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Como en el cielo, así en la tierra

El yo que ves en tu espejo es un cuerpo nacido de millones de años de evolución anatómica: cabeza, tronco, extremidades, etcétera, que definen a nuestra especie. Pero, ¿y el resto de ti? ¿Esas partes no visibles ni tangibles que te definen hasta tu esencia, núcleo o centro? (Y al decir centro nos referimos a algo más que a la zona central del cuerpo, el abdomen). Estas partes y trozos del cuerpo son mucho más que forma física: son la encarnación viva de nuestras esperanzas y miedos, fuerzas y susceptibilidades, sueños y decepciones.

A lo largo de la historia las civilizaciones han mirado las estrellas para dar valor al entendimiento de nosotros mismos y de nuestro mundo. Durante miles de años nuestros antepasados no percibían ninguna diferencia entre el cielo y la tierra, lo natural y lo divino; las estrellas se reflejaban en las zonas internas del cuerpo y a la vez ofrecían una guía para el entendimiento de las funciones internas. Por ejemplo, mirémonos las manos; vemos dos apéndices funcionales, mientras que los antiguos griegos se miraban las manos y veían un don de los dioses, un regalo de Zeus, el jefe de los dioses, para ser exactos. Este don tenía la forma de dos hijos gemelos, Gemini en latín, representados como una constelación por la que transita el Sol cada año (21 de mayo a 20 de junio).

Según los antiguos griegos, las dos manos representan la conexión Géminis con los dominios mortal y divino y la comunicación entre ellos. Cuando cuidamos conscientemente de las manos (usándolas bastante pero no demasiado, manteniéndolas en buena alineación y fuertes pero flexibles), sea cual sea nuestro signo, evocamos lo mejor de las características de Géminis, como su enorme adaptabilidad y dotes de comunicación. De igual modo, si hay desequilibrio, podrían predominar las susceptibilidades de Géminis; por ejemplo, el dispersarse.

El estudio de esta relación (entre cielo y tierra, cuerpos celestes y asuntos humanos) se convirtió en el estudio de la astrología. Es un arte y una ciencia matemática que durante miles de años se fue desarrollando con la observación y las experiencias de las personas. Y como lo ilustra el mito de Géminis que acabamos de mencionar, nuestros antepasados creían que los mundos físico y metafísico estaban unidos, que los dioses habitaban, animaban y daban forma al mundo terrenal.

Sin nuestro conocimiento científico moderno, el entorno y la sabiduría que emanaba de éste era poesía. Las tormentas no eran la consecuencia de condiciones meteorológicas fluctuantes sino el resultado de potentes choques entre los dioses. La Tierra no surgió por una casual combinación de gases sino que nació del vientre de una gran Madre. El amor no era la activación de zonas del cerebro ricas en dopamina sino una flecha disparada por Eros o Cupido con su arco. No hacían distinción entre la materia y el espíritu, la naturaleza y lo divino. Normalmente los dioses influían y eran influidos por los asuntos terrenos, y no había mejor lugar para observar las actuaciones de estas divinidades que el cielo nocturno.

Como en el cielo…

En una noche oscura y despejada, unas dos mil estrellas son visibles a los ojos; para los ojos entrenados, estas estrellas se combinan para formar doce constelaciones, cada una con su historia y su signo.

Estas doce constelaciones forman la ruta que sigue el Sol, llamada plano elíptico, y forma un cinturón llamado zodiaco. En principio, el Sol recorre una constelación cada mes y tarda un año en recorrer todo el zodiaco. (Dado que en realidad el Sol no se mueve, su ruta aparente es la trayectoria que parece hacer en el firmamento, desde el punto de vista de un observador que mira el Sol desde la Tierra, la que rota alrededor del Sol siguiendo su órbita.) Nuestro actual sistema para entender el zodiaco proviene de Claudius Ptolomeo, geógrafo, astrólogo, astrónomo y matemático griego que alrededor del siglo ii antes de Jesucristo escribió un tratado astronómico que describe más de la mitad de las ochenta y ocho constelaciones conocidas en la actualidad (cuanto mejores son nuestros telescopios más constelaciones podemos ver). Hoy en día la International Astronomical Union (IAU) pone al día los conocimientos astronómicos mediante un grupo de científicos que se reúnen para fijar criterios para la comprensión de los astros y el espacio. No hace falta decir que, dados los catorce mil millones de años de antigüedad del Universo, todavía es muchísimo lo que no se sabe. Pero para la astrología básica de que trata este libro, los principales actores son los planetas y los signos.

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En el momento de la publicación de este libro, la IAU designa ocho planetas: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Ahora Plutón entra en la categoría nueva y creciente de planeta enano, junto con Ceres, Eris, Makemake y Haumea.

