Parte II
La Túpac Amaru, vida y obra
1. Una crisis estructural
La organización Túpac Amaru brotó en el suelo fértil de una grave crisis estructural (1). La producción industrial jujeña se desarrolló en pocas ramas y grandes establecimientos para la producción y transformación de materias primas, con gran cantidad de trabajadores asalariados de baja calificación, en ingenios azucareros, minas, acerías y tabaco. A partir de la década de 1960, la incorporación de tecnología expulsó mano de obra en gran escala y lo mismo ocurrió más adelante con el cierre de la mina Pirquitas, la venta de la mina Aguilar a un grupo estadounidense, y la privatización del complejo minero-forestal siderúrgico Altos Hornos Zapla. Este proceso de generación y consolidación de población sobrante para las necesidades del capital llevó la desocupación del 1,8 al 37% de la población jujeña entre 1980 y 2001.
Ante tal catástrofe social, esos desocupados convergieron sobre las zonas urbanas y se refugiaron en el Estado. Según el censo de 2001, por cada 100 trabajadores del sector privado había 88,1 en el sector público.
La concentración de masas pauperizadas en zonas urbanas fue la base de las organizaciones sociales, que surgieron vinculadas al movimiento sindical. Durante todo el siglo XX los sindicatos habían ejercido la representación de los trabajadores ocupados pero recién entonces comenzaron a hacerse cargo de aquellos expulsados del sistema salarial. La incapacidad del capitalismo argentino de garantizar la existencia para decenas de miles de trabajadores, impedidos de reproducir su vida mediante un salario, les planteó un desafío inédito.
Los sindicatos nucleados en el Frente de Gremios Estatales (la Asociación de Trabajadores del Estado, ATE, y el Sindicato de Empleados y Obreros Municipales, SEOM) reaccionaron contra la reducción de salarios, el atraso en su liquidación, el pago en bonos y los despidos. El sistema entró en crisis y los punteros de los partidos tradicionales fueron desplazados. Esas movilizaciones forzaron la renuncia de cuatro gobernadores entre 1990 y 1998.
En la última década del siglo pasado, además de organizar a los desocupados, el SEOM y ATE les dieron un encuadre político. Los cortes de rutas que realizaron entre octubre de 2001 y enero de 2002 mostraron su crecimiento numérico, su capacidad de articular las distintas luchas populares y su disposición a institucionalizarse como mediadores en las distintas formas de asistencia estatal.
Entre el humo de los neumáticos en llamas y los gases lacrimógenos de la policía, emergió un flaco altísimo, con una barba negra que comenzaba a encanecer, una vincha en la cabeza de pelo ralo y una voz estentórea. Era el secretario general del SEOM, Carlos Nolasco Santillán, el Perro. Mientras ATE integraba la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), surgida a fines de 1992 como una escisión de la CGT, el SEOM se vinculó con el Partido Comunista Revolucionario (PCR) y más adelante con su Corriente Clasista Combativa (CCC). El 25 de octubre de 1990, las movilizaciones confluyeron en un Cabildo Abierto que dos semanas después precipitó la renuncia del gobernador De Aparici, la primera de la serie. Con pocos días de diferencia, Santillán se afilió al PCR, que mudó a Jujuy para conducirlo a su dirigente Carlos Aramayo. El gobierno nacional eligió al Perro como interlocutor privilegiado en el conflicto con el gobierno provincial y los municipios. Pero la CCC, creada por el PCR en 1995, se fracturó y perdió relevancia, mientras crecía la Organización Barrial Túpac Amaru, generada por ATE y la CTA en 1999. Su líder emergente fue Milagro Sala. Imposible imaginar mayor contraste con el Perro Santillán que esa mujer menuda y con facciones indígenas, que rompió todos los estereotipos de la militancia.
2. La caja de cartón
No hay entrevista en la que Milagro omita informar que se crió en un hogar de trabajadores de clase media, algo a lo que asigna tanta importancia como a su carácter de mujer e indígena, y que ayuda a entender algunas de sus obsesiones. Su madre, Desideria Leitón, fue la supervisora de enfermeras del Hospital de Niños. Su padre, Miguel Sala, era un gringo de ojos verdes. Primero manejó un camión, luego el auto del rector de la Universidad Nacional de Jujuy, hasta que lo hicieron intendente del rectorado. Milagro lo cuenta con el orgullo del logro personal, conseguido sobre la base del trabajo honesto y esforzado.

Archivo familiar de Miki Sala.

Miguel Sala y Desideria Leitón. [Archivos familia Sala.]
De padres bolivianos, la morocha Desideria aprendió a hablar aymara y quechua en el hospital para entender a los chicos de la zafra de la caña o del tabaco que llegaban enfermos y no podían explicar qué les pasaba. «No decían nada. Lloraban, nada más», cuenta el mayor de los hermanos de Milagro, Miguel Ángel Sala, que fue profesor de música de la banda de policía y director del Museo Histórico Policial.
Miki tenía 7 años el día que una ambulancia del hospital pasó por la casa y el conductor les avisó que esa tarde su madre no vendría porque debía seguir de turno y necesitaba una muda.
—No puedo moverme porque tengo una paciente que se me muere —les explicó cuando le llevaron la ropa.
Era una recién nacida hallada en una caja de cartón, en estado calamitoso. Desideria Leitón recién salió del hospital al día siguiente. Cuando la beba se recuperó de la hipotermia y estuvo fuera de peligro, la llevó a su casa.
La llamó Milagro, por haber sobrevivido; Amalia, por la médica que la ayudó en la guardia de terapia intensiva, y Angélica, por su propia madre. Esos nombres contienen un mandato que fue atendido.
—Ustedes tienen que cuidarla. Es una responsabilidad —les dijo a Miguel Ángel y a su segundo hijo, Juan Carlos, que hoy es bibliotecario de la Facultad de Ciencias Económicas.
La madre se iba temprano al hospital y ellos debían darle la mamadera, cambiarla y lavarle los pañales. Miki Sala lo cuenta sin emoción:
—Había que vendarla como un matambre, fajada de punta a punta, que era lo que se usaba entonces. Mi papá la daba vuelta para un costado y para el otro.
Después de Milagro nacieron Sonia del Valle y Carolina. También llegaron otros cuatro chicos que Desideria llevó ya de grandes a la casa porque no tenían donde vivir. Milagro y todos sus hermanos trataban a los padres de usted.
«Teníamos todo. Auto, la mejor ropa, la mejor zapatilla, que antes era la Flecha», cuenta Milagro.
Miki no idealiza esos años, en que los vecinos hacían sentir mal a Milagro.
—La molestaban. Mi hermana tendría 11 años. Vivíamos peleando con los changos. Una vecina le decía bastarda.
Miki recuerda las peleas por Milagro como una constante. «En la primaria, en el secundario, en la calle, en la plaza: en todos lados. Yo era más de mediar, pero mis dos hermanos, Juan Carlos y sobre todo Joaquín, eran más de pelear si a la Milagro le decían algo. La cosa cambió en la secundaria. Ya era ella la que nos defendía a nosotros».
Se mudaron para terminar con ese maltrato.
A pocas cuadras de su casa había una pileta al aire libre, construida durante el gobierno de Perón. Un día le dijeron que ella no podía entrar porque era negra. Al saberlo, la madre enfureció. Salió con los chicos hacia la pileta.
—A nosotros sólo nos llevó para que marcáramos quién lo había dicho. Mi madre tenía ese carácter. Era muy mandona. Las mujeres de la familia son así, mi viejo, no —dice Miki.
Cuando relata la gritería que la madre armó en la pileta, parece que estuviera describiendo uno de los estallidos de Milagro cuando una injusticia la indigna:
—Se peleó con medio mundo porque era tremenda. ¡Quién te creés vos!, decía.
Ni Milagro ni sus hermanos quisieron volver allí.
«Mis cinco hermanos son blancos, blancos, gringos, gringos. Cuando íbamos a la escuela me decían ¡qué vas a ser hermana de ellos!». Volvía llorando de bronca por la discriminación y preguntaba:
—¿Por qué yo soy morocha si todos mis hermanos son blancos?
—Sos morochita igual que tu abuela —le respondía la madre.
Un día Milagro no fue al colegio y se quedó en su casa. Escuchó gritar a su madre y a su tía y se pegó a la puerta para escuchar:
—¡Tenés que decirle la verdad, ella tiene que saberlo!
—¡No, no, no, que ella es mi hija!
—A la Mila le tienen que decir.
Al oír esto, entró llorando a la pieza:
—¿Quién es mi mamá? —interpeló.
La madre no supo qué decir y le dio un chirlo. Milagro se sintió traicionada y ofendida; sacó unas pocas ropas de su pieza y se fue de la casa. Tenía 14 años. La primera noche durmió en el hospital. Después alternó entre la calle y una pensión.
Con este golpe tan fuerte, cobraron sentido aquellos episodios inquietantes en el barrio y en la pileta, que la lastimaban pero no terminaba de entender.
ZAPATEO NORTEÑO
En la calle aprendió a lavar una bombacha, a hacer un huevo frito. Supo que para comer primero hay que buscar la plata.
Con una heladera de telgopor vendía por la calle frutas y los helados de agua que en Jujuy llaman con la palabra brasileña picolés. Pero también alguna vez cocaína. «En Jujuy le llaman burro al que usan para transportar la cocaína para los grandes. Y siempre cae el chiquitaje», recuerda Milagro.
Cuando consiguió un cajoncito, se puso a lustrar zapatos en la terminal de ómnibus. «Me sacaban corriendo, me decían que ese era lugar para los changos, que yo no tenía nada que hacer allí, me sacaban a patadas y me hicieron sentir lo que es la humillación».
Ya le habían notificado que no era blanca, después tuvo que aprender que tampoco era hombre. Le hicieron sentir que eran defectos suyos. No tardaría en transmutarlos en fortaleza.
Pese a todo, continuó el colegio secundario en el polivalente artístico y se recibió de profesora de danzas folclóricas. Su profesora Sara Velázquez, miembro de Familiares de ex Detenidos de Jujuy, la recuerda fuerte y sensible. Parte de las aulas del Polivalente de Arte estaban en un sucucho a bajo nivel.
—¿Hasta cuándo van a estar estas aulas así? ¿Por qué no las arreglan?
Sara Velázquez fue a ver al director y le transmitió la pregunta. «Le dije que los alumnos estaban molestos. Pero era Milagro la que se daba cuenta de la diferencia entre unas aulas y otras y protestaba».
Esa experiencia también fue formativa en otro sentido: «Las maestras elegían a los más bonitos para el ballet. El zapateo norteño lo bailaban los varones y el sureño, las mujeres. Nosotros cambiamos las reglas y lo hicimos al revés. En el norteño, zapateábamos las mujeres y no nos poníamos faldas sino pantalones de gaucho. Y así sacamos varios premios», se jacta Milagro. Su hija, Claudia Chorolque, completa con orgullo: «Fue la primera mujer que bailó malambo en Jujuy».
También la recuerda así Sara Velázquez, que fue cinco años profesora de Milagro, de francés hasta tercer año, y de Fundamentos de la Educación los dos restantes. «Era la mejor malambeadora que teníamos en la escuela. Muy rebelde. Una niña que no podías tener en el curso. Y siempre defendía a los más vulnerables. Ella armó un espacio en el que era la figura central del malambo, era la que mejor zapateaba. Estaba en todos los actos».

Milagro es la tercera desde la derecha.
[Archivos familia Sala.]
Durante una función en el Teatro Mitre, alguien le dijo que su mamá estaba entre el público.
—¿Desideria vino?
—No, la que te ha parido.
A partir de ese día no quiso pisar más un escenario. «¿Si yo la ando buscando a ella, por qué ella tiene que ser mi sombra? Que se enfrente conmigo».
Lloviznaba y hacía mucho frío. «Pasaba por una rotisería que en la puerta tenía unos pollos rodando. ¡Se me venían las lágrimas de hambre! Me hice amigos en la calle, gente muy humilde. Algunos hasta tenían que robar y una mujer con varios hijos no podía tener trabajo fijo. Algunas se han prostituido. He conocido, me he golpeado mucho y eso hizo que emprendiese esta lucha de dignificar al otro».
Sólo al padre aceptaba verlo, cuando la buscaba en el colegio. Pero el diálogo circular no llevaba a nada.
—Yo tengo derecho a saber quién es mi mamá —insistía ella.
—A vos te dejaron en el hospital —contestaba él.
—¿Por qué me han mentido si yo siempre he sido una buena hija?
—Se trata de cuidarte y protegerte.
Recién en 2013 supo a quién trataban de proteger. Milagro pidió ayuda a sus hermanos para averiguar quiénes eran sus verdaderos padres. Un tío dijo que «la familia de la Milagro está bien cerca de ustedes». Otro dijo «preguntale a tu papá». Las preguntas se centraron primero en los tíos paternos, sin resultado. Cuando llegaron al tío materno, Lorenzo, el padre de Milagro se enojó:
—Hace hijos que uno tiene que terminar criando.
La hermana llevó a Milagro al cementerio y frente a la tumba del tío le dijo:
—Este es tu padre.
Con el enigma aparentemente develado, porque certezas no hubo nunca, Milagro fue a ver a su madre de crianza. Sin más explicaciones, se limitó a decirle:
—Leitón, sé que soy Leitón.
—Vos sos mi carne y mi sangre. Tenés que tener mi apellido —le respondió Desideria.
Desde entonces se llama Milagro Amalia Angélica Sala Leitón, como consta en las causas a repetición que le inicia el contador Morales. Pero hasta ahora no sabe quién es su madre.
LA LEYENDA NEGRA
Cuando vivía en la calle, paraba en el Bajo Azopardo. «Más que una villa, es un asentamiento donde había mucha necesidad. Por ahí salíamos a robar y si lo que robábamos eran 10 pesos, con 9 comprábamos cosas para la gente del barrio». Arrestada por una refriega con la policía, pasó ocho meses en la cárcel, donde comenzó su militancia. Allí organizó una huelga de hambre hasta conseguir que por la misma plata las presas pudieran cocinar mejor y más rico.
Los padres la visitaron en la cárcel, consternados por las malas compañías.
—No es culpa tuya, mamá. Yo me he metido en eso y yo tengo que salir —le dijo.
Al dejar la cárcel se abrieron ante ella varias opciones:
—Los tipos vienen y me ponen plata en la mesa para que siga trabajando para ellos. Me negué. Les he devuelto la plata y les dije que esa sería mi libertad. Porque en Jujuy no era fácil meterse y después salir como si nada. No quise saber más nada de eso y hoy combato la droga, y los cruzo a esos tipos, que son grandes diputados y senadores que están en los grandes negocios.
Sobre ese episodio de su adolescencia se montó la leyenda negra que periódicamente reciclan sus enemigos políticos, como el contador Morales, el Perro Santillán o la diputada Victoria Donda.
El camino de salida prometido a su familia fue el de la militancia política y social.
—¿Te venís a politiquear? —le preguntaron unos amigos de la calle que iban a los actos, tocaban el bombo o hacían pintadas para el PJ.
En pocos años estaba dirigiendo la Juventud Peronista de Jujuy.
Durante un congreso provincial partidario, llegó con 700 militantes de la JP de toda la provincia. Pidieron que se incluyera en las listas un dirigente y un concejal por la Juventud, y anunciaron que no permitirían sesionar hasta que no les contestaran.
Uno de los dirigentes, Tuchi Cáceres, se acercó a Milagro:
—¿Vos me vas a patear las puertas a mí? ¡Si yo te he enseñado a caminar en el peronismo!
—Yo te aplico lo que me enseñaste —le contestó.
Cáceres sonreía.
Cuando les dijeron que aceptaban el reclamo y les pidieron el nombre de los candidatos, esos locos rebeldes miraron para todos lados. «¿Y ahora a quién ponemos? Y justo viene un ex amigo con el título abajo del brazo. Dijimos que sea el concejal. Y por supuesto, después se juntó con el poder y nos terminó traicionando a nosotros». Pero allí conoció al ingeniero Carlos Snopek, que fue el primer gobernador peronista electo después de la dictadura, quien le pidió que trabajara con él, como su mensajera personal.
Para vivir, consiguió un empleo municipal. El dirigente de ATE Fernando Acosta, con quien había coincidido en agrupaciones juveniles del peronismo, la invitó a militar con él.
Cuando se restituyeron los restos del Che Guevara viajó como delegada de ATE a Cuba, que la deslumbró. Tanto ATE como Cuba fueron espacios de formación, que luego capitalizaría. Allí recorrió Los Caminos del Che. Estaba tan fascinada que no quería volver. Acosta le dijo que la revolución había que hacerla en la Argentina. Al regresar, acompañó en las masivas movilizaciones de esos años a Nando Acosta. Aún lo considera su maestro político.
DEL AMOR Y LA POLÍTICA
En la JP, conoció a Sergio Rubén Chorolque, ocho años mayor que ella, que trabajaba en una escuela como portero.
—Me junté con él para llevarle la contra a mi mamá —sonríe Milagro.
Desideria Leitón no lo quería porque decía que era muy humilde y Milagro merecía algo mejor.
—Y yo hacía todo lo que le molestaba a ella.
Chorolque era un muchacho tranquilo y reservado. Llevaban tres años en pareja cuando nació su hijo, Sergio, y diez meses más tarde, Claudia Elizabeth. Milagro trabajaba como docente de danzas folclóricas y militaba. Chorolque no tenía interés en la política, y acordaron que él cuidaría de los hijos. Continuaron juntos hasta que los chicos tuvieron entre 6 y 7 años. Él murió en 2012, por un cáncer de hígado. Seguía enamorado de Milagro.
«Se conocieron en el ballet. Mi mamá bailaba y mi papá miraba», cuenta Claudia. Ella aportaba su sueldo y él realizaba las tareas de la casa. «Y fueron maduros. Jamás nos faltaron, y después de separarse terminaron siendo mejores amigos».
Después del apolítico Chorolque, Milagro tuvo un breve romance con un pibe militante del PCR, Oscar Monzón. Obrero del vidrio de Francisco Solano, en el Conurbano bonaerense, el partido lo había mandado a Jujuy para el proyecto de recambio del Perro Santillán. Por esa época el PCR también tendía puentes con ella, atraído por lo que llamaban su «olfato de masa». Un día, fueron a una reunión con el máximo dirigente partidario, Otto Vargas, en Buenos Aires.
—A Nando Acosta hay que matarlo —les dijeron.
«Siempre entendí que querían mi muerte política. También fueron a hablar con Víctor De Gennaro. No querían que yo armara la CTA en Jujuy porque creían que iba a competir con el Frente Estatal, donde era figura el Perro Santillán».
Fue el fin del amor.
—En política, para lograr un objetivo hay que hacer lo que sea necesario —argumentó Oscar cuando volvieron al hotel.
Sentada en la cama, Milagro le contestó:
—Esa es una hijaputez.
Y se volvió a Jujuy para armar la CTA con Nando.
En las bataholas de aquellos años finales del siglo, conoció al periodista que las cubría para el diario La Nación, Raúl Noro, un hombre blanco, canoso y de hablar pausado, veinte años mayor que ella y discípulo de Silo, el fundador del Partido Humanista.
Pese a todas las diferencias, se casaron en 2006, primero por el rito andino, lo cual escandalizó a la buena sociedad jujeña, y luego también ante la ley argentina.
Ella publicó una foto con este comentario: «Mi futuro marido, un poquito nervioso, a horas de casarnos». Noro está de saco y corbata, pero en calzoncillos y descalzo.

