
En la primavera de 1992 —alrededor de Pascua si recuerdo bien— ocurrió un fenómeno extraordinario en mi vida. Dios empezó a hablarte, a través de mí.
Deja que me explique.
Fui muy infeliz personal, profesional y emocionalmente durante ese tiempo, y mi vida se sentía como un fracaso en todos los niveles. Como llevaba años con el hábito de escribir mis pensamientos en cartas —que por lo general no entregaba—, tomé mi bloc amarillo y empecé a verter mis pensamientos.
En esta ocasión, en lugar de escribir otra carta a otra persona que imaginara me estuviera victimizando, pensé en ir directamente a la fuente, directamente al victimario más grande de todos. Decidí escribirle una carta a Dios.
Era una carta apasionada y llena de rencor, de confusiones, contorsiones y condenas. Además de una pila de preguntas quejándome.
¿Por qué no estaba funcionando mi vida? ¿Qué se necesitaba para hacer que funcionara? ¿Por qué no podía encontrar la felicidad en mis relaciones? ¿La experiencia de tener suficiente dinero me iba a eludir para siempre? Finalmente, con mucho más énfasis, ¿Qué había hecho para merecer una vida de lucha constante?
Para mi sorpresa, mientras escribía la última de mis preguntas amargadas y sin respuesta, y me preparaba para aventar mi pluma, mi mano se quedó sobre el papel, como si estuviera sostenida por una fuerza invisible. De pronto, la pluma se empezó a mover por sí sola. No tenía idea de lo que estaba a punto de escribir, pero parecía que se estaba perfilando una idea, así que decidí dejarla fluir. De ella salió…
¿Realmente quieres una respuesta a todas estas preguntas, o sólo te estás desahogando?
Parpadeé… y luego surgió una respuesta en mi mente. También la escribí.
Ambas. Me estoy desahogando, claro, pero si estas preguntas tienen respuestas, ¡diablos, me encantaría oírlas!
Mezclas muchos “diablos” con muchas cosas, ¿pero no sería más agradable incluir “cielos” por ahí?
Antes de siquiera darme cuenta, había empezado una conversación… y no estaba escribiendo, más bien, estaba tomando dictado.
Ese dictado duró tres años, y en ese entonces no sabía hacia dónde se dirigía. Las respuestas a preguntas que yo ponía en papel nunca venían a mí hasta que la pregunta estaba escrita completamente y dejaba mis propios pensamientos de lado. Muchas veces, las respuestas surgían más rápido de lo que yo podía escribirlas y llegó un punto en que estaba garabateando para seguirles el paso. Cuando me confundía o perdía la sensación de que las palabras estuvieran viniendo de otra parte, dejaba la pluma y me alejaba del diálogo hasta que me sentía nuevamente inspirado —lo siento, ésa es la única palabra realmente adecuada en esto— para volver a mi bloc amarillo y empezar a transcribir de nuevo.
Las conversaciones aún siguen mientras escribo esto, y mucho de ellas se encuentra en las páginas siguientes… páginas que contienen un diálogo impresionante, el cual no creí al principio y cuyo valor personal asumí después, aunque ahora comprendo que no era sólo para mí. Iba dirigido a ti y a todos los que han encontrado este texto, pues mis preguntas son sus preguntas.
Quiero que te introduzcas en este diálogo tan pronto como puedas porque lo verdaderamente importante aquí no es mi historia, sino la tuya. Es tu historia de vida lo que te trajo aquí. Es tu experiencia personal por lo que este texto es relevante. De lo contrario, no estarías aquí, con él, en este momento.
Así que vayamos al diálogo con una pregunta que he estado formulando durante mucho tiempo: ¿Cómo habla Dios, y a quién? Cuando hice esta pregunta, ésta es la respuesta que recibí:
Les hablo a todos. Todo el tiempo. La pregunta no es a quién le hablo, sino quién escucha.
Intrigado, le pedí a Dios que lo explicara un poco más. Esto es lo que Dios dijo:
Primero, cambiemos la palabra hablar por la palabra comunicar. Es una mejor palabra, más completa, más precisa. Cuando intentamos hablar uno con otro, Yo contigo, tú conmigo, inmediatamente nos restringe la increíble limitación de las palabras. Por esta razón, no sólo me comunico con palabras. De hecho, rara vez lo hago. Mi forma más común de comunicarme es a través del sentimiento.
El sentimiento es el lenguaje del alma.
Si quieres saber qué es verdadero para ti respecto a algo, enfócate en cómo te sientes al respecto.
Los sentimientos a veces son difíciles de descubrir, y muchas veces son más difíciles de reconocer. Sin embargo, tu máxima verdad se encuentra escondida en tus más profundos sentimientos.
El truco es llegar a esos sentimientos. Te mostraré cómo. Nuevamente. Si lo deseas.
Le dije a Dios que sí quería, pero que en ese momento quería todavía más una respuesta completa a mi primera pregunta. Esto es lo que Dios dijo:
También me comunico con el pensamiento. El pensamiento y los sentimientos no son lo mismo, aunque pueden ocurrir al mismo tiempo. En la comunicación a través del pensamiento suelo utilizar imágenes. Por este motivo, los pensamientos son más efectivos como herramientas de comunicación que las palabras.
Además de los sentimientos y el pensamiento, también utilizo el vehículo de la experiencia como un gran comunicador.
Finalmente, cuando los sentimientos, el pensamiento y la experiencia fallan, uso palabras. Las palabras son realmente el comunicador menos efectivo. Están mucho más abiertas al malentendido; se confunden la mayoría de las veces.
¿Y por qué? Por lo que las palabras son. Las palabras son meras expresiones: ruidos que representan sentimientos, pensamientos y experiencias. Son símbolos. Signos. Insignias. No son Verdad. No son la realidad.
Las palabras pueden ayudarte a comprender algo. La experiencia te permite conocerlo; sin embargo, hay algunas cosas que no puedes experimentar, así que te di otras herramientas de conocimiento. Se llaman sentimientos, y otras se llaman pensamientos.
La magna ironía en esto es que todos le han dado muchísima importancia a la Palabra de Dios, pero muy poca a la experiencia.
De hecho, le dan tan poco valor a la experiencia que, cuando tu experiencia de Dios difiere de lo que has escuchado de Dios, automáticamente descartas la experiencia y te quedas con las palabras, cuando debería ser al revés.
Tu experiencia y tus sentimientos sobre una cosa representan lo que objetiva e intuitivamente sabes sobre esa cosa. Las palabras sólo pueden buscar simbolizar lo que ya sabes y muchas veces pueden confundir tu conocimiento.
Éstas son las herramientas con las que Yo me comunico, sin embargo, no son los métodos, pues no todos los sentimientos, no todos los pensamientos, no todas las experiencias y no todas las palabras vienen de Mí.
Otros han pronunciado muchas otras palabras en Mi nombre. Muchos pensamientos y muchos sentimientos han sido propuestos por causas que no son una creación directa Mía. Muchas experiencias resultan de ellos.
El reto es discernirlos. La dificultad es saber la diferencia entre los mensajes de Dios y la información de otras fuentes. La discriminación es una cuestión simple con la aplicación de una regla básica:
Los míos siempre son tus pensamientos más elevados, tus palabras más puras, tus sentimientos más grandes. Cualquier cosa menos que eso es de otra fuente.
Ahora la tarea de diferenciación se vuelve sencilla, pues no debe ser difícil, incluso para el principiante, identificar el más Elevado, el más Puro y el más Grande.
De todas formas, te daré estas pautas:
El Pensamiento más Elevado es siempre ese pensamiento que contiene alegría. Las Palabras más Puras son las que contienen verdad. El Sentimiento más Grande es el que llamas amor.
Alegría, verdad, amor.
Estos tres son intercambiables, y uno siempre lleva al otro. No importa en qué orden se coloquen.
Al haber determinado qué mensajes son Míos y cuáles son de otras fuentes con estas pautas, la única pregunta que queda es si prestarán atención a Mi mensaje.
No sucede con la mayoría de Mis mensajes. Algunos porque parecen demasiado buenos para ser verdad, otros porque parecen demasiado difíciles de seguir, varios porque simplemente no se entienden y la mayoría porque no se reciben.
Mi mensajero más poderoso es la experiencia e incluso ignoras esto. Ignoras especialmente esto.
Tu mundo no estaría en su condición actual si tan sólo hubieras escuchado a tu experiencia. El resultado de que no escuches a tu experiencia es que sigues reviviéndola una y otra vez, pues Mi propósito no será frustrado ni Mi voluntad ignorada. Sí te llegará el mensaje. Tarde o temprano.
No te forzaré, sin embargo. Nunca te obligaré, pues te di libre albedrío —el poder de elegir— y nunca te quitaré eso, nunca.
Entonces seguiré enviándote los mismos mensajes una y otra vez a lo largo de milenios y hasta el último rincón del universo que ocupes. Incesantemente, te enviaré Mis mensajes hasta que los recibas y los conserves, volviéndolos tuyos.
Mis mensajes vendrán en cientos de formas, en miles de momentos, a lo largo de millones de años. No te los puedes perder si realmente escuchas. Así comenzará en serio nuestra comunicación. Pues en el pasado sólo has hablado conmigo, me has rezado, has intercedido conmigo, me has suplicado. Pero ahora puedo responderte, incluso con esto que hago ahora.
¿Cómo puedo saber que esta comunicación es con Dios? ¿Cómo sé que no es sólo mi imaginación?
¿Cuál sería la diferencia? ¿No ves que podría trabajar fácilmente a través de tu imaginación como de cualquier otra cosa? Te traeré los pensamientos, las palabras o los sentimientos exactamente correctos en cualquier momento, que sean precisamente adecuados para el propósito en cuestión, usando un recurso, o varios.
Sabrás que estas palabras vienen de Mí porque tú, por tu propia cuenta, nunca has hablado con tanta claridad. Si ya hubieras hablado tan claramente sobre estas preguntas, no las estarías haciendo.
¿Con quién se comunica Dios? ¿Hay personas especiales? ¿Hay momentos especiales?
Todas las personas son especiales y todos los momentos son los mejores. No hay una persona ni un tiempo más especial que otro. Muchas personas eligen creer que Dios se comunica de formas especiales y sólo con personas especiales. Esto le quita la responsabilidad al grueso de la gente de escuchar Mi mensaje, todavía más de recibirlo (que es otra cuestión), y les permite creer en la palabra de otros para todo. No tienes que escucharme a Mí, pues ya has decidido que otros Me han escuchado en todos los temas y los escuchas a ellos.
Al escuchar lo que otras personas piensan que Me han escuchado decir, tú no tienes que pensar para nada.
Ésta es la más grande razón para que la mayoría de la gente se aleje de Mis mensajes a un nivel personal. Si tú aceptas estar recibiendo Mis mensajes directamente, entonces eres responsable de interpretarlos. Es mucho más seguro y mucho más fácil aceptar la interpretación de otros (incluso otros que vivieron hace dos mil años), en lugar de interpretar el mensaje que puedes estar recibiendo en este momento.
Aun así, te invito a tener una nueva forma de comunicación con Dios. Una comunicación de ida y vuelta. A decir verdad, eres tú el que Me invitó. Pues vine a ti, de esta forma, ahora, en respuesta a tu llamado.
¿Por qué algunas personas —Cristo, por ejemplo— parecen escuchar más Tu comunicación que otras?
Porque algunas personas están dispuestas a escuchar de verdad. Están dispuestas a escuchar y están dispuestas a permanecer abiertas a la comunicación, aun cuando les dé miedo o les parezca una locura, o les parezca algo totalmente incorrecto.
¿Debemos escuchar a Dios, incluso cuando lo que dice parece incorrecto?
Especialmente cuando parece algo erróneo. Si crees que estás en lo correcto respecto a todo, ¿quién necesitaría hablar con Dios?
Adelante, actúa a partir de todo lo que sabes, pero considera que es lo que todos han estado haciendo desde el principio de los tiempos y mira cómo está el mundo. Claramente, algo pasó desapercibido. Obviamente, hay algo que no comprendes. Lo que sí comprendes debe parecerte correcto porque “correcto” es un término utilizado para designar algo en lo que estás de acuerdo. Lo que no has comprendido, por ende, parecerá “incorrecto” al principio.
La única forma de seguir adelante sobre este punto es preguntarte a ti mismo, “¿Qué sucedería si todo lo que pensé que estaba ‘incorrecto’ realmente fuera ‘cierto’?”. Todo gran científico sabe lo que es esto. Cuando no funciona lo que un científico hace, éste deja de lado todas las suposiciones y empieza de nuevo. Todos los grandes descubrimientos se han hecho a partir de la voluntad y la habilidad de no estar en lo correcto. Y eso es lo que necesitamos aquí.
No puedes conocer a Dios hasta que dejes de decirte a ti mismo que ya conoces a Dios. No puedes escuchar a Dios hasta que dejes de pensar que ya lo escuchaste.
No puedo decirte Mi Verdad hasta que dejes de decirme la tuya.
Pero mi verdad sobre Dios viene de Ti.
¿Quién lo dijo?
Otros.
¿Cuáles otros?