Según los últimos requisitos de la IAU para tener la categoría de planeta, actualmente existen ocho planetas. Dicho eso, la astrología cuenta once, incluyendo a Plutón, además del Sol y la Luna (las luminarias), que no son planetas pero ejercen un efecto similar.

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Se lo llame o no planeta, Plutón sigue siendo la misma entidad física y metafísica. Desde el punto de vista astronómico es un bloque de hielo y roca que, desde el punto de vista astrológico, está relacionado con un fuerte sentido de poder y evolución. El descubrimiento de Plutón en 1930 sirvió a los astrólogos para explicar el surgir de acontecimientos individuales y sociales (entre otros, la técnica del psicoanálisis, la energía nuclear), cuyas características guardan una sorprendente similitud con las de su tocayo mítico, el dios romano del inframundo.

Cada planeta representa una dimensión del carácter. Por ejemplo, Marte representa la acción, potente fuerza que impulsa a la persona hacia su objetivo, ya sea durante una maratón o una discusión. Venus, en cambio, caracteriza al amante, y subraya las cualidades que hacen atractiva a la pareja desde el comienzo. Todos los planetas están presentes en tu carta astral.

Si los planetas funcionan como actores en el escenario de nuestra vida, los signos vendrían a ser los papeles que representan los planetas en su tránsito por el zodiaco. Son doce los signos del zodiaco, de 30 grados cada uno, la doceava parte de los 360 grados de la esfera celeste (véase pág. 3). Y si bien el signo solar podría ser el más prominente, en nuestro interior viven y se expresan los doce signos.

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Después del signo solar, otros dos signos influyen poderosamente en nuestra disposición. El signo lunar (el signo por el que transitaba la Luna en el momento del nacimiento) revela las necesidades, las emociones y los temores íntimos; es esa parte que ven las personas más cercanas. El signo ascendente (el que está en el horizonte oriental en el momento del nacimiento) indica el modo de proyectarnos ante los demás y suele ser lo que ve el resto del mundo, entre otras cosas la impresión que causamos en los demás. A esto se debe que un fiero Sagitario podría parecerle un cariñoso Cáncer a su cónyuge o pareja y un equilibrado Libra a sus amistades.

Durante su tránsito por los signos zodiacales el planeta recibe la influencia de las diferentes características de cada signo. Por ejemplo, el papel de Géminis es la comunicación. Cuando Marte transita por Géminis introduce su estilo propio, de acción, en el dominio de la comunicación; por lo tanto, podría convertirse en una central de energía verbal que defiende osadamente su causa o sus puntos de vista de una manera que enorgullecería a cualquier comisión de debate. Por otro lado, cuando Venus transita por Géminis es una oradora encantadora, expresa su mensaje con la gracia y desenvoltura que correspondería a la ganadora de un concurso de belleza.

Dada esta complejidad, la astrología resulta ser mucho más que lo que se cree en la cultura popular: pronósticos y predestinación. El primer propósito de la astrología era optimizar la condición humana llevando la conexión entre los planetas y los astros a la vida en la Tierra, emplear el lenguaje del firmamento para conocer el pasado y aprovechar ese conocimiento para mejorar el presente y el futuro. A lo largo del tiempo los astrólogos han utilizado la información astrológica para diversos fines, entre otros para aconsejar en la toma de decisiones políticas, pronosticar el tiempo atmosférico o acontecimientos fortuitos, y el cuidado de la salud. Es decir, la astrología se ha utilizado para responder al por qué, el cuándo y el cómo, en cuanto opuestos al qué. Y esto continúa así hoy en día: cada horóscopo podría funcionar como un manual de autoayuda, una manera de entender el verdadero ser y vivirlo en conformidad.

Es más acertado, entonces, considerar la astrología una combinación de descripción y prescripción. Describe quién es la persona en su esencia y recomienda el entorno más propicio para que viva plenamente en ese conocimiento. Es como naturaleza y educación (o crianza) en un todo. Durante años la ciencia ha sabido que la naturaleza influye en la educación y que la educación también influye en la naturaleza. De hecho, el nuevo campo de la epigenética se dedica a comprender mejor el papel de la educación y la crianza. Hasta el momento, los científicos han descubierto que si bien los genes no cambian, factores medioambientales como el alimento, las relaciones y el estrés pueden alterar las señales que le dicen al cuerpo cuándo expresar esos genes. En otras palabras, lo que se elige para comer, la calidad de la relación conyugal o la toxicidad del medioambiente podrían influir en si se manifiesta o no, y cómo, una predisposición a una enfermedad cardiaca, por ejemplo. De igual modo, la astrología entiende la influencia de los factores genéticos y medioambientales en la humanidad, pero amplía el concepto de medioambiente abarcando también el sistema solar.

