esfera y algunas otras cosas 32 .
67 (12 A 1) D. L., II 1: Fue el primero que dibujó el perímetro de la tierra y del mar y fabricó una esfera.
68 (12 A 6) AGATÉM ., I 1: Anaximandro… fue el primero que se atrevió a dibujar un cuadro de la tierra habitada; después de él, Hecateo de Mileto, hombre que viajó mucho, trazó el cuadro con mayor precisión de modo que produjo admiración.
69 (12 A 6) ESTR ., I 7: Eratóstenes dice que los primeros [que se interesaron en geografía] después de Homero fueron Anaximandro, discípulo y conciudadano de Tales, y Hecateo de Mileto. El primero dejó un cuadro geográfico, en tanto que Hecateo dejó un bosquejo que se puede creer —en razón de lo demás que escribió— que era suyo.
70 ARISTÓF ., Nubes 200-208:
ESTREPSÍADES = Por los dioses, ¿qué son estas cosas? Dímelo.
DISCÍPULO = Esta es la Astronomía.
ESTREPSÍADES = ¿Y esto qué es?
DISCÍPULO = La Geometría.
ESTREPSÍADES = ¿Y para qué sirve?
DISCÍPULO = Para medir la tierra.
ESTREPSÍADES = ¿La que se distribuye en lotes?
DISCíPULO = No, la tierra entera…
He aquí un mapa de la tierra entera. ¿Ves? Allí está Atenas.
ESTREPSÍADES = ¿Qué dices? No me convenzo, pues no veo a jueces en sus estrados 33 .
71 (12 A 1) D. L., II 1: Fue el primero que inventó el gnomon y lo puso para indicar la sombra en Lacedemonia, según narra Favorino en sus Historias misceláneas… y también construyó relojes.
72 (12 A 2) Suda : Inventó… relojes… introdujo el gnomon 34 .
73 (12 A 4) Eus., Prep. Ev. X 14, 11: Fue el primero que construyó gnómones para conocer los solsticios, las horas, las estaciones y los equinoccios 35 .
74 (12 A 11) HIPÓL ., I 6, 2; [para Anaximandro] el principio… de las cosas es lo Infinito [y fue] el primero ro que llamó con este nombre el principio.
75 (12 A 9) SIMPL ., Fís. 24, 15-16: El principio… de todas las cosas es lo Infinito, y fue el primero que introdujo este nombre de «principio».
76 SIMPL ., Fís. 150, 23-24: Anaximandro, el primero que llamó «principio» al sustrato.
77 HOMERO , Il XXII 116: [El rapto de Helena por Alejandro fue] el inicio [arché ] de esta guerra.
78 (11 A 12) ARIST ., Met. I 3, 983b: Aquello a partir de lo cual existen todas las cosas, lo primero a partir de lo cual se generan y el término en que se corrompen, permaneciendo la sustancia mientras cambian los accidentes, dicen que es el «elemento» y el «principio» de todas las cosas… aquello a partir de lo cual se generan las cosas es el principio de ellas 36 .
79 SIMPL ., Fís. 7, 10-14: …Platón… discriminó los principios elementales de las demás cosas y fue el primero que denominó «elementos» a semejantes principios, según narra Eudemo.
80 PLATÓN , Crát. 423b-c: Puesto que es con sílabas y con letras como se hace la imitación de la esencia, lo más correcto es distinguir primeramente los elementos; así los que se dedican a la práctica de ritmos, distinguen primeramente los valores de los elementos, luego los de las sílabas 37 .
81 PLATÓN , Teet. 201e: Los que de algún modo son los primeros el ementos, de los cuales estamos compuestos nosotros y todas las demás cosas.
82 PLATÓN , Timeo 48b: Es necesario considerar, pues, la naturaleza del fuego, agua, aire y tierra antes de la generación del universo y sus propiedades. Pues aún nadie nos ha explicado su génesis, sino que, como si supiéramos qué es el fuego y cada uno de ellos, los llamamos principios y establecemos como elementos del Universo 38 .
83 ARIST ., Met. III 3, 998a-b: Los elementos y principios de la voz parecen ser aquellas cosas, en tanto primeras, de las que los sonidos están compuestos… así, tanto los que dicen que son muchos los elementos del cuerpo como los que dicen que es uno, afirman que hay principios de los cuales están compuestos y de los cuales están constituidos, tal por ejemplo, Empédocles dice que el fuego, agua y lo que se añade a éstos son elementos de los cuales las cosas están constituidas 39 .
84 (12 A 14) AECIO , I 3, 3: Anaximandro… dijo que el principio de las cosas es lo Infinito, pues a partir de él se generan todas las cosas.
85 (12 A 1) D. L., II 1: Afirmó que el principio y elemento de las cosas es lo Infinito.
86 (12 A 13) CIC ., Acad. II 37, 118: Pero en esto [a saber, de que todas las cosas constan de agua, Tales] no persuadió a su conciudadano y amigo Anaximandro, pues éste dijo que hay una naturaleza infinita, de la cual se generan todas las cosas.
87 SIMPL ., Fís. 41, 17-19: Anaximandro… postuló como principio… a una cierta naturaleza infinita.
88 (12 A 17) AG ., Civ. Dei VIII 2: No pensaba que cada cosa naciera de una sola, como Tales con el agua, sino de sus propios principios, y creía que los principios de las cosas singulares eran infinitos.
89 HOMERO , Il. VII 446: Padre Zeus: ¿hay un mortal sobre la vasta tierra?
90 HOMERO , Od. XV 79: Antes de que se vayan por la inmensa tierra.
91 HES ., Teog. 187: Ninfas que se llaman Melias sobre la tierra inmensa.
92 HOMERO , Il . XXIV 545: El vasto Helesponto.
93 HOMERO , Il . VIII 478-479: Ni aunque te fueras a los confines de la tierra y del mar.
94 HOMERO , Il . XIV 200-201: Voy a los confines de la fértil tierra para ver a Océano, génesis de dioses, y a la madre Tetis.
95 HOMERO , Il . XXIV 776: Gimió el pueblo incontable.
96 HOMERO , Od. VIII 286: Un dios me sumergió bajo un sueño profundo.
97 HOMERO , Od. VIII 340: Tres veces tan inextricables lazos me rodearan.
98 (PÍND ., fr. 130 S.) Desde allí descargan una tiniebla profunda.
99 HOMERO , Od. XXIII 248: Mujer, aún no has llegado al fin del trabajo 40 .
100 PLATÓN , Timeo 51a: Por lo cual diremos que la madre y receptáculo de todo lo que nace, que es visible y en general sensible no es tierra ni aire ni fuego ni agua, ni ninguna de las cosas que nacen de ellas o de las cuales han nacido ellas, sino que es una cierta Idea invisible y amorfa, que recibe todo y participa de lo inteligible de algún modo muy difícil 41 .
101 (12 A 1) D. L., II 1: Afirmó que el principio y elemento es lo Infinito, sin definirlo como aire, agua o cualquier otra cosa.
102 (12 A 14) AECIO , I 3, 3: Se equivoca al no decir qué es lo Infinito, si es aire, agua, tierra o algún otro de esos cuerpos 42 .
103 (12 A 16) ARIST ., Fís. I 5, 204b: Tampoco es posible que el cuerpo infinito sea uno y simple, ni en el caso de, como dicen algunos, lo que está aparte de los elementos, a partir de lo cual se engendran aquéllos, ni en ningún otro caso. Hay algunos, en efecto, que suponen que eso es lo infinito, y no aire o agua, de modo que los demás elementos no sean destruidos por ser lo Infinito uno de ellos, ya que todos tienen contrariedad entre sí: el aire es frío, el agua húmeda, el fuego caliente; si uno fuera infinito, los otros serían destruidos. Por eso dicen que aquello de lo cual se generan éstos es distinto 43 .
104 SIMPL ., Fís. 479, 30-480, 4: Tras demostrar que ningún cuerpo natural compuesto de muchas cosas puede ser infinito, Aristóteles muestra en seguida que tampoco el cuerpo infinito puede ser uno y simple. En efecto, si fuera simple, sería o bien uno de los cuatro elementos o bien otra cosa aparte de ellos, tal como Anaximandro 44 habla de «lo que está aparte de los elementos», a partir de lo cual se generan los elementos. Y que ninguno de los elementos puede ser lo infinito es evidente también porque Anaximandro, con la intención de que el elemento fuera infinito, no propuso que fuera aire, fuego o alguno de los cuatro elementos; eso en razón del comportarse éstos contrariamente entre sí, de modo que, si alguno de ellos fuera infinito, sus contrarios serían destruidos por él.
105 SIMPL ., Fís. 41, 17-18: El milesio Anaximandro, hijo de Praxíades, propuso como principio una cierta naturaleza distinta de los cuatro elementos.
106 ARIST ., Fís. I 6, 189b: Como los que dicen que el todo es una naturaleza única, por ejemplo, agua o fuego o lo intermedio 45 .
107 ARIST ., Fís. III 4, 203a: Todos los físicos que proponen para lo infinito otra naturaleza, de los llamados elementos, como agua o aire o lo intermedio entre ellos,
108 SIMPL ., Fís. 458, 19-26: Aristóteles acostumbraba llamar «físicos» a los que se ocupan de esta parte de la filosofía que es la Física, y entre ellos especialmente a los que concebían sólo —o sobre todo— el principio material. Estos físicos pensaban la materia para las cosas generadas y juzgaban que era lo infinito, probablemente todavía no como una sustancia sino por accidente. Algunos, suponiendo que hay un elemento único, dijeron que éste es infinito en tamaño: así el agua para Tales, el aire para Anaxímenes y Diógenes, lo intermedio para Anaximandro.
109 ARIST., Fís. III 5, 205a: Ninguno de los físicos sostiene que lo uno e infinito es fuego o tierra, sino agua o aire o lo intermedio entre ellos.
110 ARIST ., Del Cielo III 5, 303b: Puesto que necesariamente los elementos son limitados, queda por examinar si serán más de uno. Algunos, en efecto, proponen uno solo, pero para unos es agua, para otros aire, para otros fuego, mientras otros dicen que es más sutil que el agua y más denso que el aire y que, por ser infinito, abarca todos los cielos.
111 ARIST ., Met. I 8, 989a: Según esta razón, ninguno de los que hablan de aquellos elementos, excepto el fuego, ni los que proponen algo más denso que el aire y más sutil que el agua, habla correctamente.
112 ARIST ., Met. I 7, 988a: Algunos hablan del principio como materia, ya sea que la conciban una o múltiple y que la consideren un cuerpo o algo incorpóreo. Así cuando Platón habla de lo Grande y lo Pequeño, los itálicos de lo infinito, Empédocles del fuego, tierra, agua y aire, Anaxágoras de la infinidad de homeomerías. Todos ellos han aludido a tal causa, y también los que proponen el aire, fuego o agua, o algo más denso que el fuego pero más sutil que el aire: de ese modo, en efecto, han dicho algunos que es el primer elemento.
113 ARIST ., De gen. y corr. II 1, 328b: Algunos dicen que la materia sustrato de estos [cuerpos sensibles] es una, pensando que es aire o fuego o algo intermedio entre éstos.
114 ARIST ., De gen. y corr. II 5, 332a: No es de uno solo de estos [cuatro elementos que se generan] todas las cosas, ni tampoco de algo aparte de ellos, como algo intermedio entre aire y agua [más denso que el aire y más sutil que el agua] o entre aire y fuego [más denso que el aire y más sutil que el fuego]…, que nunca puede existir solo, tal como algunos dicen de lo infinito y lo abarcante.
115 (12 A 16) ARIST., Fís. I 4, 187a: Los físicos hablan de dos modos. Por un lado, algunos piensan que el cuerpo substrato es uno, sea uno de los tres [elementos, a saber, aire, agua o fuego] o algo que sea más denso que el fuego y más sutil que el aire, en tanto las demás cosas se generan por condensación y rarefacción, formando la multiplicidad… Por otro lado 46 , algunos piensan que las contrariedades están en lo uno, a partir del cual se separan, como dicen Anaximandro y cuantos afirman que ¿o real? es uno y múltiple, como Empédocles y Anaxágoras: pues ellos también piensan que las demás cosas se separan de la mezcla.
116 SIMPL ., Fís. 149, 5-25: Todos, en efecto, suponen que es algo corpóreo, pero mientras algunos dicen que es uno de los tres elementos, como Tales e Hipón el agua, Anaxímenes y Diógenes el aire, Heráclito e Hípaso el fuego (ya que nadie pensó en proponer a la tierra, en razón de la dificultad en alterarla) 47 , otros han concebido, en cambio, algo distinto de esos tres, más denso que el fuego y más liviano que el aire, o, como dice en otras partes, más denso que el aire y más liviano que el agua. Y Alejandro piensa que Anaximandro concibió esta índole de cuerpo aparte de los elementos. Porfirio, no obstante, dado que Aristóteles contrapone los que no definen el cuerpo sustrato a los que conciben a este cuerpo sustrato como uno de los tres elementos o como otra cosa intermedia entre fuego y aire, afirma que Anaximandro habla del cuerpo sustrato como infinito pero sin definir su especie, como fuego, agua o aire; en cuanto a lo intermedio, Porfirio, como también Nicolás de Damasco, lo atribuyen a Diógenes de Apolonia. Más natural me parece entender textualmente 48 no que el cuerpo es contrapuesto a los elementos y a lo intermedio, sino más bien distinguido entre los tres elementos. Dice Aristóteles, en efecto, «el cuerpo sustrato», «sea uno de los tres o algo que sea más denso que el fuego y más sutil que el aire»; y no obstante, igualmente respecto de las cosas dichas añade que las demás se engendran «por condensación y rarefacción»; aunque en cuanto a Anaximandro, como él dice, no piensa que se engendren así, sino por separación de lo infinito 49 .
117 (12 A 16) ARIST., Fís. I 4, 187a: Por otro lado, algunos piensan que las contrariedades están en lo uno, a partir del cual se separan, como dicen Anaximandro y cuantos afirman que [lo real] es uno y múltiple, como Empédoclès y Anaxágoras: pues ellos también piensan que las demás cosas se separan de la mezcla 50 .
118 (12 A 9 a) SIMPL ., Fís. 154, 14-23: Y Teofrasto, conectando a Anaxágoras con Anaximandro, explica lo dicho por Anaxágoras de modo tal como si éste quisiera decir que el sustrato es una naturaleza única. Y escribe en la Historia de los Físicos así: «si se lo concibe de ese modo parecería que piensa que los principios materiales son infinitos, mientras la causa del movimiento y de la generación es única, como se ha dicho. Pero si se supone que la mezcla de todas las cosas es una naturaleza única e indefinida en cuanto a tamaño y figura 51 , como parecería que se quiere decir, viene a declarar que los principios son dos: la naturaleza de lo infinito y el intelecto, de modo que, en cuanto a los elementos corpóreos, parece proceder en todo de manera similar a Anaximandro» 52 .
119 SIMPL ., Fís. 27, 9-23: Dice en efecto Anaxágoras que «en todo hay parte de todo» y que «cada cosa es y era manifiestamente aquello de lo que más poseía». Y en esto Teofrasto dice que Anaxágoras habla similarmente a Anaximandro. Pues aquél 53 dice que, en la disgregación de lo infinito, las cosas del mismo género convergen, de modo que, si en el todo era oro, llega a ser oro, y si tierra, tierra, y de modo parecido con cada una de las otras cosas, de manera que nada nace si no existía antes. Además Anaxágoras añade el intelecto como causa del movimiento, por el cual se disgregan los mundos y se genera la naturaleza de las otras cosas. «Y así», dice Teofrasto, «Anaxágoras parece concebir infinitos principios materiales, pero una sola causa del movimiento y de la generación, el intelecto; mas si se considera la mezcla de todas las cosas como si fuera una naturaleza indefinida en cuanto a tamaño y figura, sucede que afirma dos principios: la naturaleza infinita y el intelecto. De manera que, en cuanto a los elementos corpóreos, parece proceder de modo similar a Anaximandro».
120 ARIST ., Met. XII 2, 1069b : No sólo por accidente puede haber generación a partir del no-ser, sino que también todo puede generarse a partir del ser, aunque de un ser en potencia y de un no-ser en acto: y esto es lo Uno de Anaxágoras. En efecto, mejor que decir «todas las cosas [estaban] juntas» —y que la mezcla de Empédocles y de Anaximandro, y que como dice Demócrito— sería decir «todas las cosas estaban juntas en potencia, pero no en acto» 54 .
121 (12 A 9) SIMPL ., Fís. 24, 23-25: [Anaximandro] piensa que la generación se produce no al alterarse el elemento sino al separarse los contrarios por obra del movimiento eterno. Por eso Aristóteles lo conecta con Anaxágoras.
122 (12 A 12) HERMIAS , 10: Anaximandro, conciudadano de [Tales], dice que el principio, más antiguo que lo húmedo, es el movimiento eterno, y que por éste unas cosas se generan y otras se destruyen.
123 SIMPL ., Fís. 41, 17-19: El milesio Anaximandro, hijo de Praxíades, propuso como principio una cierta naturaleza distinta de los cuatro elementos, el movimiento eterno de la cual era, decía, la causa de la generación de los cielos 55 .
124 (12 A 16) ARIST ., Fís. I 4, 187a: Algunos piensan que las contrariedades están en lo uno, a partir del cual se separan 56 .
125 SIMPL ., Fís. 149, 23-25: Las demás se engendran «por condensación y rarefacción»; aunque en cuanto a Anaximandro, como él [Aristóteles] dice, no piensa que se engendren así, sino por separación de lo infinito.
