Este libro inicia sus contenidos con una gran pregunta que atraviesa toda nuestra actualidad. Cómo nombrar aquello que se define desde la lengua franca del arte contemporáneo desde nuestro lugar hispanohablante ¿Qué significa decir Performance art en Chile hoy? A riesgo de pronunciar mal la palabra en inglés, otros dobleces van surgiendo en ese gesto de pronunciamiento a tropezones. Como si el solo hecho de intentar decirlo bien hiciera emerger otras posibilidades y devenires en su misma definición. En los años setenta, los artistas de los conceptualismos en América Latina fueron insistentes al sentirse inexactos en esta definición de su práctica, sin calzar totalmente en aquel origen anglosajón del conceptualismo de vertiente tautológica o analítica. Esa incomodidad parece atravesarnos cada vez que intentamos definiciones puras, dogmáticas, unívocas sobre conocimientos que se practican situados, para resignificar los saberes y que nos sean útiles en las luchas y movimientos de los que nos hacemos parte.
El momento pivote en que este libro se sitúa, alrededor de los años setenta, conlleva un análisis profundo respecto a los modos de relacionarnos, las formas de entrecruzar nuestra vidas, cómo organizamos nuestra cotidianeidad y cómo luchamos contra la normalización de nuestras diferencias y disidencias. La psicoanalista y crítica cultural brasileña Suely Rolnik, quien ha emprendido un trabajo intenso sobre la obra de la artista brasileña Lygia Clark, ha identificado giros de sentido presentes en las prácticas artísticas en el contexto de los años sesenta, momento de régimen fordista y posguerra en el que se edificó el triunfante modelo del American way of life y a la vez surgieron otros caminos en los que la imaginación creadora se escabullía por los márgenes. Este tiempo terminó en los años sesenta y setenta como resultado de los movimientos culturales que problematizaron el régimen en curso y reivindicaron «la imaginación al poder». Tales movimientos pusieron en crisis el modo de subjetivación entonces dominante, arrastrando junto a su desmoronamiento toda la estructura de la familia victoriana en su apogeo hollywoodense, soporte del régimen que en aquel momento comenzaba a perder hegemonía1.
En este sentido, continúa Rolnik, es que se crea un nuevo tipo de subjetividad flexible que, por un lado, experimenta modos de existencia y de creación cultural para impactar en el corazón del deseo «en el modo de vida “burgués”, en su política identitaria, en su cultura y, por supuesto, en su política de relación con la alteridad»2. Es esta contracultura que emerge la que permitirá crear formas de expresión para el sujeto afectado por la alteridad del mundo, y así podrá dar cuenta de los problemas de su contexto. Sin esta afectación difícilmente se podrían integrar estas nuevas formas de resistencia; sin duda que habrá que comprender, siguiendo a Rolnik, que:
El advenimiento de tales formas es indisociable de un devenir-otro de sí. Es más, ellas son el fruto de una vida pública en un sentido fuerte: la construcción colectiva de la realidad, la cual se construye permanentemente a partir de las tensiones que desestabilizan las cartografías en uso3.
Siguiendo esta reflexión, ¿hay lugar posible para la normalización de estas experiencias del Performance art? Ya no se trataría de utilizar el arte para dar cuenta de la realidad, para representarla al modo del realismo social, sino que en una respuesta que en el caso de algunos artistas –más o menos radicalizados– hacen suya la realidad, la integran en una subjetividad que no es personalista sino que se enlaza con un orden temporal con un «efecto vivo», en mundo vivo; sería entonces una presencia en el cuerpo del artista y no una representación en su obra. Esta transformación del mundo modifica el sentido de las prácticas y se hace difícil volver a verlas como representantes unificadas de un tipo de movimiento programático sin los desórdenes y contaminaciones de la vida misma.
Junto a este libro también resulta necesario preguntarse por la actualidad de un estudio sobre performance en el momento que estamos viviendo. Un ciclo de resistencias globales que se imprimen en cada lugar con su especificidad. En el caso de Chile, las grandes manifestaciones del 2011 por la educación vertieron múltiples agencias de cuerpos entrelazados en la calle, un roce de cuerpos que sigue aún latiendo en su propio proceso de transformación. En este sentido me inclino a considerar que este libro que tenemos en las manos se transforma en una herramienta para comprender los lugares desde donde surgen las prácticas y también los límites que queremos transgredir para imaginar otros posibles.
1 Suely Rolnik, «Geopolítica del chuleo», en http://eipcp.net/transversal/1106/ rolnik/es/#_ftn4, última visita, 10/10/2015.
2 Ibíd.
3 Ibíd.