Introducción

Querido lector: quiero darte razones para que elijas seguirme en este camino de aprendizaje que emprendí hace más de veinte años, y en el que aprendí acerca del amor y las relaciones.

Hace mucho que hablo de la diferencia orgánica entre hombres y mujeres, y de la frustración que genera pedirle peras al olmo, por ignorar el diseño.

Lavarropas: lava la ropa. Refrigerador: enfría. Horno: cocina. No metas ropa sucia en el refrigerador, ni el bizcochuelo en el lavarropas. «Si le pido a un general que se convierta en ave marina y no obedece, no será culpa del general, sino respons-habilidad mía!» (la separación y la «h» son agregados de mi autoría), decía el Principito de Antoine de Saint-Exupéry.

Por suerte, hoy ya se puede demostrar con escáner cerebral que mientras la mamá pretende que el adolescente se bañe, su cerebro animal necesita distinguirse por sus olores.

La mujer suele burlarse del hombre que no encuentra la mayonesa en el refrigerador, porque ignora que él tiene la vista en la línea del Ecuador. Abre la puerta y mira al medio. Y como si fuera poco, ¡ella insiste en poner la mayonesa en la puerta! ¡Donde él jamás mirará!

La mujer tiene un tipo de visión periférica de la que el hombre carece; por eso, ella capta todo con echar un vistazo mientras que el hombre tiene que girar la cabeza para ver pasar a una bella joven que al mover sus caderas le garantiza una buena procreación.

Gracias a uno de los mejores neurocientíficos que conozco, el doctor Roberto Rosler, fundamento y les confirmo a las muchas seguidoras que tengo que… ¡sí! Los hombres piensan solo en «eso». ¡¡¡Sí!!! ¡Está en el diseño! Parece que es la idea del Creador del juego: «Ve a regar tu semilla, macho; disemina».

El hombre no es naturalmente monógamo, aun cuando socialmente a la mujer se le permita hacerle «un nudo en la manguera» para que no cumpla con el Plan de regar la Tierra.

Comprender esto no necesariamente significa decirle: «Te plancho la camisa, gordo, por si tienes que diseminar tu semilla hoy a la tarde», sino que significa saber, y el saber da poder; significa conocer el juego, el contrincante, su capacidad y su debilidad.

En estas páginas voy a mostrarte el reglamento y a enseñarte las estrategias que yo aprendí. Quiero ayudarte. Porque a pesar de los adelantos neurocientíficos que mencioné, la mamá le sigue pidiendo al hijo adolescente que se bañe y ordene su habitación, o al marido que no mire a una dama que cruza por su línea de Ecuador. La mujer pide algo antinatural, y siente gran frustración cuando no logra su descabellado objetivo. Y le hablo principalmente a la mujer, porque lo soy; conozco el paño. Sé muy bien cómo pensamos, actuamos, sentimos y decimos… por lo menos, la mayoría de las que yo conozco. Además, ¡las mujeres somos el eje del mundo!

¡¿Y los hombres?! Los hombres son nuestro mundo; ese mundo que nosotras sabemos sostener.

Hoy estamos más informados, pero a juzgar por mis numerosas seguidoras, veo que no sabemos aplicar. Te regalo esta analogía: la mujer tiene en sus manos un teléfono móvil de última generación, pero solo realiza algunas llamadas telefónicas y manda mensajes. El móvil es mucho más que un teléfono y el cerebro es mucho más que el centro del sistema nervioso con funciones ejecutivas. Mi intención es que aprendamos a usar esas funciones.

Tengo más de veinte años aprendiendo y enseñando estos temas. Mínimo mérito y gran esfuerzo. Todos mis días están al servicio de que la mujer use su poder de ama de casa con orgullo, alegría, empatía, comprensión. Con esas capacidades de las que ha sido dotada (como hoy la neurociencia lo demuestra).

La mujer tiene un sentimiento compasivo natural que ha ido perdiendo por haber «recorrido un largo camino, muchacha…», como decía una famosa publicidad de cigarrillos de la década de 1970. Cuando nos fumamos esa idea de liberación, quedamos presas de la frustración.

Mi campaña consiste en mostrar que, al igual que fumar es perjudicial para la salud (aunque la publicidad nos hizo creer otra cosa…), renegar del género que nos distingue es perjudicial para la humanidad.

¡Anhelo que la mujer recupere su trono! Que ser ama de casa signifique ser gobernadora. Que dar directrices inteligentes a cada integrante de su mundo la haga sentir la dirigente más eficaz a la hora de organizar el mejor día para cada uno. Que optimice la labor de todos. Que complazca con placer. Desde luego, eso no se vincula ni se reduce necesariamente a lavar en la pileta del patio sábanas y toallones, ni a amasar los domingos para hijos y nietos… si no quiere. Ser ama de casa incluye conectar con el propio don.

En la actualidad, la mayoría de las mujeres abandona el hogar y su dirección, para viajar una hora apretadas hasta un trabajo que les disgusta y por el que percibe un sueldo que repartirá entre la comida chatarra, la señora que ayuda en la limpieza de la casa y la atención de los chicos, y la peluquería para estar presentable, como su puesto requiere. Pero asusta admitir que se perdió el rumbo, porque cuando uno se pierde, lo ideal es volver al punto de partida, y a veces se lo puede considerar un retroceso.

¡Ahí aparezco yo! Con otra alternativa. Saber decir. Saber oír. «Antes de levantarme en mi defensa, antes de sentirme herido u ofendido, quiero saber si lo que has dicho es lo que he oído», sostiene Marshall Rosenberg, en Comunicación no violenta.

Ese es el espíritu de este libro, la base de lo que pienso: la mujer no es el sexo débil. Aunque hoy más que nunca quieran hacernos creer que somos frágiles, inferiores, vulnerables. El pecado original de Eva fue creer que necesitaba comer una manzana para ser una diosa, olvidando que ya era todopoderosa, creada a imagen y semejanza de Dios.

A lo largo de este libro te contaré muchas anécdotas personales, para que puedas identificarte con ellas, contemplar en otros la situación que atraviesas, relajada, sin defenderte… Yo respeto la idea de que la metáfora, la parábola, el cuento, etcétera sirven para que quien escucha no levante defensas y en algún sagrado momento se reconozca y logre darle la espalda al error.

Si tu vida es maravillosa, no cambies nada (¡pero nada!) de ella. Por el contrario, si hay algún detalle con el que no estás conforme… tendrás en tus manos las mismas herramientas que les ofrezco a quienes se acercan a mí porque quieren un cambio.

Seguramente, si modificas formas y pequeñas cosas, te encontrarás en muchas anécdotas. Y solo al verte tendrás la posibilidad de mejorar.

Sospecho que ese es tu anhelo, y el motivo por el cual tienes este libro en tus manos. Ojalá cumplas ese sueño. Lo deseo de todo corazón.