126 SIMPL ., Fís. 150, 20-25: No explica las generaciones por alteración del sustrato, sino por separación. En efecto, las contrariedades están contenidas en el sustrato, que es un cuerpo infinito, y se separan, dice Anaximandro, el primero que llamó «principio» al sustrato. Ahora bien, contrariedades son: caliente, frío, seco, húmedo, etc. 57 .
127 (12 A 1) D. L., I 1: Las partes se transforman, pero el Todo no se transforma.
128 (12 A 9) SIMPL ., Fís. 24, 13-25: Entre los que dicen que [el principio y elemento] es uno, en movimiento e infinito, Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades, que fue sucesor y discípulo de Tales, dijo que el principio y elemento de todas las cosas es «lo Infinito», y fue el primero que introdujo este nombre de «principio». Afirma que éste no es agua ni ningún otro de los denominados elementos, sino una naturaleza distinta e infinita, a partir de la cual se generan los cielos y los mundos 〈contenidos〉 en éstos. Ahora bien, a partir de donde 58 hay generación para las cosas, hacia allí también se produce la destrucción, según la necesidad; «en efecto, pagan la culpa unas a otras y la reparación de la injusticia, de acuerdo con el ordenamiento del tiempo» 59 , hablando así de estas cosas en términos más bien poéticos. Es evidente, entonces, que, tras haber observado la transformación de los cuatro elementos unos en otros, no considera que uno de ellos fuera el sustrato, sino otra cosa aparte de ellos; pero él piensa que la generación se produce no al alterarse el elemento sino al separarse los contrarios por obra del movimiento eterno. Por eso Aristóteles lo conecta con Anaxágoras 60 .
129 (12 A 15) ARIST ., Fís. III 4, 203b: Cualquier cosa es un principio o procede de un principio. Ahora bien, de lo infinito no hay principio, ya que [ése] sería un límite. Además, como principio, es inengendrado e indestructible, pues lo engendrado alcanza necesariamente un fin, y hay un término para toda destrucción. Por eso, según afirmamos, no hay principio de él, sino que él parece serlo de lo demás, y «abarca a todas las cosas y a todas gobierna», como dicen aquellos que no admiten, junto a lo Infinito, otras causas, tales como el Intelecto y la Amistad. Y esto es «lo divino», pues «es inmortal e imperecedero», como dicen Anaximandro y la mayoría de los físicos 61 .
130 (12 A 11) HIPÓL ., I 6, 1: [De este principio dijo que] es «eterno» y «que nunca envejece» y «abarca» a todos los mundos.
131 HOMERO , II XII 322-324: Oh, amigo, si escapando de esta guerra pudiéramos vivir siempre como el que es inmortal y que nunca envejece, no combatiría yo entre los primeros.
132 HOMERO , Od. V 135-136: (Dice Calipso acerca de Ulises): Y le dije que lo haría inmortal y sin envejecer nunca por todos sus días 62 .
133 (12 A 17) AECIO , I 7, 12: Anaximandro declaró que los cielos infinitos son divinos 63 .
134 (12 A 9) SIMPL ., Fís. 24, 18-20: Ahora bien, a partir de donde hay generación para las cosas, hacia allí también se produce la destrucción, según la necesidad; en efecto, pagan la culpa unas a otras y la reparación de la injusticia, de acuerdo con el ordenamiento del tiempo.
135 HOMERO , II. I 69-70: Calcante, hijo de Téstor, el mejor de los augures, conocedor de las cosas que pasan, las que pasarán y las que pasaron.
136 HES ., Teog. 38: [Las Musas] dirán las cosas que pasan, las que pasarán y las que pasaron.
137 (SOLÓN , fr. 3, 16 D.). Con el tiempo a todas partes llegará la reparación.
138 (SOLÓN , fr. 24, 3-5 D.). En el tribunal del tiempo testimoniará estas cosas la gran madre de las deidades olímpicas, la mejor, la negra Tierra 64 .
139 (7 A 1) D. L., I 119: De (Ferécides) de Siro se ha conservado un libro que escribió y que comienza asi: «Zeus, Tiempo y Tierra existieron siempre» 65 .
140 (12 A 11) HIPÓL ., I 6, 1: [Anaximandro] habla del tiempo como si delimitara la generación, la existencia y la destrucción 66 .
141 SIMPL ., Fís. 41, 17-19: Una naturaleza infinita distinta de los cuatro elementos, el movimiento eterno de la cual, decía, era la causa de la generación de los cielos.
142 (12 A 11) HIPÓL ., I 6, 1: Una cierta naturaleza de lo infinito, a partir de la cual se generan los cielos y el mundo ¿contenido? en ellos.
143 (12 A 9) SIMPL ., Fís. 24, 17-18: Una naturaleza distinta e infinita, a partir de la cual se generan los cielos y los mundos 〈contenidos〉 en éstos.
144 (12 A 18) AECIO , II 15, 6: Anaximandro, Metrodoro de Quíos y Crates dicen que arriba de todo está apostado el sol, tras él la luna y bajo ellos las estrellas fijas y los planetas.
145 (12 A 18) AECIO , II 16, 5: Anaximandro dice que los astros son movidos por los círculos y las esferas en las cuales se encuentra cada astro.
146 ARIST ., Del Cielo II 6, 288a: Tenemos ahora que mostrar que el movimiento de los cielos es regular y no irregular. Esto se aplica sólo al primer cielo y al primer movimiento, porque los [cielos] inferiores exhiben una variedad de movimientos 67 .
147 ARIST ., Del Cielo III 2, 300b: Hallamos la misma dificultad cuando leemos, en el Timeo, que antes de que se generara el cosmos, los elementos se movían desordenadamente. Su movimiento tiene que haberse debido a una fuerza compulsiva o a la naturaleza. Y si su movimiento era natural, la consideración del mismo muestra que ya había un ordenamiento cósmico 68 .
148 (12 A 10) Ps. PLUT ., 2: Anaximandro… dice que lo infinito es la causa de la generación y destrucción de todo, a partir de lo cual —dice —se segregan los cielos y en general todos los. mundos, que son infinitos. Declara que su destrucción y, mucho antes, su nacimiento se producen por el movimiento cíclico de su eternidad infinita… Dice también que, en la generación de este cosmos, lo que de lo eterno es capaz de generar lo caliente y lo frío fue segregado, y que, a raíz de ello, una esfera de llamas surgió en torno al aire que circunda a la tierra, tal corno una corteza [rodea] al árbol; al romperse la [esfera] y quedar encerradas [sus llamas] en algunos círculos, se originaron el sol, la luna y los astros 69 .
149 (12 A 11) HIPÓL ., I 6, 4: los astros se generan como un círculo de fuego, separándose del fuego del mundo, circundado cada uno por aire.
150 (2 A 1) D. L., II 1: Fue el primero que inventó el gnomon y lo puso para indicar la sombra en Lacedemonia… para señalar solsticios y equinoccios; y también construyó relojes 70 .
151 (12 A 2) Suda : Fue el primero que descubrió el equinoccio, los solsticios y los relojes 71 .
152 (12 A 5) PLINIO , Hist. Natur. II 31: Haber comprendido la oblicuidad [del Zodíaco] —lo cual significa haber abierto la puerta [hacia la comprension] de las cosas— es asignado por la tradición a Anaximandro de Mileto por primera vez en la Olimpíada 58a. (548-545 a. C.).
153 (12 A 22) AECIO , II 25, 1: Anaximandro dice que la luna es de un círculo 19 veces mayor que la tierra, semejante [a la rueda] de un carro que tiene el borde hueco y lleno de fuego como el sol, y que está situado oblicuamente como aquél 72 .
154 (12 A 1) D. L., II 1: La tierra está situada en el medio [del universo], ocupando el puesto de un centro, y es de forma esférica.
155 (12 A 11) HIPÓL ., I 6, 3: La tierra está suspendida libremente, sin estar sostenida por nada, y está firme a causa de su distancia semejante respecto de todas las cosas.
156 (12 A 26) ARIST ., Del Cielo II 13, 295b: Hay algunos que dicen que ésta [a saber, la tierra], se mantiene [firme] en razón de su equidad, tal como, entre los antiguos, Anaximandro. En efecto, nada puede moverse más hacia arriba que hacia abajo o que en dirección oblicua, cuando está situado en el centro y se mantiene en relación igual con los extremos; y es imposible moverse a la vez en [direcciones] opuestas, de modo que necesariamente se mantiene firme.
157 (12 A 26) TEÓN ESM ., 198, 18: Anaximandro dice que la tierra está suspendida libremente, y que se mueve en tomo al centro del universo 73 .
158 (12 A 10) Ps. PLUT ., 2: En cuanto a la forma, la tierra es cilindrica, y su espesor es un tercio de su ancho.
159 (12 A 11) HIPÓL ., I 6, 3; Su forma [esto es, la de la tierra], es anular, redonda, semejante a una columna de piedra; en una de sus superficies planas estamos situados, pues hay otra antípoda.
160 (12 A 25) AECIO , III 10, 2: Anaximandro dice que la tierra es similar a una columna de piedra 74 .
161 (12 A 19; EUDEMO , fr. 146 W.) SIMPL ., Del Cielo 471, 1: Estas cosas, dice [Aristóteles, en Del Cielo II 10, 291a], «hay que examinarlas con los [conocimientos adquiridos] en astronomía». Pues allí ha sido mostrado lo concerniente al ordenamiento de los planetas, de sus tamaños y distancias, y que Anaximandro ha sido el primero que habla de tamaños y distancias, según narra Eudemo cuando atribuye a los pitagóricos el haber sido los primeros en hablar del orden de la posición [de los astros]. Hasta ahora han sido reconocidos los tamaños y las distancias del sol y de la luna, cuyo estudio fue abordado primeramente a partir de los eclipses, y era natural que Anaximandro los descubriera, así como los de Mercurio y Venus a partir de la comparación con aquéllos 75 .
162 (12 A 21) AECIO , II 21, 1: Anaximandro dice que el sol es igual a la tierra, aunque el círculo a través de cuyo ¿orificio? por donde exhala el fuego, y por el cual gira, es 27 veces mayor que la tierra.
163 (12 A 21) AECIO , II 20, 1: Anaximandro dice que el sol es un círculo 28 veces mayor que la tierra, semejante a la rueda de un carro, tiene el borde hueco, lleno de fuego, y se hace manifiesto por medio de una abertura, como a través de un torbellino ígneo entubado 76 .
164 (12 A 21) AQ . TAC ., II 25, 1: Anaximandro dice que el sol, con forma de rueda, envía su luz. En efecto, así como el cubo de la rueda es hueco y a partir de él se extienden los rayos hacia la circunferencia externa del borde, así también el sol envía la luz desde su cavidad, haciendo extender sus rayos e iluminar las cosas exteriores al círculo. Pero otros dicen que el sol envía la luz como un torbellino ígneo, a manera de trueno desde un lugar hueco y estrecho 77 .
165 (12 A 11) HIPÓL ., I 6, 4-5: Los astros se generan como un círculo de fuego, separándose del fuego del mundo, circundado cada uno por aire. Hay orificios, conductos en forma de flautas, a través de los cuales se muestran los astros, por lo cual, cuando los orificios son obstruidos, se producen los eclipses. La luna aparece a veces creciente, a veces menguante, según la abertura o la obstrucción de los conductos. El círculo del sol, es 27 veces mayor que ¿la tierra, y 18 veces mayor que ésta? el de la luna, y en lo más alto está el sol, en lo más bajo los círculos de los astros fijos 78 .
166 (2 A 22) AECIO , II 25, 1: Anaximandro dice que la luna es de un círculo 19 veces mayor que la tierra, semejante [a la rueda] de un carro que tiene el borde hueco y lleno de fuego como el sol, y que está situado oblicuamente como aquél, teniendo un único orificio a modo de un torbellino ígneo entubado, y que se eclipsa según las rotaciones de la rueda.
167 (12 A 21) AECIO , II 24, 2: Anaximandro dice que el eclipse de sol se produce al obstruirse la abertura por la que se exhala el fuego.
168 (12 A 22) AECIO , II 29, 1: Anaximandro dice que la luna se eclipsa al obstruirse la abertura de la rueda.
169 (12 A 11) HIPÓL ., I 1, 7: Los vientos se generan al separarse del aire los vapores más livianos y cuando, al moverse, se concentran. Las lluvias se generan de los vapores de la tierra despedidos por el sol; y los relámpagos se producen cuando un viento, al golpear, desgarra las nubes.
170 (12 A 23) AECIO , III 3, 1: Anaximandro dice que todas estas cosas [a saber, los truenos, relámpagos, torbellinos y tifones] se producen a causa del viento, de este modo: cuando es circundado por una nube densa, cae forzado por la pequeñez de sus partículas y por su liviandad; el estallido produce entonces el ruido, y su disposición en relación con la negrura de la nube, el resplandor.
171 (12 A 23) SÉN . fil., C. N. II 18: Anaximandro atribuye todas las cosas al viento. Los truenos, dice, son el ruido de una nube golpeada. ¿Por qué son desiguales [las cosas]? Porque también es desigual el viento. ¿Por qué hay truenos también [cuando el cielo está] sereno? Porque también entonces el viento se abre paso a través del aire denso, desgarrándolo. ¿Y por qué algunas veces hay truenos y no relámpagos? Porque el viento más débil es impotente [para provocar] llamas pero no ruido. ¿Qué es entonces el resplandor del relámpago? La agitación del aire que se separa y se precipita, apareciendo como un fuego débil que no puede manifestarse. ¿Qué es el rayo? El curso del viento más ardiente y más denso.
172 (12 A 24) AECIO , III 7, 1: Anaximandro dice que el viento es una corriente de aire en la cual las partículas más livianas y húmedas son movidas o consumidas por el sol.
173 (12 A 28) AM . MARC ., XVII 7, 12: Anaximandro dice que la tierra… después de las lluvias, se abre en grandes hendiduras, por las cuales penetra desde lo alto un aire violento y abundante… por esta causa se producen terremotos en tiempos de evaporaciones o de excesiva caída de agua de los cielos. Y por esto antiguos poetas y teólogos denominaron Neptuno, Enosígeo y Sisictón 79 al poder de la sustancia húmeda.
174 (12 A 28) AM . MARC ., XVII 7, 12: Anaximandro dice que la tierra, al disecarse por la excesiva sequedad de los calores o después de la humedad de las lluvias, se abre en grandes hendiduras, por las cuales penetra desde lo alto un aire violento y abundante, y a través de ellos es promovido por el viento vehemente un estremecimiento en sus propios cimientos. Por esta causa se producen terremotos en tiempo de evaporaciones o de excesiva caída de agua de los cielos.
175 (12 A 5 a) CIC ., De div. I 50, 112: Los lacedemonios fueron advertidos por el físico Anaximandro de que abandonaran la ciudad y las casas y pasaran la noche preparados en el campo, porque era inminente un terremoto. En esa ocasión la ciudad entera se derrumbó y la cumbre del monte Táigeto se desgajó como la popa de un navío 80 .
176 (12 A 27) ARIST ., Meteor. II 1, 353b: Los más versados en sabiduría humana admiten un comienzo del [mar]. [Dicen], en efecto, que todo el espacio que rodea a la tierra era al principio húmedo y que, al ser secado por el sol, una parte de lo evaporado ocasionó vientos y rotaciones del sol y de la luna, mientras la parte restante es el mar. Por lo cual creen que el mar, al secarse, disminuye, y alguna vez terminará por estar todo seco.
177 (12 A 27) ALEJ ., Meteor. 67, 3: En efecto, algunos de ellos dicen que el mar es un residuo de la humedad primitiva; pues [en un comienzo] el espacio que rodeaba a la tierra era húmedo. Después una parte de la humedad se evaporó a causa del sol y se convirtió en vientos, y, por ello también, en rotaciones del sol y de la luna, como si a causa de tales evaporaciones y exhalaciones se produjeran las rotaciones de éstos 81 , girando allí donde sobreviene abundancia de la [humedad] para ellos; en cuanto a la parte que queda en los lugares huecos de la tierra, es mar. Por lo cual, al ser secado por el sol, disminuye y alguna vez terminará por estar todo seco. Según narra Teofrasto, de esta opinión fueron Anaximandro y Diógenes 82 .
178 (12 A 30) AECIO , V 19, 4: Anaximandro dice que los primeros animales se generan de lo húmedo, circundado por cortezas espinosas, y que, al avanzar en edad, llegaron a lo más seco, y al desgarrarse la corteza, vivieron poco tiempo de modo distinto 83 .
179 (12 A 10) Ps. PLUT ., 2: Dice también que, al comienzo, el hombre se generó de animales de otras especies, [deduciéndolo] de que las demás especies se alimentan pronto por sí mismas, mientras el hombre necesita de un largo tiempo de amamantamiento. Por ello, si en un comienzo hubiera sido tal [como es ahora], no habría sobrevivido 84 .
180 (12 A 11) HIPÓL ., I 6, 6: Los animales nacen 〈de lo húmedo〉 evaporado por el sol. El hombre en un comienzo se ha generado similarmente a otro animal, a saber, el pez.
181 (12 A 30) CENSOR ., 4, 7: Anaximandro de Mileto pensaba que del agua y la tierra calientes han nacido o bien peces o bien animales similares a los peces: en éstos los hombres se formaron y mantuvieron interiormente, como fetos, hasta la pubertad; sólo entonces aquéllos reventaron y aparecieron varones y mujeres que ya podían alimentarse por sí mismos.
182 (12 A 30) PLUT ., Quaest. conviv. 730e: Los que descienden del antiguo Héleno y hacen sacrificios al patriarcal Posidón, creen —como los sirios— que el hombre ha nacido de la sustancia húmeda. Por eso también veneran al pez, como compañero de especie y crianza, filosofando mejor que Anaximandro. Éste, en efecto, afirma no que peces y hombres [se generaron] en las mismas [condiciones], sino que al comienzo los hombres se engendraron en peces y se alimentaron como los pequeños tiburones, y que cuando llegaron a ser capaces de auxiliarse por sí mismos, en ese momento salieron y tocaron tierra 85 .