Los líderes. Los ministros, los rabinos, los sacerdotes, los libros. ¡La Biblia, por todos los cielos!
Todas ésas no son fuentes acreditadas.
¿No lo son?
No.
¿Entonces qué lo es?
Escucha a tus sentimientos. Escucha a tus pensamientos más elevados. Escucha a tu experiencia. Cuando cualquiera de éstos difiera de lo que te han dicho tus maestros o de lo que has leído en tus libros, olvida las palabras. Las palabras son las proveedoras menos confiables de la Verdad.
Hay tanto que quiero decirte, tanto que quiero preguntar. No sé dónde empezar.
Por ejemplo, ¿por qué no Te revelas? Si realmente hay un Dios y Tú eres Él, ¿por qué no Te revelas de una forma que todos podamos comprender?
Lo he hecho, una y otra vez. Lo estoy haciendo nuevamente ahora.
No, me refiero a un método de revelación que sea indiscutible, que no pueda negarse.
¿Como…?
Como aparecer justo ahora frente a mis ojos.
Lo estoy haciendo ahora.
¿Dónde?
Adonde quiera que voltees.
No, me refiero de una forma indiscutible, de forma que ningún hombre pueda negarlo.
¿Qué forma sería esa? ¿En qué forma o figura te gustaría que Me apareciera?
En la forma o en la figura que tienes realmente.
Eso sería imposible, pues no tengo una forma o una figura que puedas comprender. Podría adoptar una forma o figura que tú pudieras comprender, pero entonces todos asumirían que lo que han visto es la única forma y figura de Dios, en lugar de una forma o figura de Dios, una de muchas.
La gente cree que soy de la forma en que Me ven, en lugar de lo que no ven. Pero soy el Gran Invisible, no lo que Me hago ser en un momento en particular. De cierta forma, soy lo que no soy. Es eso que no soy de donde vengo y hacia donde siempre vuelvo.
Sin embargo, cuando vengo en una u otra forma en particular, una forma en la que pienso que la gente pueda comprenderme, Me asignan esa forma para siempre.
Y si apareciera en cualquier otra forma con cualquier otra gente, los primeros dirían que no Me aparecí a los segundos porque no tenía la apariencia en que Me vieron los primeros, ni dije las mismas cosas, así que, ¿cómo podría haber sido Yo?
Puedes ver entonces que no importa la forma que adopte o la manera en que Me revele, pues cualquier manera que elija y cualquier forma que adopte, ninguna será irrefutable.
Pero si Tú hicieras algo que evidenciara la verdad de quien eres más allá de cualquier duda o cuestionamiento…
… también habría quien dijera que es algo del diablo o simplemente la imaginación de alguien, cualquier otra causa que no fuera Yo.
Si yo Me revelara como Dios Todopoderoso, Rey del Cielo y de la Tierra, y moviera montañas para probarlo, hay quienes dirían, “Debió haber sido Satanás”.
Y es como debería ser, pues Dios no revela su Divinidad de, o a través de, una observación externa, sino a través de la experiencia interna. Y cuando la experiencia interna ha revelado la Divinidad, la observación externa es innecesaria. Y si la observación externa es necesaria, la experiencia interna es imposible.
Si entonces se pide una revelación, no puede darse, pues el acto de pedirla es una declaración de que no está ahí, de que nada de Dios se está revelando. Tal declaración produce la experiencia. Pues tu pensamiento sobre algo es creativo y tu palabra es productiva, y tu pensamiento y tu palabra juntos son magníficamente efectivos para dar luz a tu realidad. Por tanto, experimentas que Dios no se revela ahora, pues si Dios lo hiciera, no se lo pedirías.
¿Eso significa que no puedo pedir nada de lo que quiero? ¿Estás diciendo que rezar por algo en realidad lo aleja de nosotros?
Ésta es una pregunta que se ha hecho durante milenios y se ha respondido en cada ocasión. Sin embargo, no han escuchado la respuesta o no la creen.
La pregunta se responde nuevamente en términos actuales, en el lenguaje actual, de esta manera:
No tendrás eso que pides ni podrás tener todo lo que quieres. Esto es porque tu propia petición es una declaración de carencia, y el que digas que quieres una cosa sólo funciona para producir esa precisa experiencia —querer— en tu realidad.
La oración correcta, por tanto, nunca es una oración de súplica, sino una oración de gratitud.
Cuando le agradeces a Dios por adelantado eso que eliges experimentar en tu realidad, reconoces en efecto que está ahí… efectivamente. La gratitud es entonces la declaración más poderosa para Dios, una afirmación que respondí incluso antes de que preguntaras.
Por tanto, nunca supliques. Aprecia.
¿Pero qué pasa si estoy agradecido con Dios por algo anticipadamente y nunca se da? Eso podría llevar a la desilusión y la amargura.
La gratitud no puede usarse como herramienta para manipular a Dios; un artilugio para engañar al universo. No puedes mentirte a ti mismo. Tu mente conoce la verdad de tus pensamientos. Si dices “Gracias, Dios, por esto y aquello” mientras eres muy claro de que no está ahí en tu realidad actual, no puedes esperar que Dios sea menos claro que tú y entonces lo produzca.
Dios sabe lo que tú sabes y lo que tú sabes es lo que aparece como tu realidad.
¿Pero cómo puedo entonces estar verdaderamente agradecido por algo que sé que no está ahí?
Fe. Si tienes sólo una semilla de mostaza de fe, moverás montañas. Llegas a saber que está ahí porque Yo dije que está ahí; porque lo dije, incluso antes de que preguntaras, habré respondido; porque lo dije, y lo hice de cualquier forma posible, a través de cuantos maestros puedas nombrar, lo que sea que elijas, al elegirlo en Mi Nombre, así será.
Aun así, muchas personas dicen que sus oraciones no han sido escuchadas.
Ninguna oración —y una oración no es más que una declaración ferviente de lo que es— deja de ser escuchada. Cada oración —cada pensamiento, cada declaración, cada sentimiento— es creativa. Al grado de que se tiene fervientemente como verdad, a ese grado se hará manifiesta en tu experiencia.
Cuando se dice que una oración no ha sido escuchada, lo que ha sucedido realmente es que el pensamiento, la palabra o el sentimiento más ferviente, se ha vuelto operativo. Sin embargo, lo que debes saber —y éste es el secreto— es que siempre es el pensamiento detrás del pensamiento —lo que podemos llamar el Pensamiento Promotor— lo que controla al pensamiento.
Si, por tanto, ruegas y suplicas, parece haber una menor oportunidad de que experimentes lo que crees que estás eligiendo, pues el Pensamiento Promotor detrás de cada súplica es que no tienes ahora lo que deseas. Ese Pensamiento Promotor se vuelve tu realidad.
El único Pensamiento Promotor que podría anular este pensamiento es el que se tiene con la fe de que Dios dará lo que se pide, sin fallo. Algunas personas tienen esa fe, pero muy pocas.
El proceso de la oración se vuelve mucho más fácil cuando, en lugar de tener que creer que Dios siempre dirá “sí” a cada petición, uno comprende intuitivamente que la petición misma no es necesaria. Entonces la oración es una de agradecimiento. No es una petición en lo absoluto, sino una declaración de gratitud por lo que es.
Cuando dices que una oración es una declaración de lo que es, ¿estás diciendo que Dios no hace nada, que todo lo que sucede después de una oración es el resultado de la acción de esa oración?
Si crees que Dios es un ser omnipotente que escucha todas las oraciones, dice “sí” a algunas, “no” a otras y “tal vez, pero no ahora” al resto, estás equivocado. ¿Bajo qué criterio decidiría Dios eso?
Si crees que Dios es el creador y quien decide todas las cosas en tu vida, estás equivocado.
Dios es quien observa, no el creador. Y Dios está listo para ayudarte a vivir tu vida, pero no de la forma que podrías esperar.
La función de Dios no es crear, o destruir, las circunstancias o las condiciones de tu vida. Dios te creó a imagen y semejanza de él. Tú has creado el resto a través del poder que Dios te ha dado. Dios creó el proceso de vida y la vida misma como la conoces. Sin embargo, Dios te dio el libre albedrío para hacer con la vida tu voluntad.
En este sentido, tu voluntad para ti mismo es la voluntad de Dios para ti.
Estás viviendo tu vida de la forma en que la vives y Yo no tengo ninguna preferencia en ello.
Ésta es la gran ilusión en la que te has enfocado: que a Dios le importa de una forma u otra lo que haces.
No Me importa lo que haces y te es difícil escucharlo. Pero, ¿te importa lo que hacen tus hijos cuando los dejas salir a jugar? ¿Te es importante si juegan a las traes o a las escondidas, o al doctor o a la escuelita? No, no es así porque sabes que están perfectamente a salvo. Los dejaste en un ambiente que consideras amigable y muy bueno.
Por supuesto, siempre esperarás que no se lastimen, y si lo hacen, estarás ahí para ayudarlos, curarlos y permitirles sentirse seguros otra vez, ser felices otra vez para poder ir a jugar de nuevo otro día. Pero lo que elijan jugar al día siguiente tampoco te importará.
Les dirás, por supuesto, qué juegos son peligrosos, pero no puedes evitar que tus hijos hagan cosas peligrosas. No siempre. No para siempre. No en cada momento desde ahora hasta la muerte. El padre sabio es el que sabe esto. Sin embargo, al padre nunca deja de importarle el resultado. Es esta dicotomía —no preocuparse profundamente por el proceso, pero preocuparse profundamente por el resultado— la que se acerca a la descripción de la dicotomía de Dios.
Sin embargo, Dios, de cierto modo, ni siquiera se preocupa por el resultado. No el resultado final. Esto es porque el resultado final está asegurado.
Y ésta es la segunda gran ilusión del hombre: que el resultado de la vida está en duda.
Es esta duda sobre el resultado final lo que ha creado a tu mayor enemigo, el miedo. Pues si dudas del resultado, entonces debes dudar del Creador —debes dudar de Dios. Y si dudas de Dios, debes vivir con miedo y culpa toda tu vida.
Si dudas de las intenciones de Dios y de la habilidad de Dios para producir este resultado final, ¿cómo puedes relajarte entonces? ¿Cómo puedes encontrar paz realmente?
Pero Dios tiene todo el poder para igualar las intenciones con los resultados. No puedes y no creerás en esto (incluso si dices que Dios es todopoderoso), así que debes crear en tu imaginación un poder igual a Dios para frustrar la voluntad de Dios. Y es así que has creado en tu mitología al ser que llamas “diablo”. Incluso has imaginado un Dios en guerra con este ser (pensando que Dios resuelve los problemas de la forma en que tú lo haces). Finalmente, en realidad has imaginado que Dios podría perder esta guerra.
Todo esto viola todo lo que dices que sabes sobre Dios, pero no importa. Tú vives tu ilusión y por tanto sientes tu miedo; todo por tu decisión de dudar de Dios.
¿Pero qué pasaría si tomaras una nueva decisión? ¿Cuál sería el resultado entonces?
Te diré esto: vivirías como Buda. Como Jesús lo hizo. Como cada santo que has idolatrado.
Sin embargo, como sucedió con la mayoría de esos santos, la gente no te comprendería. Y cuando te cansaras de explicar tu sentido de paz, tu alegría de vivir, tu éxtasis interior, oirían tus palabras, pero no las escucharían. Intentarían repetir tus palabras, pero añadirían otras cosas.
Se preguntarían cómo puedes tener lo que ellos no pueden encontrar, y entonces se volverían celosos. Pronto, ese celo se volvería rabia, y en su enojo intentarían convencerte de que eres tú quien no comprende a Dios.
Y si tuvieran éxito al alejarte de tu alegría, buscarían dañarte, pues tan enorme sería su rabia. Y cuando les dijeras que no importa, que incluso la muerte no podría interrumpir tu alegría ni cambiar tu verdad, seguramente te matarían. Entonces, cuando vieran la paz con la que aceptabas tu muerte, te llamarían santo y te amarían de nuevo.
Pues es la naturaleza de la gente el amar, luego destruir y después amar nuevamente lo que valoran más.
Pero, ¿por qué? ¿Por qué hacemos eso?
Todos los actos humanos están motivados en su nivel más profundo por una de dos emociones: el miedo o el amor. Verdaderamente hay sólo dos emociones; sólo dos palabras en el lenguaje del alma. Son los extremos opuestos de la gran polaridad que creé cuando produje el universo y tu mundo como lo conoces hoy.
Son las dos puntas —el Alfa y el Omega— que permiten ser al sistema que llamas “relatividad”. Sin estas dos puntas, sin estas dos ideas sobre las cosas, ninguna otra idea podría existir.
Cada pensamiento humano y cada acto humano tiene su base en el amor o en el miedo. No hay ninguna otra motivación humana y todas las demás ideas son sólo derivaciones de estas dos. Simplemente son versiones diferentes, giros distintos sobre el mismo tema.
Piensa a fondo en esto y verás que es cierto. Esto es a lo que llamé el Pensamiento Promotor. Es un pensamiento ya sea de amor o de miedo. Éste es el pensamiento detrás del pensamiento detrás del pensamiento. Es el primer pensamiento. Es la fuerza primaria. Es la energía pura que controla el motor de la experiencia humana.
