El corazón de Carson, a menudo solitario, fue, para todos aquellos a quienes ella lo ofrecía, un cazador incansable, pero fue también un corazón embellecido con la luz que eclipsaba sus sombras.
TENNESSEE WILLIAMS
Carson McCullers, novelista, cuentista y dramaturga nacida en Georgia, celebró su quincuagésimo y último cumpleaños el 19 de febrero de 1967, en el Hotel Plaza de Nueva York. Durante la semana que duró su estancia en ese hotel, recibió felicitaciones, disfrutó de las comidas preparadas por la cocina del establecimiento y concedió entrevistas. En la otorgada a Rex Reed, McCullers reveló sus razones para escribir una autobiografía:
Pienso que es importante que las futuras generaciones de estudiantes sepan por qué escribí ciertas cosas; pero a mí también me importa saberlo. Me convertí en una figura literaria de la noche a la mañana. Era demasiado joven para comprender lo que me sucedía, o la responsabilidad que conllevaba. Y, además, era un demonio. Esto, combinado con todas mis enfermedades, en cierta medida me destruyó. Si analizo los efectos que el éxito tuvo en mí, preservando el resultado de mi análisis para otras generaciones, acaso permita a los artistas futuros prepararse para aceptarlo mejor.[1]
La vida que Carson McCullers deseaba «analizar y preservar para otras generaciones» comenzó en Columbus, Georgia, en 1917, donde nació con el nombre de Lula Carson Smith, hija de Vera Marguerite Waters y de Lamar Smith, propietario de una joyería. Lula Carson, como se llamó hasta la edad de catorce años, tuvo un hermano, Lamar (hijo), que nació en 1919, y una hermana, Margarita [Rita], nacida en 1922. Carson estudió en Columbus, en escuelas públicas, y, a los dieciséis años, se graduó en la Escuela Secundaria de Columbus. Estudiante poco destacada, Carson prefería el solitario estudio del piano. Alentada por su madre, quien estaba convencida de que su hija estaba destinada a ser famosa, Carson comenzó a estudiar piano a los nueve años de edad, pero tuvo que abandonar su sueño de llegar a ser concertista tras una enfermedad infantil, mal diagnosticada de entrada, pero que, años después, se supo que se trató de reuma cardíaco, dolencia que la dejó sin la energía física necesaria para soportar los rigores de los estudios de piano y una carrera de concertista. Mientras se restablecía de su enfermedad, Carson leyó vorazmente y empezó a considerar la posibilidad de escribir como una vocación alternativa. Pero, por temor de decepcionar a su profesora de piano y a su madre, no reveló inmediatamente su nueva inclinación artística.
En 1934, a los diecisiete años, Carson se embarcó en Savannah con rumbo a la ciudad de Nueva York, con el propósito manifiesto de estudiar piano en la Escuela de música Juilliard; pero, en realidad, su intención era proseguir con su secreta ambición de escribir. Carson hizo todo tipo de trabajos para mantenerse mientras estudiaba dibujo en la Universidad de Columbia y en el Washington Square College de la Universidad de Nueva York. De regreso en Columbus, en el otoño de 1936, para recuperarse de una infección respiratoria que la mantuvo postrada la mayor parte del invierno, Carson empezó a escribir su primera novela, «The Mute» —más tarde publicada con el título de The Heart Is a Lonely Hunter [El corazón es un cazador solitario]. Su primer cuento, «Wunderkind», fue publicado en el número de diciembre de 1936 de la revista Story, dirigida por Whit Burnett, exprofesor de Carson en Columbia.
En septiembre de 1937, Carson se casó con James Reeves McCullers (hijo), nativo de Wetumpka, Alabama. Un amigo común, Edwin Peacock, los había presentado cuando Reeves estaba en el ejército, en Fort Benning. El matrimonio fue, simultáneamente, la relación más solidaria y destructiva en la vida de Carson. Estuvo, desde el primer día, marcada por las dificultades derivadas de problemáticas que ambos compartían: el alcoholismo, la ambivalencia sexual y la tensión causada por la envidia que Reeves tenía de los éxitos literarios de Carson.