183 (12 A 9 y 12 B 1) SIMPL ., Fís. 24, 13-20: Anaximandro… dijo que el «principio» y elemento de todas las cosas es «lo infinito»… Ahora bien, a partir de donde hay generación para las cosas, hacia allí se produce también la destrucción, según la necesidad; en efecto, «pagan la culpa unas a otras y la reparación de la injusticia, según el ordenamiento del tiempo».
184 (12 A 15 y 12 B 3) ARIST ., Fís. III 4, 203b: «Abarca a todas las cosas y a todas gobierna»… y esto es «lo divino», pues es «inmortal».
185 (12 A 11 y 12 B 2) HIPÓL ., I 6, 1: Lo infinito… «que nunca envejece».
186 (12 A 21 y 12 B 4) AECIO , II 20, 1: El sol es… semejante a la «rueda» de un carro, tiene el borde «hueco»… y se hace manifiesto… como a través de un «torbellino ígneo entubado».
187 (12 A 11 y 12 B 5) HIPÓL ., I 6, 3: La tierra es similar a una «columna de piedra».
188 (13 A 1) D. L., II 3: El milesio Anaximenes, hijo de Eurístrato, fue alumno de Anaximandro; y según algunos, también fue alumno de Parménides… y ha nacido, según Apolodoro, por el tiempo de la toma de Sardes, y murió en la Olimpíada 63a. (528-525 a. C.).
189 (13 A 2) Suda : Anaximenes… nació en la Olimpíada 55a. (560-557) en el tiempo de la toma de Sardes, cuando el persa Ciro destronó a Creso.
190 (13 A 7) HIPÓL ., I 7, 9: (Anaximenes) alcanzó su madurez en el primer año de la Olimpíada 58a. (548-547 a. C.) 86 .
191 (13 A 1) D. L., II 3: Usa la lengua jónica en un estilo simple y mesurado 87 .
192 (13 A 4) ARIST ., Met. I 3, 984a: Anaximenes y Diógenes piensan que el aire es anterior al agua, y primer principio entre los cuerpos simples 88 .
193 (13 A 5) SIMPL ., Fís. 24, 26-28: El milesio Anaximenes, hijo de Eurístrato, discípulo de Anaximandro, dijo, como éste, que la naturaleza subyacente es una e infinita, pero no indeterminada, como dice [Anaximandro], sino determinada, y la llamó «aire» 89 .
194 (13 A 5) SIMPL ., Fis. 22, 9-13. Es necesario saber que una cosa es lo infinito y limitado según la cantidad, lo cual es propio de los que dicen que los principios son muchos, y otra, lo infinito o limitado en tamaño, como admite [Aristóteles] en los argumentos contra Meliso y Parménides, y coincide con Anaximandro y con Anaximenes, que suponen que el elemento es uno e infinito en cuanto al tamaño 90 .
195 (13 A 6) Ps. PLUT ., 3: Afirman que Anaximenes dijo que el aire es el principio de todas los cosas y que es infinito en tamaño, y determinado en lo que respecta a su cualidad.
196 (13 A 7) HIPÓL ., I 7, 1: Anaximenes… dijo que el principio es aire infinito, a partir del cual se generan las cosas actuales, pasadas y futuras, y los dioses y las cosas divinas, y lo demás, de las cosas que proceden de aquél 91 .
197 (13 A 9) CIC ., Acad. II 37, 118: Anaximenes dijo que el aire es infinito, pero las cosas que de él se originan, finitas: la tierra, el agua, el fuego y, a partir de esto, todas las demás.
198 SIMPL ., Fís. 36, 8-13: Cuantos propusieron un elemento único… cada uno de ellos prestó atención a la actividad y a lo propio en relación con la naturaleza de aquél… Anaxímenes, a lo maleable del aire y fácilmente transformable, en ambos sentidos, en agua y en fuego.
199 SIMPL ., Fís. 180, 14-16: Entre los que sostienen que el principio es uno y en movimiento, como Tales y Anaxímenes, al explicar la generación por condensación y rarefacción, sostienen que la condensación y rarefacción son principios contrarios 92 .
200 (13 A 8) HERMIAS , 7: Pero cuando he creído alcanzar una opinión inamovible, Anaxímenes toma la palabra y me replica: Pero yo te digo que el todo es el aire y que éste, al condensarse y unirse, se vuelve agua y tierra y, al enrarecerse y expandirse, éter y fuego, y, volviendo a su naturaleza, aire; enrarecido y condensado, dice, cambia.
201 (13 A 5) SIMPL ., Fís. 24, 28-31: El aire se diferencia en las sustancias particulares por rarefacción y condensación 93 . Al enrarecerse se convierte en fuego, al condensarse en viento, luego en nube, más condensado aún en agua, tierra y piedra; las demás cosas se producen a partir de éstas.
202 (13 A 7) HIPÓL ., I 7, 2-3: El aspecto del aire es éste: cuando está uniforme al máximo, es inaprehensible a la vista; se hace manifiesto, en cambio, por medio de lo frío y lo caliente, lo húmedo y lo móvil. Se mueve siempre; en efecto, todas las cosas que se transforman no se transformarían si [el aire] no se moviese. Al condensarse y enrarecerse parece diferenciarse; pues cuando se dispersa en el grado más sutil, se genera el fuego. Los vientos, en cambio, son aire que se condensa; y la nube se forma a partir del aire, por comprensión; y al condensarse más, agua; y más condensado, tierra; y condensado al máximo, piedras. De este modo, las cosas principales en el proceso de la generación son contrarios: caliente y frío 94 .
203 (13 A 5) SIMPL ., Fís. 24, 31-25, 1: También considera eterno al movimiento gracias al cual se produce la transformación.
204 (13 A 7) HIPÓL ., I 7, 2: [El aire] se mueve siempre; en efecto, todas las cosas que se transforman no se transformarían si [el aire] no se moviese.
205 (13 A 6) Ps. PLUT ., 3: El movimiento existe desde siempre 95 .
206 (13 A 10) AECIO , I 7, 13: Anaximenes dice que el aire es dios.
207 (13 A 10) CIC ., De nat. deor. I 10, 26: Después Anaxímenes estableció que el aire es dios y que éste es engendrado, inmenso, infinito y siempre en movimiento, como si el aire sin forma alguna pudiera ser dios, cuando corresponde no sólo que dios tenga alguna forma, sino que debe ser la más bella, o como si no tuviera que morir todo lo que ha nacido 96 .
208 (13 B 2) AECIO , I 3, 4: El milesio Anaxímenes, hijo de Eurístrato, declaró que el principio de las cosas existentes es el aire, pues de él se generan todas las cosas y en él se disuelven. Así como nuestra alma, dice, al ser aire nos mantiene cohesionados, el soplo y aire abarca a todo el cosmos (toma por sinónimos «soplo» y «aire») 97 .
209 (13 A 7) HIPÓL ., I 7, 4: La tierra es plana y se sostiene sobre aire.
210 (13 A 6) Ps. PLUT ., 3: El aire, al comprimirse, genera primeramente la tierra, de la cual dice que es completamente plana 98 y, también por la misma razón, cabalga en el aire 99 .
211 (13 A 20) AECIO , III 10, 3: Anaximenes dice que la tierra tiene forma de tabla.
212 (13 A 20) ARIST ., Del Cielo II 13, 294b: Anaximenes, Anaxágoras y Demócrito dicen que lo plano [de la superficie de la tierra] es la causa de su estabilidad, pues no corta [el aire] sino que cubre como una tapa al aire de abajo, lo cual parece que hacen los cuerpos que tienen [superficie] plana; pues también éstos se mantienen firmemente contra los vientos por la resistencia [que ofrecen]. Y esto mismo dicen que hace la tierra, por su [superficie] plana, contra el aire que está debajo: al no tener [el aire] lugar suficiente para moverse por estar abajo [de la tierra], permanece compacto, como el agua en la clepsidra 100 .
213 (13 A 20) AECIO , III 15, 18: Anaximenes dice que la tierra cabalga en el aire por causa de lo plano [de su superficie].
214 (13 A 6) Ps. PLUT ., 3; Y el sol, la luna y los demás astros tienen en la tierra el principio de su generación 101 ; así, pues, declara que el sol es tierra, pero que, a causa del movimiento veloz, adquiere calor muy adecuadamente.
215 (13 A 7) HIPÓL ., I 7, 4-5: De modo semejante el sol, la luna y los demás astros ígneos cabalgan en el aire por lo plano [de sus superficies]. Los astros nacen de la tierra por la humedad que de ella se levanta, y al enrarecerse se convierte en fuego, y del fuego que se eleva hacia lo alto se constituyen los astros. Hay otros [cuerpos] de naturaleza terrestre en la región astral, que giran junto con los astros.
216 (13 A 14) AECIO , II 13, 10: Anaximenes dice que la naturaleza de los astros es ígnea y que abarca a algunos cuerpos terrestres [por su naturaleza] que se mueven con ellos y que son invisibles.
217 (13 A 14) AECIO , II 14, 3: Anaximenes dice que los astros están fijos como clavos en lo cristalino; pero algunos ¿dicen que afirmó que? son láminas ígneas que están como pintadas 102 .
218 (13 A 15) AECIO , II 22, 1: Anaximenes dice que el sol es plano como una lámina 103 .
219 (13 A 15) AECIO , II 20, 2: Anaximenes declaró que el sol es ígneo.
220 (13 A 16) AECIO , II 25, 2: Anaximenes dice que la luna es ígnea.
221 (13 A 7) HIPÓL ., I 7, 6; Dice que los astros no se mueven debajo de la tierra, como han supuesto algunos, sino alrededor de ella, como el sombrero alrededor de nuestra cabeza 104 . El sol no se oculta debajo de la tierra sino detrás de las partes elevadas de la tierra, y por la mayor distancia alcanzada en relación con nosotros 105 . Los astros, en cambio, no calientan por la longitud de la distancia 106 .
222 (13 A 14) ARIST ., Meteor. II 1, 354a: Muchos de los meteorólogos antiguos estaban convencidos de que el sol no se mueve debajo de la tierra sino alrededor de ella y de esta región, y que desaparece y produce la noche por la altura de la tierra en relación con la Osa.
223 (13 A 16; EUDEMO , fr. 145 W.) TEÓN ESM ., 198, 4: Eudemo narra… que Anaximenes fue el primero en descubrir que la luna toma su luz del sol y de qué modo se eclipsa 107 .
224 (13 A 7) HIPÓL ., I 7, 7-8: Los vientos se generan cuando el aire condensado se mueve, enrareciéndose; y que al concentrarse espesándose más, produce las nubes y así se transforma en agua. El granizo se produce cuando el agua que desciende de las nubes se solidifica, y la nieve, cuando esas mismas nubes, estando más impregnadas de humedad, toman solidez. El relámpago, cuando las nubes se separan por la violencia de los vientos; una vez separadas aquéllas, se produce la luminosidad ígnea y brillante.
225 (13 A 19) GAL ., In Hipp. de hum. III: Anaximenes sostiene que los vientos se producen a partir del agua y del aire, y que por un ímpetu desconocido son arrastrados rápida y violentamente igual que vuelan las aves.
226 (13 A 18) AECIO , III 5, 10: Anaximenes dice que el arco iris se produce por el brillo del sol contra una nube densa, sólida y oscura, porque los rayos mezclados en ella no pueden atravesarla hasta el límite 108 .
227 (13 A 7) HIPÓL ., I 7, 8: El arco iris surge cuando los rayos del sol se precipitan en el aire condensado.
228 (13 A 7) HIPÓL ., I 7, 8: Y se produce un terremoto cuando la tierra es alterada al máximo por calor y enfriamiento.
229 (13 A 21) ARIST ., Meteor. II 7, 365b: Anaxímenes dice que la tierra que se humedece o se seca se quiebra y es sacudida por esos desgarramientos de colinas que se caen. En consecuencia, los terremotos se producen durante las sequías y también durante lluvias abundantes.
230 (13 B 1) PLUT ., De prim. frig. 947f: Dice que lo comprimido y condensado es frío y que lo raro y «relajado» (lo llama así, con esa palabra) es caliente 109 .
231 (13 B 2) AECIO , I 3, 4: Así como «nuestra vida», dice, al ser aire, «nos mantiene cohesionados», «el soplo y aire» abarca a todo el cosmos (toma por sinónimos «soplo» y «aire») 110 .
232 (13 B 2 a) AECIO , I 22, 1: El sol es plano como una «lámína».
233 (13 A 6) Ps. PLUT ., 3: La tierra… «cabalga» en el aire.
234 (13 A 14) AECIO , II 14, 3: Los astros están fijos como «clavos» en lo cristalino.
235 (13 B 1) PLUT ., De prim. frig. 947f: O, como pensaba el viejo Anaxímenes, no dejemos a la sustancia ni lo frío ni lo caliente, sino considerémoslos como afecciones comunes de la sustancia producidas en los cambios; pues dice que lo comprimido y condensado es frío, y que lo raro… es caliente.
236 (13 B 3) OLIMP ., De arte sacra lap. phil. 25: El aire es próximo a lo incorpóreo; y puesto que nacemos según su flujo, es necesario que sea infinito y rico, para que nunca cese 111 .
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1 La referencia de Heródoto al origen fenicio de Tales (ver texto núm. 7) es demasiado escueta para servimos de dato fidedigno.
2 El hecho de que el léxico Suda nos dé dos referencias cronológicas tan distintas en un mismo capítulo da una idea aproximada de las dificultades que podemos tener para fechar la vida de Tales. Pero lo más probable parece que sus actividades más conocidas hayan tenido lugar en el primer tercio del siglo vI a. C.
KIRK (K-R , pág. 74) propone como punto de referencia el eclipse de sol que habría pronosticado según textos números 39 a 45, y que debe haberse producido en el 584 a. C. (ver nota 25). El texto núm. 284 (dentro del cual va incluido el párrafo que aquí leemos como texto núm. 6) nos muestra a un Tales anciano enseñando a un Pitágoras joven (ver las notas respectivas), que llegó hasta el año 500, más o menos. Por ello —y no sólo por ello— pensamos que no tenemos que ceñimos al esquema de las cronologías antiguas, que calculaban que un hombre había alcanzado su madurez (akm en griego, floruit en latín) a los 40 años, y que ese momento podía fijarse por un hecho conocido, en este caso, el presente pronóstico del eclipse. De ser así podrían ser aceptables las fechas propuestas por Apolodoro (texto 1).
3 Fuentes de origen diverso coinciden en el viaje de Tales a Egipto.
Las referencias a su aprendizaje junto a sacerdotes (cf. texto núm. 6) nos sugieren una procedencia aristotélica: según Aristóteles, en el cap. 1 de la Met. (981b), los sacerdotes egipcios, libres de tener que trabajar por su sustento, descubrieron las matemáticas. Así Tales y Pitágoras deben haber aprendido matemáticas en Egipto; sin embargo, Heródoto y otros historiadores conocieron que no fueron los sacerdotes egipcios los que «inventaron» las matemáticas; y hoy sabemos que las matemáticas, en el tiempo de Tales y de Pitágoras, distaban de estar desarrolladas científicamente en Egipto.
4 Aunque Ferécides de Siro ha escrito una teogonia empleando un lenguaje mítico que ha engañado ya en el siglo iV a. C. sobre su antigüedad, hoy sabemos que es posterior a Tales y a Anaximandro, y debe situarse en la segunda mitad del s. vI . (Cf. JAEGER , Teología, cap. IV, págs. 71-76; cf. texto núm. 139.)
5 Plutarco sigue a Aristóteles burdamente en este pasaje.
En efecto, en el texto núm. 18 se aprecia cómo Aristóteles llega a la afirmación de que para Tales el agua es el principio de todas las cosas, y cómo en ello pudo haber tenido un precedente en Homero (ver nota 13). A eso se añade la decisiva importancia que puede haber tenido Egipto para el acopio de sabiduría, y el viaje que allí hizo Tales. Pero llevar a Homero también a Egipto para aprender lo mismo, es absurdo.
6 Sobre este texto, ver el núm. 284 y las notas respectivas.
7 Se refiere a la alianza con los Iidios bajo la conducción de Creso, no a la alianza de los Estados jónicos entre sí, a que alude el texto anterior.
8 El empleo más antiguo de la palabra «sabio» en griego se refiere a la destreza o habilidad en el ejercicio de alguna práctica artesanal; y después, a la destreza propia del estadista, como era el caso de los «siete sabios».
PLATÓN , en el Prot. 343a, nos ofrece el más antiguo testimonio de una lista de los «siete sabios». Allí figuran junto a Tales, Pitaco de Mitilene, Bías de Priene, Solón de Atenas, Cleóbulo de Lidia, Misón de Quenea y Quilón de Lacedemonia.
9 En estos textos vemos ampliarse el sentido de la palabra «sabio»: la ciencia natural o filosofía natural también son «sabiduría». Como se ve, Tales era «sabio» en varios sentidos.