[Milagro Sala.]

El certificado de matrimonio ante los amautas del Tawantinsuyu.
[Archivos familia Sala.]
Luego de cada acto, que comenzaba con gases y balas de goma policiales y terminaba con un cambio de gobernador, un grupo de chiquilines la acompañaba de regreso a su casa en el barrio Alto Comedero, ninguno con menos de seis hermanos, hijos de familias precarias en una de las provincias más pobres, devastada por las enfermedades y el clientelismo. Todos cuentan que alternaban changas con choreos y consumían sustancias poco recomendables. «Tenían restos de pegamento en la naricita», dice Milagro. En forma gradual, se fueron quedando con ella, que llegó a albergar a treinta en su casa. Los sorprendió con la propuesta de organizar en cada barrio algo que había visto en Cuba: un merendero (ellos lo llaman con modestia una copa de leche) para los chiquitos más necesitados. Ese fue el rudimento de su organización. Impresionado por su energía e iniciativa, Nando Acosta impulsó su designación como secretaria de organización de la CTA.
Acosta describe los diferentes modos de organizar de Santillán y de Milagro. Él estaba vinculado a políticas de partido, ella era más autónoma, tanto del sindicato de estatales como de la CTA. Eso se reflejaba en las formas de contención de los conflictos y explica el enorme crecimiento que tuvo la Túpac Amaru, porque resolvía problemas. En algún momento, hubo tirantez cuando algunos se pasaron de una organización a la otra. Había competencia en el trabajo de construcción, pero el conflicto era con el gobierno.
El origen sindical de la organización barrial se advierte en la elección de delegados, la toma de decisiones en asamblea, el cobro de una cuota gremial a sus miembros y el uso de ropa de trabajo con la silueta de Túpac Amaru (que sus adversarios políticos confunden en forma maliciosa con uniformes de una organización armada o paramilitar).
—Y ella empezó a organizar, tiene una pasta enorme en el laburo barrial y político. En lo gremial despertaba recelos porque la veían muy negra. Al revés, yo no tenía la pasta de ella para el territorio así que decidimos: vos ocupate del tema barrial y yo me ocupo de los sindicatos —agrega Acosta.
Su estricta disciplina ha dado pie a las versiones sobre actitudes dictatoriales de Sala, que prohibió el consumo de alcohol y estupefacientes y dispuso que todos los trabajadores estudiaran, como forma de rescatarlos de la marginalidad, como hicieron en otros lugares del mundo distintas organizaciones que trabajaban con los más destituidos. La recuperación individual como requisito y, a su vez, consecuencia de la recuperación colectiva. Milagro sumó también a esa rudimentaria organización a chicos de la calle que nunca habían trabajado, provenientes de barrios antagónicos, que se unieron para enfrentar situaciones sociales comunes.
El crecimiento permanente de la organización fue transformando a Milagro. Por entonces, algunos compañeros le señalaban que debía discernir la magnitud de los problemas. Según Acosta:
—Tanto podía salir a la calle con 4.000 personas para defender a un chango que se había llevado la policía como para enfrentar a un gobierno. Priorizar las cosas no era su problema. Se enganchaba en todas y le ponía las mismas pilas a cada cosa, y eso tenía que ver con la relación con sus compañeros. Recién más adelante aprendió a establecer una jerarquía de sus intervenciones.
Pronto la Túpac se convertiría en la organización más importante de la CTA de Jujuy, mientras la CCC y el Perro Santillán entraban en un cono de sombra.
3. La pueblada y el eclipse
En el nuevo siglo, el PCR se propuso organizar una pueblada que acabara con el gobierno de Fernando de la Rúa. Contaba para ello con su inserción entre los trabajadores estatales, parte del movimiento obrero industrial y la CCC, una de las principales fuerzas del novedoso movimiento de trabajadores desocupados. El 5 de junio de 2001, mientras cundían los levantamientos y piquetes en el norte del país, el Perro Santillán fue presentado por el periodista Luis Majul como «el único sindicalista que todavía cree en la lucha armada». Santillán no sólo lo confirmó; además dijo que tenían 60.000 militantes. Muchos de sus compañeros de entonces le recriminaron ambas afirmaciones. Constituían, cuando menos, un error político y una boconeada. De regreso a Jujuy, el 7 de junio fue uno de los 25 detenidos por orden del juez Raúl Gutiérrez, durante una batahola entre manifestantes, policías locales y gendarmes. Pero mientras los demás permanecieron un mes en prisión, Santillán quedó en libertad en pocas horas. Este hecho clave en su biografía política dio origen a una leyenda negra, a su alejamiento del PCR y a un repliegue que duraría una década.
Milagro Sala fue a visitarlo a su casa junto con otros dirigentes del Frente de Gremios Estatales.
—El partido y los medios me cagaron —les dijo.
Lo vieron muy asustado y creen que lo amenazaron con abrirle una causa tras otra por su participación en el conflicto social. La primera se inició por denuncia del ministro del Interior, Ramón Mestre, mientras el presidente del bloque radical en la Legislatura, Raúl García Goyena, lo acusaba de replicar «la metodología y la organización del ERP». Además, el gobernador de Salta Juan Carlos Romero lo acusó de haber enviado francotiradores a General Mosconi para que dispararan contra la Gendarmería, cuando en realidad los francotiradores eran gendarmes apostados en los tanques de agua de la refinería de la transnacional italiana Techint, y uno de los muertos fue el joven homónimo Carlos Santillán. Una vez en libertad, el Perro debía presentarse una vez por semana en la comisaría y solicitar permiso para salir de Jujuy. «Es un rehén del gobierno», dijo Amancay Ardura, el Chiquito, dirigente de la CCC.
Cuando la pueblada del 20 y el 21 de diciembre de 2001 precipitó el resultado que apetecía el PCR, Santillán ya estaba lejos del partido. La publicación explicó que el distanciamiento comenzó con aquella detención. Santillán afirmó entonces que ante el avance de la perspectiva fascista «había que limitarse a actuar en lo legal y reivindicativo», por lo cual «rehuyó participar en Buenos Aires en el Argentinazo de diciembre de 2001».
Por entonces, Santillán trabajaba en la Comisión de Derechos Humanos del municipio de San Salvador. Sus propuestas de conducción horizontal y asambleística, sin director ni jerarquías, no fueron aceptadas. Despojado de oficinas, automóvil, computadoras, folletos y caja chica, el Perro y sus seguidores formaron la Comisión de Derechos Humanos Mambo Tambo, sin preocuparse por la confusión con el organismo oficial. Se instalaron en la vieja estación de ferrocarril y nunca abandonaron ese reducto.
Mientras el Perro se eclipsaba, Milagro Sala avanzaba hacia el apogeo. De Gennaro presentaba como modelo para todo el país el trabajo realizado por la Túpac Amaru para organizar y sindicalizar a pibes de la calle y trabajadores desocupados.
En mayo de 2003, De Gennaro también fue el primero en explicarme las virtudes del presidente electo Néstor Kirchner:
—Es lo más parecido a nosotros que encontró el sistema —me dijo con entusiasmo en una pizzería de la calle Corrientes.
Como testigo puso a Edgardo De Petri, el secretario general de los trabajadores estatales de Santa Cruz, sindicato del que Kirchner había sido abogado durante años. En 2001, cuando recorrimos el país con las propuestas del Frente Nacional contra la Pobreza, del que el CELS fue cofundador y le dio el nombre, Kirchner fue el único gobernador que las recogió en un proyecto de ley que envió a su legislatura.
Cada vez que cuento mi agradecimiento a De Gennaro por esa advertencia, recibo miradas de incredulidad, como si se tratara de una ironía. No lo es, pero entiendo que lo parezca, ya que desde entonces Víctor no cesaría de diferenciarse de aquel parecido, por lo cual llegó a partir la central que había creado junto con Germán Abdala.
Para De Gennaro, que todavía imaginaba la constitución de un partido de los trabajadores al estilo brasileño, Milagro no era parecida a nosotros. Era la mejor expresión de esa primera persona del plural que usaba no sólo para la CTA sino para el conjunto del movimiento popular, que aspiraba a reunir en una difusa «Constituyente Social». Milagro fue anfitriona de uno de los primeros encuentros de esa propuesta. De Gennaro malversó lo que había construido durante años. Sin embargo, Milagro sintonizó con Kirchner mientras De Gennaro se alejaba. Todavía no salgo de mi asombro al saber que en las elecciones legislativas de 2017 De Gennaro inscribió a su microemprendimiento partidario (Instrumento Electoral para la Unidad Popular) en el Frente Renovador que apoya al carcelero de Milagro Sala. No me animé a comentarlo con Milagro porque, si a mí me duele, me imagino lo que debe sentir ella.
Nando Acosta recuerda su militancia con Milagro en aquellos días, primero desde la CTA y después en las organizaciones barriales de las que surgió la Túpac Amaru. Cuando Kirchner llegó al gobierno, dice, «fue el momento del gran salto, del territorio a la organización. Si al principio se trató de una disputa con el gobierno por los fondos para la organización, entonces comienza la disputa de fondos con el poder económico. Y eso lo cambió todo».
DEL PLAN A LA COOPERATIVA
Mientras crecían los índices de pobreza, indigencia y necesidades básicas insatisfechas, la Argentina suscribió las Metas del Milenio. El encuentro, al que asistí, tuvo lugar en Nueva York, en septiembre de 2000. Es difícil reprimir la sensación de irrealidad cuando se escucha en la suntuosa sede de las Naciones Unidas el compromiso de reducir a la mitad la pobreza extrema en todo el mundo, ya sea por ingresos, hambre, enfermedad, falta de vivienda adecuada y enseñanza. De esas metas cuantitativas a los dilemas de las primeras organizaciones de trabajadores desocupados hay una distancia conceptual tan marcada como los 7.300 kilómetros que separan la isla de Manhattan del barrio jujeño de Alto Comedero, en las afueras de San Salvador.
Además de la copa de leche, las primeras actividades de Milagro fueron los roperos comunitarios, que recibían donaciones para que los chicos pudieran ir bien vestidos al colegio; la ayuda escolar brindada por voluntarios de las universidades, el diagnóstico y atención de las enfermedades de la pobreza, el reparto de los bolsones con alimentos con que el gobierno provincial paliaba la emergencia social y las transferencias de dinero en efectivo conocidas como planes sociales.
La «Declaración del Milenio» enumeraba ocho objetivos para universalizar derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. La Argentina incorporó la meta de proporcionar empleo digno a todos sus habitantes, y en la Cumbre Mundial de 2005 se comprometió a reducir las tasas de desempleo y de empleo no registrado. Para ello, el Ministerio de Trabajo ejecutó un Programa Nacional de Trabajo Decente (PNTD), que incluyó entre sus objetivos estratégicos el trabajo en vivienda y saneamiento. Un alto porcentaje de las viviendas del Noroeste tenían piso de tierra y carecían de agua potable, de modo que los programas de mejoramiento edilicio y dotación de servicios tendrían un rápido impacto en las necesidades básicas insatisfechas.
En 2001 Jujuy ocupaba el sexto lugar en el ranking argentino de déficit habitacional. La mitad de los hogares presentaba algún tipo de déficit, por encima del 30% de la media nacional. Con Kirchner en la presidencia, el Estado nacional asignó cuantiosos recursos públicos a la construcción de viviendas sociales para los sectores de menores recursos. Combinó el crítico problema de la vivienda con la necesidad de los desocupados de reintegrarse a la economía salarial. Así surgió el Programa de Emergencia Habitacional, que por primera vez sumó a las organizaciones sociales, articulando aportes nacionales, provinciales y municipales. Una de sus consecuencias fue que la inversión en viviendas se desplazó de las provincias más ricas hacia aquellas con mayor cantidad de hogares con necesidades básicas insatisfechas. El primer anuncio, en septiembre de 2003, fue la inversión de 124 millones de pesos para generar más de 31.000 puestos de trabajo en ocho provincias y construir 6.200 viviendas. De ellas, 2.000 en Jujuy, cuyo gobernador justicialista Eduardo Fellner anunció que los convenios firmados reconvertirían los subsidios a desocupados en empleo remunerado, con los programas Manos a la Obra y Techo y Trabajo.
Esto supuso una compleja ingeniería institucional que incluyó a:
• tres ministerios nacionales (Planificación Federal determinaba la elegibilidad de los proyectos y aportaba y auditaba los recursos; Desarrollo Social capacitaba y registraba a los integrantes de las cooperativas; Trabajo controlaba la incorporación a las cooperativas de beneficiarios del Programa Jefas y Jefes de Hogar Desocupados;
• los institutos provinciales de vivienda (que administraban los fondos girados por la Nación, celebraban convenios con municipios y a propuesta de estos adjudicaban las viviendas, las escrituraban e instrumentaban los mecanismos para recuperar la inversión en cuotas), y
• los organismos municipales (responsables de la ejecución de las obras, que aportaban tierras, elaboraban proyectos urbanos, contrataban con las cooperativas y les pagaban).
Los programas comprendían la construcción de viviendas pero también la capacitación de los trabajadores desocupados que las construirían y la adquisición de las herramientas necesarias, con sus respectivas partidas presupuestarias. El adelanto del 25% del presupuesto recién se entregaba luego de la firma en el expediente de diferentes subsecretarías, departamentos legales, jurídicos y contables, tanto nacionales como provinciales y municipales, que certificaban la factibilidad de la obra. El Ministerio de Economía lo enviaba al Instituto de Vivienda de Jujuy, que luego de certificarlo lo transfería al municipio. Recién en ese momento se depositaba el primer desembolso en la cuenta de cada cooperativa en el Banco Nación.
Esta articulación de jurisdicciones y organismos permite entender qué grosera simplificación es necesaria para atribuir a una cooperativa o a un grupo de ellas la responsabilidad por cualquier deficiencia o desviación del programa. Mucho más para derivar ese cuestionamiento a una imputación penal. Los resultados de este programa son nítidos: el costo de las viviendas se redujo un 8%, el ingreso mínimo para acceder a ellas bajó entre el 12 y el 15%, mientras el porcentaje de préstamos repagados aumentó del 50 al 62%.
El Departamento Manuel Belgrano de San Salvador congrega al 10% de la población jujeña y a más de un cuarto de los habitantes de la capital. En 1986 el gobierno intentó conjurar la constante toma de tierras y el déficit habitacional en la capital mediante la expropiación de un terreno de 600 hectáreas. Así nació Alto Comedero, a cinco kilómetros de la ciudad, como forma de poner a distancia e invisibilizar a la población más pobre.
Como canta Liliana Herrero en Confesiones del viento:
Le pregunté por las chapas
del techo de los de abajo.
Dijo: «El hombre ha de luchar
para conseguir los clavos
en vez de hincarse a rezar
para olvidar sus quebrantos
o de sentarse a esperar
regalos eleccionarios».
En Alto Comedero el problema no eran los clavos sino la ausencia de todo diseño urbanístico, falta de pavimento, incumplimiento de las especificaciones municipales, como patios de superficie mínima para ventilación e ingreso de luz, y el movimiento de las viviendas construidas sobre suelos movedizos, que quebraba las medianeras. Hasta ese momento la vivienda social se construía por licitación entre empresas pequeñas y medianas. La asignación de parte del cupo a las organizaciones sociales sería el origen de un conflicto duradero, en el que intervendría un actor hasta ese momento irrelevante: el dirigente radical Gerardo Morales.
4. Los excedentes
En la lógica de los planes oficiales de vivienda del nuevo siglo las empresas privadas se obligaron a cubrir la mitad de la dotación de personal con beneficiarios del programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados. De este modo se aseguraron que se les asignara el 80% de las viviendas a construir pese a que empleaban menos personal y tardaban más en terminarlas.
A partir de 2003 y en respuesta a la demanda de las organizaciones sociales, se dispuso dar primacía a cooperativas de trabajo, de acuerdo con una experiencia que Alicia Kirchner había iniciado durante la crisis de fin de siglo, cuando su hermano gobernaba Santa Cruz.
En Jujuy, para un cupo inicial de 1.100 viviendas se formarían 275 cooperativas de 16 trabajadores que construirían cuatro viviendas cada una. Estos 4.400 desocupados del plan Jefes y Jefas de Hogar tendrían empleo durante los seis meses que insumiría la tarea, de la que también participarían los municipios y los colegios profesionales. En una segunda etapa intervendrían las empresas constructoras.
La idea de aceptar la relación que planteaba el nuevo gobierno de Néstor Kirchner no pasó sin debate dentro de la Túpac Amaru, cuya desconfianza de la clase política era un rasgo de identidad. La relación era hasta ese momento con el Ministerio de Desarrollo Social. Pero la construcción de viviendas concernía al de Planificación. El arquitecto que recibió a la Túpac dijo que sólo podían participar gente organizada y con experiencia.
Mintieron que la tenían. Milagro Sala recuerda el diálogo:
—¿Tienen cooperativas?
—Sí.
—¿Tienen tierras?
—Sí.
—En Jujuy, sólo la CCC tiene experiencia.
—Nosotros también tenemos derecho a trabajar, a tener nuestras propias viviendas.
—Van a tener que esperar.
«Nos fuimos recalientes», dice Milagro. Al día siguiente los llamaron:
—Les vamos a dar 200 viviendas. Si no las construyen, no vuelvan más.
—¿Y qué pasa si las construimos en menos tiempo?
Milagro sonríe al recordar. «Como todo porteño, nos sobró y nos dijo: —Si es así, yo te doy el doble. En cuatro meses terminamos las 200 viviendas, las primeras que Kirchner inauguró en todo el país. Y después nos terminaron dando las 400 viviendas».
La Túpac no tenía experiencia, ni tierras, ni cooperativas, ni conocimiento sobre cómo construir casas. Al regresar de Buenos Aires pidieron ayuda a los delegados más viejos y a unos conocidos con experiencia en la formación de cooperativas.
—Eso lleva no menos de seis meses —les dijeron.
—Ah, bueno, muchas gracias, ¡chau! —les agradeció Milagro.
Así explica el discurso del método tupaquero:
«Nos hicimos prestar computadoras, nos hicimos prestar fotocopiadora, nos hicimos hasta papel prestar porque no teníamos nada y nos pusimos a trabajar. Nos encerramos 48 horas en la sede de la Túpac hasta que pudimos hacer las cooperativas porque teníamos una semana para presentarlas en Buenos Aires. Para conseguir las tierras fuimos a la Legislatura. Se presentó un proyecto de ley para que la provincia comenzara a comprar tierras para la construcción. Salió aprobado después de una semana de una carpeada, movilizaciones y la toma de la Legislatura. Desde ahí, no paramos hasta ahora».
Cuando las cooperativas negociaron los planes de capacitación, el Colegio de Arquitectos les presupuestó honorarios exorbitantes. Terminaron por aprender el oficio con maestros mayores de obra. En las cooperativas de la Túpac, la mayoría de los puestos de trabajo fueron ocupados por mujeres, madres solteras y jefas de hogar cuyo destino hasta entonces se ceñía a ser personal de servicio de las clases acomodadas. Allí se insertaron quienes habían participado en las copas de leche y los roperos comunitarios, pero también trabajadores callejeros: canillitas, encargados de estacionamiento, vendedores ambulantes, motoqueros y taxistas.
En enero de 2004, Kirchner, su hermana y el ministro de Planificación Federal, Julio de Vido, entregaron en San Salvador de Jujuy los primeros fondos a las cooperativas constituidas por trabajadores y desocupados de la CCC y la CTA. Fueron aplicados a la adquisición a granel de cemento, arena, hierros y ropa de trabajo.
Cualquier atraso en la liquidación de los planes sociales o la reducción de su número, suscitaba el temor de que las cooperativas sólo fueran un subterfugio del Estado para cancelar los planes.
El pago recién se realizaba luego de la certificación de los avances de obra por técnicos del Ministerio de Planificación, del Instituto de Vivienda y Urbanismo de Jujuy (IVUJ) y del municipio en el que se construía. La Túpac tramitaba la adjudicación pero la emitía el IVUJ, a partir de la cual los habitantes comenzaban a pagar la cuota mensual.
Las primeras 148 viviendas adjudicadas debían ejecutarse en seis meses, pero al segundo no llegó la partida. Ante la falta de respuesta provincial, ATE y la CTA buscaron contacto con el Ministerio de Planificación Federal, que se constituiría en su principal interlocutor, acaso por la percepción de Kirchner de que esa mujer era algo fuera de lo común.
Esa primera serie concluida en 90 días generó un excedente que en vez de distribuirse entre los cooperativistas se reinvirtió. Así se inició un círculo virtuoso que en los años siguientes permitió emprender otras obras junto con la construcción del barrio de Alto Comedero. Kirchner en persona se reunió con Milagro Sala y así comenzó el crecimiento de la Túpac Amaru, tanto en número de miembros como en alcance geográfico.
Híbrido de organización territorial y sindicato, en 2006 participó en la lucha para la incorporación a la planta formal de medio millar de trabajadores de organismos del Estado provincial y los municipios, y por la renovación de contratos de los capacitadores laborales, con iguales derechos que los demás.
Para construir el parque acuático y el parque temático, de la magnitud del Parque Norte porteño, primero hubo que canalizar un afluente del arroyo Las Martas y excavar y nivelar en forma muy cuidadosa el terreno. El lugar elegido fue un zanjón, habitual escenario de robos y violaciones. La organización encaró esa tarea con los excedentes obtenidos y con otros recursos federales.
También estableció una fábrica textil, una metalúrgica y una productora de bloques, que abaratarían aún más los costos de construcción, pero generarían una compleja relación contractual. Cada cooperativa tenía su personería jurídica y contrataban con el Estado, pero estas fábricas que abastecían a todas las cooperativas pertenecían a la Túpac Amaru.