En abril de 1938, Carson envió a Houghton Mifflin una sinopsis y seis capítulos de «The Mute» con la finalidad de participar en un concurso de primeras novelas. Lo que presentó poseía tal fuerza que le ofrecieron un contrato y quinientos dólares como anticipo. El libro, con su nuevo título, El corazón es un cazador solitario, fue publicado en junio de 1940. Es la historia de un sordomudo, a quien la gente sola y aislada de un pueblecito sureño acude en busca de consuelo. La novela fue la primera articulación de los temas recurrentes en la mayor parte de la obra de McCullers: la soledad y el aislamiento. El corazón es un cazador solitario obtuvo un éxito inmediato y grandes elogios por parte de la crítica. Lanzó a McCullers a la fama y la convirtió a la edad de veintitrés años en el blanco de las miradas de Nueva York.
Reflections in a Golden Eye [Reflejos en un ojo dorado], la segunda novela de McCullers, apareció por vez primera en Harper’s Bazaar, en agosto de 1940, y fue publicada por Houghton Mifflin en 1941. Los lectores, que esperaban un libro similar a la primera novela de la autora, quedaron anonadados con esa turbadora historia de voyeurismo, obsesiones, homosexualidad reprimida e infidelidad, ambientada en una base militar en tiempos de paz. Reflejos en un ojo dorado tuvo una acogida dubitativa por parte de los críticos, y la autora tuvo que enfrentarse a las burlas y a los enconos de la gente de su pueblo, quienes vieron en los personajes de la novela el lado negativo de sus propios reflejos.
Carson y Reeves se trasladaron a Nueva York en 1940, cuando se publicó El corazón es un cazador solitario. Más tarde, ese mismo año, después de separarse por primera vez de Reeves, Carson alquiló una casa en Brooklyn Heights, Nueva York, con George Davis (director literario de Harper’s Bazaar) y el poeta británico W. H. Auden. Situada en el número 7 de Middagh Street, dicha casa se convirtió en el centro de una constelación de artistas y escritores bohemios, entre los que se encontraban Gypsy Rose Lee, Benjamin Britten, Peter Pears, Salvador Dalí, Virgil Thomson, Aaron Copland, Leonard Bernstein, Kurt Weill, Paul y Jane Bowles, Richard Wright y Oliver Smith. Carson y Reeves se divorciaron en 1941. Carson conservó toda la vida muchas de las amistades de la época de Brooklyn.
En agosto de 1944, tras la repentina muerte de su padre, Carson se mudó a Nyack, Nueva York, con su madre y su hermana, a una casa que compraron en el número 131 de South Broadway. McCullers vivió el resto de su vida en esta casa con vista sobre el río Hudson.
A pesar de su difícil relación con Reeves, y la angustia inherente a la Segunda Guerra Mundial (Reeves y su hermano Tom, Edwin Peacock, amigo de Carson, y su hermano Lamar, habían sido movilizados y combatían en Europa), entre 1943 y 1950, McCullers publicó sus mejores obras. En agosto de 1943, Harper’s Bazaar publicó The Ballad of the Sad Café [La balada del café triste], un relato cargado de lirismo sobre los celos y las obsesiones en una relación amorosa triangular entre una amañona borracha, un enano jorobado y un expresidiario, en un pequeño pueblo del Sur. Más tarde, en 1951, la obra fue publicada por Houghton Mifflin en un volumen de recopilación de sus obras titulado The Ballad of the Sad Café: The Novels and Stories of Carson McCullers. En marzo de 1946 salió a la venta el cuarto de los principales libros de McCullers: The Member of the Wedding [Frankie y la boda], que narra la historia de Frankie Addams, una adolescente solitaria que desea mitigar su aislamiento y ansias de encontrar su «nosotros en mí», escapándose con su hermano mayor y su flamante esposa en el viaje de luna de miel. La adaptación teatral que McCullers hizo de la novela, sugerida por Tennessee Williams, se estrenó en Broadway en 1950. Fue recibida con una aclamación casi unánime y alcanzó 501 representaciones. Comercialmente hablando, fue su obra más exitosa, y obtuvo el premio del Círculo de críticos teatrales de Nueva York y el premio Donaldson a la mejor obra de teatro de 1950.