10 Sobre Hipócrates como matemático y comerciante, ver texto núm 365.
11 Es altamente probable que, ya en el tiempo de Aristóteles, no existieran obras de Tales, si es que escribió alguna.
De esta posición son, últimamente, K-R, pág. 86, MADD. , Ionici, pág. 3 (donde se alude al modo de mencionar Aristóteles a Tales, que sugiere que lo que dice lo sabe por tradición oral), y F. KRAFFT , Geschichte der Naturwissenschaft, I, Friburgo, 1971, pág. 87. GICON , Ursprung, pág. 55, se adhiere a la tradición doxográfica que atribuye a Tales la Astronomía Náutica, pero son más fuertes los argumentos en contra, sobre todo en vista de que la tradición doxográfica considera que ha sido un poema, en el cual al decir de BURKERT , LaS, pág. 416, nota 87, resultaría poco adecuada la palabra gōnía («ángulo»), que debería aparecer forzosamente si era geómetra, como en los teoremas que se le atribuyen en los textos núms. 36 a 38. Precisamente el del texto núm. 36, en que se menciona el presunto lenguaje arcaico de Tales con un ejemplo, es para B. GLADIGOW , «Thales und der Diabétes», Hermes 96 (1968), 264 y 265, y BURKERT , op. cit, prueba de que Eudemo —presunta fuente de dicho texto— conocía el libro, que Burkert incluso bautiza con el nombre de Sobre solsticios y equinoccios (LaS, pág. 416), suponiendo que D. L. lo ha citado como dos libros distintos por error. Contra la «prueba» de Gladigow y de Burkert, ver nuestra nota 23.
12 Lo más probable es que Tales haya estado más cerca de «los antiguos… y primeros en reflexionar sobre los dioses» que de la depurada ciencia de los principios y de las causas de Aristóteles. Por eso conviene precisar el contexto de los tres primeros capítulos de la Met. para una comprensión correcta de este texto.
En efecto, tras la mención de las diferentes formas de «saber» (eidénai ) y la separación de dos ámbitos de conocimiento, el empírico y el teórico, Aristóteles se ocupa de una ciencia superior, a la que llama «sabiduría» (sophía ), con las siguientes implicaciones: a) la «sabiduría» (sophía ) es la ciencia de las primeras causas y de los primeros principios; b) supone que, gracias a eso, se alcanzará el conocimiento de todas las cosas; c) no tiene un fin utilitario; d) posee el más alto grado de universalidad y abstracción; e) conoce el fin por el cual debe hacerse cada cosa. Luego expone brevemente los cuatro sentidos del vocablo «causa» («material», «agente» o «eficiente», «formal» y «final») y se ocupa de las doctrinas filosóficas anteriores. Este enfoque queda parcializado por su concepción de la «sabiduría», ya que introduce términos como «sustancia», «accidente», «principio» y «elemento». Respecto de estos dos últimos vocablos véanse textos núms. 74 a 83 y las notas respectivas. U. HÖLSCHER , A. F., pág. 46, declara que «no tenemos fundamento alguno para considerar al agua como sustancia primaria que se transforma en todas las sustancias, ni para suponer que Tales fue conducido a esa concepción por la observación de la evaporación o sedimentación». De todos modos reconoce un origen oriental de tal concepción, que de «mítica» pasa «en Tales a convertirse en física».
13 Las palabras «quienes consideran» aluden sin duda a Platón, y «los más antiguos» a Homero.
En Ilíada XIV 201 se narra que Hera va a visitar, en los confines de la tierra, a «Océano, génesis de los dioses, y a la madre Tetis»; en XIV 246 menciona sólo a «Océano, quien, génesis para todas las cosas, las ha procreado». Platón cita el verso XIV 201 en el Teet. 152e, y algo menos literalmente en Crát. 402b, y en el Teet. 180c-d (como en Crát. b-c) asocia este verso, mezclado o confundido con XIV 245, a Heráclito y quienes ven las cosas como ríos en perpetuo flujo. En ningún caso Platón dice que para Homero o sucesores sean agua las cosas y más bien los toma como «movilistas», pero puesto que en el último pasaje menciona a Océano y a Tetis referidos a todas las cosas, parece probable que Aristóteles piense en Platón. (Ver también texto núm. 5.)
14 Hipón (de Regio o de Samos) también es mencionado por Aristóteles sosteniendo lo mismo que Tales, aunque con reticencia «por el escaso valor de su pensamiento». Ningún texto que se le pueda atribuir literalmente se ha preservado, y los testimonios son no sólo escasísimos sino contradictorios. Ha de haber vivido un siglo después de Anaximenes, aproximadamente.
15 Esta afirmación corre por cuenta de Simplicio, y además de no tener otro apoyo se contradice con lo que él mismo (aunque leyendo a Teofrasto) declara en el texto anterior.
16 Aunque este texto no figure en DK, su contenido está implícito en el testimonio de Aristóteles, y asimismo responde a su concepción de filosofía «natural».
Las expresiones physikè theoría, philosophía physiké, etc., reconocen una inspiración aristotélica que hace de la «naturaleza» (physis ) el objeto de investigación de «los primeros que filosofaron», a quienes llama indistintamente physikoí (literalmente: «naturalistas») o physiológoi (literalmente: «los que hablan de la naturaleza»). En sentido estricto, el calificativo lo aplica a quienes dicen que el principio de todo se mueve (Fís. I 2, 184b-185a, en contraposición con Parménides y Meliso), ya que la «naturaleza» es «principio y causa del movimiento y del reposo en aquello que la tiene por sí y primeramente. y no por accidente» (Fís. II 1, 192b); pero dado ese carácter sustancial, vale para todas las cosas, y es aplicado en consecuencia a quienes se supone han pensado en lo que es sustancial para todas las cosas.
17 Este pensamiento es platónico. Ver texto núm. 401.
18 En el primer texto y en el último de esta serie están los dos pensamientos principales que —aparte de la concepción del agua como principio— atribuye Aristóteles a Tales: 1) Todo está lleno de dioses. 2) El imán tiene alma porque mueve al hierro (o bien, simplemente, que el alma mueve ).
Los textos 27 y 28 hacen intervenir la otra tesis, la de la humedad; pero a la vez su referencia a lo divino como inteligente evidencia un anacronismo incuestionable, que no proviene de Teofrasto. La frase «todo está lleno de dioses» no ha de ser tomada literalmente, y menos aún interpretada como un panteísmo incipiente. A nuestro modo de ver, sólo es una reformulación de un pensamiento —transmitido oralmente— acerca de la vida que mueve a todo ser vivo y aun a lo inanimado.
19 Los pasajes de Aristófanes muestran que en pleno siglo v el nombre de Tales estaba públicamente vinculado con la geometría.
Ciertamente, los pasajes de las Nubes y las Aves, obras estrenadas en el 423 y 415 a. C., respectivamente, contienen no sólo sátiras de gusto dudoso sino reveladoras de un desconocimiento de las personas ridiculizadas y los temas que trataban. En las Nubes, podemos hallar a un Sócrates sofista como el sofista más atacado por el Sócrates platónico o a un Sócrates geómetra o científico natural, materias a propósito de las que en la Ap. platónica dice no saber nada. Hallaremos en esa obra, sobre todo, criticado el pensamiento de Diógenes de Apolonia, pero como si correspondiera a Sócrates. En el otro caso se atribuye el intento de cuadrar el círculo (que por ese entonces tal vez sólo Hipócrates de Quíos había emprendido) a un astrónomo como Metón. De todos modos, el hecho de que en ambos pasajes se mencione una suerte de compás primitivo, llamado diabétes, y algún otro instrumento geométrico, conectado —aunque sea a la distancia, pero sacando de la galera un nombre que debía ser conocido al gran público— con Tales ha sido suficiente para que no sólo BURKERT (WuW , págs. 392-393, La S, págs. 415-417) sino GLADIGOW , en el artículo que precisamente los conecta (ver nota 11), se pongan en primera fila entre quienes ven en Tales al fundador de la geometría griega.
20 De las dos explicaciones que se habrían dado en la antigüedad tardía respecto de la medición de las pirámides por Tales, es la primera la que tiene más visos de ser aceptada como cierta.
En efecto, no sólo la primera cuenta con el respaldo de un discípulo de Aristóteles, Jerónimo de Rodas, quien —según cuenta D. L., I 27— habría dado la misma versión, sino que aparece como la más natural. Una suerte de comparación empírica como la propuesta puede ser efectuada sin convertirse por eso en geómetra; sólo basta tener un cierto interés y espíritu de observación. La otra, de todos modos, no implica ninguna teoría general de triángulos similares. Cf. HEATH , I, 130
21 Entre ellos, Heródoto, Diodoro de Sicilia y Estrabón.
Este texto forma parte del denominado «sumario» o «catálogo de geómetras» de Proclo, y sirve a menudo de base para los historiadores de las matemáticas griegas, que lo atribuyen generalmente al discípulo de Aristóteles encargado de eso, Eudemo. Curiosamente, ese «sumario», relativamente extenso, es el único «fragmento» de Eudemo (mimero 133) de la recopilación de F. Wehrli donde no figura el nombre de Eudemo. También nos resulta curioso que se mencione como fuente coinctdente a un historiador, Herodoto, que —en contraste con la tesis del maestro de Eudemo, Aristóteles, sobre el nacimiento de las matemáticas entre los sacerdotes egipcios; cf. nota 3— pone el origen de la geometría en motivaciones prácticas sorteadas por funcionarios de palacio. Además, el texto habla de historiadodes, en plural, y en ese caso debe abarcar a hombres que, como Diodoro y Estrabón, vivieron unos tres siglos después de Eudemo. Y más debe aludir a Estrabón (XVI 2, 24), puesto que éste no sólo repite, como Diodoro, lo referente a la geometría, sino que atribuye un origen similar —por lo pragmático— a la aritmética en el comercio fenicio, lo cual está también en Proclo. Semejante versión del nacimiento de las matemáticas no puede provenir de un peripatético, y debemos descartar a Eudemo.
22 Si Tales ha comprobado que el diámetro divide al círculo en dos partes iguales, sólo puede haber sido por un procedimiento empírico, pre-científico.
En un artículo de 1957 («Die Beweisführung in den klassischen Wissenschaftem des Altertums», que citaremos por su inclusión en UBV ), B. L. vAN DER WAERDEN afirma: «Proclo (vale decir, Eudemo) dice expresamente que Tales ha demostrado, que el diámetro divide al círculo en dos mitades iguales» (p. 46) y añade que «sería ridículo corregir a Eudemo sobre la base de que conocemos la geometría de Tales mejor que él» (p. 45). Pero el caso es que la atribución a Eudemo de este texto y el que sigue carece de fundamento, ya que Proclo no lo menciona y no dice cuál es la fuente de su afirmación (Wehrli no incluye estos dos textos en su recopilación de fragmentos de Eudemo). Por lo demás, HEATH , I, pág. 131, hace notar que ni siquiera Euclides llega a tal demostración, limitándose a definir en el primer libro de sus Elementos al «diámetro» como «una recta que atraviesa el círculo pasando por su centro y terminando, en ambas direcciones, en la periferia, dividiendo así al círculo en dos partes iguales». Heath se acoge a la sugerencia de Cantor de que simplemente Tales habría observado este hecho en cualquiera de los círculos que se hallan en monumentos egipcios y que aparecen divididos por 2, 4 ó 6 diámetros con un resultado de 4, 8 ó 12 secciones iguales. De cualquier modo, no basta la mera observación para afirmar que las secciones son iguales. La «demostración matemática» que propone Proclo consiste en una invitación a imaginarse una de las dos partes del círculo —separadas por el diámetro— sobre la otra, y si coincide (epharmózei ), implica que es igual. Esta propuesta de Proclo (p. 157, 17-158, 1) no está referida a Tales, ni menciona fuentes, aunque sin duda se base en el axioma 7 de Euclides, que afirma que las cosas «coincidentes» (epharmózonta ), es decir que, al aplicarse «una sobre otra», coinciden, «son iguales entre sí». Este procedimiento de «superposición» o «congruencia» se convierte, de hecho, en un recurso empírico que aplica Euclides en los teoremas 1 y 4 del libro I, aunque, claro está, no en forma imaginativa, sino con regla y compás (y otros recursos de índole deductiva). Pero K. v. FRITZ (cf. «Die APXAI in der griechischen Mathematik», ABG 1 (1955), 396-398, y «Gleichheit, Kongruenz und Ähnlichheit in der antiken Mathematik bis auf Euklid», ABG 4 (1959), 7-11 y 45-50) ha entendido que Tales ha de haberlo aplicado en la forma euclideana. Y más explícitamente Gladigow, en el artículo ya mencionado, donde liga indisolublemente a Tales con el compás. Nosotros no estamos seguros de que tal cosa no haya sido posible, pero como tampoco tenemos indicios de que Tales haya hecho tal cosa —Proclo, ya lo vimos, no lo dice—, creemos que éste y los teoremas siguientes forman parte de una tradición (tardía, probablemente, ya que Aristóteles jamás menciona a Tales en contextos de esa índole) que, unida a los chistes de Aristófanes, han forjado la imagen de un Tales geómetra; al menos, en ese sentido, puede haber sido un precursor.
23 La equivalencia entre «similar» e «igual» puede haber resultado «arcaica» en tiempos de Proclo y Simplicio, pero vale por lo menos desde Homero hasta Aristóteles, o hasta Euclides.
Como hace notar K. v, FRITZ («Gleichheit, etc.», pág. 47), ya en Homero se halla una equivalencia entre hómoion e íson, «similar» e «igual», respectivamente, y cita II. V 440-441, donde Apolo insta a Diomedes a no tratar de ser «igual» a los «dioses», pues jamás serán de una raza «similar» a la de él. Pero más importante para nosotros es una frase del tratado aristotélico Del Cielo (II 14, 296b), donde se dice que los cuerpos celestes se mueven hacia la tierra pero no en forma paralela, sino «en ángulos iguales» (traducción Heath, en Aristarchus, 237; en griego es pros homoías gomas ). Esta frase molestó a Simplicio, quien aclara «llama ‘similares’ a los ángulos ‘iguales’» (Del Ciclo 538, 22). Es decir, del mismo modo que un siglo antes alude Proclo a Tales, calificando dicho lenguaje de «arcaico» (podía resultar arcaico en el s. V o VI d. C.). Pero eso no significa que Proclo o su fuente hayan tenido un libro de Tales al lado, como afirman rotundamente Burkert, Gladigow y Werden, entre otros. Ha bastado para ello el pensar, como en el caso del teorema anterior, que Tales ha usado un procedimiento de «congruencia» y no una metodología deductiva que partiera del abstracto concepto de «igualdad».
24 Proclo atribuye la relación de los textos 37 y 38 a Eudemo. En el primer caso, empero, añade que la demostración del teorema la hizo Euclides. En el segundo, sospecha («dicen») que ha de haber conocido dicho enunciado para hacer un cálculo que se le atribuye.
Como tanto el teorema I.15 (texto núm. 37) como el I.26 (texto núm. 38) en la forma que figuran en Euclides suponen numerosos teoremas y problemas anteriores, así como diversos axiomas, postulados y definiciones del libro I, además de estar estructurados deductivamente (lo cual sólo es posible a partir de Parménides), es impensable que hayan sido formulados por Tales, aunque de éste puede provenir algún enunciado más simple y más precario. Pero es sintomático el caso del texto núm. 38, para el cual se han buscado distintas aplicaciones, de las cuales la más simple es la que escoge HEATH , I, págs. 131-133, y perfecciona Gladigow. Si un observador se sitúa en lo alto de una torre frente al mar, cerca de la cual se ve un barco, con una suerte de compás fija —como eje capaz de rotar— en el suelo una de las piernas del mismo, mientras con la otra apunta al barco, hasta lograr formar (entre ambas piernas del compás) el ángulo más preciso. Acto seguido, manteniendo el ángulo, hace rotar la pierna-eje hasta que la otra apunte a un objeto sito en tierra firme. Después es cuestión de medir la distancia que hay desde ese objeto hasta la torre, y esa medida es precisamente la que hay desde el barco hasta la torre. La idea es simple e inteligente; sólo que —contra lo que afirma Heath— no necesita el conocimiento previo de un teorema según el cual, si dos triángulos tienen dos ángulos, de uno, respectivamente iguales a dos ángulos del otro y un lado de uno igual a un lado del otro, los otros dos lados y el restante ángulo, de uno, serán iguales a los respectivos lados y el restante ángulo del otro. El mismo Heath, al preferir este procedimiento a otros más complejos, hace notar que se asemeja más al caso de la medición de la altura de las pirámides. Es decir, añadimos nosotros, es un sentido fuertemente intuitivo de la comparación entre las distancias, aunque quizá requiera haber practicado con un compás distintas operaciones prácticas. De ellas puede haberse derivado un enunciado de un teorema (pues «teorema» debería llamarse sólo cuando queda demostrado; si no, no habría diferencia con una hipótesis, un postulado o un axioma), y no a la inversa. De cualquier modo, revela un intenso interés por medir y calcular.
25 De las fechas diversas que los distintos testimonios asignan al eclipse que habría pronosticado Tales, la que ha obtenido más adherentes es la del año 584 a. C. Pero si la anécdota forma parte del repertorio más conocido entre quienes hablan de la antigüedad, los especialistas modernos son, más que cautos, escépticos.
En efecto, si bien L. BLANCHE , «L’éclipse de Thalès et ses problèmes», Revue Philosophique de la France et de l’Etranger 2 (1969), 154-199, aduce frente a quienes alegan que Tales no podía disponer de elementos para pronosticar eclipse alguno, la filiación babilónica del hecho, en la más reciente y monumental obra sobre la astronomía antigua, NEUGEBAUER realiza un detallado estudio de la astronomía babilónica anterior al período seléucida y luego pasa a ocuparse de lo hecho en la Grecia clásica, donde dedica unos pocos párrafos al «eclipse pronosticado por Tales», con escepticismo, empero, a que sean tenidos en cuenta: nadie dudaría que en el siglo vI a. C. un filósofo griego dispusiera del instrumental adecuado para predecir un eclipse solar, pero «podría invocar la astronomía de los ‘caldeos’, de quienes Tales podría haber recibido cualquier información que requiriera. Esta vaga pero conveniente teoría ha sufrido un colapso en vista del presente conocimiento sobre la cronología de la astronomía babilónica en general y de la teoría lunar en particular. Ahora es evidente que, incluso tres siglos después de Tales, no podría haber sido predicho ningún eclipse solar que fuera visible en Asia menor, ni siquiera en Babilonia. Allí sigue en pie otra vaga hipótesis: la predicción por medio de ciclos —nuevamente, de ser necesario, estaba a disposición la consulta a Babilonia—. Desdichadamente, empero, no existe allí ningún ciclo —históricamente manejable— de eclipses solares visibles en una localidad dada, y cualquier intento de establecer un ciclo requeriría la posesión de registros locales de muchos siglos» (Astron., II, pág. 604).