Y es en esto que el comportamiento humano produce experiencias repetidas tras experiencias repetidas; es la razón de que los humanos amen, luego destruyan y luego amen otra vez: siempre se pasa de una emoción a la otra. El amor promueve al miedo que promueve al amor que promueve al miedo…
… Y la razón se encuentra en la primera mentira —la mentira que sostienes como la verdad sobre Dios—, que no puedes confiar en Dios, que no puedes depender del amor de Dios, que la aceptación de Dios hacia ti es condicional, que el resultado final está en duda. Pues si no puedes contar con que el amor de Dios siempre estará ahí, ¿en el amor de quién sí puedes contar? Si Dios se retira y te abandona cuando no haces algo bien, ¿no lo harán también los meros mortales?
… Y es así que, en el momento en que prometes tu más grande amor, te encuentras con tu más grande temor.
Pues lo primero que te preocupa después de decir “Te amo” es si lo escucharás de vuelta. Y si lo escuchas de vuelta, entonces inmediatamente empiezas a preocuparte si perderás el amor que acabas de encontrar. Entonces toda acción se vuelve una reacción —la defensa contra la pérdida—, incluso mientras intentas defenderte contra la pérdida de Dios.
Pero si supieras Quién Eres —que eres el ser más magnífico, más extraordinario, más espléndido que Dios ha creado—, nunca temerías. ¿Pues quién podría rechazar tan esplendorosa magnificencia? Ni siquiera Dios podría encontrar una falta en tal ser.
Pero tú no sabes Quién Eres, y piensas que eres mucho menos. ¿Y de dónde sacaste la idea de que eres mucho menos que magnífico? De las únicas personas cuya palabra creerías para todo: de tu madre y de tu padre.
Éstas son las personas que te aman más que nadie. ¿Por qué te mentirían? Sin embargo, ¿acaso no te han dicho que eres demasiado de esto y no suficiente de aquello? ¿No te han recordado que deben verte, pero no escucharte? ¿No te han regañado en algunos de tus momentos de mayor euforia? ¿Y no te instaron a dejar de lado tu imaginación más audaz?
Éstos son los mensajes que has recibido, y aunque no cumplen con los requisitos y no son mensajes de Dios, es como si lo fueran, pues sí vinieron de los dioses de tu universo.
Tus padres fueron los que te enseñaron que el amor es condicional —tú mismo has sentido sus condiciones muchas veces— y ésa es la experiencia que llevas a tus propias relaciones amorosas.
También es la experiencia que Me traes.
A partir de esta experiencia sacas tus conclusiones sobre Mí. Expresas tu verdad dentro de este marco. “Dios es un Dios amoroso”, dices, “pero si violas Sus mandamientos, te castigará con el rechazo y la condenación eternos”.
¿Pues no has experimentado el rechazo de tus propios padres? ¿No conoces el dolor de su condena? ¿Cómo entonces podrías imaginar que sería diferente conmigo?
Has olvidado lo que era ser amado sin condición. No recuerdas la experiencia del amor de Dios, así que intentas imaginar lo que el amor de Dios debería ser, basándote en lo que ves sobre el amor en el mundo.
Has proyectado el papel de “padre” en Dios y así has inventado un Dios que juzga y recompensa o castiga, basado en qué tan bien se siente sobre lo que has estado haciendo. Pero ésta es una forma simplista de ver a Dios, basada en tu mitología. No tiene nada que ver con Quién Soy.
Al haber creado un sistema completo de pensamiento sobre Dios, basado en la experiencia humana en lugar de las verdades espirituales, creaste entonces toda una realidad alrededor del amor. Es una realidad basada en el miedo, radicada en la idea de un Dios temible y vengativo. Este Pensamiento Promotor está mal, pero negar ese pensamiento sería romper con toda tu teología. Y aun cuando la nueva teología que la reemplace fuera verdaderamente tu salvación, no puedes aceptarla porque la idea de un Dios que no deba temerse, que no juzgue y que no tenga causa para castigar es simplemente demasiado magnífica para abrazar, incluso dentro de tu más grande noción de Quién y Qué es Dios.
Esta realidad de amor basada en el miedo domina tu experiencia del amor; de hecho, en realidad la crea. Pues no sólo te ves a ti mismo recibiendo amor condicional, sino que te ves a ti mismo dándolo de la misma forma. E incluso mientras te detienes y te retraes y estableces tus condiciones, una parte de ti sabe que eso no es lo que el amor realmente es. Aun así, pareces impotente para cambiar la forma en que lo das. Has aprendido a la mala, es lo que te dices, y primero la condenación antes que volverte vulnerable de nuevo. Sin embargo, la verdad es que te condenarás si no lo haces.
[Por tus propios pensamientos (equivocados) sobre el amor te condenas a nunca experimentarlo puramente. De la misma forma también te condenas a nunca conocerme como realmente soy. Hasta que lo haces. Pues no serás capaz de negarme para siempre y el momento de nuestra Reconciliación llegará.]
Cada acto de los seres humanos se basa en el amor o en el miedo, no sólo los que tienen que ver con las relaciones. Las decisiones que afectan los negocios, la industria, la política, la religión, la educación de los jóvenes, la agenda social de sus naciones, las metas económicas de su sociedad; las elecciones sobre guerra, paz, ataque, defensa, agresión, sumisión; las determinaciones para codiciar o regalar, para guardar o compartir, para unir o dividir, cada una libres de elegir en algún momento uno de los dos posibles pensamientos que hay: un pensamiento de amor o un pensamiento de miedo.
El miedo es la energía que contrae, cierra, retrae, huye, se esconde, acapara, lastima.
El amor es la energía que expande, se abre, entrega, permanece, revela, comparte, sana.
El miedo envuelve nuestro cuerpo con ropas; el amor nos permite estar desnudos. El miedo se aferra y aprieta todo lo que tenemos; el amor regala todo lo que tenemos. El miedo retiene; el amor aprecia. El miedo se aferra; el amor deja ir. El miedo irrita; el amor calma. El miedo agrede; el amor enmienda.
Cada pensamiento, palabra o acción humanos está basado en una u otra emoción. No tienes elección sobre esto porque no hay nada más de dónde elegir. Sin embargo, tienes una libre elección sobre cualquiera de los dos.
Haces que suene tan fácil y, sin embargo, al momento de decidir, el miedo gana muchas más veces. ¿Por qué?
Se te ha enseñado a vivir con miedo. Se te ha contado sobre la supervivencia del más apto y la victoria del más fuerte y el éxito del más listo. Se dicen muy pocas cosas buenas sobre la gloria del más amoroso. Y es así que buscas ser el más apto, el más fuerte, el más listo —de una forma o de otra—, y si te ves a ti mismo como algo menos que esto en cualquier situación, temes perder, pues te han dicho que ser menos es perder.
Entonces por supuesto eliges la acción que promueve el miedo, pues es lo que te han enseñado. Sin embargo, yo te enseño esto: cuando elijas la acción que promueve el amor, será entonces cuando hagas más que sobrevivir, entonces harás más que ganar, entonces harás más que tener éxito. Entonces experimentarás la completa gloria de Quién Eres en Realidad y quién puedes ser.
Para hacer esto debes dejar de lado las enseñanzas de tus tutores cosmopolitas bien intencionados, pero mal informados, y escuchar las enseñanzas de aquellos cuya sabiduría viene de otra fuente.
Así hay muchos maestros alrededor de ti, como siempre ha habido, pues no te dejaría sin los que pudieran mostrarte, enseñarte, guiarte y recordarte estas verdades. Sin embargo, el mejor recordatorio no es nadie en el exterior, sino la voz dentro de ti. Ésta es la primera herramienta que utilizo porque es la más accesible.
La voz interior es la voz más fuerte con la que hablo porque es la más cercana a ti. Es la voz que te dice si todo lo demás es cierto o falso, correcto o equivocado, bueno o malo, como lo has definido. Es el radar que sienta el curso, mueve el timón, guía el viaje si tan sólo lo dejas.
Es la voz que te dice ahora mismo si las palabras que estás leyendo son palabras de amor o de miedo. Con esta medida puedes determinar si son palabras que deben escuchase o palabras que debes ignorar.
Dijiste que si siempre elijo la acción que promueve el amor, entonces experimentaré la gloria completa de quién soy y quién puedo ser. ¿Podrías explayarte un poco en esto?
Hay un solo propósito para todo en la vida, y es que tú y todo lo vivo experimenten la gloria absoluta.
Todo lo que dices, piensas y haces acompaña esa función. No hay nada más que tu alma pueda hacer y nada más que tu alma quiera hacer.
Lo maravilloso de este propósito es que es infinito. Un final es una limitación, y el propósito de Dios no tiene ese límite. Si llegara el momento en que experimentaras tu completa gloria, en ese instante imaginarás una gloria todavía mayor por lograr. Entre más eres, puedes convertirte en más, y entre más puedes convertirte, más puedes ser.
El secreto más profundo es que la vida no es un proceso de descubrimiento, sino un proceso de creación.
No te estás descubriendo a ti mismo, sino creándote desde cero. No busques entonces descubrir Quién Eres, sino determinar Quién Quieres Ser.
Hay quienes dicen que la vida es como una escuela, que estamos aquí para aprender lecciones específicas, que una vez que nos “graduamos” podemos irnos hacia caminos más elevados, ya no atados por el cuerpo. ¿Esto es cierto?
Es otra parte de tu miología basada en la experiencia humana.
¿La vida no es una escuela?
No.
¿No estamos aquí para aprender lecciones?
No.
Entonces, ¿por qué estamos aquí?
Para recordar, y recrear, Quién Eres.
Te lo he dicho una y otra vez. No Me crees. Pero es como debe ser. Pues ciertamente, si no te creas a ti mismo como la persona Que Eres, tú no puedes ser.
Ya me perdí. Volvamos a la parte de la escuela. Maestro tras maestro nos ha dicho que la vida es una escuela. Francamente me impacta oírte negarlo.
La escuela es un lugar al que vas si hay algo que no sabes y quieres saber. No es un lugar adonde vas cuando ya sabes algo y simplemente quieres experimentar tu conocimiento.
La vida (como la llamas) es una oportunidad para que sepas empíricamente lo que ya sabes conceptualmente. No necesitas aprender nada para hacer esto. Necesitas recordar meramente lo que ya sabes y actuar sobre ello.
Creo que no lo comprendo.
Empecemos con esto. El alma —tu alma— sabe todo lo que debe saber todo el tiempo. No hay nada oculto para ella, nada desconocido. Sin embargo, saberlo no es suficiente. El alma busca experimentarlo.
Puedes saber que eres generoso, pero a menos de que hagas algo que muestre generosidad, no tienes nada más que un concepto. Puedes saber que eres gentil, pero a menos de que hagas una gentileza a alguien, no tienes nada más que una idea sobre ti mismo.
El único deseo de tu alma es convertir su más grande concepto de sí misma en su más grande experiencia. Hasta que la idea se vuelva experiencia, todo lo que hay es especulación. Yo he estado especulando sobre Mí mismo durante mucho tiempo. Mucho más de lo que tú y yo podríamos recordar colectivamente. Mucho más que las eras de este universo multiplicadas por la edad del universo. ¡Puedes ver entonces qué tan joven, qué tan nueva es Mi experiencia sobre Mí mismo!
Ya me perdí otra vez. ¿La experiencia de Ti mismo?
Sí. Deja que te lo explique de esta manera:
En un principio, lo que Es es todo lo que había, y no había nada más. Pero Todo lo que Es no podía conocerse a sí mismo porque Todo lo que Es es todo lo que había, y no había nada más. Y así, Todo lo que Es… no era. Pues en la ausencia de algo más, Todo lo que Es no es.
Éste es el gran Es/No Es al que los místicos se han referido desde el principio de los tiempos.
Luego Todo lo que Es sabía que era todo lo que era, pero esto no era suficiente, pues sólo podía saber su completa magnificencia conceptualmente, no empíricamente. Sin embargo, la experiencia de sí mismo es justamente la que anhelaba, pues quería saber cómo se sentía ser tan magnífico. Aun así, esto era imposible porque el propio término “magnífico” es relativo. Todo lo que Es no podía saber cómo se sentía ser magnífico a menos de que todo lo que no era apareciera. En ausencia de lo que no es, lo que ES no es.
¿Comprendes esto?
Eso creo. Sigue.
Muy bien.
Lo único que Todo lo que Es sabía es que no había nada más. Por ende, nunca podría, ni lo haría, conocerse a Sí Mismo desde un punto de vista fuera de Sí. Tal referencia no existía. Sólo un punto de vista existía, y era el único lugar dentro. El “Es-No Es”, el Soy-No Soy.
Aun así, el Todo de Todo eligió conocerse a Sí Mismo empíricamente.
Esta energía —esta energía pura, no vista, no escuchada, no observada y por ende desconocida por todos— eligió experimentarse a Sí Misma como la completa magnificencia que era. Para hacerlo, se dio cuenta de que tendría que usar un punto de referencia dentro.