Carson y Reeves se cartearon constantemente durante la Segunda Guerra Mundial, mientras Reeves estaba en Europa, y, cuando regresó de la guerra, en 1945, se reconciliaron y volvieron a casarse. En abril de 1952, la pareja compró una casa cerca de París. Ambos vivían allí, y a finales del verano de 1953, Reeves, que estaba deprimido y bebía mucho, trató de convencer a Carson de que se suicidara con él. Temiendo por su vida, Carson huyó a Estados Unidos. Reeves se suicidó en un cuarto de hotel, en París, en noviembre de 1953.
Los últimos quince años de la vida de McCullers estuvieron marcados por su salud declinante y por una actividad creadora más bien escasa. Postrada y paralizada a raíz de una serie de ataques, McCullers, muy desanimada, resintió el fracaso comercial de su segunda obra teatral, The Square Root of Wonderful, retirada de cartel tras sólo cuarenta y cinco representaciones, en Broadway, en 1957, y la muy negativa acogida de su última novela, Clock Without Hands [Reloj sin manecillas], publicada en 1961. El hecho más alentador de sus últimos años fue el éxito de la adaptación teatral de La balada del café triste, realizada por Edward Albee, en 1963, y que alcanzó 103 representaciones en Broadway. Lo último que publicó en vida fue un libro de versos para niños, Sweet as a Pickle and Clean as a Pig, en 1964.
El viaje que hizo McCullers en 1967, al Hotel Plaza, a fin de celebrar sus cincuenta años, fue también una prueba para saber si podría soportar las fatigas de un viaje, esperanzada como estaba de ir a Irlanda, a visitar a su amigo John Huston. Superada la prueba, McCullers, en compañía de Ida Reeder, su ama de llaves, partió rumbo a Irlanda el 1 de abril de 1967. A su regreso, a mediados de abril, McCullers se aplicó seriamente a escribir la autobiografía que había mencionado en su entrevista con Rex Reed. La tituló Illumination and Night Glare [Iluminación y fulgor nocturno], en un intento por resumir en dicho título esa mezcla de dicha y tragedia que fue su vida. En su casa de Nyack, McCullers dictó desde su cama el borrador de su autobiografía a un contingente de amigos, parientes y estudiantes de un colegio cercano, entre el 18 de abril y el 15 de agosto, día en que sufrió el último ataque. Es imposible determinar la identidad de todos aquellos que la ayudaron a trabajar en el borrador de Iluminación y fulgor nocturno, salvo las de quienes pasaron un tiempo considerable con McCullers durante el último año de su vida: su primo Jordan Massee; la doctora Mary Mercer, su médica y amiga; su hermana Margarita Smith; Ida Reeder, su ama de llaves; Kenneth French, a la sazón huésped en la casa; Peter O’Brien, sacerdote jesuita; el artista Stuart Sherman, quien ayudó voluntariamente, y varias secretarias, voluntarias y a sueldo.
Según lo dicho por McCullers a Rex Reed, la autobiografía que deseaba escribir no sólo sería una ayuda para que las futuras generaciones supieran cómo hacer frente a un éxito llegado demasiado pronto, sino que también le daría a ella la oportunidad de volver a analizar su reacción ante su propio éxito, alcanzado siendo tan joven, y cómo esta reacción había afectado su vida y su carrera. Sería una autobiografía mucho más sincera que la a menudo implícita en sus obras de ficción. En McCullers, quizá más que en ningún otro escritor norteamericano del siglo XX, fueron las experiencias las que forjaron su universo narrativo; la frontera entre ficción y realidad fue casi siempre borrosa. En una ocasión dijo: «Todo lo que sucede en mis relatos, me ha sucedido, o me sucederá.»[2] Además de quitar el velo protector de la ficción y volver a contar su vida con sus propias palabras, esta autobiografía debía estructurarse en torno a los momentos de inspiración, como una crónica de las ideas significativas que se le habían ocurrido repentinamente y que darían lugar a sus relatos —lo que McCullers llamaba sus «iluminaciones»— y una enumeración de esos horrores o «fulgores nocturnos» que fueron sus ataques, sus relaciones frustradas y las muertes de su abuela, su madre, su padre y su esposo.