La cosa parece así concluyente. Todavía a GUTHRIE , I, pág. 48, le parece viable la sugerencia de Diels de que Tales pudo ser testigo de un eclipse visible en Egipto en el 603, aun cuando no se atreve a puntualizar de qué modo pudo servirle eso. Nuestra hipótesis es otra: la anécdota, narrada por Heródoto (texto núm. 43), de que durante un combate en el 585/4 entre lidios (rey: Aliates) y medos (Ciaxares) se produjo un eclipse total de sol es históricamente posible. Algo así debe haber producido pánico o al menos una profunda impresión entre los combatientes, aunque Heródoto no dice que Tales ni ningún jonio fuera siquiera testigo del suceso. Según D. L., I 23, entre jonios como Jenófanes y Heráclito (ver texto núm. 679 y nota 82 a Heráclito) repercutió el hecho, o al menos le valió fama de «astrónomo». Relea el lector el texto núm. 11, donde Aristóteles trae a colación una dudosa anécdota según la cual los «conocimientos astronómicos» de Tales le habrían permitido pronosticar una cosecha de aceitunas y hacer un jugoso negocio. Recordemos, finalmente, que el mismo Diógenes registra el dato de que Tales recibió la denominación de «sabio» durante el arcontado de Damasio, año 582.
Nosotros estamos acostumbrados a que se diga que tal o cual futurólogo pronosticó un hecho importante, pero como nos informa de tal predicción luego de acontecido el hecho, no sabemos si fue realmente así; también suele pronosticarse, año tras año, un terremoto en el océano Pacífico, la muerte de un importante hombre público o una catástrofe aérea, y sólo se destaca el pronóstico cuando acierta (con frecuencia, lamentablemente). Pero nuestra hipótesis recoge estos dos últimos datos sólo para enriquecerla. Ella consiste básicamente en hacer notar que el mismo Heródoto menciona el pronóstico de Tales luego de narrar el eclipse; Tales, famoso por sus «conocimientos astronómicos», si presenció un eclipse en Egipto, lo ha narrado. Al ocurrir un eclipse en pleno combate entre pueblos vecinos, los jonios dicen que Tales lo pronosticó. Más que eso, es difícil, a nuestro juicio, proponer.
26 Aunque remite a Eudemo, este texto es poco fidedigno. Del eclipse de sol, hemos hablado. Sobre solsticios, cf. nota 71.
27 Lo mismo es atribuido a Parménides (texto núm. 895).
28 Esta suerte de metáfora parece reconocer tras ella la idea oriental de un mar originario, según HÖLSCHER , A. F., página 46.
29 Anaximandro ha nacido entre el año 618 a. C. y el 610, más de 20 años después que Tales, aunque han muerto casi al mismo tiempo (entre el 548 y el 545 a. C.).
En efecto, si en los años 547-546 tenía sesenta y cuatro, significaría que nació en 618-617, si bien el texto núm. 55 menciona como fecha de nacimiento el 610. A su vez, el texto núm. 1 (ver nota 2) ubica la de Tales en el 640 y la de la muerte de éste en la misma Olimpíada 58a. La referencia a Polícrates debe ser un error, ya que éste comenzó a gobernar en Samos después del año 540 a. C. (ver nota 26 a «Pitágoras»).
30 No ha habido una «escuela de Mileto», aunque no es improbable que Anaximandro haya aprendido algo de Tales, y, a su vez, Anaximenes haya aprendido algo de Anaximandro.
Sobre este punto, ver la Introducción a este capítulo, págs. 59-60
31 Teopompo, historiador del siglo iV a. C., incurre en un manifiesto error, acaso engañado por el estilo pseudo-cosmogónico de Ferécides (ver texto 139 y nota 65).
Cf. KAHN , Anaximander, pág. 240, acerca de la fecha de «madurez» de Anaximandro como alrededor de treinta años anterior a la de Ferécides, y JAEGER , Teología, cap. IV, páginas 71-76. Ver nuestra nota 4.
32 En este artículo del léxico Suda se mezclan obras escritas (aunque la posterioridad sólo ha conocido una, la citada en primer término) con obras de otro carácter.
El verbo gráphō significa «delinear», «pintar», «dibujar», «escribir»; hemos traducido, empero, «compuso», para dar cabida a la heterogeneidad de obras compuestas. En efecto, que haya escrito un libro Sobre la naturaleza es algo ya señalado en el texto núm. 63. Pero lo que aquí traducimos «mapa de la tierra», Gês período, podría ser tomado como el título de un libro, «Recorrido (o «circuito») de la tierra», si no fuera porque la misma expresión (con el añadido «entera») se lee tal cual en el verso 206 de las Nubes de Aristófanes (texto núm. 70) con el manifiesto sentido «mapa de la tierra», y con términos semejantes en los textos núms. 67 a 69. El núm. 67, respecto de la «esfera», dice que la «fabricó», lo cual suena a anacronismo. Pero en todo caso no es título de un libro.
33 En este pasaje burlesco puede aludirse al geógrafo Hecateo, algo más cerca en el tiempo de Aristófanes, pero la anterior referencia a Tales (ver texto 30) pone de manifiesto que la Geometría y la Astronomía son presentadas al gran público como «productos» de Mileto, por así decirlo.
Ver nota 19, sobre el valor testimonial de Aristófanes. En cuanto a la expresión «mapa de la tierra entera», gês períodos pásēs, ya ha sido dicho en la nota 32 que, con excepción de la última palabra, se halla atribuida expresamente a Anaximandro en los textos 66 a 69 (en el 66 con las mismas palabras). Por lo demás, y como se ha dicho en nota 21, ya desde HERÓDOTO , II 109, el origen de la geometría ha sido imaginado en la medición de lotes de tierra, de ahí el origen del vocablo geometría según Heródoto (gên metreîn ), que probablemente conociera Aristófanes: o bien el juego verbal podría tender a recordar a los geómetras su origen de agrimensores.
34 El gnomon es una escuadra o una varilla colocada perpendicularmente sobre un plano, de modo que su sombra indica la dirección y altura del sol.
35 Sobre las posibilidades de que un gnomon sirviera, en tiempos de Anaximandro, para conocer todo lo que se dice en la transcripción de Eusebio, ver nota 70.
36 Hemos subrayado la palabra «principio» en la última frase, porque sólo en ella aparece claramente discernida de lo que es el «elemento», con el cual Aristóteles (y ya Platón en el Timeo ; cf. texto núm. 82) y Teofrasto la identifican siempre que hablan de los presocráticos.
37 Éste es el primer sentido con que es usada la palabra «elemento» (acaso inventada por los maestros de gramática o sofistas), como primer constitutivo de una palabra, o sea, «letra» que a veces —sobre todo cuando es escrita— es cada «signo dibujado» o grámma, palabra de la cual el «elemento», que es sonido primordialmente, pasa a ser sinónimo.
38 Aquí se produce el cambio en que el vocablo «elemento» (stoicheîon ) pasa a ser constitutivo último del Universo, no ya de una palabra. Esto sucede por vez primera en Platón, como según Simplicio (texto 79) narra Eudemo. Y se ve más claro que es Platón y su grupo o escuela en el texto núm. 82, cuando dice «los llamamos», y no «los llaman», a pesar de que se refiere ostensiblemente a Empédocles. Por eso Isócrates, en el texto núm. 386, habla toscamente de Empédocles, diciendo que para éste «la multitud de cosas» son «cuatro», sin mencionar términos como «principios» o «elementos», que, sin duda, Empédocles no usó.
39 Anaximandro no fue el primero en usar la palabra «principio», sino el primero en que Teofrasto ha creído hallar este vocablo en el sentido aristotélico del mismo.
En el texto núm. 77 la palabra «inicio» traduce al vocablo arché, que es el que Platón, Aristóteles y Teofrasto vierten como «principio». Aristóteles y Teofrasto conocían bien a Homero, por lo cual el sentido de los textos núms. 75 y 76 (el núm. 74 se presta a mayor confusión) no es el de decir que Anaximandro fue el primer griego que usó la palabra arché, sino el de que fue el primero que la usó con las connotaciones que le da Aristóteles, que de algún modo proceden de Platón, como se ve en el texto núm. 83, pero con características muy precisas: lo primero y lo último, pero a la vez la «sustancia» que permanece tras el cambio «accidental» y el nacimiento y muerte de las cosas que comienzan desde eso «primero» y terminan en eso «último».
40 Traducimos tò ápeiron por «lo Infinito» para no complicar la redacción con perífrasis o términos siempre discutibles y, sobre todo, para no desorientar al lector que ha oído hablar de «lo Infinito» de Anaximandro y no violentar los testimonios doxográficos haciendo una traducción en términos en que evidentemente no pensaron. Pero si el concepto de «infinito» en un sentido temporal (o, más bien, cuantitativo) es posterior a Parménides, la idea de «infinito» aplicada a la multiplicidad de «elementos» o al carácter múltiple del «elemento» es un anacronismo de Aristóteles y Teofrasto, que lo aplican a Anaximandro a partir de la visión que se forjan de Anaxágoras y de los atomistas. En el lenguaje arcaico de Anaximandro, la sustantivación del adjetivo ápeiron, aplicado por Homero a la tierra y al mar para sugerir ia imposibilidad de recorrerlos por completo y acaso también su profundo misterio, parecería indicar algo total, omniabarcante —y, por lo tanto, en lo que se atiende no sólo a la tierra y al mar, sino al firmamento— y por eso mismo innombrable, por lo que recurre a sustantivar dicho adjetivo, como si fuera «lo más profundo, inescrutable, inabarcable».
Ver nuestra «Introducción» a los milesios, págs. 58-59 Los adjetivos «vasto/a» (textos núm. 89 y 92), «inmensa» (textos 90 y 91), «incontable» (texto 95), «profundo/a» (textos 96 y 98) traducen el adjetivo griego ápeiron (apeíron , en el jonio homérico), lo mismo que, en plural, «inextricables» (texto 97). Análogamente, el vocablo griego contrapuesto a ápeiron, péras (o peîrar, en el jonio homérico; traducido habitualmente por «límite») es el que corresponde a nuestras traducciones «confines» (textos núms. 93 y 94, en plural, peírata ) y «fin» (texto 99, en plural en griego, también). El mismo MONDOLFO , El infinito en el pensamiento de la antigüedad clásica (trad. F. González Ríos), Buenos Aires, 1952, pág. 48, que sustenta la tesis de que en todo momento y en todo sentido los griegos tuvieron la noción de «infinito», frente a pasajes como el que recortamos como texto núm. 89 —y muchos otros similares— apunta que la tierra aparece allí «concebida o sentida como inagotable lugar de exploración: forma característica de un pueblo de exploradores». Empero nos desilusiona al traducir esos pasajes como «la tierra infinita». ¿Cómo puede concebirse una tierra «infinita» si tiene «límites» o «confines»? Si la infinitud hubiera de ser concebida como «inexplorabilidad» o «inagotable lugar de exploración» (quitando el sentido meramente espacial), estaríamos de acuerdo hasta cierto punto en llamar a tò ápeiron de Anaximandro como «lo inexplorable»; pero no es ése el caso de Mondolfo (cf. ob. cit., págs, 77 sigs. y 286 sigs.), ni mucho menos, por supuesto, el de Teofrasto y los doxógrafos (textos núms. 84-88) que pensaban en términos aristotélicos.
41 Platón parece concebir a lo que denomina «madre y receptáculo de todo lo que nace» pensando en algo como tò ápeiron de Anaximandro, pero con la diferencia de que, aun cuando las frases platónicas acerca del entrar de las cosas (al nacer desde las Ideas?) y salir (al morir) pudieran ser metafóricas, se trata de un lenguaje que, a nuestro juicio, resultaría inaceptable para Anaximandro: tò ápeiron es el Todo (cf. texto 127), y por ello nada hay fuera de él : todo nace, vive y muere en él.
42 El equivocado —o al menos desconcertado— ha sido el doxógrafo, ya que los testimonios que más fidedignamente proceden de Teofrasto aseguran que lo Infinito es el «elemento», pero «lo que está aparte de los elementos» tradicionalmente conocidos.
43 La argumentación es típicamente aristotélica. También la forma en que menciona contrarios y los contrapone, Pero es posible que una forma más concreta de contrariedad en el seno de lo Infinito haya sido propuesta por Anaximandro. Cf. nota 57.
44 Esta afirmación de Simplicio debe provenir de Teofrasto o de una comparación con el libro de texto de Teofrasto que le permite saber que, al aludir a quienes hablan de «lo que está aparte de los elementos», en el texto núm. 103, Aristóteles se refiere a Anaximandro; la referencia a «lo Infinito», además, podría facilitar tal inferencia. De todos modos, tiene todas las características de una fórmula peripatética (o del tipo de las fórmulas usadas en la antigua Academia o en el Liceo para uso escolar) y de ningún modo puede provenir de Anaximandro.
45 Este texto núm. 106, y, entre los que siguen inmediatamente, los núms. 107 y 109-115, forman un conjunto (en el cual intercalamos un par de comentarios de Simplicio que muestran la antigüedad del problema que crean y de su discusión) de nueve pasajes en que Aristóteles habla de un principio o elemento intermedio entre dos elementos (para «intermedio» usa expresiones como metaxy, textos núms. 102, 103 y 108. o como méson, textos núms. 104 y 109; o bien dice simplemente que se trata de algo más sutil que un elemento y más denso que otro como en los textos núms. 105-107 y 110). Y algunos helenistas modernos entienden que en esos nueve textos Aristóteles alude a Anaximandro (cf. KAHN , Anaximander, págs. 44-46).
46 En vista de lo tratado en las notas 45 y 49, resulta importante advertir la claridad con que Aristóteles diferencia el modo en que dos grupos de pensadores (o pensadores agrupados por él en su esquema) hablan acerca de la generación de las cosas desde un cuerpo o cuerpos originarios: 1) algunos piensan que es por condensación y rarefacción; 2) otros juzgan que es por separación de los contrarios contenidos en ese sustrato originario.
47 Simplicio, al comentar el texto núm. 115, se siente obligado a explicar por qué Aristóteles habla sólo de tres elementos y no de cuatro. Esta razón la da Aristóteles en Met. 989a (cf. texto núm. 474), y es posible que sirva de base a la que aquí da Simplicio.
48 Como se echa de ver, lo que está en discusión en este comentario de Simplicio es (al menos para él y para Porfirio) lo que ha dicho «textualmente» Aristóteles, aunque nosotros hubiéramos preferido que se ocuparan de lo que «textualmente» haya dicho Anaximandro, ya que el libro de Aristóteles lo tenemos, y el de Anaximandro no. Sin duda, tampoco ellos lo tenían.
49 De los nueve pasajes en que Aristóteles alude a la tesis de que el sustrato primordial es algo «intermedio» entre dos elementos (ver nota 45), en sólo uno Aristóteles menciona a Anaximandro (texto núm. 115), y dentro del segundo grupo discriminado en dicho pasaje (ver nota 46); en el primer grupo incluye a los que piensan que el sustrato primordial es aire, agua o fuego, o bien algo intermedio. Cabe inferir, por ende, que Aristóteles no pensó que Anaximandro hablara de algo «intermedio ».
KAHN , Anaximander, pág. 45, se aferra al hecho de que en los textos núms. 107, 109, 110 y 114 se habla de «lo infinito», así como que en los núms. 110 y 114 se usa el verbo periéchó, «abarcar», un verbo muy «presocrático» y que, en el texto núm. 129, también a nosotros nos parece que puede haber empleado Anaximandro. Respecto del uso de la expresión «lo infinito» por Aristóteles, podría citarse una extensa lista de pasajes en que la emplea (no menos de 30 veces en el libro III de la Física-, sólo una vez en conexión explícita con Anaximandro, texto núm. 129, dos con algo «intermedio», textos núms. 107 y 109, y por lo menos dos expresiones referidas a Anaxágoras) sin que nadie sostenga que alude a Anaximandro. Aquí bástenos con mencionar un pasaje de la Metafísica (texto núm. 112), donde dice que «los itálicos» toman como principio material tò ápeiron, y Anaxágoras hē apeiría («la infinitud») de homeomerías. Aristóteles suele «anaxagorizar» a otros pensadores, tal vez en particular a Anaximandro, lo cual es muy probable que acontezca en el núm. 114, donde se habla de «lo abarcante» (tò periéchon ), expresión que no hallamos en ningún texto anterior a Anaxagoras (lo cual no significa que en el texto 114 o cualquier otro se atribuya a Anaxágoras el haber pensado en algo «intermedio»). Además, como dice Hölscher (A. F., 37), «¿cómo podría ser descrito lo «abarcante» como algo intermedio?».