Razonó, correctamente, que cualquier parte de Sí Misma necesariamente tendría que ser menos del todo, y que, si Ella simplemente se dividía a Sí Misma en partes, cada parte, siendo menos que el todo, podría voltear a ver el resto de Sí Misma y ver magnificencia.
Y así, Todo lo que Es se dividió a Sí Mismo, volviéndose en un glorioso momento lo que es esto y lo que es aquello. Por primera vez, esto y aquello existieron, bastante lejos uno del otro. Y así, ambos existieron simultáneamente. Como tampoco lo hizo todo lo que era.
Entonces, tres elementos existieron repentinamente: lo que está aquí, lo que está allá y lo que no está aquí ni allá —pero que debe existir para que el aquí y el allá existan—.
Es la nada que contiene al todo. Es la ausencia de espacio que contiene al espacio. Es el todo que contiene las partes.
¿Puedes comprender esto?
¿Me sigues?
En realidad, creo que sí. Aunque no lo creas, has utilizado una ilustración tan clara que realmente creo que lo estoy comprendiendo.
Iré un poco más allá. Esta nada que contiene el todo es lo que algunas personas llaman Dios. Pero no es preciso tampoco, pues sugiere que hay algo que Dios no es, digamos todo lo que no es “nada”. Pero Yo soy Todas las Cosas, visibles e invisibles, así que esta descripción de Mí como el Gran Invisible, la No Cosa o el Espacio En Medio, una definición mística esencialmente oriental de Dios, no es más precisa que la descripción práctica esencialmente occidental de Dios como todo lo visible. Quienes creen que Dios es Todo lo que Es y Todo lo que No Es son los que comprenden correctamente.
Al creer eso que está “aquí” y eso que está “ahí”, Dios hizo posible que Dios se conociera a Sí Mismo. En el momento de esta gran explosión desde el interior, Dios creó la relatividad, el más grande regalo que Dios se dio alguna vez a Sí Mismo. Así, la relación es el más grande regalo que Dios te dio alguna vez, un punto que después discutiremos a detalle.
A partir de las No Cosas surgió el Todo, un evento espiritual enteramente consistente, incidentalmente, con lo que tus científicos llaman la teoría del Big Bang.
Conforme al todo surgieron los elementos, se creó el tiempo, pues una cosa fue la primera aquí, luego fue allá y el periodo que tardó en llegar de aquí a allá pudo medirse.
Cuando las partes de Sí Mismo que son visibles empezaron a definirse, “relativas” unas a otras, así también lo hicieron las partes invisibles.
Dios supo que para que el amor existiera —y para que se conociera a sí mismo como amor puro—, su opuesto exacto debía existir también. Así que Dios creó voluntariamente la gran polaridad, el opuesto absoluto del amor, todo lo que el amor no es, lo que ahora se llama miedo. En el momento en que el miedo existió, el amor pudo existir como una cosa que podía ser experimentada.
Es la creación de dualidad entre el amor y su opuesto a lo que los humanos se refieren en sus diversas mitologías como el nacimiento del mal, la caída de Adán, la rebelión de Satanás y demás.
Así como has elegido personificar el amor puro como el personaje al que llamas Dios, así has elegido personificar el abyecto miedo como el personaje al que llaman el diablo.
Algunos en la Tierra han establecido mitologías considerablemente elaboradas alrededor de este evento, rematadas con escenarios de batallas y guerras, soldados angelicales y guerreros diabólicos, las fuerzas del bien y el mal, de la luz y la oscuridad.
Esta mitología ha sido el primer intento de la humanidad de comprender, así como de contar a otros en una forma que ellos pudieran comprender, un suceso cósmico del que el alma humana está profundamente consciente, pero al que la mente apenas y puede concebir.
Al representar al universo como una versión dividida de Sí Mismo, Dios produjo, a partir de energía pura, todo lo que existe, tanto visible como invisible.
En otras palabras, no sólo se creó el universo físico, sino el universo metafísico. La parte en que Dios forma la segunda mitad de la ecuación Soy-No Soy también explotó en una cantidad infinita de unidades más pequeñas que el todo. Estas unidades de energía son lo que ustedes llamarían espíritus.
En algunas de sus mitologías religiosas se dice que “Dios Padre” tuvo muchos hijos espíritus. Este paralelismo con las experiencias humanas de la vida multiplicándose a sí misma parece ser la única forma en que se puede hacer que las masas conserven en su realidad la idea de la apariencia repentina —la existencia repentina— de incontables espíritus en el “Reino de los Cielos”.
En esta instancia, tus historias y cuentos míticos no están muy lejos de la realidad fundamental, pues los incontables espíritus que conforman la totalidad de Mí son, en un sentido cósmico, Mis hijos.
Mi propósito divino al dividirme fue crear suficientes partes de Mí para que Yo pudiera conocerme empíricamente. Sólo hay una forma para que el Creador se pueda conocer empíricamente a Sí Mismo como Creador, y es crear. Y fue así que le di a cada una de las incontables partes de Mí (a todos Mis hijos espirituales) el mismo poder de crear que Yo tengo como el todo.
Esto es a lo que sus religiones se refieren cuando dicen que fueron creados a “imagen y semejanza de Dios”. Esto no significa, como algunos han sugerido, que nuestros cuerpos físicos se parecen (aunque Dios puede adoptar cualquier forma física que Dios elija para un propósito en particular). Significa que nuestra esencia es la misma. Estamos compuestos de lo mismo. ¡SOMOS lo “mismo”!, con todas estas propiedades y habilidades idénticas, incluyendo la habilidad de crear una realidad física a partir de nada.
Mi propósito al crearlos, Mis hijos espirituales, fue conocerme a Mí Mismo como Dios. No tengo forma de hacer eso si no es a través de ustedes. Por ende, puede decirse —como se ha dicho muchas veces— que Mi propósito para ustedes es que ustedes se conozcan a sí mismos como Yo.
Esto parece increíblemente simple; sin embargo, se vuelve muy complejo porque sólo hay una forma en que puedan conocerse a sí mismos como Yo, y es que se conozcan a sí mismos primero no como Yo.
Intenta comprender esto, lucha por seguirme el paso, pues se vuelve muy sutil ahora. ¿Estás listo?
Creo que sí.
Bien. Recuerda, tú pediste esta explicación. La has estado esperando durante años. Lo pediste en términos sencillos, no en doctrinas teológicas ni en teorías científicas.
Sí. Sé lo que pregunté.
Y al haber preguntado, recibirás.
Para mantener esto simple, usaré tu modelo mitológico de los hijos de Dios como base para la discusión porque es un modelo con el que estás familiarizado, además de que no está tan equivocado en muchos sentidos.
Volvamos entonces a cómo debe funcionar este proceso de autoconocimiento.
Hay una forma en la que pude haber provocado que todos Mis hijos espirituales se conocieran a sí mismos como partes de Mí, y era simplemente diciéndoles. Esto lo hice. Pero verás, no era suficiente que el Espíritu simplemente se conociera a Sí Mismo como Dios o una parte de Dios o los hijos de Dios o los herederos del reino o cualquier mitología que quieras utilizar.
Como ya expliqué, saber algo y experimentarlo son dos cosas diferentes. El Espíritu anhelaba conocerse a Sí Mismo empíricamente, ¡así como Yo! La conciencia conceptual no era suficiente para ti. Así que tracé un plan. Es la idea más extraordinaria de todo el universo y la colaboración más espectacular. Digo colaboración porque todos ustedes están en esto junto conmigo.
Conforme al plan, ustedes como espíritu puro entrarían al universo físico recién creado. Esto es porque lo físico es la única forma de conocer empíricamente lo que se sabe conceptualmente. Es, de hecho, la razón por la que creé el cosmos físico desde un principio, así como el sistema de relatividad que lo gobierna y toda la creación.
Una vez en el universo físico, ustedes, Mis hijos espirituales, podían experimentar lo que saben de sí mismos, pero primero debían conocer lo opuesto. Para explicarlo sencillamente, no podían conocerse a sí mismos como altos a menos y hasta que se volvieran conscientes de lo bajo. No podían experimentar la parte de ustedes que llaman gordo a menos de que también conocieran lo delgado.
Al llevarlo a una lógica final, no puedes experimentarte a ti mismo como lo que eres hasta que te hayas encontrado con lo que no eres. Éste es el propósito de la teoría de la relatividad y de toda la vida física. Es por lo que no eres que tienes una definición.
Ahora bien, en el caso del conocimiento último —conocerte a ti mismo como el Creador—, no puedes experimentarte como creador a menos y hasta que lo crees. Y no puedes crearte a ti mismo hasta que reviertas la creación de ti mismo. En un sentido, primero tienes que “no ser” para poder ser. ¿Me sigues?
Creo…
Enfoca tu atención.
Por supuesto, no hay una forma de no ser quién y qué eres; simplemente eres eso —espíritu puro, creativo— que siempre has sido y siempre serás. Así que, hiciste lo mejor que podías: provocaste que olvidaras Quién Realmente Eres.
Al entrar al universo físico, renunciaste a tu recuerdo de ti mismo. Esto te permite elegir ser Quién Eres, en lugar de simplemente despertarte y ya ser, por así decirlo.
Es en el acto de elegir ser —en lugar de que simplemente se te diga qué eres— que experimentas por ti mismo una parte de Dios, al tener la completa elección, que es por definición lo que Dios es. ¿Pero cómo puedes tener la elección sobre algo de lo que no hay una elección? Ustedes no pueden no ser Mis hijos, sin importar qué tanto lo intenten, sin embargo, pueden olvidar.
Tú eres, siempre has sido y siempre serás una parte divina del todo divino, un miembro del cuerpo. Es por eso que el acto de reunirse con el todo, de regresar a Dios, se llama remembranza. En realidad, eliges re-membrar Quien Realmente Eres o unirte junto con las diversas partes de ti para experimentar todo lo que eres, es decir Todo lo que Yo Soy.
Tu trabajo en la Tierra, por tanto, no es aprender (porque ya lo sabes), sino remembrar Quién Eres, así como remembrar quiénes son todos los demás. Es por eso que una gran parte de tu trabajo es recordarles a otros para que también puedan re-membrar.
Todos los maravillosos maestros espirituales han estado haciendo justamente eso. Es tu único propósito. Lo que significa el propósito de tu alma.
Por Dios, es tan simple y tan… simétrico. Quiero decir, ¡todo embona! Ahora veo una imagen que nunca antes había podido armar.
Bien. Eso está bien. Ése es el propósito de este diálogo. Me has pedido respuestas. He prometido dártelas.
Harás de este diálogo un libro y volverás accesibles Mis palabras para muchas personas. Es parte de tu trabajo. Tienes muchas preguntas, muchos cuestionamientos que quieres hacer sobre la vida. Hemos colocado las bases. Hemos dejado la base para otros acuerdos. Vayamos a estas otras preguntas. Y no te preocupes, si hay algo sobre lo que ya hayamos discutido y que no entiendas completamente, todo se volverá más claro pronto.
Hay tanto que quiero saber. Hay tantas preguntas. Supongo que debería comenzar con las grandes, las obvias. Como, ¿por qué el mundo es de esa forma?
De todas las preguntas que el hombre le ha hecho a Dios, ésta es la que se pregunta más seguido. Desde el principio del tiempo, el hombre lo ha preguntado. Desde el primer momento hasta ahora han querido saber por qué debe ser así.
La postulación clásica de la pregunta es usualmente algo como: si Dios es toda perfección y todo amor, ¿por qué Dios crearía la pestilencia y la hambruna, la guerra y la enfermedad, los terremotos, los tornados, los huracanes y toda clase de desastres naturales, la profunda decepción personal y la calamidad mundial?
La respuesta a esta pregunta yace en el misterio más profundo del universo y en el significado más elevado de la vida.
Yo no muestro Mi bondad al crear sólo lo que puedes llamar perfección a tu alrededor. No demuestro Mi amor por no permitir que tú demuestres el tuyo.
Como ya expliqué, no puedes demostrar amor hasta que hayas demostrado no amar. Una cosa no puede existir sin su opuesto, excepto en el mundo de lo absoluto. Sin embargo, el reino de lo absoluto no fue suficiente para ti ni para Mí. Yo existía ahí, en él siempre, y es de donde tú también vienes.
En el absoluto no hay experiencia, sólo conocimiento. El conocimiento es un estado divino, pero la alegría más grande está en ser. Ser se logra sólo después de la experiencia. La evolución es ésta: saber, experimentar, ser. Ésta es la Santísima Trinidad, el Trío que es Dios.
Dios Padre es saber, el padre de toda la comprensión, el progenitor de toda experiencia, pues no puedes experimentar lo que no sabes.
Dios Hijo es experimentar, la corporeidad, el acto de todo lo que el Padre sabe de Sí Mismo, pues no puedes ser lo que no has experimentado.
Dios Espíritu Santo es ser, la incorporeidad, de todo lo que el Hijo ha experimentado de Sí Mismo, el estado simple y exquisito posible sólo a través de la memoria del saber y la experiencia.
Este simple ser es el éxtasis. Es el estado de Dios después de saber y experimentarse a Sí Mismo. Es lo que Dios anhelaba desde el principio.