Se han publicado dos relatos que dan cuenta del estado de salud de McCullers y de sus constantes intentos de escribir a los que hace alusión, y que se refieren específicamente a los últimos meses de su vida. Earl Shorris relató, en Harper’s Bazaar, su visita a McCullers, en Nyack:
Cuán penosamente hablaba, juntando fragmentos de palabras en su garganta, elevando esos sonidos chirriantes a canto de soprano, esforzándose por pulir los sonidos con su boca. Fue después del ataque; tenía la mano agarrotada, no podía caminar, no podía escribir ni leer, a menos que el texto estuviera mecanografiado a cuádruple espacio. No había aprendido a servirse del magnetófono que le habían traído; era como un aparato nacido roto. Pero ella estaba escribiendo, dictaba a una secretaria, en cierto modo lo ponía ella misma por escrito, y demostraba que la indomabilidad del espíritu humano, que es el poder que determina su trabajo, no es un artificio...[3]
Stuart Sherman también rememoró pormenores sobre Carson como escritora en los últimos meses de su vida:
Escribía cada día, pero no a mano. Construía frases en presencia de una secretaria, quien las copiaba en un papel. Había días en que las frases no surgían fácilmente y conseguía articular muy pocas tras varias horas de esfuerzo. Pero siempre hacía el esfuerzo y siempre conseguía producir algunas.
Aquel año —el último de su vida— trabajaba en dos libros: sus memorias y un estudio de la gente que había «triunfado contra la adversidad».
Las memorias se titulaban provisionalmente Iluminación y fulgor nocturno, y el estudio, «A pesar de» (¡en la lista proyectada figuraban Hellen Keller y Arthur Rimbaud!).
Cuando pienso en Carson como escritora, cuando pienso en Carson en el acto de escribir, o (como al final se vio obligada a hacer debido a su enfermedad y a su incapacidad física) de dictar para que otros lo transcribieran, me siento hoy, como entonces, perplejo al tratar de dar siquiera un simple informe del proceso tal como yo lo observé.[4]
En Iluminación y fulgor nocturno, McCullers combinó los dos proyectos mencionados por Sherman. Sin embargo, en vez de examinar los casos de Hellen Keller y de Arthur Rimbaud, en la sección «A pesar de» de la autobiografía cita los padecimientos de Sarah Bernhardt y de Cole Porter, entre otros. Al parecer, McCullers trató de incluir, en lo que sabía sería su último libro, todos los proyectos que no había realizado antes.
Detalles sobre su viaje a Irlanda, sobre el rodaje de El corazón es un cazador solitario, la crónica del estreno de la adaptación cinematográfica de Reflejos en un ojo dorado, y una mención de la amputación de su pierna izquierda, demuestran con claridad que el grueso del libro fue dictado entre abril y agosto de 1967. Impresiona particularmente el hecho de que la mayor parte de la autobiografía haya sido escrita muy cerca del final de su vida, dado que, siete años antes, su biógrafa Virginia Spencer Carr escribe: «mucha gente creyó que Carson no viviría para terminar Reloj sin manecillas, ni que pudiera volver a crear otra obra importante».[5]
Salvo el breve relato de Sherman sobre cómo escribía y los recuerdos de Shorris sobre su dificultad para comunicarse, se ha escrito muy poco sobre el trabajo de McCullers durante el último año de su vida. Casi todo se centra en sus continuas enfermedades y omiten estos años porque no fueron productivos. Las personas que rodeaban a McCullers al final de su vida apenas la recuerdan escribiendo por esa época, aunque sí recuerdan sus problemas de salud.