Entonces los helenistas se preguntan: ¿a quién alude Aristóteles cuando menciona —sin nombrar— a quienes sostienen que el principio es «intermedio» entre dos elementos? Kirk piensa que no se trata de una referencia de valor histórico, sino «con miras a la exhaustividad», «meramente para ejemplificar» (K-R, pág. 112, y «Some Problems in Anaximander», incluido en SPP, I, especialmente págs. 327-334). Claro que podría dar ejemplos mucho más curiosos; además, si se proponía dar todos los ejemplos posibles, podría hacer tal mención en la lista de elementos propuestos, según Aristóteles, por presocráticos (en Met. I 3-5), y ser «exhaustivo» en cuanto a los casos de situaciones «intermedias». Sin embargo, rara vez menciona más de dos elementos en esos casos, y cuando ejemplifica con tres, como en el texto núm. 114, habla de «algo intermedio entre aire y agua» o «entre aire y fuego», pero no entre agua y fuego. Que ese caso lo concebía, está a la vista en el texto número 116, «excepcionalmente y, sin duda, por error», según Kirk (SPP, I, pág. 327). Pero en De gen. y corr. II 4, 331b, vemos que no es excepcional, sino sólo más difícil porque, dice Aristóteles, deben cambiarse más cualidades para que el agua se cambie en fuego y viceversa.
Si la idea de «lo intermedio» puede corresponder a Diógenes de Apolonia, como afirma una y otra vez Nicolás de Damasco, es algo que se examinará en el capítulo respectivo. Pero conviene notar que quien propusiera un proceso de condensación y rarefacción a partir de un elemento, por ej. del aire en agua o del aire en fuego, de hecho tal propuesta (hecha por él o atribuida a él por Aristóteles) incluiría forzosamente el pasaje por situaciones intermedias, lo que no implica, naturalmente, convertir a alguno de esos momentos intermedios en «elemento» y «principio» (conceptos aristotélicos de todos modos, como hemos visto).
Lo que aquí interesa es que Aristóteles no atribuye a Anaximandro lo Infinito como principio «intermedio» entre dos elementos. v tampoco lo hace Teofrasto, quien introduce a Anaximandro en la lista de Met. I 3, de la cual había sido omitido.
50 Ya en nota 43 hemos aludido a una posible concepción de contrarios en lo Infinito de Anaximandro, y remitido su tratamiento a nota 57. Aquí diremos que, aun cuando el texto de Aristóteles, a primera vista, reúna a Anaximandro con Empédocles y Anaxágoras en la tesis de una unidad primigenia de la cual se separan las cosas formando el mundo, esto tal vez valga para Empédocles —en forma alternada— y Anaxágoras, cosa que será examinada en los capítulos respectivos del segundo volumen. No así para Anaximandro: dicha tesis, con el agregado de la idea de «mezcla», implica una «anaxagorización» de Anaximandro. Que lo real es uno y múltiple, en cambio, vale también muy probablemente para éste, pero con el carácter de simultaneidad: ya hemos dicho (nota 41) que la multiplicidad de cosas no entra ni sale de lo uno, de modo tal que puede decirse que lo Infinito es a la vez «uno» (como todo) y «múltiple» (sus partes).
51 Teofrasto habla hasta aquí sólo de Anaxágoras; si es o no correcta su afirmación, será examinado en su oportunidad.
52 Ahora Teofrasto compara a Anaxágoras con Anaximandro: aquél se diferencia de éste en cuanto habla del «intelecto» como causa o principio distinto de «lo infinito», pero en cuanto a éste, se asemejan. Ciertamente, estamos seguros de que es anacrónico, en cualquiera de los dos casos, hablar de «elementos corpóreos», pero esta expresión peripatética podría tener apoyo en expresiones de ambos, aunque con rasgos distintos.
Ya hemos visto que lo ápeiron, que en el texto homérico núm. 95 significa «incontable», puede ser a la vez «uno» (en cuanto al Todo) y «múltiple» (en lo que hace a sus partes; nota 50). Pero «múltiple» no implica «infinito» (ver nota 40). Considerar que el ápeiron es «infinito» en el sentido de que es o contiene muchas cosas (no ya «elementos») es una «anaxagorización» típica de los procedimientos simplificadores de Aristóteles y Teofrasto. En ellos incurre CHERNISS , ACPP, pág. 377, cuando sugiere que el plural genérico «de los cuales» (que nosotros preferimos traducir «de donde»; cf. texto 128 y nota 58) puede implicar, como en Anaxágoras, que ápeiron consista en una «multitud ilimitada». Claro que esto es sólo sugerido, pero luego (página 378) le parece «satisfactorio» y lo defiende. Incluso en el texto núm. 95 «el pueblo incontable» que llora en Troya la muerte de Héctor no es, naturalmente, una «multitud ilimitada». Más bien es una alusión poética (y por Teofrasto sabemos, texto núm. 128, que Anaximandro empleaba términos que resultaban «más bien poéticos» al mismísimo Teofrasto) a la extraordinaria cantidad de gente reunida y llorando. Insistimos, por consiguiente, en hacer de tò ápeiron, aun accediendo a traducirlo «lo Infinito», un Todo insondable, de profundidades de misterio como sugiere el firmamento; nos negamos, en cambio, a aplicar a la multiplicidad de «cosas» (para decirlo con la palabra vaga con la que, al fin y al cabo, parece expresarlo Anaximandro) —contenidas en «lo Infinito»— la condición de numéricamente infinitas.
53 Lo que, según Teofrasto, «aquél dice» corresponde sin duda a Anaxágoras. Por esa razón hemos invertido, en la frase anterior, el orden en que figuran los nombres de Anaxágoras y Anaximandro.
MCDIARMID , TonPC, pág. 100, n. 63, dice respecto del pronombre ekeînos, «aquél»: «No sólo el uso normal del griego requiere que esta palabra se refiera al primero de los dos nombres mencionados, esto es, a Anaximandro; sino que, a menos que ekeînos sea Anaximandro, la comparación con Anaxágoras pierde sustento; y la referencia a Anaxágoras, por su nombre, en la afirmación siguiente no sería necesaria sí no debiera indicar un cambio de sujeto». Pero fuera de la norma gramatical, no se advierten las razones de McDiarmid, ya que el final de la cita muestra, como en el texto núm. 118, que Teofrasto encuentra una similitud entre Anaximandro y Anaxágoras respecto de la «mezcla» de «infinitos elementos corpóreos». Y la referen cia a Anaxágoras que, según McDiarmid, perdería sentido si no indicara un cambio de sujeto («Además Anaxágoras añade el intelecto, etc.»), lo que indica es el punto en que Teofrasto encuentra la diferencia con Anaximandro: la adición del intelecto.
Respecto de la parte gramatical leemos en la Ausführliche Grammatik II de R. KÜHNER-B.GERTH (4.a ed., 1955, vol. I, págs. 641 sigs.) que, en general, ekeînos «designa un objeto que no está en el ámbito del que habla, y lo que vale en cuanto al espacio, vale en cuanto al tiempo». Análogamente, D. LANZA , Anassagora, Florencia, 1963, pág. 48, menciona ejemplos en que ekeînos alude al último personaje citado: IsócRATES , XIII 9; PLATÓN , Ap. 18d-e y Fedro 233e, en los cuales ekeînos apunta «a personajes distintos de aquellos a los cuales se dirige el discurso, de ahí que indique una lejanía lógica; así como en Met. 1053b tiene valor cronológico». Por citar un solo caso, el de Ap. 18d-e, el pronombre allí no se refiere a los acusadores recientes, que han sido mencionados en primer lugar, sino a los aludidos en segundo lugar, que son quienes «hace tiempo» lo han acusado.
54 Este texto núm. 120, uno de los únicos cuatro pasajes en que Aristóteles menciona a Anaximandro (los otros son los textos núms. 115, 129 y 156), lo «mezcla» nuevamente (como en el núm. 115) con Empédocles y Anaxágoras y con el concepto de «mezcla».
Adoptamos la puntuación de Ross, ya que de otro modo el resultado sería insólito: «como dice Demócrito, todas las cosas estaban juntas en potencia, pero no en acto». Aquí el concepto de «mezcla» parecería no afectar a Anaxágoras, pero la frase citada (fr. 1) de algún modo la supone, y en la mirada retrospectiva del fr. 4 reaparece con el calificativo de «mezcla de todas las cosas» (symmixis pántōn chrémdtón ).
55 El «movimiento eterno» tiene en estos textos todas las características de una formulación abstracta mediante la cual los doxógrafos se refieren a los procesos concretos que se producen en lo Infinito (o que produce lo Infinito, como Todo), corno son la generación y la destrucción, o la lucha y arreglo de cuentas entre contrarios.
Tanto «movimiento» (kinēsis ) como «eterno» (aídios ) son vocablos ajenos al mundo de los presocráticos; de los milesios, al menos.
56 Esto, que es atribuido a Anaximandro (ver texto 115), es un caso típico de «anaxagorización» por parte de Aristóteles.
En efecto, en el fr. 12 de Anaxágoras se afirma que «se separa lo raro de lo denso, lo caliente de lo frío, etc.», y no es cuestión de separarse sólo un contrario del otro, sino que se separan de la mezcla primigenia (fr. 4). En tal sentido, la distinción que hacen KIRK , K-R, págs. 120-130, KAHN , Anaximander, págs. 19-20 y 40-41, y LANZA , Anassagora, página 195, entre otros, entre el verbo apokrínesthai y ekkrínesthai parece irrelevante, y los ejemplos que se pueden hallar no acreditan una distinción importante.
57 Anteriormente a Heráclito (fr. 126) no hallamos testimonios de oposición de cualidades, como caliente, frío, seco y húmedo. Pero sin duda hallamos oposiciones de «cosas» que, vistas desde una perspectiva posterior, puede decirse que tienen cualidades. Probablemente ése sea el caso de Anaximandro.
W. BRÖCKER , «Heraklit zitiert Anaximander», Hermes 84 (1956), 382-384, sugiere que el fr. 126 de Heráclito («las cosas frías se calientan, lo caliente se enfría, lo húmedo se seca, lo reseco se humedece», ver texto 634 y nota respectiva), que «no suena en absoluto a heraclíteo», es una cita textual de Anaximandro, que debe ser intercalada en el texto de Teofrasto-Simplicio núm. 128, en lugar de la discutida frase «a partir de donde hay generación para las cosas, hacia allí también se produce la destrucción». Y en su apoyo utiliza la última frase del texto que estamos comentando, «contrariedades son: caliente, frío, seco, húmedo, etc.», como si fuera una paráfrasis de Teofrasto de aquella cita (el «etc.», que molesta a semejante hipótesis —ya que el texto heracliteano menciona dos parejas, sin sugerir otras—, es considerado por Bröcker, «sin duda, un añadido de Teofrasto»). KAHN , Anaximander, págs. 182 y sigs., especialmente pág. 196, comparte la tesis en cuanto al sentido conceptual, pero no en lo que concierne a la literalidad de la presunta cita. G. E. R. LLOYD , «Hot and cold, dry and wet in Greek Philosophy», en JHS 84 (1964), especialmente págs. 96-100, admite que las palabras «pagan la culpa unas a otras, etc.» implican una lucha o una oposición de contrarios, pero no de cualidades; y sugiere (como también, en otro sentido, HÖLSCHER , en A. F., págs. 18-25) que Anaximandro tiende a inscribirse en una línea cosmogónica como la que, más tarde, tentativamente sigue Parménides en el «discurso de la opinión» (donde se habla del «fuego de la llama» como opuesto a la «noche oscura»). Esta idea nos parece más plausible, aun cuando no creamos —porque no hay testimonio que lo acredite— que Anaximandro haya adoptado figuras míticas de las cosmogonías tradicionales, y pensamos que ha buscado más explicaciones que permitieran una construcción cosmológica comprensible.
58 Las palabras que siguen hasta el vocablo «tiempo», tras el cual viene el comentario de Teofrasto sobre el tono poético del lenguaje de Anaximandro, son consideradas textuales por DK, junto con las primeras «…principio… de todas las cosas es lo Infinito» (12 B 1). No obstante, se discute dónde comienza la cita textual. Por lo demás, las expresiones que traducimos «a partir de donde» y «hacia allí» literalmente deberían vertirse «a partir de las cuales» y «hacia las mismas», es decir, en plural, lo cual ha inducido a veces a pensar que no se refieren a «lo Infinito», que es mencionado en singular. Nosotros hemos entrecomillado lo que consideramos textual. El fraseo peripatético que lo precede es aplicado por Aristóteles a Tales, Anaximenes, etc. (en Met. I 3), con significativa omisión de Anaximandro, por lo cual nos parece un exceso de Teofrasto aplicarlo a éste y que, para colmo, se lo tome como textual. La frase que hemos entrecomillado aparece ligada, al menos por Teofrasto, a la anterior, y parece implicar una lucha entre opuestos pero también una legalidad que impone justicia.
Respecto del plural «a partir de las cuales» (o «de las cosas») y «hacia las mismas», existen cuando menos tres interpretaciones: 1) «el plural es genérico» (K-R, pág. 118); 2) el plural vale como plural, y se refiere a los «elementos» que son mencionados por Simplicio poco después de la cita de los «términos poéticos» que emplea Anaximandro (KAHN , Anaximander, págs. 166 sigs.); 3) el plural vale como plural, pero se refiere al Infinito, «que no es una entidad singular sino una magnitud» (CHERNISS , ACPP, pág. 377; ver nuestra nota 52). Aunque por motivos ya aducidos en notas anteriores nosotros preferimos la posición 1, dicha polémica pierde mucho su importancia en cuanto hay actualmente casi unanimidad en considerar la frase como una inserción peripatética. En general, empero, se estima que «según la necesidad» ha de pertenecer a la cita textual, por ser chreon un término arcaico. Nosotros no la incluimos en ella, sin embargo, dado que, en el texto que tenemos de Simplicio, forma parte de la frase tenida por apócrifa; y al no poder saber con certeza cuál era el texto originario no sabemos tampoco cuál sería el presunto papel de «según la necesidad». BRÖCKER (art. cit., pág. 384) «reconstruye» la frase en base al fr. 126 de Heráclito, al fin del cual cabe bien «según la necesidad», pero ya hemos visto en nota 57 (cf. nota 54 a «Heráclito») la debilidad de su tesis. Quizá sería más apropiada la frase que entrecomillamos en texto núm. 129 (abarca a todas las cosas y a todas gobierna) para la sustitución, ya que hemos indicado que la cita de Anaximandro implica una legalidad que hace justicia, y esto conviene a la idea de «gobierno». Pero también tiene que incluir una referencia a la oposición entre contrarios, o, en fin, al tipo de comportamiento de las «cosas» que conduce a que paguen «la culpa unas a otras».
59 No es el tiempo quien ordena, sino que «la reparación de la injusticia» tiene lugar de acuerdo con la forma en que está ordenado el tiempo. Por ello lo primero que sugiere la cita que hace Teofrasto es la alusión al día y a la noche, al verano y al invierno, aunque la situación puede implicar muchas más «cosas», y además llevar una oposición como, por ejemplo, entre «luz» y «tinieblas» a una dimensión humana y no sólo cosmológica.
Sobre lo relativo al «tiempo», ver textos núms. 134-140 y notas 64 y 66. El hecho de que Simplicio —¿o Teofrasto?—interprete la frase como referida «poéticamente» a la «transformación de los cuatro elementos unos en otros», no significa que debamos acogernos a la misma, cambiando sólo, con KAHN , Anaximander, págs. 178 sigs., la inequívocamente peripatética expresión «los cuatro elementos» por parejas varias de contrarios, como «frío y calor, humedad y sequía, oscuridad y luz», etc. En nota 57 nos hemos manifestado más propensos a ver oposiciones entre «cosas» más concretas como «llama» y «noche». En cualquier caso, el temor jurídico de la legalidad propuesta es innegable —lo cual es violentado por la reformulación peripatética— y lo mismo la referencia al tiempo. Como se suele decir, un contrario prevalece un período de tiempo, y como expiación debe ceder su lugar al opuesto, lo que, en la frase precedente, ha sido interpretado por Teofrasto como el nacimiento de uno y la muerte del otro a partir y hacia lo Infinito.
60 Aristóteles conecta a Anaximandro con Anaxágoras en cuanto le atribuye la separación de los contrarios a partir de lo Infinito, lo cual lo hemos considerado como una «anaxagorización».
R. MONDOLFO , «Eraclito e Anassimandro», en Studi e Ricerche di Storia della Filosofia, Turín, 1959, hace notar que el texto que estamos comentando dice expresamente que el elemento del cual los opuestos se generan es lo Infinito y procede no por vía de la alteración sino de la separación recíproca debida al movimiento, y que la generación se cumple simultáneamente a través de ambos componentes de toda pareja de opuestos. Esta interpretación crearía dificultades a la de Kahn y Bröcker, entre otros. Pero por nuestra parte consideramos que todo eso es una reformulación aristotélica en términos de Anaxágoras (cf. texto 124 y nota 56), y que no hay cuestión de separación de contrarios en Anaximandro —y menos a partir de lo Infinito, hacia afuera— sino de lucha, predominio temporario y expiación de su falta.
61 En este pasaje, aunque pleno de términos aristotélicos en su argumentación, encontramos algunas frases que son atribuidas a Anaximandro, y que nos enfrentan con el carácter divino de lo Infinito, omniabarcante y gobernante de las «cosas» que contiene.
C. J. CLASSEN , «Anaximander», Hermes 90 (1962), 168-169, declara que, de acuerdo con el texto 128, «según Anaximandro, el equilibrio de los contrarios no depende de un poder más alto, sino que es garantizado por sí mismo en el orden del tiempo», de lo cual infiere que no se puede atribuir a lo Infinito de Anaximandro un «gobernar». Lo que pasa es que para Classen «el ápeiron de Anaximandro debe ser entendido ante todo espacialmente» (pág. 167), y siendo así le corresponde «abarcar» todo, mas no «gobernar». Pero el hecho de que el ápeiron pueda ser considerado espacial no significa que sea sólo espacial o ante todo espacial. Lo que está en juego aquí no es «un» dios sino «lo divino» (como dicen, según los que hablan de lo Infinito, pero sin añadir Intelecto, como Anaxágoras, o Amistad, como Empédocles, si bien Empédocles parece ser traído a cuento sólo con miras a señalar una diferencia en este trío que hemos visto suele ser artificialmente reunido). Por consiguiente, no es un «poder más alto», al menos más alto que el ápeiron, sino el ápeiron quien gobierna, lo cual no puede ser entendido como una acción personificadora, sino significativa de que todo tiene sentido.