Polideportivo en Calilegua.
[Silvana Lánchez, Prensa Túpac Amaru.]

Polideportivo en Libertador General San Martín.
[Silvana Lánchez, Prensa Túpac Amaru.]
Según la reseña de Alfredo Zaiat, quien luego de visitar a Milagro en la cárcel analizó su obra con la óptica de un economista:
El taller metalúrgico produce todas las aberturas que se usan en las construcciones de la Túpac. También parrillas, rejas, juegos de jardín, asadores, percheros, portones, juegos infantiles, cestos de basura, braseros y hornos. Realiza además trabajos a pedido de empresas.
La fábrica de bloques y caños de hormigón genera los insumos para la construcción de las viviendas, escuelas y centros culturales de la organización. Produce también bachas, piletas de lavar y pilares para la luz. Los caños de hormigón —de hasta 1,20 metros de diámetro y de 1 metro de largo vibrados y comprimidos— se utilizan para canalizaciones de arroyos y acequias, alcantarillados e impermeabilización de canales de los ríos. Esas obras evitan los estragos de inundaciones y desbordes de arroyos y ríos que siempre castigan a las viviendas de sectores populares. La siniestralidad en la construcción es muy baja, además de registrar también un índice de ausentismo muy bajo.
En la fábrica de muebles de caño se confeccionan estructuras de hierro, mesas, mobiliario escolar, sillones, mesas de computadoras, juegos recreativos para niños. Este emprendimiento atiende pedidos del mercado interno de Jujuy, además del autoabastecimiento de la organización.

[Silvana Lánchez, Prensa Túpac Amaru.]
Esta fue la base para el desarrollo de servicios comunitarios, como los natatorios en cada barrio construidos por la Túpac, de un poderoso valor simbólico, para que los chicos más pobres atisbaran que una vida digna es posible; una pileta cubierta climatizada con equipamiento que permitía el acceso a discapacitados en sillas de ruedas; cibercafé, telecabina, minimercado y polideportivo con canchas de fútbol, básquet, hockey, rugby; una escuela primaria, dos secundarias y un instituto terciario para asegurar que todos completaran sus estudios, que llegaron a tener 5.000 alumnos.
La fábrica textil de Alto Comedero estaba integrada por cuatro cooperativas, con un total de 150 trabajadores. El principal cliente era el Estado nacional. El Ministerio de Desarrollo Social de la Nación enviaba cada mes a Jujuy una partida de 20.000 a 30.000 cortes de tela de guardapolvos para armar y coser. La textil mandaba la mitad de la producción al Ministerio de Desarrollo Social y comercializaba el resto a precios mínimos en dos locales de la organización. El proceso completo era supervisado por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que extendía certificados de calidad.
Esa fábrica producía ropa de trabajo y prendas de abrigo con la marca de la Túpac; también blanquería, conjuntos deportivos, cortinas, uniformes escolares y para las instituciones de salud. Parte de la producción se vendía en un local comercial dentro del barrio y en otro alquilado en pleno centro de la capital jujeña.

Una de las fábricas textiles de la Túpac.
[Silvana Lánchez, Prensa Túpac Amaru.]
Alrededor de 2010, durante los años de mayor crecimiento, surgió un nuevo proyecto, propio de la desmesura tupaquera. Su expansión territorial cambiaba la escala de cada iniciativa de política pública y planteaba problemas para los cuales ninguno de sus interlocutores, privados o estatales, estaba preparado.
Como desarrollo natural de lo que ya estaban haciendo diseñaron un proyecto de producción textil a escala nacional, que implicaba la integración vertical hasta completar la cadena de valor, desde la plantación de algodón hasta la venta del producto terminado. Tenían cuatro fábricas textiles en Buenos Aires, Jujuy, Mendoza y Chaco. En Chaco, además, una algodonera y una hiladora. Sólo les faltaba una hiladora moderna y lo plantearon en Desarrollo Social. Había una sola en el país y costaba millones de dólares. La respuesta fue negativa, no sólo por el costo, sino también por la resistencia que provocaría en la única empresa que producía la tela para guardapolvos en el país.
Igual que con la construcción, las empresas se sentían amenazadas por el avance del monstruo y lo resistían, esperando el momento de liberarse de él.
5. El Cantri, las escuelas y el templo
Bautizado con ironía como «El Cantri», el barrio de la Túpac Amaru en Alto Comedero obligó a superar las características del terreno irregular que cedió la provincia, de arcilla expandida, con montículos y hondonadas propias de arroyos secos. Los costosos movimientos de suelos fueron imprescindibles para asegurar una urbanización adecuada, de tránsito fluido entre las fábricas, los centros de salud, las escuelas, el centro cultural, las viviendas y el predio recreativo.
Tanto el nombre del barrio como la obra realizada alimentan la exasperación de las clases altas y el sistema político por el crecimiento de formas de organización popular que acaban con el clientelismo y la marginalidad.

Un cartel saluda a la entrada del barrio.
[Silvana Lánchez, Prensa Túpac Amaru.]
Los nombres de las escuelas creadas por la organización explicitan una visión del país: Túpac Amaru, Bartolina Sisa (la esposa de Túpac Katari que participó con él en el alzamiento anticolonialista de 1871), Olga Márquez de Arédez (la solitaria Madre de Plaza de Mayo que enfrentó al Ingenio Ledesma por la detención y desaparición de su esposo), Germán Abdala (el inspirador de la CTA que murió antes de cumplir los 40 años).
El secundario acelerado Germán Abdala nació en 2003, como consecuencia del trabajo de las cooperativas en la construcción de viviendas, dice Juan Manuel Esquivel, convocado un año más tarde a dirigirlo y a quien todos llaman El Profesor. «En aquel momento había una gran cantidad de jóvenes sin terminar el secundario y uno de los primeros objetivos era que esa franja pudiera tener herramientas para terminar la escuela sin dejar de trabajar». La Túpac le propuso al Ministerio de Educación de la provincia una currícula de nivel medio con formación ocupacional. Incorporaron materias como diseño e implementación de proyectos productivos y sociales, basándose en la matriz conceptual de la economía social. Al plan curricular lograron sumarle otros contenidos destinados a robustecer la conciencia social y la reflexión del alumnado sobre su origen y su destino: «Autoestima», «Historia y cultura de Jujuy y de los Pueblos Originarios» y «Lucha del Movimiento Obrero».