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A lo largo de la historia diferentes culturas han adoptado formas distintas de astrología. Por ejemplo, la astrología occidental define los signos basándose en la posición del equinoccio de primavera, y en la carta astral pone el énfasis en el signo solar. En cambio la astrología védica (originada en India) toma por referencia las estrellas fijas y podría dar más importancia al karma y al signo lunar. La astrología china pone el énfasis en los ciclos anuales, que no mensuales, y en relación con los elementos (madera, fuego, tierra, metal, agua) y animales (entre otros, el dragón, el caballo, el mono).

La astrología occidental pone el mayor énfasis en el signo solar, y en este libro sostenemos lo mismo. Así pues, aunque en nuestro interior viven las características de todos los signos, los del signo solar (el signo por el que transitaba el Sol en el momento del nacimiento) son los que predominan en nuestra verdadera naturaleza. Por ejemplo, si naciste entre el 23 de julio y el 22 de agosto, el Sol estaba en el signo Leo. Por lo tanto, en tu disposición natural están las fuerzas de Leo, como el valor, la ambición y el magnetismo, y sus susceptibilidades, como la soberbia y el narcisismo. Ten presente que la presencia de los rasgos del signo solar no excluye los de los demás signos; sin duda una persona Leo puede ser tan filosófica como una Sagitario, o tan analítica como una Virgo. Encarnamos los rasgos de todos los signos, pero los del signo solar son los que más brillan.

¿De qué sirve saber esto? Bueno, si eres una manzana siempre serás una manzana, nunca una naranja, lo quieras o no. Y ser la mejor manzana posible significa tener conciencia de tu naturaleza de manzana y vivir en conformidad. De modo similar, si eres Leo y sabes que estás hecho o hecha a la medida para estar en el candelero, pues, si eliges la profesión, digamos, de conductor de metro, lo más probable es que ésta no te lleve a un éxito duradero; claro que lo puedes hacer, pero va en contra de la naturaleza gregaria y amante de la luz de tu signo. Para tener la vida más feliz y sana, aprende a trabajar con tu verdadera naturaleza, desarrollando tus fuerzas, aprendiendo de tus susceptibilidades y encontrando el equilibrio adecuado entre tu signo solar y los otros once signos que viven en ti. La astrología ofrece esta comprensión más profunda y orientación personal.

… así en la tierra

Y el estudio de la astrología no para ahí. De hecho, ofrece muchas maneras de aplicar sus enseñanzas a la vida, desde orientación (por ejemplo, estar consciente de los problemas de comunicación y transporte durante un movimiento retrógrado de Mercurio) a consejos de nutrición (alimentos y hierbas relacionados con las cualidades de cada planeta). Pero el cuerpo es la vía de acceso a la astrología que tenemos al alcance de los dedos, literalmente.

El cuerpo es increíble. Es un milagro de la Madre Naturaleza que se ha ido desarrollando a lo largo de unos seis millones de años. De pie ante un espejo puedes ver que su figura se asemeja a una estrella de cinco puntas, formada por una cabeza, dos brazos y dos piernas. Juntas, estas estructuras forman tu yo, la persona que mejor conoces. Sin embargo, la verdadera belleza del cuerpo no son sus partes individuales sino el todo mayor y funcional que forman estas partes, para caminar, correr, patinar, saltar; unidos, los huesos, músculos y resto del cuerpo orquestan una sinfonía que te permite funcionar como consideras más conveniente. Sin embargo, actualmente vivimos en una sociedad en que la mayoría sabemos hacer funcionar el ordenador portátil mejor que a nuestras piernas, un mundo en que la sincronización entre calendarios y ordenadores es más frecuente que entre la cabeza y el cuello. Para no hablar de considerar el cuerpo un todo integrado. Muchas personas ni siquiera saben que existen sus partes; es decir, hasta que una parte deja de portarse como debe y duele, se rompe o deja de funcionar.

Pero no siempre ha sido así. Antiguamente el todo era lo único que se veía. No se prestaba atención a las partes estructurales, hasta que anatomistas como Galeno de Pérgamo usaron escalpelos para disecar huesos, cerebros y venas, y explicar sus detalles en muchos volúmenes, un cuerpo enorme de obras que influyen en la ciencia hasta hoy en día. Pero Galeno no se limitaba a dibujar las partes del cuerpo; también las relacionaba con el espíritu de la persona (ya identificado antes por Platón). Por lo tanto, el corazón se consideraba tanto la causa de la circulación en el cuerpo como la sede de los sentimientos o pasiones de la persona; el cerebro engendraba los nervios y la mente el alma. Para Galeno, la prueba de la divinidad estaba en la materia física.