62 «Inmortal y que nunca envejece» es una expresión de la poesía épica jonia para designar atributos divinos.
Cf. los textos 131 y 132: athánatos kaì agerōs (o en neutro: athánaton kaì agerōn ). En el texto 129 encontramos la primera de ambas palabras, athánaton, en neutro, junto a otra más tardía, anólethron, «imperecedero»; a su vez, junto a un vocablo también más tardío, aídion, «eterno», leemos en el texto núm. 130 agerōn, en neutro. Esto nos sugiere que la frase original de Anaximandro era athánaton kaì agerōn, «inmortal y que nunca envejece», como atributos de «lo divino», lo Infinito.
63 La expresión «los cielos infinitos son divinos» constituye una distorsión manifiesta del pensamiento expresado por Aristóteles.
64 No hay necesidad de ver aquí una personificación del tiempo para darle el justo sentido al texto de Solón, que es el mismo del texto núm. 137.
W. JAEGER , Paideia, I, págs. 180-182, interpreta la frase del texto núm. 128 que hemos traducido «de acuerdo con el ordenamiento del tiempo» en comparación con un pleito ante un juez «que fija la pena» (para lo cual puede usarse el verbo táttein, correspondiente al sustantivo taxis, «orden» u «ordenamiento»). Dice Jaeger que el juez es el tiempo: «cuando uno de los contendientes ha tomado demasiado del otro, le es quitado de nuevo el exceso y dado a aquel que ha conservado poco». F. DIRLMEIER , «Der Satz des Anaximandros», RhM 87 (1938), 376-382, y «Nochmals Anaximandros von Milet», Hermes 75 (1940), 329, advierte que la única base que tiene Jaeger para dar al vocablo táxis —y a todo el fragmento de Anaximandro— carácter judicial es un yambo de Solón, de donde extraemos los versos que figuran como nuestro texto núm. 138, en el que aparecen las palabras en díkēi chrónou («en la corte del tiempo», traduce KIRK , K.-R, pág. 120). Dirlmeier interpreta que el peso mayor en el texto de Solón recae sobre Díke, la divinidad de la justicia, de la cual el tiempo es sólo auxiliar y aliado. Para eso, propone enmendar el texto, de modo que diga en Díkes thrónoi («en el trono de la justicia»). Ello resulta forzado. Solón pretende decir, en este yambo, lo mismo que en el texto anterior (núm. 137): con el tiempo se hará justicia, con el tiempo (núm. 138) se me hará justicia. No hay necesidad de personificar al Tiempo ni convertirlo en juez para dar sentido a estos textos y al de Anaximandro; de cualquier modo, el tono jurídico de este último es innegable.
65 La cosmogonía de Ferécides, aun conservando un ropaje mítico, supone no sólo un avance sobre Hesíodo sino un conocimiento de Anaximandro.
Cf. texto núm. 139 y notas 4 y 31. Con una leve modificación, el mítico Cronos —padre de Zeus— se convierte en Chronos, «tiempo». Pero esta personificación del tiempo no juega un papel significativo en la cosmogonía de Ferécides, y en todo caso no puede ser nunca un antecedente sino un derivado de Anaximandro.
66 Aunque con lenguaje anacrónico, esta dexografía reproduce mejor el sentido de la frase de Anaximandro sobre el tiempo.
67 Probablemente Anaximandro ha hecho el primer intento serio de una descripción del orden cósmico, incluido el firmamento, y también de la formación del mismo (esto es, una descripción cosmogónica, aunque carente de las figuras mitológicas de Hesíodo). Pero la presentación que de ella ha ofrecido Teofrasto —o el resumen que de tal presentación recogieron los doxógrafos— se ha prestado a un encasillamiento de Anaximandro como sostenedor de la tesis de múltiples cielos y mundos.
Ya Platón —Timeo 31a— se formula la pregunta de si hay un único «cielo» o múltiples, y se inclina por la primera alternativa. En él, como a menudo en Aristóteles, «cielo» y «universo» se identifican. Pero como en Del Cielo Aristóteles distingue por lo menos tres acepciones del vocablo «cielo» (I 9, 278b: 1) la de «primer cielo»; 2) la que corresponde a los lugares en que se mueven la luna, el sol y los astros; 3) el universo), podemos seguir su diferencia entre un «primer cielo» (= «la esfera de las estrellas fijas»; HEATH , Aristarchus, pág. 221) y los «cielos inferiores», en los que se ubican el sol, la luna y «algunos astros». Anaximandro probablemente ha descrito un ordenamiento cósmico tentativo del sol, la luna, las estrellas fijas y las errantes o planetas (cf. texto núm. 144). Teofrasto, quien también ha hablado de un «primer cielo» (Metafísica 6a) y de kósmos en sentido de «ordenamiento cósmico» (ídem 11a y tal vez 7a; cf. texto núm. 822 y nota respectiva), tal vez ha aludido a la descripción de Anaximandro en términos peripatéticos, hablando de «cielos» y de «cosmos», facilitando así la tarea doxográfica de averiguar si, por ej., Anaximandro hablaba de uno o muchos «cielos» y «mundos».
68 Traducimos kósmos la segunda vez por «ordenamiento cósmico» para que resulte comprensible el texto, y la primera, por «cosmos» en sentido de «universo». Ver nota anterior sobre lo mismo.
69 Es posible que este texto, aunque se halle en su mayor parte reformulado en términos peripatéticos, exprese un intento cosmogónico de Anaximandro. La expresión «capaz de generar» (gónimon, cf. HÖLSCHER , A. F., págs. 20-22), así como la comparación con la «corteza» que rodea «al árbol», referida a «una esfera de llamas», sugieren un intento arcaico de explicar la formación del universo, y pueden corresponder a Anaximandro.
70 Según HERÓDOTO , II 109, los griegos aprendieron en Babilonia e introdujeron en Grecia el gnomon y el reloj del sol, así como la división del día en doce partes. Dado que en Homero ya hallamos divisiones del día en seis partes (tres mientras hay sol, tres de noche), es posible que ya en tiempos de Anaximandro se haya hecho tal avance o un paso de transición.
DICKS , Solstices, págs. 29-30, discute la afirmación de Heródoto. Según él, «tal división no llegó a usarse en Grecia, incluso en escritos científicos, hasta fines del siglo iV ; por el contrario, el momento del día era indicado a grandes rasgos mediante frases tales como prōías… y perì plothousan agoren o prin agoren lythênai… De hecho, el gnomon no fue usado para dar la hora (excepto tal vez al mediodía) hasta el período helenístico». (prōías indica, como la expresión que le sigue, «de mañana», aunque la segunda tenga como referencia el momento en que el mercado está en pleno movimiento, así como la tercera indica que es «antes de que cierre el mercado», es decir, ya en el mediodía.) Pero la afirmación de Dicks resulta excesiva: Heródoto no escribió a fines del siglo iV a. C. sino a mediados del v (o sea, un siglo y medio antes) y menciona algo que existe en Grecia. Podemos dudar si es correcta la afirmación acerca de su procedencia, pero no de que los haya visto Heródoto en Grecia. Y si el gnomon no era usado para dar la hora, no se sabe cómo Heródoto imaginaba que podía hacerlo. Ya en Homero hallamos discernidas tres partes en el día: la mamaña temprana o aurora (ēes ), el mediodía (méson êmar ) y la tarde (deílē ). Cf. II. XXI 111 y Od. VII 288. También se habla de tres partes de la noche, mensurables al parecer por el recorrido de los astros; cf. Il. X 251-253 y Od. XII 312. Estas divisiones habrán sido efectuadas en base a la observación de la trayectoria del sol, de día, y de los astros, de noche. En todo caso, parecen anteriores a las expresiones que menciona Dicks, que han de derivar de las otras, ya que, antes de que hubiera instrumentos precisos para medir el tiempo, el hombre realizaba sus actividades según sus necesidades, sí, pero también según la luz que hubiera (como sigue haciéndolo en parte aún hoy). Los vocablos empleados en los textos núms. 150 y 151 para «relojes» implican, según Kirk, que «el terreno cercano al gnomon estaba calibrado de modo de dar la hora del día, así como la posición del sol y la eclíptica y de este modo la estación del año» (K-R, págs. 102-103). Dicks, art. cit., exige más: «que el gnomon esté colocado de modo que su eje sea paralelo al eje de la tierra, etc.». De otro modo, dice Dicks, las «observaciones de la sombra de un gnomon sólo pueden dar a grandes rasgos la indicación de la hora», cosa que, en el caso de la hora, que estamos viendo, Dicks supone que sólo puede esperarse que se produzca al mediodía; esto es, añadimos nosotros, que sirviera menos de lo que le servía al hombre homérico su propia observación del sol. Nosotros no pretendemos que la sombra del gnomon haya marcado con exactitud cronométrica las 24 horas del día, pero pensamos que gente como Tales y Anaximandro, que miraban al cielo buscando un orden y tratando de medir lo terreno, bien pueden haber dividido el día de acuerdo con la trayectoria del sol (y de los astros), y haber usado el gnomon para medir «a grandes rasgos » las correspondencias de los momentos de la trayectoria diurna del sol con los de la vida humana.
71 Si ya Hesíodo sabía algo acerca de solsticios y de estaciones, cabe suponer que los que se han ganado la fama de mirar el cielo en busca de leyes y medidas —considerémoslos hoy astrónomos científicos o no—, como es el caso de Anaximandro, pueden haber buscado formas más precisas para tales mediciones.
El gnomon, decía DICKS , Solstices, pág. 29, puede dar a grandes rasgos la indicación de la hora: «al mediodía (la sombra más corta del día)» y análogamente con «los solsticios (sombras más larga y más corta del año, al mediodía)». Por eso arremete contra la credibilidad que KAHN , Anaximander, págs. 72-115, presta a las doxografías. En particular, lo referente a los equinoccios: un solsticio «requiere sólo simple observación y un horizonte claro con marcas reconocibles por las cuales se indique la posición del sol al salir o al ponerse; no implica teoría astronómica de ninguna índole… de aquí que no hay razón para dudar de que los fenómenos de los solsticios fueron conocidos por Anaximandro (lo cual es distinto de una real comprensión)… pero el caso de los equinoccios es diferente… sus fechas sólo pueden ser obtenidas por cálculo, y tal cálculo presupone un conocimiento considerable de teoría astronómica básica. Presupone, en primer lugar, una tierra esférica como punto central de una esfera celestial con ecuador, trópico y la eclíptica como el camino circular del sol en torno a la tierra inclinada en un ángulo hacia el ecuador… y no hay la más ligera posibilidad de que cualquiera de esos conceptos fuera conocido en el siglo vI a. C.» (Solstices , páginas 31-33). Kahn ha replicado que el concepto de «equinoccio» manejado por Dicks en las frases precedentes tiene «sentido preciso y teorético como concepto de los puntos de intersección entre la eclíptica y el ecuador celestial; pero en ese caso, se debe entender el ‘conocimiento de los solsticios de un modo igualmente teorético, como conocimiento de los puntos donde la eclíptica toca los trópicos’». Pero así como Dicks señala un método simple de medir solsticios sin teoría astronómica previa, también debe admitirlo para el caso de los equinoccios: basta contar los días entre solsticio y solsticio y dividir por dos el número total (KAHN , E. G. Astr., págs. 112-113). Poco menos que enfurecido, Dicks rechaza tal método («More Astronomical Misconceptions», JHS 92 [1972], 176), haciendo notar que, como la medición pre-científica de los solsticios es imprecisa, con el procedimiento sugerido por Kahn podría ubicarse el equinoccio de otoño un día y medio antes y el de primavera dos días después de ocurrido.
Semejante polémica ha de divertir a los astrónomos. Pero un helenista puede preguntarse, si cuando Hesíodo invita a recordar «las tareas de cada estación», y prever, por ejemplo, «la estación del invierno lluvioso» y no pasar por alto «la aparición de la clara primavera» (Trabajos 422-502, etc.), o si cuando, en el mismo siglo vII , el poeta Alcmán habla del verano e invierno, y el «verano tardío» (= otoño) y «la primavera, cuando todo florece» (fr. 56 Diehl), sólo atendían al canto de la grulla, al frío y al calor, al florecimiento primaveral: ¿han seguido en esa misma situación un siglo después los milesios?
Nuestra tesis sigue siendo la de suponer una tendencia a medirlo todo, «pre-científicamente», imprecisamente; un día o dos de diferencia para el cálculo de cuándo llegará la estación, resulta completamente irrelevante para la importancia de tal actitud precursora, que poco a poco deja atrás la mera observación del campesino o del poeta, de todos modos valiosa.
72 El conocimiento del Zodíaco puede haber llegado a los griegos desde Babilonia entre los siglos vII y vI a. C. El conocimiento de la oblicuidad es más complejo, aunque puede haber sido entrevisto por Anaximandro de una forma tosca.
La «eclíptica» (llamada así porque «los eclipses se producen cuando se sitúan simultáneamente en ella el sol y la luna», DICKS , EGA, pág. 17) es una línea imaginaria (única), que corresponde al trayecto anual del sol a través del cielo —en torno a la tierra, situada en el medio de una esfera celeste, en la versión precopernicana—, mientras el «Zodíaco» es una faja que abarca unos ocho grados a cada lado de la eclíptica, dentro de la cual se producen los movimientos —aparte del sol, que marcha sólo en la eclíptica— de la luna y los planetas. El Zodíaco comprende doce constelaciones (o formaciones, arbitrariamente delimitadas, de «estrellas fijas»). Si se concibe la esfericidad del universo y a la tierra en el centro de éste, la línea que divide imaginariamente a la tierra en dos partes iguales, el Ecuador, puede prolongarse imaginariamente hacia la periferia de la esfera celeste, y concebirse un «ecuador celeste». Ahora bien, como «el sol no siempre sale y se pone exactamente por el Este y por el Oeste, es obvio que el plano de la eclíptica no es el mismo que el del ecuador, sino que debe estar inclinado hacia él en un cierto ángulo. Este ángulo es conocido como la oblicuidad de la eclíptica» (EGA, pág. 17). A través de una tableta babilónica del siglo vII a. C. con información anterior (la «Mul-apin»), KAHN , E. G. Astr., páginas 103 sigs., piensa que los griegos pueden haber llegado a la noción de un «zodíaco empírico», que «requiere sólo la identificación de algunas estrellas situadas a lo largo del camino anual del sol». DICKS , Solstices, pág. 35, considera que la frase «está situado oblicuamente» es una adición evidente «de alguien que estaba tan familiarizado con la oblicuidad de la eclíptica de la astronomía griega tardía, que no podía concebir que un concepto tan conocido no existiera en este período antiguo». Pero no son tan claras estas razones. Los textos 156 y 157 dan la idea de que la tierra está situada en el centro de una esfera; y para hablar de «ecuador» no hace falta concebir que la tierra misma sea esférica; la forma «cilíndrica» que le asignan los textos 158 a 160 permite también una línea imaginaria que la seccione en dos partes iguales, y esto está también sugerido por la suposición de «antípodas». De modo que están los datos; la afirmación de Plinio y la de Aecio sobre la combinación de los mismos es, pues, posible.
73 DICKS , EGA, pág. 45, rechaza el texto núm. 157, pero acepta el núm. 156, que dice sustancialmente lo mismo.
En el pasaje de Teón, Dicks traduce metéoros por «objeto celeste», lo cual es posible, aunque más cuando el vocablo está en plural (ver LSJ ); en singular, por ej., lo hallamos en Nubes 264 de Aristófanes con el significado de «suspendida» o «suspendida libremente», que es el que le damos aquí y tiene también en el texto 155.
74 La expresión «semejante a una columna de piedra» tiene visos de ser textual, y ha de ser posiblemente la que más tarde ha sido sustituida por «cilindrica» (de forma).
75 Anaximandro no sólo ha ordenado los planetas (y astros) en la forma en que ya hemos hablado (ver nota 67), sino que además fue el primero en hablar de tamaños y distancias de los cuerpos celestes, según Eudemo.
76 En este texto y los siguientes, la comparación del círculo del sol con la rueda de un carro que tiene el borde hueco, lleno de fuego, y que se manifiesta a través de un «torbellino ígneo entubado» nos sugiere que este lenguaje extraño a la terminología doxográfica habitual pertenece a Anaximandro.
G. B. BURCH , «Anaximander, the first metaphysician», TRM III, 2 (1949), llama «sol aparente» al fuego que nosotros vemos a la salida del orificio, en contraposición con el «sol real», que imagina Anaximandro como un círculo 27 ó 28 veces mayor que la superficie de la tierra; el «sol aparente», en cambio, es igual a la superficie de la tierra, como se dice en texto núm. 162.
77 Aquí el comentarista incurre en confusión (si se compara con los otros textos): sitúa el «hueco» no en el borde (llanta) de la rueda, sino en el cubo de ésta, imaginando que desde dicho cubo se irradia el fuego hacia el borde.
78 Este texto, aunque presenta una laguna dudosamente llenada, corrobora lo dicho por Eudemo en el texto núm. 161 (si es que le corresponde, y éste proviene de Teofrasto u otra fuente) sobre la preocupación de Anaximandro por el orden y distancia de los astros. La explicación de los eclipses forma parte de su curiosa descripción de los astros, pero no es científica.