Alumnos en el taller de informática de la escuela Bartolina Sisa.
[Silvana Lánchez, Prensa Túpac Amaru.]
En una provincia con paternidad precoz, muchos jóvenes van al colegio con sus hijos. «No competimos con el Estado, nos metemos allí donde el Estado falló, como las villas», dicen. Tienen biblioteca, laboratorio y sala de computación. Los fines de semana, los profesores realizan trabajo voluntario en los barrios más humildes de Jujuy.

Expo Laboral organizada por los alumnos del Germán Abdala.

[Silvana Lánchez, Prensa Túpac Amaru.]
En 2006 se creó el colegio Olga Márquez de Arédez, un secundario común, de cinco años, por demanda de los cooperativistas que buscaban que sus hijos siguieran estudiando después de la primaria.
En una asamblea, un grupo de delegados pidió esta escuela:
—Queremos un colegio para nuestros hijos adolescentes, gratuito y que los entienda —dijeron.
Casi con el mismo reclamo, en 2008 comenzaron las tareas para levantar de la nada la escuela primaria Bartolina Sisa, que empezó a funcionar en 2010 en el barrio de la Túpac, donde era una necesidad natural demandada por las 4.000 familias nuevas que se establecieron en el barrio y los alrededores. «Además del primario tenía nivel inicial», cuenta Esquivel.

Estudiantes en la Kermés de Matemática de la escuela
Olga Márquez de Arédez. [Silvana Lánchez, Prensa Túpac Amaru.]
Como resultado de ese proceso y ante la gran cantidad de egresados de los secundarios, en 2010 la Túpac creó un terciario con el nombre Instituto Superior Túpac Amaru. Los jóvenes y adultos pedían una oferta educativa superior bajo la misma administración. El terciario ofreció carreras técnicas de tres años como agente sanitario, técnico en turismo, diseño, producción de indumentaria, economía social y enfermería. «Los estudiantes eran jóvenes de sectores populares de alto grado de vulnerabilidad social y excluidos del ámbito de la educación. En ese sentido, también ofrecimos herramientas que hicieran atractivo el ingreso, la permanencia y el egreso, como trato humano, recuperación de la autoestima, preparación para el mundo del trabajo. Educación y conciencia social, en definitiva», agrega el Profesor.
El ejemplo que se siguió fue el de las comunidades eclesiales de base en las favelas de Brasil. Los curas de la Teología de la Liberación suplieron la ausencia del Estado y construyeron las escuelas. Después vino el Estado y les puso electricidad y una heladera. «A partir de ahí, las comunidades entraron en una crisis. Entendían que el Estado no tenía que pagarles a los docentes, pero llegó un momento en que nadie quería ser docente porque la paga era escasa. Así es que aceptaron que el Estado se hiciera cargo de los salarios. Pero eso generó un debate enorme, porque el movimiento perdía la conducción», cuenta Daniel Filmus, quien fue el primer ministro de Educación de Kirchner. La Ley Federal de Educación argentina de 2007 permitió las escuelas de «gestión social» como forma de reponer la presencia del Estado en los territorios devastados por la crisis de fin de siglo. «Aprendiendo de la experiencia brasileña, la ley argentina garantizó que las escuelas tuvieran financiamiento público y conservaran su conducción comunitaria», agrega Filmus. La ley jujeña de educación de 2013 adhirió a la ley nacional, de modo que los sindicatos, organizaciones sociales, clubes o espacios del tercer sector que crearon ofertas educativas ante la ausencia del Estado, pudieran entregar títulos validados por el Ministerio de Educación.
Si en la decisión de levantar escuelas para capacitar a los militantes y sus hijos influyó la experiencia de ATE que Luis Paz le transmitió a Milagro, la dimensión espiritual tan significativa para ella provino de su contacto con Bolivia.
En 2006, Milagro asistió a la asunción de su primer presidente indígena, Evo Morales. Antes de la toma de posesión en el Palacio Quemado de La Paz, Evo recorrió los 70 kilómetros hasta Tiahuanaco para recibir los atributos del poder según el rito aymara. El presidente era soltero, pero en esa cultura agrícola, el Dios Sol, o Inti, siempre debía estar acompañado por Mama Quilla, su hermana y esposa, la Luna, con quien engendró a Manco Cápac y Mamá Ocllo. La amauta Rosa Paulina Conde acompañó a Evo como Mama Quilla durante la ceremonia. Fascinada por ese despliegue espléndido, Milagro invitó a Mama Quilla a Jujuy.

Milagro con Mama Quilla.
[Silvana Lánchez, Prensa Túpac Amaru.]
Dice el hijo de Rosa Paulina Conde, Sergio Chura, conocido como Yaguar Malcu Sergio:
Un día Milagro soñó con el templo. Se le preguntó a la Pachamama. Tiramos las hojas de coca y vimos que ese era el lugar para hacer la réplica del templo porque podía recibir los rayos del sol para el Inti Raymi y para celebrar otras fiestas. Las hojas de coca pueden caer, pero cada persona las ve diferente. Viendo la coca podemos saber qué va a pasar con las cosas y a través de la coca por qué son los sueños. Los sueños guían las almas y pueden explicarnos el futuro. Nosotros podemos ver cuando dice algo. Tenemos el camino (la sabiduría) para sentir la coca. Mis abuelos eran amautas, personas a los que los españoles perseguían porque los consideraban brujos. Mi madre nació con la señal, eso viene de chico.

Yaguar Malcu Sergio, el hijo de Mama Quilla.
[Silvana Lánchez, Prensa Túpac Amau.]
Milagro concede una importancia especial a los sueños. Siempre se levanta muy temprano y si ha soñado algo que le impresionó pide que venga uno de los ancianos para interpretarlo, porque le asustan las cosas que no entiende. En uno de sus sueños apareció Túpac Amaru, o «José Gabriel», como lo llama con familiaridad Jorge Ramos, el coordinador del Área de Pueblos Originarios de la organización. Nando Acosta afirma, no obstante, que el nombre de la organización fue iniciativa suya.
Ese fue el origen del templo de Kalasasaya en El Cantri, una réplica más pequeña del original aymara del Tiahuanaco, donde las estatuas de Túpac Amaru y de su esposa, Micaela Bastidas, presiden las ceremonias espirituales de los pueblos originarios, a las que Milagro invitó a chamanes aymaras.
Raúl Noro no reprime su admiración mientras explica que Milagro concibió el templo como Centro Ceremonial para la celebración del Inti Raymi, el Capac Raymi y el día de la Pachamama. El Inti Raymi es el día menos luminoso del año, 21 de junio, en el solsticio de invierno, y el Capac Raymi el 21 de diciembre, cuando se festeja el retorno pleno de la luz, en el solsticio de verano. La Pachamama se celebra en agosto, antes de preparar la tierra para la siembra, y agradeciéndole con distintos presentes. Son fechas astronómicas y religiosas, propias de la cultura agrícola andina. Milagro quiso ubicar el templo en un promontorio desde donde se pudiera observar la extensión del bello complejo habitacional y que fuera el punto de referencia central y significativo de toda la construcción. Su emplazamiento fue decidido en asamblea.
6. La inversión social
Un informe interno de la Túpac Amaru (2004-2015) detalla las inversiones sociales realizadas:
Sorteos de fin de año (2012, 2013 y 2014), aprobados en asamblea. Al finalizar cada año en el barrio Alto Comedero se rifaron ante un escribano público 22 autos medianos, 22 motos e igual cantidad de televisores Led.
Marcha de los pueblos originarios, realizada en mayo de 2010, con 15.000 personas que partieron en columnas desde todo el país y convergieron sobre la Plaza de Mayo. La Túpac proveyó vehículos, alojamiento, alimentación, salud, comunicación y logística.
Movimiento de suelos. El suelo en el barrio Alto Comedero está constituido de arcilla expansiva. Para construir las viviendas, hubo que recambiar más de 150.000 m3 en aluvión, para asentar las plateas de cada unidad habitacional, sobre las que luego se plantaría la infraestructura completa. La Túpac financió la urbanización, el arbolado, la canalización del arroyo Las Martas y obras complementarias en calles y avenidas.
Festejo del Inti Raymi, Capac Raymi y la Pachamama, cada 21 de junio, 21 de diciembre y 1° de agosto, en la sede central y en el Templo de Kalasasaya, con invitación y traslado de representantes e integrantes de pueblos originarios de todo el país y de Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. En esa festividad espiritual y de recuperación cultural se hacen ofrendas a la madre tierra, enterrando todo aquello que los comuneros quieren que les dé en el año.
Gracias a la Túpac Amaru, Morales advirtió el potencial político del culto popular, y en 2012 presentó un proyecto de ley que al año siguiente convirtió a Jujuy en «Capital Nacional de la Pachamama», como reconocimiento de una práctica cultural ancestral. Desde entonces, en la política jujeña lo llaman irónicamente El Pachamamero.
Día de Reyes y Día del Niño. Desde 2004 la Túpac festeja el Día de Reyes en enero y el Día del Niño en agosto. Se recogen donaciones de juguetes que se reparten entre los niños que no pueden comprarlos. No se realizaba en un barrio de la Túpac Amaru sino en la avenida 19 de Abril de San Salvador de Jujuy y participaban más de 70.000 familias con sus hijos. Los que venían del interior eran trasladados en combis y micros. En forma gratuita, cada niño recibía juguetes, comida, golosinas, cotillón.
Milagro Sala entre los juguetes que se regalaban el Día del Niño.
[Silvana Lánchez, Prensa Túpac Amau.]
Con un buen sistema de sonido e iluminación actuaban payasos, como Piñón Fijo. Había animadores, fuegos artificiales, peloteros y otros juegos, baños químicos. La fiesta se transmitía en vivo por la televisión local. Al concluir, se limpiaba el sitio. La periodista Sandra Russo, autora del primer libro que leí sobre la Túpac Amaru, cuenta que recién al concluir un Día de Reyes entendió el liderazgo de Milagro. Ella vio que pese a la limpieza quedaba basura en la calle. «Buscó la rama de un árbol. Empezó en silencio a barrer con esa rama. Poco a poco todos se dieron cuenta y la fueron siguiendo, y en pocos minutos había decenas de personas barriendo la calle con ramas de árboles. Cuando se fueron, todo quedó exactamente igual a como la Túpac lo había encontrado esa madrugada». Milagro dijo:
—Si no, después nos andan diciendo sucios (2).
Hasta 2008 la relación de Morales con Milagro era cordial.
Con lo que para una empresa constructora serían los beneficios, la Túpac también erigió un Centro Integral Comunitario en el que atendían en forma gratuita médicos clínicos, ginecólogos, pediatras, otorrinolaringólogos, oftalmólogos, traumatólogos, farmacéuticos, bioquímicos, fisioterapeutas, obstetras, radiólogos, enfermeros, odontólogos; un Centro de Contención y Prevención para jóvenes, un centro cultural, un polideportivo, el Club José Gabriel, un estadio con cancha de fútbol profesional, tres canchas de básquet y fútbol cinco y varias plazoletas. Adquirieron un tomógrafo y un mamógrafo y dos ambulancias de alta complejidad equipados para el traslado y la atención de pacientes críticos y no críticos. La atención y los remedios eran gratuitos.
Los tanques de agua de las casas muestran las siluetas de los númenes de la organización y por todos lados hay carteles con sus frases. «Campesino, el patrón no comerá más de tu pobreza», proclama Túpac Amaru. «Endurecerse sin perder la ternura», es la consigna del Che. El repertorio de Evita es más diverso. Milagro lo frecuenta en las largas noches de la cárcel. Durante una visita me dijo que aprovecha un rayo de luz que viene de afuera de la pieza que comparte con otras cuatro reclusas para leer.
—¿Qué leés? —le pregunté.
—Desde que estoy detenida leí tres veces La razón de mi vida.
Túpac Amaru, omnipresente en el imaginario andino; el Che, de quien Milagro supo todo durante una visita a Cuba; y Evita, otra plebeya amada y odiada por igual, son los íconos reverenciados por Milagro y la Túpac.
En 2013, por primera vez Milagro contó en detalle el mes que pasó en Cuba. La llevaron a visitar una escuela en Sierra Maestra. «Llegamos a una casa humilde y nos mirábamos buscando las 20 aulas. Pero nos explicaron que la escuela era esa, que ellos creían que en donde había un niño, un joven o un adulto había que abrir un aula. En esa época, acá en Jujuy, en la mina, habían tirado abajo cuatro aulas porque decían que era un costo muy alto mantenerlas para sólo 48 alumnos. Al comparar entendí que lo más importante para el futuro de un país es la educación», explicó. Sobre la salud dijo que el médico recorría verificando que se aplicaran todas las vacunas y que los padres que no lo hicieran podían ir presos. «Esa experiencia comenzamos a transmitirla poco a poco en Jujuy: atención gratuita, que los chicos se puedan arreglar la boca; entregar los medicamentos gratis y controlar que ese medicamento se tome. Porque sentimos que las cosas se tienen que dar sin pedir nada a cambio y que no hace falta ser el Estado para solucionar las distintas problemáticas de los compañeros».