Por supuesto, ya estás muy lejos del punto en el que se te tenga que explicar que las descripciones de padre-hijo de Dios no tienen nada que ver con el género. Utilizo aquí el lenguaje pintoresco de sus más recientes escrituras. Los escritos sagrados mucho más tempranos colocaban esta metáfora en un contexto de madre-hija. Ninguno es correcto. Tu mente puede comprender la relación mejor como progenitor-descendencia, o lo que da vida y lo que recibe la vida.
Añadir la tercera parte de la Trinidad produce esta relación: lo que da vida/lo que recibe la vida/lo que es.
Esta Realidad Triple es la firma de Dios. Es el patrón divino. La relación tres en uno se encuentra en todas partes en los reinos de lo sublime. No puedes escapar de ella en asuntos que traten sobre tiempo y espacio, Dios y conciencia, o cualquiera de las relaciones sutiles. Por otra parte, no encontrarás la Verdad Triple en ninguna de las relaciones generales de la vida.
La Verdad Triple se reconoce en las relaciones sutiles de la vida, por todos los que estén lidiando con dichas relaciones. Algunos de sus religiosos han descrito la Verdad Triple como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Algunos de sus psiquiatras usan los términos supraconsciente, consciente y subconsciente. Algunos de sus espiritualistas dicen mente, cuerpo y espíritu. Algunos de sus científicos dicen energía, materia, éter. Algunos de sus filósofos dicen que una cosa no es cierta para ti hasta que es cierta en el pensamiento, la palabra y la acción. Al discutir el tiempo, hablas sólo de tres temporalidades: pasado, presente, futuro. Similarmente, hay tres momentos en tu percepción, antes, ahora y después. En términos de relaciones espaciales, ya sea considerando los puntos en el universo o varios puntos en tu propia habitación, reconoces aquí, allá y el espacio en medio de los dos.
En cuanto a las relaciones generales, no reconoces “lo que hay en medio”. Esto es porque las relaciones generales son siempre pares, mientras que las relaciones del reino elevado son tríos invariablemente. Por tanto, hay izquierda-derecha, arriba-abajo, grande-pequeño, rápido-lento, caliente-frío y el par más grandioso alguna vez creado: masculino-femenino. No hay “nada en medio” en estas dualidades. Una cosa es una o la otra, o alguna versión mayor o menor en relación con una de estas polaridades.
Dentro del reino de las relaciones generales, nada que sea conceptualizado puede existir sin una conceptualización de su opuesto. La mayoría de tu experiencia cotidiana está fundamentada en esta realidad.
Dentro del reino de las relaciones sublimes, nada de lo que existe tiene un opuesto. Todo Es Uno, y todo progresa de uno hacia el otro en un círculo interminable.
El tiempo es un reino sublime, donde lo que llamas pasado, presente y futuro existen interrelacionados. Es decir, no son opuestos, sino partes del mismo todo, progresiones de la misma idea, ciclos de la misma energía, aspectos de la misma Verdad inmutable. Si concluyes de esto que el pasado, el presente y el futuro existen en un mismo “tiempo”, estás en lo correcto. (Sin embargo, ahora no es el momento de discutir eso. Podemos abordarlo con mucho más detalle cuando exploremos el concepto completo de tiempo, lo que haremos más adelante.)
El mundo es de la forma que es porque no podía ser de otra forma y aun así existir en el reino general de lo físico. Los terremotos y los huracanes, las inundaciones y los tornados, y los eventos que tú llamas desastres naturales son sólo movimientos de los elementos de una polaridad a la otra. Todo el ciclo de nacimiento-muerte de parte de este movimiento. Éstos son los ritmos de la vida y todo lo que se encuentra en la realidad general está sujeto a ellos porque la vida misma es un ritmo. Es una onda, una vibración, una pulsación en el propio corazón de Todo lo que Es.
La enfermedad y las epidemias son opuestas a la salud y el bienestar, y se manifiestan en tu realidad por tu deseo. No puedes estar enfermo sin que en algún nivel te provoques estarlo, y puedes estar bien de nuevo en un momento sólo por decidir estarlo. Las profundas decepciones personales son respuestas elegidas, y las calamidades mundiales son el resultado de conciencias mundiales.
Tu pregunta infiere que Yo elegí estos eventos, que es Mi voluntad y Mi deseo que ocurran. Pero Yo no deseo que estas cosas sean, simplemente te observo hacerlo. Y no hago nada para detenerlas porque hacerlo sería impedir tu voluntad. Eso, en cambio, te quitaría tu experiencia de Dios, que es la experiencia que tú y Yo hemos elegido juntos.
No condenes, entonces, todo lo que llamarías malo en el mundo. Mejor pregúntate qué de eso has juzgado como malo y qué, si hay algo, quisieras cambiar.
Pregunta hacia adentro, en lugar de hacia afuera, diciendo. “¿Qué parte de mi Yo quiero experimentar ahora frente a esta calamidad?”. Pues todo en la vida existe como una herramienta de tu propia creación, y todos sus eventos sólo se presentan a sí mismos como oportunidades para que decidas y seas Quien Eres.
Esto es cierto para cada alma, así que ves que no hay víctimas en el universo, sólo creadores. Todos los Maestros que han caminado por este planeta lo sabían. Es por eso que, sin importar qué Maestro nombres, ninguno se imaginó victimizado, aunque varios fueron ciertamente crucificados.
Cada alma es un Maestro, aunque algunas no recuerden su origen ni su herencia. Sin embargo, cada una crea la situación y la circunstancia para su propio propósito elevado y tu propia rápida remembranza en cada momento llamado ahora.
No juzgues entonces el camino kármico caminado por otro. No envidies el éxito ni compadezcas el fracaso, pues no sabes lo que es el éxito ni el fracaso en el recuento del alma. No llames algo una calamidad ni un evento alegre hasta que decidas, o atestigües, cómo se usa. ¿Pues es una muerte una calamidad si salva la vida de miles? ¿Y es la vida un evento alegre si no ha causado nada más que pena? Sin embargo, no debes juzgar incluso esto, sino seguir siempre tu propio consejo y permitir a otros seguir los suyos.
Esto no significa que ignores una llamada de ayuda ni el llamado de tu propia alma para trabajar hacia el cambio de alguna circunstancia o condición. Significa evitar las etiquetas y los juicios mientras haces lo que sea que hagas. Pues cada circunstancia es un regalo y en cada experiencia se encuentra un tesoro escondido.
Una vez hubo un alma que sabía que era la luz. Ésta era un alma nueva y, por ende, ansiosa de experiencia. “Yo soy la luz”, dijo. “Yo soy la luz.” Pero todo el conocimiento y todo lo que decía al respecto no podían sustituir la experiencia de ello. Y en el reino de donde emergió el alma no había nada, sino luz. Cada alma era grande, cada alma era magnífica y cada alma brillaba con la luminosidad de Mi impresionante luz. Así que la pequeña alma en cuestión era una vela en el sol. En medio de la grandiosa luz —de la que era parte— no podía verse a sí misma ni experimentarse a sí misma en lo Qué y Quién Realmente Era.
Sucedió que esta alma anhelaba y anhelaba conocerse. Y era tan grande su anhelo que un día le dije, “¿Sabes, Pequeña, lo que debes hacer para satisfacer este anhelo tuyo?”.
“Oh, ¿qué, Dios? ¿Qué? ¡Haré lo que sea!”, dijo la pequeña alma.
“Debes separarte del resto de nosotros”, le respondí, “y luego debes llamarte oscuridad”.
“¿Qué es la oscuridad, Altísimo?”, preguntó la pequeña alma.
“Lo que no eres”, respondí, y el alma comprendió.
Y esto hizo el alma, alejarse del Todo, sí, yendo incluso hacia otro reino. Y en este reino, el alma tenía el poder de llamar a su experiencia todo tipo de oscuridades. Y así lo hizo.
Sin embargo, entre toda la oscuridad gritó, “Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Incluso como lo has hecho tú en los tiempos más oscuros. Pero nunca te he abandonado, sino que he estado junto a ti siempre, listo para recordarte Quién Eres en Realidad; listo, siempre listo para llamarte a casa.
Por tanto, sé una luz en la oscuridad y no la maldigas.
Y no olvides Quién Eres en el momento cuando te veas rodeado de lo que no eres. Alaba la creación, incluso cuando busques cambiarla.
Debes saber que lo que haces en el momento de tu más grande prueba puede ser tu más grande triunfo. Pues la experiencia que creas es una declaración de Quién Eres y de Quién Quieres Ser.
Te conté esta historia, la parábola de la pequeña alma y el sol, para que puedas comprender mejor por qué el mundo es como es y cómo puede cambiar en un instante cuando todos recuerdan la verdad divina de su más grande realidad.
Hay quienes dicen que la vida es una escuela y que estas cosas que observas y experimentas en tu vida son para tu aprendizaje. Lo he comentado antes, pero te digo nuevamente: Viniste a esta vida con nada que aprender; sólo tienes que demostrar lo que ya sabes. En la demostración lo harás funcionar y te crearás nuevamente a través de tu experiencia. Así justificas la vida y le das un propósito. Así la vuelves sagrada.
¿Estás diciendo que todas las cosas malas que nos pasan son cosas que elegimos nosotros mismos? ¿Quieres decir que incluso las calamidades y los desastres del mundo son, a cierto nivel, creados por nosotros mismos para que podamos “experimentar el opuesto de Quiénes Somos”? Y si es así, ¿no hay una forma menos dolorosa —menos dolorosa para nosotros y para los demás— de crear oportunidades en las que podamos experimentarnos?
Has hecho muchas preguntas y todas son buenas. Tomemos una a la vez.
No, no todas las cosas que llamas malas que te han sucedido son de tu elección. No en el sentido consciente de lo que te refieres. Todas son tus creaciones.
Siempre estás en el proceso de crear. Cada momento. Cada minuto. Cada día. Más tarde hablaremos de cómo puedes crear. Por ahora, sólo créeme, eres una gran máquina de creación y tienes como resultado una nueva manifestación literalmente tan rápido como la piensas.
Eventos, hechos, sucesos, condiciones, circunstancias, todos se crean a partir de la conciencia. La conciencia individual es lo suficientemente poderosa. Puedes imaginar qué clase de energía creativa se desata cuando dos o más se reúnen en Mi nombre. ¿Y la conciencia colectiva? Pues ésa es tan poderosa que puede crear eventos y circunstancias de importancia mundial y consecuencias planetarias.
No sería preciso decir —no de la forma como tú lo dices— que tú estás eligiendo estas consecuencias. Tú no las eliges más de lo que Yo las elijo. Como Yo, tú las observas y decides Quién Eres respecto a ellas.
Sin embargo, no hay víctimas en el mundo, ni villanos. Y tampoco eres una víctima de las decisiones de otros. Hasta cierto punto, todos han creado eso que dicen detestar, y al haberlo creado, lo han elegido.
Éste es un nivel de pensamiento elevado, y es uno que todos los Maestros alcanzan tarde o temprano. Pues sólo cuando pueden aceptar la responsabilidad de todo lo que pueden alcanzar, el poder de cambiar parte de ello.
Mientras alimentes la noción de que hay algo o alguien más ahí afuera “haciéndolo” contra ti, te quitas poder para hacer algo al respecto. Sólo cuando dices “Yo hice esto” puedes encontrar el poder para cambiarlo.
Es mucho más fácil cambiar lo que estás haciendo, que cambiar lo que otros están haciendo.
El primer paso para cambiar cualquier cosa es saber y aceptar que has elegido que sea así. Si no puedes aceptar esto a un nivel personal, acéptalo a través de tu entendimiento de que Somos Uno. Busca entonces crear el cambio no porque algo esté mal, sino porque ya no sea un indicador adecuado de Quién Eres.
Sólo hay una razón para hacer algo: como declaración de Quién Eres para el universo.
Usada de esta forma, la vida se vuelve Autocreativa. Usas la vida para crear tu Yo en tanto a Quién Eres y Quién Siempre Quisiste Ser. También hay sólo una razón para deshacer algo: porque ya no es una declaración de Quién Quieres Ser. No te refleja. No te representa. (Es decir, no te re-presenta…)
Si quieres ser re-presentado adecuadamente, debes trabajar para cambiar cualquier cosa en tu vida que no embone con la imagen de ti que deseas proyectar hacia la eternidad.
En el más amplio sentido, todas las cosas “malas” que suceden son elección tuya. El error no es elegirlas, sino llamarlas malas. Pues al hacerlo, te llamas a ti mismo malo, puesto que tú las creaste.
No puedes aceptar esta etiqueta, así que, en lugar de etiquetarte a ti mismo como malo, reniegas de tus propias creaciones. Es esta deshonestidad intelectual y espiritual la que te deja aceptar un mundo en el que las condiciones ya están establecidas. Si tuvieras que aceptar —o incluso sentir una profunda sensación interna de— la responsabilidad personal por el mundo, sería un lugar muy diferente. Esto ciertamente sería verdad si todos se sintieran responsables. Que esto sea tan patentemente obvio es lo que lo hace tan tremendamente doloroso y tan conmovedoramente irónico.
