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Lo primero que supo es que hacía calor. De eso podía estar seguro. Por todos lados había señales: el crujir de las flamas, el olor a azufre y el humo que llenaba el aire con cada respiración.

Su respiración. Eso fue lo segundo que reconoció. Thor tomó varias bocanadas grandes de aire mientras intentaba darse cuenta de dónde estaba. Cada exhalación rebotaba rápido hacia su cara, por lo que supo que estaba encerrado en un espacio reducido. ¿Tal vez un ataúd?

Lo tercero: cadenas. Estaba atado de pies a cabeza con cadenas de hierro. Las fijaron a sus tobillos y lo mantenían firmemente colgando de cabeza. Una caja de madera ergonómica era todo lo que lo separaba de un fuego desconocido y violento.

En resumen: definitivamente Thor ha tenido días mejores.

Se movió un poco para probar la fuerza de sus ataduras. No cedían. Thor inhaló aire caliente en sus pulmones y tensó el cuerpo con toda su fuerza asgardiana. Apretó sus músculos y, de repente, sintió que las cadenas comenzaban a doblarse hasta que estallaron con un fuerte CRACK. Con un BOOM, los pedazos de cadena reventaron la caja y salieron volando pedazos de madera por todos lados. Thor giró en el aire y aterrizó en el suelo. Estaba libre… o eso pensó. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que se había liberado de una pequeña prisión, pero ahora estaba en otra más grande.

Pasó una mano por su largo y enmarañado cabello rubio, que estaba tan alborotado como su larga barba, mientras analizaba el lugar. Estaba en una gran cueva. Estalagmitas y estalactitas negras salían del suelo y techo. Las paredes, aunque eran oscuras, parecían bailar. Thor enfocó la mirada y se dio cuenta de que había fuego dentro de ellas.

Eso bastó para saber dónde estaba: Muspelheim.

Miró al centro de la cueva y confirmó sus sospechas. Un gran trono se erguía del suelo. Era negro y premonitorio. También era demasiado largo para la figura esquelética que se hundía en él. Thor, que llevaba su armadura puesta, tenía la barba canosa y una capa ligeramente rasgada, se preguntó si estaba en mejor forma que el ente deteriorado frente a él.

—¡Demonio! —gritó Thor—. Revélate. Me he liberado y quiero hablar con mi captor.

Sus palabras retumbaron en las paredes de la caverna. El esqueleto lo miró con cuencas vacías. No hubo respuesta.

Sin embargo, poco después, Thor comenzó a escuchar el rugir del viento. El eco se convirtió en una carcajada mientras se acercaba al esqueleto en el trono. Poco a poco, una luz comenzó a iluminar sus huesos. De pronto, un aura de fuego lo rodeó por completo mientras se enderezaba en su trono.

Una voz salió de él:

—¿El hijo de Odín desea verme?

—Así está mejor —dijo Thor, y una ligera sonrisa se dibujó en su rostro.

—Podrás haber escapado de tu prisión, pero nunca te irás de Muspelheim con vida —dijo el esqueleto, que parecía reírse de Thor.

—Aún después de estar colgando de cabeza, creo que puedo hacerme cargo de un saco de huesos como tú —contestó Thor.

Y entonces, del suelo, techo y paredes, comenzó a salir el fuego del que se alimentaba el esqueleto y empezó a crecer poco a poco mientras llenaba el trono y se transformaba en una criatura mortífera de puras flamas. Se inclinó hacia delante y se rio de Thor con una sonrisa diabólica de oreja a oreja.

Thor alzó la mirada para ver a su captor, y por fin reconoció su cara llena de fuego.

—Surtur. Te ves mucho mejor así.

—¿Te atreves a burlarte de mí en mis aposentos? —dijo, y llamas de ira brotaron de todas partes. Era un gigante de fuego. Se levantó de su trono y fue hacia Thor—. Cuando regresara a Asgard, te iba a devolver a Odín, para demostrarle el fracaso de su hijo. Esperaba regresarte con vida, pero eso ya no importa. Contigo o sin ti, recuperaré la Llama Eterna que Odín me robó hace siglos.