En la entrevista de 1967, con Rex Reed, ella misma dio a entender que su vida estaba destrozada debido a una serie de ataques cerebrales causados por un reuma cardíaco sufrido cuando era una niña, y que entonces no fue diagnosticado como correspondía, y a su hábito de fumar y a su dependencia del alcohol. El primer ataque, en febrero de 1941, le dañó temporalmente la vista y le provocó jaquecas agotadoras. Los ataques siguientes, el segundo y el tercero, ocurrieron en París, en el otoño de 1947. Afectaron temporalmente la visión lateral de su ojo derecho y le produjeron una parálisis permanente de su costado izquierdo. En coma durante cuarenta y cinco días tras el último ataque cerebral, ocurrido el 15 de agosto de 1967, McCullers murió a las 9.30 de la mañana del 29 de septiembre en el Hospital de Nyack. Fue sepultada junto a su madre en el cementerio Oak Hill de Nyack, frente al río Hudson. La autobiografía de McCullers, que es un testamento acerca de su voluntad de escribir y de vivir, quedó para siempre en estado de primer borrador.
En la necrológica de McCullers aparecida en el New York Times el 30 de septiembre de 1967, Eliot Fremont-Smith, haciendo una apreciación de su vida y su obra, se refirió al impacto que produjo su primera novela y señaló lo que podría ser su influencia perdurable:
El corazón es un cazador solitario no sólo allanó el camino a lo que después sería el género gótico sudista americano, sino que inmediatamente lo englobó y lo superó... Es, tal vez, su título, conciso y misterioso, con esa terrible yuxtaposición de amor y soledad que fue tema constante en la obra de McCullers, lo que mejor expresa el núcleo de este libro sobresaliente y que no ha perdido nada de su fuerza... La señora McCullers no fue prolífica ni variada en sus temas... Esto no es un defecto ni una tragedia: hay artistas a quienes la «visión» les alcanza una sola vez. Y un corolario: solamente un artista puede someter a otros a la fuerza de su propia visión. La señora McCullers era una artista. Además, ella misma fue ejemplo de inspiración para los artistas que evolucionaron cerca de ella. Sus libros, y particularmente El corazón, seguirán viviendo; a ella la echaremos de menos.
En 1971, después de la publicación de The Mortaged Heart [El corazón hipotecado], una compilación póstuma editada por su hermana Margarita G. Smith, el conjunto de cartas, manuscritos y miscelánea, fueron vendidos al Centro de Estudios Humanísticos Harry Ransom de la Universidad de Texas, en Austin. Entre estos papeles, hay dos copias mecanografiadas, de 128 páginas cada una, de Iluminación y fulgor nocturno. Este texto, tenido en cuenta al editar El corazón hipotecado, no había sido publicado hasta hoy.
McCullers tenía la intención de incluir la sinopsis de «The Mute» (El corazón es un cazador solitario) y su correspondencia con Reeves durante la Segunda Guerra Mundial, como apéndices de las partes de Iluminación y fulgor nocturno que dictó en el curso del año 1967.
La sinopsis de «The Mute», escrita en 1938 y publicada en la biografía de Oliver Evans, The Ballad of Carson McCullers (1966), y en El corazón hipotecado, es la más extensa que escribiera para cualquiera de sus novelas y le valió el contrato para la publicación de su primer libro a los veintitrés años de edad. Fue escrita durante los primeros días de su vida de casada con Reeves, cuando la pareja vivía en Fayetteville, Carolina del Norte. La copia mecanografiada del texto forma parte del Archivo McCullers de la Universidad de Texas.
Con las palabras «Insértense las cartas de la guerra», anotadas en el texto de Iluminación y fulgor nocturno, McCullers indicó su deseo de incluir las cartas que ella y Reeves se escribieron durante la Segunda Guerra Mundial. Si bien existen indicios de que McCullers prefería incluir sólo extractos de estas cartas, es imposible inferir cuáles tenía en mente cuando escribió esa nota, y dado que la lista de cartas que reunió Carson, con ayuda de Kenneth French, no resulta totalmente inteligible, se incluye en la presente edición toda la correspondencia existente. La inclusión de las cartas de Reeves y Carson durante la guerra constituye la primera correspondencia de Carson McCullers que se publica hasta la fecha.