Los centros de salud en los que invirtió sus ganancias la Túpac.
[Silvana Lánchez, Prensa Túpac Amau.]
En estas obras, que no estaban contempladas en los programas nacionales, provinciales y municipales de vivienda que contrataron a las cooperativas, se volcaron los recursos que el contador Gerardo Morales pretende que Milagro y la organización barrial Túpac Amaru «se robaron».
LA NAVIDAD DE MILAGRO
Todos los años los tupaqueros recibían un bolsón navideño, con sidra, pan dulce, turrones, duraznos al natural. En 2008, Milagro quiso poner algo más en el arbolito. Si para los niños venía Papá Noel con juguetes, los adultos también debían recibir un regalo, porque la mayoría había sido niños muy pobres y la Navidad los pasaba por alto. Quien lo cuenta es la profesora de Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Plata, Carolina Arribi, quien tampoco tuvo una infancia regalada. Huérfana de un obrero telefónico, sola desde los 5 años con su mamá que lavaba y planchaba y cuidaba chicos, vivían de fiado en Magdalena, a cincuenta kilómetros de La Plata. Ella conoce como pocos las historias de la Túpac, en la que milita:
«Para el Día del Niño se compraban juguetes que yo hubiese elegido para mis pibes, lo mejor. Como en Jujuy nos mataban con los precios, muchas veces íbamos a Tucumán, para que salieran más baratos».
El presente para los grandes debía ser algo que se pudiera usar. Para comprar ropa en la escala de la Túpac sólo había una alternativa. Cuando Milagro llegaba a Buenos Aires se alojaba en un hotel frente al Ministerio de Desarrollo Social. Caro se aventuraba junto con Milagro en el universo fantástico que se alza en Lomas de Zamora, a la vera del Riachuelo: la feria La Salada, con 30.000 puestos de venta. Compraba blusitas, ropa interior, joggins, shorts, zapatos, zapatillas, crocs, sandalias, siempre muy atenta a los talles. Levantaba la ropa, miraba los tamaños y decía:
—Tantos XXXL; tantos XXL. Porque, ¿a ver? Las gordis mías son así, somos todas fortachonas.
«Nos reíamos mucho, porque era cómico, pero su forma de hacer política me generaba una sensación de mucha humanidad. No era una entrega asistencial sino personalizada, resultado de pensar en los compañeros de a uno, en las mujeres que usaban remerones amplios para que no se les marcara la panza o alguna como Pachila, que quería estar a la moda. ¿Cómo es, qué le puede quedar bien, qué puede necesitar? Por eso se hacía entre risas, representaba una forma de ver la práctica política desde otro lugar, sin cosificar».
A veces llegaban a las siete de la tarde y se quedaban hasta la una o dos de la mañana. «Le encanta revolver, como hacía en la feria de la terminal de ómnibus de Jujuy o en la de usados de los bolivianos en Alto Comedero».
Cada visita era un operativo de seguridad. La mejor hora para elegir bien es de noche. Las compras de la Túpac eran gigantescas. Más adelante, cuando formó un partido y se presentó a elecciones, llegó a comprar 100.000 remeras.
—¿Con tarjeta?
—¡No! Todo a granel y sin Posnet. En efectivo.
7. El Desaire de Milagro
Alejandro Garfagnini, Coco para todo el mundo, es el coordinador nacional de la Túpac Amaru. Militó en el peronismo desde chico, luego formó parte del Frepaso y pasó por todas las patrullas perdidas, como las llama. «Me quería ir a plantar lechugas a Traslasierra», evoca con una carcajada. La Túpac Amaru no fue otra patrulla perdida sino la escala definitiva.
Cuando Néstor Kirchner llegó a la presidencia, consiguió empleo en el Ministerio de Desarrollo Social, nexo del gobierno con los movimientos sociales, no como funcionario sino como empleado de la baja categoría C4. Allí se reencontró con su amigo y militante de la CTA Juan Pablo Desaire, quien lo ubicó en el programa regional del ministerio. Cuando quedó vacante la coordinación del NOA, nadie quería ir y le pidieron a Coco que fuera. Después de su negativa inicial, la coordinadora general Lidia Mondelo le insistió. Coco intentó defenderse:
—¿Por qué me tengo que ir al Congo Belga, Liti? Soy muy porteño, me gusta la ciudad.
—Tenés que ir porque a vos te metió la CTA.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Que ahí está Milagro Sala, que es de la CTA. Y es un quilombo la Milagro.
Catorce años después, como dueño de casa en la sede porteña de la Túpac Amaru, Coco recuerda su impresión inicial: «Empiezo a viajar, a conocer y trabajar como nexo con el ministerio y me termino enamorando de la organización. Participé de asambleas eternas, en el patio del fondo de la sede vieja. Quedaba colorado como un tomate bajo el sol. La Flaca me ponía ahí como que venía el del ministerio de Buenos Aires, y 2.000 delegados me recontraputeaban todo el día. Así me probaba. La Flaca vive probándote. Yo venía de la experiencia del presupuesto participativo así que las puteadas me las bancaba. Ella me pedía que gestione cosas en Buenos Aires. Empecé a realizar trámites administrativos. Me fui enganchando y hoy tenemos una relación casi de hermanos».
Cuando se avecinaban las elecciones presidenciales de 2007, segundas líneas de Desarrollo Social le dijeron que viajara para sondear a Milagro.
—Kirchner quiere que encabece la lista de diputados nacionales por Jujuy. Andá y convencela.
Coco se ríe como loco con el recuerdo. «Para mí, que venía de la política, no había mucho que convencer. ¡Que un tipo te ofrezca la primera candidatura a diputado nacional era maravilloso!». También viajó Liti Mondelo, pero Coco era el más cercano.
—Milagro es muy, pero muy desconfiada. Debe ser por su origen coya. Y para tener su confianza hay que remarla. Sólo escucha al que le tiene confianza. A los demás, les puede estar diciendo sí, sí, sí, pero no les da ni bola. Y cuando te dice a todo que sí, va a hacer todo lo contrario —cuenta Coco.
Aunque tienen una sede de mil metros cuadrados, las cosas importantes se discuten en el barcito del Automóvil Club, en la esquina de Senador Pérez y Alvear.
Al día siguiente llegaba Kirchner para colocar la piedra basal del nuevo Hospital de Niños y Milagro estaba preparando la movilización para recibirlo. Estaba en todos los detalles, que para otros dirigentes de su envergadura son secundarios. Puede quedarse hasta la madrugada verificando si las banderas y las flameadoras están bien impresas, si las cañas son largas o cortas.
Cuando se sentaron a la mesa, Garfagnini introdujo el tema con prudencia:
—Cuando termine el acto, Néstor va a querer que lo acompañes al aeropuerto y allí te a va pedir que vayas como primera candidata nacional por la provincia de Jujuy.
Coco se sentía un privilegiado por ser el mensajero de esa gran noticia. Su cara de feliz cumpleaños se descompuso ante la reacción furiosa de Milagro:
—¿Pero vos qué te creés que soy yo, cómo me vas a venir a plantear esto, te creés que yo me llamo una diputación nacional? ¡Pero por favor! ¿Me venís a operar vos, que sos mi amigo?
Milagro se puso a llorar. Liti la consolaba y le acariciaba el pelo.
—¡Yo para ser forra en la Cámara de Diputados! ¡Me quieren sacar de la provincia! ¿Quién soy en Buenos Aires? Nadie.
Al otro día fue la movilización. Todos los dirigentes van a los actos y preguntan por dónde entrar. Les indican una entrada exclusiva, y así, la gente va por un lado y los dirigentes por otro. Con Milagro es distinto. Ella va a los actos con la gente. Entró con la Túpac, que era el 80% del acto. Acomodó las columnas, las banderas, las trompetas, el redoblante y cantó un rato. «Le encanta cantar y que la suban a cocochito. Recién cuando se cansó de cantar fue al escenario, que era lo que menos le gustaba», conmemora Coco.
Estaban detrás de una valla de metro y medio y desde el palco Kirchner y Fellner la esperaban. La puerta que les habían señalado estaba cerrada y tuvieron que saltar la valla. Saltó Nando, saltó Milagro, saltó Raúl. Pero Coco cayó mal, se rompió el tendón de Aquiles y tuvo que quedarse abajo hasta que terminó el acto. Kirchner subió a Milagro a la combi y la llevó al aeropuerto, donde le ofreció la diputación nacional como cabeza de lista.
—No quiero ser diputada nacional —le contestó.
—¿Y qué querés?
—Quiero más viviendas.
Kirchner la miró sorprendido. Milagro insistió:
—No quiero ser diputada nacional. Quiero más viviendas.
Kirchner pidió que se acercaran los funcionarios de la comitiva y les dijo:
—Le dan más viviendas a la Milagro.
«Y ahí nosotros pasamos a construir el doble de viviendas de lo que veníamos haciendo», recapitula Coco con otra explosión de risa.
8. El mundo puede ser de otra manera
El ex decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Buenos Aires, Jaime Sorín, escribió en la revista Pachakuti (3) que la Túpac se aparta de la ideología dominante (que llama «el viviendismo») y en vez de edificar muchos metros cuadrados construye ciudad, a través de la acción de un colectivo social devenido en comunidad, lo cual incluye una mirada sociopolítica y económica. De este modo, evita «uno de los mayores errores de la planificación urbana contemporánea, los barrios dormitorio, desconocidos por sus habitantes, no lugares sin el multicolor de la vida cotidiana». Además de integrar el sistema de producción, también reconoce «la dignidad individual a través de la reconstrucción de la responsabilidad colectiva».
Ese fue un criterio central de Milagro, que siempre trabajó sobre las expectativas de sus compañeros. Ella les planteó que no eran desocupados sino trabajadores sin empleo y que, si no podían organizarse en la fábrica, lo harían en la Túpac, porque lo más importante era el concepto de clase y la autoestima, la conciencia de la propia dignidad era fundamental. Nando Acosta lo dice así:
—Su lenguaje puede parecer demagógico. Con los punteros políticos, los compañeros recibían algo sin hacer nada. Con Milagro nada les salía gratis, tenían que laburar como perros. Pero así encontraron la felicidad —dice.
Agrega que el barrio reflejó una idea de vida distinta, con las escuelas, los comercios y las fábricas a un paso. «No fue un sueño más. Siempre pensamos que se podía hacer y se hizo». Del mismo modo, la organización no se consideraba demandante de beneficios, sino que disputaba con las empresas los recursos del Estado, para que los trabajadores mismos resolvieran sus problemas, que hubiera trabajo y no subsidios. «No era una organización de despedidos y apartidarios. Milagro tiene la conciencia de la clase trabajadora, gremial. No es un Estado paralelo. Es otro concepto del Estado».
En septiembre de 2015, la Universidad Nacional de Quilmes, una de las nuevas del Conurbano bonaerense, cuyos efectos sobre la sociedad se sentirán plenamente en dos décadas, le entregó un premio honoris causa a Milagro. Al recibirlo, anunció que acababan de inscribir el Partido de la Diversidad de Género, como parte del frente de la organización. El docente de la Universidad Nacional de Jujuy Alejandro Kaufman, ex director de la carrera de Comunicación Social de la UBA e investigador del instituto Gino Germani, dijo: «La Túpac se ha empeñado en hacer todo el repertorio de las cuestiones emancipatorias, es una lista interminable. También habla de cómo un sector popular se relaciona con el Estado. Plantea su demanda. Lo acepta, recibe o no una asistencia, pero tiene su propio proyecto y eso molesta profundamente. Porque el asistencialismo a nadie le molesta cuando es vertical y viene desde arriba, pero cuando hay un pueblo que tiene sus propias demandas, que tiene sus propias formas locas de hacer las cosas: hacer piletas, un templo, se le ocurre ponerle la palabra “Cantri” a un barrio, usar el humor, la ironía, la felicidad, el buen vivir, es otra cosa. Hay que ir a ver el Cantri. Es una ciudad, que ya está en la historia de las ciudades, de las utopías».
Hacer una ciudad no es lo habitual cuando se satisfacen necesidades. «Hay un colectivo que hizo una ciudad. La hizo por sí mismo y para sí mismo. Yo no sé si hay otro ejemplo. Hubo ahí un saber colectivo que se plasmó. Se impone con su presencia. Hay que ir al Alto Comedero y ver esa ciudad. Es casi una peregrinación. Una ciudad que también explica el odio, el repudio y la locura, porque desmiente todas las creencias sobre lo que no se puede hacer. Muestra que el mundo puede ser de otra manera», completó Kaufman.
9. Una economía paralela
En 2012 un grupo de académicos europeos visitó los barrios construidos por la Túpac Amaru en Alto Comedero, Tilcara, San Pedro y Humahuaca. Después de una concienzuda recorrida, el sociólogo francés Robert Castel, director de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, sus colegas italianos Enrico Pugliese, Ota De Leonardis, Diana Mauris y el urbanista Massimo Bricocoli, plantearon su curiosidad académica. El racionalista Castel preguntó:
—¿Cuál es la filosofía, la ideología, de tu organización?
—La necesidad —contestó Milagro Sala.
A partir de este diálogo, el economista Alfredo Zaiat reflexionó sobre la Túpac Amaru como proyecto económico, una dimensión menos explorada por el periodismo y la academia que la política y la social. La Organización, escribió el economista cuyas columnas didácticas son el mejor periodismo que se escribe hoy en la Argentina, «se constituyó en un sujeto económico que redefinió las tradicionales relaciones de producción y la forma de circulación del excedente. Al tomar la decisión de dejar de administrar pobreza eludió la relación de subordinación del asistencialismo y pasó a cuestionar directamente la lógica del capital. Y eso fue realizado en la práctica; no planteado en manuales teóricos o presentado en una proclama aspiracional. Fue la lenta y persistente construcción de un sujeto económico diferente. El excedente no se distribuye en valores monetarios sino en bienes materiales y simbólicos entre sus integrantes. En educación, salud, recreación, cultura, deporte, servicio de sepelio, asistencia jurídica y previsional. Todos esos servicios esenciales para la persona son gratuitos. Para ser más preciso, solventado con el excedente generado por las unidades productivas de la comunidad. Cada integrante de la Túpac tiene cubiertas todas las necesidades básicas. Es una organización que cuestiona así las bases del individualismo, de la salvación personal en un mercado que excluye a las mayorías. El proyecto económico de la Túpac es una construcción colectiva» (4).
Zaiat concluye que «el ataque despiadado a la Túpac Amaru del inmenso dispositivo político, judicial y mediático, acusa a Milagro Sala de construir un Estado paralelo. Es un argumento falaz para perseguirla y demonizarla. En realidad, Milagro ha construido una economía paralela a la dominante, que brinda, además de un ingreso básico a sus miembros, bienes materiales y simbólicos necesarios para el bienestar general. Es lo que no le perdonan a Milagro. Que desde el sencillo motor de sufrir y atender la necesidad de los siempre postergados logró dejar desnuda la lógica del capital concentrador de la riqueza».
10. El desafío patronal
La expansión de una organización que terminaba las viviendas más rápido y a menor costo generó recelos entre las empresas constructoras, sus cámaras patronales, los sindicatos que representaban a los trabajadores ocupados, los colegios profesionales, los municipios y la dirigencia política, pese a que Fernando Acosta y Milagro Sala siempre procuraron reivindicar los mismos derechos para todos los trabajadores e impedir que entraran en conflicto ocupados y desocupados.
Hasta 2003 la vivienda social se licitaba entre empresas privadas. Desde entonces una parte se asignó en forma directa a las cooperativas creadas por las organizaciones sociales, consecuencia de la crisis de fin de siglo. El secretario general de la Uocra, José Luis Velázquez, reconoció ante la investigadora Elizabeth Gómez que el sindicato se había desentendido de los desocupados y que su falta de política hacia ellos había abierto el espacio para las organizaciones sociales, con consecuencias problemáticas. Los trabajadores recién capacitados por las cooperativas aceptaban menor salario por el mismo trabajo. Los más capaces desertaban de las empresas y preferían trabajar para las cooperativas, donde se convertían en cabecillas, porque sabían que Milagro Sala recibía más obras que las empresas y les aseguraba una continuidad de trabajo, aunque fuera no registrado. Para el sindicato era una competencia desleal, raleaba las filas de sus aportantes, informalizaba la mano de obra y bajaba el salario medio.