La reconstrucción del pasaje que en nuestra traducción figura entre corchetes se basa, en lo que hace a la diferencia de tamaño entre el círculo del sol y la superficie de la tierra, en lo dicho en el texto núm. 162 (la diferencia con la cifra de 28 dada en el texto núm. 163 se debe, según DIELS , en un artículo de 1897, «Über Anaximanders Kosmos», incluido en sus Kleine Schriften, Darmstadt, 1969, págs. 16-17, a que el anillo del sol es de un espesor de un diámetro de la tierra, según infiere Diels de la primera frase del texto núm. 162; de modo tal que la cifra de 28 correspondería la superficie exterior del círculo del sol, mientras la de 27 a la interior). La indicación de que el tamaño del círculo de la luna es 18 veces mayor que la tierra, no la hallamos en otro texto (el texto núm. 166, en cambio, da para esa relación la cifra 19). Su inclusión para llenar la laguna se debe a la hipótesis de P. TANNERY , Pour l’histoire de la Science hellène, París, 1887, págs. 90-94, quien sugiere esta proporción matemática: 1/3 (espesor de la tierra, texto núm. 158); 3 (tierra): 9 (estrellas): 18 (Iuna): 27 (sol). Pero las únicas de estas cifras que se mencionan en los textos son, como se ve, 1/3 y 27. Por ello, lo único que queda en pie es el intento de Anaximandro por medir tamaños, calcular distancias, etc.
79 Neptuno, dios del mar, es el nombre latino correspondiente al griego. Posidón, cuya etimología parece significar «marido de la Tierra» (cf. L. R. PALMER , Mycenaeans and Minoans, 2.a ed., Londres, 1961, págs. 127-128). En Il. XI 43, Posidón aparece con el epíteto Ennosígaios, «estremecedor de la tierra»; también lo hallamos en Píndaro (1stm. I 52) con el epíteto de seisíchthōn, «el que sacude la tierra». Los tres nombres que da Amiano Marcelino contienen, pues, una alusión a la relación mítica del poder húmedo con la tierra, relación que, según se lee en los dos epítetos, es a veces violenta. Pero como advierte KAHN , Anaximander, pág. 68, atribuye lo concerniente a los terremotos a Anaximenes (ver texto núm. 220; lo mismo HIPÓLito en texto núm. 228), de modo que «Amiano o su fuente inmediata simplemente deben haber confundido a Anaximenes con su predecesor milesio, mucho mejor conocido».
80 Aun cuando Amiano hubiera confundido a Anaximandro con Anaximenes (texto núms. 173 y 174 y nota 79) en lo concerniente a la explicación de los terremotos, no es imposible que Anaximandro estuviera familiarizado con dicho fenómeno como para prevenir a los espartanos, al advertir signos que en esa región (visitada por él, según D. L., II 1, y el texto de Cicerón) precedían a los terremotos. Kirk dice que «como ciudadano de Mileto, en zona de terremotos, Anaximandro habría tenido una experiencia especial» (K-R, págs. 104, n. 1).
81 KAHN , Anaximander, pág. 66, advierte que, de acuerdo con el texto núm. 176 y con el comienzo del presente, no cabe interpretar que los vientos son causas de las rotaciones.
82 Esta última frase de Alejandro de Afrodisia es lo único que nos permite conectar el texto aristotélico núm. 176 con Anaximandro, ya que, por lo demás, como nota Kirk, «el único nombre mencionado por Aristóteles en conexión con la evaporación del mar es el de Demócrito» (K-R, págs. 139-140). GUTHRIE (I, pág. 101) también es del pensamiento de que la evaporación del mar no implica destrucción y renacimiento del universo, sino sólo la «alternancia anual de las estaciones».
83 El verbo que traducimos «vivieron… de modo distinto» sólo aparece —en la literatura griega preservada— aquí, de modo que su significado es objeto de controversias.
En efecto, metabiônai es un hápax. KAHN , Anaximander, pág. 69, a quien seguimos en la traducción, advierte que debe haber un cambio considerable en las condiciones de vida de estas criaturas que bruscamente salen del mar y son expuestas al aire y a la luz solar. Por eso quizá el texto agrega «poco tiempo».
84 Si Anaximandro ha concebido alguna forma de evolucionismo (a nosotros nos parece más probable que este texto sea una reformulación peripatética de una descripción cosmogónica), no seria, por cierto, la del evolucionismo moderno.
J. H. LOENEN («Was Anaximander an evolutionist?», Mn. VII, 3 [1954], pág. 231) señala las siguientes diferencias: 1) en Anaximandro no hallamos una evolución de las especies inferiores hasta las superiores; 2) en Anaximandro no hay indicios de selección natural; hallamos referencias a una posible adaptación al ambiente, pero sin consecuencias en cuanto a la estructura biológica; a lo sumo, en cuanto a los hábitos de vida; 3) Anaximandro no argumenta en base a la biología ni a la paleontología, sino que se limita a la hipótesis de que toda vida orgánica se originó en el mar; 4) la idea de la generación espontánea, básica para Anaximandro, no es una teoría evolucionista.
85 Los textos núms. 179 y 180 presentan una contradicción con los núms. 181 y 182, que parecen más correctos: en los dos primeros el hombre nace de otro animal («el pez», según HIPÓLito), al parecer a partir de huevos ; en los últimos textos, el hombre nace dentro de peces.
Lo dicho es señalado por LOENEN , art. cit. en nota 84, pág. 229. KAHN , Anaximander, págs. 70-71, hace otras diferencias.
86 Apolodoro, el léxico Suda e HIPÓLito relacionan de manera diferente el nacimiento de Anaximenes con la caída de Sardes bajo el poder de Ciro en el 546 a. C. Pero la fecha dada por la Suda (Olimp. 55a = 560-557 a. C.), aunque no coincida con el acontecimiento histórico a que hace referencia, combina mejor con la fecha de la muerte que da Apolodoro (aún demasiado temprana: 528-525, texto núm. 188), y sobre todo con la posibilidad de haber conocido a Anaximandro, ya que éste, según el texto núm. 56, murió poco después de los años 547-546.
Todas estas fechas son dudosas y contradictorias. En el texto núm. 188 Apolodoro no menciona la fecha de nacimiento de Anaximenes, y aun cuando la sitúe durante la toma de Sardes por Ciro, y ésta fuera fechada no como corresponde a datos más fidedignos de historiadores (546-545), sino como se dice en la Suda (560-557) al decir que murió en los años 528-525, implicaría que Anaximenes murió cuando tenía no más de 35 años, y por lo tanto, no habría «alcanzado su madurez» (cosa que, según Apolodoro, sucedía alrededor de los 40 años), y eso no habría dejado de ser consignado por Apolodoro. Por ello nos inclinamos a conjeturar, con KIRK (K.-R, pág. 143), un error en D. L., y a suponer que la fecha de madurez dada por HIPÓLito (548-547) ha de ser la que calculó Apolodoro. En tal caso, Anaximenes habría nacido en el 588-587, y muerto después de los sesenta años.
87 Esta referencia es tomada generalmente como una tácita comparación con el estilo poético que Teofrasto atribuye a Anaximandro (texto núm. 128). Por tratarse de una mención aislada en una fuente tan dispar como D. L., resulta demasiado precaria como testimonio de estilo. No obstante, hay consenso sobre conservación de escritos de Anaximenes por lo menos hasta entrar en el período alejandrino, y en ese sentido puede valer la referencia como testimonio de la existencia de dichos escritos.
88 Este pasaje es continuación del relato aristotélico sobre los primeros que filosofaron (texto 18). Sobre los conceptos de «principio» y «elemento», ver notas 36 a 39 y los textos respectivos. Aun cuando es posible que el término griego aér haya sido empleado por Anaximenes pensando en el aire atmosférico y no en la bruma o neblina visible que en Homero designa dicho término, tal vez haya tenido en Anaximenes una connotación mucho más rica que la que nos sugiere la palabra «aire».
A ello se refiere Guthrie al sostener que esta propuesta implica una cosmovisión y un clima intelectual distintos de los que rodean a la interpretación aristotélica. Esto permitiría concebirlo como un principio vivificante.
89 Teofrasto intercala a Anaximandro en la enumeración de Aristóteles (textos núms. 18 y 192) acerca de los «principios» y «elementos» que habrían sostenido «los primeros que filosofaron», e interpreta tò ápeiron como «lo infinito», en un sentido aristotélico, sin duda muy distinto al que pensó Anaximandro al sustantivar dicho adjetivo (cf. nota 40). Por consiguiente, al entenderlo como un «principio» o «elemento» simplemente distinto de los demás «elementos», no le costó concebir que el «aire» de Anaxímenes haya sido «infinito», empleando por consiguiente este término como adjetivo, aunque la redacción tienda a engañar al lector desprevenido, que piense que «lo infinito» era «indeterminado» para Anaximandro y «determinado» para Anaxímenes. Lo más probable es que Anaxímenes no haya hablado del aire como «infinito», ni fuera discípulo de Anaximandro, aun cuando haya podido conocer a éste y aprender de él muchas cosas.
90 Toda la redacción de este texto es decididamente peripatética, y no corresponde a Anaximandro ni a Anaxímenes.
91 Este pasaje, con excepción del comienzo, tiene el aspecto de una descripción cosmogónica. Sobre la relación entre «aire» y «dios», ver textos núms. 206 y 207 y nota 96.
92 Si esta doxografía no contiene una confusión de términos, supone un buen nivel de racionalidad, más próximo al que Aristóteles reclama para los «físicos»: condensación y rarefacción, operando como fuerzas contrarias que determinan los distintos procesos de generación que dan lugar a la pluralidad de «cosas», permiten una explicación «física» y, por ende, racional de la realidad.
Las dos exigencias aristotélicas para la ciencia natural, a saber, fundamentación empírica y universalidad, están presentes aquí. G. E. R. LLOYD , De Tales a Aristóteles (citado en la «Bibliografía general»), pág. 43, y artículo citado en nota 57, pág. 92 y sigs., hace una comparación —tal vez inadecuada— con Anaximandro: «A diferencia de la brillante pero arbitraria concepción de Anaximandro… la teoría de Anaxímenes se refiere a procesos observables y operantes en los fenómenos naturales». Varios testimonios coinciden en las secuencias aire-fuego (por rarefacción) y aire-viento-nubeagua-tierra-piedra (por condensación), lo cual permitiría inferir las relaciones rarefacción-calor y condensación-frío, establecidas probablemente a partir de la observación de cambios experimentados por los cuerpos por obra del frío y del calor, y que explicaría la afirmación de HIPÓLito sobre lo frío y lo caliente (texto núm. 202). Ciertamente, si bien podemos reconocer una incipiente «física» en Anaxímenes, ese reconocimiento está condicionado más por la procedencia peripatética de los testimonios que por lo que los escasos fragmentos —de discutible autenticidad— de sus obras permiten suponer.
93 Traducimos katà tàs ousías «en las sustancias particulares», y no como Kirk, «en la naturaleza sustancial» (K-R, página 144), no sólo porque se trata de un acusativo plural, sino porque lo que el doxógrafo quiere puntualizar es la diversidad de formas que adopta el aire al cambiar, por condensación y rarefacción, en otras «cosas» individualizadas como fuego, agua, tierra, piedra, etc.
94 Ver nota 92.
95 Para Aristóteles, la postulación del movimiento es la condición necesaria para que alguien pueda ser denominado «físico». Para Teofrasto, a falta de una causa eficiente o principio del movimiento, la noción de «movimiento eterno» permite cubrir la laguna que —desde la perspectiva peripatética— se produce en los primeros que hicieron «filosofía natural».
La noción de «transformación» (metabolé ) aparece aquí subordinada a la de «movimiento» (kínesis ), pero en general puede decirse que toda transformación es movimiento, en una de las cuatro acepciones principales que Aristóteles menciona en Física III 1: «alteración»; «crecimiento y disminución»; «generación y corrupción»; «desplazamiento de lugar». Éste es uno de los casos en que se produce la situación descrita por Cherniss como incapacidad de Aristóteles para comprender las opiniones de los presocráticos en otros términos que no sean los elaborados en el marco de su propio sistema. Y también un ejemplo de la subordinación de Teofrasto a los esquemas aristotélicos, puesta de relieve hasta la exageración por McDiarmid.
96 Cuando Aristóteles dice (ver final de texto núm. 129): «es lo divino, pues es inmortal e imperecedero, como dicen Anaximandro y la mayoría de los físicos», es probable que, dentro de esta «mayoría de los físicos», incluya ante todo a Anaxímenes.
Las palabras que en aquel texto entrecomillamos pueden ser textuales de Anaximandro —ver nota 61—, pero eso no impide que puedan haber sido dichas con esas u otras palabras por otros pensadores posteriores. Esto no se contradice con la descripción (que en nota 91 calificamos de «cosmogónica») de una generación de dioses a partir del aire. Más cósicamente pero también en un plano superior, el aire puede ser «lo divino» de lo que nazcan todas las cosas e incluso los dioses de los cultos.
97 Traducimos pneûma por «soplo», aunque a partir de los estoicos se generaliza el significado de «espíritu» (en el cuarto evangelio significa tanto «Espíritu» como «viento» o «soplo»). En todo caso, si «abarca a todo el cosmos», es patente su carácter divino.
98 La generación de la tierra directamente del agua no es contradictoria con otros testimonios que mencionan pasos diversos en el proceso de condensación (viento, nube, agua) del aire antes de llegar a ser tierra, pues aquí no se habla de la tierra como «elemento» o una «cosa» como el «agua», «viento», etc., sino de la tierra que habitamos, como se ve por la referencia a su superficie plana y al «cabalgar en el aire».
Por lo tanto, no hay tal «dificultad mayor» como la que ve MADD ., Ionici, págs. 186 sigs. Y se nos antoja que el verbo «comprimirse» no tiene aquí el mismo significado que «condensarse».
99 Traducimos epocheîsthai por «cabalgar» (si bien también podría decirse «sostenerse», pero la otra acepción parece más arcaica), y por su índole puede ser textual de Anaximenes.
100 Que la tierra sea plana y tenga forma de tabla implica un retroceso de Anaxímenes frente a la tierra cilíndrica que concebía Anaximandro. Pero por lo demás Aristóteles intenta una explicación probablemente incorrecta del «cabalgar» de la tierra en el aire, asimilando a Anaxímenes en una explicación que los doxógrafos atribuyen a Anaxágoras (y él mismo lo menciona).
Cf. 59 A 42, donde se usa el mismo verbo epocheîsthai que vimos en nota 99, y que puede ser fuente del malentendido. Kirk objeta que «para Anaxímenes el aire circundante era absolutamente ilimitado», aunque no es bueno usar terminología aristotélica para objetar a Aristóteles. De todos modos, si el «aire» es lo «divino», y fuerza generadora de lo demás, no es lícito tomarlo aquí como «encerrado» como el agua en una clepsidra.
101 Si estamos frente a una descripción cosmogónica (nota 91), hay que decir que implica retroceso frente a la de Anaximandro (texto núm. 148 y nota 69), quien hace surgir los astros tras la ruptura de la esfera inflamada que envuelve al aire que circunda la tierra, y un regreso a Hesíodo, Teogonía 126-127.
102 La palabra «clavo» puede ser textual: parecería referirse a los astros fijos.
Cf. HEATH , Aristarchus, pág. 43, considera que, si la denominación «astros» puede ser genérica, dentro de ellos, la referencia a que están «fijos como clavos en lo cristalino» puede implicar una distinción, como estrellas fijas, de las «láminas ígneas» que serian los planetas.
103 La palabra «lámina» puede ser textual de Anaximenes.
104 Kirk sugiere que la imagen que se ofrece de la tierra es de un casquete de forma semiesférica. Todo depende de la forma que tenga el «sombrero» (¿o no es el ala —plana— del sombrero lo que está «alrededor de nuestra cabeza»?). De cualquier modo casquete semiesférico o tabla (o un «disco de superficie levemente convexa», Maddalena), hay acuerdo en que implica un retroceso frente a la concepción de Anaximandro.
105 Maddalena sugiere que falta la frase «el invierno se genera», y que esto es explicado «por la mayor distancia alcanzada en relación con nosotros». Pero también se entiende el texto sin esa frase, ya que la mayor distancia es causa también del ocultarse del sol.
106 En este punto, Anaxímenes exhibe un progreso frente a Anaximandro, aunque los testimonios al respecto son precarios.
107 Como dice Maddalena, es probable que algún copista haya confundido el nombre de Anaxímenes con el de Anaxágoras.
108 También aquí puede haber una confusión con Anaxágoras, ya que en su fr. 19 leemos una explicación similar del arco iris.
109 «Relajado» parece ser la única palabra textual de este texto: «lo llama así, con esa palabra», avala esa textualidad.
110 Hemos entrecomillado las palabras que en este texto nos parecen ser textuales de Anaxímenes.
Al citar este pasaje en el texto núm. 208 tradujimos psyché por «alma»; aquí por «vida», aunque estrictamente sería «fuerza vital» o «soplo vital» —que, precisamente cuando abandona al hombre, en Homero, deja de cohesionar sus miembros—, diferenciándose del uso homérico en que no se habla ya de él cuando se pierde, sino también y sobre todo cuando ejerce su función vital y cohesionadora. No estamos seguros de la textualidad del resto del pasaje. Las palabras «soplo» (ver nota 97) y «aire» deben ser textuales, dada la mención que sigue, indicando que Anaxímenes las «toma como sinónimos». La palabra «abarca» puede ser textual, pero sin duda kósmos en sentido de «cosmos» es posterior a Heráclito.
111 Este texto figura en DK como fragmento «apócrifo»; el lenguaje es innegablemente tardío.