Lo mismo ocurre en la astrología. Cada uno de los doce signos zodiacales rige una zona del cuerpo, comenzando por Aries en la cabeza y terminando con Piscis en los pies, con todos los otros signos intermedios. Es posible que conozcas la ilustración del Hombre Zodiacal, de la Edad Media, en la que sobre la figura humana están dibujados los doce signos del zodiaco.

Lo que quiere decir esta figura es que el cuerpo es la llave del hombre para acceder al cosmos; la idea es que la energía de cada signo vive en el interior y se puede acceder a ella a través de esa zona corporal. De esta manera todos los rasgos, fuerzas y susceptibilidades de los signos no tienen por qué continuar siendo simples conceptos. Se les puede dar vida, de forma que la persona que eres esté sintonizada, conectada con lo que haces. Por lo que a bienestar se refiere, dar vida al Hombre Zodiacal personal equivale a practicar lo que se predica.

Johannes de Ketham, «Hombre Zodiacal», Fasciculus medicinae
(o Compendio de la Humana Salud), Gregori, Venecia, 1493.

El cuerpo es capaz de dar vida a la historia de las estrellas. Acceder no es tan difícil como podría parecer, porque las estrellas ya viven y respiran en nosotros. De verdad. El ser humano está hecho de la misma sustancia de que están hechas las estrellas, y eso es una verdad indudable. Las estrellas están compuestas principalmente por helio e hidrógeno, y durante sus ciclos de vida y muerte durante los miles de millones de años pasados han fabricado casi todos los demás elementos, entre otros el carbono, el nitrógeno y el oxígeno. Sorpresa, sorpresa: estos elementos esenciales son los mismos que componen la vida como la conocemos, los mismos que se encuentran en la tierra que pisamos, la hierba, los alimentos, y nosotros. El hidrógeno, por ejemplo, forma parte de la molécula del agua (H2O) y constituye más de la mitad de la masa corporal. El carbono está distribuido en el ADN mediante enlaces dobles. El nitrógeno es parte esencial de las proteínas. Y el oxígeno es principalmente el combustible para millones y millones de nuestras células. En resumen, vivimos porque algunas estrella murieron y su materia reciclada somos nosotros.

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Hay muchos dibujos del Hombre Zodiacal, pero todavía se desconoce quién fue su primer ilustrador. La mayoría de los dibujos datan de la Edad Media, aunque la primera referencia al concepto es más antigua, aparece en las obras de Marco Manilio, de los años 20 a 15 a.C. Sus obras, a su vez, se basaban en la sabiduría transmitida por sus antepasados. ¿Cómo descubrieron la relación entre la astrología y la salud? Bueno, durante gran parte de la historia humana conocida, lo natural y lo divino eran sencillamente dos caras de la misma moneda. Las ideas de nuestros antepasados diferían de las nuestras, y no podemos retroceder en el tiempo y atribuir a ellos nuestra mentalidad moderna. Sus pruebas se basaban principalmente en la experiencia de la vida, no en investigaciones empíricas (así como uno sabe instintivamente que dormir es bueno sin que esto lo tenga que decir un estudio científico). Sabían lo que sabían porque lo vivían.

Éste podría ser tu primer encuentro con la idea de que encarnas tanto la materia como el espíritu de las estrellas, pero ésta es una relación muy antigua, anterior incluso a las tablillas de Babilonia. Mira el cuadro siguiente para ver cómo se relacionan los signos del zodiaco con las partes del cuerpo.

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No hay helio en el cuerpo humano, pero, junto con el hidrógeno, forma alrededor del 98 por ciento de la materia conocida del universo.

Puedes averiguar acerca de los signos más prominentes de tu carta, como el signo solar, el lunar o el ascendente, pero ten presente que los doce signos del zodiaco viven en ti. En realidad, eso es lo que significa el principio de la filosofía o ciencia hermética «Como en el cielo, así en la tierra»: el cielo se refleja en la Tierra y la Tierra, a su vez, refleja al cielo. Y esto significa que si tenemos una zona corporal tenemos dentro la historia viva del signo correspondiente; por ejemplo, el corazón del amoroso Leo y las rodillas del cauteloso Capricornio.

Signo

Cuerpo

Signo

Cuerpo

Aries

Cabeza

Libra

Parte inferior de la espalda

Tauro

Cuello

Escorpio

Sacro

Géminis

Brazos, antebrazos, manos

Sagitario

Caderas, muslos

Cáncer

Pecho

Capricornio

Rodillas

Leo

Parte superior de la espalda, corazón

Acuario

Tobillos

Virgo

Abdomen

Piscis

Pies

Te des cuenta o no, las características de todos los signos del zodiaco presentan facetas tuyas, facetas que de ti depende expresar si quieres. El asunto es, entonces, qué facetas expresar y cómo. ¿Cómo dar vida a la historia de las estrellas con el cuerpo?