A través del Plan Federal, las empresas recibían el doble de recursos por cada vivienda que una organización social y el Plan de Emergencia Habitacional obligaba a las cooperativas a emplear cuatro personas por cada casa, mientras las privadas sólo generaban un puesto de trabajo. Menos puestos implican plazos más extensos por obra, con mayor rentabilidad para las empresas y mayor gasto para el Estado, ya que los privados pueden actualizar sus costos y las cooperativas no. La organización del trabajo también difiere cuando se trata de las cooperativas tupaqueras, que siguen el modelo de cuadrillas. Los papeles dicen cuatro personas por casa, pero el trabajo se hace en serie, con cuadrillas de unas veinte personas: hay cuadrillas de revoque, de techado, de llenado de vigas, de columnas, de cemento fino; algunas levantan paredes, otras colocan cerámicas, machimbres, instalan plomería o electricidad. La pertenencia a una organización genera un criterio de adhesión entre las cooperativas, que no trabajan en forma independiente sino que colaboran entre ellas. Esta forma de producción es una de las brechas que el gobierno de los contadores usará para desacreditar a la Túpac Amaru, incriminando como delictiva su mayor innovación, que convierte la solidaridad en un recurso económico, no para el lucro individual sino en función de un proyecto colectivo.
Además, las cooperativas estaban en mejores condiciones que las empresas constructoras para reclamar las deudas del IVUJ. En esas refriegas, que también incluyeron a los municipios, Milagro ganó la fama de áspera que todos los perjudicados por la aparición de este nuevo actor social y político emplearían en su contra en cuanto el viento político cambiara de dirección.
Además de sindicatos y empresas, otro actor decisivo resistió el avance de las cooperativas impulsadas por la Túpac Amaru: los mayores ingenios azucareros y a la vez grandes terratenientes. Cuando los tupaqueros intentaron asentarse en el departamento de San Pedro debieron confrontar con el ingenio La Esperanza, que cortó el agua para impedir cualquier construcción. La Túpac improvisó una tubería casera ensamblando botellas de gaseosas que recorría kilómetros para traer el agua, hasta que Milagro consiguió que Alicia Kirchner les regalara una bomba de agua, que les permitió perforar cerca de la obra. Así construyeron viviendas, una pileta de natación y un polideportivo.
Más dura aún fue la resistencia del Ingenio Ledesma para que la Túpac Amaru no entrara en Libertador San Martín. La Esperanza cambió muchas veces de mano y sobrevivió de crisis en crisis, incluidas quiebras e incluso una toma que durante dos meses de 1999 lo hizo funcionar bajo control obrero. En cambio, Ledesma perteneció desde el siglo XIX a las familias Arrieta y Blaquier, que supieron ganar consenso social por el terror o la dádiva, mediante la astuta dosificación de prácticas paternalistas y represivas. Por un lado, demonizó a la Túpac Amaru difundiendo que quería cerrar el ingenio, con lo que todos perderían el empleo. Por otro, estableció acuerdos con las demás organizaciones sociales con tal de taponar el ingreso de los tupaqueros.
Milagro consiguió sortear ese cerco en forma gradual. Primero abrió copas de leche en cada localidad. Luego consiguió pequeñas parcelas de tierra para construir, en Libertador pero también en las vecinas localidades de Parapetí y Calilegua. Y por último, negoció con las autoridades provinciales.
En las movilizaciones por el atraso en los pagos, los cooperativistas comenzaron a pedir también la participación en obras públicas, como la construcción y reparación de escuelas y hospitales, lo que agravaría los roces con cámaras patronales y sindicatos, que hicieron causa común contra quienes veían como advenedizos peligrosos. La Uocra denunció que se había encogido de 4.000 a 800 trabajadores ocupados. Si bien hicieron responsable de la situación a la «falta de eficiencia» de la Nación y la provincia, tampoco se privaron de señalar que muchas de las obras detenidas habían sido adjudicadas a «contratistas sin la responsabilidad reclamada, perjudicándonos a todos de esta manera», y de reclamar que la reactivación se asentara en «un programa de obras sustentables con recursos y empresas que afiancen el trabajo, la inversión y la producción».
11. Cuestión de costos
La irrupción de los movimientos sociales en la construcción alteró un statu quo que se prolongaba desde los años de la dictadura. Cada gobierno tenía por lo menos una empresa nacional y/o una provincial asociada, lo cual implicaba un sobrecosto apreciable, tanto en la construcción de viviendas y el mercado inmobiliario y de tierras como en la obra pública de infraestructura. Quien lo relata es alguien que conoce ambos lados del mostrador. Ingeniero, titular de una empresa constructora, fue funcionario de primer nivel en varios de los gobiernos de Jujuy, por lo que conoce tanto los mecanismos como a los protagonistas. Como ellos también lo conocen a él, pide la reserva de su nombre. Aceptar ese requisito es la única manera de acceder a las entretelas que sólo los protagonistas dominan pero cuyo conocimiento es fundamental para la sociedad si, más allá de los escándalos de coyuntura que se apagan como fuegos de artificio, aspira a modificar ese esquema tan nefasto.
El poder político siempre estuvo entrelazado con lo que se llamó la patria contratista. Durante la dictadura, casi toda la obra pública en Jujuy la realizó Ulloa SRL. Su titular, Néstor Jesús Ulloa, fue ministro e interventor federal en esos años de terror. Siguió con la empresa su hijo Néstor Alberto Ulloa. En la década de 1990 la empresa quebró y varias de sus propiedades salieron a remate, pero Néstor Alberto fue electo como directivo de la Cámara Argentina de la Construcción, que es un fenomenal organismo de lobby. El otro hijo, Raúl Horacio Ulloa, médico y presidente del club más popular de la provincia, Gimnasia y Esgrima de Jujuy, fundó JUMI SRL, que continuó la tarea familiar.
En 2005, JUMI se adjudicó la construcción de un puente sobre el río Grande, con un presupuesto de 22 millones de pesos. El financiamiento fue provisto por Nación Fideicomisos, que presidía Néstor Alberto Ulloa, por un acuerdo entre Kirchner y Fellner. Pero Kirchner lo despidió en 2007, cuando fue procesado por las presuntas coimas y la evasión tributaria en la ampliación del Gasoducto del Norte, de la que participaron Techint y Skanska.
Los hermanos Ulloa son primos hermanos de los hermanos Jenefes. El Mono Sergio Jenefes estuvo a cargo de la Administración de Tierras Fiscales durante la dictadura y en 2008 ascendió al Superior Tribunal de Justicia. Su hermano Guillermo es propietario de medios de comunicación, hizo fortuna como abogado liquidador del Banco de Jujuy residual, fue senador nacional entre 2005 y 2011 y vicegobernador de 2011 a 2015. Un cuñado de los Jenefes, el tabacalero Marcelo Quevedo Carrillo, vicepresidente del Banco Nación, recomendó a Ulloa para administrar los fideicomisos. Cuando la Cámara Federal lo sobreseyó cuatro años más tarde por el caso Skanska, La Nación lo editorializó como «un caso de impunidad». El puente terminó costando el doble que lo presupuestado.
Como resultado, JUMI SRL tiene el mayor parque de automotores y maquinarias de Jujuy. Trabajó para las compañías mineras y para Techint.
La presidencia de Menem coincidió con las gobernaciones fugaces de Ricardo De Aparici, Eduardo Alderete, Roberto Domínguez, José Ficoseco, Oscar Perassi, Guillermo Snopek, Carlos Ferraro y Eduardo Fellner. Sólo el último gobernó más de dos años. Las empresas preferidas en ese tiempo fueron Cartellone, que hizo el dique y la central termoeléctrica de Las Maderas y sus canales de derivación, e IMPSA, de Pescarmona. «No se discutía nada en la obra y se pagaba igual, estuviera bien o mal hecho, se avanzara poco o mucho», dice la fuente.
Con Fellner, las empresas nacionales de elección fueron Roggio y Techint, y las locales, Villanueva e hijos; IRMI, del Tano Di Nocea, Felipe Huespe y Guillo Fiad, e Imber, del Guasón Rodrigo Insausti. El kilómetro de autopista en el puente Paraguay-Yala costó más de 10 millones de dólares, caso único en el mundo. Techint comenzó la construcción, pero la concluyó Roggio, que subcontrató con los Ulloa.
Todas esas empresas formaron parte de la Cámara de la Construcción de Jujuy, donde antes de comprar los pliegos se concertaba quién realizaría cada obra. Una vez decidido, los demás se presentaban a la licitación para darle visos de legalidad. A ese club de contratistas lo llamaban la licitación privada. Con la obra asegurada, no había límite para los sobreprecios.
El propietario de una empresa pequeña que perdió varias licitaciones preparó un esquema descriptivo de los acuerdos espurios por los cuales las decisiones se adoptaban en aquella mesa chica y se lo entregó a un funcionario del gobierno. La información podría haber servido para poner fin a esa práctica corrupta, pero prefirieron utilizarla para extorsionar a las empresas involucradas, algo que se perpetúa hasta el presente.
Ese mundo idílico entró en crisis cuando los movimientos sociales pusieron en discusión la vieja costumbre de que la vivienda social y la obra pública se resolvieran en mesas chicas.
En 2002, el Colegio de Ingenieros de Jujuy difundió un documento crítico de esos manejos. Por falta de planificación, la mayoría de los complejos habitacionales eran meras aglomeraciones de viviendas, sin equipamiento educativo, de salud o comercial. Eran «barrios sin futuro, con viviendas que a los quince años han quedado prácticamente obsoletas y sin valor». Los ingenieros enumeraban las graves deficiencias de esos conjuntos: «Falta de acondicionamiento climático y de aislación térmica, sonora e hidrófuga, problemas estructurales y con las carpinterías, humedad en las paredes, fisuras, que en muchos casos hacen que estas disten de ser dignas».
El Colegio de Ingenieros también cuestionaba los parcelamientos estrechos que no tienen fondos, de modo que la vivienda no puede crecer, y que en la mayoría de los casos sigue sin resolver la titularidad de los dominios. Además impugnaba «el desmanejo y falta de control de los fondos» y preguntaba: «¿Cómo es posible que un solo funcionario tenga la potestad de adjudicar o no, sin ningún tipo de licitación ni control, obras a empresas por montos millonarios, alentar o desestimar operatorias, gastar en publicidad y propaganda más de medio millón por año y resolver sobre los numerosos juicios ocasionados por sus manejos personales; a pesar de las críticas de todos los sectores?».
Milagro y las cooperativas de construcción demostraron que también era posible que otro sector participara, que los ciudadanos de a pie podían construir sus propias viviendas. «Pero además pusieron en discusión el costo. Y eso los enloqueció. Primero acusaron a los movimientos sociales de competencia desleal porque no pagaban impuestos. Cuando aún así no pudieron impedir que les mordieran una tajada, quedaron a la expectativa de recuperarla, con todo lo que eso significa para los ciudadanos. A valores actuales, los profesionales de la construcción en Jujuy manejamos un precio de construcción de vivienda de 11.000 pesos el metro cuadrado contra 16.000 del IVUJ, por todos los sobrecostos que existen. Y el precio de la Túpac Amaru fue siempre la mitad, con el agregado de que desarrolló muchas empresitas locales, porque crearon la carpintería metálica, porque compran aquí todos sus insumos y esto tiene impacto en el desarrollo local. En cambio, las grandes empresas compran todo en Buenos Aires, Córdoba y Rosario. El Colegio de Ingenieros publicó varios informes sobre el traslado a la gente de esos sobrecostos».
12. Contratación directa
En junio de 2008 se comprobó que la capacidad de presión conjunta de la Túpac Amaru y de los trabajadores estatales, respaldados en ese entonces por el gobierno nacional, podía vencer la resistencia de empresas y sindicatos. Nunca lo perdonarían. Milagro y Nando Acosta encabezaron una marcha gigantesca por el centro de la ciudad hasta llegar a la Legislatura, donde presentaron un pliego de reclamos. A las demandas usuales de aumento salarial, congelamiento de tarifas de servicios públicos y mayores recursos para comedores escolares, sumaron la entrega de obras de refacción y mantenimiento de hospitales y escuelas a las organizaciones sociales. Avalaban el pedido los padres cuyos hijos padecían el estado calamitoso de esos edificios. Esta demanda se convirtió en la Ley 5574 de 2008, que facultó al Poder Ejecutivo a contratar en forma directa con las cooperativas sociales la refacción y el acondicionamiento de la mitad de las escuelas. En el debate legislativo, el 12 de junio de 2008, los diputados Alberto Bernis y Oscar Agustín Perassi encabezaron la oposición a que participaran las cooperativas. Bernis había sucedido a Gerardo Morales como presidente del bloque radical (acompañado como vice por Clara De Langhe de Falcone), y Perassi se encuadraba en la fracción justicialista que conducía Carlos Haquim, opuesta a la de los sucesivos gobernadores Eduardo Fellner y Walter Barrionuevo, identificada como Frente Primero Jujuy.
La Cámara de la Construcción, los colegios profesionales y la Uocra denunciaron que la ley los excluía, lo cual era una hipérbole, y que por razones de seguridad los maestros mayores de obra no podían desplazar a los ingenieros y arquitectos. La cámara patronal exigió que se reimplantara «el correcto modo de peticionar, el respeto por la propiedad privada, los edificios y los espacios públicos y la desarticulación de sectores violentos que pretenden imponer peticiones al gobierno a través de la prepotencia». Para poner en perspectiva este discurso republicano, conviene recordar que en ese mismo momento la Sociedad Rural y las cámaras patronales agropecuarias estaban montando su sitio por hambre a las mayores ciudades del país, en oposición a las retenciones móviles al comercio exterior de cereales. En el Senado, que el 17 de julio rechazó el proyecto de ley oficial que ratificaba la resistida Resolución 125, jugó un rol preponderante Gerardo Morales, como presidente del bloque radical. En cambio, quien se opuso en Jujuy al alzamiento patronal fue el Perro Santillán, quien por primera vez hizo público su alejamiento del PCR y la CCC y denunció la fuerte influencia del partido en la Federación Agraria. Las banderas rojas de los chinoístas flamearon en apoyo del «parazo chacarero, obrero y popular» durante las concentraciones convocadas por la Sociedad Rural. El repudio de Santillán hizo irreversible su ruptura y lo dejó aislado, mientras la Túpac Amaru enfrentaba a las constructoras jujeñas.
Perassi se pronunció de modo explícito en apoyo de las cámaras patronales. También él consideró que la Ley de Emergencia de Edificios Públicos era inconstitucional y explicó que no se generaban nuevas fuentes de trabajo para los desocupados sino que se reemplazaba a la mano de obra profesional por cooperativistas.
—Las empresas tienen que estar atentas, ya que para mí es un avance totalitario sobre las instituciones —dijo.
La disputa prosiguió en las calles. La Uocra y las cámaras patronales se movilizaron para denunciar que la ley entregaba obras en forma discrecional a Milagro Sala. La provincia no reglamentó la norma, mientras licitaba en el interior la construcción y el mantenimiento de viviendas, la mejora del hábitat urbano, la infraestructura y obras complementarias, como pedían empresas y sindicatos. Entonces fue el turno de la Túpac Amaru.
Sus columnas desfilaron frente a la sede del sindicato y de una de las cámaras patronales en su camino hacia la Legislatura. El abogado de la Túpac Luis Paz, un laboralista que llevaba los juicios de ATE y de la CTA, explicó que la movilización había sido el recurso necesario para que se reconociera que las cooperativas también eran empresas donde los dividendos se reparten de otro modo. Aun así, la ley sólo contemplaba la adjudicación directa de refacciones a las cooperativas por montos muy bajos, tres veces menores que los mínimos reservados para las empresas más chicas, mientras la construcción de 700 nuevas escuelas seguía reservada a personas jurídicas constituidas como sociedades con fines de lucro. Fue necesaria una nueva movilización y un acuerdo con la ministra de Educación, María Bernal, para que la Ley de Emergencia se aplicara a favor de las cooperativas en apenas treinta escuelas. Tampoco los municipios se resignaron. Se sentían marginados ya que no se les permitía elegir qué cooperativas realizarían las obras, aunque luego debían justificar ante la Nación y la provincia el uso de los recursos recibidos. Vocero de este reclamo, que también explotaría Morales contra Milagro Sala, fue el senador nacional por Jujuy Guillermo Jenefes.
