Entre los diversos temas de investigación que despiertan mi interés, siempre ha habido un lugar reservado para las burbujas económicas. Era un asunto que, tarde o temprano, deseaba abordar.

La burbuja especulativa es un fenómeno que trasciende lo económico. Además de economía, aúna política, psicología y sociología. Sólo desde esta múltiple dimensión puede explicarse que se produzcan especulaciones tan desmesuradas. Las burbujas son, desde un punto de vista económico, por completo irracionales. Eso resulta incómodo, pues la irracionalidad no es especialmente bienvenida en los asuntos de la economía, que no logra negarle una cuota a la locura: la economía es en gran medida el resultado de la acción humana y los humanos, a priori seres racionales, actuamos demasiadas veces como si no lo fuéramos. La economía acepta que las decisiones de los agentes económicos no siempre responden a lo que cabría esperar desde un punto de vista racional, pero una cosa es saltarse ligeramente una cierta lógica y otra distinta es cometer estupideces y aberraciones de gran calibre. Yo creo que por eso, siendo la economía aburrida e incomprensible para mucha gente, en cambio, las burbujas resultan atractivas para tantos economistas y no economistas.

En la Historia ha habido numerosas burbujas. El título de esta parte indica que las que aquí se presentan han sido las más grandes. Aun así resulta complicado justificarlo, pues ¿cómo puede medirse el tamaño de una burbuja? Existen varios criterios posibles. Uno sería el volumen de dinero que las burbujas han llegado a mover. Es un criterio cuantitativo, mas incompleto. Podemos hallar burbujas de menor volumen, pero mayor diferencia entre el punto álgido y el más bajo. Este segundo criterio mediría el grado de especulación alcanzado, lo cual es tan importante como el tamaño. Un último criterio podría ser el grado de irracionalidad de la burbuja a partir del objeto de la transacción. Sin duda es más increíble que alguien ceda todos sus bienes a cambio de un bulbo de tulipán que a cambio de una villa en Florida, pero no por inaudito resulta más ilógico, pues como la especulación exagerada trasciende toda lógica inversora, el objeto de la transacción es, en realidad, una pura anécdota.

Como he explicado en el preliminar, quiero extraer de estas burbujas los trucos más típicos que contienen, de modo que el lector las detecte en el futuro y no caiga en su trampa. Las que he seleccionado son, desde tal punto de vista, burbujas muy representativas. La de los tulipanes fue una de las primeras documentadas y suscita estupor comprobar cómo hubo quienes entregaron sus pertenencias a cambio de bulbos de flores. La burbuja de los Mares del Sur constituyó uno de los primeros casos de «creatividad financiera» donde la titulización de deuda formó una espiral especulativa formidable. El crac del 29 fue la primera gran burbuja global. Su tamaño y los efectos que produjo sobre la economía mundial la hacen ineludible. La burbuja de Japón en los noventa guarda muchos paralelismos con nuestra crisis inmobiliaria y es impresionante cómo frenó la formidable progresión de un país en el panorama internacional. Finalmente, analizo la burbuja inmobiliaria estadounidense por cómo las hipotecas subprime fueron trasladadas desde los bancos americanos a los de medio mundo, colapsando el sistema financiero internacional.

Tal vez se echen de menos aquí dos burbujas más: la de las puntocom y la inmobiliaria española. No las he incluido en este compendio por dos motivos. La burbuja tecnológica fue una de las más irracionales desde un punto de vista económico, pues se llegaron a pagar cifras astronómicas por empresas que apenas facturaban y jamás registraron beneficio alguno. La burbuja puntocom resulta apropiada para comprender la dimensión irracional del inversor, pero no es tan rica en mecanismos como otras lo fueron. Digamos que se trata de un buen ejemplo de necedad, pero no estoy tan seguro de que de ella se extraigan tantas lecciones útiles para la prevención futura. Por ello, he preferido incluir su principal rasgo, el valor injustificable que las empresas tecnológicas alcanzaron, en la segunda parte.

Por otro lado, la burbuja inmobiliaria española es todavía objeto de discusión. Nadie pone ya en duda que nuestros sectores de la construcción e inmobiliario han frenado en seco, pero todavía está abierto el debate sobre cuánto bajarán los precios y la duración, breve o prolongada, de esta crisis. Durante este ensayo, mi opinión al respecto quedará clara, mas no lo haré de forma directa, sino que asignaré a la burbuja inmobiliaria española un nivel de riesgo en función de su similitud respecto a otras burbujas de la Historia. El lector podrá dilucidar por sí mismo hasta qué punto la burbuja de la construcción en España afectará a nuestra economía.

En todo caso, vayamos por partes y comprendamos primero las burbujas anteriores. Las cinco que a continuación describo contienen casi todos los mecanismos, trucos, trampas y actitudes que cualquier burbuja futura albergará. Desde tal convicción las he escogido y desde esa aproximación las he descrito.

Ahora relájese y disfrute de las chaladuras ajenas.