Las calamidades y los desastres naturales del mundo —sus tornados y huracanes, volcanes e inundaciones; sus problemas físicos— no son una creación tuya específicamente. Lo que tú sí creas es el grado en que estos eventos tocan tu vida.
Ocurren eventos en el universo que ninguna imaginación diría que tú instigaste o creaste.
Estos eventos se crean por la conciencia combinada del hombre. Todo el mundo, co-creándose junto, produce estas experiencias. Lo que cada uno hace individualmente es moverse a través de ellos, decidiendo qué —si acaso— significan para sí y Qué y Quién Son en relación con ellos.
Así, creas colectiva e individualmente la vida y los tiempos que experimentas con el propósito de la evolución del alma.
Preguntaste si hay una forma menos dolorosa de pasar por este proceso, y la respuesta es sí; sin embargo, nada en tu experiencia exterior habrá cambiado. La forma de reducir el dolor que asocias con las experiencias y los eventos terrenos —tanto tuyos como de otros— es cambiar la forma en que los contemplas.
No puedes cambiar el evento externo (pues eso fue creado por todos ustedes y no han crecido lo suficiente en sus conciencias para alterar individualmente lo que se creó colectivamente, así que deben cambiar la experiencia interna. Éste es el camino hacia el perfeccionamiento de vivir).
Nada es doloroso en y por sí mismo. El dolor es resultado de un pensamiento equivocado. Es un error de pensamiento.
Un Maestro puede desaparecer el dolor más severo. De esta forma, el Maestro sana.
El dolor resulta de un juicio que has hecho sobre algo. Elimina el juicio y el dolor desaparecerá.
El juicio suele basarse en experiencias previas. Tu idea de una cosa se deriva de una idea anterior sobre esa cosa. Tu idea anterior resulta de una idea todavía más anterior, esa idea de otra y así, como ladrillos, hasta que llegas al final del pasillo de espejos, a lo que Yo llamo el primer pensamiento.
Todo pensamiento es creativo, y no hay un pensamiento más poderoso que el pensamiento original. Es por esto que muchas veces se le llama también pecado original.
El pecado original es cuando tu primer pensamiento sobre algo es un error. Este error se compone muchas veces cuando tienes un segundo o tercer pensamiento sobre algo. Es trabajo del Espíritu Santo inspirarte un nuevo entendimiento que pueda liberarte de tus errores.
¿Quieres decir que no debería sentirme mal por los niños africanos que mueren de hambre, la violencia y la injusticia en Estados Unidos, el terremoto que mató a cientos en Brasil?
No hay “debería” o “no debería” en el mundo de Dios. Haz lo que quieras hacer. Haz lo que te refleje, lo que te re-presente como una mejor versión de Ti mismo. Si te quieres sentir mal, siéntete mal.
Pero no juzgues ni tampoco condenes, pues no sabes por qué ocurre algo ni con qué fin.
Y recuerda esto: lo que condenes, te condenará, y en lo que juzgues te convertirás un día.
Mejor, busca cambiar esas cosas —o apoyar a otros que están cambiando esas cosas— que ya no reflejan el sentido más elevado de Quién Eres.
Sí, bendice todo, pues todo es la creación de Dios, a través de vivir la vida, que es la más grande creación.
¿Podríamos parar un momento aquí para que pueda respirar? ¿Te escuché decir que no hay “debería” o “no debería” en el mundo de Dios?
Es correcto.
¿Cómo puede ser eso? Si no hay en Tu mundo, ¿dónde estarían?
Así es, ¿dónde…?
Repito la pregunta. ¿Dónde más aparecerían los “debiera” y “no debiera” más que en Tu mundo?
En tu imaginación.
Pero quienes me han enseñado todo sobre lo correcto e incorrecto, lo que se hace o no se hace, lo que debiera o no debiera, me dijeron que todas esas reglas fueron establecidas por Ti, por Dios.
Entonces los que te enseñaron estaban equivocados. Nunca he establecido un “bien” o “mal”, un “haz” o un “no hagas”. Hacerlo sería quitarte completamente tu más grande regalo, la oportunidad de hacer lo que tú desees y experimentar los resultados de eso, la oportunidad de crearte de nuevo a imagen y semejanza de Quién Realmente Eres, el espacio para producir una realidad de un tú cada vez más grande, basado en tu más grandiosa idea de lo que eres capaz.
Decir que algo —un pensamiento, una palabra, una acción— está “mal” sería como decirte que no lo hicieras. Decirte que no lo hicieras sería prohibírtelo. Prohibirte algo sería restringirte. Restringirte sería negar la realidad de Quién Realmente Eres, así como negarte la oportunidad de crear y experimentar esa verdad.
Hay quienes dicen que te he dado libre albedrío, pero estas mismas personas dicen que si no Me obedeces, te enviaré al infierno. ¿Qué clase de libre albedrío es ese? ¿Esto no vuelve a Dios una burla, y ya no digamos de la clase de relación verdadera entre nosotros?
Bueno, nos estamos metiendo en otra área que quería discutir, y es todo este asunto sobre el cielo y el infierno. De lo que puedo concluir, no existe el infierno.
Existe el infierno, pero no es lo que piensas y no lo experimentas por las razones que te han dado.
¿Qué es el infierno?
Es la experiencia del peor resultado posible de tus elecciones, decisiones y creaciones. Es la consecuencia natural de cualquier pensamiento que Me niegue o que le diga no a Quién Eres en relación conmigo.
Es el dolor que sufres por pensar mal. Sin embargo, incluso el término “pensar mal” no es apropiado, pues no existe tal cosa como algo que está mal.
El infierno es lo opuesto a la alegría. Es la insatisfacción. Es saber Qué y Quién Eres, y no experimentarlo. Es ser menos. Ése es el infierno y no existe otro más grande para tu alma.
Pero el infierno no existe como este lugar sobre el que has fantaseado, donde te quemas en algún fuego eterno o existes en alguna clase de tormento eterno. ¿Qué propósito podría tener para eso?
Incluso si tuviera el extraordinariamente poco divino pensamiento de que no “mereces” el cielo, ¿por qué tendría una necesidad de buscar alguna clase de venganza o castigo por tus fallos? ¿No sería mucho más fácil para Mí sólo deshacerme de ti? ¿Qué clase de parte vengativa de Mí requeriría que te sometiera a un sufrimiento eterno de cierto tipo y a un nivel más allá de toda descripción?
Si respondes que la necesidad de justicia, ¿no serviría a la justicia sólo negarte la comunión conmigo en el cielo? ¿Sería necesario también infligir dolor interminable?
Te digo que no hay tal experiencia después de la muerte como la que han construido en sus teologías basadas en el miedo. Sin embargo, sí hay una experiencia del alma tan infeliz, tan incompleta, tan poco completa, tan separada de la más grande alegría de Dios, que para tu alma esto sería el infierno. Pero te repito, Yo no te envío ahí ni provoco que suceda esta experiencia para ti. Tú mismo creas esta experiencia, donde y cuando separas tu Yo, de tus propios pensamientos más elevados sobre ti mismo. Tú mismo creas la experiencia cuando te niegas a ti mismo, cuando rechazas Qué y Quién Eres en Realidad.
Pero incluso esta experiencia nunca es eterna. No puede ser porque no es Mi plan que estés separado de Mí para siempre. De hecho, tal cosa es una imposibilidad, pues para lograr dicho evento no sólo tendrías que negar Quién Eres, sino que yo tendría que hacerlo también. Nunca lo haré. Y mientras uno de los dos conserve la verdad sobre ti, tu verdad prevalecerá al final.
Pero si no hay infierno, ¿eso significa que puedo hacer lo que yo quiera, actuar como quiera, cometer cualquier acto sin miedo al castigo?
¿Es miedo lo que necesitas para ser, hacer y tener lo que es intrínsecamente correcto? ¿Se te debe amenazar para que “seas bueno”? ¿Y qué es “ser bueno”? ¿Quién tiene la última palabra sobre eso? ¿Quién dicta los lineamientos? ¿Quién hace las reglas?
Te diré esto: Tú eres tu propio hacedor de reglas. Tú estableces los lineamientos y tú decides qué tan bien lo has hecho, qué tan bien lo haces. Pues tú eres quien ha decidido Qué y Quién Realmente Eres, así como Quién Quieres Ser. Tú eres el único que puede evaluar qué tan bien lo estás haciendo.
Nadie más te juzgará nunca, ¿pues por qué y cómo podría juzgar Dios a su propia creación y llamarla mala? Si yo quisiera que fueras e hicieras todo perfectamente, te habría dejado en el estado de absoluta perfección del que viniste. El punto del proceso era que te descubrieras a ti mismo, que crearas tu Yo, como realmente eres y como verdaderamente deseas ser. Pero no podías serlo a menos de que también tomaras la decisión de ser algo más.
¿Debería entonces castigarte por tomar la decisión que Yo mismo puse frente a ti? Si no quisiera que tomaras la segunda decisión, ¿por qué crearía otra además de la primera?
Ésta es una pregunta que debes hacerte a ti mismo antes de asignarme el papel de un Dios condenador.
La respuesta directa a tu pregunta es sí, puedes hacer lo que quieras sin miedo al castigo. Te ayudaría, sin embargo, a estar consciente de las consecuencias.
Las consecuencias son resultados. Los efectos naturales. No son lo mismo que castigos divinos ni represalias. Los efectos son simplemente eso. Son lo que resulta de la aplicación natural de las leyes naturales. Son eso que ocurre, predeciblemente, como consecuencia de lo que ha ocurrido.
Toda vida física funciona de acuerdo con las leyes naturales. Una vez que recuerdes estas leyes y las apliques, habrás dominado la vida en el nivel físico.
Lo que te parece un castigo —o lo que llamarías mal o mala suerte— no es más que una ley natural afirmándose a sí misma.
Entonces si conociera estas leyes y las obedeciera, nunca volvería a tener un momento de problemas. ¿Es eso lo que me estás diciendo?
Nunca te experimentarías en lo que llamas “problemas”. No verías ninguna situación de vida como un problema. No enfrentarías ninguna circunstancia temblando. Pondrías fin a toda preocupación, duda y miedo. Vivirías como fantaseas sobre la vida de Adán y Eva, no como espíritus incorpóreos en el reino de lo absoluto, sino como espíritus corpóreos en el reino de lo relativo. Pero tú tendrías toda la libertad, toda la alegría, toda la paz y toda la sabiduría, el entendimiento y el poder del Espíritu que eres. Serías un ser completamente realizado.
Ésta es la meta de tu alma. Éste es su propósito, reconocerse completamente dentro del cuerpo para volverse la personificación de todo lo que realmente es.
Éste es Mi plan para ti. Éste es mi ideal: que Yo me realice a través de ti. Así, con este concepto convertido en experiencia, yo podré conocerme empíricamente.
Las Leyes Universales son las Leyes que Yo establecí. Son Leyes perfectas, creando una función perfecta de lo físico.
¿Alguna vez has visto algo más perfecto que un copo de nieve? Su complejidad, su diseño, su simetría, su conformidad consigo mismo y su originalidad respecto a todo lo demás; todos son un misterio. Tú te preguntas ante este asombroso espectáculo de la Naturaleza. Pero si puedo hacer esto con un solo copo de nieve, ¿qué crees que puedo hacer —y he hecho— con el universo?
Si pudieras ver la simetría en él, la perfección de su diseño, desde el cuerpo más grande hasta la partícula más pequeña, no podrías ser capaz de conservar la verdad de ello en tu realidad. Incluso ahora, cuando obtienes destellos de él, todavía no puedes imaginar ni comprender sus implicaciones. Sin embargo, puedes saber que hay implicaciones mucho más complejas y mucho más extraordinarias de lo que tu comprensión actual puede abrazar. Su Shakespeare lo dijo maravillosamente: Hay más cosas en el Cielo y la Tierra, Horacio, de las que se sueñan en tu filosofía.
Entonces, ¿cómo puedo conocer estas Leyes? ¿Cómo las aprendo?
No es cuestión de aprenderlas, sino de recordarlas.
¿Cómo puedo recordarlas?
Empieza quedándote quieto. Silencia el mundo exterior para que el mundo interior pueda dejarte ver. Es una percepción lo que buscas, pero no puedes tenerla mientras estés tan profundamente preocupado por tu realidad exterior. Busca, entonces, ir hacia tu interior tanto como puedas, y cuando no vayas hacia el interior, sal desde el interior para lidiar con el mundo exterior. Recuerda este axioma:
Si no vas hacia el interior, te quedas sin nada.
Ponlo en primera persona cuando lo repitas para hacerlo más personal:
Si no voy
hacia el interior
me
quedo sin nada.
Te has quedado sin nada toda tu vida, pero no tienes y nunca tuviste por qué.
No hay nada que no puedas ser. No hay nada que no puedas hacer. No hay nada que no puedas tener.
Esa promesa suena como una quimera.
¿Qué otra clase de promesa querrías que Dios te hiciera? ¿Me creerías si te prometiera menos?