Un debate similar al de la Ley de Emergencia jujeña se daría poco después sobre la reforma de la ley federal de radiodifusión, que sólo permitía adjudicar frecuencias a empresas comerciales.
13. ¡Arriba, trooopa!
Pocos meses antes, y al mismo tiempo que comenzaba la confrontación de la Sociedad Rural con el gobierno de CFK, las relaciones de Milagro con el bipartidismo jujeño y sus mandantes empresariales se pusieron incandescentes. Ya líder de la Túpac Amaru, Milagro retenía su cargo como secretaria gremial de ATE, y se lo tomaba muy en serio. No lo consideraba una distinción sino un puesto de lucha. Se hacía cargo de los problemas de los estatales, de los docentes, de las organizaciones sociales, de la mamá que necesitaba un remedio, de una compañera golpeada por el marido y del pibe de la esquina, como si cada uno «fuera una cuestión de vida o muerte», rememora uno de los compañeros que no la abandonaron. «Nunca la escuché decir en esto no me meto». Siempre estuvo atenta a detalles que no son habituales en los dirigentes políticos y sociales. «Siempre insistió con los dientes, y por eso puso consultorios odontológicos en todos lados, y que los compañeros estuvieran presentables». Esa comprensión de los dramas de la vida cotidiana que los privilegiados no padecen es una dimensión profunda del liderazgo.
Las diputadas Fernanda Gil Lozano, del Frente Renovador, y María Luisa Storani, de la UCR, viajaron en 2009 a Jujuy para interceder ante un juez y ante el gobernador Barrionuevo por Romina Tejerina, la chica de 14 años para quien la fiscal Liliana Fernández de Montiel pidió prisión perpetua por la muerte de su bebé, nacido de una violación. Barrionuevo negó la audiencia que había solicitado Gil Lozano. «Milagro nos detectó enseguida y nos consiguió la audiencia. Entró a los gritos al despacho y se bancó toda la entrevista». Condenada a 14 años de prisión, al cumplir dos tercios de la pena le otorgaron salidas transitorias, siempre que estudiara y trabajara. Milagro la inscribió en la Licenciatura en Turismo del instituto terciario de la Túpac.
Seis años después, cuando Milagro fue detenida, los partidos de Storani y Gil Lozano compartían el gobierno provincial. Gil Lozano fue la única parlamentaria ajena al FpV que firmó la denuncia por la privación ilegal de la libertad de Milagro, la visitó en la cárcel y reclamó su libertad. De Storani no hubo noticias.
El 18 de marzo de 2008 el diario más influyente del Norte argentino, La Gaceta, de Tucumán, informó que «piqueteros y estatales sitiaron la capital jujeña» y «tomaron el Salón Blanco de la Casa de Gobierno». En los informes de prensa con que Gerardo Morales intentó justificar la detención de Milagro Sala, este episodio fue aludido como la toma de la Casa de Gobierno y utilizado para alimentar la imagen de una persona violenta y una organización paramilitar. Milagro siempre negó que se tratara de una toma:
—Yo estoy esperando la respuesta del ministro de Hacienda Miguel Ángel Lembo —dijo entonces ella y repiten hoy sus compañeros.
Lembo era el representante de la provincia en las negociaciones salariales. Milagro sostuvo que el salario de los estatales jujeños era cuatro veces menor que el de los nacionales. Además, se había anunciado un aumento al doble del boleto del colectivo urbano y el gobernador Barrionuevo se negaba a incorporar al salario un plus que había pagado como «ayuda extraordinaria» en diciembre y enero.
Los sindicalistas dispusieron un paro por tiempo indeterminado y un acampe frente a la sede gubernamental, en la plaza Belgrano. Además, cortaron todos los puentes y avenidas que llevan desde los barrios hasta el centro de la ciudad.
El relato alarmista de La Gaceta prefigura el que la prensa oficialista jujeña emplearía seis años más tarde ante el acampe con que la Túpac recibió al flamante gobernador Morales.
«La manifestación está provocando graves inconvenientes a los habitantes jujeños. Entre los problemas sobresale el no dictado de clases por parte de algunos establecimientos educacionales, ante la imposibilidad de los medios de transporte y de los vehículos particulares de ingresar al casco céntrico. Esto provocó que miles de personas se vieran obligadas a desplazarse a pie hasta sus domicilios, tal como se apreció en las salidas de los puentes bloqueados por manifestantes de los gremios estatales».
Unos treinta empleados municipales, dirigentes sindicales y representantes oficiales llegaron hasta el primer piso de la Casa de Gobierno y se instalaron en el Salón Blanco para aguardar la respuesta del gobierno. El esquema se repetiría en 2015, pero sin llegar al interior del edificio gubernativo.
La descripción que hacen los tupaqueros me trae reminiscencias de la revolución nacionalista de 1952 en La Paz, tal como la contaban mis amigos bolivianos en la década siguiente. Uno de ellos era sobrino de Augusto Céspedes, el Chueco, autor de libros fundamentales de la literatura latinoamericana como Sangre de mestizos y El metal del diablo. La madre de mi amigo era una aymara elegantísima. Mientras su hermano conspiraba en Bolivia, ella trataba de cobrar los derechos de autor que le debía su editor argentino.
—Quiero ver al director —se anunció una mañana.
—No va a ser posible, se ha ido de viaje a América Latina —le respondió un empleado blanco, calvo e indiferente.
—¿Y dónde queda eso? —replicó desde su imponente metro ochenta doña Agar Céspedes.
Este es el relato que me impresionó en la adolescencia: los campesinos rodearon el Palacio Quemado, sede de la presidencia, donde resistía la Junta de Gobierno que desconoció la victoria electoral del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). La Junta llamó en su auxilio al ejército, que rodeó a los sitiadores. Pero, a su vez, los mineros bajaron de los cerros, cercaron al ejército, lo enfrentaron con sus cartuchos de dinamita, forzaron su disolución y llevaron al gobierno al Mono Víctor Paz Estenssoro y a Hernán Siles Suazo, los fundadores del MNR junto con el Chueco Céspedes y Armando Arce, el padre de mi amigo.
Los sindicalistas jujeños quedaron aislados en el Salón Blanco. La policía controlaba la planta baja. Y la Túpac rodeaba la Casa de Gobierno. Pero en este caso no hubo disparos ni explosiones de dinamita. Milagro organizó un sistema de sogas y poleas en las ventanas, por el que subieron comida, colchones, computadoras, televisores. Ella se levantaba temprano por la mañana y decía:
—¡Hay que limpiar!
Siempre fue muy ordenada y la limpieza la obsesionaba.
—Todos los que estamos acá somos negros. La gente, los oligarcas, nos dicen que somos negros y sucios. Lo de negros no tenemos forma de resolverlo, pero lo de sucios sí, así que a la mañana nos levantamos y a limpiar —fue su directiva.
El Salón Blanco nunca lució tan resplandeciente.
También gritaba:
—¡Arriba, trooopa!
Pero antes, se asomaba a la galería de la Casa de Gobierno, que daba a un patio enorme, y arrojaba una bomba de estruendo que retumbaba en la planta baja, donde dormían los policías. La Túpac nunca usó un arma más temible que la bomba de estruendo. Durante el día, trabajadores y policías se cruzaban en los baños. El aumento también les correspondía a ellos como trabajadores estatales.
—Ojalá que les salga bien —les deseaban.
Otros ministros subían hasta el primer piso para reabrir las negociaciones, que volvían a interrumpirse si Nando Acosta no aceptaba la propuesta. Un asesor del ex gobernador Eduardo Fellner, que seguía con él en el Congreso, desde donde preparaba su candidatura para un tercer mandato, trajo la solución.
—Esto se soluciona con asistencia del gobierno nacional —dijo Armando Berruezo a uno de los negociadores de la Túpac, en el bar de una estación de servicio céntrica de YPF de la calle Güemes. Esta es la lógica que se perpetúa hasta hoy en Jujuy, una de la decena de provincias cuya recaudación propia no alcanza a cubrir ni el 10% de su presupuesto.
Quien llevó la propuesta oficial al Salón Blanco fue el obispo Marcelo Palentini. Los dirigentes respondieron que era aceptable. El domingo, los manifestantes dejaron reluciente la plaza Belgrano, en deferencia a los feligreses que celebrarían el Domingo de Ramos.
El lunes, Nando Acosta leyó desde un balcón del Salón Blanco el acta por la que gobierno accedía a lo solicitado y se comprometía a no descontar salarios por los días de huelga.
Al conocerse los términos del acuerdo, los gremios y organizaciones sociales marcharon por las calles céntricas de la ciudad y regresaron a la plaza, donde habían instalado sus carpas. Según la prensa, «las columnas más numerosas fueron las de la organización barrial Túpac Amaru, ATE-CTA, municipales, entre otros gremios como ATSA, empleados legislativos, judiciales, de los organismos de control, un sector de la CCC y de la Organización de Desocupados Independientes de Jujuy (ODIJ)».
14. Luz de luna grande
Ese año 2008 también marcó el comienzo de la relación de Milagro y la Túpac con abogados que intervenían en los juicios por crímenes de lesa humanidad y asistían en sus litigios a comunidades indígenas. La Secretaría de Colonización de la provincia entregaba tierras a colonos que las trabajaran. Muy a menudo esas tierras pertenecían a comunidades aborígenes y los colonos no las necesitaban para trabajar como campesinos sino para expandir cultivos de soja y las obtenían por amistad o connivencia con los funcionarios. Ese era el caso del finquero Roberto Strisich, quien consiguió que el juez Argentino Juárez ordenara el desalojo del lote fiscal 515 del departamento Santa Bárbara, muy productivo y con abundante agua. El lote había sido ocupado por una treintena de familias de la comunidad Jasy Endy Guasú, que en guaraní quiere decir Luz de Luna Grande. La madrugada del 28 de julio de 2008 la Infantería policial desalojó a la comunidad guaraní, arrasó sus casas con topadoras y mató a sus animales, ignorando la Ley 26.160 de Emergencia de la propiedad ancestral indígena y la Ley 26.331, de bosques nativos.
Los abogados Enrique Oyarzábal y Pablo Baca (quien desde 2015 es juez de la Suprema Corte provincial) presentaron un amparo por las tierras indígenas usurpadas, que luego continuaron sus colegas Pablo Pelazzo y Ariel Ruarte. El caso se replicaba en otros lugares de la provincia y la justicia no mostraba entusiasmo en la defensa de los derechos indígenas, pese a que la ley que las protegía había sido sancionada hacía apenas dos años. Como el amparo no avanzaba, los abogados dieron entrevistas en la televisión local. Milagro vio una de esas entrevistas y se puso en contacto con ellos.
—¿Podrían hacerme un informe sobre el tema? —pidió.
El secretario Julio Costas recibió en la Casa de Gobierno a quienes reclamaban.
—Sólo entran veinte —impuso.
La reunión comenzó en el despacho de Costas. La mayoría de los dirigentes indígenas de Jujuy quedaron afuera.
Mientras hablaban, alguien golpeó la puerta. Nadie abrió. Los golpes se hicieron más fuertes. Costas mandó a un empleado a ver qué ocurría. En cuanto se entreabrió la puerta, una mano asió al funcionario y lo zamarreó. La puerta terminó de abrirse y apareció Milagro.
—¿Por qué no querés recibir a la gente, vos? —lo interpeló.
—Es que no entramos acá —se defendió Costas.
—Si no entramos, está bien, salí vos y nos recibís a todos afuera.
Todos salieron y la discusión continuó en el patio de la Casa de Gobierno. Costas se comprometió a dar una respuesta. Hechos como este abonaron la fama de prepotencia que el contador Morales le cargaría a Milagro.
A mediados de agosto el conflicto seguía sin solución.
—¿Qué se puede hacer? —inquirió Milagro.
—Puede servir si la gente vuelve al terreno —le respondieron.
—Vamos todos. Los acompañamos y vuelven a entrar —decidió Milagro ahí mismo.
Los abogados pensaron que iría un centenar de personas. Se sorprendieron al ver una caravana de medio centenar de vehículos cargados de gente, entre autos, camiones y colectivos. Al llegar, entraron al terreno en disputa sin resistencia. Los recibieron con carteles en guaraní y una ceremonia oficiada por una mburuvicha (5) vestida de rojo, que bendijo a Milagro y a sus acompañantes, entre ellos el infaltable Nando Acosta y los abogados Ruarte, Pelazzo y Paloma Álvarez Carreras. La comunidad hizo un montículo de piedras sobre la tierra y junto a esa apacheta sahumaron a los centenares de presentes. Cuando la caravana se aproximaba, Strisich retiró sus maquinarias y se fue en silencio, para no volver. La agencia Rodolfo Walsh informó la finalización de «una intensa e histórica jornada en la marcha del Pueblo Guaraní hacia la Tierra sin Mal. Tras 20 días de esfuerzos, marchas, cortes de ruta, asambleas, entrevistas con funcionarios de los más diversos rangos y un sinnúmero de acciones, la comunidad volvió al monte de donde había sido injusta y violentamente desalojada».
15. Un abismo cultural
El crecimiento de la Túpac Amaru fue impresionante. Llegó a conformar cooperativas de construcción de viviendas en San Salvador, Calilegua, El Carmen, Humahuaca, Perico, Palpalá, La Esperanza, San Pedro, Monterrico, Libertador General San Martín, Maimará, Tilcara y El Talar. También en las provincias de Buenos Aires (Florencio Varela), Córdoba, Mendoza, Corrientes y Chaco. En 2009 ya tenía 70.000 afiliados y 4.500 trabajadores organizados en cooperativas. Esto la convirtió en el tercer empleador de Jujuy, sólo precedida por el Estado provincial y el Ingenio Ledesma. Además, tuvo alguna forma de desarrollo territorial en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Catamarca, La Rioja, Misiones, Salta y Santiago del Estero, e influencia en Tucumán. Por una cuota mensual mínima los afiliados tenían acceso a la cobertura médica en los centros de la Túpac y en hospitales y ópticas con los cuales había firmado convenios. El trabajo creció hasta volverse integral. La Túpac resolvía desde el trabajo y la vivienda hasta el mínimo problema de salud. Pero también si aparecía un pedido en televisión de ayuda para un tratamiento a un niño, Milagro en persona se ocupaba. Ubicaban a la madre y Milagro le daba el dinero necesario.
—¿No querés que al menos mínimamente nos firme un papel? —le planteó una vez Caro Arribi.
—¿Pero te pensás que con lo que le está pasando a esta mujer con su criatura voy a pedirle que firme un papel?
Gerardo Morales asumió con entusiasmo el rol de contradictor de esa expansión. A través de Morales y Milagro se expresan intereses económicos y de clase, pero también algo más. Gerardo Morales dice Tupác Amarú, con acentos agudos, como pronunciaban los colonizadores españoles. Así se enseñó desde hace siglo y medio en las escuelas públicas del positivismo encargadas, con el ejército y su servicio militar obligatorio, de homogeneizar a la inmigración europea. Milagro Sala y sus compañeros en la organización social autogestionaria más extensa y original del país dicen Túpac Amáru, como los aymaras y el mundo andino. La desavenencia lingüística proviene de un abismo cultural (ella dice que antes que argentina es americana y reivindica la historia anterior a la llegada de Colón), con componentes sociales, económicos y políticos.
Embanderado con el reclamo de las empresas constructoras, desde la comisión revisora de cuentas del Congreso, Morales impulsó las auditorías sobre las obras de la Túpac Amaru, por medio de dos auditores radicales: Leandro Despouy, que presidía el cuerpo, y Alejandro Nieva, hijo del caudillo radical que ungió a Morales como sucesor. Morales afirmaba que la Túpac no rendía cuentas de los fondos que recibía. A su pedido, la AGN envió dos auditores «y los sacaron corriendo», igual que a los de la provincia y los del municipio, dijo. Pero Despouy relativizó esa información bajo juramento: «Al principio la organización no quería ser auditada, pero después accedieron, cuando les explicaron qué información buscaban». Las actas levantadas el 7 de septiembre de 2009 por los auditores de la AGN, Alberto Garré y Elvira Muñoz, tampoco avalan los dichos de Morales. Un acta dice que a pedido de los municipios de Santa Clara y El Piquete las obras fueron construidas por desocupados de la zona que no tenían planes sociales, con 32 operarios en lugar de 16, para dar trabajo «a mayor cantidad de gente»; constata que la factura corresponde al personal afectado a la obra, que todos han sido asegurados; adjunta las facturas de compra de materiales e informa que la obra está terminada en un 100% «no obstante quedar un saldo impago».

