141 celosomarido: Titón. Es el prime-ro de los varios ejemplos de amanecermitológico que hay en la obra. 142El llevar el cabello suelto era se-ñal en las mujeres de su condición desolteras.143 vislumbre: ‘reejo’.144La que guía el rebaño.145 fuentedelasPizarras: primero deuna serie de topónimos de sabor cam-pesino que concretan ciertos lugaresdentro del locusamoenuspastoril, como52libro icabaña de Elicio, donde reposaron lo poco que de la noche queda-ba. Pero ya que la blanca Aurora dejaba el lecho del celoso maridoy comenzaba a dar muestras del venidero día,141levantándose Eras-tro, comenzó a poner en orden el ganado de Elicio y suyo, parasa-carle al pasto acostumbrado. Elicio convidó a Lisandro a que con él se viniese, y así, viniendo los tres pastores con el manso rebañode sus ovejas por una cañada abajo, al subir de una ladera oyeronel sonido de una suave zampoña, que luego por Elicio y Erastrofue conocido que era Galatea quien la sonaba. Y no tardó muchoque por la cumbre de la cuesta se comenzaron a descubrir algunasovejas, y luego tras ellas Galatea, cuya hermosura era tanta que se-ría mejor dejarla en su punto, pues faltan palabras para encarecerla.Venía vestida a la serrana, con los luengos cabellos sueltos al vien-to,142de quien el mesmo sol parecía tener envidia, porque, hirién-doles con sus rayos, procuraba quitarles la luz si pudiera, mas la quesalía de la vislumbre dellos,143otro nuevo sol semejaba. Estaba Erastro fuera de sí mirándola, y Elicio no podía apartar los ojos deverla. Cuando Galatea vio que el rebaño de Elicio y Erastro con elsuyo se juntaba, mostrando no gustar de tenerles aquel día compa-ñía, llamó a la borrega mansa de su manada,144a la cual siguieron las demás, y encaminola a otra parte diferente de la que los pastoresllevaban. Viendo Elicio lo que Galatea hacía, sin poder sufrir tannotorio desdén, llegándose a do la pastora estaba, le dijo:Deja, hermosa Galatea, que tu rebaño venga con el nuestro,y si no gustas de nuestra compañía, escoge la que más te agrada-re; que no por tu ausencia dejarán tus ovejas de ser bien apacenta-das, pues yo, que nací para servirte, tendré más cuenta dellas quede las mías proprias. Y no quieras tan a la clara desdeñarme, puesno lo merece la limpia voluntad que te tengo; que, según el viajeque traías, a la fuente de las Pizarras le encaminabas,145y agora queme has visto quieres torcer el camino. Y si esto es así como pienso,dime adónde quieres hoy y siempre apacentar tu ganado, que yo tejuro de no llevar allí jamás el mío.