Durante miles de años la gente ha desconfiado de las promesas de Dios por la razón más extraordinaria de todas: eran demasiado buenas para ser verdad. Así que has elegido una promesa menor, un amor menor. Pues la mejor promesa de Dios procede del amor más grande. Sin embargo, no puedes concebir un amor perfecto, así que una promesa perfecta también es inconcebible. Como lo es una persona perfecta. Por tanto, no puedes creer ni siquiera en Ti mismo.
Al fallar en creer cualquier parte de esto significa que fallas en creer en Dios. Pues la creencia en Dios produce la creencia en Su mayor regalo, el amor incondicional, así como la más grande promesa de Dios, el potencial ilimitado.
¿Te puedo interrumpir aquí? Odio interrumpir a Dios cuando ya se encarreró, pero he escuchado todo esto del potencial ilimitado antes y no embona con la experiencia humana. Olvídate de las dificultades que una persona común enfrenta, ¿qué hay de los desafíos de quienes nacen con limitaciones físicas o mentales? ¿Su potencial es ilimitado?
Lo has expresado en tus propias Escrituras, de muchas formas y en muchos lugares.
Dame una referencia.
Ve lo que escribiste en tu Biblia, en el libro del Génesis, capítulo 11, versículo 6.
Dice, “Y el Señor dijo, ‘Mirad, el pueblo es uno y todos tienen un mismo lenguaje; y esto es sólo el principio de lo que harán: y ahora nada de lo que han imaginado hacer les será imposible’ ”.
Sí. Ahora, ¿puedes confiar en eso?
Eso no contesta la pregunta sobre los débiles, los enfermizos, los discapacitados, quienes son limitados.
¿No crees que son limitados, como tú lo dices, por decisión propia? ¿Crees que un alma humana encuentra desafíos en la vida —cualesquiera que sean— por accidente? ¿Esto es lo que piensas?
¿Quieres decir que un alma elige la clase de vida que experimentará desde antes?
No, eso eliminaría el propósito del encuentro. El propósito es crear tu experiencia —y así, crearte a Ti mismo— en el glorioso momento del Ahora. Por tanto, no eliges la vida que experimentarás desde antes.
Puedes, sin embargo, elegir las personas, los lugares y los eventos —las condiciones y las circunstancias, los retos y los obstáculos, las oportunidades y las opciones— con los cuales crear tu experiencia. Puedes elegir los colores de tu paleta, las herramientas para tu caja, la maquinaria para tu tienda. Lo que crees con estas cosas es asunto tuyo. Ése es el asunto de la vida.
Tu potencial es ilimitado en todo lo que has elegido hacer. No asumas que un alma encarnada en un cuerpo que tú llamas limitado no ha alcanzado todo su potencial, pues no sabes lo que esa alma estaba intentando hacer. No comprendes su plan. No tienes claras sus intenciones.
Por tanto, bendice a cada persona y condición, y agradece. Así afirmas la perfección de la creación de Dios y muestras tu fe en ella. Pues nada sucede por accidente en el mundo de Dios y no existen las coincidencias. Tampoco el mundo se sacude por las elecciones al azar ni por algo que llames destino.
Si un copo de nieve es completamente perfecto en su diseño, ¿no crees que lo mismo podría decirse de algo tan magnífico como tu vida?
Pero incluso Jesús curaba a los enfermos. ¿Por qué los curaría si su condición era tan “perfecta”?
Jesús no curó a esos enfermos porque vio que su condición era imperfecta. Curó a esos enfermos porque vio que sus almas estaban pidiendo sanación como parte de su proceso. Vio la perfección del proceso. Reconoció y comprendió la intención del alma. Si Jesús hubiera sentido que toda las enfermedades, mentales o físicas, representaban imperfección, ¿no habría simplemente curado a todos en el planeta al mismo tiempo? ¿Dudas que hubiera podido hacerlo?
No. Creo que hubiera podido.
Bien. Entonces la mente ruega por saber: ¿por qué no lo hizo? ¿Por qué Cristo elegiría que algunos sufrieran y otros sanaran? Es más, ¿por qué Dios permite cualquier clase de sufrimiento en cualquier momento? Esta pregunta se ha hecho antes y la respuesta es la misma. Hay perfección en el proceso y toda la vida surge de la elección. No es apropiado interferir con la decisión ni cuestionarla. Es particularmente inapropiado condenarla.
Lo que sí es adecuado es observarla y luego hacer lo que sea necesario para ayudar al alma en su búsqueda y su realización de una elección más elevada. Debes estar pendiente entonces de las decisiones de otros, pero no juzgarlas. Debes saber que su elección es perfecta para ellos en este momento, pero mantente listo para ayudarlos si llegara el momento en que buscaran una nueva elección, una elección diferente, una más elevada.
Entra en comunión con las almas de otros, y su propósito, su intención será clara para ti. Esto es lo que Jesús hizo con quienes curó, y con todos cuyas vidas tocó. Jesús sanó a todos los que vinieron a él o a quienes mandaron a otros a suplicar por ellos. No curó al azar; eso habría sido violar una Ley Universal sagrada:
Permite que cada alma camine su propio trayecto.
¿Pero eso significa que no debemos ayudar a nadie sin que nos lo pida? Seguramente no, pues entonces no podríamos ayudar nunca a los niños hambrientos de la India o a las masas torturadas de África, a los pobres o a los oprimidos del mundo. Todo el esfuerzo humanitario se perdería, todas las caridades estarían prohibidas. ¿Debemos esperar a que un individuo nos llame en desesperación, o por una nación para que pida ayuda antes de que nos permitamos hacer lo que es obviamente correcto?
Verás, la pregunta se responde por sí misma. Si algo es obviamente correcto, hazlo. Pero recuerda practicar un juicio extremo sobre lo que llamas “correcto” o “incorrecto”.
Algo no es correcto o incorrecto sólo porque así lo digas. Algo no es correcto o incorrecto intrínsecamente.
¿No lo es?
Lo “correcto” o lo “incorrecto” no es una condición intrínseca, es un juicio subjetivo dentro de un sistema de valores personal. Por medio de tus juicios subjetivos es que te creas a Ti mismo; por tus valores personales determinas y demuestras Quién Eres.
El mundo existe exactamente como es para que puedas hacer estos juicios. Si el mundo existiera en una condición perfecta, tu proceso de vida de autocreación se terminaría. Vería su fin. La carrera de un abogado terminaría mañana si no hubiera más litigios. La carrera de un médico terminaría mañana si no hubiera más enfermedades. La carrera de un filósofo terminaría mañana si no hubiera más preguntas.
¡Y la carrera de Dios terminaría mañana si no hubiera más problemas!
Precisamente. Lo has expresado perfectamente. Todos nosotros terminaríamos de crear si no hubiera nada más que crear. Todos nosotros tenemos un interés personal en hacer que el juego siga. Tanto como nos gusta decir que quisiéramos resolver todos los problemas, no nos atrevemos a resolver todos los problemas o ya no habría nada más que hacer.
Tu complejo industrial-militar lo comprende muy bien. Es por eso que se opone contundentemente a cualquier intento de instalar un gobierno por completo pacífico en ningún lado.
Tus instituciones médicas lo comprenden también. Es por lo que se oponen incondicionalmente —deben hacerlo, es necesario para su propia supervivencia— a cualquier nuevo medicamento o cura milagrosos, además de la posibilidad de los milagros mismos.
Tu comunidad religiosa también tiene esto claro. Por eso ataca uniformemente cualquier definición de Dios que no incluya miedo, juicio y castigo, y cualquier definición del Yo que no incluya su propia idea del único camino hacia Dios.
Si yo te digo tú eres Dios, ¿dónde deja eso a la religión? Si yo te digo tú estás curado, ¿dónde deja eso a la ciencia y a la medicina? Si yo te digo que debes vivir en paz, ¿dónde deja eso a los pacificadores? Si te digo que el mundo está arreglado, ¿dónde deja eso al mundo?
¿Qué hay de los plomeros?
El mundo está lleno de esencialmente dos clases de gente: los que te dan las cosas que quieres y los que arreglan cosas. En un sentido, incluso quienes simplemente te dan las cosas que quieres —los carniceros, los panaderos, los fabricantes de candeleros— también arreglan cosas, pues tener un deseo de algo muchas veces es tener la necesidad de ello. Por eso hasta los adictos necesitan que les den, así que ten cuidado de que tu deseo no se vuelva una adicción.
¿Estás diciendo que el mundo siempre tendrá problemas? ¿Estás diciendo que en realidad así lo quieres?
Estoy diciendo que el mundo existe de la forma en que lo hace, así como un copo de nueve existe de la forma en que lo hace, por diseño. Tú lo has creado así, así como has creado tu vida exactamente como está.
Yo quiero lo que tú quieres. El día en que realmente quieras poner fin al hambre, no habrá más hambre. Te he dado todos los recursos para hacerlo. Tienes todas las herramientas con que tomar esa decisión. No la has tomado. No porque no puedas tomarla. El mundo podría terminar con el hambre mañana. Ustedes eligen no tomarla.
Dicen que hay buenas razones para que cuarenta mil personas mueran de hambre diario. No hay buenas razones. Pero cuando dicen que no pueden hacer nada para evitar que cuarenta mil personas mueran de hambre al día, traen cincuenta mil personas al mundo para empezar una nueva vida. Y llaman esto amor. Lo llaman el plan de Dios. Es un plan que no tiene ninguna lógica ni razonamiento, ya no digamos compasión.
Te estoy mostrando en términos austeros que el mundo existe de la forma en que lo hace porque ustedes así lo han elegido. Están destruyendo sistemáticamente su propio ambiente, luego señalando los llamados desastres naturales como evidencia de la cruel burla de Dios o la hostilidad de la Naturaleza. Se están burlando de ustedes mismos y sus formas son las crueles.
Nada, nada es más gentil que la Naturaleza. Y nada, nada ha sido más cruel con la Naturaleza que el hombre. Sin embargo, rechazan su involucramiento en esto, niegan toda responsabilidad. Dicen que no es su culpa, y en esto están en lo correcto. No es cuestión de culpabilidad, es cuestión de decisiones.
Ustedes pueden elegir terminar con la destrucción de sus selvas tropicales mañana. Ustedes pueden elegir dejar de desgastar la capa protectora sobre su planeta. Ustedes pueden elegir terminar con la masacre constante del asombroso ecosistema de su planeta. Pueden buscar recomponer el copo de nieve, o al menos detener su inexorable deshielo, ¿pero lo harán?
De la misma manera podrían terminar todas las guerras mañana. Sencillamente. Fácilmente. Todo lo que se necesita —todo lo que siempre se ha necesitado— es que todos se pongan de acuerdo. Pero si ustedes no pueden ponerse de acuerdo en algo tan básico como dejar de matarse entre ustedes, ¿cómo pueden exigir al cielo con los puños levantados que ponga su vida en orden?
No haré nada por ustedes que ustedes no hagan por Sí mismos. Eso es la ley y los profetas.
El mundo está en esa condición por ustedes y por las decisiones que han tomado, o dejado de tomar.
(No decidir es decidir.)
La Tierra es de la forma que es por ustedes y por las decisiones que han tomado, o dejado de tomar.
Su propia vida es de la forma que es por ustedes y por las decisiones que han tomado, o dejado de tomar.
¡Pero yo no decidí que me atropellara ese camión! Yo no decidí que me asaltara ese ladrón o me violara ese maniaco. La gente podría decir eso. Hay personas en el mundo que podrían decirlo.
Todos se encuentran en la causa principal de las condiciones que existen para crear el deseo en el ladrón, o la necesidad percibida de robar. Todos han creado la conciencia que hace posibles las violaciones. Es cuando ves en ti mismo lo que causa el crimen, que empiezas, al fin, a sanar la condición de la que parte.
Alimenten a sus hambrientos; denles dignidad a sus pobres. Denles oportunidades a los menos afortunados. Terminen el prejuicio que mantiene a las masas amontonadas y enojadas con la pequeña promesa de un mejor mañana. Dejen de lado sus inútiles tabús y sus restricciones sobre la energía sexual; mejor, ayuden a otros a comprender mejor su maravilla y a canalizarla adecuadamente. Hagan estas cosas y darán pasos enormes hacia terminar con el robo y las violaciones para siempre.
Y por el llamado “accidente” —el camión dando la vuelta, el ladrillo que cae del cielo— aprende a ver cada incidente como una pequeña parte de un mosaico más grande. Viniste aquí para comprender el plan individual para tu propia salvación, pero la salvación no significa salvarte de las garras del demonio. No existe tal cosa y el infierno tampoco. Te estás salvando del olvido de no realizarte.
No puedes perder en esta batalla. No puedes fallar. Entonces no es una batalla en lo absoluto, sino un simple proceso. Pero si no lo sabes, lo verás como una lucha constante. Puede que incluso creas en la lucha lo suficiente para crear toda una religión alrededor de ella. Esta religión enseñará que la lucha es el punto de todo esto. Esto es una falsa enseñanza. No es a través de la lucha que el proceso continúa. Es al rendirse que uno obtiene la victoria.
Los accidentes suceden porque así es. Ciertos elementos del proceso de vida deben unirse de una forma particular y en un tiempo en particular, con resultados particulares, los cuales tú eliges llamar desafortunados por tus propias razones particulares. Pero es posible que no sean desafortunados en lo absoluto, dadas las intenciones de tu alma.