Se incluye, además, una cronología pormenorizada de la vida y la bibliografía de McCullers.
Iluminación y fulgor nocturno es una obra inacabada y un trabajo hecho en colaboración con otras personas. Como tal, coloca al editor frente a una serie de decisiones difíciles de tomar: cómo tratar la narración, con su estilo de libre asociación; cómo discernir las intenciones de Carson en lo que respecta al contenido de los apéndices que ella sugiere; y el tratamiento de una tendencia a la exageración muy propia de McCullers.
Pese al desarrollo no cronológico de Iluminación y fulgor nocturno, la cadena de asociaciones que sirven de apoyo a su estructura narrativa resulta, a todas luces, evidente. Las secciones principales, o cuestiones importantes para McCullers cuando componía esta autobiografía, son: su relación con Reeves McCullers; su experiencia en materia de inspiración creadora (lo que ella llamó sus «iluminaciones»); su abuela materna, Mommy, y su influencia en la vida de Carson y en la felicidad de su infancia; la influencia de sus estudios de música con Mary Tucker, su segunda profesora de piano; y la importancia de los demás en su vida: Ida Reeder, su ama de llaves; sus médicos y amigos, William Mayer y Mary Mercer; su vecina y amiga Marielle Bancou; y sus amigos más «famosos», como Gypsy Rose Lee, George Davis, W. H. Auden, Richard Wright o Tennessee Williams y Edith Sitwell. En la última parte, una suerte de remanente del contenido del libro citado a menudo como «A pesar de», Carson rememora brevemente a algunos artistas que sufrieron por sus problemas de salud o padecieron amputaciones de miembros, como Cole Porter y Sarah Bernhardt.
El aspecto formal de Iluminación y fulgor nocturno responde a la influencia del placer de Carson por todo lo que fuera exagerar y contar historias. Virginia Johnson Storey, su prima, la describió así: «Carson amaba atrapar la verdad con los dientes y escapar corriendo, una costumbre que jamás abandonó.»[6] Debido, tal vez, a esta tendencia suya a fabular, Iluminación y fulgor nocturno es un texto sorprendentemente honesto y, a la vez, muy poco fiable. McCullers, con un sentido muy desarrollado de lo que era importante, y que no debía exagerarse, y lo que era menos importante y, por tanto, susceptible de un tratamiento más imaginativo, incorpora al texto muchas distorsiones, exageraciones y errores que resultan obvios, insistiendo a veces en su veracidad. No obstante, proporciona detalles que contradicen versiones aceptadas de algunos hechos publicados en biografías previas, y que son un incentivo para los estudiosos que se ocupan de investigar la historia de su vida.
En un breve pasaje de esta autobiografía, cuando se refiere a la noche del estreno de The Square Root of Wonderful, McCullers dictó: «Yo llevaba puesto mi hermoso traje chino, de dos mil años de antigüedad, es la pura verdad, y al pasar delante del teatro, no tuve ni el coraje de rezar.» La frase revela, como a menudo observó su prima, que Carson, a veces, se preocupaba menos por la exactitud del relato que por el hecho de que resultara interesante. Este traje, de dos mil años de antigüedad («es la pura verdad»), fue un regalo de su primo Jordan Massee. Un traje de mandarín, de hombre, y que a Carson le quedaba muy largo y rozaba el suelo; era de color azul eléctrico con bordados blancos y no debía tener más de ciento cincuenta años en esa época. Según Massee, Carson se lo ponía para todos los «eventos oficiales», y le gustaba exagerar su antigüedad y su importancia como traje de ceremonia.
