
Siguiendo el mapa, la brigada de rescate atravesó la biblioteca, recorrió el pasillo, pasó por la habitación desordenada de Beast Boy, rodeó el huerto orgánico de Ivy, dejó atrás la zona de pruebas de detonación de la clase de Armamentística del profesor Lucius Fox, y volvió a entrar en el edificio.
El equipo de rescate, formado por Batgirl, Supergirl, Poison Ivy y Miss Martian, se quedó mirando fijamente una pequeña puerta marrón que había junto a la cafetería. Llevaba allí toda la vida y, sin embargo, nadie había reparado nunca en ella. Todos suponían que era allí donde Parasite, el conserje, guardaba los accesorios de limpieza. En la puerta había un cartel escrito a mano con su letra inconfundible, que decía:

Supergirl agarró el picaporte, dispuesta a sacar la puerta de los goznes si era necesario. Pero el pomo giró con facilidad y la puerta se abrió, emitiendo un pequeño crujido. Todas dudaron un instante antes de seguir a Batgirl, que ya se había internado en la oscuridad.
Siempre preparada, la supergenio en tecnología iluminó el laberinto de túneles con su Batlinterna. Aun así, el haz de luz no alumbraba todos los rincones. Era un lugar frío y húmedo, y en algunos puntos el agua goteaba de los techos bajos. Los túneles olían como una playa llena de algas en descomposición.
Con Batgirl al frente y Miss Martian caminando a su lado, las súpers serpentearon por túneles y cavernas. Se toparon con tantos callejones sin salida que Poison Ivy decidió ir dejando pétalos a su paso para poder encontrar luego el camino de vuelta.
—Antiguamente, estos túneles se utilizaban para entrar y salir de Metropolis sin que nadie lo supiera —explicó Batgirl—. Algunas pruebas demuestran que en tiempos se usaron como acueductos para llegar al mar, y otras sugieren que algunos súpers, espías e incluso el gobierno han utilizado estos pasadizos para esconder secretos, tesoros y también personas.
—¡Este sitio da muy mal rollo! —declaró Ivy mientras seguían avanzando—. ¡Está lleno de puertas y túneles que salen hacia todas las direcciones! Creo que prefiero no saber lo que hay aquí abajo.
Miraba fijamente otra puerta cerrada a cal y canto.
El grupo se detuvo cuando Batgirl preguntó a Miss Martian:
—¿Recibes algún pensamiento de Katana a través de esta puerta?
Se habían detenido delante de todas las puertas; Supergirl usaba la visión de rayos X y Miss Martian trataba de detectar a alguien o alguna cosa. Hasta ese momento, todas las habitaciones estaban vacías.
La chica verde negó con la cabeza.
—Ya no recibo ninguna señal —dijo, preocupada.
—¿Habéis oído eso? —preguntó Supergirl, agachando la cabeza.
—Yo no oigo nada —contestó Batgirl.
Poison Ivy sacudió la cabeza.
—Yo tampoco.
—Deben de ser imaginaciones mías —dijo Supergirl—. Por un instante me ha parecido que había oído un ruido. Un zumbido raro y escalofriante, como si saliera de una radio mal sintonizada.
—Supergirl, ¿puedes ver lo que hay al otro lado de la puerta? —preguntó Batgirl, devolviéndola a la tarea que tenían entre manos.
La poderosa súper venida del planeta Krypton se colocó en posición y se concentró en usar su visión de rayos X.
—Echemos la puerta abajo —dijo, sin esperar a que las otras dieran su aprobación o le ofrecieran ayuda—. ¡Esta habitación parece llena de pistas!
Sin ninguna dificultad, arrancó la puerta de madera gastada de sus goznes y la apoyó contra la pared. Las demás se quedaron atónitas al ver lo que tenían delante. ¡Parecía un museo! Había estanterías llenas de recuerdos, viejos trajes de superhéroe, un alijo de armas antiguas y fotos borrosas de algunos profesores cuando todavía eran alumnos de Super Hero High. Un gigantesco cuadro de terciopelo de Crazy Quilt vestido con un vistoso traje multicolor descansaba sobre un montón de capas polvorientas que llevaban bordadas las iniciales «RT».
—Tal vez pertenecieron a Red Tornado —dijo Supergirl, refiriéndose al instructor de vuelo.
Las chicas empezaron a revisar las cajas y los cajones. Entonces Supergirl gritó:
—¿Qué haces tú aquí?
Las otras se volvieron hacia la puerta.
—¿De qué va todo esto? —preguntó Beast Boy. Mordisqueaba un trozo de pastel y tarareaba una canción del Pop 40.
—¡Morado y negro! —exclamó Batgirl al ver los restos de glaseado que le manchaban la cara.
—¡Es el pastel que Katana recogió en Capes & Cowls! —aulló Poison Ivy, señalando lo que el chico tenía en las manos.
—¡Beast Boy! ¿De dónde lo has sacado? —quiso saber Supergirl.
—¡Eh! Tranquilas, tranquilas... —respondió él, empujando a las chicas—. Coged vosotras un trozo. ¡Hay de sobra para todo el mundo!
—Hablo en serio —dijo Batgirl—. Katana fue a buscar el pastel para mi fiesta a la cafetería donde trabaja Steve Trevor. Tenemos razones para creer que corre peligro.
Beast Boy se quedó muy serio.
—¡No lo sabía! Arriba he visto una puerta marrón muy extraña, que estaba abierta. Olía a pastel, de modo que me he transformado en sabueso y he bajado a husmear. He encontrado el pastel y he cogido un trozo. Luego, al intentar volver, me he desorientado y ha sido cuando he seguido los pétalos de flores.
—Idea mía —dijo Poison Ivy, con modestia.
—Beast Boy, enséñanos dónde has encontrado el pastel —dijo Batgirl—. Y date prisa. La vida de Katana podría depender de esto.
—A ver si me acuerdo... ¡Esto es como un laberinto!
Estaban avanzando por pasadizos cada vez más oscuros y estrechos cuando, de pronto, Miss Martian se llevó la mano a la sien. Abrió desmesuradamente los ojos y señaló la oscuridad.
—Siento los pensamientos de alguien —dijo. Hablaba con voz potente—. ¡Oh no! Es Katana, está...