27 de agosto
Querido diario,
Ojalá nada hubiese cambiado. Me encantaría que siguiésemos siendo una familia normal y corriente, aburrida incluso, pero una familia a fin de cuentas. Siempre quise creer que el amor era algo eterno y no dejo de preguntarme si el amor que dura menos —unos meses, unos años, un par de décadas—, es tan de verdad como el que se alarga toda una vida. Echo de menos a papá y, desde la separación, mamá está rara. Se ha cortado el pelo, se compra mucha ropa y sale más. Me gusta verla feliz, tiene un brillo especial en los ojos, pero eso también hace que piense durante cuánto tiempo no lo fue al lado de papá y si él ya sabía que ella no le quería lo suficiente o le sorprendió que tomase la decisión de divorciarse. Puede que intente averiguarlo la próxima vez que le vea. Esa es la peor parte de esta situación; ahora solo puedo pasar con él un fin de semana al mes y lo echo mucho de menos.
En Seward no conozco a nadie. Dentro de dos semanas empezaré el instituto y seré una de esas marginadas sociales que comen solas en la mesa del fondo. Será como empezar otra vez. Ojalá pudiese cerrar los ojos y recuperar a mis amigos, mi antigua vida, la seguridad de aquello que conocía.
Annie.