Este grupo de peces, conocidos como seláceos, son los más grandes depredadores marinos de todos los tiempos. Se dividen en tres grupos: escualos (tiburones en general), las mantas y las rayas, más un grupo de peces cartilaginosos de aguas profundas llamados quimeras. Este grupo es muy conocido en la actualidad, por su más fiel representante: el tiburón blanco. El grupo ha evolucionado y desarrollado desde el período Devónico hasta la actualidad. No podemos asegurar cuál es el antecesor directo de los selacios, sin embargo, puede considerarse al Cladoselache como el posible ancestro de muchos, sino de todos los peces de este tipo.
Los tiburones fósiles tuvieron una amplia distribución geográfica, presentando diversas y raras formas desde el Devónico al Carbonífero. Ya hacia finales del Mesozoico aparecen, en definitiva, los tiburones como hoy los conocemos. También aparece en este período las mantarrayas y las rayas, que son selacios de cuerpo aplanado con grandes aletas que le permiten un nado con movimientos ondulatorios. La mayoría de estos peces son de hábitos marinos, sin embargo, algunos de ellos a veces invaden zonas de aguas dulces y ciertas especies son, definitivamente, dulceacuícolas.
Este grupo se caracteriza esencialmente por ser mandibulados y por la no posesión de huesos, ya que su esqueleto es cartilaginoso (también son conocidos como condrictios), sosteniendo un largo cuerpo fusiforme, cubierto por pequeñas escamas placoides.
Su cabeza es deprimida, en tanto que la cola es larga y esbelta, con una aleta caudal ancha para un mejor desplazamiento en el medio acuático, característica que comparten la mayoría de los selacios. Posee también varias aletas dorsales, pélvicas y pectorales, cuya función tiene que ver, sobre todo, con la natación rápida, usándolas a modo de alerones estabilizadores. Casi por regla general poseen cinco aberturas branquiales. Son en su mayoría carnívoros y su vida está limitada al mar, aunque algunos viven en agua dulce.
Cuadro de relaciones filogenéticas de los peces y tiburones. (Ilustración: Matías Palma)
Cuadro de los condrictios actuales. (Ilustración: Matías Palma)
Existen dentro de los selacios un grupo conocidos esencialmente por su cuerpo alargado o fusiforme, que comprende varios órdenes, como los del orden Squaliformes, Heterodontiformes, Pristoforiformes, Orectolobiformes, Squatiniformes, Hexanquiformes, Lamniformes y Carchariniformes; estos ordenes los encontramos tanto en la actualidad como en el registro fósil. En tanto, existen otros grupos de formas más «extrañas» y de cuerpos más bien aplanados, como los peces sierras y las mantarrayas, encontrados tanto en la actualidad como en los estratos fosilíferos, que comprende otros órdenes, como el orden Torpediniformes, Pristiformes, Myliobatiformes y Rajiformes.
El registro fósil ha preservado los dientes y vértebras, el resto, por ser material cartilaginoso, fue consumido por bacterias y carroñeros, sin preservarse en el registro. Los tiburones ocupan, de preferencia, zonas de aguas cálidas, por tanto, la aparición de tiburones en los estratos fosilíferos indicaría que, en el momento en que murieron, habitaban un mar cálido, como fue el caso de las costas miocénicas de Chile.
Los tiburones han tenido una amplia distribución geográfica en los mares del planeta, tanto hoy como en el pasado. Chile posee, a lo largo de su territorio, varios sitios con presencia de tiburones fósiles. Sin embargo, el sitio de mayor importancia es el de la Formación Bahía Inglesa, en la III Región, cercana a la ciudad de Caldera. En este lugar aparecieron fósiles de varios tiburones, como: Isurus, Carcharias, Lamna, Carcharocles, etc., todos ellos asociados a mamíferos marinos que eran su fuente de alimentación.
Esqueleto de la cabeza de un tiburón. (Ilustración: José Lemos)
Cualquier persona siente terror al oír la palabra «tiburón» y miedo al acercarse a la orilla del mar, aunque no todas hayan visto uno en toda su vida. Si bien es cierto que los tiburones son feroces cazadores y que en varias oportunidades se han registrado ataques a las personas en todo el mundo (sobre todo de los tiburones tigre y el gran blanco), estos solo son casuales, porque el hombre a invadido sus dominios para cazarlos indiscriminadamente, ya sea por deporte o para llevarlos al plato exótico de algún restaurante. Somos los humanos los que hemos dado a los tiburones la mala reputación de «asesinos feroces y sanguinarios», y esta sigue siendo la idea que tiene mucha gente, los medios de comunicación se encargan de perpetuar este falso prejuicio.
Desde un punto de vista estadístico, en cambio, los tiburones no son tan peligrosos para los humanos como se cree. Por supuesto, muchos tiburones son capaces de matar a una persona, pero solo se presentan, en promedio, cinco ataques mortales a personas por año en todo el mundo; esto es menos que el número de personas que mueren a causa de mordeduras de perro, picaduras de avispas, rayos o resbalones en la bañera. La primera reacción de la mayoría de los tiburones en su hábitat natural ante un animal poco familiar como los humanos, es la autoprotección.
De las cuatrocientas especies de tiburones que existen, solo se conocen unas veinte que han atacado a humanos. Estas especies tienen tres cosas en común: se alimentan de peces o mamíferos marinos grandes, alcanzan un tamaño considerable y suelen merodear por las cálidas aguas costeras, donde también suele haber gente. Los humanos se convierten en una presa por casualidad. Estos ataques suelen suceder en sectores donde la visibilidad es baja, debido a la suspensión de partículas en el agua o en zonas donde los tiburones comúnmente se alimentan.
Después de atacar, el tiburón suele darse cuenta del error y se aleja sin más. A los tiburones no les gustan los humanos: tenemos demasiados huesos y, a diferencia de los lobos marinos, no tenemos suficiente carne ni grasa. Los tiburones también pueden causar heridas si golpean con fuerza a una persona. En los arrecifes de coral es tal la abundancia de peces pequeños, que casi no se conocen ataques directos a los humanos. Los pocos casos registrados han sido personas que, durante la pesca con arpón, han vertido mucha sangre al agua. En la mayoría de los ataques se han visto implicadas personas que intentaban apresar a un tiburón atrapado o enganchado al anzuelo.
A veces, los ataques son mortales debido a que la víctima puede morir por desangramiento y no por ser comido por el tiburón, pero debemos recordar que son muy poco frecuentes los ataques directos a los seres humanos. La mayor cantidad de ataques se registra en las aguas de Norteamérica, Australia y Suráfrica. La calidez de las aguas de estas zonas atrae a muchísima gente, lo que hace más probable entrar en contacto con los tiburones.
Debido a la pesca, el hombre ha comenzado poco a poco a desplazar a este animal de sus territorios costeros; por esto, los tiburones atacan al sentirse amenazados y provocados. Los ataques también suelen producirse cuando el tiburón confunde a las personas con una presa habitual, como la situación hipotética en la cual un surfista iría sobre su tabla acostado, nadando boca abajo y desde la profundidad un tiburón lo confundiría con una tortuga y lo atacaría.
Pero ¿cuál es la historia de este animal que causa tanto terror y que Hollywood convirtió en leyenda a través, precisamente, de la película Tiburón?