Te diré esto: no existe tal cosa como la coincidencia, y nada sucede “por accidente”. Cada evento y aventura es atraída hacia tu Ser, por tu Ser, para que puedas crear y experimentar Quien Realmente Eres. Todos los verdaderos Maestros saben esto. Es por eso que los Maestros místicos permanecen imperturbables ante las peores experiencias de la vida (como tú las definirías).
Los grandes maestros de tu religión cristiana comprenden esto. Saben que Jesús no se perturbó ante la crucifixión, sino que la esperaba. Pudo haberse ido, pero no lo hizo. Pudo haber detenido el proceso en cualquier momento —tenía ese poder—, pero no lo hizo. Se permitió a sí mismo ser crucificado para que pudiera ser la salvación eterna del hombre. Miren, dijo, lo que puedo hacer. Vean lo que es verdadero. Y sepan que estas cosas, y más, ustedes también harán. ¿Pues no he dicho que ustedes son dioses? Sin embargo, no me creen. Si no pueden entonces creer en ustedes mismos, crean en Mí.
Tanta era la compasión de Jesús, que rogó por una forma —y la creó— de impactar al mundo para que todos pudieran venir al cielo (la autorrealización) si no de otra manera, a través de él. Pues venció a la miseria y a la muerte. Y ustedes podrían también.
La más grande enseñanza de Cristo no fue que tendrán vida eterna, sino que la tienen; no que tendrán una hermandad con Dios, sino que la tienen; no que tendrán lo que pidan, sino que lo tienen.
Todo lo que se necesita es saber esto. Pues ustedes son los creadores de su realidad y la vida puede ser de otra manera para ustedes más que en la forma en que pensaron.
Ustedes la piensan y así la hacen existir. Éste es el primer paso de la creación. Dios Padre es pensamiento. Tu pensamiento es el padre que da vida a todas las cosas.
Ésta es una de las Leyes que debemos recordar.
Sí.
¿Me puedes decir otras?
Te he dicho otras. Te las he dicho todas desde el inicio de los tiempos. Te las he dicho una y otra vez. Te he enviado maestro tras maestro. No escuchas a mis maestros. Los matas.
Pero, ¿por qué? ¿Por qué matamos a los más santos entre nosotros? Los matamos o los deshonramos, que es lo mismo. ¿Por qué?
Porque tienen miedo. Y porque Mis promesas son demasiado buenas para ser verdad. Porque no pueden aceptar la más grande Verdad, así que deben reducirse a sí mismos a una espiritualidad que enseña miedo y dependencia e intolerancia, en lugar de amor, poder y aceptación.
Están llenos de miedo y su más grande miedo es que Mi más grande promesa sea la más grande mentira en la vida. Así que crean la más grande fantasía que pueden para defenderse de esto: dicen que cada promesa que les da el poder y les garantiza el amor de Dios debe ser una falsa promesa del diablo. Dios nunca haría tal promesa, se dicen a sí mismos, sólo el diablo lo haría para tentarlos a negar la verdadera identidad de Dios como la entidad de entidades temible, juiciosa, celosa, vengativa y severa.
Aun cuando esta descripción encaja mejor con la definición de un diablo (si hubiera alguno), le han asignado características diabólicas a Dios para convencerse a sí mismos de no aceptar las promesas divinas de su Creador o las cualidades divinas del Ser. Tal es el poder del miedo.
Yo estoy intentando dejar ir mi miedo. ¿Me dirías nuevamente más Leyes?
La Primera Ley es que puedes ser, hacer y tener lo que sea que puedas imaginar. La Segunda Ley es que puedes atraer lo que temes.
¿Por qué es eso?
La emoción es el poder que atrae. Lo que más temas, experimentarás. Un animal —al que consideras una forma menor de vida (aun cuando los animales actúan con más integridad y mayor coherencia que los humanos)— sabe inmediatamente si le tienes miedo. Las plantas —a las cuales consideras una forma todavía más baja— responden a la gente que las ama mucho mejor que a quienes no les importan.
Nada de esto es una coincidencia. No hay coincidencias en el universo, sólo un gran diseño, un “copo de nieve” increíble.
La emoción es energía en movimiento. Cuando mueves la energía, creas un efecto. Si mueves suficiente energía, creas materia. La materia es energía conglomerada. Removida. Arrejuntada. Si manipulas la energía el suficiente tiempo y de cierta forma, obtienes materia. Cada Maestro comprende esta ley. Es la alquimia del universo. Es el secreto de toda vida.
El pensamiento es energía pura. Cada pensamiento que tienes, has tenido y tendrás es creativo. La energía de tu pensamiento nunca se muere. Jamás. Deja tu ser y sale hacia el universo, extendiéndose para siempre. Un pensamiento es eterno.
Todos los pensamientos se solidifican; todos los pensamientos se encuentran con otros pensamientos, traslapándose en un increíble laberinto de energía, formando un patrón siempre cambiante de belleza inexplicable y sorprendente complejidad.
Energías similares se atraen, formando (para ponerlo en palabras simples) “grumos” de energía de la misma clase. Cuando suficientes “grumos” similares se traslapan —se encuentran unos con otros—, se “pegan” unos a otros (por utilizar otro término sencillo). Así, toma una cantidad incomprensiblemente grande de energía similar junta para formar materia. Pero la materia se formará de energía pura. De hecho, es la única manera en que puede formarse. Una vez que la energía se vuelve materia, permanece como materia durante mucho tiempo, a menos de que se interrumpa su construcción por una forma de energía opuesta o disímil. Esta energía disímil que actúa sobre la materia en realidad la desmiembra, liberando la energía pura de la que se compone.
Ésta es, en términos básicos, la teoría detrás de su bomba atómica. Einstein se acercó más que cualquier otro humano —antes o después— a descubrir, explicar y hacer funcionar el secreto creativo del universo.
Ahora debes comprender mejor cómo la gente con mentes similares puede trabajar junta y crear una realidad predilecta. La frase “Donde dos o más se congreguen en Mi nombre” se vuelve mucho más significativa.
Por supuesto, cuando sociedades enteras piensan de cierta manera, muchas veces ocurren cosas impresionantes, aunque no todas necesariamente deseables. Por ejemplo, una sociedad que vive con miedo, muchas veces —en realidad, inevitablemente— produce en forma lo que más teme.
De igual manera, comunidades o congregaciones grandes suelen encontrar un poder capaz de producir milagros por sus pensamientos combinados (o lo que algunas personas llaman rezos comunes).
Y debe quedar claro que incluso los individuos —si su pensamiento (rezo, esperanza, deseo, sueño, miedo) es increíblemente fuerte— pueden producir dichos resultados en sí y por sí mismos. Jesús lo hizo constantemente. Él comprendió cómo manipular la energía y la materia, cómo reacomodarla, cómo redistribuirla, cómo controlarla completamente. Muchos Maestros han poseído este conocimiento. Muchos lo saben en la actualidad.
Tú puedes saberlo. Ahora mismo.
Éste es el conocimiento del bien y el mal del que se separaron Adán y Eva. Hasta que comprendieron esto, no pudo haber vida como tú la conoces. Adán y Eva —los nombres míticos que les has dado al Primer Hombre y la Primera Mujer— fueron el Padre y la Madre de la experiencia humana.
Lo que se ha descrito como la caída de Adán fue realmente su elevación, el evento más destacado en la historia de la humanidad. Pues sin él, el mundo de la relatividad no existiría. El acto de Adán y Eva no fue un pecado original, sino realmente la primera bendición. Deberían agradecerles desde lo más profundo de sus corazones, pues al ser los primeros en tomar una decisión “equivocada”, Adán y Eva produjeron la posibilidad de tomar cualquier decisión.
En tu mitología has vuelto a Eva la “mala” —la seductora que comió del fruto, del conocimiento del bien y el mal— que falsamente invitó a Adán a unirse a ella. Este escenario mitológico te ha permitido volver a la mujer la “caída” del hombre desde entonces, resultando en toda clase de realidades retorcidas, por no mencionar las visiones sexuales distorsionadas y las confusiones. (¿Cómo puedes sentirte tan bien sobre algo tan malo?)
Lo que más temes es lo que más te acosará. El miedo lo llevará hacia ti como un imán. Todas tus escrituras religiosas —de todas las tendencias y tradiciones religiosas que has creado— contienen la clara advertencia: no temas. ¿Crees que esto es por accidente?
Las Leyes son muy simples:
1. El pensamiento es creativo.
2. El miedo atrae energía similar.
3. El amor es todo lo que hay.
Uy, me quedé en la tercera. ¿Cómo puede el amor ser todo lo que hay si el miedo atrae energía similar?
El amor es la realidad final. Es la única. El todo. El sentimiento de amor es tu experiencia de Dios.
La Verdad más grande es que el amor es todo lo que hay, todo lo que hubo y todo lo que habrá. Cuando te mueves hacia el absoluto, te mueves hacia el amor.
El reino de lo relativo se creó para que Yo pudiera experimentar Mi Ser. Esto ya se te explicó. Esto no vuelve real al reino de lo relativo. Es una realidad creada que tú y Yo hemos concebido y continuamos concibiendo para que podamos conocernos empíricamente.
Sin embargo, la creación puede parecer muy real. Su propósito es parecer tan real, que la aceptemos como si realmente existiera. De esta forma, Dios ha planeado crear “algo más” que Sí mismo (aunque en términos estrictos esto sea imposible, dado que Dios es —Yo SOY— Todo lo que Es).
Al crear “algo más” —específicamente, el reino de lo relativo—, produje un ambiente en el que tú puedas elegir ser Dios, en lugar de que sólo se te diga que eres Dios; un reino en el que puedas experimentar una cabeza divina como acto de creación, en lugar de sólo una conceptualización; un reino en el que la pequeña luz en el sol —el alma más pequeña— pueda conocerse a sí misma como la luz.
El miedo es el otro extremo del amor. Es la polaridad primigenia. Al crear el reino de lo relativo, primero creé el opuesto de Mí mismo. Ahora, en el reino en que tú vives el plano físico hay sólo dos lugares para ser: el miedo y el amor. Los pensamientos que surgen del miedo producirán una clase de manifestación en el plano físico. Los pensamientos que surgen del amor producirán otra.
Los Maestros que han caminado por el mundo son quienes han descubierto el secreto del mundo relativo y se han rehusado a reconocer su realidad. En pocas palabras, los Maestros son quienes eligen sólo el amor. En cada instancia. En cada momento. En cada circunstancia. Incluso mientras se les mata, aman a sus asesinos. Incluso mientras se les persigue, aman a sus opresores.
Es muy difícil que comprendas esto, mucho más que lo emules. Sin embargo, es lo que cada Maestro ha hecho siempre. No importa de qué filosofía sea, no importa de qué tradición, no importa de qué religión; es lo que todo Maestro ha hecho.
Este ejemplo y esta lección se han expuesto claramente para ustedes. Se les ha mostrado una y otra vez, más y más. A lo largo de todas sus vidas y en cada momento. El universo ha utilizado cada invento para llevar esta Verdad ante ustedes. En canción, en relato, en poesía y en danza, en palabras y en movimiento, en imágenes que se mueven y ustedes llaman películas, y en colecciones de palabras que ustedes llaman libros.
Desde la montaña más alta se ha gritado; en el lugar más bajo se ha escuchado su susurro. A través de los corredores de toda la experiencia humana ha tenido eco esta Verdad: el amor es la respuesta. Pero no han escuchado.
Ahora llega a ti este libro, preguntando a Dios nuevamente lo que Dios te ha dicho incontables veces de incontables formas. Pero te lo diré de nuevo —aquí—, en el contexto de este libro. ¿Escucharás ahora? ¿Realmente escucharás?
¿Qué crees que te trajo a este material? ¿Cómo es que llegó a tus manos? ¿Crees que no sé lo que hago?
No hay coincidencias en el universo.
He escuchado el llanto de tu corazón. He visto la búsqueda de tu alma. Sé qué tan profundo es tu deseo de Verdad. Los has pedido en el dolor y en la alegría. Me has suplicado incesantemente. Que Me muestre. Que Me explique. Que Me revele.
Lo estoy haciendo aquí, en palabras tan simples que no puedas mal interpretar. En un lenguaje tan sencillo, que no puedas confundirte. En un vocabulario tan común que no te puedas perder entre las palabras.
Así que adelante. Pregúntame lo que sea. Lo que sea. Yo planearé darte la respuesta. Utilizaré el universo entero para hacerlo. Así que pon atención. Este libro está lejos de ser Mi única herramienta. Puedes hacer una pregunta, luego deja este libro. Pero observa, Escucha. Las palabras de la siguiente canción que escuches, la información en el siguiente artículo que leas, la trama de la siguiente película que veas, el encuentro casual de la siguiente persona que conozcas o el murmullo del siguiente río, del siguiente océano, de la siguiente brisa que acaricie tu oído; todos estos recursos son Míos, todas estas vías están abiertas para Mí. Te hablaré si escuchas. Vendré a ti si Me invitas. Te mostraré entonces que siempre he estado ahí. En todas las formas.