De acuerdo con las biografías anteriores, lo generalmente admitido es que el talento juvenil de Carson para el piano se reveló repentinamente cuando ella, a muy tierna edad, tocaba melodías «de oído». Al respecto, Virginia Spencer Carr refiere:
Cuando era pequeña, McCullers suponía que no era una niña común y corriente; su madre le había contado —eso dicen, al menos— que ciertas «señales prenatales» le presagiaron que su primer hijo sería un genio, un retoño que Marguerite Smith aguardaba con gran expectativa. A los seis años, McCullers confirmó la profecía (al menos, a los ojos de su madre) cuando se sentó al piano y, con ambas manos, tocó una canción que había oído por primera vez aquella tarde en el cine.[7]
En Iluminación y fulgor nocturno, Carson cuenta una versión muy diferente de la historia de la revelación de su profetizado talento cuando admite haber tocado su primera canción en el piano de su tía Martha Johnson. Esto, que contradice la creencia admitida durante mucho tiempo de que Carson demostró un talento innato para el piano, interpretado por su madre como la revelación de su destino de gloria, puede dar pie a una reconsideración del grado de conciencia que podía tener Carson, en su juventud, de la importancia de las expectativas que su madre había puesto en ella.
Dado el espacio que Carson presta a su relación con Reeves y a las razones de su divorcio, la omisión más significativa de esta autobiografía es, tal vez, la de la relación que ella y Reeves mantuvieron con David Diamond, el compositor norteamericano. Si bien no fue una relación física, la relación íntima entre Carson, Reeves y Diamond fue uno de los vínculos más fuertes en la vida de Carson. El hecho de que no mencione esta relación en Iluminación y fulgor nocturno es particularmente significativo porque, además de Mary Tucker, su profesora de piano, Reeves McCullers, Annemarie Clarac-Schwarzenbach y la doctora Mary Mercer, la amistad de Carson con David Diamond fue decisiva para el desarrollo de su filosofía de la soledad y del amor, que es el tema capital de su narrativa.
Después de conocerse en Nueva York, en 1941, Carson, Reeves y Diamond parecían destinados a una relación triangular, como las que más tarde aparecerían claramente descritas por Carson en sus novelas Frankie y la boda y La balada del café triste. Diamond, atraído en un principio por Carson, entabló en seguida una relación con Reeves. Carson y Reeves compartían esta poderosa atracción por Diamond. Mientras aguardaba su divorcio de Carson, Reeves vivió cuatro meses con Diamond en Rochester, Nueva York, en 1941. Carson, que presintió una excelente relación entre Diamond y su muy pronto exmarido, se sintió traicionada y temió ser excluida. Pese a la intensidad de su relación con él, Carson no nombra a Diamond en su autobiografía, y sólo figura mencionado por su nombre de pila una vez en las cartas del período de la guerra. Recordando las razones por las que se divorció de Reeves, Carson omite mencionar que se sintió traicionada cuando Reeves y Diamond se trasladaron a Rochester y la dejaron fuera de esa relación triangular que ella deseaba. La omisión es particularmente significativa si se piensa en la importancia de las relaciones triangulares insostenibles en muchas obras de McCullers y lo mucho que, desde el punto de vista temático, estos libros deben a su experiencia con Reeves y Diamond. La reticencia de McCullers para escribir sobre su vida sexual —y darlo a la imprenta—, el hecho de que su relación con Diamond fuera perdiendo importancia a lo largo de veintisiete años, o, simplemente, su reticencia a evocar recuerdos dolorosos en relación con esta experiencia, podrían ser algunos de los motivos que la llevaron a omitir a Diamond en su autobiografía.
Si Carson McCullers es o no veraz cuando describe las «iluminaciones» y los «fulgores nocturnos» acaecidos en su vida, no tiene, en última instancia, mayor importancia. Más importante que la veracidad de sus recuerdos es su forma de contarlos, cómo los rememora, y la influencia que en ella tuvieron. Esta autobiografía es una compleja mezcla de memoria, de recuento existencial al final de sus días, de desmitificación y remitificación, como un intento de la autora por memorializarse a sí misma en una forma que sólo es verdadera para la percepción que ella tiene de sí misma, aunque no siempre concuerde con lo estrictamente biográfico.
