Prólogo

Hola, bienvenidos a mi libro. Soy Mauricio Colmenero, hostelero, pro taurino y español lo primero. Llevo años alimentando a generaciones y generaciones de bocas hambrientas en mi bar: el bar Reinols. Desde que nací mi vida ha estado ligada al mundo de la hostelería. Todo empezó en 1954, cuando mi padre, Don Genaro Colmenero, abrió la cantina Colmenero. Ahí aprendí todo lo que sé. Eran buenos tiempos... Franco llevaba este país como Dios manda: había trabajo, había respeto y no había negros.

Veinte años después mi padre se jubiló. Me puso en una mano las llaves del bar y en la otra veinte mil pesetas para que lo transformara a mi gusto. Yo cogí el dinero y un tren con destino a Benidorm, donde pasé el mejor verano de mi vida, rodeado de paellas, suecas y rascacielos. Tres meses después me había fundido las veinte mil pesetas en sangría y señoritas (las llamaría putas, pero puede que haya niños leyendo). Así que con las quinientas pesetas que me sobraron compré un cartel nuevo y convertí la cantina Colmenero en mi templo, el bar Reinols, en homenaje a mi actor favorito: Burt Reynolds, que, sí, será americano, pero que tire la primera piedra quien no tenga defectos. Yo mismo tengo un primo catalán.

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Y es que mi bar es un bar querido por todos, porque, amigos, puede ser que mi negocio no tenga una estrella Michelin, ni que haya pasado la última inspección de sanidad, pero lo que sí tengo, y eso me enorgullece, es el cariño de todos mis clientes. Y yo también les guardo cariño a todos y cada uno de ellos; menos a las sanguijuelas que me dejan a deber en el bar. Y es que esa gentuza es la misma que chupa y chupa de la teta del Estado. Y mientras, ¿quién trabaja? Los pobres empresarios como yo, que levanto todos los días este país de rojos con el sudor de la frente de mis indios. Pero, bueno, esto es un libro de cocina y seguiremos hablando de ella. Mis opiniones me las guardo para mi próximo libro: «España, no te reconozco. Por Mauricio Colmenero».

Y ustedes me preguntarán: «¿Por qué ahora este libro recetario, Mauricio Colmenero?». Pues yo se lo respondo gustosamente. Lo escribo por mi público, por ustedes, por sus hijos, porque la cocina tradicional de toda la vida se está perdiendo en manos de los que se autoproclaman guruses de los fogones. Los mismos que dicen hacer «alta cocina», «cocina fusión», nouvelle cuisine, «cocina de autor», fasfud... ¡Mis cojones! Perdón, olvidaba que puede haber niños leyendo. Pero es que yo a todos esos «cocinillas» les digo, bien alto y claro, desde estas letras que ahora escribo, que ninguno de sus platos o «creaciones» podrán tener jamás la categoría y el sabor de nuestra cocina: la española.

Sí, queridos lectores, es que nuestra gastronomía es superior. Tenemos una variedad incomparable de platos. Porque, díganme ustedes, ¿qué come un italiano en invierno? Pizza. Nosotros, en cambio, una buena sopa castellana, un cocido, unas lentejas con su choricito. ¿Y qué come un italiano en verano? Más pizza. Nosotros, un gazpacho, unos boquerones en vinagre, unas papitas aliñadas. Porque lo tenemos claro: nos gusta comer y, sobre todo, ¡nos gusta comer bien!

En este libro pueden encontrar una surtida varieté de recetas. Y no se confundan, porque todas y cada una de ellas han sido escogidas con mimo del recetario de mi familia. Recetas que han pasado de generación a generación, de abuelos a nietos, de mi padre a mí. Y yo ahora, generosamente, se las recopilo a ustedes para que pasen a la posteridad y, de paso, me hagan un poco más rico. Porque puedo ser generoso, pero no gilipollas.

Así que, amigos, sin más dilatación dejo que disfruten del sabor del Reinols. Les doy mi permiso y mi bendición para que cocinen, coman y chinguen todo lo que puedan. ¡Viva España!