[AGN.]
La Túpac también le contestó a Morales con una movilización frente al Congreso nacional. De los 15.000 cooperativistas de Jujuy sólo un tercio integraba la organización, dijeron. El intendente de San Salvador, Raúl Chuli Jorge, dirigente de la UCR como Morales, empleaba el mismo programa con otras 13 cooperativas municipales y también tenían las suyas la Iglesia católica y otras ONG. La certificación de obra del intendente es ineludible para llegar al pago. «Es contradictorio que el jefe político del intendente nos acuse de manejo discrecional de fondos que nunca podríamos recibir sin la firma de Jorge». Lo mismo respondieron a la acusación sobre la falta de escrituración de las casas, que según Morales usarían como elemento de extorsión: «La escritura corresponde a la provincia, que pone las tierras. Nosotros nos movilizamos para exigir que la provincia otorgue las escrituras». Según Morales, los miembros de la Túpac Amaru registraron armas en el ente de control y Milagro Sala «ha recibido una licencia de instructora de tiro». Dirigentes de la Túpac Amaru dijeron que su conductora sólo posee una pistola antigua, regalo de Germán Abdala, y que su verdadera arma es el horno de barro.
16. La confesión
El 16 de octubre de 2009, mientras daba una conferencia sobre mecanismos de control en el Consejo de Ciencias Económicas de San Salvador, Morales fue interrumpido por un grupo de integrantes de organizaciones sociales que rompieron vidrios, arrojaron sillas y huevos y entonaron consignas críticas hacia él. Morales acusó de inmediato a Milagro Sala, pese a que ni ella ni nadie de la Túpac Amaru estaban allí, y a la semana siguiente presentó un proyecto de Comunicación al Senado. Consistía en un largo cuestionario al Poder Ejecutivo Nacional acerca de «las asociaciones civiles, fundaciones, federaciones, organizaciones cooperativas o cualquier otro tipo de persona jurídica relacionada a la acción comunitaria y social y en particular respecto de la organización barrial Túpac Amaru». Quería conocer de ese modo quiénes las componían, si tenían personería jurídica, si integraban redes en otras provincias además de Jujuy, cuáles eran sus autoridades estatutarias, si presentaban memorias y balances, cuáles eran sus fuentes de ingresos y el destino de los fondos, si rendían cuentas y pagaban impuestos, si el Estado nacional y sus diversos ministerios les otorgaban recursos económicos para proyectos habitacionales, de desarrollo social, de capacitación y educativos, y a quiénes se habían entregado permisos de tenencia y portación de armas en Jujuy desde 2003.
Lo más interesante está en los fundamentos del proyecto. Dicen que
• la Túpac «hecha mano a disímiles recursos y estrategias» (atención correctores: el contador Morales echa mano con hache);
• «siendo miembro de una central sindical no se subordina a su liderazgo», es decir que no es fácil de controlar;
• para conseguir «recursos de distintos planes asistenciales» durante la crisis de fin de siglo la Túpac recurría a la protesta y «nunca participaba en consejos consultivos ni espacios formales de solicitud». O sea, que formaba parte del vasto movimiento de resistencia contra las políticas de ajuste de los gobiernos nacional y provincial;
• logró «poner en la agenda pública de la provincia de Jujuy la ley de reforma edilicia, aun con la negativa del entonces gobernador y de las organizaciones de profesionales del sector».
Luego identificó las diferentes formas de acción de la organización:
• «la lucha por los intereses de los sectores más desprotegidos,
• la presión al gobierno,
• la movilización en el espacio público,
• la incidencia para la promulgación de una ley y
• la amenaza del uso de la violencia».
Describió así las formas organizativas de un sector de las clases populares jujeñas para defenderse de la especulación inmobiliaria y de los gobiernos que la amparaban.
Según Morales:
• «puede advertirse la existencia de un interés predominantemente estratégico en el armado de estas asociaciones». Esto implica que la acción social sólo es legítima si carece de una visión estratégica y se canaliza a través del bipartidismo gobernante.
En cambio, se queja:
• «el espacio político que las organizaciones ocupan gracias a su relación con el gobierno nacional trae consecuencias en las políticas provinciales». Pocas veces puede encontrarse una defensa tan explícita de la feudalización provincial, que repele cualquier política pública que intente corregir los desequilibrios locales con un enfoque nacional;
• «el poder de presión que estas organizaciones ejercen es una suerte de contrapeso relativo de los poderes económicos en la práctica política. Por ejemplo, los gobernadores apelan a los reclamos sociales como excusa para negociar mejor frente a los actores más influyentes de la política local».
Hay que leer dos veces este último párrafo para convencerse de que dice la enormidad que dice: Morales habla en nombre de «los actores más influyentes de la política local», molestos por el «contrapeso relativo» de la Túpac a «los poderes económicos en la práctica política», con los que los gobernadores negocian mejor gracias a los reclamos sociales.
Sigue esa insólita confesión:
• «El continuo y excesivo financiamiento y reconocimiento federal no sólo contribuye a la existencia de una organización social desproporcionadamente poderosa, casi tanto como un Estado paralelo, sino que además sus éxitos en las formas de acción y gestión provocan el activismo de otros grupos y líderes vinculados o no con esta experiencia».
O sea que Milagro Sala es contagiosa, lo cual explica el carácter ejemplarizador de la persecución que se desataría en su contra.
17. La voz del amo y mi señora
Ese poder económico al que responde el contador Morales es el Ingenio Ledesma y su patrón, Carlos Pedro Blaquier, socio fundador del antiperonismo, aún adolescente. En febrero de 1946, el mes de la elección presidencial de Juan D. Perón, a sus 19 años Blaquier fue uno de los fundadores del Ateneo de la Juventud Democrática Argentina. Su presidente era José Alfredo Martínez de Hoz, de 21. El Ateneo se reunía en la confitería Richmond de la entonces sofisticada calle Florida, al lado de la sede de la Sociedad Rural, y editaba la revista Demos. Allí Blaquier desarrolló una línea de pensamiento perdurable. Para quien no supiera quién es su autor, podría pasar por alguna de las diatribas que en los últimos años se han dirigido a los gobiernos kirchneristas. En su artículo «Paradoja de la democracia», Blaquier escribe que los demagogos, «en lugar de tender a una mejor distribución de la riqueza sin afectar la producción, entorpecen esta con disposiciones que, más que lograr el mejoramiento de todos, tienden a obtener el empeoramiento de los que están mejor, lo que por un curioso fenómeno de psiquismo de masas les da la sensación de que progresan sin que en realidad nada de esto suceda».
La única solución que se le ocurre es «el ejercicio calificado de los derechos políticos, en el que la soberanía de los numerosos cede su lugar a la soberanía de los mejores, es el modo más efectivo de lograr una democracia sustancial».
No obstante, Blaquier prefiere atribuir el antiperonismo a su suegro y presentarse como conciliador, para lo cual cuenta una comida con Perón, en una fecha que no precisa.
—A pesar de no ser peronista, usted supo generar una buena relación conmigo y, en signo de agradecimiento, le quiero dejar un recuerdo —dice que le dijo Perón al ofrecerle «un bastón de mando».
—Mejor déselo a un peronista —dice que le contestó.
—Nunca, Blaquier, porque un peronista nunca le entrega el poder a otro peronista, salvo que sea a la peronista de su mujer.
En 1958, Blaquier impulsó desde el Ingenio Ledesma la designación de su amigo Martínez de Hoz como presidente del Centro Azucarero Regional del Norte Argentino (CARNA). Después del derrocamiento de Arturo Frondizi, en 1962, Martínez de Hoz asumió como secretario de Agricultura del presidente provisional José Guido e impulsó un decreto que declaró a Ledesma de interés nacional, lo que implicó exenciones impositivas y crédito a tasa negativa. Blaquier retribuyó el favor propiciando la designación de Martínez de Hoz como ministro de Economía, durante unos meses de 1963. Volvería a serlo en 1976.
Durante la investigación conjunta del CELS, la Flacso, la Secretaría de Derechos Humanos y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, concluida contrarreloj en la primera semana de diciembre de 2015, se ubicó un documento de 1980, cuando el director de recursos humanos del ingenio, el ex jefe de la Fuerza Aérea, brigadier Teodoro Álvarez, y Luis María Blaquier expusieron ante la intervención militar en el Congreso conocida como Comisión de Asesoramiento Legislativo, que estudiaba un proyecto de ley de obras sociales. Luis María es hermano de Carlos Pedro y padre de Luis María hijo, quien al asumir Macrì pasó del directorio del Grupo Clarín a ser encargado del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, con el propósito de liquidarlo y pronto debió renunciar por la forma promiscua en que encaró la tarea con las empresas. El brigadier Álvarez dijo que el proyecto incurría en «peligrosa vaguedad de financiar planes y programas de carácter social» y establecía un sistema «estatista y socializante» cuando «el individuo resulta el mejor juez de su propia conveniencia». Propuso en cambio que sólo se brindaran «prestaciones médico asistenciales» y «nada de turismo, ni deporte, ni asociaciones, ni recreación, ni educación», es decir, la pesadilla que Milagro corporizaría a partir de la década siguiente.
Luis María Blaquier agregó que, si la ley «se fuese a aplicar durante un gobierno como el actual, no la discutiríamos», pero su temor era que «una legislación no haga sentar en una mesa a un gobierno populista —quiera Dios que no suceda, pero tenemos que colocarnos en la peor posibilidad—, al empresario y al obrero. ¿Qué pasaría en esa circunstancia? El empresario sería el jamón del sándwich».
—No nos dimos cuenta de lo que le provocamos al poder. Todas las noches me pregunto por qué nos persiguen a nosotros de esta manera. Evidentemente, hemos generado mucha irritación en sectores muy poderosos. La Flaca es una gran constructora y organizadora. No hemos sido una organización con mucha discusión política o ideológica. Lo fuimos haciendo al andar —dice Alejandro Garfagnini.
Desde que prohibieron fumar en los bares, Coco recibe en la sede porteña de la organización. A espaldas del escritorio al que se sienta hay dos imágenes de Milagro. De un lado, vestida con los colores de la bandera plurinacional y del otro, en una caricatura, ella diminuta, rodeada de policías. En el termo para el mate, una tercera imagen de Milagro. Con la ropa deportiva de la Selección argentina, los rulos que le caen sobre la cara y fumando uno tras otro cigarrillos que apaga sobre un cenicero del tamaño de un plato, su rotunda figura evoca al Maradona de Paolo Sorrentino en Juventud. Descarga los nervios golpeando el piso con los pies al ritmo de un tren y estalla en carcajadas cada vez que confronta la normalidad de cualquier otra estructura política con algún episodio de la organización. En este mundo dado vuelta, la risa es constante.
Alejandra Dandan escucha fascinada el relato de Coco Garfagnini:
Un día, después de la muerte de Kirchner, la Flaca se va con 5.000 compañeros de la Túpac a Libertador. Se apostaron en la puerta del Ingenio Ledesma, que planeaba ampliar la superficie de siembra porque había tecnificado la planta de manera impresionante. Allí denunciaron la contaminación que causaba el ingenio y la apropiación del agua del Ramal para la plantación de azúcar. Yo estaba de casualidad en Jujuy. Me preparo para el viaje de dos horas desde San Salvador, pero Milagro me frena.
—Vos que sos porteño, quedate acá. Hacele compañía a Raulito y conversalo.
Hicimos lo que dijo.
Conversamos con Noro en la pieza. Tomamos café. Conversamos de nuevo. Hablamos de filosofía. Conversamos. Tomamos más café. Y empieza a sonar a lo loco el teléfono de Raúl. Era el administrador del Ingenio Ledesma, Federico Gatti:
—¡Escúcheme, Milagro está en la puerta del ingenio, denunciando la contaminación! —se quejó.
—Yo no tengo nada que ver —contestó Raúl.
—Su señora no puede hacer eso. ¿Por qué no nos sentamos a conversar? —insistió Gatti.
Al rato sonó el timbre. Era uno de los ministros del gobernador Eduardo Fellner, casado con una empleada del ingenio. Subió a la pieza. Les dijo que el Ingenio ofrecía alimentos, carne y leche para todos los comedores de la provincia. Pero que por favor no denunciaran a Ledesma por contaminación.
—Vos sabés que decisiones así las toma Milagro
—respondió su señor.
—¡Pero hablen con la Flaca! Díganle ustedes, porque a mí no me atiende el teléfono —dijo el ministro.
Era verdad. En esos casos Milagro apagaba el teléfono y comenzaban a sonar los de sus colaboradores y su esposo.
—El ministro se va y a la media hora llama otro tipo de Ledesma, de nivel más alto, que funcionaba acá, en Buenos Aires, Federico Nicholson —agrega Garfagnini.
«De nivel más alto» es una caracterización conservadora. Freddy Nicholson era el director general del Ingenio Ledesma, vicepresidente permanente de la Unión Industrial, representante de la lista Azul y Blanca, que con la lista Industriales se divide la conducción del gremialismo empresario, y uno de los interlocutores habituales de los sucesivos gobiernos.
Nicholson llamaba desde Buenos Aires:
—Escúcheme. ¡Su señora! Lo que está haciendo. ¿Usted sabe? —clamó.
—Bueno, yo voy a hablar con ella —se limitaba a contestar Noro, lo que desesperaba a Nicholson.
—Nosotros estamos dispuestos a sentarnos y resolver las cosas que haya que resolver. Podemos darles tierras para construir viviendas —subió la oferta.
El siguiente llamado con el mismo tema fue del propio Fellner.
A la noche, cuando Milagro volvió de Libertador le contaron de la visita y de los llamados.
—Yo no voy a transar con estos tipos, ¡que se vayan a la puta que los parió! —dijo.
Y la cosa terminó ahí —cree Coco.
No es así. Una vez que Milagro rechazó las propuestas del gobierno provincial y de Nicholson, hubo nuevas gestiones, de los gobiernos provincial y nacional, y no sólo por teléfono. Fellner envió al secretario general de la gobernación, Julio Frías, a quien todos llaman por un apodo, a reunirse con un emisario de Milagro, en el restaurante del Hotel Altos de la Viña, uno de los lugares otrora exclusivos de las afueras de San Salvador. Cuando el representante de la Túpac Amaru le dijo que Milagro no se movería de su posición, el Ciego Frías bajó la voz y se confesó:
—Ya no tengo ganas de andar gastando energía con todo esto. A mí Ledesma me paga el triple que el gobierno.
Quedó claro que el representante de Fellner era ante todo un hombre de Blaquier.
El Ingenio recurrió entonces al gobierno nacional. El encargado de las relaciones con los movimientos sociales era el secretario general de la presidencia, Oscar Parrilli, quien citó a Milagro a la Casa Rosada.
—Paren la mano con Blaquier. Controla todo el mercado del azúcar y nos puede hacer mierda con los precios —le advirtió.
Milagro dijo a todo que sí. Pero era todo que no.
«¿Sabés las veces que trataron de convencerla de que ande bien con Blaquier? Han ido varias veces a verla. Todos los gobiernos estuvieron vinculados a Blaquier», agrega Fernando Acosta. Como sabían que era imposible comprarla con coimas «le ofrecieron cosas para su gente: azúcar para las Copas de Leche, ropa para los obreros en la textil, tierras, huertas; cuando hubo viviendas, tierra para viviendas. Pero no había arreglo. La Flaca en eso era inflexible». Su conciencia de clase y su capacidad para organizar a los lúmpenes caídos del mapa económico y social pusieron un límite al poder de Blaquier. «Si en Jujuy había alguna alternativa para disputar ese poder, era Milagro con la Túpac Amaru, porque la política vivía una crisis de hegemonía desde el año 1987. Cuando la puja económica se cruzó con el tema de los derechos humanos y Blaquier sintió que ella quería y podía cagarle la vida, decidió sacarla del juego».
No pudo lograrlo mediante el peronismo. Habría que probar otra cosa.