Además de ser una recapitulación, a su manera, de los acontecimientos significativos de su vida, Iluminación y fulgor nocturno permite conocer, por primera vez, detalles acerca de las ideas de McCullers sobre la sexualidad. Pese a la aparente sofisticación en relación con la sexualidad y las relaciones humanas, especialmente en El corazón es un cazador solitario, y a que Carson haya podido atribuir mundanidad al espíritu libertino de su madre, McCullers se lamenta en Iluminación y fulgor nocturno de su falta de conocimientos en materia sexual: «Cuando le pregunté a mi madre acerca del sexo, me pidió que la acompañara detrás del acebo y, con simplicidad sublime, me dijo: “El sexo, querida mía, tiene lugar en donde te sientas.” Por consiguiente, me vi obligada a leer libros de texto sobre sexo que hicieron que todo aquel asunto me pareciera aburridísimo e increíble a la vez.»
Carson no habla directamente de su bisexualidad, o lesbianismo, pero menciona detalles, algo velados, es cierto, de su atracción por la heredera suiza Annemarie Clarac-Schwarzenbach y su relación con ella. Describe su primer encuentro con Annemarie: «Tenía un rostro que, lo supe en seguida, me perseguiría hasta el final de mi vida: bella, rubia, el pelo corto y lacio.» Como un testimonio de la importancia de la relación entre ambas, Carson incluye extractos de las tiernas cartas que recibió de Annemarie.
Con un lenguaje más directo que el empleado para referirse a su relación con Annemarie Clarac-Schwarzenbach, Carson describe sus ingenuas expectativas y su decepción respecto a su relación con Reeves en lo concerniente al terreno sexual:
Les dije a mis padres que no deseaba casarme sin haber tenido antes una experiencia sexual con él; pues, ¿cómo podía saber si me gustaría o no estar casada? Creí que debía confesárselo a mis padres. Les dije que el matrimonio era una promesa, una promesa como otras, y yo no quería prometerle nada a Reeves hasta no estar absolutamente segura de que me gustaba el sexo con él. Leer a Isadora Duncan y El amante de lady Chatterley era una cosa, y la experiencia personal otra. Además, en todos los libros, al llegar a lo que uno realmente quería saber, aparecían asteriscos.
Un vez más, recordando las razones que dio Carson a Rex Reed para escribir Iluminación y fulgor nocturno, la autobiografía se puede entender fácilmente como una tentativa de Carson por explicar su vida, tanto sus éxitos como sus fracasos, a las generaciones futuras. Escribirla fue, en un plano personal y emocional, una oportunidad de autoexplicarse a sí misma. Pero, más allá de los motivos personales de Carson para escribir la autobiografía, los detalles de los «fulgores nocturnos» de su experiencia registran la vida de una mujer y artista sureña de la primera mitad del siglo XX, y su lucha con la angustia inherente a un período de agitación mundial, social y político.
En esta biografía, lo realmente importante es, más que su contenido específico, la personalidad de Carson, perceptible bajo la superficie de la narración. Esas raras y preciadas «iluminaciones» de McCullers la ayudaron a sobrevivir a los «fulgores nocturnos», más frecuentes y duraderos, porque le proporcionaron, como a Mick Kelly, su personaje en El corazón es un cazador solitario, un espacio en su interior adonde retirarse para recuperarse, protegerse a sí misma y continuar su creatividad. Este libro es un diario de viaje a ese espacio privado de su interior que proporciona al lector, no solamente la descripción de los «fulgores nocturnos» que la forzaban a retraerse, sino, y lo que es tal vez más importante, una crónica de las «iluminaciones» inspiradoras que le restañaban el alma. Iluminación y fulgor nocturno es una invitación para ir con Carson a visitar su «cuarto interior».
Treinta años después de que ella se dispusiera a rastrear y a preservar la historia de su vida, la autobiografía de Carson McCullers se presenta como un relato aleccionador que ha de inspirar a las generaciones futuras. Así lo quiso ella.
CARLOS L. DEWS