—Hace mucho que no voy a Asgard, pero dudo que mi padre acepte tu oferta. Encerraron muy bien esa Llama para proteger los Nueve Reinos.

Thor sonrió.

—No veo ninguna razón por la que debas sonreír, hijo de Odín. No tienes oportunidad de escapar —dijo Surtur, y se escuchó un golpeteo suave que se hacía cada vez más fuerte. Volteó y sus ojos se ensancharon—. ¿Qué es ese sonido?

La sonrisa de Thor se hizo enorme, levantó su brazo, y dijo:

—Esperanza. —Entonces el suelo debajo explotó. Su amado martillo, Mjölnir, se posó en su mano abierta—. ¿Deseas regresar a Asgard, demonio? Yo mismo te llevaré —dijo, y se agachó mientras sostenía su martillo cerca. Con una flexión de sus poderosas piernas, se lanzó directamente hacia Surtur—. No hay necesidad de llevarte completo. ¡Sólo tu cráneo!

Con un grito, Thor blandió a Mjölnir, conectó un gancho contra la mandíbula de Surtur y lo noqueó. Surtur rugió del dolor. Las llamas crecieron a su alrededor mientras reunía el fuego. Con el gesto de su mano huesuda y cubierta en llamas, un muro de fuego voló hacia Thor.

Thor giró a Mjölnir cada vez más rápido para que de él saliera una tormenta de viento que creó un domo protector a su alrededor y así se protegió de las llamas. El viento deshizo una bola de fuego que le aventó Surtur, y el demonio se enfureció aún más.

Sin advertencia, Thor corrió hacia el Amo del Fuego y, en el último segundo, se deslizó por en medio de sus piernas y usó a Mjölnir para golpear las rodillas de Surtur. El villano cayó al suelo con un grito.

Thor se colocó sobre el caído Surtur sosteniendo a Mjölnir.

—La próxima vez que quieras ir a Asgard, no uses al Dios del Trueno para negociar. Hasta las llamas se queman, Surtur.

Levantó a Mjölnir alto, y el aire a su alrededor comenzó a sacar chispas. Un relámpago descendió y se impactó contra el pecho de Surtur, que gritó en agonía.

Thor se paró sobre la cabeza del Amo del Fuego, listo para dar el golpe final, pero algo llamó su atención dentro de las paredes; eran un par de ojos. Y luego otros, y otros más. Decenas de ojos comenzaron a parpadear. Las llamas que bailaban dentro de las paredes cobraron forma. Demonios de fuego y forma humana aparecieron, ¡y comenzaron a desprenderse de las paredes en hordas! Un chillido hizo que Thor volteara al techo. Vio que los demonios también salían del techo. Sintió ardor cuando más de ellos brotaron del suelo y lo agarraron de las piernas.

El impacto de Thor se desvaneció al ver el rostro de sus enemigos, que claramente lo superaban en número.

—Su padre ha sido derrotado, ¿y aun así los súbditos vienen e intentan hacer lo que él no pudo? Perdón, pero no tengo tiempo para juegos —dijo Thor, y alzó la mirada. Gritó al cielo—. ¡Heimdall! El Bifrost, por favor —pidió, mientras esperaba que apareciera el usual rayo arcoíris de energía y lo transportara hacia el puente que daba paso dentro y fuera de Asgard. Pero nada sucedió. Thor le gritó una vez más a su amigo en Asgard, que controlaba el puente—. ¿Heimdall? ¡¿Heimdall?!

Los demonios se apresuraron hacia Thor y lo envolvieron bajo dos pisos de ellos. Se reían por su aparente victoria. Los ecos de la petición de Thor por el Bifrost rebotaban por toda la guarida de Surtur, sin respuesta.